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Maestría en Ciencias de la Educación
Septiembre 2022 1er cuatrimestre
Secretaría de Educación Jalisco
Subsecretaría de Formación y Atención al Magisterio
Dirección de Posgrados en Educación
Dirección de Posgrado
Instituto Superior de Investigación y Docencia para el Magisterio
Maestría en Ciencias de la Educación
ANÁLISIS SOCIOLÓGICO DE LA EDUCACIÓN
Presentación
A la educación, en tanto una acción formal e institucionalizada que involucra de manera compleja a múltiples actores y sus
prácticas, se le ha encomendado la tarea desde los inicios mismos de la experiencia humana en sociedad a transmitir o
sentar los elementos para construir la cultura de un grupo a las generaciones nuevas. Formas de vida, símbolos,
significados, elementos materiales e inmateriales, creencias, pertenencias, rupturas y continuidades, son sólo algunos
elementos constitutivos de esa cultura en construcción, lo que hace de la educación un objeto de estudio susceptible de
ser visto con la óptica que ofrecen las múltiples perspectivas analíticas de la sociología.
La encomienda, sin embargo, no es menor, pues aunque apele directamente a nuestra experiencia en sociedad así como
a nuestra práctica cotidiana como profesionistas de la educación en las áreas de la docencia, gestión, administración,
planeación o intervención, hace falta un cierto conocimiento básico de las teorías sociológicas que dan sustento al trabajo
de análisis educativo hecho desde esta disciplina científica y que han influido en su concepción y práctica. Es por ello que
este espacio curricular es parte de la introducción al campo y problemática de la educación en el diseño general de la
Maestría en Ciencias de la Educación.
El reto, pues, no está sólo en adentrarse en un campo de estudios probablemente desconocido y oscuro, sino en convertir
a las herramientas teóricas de éste en los elementos propios de un análisis complejo, científico y sistemático de la realidad
educativa que nos rodea y ocupa, ya sea para explorarla, describirla, comprenderla o transformarla. El estudio y discusión
de los contenidos exigirá una constante reflexión crítica, basada en la experiencia propia como principal fuente de
evidencias empíricas, teniendo como principal actitud la de apertura a la integración de más y mejor conocimiento en torno
a nuestras escuelas, nuestro alumnado, nuestros profesores y profesoras, y nuestros tiempos como sociedad.
[1]
Objetivos Generales
1. Conocer y analizar las formas como ha sido explicado el fenómeno educativo.
2. Reconocer las principales necesidades sociales relacionadas con la educación identificadas en las teorías
sociológicas clásicas.
3. Explorar las múltiples vertientes del análisis sociológico contemporáneo enfocado en la educación y su impacto en
las relaciones de poder, conflicto y democracia.
Actividades a Desarrollar
Previo a cada sesión, el alumno revisará individualmente los materiales indicados por el programa, utilizando la estrategia
analítica y/o preguntas generadoras que el profesor proponga para ello, y elaborará un reporte de lectura en el cual rescate
los elementos más importantes que el autor en cuestión exponga.
Durante la sesión en el aula, el profesor hará una introducción al contexto del tema a analizar y realizará la exposición del
mismo, resaltando los conceptos principales de cada texto, sus implicaciones metodológicas y la forma en que se
materializan en la realidad social y la escuela como un derivado de lo anterior. Posteriormente se procederá con la discusión
en seminario o taller, en la cual se establecerán los puntos a partir de los cuales se guiará el análisis, discusión y crítica de
los textos abordados, a través de la participación ordenada e informada de todas las personas integrantes de la sesión, ya
sea por medio de preguntas generadoras, dinámicas de participación, exposición de ejemplos, discusión de experiencias,
etc. De manera paralela, se solicitarán productos de integración de conocimientos a ser elaborados durante la sesión, en
donde se reflejen los contenidos analizados y las conclusiones a las que se llega tras la discusión, según guías previamente
establecidas para ello.
Al finalizar el curso, cada alumno elaborará un ensayo original e inédito en donde pueda dar cuenta de las potencialidades
de uso de las teorías sociológicas contemporáneas para la práctica de la investigación, al analizar una situación educativa
de su interés en la que pueda identificar a los sujetos y su convivencia cotidiana, los problemas que generan sus prácticas
y la forma en que todo ello se percibe en un marco institucional, tomando en cuenta las configuraciones sociales actuales
y las formas que éstas toman.
Criterios de Evaluación
Por las características de este curso, la argumentación oral y escrita se convierte en principal evidencia de los aprendizajes,
en tanto vehículo y forma de construcción de éstos. De ahí que las actividades a evaluar de manera permanente giren en
torno a estos elementos del aprendizaje sociológico. Las actividades y sus correspondientes criterios de avaluación son:
[2]
Reportes críticos de lectura
o Informe escrito en el cual el alumno elabora una revisión de los contenidos de la sesión, a través de un análisis
situado en su contexto y experiencia social, aplicando los conceptos al micro-estudio de situaciones concretas,
y evaluando la pertinencia, alcance y potencialidad de éstos en el análisis de los sistemas educativos
contemporáneos. Se evalúan según su contenido en una escala de 0 a 30.
Ensayo final
o Un escrito original e inédito, elaborado bajo la guía de las normas de publicación de alguna de las principales
revistas sociológicas del país o de Latinoamérica, en el que el alumno analice una problemática social
contemporánea que pueda ser ubicada en el ámbito de su labor educativa, a través del uso de las teorías y
las herramientas metodológicas analizadas a lo largo del curso. Este trabajo integrador de los aprendizajes
obtenidos es de única entrega al final del curso, y se evalúa según su contenido.
[3]
Organización Temática y Bibliografía
Bloque 1
Introducción: la educación como objeto
sociológico
Ritzer, G. (2018), “Esbozo histórico de la primera teoría sociológica: primeros años”, en Teoría sociológica clásica. Madrid: McGraw-
Hill. (pp. 1-39)
Bonal, X. (1998), “Introducción: la perspectiva sociológica de la educación”, en Sociología de la educación. Una aproximación crítica
a las corrientes contemporáneas. Barcelona: Paidós. (pp. 17-28).
Bloque 2
Educación, institucionalización y
socialización
Frigerio, G. Poggi, M. y Tiramonti, G. (1996), “Las instituciones educativas y el contrato histórico”, en Las instituciones educativas.
Buenos Aires: Troquel-FLACSO. (pp. 13-72)
Durkheim, E. (1976), “La educación: su naturaleza y su función”, en Educación como socialización. Madrid: Ediciones Sígueme. (pp.
89-113)
Andrade Frich, A. (1981), “Max Weber y la educación”, en Perfiles Educativos. No. 11. México: CESU-UNAM.
Dewey, J. (1998), “La educación como necesidad de vida” y “La educación como función social”, en Democracia y educación. Madrid:
Morata. (pp. 13-31)
[4]
Bloque 3
Trabajo y educación
Palacios, J. (1984), “La perspectiva sociopolítica del marxismo: introducción”, “K. Marx y F. Engels: las bases de la pedagogía
socialista” y “A. Gramsci: educación y hegemonía”, en La cuestión escolar. Críticas y alternativas. Barcelona: Laia. (pp. 177-
185, 210-225)
Bonal, X. (1998), “La corriente funcionalista de la sociología de la educación. El debate entre educación y empleo”, en Sociología de
la educación. Una aproximación crítica a las corrientes contemporáneas. Barcelona: Paidós. (pp. 29-70)
Bloque 4
Educación, poder y resistencias
Foucault, M. (2002), “Los medios del buen encausamiento”, en Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión. México: Siglo XXI Editores.
(pp. 157-179)
Bartolucci, J. (1986), “Educación, reproducción social y sociología”, en Sociológica, año 2, núm. 5. México: UAM-Azcapotzalco.
Bourdieu, P. y Passeron, J-C. (1996), “El mantenimiento del orden”, en La reproducción. Elementos para una teoría de los sistemas
de enseñanza. México: Fontamara. (pp. 109-154)
Giroux, H. A. (1985), “Teorías de la reproducción y la resistencia en la nueva sociología de la educación: un análisis crítico”, en
Cuadernos Políticos. No. 44, julio-diciembre de 1985. México: Editorial Era. (pp. 102-119)
[5]
Bloque 5
Crisis y alternativas en educación
Bauman, Z. (2000), “Significado del trabajo: presentación de la ética del trabajo” y “De la ética del trabajo a la estética del consumo”,
en Trabajo, consumismo y nuevos pobres. Barcelona: Gedisa. (pp. 17-72)
Tenti Fanfani, E. (2007), “Escolarización con pobreza: desarrollo reciente de la educación básica en América Latina” y “La educación
escolar y la nueva cuestión social”, en La escuela y la cuestión social. Ensayos de sociología de la educación. Buenos Aires:
Siglo XXI Editores. (pp. 55-95)
Arroyo, M. G. (2006), “La construcción del sistema escolar y del derecho a la educación”, en Gimeno Sacristán, J. (coord.) La reforma
necesaria: entre la política educativa y la práctica escolar. Barcelona: Morata. (pp. 123-154)
Palacios, J. (1984), “P. Freire: concientización y liberación” y “I. Illich y F. Reimer: le desescolarización de la sociedad”, en La cuestión
escolar. Críticas y alternativas. Barcelona: Laia. (pp. 278-314)
Giroux, H. A. (1985), “Teorías de la reproducción y la resistencia en la nueva sociología de la educación: un análisis crítico”, en
Cuadernos Políticos. No. 44, julio-diciembre de 1985. México: Editorial Era. (pp. 102-119)
[6]
Índice
1. Introducción
Ritzer, G. (2018), “Esbozo histórico de la primera teoría sociológica: primeros años”, ..............1
en Teoría sociológica clásica. Madrid: McGraw-Hill. (pp. 1-39)
2. Socialización
Frigerio, G. Poggi, M. y Tiramonti, G. (1996), “Las instituciones educativas y el ............55
contrato histórico”, en Las instituciones educativas. Buenos Aires: Troquel-
FLACSO. (pp. 13-72)
Andrade Frich, A. (1981), “Max Weber y la educación”, en Perfiles Educativos. No. ...........90
11. México: CESU-UNAM.
Dewey, J. (1998), “La educación como necesidad de vida” y “La educación como ...........101
función social”, en Democracia y educación. Madrid: Morata. (pp. 13-31)
3. Trabajo y educación
Palacios, J. (1984), “La perspectiva sociopolítica del marxismo: introducción”, “K. ..........120
Marx y F. Engels: las bases de la pedagogía socialista” y “A. Gramsci: educación y
hegemonía”, en La cuestión escolar. Críticas y alternativas. Barcelona: Laia. (pp.
177-185, 210-225)
4. Poder y educación
Foucault, M. (2002), “Los medios del buen encausamiento”, en Vigilar y castigar. ...........172
Nacimiento de la prisión. México: Siglo XXI Editores. (pp. 157-179)
Arroyo, M. G. (2006), “La construcción del sistema escolar y del derecho a la ..........353
educación”, en Gimeno Sacristán, J. (coord.) La reforma necesaria: entre la política
educativa y la práctica escolar. Barcelona: Morata. (pp. 123-154)
Palacios, J. (1984), “P. Freire: concientización y liberación” y “I. Illich y F. Reimer: le ..........384
desescolarización de la sociedad”, en La cuestión escolar. Críticas y alternativas.
Barcelona: Laia. (pp. 278-314)
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Esta cuestión está en la base de Lafilosofia del dinero. Una de las mayores
preocupaciones de Simmel era el surgimiento en el mundo moderno de una
economía monetaria que se separaba del individuo y lo dominaba. Esta cues
tión, a su vez, constituye parte de un tema más general y ubicuo en la obra de
Simmel: la dominación de la cultura como un todo sobre el individuo. Tal y
como Simmel lo veía, en el mundo moderno la cultura y el conjunto total de sus
diversos componentes (incluida la economía monetaria) se expandía y, a medi
da que lo hacía, la importancia del individuo decrecía. Así, por ejemplo, cuanto
mayor y más sofisticada se hacía la tecnología industrial asociada a la economía
moderna, menos importantes se volvían las capacidades y aptitudes del trabaja
dor individual. Al final, el trabajador se enfrenta a una maquinaria industrial
sobre la que apenas puede ejercer control. En términos más generales, Simmel
creía que en el mundo moderno la expansión de la cultura llevaba a una crecien
te insignificancia del individuo.
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34 TEORIA SOCIOLOGICA CLASICA
Aunque los sociólogos se han sentido cada vez más cerca de las amplias
implicaciones de la obra de Simmel, sus primeras influencias las ejercieron los
estudios de fenómenos sociales a pequeña escala como las formas de interac
ción y los tipos de interactores.
6 Para desarrollos más recientes de la sociología británica véase Abrams et al. (1981 ).
7 Generalmente, a Smith se le considera una de las principales figuras de la Ilustración
Escocesa (Chitnis, 1976) y de los Moralistas Escoceses (Schneider, 1967: xi), quienes se esfor
zaron por establecer los fundamentos de la sociología.
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ESBOZO HISTORICO DE LA TEORIA SOCIOLOGICA: PRIMEROS AÑOS 35
Se hizo hincapié en los hechos, pero ¿de qué hechos se trataba? Mientras
Marx, Weber, Durkheim y Comte estudiaron las estructuras de la sociedad para
explicitar sus hechos básicos, los pensadores británicos tendían a estudiar a los
individuos que constituían esas estructuras. Para estudiar estructuras de gran
magnitud, tendían a recoger datos individuales y a combinarlos con el fin de
obtener una descripción colectiva. A mediados de la década de 1800 los estadís
ticos dominaban la ciencia social británica, y la principal tarea de la sociología
era este tipo de recolección de datos. El objetivo consistía en la acumulación de
hechos «puros» sin teorizar o filosofar. Como señala Kent ( 198 l: 187), estos
sociólogos empíricos se desentendieron de las preocupaciones de los teóricos
sociales. En lugar de teorizar, el «análisis se centraba en el esfuerzo por produ
cir indicadores más exactos, mejores métodos de clasificación y recolección de
datos, el perfeccionamiento de las tablas de vida, el logro de mayores niveles de
comparabilidad entre cuerpos discretos de datos, y otras cuestiones similares»
(Abrams, 1968: 18).
Casi a su pesar, estos sociólogos orientados hacia la estadística llegaron a
encontrar ciertas limitaciones en su enfoque. Unos pocos comenzaron a sentir
la necesidad de un mayor esfuerzo de teorización. Para ellos, un problema como
el de la pobreza apuntaba hacia los fallos del sistema de mercado y del conjunto
de la sociedad. Pero la mayoría, como se había centrado en el individuo, no se
cuestionó el sistema como un todo; se dedicó a realizar estudios de campo más
detallados y a desarrollar técnicas más complicadas y exactas. La fuente del
problema residía desde su punto de vista en la utilización de métodos inadecua
dos de investigación, no en el conjunto del sistema. Como Philip Abrams escri
bió, «Al centrarse insistentemente en la distribución de las circunstancias indi
viduales, los estadísticos no consiguieron percibir la pobreza como un producto
de la estructura social... No alcanzaron, y probablemente les habría sido impo
sible alcanzar, el concepto de victimización estructural» (l 968: 27). Además de
sus compromisos teóricos y metodológicos en el estudio de los individuos, los
estadísticos trabajaron demasiado próximos a los políticos como para llegar a la
conclusión de que el conjunto del sistema económico y político era el problema.
Relacionada con la economía política, aunque separada de ella, encontra
mos la segunda característica definitoria de la sociología británica; el amelio
rism o deseo de solucionar los problemas sociales mediante la reforma de los
individuos. Aunque los estudiosos británicos comenzaron a reconocer la exis
tencia de problemas en la sociedad (por ejemplo, la pobreza), aún creían en esa
sociedad y deseaban preservarla. Querían prever la violencia y la revolución, y
reformar el sistema sin alterar su esencia. Sobre todo, deseaban evitar la llegada
de una sociedad socialista. Así, al igual que la sociología francesa y que algunas
ramas de la sociología alemana, la sociología británica tenía una orientación
básicamente conservadora.
Puesto que los sociólogos británicos no podían, ni querían, identificar la
fuente de problemas tales como la pobreza con la sociedad como un todo,
la encontraron en los individuos mismos. Ello constituía una forma temprana de
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38 TEORIA SOCIOLOGICA CLASICA
Promover la haraganería a expensas del bien constituye una crueldad extrema. Su
pone un fomento deliberado de la miseria para las futuras generaciones. No hay
mayor azote para la posteridad que legarles una población cada vez mayor de im-
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42 TEORIA SOCIOLOGICA CLASICA
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INTRODUCCIÓN:
LA PERSPECTIVA SOCIOLÓGICA
DE LA EDUCACIÓN
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xix. Y esta consideración, lejos de ser irrelevante, nos
permite reflexionar sobre una primera delimitación del
objeto de estudio de la sociología de la educación. En
efecto, la transición de la sociedad del Antiguo Régimen
a la sociedad industrial a lo largo del siglo xix y la con
siguiente preocupación por el «desorden moral» deriva
do de la creciente diferenciación social, otorga a la edu
cación un papel social fundamental para garantizar la
comunión moral de la sociedad y la cohesión a partir de
la adhesión de los ciudadanos a un conjunto de ideas y
hábitos compartidos. Es, pues, la propia idea que da
sentido al nacimiento de la sociología, la sociedad como
algo distinto y superior a la suma de las conciencias y
comportamientos individuales, lo que inmediatamente
genera la necesidad de que determinadas instituciones
aseguren el orden social y eviten el vacío moral. La edu
cación universal, institucionalizada en la escuela,1 se
erige como el mejor mecanismo para asegurar la adap
tación social de los individuos, y sustituye a una fun
ción social históricamente bajo la hegemonía de la Igle
sia. Dürkheim añadirá a la función de adaptación, la
función de diferenciación social de la educación, como
requisito de articulación orgánica de las distintas fun
ciones sociales.
Las primeras teorías sociológicas de la educación,
por lo tanto, nos indican la relevancia de la educación
como subsistema social de aprendizaje de las normas y
valores sociales en los que se fundamenta la sociedad.
Socialización y control social,son identificadas como
funciones fundamentales del proceso de transmisión de
conocimientos y hábitos, del orden instrumental y del
orden expresivo. Lógicamente, en todas las sociedades
anteriores tuvo lugar alguna forma de transmisión de
conocimientos, pero lo que caracteriza la primera socio-1
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logia de la educación es la importancia social concedida
a la educación en su relación con la totalidad social. El
análisis sociológico de la educación, por lo tanto, debe
abordarse no solamente desde el punto de vista de la ac
ción intergeneracional de los adultos sobre los niños,
sino también porque en ese proceso de transmisión se
uniformizan hábitos y valores y se diferencia en conoci
miento a los individuos para adaptarse a la sociedad
como un todo orgánico. La complejidad y el posible de
sorden de la sociedad industrial justifican plenamente
que los sociólogos positivistas identificaran en la escue
la la mejor institución para asegurar el la preservación
de los valores morales (y por extensión del control so
cial). Nos aparece aquí una primera razón por la que la
sociología de la educación empieza ya en sus orígenes
como una sociología de las instituciones escolares.
La segunda razón por la que el desarrollo de la disci
plina se ha centrado en las instituciones educativas nos
lleva a identificar el segundo gran ámbito de estudio de
la sociología de la educación, al tiempo que nos dirige al
período de máximo desarrollo teórico de la especialidad
a partir de la segunda mitad del siglo xx. Se trata, sin
duda, de la importancia de la educación en el proceso de
asignación y distribución de las posiciones sociales. En
efecto, en la sociedad meritocrática capitalista la escue
la adquiere una importancia fundamental como institu
ción clave para la adquisición de estatus. Pero es a partir
de la segunda mitad del siglo xx, en plena consolidación de
los estados de bienestar, cuando la meritocracia deja de ser
solamente un principio de legitimación ideológica para
adquirir una dimensión hegemónica, es decir, cuando la
población de las sociedades avanzadas cree realmente en
ella.
Podemos asegurar sin temor a equivocarnos que la
educación formal, en esta etapa, se convierte en la insti
tución social con mayor poder estructurante. El logro
educativo, aunque no asegura la movilidad, la posibilita.
La nueva sociedad respondió depositando sus expectati
vas en ese logro y demandando, desde todos los sectores
sociales, más educación. Al incremento de la demanda
los estados respondieron invirtiendo en la educación for
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45
mal como nunca lo habían hecho anteriormente. El
«boom» de la oferta educativa, posibilita al Estado capi
talista un excelente mecanismo para enfrentarse a sus
«problemas básicos» de acumulación, reproducción y le
gitimación (Dale, 1989). La educación, por lo tanto, ad
quiere no solamente un enorme poder estructurante,
sino también una carga de legitimación importantísima,
como se demostraría posteriormente a partir de la crisis
de los años setenta.
En definitiva, si el objeto más importante que nos
dejó la sociología de la educación positivista fue la trans
misión cultural, la socialización de los individuos, la ad
quisición de «habitus» comunes, el que se deriva de la
transformación social posterior a la Segunda Guerra
Mundial es trascendental para otorgar pleno sentido al
análisis sociológico de la educación. La educación como
subsistema social de atribución y legitimación de posi
ciones sociales permite acercarse a lo que es el objeto
central de la sociología: la explicación de las desigualda
des sociales y de los mecanismos por los que éstas se
construyen, se mantienen, se legitiman, se reproducen o
se modifican. El estudio de la relación entre logro edu
cativo y posición social, el de la reproducción o cambio
de las posiciones sociales, el de las probabilidades de ac
ceso a la educación postobligatoria de los distintos gru
pos sociales, etc., son dimensiones de una disciplina sin
la cual ya no es posible el estudio de la estructura social.
De ahí la importancia fundamental de la educación for
mal. Esta sanciona socialmente las trayectorias indivi
duales, las formas de integración y exclusión social, la
movilidad social, etc.
Esto explica, en definitiva, por qué el desarrollo teó
rico de la sociología de la educación coincide con el de
sarrollo de una sociología del sistema de enseñanza. Se
ría obviamente ingenuo considerar que en el sistema de
enseñanza se agotan los procesos educativos. La sociali
zación en la familia, la importancia de los medios de co
municación, la relación social en el grupo de iguales,
etc., son procesos configuradores de la identidad indivi
dual. Todos ellos son mecanismos sociales de reproduc
ción de la cultura y del orden social.
20
46
En cierto modo, puede considerarse una carencia
que la sociología de la educación no se haya ocupado de
estos otros procesos que, por otra parte, han sido abor
dados en profundidad por otras especialidades de la so
ciología. Sin embargo, ninguno de ellos ha tenido la im
portancia estructurante que en la segunda mitad de siglo
ha tenido la educación formal. En el capítulo 5 se obser
vará que esta cuestión empieza a dejar de ser válida a las
puertas del siglo xxi. En realidad, la complejidad de la
sociedad actual está revalorizando las formas de educa
ción no reglada e informal como aspectos con cada vez
más peso específico en la adquisición de capital cultural,
y, por lo tanto, en la estructuración de las posiciones so
ciales. Se abren así nuevos espacios de producción teóri
ca en la sociología de la educación.
„ A diferencia de otras disciplinas de las ciencias de la
educación, la sociología de la educación se interesa sólo
por los procesos de transmisión de conocimientos, los
métodos de enseñanza o los contenidos educativos en
tanto que procesos importantes para la estructuración y
el contenido de las relaciones sociales. Es decir, el inte
rés sociológico por la educación reside en sus caracterís
ticas como institución que constituye identidades y po
siciones sociales que condicionan la forma en que los
individuos viven en sociedad, sus actitudes y formas de
interacción y sus oportunidades vitales.
Tan importante como esto es, además, la identifica
ción de las regularidades grupales que caracterizan
esos procesos. A diferencia de lo que caracteriza el es
tudio psicológico o pedagógico de la educación, donde
se acentúa la individuación y unicidad del proceso de
aprendizaje, la sociología de la educación proporciona la
posibilidad de incorporar el grupo social como unidad
de análisis, tanto como variable dependiente como inde
pendiente, en el estudio de la educación. El proceso de
enseñanza-aprendizaje es sociológico en la medida en
que es un producto de procesos sociales más amplios, re
sultado de las relaciones de poder y control entre grupos
sociales. Pero es, al mismo tiempo, un factor crucial en
la constitución de las identidades culturales individuales
y colectivas y en la asignación de individuos en espacios
21
47
de diferenciación social (identidad cultural, identidad de
género, clase social, etc.).
La dialéctica de la estructuración (Giddens, 1984) se
expresa perfectamente en el campo de la educación,
aunque ésta es todavía una tarea pendiente de la socio
logía de la educación y, en general, de la propia sociolo
gía. El paso de la formulación teórica de la dialéctica de
la estructuración, de la interacción entre condiciones
objetivas y subjetivas de la acción social, a su traducción
práctica en metodologías concretas e investigaciones
que otorguen importancia al papel de la reflexión de los
actores y a su capacidad estructurante, es aún un traba
jo en curso. Las aportaciones recientes de la teoría so
ciológica en este terreno se pueden extender también,
como se verá, al terreno de la sociología de la educación.
Lejos de que esto manifieste ningún tipo de estanca
miento de la disciplina, en mi opinión da positivamente
la medida en que la sociología reelabora y reconstruye
sus objetos y métodos en función de la obsolescencia de
mostrada por modelos de análisis inservibles para cap
tar el ritmo de cambio acelerado de la realidad social.
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término «sociology of education» en un artículo publica
do por W. Brookover en 1949, transcurre un período que
Jerez Mir (1990) ha denominado de preformación de la
sociología de la educación. La llamada «educational so
ciology», desarrollada desde departamentos de pedago
gía de universidades norteamericanas, respondió a la au
téntica revolución que experimentó el sistema educativo
norteamericano de comienzos de siglo y a su función de
preparación de masas de trabajadores para la creciente
economía industrial. Durante la primera década del si
glo, bajo la influencia de la obra de John Dewey, la «so
ciología educativa» surgió como alternativa a la orienta
ción esencialista y metafísica dominante de la pedagogía
(Jerez Mir, 1990, pág. 358). Desde esta nueva perspecti
va, la educación es contemplada como un proceso activo
y crítico fundamental para la cohesión social y el forta
lecimiento de la democracia, una orientación, por lo tan
to, que se acerca a Durkheim en la visión positivista de la
escuela como instrumento de desarrollo moral y social.
Para Dewey la importancia de la extensión social de la
educación se basa en la idea de la importancia del apren
dizaje y de la experiencia para la actividad humana, de la
enseñanza de la autodisciplina y la autonomía como
fundamentos de la formación de individuos libres y ca
paces de pensar y actuar por sí mismos.
El contexto social americano de principios de siglo
facilitó el desarrollo de la «sociología educativa» como
espacio de desarrollo de las relaciones entre escuela y
comunidad social y como contribución «a la difusión de
la confianza utópica en el cambio escolar» (Jerez Mir,
1990, pág. 360). Esta orientación dominó la escena de la
investigación entre educación y sociedad durante la pri
mera mitad de siglo. Sin embargo, esta corriente de
pensamiento e investigación, cuya mayor producción se
recoge en la revista fundada en 1927, Joumal of Educa
tional Sociology, «refleja menos la aplicación de los prin
cipios sociológicos generales y más el interés por un área
que se consideraba a sí misma más una especialidad de
la educación que de la sociología» (Karabel y Halsey,
1977, págs. 2-3). La orientación normativa y sociográfi-
ca de la sociología educativa, la ausencia de considera
23
49
ciones teóricas y su funcionalidad para el naciente siste
ma educativo meritocrático dan lugar a una investiga
ción sobre educación y sociedad que constituye más un
soporte de legitimación para la administración educati
va norteamericana que una investigación sociológica ri
gurosa. Como apunta Lerena, es «sin eufemismos, un
empirismo burdo» (Lerena, 1985, pág. 170).
Pero es a partir de la finalización de la Segunda
Guerra Mundial cuando efectivamente tiene lugar el de
sarrollo de una verdadera perspectiva sociológica de la
educación. El interés de los científicos sociales, básica
mente sociólogos y economistas, por la educación coin
cidió con un período de expansión económica y educati
va sin precedentes. La educación formal, como ya hemos
señalado, se convirtió en el principal mecanismo estruc
turante de las sociedades avanzadas y en la mejor prue
ba de la legitimidad del sistema meritocrático en las so
ciedades capitalistas democráticas.
La educación se convirtió, a partir de la década de
los cincuenta, en un área prioritaria de intervención del
estado, tanto por su importancia como factor de desa
rrollo económico como por ser un instrumento clave en
la política de igualdad de oportunidades. Es este el con
texto que enmarca el comienzo del proceso de institu-
cionalización de la sociología de la educación. Una
ciencia que arranca en pleno predominio del estructu-
ral-funcionalismo norteamericano y como instrumento
de legitimación de la política educativa en una fase de
consolidación de los estados de bienestar. Ambos facto
res son explicativos del carácter fundamentalmente
empirista de la sociología de la educación en los años
cincuenta, de su orientación «apolítica» y productora
de diagnósticos útiles para el «know-how» en la toma
de decisiones políticas. El capítulo 2 recoge las líneas
de investigación desarrolladas bajo el «paradigma libe
ral». El funcionalismo tecnoeconómico y el reformista
constituyen las dos orientaciones fundamentales de de
sarrollo teórico y empírico de la sociología de la edu
cación a lo largo de dos décadas, en las que el principal
objeto de estudio será la relación entre educación y
empleo.
24
50
Tanto la controversia acerca del estructural funcio
nalismo como la crisis de la educación como mecanismo
redistributivo están en la base de la orientación domi
nante de la sociología de la educación a partir de los
años setenta. El resurgimiento de los marxismos a lo lar
go de los sesenta, las movilizaciones estudiantiles y el
fracaso de las políticas de igualdad de oportunidades
son cuestiones clave para comprender la aparición de
una sociología de la educación crítica, que identifica una
función social de la educación completamente opuesta a
la otorgada por el funcionalismo tecnológico y la teoría
del capital humano. Las denominadas «teorías de la re
producción» destacaron la importancia del conflicto y
de la ideología en la educación. Su tesis se resume en
que la escuela, lejos de ser una institución ideológica
mente neutra, que asigna y distribuye posiciones socia
les en función de los méritos individuales, es un meca
nismo de reproducción de las posiciones sociales de
origen. En el capítulo 3 veremos que esta tesis presenta
variaciones importantes en función de los objetivos de la
función de reproducción y de las formas específicas en
que dicha función es llevada a cabo.
Sin embargo, tanto el paradigma liberal como el pa
radigma crítico, a pesar de su oposición ontològica, no
alteraron las preguntas esenciales sobre las que se reali
za la investigación sociológica de la educación. Desde
ambos puntos de vista, la relación entre educación y so
ciedad es contemplada sin penetrar en el análisis de los
procesos que tienen lugar en el interior de la institución
escolar. La escuela es uña «caja negra» distribuidora de
títulos que, para unos posibilitan la movilidad social, y
para otros la reproducción de las posiciones de origen.
El verdadero punto de inflexión epistemológico de la
sociología de la educación se produjo a partir de los se
tenta, con la aparición de la «nueva sociología de la edu
cación». Concretamente, esta nueva corriente nacía a
partir de la publicación en 1971 del libro editado por Mi
chael Young Knowledge and Control. Partiendo de las
premisas teóricas de la sociología del conocimiento,
para la nueva sociología de la educación cobró interés el
análisis del currículum, como expresión de las relaciones
25
51
de poder que subyacen en la selección y organización del
conocimiento educativo. Desde la nueva perspectiva hay
que recurrir, por lo tanto, a una sociología interpretati
va, capaz de captar la construcción social de las diferen
cias educativas y sociales que se producen dentro de la
propia institución escolar. El interaccionismo simbólico
y la etnometodología constituirían los marcos teórico y
metodológico precisos para abordar el estudio de la re
lación entre educación y sociedad.
Las propuestas contenidas en el libro de Young iban
dirigidas a superar el estructural-funcionalismo desde
dos frentes: por una parte, la oposición a la visión acríti
ca sobre la escuela como instrumento ideológicamente
neutro; por otra parte, la necesidad de superar el trata
miento de la escuela como «caja negra» y de profundizar
en el análisis de la construcción de la estratificación es
colar. Habrá que esperar, sin embargo, hasta los años
ochenta para encontrar una perspectiva teórica que in
tenta aunar, no sin dificultades, ambos objetivos. En
efecto, a pesar de algunas excepciones en los setenta,2 la
investigación microsociológica de la escuela experimen
tó su mayor producción en los años ochenta, sobre todo
debido a un cierto agotamiento de la capacidad explica
tiva de las teorías de la reproducción. Una investigación,
no obstante, más ocupada en la producción empírica de
etnografías que en construir un cuerpo teórico que avan
ce en el establecimiento de la relación entre los niveles
macro y microsociológicos, es decir, en el descubrimien
to de regularidades entre estructura social y procesos
educativos. En Estados Unidos, fundamentalmente a
partir del desarrollo de la sociología del currículum y de
las teorías de las resistencia, se produjeron los intentos
más notables, desde un punto de vista más teórico que
empírico, de recoger el testigo de Young y elaborar una
sociología de la educación crítica y susceptible de supe
rar el estructuralismo de las teorías de la reproducción.
A ello contribuiría también la creciente importancia de
las investigaciones dirigidas a mostrar el papel de la es
26
52
cuela en la reproducción de las diferencias de género y
etnia, aspecto que, como veremos, no sólo supone un
añadido a las corrientes de investigación en sociología
de la educación, sino una cierta redefinición de dichas
corrientes.
El capítulo 4 nos mostrará el complejo escenario de
la sociología de la educación en los años ochenta, en el
que se entrecruzan las diversas tendencias teóricas, los
nuevos ámbitos de investigación y, por supuesto, la
emergencia de nuevas problemáticas en la relación entre
educación y sociedad que obligan a redefinir el campo y
los objetos de estudio fundamentales.
Esta complejidad prosigue en los años noventa, aun
que en esta década empiezan a perfilarse algunas «sali
das» a los problemas teóricos y epistemológicos de la
disciplina. La «recuperación» de la teoría del capital hu
mano en un contexto de cambio tecnológico y económi
co, la redefinición del papel de la educación en la socie
dad de la información, han abierto nuevos campos de
análisis y de producción teórica en la sociología de la
educación que intentan responder a las aceleradas trans
formaciones estructurales de las sociedades avanzadas.
Relacionado con ello, la significación y el impacto social
de las reformas educativas de finales de los ochenta y
principios de los noventa han abierto también un nuevo
campo de investigación teórico y empírico donde cobra
especial importancia la sociología de la política educati
va y sus posibilidades para avanzar en un terreno ante
riormente poco fecundo como es el de la teorización so
bre el cambio educativo. Finalmente, la producción
teórica en los ámbitos de la sociología del género y, en
general, de las diferentes versiones de la sociología pos
modernista, la orientación actual de la política educati
va, y la creciente diversidad cultural en las sociedades
avanzadas, han favorecido la aparición de una nueva lí
nea de análisis teórica (y, en menor medida, empírica)
en sociología de la educación que obliga a debatir desde
un punto de vista teórico conceptos anteriormente no
cuestionados, como el de «igualdad de oportunidades» o
el de «cultura escolar», y que, lógicamente, abre nuevas
vías de investigación empírica acerca de las dinámicas
27
53
culturales que se producen en la institución escolar. El
capítulo 5 recoge estas consideraciones sobre la sociolo
gía de la educación actual y plantea, en un último apar
tado, los retos metodológicos y epistemológicos más sig
nificativos que hoy día tiene planteados la disciplina.
Lógicamente, el criterio de clasificación de las teo
rías e investigaciones no es el único posible. En efecto,
los capítulos no son definiciones de teorías absoluta
mente y mutuamente excluyentes. Tanto determinados
estudios como algunos autores podrían ser discutidos
bajo el prisma teórico abordado en distintos capítulos.
En este sentido, cualquier intento de clasificación de la
sociología de la educación en escuelas o corrientes de
pensamiento podría suponer una simplificación de una
realidad compleja. Pero el uso de criterios de clasifica
ción es del todo indispensable para ofrecer una exposi
ción coherente de la evolución de la disciplina. En este
caso, la organización cronológica tiene la ventaja de per
mitirnos observar las propias contradicciones en la pro
ducción teórica de la disciplina y constatar hasta qué
punto tienen lugar sustituciones, superposiciones o re
formulaciones de las diferentes líneas de investigación.
Asimismo, este criterio permite la contextualización his
tórica de la producción teórica, cuestión fundamental en
la comprensión de los cambios de orientación de cual
quier ciencia social.
28
54
Las institllciones educativas
y el contrato historico
55
Las instituciones educutivas, esos establecimientos que conducimos,
o en los que ensenamos.Y en los que ocupando distintos roles pasamos una
parte importante de nuestro tiempo, atraviesan tiempos dificiles y nos
interrogan permanentemente.
Antes de iniciar este libro nos hemos hecho muchas preg1111tasacerca
de las instituciones educati vas y mantuvimos Im'gas sesiones de discusi6n
en las que intercambiamos antiguas dudas y nos cuestionamos anaigadas
certezas. De este ejercicio resuH6 un nuevo cuerpo de dudas y certezas,
desde el cual pretendemos, no sin una cierta cuota de audacia, elaborar un
andamiaje conceptual para la construccion de un saber sobre las institu-
ciones educativas.
Nuestras dudas y nuestras certezas nos remitieron al interrogal1te
sobre que saberes son los adecuados 0 los necesarios para conducir una
instituci6n.
Todo un debate puede desarrollarse alrededor de los saberes necesa-
rios. Cada uno de nosotros podria ofrecer un ejemplo de excelentes
conductores de instituciones educativas que no solamente no recibierol1
formaci6n especifica sino que nunca han tenido contacto con las teorias de
la gesti6n, (.Podriamos deci t', entonces, que saber gestionar resulta de una
especie de "don" personal, lnnMo? Indudablemente ciertas caracteristicas
personales parecen aieanzar, a veces, para "dirigir" 0 "supervisal''' exi-
tosamente. Sin embargo, tambien tenemos presentes ocasiones 0 institu-
ciones, en las que no fue suficiente el "sentido com (Ill", 0 el "carisma";
ejemplos en los q Lleno alcanzaron el "voluntarismo", la "energia personal"
o las "buenas intenciones", para que la escuela ofreciera un servicio de
calidad. Para estoscasos de "insuficiencia" 0 "fracaso" de las caracteristicas
personales 111 uchos diran que ciertos errores hubieran podido evitarse si el
conductor de la institucion "hubiera sabido".
Volvamos entonces a ]a pregunta: (,Qu~ hay que saber?
Gesti6n es hoy una palabra de uso coniente y hasta de moda. La
ciencia de la gestion se alimenta de mldtiples fuentesy disciplinas, articula
distintas perspectivas y enfoques y se encuentra en permanente revisi6n
y redefinici6n. Sin embargo, en el terreno educativo los estudios y las
construcciones conceptuales que se ocupan del tema no son mlly'numero-
sos, ni estan muy difundidos. POI' otra parte sllelen ser prodllcciones
,briginadas en una (mica disciplina, que no dan cuenta de la especi lic'iclad
56
\
ni de lacomplejidad de In gesti6n educat.iva. i (.Por que? (,Que saberes debe articular la gestion educativa? Acorcle-
La complejidad de la gesti6n educativa se relaciona con ,~l hecho de mos Ia pertinencia de dos tipos de saberes ineludibles.
que In misnm se encuentra en eI centro de tres campos de nrtividades, En primer lugar los sabcres prouenientes de las teorias ele la organi-
necesariamente articulados e intersectados: el politico, el adn1inistrativo znci6n, nclministraci6n y gcsti6n institllcionnl que puedan ayudarnos a
y el profesional (Et.hier, G.; 1989). organizar y administrar las actividades y recursos con los que contamos.
El campo politico debE"entenderse como el que genera el nmrco pllra En seg11l1do lugar, Ios saberes que se derivall de la especificidad
el servicio; el administrativo como el que procura las condiciones para la pedagogico-dilhicticCl de las instituciolles que se conducen, que puedan
prestacic)n del servicio; y el profesional como el que efectlm el servicio. Si ofrecernos elementos para aseg11rar una gesti6n curricular·l•
bien estos tres campos de act.ividades conciernen a tres agentes 0 adores EI desarrollo de esta propuesta nos obliga a hacer conf1uir en un
diferenciados, Ias mismas convergen en cada uno de quienes tienen a su mismo proceso distintos niveles de amilisis y pOl' 10 tanto de abstraccion.
cargo- un establecimiento educativo
..•~ bajo elmodo de distintas preocupacio- No pensamos que debamos construir una propuesta de gestian
nes: educativa sostenida sobre un saber estrictamente teorico, pero tampoco es
-como "politicos" nos interrogaremos acerca de si nuestra institucion posible tomar solo aspectos inst.rumentales, como si estos tuvieran disefl0s
ofrece a la ciudadania un servicio de calidad, lleutros. Para lograr un adecuaclo equilibrio, hemos acordado incluir, en
-como "administradores" estaremos atentos al mejor uso de los esta "carn/ceca" del libro, varios interrogantes, y recurrir a distintas
recursos para garantizar un buen servicio, teorias, cuilhinclonos de los pelignls de las verdades absolutas pero buscan-
-en tanto "profesionales de la educacion" nos cuestionaremos sobre do fundamentos suficientemente salidos para dotal' de sentido nuestras
n uestras actividades y su impacto en la calidad de la educacion. proposiciones.
Lo cierto es que muchos de quienes tienen 1'1 responsabilidad de la Las preg11l1tas (.por que un sistema educativo?, (.para que un sistema
conduccion se sienten sobre-exigidos. Yes verdad que esa responsabil idad educntivo? y pOl' 10 tanto (.para que una escuela? y (.para que y como
conlleva esfuerzos muy arduos porque atiende a cuestiones muy diversas. gestionar una escuela'J, nos abren 1.111 interesante espacio de ref1exion. En
1'01' otra part.e, este esfuerzo es all]} mayor en algunas coyunturas sociales primer lugar, nos permiten ubicnr el amilisis de la escuela en In articula-
o en otras, propias 0.1sist.ema educativo, para las que se requieren mejores cic))l, a menudo compleja y contradictoria, con el t.odo social y el sistema
y mas especificos saberes para gestionar los estahlecimientos educativos. educat:ivo, e identificar Ins ll1utuas inf1uencins y condicionamientos. POl'
Creemos que es posihle aprender acerca de estas cuestiones, es decir, otra parte, nos pel'miten abordar simuIt,ineamente el t.iempo de la larga
a[Jrender a gestionar. Para 10 cual es necesario construir un saber especf- duracion, y el tiempo de los acontecimientos, el que testimonia sobre el
I'ico. estado actual de esta relacion.
Este saber incluye elementos para comprender que pasa hoy en el Este enfoque nos impone el orden de la presentacian. Comenzaremos,
l1ivel inst.itucionaI, tanto en el sistema educativo en su cOl,\junto, como en pues, pOI'explicar pOl'que sostenemos que el contrnto funelnciollal entre la
cada establecimiento. POI' eso es necesario repensar las t.eorfas ch'isicas de escuela y In sociedad es un momento de gran significacion en el pasaclo y
Ins instituciones y organizaciones, y simulUinemnenl.e consl.J'uir un saber tam bien en el presente de las instituciones educativas, cuyo fut.uro est{l
;;obre las institucione~educativas, como instit.ucionesespecfficas. Estosolo relacionado con el modo en qne se redefina boy ese contl'ato.
r~S posible mediante la inclusion de 10.dimension pedagogico-didact:ica
dentro del campo institucional.
