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Emile Durkheim

LA DIVISIÓN DEL
TRABAJO SOCIAL

� (OLOfÓ,J �./\.
ad de satisfacer algun a ne­
sienten empujados p or la necesid
des exclusivamente agrlco­
cesidad inmediata. En las socieda
a casi por entero sus�endido
l as y pasto rales, el tra bajo se hall
a estaba intenump1do por
durante la mala estación. En Rom
nefastos lI). En la Edad
una multitud de fiestas o de días
vía (2). Sin embargo, a
Media los paros son múltiples toda
ajo deviene una ocupación per·
medid� que se avanza, el trab
se halla suficientemen�e ':°n­ CONCLUSION
manente, e, incluso si ese hábito
hubiera po dido constltmrse:
solidado, una necesidad. Pero no
hubiera p odi?o na:er, s1
y Ja necesidad correspondiente no 1
do irregular e mterrrutent e
el trabaj o hubiera seguido sien
como antes. Podemos ahora resolver el problema práctico que nos
nocer una nueva razón
Vémonos así conducidos a reco hemos planteado al comienzo de este trabajo.
una fuente de cohesión
que hace de la división del trabajo Si hay un a regla de conducta en la que el carácter moral
os solidarios, como has ta
so ci al. NO sólo hace a los individu no se discuta, es la que nos ordena realizar en nosotros los
la actividad de cada uno ,
aho ra hemos dicho, porque limita rasgos esenciales del tipo colectivo. En los pueblos inferiores
. Acrecienta la unidad del
sino, además, porque la aumenta es donde alcan za su rigor máxim o . Allí, el primer deber es
entar la vida: al menos, en
organismo por el hecho de aum hacer que todo el mundo se parezca, que no haya nada per­
esos efectos sin el otro.
estado normal, n o produce uno de sonal ni en orden a las creencias ni en orden a las prácticas.
En las sociedades más avanzadas, las semejanzas exigidas son
menos numerosas; las hay, sin embargo, como hemos visto,
cuya ausencia nos. coloca en un estado de falta moral. Sin
duda que el crimen cuenta menos categorí as diferentes; pero,
hoy como antes, si el criminal es objet o de reprobación, lo es
por no ser nuestro semejante. De igual manera, en un grado
inferior, los actos simplemente inmorales y prohibidos como
tales son los que manifiestan semejanzas menos profundas,
aunque graves todavía. ,No es ésta, por lo demás, la regla que
la moral común expresa, aunque en un lenguaje algo diferente,
cuando ordena al hombre ser un hombre en toda Ja acepción
de Je palabra, es decir, tener todas las ideas y todos los sen­
timientos que constituyen una conciencia humanal No cabe
duda que, si se toma la fórmula al pie de la letra, el hombre
que en ella se presenta será el hombre en general y no el de
tal o cual especie social. Pero, en realidad, esta conciencia
humana que integralmente debemos realizar en nosotros, no
es otra cosa que l a conciencia colectiva del grup o de que
altung, 111, 545 Y sigs.,,
(1) V. Marquardt, RO'm. Stattsverw R/r,o-- formamos parte. ,Pues, de qué puede componerse sino es de
011Vr1°eru en France.Ju.r,¡u a la
(2) V. Leva.sseur, Les Clas.re.r las ideas y de los sentimientos a que nos hallamos más Jiga-
lution, ] 1 474 Y 475.
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