Ref1exionar y construir un saber sobre esta dimension implica tener 2. Un momento clave en la historia de las institl1.ciones
presente el caracter ensellante, eclucaclor, acaclt5mico de los establecimien- edl1.cativas: los contratos fundacionales
I.os, como el componente quejustifica su existencia. Esto es particularmen-
te importante yo. que en esta institucion, hoy tan cuestionaday atacada pOl' EI espacio de 10 social no es un campo homogeneo ni "entero". Se
nluchos y tan defendida y sostenida pOI' otros, la especificidad aparece encuentra recortado. Las institucionesson construcciones que resultan del
desdibujada, diluida, 0 desjerarquizada en Ias practicas aun cuando en el parcelamiento del t.erreno social, que se origina en distintas coyunturas
discurso sea reiteradamente mencionada bajo la forma de preocupacion, historicas.
objetivo, proposito 0 ideales. En una urbanizacion meta farica del terreno social se han ido constru-
57
I
riales, geogTaficas y simbolicas de que hoy conocemos tienen como
yendo las distintns arquitectUl'as mate En primer 1! .1gar,los sistemas educativos
educativas, etc.). Originariamente ca. Esta ern. necesaria para el
las diferentes instituciones (de lasalud, piedra fun&llllentaI ala instruccion pllbli
s sociales; como las sociedades ente sobre dos movimientos
estas se crearon para responder a neces
idade nuevo orden qbe se construye principalm
resolverlas, las lla revolucion industrial .y la revoluci6n politica, que
van transformando sus necesidades y tambien la forma de revolucionarios:
- socia les, polfticCls, econ6mi-
instituciones van transfonmlndose, articuJr:indose 0 anul,i.ndose y la socie transformaron profundament.e las relac iones
lfmife s y
dad va modificando su arquitectura
0 cmnbiando los cerco s,
cas y culturales entre 1750 .y 1830.
cn, los origenes del sistema
frollferas de cada conjllnto instit.llcio
nal". Desde una perspectiva simb6lica y politi
socie dad delim ita nuevos lutes y crea distintas educativo esUi.n estrechament.e vinculados a los ideales republicanos,
En su historia cada los edificias para la instruccion
desarrollan distintas estrategias de sabre los que se diseiiaron.Y construyer
on
instituciones. A su vez las instituciones i- idad de instituciones que aseg11-
supervivencia 0 expansion, adaptando sus cercos, abriendose, fortif pllblica. Estos ideales implicaban la neces
cecle n espac \os, dano (Condorcet, 1791; Bonnafe, L.
cando sus limites y volviendose mils
cerra das. Algu nas rn.ran la formaci6n del espirit.u ciuda
es; cle modo s D.,1991; DOllailler, S. 1992).
otras invaclen par~:elas pertenecientes
a otras instit ucion 1991; Sealzone, 0.1991; Voutsinas,
el nvance del capitalismo, y
distint.os, cada institucion redefine su
terreno. En segundo lugar, es necesario eonsiderar
como ut.ras que comparten con ella economieo social que trajo apare jada generando un
Diremos que la instituci6n esc\le la, la reestructuraci6n
traba jo. Este proceso hizo
rico y como tal debe ser pensada. alto grado de especializaci6n .y divis ion del
la escena social, es un productu histo transmisi6n de los saberes ncumula-
En este sentiuu queremos destacar dos
cuestiunes. necesario sistematizar y asegurar la
y a su vez, organizar complejos
En primer lugar entendemus que ! as
instituciones educativas surgen como dos para cada una de las especialidacles
otms a pesar de la divisi6n del trabajo,
un recort.e de la arquitectura global de la sociedad, diferenci,indose de sistemas de cooperaci6n, para que
en la produ cci6n de un mismo bien. Los
exist.entes pOl' un movi mien t.o de espe cifica ei6n todos IDs esfuerzos conf1u.yeran
instituciones
sentido dada desde 10
(Che vallie r, J.; 1981), es clecir con una asig1lacion de origenes
s a esta necesidad instrumental.
social. de los sistemas educativos no fheron ajeno
r la atenci6n acerca de que las y complejo proceso historico que
La segunda cuesti6n consiste en Ilama No vamos a det.allar aqui el largo
corresponden a los procesos diferent.es espacios geognificos. Nos
redefiniciones de los espacios institucion
ales aeonteci6 con c1istintas cronologfas en
son aefores. Las modificnciones dan el can'icter contractual de las relacio-
hist6ricos en los que los sujetossociales limit.aremos a poner el acento sobre
pero los C<'lmbios Ilevan In man:a
de los adquirieron desde la modernidad,
cuent.a de las adaptaciones, nes sociales yen las earacterist.icas que dada 0
r cOllt rafo 0 eontrafo da como una organizacion
origenes. Estos remiten necesarinm ente a un prime
del cuando la socieclad c1ej6 de ser pensa ser consi derad a
fundaeional: aquel que Ie daba
asignilcion de sentido a esa parcela c1eterminada pOI' fllerzas c"0enas al homb
re' y come nzo a
de la accio n vollln taria de los
campo social. r.Cllno una contruceion soeial result.ante decid ido Iibre
de la epoca , habrf an
hombres. Estos, seg11n los pensadores r comlll1".
.y voluntariamente vivir en socieclad y someterse a un pode
nes y leyes- formalizaron,
Cada institucion se construye a
partir de 10 que puede Los cont.rat.os -bajo la formn de constitucio
relaciones de 10s individuos entre si
lIamar-se un primer contrato 0 contr
ato fundacional. legalizaron 0 legitimaron tanto Ias
rno. En el primer caso dieron orig'en
como de estos con el Est.ado y su gobie
ho pllblico". En ambos el consenso
al derecho pri vado, en el segundo al derec
acion ~ que, una vez contraidas, debian
aqui unas brevisimas conside- fue uno de los principios de las oblig
POl' ello nos parece importante incluir trat.ando de
atos fundacionales, ser respetadas bajo pena de sanci6n.
raciones generales acerca de los contr lo entre la tan de los cambios ant.erior-
entender cuales son los elementos que
marcaron el prime r vincu Las nuevas exigencias sociales que resul
to de instituciones que tomaron a
escuela y la sociedad. mente mencionados, explican el surgimien leci~ndo con el
la sociedad? SU cargu la satifacci6n de algunas de estas necesidades, estab
(,Que contrato establecieron la escuela.Y cto a sus funci ones y ambitos de
raconto histo rico exhaustivo". todo social, acuerdos 0 contratos respe
No es nuest.ra intencion hacer aqui un relacionadas con
dos cuest iones desempeilO.
Solmnente deseamos poner de manifiesto de un mandato social .Y hene la
escue la y la socie dad. Cada institucion es portadora
los contratos fundacionales entre la
58
responsabi lidad de lllovilizarsus recu rsos para crear una din8mica interna el Estado adquiri6 compromisos especiflcos.
que permit.a y favorezca el cumpIimiento de ese mandato. EI cUlllplimiento del mandato tuvo y tiene diferencias 1m cada
contexto nacional y en cad a coyunt.ura hist6rica. En alWll1os:asos el
contra to fundacional se !lev6 a cabo sin mayores dificultades. En otros, el
En el contrato fundacional se especifica el mandato del que· mandato fue lllodific,lndose. En ciertas opOl:tunidades puede decir~e que el
cada instituci6n es portadora. mandat.o fue desoido 0 t.raicionado. En ocnsiones el Estado no cumplio con
su parte del contra to, en otras In escuela pareci6 desconocerIo.
POI'supuesto el mandato, asi como el contexto y las coyunt.uras, serci.n
(.Quien se encargaria ele verificar el cumplimient.o del mandato? proces8.dos de modosdiferent.es en cad a escuela. Cada est.ablecimiento crea
EI Estado moderno fue est.ructurado como un cstaclo organizaclor7 y un cerco que, segll1l sus caracteristicas, sera mas 0 menos permeable, dara
se cOJ)stituytJ en la instftucion encargada de ejercer la ley. entrada 0 filtrarcl 10 que ocurre extramuros".
"I
Loqueocurre intramurosde la escuela noseni t.otalmentedependien-
te de 10que ocurre fuera de ella, pero posee un cierto grado de autonomia,
"EI papel del Estado es garantizar la ejecuci6n del mandato, pOl' el curl! en un m ismo con texto varios t.extos -instituciones- son posibles.
asegurimdose que las instituciones cumplan eJ contrato ori- Aun cuando cada establecimiento tengn sus rasgos propios y se
ginal, en sus aspectos sustantivos." (Baillon, R. 1991; pag. const.ate una diversidad ele identidades, eI conjunto del sistema educativo
144) participa de un proceso global y estcl atravesado pOI' matices diferentes de
una problem,ltica COmll1len la que el modo de posicionarse respecto al
contrato fundacional ocupa un lugar clave.
La escuela, como hoy la conocemos, es una construcci6n'y un producto Boy el malestnr educat.ivo es percibido e int.erpretado de modos
de los Estaelos que S8 hicierori a si mismos yen los que ocupaban un lugar diversos pOI' la sociedad y pOl' los actores institucionales: crisis, anomia,
central las cuestiones relativas a la representaci6n, la participacion .y la bancarrot.a, elesint.egTaci6n, fract.ura conla realidael, desconexion, ineficacia,
legitimacion de un orden social m,isjust..o'. En consecuencia, el contenido son algunos delos terminos a veces asociados a ]a educacion'''.
del contrato fundacional erit.re Ia sociedad .y la escuela requeria una (.Que Ie estci pasando a la escueIa hoy?J I
instituci6n que:
- transmit.iera valores'y creencias que legitimaran el derecho .Yel
orden econ6mico .Ysocial establecidos, .3. El lugf3Lrd~l curriculum en el contrato entre la
- trasmitiera los sa1lf"l'es necesarios para el mundo elel trabajo, escuela y la sociedad
- creara condiciones j1l.11'Cl la produccion de otms saberes, para el
desarrollo.Y para el PI'()gl'l~SO social. Podemos decir que cuando se est.ableci6 eI contrato fwufaciorwl entre
En otros terminos, podemos dccir que desde c:1 pllnto de vist.a polit.ico la eSClle/a y la sociedacl no fueron explicit.adas necesariamente todas las
.y social se t.rataba de instruil' al pueblo y [ormar ciudadanos; desde el c:l,lusulas'''. Sin embargo, 10 explicito permiti6 que, sobre la instituci6n
economico, se trataba de aS8f:,'l.lrar la int.egraci6n al mundo del trabajo. escuela, se depositaran expectativas y se articularan tres 16gicas diferen-
Simult.<ineament.e y con una visi6n pl'ospectiva, Ins instituciones debian tes (Gauter, -1.; 1991): la logica 'civica referida al int.er~~sgeneral e igualdad
garantizar la formacion de recursos para la elaboraci6n de nuevos saberes. de oport.unidades; fa logica economica concerniente a la produccion de
EI sistema educativo y sus establecimientos constituyeron la institu- bienesy el tmbajo; y la logica domestica de Ins familins y los individuos. POI'
cion en In que las sociedades depositaron la responsabilidad del cumpli- otra parte, laescuela debe integTar element.os de 10que denominaremos la
mient.o de estas funciones. EI contrato implicaba compromisos para la l6gicfi!.de lns ciencias, es decir de Ins fuent.es del conocimiento erudito1:1.
escuela y para el Estado. Las leyes establecieron la obligatoriedad y La escuela como inst.it.ucion cont.o con el reconocimient.? social y
gTatuidad de la educaci6n b,lsica y definieron cont.enidos minimos. Sobre tmnbien con e1 derecho a participar en la definicion del contenido y el
estos cimientos se construyeron los sistemas ec1ucativos, en los que cada sentido de las acciones que realizaba en el marco de ese contrato. En sus
nivel fue depositario de un mandata distinto, para cada uno de los cuales practicas, el sistema educativo t.uvo (y tiene) capacidad potencial de
~ CiU
59
redefinir los tenninos del contrato fundacional. explicit.ac:i6n de los contrat.os que articulan el quehacer educativo y que son
Tanto los saberes a transmitir, como los destinatarios de 10 que se modos de "trad ucir",.Y de resig11iflcar con precisiones.y especific~ciones el
transmite, son definidos fundamentalmente pOl' Ja sociedad", la cual contrato original entre la sociedad global y las instituciones escolares
establece aqllello que necesit.a transmit.ir y a quienes quiere que se (Frigerio, G.; 1990).
transmit.an los saheres. Pew, ]a escllcla, cacla escuela, tiene una posibili- Las instituciones educativas singulares pose en esta potencialidad y
dad, que ejerce m,ls 0 menos plenamentl~, de construirse como una escuela la aetualizan esencialmente a partir de la gesti6n que hagan del currfcull:1;1
cerrada 0 abierta, conscrvadora 0 innovudora. prescript.o. De aqui la relevancia que Ie otorgamos al curriculum, como eje
Creemos importante destacar que la escuela, desde su organizaci6n, ordenador de la t.area institllcional y de aqui que 10 defll1amos como un
estuvo atravesada pOI' un contrato parad6jico. POl' una parte, pOI' el organizaclor instit /leional.
requerimiento de crear en 10 politico un orden social m,ls justo, que se
proponia 'hll'l'ar" diferencias sociales a traves de]a formaci6n de ciudada-
nos. Simultci.neamente elnuevo orden tambien requeria una distribuci6n EI sistema educativo tiene una potencial y, por supuesto
desigual de posiciones laborales .y sociales, es decir, la formaci6n de siempre relativa, capacidad de socializar y distribuir saberes
trabajadores diferenciados. con diferentes grados de autonomia del mandato social. Esta
potencialidad se hace acto a traves del desarrollo curricular
de las practicas pedagogicas de los docentes, de la eleccio~
En 10 que hace a fa creacion de un orden social mas justo, de la propuesta editorial y de los distintos materiales y
recordemos que la escuela republicana surgio como una recursos didacticos.
institucion revolucionaria; este potencial de "creacion de un EI curriculum prescripto es el organizador de esos procesos
orden distinto" sera un rasgo de identidad originario, un y por ello 10 calificamos de organizador institucional.
capital de la institucion escuela.
Por ese rasgo, la escuela se encuentra siempre en el centro de
los discursos politicos. Por ese rasgo "se espera" de fa Las "especificaciones" del curriculum prescripto que se realicen en
escuela que opere transformaciones sociales. cad a establecimiento constituinin los criterios de intercambio que den
forma y sentido institucional, profesional y personal a los contratos
laborales de los mi'embro8 de cada (>stablecimicnto.
A su vez esas especificaciones dani.n forma 'I contenido a los contratos
organizacion~l~s es decir a aquellos que se de ~ada establecimiento para
crear laseondlclOnes necesarias para el cllmplimiento de la tareasustantiva
la escuela es una institucion atravesada permanentemente de e~sef1C~r. Entre esas condiciones se plleden mencionar las reglas de
por dos tendencias, una reproductivista, conservadora, que C?~1VIVel1~Ja, .Ios ~~uerdos sobre es~i.los, I,"Tados.Ycontenido de la participa-
tiende a perpetuar un orden; y una tendencia innovadora, CIOn,la dlstnbuclOn de responsablhdades, las concertaciones acerca de la
transform adora, que se propone modificar ese orden. di~isi6n. ~e tar~as y perfiles de los roles institucionales, la distribuci6n'y
aSlg11aclOn de tlempos y espacios, etc.
Los contratos encadenados y derivqpos del contrato entre el sistema
Esto es sumamente importante, ya que el sistema educativo ejecuta e~uca~iv? y.la sociedad senin el encuadre.y el marco del contrato pedag6-
el mandato social a traves de la accion de transmisi6n y distribuci6n de gwo-chdactLco que en cada aula, re-significa entre cada docente y cada
contenidos, tiene la posibilidad de llevarlas a cabo incluyendo una defini- gTupO de alumnos el sentido del pacto fundacional. .
cion propia del saber.Y de su distribucion. Definicion'que se expresa en el Veamos, en relaci6n con este punto, los riesgos que con11evan ciertas
formulaciones. . ,
curriculum prescripto.
El curriculum escolar prescripto aBume una importantey particular Un curriculum que propongadiferenciaciones muy drasticas entre
responsabilidad''\ en la 11ledida en que permitira la formulaci6n .Y los saberes que recibe cada gTupO de la sociedad, ya sea porque establece
60
circuitos p8ralelos para su distrihuci6n (Brasla!fsky, C.; 1985) 0 p(~rque los sino, y fundamentcllment.e, aquellas de Ia 16gica domestica. POI' otrn part.e
concentra solo en los niw]es m,'is altos del sistema, refuerza y legltl111a las 105procesos aut.oritarios helll dejado una inc:ertidumbl'e respecto al cumpli-
diferencias socio-culturales que existen de al1temano en el seno c~e.]a miento de las demandas de la logica civica fundacional. (.Que ocurri6 con
sociedad. Este tipo de curriculum puede llega,l' a responder:1 una l~glca la escuela? (,Como fue posible que sucedieran ciertos procesos socinles?
econ6mica de coIto plazo pero no necesariamente respondena a la 10glca' (.Fracaso lC1eduwci6n?17 i.Debe entenderse que 1'1 cont.ratu fUlldacional no
civica ni a la domestiw. . tiene vigencia?
Porel contrario, un curriculum que procura una distribuci6n mas ' Tambien es sabido que el Estado encuent.ra inconvenientes para
equitativa de saberes tiende a reforzar las tendenci8s a la equi?ad y a la sostener el contrat.u. En alf,'l.l1loscasos ha dejado de cumplir con muchasde
iglwldad social, tomando en consideracion las logicas desatendldas .en la sus obligaciones. Ln primern y 111<1S evidente es la desat.enci6n econ6mica
alternativa anterior. Pero si ~stos saberes esU'm, pOI'ejemplo, dlstancmdos alas institueiones y n los docentes. Pero existen otras faltas iglwlment.e
de las nuevas tecno]ogias, no.•responderian a ]a ]ogica econ6mica. gTaves, como son la indefinici6n respecto de los saberI'S que deben ser
La importancia del curriculum estc1 relacion8da con e] hecho ~e que, tl'ansmitidos y las relaciones concretns que deben existir entre 10 que se
en las sociedades modernas, ]os saberes y los diplomas que acredltan su ensella y el mundo del t.rabajo; la carencia de una politica de formaci6n de
posesi6n, permiten ocupar legitimamente determinad8s posiciones labora- los directivos .y docent.es; la continua presion sobre las instituciones
escolares para que estas 5e hagan cargo de funeiones que no Ie son propias;
]es y sociales.
. Esta es la n1zon porIa que en torno a la educaci6n se desarroll.an , la burocratizaci6n de los mecanismos de apoyo, asistencia y control de las
fuertes disputassociales. Estan quienes quieren ingresar, pOl'que h.an sldo escuelas, etc.
tl'8dicionalmente excluidos. Estan los que recbman una mejor calldad de Nos encont.1'amos, sin duda, ante una situaci6n de mutuo incll/Ilpli-
los saberes que se ks imparten, pOl'que si bien han sido. incluidos, se l:s miento del contrato funclucionul. Est.e ineumplimiento podrfa explicar el
otorga una educacion de segl\llda en relaci6n a la que reClben otro;. Est.an malestar int.erno del sist.ema, asf como la decepcion que lllC1nifiesta la
los que presionan para desplazar a ot1'OS,los que no~lmnan !mra Sl un tlPO I sociedad y los I'l:c!amos y demandas de la comunidad hacia la educacion.
de educaci6n diferente y mejor a la de los demas. Estan las fuerzas I LC1Spalabras: crisis, anomia, bancarrot.a, desintegraci6n, ineficacia,
renovadorasy lasconserv;ldoras, la tension permanente entre 10instituyente que muc]ms veces 51' asocian a educaci6n y escuela encont.rarian en Ia
ruptura contractual unC1explicaci(Jn.
y 10 institllido.
. En el desarrollo de esta disputa, los diferentes adores y sectores I Cabe entonces L1na pregunta: iPoc!emos resignificar el con/rato?
sociales presionan sobre el sistema escolar para que este asuma las ( (.Podemos darle nuevo eont.enido·) (,Podemos articular en una propuesta
funciones que seg-(m su entender debe cumplir. EI reclamo se presen.tC1 en curricular la 16gica civica, la econolllica, la dOlllestica y ia cientffica?
general en forma de un rmunciado. sobre el deber ser de Ins l1lst.ltl~;lOnes (,Podemos segu il' (onstl'uyendo escue las, es decir podelllos segll ir trabajnn-
(~Sco!<lresy su necesarin contribuClon al deber ser del orden SOCIal . I
do en ]a construccion d(~esos edificios simbolicos pOI' los que la sociedml
Eoy ~n dia, tanto Ius especialistnscomo In opinion pttblica en ~eneral, reclama'?
cOl1cuenlan en considel'nr qm: 10s procesos que suceden en 1'1mtenor de la I Este es el desaffo.
I'scuela tienen escaso gnldo de reJaci6n con las 16gicas elvica, economl.c~,
domesticn y cientifica, -POI'10cualla instituci6n relativizo su signific~lCtOn I Antes de continuar Ie solicitamos algunas reflexiones
social positiva. Pareceria que los "acuerdos" entre la escuela y la :ocle~c:d acerca de 10 que acaba de leer.
han perdido vigencia ya que ninguna de Ins partes pued: dar satlsfacclOn ( Cuando se diseiian los proyectos institucionales, las
:l 10s compromisos asumidos. Cuando se hablC1del dlVO~'ClO entre l.~escuela I pfanificaciones para un cierto periodo de tiempo, cada res-
.y lasociedad 0 de la crisis de la educacion, se ests. haClendo aluslOn a esta ponsable institucional efectua de forma mas 0 menos siste-
matica una suerte de "diagn6stico" de su establecimiento.
I'llptura contractual.
La eseuela rompe el cont.rato si no transmite los saberes que 1'1 I Utifizamos aquf el termino diagn6stico en su sentido
d(>~nrrollo cientifico y tecnol6gico indican como adecuados, para que los I original, "tentativa de discernir el caracter de una situaci6n ".
jr'JVei1eSpuedan en tender e il;tervenir en el n:undo act.u,al.' ya qu~ e~t~ En griego fa pafabra diagnosis significa distinguir, conocer.
ubstaculiza no solo la c:oncreClOn de las expect.atlvas de la loglea eeononllC
61
i
I i,A clHlles ?e estos reclamos debe responder la escuela y a cucHes no?
0, ~oquees 101l11Smo:i,cU<llesson compatibles con susfuncion~sescenciales
Si alguien qui ere construir un saber acerca de su institu- cuales pOI' ~I contrario ponen en riesgn su especificidad') i,Para que und
cion, es imposible obviar su historia, tanto en sus aspectos (iscu~la hay?: warn querer a los niilos, para prevenir el sida, para hacerlos
objetivos (proyecto original; momento y actas de fundacion; obe(hente~, para clades una fonnacion profesional, para hacerlos buenos
nucleos pre-institucionales: los promotores; acontecimien- para':,,,cuantas cosa~ nH~s?i:Cuclntos de estos deberes sociales pueden se;'
tos e hitos importantes; el presente institucional: la coyuntu- asum~dos pOl' otras 1l1stlttlCIOneS, cU<lntos s610 In escuela puede cUll1plir')
ra), como en sus aspectos subjetivos (Ia forma en la que cada , i,Deben las escuelas esperar que la sociedad responcla a estos
actor: reconstruye Y lee la historia; los mitos alrededor de la rnter,ro~antes? ?' pm', el contrario, i,debercl tomar la iniciativa de repensar
fundacion; los recuerdos y omisiones significativas). su P1?PlO e,sp~clO SOCIal, ocuparlo y desde alii reclamar una definici6n de
Le proponemos avanzar en el bosquejo de la busqueda laso:le?ad! Sl respOl:de1:lOs ~firmativamente al primer interrogante todo
y organizacion de la informacion correspondiente a esta etapa mOVllluento desde- la mstltuclon es inM.il; si pOl'el contrario ' acordal110'
, ,scon
del analisis de las instituciones educativas, poniendo particu- una respues t a a t 11'1l1ntlvapara la seg-unda de las preg11lltas, nos queda una
lar enfasis en pensar cuates fueron, segun su entender: enOl'me tarea pOl' delante,
1. los contratos fundacionales del sistema educativo,y El nudo de l,a t,area, a nuestro en tender, es la recuperaci6n para la
que impacto tuvieron en el subsistema en el que usted trabaja, escuela de
o I" las practlcas
d de enseiianza "y aprendizaJ'e ,y a palotl'r
, d'e a"11'1, I,a
2. en que sentido las huellas y marcas de esos contratos re f ormu nCIOn e los contratos intel'nos para posibilitar que el esfuerzo de
fundacionales se inscriben a relacion con el origen del esta- todos lo~ actore: c?nfluya en la consecuci<5n de este objetivo. Para ello sera
blecimiento que usted dirige. necesano
, redeflmr
' , roles. ,)' tarea~• , derechos ,','
y O!)ll'g"lcl'olles ad qUII'll'
" un
Es posible formularse otras preguntas, par ejemplo: eS~ll~ de gestl~n que hag-a posible In actividad, pedagogica, ol'denar las
;,como responde su establecimiento alas distintas logi- mult.lples funclOnes en pos de 10 especffico, atender algunas demandas y
cas (civica, economica, domestica, cientffica)? ;,Alguna de desolr otl'as, '
eJlasprima por sobre las otras? ;,Alguna de eJlas esta exclui- Entre aquella~ demandas, la dcmocratizaci6n es un tema recurrente.
da? POl' el!o nos parece m1port:ante retomar distintas concepciones que se han
Consigne sus reflexiones, comentarios, dudas, en un suc~~ld~, :~~1 la perspectlva de ref1exic~nar, ya que no se trata de elegir
cuaderno. Sus notas seran una ayuda para seguir pensando ... entH. ellas Sll10 de encontrar modos de mteg-rarlas,
E,l: algl.ll:oS autores y en ciertas coyunturas sociopolfti~as, esta
expreslOn renllte a asegul'ar el ingreso de los chicos a la escuela: se pens6
entonc,es, democratlzar como extender la cobertura de la mat.ricula, Sil~
duda e~te es un requisito, pero no basta para hablcu' de una escuela
democratlca,
Heestructurar Ins relaciones en tre sociedad y escuela y recrear las I , Otl'OS autol'~~ y OtJ'<LS coyunturas pusieron el acento en que ademcls
c!<lusulas contractu ales que las comprometen mu tuam.·en te mediante In pres- : de l~gresar, lo~ lll:los,debian permanecel' en la escuela, es decir que habia
cripcion d9 deberes y obligaeiones, es una tarea de construccion social que no I que
P' llltentar d1Smll1Ulr el fracaso escolar bajo la forma de deSP1 'aI1a n l'1en t 0,
0'
puede ser abonlada u nilateralmen te. Las instituciones escolares y los agentes or supuesto, ~s~e es, tam bien un requYsito necesario para hablar de
que deella participan nopoclran porsisolossostenerun proceso de recomposicion ( escuela democ:'c:tlca. Sm embargo, si bien este y el anteriormente mencio-
de las articulnciones, Este hecho no diluye In responsabilidacl que les cabe en I nado SO~lcon:h:lOnes necesarias, no constituyen condiciones suficientes.
In recuperacion de funciones relevantes para las escuelas, Mas proxlmo~ a nosotros, otms autores y tendencias han puesto el
El contexto en que la escuela debe construir un nuevo camino es I a:en~o en la necesldad, de que la escuela cum pia con su funci6n social y
sumamente adverso, La crisis econ6mica que sufreli los paises latinoame- I dlstnbu;y~ saberes socl~lmente sigl1ificativos. La escuela s610 puede se'r
ricanos y el desplazamiento del Estado de la esfel'a de las prestaciones democratlca en la medlda en que ofrezca a los chicos el acceso al b'
sociales, coloca a las instituciones escolares, cada vez mas, ante la necesi- ' 1b dE" , c sa e1
e a ora 0, sta pOSICIOnpone el acento en un punto fundamental: no se
dad de respon.der a m(dtiples demandas,
62
puede habbr de escllcla democr(i.tica si no se habla de una instituci()n que ,
cumple con la tarea de distribllir conocimientos que no pueden ser
adquiridos en otr<1Ssitum:iones 0 instituciones. Sin saber distrihuido, no
hay escuela democnltica posible. 1 EntE'llcleUlOS <.lqui ClJ/"ricII!1I111 ell su s(?llticlo In;)?> <1l1lp!,IO, que ~1h.:ll'C:l no :::'010 1'."1 clisetlO
Ademcis, para hahlm\ de escuela democratica es necesario que la curricul.::u, sino ~l,deltl~ls 121curricnluIIl en nee ion y E'1curriculu'lll f~vCllu[\do.
Exist.en nUltH·:rosos ejelnpl()~ ele reclefinicion de 108 tt'ITE'110S. Recorclel11os entre ell os el
escuela funcione facilit<1ndo que todos los alumnos obtengan igcwl CClpital '.!
. que correspond\:, <1 L,s 'instit.uciol1f:-s. dE' b ~~.::-dllclIllent;ll, y ;1 bs elispuLls tE:rrit,ori:des que se
cultural a iglml inversic\n temporal". des<.lti\l'on ell (:-1c<llnpode In psiqul.:lt,ri" 'lUt.f' !os !'(·d.:1ltlf)S dE.- E'!-;p:lcios dc- b psicolot;icl. Ot.ro
Estas posiciones enfatizan alt.ernativa pero no exc!uyentelllente r ejPlllplo poelrf;) ser 1;J _ form.:1 en que Sf' COllstruye el telTf'1l0 ele 10 psicopecl.:1gogfn. L.1s
<1spectos que constit.uyen requisitos para una escuela democrMica. Si falt.a instituciOllE'S Sf- (-'llcuelit'.r:lll Si(~lllpr(' E'll pUSH,1 pOl' ,:,,1 (~sp[\cio, rot tim.ite. 1<1 frontel'n.
algclllo de ellos (cobertl~ra, retencion, aprenclizajes y compensacion) no ' Autores COlllO \VeinlJerg, Brnslnvsky, Puiggr6s, entrE' otl'OS, 'porLHl
•.. d::1t.os e interpre-
t~1ciolles [lCc'rC;l de b educnci6n y, ('n p:lrticubr, de 1.:1 hist.ol'i.:l de L1 (:"'dnci.-.ei6n tll'ge·ntlllZt.
podremos hablar de escul;lla democrMica. r
En 10 que concierne 01 sistelll<J. educ~1tivo <J.rgentino direlllos que es el result.:1clo de In
Es responsabilidad de las polftic<1s ptlblicas garantizar que la escuela intt'b'T:lci6n y de In inter8cci6n cOlllpleja de di\'el'sos betores (econo111icos, politicos, socialesL
sea democnltica. Pero tambien es responsabilidad de cada escuela y de Celeb su1,sistenw, (como pOl' ejemplo el de bs clistint"sjurisdicciones), tiene un momento
cildil educador. funcli.1Cion::d inscripto en un context.o historico, que Ie cln c~1r:JcterislicCl.s especi;Ies y l'i.-.sgos
En este cont.exto la escuela deber6 redefinir su contrato: el mismo , t~specificos. En <llgllllOS Ci.1S0S f'::;to:·;; detIlE'utos expli(',:H~ln Ins h:nc1enci:lS;l L.1inno\""cion OJ en
atras cnsos, 1,,8 l'CSist.f!ncins [\ 105 C~Hllbios Y bs tendencins A su vez cncl<J.
conserv<Jcloras.
debeni cont.emplar la 16gicacivica que requiere la construcci6n de un orden
est<J.bleci1l1i(~nto tien€' un IHOlHE'nt.o ,v proj'ecto fuIltL1CiollnI en el que se nrticubn el del sistE~lna
democnitico; la IOgica domestica que demanda equ idad para que el dest.ino ' [:'101,,,1, el del subsistelll" y el pl'opio.
sea una const.rucci6n social e individual no predeterminada pOI' las, I i\utores COlllO C<1st.orii.1clis, C. diferencinn 1<15sociecbdes heteronolnas (3quell[ls que
biografiw; anticipadas; ]a 16gica econ6mica sin que est.a alicne alas otras Cl'een que sn ex.ist.encia y devcnir est<:111 determill<lclos '\lesele nfuerCl") de las sociedacles
y la 16gica de la construcci6n de nuevos conocimientos que reclama la <1utollom3S (,:1.qtH.:l1.:1Scuyos sujdos se elefinE'll COllW construetores ell' b historiC\l:
,. P,un ello hn brinn renlizndo entre si nn doble contl'nto. Un primer C01\tr"to de nsoci"cion
distribuci6n del saber ya acumulado.
.,por Ineclio del euC\l eXprE~S<111 su voluntz\cl de vivil' en cOlntin y se [\cuerd<ln los derechos y
A su vez cada ~stablecimiento debeni resigl1ificar ec.te contrat.o obligZ\ciones de Ins pcntes p<lr.:l. gt""u.:1ntiz~1r 1<1sE'f,'1.lridnd y conserv<1cion de sus Inie111hros,
global, a partir de 1cual d isef1anl su proyecto. Esta es una de las tareas que Sinnl1tnne::unente se re:1liza un sE'f:,'1lndo contrnto.llnnlClc1o ('o/lJru(u de s/lln.isirJl/., pOl' el cu,..d los
coordina la conducci6n del estahlecimiento'y en la que participan t.odos los' hondn'es Zlcuerd:1n samet-erst:' ,:) un gabiE-rHO COllll.'llL En este c<'15o, el cont-,l'Clto esti.1.blece las
actores. Cada actor, pOI' 51.1 parte t.mducirci este contrat.o en su espacio r ohlig.:lciolleS y clerechos de Ios gohern.:111t.es y los gobern,:Hlos. Al respect.o pueden consultnrse
63
en •.4.r).!(Jllt.ine, Tesis de Doctol'ndo, 1~'7:-\) pedagogico; 0 1a lll':-\IlOde obI''' c~11ifica(L) p~U'~lllejorar l~ procluctividncl, SE-b,'lUl1::15COllcl."pciones
Puedell
'J diferellci~lr;3f' In.s instituciones ~biert~s de bs cerrn.das, ell funci6n de Ins des::IlTollist::ls, Dehe contener ::Ife-ctiv'"llente a los niflOSy ::Idolece-ntes, impuls::lr 101creatividml,
c;1rn.cteristic~s dE'sus cercos. Al l"especto puedp, ent.re otros, leerse: FrigE'rio, G. y Poggi, Iv!.: L(I disciplin"r 1'::11'''el trab"jo, constituirse ell un" r('d el,· dist ••ihucion dl' bienes que le permit::l "
SlJlwrois;'III: ;lsf;llJr;,,""s y "d"n's, Bs .\s., ME,I-OEI, 1~)~9. Re-spe-eto " 1015illstituciolle-S Ios niilOS s~tisf"cel' sus necE'sidadE'8 b~1Sic~lS.set' ('all~l dE'pl'eveneion de b salud. de Ia vioIencia
t:clucativas riol1egri n.:-tsvel' Frigel'io. G.: Lu (JluIJ(JJ'(wit'", elt'! ClJrl'ic'/JIIlJII, JHlJ'(/l'l /I iuell'ri11l.uri{), social. del ue", indebido de rlrog[lS. COlllpensar cie,·t"s f"lenc;'1s f::llllili"rc·s. etc. No es neces::Irio
L"s "/l/wll's dl'sd,' lu I,nld;'·" dll"I'1I11'\' I" """lwr;,'//.'·;(/ ;lIs/;llII,ill//."'- Serie-: L" illstitucioll re"Iizal'un .:IJl~lisis lltUy profunda.y lllillucioso pnr:1 COlllpl'cndt'l' que 11in);'1111..1 instit.ucion puede
"bordar sflHej<lllt(~ ah~\llico dE' fUllciont:s, sin COITE'l'€'ll'iesgo dt- diluirsE-.
eelucativ", CPE, I~)~JI).
I" Los expresiones Ilsu"ll's d"n ellellL, dell 'IC' demancb: es l\t·eesario pells"r 10l'duc"tivo Ii ~\rlorno se pre1o'ullt"b". rl,·spu'·s de b S<'1o'ulld"GU"lT::I["[unelia!: i.colno <,duc"r rlespues
en termillos ele probl~m" cOlHpll·jo q\ll' r"'l"iere. para su modific"cion, ,'olullt"d politic" de :\nschwitz? "Exioir qUE'Auschwitz no SE-l'cpl'oduzca es la exigE'llCiet prilllforn de In. educncion."
Ell Adorno, '1'.; MIJd,./,)" '·I'LI;II/I,.". Paris, P"yot, 1~)~4.
traduci,!a en politic,,:,; pl,blic"s.
Es ta l1eces icln.cl ele dec ision('$ politic~1S ree lC\ltl~1 n\.H.'Str::t pn.rticip;lci6n en In. cons t.rucci6n " Puede- recorrlnrs<, aqui el concepto de P. Bourclieu de cnpit::ll cultur"l y las fOl'll\::ls
de 10 pll1,lico y nuestr" participacion, COlHOacto res sociales e institucionales en b tOlH::Ide tipicas en bs qU8 ap;:trE:ce: (:>tl t"st3do incorpor~\do, en estado objetivado y en estaclo
inst.ituciona 1izado.
clecisiollE'S.
'l'OllLeulos unCi re;:\lidad pl'Oxilll;:1, para lw.cer una acln.r[\cion: toclos conocenlOS E"xce1entes I" Esto quiere decir que b escu(·b ao elebed ,br a todos 10 lllislllO sino invertir
propuest::ls de politiw institucion::ll que h"n te-nido poco imp'1cto, 0 poco exito, porque los acto res desib'1.1~1hnelltE-, pal'~ C\SE"b'\ll':1l'
II.1cOlllpens.:1cion de bs diferenci.:ls, es decil', cont.rrtbabllcear bs
no se apropi::lron ,Ie elbs tranSfOl'l1l'1l\llobs en pr"etic::ls. Tmnbien conocemos ejemplos de 1.1Jiogr:1fins :1nticipadas".
11l<11"spC litic<1s cuyos efectos illdt'se~ldos h~1nsido reL."\ti\rizados pOl' las prncticas de 10s :.:lctarE's. Di:"tl'ihuil' desib'1.w1Hll.~Hte 5er6. PUL~$un.:1 l'(."spuest~' solidari0, \tllt\ fOl'll\C\ cl~ .:.1seb"'1.Ir~r
1
L" VOIUllt,,,l dc' politic;', p'1hlica se articub con b~ pr,ictic"s de los actOl'es. Politiw y L\ tlt:'1IlOertltil~\ci6n.
"dor,'s 1o'U::l1'(1::In sil'mpre una rebcioll est l'l"ch" , ,,"n cu,mdo no s" b explicit,>. POl' 1'\\0 b E::: pOl' E-Hoque "eIcn...
·.:t l' el nivel d(-I servicio e(hlC<:lt.ivo" illlplica en pl'illH:'r lug;:\!' dist-liar
pl'eb'1.111t.:lclavE' es: ~C6111Oahonlnr 1<.1construcciOll dt'lllOcr~tic" dt2'10 p\ihlico en)' desdi..~nuestros C\cciones quI:' npunten Lll'cducir lOBefedos de Ins IJiografi"s En conSeCtlell~
sociC\les. Hnt.icipi;\(bs.
ciC\, clebt;l'ri c1isefuU'se un conjunto de lllt"did[\s parn aqu~Ho$ qu~ se i.."nC\lentl'en con llf:'cE'sidndes
estahk·cimientos educ~1t ivos?
~Como comprender 10que ocurre hoy en b eduC::lcioll? P"r" "Igunos, b imporUlllci" Y
II bC;sic.:1s ins.:l'tisfechas. Estas aCCiOllE'S E'st~1n direct::unente vincubcl.:1s } diseflO de politicns
....•
eomple-ji,bd dl' 10educ"tivo explicari" bs sucesiv::Is y c"si estructur"les crisis que "tr,wiesan FI.'lblicl\s, pero no llecesari"lUE'nt.E· a cal'go de bs instituciones escobres, y que h ..1ce falta
y sacudl'n a sus instituciones Ybs dificult,.des qne est::ls ofrecen p"rasu gestion. Sin embargo presel'var elf' In sobn:"exigencia del.:lsistencicdislllO. Hay ot.ros alubitos de politica plib1icn (SaIud,
no nos contentnrenlOS nqni con 1l1l.:.1~xpIic;:tci6n d~l tipo de "como 1:.:\ educ;lcion es COIU p1€'ja , L1S ViviE-ucl<1, Acci6n SocinH y ot.rns instituciones a 1\15 que e1 EstC\do put-de encolllendC\l' 1" fUllcicn
crisis son ineviL1blE's". POl' otl'~\p~1rtt',las el'isis no sieHlpr€' SOll11E'g~1tivns;;l. veces constit.uyen de contr"h"bncenr bs diferenci;,s.
b expresion de los movimientos internos de lag illstitucioll<'S fr<'llte a su transfol'lll::lcion. Sin Contr"h::lbnce"r bs hiogr"fias intelectu"les "nticil""las requiere 101participacion de
eluhal'go, un est.:1do cl(~crisis que se vuelve t-'structura1 ohst;:tculiza 1:1concrecion de Ins t.:ll'e:1S los llU1Sc"lificados docentes. Los doc('ntes t.ienen ('11 la e"cuela un 1'01fundmllental: (,lls<,i\::Ir.
Est-a n.cti"idad exige cOHocimiellt.Os. y expE'l'tez para C'nsefll.ll', cOlllpensando .,£,ul'ellcins $ocio~
sust~\ntiv:1s.
Otros proJlonddll n-f1t-xiolles que ponen el "cento ell "lglll\ ::ISp~cto.ildjndic,,"dole valor cultur'1les. EI vinculo en ('] cu"t bs hiografbs ;1nticipada" pue-dl'nser r('btiviz::Id"s es el vinculo
de explic"cioll C::IUS,,1.
'[':\1 IIpoc0 nos convellcelllos "rgumelltos qlle buscan adjuelic::I1'1::1
"culp,," docente . C'ono..::illliento w ahunllo. COlllO elocentes, nUf-'stra l'C'spollsnbilid:"\d esL1 dirE-ct<l1uente
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conocililiellto.
1.1 Recorclrullos que '"socied[\d" es un concepto; no existe llClda concreto que sea "In en los curricula de form"cion docente-. '"
sociedad", Esta nocion es unCl abstraccion de 105 cientistas socinles pnra 11011lhrnl' al conjunto
d(' adores individual('s y eolectivos que interactlwn en Ull espacio dado. C::Ida ag('nt.e del
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II,Vel' all'especto: C/lI'I'it'/lIIJ/IlI'I'/!"'/l.I/!, cimciu (//lSel1ll', Frigerio y otros, 1~)9:2.
If; Es asi C011l0 el sistenla ha dehido cUlllplir 1<:1funci6n de socinliznr (\ 105 jovenE's
alternativanlente, en 135 cOllcluctas de obediencia p3siva prescl'iptas pOl' el autoritarislllo 0 en
el ejercicio de la pnlt,icip"cion critic" que proponen los regimenes democrMicos. H" tenido
tamhienque contribuil' a formal' el hombre "bueno", de acuerdo a la ddiniciondel espiritualismo
~ o
64
4
La educación: su naturaleza,
su función *
89
65
y como resultados, de la que ejercen los propios hombres. Y la
acción de los que tienen la misma edad, unos sobre otros, di
fiere de la que los adultos ejercen sobre los más jóvenes. Esta
última es la única que por abora nos interesa y, por tanto, se
rá oportuno reservar para ella el término de «educación».
¿Y en qué consiste esta acción sut generís? A esta pregunta
se le han dado respuestas muy diferentes, que pueden reunirse
en dos grupos principales.
f· * Según Kant, «la ñnalidad de la educación consiste en des
arrollar en cada individuo toda la perfección que cabe dentro
de sus posibilidades». ¿Y qué es lo que hay que entender por
«perfección»? Se trata, como se ha dicho muchas veces, del des
arrollo armónico de todas las facultades humanas. Llevar hasta
el más alto nivel que pueda alcanzarse la suma de las posibili
dades que hay en nosotros, realizarlas con toda la plenitud que
cabe en nuestros medios, sin que se perjudiquen las unas a las
otras, ¿no es quizás un ideal por encima del cual no sería posi
ble colocar uno mayor?
Pero, si en cierta medida este desarrollo armónico es efecti
vamente necesario y deseable, no es posible por otra parte rea
lizarlo por entero, ya que se encuentra en contradicción con otra
regla de la conducta humana que no es menos imperiosa, la
que nos ordena que nos consagremos a una tarea particular y li
mitada. No podemos ni debemos entregarnos todos al mismo
género de vida, pero debemos, según nuestras aptitudes, des
arrollar funciones diferentes, y es indispensable que cada uno
de nosotros se ponga en armonía con las que le incumben.
No todos estamos hechos para reflexionar; se necesitan tam
bién hombres de intuición y de acción. Al contrario, también
se necesitan hombres que tengan la tarca de pensar. Pues bien,
el pensamiento no puede desarrollarse más que apartándose del
movimiento, replegándose sobre sí mismo, sustrayento de la
acción exterior a aquel que se entrega por entero a pensar.
D e aquí se deriva una primera diferenciación que no se crea
sin una ruptura de equilibrio. Y la acción, por su parte, lo mis
mo que el pensamiento, es capaz de asumir una multitud de
formas diferentes y particulares. No cabe duda de que esta es
pecial izaiión no excluye cierto fondo común y, por consiguien
te, cierto equilibrio de las funciones tanto orgánicas como psí
quicas, sin el cual quedaría comprometida la salud del indivi-
r ^ dúo, al mismo tiempo que la cohesión social De todas formas,
parece que puede darse por sentado que una armonía perfecta
no puede presentarse como la ñnalidad suprema de la conducta
y de la educación.
90
66
Y todavía es menos satisfactoria la definición utilitarista s e -/· i-
gún la cual la educación tendría como objeto «hacer del indivi
duo un instrumento de felicidad para sí mismo y para sus se
mejantes» (James Mili), porque la felicidad es una cosa esen
cialmente subjetiva, que cada uno aprecia a su modo. Por tanto,
una fórmula de este género deja sin determ inar la finalidad de la
educación y, consiguientemente, la educación misma, puesto que
la abandona en manos del arbitrio individual, Es verdad que
Spencer ha intentado definir objetivamente la felicidad. Para
él, las condiciones de la felicidad son las de la vida. La felicidad
complela es la vida en su plenitud. Pero ¿qué es lo que hemos
de entender por «la vida»? Si se trata únicamente de la vida fí
sica. se puede muy bien señalar qué es lo que, al faltar, la hace
imposible. Esa vida implica realmente cierto equilibrio entre el
organismo y su ambiente y, puesto que esos dos términos res
pectivos son unos datos definibles, podrá ser también definible
esta relación entre ellos.
Pero de esa manera solamente es posible expresar las ne
cesidades vitales más inmediatas. Pues bien, para el hombre, ¿ < <■
y sobre todo para el hombre de nuestros días, una vida seme
jante no es la «vida». Nosotros le pedimos otras cosas, diferen
tes del funcionamiento más o menos normal de nuestros órga
nos. Un espíritu culto prefiere no vivir antes que renunciar a / ' *-
los gozos de la inteligencia. Incluso desde el mero punto de vis
ta material todo aquello que va más allá de lo estrictamente
necesario se escapa de toda determinación. El standard of Ufe,
la muestra típica de la existencia, como dicen los ingleses, el
mínimo por debajo del cual nos parece que no es aceptable des
cender. varía infinitamente según las condiciones, los ambien
tes y las circunstancias. Lo que ayer nos parecía que era sufi- a < <
ciente, hoy nos parece que está por debajo de la dignidad del
individuo, tal como la sentimos en la actualidad, y todo hace
presumir que nuestras exigencias a este respecto irán aumentan
do con el correr de los días.
Y así llegamos a la crítica generalizada en la que incurren ·
todas estas definiciones. Parten del postulado de que existe lina
educación idea!, perfecta, instintivamente válida para todos los
hombres. Y es esta educación universal y única la que el teórico
se esfuerza en definir. Pero ante todo, si consideramos la histo
ria. no encontramos en ella nada que sea capaz de confirmar
esta hipótesis. La educación ha variado infinitamente, según los
tiempos y según los países, En las ciudades griegas y latinas la
educación intentaba adiestrar al individuo para que se subordi
nase ciegamente a la colectividad, para que se convirtiera en
91
67
una «cosa» de la sociedad. Hoy, la educación se esfuerza en
hacer de ella una persona autónoma.]] En Atenas se procuraba
formar espíritus delicados, sagaces, sutiles, apasionados de la
medida y de la armonía, capaces de saborear la belleza y los
gozos de la especulación pura. En Roma se deseaba ante todo
que los muchachos se convirtieran en hombres de acción, apa
sionados por la gloria militar, indiferentes ante todo lo que se
refería a las artes y a las letras. En la edad media la educación
era sobre todo cristiana. En el renacimiento adquirió un carác
ter más laico y literario. Hoy la ciencia liende a ocupar el pues
to que ocupaba el arte en otros tiem pos.^
¿Se dirá que todo lo que se ha hecho no representa lo ideal?
¿Que, si la educación ha cambiado, esto se debe a que los hom
bres se han equivocado al juzgar lo que tenía que ser? Pero
si la educación romana hubiera recibido el sello de un indivi
dualismo que pudiera parangonarse con el nuestro, no habría
podido conservarse la «comunidad» romana; la civilización la
tina no habría podido surgir ni, sucesivamente, nuestra civiliza
ción m oderna que en gran parte se ha derivado de ella.
Las sociedades cristianas de la edad media no habrían po
dido sobrevivir si hubieran concedido al libre examen la im
portancia que le concedemos en nuestros días. Por consiguiente,
hay necesidades ineludibles, de las que no se puede hacer abs
tracción. ¿De qué podría servirnos imaginar una educación que
resultase mortal para la sociedad que la pusiera en práctica?
Este mismo postulado tan discutible contiene un error toda
vía más general. Si se empieza así, preguntándose a uno mismo
cuál tiene que ser la educación ideal, haciendo abstracción de
todo condicionamiento de tiempo y de lugar, esto quiere decir
que se está admitiendo implícitamente que un sistema educati
vo no tiene nada de real en sí mismo. No se ve en él un con
junto de prácticas y de instituciones que se han ido organizan
do lentamente en el curso de los tiempos, que se muestran so
lidarias de todas las demás instituciones sociales y que las ex
presan; que, por consiguiente, no se pueden modificar a volun
tad del mismo modo que tampoco pueden modificarse las es
tructuras mismas de la sociedad. Por el contrario, parece que
se trata de un simple sistema de conceptos realizados: bajo es
te punto de vista da la impresión de que depende solamente de
· la lógica. Se imagina que los hombres de cada época la van
organizando voluntariamente para realizar un fin determinado;
que, si esta organización no es la misma en todas partes, el mo
tivo de ello está en que lia habido un error sobre su naturaleza,
o sobre la finalidad que conviene buscar, o sobre los medios
92
68
que permiten alcanzarla. Bajo este puuto de vista, las formas
educativas del pasado se presentan como otros tantos errores,
totales o parciales, Por tanto, no hay que tenerlos en cuenta
para nada. No tenemos por qué hacernos solidarios de los erro
res de observación o de lógica que han podido cometer nues
tros predecesores; pero podemos y debemos planteamos el pro
blema, sin ocupamos de las soluciones que se le han dado en
el pasado, esto es, dejando aparte todo lo que ha ocurrido. Lo
único que tenemos que hacer es preguntamos por lo que tiene
que ser. Las enseñanzas de la historia pueden, todo lo más, evi
tamos el peligro de volver a caer en los mismos errores que ya
se cometieron anteriormente.
Efectivamente, toda sociedad, considerada en un momento
determinado de su desarrollo, tiene un sistema de educación que
se impone a los individuos con una fuerza generalmente irre
sistible. Es inútil creer que podemos educar a nuestros hijos co
mo queramos. Existen costumbres a las que tenemos que con
formarnos; si intentamos sacudírnoslas de las espaldas, más tar
de ellas se vengarán en nuestros hijos. Estos, una vez que hayan
crecido y se hayan hecho adultos, no se encontrarán en condi
ciones de vivir entre sus contemporáneos, con los que no se
sentirán en armonía. Han sido educados en unas ideas o de
masiado arcaicas o demasiado avanzadas; da lo mismo; la ver
dad es que tanto en un caso como en otro los así educados
no son de su época y, por consiguiente, no se encuentran en
condiciones de vida normal. Existe, por tanto, en cada período, ■
un modelo normativo de !a educación, del que no nos es lícito
apartam os sin tropezar con vivas resistencias que intentan con
tener las veleidades de los disidentes.
Pues bien, las costumbres y las ideas que determinan este > -*
modelo no hemos sido nosotros, individualmente, quienes las
hemos croado. Son el producto de la vida en común y expresan
sus necesidades. En su mayor parte son además obra de las ge
neraciones anteriores. Todo el pasado de la humanidad ha con
tribuido a crear este conjunto de máximas que encuadran a la
educación de hoy; toda nuestra historia ha dejado huellas en
él, comprendida la historia de los pueblos que nos han prece
dido. Pasa lo mismo que con los organismos superiores, que lle
van en sí mismos algo así como un eco de toda la evolución
biológica de la que son el resultado.
Cuando se estudia históricamente la manera como se han * * *
formado y desarrollado los sistemas de educación, se descubre
que dependen de la religión, de la organización política, del
nivel de desarrollo de las ciencias, de las condiciones indus-
93
69
tríales, ctc. Si se los aísla de todas estas causas históricas, it~
sultán incomprensibles. Entonces, ¿de qué manera puede el in
dividuo pretender reconstruir, con solo el esfuerzo de su pen
samiento personal, lo que no es una obra del pensamiento indi-
j, f > vidual? No se encuentra frente a una «tabula rasa», sobre la
que pueda edificar lo que mejor le parezca, sino que se en
cuentra en presencia de unas realidades existentes que él no
puede ni crear, ni destruir, ni transform ar según su voluntad. No
puede actuar sobre ellas más que dentro de los límites en los
que lia aprendido a conocerlas, sabiendo cuál es su naturaleza
y cuáles son las condiciones de las que dependen. Y no puede
llegar a saber eso más que acudiendo a su escuela, empezando a
observarlas, lo mismo que el físico observa la materia bruta y el
biólogo los cuerpos vivos.
Por otra parte, ¿es que hay algún modo de proceder que no
sea ése? Cuando se desea determinar, mediante la dialéctica so
lamente, lo que tiene que ser la educación, se debe empezar por
establecer cuáles son los fines que tiene que tener. Pero ¿qué
es lo que nos permite decir que la educación tiene estos fines
más bien que aquellos otros? No sabemos a priori cuál es la
función de la respiración o de la circulación en el ser viviente.
¿Gracias a qué privilegio podemos estar mejor informados en
lo que se refiere a la función educativa? Se nos responderá evi
dentemente qu<¿Tá educación tiene como objetivo preparar a
los hombres defm añana. Pero esto significa sencillamente plan
tear el problema en términos apenas ligeramente distintos, de
jándolo sin resolver. Sería preciso decir en qué consiste esta
preparación, a qué tiende, a qué necesidades humanas responde.
Pero no es posible responder a estas preguntas más que empe
zando por observar en qué ha consistido y a qué necesidades
ha atendido en el pasado. Por eso, la observación histórica re
sulta indispensable, aunque sólo sea para establecer la noción
preliminar de «educación», para determinar la cosa que se de
nomina con esa palabra 71
2. Definición de la educación
•i
Para defiinir la educación hemos de examinar los sistemas
educativos que existen o que han existido, compararlos entre
sí, poner de relieve los caracteres que tienen en común. La suma
de estos caracteres constituirá la definición que andamos bus
cando.
94
70
Ya hemos determinado, mientras avanzábamos en nuestra '
exposición, dos elementos. Para que se tenga educación es m e-tf x-
nester que exista la presencia de una generación de adultos y
de una generación de jóvenes, así como también uaa acción
ejercida por los primeros sobre los segundos. Nos queda por
definir ahora la naturaleza de esta acción.
No existe, por así decirlo, ninguna sociedad en la que el
sistema educativo no presente un doble aspecto; ese sistema
es, al mismo tiempo, uno y múliiple. Es múltiple: efcctivamcn- * <
te se puede decir en cierto sentido que existen tantas especies
diversas de educación cuantos son los diferentes ambientes so
ciales en esa sociedad. ¿Está acaso constituida en castas? En
tonces la educación variará de una casta a la otra. La educa
ción de los patricios era distinta de la de los plebeyos; la de
los brahmanes era distinta de la de los sudras. De la misma for
ma, en la edad media ¡qué enorme diferencia existía entre la
cultura que recibía el joven paje, instruido en todas las artes
de la caballería, y la que recibía el villano que iba a aprender a
la escuela de su parroquia aquel magro elemento de cálculo,
de canto y de gramática! Incluso en la actualidad, ¿no vemos
cómo varía la educación con la clase social e incluso sencilla
mente con el ambiente? La e d u c a c ió n jn la ciudad es distintaV ^ /
que en el campo; la de los burgueses no es la misma que la
de los obreros. ¿Se dirá que esta organización no es m oral-f
mente justificable, que no es posible ver en ella más que una
supervivencia destinada a desaparecer? Esta tesis es fácil de
defender. Es evidente que la educación de nuestros hijos no
debería depender de la casualidad que les ha hecho nacer aquí
o allí, de unos padres en lugar de otros. Pero aun cuando la
conciencia moral de nuestro tiempo hubiera recibido en este
punto la satisfacción que está aguardando, la educación no se
haría por este motivo más uniforme. Aun cuando la cañera
de cada joven no estuviese ya, en gran parte, determinada a
priori por una herencia ciega, la diferencia moral de las pro
fesiones no evitaría llevar consigo una gran diversidad peda
gógica. E n efecto, toda profesión constituye un ambiente sui
generis, que requiere aptitudes particulares y conocimientos par
ticulares donde reinan ciertas ideas, ciertos usos, ciertas maneras
de ver las cosas; y puesto que el joven tiene que ser preparado * ¡
con vistas a la función que estará llamado a desempeñar, la edu
c a c ió n ,^ partir de cierta edad, no puede ya seguir siendo la
misma para todos los sujetos a los que es aplicada. Por ese
mismo motivo es por lo que vemos, en todos los países civi
lizados, cómo se tiende más a la diferenciación y a la especia-
95
71
lización; y esta especialización va siendo cada vez más precoz.
X if i^La heterogeneidad que entonces se produce no se basa, como
aquella cuya existencia comprobábamos hace poco, en desigual
dades injustas; sin embargo, 110 por eso resulta menor. Para en
contrar una educación absolutamente homogénea e igualitaria
sería preciso remontarse a las sociedades prehistóricas, dentro
de las cuales no existía ninguna diferenciación: e incluso aque
llas sociedades 110 representaban más que un momento lógico
dentro de la historia de la humanidad.
Pero, sea cual fuere lu importancia de estas educaciones es
peciales, ellas no son «toda· la educación. Puede incluso afir
marse que no se bastan a sí mismas. E 11 cualquier parte en
que las observemos, no divergen unas de otras más que a partir
de cierto punto, más acá del cual llegan a confundirse por com
pleto. Todas ellas reposan en una base común. /S o existe nin
gún pueblo en el que no exista cierto número d eld ea s, de sen
timientos y de prácticas que la educación tiene que inculcar a
todos los niños indistintamente, sea cual fuere la categoría so
cial a la que pertenecen. Hasta en esos países en los que la so
ciedad está dividida en castas cerradas la una a la otra, existe
siempre una religión común para todos y, por consiguiente, los
principios de la cultura religiosa, que pasa a ser entonces funda
mental, son los mismos para toda la masa de la población. Aun
cuando cada casta y cada familia tenga sus dioses particulares,
existen también divinidades generales, reconocidas por todos y
a las que todos los niños aprenden a venerar.^Y puesto que
esas divinidades encarnan y personifican ciertos sentimientos,
ciertos modos de concebir el m undo y la vida, no se puede estar
iniciado en su culto sin contraer al mismo tiempo toda una
serie de hábitos mentales que superan la esfera de la vida pura
mente religiosa. De la misma manera, en la edad media, los
siervos, los villanos, los burgueses y los nobles recibían de una
forma igualitaria la misma educación cristiana.
Si es esto lo que sucede en las sociedades en donde la di
versidad intelectual y moral alcanza un grado tan alto de con
traste, con mucha mayor razón tiene que suceder lo mismo entre
pueblos más evolucionados, en los que las clases, aunque per
manezcan distintas, están separadas sin embargo por un abismo
menos profundo. Aun cuando esos elementos comunes a cual
quier educación no se expresen bajo la forma de símbolos reli
giosos, nc dejan por ello de existir. En el curso de nuestra his
toria se ha ido constituyendo todo un conjunto de ideas sobre
la naturaleza humana, sobre la importancia respectiva de nues
tras diferentes facultades, sobre el derecho y sobre el deber,
96
72
sobre la sociedad, sobre el individuo, sobre el progreso, sobre
la ciencia, sobre el arte, etc., que están en la base misma de
nuestro espíritu nacional. Toda la educación, tanto la del rico
como la del pobre, tanto la que conduce u las carreras liberales
como la que prepara para las funciones industriales, tiene la
finalidad de fijar esas ideas en la conciencia.
De estos hechos se deduce que cada sociedad se forma un
determinado ideal del hombre, de qué es lo que tiene que ser
tanto desde el punto de vista intelectual como desde el físico
y moral; que este ideal es en cierta medida el mismo para to
dos los ciudadanos; que. a partir de cierto punto, ese ideal se
va diferenciando según los ambientes particulares que compren
de en su seno cualquier sociedad. Este ideal, que es al mismo
tiempo uno y diverso, es el que constituye el polo de la educa
ción. Así pues, ésta tiene como función suscitar en el niño:
I . cierto número de estados físicos y mentales que la sociedad a
la que pertenece considera que no deben estar ausentes en nin
guno de sus miembros; 2. ciertas condiciones físicas y mentales
que el grupo social particular (casta, clase, familia, profesión)
considera igualmente que deben encontrarse en todos aquellos
que lo constituyen. De esta manera, es la sociedad en su con
junto y cada uno de los ambientes sociales en particular quienes
determinan este ideal que la educación tiene que realizar.
La sociedad no puede vivir si no se da entre sus miembros
una homogeneidad suficiente; la educación perpetúa y refueza
esa homogeneidad, fijando a priori en el alma del niño las se
mejanzas esenciales que impone la vida colectiva. Pero, por otro
lado, sin cierta diversidad sería imposible toda clase de coope
ración. La educación asegura entonce» la persistencia de esa
diversidad necesaria, diversificándose y especializándose ella mis
ma. Si la sociedad ha llegado a un nivel de desarrollo tal que
no pueden ya conservarse las antiguas divisiones en castas y
eu-clases, prescribirá una educación que sea más unificada en
la base. Si, en ese mismo momento, el trabajo se encuentra más
dividido, provocará en los niños, sobre un primer fundamento
de ideas y de sentimientos comunes, una diversidad de aptitudes
profesionales más rica. Si vive en estado de guerra con las so
ciedades ambientales, se esforzará por formar los espíritus sobre
una pauta enérgicamente nacional. Si la competencia internacio
nal toma una forma más pacífica, el tipo que intente realizar
será más general y más humano.
Pur tanto, la educación no es para la sociedad más que el
medio por el cual logrará crear en el corazón de las jóvenes
generaciones las condiciones esenciales para la propia existen-
97
73
eia. Veremos más adelante cómo el propio individuo tiene in
terés en someterse a estas exigencias. Podemos llegar enton
ces a la siguiente fórmula: la educación es la acción ejercida por
las generaciones adultas sobre las que no están todavía m adu
ras para la vida social; tiene como objetivo suscitar y desarro
llar en el niño cierto número de estados físicos, intelectuales
y morales que requieren en él tanto la sociedad política en su
conjunto como el ambiente particular al que está destinado de
manera específica.
98
74
Pues bien, si prescindimos de las tendencias vagas c incier
tas que pneden ser debidas a la herencia, el niño, al entrar en
la vida, no introduce en ella más que la aportación de su natu
raleza individual. Por consiguiente, la sociedad se encuentra
ante toda nueva generación en presencia de una especie de ta
bla casi totalmente rasa, sobre la cual tendrá que construir con
esfuerzos renovados. Es preciso que, mediante los procedimien
tos más rápidos que sea posible, a esc ser asocial y egoísta que
ha venido al mundo se le sobreponga otro ser, capaz de llevar
una vida moral y social. Y esa es precisamente la obra de la
educación, cuya grandeza es fácil de comprender. Esa obra edu
cativa no se limitará a desarrollar el organismo individual en la
dirección indicada por su naturaleza, a hacer que salgan a la
luz unos poderes escondidos que solamente estaban pidiendo
manifestarse, sino que crea realmente en el hombre un ser
nuevo.
Esta virtud creadora es, por otra parte, un privilegio espe
cial de la educación humana. Es muy distinta la que reciben
los animales, si es que puede darse este nombre al adiestramien
to progresivo ai que se ven sometidos por obra de sus padres.
Estos pueden efectivamente acelerar el desarrollo de ciertos
instintos que dormitan en el pequeño, pero no lo inician en una
vida nueva. Facilitan el juego de las funciones naturales, pero
no crean nada. Bajo la instrucción de su madre, el pajarillo
aprenderá a volar antes o a hacer el nido. Pero no aprende casi
nada que no habría podido descubrir con su propia experiencia
personal.
Esto depende del hecho de que los animales o viven fuera
de toda organización social, o forman sociedades muy simples,
que funcionan gracias a mecanismos instintivos que cada indi
viduo lleva dentro de sí mismo y que están ya completamente
constituidos desde el momento de su nacimiento. Por tanto, la
educación no puede añadir nada a lo esencial de la naturaleza,
ya que ésta es suficiente para todo, para la vida del grupo y
para la vida del individuo. Por el contrario, en el hombre las
aptitudes de todo género que presupone la vida social son de
masiado complejas para poder encarnarse, de alguna manera,
en nuestros tejidos y materializarse bajo la forma de predisposi
ciones orgánicas. De ahí se sigue que no pueden trasmitirse de
una generación a otra por el camino de la herencia. La trasmi
sión tiene que llevarse a cabo mediante la educación.
Además, se dirá, si efectivamente es posible concebir que
las cualidades puram ente morales, puesto que imponen al in
dividuo ciertas privaciones que van en contra de sus impulsos
99
75
naturales, no pueden ser suscitadas en nosotros más que me
diante una acción que venga desde fuera, ¿no habrá otras cua
lidades que cada uno de los individuos tenga interés en adquirir
y que busque espontáneamente? Tales son, por ejemplo, las
cualidades de la inteligencia, que le permiten adaptar mejor su
propia conducta a la naturaleza de las cosas. Tales son igual
mente las cualidades físicas y todo aquello que contribuye al
vigor y a la salud del organismo. Para estas cualidades, por lo
menos, parece ser que la educación, al desarrollarlas, no hace
más que salir al encuentro del desarrollo mismo de la naturale
za, más bien que conducir al individuo a un estado de perfec
ción relativa hacia la cual tiende ¿1 mismo, aun cuando pueda
alcanzarlo más rápidamente gracias al concurso de la sociedad.
Pero lo que indica claramente, a pesar de todas las aparien
cias, que tanlo aquí como en otros aspectos la educación res
ponde ante todo a necesidades sociales, es el hecho de que hay
algunas sociedades que no han cultivado del todo estas cualidades
ni otras parecidas o que, de todas maneras, las han interpretado
do forma muy distinta según los principios de cada sociedad. T o
davía estamos muy lejos de ver reconocidas por todos los pueblos
las ventajas de una cultura sólida. La ciencia, el espíritu crítico,
que hoy colocamos tan arriba, han sido mirados con cierta sos
pecha durante varios siglos. ¿Acaso no conocemos todos una
gran doctrina que proclama «bienaventurados a los pobres de
espíritu»? Hay que guardarse mucho de considerar que esta in
diferencia frente al saber haya sido impuesta artificialmente a
los hombres, en violación de su naturaleza. Ellos no tienen den
tro de sí mismos ese apetito instintivo de saber que se les ha
atribuido tantas veces de una manera arbitraria. Ellos no de
sean la ciencia más que en la medida en que la experiencia Ies
ha enseñado que no pueden prescindir de ella. Pues bien, por
lo que se refiere a la organización de su vida individual, no te
nían ninguna necesidad de ella. Como ya decía Rousseau, para
satisfacer las necesidades vitales podía bastar con las impresio
nes, con la experiencia y con los instintos, lo mismo que basta
ba con todo esto a los animales. Si el hombre no hubiera co
nocido otras necesidades más que aquellas tan sencillas que tie
nen sus raíces en su constitución individual, no se habría pues
to en busca de una ciencia, sobre todo si se tiene en cuenta que
ésta no se ha adquirido sin dolorosos y laboriosos esfuerzos.
El hom bre no ha conocido la sed del saber más que cuando la
sociedad la ha despertado en él. Y la sociedad no la ha des
pertado más que cuando ella misma se ha visto necesitada de
esc saber. Ese momento llegó cuando la vida social, bajo todas
¡00
76
sus formas, se hizo demasiado compleja para poder funcionar
de otra forma que no fuese gracias al concurso del pensamiento
meditado, esto es, del pensamiento iluminado por la ciencia.
Entonces la cultura científica se hizo indispensable y por este
motivo es por lo que la sociedad exige de sus miembros esa
ciencia y se la impone como un deber. Pero en los orígenes,
mientras la organización social mantuvo su simplicidad, con su
escasísima variedad, manteniéndose igual a sí misma, le bastaba
con la ciega tradición, lo mismo que al animal le basta con el
instinto. De ahí se sigue que el pensamiento y el libre examen
eran inútiles y hasta perniciosos, ya que no podían hacer otra
cosa más que amenazar a esa tradición. Y esta es sencillamente
la razón por la que fueron proscritos.
Esto mismo sucede en el caso de las cualidades físicas.
Cuando las condiciones del ambiente social hagan inclinarse ha
cia el ascetismo a la conciencia pública, la educación física se
verá rechazada a segundo plano. Algo por el estilo es lo que
se produjo en las escuelas de la edad media. Y este ascetismo
era necesario, ya que 1a i'inica manera de poder alcanzar una
adaptación a la dureza de aquellos tiempos tan difíciles era
la de amarla. De la misma forma, según el curso de la opinión,
esa misma educación se irá entendiendo en los sentidos más di
versos. En Esparta tenían sobre todo la finalidad de ir endure
ciendo los miembros para la fatiga; en Atenas representaba la
manera de ir moldeando cuerpos hermosos a la vista; en tiem
pos de la caballería se le pedía que formase guerreros Agiles y
esbeltos; en nuestros días tiene solamente lina finalidad higiéni
ca y se preocupa sobre todo de limitar los efectos peligrosos de
una cultura intelectual demasiado intensa. De este modo, inclu
so las cualidades que parecían a primera vista tan espontánea
mente deseables no son buscadas por los individuos más que
cuando la sociedad les dirige una invitación para ello y las bus
can de la manera que ella les prescribe.
Estamos entonces en disposición de responder a una pre
gunta que ha surgido de todo lo que llevamos dicho. Mientras
íbamos mostrando á la sociedad que modelaba según sus pro
pias necesidades a los individuos, podía surgir la duda de si
éstos soportaban ante tal hecho una intolerable tiranía. Pero en
realidad son ellos mismos los interesados en esta sumisión, ya
que el ser nuevo que va edificando de este modo en cada uno
de nosotros la acción colectiva, a través de la educación, repre
senta lo que hay de mejor en nosotros, lo que hay de propia
mente hum ano en nosotros. En efecto, el hombre es hombre
solamente y en cuanto que vive en sociedad. Es difícil, dentro
101
77
de los límites de un artículo, dem ostrar rigurosamente una afir
mación tan general y tan importante, que resume los trabajos
de la sociología contemporánea. Pero, para empezar, podíamos
decir que cada vez se la discute menos. Además, no es imposi
ble recordar sumariamente los hechos más esenciales que la
justifican.
En primer lugar, si hay en la actualidad un hecho histórica
mente establecido, es que la moral guarda estrechas relaciones
con la naturaleza de la sociedad, ya que, como hemos indicado
a través de nuestro estudio, la moral cambia cuando cambian las
sociedades. Esto es, depende de la vida en común. Es la socie
dad la que nos hace realmente salir de nuestro egocentrismo, la
que nos obliga a tener en cuenta otros intereses distintos de los
nuestros, la que nos ha enseñado a dom inar nuestras pasiones,
nuestros instintos, a darles una ley, a guardar sujeción a ciertas
normas, a padecer privaciones, a sacrificarnos, a subordinar
nuestros objetivos personales a finalidades más elevadas. Todo
el complejo de representaciones que provoca en nosotros la idea
y el sentimiento de la regla de la disciplina, tanto interior como
exterior, ha sido la sociedad la que lo ha impuesto a nuestras
conciencias. Este es el motivo de que hayamos adquirido esa
fuerza de resistir a nosotros mismos, ese dominio sobre nues
tras tendencias, que es una de las características de la fisonomía
hum ana y que se desarrolla a medida que vamos siendo hombres
en el pleno sentido de la palabra.
Y no es menos lo que debemos a la sociedad bajo el punto
de vista intelectual. Es la ciencia la que elabora las nociones
fundamentales que dominan sobre nuestro pensamiento: nocio
nes de causa, de ley, de espacio, de número, de cuerpo, de vida,
de conciencia, de sociedad, etc. Pues bien, todas estas ideas
básicas están perpetuamente en -evolución. Esto sucede porque
son el resumen, el resultado de todo el trabajo científico, lejos de
ser su punto de partida tal como creía Pestalozzi. No nos re
presentamos al hombre, a la naturaleza, a las causas, al espacio
de la misma forma con que se los representaba el hom bre me
dieval; esto depende del hecho de que nuestros conocimientos y
nuestros métodos científicos ya no son los mismos. Pues bien,
la ciencia es una obra colectiva, ya que supone una amplia co
laboración de todos los hombres de ciencia no solamente de la
misma época, sino de todas las épocas sucesivas de la historia.
Antes de que estuvieran organizadas las ciencias, la religión
tenía ese mismo oficio, ya que cualquier mitología constituye una
elaboración, ya muy elaborada, del hombre y del universo. La
ciencia, por lo demás, ha sido la heredera de la religión. Pues
¡02
78
bien, la religión es unn institución social. Al aprender una len
gua, aprendemos todo un sistema de ideas distintas y clasifica
das y somos los herederos de todos los trabajos de los que se
han derivado aquellas clasificaciones que resumen varios siglos
de experiencia. Pero hay más todavía; sin el lenguaje no tendría
mos, por así decirlo, ideas generales, puesto que es la palabra
la que, al ñjarlos, les da a los conceptos una consistencia sufi
ciente para que puedan ser manejados cómodamente por el es
píritu. Por consiguiente, es el lenguaje lo que nos permite ele
varnos por encima de la pura sensación; y no es necesario de
mostrar que el lenguaje es, ante todo, un elemento social.
De estos pocos ejemplos es posible deducir a qué se redu
ciría el hombre si se le retirase todo lo que recibe de la socie
dad: volvería a caer en el nivel en que se mueven los animales.
Si ha podido superar la etapa en la que se han detenido los ani
males, se debe ante todo a que no se ha reducido solamente al
fruto de sus propios esfuerzos personales, sino que ha coope
rado regularmente con sus semejantes, lo cual refuerza el ren
dimiento de la actividad de cada uno. Además, y sobre todo,
los productos del trabajo de una generación no se han perdido
para la generación que viene después. De lo que un animal ha
podido aprender en el curso de su existencia individual, no
podrá sobrevivirle casi nada. Al contrario, los resultados de la
experiencia humana se conservan casi íntegramente, incluso en
los detalles más particulares, gracias a los libros, a los monu
mentos figurativos, a los instrumentos, a los utensilios de toda
clase que se van trasmitiendo de generación en generación, a la
tradición oral, etc. El terreno natural se va cubriendo de este
modo de un rico aluvión que va aumentando sin parar. En vez
de quedar dispersa cada vez que una generación se apaga para
ser sustituida por otra, la sabiduría humana se va acumulando
sin cesar y es esta acumulación indefinida la que eleva al hom
bre por encima de la bestia y por encima de sí mismo.
Pero lo mismo que esa cooperación de la que tratábamos
anteriormente, esta acumulación no es posible más que en el
interior y por obra de una sociedad. Ya que, a fin de que la
herencia de cada generación pueda conservarse y añadirse a la
de las demás, es menester que exista una personalidad moral
que dure por encima de las generaciones que van pasando y
que vaya vinculando a unas con otras: y ésta es la sociedad.
De este modo, el antagonismo que con tanta frecuencia se ha
admitido que existe entre el individuo y la sociedad no corres
ponde en lo más mínimo a la realidad. Más aún, lejos de estar
en oposición entre sí, sin poder desarrollarse más que en sen
103
79
tido contrario, estos dos términos se implican el uno al ótro.
El individuo, al querer la sociedad, se quiere a sí mismo. La
acción que la sociedad ejerce sobre él, sobre todo por medio
de la educación, 110 tiene ni mucho menos la finalidad de opri
mirlo, de disminuirlo, de desnaturalizarlo; al contrario, lo que
quiere es engrandecerlo y hacer de él un ser verdaderamente
humano. No cabe duda de que él no puede engrandecerse de
ese modo más que haciendo un gran esfuerzo. Pero es precisa
mente esa posibilidad de realizar voluntariamente un esfuerzo
lo que constituye una de las características más esenciales de la
persona humana.
104
80
nerlo en armonía con c! ambiente en el que está llamado a vivir.
•Si dejase de estar siempre presente y vigilante para obligar a la
■iccion pedagógica a mantener su sentido social, ésta se pondría
necesariamente al servicio de ideologías particulares y la gran
alma de la patria se disgregaría y se reduciría a una muchedum
bre incoherente de pequeñas almas fragmentarias en conflicto
unas con otras. No se podría entonces ir más directamente en
contra de lo que tiene que ser la finalidad fundamental de toda
educación.
No queda más remedio que elegir: si se concede algún va
lor a la existencia de la sociedad — y acabamos de ver qué es
lo que representa para nosotros— , es preciso que la educación
asegure entre las ciudadanos una suficiente comunidad de ideas
y de sentimientos, sin la cual es imposible cualquier sociedad.
Y para que pueda producir un resultado semejante, es preciso
también que no quede totalmente abandonada al arbitrio de
los particulares.
Desde el momento en que la educación es una función esen
cialmente social, el estado no puede desinteresarse de ella. Al
contrario, todo lo que guarde alguna relación con ella tiene que
quedar sometido de algún modo a su acción superior. Con esto
no se quiere decir que el estado tenga que tener el monopolio
de la enseñanza. La cuestión es demasiado compleja para que
sea posible tratarla de pasada; nos reservamos la ocasión de
profundizar en otro momento sobre ella. Se puede considerar
que los progresos escolares son más fáciles y más rápidos donde
se le ha dejado cierto margen a las iniciativas individuales, dado
que el individuo es más fácilmente un innovador que el estado.
Pero de este hecho, o sea. de que el estado tenga que dejar
en interés del público que se abran otras escuelas distintas de
aquellas cuya responsabilidad ha asumido más directamente, no
se deduce que tenga que permanecer extraño a lo que en ellas
sucede. Al contrario, la educación que se imparte en ellas debe
permanecer sujeta a su control. Tampoco es admisible que la
función del educador pueda ser ejercida por una persona que
no presente garantías especiales, de las que solamente el es
tado puede ser el juez competente.
Indudablemente, los límites dentro de los cuales tiene que
desarrollarse su intervención difícilmente pueden ser determina
dos una vez para siempre, pero el principio de esta intervención
no puede ser discutido. No hay ninguna escuela que pueda
arrogarse el derecho de dar. con plena libertad, una educación
antisocial. De todas formas, es necesario reconocer que el es
tado de división en que se encuentran en estos momentos los
105
81
espíritus de nuestro país hace que sea especialmente delicado
este deber; pero, por otra parte, resulta por eso mismo mucho
más importante. Efectivamente, no es tarea del estado la crea
ción de esa comunidad de ideas y de sentimientos sin los cuales
no puede subsistir una sociedad: esa comunidad debe constituirse
por sí sola y el estado no puede hacer otra cosa más que con
sagrarla, mantenerla, hacer que sea más consciente para cada uno
de los ciudadanos. Pues bien, resulta desgraciadamente indiscu
tible que entre nosotros esa unidad moral no es la que debería
ser, bajo todos los puntos de vista. Nos encontramos divididos
por concepciones divergentes e, incluso a veces, contradicto
rias. Existe en estas divergencias un hecho que es imposible
negar y del que es preciso tomar cuenta. No sería admisible que
se reconociese a la mayoría el derecho de imponer sus propias
ideas a los hijos de la minoría. La escuela no puede ser cosa
de un partido y el maestro faltaría a sus deberes si se pusiera
a hacer uso de la autoridad de que dispone para arrastrar a sus
alumnos al surco de sus simpatías partidistas personales, por
muy justificadas que a él le parezca que son. Pero, a pesar de
todas las disidencias, se goza ya actualmente, sobre el funda
mento de nuestra civilización, de cierto número de principios
que implícita o explícitamente son comunes a todos y que muy
pocas personas se atreven a negar abierta y directamente: res
peto a la razón, a la ciencia, a las ideas y a los sentimientos que
constituyen la base de la moral democrática. Es tarea del estado
poner de relieve estos principios esenciales, hacer que se ense
ñen en sus escuelas, velar para que ninguna parte política inten
te ocultarlos a los jóvenes, haccr que en todas partes se hable
de ellos con el respeto que les es debido. Bajo este aspecto tie
ne que ejercer una acción que probablemente será tanto más
eficaz cuanto menos agresiva y violenta resulte y cuanto mejor
sepa contenerse dentro de unos límites prudentes.
106
82
bres nacen ¡guales y con aptitudes iguales; solamente la educa
ción es la que crea las diferencias», La teoría de Jacotot se
aproxima mucho a la precedente.
La solución que se da ni problema depende de la idea que
se haga uno de la importancia y de la naturaleza de las predis
posiciones innatas por una parte y del poder de los medios de
acción de que dispone el educador por otra. La educación no
hace :il hombre de la nada, como creían Locke y Helvetius, sino-j^
que se aplica a unas disposiciones que existen de antemano.
Por otro lado puede muy bien concederse, de una forma gene
ral, que estas tendencias congénitas son muy fuertes, muy difí
ciles de destruir o de transform ar radicalmente; porque depen
den de unas condiciones orgánicas sobre las cuales el educador
tiene muy poca influencia. De aquí se sigue que, en la medida
en que esas condiciones poseen un objetivo definido, que diri
ge el espíritu y el carácter a unos modos de obrar y de pensar
estrictamente determinados, todo el porvenir del individuo se
encuentra ya fijado a priori y no le queda mucho que hacer
a la educación.
Pero afortunadamente una de las características del hombre
es la siguiente; que las predisposiciones innatas son en él muy
generales y vagas, Se da efectivamente un tipo de predisposi
ción establecida, rígida, invariable, que no deja mucho lugar
para la acción de las causas externas: el instinto. Pues bien,
podemos preguntarnos si existe en el hombre un solo instinto
propiamente dicho. Se habla a veces del instinto de conserva
ción; pero la expresión es impropia. Porque un instinto es un
sistema de movimientos determinados, siempre los mismos, que
una vez que han sido hechos saltar por la sensación se conca
tenan automáticamente unos con otros hasta que logran llegar
a su término natural, sin que la reflexión tenga que intervenir
en ningún momento del proceso. Pero los movimientos que ha
cemos cuando está en peligro nuestra vida no tienen nada que
ver con esta determinación y con esta invariabilidad automática.
Van cambiando a medida que cambia la situación; nosotros los
adaptamos a las circunstancias; esto quiere decir que no se pro
ducen sin una cierta elección consciente, aunque rápida. Lo que
recibe el nombre de instinto de conservación no es en definitiva
más que un impulso general a huir de la muerte, sin que estén
predeterminados una vez para siempre los medios mediante los
cuales procuramos evitarla. No se puede decir eso mismo del
que n veces recibe el nombre, con igual impropiedad, de instinto
materna!, instinto paternal e incluso instinto sexual. Se trata de
impulsos en una determinada dirección; pero los medios me-
107
83
diante los duales se realizan esos impulsos cambian de un indi
viduo a otro, de tina ocasión a otra. Por consiguiente, queda aún
una largo espacio reservado a las incertidumbres, a las adapta
ciones personales y lógicamente a la acción de causas que no
pueden hacer sentir su influencia más que después del nacimien
to. Ahora bien, la educación es precisamente una de estas causas.
Es verdad que se ha pretendido que el niño heredaba a ve
ces una tendencia muy fuerte hacia un acto definido, como el
suicidio, el robo, el homicidio, el fraude, etcétera. Pero estas
afirmaciones no están absolutamente de acuerdo con los hechos.
A pesar de todo lo que se diga, nadie nace criminal; mucho
menos puede decirse que uno esté destinado a partir de su na
cimiento a este o a aquel tipo de delito; la paradoja de los cri
minalistas italianos no cuenta ya en la actualidad con muchos
defensores. Lo que se hereda es una cierta falta de equilibrio
mental, que hace at individuo más refractario a una conducta
regular y disciplinada. Pero un temperamento semejante no des
tina a priori a un hombre a ser un explorador amante de las
aventuras más bien que un criminal, un profeta, un renovador
político, un inventor, etcétera. Esto mismo es lo que se puede
decir de todas las aptitudes profesionales. Como observa Bain,
«el hijo de un gran filósofo no hereda de él ni un solo vocablo;
el hijo de un gran viajante puede verse superado en la clase de
geografía por el hijo de un minero». Lo que el niño recibe de
sus progenitores son ciertas facultades muy generales; es una
cierta fuerza de atención, una cierta dosis de perseverancia, un
juicio sano, imaginación, etcétera. Pero cada una de estas fa
cultades puede servir para cualquier clase de objetivos diferen
tes. Un niño dotado de una imaginación bastante viva podrá,
según las circunstancias, según las influencias que vayan ac
tuando sobre él, convertirse en un pintor o en un poeta, en un
ingeniero dotado de espíritu inventivo o en un atrevido financie
ro. Existe por consiguiente un desnivel notable entre las cuali
dades naturales y la forma especial que tienen que tom ar para
ser utilizadas en la vida. Esto es, el porvenir no está estricta
mente determinado de antemano por nuestra constitución congè
nita. Y el motivo de ello puede comprenderse con facilidad. Las
únicas formas de actividad que pueden trasmitirse hereditaria
mente sort aquellas que se repiten siempre de una manera su
ficientemente idéntica para poderse fiiar en una forma rígida
dentro del tejido del organismo. Pues bien, la vida humana de
pende de condiciones múltiples, complejas y consiguientemente
mutable«. Es menester que ella misma cambie y se modifique sin
parar. De aquí se sigue que es imposible que se cristalice en
i 08
84
una forma definida y definitiva, Solamente ciertas disposicio
nes muy generales, muy vagas, que expresan los caracteres co
munes a todas las experiencias particulares, son las que pueden
sobrevivir y pasar de una generación a otra.
Afirmar que los caracteres innatos son, en su mayor parte,
muy genéricos, es decir, que son muy maleables, muy acomoda
bles a las circunstancias, ya que pueden recibir influencias deter
minantes muy diversas. Entre las virtualidades indecisas que
constituyen al hombre en el momento de su nacimiento y el per
sonaje bien definido en que tiene que convertirse para poder des
arrollar una acción útil en la sociedad, es muy considerable la
distancia. Y es esa distancia la que la educación tiene que hacer
recorrer al niño. Es fácil ver cuán amplio es el campo que que
da abierto a su acción. Pero, para ejercer esa acción, ¿tendrá
medios de suficiente energía?
Para poder dar una idea de lo que constituye la acción edu
cativa y señalar todo su poder, un psicólogo contemporáneo, Gu-
yau, la h a comparado con la sugestión hipnótica. Y esta rela
ción no carece de fundamento. En efecto, la sugestión hipnótica
presupone las dos condiciones siguientes: 1) el estado en el que
se encuentra el sujeto hipnotizado está caracterizado por su
excepcional pasividad; su espíritu se ve casi reducido a las con
diciones de una tabla rasa; en su consciente se ha realizado una
especie de vacío; su voluntad ha quedado como paralizada. De
aquí se deduce que la idea sugerida, al no verse obstaculizada por
ninguna idea contraria, pueda instalarse sin encontrar un míni
mo de resistencia. 2) Sin embargo, puesto que el vacío no es
nunca completo, es menester además que la idea contenga, gra
cias a la misma sugestión, una fuerza de acción particular. Con
esta finalidad es preciso que el hipnotizador hable con un tono
de mando, con autoridad. Tiene que decir: «yo quiero». Y tiene
que dem ostrar también que ni siquiera puede imaginarse una
resistencia a obedecer, que el acto tiene que llevarse a cabo,
que la cosa tiene que ser vista tal como él la hace ver, que no
puede ser de otra manera. Si él tiende a debilitar su acción, se
ve cómo vacila el sujeto y cómo a veces se niega a obedecerle.
Si por ventura entra en discusión con él, su poder se ha desva
necido. Cuanto más vaya la sugestión en contra del tempera
mento del hipnotizado, más indispensable es el tono imperativo.
Pues bien, estas dos condiciones se encuentran realizadas en
las relaciones que mantiene el educador con el educando que
está sometido a su acción: I) el joven se encuentra naturalm en
te en un estado de pasividad absolutamente parangonable con
el que el hipnotizador se encuentra colocado artificialmente; su
109
85
conciencia no contiene todavía más que un pequeño número de
representaciones capaces de luchar en contra de las que le son
sugeridas por el maestro; su voluntad es todavía rudimentaria y
por eso mismo sumamente sugestionable. Por ese mismo moti
vo se muestra muy accesible al contagio deJ ejemplo y particu
larmente inclinado a la imitación. 2) El ascendiente que el maes
tro tiene naturalmente sobre el alumno, debido a la superiori
dad de su experiencia y de su cultura, dará naturalmente a su
acción la poderosa eficacia que le es necesaria.
Esta comparación demuestra cómo el educador dista mucho
de estar desarmado frente al alumno, dado que conoce toda la
fuerza de la sugestión hipnótica. Por consiguiente, si la acción
educativa posee, aunque sea en un nivel más bajo, una eficacia
análoga, podemos esperar mucho de ella, con tal que el educa
dor sepa servirse de su influjo. Lejos de desanimarnos por nues
tra impotencia, hemos de sentimos más bien asustados de la
extensión de nuestro poder. Si los maestros y los padres se die
ran cuenta, de una manera más constante de que nada puede
hacerse en presencia del niño que no deje en él alguna huella,
de que la forma de su espíritu y su carácter dependen de ese
millar de pequeñas acciones insensibles que se producen en ca
da instante y a las que ni siquiera se les presta muchas veces la
menor atención por su significación aparentemente tan escasa,
¡cómo vigilarían mucho más su lenguaje y su conducta! Es se
guro que la educación no puede llegar a conseguir grandes re
sultados cuando procede por saltos bruscos e intermitentes. Co
mo dice Herbart, no es gritando al niño de ve/, en cuando con
violencia como se podrá actuar enérgicamente sobre él. Pero
cuando la educación es paciente y continua, cuando no busca
resultados inmediatos y aparentes, sino que prosigue lentamen
te en un sentido bien determinado, sin dejarse desviar por los
incidentes exteriores o las circunstancias fortuitas, es cuando
dispone de todos los medios necesarios para imprimir un sello
profundo en las almas de los educandos.
Se ve al mismo tiempo cuál es la pieza esencial de la acción
educativa. Lo que constituye la influencia del hipnotizador es la
autoridad que posee para determinadas circunstancias. Por ana
logía pueble decirse que la educación tiene que ser esencialmente
una acción de autoridad. Este principio tan importante puede,
por otra parte, establecerse de forma directa. En efecto, hemos
visto cómo la educación tiene la finalidad de sobreponer al ser
individualista y asocial que somos cada uno de nosotros en el
momento de nacer otro ser totalmente nuevo, Tiene que llevar
nos por consiguiente a superar nuestra naturaleza original. Con
¡10
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esta condición es como el niño se convertirá en hombre. Ahora
bien, nosotros no podemos elevarnos por encima de nosotros
mismos más que mediante un esfuerzo más o menos penoso.
N'o hay nada tan falso e ilusorio como el concepto epicúreo de
la educación, el concepto de un Montaigne, por ejemplo, según
el cual el hombre puede formarse divirtiéndose y sin más im
pulso que la atracción del placcr. Si la vida no tiene nada de
sombrío y si es criminal hacerla artiñcialmcnte lóbrega a la mi
rada del niño, también es verdad que siempre es una cosa se-
ría y grave que la educación, para prepararle a la vida, tiene
que participar de esta gravedad. Para aprender a contener el
propio egoísmo natural, a subordinarse a unos fines más altos,
a someter los propios deseos al imperio de la voluntad, a man
tenerlos dentro de unos justos límites, es necesario que el niño
ejerza sobre sí mismo una fuerte contención. Pues bien, noso
tros no nos constreñimos a nosotros mismos, no nos hacemos
violencia más que por alguna de estas dos razones: porque es
prcciso hacerlo por una necesidad física o porque tenemos que
hacerlo moralmentc. Pero el niño no puede sentir la necesidad
que nos impone tales esfuerzos en el campo físico, porque no
está en contacto inmediato con las duras necesidades de la vida
que hacen indispensable esa actitud. Todavía no está com pro
metido en la lucha; a pesar de todo lo que haya dicho Spencer,
no podemos dejarlo expuesto a las reacciones demasiado duras
de la realidad. Es preciso que él esté ya en parte formado cuan
do tenga que enfrentarse realmente con ellas. Por tanto, no es
posible contar con su presión para impulsarlo a poner en ten
sión su voluntad y a adquirir sobre sí mismo el dominio que
necesita.
Queda en segundo lugar el deber. Esto es, efectivamente el
sentido del deber tal como se presenta, pata el niño y para el
propio adulto, el estimulante del esfuerzo por excelencia. Lo su
pone el mismo amor propio. Porque, para ser sensible como es
necesario a los castigos y a las recompensas, es menestes tener
ya conciencia de la propia dignidad y, consiguientemente, del
propio deber. Pero el niño no puede conocer el deber más que
o través de sus maestros o de sus padres. No puede saber lo
que es más que a través de la manera como ellos se lo revelan
mediante su lenguaje y su conducta. Por tanto, es necesario que
ellos sean, para é!, el deber encarnado y personificado. En otras
palabras, la autoridad moral es la cualidad principal que debe po
seer el educador, puesto que es por la autoridad que hay en él
por lo que el deber es el deber. Lo que posee tan peculiar y tan
sui generíx es el tono imperativo con que habla a las conciencias,
111
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el respeto que inspira a las voluntades y que las doblega en el
momento de hablar. Por consiguiente, es indispensable que de
la persona del educador emane una impresión de este mismo
género.
No es necesario añadir que la autoridad, entendida de esta
forma, no tiene nada de violento ni de represivo; consiste por
completo en una especie de ascendiente moral. Supone que se
han realizado ya en el maestro dos condiciones principales. En
primer lugar, que tenga voluntad, porque la autoridad implica
confianza y el niño no puede entregar su propia confianza a una
persona a la que vea vacilante, indecisa, retractando sus propias
decisiones. Pero esta primera condición no es todavía la esen
cial; lo que im porta sobre todo es que el maestro sienta real
mente en sí mismo aquella autoridad de la que tiene que dar
sentido. E sta constituye una fuerza que no puede manifestarse
si él no la posee realmente. Pues bien, ¿de dónde puede venir
le? ¿Del poder material del que está armado, del derecho que
tiene a castigar y a recompensar? Pero el temor del castigo es
algo muy distinto del respeto a la autoridad. Ese temor no tiene
ningún valor moral si el castigo no es reconocido como justo
por aquel que tiene que soportarlo. Esto implica que la autori
dad punitiva tiene que ser reconocida precisamente como legíti
ma. Este es el punto principal. No es desde fuera como tiene
que conseguir el maestro su propia autoridad, sino desde sí
mismo; no puede venirle más que de una fe interior. El maes
tro tiene que creer, no ya en sí mismo, no en las cualidades su-
poriores de su inteligencia o de su corazón, sino en su tarea y
en la grandeza de esa tarca. Lo que constituye la autoridad con
la que se reviste tan fácilmente la palabra del sacerdote es la
elevada idea que tiene de su propia misión, porque sabe que
habla en nombre de un dios en el que se cree y al que él se
siente más cerca que la masa de los profanos. E! maestro laico
puede y debe tener también algo de esta persuasión. También
él es el mandatario de una gran persona moral que lo supera:
la sociedad. Y lo mismo que el sacerdote es el intérprete de su
dios, el maestro es el intérprete de las grandes ideas morales de
su tiempo y de su país. Por consiguiente, si se siente aferrado a
esas idfeas, si palpa toda la grandiosidad de las mismas, la auto
ridad que está contenida en ellas y de la que él tiene plena con
ciencia, entonces no podrá menos de ver cómo esa misma auto
ridad se comunica a su persona y a todo lo que de ella emana.
En una autoridad que se deriva de un origen tan impersonal no
puede introducirse nada de orgullo, ni de vanidad, ni de pedan
tería. Está constituida totalmente por el respeto que siente a sus
112
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funciones y — permítasenos esta palabra— a su ministerio. Este
respeto es el que, a través de la palabra y del gesto pasa de su
conciencia a la del niño.
A veces se ha puesto en oposición la libertad y la autoridad,
como si estos dos factores de la educación estuvieran en contra
dicción entre sí y se limitasen recíprocamente. Pero esta oposi
ción es ficticia. En realidad, estos dos términos se postulan entre
sí, en vez de excluirse. La libertad es hija de una autoridad bien
entendida. Porque ser libres no quiere decir hacer lo que a uno
lo parece y le gusta; quiere decir ser dueño de sí mismo, quiere
decir saber obrar sobre la base de la razón y cumplir con el pro
pio deber. Pues bien, precisamente para dotar al niño de ese
dominio de sí mismo es para lo que el maestro tiene que em
plear su autoridad. La autoridad del educador no es más que
un aspecto de la autoridad del deber y de la razón. Por tanto,
es preciso ejercitar al niño para que la reconozca en la palabra
de su maestro y para que admita su ascendiente. Con esta con
dición es como sabrá más tarde encontrarla de nuevo en su
conciencia y obedecer sus mandatos.
89
PERFILES
EDUCATIVOS
ISSN 0185-2698
......................................................
Centro de Estudios
sobre la Universidad
iresie
Banco de Datos sobre Educación
90
91
92
93
94
95
96
97
98
99
100
CAPíTULO PRIMERO
formas cada vez más complejas. A medida que desaparecen algunas espe social, que ha de I
cies, surgen formas mejor adaptadas para vencer los obstáculos contra los La educación, y sé
cuales lucharon aquéllas en vano. La continuidad de la vida significa una rea La sociedad e)
daptación continua del ambiente a las necesidades de los organismos vivos. vida biológica. Est
Hemos venido hablando de la vida en sus formas más inferiores, como de hábitos de hacer, ~
una cosa física. Pero nosotros empleamos la palabra ''vida'' para designar comunicación de il
toda la extensión de la experiencia, tanto racial como individual. Cuando bros de la socieda
vemos un libro titulado Vida de Lincoln, no esperamos encontrar dentro de él, la vida social r
sus cubiertas un tratado de fisiologia. Buscamos una información sobre sus sociedad viviesen,
antecedentes sociales; una descripción de su primer ambiente, de las ocupa dos, pero esta seri
ciones y condiciones de su familia; de los principales episodios en el desarro necesidad social. ¡
llo del carácter; de señales de luchas y victorias; de las esperanzas, gustos, Si una epidem
alegrías y sufrimientos individuales. De un modo semejante hablamos de la sociedad, es evide
vida de una tribu salvaje, del pueblo ateniense, de la nación norteamericana. Sin embargo, la m
La "vida" abarca las costumbres, las instituciones, las creencias, las victorias cierta como si una
y las derrotas, los ocios y las ocupaciones. graduales de edac
Nosotros empleamos la palabra "experiencia" en el mismo fecundo senti posible rnediante 11
do. Y a ella, así como a la vida en el puro sentido fisiológico, se aplica el prin de la fábrica social
cipio de la continuidad mediante la renovación. Con la renovación de la zamos para lograr
existencia física se realiza, en el caso de los seres humanos, la recreación de po más civilizado e
las creencias, los ideales, las esperanzas, la felicidad, las miserias y las prác los seres humano<
ticas. La continuidad de toda experiencia, mediante la renovación del grupo dos a sí rnismos ~
social, es un hecho literal. La educación, en su sentido más amplio, es el adquirir las destrez
medio de esta continuidad de la vida. Cada uno de los elementos constitutivos El hijo de los sere
de un grupo social, tanto en una ciudad moderna como en una tribu salvaje, comparación con 1,
nace inmaduro, indefenso, sin lenguaje, creencias, ideas ni norrnas sociales. las habilidades nec
Cada individuo, cada unidad de portadores de la experiencia vital de su grupo tutela. iCuánto m~
desaparece con el tiempo. Y sin ernbargo, la vida del grupo continúa. adquisiciones tecn,
Los hechos primarios ineluctables del nacimiento y la muerte de cada uno
de los rniembros constitutivos de un grupo social determinan la necesidad de
la educación. De una parte, se halla el contraste entre la inmadurez de los 2. Educación J
miembros recién nacidos del grupo -sus únicos representantes futuros- y
la madurez de los miembros adultos que poseen el conocimiento y las cos Tan evidente ei
tumbres del grupo. De otra parte, existe la necesidad de que estos miembros existencia continu!
inrnaduros no sólo sean conservados físicamente en número suficiente, sino insistiendo indebid¡
también que sean iniciados en los intereses, propósitos, inforrnaciones, des ción en el hecho de
trezas y prácticas de los miernbros maduros: en otro caso, cesará en el gru una noción escoláE
po su vida característica. Aun en una tribu salvaje, las adquisiciones de los to, un método irnpo
adultos se hallan mucho más allá de lo que serían capaces de hacer los seres inmaduros: p
miembros inmaduros entregados a sr mismos. Con el desarrollo de la civiliza medio relativarnent·
ción aumenta la distancia entre las capacidades originales de los seres inma de modos de tutel
duros y las normas y costumbres de las personas rnayores. El mero creci seguridad de cOloc,
miento físico, el mero dominio de las puras necesidades de subsistencia, no La sociedad no
bastarán para reproducir la vida del grupo. Se requieren esfuerzos delibera nicación, sino que I
dos y trabajos reflexivos. Los seres recién nacidos no sólo desconocen, sino la comunicación. H
que son completamente indiferentes respecto a los fines y hábitos del grupo cornunidad y comu
102
@ Edicionés Morata, s. L
Democracia y educación La educación como necesidad de la vida 15
~en algunas espe social, que ha de hacérselos conocer e inspirarles interés activo hacia ellos.
¡táculos contra los La educación, y sólo la educación, llena este vacío.
¡ significa una rea La sociedad existe mediante un proceso de transmisión tanto como por la
organismos vivos. vida biológica. Esta transmisión se realiza por medio de la comunicación de
nferiores, como de hábitos de hacer, pensar y sentir de los más viejos a los más jóvenes. Sin esta
da" para designar comunicación de ideales, esperanzas, normas y opiniones de aquellos miem
ndividual. Cuando bros de la sociedad que desaparecen de la vida del grupo a los que llegan a
lcontrar dentro de él, la vida social no podría sobrevivir. Si los miembros que componen una
rmación sobre sus sociedad viviesen continuamente, podrían educar a los miembros recién naci
mte, de las ocupa dos, pero esta sería una tarea dirigida por intereses personales más que por
dios en el desarro necesidad social. Ahora es una labor de necesidad.
¡peranzas, gustos, Si una epidemia suprimiera de una vez a todos los miembros de una
te hablamos de la sociedad, es evidente que el grupo desaparecería de un modo permanente.
n norteamericana. Sin embargo, la muerte de cada uno de sus miembros constituyentes es tan
ncias, las victorias cierta como si una epidemia suprimiera a todos a la vez. Pero las diferencias
graduales de edad, el hecho de que nazcan algunos y mueran otros, hace
¡mo fecundo senti posible mediante la transmisión de ideas y prácticas la constante renovación
J, se aplica el prin de la fábrica social. Pero esta renovación no es automática. Si no nos esfor
renovación de la zamos para lograr que se realice una transmisión auténtica y perfecta, el gru
's, la recreación de po más civilizado caerá en la barbarie y después en el salvajismo. En verdad,
niserias y las prác los seres humanos jóvenes son tan inmaduros que si se les dejara entrega
lavación del grupo dos a sí mismos sin la guía y el socorro de los demás, no podrían ni aun
más amplio, es el adquirir las destrezas rudimentarias necesarias para la mera existencia física.
entos constitutivos El hijo de los seres humanos tiene tan poca destreza originariamente, en
1 una tribu salvaje, comparación con los hijos de muchos de los animales inferiores, que hasta
li normas sociales. las habilidades necesitadas para el sustento físico han de ser adquiridas, bajo
ia vital de su grupo tutela. iCuánto más no ocurrirá, pues, en este caso respecto a todas las
) continúa. adquisiciones tecnológicas, artísticas, científicas y morales de la humanidad!
luerte de cada uno
ln la necesidad de
inmadurez de los 2_ Educación y comunicación
llantes futuros- y
~imiento y las cos Tan evidente es, en efecto, la necesidad de enseñar y aprender para la
le estos miembros existencia continuada de una sociedad, que puede parecer que estamos
aro suficiente, sino insistiendo indebidamente sobre un lugar común. Pero esto tiene su justifica
lformaciones, des ción en el hecho de que tal insistencia es un medio de evitar que caigamos en
" cesará en el gru una noción escolástica y formal de la educación. Las escuelas son, en efec
Iquisiciones de los to, un método importante de la transmisión que forma las disposiciones de los
aces de hacer los seres inmaduros: pero son sólo un medio y, comparado con otros factores, un
Irrollo de la civiliza medio relativamente superficial. Sólo cuando hemos reconocido la necesidad
de los seres inma de modos de tutela más fundamentales y persistentes podemos tener la
res. El mero creci seguridad de colocar los métodos escolares en su verdadero lugar.
le subsistencia, no La sociedad no sólo continúa existiendo por la transmisión, por la comu
lsfuerzos delibera nicación, sino que puede decirse muy bien que existe en la transmisión y en
) desconocen, sino la comunicación. Hay más que un vínculo verbal entre las palabras común,
I hábitos del grupo comunidad y comunicación. Los hombres viven en una comunidad por vir
103
© Ediciones Morata, S. L
16 educación la educación como nece
tud de las cosas que tienen en común; y la comunicación es el modo en riencia. La experie
que llegan a poseer cosas en común. Lo que han de poseer en común con el la se requiere sali
fin de formar una comunidad o sociedad son objetivos, creencias, aspira puntos de contact(
ciones, conocimientos -una inteligencia común- una semejanza mental forma que aquél s,
como dicen los sociólogos. Tales cosas no pueden pasarse físicamente de lugares comunes
unos a otros, como ladrillos; no pueden compartirse como varias personas vamente, algo de
comparten un pastel dividiéndolo en trozos. La comunicación que asegura la mente de nuestra I
participación en una inteligencia común es la que asegura disposiciones emo Puede muy bien do
cionales e intelectuales semejantes, como modos de responder a las expec siga siendo vitalm
taciones y a las exigencias. aquellos que partic
Las personas no llegan a constituir una sociedad por vivir en una proximi convierte en rutina
dad física, del mismo modo que un hombre no deja de ser influido socialmen En fin de cuen
te por el hecho de estar alejado muchos metros o kilómetros de los demás. Un p'ara su propia per
libro o una carta pueden establecer una asociación más íntima entre seres Este amplia e ilun
humanos separados por millares de kilómetros que la que existe entre se crea responsabilid¡
res que viven bajo el mismo techo. Los individuos no constituyen tampoco un pensamiento. Un t
grupo social porque trabajen todos por un mismo fin. Las partes de una máqui como físicamente)
na trabajan con un máximo de cooperación por un resultado común, pero no experiencia pasad,
constituyen una comunidad. Si, no obstante, todas reconocieran el fin común ción entre el ser m¡
y se interesaran por él todas de modo que regularan su actividad específica en sino que la neoesi<
vista de él, entonces formarían una comunidad. Pero esto supondría comuni para reducir la exp'
cación. Cada una habría de conocer lo que conocían las demás y habría de comunicable y por'
poseer algún medio de tener informadas a las demás respecto a sus propios
propósitos y progresos. El consentimiento exige comunicación.
Nos vemos obligados a reconocer así que aun dentro del grupo más 3. E/lugar de J
social existen muchas relaciones que no son aún sociales. Un gran número
de relaciones humanas en todo grupo social se hallan aún en un plano seme Existe, pues, UI
jante a la máquina. Los individuos se utilizan unos a otros para obtener los obtiene de vivir con
resultados apeteCidos sin tener en cuenta las disposiciones emocionales e mer caso, la educac
intelectuales y el consentimiento de los que son utilizados. Tales usos expre la razón de la asoci,
san una superioridad física o una superioridad de posición, destreza, habili medida del valor de
dad técnica y dominio de los instrumentos, mecánicos o fiscales. En tanto que legal o religiosa, es
las relaciones de padres e hijos, maestros y alumnos, patronos y empleados, efecto, sin embargo
gobernantes y gobernados, subsistentes en este plano, no constituyen un tados y más inmedi.
verdadero grupo social, por muy íntimamente que sus actividades respectivas plo, comenzaron COI
se conexionen unas con otras. El dar y tomar órdenes modifica la acción y los y de evitar las influE
resultados, pero esto no efectúa por si mismo una participación de propósitos apetitos y asegurar I
ni una comunicación de intereses, parte, por la servidu
No sólo la vida social es idéntica a la comunicación, sino que toda comu otros productos Seol
nicación (y por tanto toda vida social auténtica) es educativa. Ser un receptor extensión de la vida
de una comunicación es tener una experiencia ampliada y alterada. Se parti estos efectos como I
cipa en lo que otro ha pensado y sentido, en tanto que de un modo restringi mismo, en nuestra v
do o amplio se ha modificado la actitud propia. Tampoco deja de ser afectado trial y económico, la
el que comunica. Realizad el experimento de comunicar, con plenitud y preci trabajo del mundo n
sión, alguna experiencia a otro, especialmente si es algo complicado, y en Pero al tratar ce
contraréis que ha cambiado vuestra propia actitud respecto a vuestra expe hecho humano ¡nmE
104
@ Ediciones Morata, $, l..
Democracla educación La educación como necesIdad dé la vlda 17
ión es el modo en riencia. La experiencia debe formularse para ser comunicada. Para formular
er en común con el la se requiere salirse fuera de ella, verla como la vería otro, considerar los
creencias, aspira puntos de contacto que tiene con la vida de otros, para que pueda adquirir tal
semejanza mental forma que aquél sea capaz de apreciar su sentido. Salvo cuando se trata de
Jse físicamente de lugares comunes y frases hechas, tenemos que asimilarnos, imaginati
10 varias personas vamente, algo de la experiencia de otros con el fin de hablarle inteligente
:ión que asegura la mente de nuestra propia experiencia. Toda comunicación es de igual género,
disposiciones emo Puede muy bien decirse, por consiguiente, que toda organización social que
.onder a las expec siga siendo vitalmente social o vitalmente compartida es educadora para
aquellos que participan en ella. Sólo cuando llega a fundirse en un molde y se
'ivir en una proximi convierte en rutina, pierde su poder educativo.
influido socialmen En fin de cuentas, pues, la vida social no sólo exige señalar y aprender
's de los demás, Un !=lara su propia permanencia, sino que el mismo proceso de convivir educa.
íntima entre seres Este amplía e ilumina la experiencia; estimula y enriquece la imaginación;
ue existe entre se crea responsabilidad respecto a la precisión y la vivacidad de expresión del
,tituyen tampoco un pensamiento. Un hombre que viva realmente aislado (aislado tanto mental
artes de una máqui como físicamente) tendría poca o ninguna ocasión de reflexionar sobre su
tdo común, pero no experiencia pasada para extraer su sentido neto, La desigualdad de actua
,cieran el fin común ción entre el ser maduro y el inmaduro no sólo exige la enseñanza del joven,
ividad específica en sino que la necesidad de esta enseñanza proporciona un inmenso estímulo
supondría comuni para reducir la experiencia a aquel orden y forma que la hará más fácilmente
demás y habría de comunicable y por tanto más utilizable.
Jecto a sus propios
tción,
ltro del grupo más 3. El lugar de la educación sistemática
's. Un gran número
I en un plano seme Existe, pues, una marcada diferencia entre la educación que cada uno
)s para obtener los obtiene de vivir con los demás y la educación deliberada del joven. En el pri
nes emocionales e mer caso, la educación es incidental: es naturel e importente, pero no expresa
;. Tales usos expre la razón de la asociación, Aun cuando pueda decirse, sin exageración, que la
;n, destreza, habili medida del valor de toda institución social, sea económica, doméstica, polftica,
;cales. En tanto que legal o religiosa, es su efecto en ampliar y perfeccionar la experiencia, este
ronos y empleados, efecto, sin embargo, no es una parte de sus motivos originales, que son limi
no constituyen un tados y más inmediatamente prácticos. Las asociaciones religiosas, por ejem
vidades respectivas plo, comenzaron con el deseo de asegurarse el favor de los poderes supremos
:lifica la acción y los y de evitar las influencias del mal; la vida familiar, con el deseo de satisfacer
ación de propósitos apetitos y asegurar la perpetuidad familiar; el trabajo sistemático, en su mayor
parte, por la servidumbre de los otros, etc, Sólo gradualmente se observaron
,ino que toda comu otros productos secundarios de la institución, sus efectos sobre la cualidad y la
¡va. Ser un receptor extensión de la vida consciente y, más gradualmente todavía, se consideraron
y alterada. Se parti estos efectos como factores directivos en el gobierno de la institución. Aún hoy
l un modo restringi mismo, en nuestra vida industrial, aparte de ciertos valores de carácter indus
leja de ser afectado trial y económico, la reacción intelectual y emocional bajO la cual se realiza el
:xm plenitud y preci trabajo del mundo recibe poca atención comparada con la producción física.
) complicado, y en Pero al tratar con el joven, el hecho de la asociación misma, como un
cto a vuestra expe- hecho humano inmediato, adquiere importancia. Aunque es fácil ignorar en
105
@ Edi:ciones Mordta, s, L
18 Democracia educación la educación como necesi
nuestra relación con él el efecto de nuestros actos sobre sus disposiciones o Pero a la transie
subordinar este efecto educativo a algún resultado externo y tangible, no es peligros manifiesto!
tan fácil hacerlo como cuando tratamos con los adultos. La necesidad de rectamente en el ju
adiestramiento es demasiado evidente; la presión para producir un cambio en compensan, en alg
su actitud y hábitos es demasiado urgente para prescindir completamente de La instrucción siste
esas consecuencias. Puesto que nuestro principal quehacer con él es capa muerta, abstracta y
citarle para compartir una vida en común, no podemos dejar de considerar si rias. El conocimient
estamos o no formando los poderes que aseguran esta capacidad. Si la pone, por lo menos
humanidad ha progresado en la comprensión de que el valor definitivo de fundidad de sentido
toda institución se halla en su efecto característicamente humano -su efec urgentes cotidianos.
to sobre la experiencia conscient&- podemos muy bien creer que esta lec Pero en una cul
ción ha sido aprendida en gran parte mediante el trato con la juventud. halla depOSitado en
Somos así llevados a distinguir, dentro del amplío proceso educativo que familiares. Tal mater
hemos considerado hasta ahora, a un género más sistemático de educación, ordinario de realidac
el de la tutela directa o escolaridad. En los grupos sociales no desarrollados nexión con las activi
encontramos muy poca enseñanza y adiestramiento sistemático (formal). Los no asimilado a las c
grupos salvajes se apoyan principalmente en el hecho de asentar en la juven te el peligro constan!
tud las disposiciones naturales necesitadas sobre la misma clase de asocia ramente el tema de
ción que mantiene a los adultos leales a su grupo. No poseen procedimientos experiencias de la v,
materiales ni institucionales para la enseñanza sino en conexión con las cere ciales pennanentes
monias de iniciación, por las cuales los jóvenes son introducidos en la socie 1105 intereses que no
dad como miembros plenos. En su mayor parte dependen de que los niños que siguen siendo e
aprendan las costumbres de los adultos, adquiriendo su tesoro de emociones en símbolos. Así ale:
y su depósito de ideas, participando en lo que hacen las personas mayores. ignora su necesida,
En cierto modo, esta participación es directa, al tomar parte en las opiniones que afecte a la vida (
de los adultos y al realizar así un aprendizaje; pero por otro lado, es indirecta cionada sobre asunl
a través de los juegos dramáticos en los que los niños reproducen las accio verbales: la adquisic
nes de los adultos y llegan así a saber que son sus semejantes. A los salva De aquí que uno
jes les parecería absurdo buscar un lugar donde no se hiciera nada más que cación ha de abordal
aprender con el fin de poder aprender. los modos de educac
Pero a medida que la civilización avanza, se amplía la distancia entre las intencionales. Cuanc
capaCidades del joven y las actividades de los adultos. El aprender por par técnica no influye er
ticipación directa en las actividades de los adultos se hace cada vez más difí vital ordinaria no logr
cil excepto en el caso de las ocupaciones menos avanzadas. Gran parte de lo cultos "ingeniosos", E
que hacen los adultos es tan remoto en el espacio y en su significación que la lo que los hombres s,
imitación por el juego es cada vez menos adecuada para reproducir su es aprendido por u na ta
píritu. La capacidad para participar eficazmente en las actividades adultas mente porque lo han
depende así de un adiestramiento previo proporcionado con este fin. Se orga con los demás, llega
nizan instituciones intencionadas -las escuelas- y material exprofeso -los todo desarrollo de un
estudios. Las tareas de enseñar ciertas cosas se delegan en un grupo espe
cial de personas.
Sin tal educación sistemática no es posible transmitir todos los recursos y Sumario
adquisiciones de una sociedad compleja. Aquélla abre también un camino a
un género de experiencia que no sería accesible al joven si le dejara adquirir La verdadera natl
un adiestramiento en asociación espontánea con los demás, puesto que se do. Puesto que esta
han dominado los libros y los símbolos del conocimiento. constantes, la vida e~
106
© Ediciones MOfeta, S. L
Democracia Veducación La educación romo necesidad de la vida 19
reproducción son a la vida fisiológica, el! la educación a la vida social. Esta CAPíTULO 11
educación consiste primordialmente en la transmisión mediante la comunioa
ción. La comunicación es un proceso a compartir la experiencia hasta que
ésta se convierte en una posesión común. Modifica la disposición de las dos
partes que participan en ella, Que la significación ulterior de toda forma de
asociación humana se halla en la contribución que haca el perfeccionamien
to de la cualidad de la experiencia, es un hecho que se reconoce más fácil
mente al tratar con los seres inmaduros. Esto equivale a decir que, mientras
toda organización social tiene un efecto educativo, este efecto llega a ser una
parte importante del propósito de la asooiación en conexión con la asociación
de los más viejos con los más Jóvenes. A medida que las sociedades se
hacen más complejas en su estructura y recursos, aumenta la necesidad de
la enseñanza y el aprendizaje sistemático o intenoional. A medida que la
enseñanza y el aprendizaje ganan en extensión, existe el peligro de orear una
separación indeseable entre la experiencia obtenida en las asooiaciones más
directas y la que se adquiere en la escuela. Este peligro no ha sido nunca más
grande que en los tiempos presentes a oausa del rápido desarrollo en los últi
mos siglos del conocimiento y las formas técnicas de destreza. 1. Nsturaleza y
Hemos visto que
continua ,autorrenov¡
desarrollo educativo
tes, inintencionados
iniciados y aparente
pios recursos ideale
nutrición y de cultivo.
atención a las con di
elevar, edificar palab
aspira a salvar. Etim
un proceso de dirigir
proceso hablamos a
moldeadora, formad.
mativa de la actlvida.
generales del modo,
duros a su forma soc
Como lo que se n
riencia hasta que pal
el grupo social, el pr,
física. Las cosas pUE
ser transportadas COI
extraer e insertar fisi
imposibilidad del cor
descubrir el método I
los viejos conforman
En su formulació
acción del ambiente,
108
© Ediciones Momta, $. L
Democracia y educaclón
no pueden ser incrustadas; las actitudes necesarias no pueden ser modela sentir lo que han de
das materialmente. Pero el medio particular en que vive el individuo le lleva a de conducta tan 50(
ver y sentir una cosa mejor que otra; le lleva a tener ciertos planes para que hostil.
pueda actuar con éxito con los demás; fortalece algunas creencias y debilita Tenemos que im
otras como condición para merecer la aprobación de los otros. Así se produ sus miembros inma(
ce gradualmente en él cierto sistema de conducta, cierta disposición para la hábitos extemos de
acción. Las palabras "ambiente", "medio", designan algo más que los lugares ciones en su acción I
próximos al hombre. Designan la continuidad aspacrtica da esos lugares con diferentes porque 1m
sus propias tendencias activas. Un ser inanimado es naturalmente una cosa humanos controlan ,
continua con su medio físico; pero las circunstancias que le rodean no cons influyen en ellos; en
tituyen, sino es metafóricamente, un medio ambiente, Porque el ser inorgáni mento, los frenos y 1,
co no se interesa por las influencias que actúan sobre él. De otra parte, algu gir los modos por 1m
nas cosas que se hallan remotas en el espacio y el tiempo respecto a una vas de los caballos. '
criatura viva, especialmente de una criatura humana, pueden constituir su actos, se forman há
ambiente de un modo aún más verdadero que algunas cosas próximas a ella:. estímulos originales.
Las cosas con las que varía un hombre constituyen un auténtico ambiente .. encuentra su alimen
Así las actividades del astrónomo varían con los astros que observa o sobre dada, su actividad SE
los cuales hace sus cálculos. De su medio físico inmediato, es su telescopio un camino en vez de
su ambiente más íntimo. El medio ambiente de un arqueólogo, como tal, con Las acciones hUI
siste en las épocas remotas de la vida humana que estudia y los restos, ins quemada, teme al fUI
cripciones, etc., por los cuales establece conexiones con aquel período. que cada vez que un
En suma, el medio ambiente consiste en aquellas condiciones que pro ría a evitar el juguete
mueven o dificultan, estimulan o inhiben las actividades características de un ahora nos hemos oc
ser vivo. El agua es el medio ambiente de un pez porque es necesaria para rencia de la enseñar
sus actividades -para su vida. El Polo Norte es un elemento significativo' realizan en la acció
para un explorador ártico, tenga o no éxito en su empresa, porque define sus emocionales de la co
actividades y hace de enas lo que característicamente son. Precisamente por El niño pOdría engenl
que la vida no significa una mera existencia pasiva (suponiendo que pudiera to a aquel juguete pa
haber tal cosa), sino un modo de actuar, el medio ambiente significa lo que parecieran. La avers
interviene en esta actividad como una condición de éxito o de fracaso. quemadura originaria
tificar su antipatía ap
hábito externo de ac,
2. El medio ambiente social tírnulos de ésta, se ¡
a la acción. Sin emb
Un ser cuyas actividades están asociadas con las de otros tiene un para evitar un golpe
ambiente social, Lo que hace y lo que puede hacer depende de las expecta miento o emoción COI
tivas, exigencias, aprobaciones y condenas de los demás. Un ser conexiona rencias entre el adies
do con otros no puede realizar sus propias actividades sin tener en cuenta las Puede encontrars,
actividades de enos. Pues éstas son las condiciones indispensables para la cipa realmente en el L
realización de sus tendencias. Cuando se mueve las atrae y recíprocamente. caballo para asegurar
Podríamos tratar también de imaginar a un hombre de negocios haciendo sus 110 realizar el acto: la
gestiones, comprando y vendiendo sólo por sí mismo, como concebir y defi mente no adquiere un
nir las actividades de un individuo en vista de sus acciones aisladas. El fabri el servicio que presta.
cante, además, se halla guiado tan socialmente en sus actividades cuando tícipe, al realizar la ae
traza sus planes en su despacho particular como cuando está compran ción que tienen los de
do sus primeras materias o vendiendo sus productos elaborados, Pensar y Ahora bien, enmu
110
© EdicIones Morata, $. L
la educación como función social 23
Democracia y educaclón
pueden ser modela sentir lo que han de ser sus acciones en relación con los demás es un modo
el individuo le lleva a de conducta tan social como lo es el acto más definidamente cooperativo u
rtos planes para que hostil.
¡ creencias y debilita Tenemos que indicar más especialmente cómo el medio social forma a
otros. Así se produ sus miembros inmaduros. No ofrece gran dificultad ver cómo estructura los
a disposición para la hábitos externos de acción. Hasta los perros y los caballos sufren modifica
más que los lugares ciones en su acción por la asociación con los seres humanos; forman hábitos
de esos lugares con diferentes porque los seres humanos intervienen en io que hacen. Los seres
turalmente una cosa humanos controlan a los animales controlando los estímulos naturales que
e le rodean no cons influyen en elios; en otras palabras, creando un cierto medio ambiente. El ali
)[que el ser inorgáni mento, los frenos y las bridas, las voces y los vehículos se emplean para diri
. De otra parte, algu gir los modos por los cuales se producen las respuestas naturales o instinti
mpo respecto a una vas de los caballos. Operando de un modo persistente para provocar ciertos
pueden constituir su actos, se forman hábitos que funcionan con la misma uniformidad que los
Jsas próximas a ella. estímulos originales. Si se coloca a una rata en un laberinto y ésta sólo
auténtico ambiente. encuentra su alimento realizando cierto número de vueltas en una sucesión
que observa o sobre dada, su actividad se modifica gradualmente hasta que toma habitualmente
ato, es su telescopio un camino en vez de otro cuando está hambrienta.
ólogo, como tal, con Las acciones humanas se modifican de igual forma. Un niño que se ha
¡dia y los restos, ins quemado, teme al fuego; si un padre dispusiese las condiciones de tal suerte
1 aquel período.
que cada vez que un niño tocara cierto juguete se quemara, el niño aprende
:ondiciones que pro ría a evitar el juguete tan automáticamente como evita tocar el fuego. Hasta
características de un ahora nos hemos ocupado de lo que podemos llamar adiestramiento a dife
le es necesaria para rencia de la enseñanza educativa. Los cambios que hemos considerado se
lemento significativo realizan en la acción exterior más que en las disposiciones mentales y
la, porque define sus emocionales de la conducta. La diferencia no es, sin embargo, muy profunda.
n. Precisamente por El niño podría engendrar con el tiempo una antipatía violenta no sólo respec
oniendo que pudiera to a aquel juguete particular, sino también a toda clase de juguetes que se le
iente significa lo que parecieran. La aversión podría persistir aún después de haber olvidado la
) o de fracaso. quemadura originaria; más tarde podría hasta inventar alguna razón para jus
tificar su antipatía aparentemente irracional. En algunos casos, alterando el
hábito externo de acción por el cambio del ambiente para afectar a los es
tímulos de ésta, se alterará también la disposición mental correspondiente
a la acción. Sin embargo, no siempre ocurre esto; una persona adiestrada
s de otros tiene un para evitar un golpe amenazador, lo rehuye automáticamente sin el pensa
ende de las expecta miento o emoción correspondiente. Hemos de encontrar, pues, algunas dife
IS. Un ser conexiona
rencias entre el adiestramiento y la educación.
n tener en cuenta las Puede encontrarse una orientación en el hecho de que el caballo no parti
dispensables para la cipa realmente en el uso social al que se dirige su acción. Algunos utilizarán el
ae y recíprocamente. caballo para asegurar un resultado ventajoso haciendo ventajoso para el caba
,gocios haciendo sus llo realizar el acto: la obtención de alimento, etc. Pero el caballo presumible
:omo concebir y defi mente no adquiere un nuevo interés. Sigue interesado por el alimento, no por
les aisladas. Elfabri el servicio que presta. No participa en la actividad asignada. Si fuera un copar
¡ actividades cuando tícipe, al realizar la actividad conjunta tendría el mismo interés por su realiza
ando está compran ción que tienen los demás. Participaría en sus ideas y emociones.
¡laborados. Pensar y Ahora bien, en muchos casos -en demasiados casos- se actúa sobre la
111
© Ediciones Morata, $, L
24 Oémocracía y educación la educación como runclón
actividad del ser humano inmaduro simplemente pera asegurar hábitos que Puesto que el ler
son útiles. Es adiestrado como un animal más que educado como un ser aprender sobre mucl
humano. Sus instintos permanecen adscritos a sus objetos originarios de dolor za, naturalmente, co
o placer. Mas para lograr la felicidad o para evitar el dolor del fracaso tiene que que, por tanto, no ex
actuar de acuerdo con los demás. En otros casos, comparte o participa en la clase de estímulo p
actividad común. En este caso, se modifica su impulso original. No sólo actúa apaciguador, tendier
de un modo que está de acuerdo con los demás, sino que al actuar así se sus brero" tendría tan po
citan en él las mismas ideas y emociones que animan a los otros. Una tribu, aparentemente Inarti
por ejemplo, es de carácter guerrero. El éxito por el que lucha, las adquisicio en la que participa ur
nes que persigue, están conexionados con la lucha y la victoria. La presencia la calle, le dice "el se
de este medio incita las exhibiciones belicosas de un muchacho, primero en calle se convierte en
forma de juegos y después en forma real al ser bastante fuerte. Cuando lucha, tos físicamente, sine
conquista la aprobación y el avance; cuando se refrena, es censurado, ridicu' aquélla en común. P,
lizado y alejado de un reconocimiento favorable. No es sorprendente que sus 90, el sonido "sombr
tendencias y emociones bélicas originarias se fortalezcan a expensas de las tiene para los padres
demás, y que sus ideas se dirijan a cosas relacionadas con la guerra. Sólo de mero hecho de que I
este modo puede llegar a ser plenamente un miembro reconocido de su gru es suficiente por sí r
po. Así sus hábitos mentales son asimilados gradualmente a los de éste. conexión con la expe
Si formulamos el principio comprendido en este ejemplo, percibiremos En suma, el SOl
que el medio social ni implanta directamente ciertos deseos e ideas ni es misma forma que la
tablece tampoco ciertos hábitos de acción puramente musculares, como y ambos adquieren,
cerrar los ojos o evitar un golpe "instintivamente". El primer paso lo constitu porque los dos se el
ye establecer condiciones que estimulen ciertos modos visibles y tangibles de mismo modo de usar
acción. Hacer al individuo un partícipe en la actividad asociada de modo que se emplean primero ,
sienta su éxito y su fracaso como propios, constituye la etapa complementa cer una conexión acli
rla. Tan pronto como esté poseído por la actitud emocional del grupo se sen nes semejantes porq
tirá alerta para reconocer los fines especiales a los que aspira éste y los pes de una acción en
medios empleados para tener éxito. En otras palabras, sus creencias y sus la otra hace. Si dos s
ideas adoptarán una forma semejante a las de los demás del grupo. También to sonido signiflcára I
adquirirá el mismo caudal de conocimientos, puesto que éste es un ingre el que lo oye "mover!
diente de sus actividades habituales. zar juntos con éxito s
La importancia del lenguaje para la adquisición de conocimientos es in los objetos, incluidos
dudablemente la principal causa de la idea común de que el conocimiento a la realización de un
puede transmitirse directamente de unos a otros. Parece casi como si todo lo Una vez que los ~
que tenemos que hacer para llevar una idea a la mente de otro es introducir otras cosas emplead
un sonido en sus oídos. Así la transmisión de conocimiento se asimila a un xlón con otros son id.
proceso puramente físico. Pero el aprendizaje del lenguaje vendrá a confir mente como se halla
mar, cuando se analiza, el principio acabado de establecer. Se admitirá pro por las que un niño al
bablemente, con pocas dudas, que el niño adquiere, por ejemplo, la idea de mente un sentido (o fl
un sombrero usándolo como lo hacen otras personas: poniéndoselo en su un interés y una finali,
cabeza, dándoselo a los demás para que lo lleven, recogiéndolo cuando va a incitar al que las oye
salir, etcétera. Pero puede preguntarse cómo este principio de la actividad des en que se usa E
compartida se aplica para obtener mediante la palabra hablada o la lectura, labras "casco griego
por ejemplO, la idea de un casco griego en el cual no interviene un uso direc emplearon el casco. E
to de ninguna clase.¿Qué actlv:idad compartida hay en el aprender de los partida. No es fácil 01
libros el descubrimiento de América? ' de las personas probó
112
© Ediciones Momia, S. L
Democracia y éducacl6n la educación como función social 25
;¡segurar hábitos que Puesto que el lenguaje tiende a convertirse en el instrumento principal del
jucado como un ser aprender sobre muchas cosas. veamos cómo actúa. El niño pequeño comien
JS originarios de dolor za. naturalmente. con meros ruidos y sonidos que no tienen ningún sentido y
,del fracaso tiene que que, por tanto, no expresan ninguna idea. Los sonidos son precisamente una
¡arte o participa en la clase de estfmulo para una respuesta directa, teniendo algunos un efecto
,riginal. No sólo actúa apaciguador. tendiendo otros a provocar una sacudida, etc. El sonido "som
el al actuar así se sus brero" tendría tan poco sentido como otro de una lengua salvaje. un gruñido
~ los otros. Una tribu, aparentemente inarticulado, si no fuera proferido en conexión con una acción
lucha, las adquisicio en la que participa un grupo de personas. Cuando la madre sale con el niño a
victoria. La presencia la calle. le dice "el sombrero" al poner algo en la cabeza del niño. El salir a la
luchacho, primero en calle se convierte en un interés para éste; la madre y el niño no sólo salen jun
fuerte. Cuando lucha, tos físicamente, sino que ambos son afectados por la salida; disfrutan de
es censurado, ridicu aquélla en común. Por conjunción con los demás factores que entran en jue
lorprendente que sus go. el sonido "sombrero" adquiere pronto el mismo sentido para el niño que
in a expensas de las tiene para ios padres; liega a ser un signo de la actividad en que interviene. El
:on la guerra. Sólo de mero hecho de que el lenguaje consista en sonidos mutuamente Inteligibles
eco nacido de su gru es suficiente por sí mismo para mostrar que su significación depende de su
lte a los de éste. conexión con la experiencia compartida.
jemplo, percibiremos En suma, el sonido 'sombrero" adquiere sentido precisamente en la
eseos e ideas ni es misma forma que la cosa "sombrero"; usándolo en un sentido deteffi1inado.
e musculares. como y ambos adquieren el mismo sentido para el niño que tienen para el adulto,
mer paso lo constitu porque los dos se emplean en una experiencia común. La garantía para el
lisibles y tangibles de mismo modo de usarlos se encuentra en el hecho de que la cosa y el sonido
,ociada de modo que, se emplean primero en una actividad conjunta, como un medio para estable
etapa complementa cer una conexión activa entre el niño y un adulto. Surgen ideas o significacio
nal del grupo se sen nes semejantes porque ambas personas están comprometidas como partíci
lue aspira éste y los pes de una acción en la que lo que hace cada una depende e influye en lo que
, sus creencias y sus. la otra hace. Si dos salvajes emprendieran juntos una partida de caza y cier
IS del grupo. También to sonido significara para el que lo profiere "moverse hacia la derecha" y para
lue éste es un ingre el que lo oye "moverse hacia la izquierda", es evidente que no podrfan reali
zar juntos con éxito su partida de caza. Entenderse unos a otros significa que
conocimientos es in los objetos, incluidos los sonidos. tienen el mismo valor para ambos respecto
que el conocimiento a la realización de una finalidad común.
e casi como si todo lo Una vez que los sonidos han adquirido sentido mediante su conexión con
¡ de otro es introducir otras cosas empleadas en una empresa común, pueden emplearse en cone
iento se asimila a un xión con otros sonidos análogos para desarrollar nuevos sentidos, precisa
¡uaje vendrá a confir mente como se hallan combinadas las cosas a que aluden. Así las palabras
¡cero Se admitirá pro por las que un niño aprende, por ejemplo, el casco griego, tuvieron originaria
Jr ejemplo. la idea de mente un sentido (o fueron comprendidas) por su uso en una acción que tenía
: poniéndoselo en su un interés y una finalidad comunes. Ahora suscitan una nueva significación al
giéndolo cuando va a incitar al que las oye o las lee a representarse imaginativamente las activida
lcipio de la actividad des en que se usa el casco. En ese momento. el que comprende las pa
hablada o la lectura, labras "casco griego" llega a ser mentalmente un copartícipe de los que
ierviene un uso diree emplearon el casco. Emprende, mediante su imaginación, una actividad com
n el aprender de los partida. No es fácil obtener el pleno sentido de las palabras. La mayor parte
de las personas probablemente se detienen en la idea de que casco designa
113
@ EdiCiones Morata. S. L
Democracia y educación La educación como función
un extraño tipo de cubrecabezas que los griegos, llevaron una vez. Conclui ción es que sus mOl
mos, por tanto, que el uso del lenguaje para expresar y adquirir ideas es una que tuvieron sus me
extensión y refinamiento del principio de que las cosas adquieren sentido objetos sensibles p,
usándolas en una experiencia compartida o una acción conjunta; en ningún recuerdo e imagina(
sentido contraviene ello ese principio. Cuando las palabras no intervienen puestos en movimi
como factores en una situación compartida, ni real ni imaginatlvamente, ope corrientes. La conte
ran como eslfmulos puramente físicos, no poseyendo sentido ni valor intelec pendientemente de
tual. Hacen que la actividad discurra por un cauce determinado, pero no las enseñanza conscier
acompaña un propósito consciente o un sentido. Asr, por ejemplo, el signo + formadas por su má
puede ser un estímulo para realizar el acto de escribir un número debajo de proporcionar objetos
otro y sumarlos; pero la persona que realiza el acto operará como un autó Como esta "influ,
mata si no comprende el sentido de lo que hace. te que afecta a toda:
especificar unas CUE
En primer lugar, lO!
3. El medio social como educativo hablar, la masa del'
vida y se desarrollan
El resultado neto obtenido hasta ahora es que el ambiente social forma la una necesidad socia
disposición mental y emocional de la conducta en los individuos introducién damente, la lengua r.
dolos en actividades que despiertan y fortalecen ciertos impulsos, que tienen pueden ser corregid(
ciertos propósitos y provocan ciertas consecuencias. Un niño que se desa embargo, en momel
rrolla en una familia de músicos tendrá inevitablemente estimuladas musical mente adquiridos de
mente cualesquiera capacidades que posea, y relativamente estimuladas lengua realmente na
má5l que otros Impulsos que pudieran haber sido despertados en otro riamente más podel
ambiente. Si no toma interés por la música y adquiere cierta competencia con como se dice, de la
ella, "quedará fuera"; será incapaz de participar en la vida del grupo a que adquiere por la acch
pertenece. Son inevitables algunas formas de participación en la vida de una información Iral
aquellos con los que el individuo está relacionado; respecto a ellos, el am corrección e instrucc
biente social ejerce una influencia educativa o formativa Inconscientemente' y son al fin el agente ~
aparte de todo propósito establecido. no son sino una mor<
En las comunidades salvajes y bárbaras, tal participación directa (que ción consciente prob:
constituye la educación indirecta o incidental de que hemos hablado) pro "el hacer y el hablar'
porciona casi la única influencia para incorporar a los jóvenes a las prácticas tercer lugar, está el b
y creencias del grupo. Aun en las sociedades de nuestro tiempo aquélla pro da constantemente ~
porciona la formación básica hasta de la juventud más insistentemente some se desarrollará natu
tida a la acción escolar. De acuerdo con los intereses y ocupaciones del gru ambiente chabacano
po, ciertas cosas llegan a ser objetos de alta estimación; otras, de aversión. como una vecindad I
La asociación no crea impulsos de afecto y disgusto, pero proporciona los tales obstáculos, la e
objetos a que se adscriben. El modo en que nuestro grupo o clase hace las suministrar una Inlon
cosas tiende a determinar los objetos propios de atención y así prescribir la demás. Tal gusto no I
dirección y límites de la observación y la memoria. Lo que es extraño o ex ro, sino que seguirá s
tranjero (es decir, fuera de las actividades del grupo) tiende a ser moral a quienes se ha ens!
mente prohibido e intelectualmente sospechoso. Parece casi increíble para los juicios de valor se
nosotros, por ejemplo, que las cosas que conocemos muy bien hayan podido se encuentra habitual
escapar al conocimiento de las edades pasadas. Nos inclinamos a explicár car una fusión de los:
noslo atribuyéndolo a la estupidez congénita de nuestros antepasados y que nuestra eSlimaci(
suponiendo una Inteligencia nativa superior de nuestra parte. Pero la explica mas de las que no te
114
© EdiCIones Morata, S. L
Democracia educación La educación como función social 27
'on una vez. Conclui ción es que sus modos de vida no llamaron su atención a tales hechos, sino
adquirir ideas es una que tuvieron sus mentes dirigidas a otras cosas. Así como los sonidos exigen
~s adquieren sentido objetos sensibles para estimularlos, así nuestros poderes de observación,
I conjunta; en ningún recuerdo e imaginaCión no actúan tampoco espontáneamente, sino que son
abras no intervienen puestos en movimiento por las exigencias de las ocupaciones sociales
aginativamenle,ope corrientes. La contextura principal de las disposiciones está fonnada, inde
mtido ni valor intelec pendientemente de la escuela, por tales influencias. Lo que puede hacer la
,rminado, pero no las enseñanza consciente, deliberada, es a lo más liberar las capacidades así
)r ejemplo, el signo + formadas por su más pleno ejercicio; purgarlas de algunas de sus rudezas y
Jn nÚmero debajo de proporcionar objetos que hagan a su actividad más productiva de sentido.
)erará como un autó Como esta "influencia inconsciente del ambiente" es tan sutil y penetran
te que afecta a todas las fibras del carácter y el espíritu, puede valer la pena
especificar unas cuantas direcciones en las que su efecto es más marcado.
En primer lugar, los hábitos del lenguaje. Los modos fundamentales del
hablar, la masa del vocabulario, se forman en el intercambio ordinario de la
vida y se desarrollan no como una serie de medios de instrucción, sino como
biente social forma la una necesidad social. El niño pequeño adquiere, como decimos muy acerta
Idividuos introducién damente, la lengua materna. Aun cuando los hábilos del hablar así contraídos
impulsos, que tienen pueden ser corregidos o hasta desplazados por la enseñanza consciente, sin
Jn niño que se desa embargo, en momentos de excitación, los modos de hablar Intencionada
estimuladas musical mente adquiridos desaparecen con frecuencia y los individuos vuelven a su
lamente estimuladas lengua realmente nativa. En segundo lugar, las maneras. El ejemplo es noto
:Jespertados en otro riamente más poderoso que el precepto. Las buenas maneras proceden,
arta competencia con como se dice, de la buena crianza, o mejor son buena crianza; y ésta se
vida del grupo a que adquiere por la acción habitual, en respuesta a estímulos habituales no por
lación en la vida de una información transmitida. A despecho del juego nunca acabado de la
pecto a ellos, el am corrección e instrucción conscientes, la atmósfera y el espíritu ambientales
inconscientemente y son al fin el agente principal en la formación de las maneras. Y las maneras
no son sino una moralidad menor. Además, en la moralidad mayor la instruc
:;ipación directa (que ción consciente probablemente sólo es eficaz en el grado en que coincide con
hemos hablado) pro "el hacer y el hablar" de los que constituyen el ambiente social del niño. En
venes a las prácticas tercer lugar, está el buen gusto y la apreciación estética. Si la vista es afecta
o tiempo aquélla pro da constantemente por objetos armoniosos, con elegancia de forma y color,
Isistentemente some se desarrollará naturalmente un espfritu de buen gusto. El efecto de un
ocupaciones del gru ambiente chabacano, desordenado y recargado destruye el buen gusto, asi
n; otras, de aversión. como una vecindad miserable y estéril devasta el deseo de belleza. Contra
pero proporciona los tales obstáculos, la enseñanza consciente difícilmente puede hacer más que
'upo o clase hace las suministrar una infonnación de segunda mano respecto a lo que piensan los
ión y así prescribir la demás. Tal gusto no llegará a ser nunca espontánea y personalmente madu
que es extraño o ex ro, sino que seguirá siendo un recuerdo elaborado de lo que piensan aquellos
, tiende a ser moral a quienes se ha enseñado a mirar. Decir que las normas más profundas de
)e casi increíble para los juicios de valor son estructuradas por las situaciones en que una persona
uy bien hayan podido se encuentra habitualmente no es tanto mencionar un cuarto punto como indi
nclinamos a explicár car una fusión de los ya mencionados. Raramente reconocemos la medida en
stros antepasados y que nuestra estimación consciente de lo que es y no es valioso se debe a nor
larte. Pero la explica- mas de las que no tenemos conciencia en absoluto. Pero en general, puede
115
@ Ediciones Momta, s" L
28 Democracia educacIón La educación como función
decirse que las cosas que aceptamos sin indagación o reflexión son justa Este modo de é
mente las cosas que determinan nuestro pensar consciente y deciden nues licas, en comparaci.
tras resoluciones. Y estos hábitos que se hallan bajo el nivel de la reflexión observadas. En prir
son precisamente aquellos que se han formado en el dar y tomar constantes pleja para ser asimíl
de las relaciones con los demás. milarse en porcione
nuestra vida social p
que un niño colocad
4. La escuela como medio ambiente especial mente en muchas di
no se le puede coml
La importancia prIncipal de esta exposición del proceso educalivo que se posición mental. No
realiza de buen o mal grado consiste en hacernos observar que el tipo de cios, la política, el a
educación que adquiere el ser inmaduro se realiza controlando el ambiente atención y la confusi,
en que actúa, y por tanto piensa y siente. Nosotros nunca educamos directa que llamamos la ese
mente, sino de,forma indirecta por medio del ambiente. Constituye una gran ciona los rasgos qUE
diferencia el que permitamos al ambiente realizar su obra o que organicemos a los jóvenes. Despl
ambientes con este propósito. Y todo medio ambiente es casual en lo que res primeramente ae
concierne a su influencia educativa si no se le regula deliberadamente con re complicados.
ferencia a su efecto educativo. Un hogar inteligente difiere de uno ininteli En segundo lug€
gente principalmente en el hecho de que los hábitos de vida y de trato que sea posible, los rasgl
prevalecen en aquél son escogidos o al menos matizados por la idea de su influyan sobre los há
efecto sobre el desarrollo de los niños. Pero las escuelas siguen siendo, natu" ficado. La selección I
ralmente, el caso tfpico del ambiente formado con la finalidad expresa de sea indeseable. Todi
influir en las disposiciones mentales y morales de sus miembros. ramas muertas del p,
Hablando groseramente, las escuelas nacen cuando las tradiciones socia la tiene el deber de ,
les son tan complejas que una parte considerable del caudal social se confía por tanto de hacer lo
a la escritura y se transmite mediante srmbolos escritos. Los símbolos escri ordinario. Al seleccio
tos son aún más artificiales o convencionales que los hablados; no pueden pOder de esto mejor.
ser obtenidos en el intercambio accidental con los demás seres. Además, las prende que es respar
formas escritas tienden a seleccionar y registrar materias que son relativa adquisiciones existel
mente extrañas a la vida cotidiana. Los logros acumulados de generación en mejor. La escuela es
generación se depositan en ella, aunque algunos quedan fuera de uso tem En tercer lugar, e
poralmente. Por consiguiente, tan pronto como una comunidad depende en mentas del ambiente
una medida considerable de lo que está más allá de su propio territorio y su dad para librarse de I
propia generación inmediata, tiene que acudir al auxilio de las escuelas para ponerse en contacto
asegurar la adecuada transmisión de todos sus recursos. Para citar un ejem ·sociedad" y "comuni
plo evidente: la vida de los antiguos griegos y romanos ha influido profunda tendencia a hace mOl
mente en la nuestra y, sin embargo, los modos en que nos han afectado no se la palabra particular.
presentan en la superficie de nuestras experiencias ordinarias. De manera sociedades más o m
análoga, los pueblos que aún existen, .pero que se hallan remotos en el espa de amistades, consti!
cio, el británico, el alemán, el italiano, influyen directamente en nuestros asun juego de una calle e¡
tos sociales, pero no puede comprenderse la naturaleza de la interacción sin otra. Saliendo de estl
una exposición y una atención explícitas. De un modo totalmente análogo, no tro gran diversidad d
puede confiarse en nuestras asociaciones cotidianas para explicar a los jóve Dentro de la ciudad I
nes el papel desempeñado en nuestras actividades por energras físicas remo probablemente comu
tas y por estructuras invisibles. De ahí que se haya establecido un modo de gobierno y control
especial de intercambio social, la escuela, para atender a tales asuntos. en una época anteric
116
Democracia educación La educación como función social 29
o reflexión son justa Este modo de asociación tiene tres funciones suficientemente esped
iente y deciden nues ficas, en comparación con las asociaciones ordinarias de la vida, para ser
)1 nivel de la reflexión observadas. En primer lugar, una civilización compleja es demasiado com
3.r y tomar constantes pleja para ser asimilada en su totalidad. Ha de fragmentarse en partes y asi
milarse en porciones de un modo gradual y graduado. Las relaciones de
nuestra vida social presente son tan numerosas y se hallan tan entrelazadas,
que un nino colocado en la posición más favorable no pOdría participar fácil
~ial mente en muchas de las más importantes de ellas. No participando en ellas,
no se le puede comunicar su sentido ni llegar a formar parte de su propia dis
eso educativo que se posición mental. No podría ver los árboles por causa del bosque. Los nego
servar que el tipo de cios, la política, el arte, la ciencia, la religión reclamarían todos a la vez su
ltrolando el ambiente atención y la confusión sería el resultado. La primera misión del órgano social
ca educamos directa que llamamos la escuela es ofrecer un ambiente simplificado. Aquélla selec
, Constituye una gran ciona los rasgos que son más fundamentales y capaces de hacer reaccionar
ra o que organicemos a los jóvenes. Después, establece un orden progresivo, utilizando los facto
es casual en lo que res primeramente adquiridos como medios de obtener una visión de los más
iberadamente con re complicados.
lifiere de uno ininteli En segundo lugar, es misión del ambiente escolar eliminar, hasta donde
e vida y de trato que sea posible, los rasgos perjudiciales del medio ambiente existente para que no
dos por la idea de su influyan sobre los hábitos mentales. Aquél establece un medio de acción ¡:luri
¡ siguen siendo, natu ficado. La selección no sólo aspira a simplificar, sino también a eliminar lo que
finalidad expresa de sea indeseable. Toda sociedad está abrumada con lo que es trivial, con las
l1embros. ramas muertas del pasado y con lo que es positivamente perverso. La escue
las tradiciones socia la tiene el deber de eliminar tales cosas del ambiente que ella proporciona y
~udal social se confía por tanto de hacer lo que pueda para contrarrestar su influjo en el medio social
;. Los símbolos escri ordinario. Al seleccionar lo mejor para su uso exclusivo, lucha por reforzar el
hablados; no pueden poder de esto mejor. A medida que una sociedad se hace más ilustrada, com
LS seres. Además, las prende que es responsable no sólo de transmitir y conservar la totalidad de sus
'ias que son relatlva adquisiciones existentes, sino también de hacerlo para una sociedad futura
lOS de generación en mejor. La escuela es el agente principal para la consecución de este fin.
an fuera de uso tem En tercer lugar, es misión del ambiente escolar contrarrestar diversos ele
munidad depende en mentos del ambiente social y tratar de que cada individuo logre una oportuni
I propio territorio y su dad para librarse de las limitaciones del grupo social en que ha nacido y para
de las escuelas para ponerse en contacto vivo con un ambiente más amplio. Palabras tales como
s. Para citar un ejem "sociedad" y "comunidad" se prestan a malas interpretaciones, pues tienen la
ha influido profunda tendencia a hacernos pensar que existe una cosa singular correspondiente a
)s han afectado no se la palabra particular, En realidad, una sociedad moderna equivale a muchas
rdinarias. De manera sociedades más o menos conexionadas. Cada casa con el círculo inmediato
1 remotos en el espa de amistades, constituye una sociedad; la aldea o el grupo de compañeros de
nte en nuestros asun juego de una calle es una comunidad; cada grupo de negocios, cada club es
! de la interacción sin otra. Saliendo de estos grupos más íntimos, existen en un pars como el nues
,talmente análogo, no tro gran diversidad de razas, afiliaciones religiosas y divisiones económicas.
ra explicar a los jóve Dentro de la ciudad moderna, a pesar de su unidad política nominal, existen
mergías físicas remo probablemente comunidades, costumbres, tradiciones, aspiraciones y formas
astablecido un modo de gobierno y control más diferentes de las que existían en todo un continente
a tales asuntos. en una época anterior.
117
© Ediciones Momia, R L
30 Democracia y educación la educación como función
Cada uno de tales grupos ejerce una influencia formativa sobre las dispo ambiente social con
siciones activas de sus miembros. Un corrillo, un club, una banda, una parti jantes que intervienE
da de ladrones, los presos de una cárcel ofrecen ambientes educativos para bros. Aquél es verda
los que entran en sus actividades colectivas o conjuntas, tan reales como una un individuo compar
iglesia, un sindicato obrero, un negocio en comandita o un partido polltico. partiCipación en la al
Cada uno de ellos es un modelo de vida asociada o comunal exactamente lo la motiva, se familiar
mismo que lo son una familia, una ciudad o un Estado. Hay también comuni cesaria y se satura (
dades cuyos miembros tienen poco o ningún contacto directo entre sí, como La formación edl
los gremios de artistas, la república de las letras, los miembros de las profe íntima, sin intención
siones cultas esparcidos por la faz de la tierra. Pues ellos tienen aspiraciones mente en las activic
en comCín y la actividad de cada miembro es directamente modificada por el Conforme se hace IT
conocimiento de lo que hacen los demás. sario proporcionar UI
En tiempos antiguos, la diversidad de grupos fue en gran parte un asunto desarrollo de las cap
geográfico. Había muchas sociedades, pero cada una, dentro de su propio tantes funciones de •
territorio, era relativamente homogénea. Pero con el desarrollo del comercio, tores de las disposic
de los transportes, de la intercomunicación y la emigración, los países como costumbres sociales
los Estados Unidos están compuestos por una combinación de grupos di librado que aquél pe
ferentes con costumbres tradicionales distintas. Esta situación es la que qui abandonara a sí misl
zá, más que otra causa, ha motivado la demanda de una institución educativa
qUE! proporcione algo que equivalga a un ambiente homogéneo y equilibrado
para la juventud. Sólo de este modo pueden contrarrestarse las fuerzas Gen
trífugas desarrolladas por la yuxtaposición de grupos diferentes dentro de una
misma unidad política. La mezcla en la escuela de la juventud de diferentes
razas, religiones y costumbres crea para todos un ambiente nuevo y más
amplio. Las materias de estudio comunes acostumbran a todos a una unidad
de perspectiva en un horizonte más amplio que el visible a los miembros de
cualquier grupo mientras está aislado. La fuerza asimiladora de la escuela
pública americana es un testimonio elocuente de la eficacia de un estfmulo
comCín y equilibrado.
La escuela tiene también la función de coordinar dentro de las disposicio
nes de cada individuo las diversas influencias de los diferentes ambientes
sociales en que se introduce. Un código prevalece en la familia; otro, en la
calle; un tercero, en el taller o el comercio; un cuarto, en la asociación religio
sa. Cuando una persona pasa de uno de estos ambientes a otro, está some
tida a presiones antagónicas y se halla en peligro de dividirse en un ser con
diferentes normas de juicio y emoción en las distintas ocasiones. Este peligro
impone a la escuela una misión estabilizadora e integradora.
Sumario
El desarrollo er¡, el joven de las dispOSiciones y actitudes necesarias para
la vida continua y·progresiva de una sociedad no puede tener lugar por la
comunicación directa de creencias, emociones y conocimiento. Tiene lugar
por medio del ambiente. El ambiente consiste en la suma total de condiciones
que intervienen en la ejecución de la actividad característica de un ser vivo. El
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© Ediciones Moralfl, S. L
Democracia y educación La educación como función socIal 31
ativa sobre las dispo ambiente social consiste en todas las actividades de todos los seres seme
ma banda, una parti jantes que intervienen en el desarrollo de las actividades de todos sus miem
nles educativos para bros. Aquél es verdaderamente educador en sus efectos en la medida en que
. tan reales como una un individuo comparte o participa en alguna actividad conjunta. Al realizar su
o un partido político. participación en la actividad asociada, el individuo se apropia el propósito que
lunal exactamente lo la motiva, se familiariza con sus métodos y materias, adquiere la destreza ne
Hay también comuni cesaria y se satura de su espíritu emocional,
lirecto entre sI, como La formación educativa de las disposiciones se hace más profunda y más
iembros de las profe íntima, sin intención consciente, a medida que el joven participa gradual
s tienen aspiraciones mente en las actividades de los diversos grupos a que pueda pertenecer.
nte modificada por el Conforme se hace más compleja una sociedad, sin embargo, se hace nece
sario proporcionar un ambiente social especial que atienda especialmente al
gran parte un asunto desarrollo de las capacidades de los seres inmaduros. Tres de las más impor
, dentro de su propio tantes funciones de este ambiente especial son: simplificar y ordenar los fac
sarrollo del comercio, tores de las disposiciones que se desea desarrollar; purificar e idealizar las
)ión, los países como costumbres socIales existentes; crear un ambiente más amplio y mejor equi
nación de grupos di librado que aquél por el cual el joven sería probablemente influido si se le
:uación es la que quí abandonara a sí mismo.
l institución educativa
logéneo y equilibrado
:arse las fuerzas cen
~rentes dentro de una
lVentud de diferentes
lbíente nuevo y más
a todos a una unidad
le a los miembros de
¡Iadora de la escuela
cacia de un estímulo
Introducción
A medida que vamos avanzando en nuestro recorrido vamos situándonos a diferentes niveles y ganando
perspectiva. Al estudiar los autores del movimiento de reforma de la enseñanza nos situábamos, por así
decirlo, en el interior de la clase. Cuando después examinamos las corrientes anti-autoritarias salimos de la
clase y nos situamos a nivel institucional, reflexionando sobre la escuela como marco, como estructura, como
institución. Nos toca ahora salir de la escuela y enfrentarnos con el conjunto social y político en el que está
inmersa; los análisis que desde una perspectiva marxista se han realizado al respecto serán, para este fin, los
más pertinentes.
Por lo que a la problemática que nos ocupa se refiere, la aportación marxista va en una doble dirección: por
un lado, ha dado su propia teoría de la educación; por otro, ha aplicado sus categorías de análisis a la escuela
existente, haciendo una rigurosa critica de su funcionamiento, de su significado, del papel que cumple en la
sociedad, etc. En este capitulo vamos a centrarnos tanto en un aspecto como en otro; examinaremos tanto la
teoría marxista de la educación como la critica marxista a la escuela capitalista. En lo que respecta a la teoría
marxista de la educación, hablaremos de la pedagogía socialista, por la cual, junto con Th. Dietrich,
entendemos «las concepciones, con sus distintas variantes y modificaciones, de la educación, de la escuela y
de la enseñanza que se apoyan en la doctrina de Marx» 1. Los marxistas hacen un planteamiento
específicamente suyo de lo que debe ser la escuela, cómo debe estar organizada y cuáles deben ser sus
objetivos; nos referiremos, por tanto, a la forma en que la pedagogía socialista enfrenta las cuestiones de la
«esencia», la organización y la finalidad del «aparato escolar».
Las críticas marxistas a la escuela capitalista tienen, igualmente, su especificidad. Veremos, en efecto, cómo
se centran menos en cuestiones de método y de actitudes y se refieren de manera muy especial al papel que la
escuela juega en la perpetuación y mantenimiento del statu quo. Lo social y lo político estarán, en
consecuencia, presentes a lo largo de las criticas marxistas: como es obvio, no intentamos en absoluto hacer
aquí una historia de la pedagogía socialista. Señalamos ya al principio que la nuestra no es una pretensión
historicista y que nuestro propósito es pasar revista a las principales criticas que desde las perspectivas
elegidas se han hecho a la escuela. No debe, por tanto, esperarse un enfoque histórico tampoco en este
capítulo; si de hecho los autores aparecen ordenados cronológicamente es por exigencias del método y del
contenido, no por otros motivos. Una historia de la pedagogía socialista puede encontrarse en el libro de
Dietrich que acabamos de citar y al que recurriremos con frecuencia en este capítulo; el de Dommanget
citado en la bibliografía es también un libro útil en este sentido.
Como en los capítulos anteriores, la elección de los autores no ha sido una tarea sencilla. Creemos que los
finalmente elegidos se mueven dentro de un amplio marco (el marxismo) que da cabida a una rica diversidad
de análisis en el interior de la misma perspectiva.
Marx y Engels están incluidos aquí por la misma razón por la que se incluyo a Rousseau en el primer
capitulo: «Marx, como Rousseau, pertenece indudablemente a la categoría de los iniciadores y de los
estimuladores» 2. Si Marx y Engels (que aparecerán aquí siempre unidos) son incluidos, es porque sin sus
planteamientos serían difícilmente inteligibles los que siguen tras los suyos. Después de Marx y Engels es
casi obligado incluir a alguno de los pedagogos soviéticos que se enfrentaron con la dificilísima tarea de
educar en la Rusia post-revolucionaria; Makarenko es, sin duda, el más conocido de esos pedagogos y de él
nos ocuparemos en primer lugar. Para poner en evidencia que la de Makarenko no era la única posición
vigente en educación tras la revolución de Octubre, nos ocuparnos de Blonskij, un pedagogo cuyos
planteamientos educativos están muy alejados de los de Makarenko. Por razones obvias no hemos querido
1
TH. DIETRICH, Pedagogía socialista, Sígueme, Salamanca, 1976, p. 16. Subrayado en el original.
2
Ídem, p. 347. Subrayado en el original.
120
añadir el análisis de ningún otro pedagogo soviético de la época; por el objetivo que nos trazamos al principio
tenemos que renunciar constantemente a escribir la historia de cada uno de los movimientos que van
apareciendo a lo largo del libro.
Gramsci se ocupa siempre de los problemas de la educación en su más amplio sentido y sus planteamientos
nos han parecido merecer un apartado especial. En el contexto de una preocupación más amplia por los
problemas de la cultura, de los intelectuales y su papel, etc., sus observaciones están llenas de profundidad e
interés y hemos creído necesario dedicarles atención en este capitulo.
Baudelot y Establet, Bourdieu y Passeron están ya entre los más célebres críticos marxistas de la educación.
Puesto que hay en día es ya imposible hacer un análisis a fonda de la escuela que no tenga en cuenta sus
aportaciones, su inclusión aquí es obligada. Puesto que Athusser se ha ocupado también del problema,
aunque haya sido de forma tangencial, sus análisis acompañan a los de las dos parejas de autores citados.
Por último, Suchodolski podría representar una línea actual cuyos esfuerzos se centran en la elaboración de
una nueva pedagogía socialista que dé respuesta no solo a las exigencias del momento actual sino también a
las del futuro. Por otra parte, su perspectiva «integradora» nos será, como veremos, de gran utilidad.
Antes de pasar al estudio de estos autores quisiéramos señalar que no siempre ha sido fácil acceder a sus
obras. Blonskij y Suchodolski son los que han presentado más dificultades en este sentido, especialmente el
primero, a cuya obra solo hemos podido acceder a través de Dietrich.
121
K. MARX Y F. ENGELS: LAS BASES DE LA PEDAGOGÍA SOCIALISTA
Por las razones que acabamos de apuntar en la Introducción, no nos detendremos demasiado en la exposición
del planteamiento que de los problemas educativos hacen Marx (1818-1883) y Engels (1820-1895).
Después de introducir ese planteamiento, nos centraremos en el análisis de sus dos puntos principales: el
principio de la combinación de educación y trabajo productivo, y la defensa de la «polivalencia» o «multi-
lateralidad» del hombre como objetivo central de la educación. Cerraremos este apartado ocupándonos de
pasada de algunos problemas pedagógicos concretos y hacienda diversas consideraciones de carácter general.
Según Th. Dietrich, «el socialismo marxiano se concibe como una filosofía de la totalidad», 1 filosofía que
incluye principalmente elementos de economía, sociología, filosofía y política, así como, en distinto grado,
elementos correspondientes a otros muchos ámbitos, entre los que está incluido el de la educación. Marx y
Engels no realizaron nunca un análisis detenido de la escuela y la educación; sus ideas al respecto se
encuentran diseminadas a lo largo de varios de sus escritos, manteniéndose en una misma línea durante más
de cuatro décadas. En esos escritos, la problemática educativa está planteada de modo ocasional,
fragmentario, pero siempre en el contexto de la critica de las relaciones sociales y de las líneas maestras de su
modificación. Pero si bien es cierto que Marx y Engels no dedican una obra, un capitulo o un articulo de su
ingente producción al problema de la educación —y menos aún al de la organización práctica de la
escuela—, también es verdad, y Manacorda lo ha vista así, que tuna atenta investigación filológica de las
formulaciones explicitas de una critica y de una perspectiva pedagógica en los escritos de Marx —y en los de
Engels, que son completamente inseparables—, revela principalmente la existencia de textos explícitamente
pedagógicos que, si bien es cierto no son numerosos, adquieren, sin embargo, un extraordinario relieve debido
a la doble circunstancia de presentarse de nuevo de forma coherente en un intervalo de treinta años o más, y
de coincidir con momentos cruciales tanto de su investigación como de la historia del movimiento obrero» 2.
En realidad, no podía ser de otra forma y Marx y Engels tenían que referirse a la cuestión de la educación por
someramente que lo hicieran. Tanto su critica al capitalismo y al sistema de relaciones sociales por él
impuesto, como su defensa del comunismo, tenían que abordar de alguna forma el papel de la educación en
uno y otro sistema. Por otro lado, el de Marx y Engels es un planteamiento emancipatorio que tiende a la
formación de una sociedad nueva para un nuevo hombre; en la construcción de esa nueva sociedad y este
nuevo hombre, a la educación le corresponde un importante papel y es lógico que Marx y Engels se hayan
referido, en diversas ocasiones, al problema.
Creemos que hay aún otra explicación de las preocupaciones de Marx y Engels en lo que a la educación se
refiere. En el crítico cuadro que sobre la sociedad capitalista dibujaron, no podía faltar el detalle de la
explotación de los niños y adolescentes en manos de los intereses del capital. Como Engels lo denunció en
La situación de las clases trabajadoras en Inglaterra, «la avidez de una burguesía insensible» sacrificaba el
desarrollo físico e intelectual de los niños a los intereses de la producción, sustrayéndolos del aire libre y la
escuela para encadenarlos a la explotación en las fábricas. El resultado es descrito por el mismo Engels en los
siguientes términos: «a cada instante se puede ver a niños que, tan pronto llegan a casa, se echan al suelo de
piedra delante del fuego y se duermen inmediatamente, incapaces de tomar el menor trozo de alimento; los
padres tienen que levantarlos y llevarlos a la cama totalmente dormidos; es frecuente incluso que se acuesten,
de fatiga en el camino, y, cuando ya avanzada la noche, los padres vienen a buscarlos, los encuentran
durmiendo. Parece corriente que esos niños pasen en la cama una parte del domingo para descansar un poco
de su agotamiento de la semana. Solo una parte de ellos frecuenta la iglesia y la escuela; y aún se quejan sus
maestros de que están soñolientos y alelados, a pesar de todo su deseo de aprender»; 3 después de dote horas
de trabajo extenuante, poca cosa puede conseguirse en la escuela de ocho a diez de la noche. La
transformación de niños en máquinas a edad tan temprana les deja bien pocas posibilidades de desarrollo
intelectual y apenas si permite otra cosa que su desarrollo como fuerza de trabajo. Sensibles a esta situación
1
TH. DIETRICH, op. cit. p. 15. Subrayado en el original.
2
M. MANACORDA, Marx y la pedagogía moderna, Oikos-Tau, Barcelona, 1969, p. 21.
3
F. ENGELS, citado en M. DOMMANGET, op. cit., pp. 327-328.
122
de los niños, 4 es lógico que Marx y Engels se preocuparan por la necesidad de procurarles otra forma de vida
y otra educación. O, para ser más exactos, de procurarles «una» educación, pues no merece tal nombre lo
que se daba en las escuelas para niños trabajadores; así, por ejemplo, Marx cita en El Capital numerosos
informes de los inspectores de las escuelas de las fábricas en los que se pone de manifiesto la lamentable
situación en que esas escuelas se encontraban: «antes de promulgarse la hoy fabril enmendada en 1844, eran
bastante frecuentes los certificados escolares extendidos por maestros a maestras que firmaban con una cruz
por no saber ellos mismos escribir»5.
Habiendo constatado la pauperización moral y la degeneración intelectual de los hijos de la clase obrera,
producida voluntariamente por el capital a fin de perpetuarse y de perpetuar las relaciones sociales por él
engendradas, según Marx y Engels, nuestros autores entienden que es necesario «procurar a todos los hijos de
los proletarios una preparación adaptada a la vida en la sociedad pre-socialista y socialista. De este modo,
quieren contribuir a eliminar la miseria de los proletarios en la sociedad de clases, satisfacer las necesidades
vitales en ha sociedad sin clases y humanizar al hombre tanto en una como en otra sociedad» 6.
En los Principios del comunismo, redactados por Engels en octubre-noviembre de 1847, se defiende como
una de las medidas más importantes a adoptar de cara a acabar con la propiedad privada y a asegurar ha
existencia digna del proletariado, la de conjugar la educación con el trabajo fabril» 7.
El Manifiesto del Partido Comunista, escrito en los dos meses siguientes por Marx y Engels, recoge ésta entre
las medidas que en él se proponen; en efecto, tras defender la «educación pública y gratuita para todos los
niños» y la «abolición del trabajo de éstos en las fábricas tal como se practica hoy», Marx y Engels
proponen el «régimen de educación combinado con la producción material» 8. Como veremos, tanto en ha
Instrucción sobre diversos problemas a los delegados del Consejo Central Provisional, escrita por Marx en
1866, como en la Critica del Programa de Gotha, que Marx escribió en 1875, como en otros lugares de la
ingente obra de Marx y Engels, puede encontrarse la defensa de este principio del régimen combinado de
producción y educación.
En realidad, esta combinación había sido ya defendida por R. Owen y Ch. Fourier. En el capitulo XIII de
El Capital, Marx recomienda la medida del «régimen combinado del trabaja productivo con la enseñanza y
ha gimnasia», pretendiendo conseguir un doble tipo de ventajas: aumentar ha producción social y permitir el
pleno desarrollo del hombre; en ese lugar, Marx escribe: «del sistema fabril, que podemos seguir en detalle
leyendo a Robert Owen, brota el germen de la educación del futuro, en la que se combinarán para todos los
chicos a partir de cierta edad el trabajo productivo con la enseñanza y la gimnasia, no solo como método para
intensificar la producción social sino también como el único método que permite producir hombres
plenamente desarrollados» 9.
Por lo que a Ch. Fourier se refiere, Marx tomará de él, como la señala Dietrich, sus métodos de educación
por el trabajo, completándolos con los contenidos de ha producción industrial e interpretándolos como el
material necesario para la marcha de la historia hacia la sociedad sin clases. Pero Marx y Engels no se
limitan a recoger las propuestas de los socialistas que les precedieron sino que las profundizan y a la vez las
superan. Según M. Damamget, Marx y Engels fundan sus principios educativos sobre las conquistas de la
era capitalista pero para superarlas; esas conquistas cristalizan en la legislación de las fábricas en el terreno
educativo; Marx apunta, efectivamente, más lejos cuando escribe: «si la legislación fabril, como primera
concesión arrancada a duras penas al capital, se limita a combinar la enseñanza elemental con el trabajo fabril,
4
Sobre la «sensibilidad» de Marx respecto a los niños, puede verse F. ENGELS y otros, Karl Marx como hombre,
pensador y revolucionario. Crítica. Barcelona, 1976, pp. 143 y ss.
5
K. MARX y F. ENGELS, Textos sobre educación y enseñanza, Comunicación, Barcelona, 1978. p. 102.
6
TH. DIETRICH, op. cit., p. 16.
7
F. ENGELS, Principios del comunismo, en K. MARX y F. ENGELS, Obras Escogidas, Progreso, Moscú, 1973,
tomo 1, p. 92.
8
K. MARX y F. ENGELS, Manifiesto del Partido Comunista, en Obras escogidas, tomo I, p. 128.
9
K. MARX, El Capita,l Fondo Cultura Económica, México, 1964, tomo I, p. 405. Subrayado en el original,
123
no cabe duda de que la conquista inevitable del poder por la clase obrera conquistará también para la
enseñanza tecnológica el puesto teórico y práctica que le corresponde en las escuelas de trabajo»10.
La del trabajo es una noción fundamental para Marx y Engels. Según este último, el trabajo «es la condición
básica y fundamental de toda la vida humana. Y lo es en tal grade que hasta cierto punto debemos decir que
el trabajo ha creado al propio hombre» 11. Por medio del trabajo el hombre se ha arrancado del reino animal y
a través de él el hombre se ha formado: el trabajo es la fuerza impulsora de la humanización del hombre y el
motor de la historia; el hombre es un trabajador caracterizado por su actividad, por su producción, por su
trabajo. Se entiende así que si la formación del hombre se realiza a través del trabajo, trabajo y formación no
pueden ser separados. Se entiende, también, que Marx se opusiera a la prohibición del trabajo infantil, pues,
según él, el trabajo está en la naturaleza del niño y es favorable para su desarrollo. En la Critica al Pro grama
de Gotha, Marx escribe que «la prohibición general del trabajo infantil es incompatible con la existencia de
Ia gran industria y, por tanto, un piadoso deseo pero nada más. El poner en práctica esta prohibición
suponiendo que fuese posible seria reaccionario, ya que, reglamentada severamente la jornada de trabaja
según las distintas edades y aplicando las demás medidas preventivas para la protección de los niños, la
combinación del trabajo productivo con la enseñanza desde una edad temprana es uno de los más potentes
medios de transformación de la sociedad actual» 12. Y Diez años antes, en la Instrucción a los delegados,
Marx había ya escrito: «consideramos que es progresiva, sana y legitima la tendencia de la industria
modorna a incorporar a los niños y los jóvenes a cooperar en el gran trabajo de la producción social, aunque,
bajo el régimen capitalista, ha sido deformada hasta llegar a ser una abominación. En todo régimen social
razonable cualquier niño de nueve años de edad debe ser un trabajador productivo, del mismo modo que todo
adulto apto para el trabajo debe obedecer la ley general de la naturaleza, a saber: trabajar para poder comer,
y trabajar no solo con la cabeza sino también con las manos» 13.
Marx defiende, pues, el trabajo infantil, pero insistiendo siempre en que ese trabajo debe ser reglamentado
cuidadosamente, de manera que en nada se parezca a la explotación infantil capitalista. Más en concreto,
Marx sostiene que, por razones fisiológicas, los niños y jóvenes de uno y otro sexo deben dividirse en tres
clases, cada una de las cuales requiere un tratamiento especifico: la primera clase comprendería a los niños de
nueve a doce años; la segunda, de trece a quince, y la tercera a niños de dieciséis a diecisiete años; para la
primera clase, la jornada de trabajo, sea del tipo que sea, debe limitarse a dos horas; la jornada para la segunda
clase debe ser de cuatro horas y de seis para la tercera. Según Marx, las escuelas elementales deberían
hacerse cargo de la educación del niño hasta los nueve años. Fuera de estos márgenes, nada puede ser
aceptado: «se entiende que el empleo del trabajo de niños de nueve a diecisiete años de edad de noche a en
cualquier industria nociva para la salud, debe estar rigurosamente prohibido por la ley» 14. A la distribución
de los niños y jóvenes obreros en las tres clases citadas, debe corresponder, según Marx, un curse gradual y
progresivo en la formación mental, física y tecnológica. Con estas medidas, Marx intenta hacer posible el
desarrollo pleno de la persona, preparar y acompañar el advenimiento de la sociedad socialista y proteger a
los niños de la explotación capitalista: «hay que defender los derechos de los niños y los jóvenes, ya que ellos
no pueden hacerlo» 15.
La educación socialista preconizada por Marx y Engels exige, por lo tanto, la participación de niños y jóvenes
en el proceso de producción, teniendo en cuenta que, para nuestros autores, la producción supone la unidad de
la actividad material e intelectual. Según la paráfrasis de Dietrieh, la actividad productiva constituye un
proceso determinado a un nivel intelectual, pero siempre sobre la base de un desarrollo material que posee sus
propias leyes; trabajo físico y actividad intelectual se convierten así en dos facetas de un mismo proceso, del
cual no pueden desligarse si ese proceso debe mantenerse. Cuando Marx y Engels hablan de educación por el
trabajo y en el trabajo, debe entenderse trabajo como actividad productiva, no como artilugio pedagógico. Así
lo han vista Manacorda y Dietrich en sus estudios sobre la cuestión pedagógica en Marx y Engels; según
Manacorda, en Marx «el trabajo trasciende (...) toda caracterización pedagógico-didáctica, para identificarse
10
Ídem, pp., 408-409.
11
F. ENGELS, El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre, en Obras escogidas, tomo III, p. 66.
12
K. MARX, Critica al Programa de Golha, en Obras escogidas, tomo III, p. 26. Subrayado en el original.
13
K. MARX, Instrucción sobre diversos problemas a las delegados del Consejo Central Provisional, en Obras
escogidas, tomo II, p. 80. Subrayado en el original.
14
Ídem, p. 82.
15
Ídem, p. 81.
124
con la misma esencia del hombre. Se trata de una concepción que excluye toda posible identificación a
reducción de la tesis pedagógica marxista de la unión de enseñanza y trabajo productivo en el ámbito de las
habituales hipótesis de un trabajo, ya sea con destino meramente profesional, ya sea con función didáctica,
como instrumento de adquisición y comprobación de las nociones teóricas, ya sea con fines morales de
educación del carácter y de formación de una actitud de respeto para el trabajo y para quien trabaja.
Comprende, más bien, todos estos momentos, pero también los trasciende» 16. Dietrich ye de esta forma la
cuestión: «a diferencia de los pedagogos burgueses, que consideran el trabajo en la escuela exclusivamente
bajo su aspecto pedagógico, Marx quiere ante todo vincular el trabajo productivo a la enseñanza, es decir,
que su intención se dirige exclusivamente hacia el trabajo útil. Por tanto, para él, lo que se pretende no es
una iniciación a la producción inserta en el marco de una educación profesional, estética y espiritual, sino de
un trabajo productivo y útil considerado bajo el prisma de su valor social» 17.
La insistencia de Marx y Engels en la necesidad de que trabajo e instrucción —trabajo material y trabajo
intelectual— no vayan cada uno por su lado, hay que entenderla dentro de su critica general a la división del
trabajo, precisamente porque, según ellos, «la división del trabajo solo se convierte en verdadera división a
partir del momento en que se separan el trabajo material y el mental» 18. La división del trabajo no solo es la
base de la división de la sociedad en clases, sino que además es la causa de la enajenación del hombre por el
trabajo, de la extrañeza del hombre respecto a su propia actividad, de la esclavización del hombre al trabajo.
Así le describe Engels: «vigilar las máquinas, renovar los hilos rotos no son actividades que exijan del
obrero esfuerzo alguno del pensamiento, aunque, por otra parte, impiden que ocupe su espíritu en otra cosa.
Al mismo tiempo hemos vista que ese trabajo solo interesa al esfuerzo muscular, a la actividad física. De
esta manera no es, hablando con propiedad, un trabajo, sino una pura y simple molestia, la molestia más
paralizante y deprimente que pueda darse. El obrero fabril está condenado a dejar extinguirse todas sus
fuerzas físicas e intelectuales en ella, su oficio consiste en sudar todo el día desde los ocho años (...) Esa
condena a estar enterrado viva en la fábrica, a soportar interminablemente una máquina infatigable, es vivida
por el obrero como la peor de las torturas. Tiene un efecto absolutamente embrutecedor sobre todo el
organismo y sobre sus facultades mentales. No se podría inventar un método mejor de embrutecimiento que
el trabajo en las fábricas» 19. Rota la unidad natural hombre-trabajo, el hombre pierde su propia esencia, su
unidad, y es forzado a una parcelación cada vez más brutal de su actividad; la desnaturalización de la relación
hombre trabajo conduce, por estos caminos, a la alienación del hombre trabajador. Detrás de todo ella se
esconde el orden capitalista.
El fruto de la división del trabajo es el hombre unilateral, el hombre que solo sirve mientras se le mantiene
cerrado en la parcela en que le ha enclaustrado la división del trabajo mismo. Implicándolo todo bajo su
signo, según la expresión de Manacorda, la división del trabajo no deja sitio a la omni-lateralidad, 20 sino
únicamente a una multiplicidad de necesidades y goces: «cada forma particular de la actividad enajenada es,
a su vez, extraña a las otras formas particulares de la misma actividad sustancial, es decir a la actividad vital
misma del hombre. Esta es, pues, la realidad de las sociedades que han existido históricamente, de las
sociedades divididas en clases, puesto que en ellas cada esfera de la actividad humana presupone su moral
particular, su particular modo de comportamiento, una norma diversa y antitética» 21. Frente a esta realidad
enajenante de la úni-lateralización del hombre a consecuencia de la división del trabajo, Marx y Engels
plantean la exigencia de la omni-lateralidad, de la polivalencia, que no es otra cosa que la exigencia de un
desarrollo total y completo del hombre, en el ámbito de todas sus facultades y posibilidades de sus
necesidades y sus capacidades de satisfacción. Si la unilateralidad conduce a las determinaciones negativas
que hemos señalado, la polivalencia es la promesa de perspectivas más halagüeñas. La conclusión que de
ella se deriva es la defensa, frente a la división del trabajo, de una reintegración del binomio hombre-trabajo
que nunca debió romperse; si la división condujo a la unilateralidad, la reintegración debe conducir a la
16
M. MANACORDA, op. cit., p. 60.
17
TH. DIETRICH, op. cit., p. 46.
18
K. MARX y F. ENGELS, La ideología alemana, en Obras escogidas, tomo I, p. 30.
19
K. MARX y F. ENGELS, Textos sobre educación y enseñanza, pp. 46-47.
20
En adelante, preferiremos usar el término «poli-valencia» (adoptado en la traducción del libro de Dietrich) al de
«multi-lateralidad. (adoptado en la del libro de Manacorda).
21
M. A. MANACORDA, op. cit., p. 82.
125
polivalencia la disponibilidad absoluta del hombre (polivalencia) debe sustituir a la anterior parcelación
(unilateralidad). Como quiera que los paradigmas de la unilateralidad, cada uno por su lado, son el trabajo
intelectual y el trabajo manual, es imprescindible que la educación se organice de manera que se impida la se-
paración de los hombres en esferas extrañas y opuestas; de manera, en definitiva, que se haga imposible la de
un régimen que combine la educación con la producción material constituye «el fundamento de la pedagogía
socialista». De acuerdo con dicho fundamento (...) es preciso que el trabajo fabril constituya la base y el
centro de la educación. De igual modo, este trabajo constituye la base de la escuela socialista. La
enseñanza intelectualizada con su “contenido de clase especifico”, debe ser sustituida por una “pedagogía
del trabajo”, con un objetivo a la vez económico y “humano” en sentido universal. El trabajo práctico
productivo debe ser el medio por el que se lleven a cabo la educación y la instrucción del hombre socialista
del futuro, ya que, de acuerdo con Marx y Engels, solo el trabajo social puede volver a humanizar al
“hombre deshumanizado” a lo largo del proceso histórico»22.
El hombre, aunque unilateral «en acto», es polivalente «en potencia» y es esta polivalencia la que es
colocada por nuestros autores como el fin de la educación. ¿Qué es lo que debe entenderse por polivalencia?
Dietrich nos ayudará de nuevo en este punto «Marx entiende por “polivalencia” la “movilidad absoluta del
trabajador” en la industria y en la sociedad. El trabajador el hombre, debe poseer una formación polivalente,
lo que quiere decir que debe ser posible emplearle en cualquier trabajo. Esto permite pensar los fundamentos
de una formación intelectual en función de una actividad tan universal como sea posible» 23. La industria
exige del trabajador una capacidad para pasar rápidamente de una rama de la producción a otra;
independientemente del uso que de él se haga, éste es un valor, para Marx y Engels, que debe ser explotado;
la que a éstos interesa es conseguir la absoluta disponibilidad del hombre para las variables exigencias del
trabajo; el individuo plenamente desarrollado, para el cual las diversas funciones sociales no son ‘mas que
otras tantas manifestaciones de actividad que se turnan y se relevan, sustituirá al individuo parcelizado y
parcializado, fruto de las imposiciones de la división del trabajo. Así expreso V. I. Lenin la misma idea: «se
pasará a suprimir la división del trabajo entre los hombres, a la educación, enseñanza, preparación de
hombres, a educar, instruir y formar hombres universalmente desarrollados y universalmente preparados,
hombres que sabrán hacer de todo» 24. La formación polivalente debe garantizar múltiples posibilidades de
actividad, al tiempo que la polivalencia de la instrucción debe garantizar la formación más completa posible,
suministrando una sólida dimensión humana y múltiples posibilidades de actividad. Como Manacorda lo
entiende, la polivalencia, la omni-lateralidad, es «el llegar histórico del hombre a una totalidad de capacidad
de consumos a goces, en los que, ya sabemos, hay que considerar sobre toda el goce de los bienes espirituales,
además de los materiales, de los que el trabajador ha estado excluido a consecuencia de la división del
trabajo» 25. En síntesis, y como le señala el mismo Manacorda, Marx y Engels oponen al criterio burgués de
pluri-profesionalidad, la idea de la polivalencia del hombre completo que trabaja con las manos y con el
cerebro, que domina su trabajo y no es dominado por él. 26
Ahora bien, para que el trabajador pueda ser móvil y cambiable, para que pueda desarrollar todas sus
capacidades en su trabajo, es preciso que participe en un proceso de producción social en el que se encuentren
reintegradas las estructuras de la ciencia y la producción. La participación en este proceso es condición sino
qua non de la universalidad y la polivalencia; solo a través de la participación en ese proceso el trabajo deja
de ser explotación y se convierte en un medio de realización personal. Según Dietrich, «la expresión
“hombres plenamente desarrollados” contiene la meta de la educación del futuro tal como la concibe Marx.
El nuevo método quiere hacer realidad el desarrollo pleno del hombre de acuerdo con las múltiples
posibilidades que ofrece al hombre el proceso de trabajo y el proceso social. Por tanto, el hombre nuevo solo
puede formarse tomando parte activa en el trabajo productivo (...). La meta asignada a la educación, el
desarrollo pleno del hombre, solo puede ser alcanzada, según Marx, en el proceso de trabajo socialista o
comunista. Solo baja la bandera del socialismo, el trabajo “santifica” al hombre, le convierte en moral y
22
TH. DIETRICH, op. cit., p. 14. Subrayado en el original.
23
Ídem, p. 40.
24
V. I. LENIN, Izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo, en V. I. LENIN, Obras escogidas, Progreso, Moscú,,
1974, p. 561. Subrayado en el original.
25
M. A. MANACORDA, op. cit., pp. 89-90.
26
Engels cita como ejemplo de hombres polivalentes a Leonardo da Vinci (pintor, matemático, mecánico, ingeniero,
física), a Alberto Dinero (pintor, grabador, escultor, arquitecto), Maquiavelo (estadista, historiador, poeta, escritor
militar), etc. Cf. K. Marx y F. ENGELS, Textos sobre..., pp. 86 y ss.
126
contribuye de esta manera a su formación. El proceso del trabajo capitalista, por el contrario, obstaculiza el
desarrollo pleno del hombre. Su esencia consiste en la explotación y en la producción de plusvalía» 27. Solo
el modo de producción socialista puede permitir la construcción del hombre polivalente, pues dicho modo de
producción no se basa en la explotación, sino que está animado de una firme voluntad de humanizar al
hombre. En el cuadro que Marx y Engels nos trazan, por tanto, el hombre parcial, unilateral, es un producto
lógico de la sociedad capitalista como el hombre plenamente desarrollado, polivalente, la será de la sociedad
comunista, ya que en ella no estarán en contradicción la fuerza de trabajo, la situación social y la conciencia,
contrapuestos por la misma división del trabajo que contrapone actividades espirituales y materiales, goce y
trabajo, producción y consumo.
El trabajo industrial socialista necesita de personas con aptitudes armoniosamente desarrolladas y capaces de
orientarse en todo el síntoma de producción; para que esas personas puedan darse, trabajo y educación no
pueden ser separados; así la define Engels en el Anti-Dühring: «en la sociedad socialista el trabajo y la
educación van unidos para asegurar una formación técnica multilateral y un fundamento práctico de la
instrucción científica» 28.
Quizá no haya nada mejor que las citas de Marx y Engels que siguen para concluir este epígrafe sobre la
polivalencia; creemos que en ellas se expresan con claridad las diferencias que hasta aquí hemos venido
señalando. En la ideología alemana, Marx y Engels escriben: «a partir del momento en que comienza a
dividirse el trabajo, cada cual se mueve en un determinado circulo exclusivo de actividades, que le viene
impuesto y del que no puede salirse; el hombre es cazador, pescador, pastor o critico, y no tiene más remedio
que seguirla siendo si no quiere verse privado de los medios de vida; al paso que en la sociedad comunista,
donde cada individuo no tiene acotado un circulo exclusivo de actividades, sino que puede desarrollar sus
aptitudes en la rama que mejor le parezca, la sociedad se encarga de regular la producción general, con lo que
hace cabalmente posible que yo pueda dedicarme hay a esto y mañana a aquello, que pueda por la mañana
cazar, por la tarde pescar y por la noche apacentar el ganado, y después de comer, si me place, dedicarme a
criticar, sin necesidad de ser exclusivamente cazador, pescador, pastor a crítico, según los casos» 29. Un año
más tarde, Engels recogía la misma idea en sus Principios del comunismo y la expresaba en estos términos:
«la gestión colectiva de la producción no puede correr a cargo de hombres como los actúales, hombres que
dependen cada cual de una rama determinada de la producción, están aferrados a ella, son explotados por ella,
desarrollan nada más que un aspecto de sus aptitudes a cuenta de todos los otros y solo conocen una rama a
parte de alguna rama de la producción. La industria de nuestros días está cada vez menos en condiciones de
emplear tales hombres. La industria que funciona de modo planificado, merced al esfuerzo común de toda la
sociedad, presupone con más motivo hombres con aptitudes desarrolladas universalmente, hombres capaces
de orientarse en todo el sistema de la producción. Por consiguiente, desaparecerá del todo la división del
trabajo, minada ya en la actualidad por la maquina; la división que hace que uno sea campesino, otro,
zapatero, un tercero, obrero fabril, y un cuarto, especulador en balsa. La educación dará a los jóvenes la
posibilidad de asimilar rápidamente en la práctica todo el sistema de producción y les permitirá pasar
sucesivamente de una rama de la producción a otra, según sean las necesidades de la sociedad a sus propias
inclinaciones. Por consiguiente, la educación las liberará de ese carácter unilateral que la división actual del
trabajo impone a cada individuo» 30.
Ch. Fourier había defendido que la meta de la educación en la nueva sociedad era la de lograr el pleno
desarrollo de las capacidades corporales e intelectuales del niño; en la Instrucción a los delegados Marx
ampliará la propuesta de Fourier y sostendrá que la educación debe abarcar tres aspectos: en primer lugar, la
educación mental; en segundo lugar, la educación física (como la que se da en los gimnasios y mediante los
ejercicios militares, añade Marx) y, por último, la educación tecnológica, politécnica, que instruya sobre los
principios generales de todos los procesos de producción y que inicie en el manejo de los instrumentos
elementales de todas las industrias. Vimos ya más arriba como esta triple formación mental, física y
27
TH. DIETRICH, op. cit., p. 39.
28
F. ENGELS, Anti-Dühring, p. 319.
29
K. MARX y F. ENGELS, La ideología alemana, en loc. cit., pp. 41.42.
30
F. ENGELS, Principios del comunismo, en loc. cit., pp. 94-95.
127
politécnica debía ser adecuada a la edad de los niños y jóvenes a los que se destinaba. Educación por el
trabajo, educación mental y física y, además, educación estética, adecuadas al momento evolutivo de sus
destinatarios, se convierten así en el contenido de la enseñanza defendido por Marx y Engels. Aunque éstos
no sean tan explícitos sobre este punto como lo son respecto a los que hasta aquí hemos analizado, hay un
texto de Marx que sitúa el problema de los contenidos con claridad: «en las escuelas elementales —y más
aún en las superiores— no hace falta autorizar disciplinas que admiten una interpretación de partido a clase.
En las escuelas no hay que enseñar más que gramática, ciencias naturales... Las reglas gramaticales no
cambian, ya sea un conservador clerical o un librepensador quien las enseñe. Las materias que admiten
conclusiones diversas no tienen por qué ser enseñadas en las escuelas; los adultos pueden ocuparse de ellas
bajo la dirección de [los] maestros...» 31. Como indica Manacorda, la educación queda destinada al
conocimiento de lo que precisa el hombre en el «reino de la necesidad», mientras que lo que la coloca en el
«reino de la libertad» debe ser remitido a la vida cotidiana y al contacto con los adultos. En las actas de una
discusión sobre educación en el seno del Consejo General de la Internacional, en 1869, en la que Marx
intervino, se recoge este mismo principio: «la economía politica y la religión no se debieran enseñar en las
escuelas para muchachos, ni tampoco, en definitiva, en las escuelas superiores. Se debería dejar a los adultos
el cuidada de formarse ellos mismos en esos dominios. La enseñanza sobre esos temas está en su lugar en una
sala de conferencias, no en la escuela. A la escuela solo le corresponden las ciencias de la naturaleza, solo
las verdades que son independientes de toda prevención de partido y no dejen lugar más que para una sola
interpretación» 32. La escuela debe ser, en este sentido, laica; debe ser, a la vez, además de gratuita y
politécnica, única, al objeto de que provea una educación unitaria y garantice la unidad del entorno que rodea
a niños y jóvenes.
En sus Principios del Comunismo, Engels postula la siguiente medida: «educación de todos los niños en
establecimientos estatales y a cargo del Estado desde el momento en que puedan prescindir del cuidado de la
madre» 33. Se plantea así el problema del papel del Estado en la educación; Marx y Engels defienden una
enseñanza estatal pero fuera del control del gobierno, de tal manera que éste no pueda inmiscuirse en la
enseñanza propiamente dicha, a la cual hay que sustraer no solo de la injerencia del gobierno, sino de
cualquier otra procedente de otros ámbitos. Marx formula claramente este principio en su Critica al
programa de Gotha: «una cosa es determinar, por media de una ley general, los recursos de las escuelas
públicas, las condiciones de capacidad del personal docente, las materias de enseñanza, etc., y velar por el
cumplimiento de estas prescripciones legales mediante inspectores del Estado, como se hace en los Estados
Unidos, y otra cosa, completamente distinta, es nombrar al Estado educador del pueblo. Lejos de esto, lo que
hay que hacer es sustraer la escuela a toda influencia por parte del gobierno y de la Iglesias» 34. En el
Manifiesto del Partido Comunista, respecto al mismo problema, Marx y Engels habían escrito ya que (dos
comunistas no han inventado la injerencia de la sociedad en la educación, no hacen más que cambiar su
carácter y arrancar la educación a la influencia de la clase dominante» 35.
En estos limites queda enmarcada la escuela y los contenidos escolares propuestos por Marx y Engels. Una
escuela y unos contenidos que son, según ellos, no solo el germen de la enseñanza del futuro, sino los únicos
capaces de producir hombres polivalentes. Sin perder nunca de vista que el trabaja, el trabajo industrial
productivo, está en el corazón mismo de esa escuela y esos contenidos: «la educación socialista se basa en
una pedagogía del trabajo. El trabajo productivo, que tiene una utilidad económica, ocupa el lugar central;
está vinculado a la enseñanza. Este principio exige una modificación radical de la escuela, que debe
transformarse de escuela libresca y magisterial en una escuela del trabajo y de la producción» 36.
Acabaremos esta breve exposición hacienda una rápida referencia al problema de las relaciones entre la
educación y el cambio social, entre la escuela y la sociedad. Quisiéramos situar esta referencia dentro del
31
K. MARX y F. ENGELS, Textos sobre..., p. 159.
32
Citado en DOMMANGET, M., op. cit., p. 340.
33
F. ENGELS, Principios del Comunismo, loc. cit., p. 92.
34
K. MARX, Crítica del programa de Gotha, loc. cit., p. 25.
35
K. MARX y F. ENGELS, Manifiesto del Partido Comunista, en loc. cit., p. 126.
36
TH. DIETRICH, op. cit., p. 81. Subrayado en el original.
128
planteamiento que se deduce de la tercera Tesis sobre Feuerbach de Marx: «la teoría materialista de que
todos los hombres son producto de las circunstancias y de que, por tanto, los hombres modificados, son
producto de circunstancias distintas y de una educación modificada, olvida que son los hombres los que hacen
que cambien las circunstancias y que el propio educador necesita ser educado» 37. La dialéctica de la
interacción hombre-medio, que está magistralmente puesta aquí de manifiesto, va a ser el principio por el que
Marx explicará las relaciones de los cambios educativos con los cambios sociales.
¿Hay que cambiar la educación para que la sociedad cambie a la transformación social es condición primera
de la transformación educativa? La postura de «el ciudadano Marx» al respecto es bien explicita: «el
ciudadano Marx afirma que una dificultad de índole peculiar está ligada a esta cuestión. Por una parte, es
necesario cambiar las condiciones sociales para crear un nuevo sistema de enseñanza; por otra, lace falta un
sistema de enseñanza nuevo para poder cambiar las condiciones sociales» 38. El punto de vista de Marx parte
de manifiesto cómo no se deben depositar confianzas excesivas en las posibilidades revolucionarias de la
transformación de la escuela —y solo de la escuela— y como, al mismo tiempo, debe eliminarse cualquier
intento de aplazar esa transformación en espera de cambios revolucionarios en la sociedad global . No antes ni
después, sino a la por que la revolución social, la transformación educativa es una condición indispensable del
desarrollo total del hombre y del cambio de las relaciones sociales; la educación debe acompañar y acelerar
ese desarrollo y ese cambio, pero no es la encargada exclusiva de desencadenarlo ni hacerlo triunfar. La
educación debe preparar a los hombres para la destrucción de la vieja sociedad, para abreviar, según palabras
de Marx, la agonía mortal y asesina de la vieja sociedad y el doloroso y sangriento parto de la nueva; la
educación debe preparar a la clase obrera para «dar suelta a los elementos de la nueva sociedad que la vieja
sociedad burguesa lleva en su seno» 39. Como Dietrich lo ha subrayado, «jamás se podrá conseguir nada ni
por la educación ni por la violencia política, sí el proyecto que se quiere hacer realidad no responde al
desarrollo necesario del proceso social. Y, sin embargo, la educación es necesaria. Su significado y su tarea
consisten en provocar la máxima aceleración en el proceso histórica y en hacer posible, es decir, hacer
triunfar, la transformación de la conciencia de los hombres» 40.
Apuntamos ya al principio que la de Marx y Engels es una filosofía de la emancipación. Esta emancipación
abarca una doble dimensión: la de las relaciones sociales y la del desarrollo personal. A nivel de las
relaciones sociales, Marx y Engels apuntan a la supresión de las relaciones sociales de explotación, a la
supresión de las formas de trabajo existente, del trabajo asalariado; apuntan, en definitiva, a la abolición de
las clases sociales, a la abolición de la dominación de las clases poseedoras: «la abolición de las clases
sociales presupone un grado de desarrollo histórico tal, que la existencia no ya de esta a aquella clase
dominante concreta, sino de una clase dominante cualquiera que ella sea y, por tanto, de las mismas
diferencias de clase, representa un anacronismo» 41. Por lo que a la promoción del desarrollo personal se
refiere, la educación debe cumplir un papel fundamental: la pedagogía socialista debe hacer posible el
surgimiento del hombre plenamente desarrollado, surgimiento que permitirá, a su vez, una modificación del
entorno; la pedagogía socialista estará al servicio de la clase obrera y le dará los instrumentos necesarios para
sobreponer su condición de dominada. Esa es la esperanza de Marx manifestada en la Instrucción a los
delegados: «la combinación del trabajo productivo retribuido, la formación mental, los ejercicios físicos y la
enseñanza politécnica pondrá a la clase obrera muy por encima del nivel de la aristocracia y la burguesía» 42.
BIBLIOGRAFÍA
37
K. MARX, Tesis sobre Feuerbach, en Obras escogidas, tomo I. página 8.
38
K. MARX y F. ENGELS, Textos sobre..., p. 156.
39
K. MARX, La guerra civil en Francia, en Obras escogidas tomo II, página 236.
40
TH. DIETRICH, op. cit., p. 65. Subrayado en el original.
41
F. ENGELS, Del socialismo utópico al socialismo científico, en Obras escogidas, tomo III, p. 156.
42
K. MARX, Instrucción sobre diversos problemas..., loc. cit., página 82.
129
5. LENIN, V. I.: Obras escogidas, Progreso, Moscú, 1974.
6. LEVITAS, M.: Marxismo y sociología de la educación, Siglo XXI, Madrid, 1976.
7. MANACORDA, M. A.: Marx y la pedagogía moderna, Oikos-Tau, Barcelona, 1968.
8. MARX, K.: El Capital, Fondo Cultura Económica, México, 1964 (tomo I, capitulo XIII, parágrafo
9).
9. MARX, K. y ENGELS, F.: Obras escogidas, Progreso, Moscú, 1973 (3 tomos). Los problemas
relativos a la educación tienen especial cabida en: ENGELS, F., Principios del comunismo (tomo I,
pp. 82-98); MARX, K. y ENGELS, F., Manifiesto del Partido Comunista (tomo I, pp. 99-140);
MARX, K., Instrucción sobre diversos problemas a los delegados del Consejo Central Provisional
(tomo II, pp. 77-86); MARX, K., Crítica al programa de Gotha (tomo III, pp. 5-27).
10. MARX, K. y ENGELS, F.: Textos sobre educación y enseñanza, Comunicación, Madrid, 1978.
(Antología de textos de Marx y Engels relacionados directa o indirectamente con el tema.)
130
2
LA CORRIENTE FUNCIONALISTA
DE LA SOCIOLOGÍA DE LA EDUCACIÓN.
EL DEBATE ENTRE EDUCACIÓN Y EMPLEO
29
131
tores de producción (el trabajo) y, en consecuencia, la
productividad del mismo. El auge del keynesianismo
aumentó además la confianza colectiva en la «bondad»
de la inversión pública en educación. Desde el punto de
vista político, por otra parte, la guerra fría desencadenó
la «batalla de la producción» y, en consecuencia, una
fuerte competencia tecnológica entre Estados Unidos y
la antigua Unión Soviética en la lucha por la hegemonía
militar. La inversión en recursos humanos, especial
mente en ingenieros, es, pues, una consecuencia lógica
de esta competencia por la hegemonía político-militar.
Finalmente, desde un punto de vista ideológico, la in
versión en educación respondía a la enorme carga de le
gitimación asignada a la educación como terreno priori
tario de la política social (Dale, 1989). El pacto latente
entre Estado y ciudadanos en plena consolidación de los
estados de bienestar (trabajo y oportunidades a cambio
de impuestos) está en la base de la responsabilidad de la
educación como prestación para hacer posible la movili
dad social. Así lo demuestra la expansión de la demanda
educativa —y los numerosos conflictos educativos pro
tagonizados por los grupos sociales históricamente mar
ginados del sistema de enseñanza (mujeres, minorías ét
nicas, etc.)— y la ineludible necesidad de los gobiernos
de responder a ella hasta la llegada de la crisis fiscal del
Estado (O’ Connor, 1981).
El interés privado por la inversión en educación, por
otra parte, viene motivado tanto por la hegemonía del
individualismo posesivo,2 y principalmente, por las ex
pectativas de movilidad social de la población, reforza
das por el optimismo social del momento y por la fe en la
ciencia como motor del progreso. La equivalencia entre
30
132
cantidad de educación y movilidad ocupacional interge
neracional es la base tanto del discurso público de la
educación como del comportamiento individual ante la
demanda educativa, y solamente se rompió a partir de la
crisis de los años setenta.
Pero para comprender la institucionalización de la
sociología de la educación debemos acercarnos al nuevo
papel de la ciencias sociales en la actividad económica y
política. Popkewitz (1994) identifica la mayor profesio-
nalización de la vida social y el papel de la ciencia en la
producción material y en la administración, como ele
mentos fundamentales de la transformación de la socie
dad que están en la base de las reformas educativas des
de finales de los años cincuenta. La profesionalización
del saber es fundamental para convertir a las institucio
nes sociales en eficientes y a la vez sensibles a las de
mandas de igualdad social y está relacionada con la im
portancia cada vez mayor de la ciencia en la producción
material y en la gestión y administración del sector pú
blico. Esta conexión repercutirá en el nuevo papel asig
nado a las ciencias sociales como cuerpo de conoci
miento experto para la mejora de la vida social. En el
terreno de la educación, el «know-how» que pueden
aportar sociólogos y economistas pasará a primer plano,
desplazando al saber pedagógico como conocimiento
para el cambio y la innovación educativa. La incorpora
ción de científicos sociales en comisiones gubernamen
tales y en puestos de asesoramiento a gestores políticos
comportará una sociología o una economía de «ingenie
ría social», adentrada en los propios aparatos del Esta
do, que, más allá de proporcionar un saber para la pla
nificación, financiación y distribución de la actuación
pública, servirá de base de legitimación científica de las
decisiones políticas (Karabel y Halsey, 1977).
Existen, por lo tanto, factores de interés individual y
colectivo para entender las razones de la expansión de
los sistemas educativos, las transformaciones del currí
culum (con una orientación más instrumentalista), y, so
bre todo, la nueva función social de la educación en el
cambio social, no sólo para la movilidad social, sino
también para la eliminación de la pobreza y la desigual
31
133
dad en la sociedad. En el contexto señalado, no es casual
que la sociología de la educación constituya una espe
cialidad central de la sociología funcionalista. El princi
pio meritocrático liberal de la justicia distributiva —las
posiciones sociales son el resultado de la capacidad y es
fuerzo individual— encuentra en la educación la institu
ción perfecta para identificar, seleccionar y jerarquizar
adecuadamente los talentos disponibles, que accederán
a puestos de trabajo cualificados y necesarios para el
progreso y el bienestar social. Y precisamente, para ga
rantizar la justicia y eficiencia del proceso, la igualdad
de oportunidades de acceso a la educación es condición
indispensable. De aquí se derivan los dos principales ob
jetos de estudio de la sociología de la educación funcio
nalista: la función estratificadora de la educación por
medio de la relación entre educación y empleo, y la
igualdad de oportunidades educativas, básicamente a
través del estudio de la movilidad intergeneracional (Floud,
Halsey y Martín, 1956).
Es, por lo tanto, perfectamente visible cómo la so
ciología de la educación encaja dentro de la sociología
funcionalista norteamericana de la estratificación y la
movilidad social. El trabajo de Davis y Moore (1945)
constituye el referente fundamental de esta teoría, al su
brayar la «necesidad funcional de la estratificación» y,
en consecuencia, delimitar el concepto de igualdad de
oportunidades al de igualdad de acceso.3 El vaciar de
contenido peyorativo el concepto de desigualdad (y se
pararlo, de este modo, de la idea de injusticia social) sir
ve de base para argumentar la explicación de las dife
rencias sociales a partir de los esfuerzos y méritos
individuales y dota de especial significación al estudio
de la estratificación educativa, como aspecto central en
32
134
la adquisición de estatus. Carabaña4 ha sintetizado en
cuatro proposiciones los principios básicos de la idea de
meritocracia, cuya garantía es para la sociología funcio-
nalista sinónimo de igualdad:
33
135
La agrupación de las diferentes orientaciones que to
man los estudios funcionalistas es variable en los distin
tos manuales de sociología de la educación. A. Hinojal
(1991), establece tres categorías de funcionalismo: el tec-
noeconómico —estudios centrados en la contribución de
la educación al desarrollo económico—, que incluye la
teoría del capital humano; el reformista, centrado en el
debate sobre la igualdad de oportunidades; y el crítico,
en el que incluye la corriente de investigación-acción
británica, las tesis credencialistas de Randall Collins e
incluso la teoría de la reproducción de Bourdieu y Pas-
seron. Considero válidas las dos primeras categorías de
clasificación, no así la tercera, donde el criterio de
agrupación parece ser únicamente el tratarse de teorías
que quedan fuera del planteamiento neomarxista de la
educación. Agruparé, por lo tatito, en un tercer aparta
do, las críticas a algunos aspectos fundamentales de la
teoría del capital humano, sin atender a cuán distantes
se encuentran respecto al paradigma funcionalista. En
mi opinión, la teoría de la reproducción de Bourdieu y
Passeron e incluso el credencialismo de Randall Co
llins, aunque no tengan su fundamentación directa en
el conflicto entre clases por el control de los medios de
producción, plantean una función social de la educa
ción y de la escuela que se aleja radicalmente de los
postulados funcionalistas. Antes de adentrarnos en
todo ello, conviene detenerse a examinar las aportacio
nes de Parsons al análisis de la educación, que consti
tuyen, sin lugar a dudas, la base teórica sociológica
más sólida de lo que omiten casi todo el resto de traba
jos funcionalistas sobre la educación: el cómo debe fun
cionar la escuela en consonancia con la función social
de la educación.
34
136
un contexto de investigaciones marcadas por el estudio
de las entradas y salidas del sistema educativo y la plani
ficación educativa en base a las necesidades de cualifi-
cación, Parsons es prácticamente el único autor funcio-
nalista que desciende al nivel del aula para identificar la
correspondencia casi perfecta que se establece en la es
cuela como subsistema social y la sociedad como siste
ma orgánico integrado y equilibrado de relaciones so
ciales. Sus tesis al respecto se concentran en un famoso
artículo, «La clase como sistema social», publicado en
1959. En él Parsons concede a la institución escolar las
funciones de socialización y de diferenciación claves
para el equilibrio del sistema de relaciones sociales (Je
rez Mir, 1990, pág. 351). Retomando los principios de la
sociología de la educación durkheimiana,5 la escuela
será responsable de transmitir los valores de la cultura
común y las normas que moldean la personalidad del in
dividuo, necesarias para el desarrollo de los roles socia
les como adulto. En el proceso de socialización los indi
viduos aprenden tanto las habilidades necesarias para el
ejercicio profesional futuro (orden instrumental) como
los valores sociales consensuados que garantizan la in
tegración social (orden expresivo). El aspecto moral,
normativo de la socialización, especialmente en la edu
cación primaria, es el más destacado y constituye un cri
terio de evaluación del rendimiento que se mezcla e in
cluso predomina sobre la asimilación de conocimientos
(Parsons, 1990, pág. 181). Al mismo tiempo, la escuela
realiza una función de diferenciación y selección que
conduce en última instancia a la asignación de posicio
nes de los individuos en la estructura social. Esta fun
ción se ejerce a través de la distribución de premios en
función del rendimiento de los alumnos. Los distintos
35
137
logros académicos responden a los méritos individuales
que se derivan de la distribución desigual de capacida
des. Son éstas las diferencias que la escuela debe saber
distinguir de forma eficaz. De ello depende la adecua
ción entre capacidades personales y roles ocupacionales
y, por lo tanto, el equilibrio instrumental y moral del sis
tema social.
Así pues, la función social que Parsons atribuye a la
escuela se corresponde —a nivel micro— con la función
social del sistema educativo de distribución de cualifica-
ciones y de asignación de posiciones sociales. Pero Par
sons va más lejos y penetra en el espacio mismo del aula,
donde tiene lugar la interacción educativa. Según este
autor, la actuación del profesorado se guía por criterios
universalistas, es decir, por valores de orden superior a
los que se aprenden en la familia, que se rigen por crite
rios particularistas y que tienden a reducirse en la socie
dad industrial. La acción de la profesora en los primeros
años de la escuela primaria, prolongación del rol afecti
vo de la madre, va dejando paso a un rol profesional
donde «lo más importante es la acentuación del aprendi
zaje de la motivación del logro y su evaluación diferen
cial, pública y objetiva» (Jerez Mir, 1990, pág. 352). Se
trata, pues, de una socialización secupnciada, en la que
se ofrece a los alumnos una organización y un tipo de es
tímulos diferentes en función de la edad. En la escuela
secundaria, la diferenciación cobra su máximo sentido.
En ella se rompen los lazos de continuidad con la socia
lización familiar y los alumnos acceden a los valores uni
versalistas que rigen el funcionamiento de la sociedad.
La identificación con el rol del profesor es el mecanismo
clave por el que se produce esta transición, por medio
del deseo de complacerle.
Y es fundamentalmente a partir de esta etapa cuando
debe acentuarse la función de diferenciación de la es
cuela. La diferenciación, para Parsons, tiene dos dimen
siones: la que es resultado de las capacidades, motiva
ciones y aspiraciones de los individuos y la que resulta
de los roles que la sociedad establece para cada sexo. So
bre la última cuestión Parsons subraya las ventajas de
las relaciones en el grupo de pares, donde los vínculos
36
138
entre individuos del mismo sexo fortalecen los roles se
xuales de niños y niñas ante las fuerzas de la escuela
mixta que tienden a minimizar la diferenciación de ro
les. De forma absolutamente acrítica, Parsons identifica
las diferencias de comportamiento entre grupos sexuales
en el orden natural y psicológico, y las remite a la propia
diferenciación de roles del mundo adulto, perfectamen
te visible, por ejemplo, en su tratamiento de las funcio
nes de socialización del profesor —centrado en la trans
misión de conocimientos y valores y en la motivación del
logro— o de la profesora —papel de mayor soporte emo
cional en las edades tempranas.
A la diferenciación de capacidades, por otra parte, se
le da respuesta por medio de un proceso de gratificación
selectiva, que no altera en ningún caso el principio de
igualdad de oportunidades entre los individuos. En efec
to, la neutralidad del conocimiento y de los propios va
lores que transmite la institución escolar es la legitima
ción necesaria del proceso de diferenciación. Los valores
comunes que comparten las familias, la objetividad de
los criterios de evaluación y los «sentimientos de solari-
dad» entre profesores y alumnos mitigan las posibles
tensiones6 y consolidan el equilibrio social. Parsons, por
lo tanto, minimiza las fuentes de conflicto, porque in
cluso en los casos de bajo rendimiento académico la
aceptación del resultado es una muestra de la bondad
del orden social y del buen hacer de la escuela en la so
cialización moral e intelectual, gracias a la cual los indi
viduos adquieren su estatus. En realidad, se puede afir
37
139
mar que, para Parsons, el fracaso escolar existe de forma
objetiva pero no subjetiva. Los individuos no interiori
zan un «fracaso», sino el resultado equilibrado de la ade
cuación entre sus capacidades y motivaciones y su ren
dimiento.7
El trabajo de Parsons, en definitiva, proporciona las
bases sociológicas fundamentales de una sociología fun-
cionalista de la educación que ignorará en sus estudios los
procesos escolares que están implícitos en las investiga
ciones sobre la igualdad de oportunidades y la movilidad
social. Su tratamiento del aula como microsociedad, por
otra parte, más allá de su función ideológica de legitima
ción de la meritocracia escolar, presenta numerosas limi
taciones que, como veremos, han sido contestadas y supe
radas tanto por la corriente crítica como interaccionista
del aula. La omisión de cualquier reciprocidad en la inte
racción educativa, el tratamiento único del «currículum
oculto» como transmisión de valores dominantes o el
planteamiento acrítico y sin contradicciones del profeso
rado son algunas de las carencias más notables que pre
senta su obra. Haremos referencia a estas cuestiones en
los comentarios finales a este capítulo.
38
140
Gran Bretaña,8 advierten sobre la importancia de los recur
sos intelectuales como fuente más eficiente de desarrollo
tecnológico y de crecimiento económico. La publicación en
1962 de la obra de Burton Clark, Educating the Expert So-
ciety, es probablemente la mejor muestra de lo que puede
considerarse el funcionalismo tecnológico.9 En ella, Clark
defiende la necesidad de un cambio educativo que responda
a las habilidades técnicas que la sociedad precisa, al tiempo
que justifica la diferenciación en el interior del sistema edu
cativo, cuestión que no es incompatible con tasas elevadas
de escolarización. Clark añade, además, recomendaciones de
intervención política para garantizar el acceso democrático
a la educación, e introduce aspectos relativos a las orienta
ciones del currículum al subrayar la centralidad del voca-
cionalismo. Como antes se ha mencionado, la base socioló
gica de Parsons está implícita en su defensa de la nueva
orientación que debe tomar el sistema de enseñanza:
39
141
gada a los objetivos políticos de eficiencia económica y
de justicia social (en el sentido liberal del funcionalis
mo). Las conferencias internacionales organizadas por
la OCDE, la Unesco, o el Banco Mundial, centradas en
la relación entre educación y empleo, y educación y
productividad, constituyen ejemplos del propio interés
de los organismos internacionales en impulsar el desa
rrollo económico por medio de la inversión educativa.
Desde la celebración de estas conferencias se institucio
nalizan métodos de planificación educativa en base al
cálculo de las necesidades de mano de obra (Vaizey,
1964), o a la demanda social de educación.10 La exten
sión de estos métodos a experiencias como el Proyecto
Regional Mediterráneo, en el que participó España, su
braya la importancia de la inversión y la planificación
educativa para el desarrollo económico. La educación
no solamente se considera fundamental para el creci
miento sostenido y para la mejora de la productividad,
sino que es también el elemento clave para el abandono
del subdesarrollo.
En cualquier caso, era inevitable una respuesta cien
tífico-académica al consenso y optimismo tecnocrático
del momento. El discurso sobre las posibilidades de la
educación, y el tipo de investigaciones llevadas a cabo,
debían formalizarse teórica y empíricamente. No olvide
mos, como ya se ha mencionado, que el papel de la cien
cia a partir de los años cincuenta no solamente es la base
de la producción material, sino también valor de legiti
mación para la propia intervención pública. Se hace ne
cesaria, por lo tanto, una formulación teórica que justifi
que la función tecnológica y económica de la educación
y el uso eficiente de los recursos humanos. La teoría del
capital humano, formulada inicialmente por Theodore
W. Schultz en 1960, no solamente responde a estas nece
sidades, sino que legitima asimismo la otra premisa fun
damental de la concepción funcionalista de la educa
ción: la igualdad de oportunidades.
40
142
A pesar de tratarse de una formulación económica, la
teoría del capital humano influyó en la orientación in
vestigadora de los sociólogos. Su sencilla formulación
no le resta importancia como teoría que revolucionará el
concepto de educación, y, más concretamente, las bases
sobre las que se construirán la oferta y la demanda edu
cativas. En efecto, en primer lugar, la teoría del capital
humano sentó las bases de importantes cambios en los
principios que deben regir la política educativa: desde
las pautas de gasto público por niveles educativos y tipos
de estudio, en función de criterios de eficiencia econó
mica, hasta la idea de justicia redistributiva de la oferta
pública de educación y, en consecuencia, de financiación
mixta de la misma. En segundo lugar, la «populariza
ción» de la teoría junto con la coyuntura económica,
fueron capaces de modificar las pautas de la demanda
social de educación. El impulso de los organismos inter
nacionales (como el Banco Mundial, el Fondo Monetario
Internacional o la OCDE) a la promoción de la teoría,
tanto por medio de la financiación de investigaciones
como a través de su difusión por medio de publicaciones
y conferencias internacionales (Karabel y Halsey, 1977,
pág. 13), desempeñó un papel ideológico importante que
repercutió sobre los comportamientos individuales. En
efecto, las expectativas de movilidad social de la pobla
ción se estructuran sobre las oportunidades de empleo
que proporciona la educación, y acelerarán el ritmo de
crecimiento de la demanda de educación, tanto de los in
dividuos como de los grupos sociales tradicionalmente
excluidos del sistema. Se trata de algo fundamental para
comprender el éxito de la teoría en el momento histórico
dado, puesto que, como se comprenderá a continuación,
la eficacia de la misma depende del comportamiento
«racional» de la demanda.
Las formulaciones de la teoría pueden encontrarse
sintetizadas en Schultz (1983) y, de un modo más forma
lizado, en el libro de Becker (1964) Capital humano. Los
postulados fundamentales son los siguientes.
41
143
versión que proporciona una tasa de rentabilidad deter
minada. Esta es la única forma, según Schultz, de com
prender el crecimiento económico estadounidense en la
primera mitad del siglo xx. Aun considerando un com
ponente importante de consumo en la adquisición de
educación por parte de los individuos, el factor residual
de la regresión sobre el crecimiento de la renta nacional
es indicador de la calidad de la fuerza de trabajo. La fun
ción Cobb-Douglas, basada en las aportaciones de los
dos factores de producción (capital y trabajo) falla al in
tentar explicar el crecimiento de la renta nacional (Cara-
baña, 1983, pág. 161). Además, la inversión en capital
humano ha crecido a un ritmo superior a la de capital fí
sico, lo que también explica el crecimiento de los sala
rios reales en el período analizado.
2) Denison (1965), por su parte, a partir de compa
raciones internacionales, demuestra que existe una re
lación positiva entre el desarrollo económico y las tasas
de escolarización en todos los niveles educativos. El fac
tor educación, por lo tanto, consigue explicar las gran
des diferencias de renta nacional y salariales entre los
países del norte y los del sur. El modelo de Mincer, por
otra parte, permite explicar la relación positiva entre los
años de estudio y los ingresos, lo que es reflejo de los
efectos de la educación sobre la productividad (Mincer,
1974). Se establece de este modo la invariable cadena
entre inversión educativa —más productividad— mejor
remuneración, sobre la que se sostiene la teoría. En ella
se asumen dos supuestos que en los años setenta fueron
fuente de críticas: en primer lugar, la relación positiva
entre educación y productividad del trabajo;11 en segun
do lugar, la determinación del salario en base a la pro-11
42
144
ductividad y, consecuentemente, en base a la cualifica-
ción del trabajador.
3) Los individuos están en disposición de conocer el
rendimiento que pueden obtener de su inversión educa
tiva. Teniendo en cuenta los ingresos esperados y los cos
tes, puede calcularse la tasa media de la inversión en
educación (Blaug, 1982, págs. 59 y ss.), tanto a nivel pú
blico como privado. De este modo, el individuo se con
vierte en «capitalista», porque puede invertir en sí mis
mo (en su propia formación). Sus conocimientos y
habilidades tienen un valor económico que puede inter
cambiarse por un salario en el mercado de trabajo. En
consecuencia, la frontera entre capitalistas y no capita
listas deja de tener sentido. Aquí subyace una de las pre
misas fundamentales de la teoría del capital humano, y,
en general, de la teoría económica neoclásica. Al difumi-
narse la frontera entre trabajo y capital, la desigualdad
social puede llegar a ser explicada como el resultado ló
gico del aprovechamiento individual de las oportunida
des o, incluso, como la expresión de distintos sistemas
de preferencias individuales. 12
4) Pero la educación no es beneficiosa solamente des
de el punto de vista del avance tecnológico y del creci
miento económico. Al margen de beneficios poco tangi
bles, como la reducción de la criminalidad o las mejoras
de las relaciones sociales debidas al aumento del nivel
cultural de la población (Becker, 1964), la inversión en
educación tiene importantes efectos redistributivos. En
efecto, al tratarse de un tipo de inversión financiada casi
en su totalidad públicamente, y por tratarse de un servi
cio universalista, las rentas más elevadas contribuyen en
mayor medida a la financiación de la educación, produ
ciéndose de este modo un impacto redistributivo del gas
to público en este terreno. En este argumento se funda
12. Ésta es, por ejemplo, una de las bases más controvertidas de
la teoría de la «elección racional» de la economía neoclásica en rela
ción con la entrada y salida del mercado de trabajo de los individuos.
Según estos planteamientos, la decisión de entrar o no en el mercado
de trabajo depende de las preferencias del consumidor entre ocio y
trabajo, establecido un determinado nivel de salario.
43
145
menta, pues, el discurso igualitarista que incorpora la
teoría del capital humano y cuyo efecto es enormemente
efectivo en pleno desarrollo material e ideológico de los
estados de bienestar. Sin embargo, la constatación de la
persistencia de mecanismos selectivos que mantienen
elevada la correlación positiva entre origen social y nivel
de instrucción cuestionará a medio plazo la validez de
este argumento. Es decir, sin un acceso significativo de
las clases sociales más desfavorecidas a los niveles edu
cativos postobligatorios —y suponiendo una distribu
ción aleatoria de las capacidades entre las clases socia
les— el efecto redistributivo de la inversión educativa
desaparece, y con él la fundamentación igualitarista de
la teoría del capital humano. En la actualidad, en plena
revisión del tipo y alcance de los Estados de bienestar
(Esping Andersen, 1993), la cuestión del «who benefits»
—no sólo en el campo de la educación, sino también en
otras prestaciones o transferencias sociales— es funda
mental. La hipótesis, y en algún caso la verificación
(Bandrés, 1993, Calero, 1996b), de que son las clases me
dias y no las bajas las que más se benefician de las pres
taciones públicas, cuestiona premisas tanto de la teoría
del capital humano como de otras teorías sobre la inter
vención pública que contienen planteamientos liberales
de la redistribución.
44
146
son, 1979)—, y los individuos, al disponer de informa
ción sobre los ingresos esperados de las distintas cualifi-
caciones y a partir de su sistema de preferencias, pueden
valorar empírica y racionalmente su inversión de tiempo
y dinero en educación.
Por otra parte, la teoría del capital humano enlaza
tanto con la economía neoclásica, especialmente desde
un punto de vista sociológico, como con la teoría de la
estratificación y la movilidad social. Desde un punto de
vista técnico, por lo tanto, se proporcionan los instru
mentos para otorgar a la educación una capacidad es
tructurante sin precedentes. La educación explica tanto
el crecimiento económico como la distribución justa de
posiciones sociales. El principio meritocrático de igual
dad, en consecuencia, establece también los límites y las
condiciones de la actuación pública en educación por lo
que respecta al principio de equidad. Garantizar la igual
dad de oportunidades equivale a eliminar las barreras
que puedan impedir el acceso a la educación que vayan
más allá de las que se derivan estrictamente de las capa
cidades o las motivaciones de los individuos. En este
sentido, la teoría del capital humano incorpora tanto po
tencialidad de legitimación como responsabilidad políti
ca en relación con la oferta educativa (Dale, 1989). De
ahí que las comisiones gubernamentales se ocupen no
solamente de patrocinar la vertiente tecnológica del fun
cionalismo, sino también los trabajos que ayuden a iden
tificar dónde hay que invertir para paliar las desigualda
des o las investigaciones que demuestren la existencia de
movilidad social a través de la educación, corriente co
nocida como «empirismo metodológico» dentro del fun
cionalismo (Karabel y Halsey, 1977, pág. 16).
En España, a finales de los años sesenta, también se
dejó sentir el impacto ideológico de la teoría del capital
humano (De Miguel y Romero, 1969), que constituía un
importante símbolo de modernización y de legitimación
meritocrática para un régimen político autoritario en
decadencia. En este sentido, la teoría del capital huma
no es funcional para la fracción tecnocrática que, desde
los años sesenta, comienza a controlar el aparato estatal
(Opus Dei), tanto para orientar la nueva política educa
45
147
tiva —la Ley General de Educación de 1970 se funda
menta ideológicamente en los principios meritocráticos
de la teoría del capital humano— como para legitimar la
base de su poder, esto es, la adquisición de estatus socia
les por medio de la educación y no por adscripción polí
tico-ideológica en sectores afines al régimen (partido,
ejército, iglesia). En todo caso, en España, la teoría del
capital humano tuvo mucho más una función de legiti
mación que de orientación real de las decisiones políti
cas. La consolidación de la escuela de masas, en España,
coincidió prácticamente con la crisis económica de prin
cipios de los setenta, el aumento del paro de titulados y
el consecuente inicio de la crisis fiscal del Estado. En
plena crisis, la traducción práctica de los discursos polí
ticos en medidas concretas fue especialmente problemá
tica (Santos, 1992). A todo ello nos referiremos en el ca
pítulo 5.
46
148
dir lo empírico con lo estadísitico, y frecuentemente
prescinde de aquellos problemas que no pueden ser
cuantificables» (Karabel y Halsey, 1977, pág. 18), o,
como señala Lerena, «que practica como tónica domi
nante el doble lenguaje del empirismo, el del vacío for
mal y el del relleno estadístico» (Lerena, 1985, pág. 180),
para concluir más adelante que «esta ausencia de un
planteamiento teórico serio y de una conceptualización
mínimamente rigurosa —ni rastro de los conceptos de
poder, de ideología, de clases sociales— caracteriza, so
bre todo hasta la primera mitad de los años sesenta, a la
sociología estadounidense de la educación» (1985, pág.
182).
En plena expansión educativa, aumenta el interés
público por contrastar el impacto de la educación en la
movilidad intergeneracional (que ya se sospecha débil
a partir de la segunda mitad de los sesenta) y por evitar
el conflicto social potencial producto de las desigual
dades educativas. Estudios como los de Blau y Duncan
(1967), Coleman (1966), o Jencks y otros (1972), con dis
tinta orientación e interpretaciones, son muestras del
tipo de preocupación sociopolítica y académica. El tra
bajo de Blau y Duncan sobre la movilidad ocupacional y
sobre el paso en las sociedades industriales de las formas
de adscripción a las de adquisición de estatus, más allá
de sus innovaciones metodológicas,13 ofrece dudas sobre
el poder explicativo de los datos en relación a la inde
pendencia entre origen social y movilidad. Por otra par
47
149
te, su análisis es estático en la medida en que no distin
gue entre movilidad neta y estructural, ignorando por lo
tanto cuánta movilidad es debida al «desplazamiento
vertical» de la estructura ocupacional. Sus conclusiones
acerca de la inexistencia de efectos entre la herencia fa
miliar y el estatus ocupacional, son cuanto menos cues
tionables, ya que, como escriben Karabel y Halsey, «si,
como señalan Bourdieu y otros autores, la herencia de
estatus en las sociedades modernas tiene lugar por me
dio de la transmisión de “capital cultural”, la distinción
entre adscripción y adquisición deja de tener sentido»
(1977, pág. 19). En resumen, el estudio de Blau y Dun-
can es una buena ilustración del tipo de investigaciones
sobre igualdad de oportunidades a través de la educa
ción, que, con datos que explican la mitad (o menos) de
la varianza, tienden a ofrecer conclusiones políticamen
te bien orientadas.
Paradójicamente, las conclusiones de Blau y Duncan
sobre la «desaparición» del efecto de la herencia familiar
se publican cuando el Informe Coleman14 (1966) identifi
ca la «privación cultural» familiar, y no cualquier otro
tipo de input educativo, como la principal causa de las
desigualdades educativas. La presión de los movimientos
sociales y la falta de igualdad real de oportunidades edu
cativas condujo al gobierno estadounidense a encargar
este informe, el cual se esperaba que mostrase las caren
cias de recursos en determinadas escuelas como princi
pal factor explicativo de las diferencias de rendimiento
educativo en función de la raza o del origen social de los
individuos. Se trataba, pues, de disponer del fundamento
empírico, y de conocer los ámbitos concretos de inter
vención, que pudieran legitimar una intervención masiva
en programas y recursos educativos para las escuelas con
elevadas tasas de alumnos «en situación de riesgo».
Las conclusiones del Informe Coleman son contro
vertidas, pero tuvieron un impacto significativo sobre la
reorientación de la política educativa, especialmente
con relación al «enfriamiento de las expectativas refor
48
150
mistas de los años sesenta» (Gil Villa, 1994, pág. 96) y al
planteamiento de la lucha contra el fracaso escolar y las
desigualdades educativas. Desde un punto de vista me
todológico, los resultados de Coleman son discutibles.
Coleman sostiene que si no existen diferencias en los in-
puts de las escuelas de niños blancos y negros, las dife
rencias en el rendimiento académico se localizan en los
déficit culturales de las familias. Sin embargo, esta re
lación causal se establece sin disponer de datos cualita
tivos sobre los procesos que tienen lugar en el interior
del aula15 ni sobre los componentes de la vida familiar
que permitan identificar el «capital cultural» de las fa
milias.
Sin embargo, nada de esto impidió una cierta «revo
lución», a partir del trabajo de Coleman, en la lógica de
intervención pública en la educación y en el propio con
cepto de igualdad de oportunidades. Así pues, sus resul
tados proporcionaban una explicación al fracaso de los
programas de educación compensatoria basados en los in-
puts de las escuelas (gastos por alumno, equipamientos,
ratio alumnos-profesor, etc.), que no conseguían alterar
los resultados de los alumnos procedentes de las clases
desfavorecidas. Este hecho dio lugar, por un lado, a la re
aparición de posiciones genetistas —Jensen o Eysenck—
que, ante el fracaso de las medidas reformistas, atribuían
a la inteligencia y, sobre todo, a la herencia la capacidad
explicativa de las diferencias educativas (Gil Villa, 1994,
pág. 93). Se encuentra así una explicación posible a la re
lación entre clase social y rendimiento académico, que en
última instancia se basa en otorgar a la segunda variable
valor de determinación sobre la primera. Por otro lado, y
de forma más aceptada socialmente, cobraron fuerza las
explicaciones de la «privación cultural», aparecidas ya en
los años cincuenta, cuyo argumento explicaba que cier
tos programas de educación compensatoria fracasan por
49
151
que intervienen más sobre las aptitudes que sobre las ac
titudes de los individuos ante la educación. El handicap
cultural de muchos alumnos se debe al escaso valor que
sus familias otorgan a la educación y a las condiciones
familiares que dificultan la presencia de motivación por
el estudio (Reissman, 1953). Se trata, pues, de un proble
ma más relacionado con las aspiraciones de las clases so
ciales que con las propias capacidades innatas de los in
dividuos.16
Nos encontramos, llegados a este punto, con una al
teración importante de una de las premisas sobre las que
se sostiene la idea de igualdad de oportunidades de la so
ciología de la educación funcionalista. Porque si se reco
noce que el alumnado no accede a la institución escolar
en unas condiciones materiales y con actitudes idénticas
ante el aprendizaje, no es suficiente un papel pasivo de
la escuela —de simple ordenación de individuos— para
garantizar la igualdad de oportunidades. Es decir, a par
tir del Informe Coleman toma sentido considerar un tipo
de intervención pública que vaya más allá de garantizar
simplemente la igualdad de acceso a la educación y que
tenga en cuenta, en cambio, la igualación de resultados
académicos. Asimismo, la explicación del handicap cul
tural produce otra alteración importante de las premisas
funcionalistas de la educación, ya que contempla la po
sibilidad del grupo social como unidad con unas deter
minadas características sobre el que intervenir, y amplía
la política de intervención centrada exclusivamente en
los individuos. Se produce, de este modo, una reorienta
ción de las políticas contra el fracaso escolar, a partir de
la hipótesis de que
16. Bernstein (1988), por otra parte, criticó en esos años la idea de
privación cultural familiar. Según el sociólogo inglés, el concepto de
educación compensatoria distrae la atención de la escuela para si
tuarla en la familia, dando por supuesto la existencia de un déficit cul
tural familiar y, por lo tanto, menospreciando las realizaciones cultu
rales de muchas familias.
50
152
ños víctimas de esos handicaps de origen familiar. De esta
forma se comenzaron a favorecer los programas de ense
ñanza compensatoria. Su principal propósito era aportar
al niño estímulos educativos previa o paralelamente a la
enseñanza que recibían junto con el resto de sus compañe
ros, a fin de contribuir a corregir o compensar las caren
cias culturales familiares (Gil Villa, 1994, págs. 94-95).
51
153
gresos o en los estatus ocupacionales que el nivel educa
tivo. Tampoco en este caso, al igual que en el Informe
Coleman, las estadísticas hablan por sí mismas. El he
cho de comparar la varianza explicada por la educación
con el total de varianza no explicada es, según el propio
Coleman, una demostración de «habilidad y uso alta
mente motivado de las estadísticas» (citado en Karabel y
Halsey, 1977, pág. 23). Sus conclusiones hay que situar
las, por lo tanto, en el marco del polémico propósito de
su libro, que no era otro que el de mostrar la ineficacia
de las reformas educativas como medio para la igualdad
social.17
El estudio de Jencks supone, en definitiva, no consi
derar siquiera las reorientaciones reformistas que había
apuntado el Informe Coleman por medio de la educa
ción compensatoria del handicap cultural o de otras po
líticas dirigidas a la igualación de resultados. La crítica
a la escuela como mecanismo para la igualdad le condu
ce a considerarla como una institución marginal, sin de
tenerse en evaluar lo que en realidad la escuela realiza
como mecanismo para la desigualdad, tanto por medio
de la selección, como por la transmisión de la interiori
zación del fracaso. Para Jencks, simplemente, hay que
abandonar la escuela como instrumento útil para la
igualdad social y pasar a considerarla como un fin en sí
misma.
Inequality dio lugar a numerosas réplicas y contra
rréplicas en las revistas de educación más prestigiosas,
efecto perfectamente comprensible si se tiene en cuenta
que la aceptación absoluta de sus resultados suponía
la ruptura de la base fundamental de la sociología de la
educación funcionalista y, sobre todo, una crisis de legi
timación política muy importante. Si la educación no se
mostraba útil como mecanismo igualador de las oportu
nidades sociales, significaba que no había institución
social que facilitara la movilidad social, y con ella, el
52
154
funcionamiento meritocrático de la sociedad. No se tra
taba, por lo tanto, simplemente de una «crisis científi
ca», sino de una erosión de las mismas bases de legiti
mación del Estado capitalista.
La polémica en torno a la relación entre igualdad
educativa e igualdad social centró los debates de la so
ciología de la educación a partir de principios de la dé
cada de los setenta. De hecho, el debate presenta la con
troversia suficiente como para deslegitimar el principio
de que el acceso a la educación suprime el problema de
la relación entre educación y origen social, pero no la
contundencia suficiente como para marginar completa
mente, como pretende Jencks, a la escuela democrática
como institución que tiene algún tipo de impacto sobre
la estratificación y la movilidad social. Esta ambigüedad
aparente encontró respuesta en el estudio de las desi
gualdades educativas de Boudon (1983a). Además de
realizar un análisis pormenorizado de los factores que
influyen sobre las probabilidades de éxito educativo, el
trabajo de Boudon pone de manifiesto que el aumento
de las tasas de escolarización en las sociedades indus
triales hace que disminuya la proporción de clases bajas
con un nivel de estudios mínimo, e incluso que dichas
clases sociales ganen más en términos absolutos. Ello
hace disminuir, aunqüe muy lentamente, las desigualda
des educativas entre clases. Este impacto del aumento
de la escolarización sobre la igualdad o desigualdad edu
cativa es variable en función del período analizado. En
determinados momentos históricos, el aumento de la es
colarización de las clases bajas puede no garantizar ma
yor igualdad educativa, sino incluso más desigualdad si
el incremento de la escolarización de las clases superio
res es mayor. Puede, por lo tanto, que aumenten las
oportunidades educativas sin que ello repercuta siempre
en un aumento de la movilidad social (Boudon, 1983b).18
18. Para el caso español, por ejemplo, no todos los estudios coin
ciden en un sentido u otro. Así, por ejemplo, Lerena (1986) demuestra
cómo el incremento en términos absolutos del acceso a la educación
universitaria de las clases trabajadoras entre 1976 y 1980 no reduce
las diferencias de participación en la enseñanza superior entre clases.
53
155
Sin embargo, Boudon también muestra que el nivel edu
cativo es tanto más determinante del estatus adquirido
cuanto más bajo es el origen social del individuo. Sus
conclusiones, lejos del derrotismo de Jencks, valoran los
efectos positivos que las reformas pueden producir so
bre la igualdad educativa.
Las aportaciones de Boudon son importantes porque
demuestran que la relación entre educación e igualdad
social es más compleja de lo que plantea el estudio de
Jencks. Dependen de numerosos factores actitudinales
(las pautas de arbitraje entre beneficio y riesgo por clase
social, el tamaño de la familia, etc.) y de la evolución de
la demanda y acceso a los diferentes niveles educativos
de los grupos sociales, lo que en buena medida explica
que la estratificación educativa y la social se estructuren
por medio de lógicas diferentes. En cualquier caso, lo
que sí se puede concluir es que si bien la educación no
asegura ni la movilidad social ascendente ni la reduc
ción de las desigualdades sociales, no hay oportunidades
sin educación. La educación pasa así a ser una condi
ción necesaria pero no suficiente para la movilidad ocu-
pacional y social (Subirats, 1980), fenómeno que, como
veremos a continuación y como lo demuestra la conti
nua expansión de la demanda educativa, es percibido
por los individuos.
54
156
2.5. La crisis del paradigma funcionalista de la
educación
55
157
más rotundas a la teoría del capital humano. Thurow
aporta evidencias cuantitativas que refutan la teoría del
capital humano, como es por ejemplo la tendencia opues
ta entre 1950 y 1970 en los países pobres entre la evolu
ción del nivel educativo de la población, que aumenta en
términos absolutos, y el aumento relativo de la pobreza.
Tampoco la economía en los países desarrollados ha au
mentado al mismo ritmo que lo ha hecho la tasa de po
blación con estudios universitarios. La valoración de los
datos le permite afirmar que no es la capacidad intelec
tual ni los años de educación lo que puede explicar las
diferencias salariales, sino el propio funcionamiento del
mercado de trabajo.
Según Thurow, la teoría del capital humano conside
ra válido el supuesto de la economía neoclásica de que el
mercado de trabajo se rige por la competencia por el sa
lario («wage competition»). De ahí que esta teoría sos
tenga que los aumentos de educación de las clases desfa
vorecidas producirán una tendencia a la igualación de
las remuneraciones entre los trabajadores más cualifica
dos y los de menor cualificación. Sin embargo, la reali
dad indica que se producen situaciones de paro de titu
lados sin que ello repercuta en una disminución de los
salarios de los trabajadores cualificados. Thurow recha
za el principio de la competencia salarial para afirmar
que el funcionamiento del mercado de trabajo se rige
por otro principio, el de la competencia por los puestos
de trabajo («job competition»). El mercado de trabajo lo
que hace no es ajustar la demanda a la oferta de cualifi-
caciones, sino posicionar a los individuos en las distintas
escalas de preparación. Existen, según Thurow, «colas
de empleo» (Thurow, 1983, pág. 163) en función de las
cualificaciones, que certifican las distintas capacidades
de aprendizaje e, indirectamente, indican al empresario
el tiempo de formación que requerirá el trabajador. Los
años de educación, por lo tanto, son para el empresario
un indicador de la inversión en tiempo y dinero necesa
rios para el desempeño del puesto de trabajo. La teoría
del filtro de Arrow (1991) refuerza este argumento, al
basarse en la imposibilidad real por parte del empresa
rio de conocer las productividades potenciales de los in
56
158
dividuos en el momento de la contratación y confiar en
la educación superior como filtro de los individuos más
capaces.
Thurow consigue explicar de este modo algo que re
sultaba inexplicable para la teoría del capital humano,
como es la existencia de sobreeducación. En efecto, la
teoría del capital humano postulaba que cualquier exce
so de oferta laboral de una cualificación determinada
produciría un ajuste automático de las relaciones entre
cualificación y salarios y de los comportamientos indivi
duales en relación con la demanda de educación, de tal
modo que la economía siempre tendería hacia el pleno
empleo. Pero a partir de la crisis económica de los se
tenta, la demanda de educación no sólo disminuye, sino
que se incrementa, a pesar de que existen titulados con
subempleo y sin empleo. La posición de Thurow sobre la
competencia por los puestos de trabajo permite com
prender que exista sobreeducación, ya que los indivi
duos preferirán seguir invirtiendo en educación, no a
partir del cálculo de las tasas de rendimiento, sino como
«estrategia defensiva» (Thurow, 1983, pág. 169), puesto
que es preferible aguardar en la cola de los mejores em
pleos aunque nada garantice una inserción inmediata en
el mercado de trabajo.
La crítica de Thurow a la teoría del capital humano
dirige la mirada hacia el empleo para comprender tanto
el acceso al mercado de trabajo como la remuneración
del trabajador. Conecta, en este sentido, con las teorías
de la segmentación del mercado de trabajo que se desa
rrollaron en los años setenta (Doeringer y Piore, 1985;
Edwards y otros, 1975), cuya tesis central es que la de
terminación del salario depende del segmento en que se
halle el trabajador. Los mercados de trabajo primario —
puestos que requieren cualificación, estables y bien re
munerados— y secundario —constituido por empleos
inestables, sin requerimientos de cualificación y baja re
muneración—- funcionan de forma independiente el uno
del otro, tanto por lo que se refiere a la oferta y deman
da de trabajo como a la determinación del salario. Pero
es que además, según los mismos autores, no es la edu
cación el factor que permite explicar las diferencias sa
57
159
lariales, sino atributos como el sexo, la raza o los hábi
tos. Al igual que en el planteamiento de Thurow, desde
las teorías de la segmentación del mercado de trabajo se
puede interpretar que los individuos inviertan en educa
ción como estrategia defensiva, es decir, para evitar
«quedarse» en el mercado de trabajo secundario, con po
cas expectativas de mejora económica y laboral y con la
práctica imposibilidad de acceder a otro segmento del
mercado de trabajo.
58
160
ductividad del trabajo guarda mayor relación precisa
mente con el hecho de que los empresarios persigan la
maximización de los beneficios y, en consecuencia, no
remuneren en función de la productividad del trabajo.
Como han señalado Bowles y Gintis desde una perspec
tiva marxista, «en la relación del trabajador con el capi
talista, el funcionamiento del mercado es el siguiente: el
aspirante a empleado acepta poner su fuerza de trabajo
a disposición del capitalista a cambio de un salario. El
trabajo real proporcionado por el individuo no se deter
mina, en cambio, en la esfera de las relaciones de inter
cambio» (1983, pág. 199). Desde el marxismo, por consi
guiente, el salario no es expresión de la productividad
del trabajador, sino que viene determinado por la tasa de
explotación del trabajador.
Aun así, nada de esto descarta que aún pueda cum
plirse la primera parte de la ecuación de la teoría del
capital humano, esto es, que la educación aumenta la
productividad laboral, en la forma de otorgar determi
nadas capacidades o habilidades directamente aplica
bles en el proceso de trabajo. Incluso teniendo en
cuenta que los empresarios utilizan la educación supe
rior como filtro para la contratación (Arrow, 1991),
como señal de las capacidades que disminuye la incer
tidumbre (Spence, 1973), se puede asegurar que nada
tenga que ver la educación con la productividad de los
individuos.
La respuesta a esta cuestión es compleja y ha dado
lugar a resultados contradictorios. Taubman y Wales
(1973), por ejemplo, hallaron una relación entre capaci
dad y salarios a partir del segundo empleo. En su opi
nión, la educación superior actuaría como filtro en el
proceso de contratación, pero después los más capacita
dos serían los que obtendrían mejor salario, pudiéndose
corregir así los posibles errores iniciales del proceso de
contratación. Riley (1973), en otro estudio, distingue en
tre empleos donde es fácil observar la relación entre edu
cación y productividad y los empleos donde no lo es. En
los segundos, el «screening» o selección por educación
será más intensa, pero en los primeros la remuneración
responderá a la capacidad y, por lo tanto, a los años de
59
161
escolarización. Con una metodología completamente
distinta, Berg (1970) intentó evaluar la relación entre
educación y productividad por medio de la observación
y el cálculo de las aportaciones de diferentes grupos de
individuos. Sus resultados no permiten establecer rela
ción alguna, y, en algún estudio de caso, Berg llega in
cluso a la conclusión inversa, es decir, de que son los tra
bajadores menos cualificados los más productivos.
La imposibilidad de establecer una relación estricta y
unívoca entre educación y productividad cuestiona el su
puesto «fuerte» de la teoría del capital humano, según el
cual el conocimiento adquirido gracias a la educación
proporciona la capacitación técnica que hace al trabaja
dor más productivo y que ésta es precisamente la causa
de un salario mayor. Sin embargo, no por no poder de
mostrarse esta relación los individuos dejan de invertir
en educación ni esta inversión privada deja de ser prove
chosa. Sea por la segmentación del mercado de trabajo o
por los mecanismos de selección de los empleadores, los
individuos perciben el valor positivo de la inversión edu
cativa. A pesar de las interpretaciones de Jencks, evalua
das anteriormente, diversos estudios demuestran que la
educación, sobre todo a partir de la segunda mitad del si
glo xx, proporciona beneficios monetarios y mejora los
estatus ocupacionales en términos absolutos (Carabaña,
1983; Boudon, 1983), aunque, como ya hemos señalado,
ello no reduzca automáticamente las desigualdades so
ciales. Por lo tanto, la imposibilidad de establecer una re
lación entre educación y productividad consigue explicar
el fallo de la teoría del capital humano a nivel macroeco-
nómico (como lo demuestra el hecho de que la tasa de
crecimiento de la renta nacional sea inferior a la de la in
versión social en educación), pero no en términos micro-
económicos. Como ha señalado Blaug (1982), la inver
sión en capital humano tiene pleno sentidoi desde un
punto de vista individual, porque la tasa de rendimiento
es positiva, independientemente de los factores que la ex
pliquen (remuneración de la productividad o acceso a las
categorías socioprofesionales mejor remuneradas).
Paradójicamente, la validez de la versión «blanda»
de la teoría del capital humano, que permite compren
60
162
der el fenómeno de la continua expansión de la deman
da educativa y de la sobreeducación, implica que tenga
sentido el gasto privado en enseñanza pero no así el
elevado nivel de financiación pública de los sistemas
educativos. Se deteriora, de este modo, uno de los ar
gumentos fundamentales que en los cincuenta y sesen
ta justificaron el despegue del gasto público educativo
en los países del capitalismo avanzado; es decir, que la
inversión pública en educación es el motor del desarro
llo y el crecimiento económico. Las implicaciones de
esta constatación son claras, tanto por lo que se refiere
al giro del discurso' político o académico, con títulos
tan explícitos como La crisis mundial de la educación
(Coombs, 1985) o, en España, Universidad, fábrica de
parados (Moreno y De Miguel, 1979), como por lo que
respecta a la desaceleración progresiva del gasto públi
co educativo. Sin embargo, la responsabilidad de la
educación como política social consolidada en la déca
da de los sesenta, provoca que cualquier recorte en este
u otro gasto social comporte un elevado precio en tér
minos de legitimidad del Estado (Dale, 1989). La ac
tuación pública en educación se enfrenta a una deman
da educativa en expansión que no reacciona según la
«lógica de mercado» a la ruptura de la relación entre
educación y empleo, y que, a pesar del creciente paro
de titulados, intenta a través de la educación defender
se de la proletarización.
Se produce así, específicamente en el terreno edu
cativo, lo que Offe (1990) denomina inteligentemente
«crisis en la gestión de la crisis» refiriéndose a las polí
ticas sociales, que aparece cuando cualquier decisión
gubernamental tiene consecuencias negativas sobre la
crisis fiscal del Estado o sobre la capacidad de legiti
mación del mismo. Los recortes en el gasto público
acentúan el conflicto social, mientras que si el Estado
responde a la presión estudiantil y de otros movimien
tos sociales por medio de la expansión educativa, exis
tirán problemas de financiación. Además, si el mercado
de trabajo no absorbe a los titulados, la mayor sobree
ducación, producto de la masificación del sistema edu
cativo, hará aumentar el descontento social, como lo
61
163
demuestran los movimientos estudiantiles de finales de
los años sesenta.
La crisis de la relación entre educación y empleo, en
definitiva, alteró las pautas de la racionalidad política
en este terreno, hasta entonces guiadas únicamente por
la continua expansión de los sistemas de enseñanza. La
nueva situación ha impulsado a algunos autores a con
siderar que, a partir de esa década, lo único que explica
el interés del Estado por la educación es el ocultamien-
to del paro (Braverman, 1974) o el mantener a los alum
nos «aparcados» en el sistema educativo (Paci, 1973).
Esta interpretación, en mi opinión, infravalora la actua
ción reactiva del Estado en educación, que se deriva di
rectamente de la articulación y capacidad de la socie
dad civil para incidir sobre la política educativa y que
plantea importantes problemas de legitimación a la ac
ción política. Sobre esta cuestión volveremos más ade
lante, cuando nos ocupemos de la sociología de la polí
tica educativa.
62
164
rama de la investigación educativa, tanto desde el punto
de vista de la definición de los objetos de estudio rele
vantes como desde el punto de vista metodológico. Sin
embargo, la crisis del paradigma funcionalista de la edu
cación, aunque lógica y justificada, no debe hacernos in
fravalorar las aportaciones fundamentales que nos ha
dejado esta orientación de la investigación educativa.
Entre estas aportaciones, y más allá de un avance nota
ble en el uso de las técnicas de investigación social apli
cadas a la educación, creo que conviene destacar un as
pecto fundamental que persistirá, de forma explícita o
latente, en la sociología de la educación posterior a
1970. Se trata de la idea de la educación como inversión,
que revolucionó tanto el comportamiento social y priva
do ante la educación como la propia orientación de la in
vestigación educativa, dando pleno sentido al estudio de
la educación desde las ciencias sociales y no solamente
desde las ciencias denominadas «de la educación». Si la
educación es inversión privada y social, la existencia de
rendimiento de la misma convierte al estudio económico
de la educación en fundamental, por cuanto los costes y
beneficios sociales y privados de la educación pueden
ser explicativos de los cambios en los niveles y distribu
ción de la renta nacional y privada. Desde un punto de
vista sociológico, la educación como inversión tiene un
enorme interés no solamente porque da lugar al estudio
de la relación entre movilidad educativa y movilidad
social o al análisis de las probabilidades de acceso a la
educación de los distintos grupos sociales, sino porque,
desde la sociología crítica, se pasa a conceptualizar la
educación como espacio de relaciones de poder y de
conflicto.
En el capitalismo tardío la educación es fundamental
para comprender la estructura social y los cambios en las
posiciones sociales, y no solamente desde el punto de vis
ta económico sino también simbólico. En la terminología
de Bourdieu, la educación es constitutiva del «habitus» y,
por lo tanto, del capital cultural de los individuos. Y esto,
si se quiere, hace más intangibles los beneficios de la in
versión educativa, pero en ningún caso anula la impor
tancia del concepto, sino todo lo contrario.
63
165
Aunque el paradigma sociológico dominante cambie,
por lo tanto, debemos a la sociología de la educación
funcionalista la lucidez de identificar a los sistemas
educativos como instituciones clave para comprender la
estructura social, porque con ello cobra sentido el estu
dio de las luchas por la educación y en la educación. En
este sentido, las críticas a la teoría del capital humano
que se han centrado en querer demostrar la importancia
del componente de consumo de la educación (Shaffer,
1972), aunque no pueden considerarse desacertadas, son
ingenuas por cuanto pretenden deteriorar un argumento
que no sólo está en la base de la teoría del capital huma
no, sino también en la comprensión del cambio educati
vo y social de las sociedades industriales a partir de la
segunda mitad del siglo xx.
No obstante, las críticas hasta ahora evaluadas sobre
la relación entre educación, productividad y empleo, o
acerca de la relación entre educación e igualdad de
oportunidades, son críticas «desde dentro», en la medi
da en que no se alejan de una concepción liberal de la
educación y de la estructura social ni del individualismo
metodológico. Excluyen, pues, tanto las regularidades
grupales de comportamiento como el conflicto de clase.
La crítica de Bowles y Gintis a la teoría del capital hu
mano es extensible a las propias críticas hasta ahora ob
servadas:
64
166
ría de la producción se reduce a relaciones técnicas, pero
no sociales. La deficiencia fundamental es que esta omi
sión de la dimensión social reduce la función social de la
educación a la producción de recursos humanos útiles
para el crecimiento económico y para el cambio de esta
tus, e ignora tanto el posible papel de legitimación de la
educación de las desigualdades económicas como el
conflicto entre grupos para acceder a posiciones sociales
privilegiadas.
Si se introduce la consideración de que la educación ,
puede cumplir una función social diferente a la asignada
social y políticamente, entonces el análisis sociológico
de la educación debe cambiar totalmente: en su aproxi
mación teórica, en la definición del objeto y en las pro
pias metodologías de investigación. Esto es visible a par
tir de la década de los setenta, aunque ello no significa
que el cambio sea brusco ni homogéneas las aproxima
ciones alternativas, tanto teórica como empíricamente.
De reflejar esta variedad nos ocuparemos en el capítulo
siguiente. Señalemos, por el momento, en qué la nueva
orientación de la investigación educativa supera al para
digma funcionalista a nivel macro y microsociológico,
con lo que conseguiremos resaltar las carencias princi
pales de dicho enfoque.
Desde un punto de vista macrosociológico, la expli
cación de la relación entre educación y sociedad incor
pora tanto la dimensión social de la producción como
una teoría crítica de la relación entre educación y repro
ducción social. Para la nueva aproximación, el análisis
de la determinación del salario, de las exigencias de cua-
lificación por parte de las empresas o de los factores
condicionantes del «screening», omite la dimensión de
clase, tanto por lo que se refiere a las estrategias como a
los procesos de negociación en el mercado de trabajo.
Por otra parte, la incorporación de la variable clase so
cial en el estudio de la oferta y la demanda de educación
—sea desde una perspectiva neomarxista o neoweberia-
na— debilita el individualismo metodológico como
aproximación al estudio de los factores explicativos del
comportamiento público y privado ante la educación. La
oferta y la demanda de educación pasan a ser considera
65
167
das críticamente, es decir, no como cálculos «racionales»
individuales o colectivos, sino como estrategias o trayec
torias de clase. En efecto, tanto desde un punto de vista
material como simbólico pueden existir comportamien
tos de clase que expliquen tanto la cantidad y tipo de
oferta educativa como las trayectorias de formación de
los individuos.
Se parte, en consecuencia, de una concepción del Es
tado completamente diferente. De la «bondad» de la
concepción del Estado liberal latente en la aproximación
funcionalista se pasa a una visión del Estado como apa
rato instrumentalizado por la clase dominante o como
espacio donde se proyecta el conflicto de clases.19 La
educación puede pasar a entenderse como institución
donde se proyectan intereses sociales, sean éstos los de
la reproducción de la propia institución o los de la pro
ducción de la clase capitalista. En consecuencia, tanto el
estudio de qué enseñan las escuelas como de a quién en
señan debe ser fundamental, puesto que a través de ellos
pueden llegar a dilucidarse los intereses de clase. Por
otra parte, la demanda de educación ya no puede ser en
tendida homogéneamente como respuesta a las motiva
ciones, capacidades, aspiraciones y cálculos racionales
individuales, sino que en su definición intervienen las
estrategias de clase, cuestión especialmente importante
en aquellas clases cuya posición y reproducción social
depende fundamentalmente de la educación, tanto por
lo que se refiere a la posición económica como a los esti
los de vida.
Desde la nueva aproximación al estudio sociológico
de la educación el alejamiento del paradigma funciona-
lista es completo, puesto que no sólo se abandona la
«bondad» de la relación entre educación e igualdad so
cial, sino que se identifica a la educación como institu
ción que contribuye a la reproducción de las posiciones
de clase y, por lo tanto, al mantenimiento de las desi
gualdades sociales.
66
168
Desde un punto de vista microsociológico, la teoría
de la socialización parsoniana se muestra débil tanto
para el análisis de los factores que determinan los con
tenidos y los mensajes en el interior del aula, como para
entender los procesos que conducen a la motivación por
el éxito o la interiorización del fracaso escolar. Porque
si la educación es un espacio de conflicto de intereses
entre los grupos o es instrumentalizada por algún grupo
social, las preferencias o las actitudes y aptitudes de los
individuos no pueden ser consideradas como exógena-
mente dadas, sino como procesos que, también son
construidos de forma significativa en la propia escuela.
Aquello que pasa a ser relevante en el estudio de las re
laciones en el aula no es, por consiguiente, el equilibrio
entre la acción socializadora y motivadora del enseñan
te y los resultados académicos, sino todo tipo de formas
de reproducción de las desigualdades que pueden estar
motivadas por numerosos factores, como el código so-
ciolingüístico familiar, el sexo de los individuos, los pro
cesos de etiquetaje en el aula y las propias expectativas
del profesorado, el origen étnico del alumnado, la so
cialización del profesorado, etc. La transmisión cultural
en el interior del aula, en definitiva, produce una selec
ción en base a criterios predefinidos y socializa con efi
cacia para que los individuos interioricen su éxito o fra
caso en la escuela de forma personal. La misma idea de
educación compensatoria, asociada a la privación cul
tural familiar, refuerza esta idea al señalar a la familia
como causante de la falta de motivación o de las bajas
aspiraciones de los individuos. La escuela, por lo tanto,
no sólo es una institución que reproduce las desigualda
des, sino que tiene capacidad para legitimarlas. Se con
vierte así en una institución clave, no para la expansión
y legitimación de la igualdad de oportunidades, sino
para la reproducción sin conflicto de las posiciones de
clase.
La crisis de la sociología de la educación funcionalis-
ta, lógicamente, no es una crisis aislada. Coincide con la
decadencia del funcionalismo norteamericano como pa
radigma dominante en la sociología (Gouldner, 1971), y,
en general, con el escepticismo político y académico
67
169
acerca de las posibilidades del cuantitativismo como mé
todo científico infalible. En los años sesenta la sociolo
gía experimentó un cambio no solamente ontològico,
gracias al resurgimiento del neomarxismo, sino tam
bién, en muchos casos, un cambio epistemológico y me
todológico. La anulación funcionalista del agente perdió
valor frente a nociones más humanistas —donde destaca
por su importancia e influencia la sociología del conoci
miento (Berger y Luckman, 1988)— y de la importancia
de una sociología de la acción social que contempla no
solamente el ajuste a los roles y la reproducción de la so
ciedad, sino también la capacidad del agente de «produ
cir» la sociedad a través de las relaciones sociales (Tou-
raine, 1978). Desde un punto de vista metodológico, el
interaccionismo simbólico y la fenomenología facilita
ron el uso de la etnometodología y las técnicas de análi
sis cualitativo dirigidas a captar las formas en que los in
dividuos definen la realidad social en sus interacciones
cotidianas.
La «nueva sociología de la educación» de los setenta
dio respuesta a la decepción reformista de finales de la
década anterior, enfatizando el pesimismo acerca del
cambio social a través de la educación. Desde un punto
de vista académico, el libro de Michael Young, Knowled-
ge and Control (1971), supuso un punto de inflexión de la
sociología de la educación. Sin embargo, las direcciones
de la nueva sociología de la educación no fueron homo
géneas, cuestión nada sorprendente si tenemos en cuen
ta que la ruptura con el funcionalismo se produjo tanto
a nivel teórico como metodológico. Inicialmente, y a pe
sar de los mensajes lanzados por el libro de Young, la
nueva sociología de la educación se ocupó mucho más
de la elaboración teórica de la relación entre educación
y sociedad que del estudio del currículum y de los proce
sos que tienen lugar en el interior del aula. A partir de la
segunda mitad de los setenta, y fundamentalmente en
los años ochenta, la investigación sociológica de la edu
cación, especialmente en Gran Bretaña, «entró» en la es
cuela, prácticamente coincidiendo con el debilitamiento
de las teorías de la reproducción. La polarización episte
mológica y metodológica entre los niveles macro y mi-
68
170
crosociológicos, la incapacidad de establecer la relación
entre ambos planos de análisis, y el «circuito cerrado»
de la idea de reproducción y su imposibilidad para ex
plicar el cambio educativo, acabaron por provocar tam
bién la crisis de las teorías de la reproducción y la apari
ción de nuevos planteamientos en la relación entre
educación y sociedad.
69
171
sueño militar de la sociedad; su referencia fundamental se hallaba no en
el estado de naturaleza, sino en los engranajes cuidadosamente
subordinados de una máquina, no en el contrato primitivo, sino en
las coerciones permanentes, no en los derechos fundamentales, sino en
la educación y formación indefinidamente progresivos, no en la voluntad
general, sino en la docilidad automática.
"Sería preciso reinstaurar la disciplina nacional", decía Guibert: "El
Estado que describo tendrá una administración simple, sólida, fácil de
gobernar. Se asemejará a esas grandes máquinas, que por medio de
resortes poco complicados producen grandes efectos; la fuerza de dicho
Estado nacerá de su fuerza, su prosperidad de su prosperidad. El tiempo
que lo destruye todo aumentará su potencia. Desmentirá el prejuicio vulgar
que hace imaginar que los imperios se hallan sometidos a una ley
imperiosa de decadencia y de ruina."282 El régimen napoleónico no está
lejos, y con él esta forma de Estado que le subsistirá y de la cual no hay que
(174) olvidar que ha sido preparada por juristas pero también por
soldados, consejeros de Estado y oficiales, hombres de ley y hombres
de campo. La referencia romana que ha acompañado a esta
formación lleva bien consigo este doble índice: los ciudadanos y los
legionarios, la ley y la maniobra. Mientras los juristas o los filósofos
buscaban en el pacto un modelo primitivo para la construcción o la
reconstrucción del cuerpo social, los militares, y con ellos los técnicos de
la disciplina, elaboraban los procedimientos para la coerción individual
y colectiva de los cuerpos.
(175) Walhausen, en los albores del siglo XVII, hablaba de la "recta disciplina"
como de un arte del "buen encauzamiento de la conducta".283
El poder disciplinario, en efecto, es un poder que, en lugar de sacar
y de retirar, tiene como función principal la de "enderezar
conductas"; o sin duda, de hacer esto para retirar mejor y sacar más.
No encadena las fuerzas para reducirlas; lo hace de manera que a la vez
pueda multiplicarlas y usarlas. En lugar de plegar uniformemente
y en masa todo lo que le está sometido, separa,
282
60 J. A. de Guibert, Essai général de tactique, 1772, Discours préliminaire pp. xxiii-xxiv. Cf.
lo que decía Marx a propósito del ejército y de las formas de la sociedad burguesa (carta a Engels,
25 de septiembre de 1857).
283
1 J. J. Walhausen, L'art militaire pour l'infanterie. 1615, p. 23.
157
172
analiza, diferencia, lleva sus procedimientos de descomposición hasta las
singularidades necesarias y suficientes. "Encauza" las multitudes móviles,
confusas, inútiles de cuerpos y de fuerzas en una multiplicidad de elementos
individuales —pequeñas células separadas, autonomías orgánicas,
identidades y continuidades genéticas, segmentos combinatorios. La
disciplina "fabrica" individuos; es la técnica específica de un poder que se da
los individuos a la vez como objetos y como instrumentos de su ejercicio. No
es un poder triunfante que a partir de su propio exceso pueda fiarse en su
superpotencia; es un poder modesto, suspicaz, que funciona según el modelo
de una economía calculada pero permanente. Humildes modalidades,
procedimientos menores, si se comparan con los rituales majestuosos de la
soberanía o con los grandes aparatos del Estado. Y son ellos precisamente los
que van a invadir poco a poco esas formas mayores, a modificar sus
mecanismos y a imponer sus procedimientos. El aparato judicial no escapará
de esta invasión apenas secreta. El éxito del poder disciplinario se debe sin
duda al uso de instrumentos simples: la inspección jerárquica, la sanción
normalizadora y su combinación en un procedimiento que le es específico: el
examen.
LA VIGILANCIA JERÁRQUICA
158
173
una pieza en el fundamento global del poder. El viejo y tradicional plano
cuadrado ha sido considerablemente afinado de acuerdo con innumerables
esquemas. Se define exactamente la geometría de las avenidas, el número y la
distribución de las tiendas de campaña, la orientación de sus entradas, la
disposición de las filas y de las hileras; se dibuja la red de las miradas que se
controlan unas a otras: "En la plaza de armas, se tiran cinco líneas, la primera
a 16 pies de la segunda; las otras a 8 pies una de otra; y la última está a 8 pies
de las defensas. Las defensas están a 10 pies de las tiendas de campaña de los
oficiales inferiores, precisamente frente a la primera pieza emplazada. Una
calle de compañía tiene 51 pies de anchura... Todas las tiendas de campaña
están a dos pies unas de otras. Las de los subalternos están frente a los
pasadizos de sus compañías. La última pieza está a 8 pies de la última tienda
de los soldados y la puerta mira hacia la tienda de los capitanes... Las tiendas
de los capitanes se levantan frente a las calles de sus compañías. La puerta
mira hacia las mismas compañías."284 El campamento es el diagrama de un
poder que actúa por el efecto de una visibilidad general. Durante mucho
tiempo se encontrará en el urbanismo, en la construcción de las ciudades
obreras, de los hospitales, de los asilos, de (177) las prisiones, de las casas de
educación este modelo del campamento o al menos el principio subyacente:
el encaje espacial de las vigilancias jerarquizadas. Principio del
"empotramiento". El campamento ha sido al arte poco confesable de las
vigilancias lo que la cámara oscura fue a la gran ciencia de la óptica.
Desarróllase entonces toda una problemática: la de una arquitectura que ya
no está hecha simplemente para ser vista (fausto de los palacios), o para
vigilar el espacio exterior (geometría de las fortalezas), sino para permitir un
control interior, articulado y detallado —para hacer visibles a quienes se
encuentran dentro; más generalmente, la de una arquitectura que habría de
ser un operador para la trasformación de los individuos: obrar sobre aquellos
a quienes abriga, permitir la presa sobre su conducta, conducir hasta ellos los
efectos del poder, ofrecerlos a un conocimiento, modificarlos. Las piedras
pueden volver dócil y cognoscible. El viejo esquema simple del encierro y de
la clausura —del muro grueso, de la puerta sólida que impiden entrar o
salir—, comienza a ser sustituido por el cálculo de las aberturas, de los plenos
y de los vacíos, de los pasos y de las trasparencias. Así es como se organiza
284
2 Règlement pour l'infanterie prussienne, trad, franc., Arsenal, ms. 4067, f0 144. Para los
esquemas antiguos, véase Praissac, Les discours militaires, 1623, pp. 27-28. Montgommery, La
milice française, p. 77. Para los nuevos esquemas, cf. Beneton de Morange, Histoire de la guerre,
1741, pp. 61-64, y Dissertations sur les tentes; cf. también numerosos reglamentos como la Ins-
truction sur le service des règlements de cavalerie dans les camps, 29 de junio de 1753. Cf. lám. 7.
159
174
poco a poco el hospital-edificio como instrumento de acción médica: debe
permitir observar bien a los enfermos, y así ajustar mejor los cuidados; la
forma de las construcciones debe impedir los contagios, por la cuidadosa
separación de los enfermos: la ventilación y el aire que se hacen circular en
torno de cada lecho deben en fin evitar que los vapores deletéreos se
estanquen en torno del paciente, descomponiendo sus humores y
multiplicando la enfermedad por sus efectos inmediatos. El hospital —el que
se quiere disponer en la segunda mitad del siglo, y para el cual se han hecho
tantos proyectos después del segundo incendio del Hôtel-Dieu— no es ya
simplemente el techo bajo el que se cobijaban la miseria y la muerte cercana;
es, en su materialidad misma, un operador terapéutico.
Como la escuela-edificio debe ser un operador de encauzamiento de la
conducta. Es una máquina pedagógica que Pâris-Duverney había concebido
en la Escuela militar y hasta en los ínfimos detalles que había impuesto a
Gabriel. Educar cuerpos vigorosos, imperativo de salud; obtener oficiales
competentes, imperativo de calidad; formar militares obedientes, imperativo
político; prevenir el libertinaje y la homosexualidad, imperativo de
moralidad. Cuádruple razón de establecer mamparos estancos entre los
individuos, pero también aberturas de vigilancia continua. El edificio mismo
de la Escuela debía ser un aparato para vigilar; los aposentos estaban
repartidos a lo largo de un pasillo como una serie de (178) pequeñas celdas; a
intervalos regulares, se encontraba el alojamiento de un oficial, de manera
que "cada decena de alumnos tiene un oficial a derecha y a izquierda"; los
alumnos estaban encerrados allí durante toda la noche; y Paris había insistido
en que se acristalara "la separación de cada aposento del lado del corredor
desde la altura de antepecho hasta uno o dos pies del techo. Aparte de que el-
aspecto de tales vidrieras tiene que ser agradable, nos atrevemos a decir que
es útil en no pocos sentidos, sin hablar de las razones de disciplina que
pueden imponer tal disposición".285 En los comedores se había dispuesto "un
estrado un poco elevado para colocar las mesas de los inspectores de
estudios, a fin de que pudieran abarcar con la mirada todas las mesas de los
alumnos de sus divisiones durante la comida"; se habían instalado letrinas
con medias puertas, con objeto de que el vigilante encargado pudiera
distinguir la cabeza y las piernas de los alumnos, pero con separaciones
laterales lo bastante altas "para que los que las ocupaban no pudieran
verse".286 Escrúpulos infinitos de la vigilancia que la arquitectura secunda por
285
3 Citado en R. Laulan, L'École militaire de Paris, 1950, pp. 117-118.
286
4 Arch. nac. MM 666-669. J. Bentham refiere que fue al visitar la Escuela militar cuando
su hermano concibió la primera idea del Panóptico.
160
175
mil dispositivos sin honor. No parecerán irrisorios más que si se olvida el
papel de esta instrumentación, menor pero sin defecto, en la objetivación
progresiva y el reticulado cada vez más fino de los comportamientos
individuales. Las instituciones disciplinarías han secretado una maquinaria
de control que ha funcionado como un microscopio de la conducta; las
divisiones tenues y analíticas que han realizado han llegado a formar, en
torno de los hombres, un aparato de observación, de registro y de
encauzamiento de la conducta. En estas máquinas de observar, ¿cómo
subdividir las miradas, cómo establecer entre ellas relevos, comunicaciones?
¿Qué hacer para que, de su multiplicidad calculada, resulte un poder homo-
géneo y continuo?
El aparato disciplinario perfecto permitiría a una sola mirada verlo todo
permanentemente. Un punto central sería a la vez fuente de luz que
iluminara todo, y lugar de convergencia para todo lo que debe ser sabido: ojo
perfecto al cual nada se sustrae y centro hacia el cual están vueltas todas las
miradas. Esto es lo que había imaginado Ledoux al construir Arc-et-Senans:
en el centro de las edificaciones dispuestas en círculo y abiertas todas hacia el
interior, una elevada construcción debía acumular las funciones
administrativas de dirección, policíacas de vigilancia, económicas de control
y de verificación, y religiosas de fomento (179) de la obediencia y del trabajo;
de ahí vendrían todas las órdenes, ahí estarían registradas todas las
actividades, advertidas y juzgadas todas las faltas; y esto inmediatamente sin
casi ningún otro soporte que una geometría exacta. Entre todas las razones
del prestigio concedido, en la segunda mitad del siglo XVIII, a las
arquitecturas circulares,287 hay que contar sin duda ésta: la de que expresaban
cierta utopía política.
Pero la mirada disciplinaria ha tenido, de hecho, necesidad de relevos. Mejor
que un círculo, la pirámide podía responder a dos exigencias: ser lo bastante
completa para formar un sistema sin solución de continuidad —posibilidad
por consiguiente de multiplicar sus escalones, y de repartirlos sobre toda la
superficie que controlar; y, sin embargo, ser lo bastante discreto para no
gravitar con un peso inerte sobre la actividad que disciplinar, y no ser para
ella un freno o un obstáculo; integrarse al dispositivo disciplinario como una
función que aumenta sus efectos posibles. Necesita descomponer sus
instancias, pero para aumentar su función productora. Especificar la
vigilancia y hacerla funcional.
Es el problema de los grandes talleres y de las fábricas, donde se organiza un
287
5 Cf. láms. 12, 13, 16.
161
176
nuevo tipo de vigilancia. Es diferente del que en los regímenes de las
manufacturas realizaban desde el exterior los inspectores, encargados de
hacer aplicar los reglamentos; se trata ahora de un control intenso, continuo;
corre a lo largo de todo el proceso de trabajo; no recae —o no recae
solamente— sobre la producción (índole, cantidad de materias primas, tipo
de instrumentos utilizados, dimensiones y calidad de los productos), pero
toma en cuenta la actividad de los hombres, su habilidad, su manera de
trabajar, su rapidez, su celo, su conducta. Y es también cosa distinta del
control doméstico del amo, presente al lado de los obreros y de los
aprendices; ya que se efectúa por empleados, vigilantes, contralores y
contramaestres. A medida que el aparato de producción se va haciendo más
importante y más complejo, a medida que aumentan el número de los
obreros y la división del trabajo, las tareas de control se hacen más necesarias
y más difíciles. Vigilar pasa a ser entonces una función definida, pero que
debe formar parte integrante del proceso de producción; debe acompañarlo
en toda su duración. Se hace indispensable un personal especializado,
constantemente presente y distinto de los obreros: "En la gran manufactura,
todo se hace a toque de campana, los obreros son obligados y reprendidos.
Los empleados, acostumbrados con ellos a una actitud de superioridad y de
(180) mando, que realmente es necesaria con la multitud, los tratan du-
ramente o con desprecio; esto hace que esos obreros o bien sean más caros o
no hagan sino pasar por la manufactura." 288 Pero si los obreros prefieren el
encuadramiento de tipo corporativo a este nuevo régimen de vigilancia, los
patronos reconocen en ello un elemento indisociable del sistema de la
producción industrial, de la propiedad privada y del provecho. A la escala de
una fábrica, de una gran fundidora o de una mina, "los gastos se han
multiplicado tanto, que la más módica infidelidad sobre cada renglón daría
para el total un fraude inmenso, que no sólo absorbería los beneficios, sino
que provocaría la disipación de los capitales; ... la menor impericia no
advertida y por este motivo repetida cada día puede llegar a ser funesta a la
empresa hasta el punto de aniquilarla en muy poco tiempo"; de donde el he-
cho de que únicamente unos agentes, dependientes de manera directa del
propietario, y adscritos a esta sola misión podrán vigilar "que no haya un solo
céntimo gastado inútilmente, y que no haya un solo momento del día
perdido"; su papel será "vigilar a los obreros, inspeccionar todos los trabajos,
enterar al comité de todos los hechos".289 La vigilancia pasa a ser un operador
económico decisivo, en la medida en que es a la vez una pieza interna en el
288
6 Encyclopédie, artículo "Manufacture".
289
7 Cournol, Considérations d'intérêt public sur le droit d'exploiter les mines, 1790, Arch. nac. A
XIII14.
162
177
aparato de producción y un engranaje especificado del poder disciplinario.290
El mismo movimiento en la organización de la enseñanza elemental:
especificación de la vigilancia, e integración al nexo pedagógico. El desarrollo
de las escuelas parroquiales, el aumento del número de sus alumnos, la
inexistencia de métodos que permitieran reglamentar simultáneamente la
actividad de una clase entera, con el desorden y la confusión consiguientes,
hacían necesaria la instalación de controles. Para ayudar al maestro, Baten-
cour elige entre los mejores alumnos a una serie de "oficiales", intendentes,
observadores, instructores, repetidores, recitadores de oraciones, oficiales de
escritura, habilitados de tinta, cuestores de pobres y visitadores. Los papeles
así definidos son de dos órdenes: unos corresponden a cometidos materiales
(distribuir la tinta y el papel, dar el sobrante del material a los pobres, leer
textos espirituales los días de fiesta, etcétera); los otros son del (181) orden de
la vigilancia: los "observadores" deben tener en cuenta quién ha abandonado
su banco, quién charla, quién no tiene rosario ni libro de horas, quién se
comporta mal en misa, quién comete algún acto de inmodestia, charla o
griterío en la calle"; los "admonitores" se encargan de "llevar la cuenta de los
que hablan o estudian sus lecciones emitiendo un zumbido, de los que no
escriben o juguetean"; los "visitantes" investigan, en las familias, sobre los
alumnos que no han asistido algún día a clase o que han cometido faltas
graves. En cuanto a los "intendentes", vigilan a todos los demás oficiales. Tan
sólo los "repetidores" desempeñan un papel pedagógico: hacen leer a los
alumnos de dos en dos en voz baja.291 Ahora bien, algunas décadas más tarde,
Demia reproduce una jerarquía del mismo tipo; pero las funciones de
vigilancia llevan ahora aparejadas casi todas un papel pedagógico: un
auxiliar enseña a coger la pluma, guía la mano, corrige los errores y a la vez
"señala las faltas cuando se discute"; otro auxiliar desempeña las mismas
tareas en la clase de lectura; el intendente, que controla a los demás oficiales y
vigila la actitud general, está también encargado de "acostumbrar a los recién
llegados al estilo de los ejercicios de la escuela"; los decuriones hacen recitar
las lecciones y "marcan" a aquellos que no las saben.292 Tenemos con esto el
290
8 Cf. K. Marx: "Esta función directiva, vigilante y mediadora se convierte en función del
capital no bien el trabajo que le esta sometido se vuelve cooperativo. En cuanto función
específica del capital, la función directiva asume características específicas" (El capital,
libro, I, 4» sección, cap. xi).
291
9 M.I.D.B., Instruction méthodique pour l'école paroissiale, 1669, pp. 68-83.
292
10 Ch. Demia, Règlement pour les écoles de la ville de Lyon, 1716, pp. 27-29. Podría notarse
un fenómeno del mismo género en la organización de los colegios: durante mucho
tiempo los "prefectos" estaban encargados, independientemente de los profesores, de la
responsabilidad moral de los pequeños grupos de alumnos. Después de 1762, sobre
163
178
esbozo de una institución de tipo "de enseñanza mutua", donde están
integrados en el interior de un dispositivo único tres procedimientos: la
enseñanza propiamente dicha, la adquisición de conocimientos por el
ejercicio mismo de la actividad pedagógica, y finalmente una observación
recíproca y jerarquizada. Inscríbese en el corazón de la práctica de enseñanza
una relación de vigilancia, definida y regulada; no como una pieza agregada
o adyacente, sino como un mecanismo que le es inherente, y que multiplica
su eficacia.
La vigilancia jerarquizada, continua y funcional no es, sin duda, una de las
grandes "invenciones" técnicas del siglo XVIII, pero su insidiosa extensión
debe su importancia a las nuevas mecánicas de poder que lleva consigo. El
poder disciplinario, gracias a ella, se convierte en un sistema "integrado"
vinculado del interior a la (182) economía y a los fines del dispositivo en que
se ejerce. Se organiza también como un poder múltiple, automático y
anónimo; porque si es cierto que la vigilancia reposa sobre individuos, su
funcionamiento es el de un sistema de relaciones de arriba abajo, pero
también hasta cierto punto de abajo arriba y lateralmente. Este sistema hace
que "resista" el conjunto, y lo atraviesa íntegramente por efectos de poder que
se apoyan unos sobre otros: vigilantes perpetuamente vigilados. El poder en
la vigilancia jerarquizada de las disciplinas no se tiene como se tiene una
cosa, no se trasfiere como una propiedad; funciona como una maquinaria. Y
si es cierto que su organización piramidal le da un "jefe", es el aparato entero
el que produce "poder" y distribuye los individuos en ese campo permanente
y continuo. Lo cual permite al poder disciplinario ser a la vez absolutamente
indiscreto, ya que está por doquier y siempre alerta, no deja en principio
ninguna zona de sombra y controla sin cesar a aquellos mismos que están en-
cargados de controlarlo; y absolutamente "discreto", ya que funciona
permanentemente y en una buena parte en silencio. La disciplina hace
"marchar" un poder relacional que se sostiene a sí mismo por sus propios
mecanismos y que sustituye la resonancia de las manifestaciones por el juego
ininterrumpido de miradas calculadas. Gracias a las técnicas de vigilancia, la
"física" del poder, el dominio sobre el cuerpo se efectúan de acuerdo con las
leyes de la óptica y de la mecánica, de acuerdo con todo un juego de espacios,
de líneas, de pantallas, de haces, de grados, y sin recurrir, en principio al
menos, al exceso, a la fuerza, a la violencia. Poder que es en apariencia tanto
menos "corporal" cuanto que es más sabiamente "físico".
164
179
LA SANCIÓN NORMALIZADORA
1) En el orfanato del caballero Paulet, las sesiones del tribunal que se reunía
cada mañana eran ocasión de un verdadero ceremonial: "Encontramos a
todos los alumnos en orden de batalla, en un alineamiento, una inmovilidad
y un silencio absolutos. El teniente coronel mayor, joven caballero de dieciséis
años, estaba fuera de filas, espada en mano; a su voz de mando, la tropa echó
a andar a paso redoblado para formar el círculo. El consejo se agrupó en el
centro, y cada oficial dio el informe de su tropa para las veinticuatro horas. Se
admitió a los acusados a justificarse; se oye a los testigos; se deliberó, y una
vez de acuerdo, el teniente coronel mayor dio cuenta en voz alta del número
de los culpables, de la índole de los delitos y de los castigos impuestos (183).
La tropa desfiló a continuación en el mayor orden."293 En el corazón de todos
los sistemas disciplinarios funciona un pequeño mecanismo penal. Beneficia
de cierto privilegio de justicia, con sus propias leyes, sus delitos
especificados, sus formas particulares de sanción, sus instancias de juicio. Las
disciplinas establecen una "infra-penalidad"; reticulan un espacio que las le-
yes dejan vacío; califican y reprimen un conjunto de conductas que su relativa
indiferencia hacía sustraerse a los grandes sistemas de castigo. "Al entrar, los
compañeros deberán saludarse unos a otros; ... al salir, deberán guardar los
artículos y útiles de que se han servido y, en la época en que se vela, apagar
su lámpara" "está expresamente prohibido entretener a los compañeros con
gestos o de otra manera"; deberán "comportarse honesta y decentemente";
aquel que se ausente más de 5 minutos sin avisar al señor Oppenheim será
"consignado por media jornada"; y para estar seguro de que no se ha
olvidado nada en esta minuciosa justicia penal, se prohíbe hacer "todo cuanto
pueda perjudicar al señor Oppenheim y a los compañeros".294 En el taller, en
la escuela, en el ejército, reina una verdadera micropenalidad del tiempo
(retrasos, ausencias, interrupciones de tareas), de la actividad (falta de
atención, descuido, falta de celo), de la manera de ser (descortesía,
desobediencia), de la palabra (charla, insolencia), del cuerpo (actitudes
"incorrectas", gestos impertinentes, suciedad), de la sexualidad (falta de
recato, indecencia). Al mismo tiempo se utiliza, a título de castigos, una serie
de procedimientos sutiles, que van desde el castigo físico leve, a privaciones
menores y a pequeñas humillaciones. Se trata a la vez de hacer penables las
293
11 Piclet de Rochemont, Journal de Genève, 5 de enero de 1788.
294
l2 Reglamento provisional para la fábrica de M. Oppenheim, 29 de septiembre de 1809.
165
180
fracciones más pequeñas de la conducta y de dar una función punitiva a los
elementos en apariencia indiferentes del aparato disciplinario: en el límite,
que todo pueda servir para castigar la menor cosa; que cada sujeto se
encuentre prendido en una universalidad castigable-castigante. "Con la
palabra castigo, debe comprenderse todo lo que es capaz de hacer sentir a los
niños la falta que han cometido, todo lo que es capaz de humillarlos, de
causarles confusión: ... cierta frialdad, cierta indiferencia, una pregunta, una
humillación, una destitución de puesto."295
2) Pero la disciplina lleva consigo una manera específica de castigar, y que no
es únicamente un modelo reducido del tribunal.
(184) Lo que compete a la penalidad disciplinaria es la inobservancia, todo lo
que no se ajusta a la regla, todo lo que se aleja de ella, las desviaciones. Es
punible el dominio indefinido de lo no conforme: el soldado comete una
"falta" siempre que no alcanza el nivel requerido; la "falta" del alumno, es,
tanto como un delito menor, una ineptitud para cumplir sus tareas. El
reglamento de la infantería prusiana mandaba tratar con "todo el rigor posi-
ble" al soldado que no había aprendido a manejar correctamente su fusil.
Igualmente, "cuando un alumno no recuerde la parte de catecismo del día
anterior, se le podrá obligar a aprender la de ese día, sin cometer falta alguna,
y se le hará repetir al día siguiente; o se le obligará a escucharla en pie o de
rodillas, y con las manos juntas, o bien se le impondrá alguna otra
penitencia". El orden que los castigos disciplinarios deben hacer respetar es
de índole mixta: es un orden "artificial", dispuesto de manera explícita por
una ley, un programa, un reglamento. Pero es también un orden definido por
unos procesos naturales y observables: la duración de un aprendizaje, el
tiempo de un ejercicio, el nivel de aptitud se refieren a una regularidad, que
es también una regla. Los alumnos de las escuelas cristianas no deben jamás
ser colocados ante una "lección" de la que no son todavía capaces, pues se les
pondría en peligro de no poder aprender nada; sin embargo, la duración de
cada estadio se halla fijada reglamentariamente, y aquel que en el término de
tres exámenes no ha podido pasar al grado superior debe ser colocado, bien
en evidencia, en el banco de los "ignorantes". El castigo en régimen disciplina-
rio supone una doble referencia jurídico-natural.
3) El castigo disciplinario tiene por función reducir las desviaciones. Debe,
por lo tanto, ser esencialmente correctivo. Al lado de los castigos tomados
directamente del modelo judicial (multas, látigo, calabozo), los sistemas
disciplinarios dan privilegio a los castigos del orden del ejercicio —del
295
13 J.-B. de La Salle, Conduite des Écoles chrétiennes (1828), pp. 204-205.
166
181
aprendizaje intensificado, multiplicado, varias veces repetido: el reglamento
de 1766 para la infantería preveía que los soldados de primera clase "que
muestren algún descuido o mala voluntad serán relegados a la última clase",
y no podrán reintegrarse a la primera sino después de nuevos ejercicios y un
nuevo examen. Como decía, por su parte, J.-B. de La Salle, "Los trabajos
impuestos como castigo (pensum) son, de todas las penitencias, lo más
honesto para un maestro, lo más ventajoso y lo más agradable para los
padres"; permiten "obtener, de las faltas mismas de los niños, medios para
hacerlos progresar al corregir sus defectos"; a aquellos, por ejemplo, "que
(185) no hayan escrito todo lo que debían escribir o no se hayan aplicado a
hacerlo bien, se les podrá dar como castigo algunas líneas que escribir o que
aprender de memoria".296 El castigo disciplinario es, en una buena parte al
menos, isomorfo a la obligación misma; es menos la venganza de la ley
ultrajada que su repetición, su insistencia redoblada. Tanto que el efecto
correctivo que se espera no pasa sino de una manera accesoria por la
expiación y el arrepentimiento; se obtienen directamente por el mecanismo
de un encauzamiento de la conducta. Castigar es ejercitar.
4) El castigo, en la disciplina, no es sino un elemento de un sistema doble:
gratificación-sanción. Y es este sistema el que se vuelve operante en el
proceso de encauzamiento de la conducta y de corrección. El maestro "debe
evitar, tanto como se pueda, usar de castigos; por el contrario, debe tratar de
hacer que las recompensas sean más frecuentes que las penas, ya que los
perezosos se sienten más incitados por el deseo de ser recompensados como
los diligentes que por el temor de los castigos; por lo cual se obtendrá un
fruto muy grande cuando el maestro, obligado a usar del castigo, conquiste si
puede el corazón del niño, antes que aplicarle aquél".297 Este mecanismo de
dos elementos permite cierto número de operaciones características de la
penalidad disciplinaria. En primer lugar la calificación de las conductas y de
las cualidades a partir de dos valores opuestos del bien y del mal; en lugar de
la división simple de lo vedado, tal como la conoce la justicia penal, se tiene
una distribución entre polo positivo y polo negativo; toda la conducta cae en
el campo de las buenas y de las malas notas, de los buenos y de los malos
puntos. Es posible además establecer una cuantificación y una economía
cifrada. Una contabilidad penal, sin cesar puesta al día, permite obtener el ba-
lance punitivo de cada cual. La "justicia" escolar ha llevado muy lejos este
sistema, cuyos rudimentos al menos se encuentran en el ejército o en los
talleres. Los hermanos de las Escuelas cristianas habían organizado toda una
296
14 Ibid.
297
15 Ch. Demia, Règlement pour les écoles de la ville de Lyon, 1716, p. 17.
167
182
microeconomía de los privilegios y de los trabajos como castigo: "Los
privilegios servirán a los alumnos para eximirse de las penitencias que les
sean impuestas ... A un escolar, por ejemplo, se le habrá impuesto como
castigo la copia de cuatro o seis preguntas del catecismo; podrá librarse de
esta penitencia mediante algunos puntos de privilegios; el maestro asignará
el número necesario para cada pregunta ... Como los privilegios valen cierto
número de puntos, el maestro tiene (186) otros de menor valor, que servirán a
manera de moneda de cambio de los primeros. Así, por ejemplo, un niño
habrá recibido un castigo del cual no puede redimirse sino a cambio de seis
puntos; posee un privilegio de diez; entonces se lo presenta al maestro, el cual
le devuelve cuatro puntos, y así en cuanto a los demás."298 Y por el juego de
esta cuantificación, de esta circulación de los adelantos y de las deudas,
gracias al cálculo permanente de las notaciones en más y en menos, los
aparatos disciplinarios jerarquizan los unos con relación a los otros a las
"buenas" y a las "malas" personas. A través de esta microeconomía de una
penalidad perpetua, se opera una diferenciación que no es la de los actos,
sino de los individuos mismos, de su índole, de sus virtualidades, de su nivel
o de su valor. La disciplina, al sancionar los actos con exactitud, calibra los
individuos "en verdad"; la penalidad que pone en práctica se integra en el
ciclo de conocimiento de los individuos.
5) La distribución según los rangos o los grados tiene un doble papel: señalar
las desviaciones, jerarquizar las cualidades, las competencias y las aptitudes;
pero también castigar y recompensar. Funcionamiento penal de la ordenación
y carácter ordinal de la sanción. La disciplina recompensa por el único juego
de los ascensos, permitiendo ganar rangos y puestos; castiga haciendo
retroceder y degradando. El rango por sí mismo equivale a recompensa o a
castigo. Se había puesto a punto en la Escuela militar un sistema completo de
clasificación "honorífica", que unos detalles de indumentaria revelaban a los
ojos de todos, y unos castigos más o menos nobles o vergonzosos iban
unidos, como marca de privilegio o de infamia, a los rangos así distribuidos.
Este reparto clasificatorio y penal se efectúa a intervalos cercanos por los
informes que los oficiales, los profesores y sus ayudantes suministran, sin
consideración de edad o de grado, sobre "las cualidades morales de los
alumnos" y sobre "su conducta universalmente reconocida". La primera clase,
llamada "de los muy buenos", se distingue por una hombrera de plata; su ho-
nor consiste en ser tratada como "una tropa puramente militar"; por lo tanto,
serán militares los castigos a que tiene derecho (los arrestos y, en casos
298
16 J.-B. de La Salle, Conduite des Écoles chrétiennes, B. N. Ms. 11759, p. 156 ss. Aquí se
tiene la trasposición del sistema de las indulgencias.
168
183
graves, la prisión). La segunda clase, "de los buenos", lleva una hombrera de
seda color rojo vivo y plata; pueden ser arrestados y llevados a la prisión,
pero también enjaulados y puestos de rodillas. La clase de los "mediocres"
(187) tiene derecho a una hombrera de lana roja; a las penas precedentes se
agrega, llegado el caso, el sayal. La última clase, la de los "malos", está
marcada por una hombrera de lana parda; "los alumnos de esta clase estarán
sometidos a todos los castigos usados en la Escuela o todos aquellos que se
crea necesario introducir e incluso el calabozo sin luz". A esto se añadió
durante un tiempo la clase "vergonzosa", para la cual se hicieron reglamentos
particulares, "de manera que quienes la componen habrán de estar siempre
separados de los demás y vestidos de sayal". Puesto que únicamente el mérito
y la conducta deben decidir el lugar del alumno, "los de las dos últimas clases
podrán lisonjearse de ascender a las primeras y de llevar sus insignias,
cuando, por testimonios universales, se reconozca que se han hecho dignos
de ello por el cambio de su conducta y sus progresos; y los de las primeras
clases descenderán igualmente a las otras si se abandonan y si los informes
reunidos y desventajosos demuestran que no merecen ya las distinciones y
prerrogativas de las primeras clases..." La clasificación que castiga debe
tender a borrarse. La "clase vergonzosa" no existe sino para desaparecer: "Con
el fin de juzgar en cuanto a la especie de conversión de los alumnos de la
clase vergonzosa que se comporten bien", se les volverá a introducir en las
otras clases y se les devolverán sus trajes; pero permanecerán con sus
enmaradas de infamia durante las comidas y los recreos; y así quedarán si no
continúan portándose bien; sólo saldrán, "si se está contento de ellos en dicha
clase y en dicha división".299 Doble efecto, por consiguiente, de esta penalidad
jerarquizante: distribuir los alumnos de acuerdo con sus aptitudes y su
conducta, por lo tanto según el uso que de ellos se podrá hacer cuando salgan
de la escuela; ejercer sobre ellos una presión constante para que se sometan
todos al mismo modelo, para que estén obligados todos juntos "a la
subordinación, a la docilidad, a la atención en los estudios y ejercicios y a la
exacta práctica de los deberes y de todas las partes de la disciplina". Para que
todos se asemejen.
En suma, el arte de castigar, en el régimen del poder disciplinario, no tiende
ni a la expiación ni aun exactamente a la represión. Utiliza cinco operaciones
bien distintas: referir los actos, los hechos extraordinarios, las conductas
similares a un conjunto que es a la vez campo de comparación, espacio de
diferenciación y principio de una regla que seguir. Diferenciar a los
299
17 Archivos nacionales MM 658, 30 de marzo de 1758, y MM 666, 15 de septiembre de
1763.
169
184
individuos unos respecto de otros y en función de esta regla de conjunto —ya
(188) se la haga funcionar como umbral mínimo, como término medio que
respetar o como grado óptimo al que hay que acercarse. Medir en términos
cuantitativos y jerarquizar en términos de valor las capacidades, el nivel, la
"naturaleza" de los individuos. Hacer que juegue, a través de esta medida
"valorizante", la coacción de una conformidad que realizar. En fin, trazar el
límite que habrá de definir la diferencia respecto de todas las diferencias, la
frontera exterior de lo anormal (la "clase vergonzosa" de la Escuela militar).
La penalidad perfecta que atraviesa todos los puntos, y controla todos los
instantes de las instituciones disciplinarias, compara, diferencia, jerarquiza,
homogeiniza, excluye. En una palabra, normaliza.
Se opone, por lo tanto, término por término, a una penalidad judicial, que
tiene por función esencial la de referirse, no a un conjunto de fenómenos
observables, sino a un corpus de leyes y de textos que hay que conservar en la
memoria; no la de diferenciar a unos individuos, sino de especificar unos
actos bajo cierto número de categorías generales; no la de jerarquizar sino la
de hacer jugar pura y simplemente la oposición binaria de lo permitido y de
lo prohibido; no la de homogeneizar, sino la de operar la división, obtenida
de una vez por todas, de la condena. Los dispositivos disciplinarios han
secretado una "penalidad de la norma", que es irreductible en sus principios y
su funcionamiento a la penalidad tradicional de la ley. El pequeño tribunal
que parece actuar permanentemente en los edificios de la disciplina, y que a
veces adopta la forma teatral del gran aparato judicial, no debe engañar: no
prolonga, excepto por algunas continuidades formales, los mecanismos de la
justicia criminal hasta la trama de la existencia cotidiana, o al menos no es lo
esencial; las disciplinas han fabricado —apoyándose en toda una serie de
procedimientos, por lo demás muy antiguos— un nuevo funcionamiento
punitivo, y es éste el que poco a poco ha revestido el gran aparato exterior
que parecía reproducir modesta o irónicamente. El funcionamiento jurídico-
antropológico que se revela en toda la historia de la penalidad moderna no
tiene su origen en la superposición a la justicia criminal de las ciencias
humanas y en las exigencias propias de esta nueva racionalidad o del
humanismo que llevaría consigo; tiene su punto de formación en la técnica
disciplinaria que ha hecho jugar esos nuevos mecanismos de sanción
normalizadora.
Aparece, a través de las disciplinas, el poder de la Norma. ¿Nueva ley de la
sociedad moderna? Digamos más bien que desde el siglo XVIII ha venido a
agregarse a otros poderes obligándolos a (189) nuevas delimitaciones; el de la
Ley, el de la Palabra y del Texto, el de la Tradición. Lo Normal se establece
como principio de coerción en la enseñanza con la instauración de una
170
185
educación estandarizada y el establecimiento de las escuelas normales; se
establece en el esfuerzo por organizar un cuerpo médico y un
encuadramiento hospitalario de la nación capaces de hacer funcionar unas
normas generales de salubridad; se establece en la regularización de los
procedimientos y de los productos industriales.300 Como la vigilancia, y con
ella la normalización, se torna uno de los grandes instrumentos de poder al
final de la época clásica. Se tiende a sustituir o al menos a agregar a las
marcas que traducían estatutos, privilegios, adscripciones, todo un juego de
grados de normalidad, que son signos de adscripción a un cuerpo social
homogéneo, pero que tienen en sí mismos un papel de clasificación, de
jerarquización y de distribución de los rangos. En un sentido, el poder de
normalización obliga a la homogeneidad; pero individualiza al permitir las
desviaciones, determinar los niveles, fijar las especialidades y hacer útiles las
diferencias ajustan-do unas a otras. Se comprende que el poder de la norma
funcione fácilmente en el interior de un sistema de la igualdad formal, ya que
en el interior de una homogeneidad que es la regla, introduce, como un
imperativo útil y el resultado de una medida, todo el desvanecido de las
diferencias individuales.
EL EXAMEN
171
186
sus personajes y de su papel, de sus juegos de preguntas y respuestas, de sus
sistemas de notación y de clasificación? Porque en esta pobre técnica se
encuentran implicados todo un dominio de saber, todo un tipo de poder. Se
habla a menudo de la ideología que llevan en sí, de manera discreta o
parlanchína, las "ciencias" humanas. Pero su tecnología misma, ese pequeño
esquema operatorio que tiene tal difusión (de la psiquiatría a la pedagogía,
del diagnóstico de las enfermedades a la contratación de mano de obra), ese
procedimiento tan familiar del examen, ¿no utiliza, en el interior de un solo
mecanismo, unas relaciones de poder que permiten obtener y constituir cierto
saber? No es simplemente al nivel de la conciencia, de las representaciones y
en lo que se cree saber, sino al nivel de lo que hace posible un saber donde se
realiza la actuación política.
Una de las condiciones esenciales para el desbloqueo epistemológico de la
medicina a fines del siglo XVIII fue la organización del hospital como aparato
de "examinar". El ritual de la visita es su forma más llamativa. En el siglo
XVII, el médico, procedente del exterior, unía su inspección a no pocos otros
controles —religiosos, administrativos; casi no participaba en la gestión
cotidiana del hospital. Poco a poco, la visita se fue haciendo más regular, más
rigurosa, más amplia sobre todo: cubrió una parte cada vez más importante
del funcionamiento hospitalario. En 1661, el médico del Hôtel-Dieu de París
estaba encargado de una visita diaria; en 1687, un médico "expectante" debía
examinar, durante la tarde, algunos enfermos, más gravemente afectados. Los
reglamentos del siglo XVIII, precisan los horarios de la visita y su duración
(dos horas como mínimo); insisten para que un servicio por rotación permita
asegurarla todos los días, "incluso el domingo de Pascua"; en fin, en 1771 se
instituye un médico residente, con la misión de "prestar todos los servicios de
su profesión, tanto de noche como de día, en los intervalos de una visita a
otra de un médico del exterior".301 La inspección de otro tiempo, discontinua
y rápida, se ha trasformado en una observación regular que pone al enfermo
en situación de examen casi perpetuo. Con dos consecuencias: en la jerarquía
interna, el médico, elemento hasta ahora externo, comienza a adquirir premi-
nencia sobre el personal religioso, y se empieza a confiársele un (191) papel
determinado pero subordinado en la técnica del examen. Aparece entonces la
categoría del "enfermero". En cuanto al hospital mismo, que era ante todo un
lugar de asistencia, va a convertirse en lugar de formación y de confrontación
de los conocimientos: inversión de las relaciones de poder y constitución de
un saber. El hospital bien "disciplinado" constituirá el lugar adecuado de la
"disciplina" médica; ésta podrá entonces perder su carácter textual, y tomar
301
19 Registre des délibérations du bureau de l'Hôtel-Dieu.
172
187
sus referencias menos en la tradición de los autores decisivos que en un
dominio de objetos perpetuamente ofrecidos al examen.
De la misma manera, la escuela pasa a ser una especie de aparato de examen
ininterrumpido que acompaña en toda su longitud la operación de
enseñanza. Se tratará en ella cada vez menos de esos torneos en los que los
alumnos confrontaban sus fuerzas y cada vez más de una comparación
perpetua de cada cual con todos, que permite a la vez medir y sancionar. Los
hermanos de las Escuelas cristianas querían que sus discípulos tuviesen
composición todos los días de la semana: el primero de ortografía, el segundo
de aritmética, el tercero de catecismo por la mañana y de escritura por la
tarde, etc. Además, cada mes debía haber una composición con el fin de
designar a quienes merecían someterse al examen del inspector.302 Desde
1775, existían en la Escuela de caminos y puentes 16 exámenes al año: 3 de
matemáticas, 3 de arquitectura, 3 de dibujo, 2 de escritura, I de corte de
piedras, 1 de estilo, 1 de levantamiento de planos, 1 de nivelación, 1 de
medida y estimación de construcciones.303 El examen no se limita a sancionar
un aprendizaje; es uno de sus factores permanentes, subyacentes, según un
ritual de poder constantemente prorrogado. Ahora bien, el examen permite al
maestro, a la par que trasmite su saber, establecer sobre sus discípulos todo
un campo de conocimientos. Mientras que la prueba por la cual se terminaba
un aprendizaje en la tradición corporativa validaba una aptitud adquirida —
la "obra maestra" autentificaba una trasmisión de saber ya hecha—, el
examen, en la escuela, crea un verdadero y constante intercambio de saberes:
garantiza el paso de los conocimientos del maestro al discípulo, pero toma
del discípulo un saber reservado y destinado al maestro. La escuela pasa a ser
el lugar de elaboración de la pedagogía. Y así como el procedimiento del
examen hospitalario ha permitido el desbloqueo epistemológico de la
medicina, la época de la escuela "examinatoria" ha marcado el comienzo de
una pedagogía que (192) funciona como ciencia. La época de las inspecciones
y de las maniobras indefinidamente repetidas en el ejército ha marcado tam-
bién el desarrollo de un inmenso saber táctico que tuvo su efecto en la época
de las guerras napoleónicas.
El examen lleva consigo todo un mecanismo que une a cierta forma de
ejercicio del poder cierto tipo de formación de saber.
1) El examen invierte la economía de la visibilidad en el ejercicio del poder.
Tradicionalmente el poder es lo que se ve, lo que se muestra, lo que se
manifiesta, y, de manera paradójica, encuentra el principio de su fuerza en el
302
20 J.-B. de La Salle, Conduite des Écoles chrétiennes, 1828, p. 160.
303
21 Cf. L'enseignement et la diffusion des sciences au XVIIIe siècle, 1964, p. 360.
173
188
movimiento por el cual la despliega. Aquellos sobre quienes se ejerce pueden
mantenerse en la sombra; no reciben luz sino de esa parte de poder que les
está concedida, o del reflejo que recae en ellos un instante. En cuanto al poder
disciplinario, se ejerce haciéndose invisible; en cambio, impone a aquellos a
quienes somete un principio de visibilidad obligatorio. En la disciplina, son
los sometidos los que tienen que ser vistos. Su iluminación garantiza el
dominio del poder que se ejerce sobre ellos. El hecho de ser visto sin cesar, de
poder ser visto constantemente, es lo que mantiene en su sometimiento al
individuo disciplinario. Y el examen es la técnica por la cual el poder, en
lugar de emitir los signos de su potencia, en lugar de imponer su marca a sus
sometidos, mantiene a éstos en un mecanismo de objetivación. En el espacio
que domina, el poder disciplinario manifiesta, en cuanto a lo esencial, su
poderío acondicionando objetos. El examen equivale a la ceremonia de esta
objetivación.
Hasta aquí el papel de la ceremonia política había sido dar lugar a la
manifestación a la vez excesiva y regulada del poder; era una expresión
suntuaria de potencia, un "gasto" a la vez exagerado y codificado en el que el
poder recobraba su vigor. La ceremonia se aparejaba siempre, más o menos,
al triunfo. La aparición solemne del soberano llevaba consigo algo de la
consagración, de la coronación, del retorno de la victoria; ni aun en las fastos
funerarios dejaba de desarrollarse como manifestación del despliegue del
poder. En cuanto a la disciplina, tiene su propio tipo de ceremonia. No es el
triunfo, es la revista, es el "desfile", forma fastuosa del examen. Los "súbditos"
son ofrecidos en él como "objetos" a la observación de un poder que no se
manifiesta sino tan sólo por su mirada. No reciben directamente la imagen
del poder soberano; despliegan únicamente sus efectos —y, por decirlo así, en
hueco— sobre sus cuerpos, ahora ya exactamente legibles y dóciles. El 15 de
marzo de 1666 pasa Luis XIV su primera revista militar: 18000 hombres, "una
de las acciones más brillantes del reinado", y que se decía haber "tenido a
Europa entera en (193) la inquietud". Varios años después se acuñó una
medalla para conmemorar el acontecimiento.304 Lleva, en el exergo:
"Disciplina militaris restituía" y en la leyenda: "Prolusio ad victorias." A la
derecha, el rey, adelantado el pie derecho, manda personalmente el ejercicio
con un bastón. En la mitad de la izquierda se ven de frente y alineados en el
sentido de la profundidad varias filas de soldados; extienden el brazo a la
altura del hombro y sostienen el fusil exactamente vertical; adelantan la
pierna derecha y tienen el pie izquierdo vuelto hacia el exterior. En el suelo,
304
22 Sobre esta medalla, cf. el artículo de J. Jacquiot en Le Club français de ¡a médaille, 49
trimestre de 1970, pp. 50-54. Lám. 2.
174
189
unas líneas se cortan en ángulo recto, dibujando, bajo los pies de los soldados,
grandes cuadrados que sirven de referencia para las diferentes fases y
posiciones del ejercicio. Totalmente en el fondo, se ve dibujarse una
arquitectura clásica. Las columnas del palacio prolongan las constituidas por
los hombres alineados y los fusiles verticales, del mismo modo que, sin duda,
el embaldosado prolonga las líneas del ejercicio. Pero por encima de la
balaustrada que remata el edificio hay unas estatua" que representan unos
personajes bailando: líneas sinuosas, miembros arqueados, paños. Recorre el
mármol un movimiento cuyo principio de unidad es armónico. En cuanto a
los hombres, están inmovilizados en una actitud uniformemente repetida de
filas en filas y de líneas en líneas: unidad táctica. El orden arquitectónico, que
libera en su ápice las figuras de la danza, impone en el suelo sus reglas y su
geometría a los hombres disciplinados. Las columnas del poder. "Está bien",
decía un día el gran duque Miguel, ante el cual se había hecho maniobrar a
las tropas, "pero respiran".305
Consideremos esta medalla como testimonio del momento en que coinciden
de una manera paradójica pero significativa la figura más brillante del poder
soberano y la emergencia de los rituales propios del poder disciplinario. La
visibilidad apenas soportable del monarca se vuelve visibilidad inevitable de
los súbditos. Y esta inversión de visibilidad en el funcionamiento de las
disciplinas es lo que habrá de garantizar hasta sus grados más bajos el
ejercicio del poder. Entramos en la época del examen infinito y de la ob-
jetivación coactiva.
2) El examen hace entrar también la individualidad en un campo documental. Deja
tras él un archivo entero tenue y minucioso que se constituye al ras de los
cuerpos y de los días. El examen que coloca a los individuos en un campo de
vigilancia los sitúa igualmente (194) en una red de escritura; los introduce en
todo un espesor de documentos que los captan y los inmovilizan. Los
procedimientos de examen han ido inmediatamente acompañados de un
sistema de registro intenso y de acumulación documental. Constituyese un
"poder de escritura" como una pieza esencial en los engranajes de la
disciplina. Sobre no pocos puntos, se modela de acuerdo con los métodos
tradicionales de la documentación administrativa. Pero con técnicas
particulares e innovaciones importantes. Unas conciernen a los métodos de
identificación, de señalización o de descripción. Era el problema del ejército
cuando había que encontrar a los desertores, evitar la repetición en los
alistamientos, corregir los estados ficticios presentados por los oficiales,
conocer los servicios y el valor de cada uno, establecer con certeza el balance
305
23 Kropotkine. Autour d'une vie, 1902, p. 9. Debo esta referencia a G. Can-guilhem.
175
190
de los desaparecidos y de los muertos. Era el problema de los hospitales,
donde había que reconocer a los enfermos, expulsar a los simuladores, seguir
la evolución de las enfermedades, verificar la eficacia de los tratamientos,
descubrir los casos análogos y los comienzos de epidemia. Era el problema de
los establecimientos de enseñanza, donde había que caracterizar la aptitud de
cada cual, situar su nivel y su capacidad, indicar la utilización eventual que
se podía hacer de él: "El registro sirve para recurrir a él en el tiempo y lugar
oportunos, para conocer las costumbres de los niños, su adelanto en el
camino de la piedad, en el catecismo, en las letras, según el tiempo de la
Escuela, su espíritu y juicio que encontrará marcado desde su entrada." 306
De ahí la formación de toda una serie de códigos de la individualidad
disciplinaria que permiten transcribir homogeneizándolos los rasgos
individuales establecidos por el examen: código físico de la señalización,
código médico de los síntomas, código escolar o militar de las conductas y de
los hechos destacados. Estos códigos eran todavía muy rudimentarios, en su
forma cualitativa o cuantitativa, pero marcan el momento de una
"formalización" inicial de lo individual en el interior de las relaciones de
poder.
Las otras innovaciones de la escritura disciplinaria conciernen la puesta en
correlación de estos elementos, la acumulación de los documentos, su puesta
en serie, la organización de campos comparativos que permiten clasificar,
formar categorías, establecer medias, fijar normas. Los hospitales del siglo
XVIII han sido en particular grandes laboratorios para los métodos
escriturarios y documentales. El cuidado de los registros, su especificación,
los modos de trascripción de los unos a los otros, su circulación durante las
visitas, (193) su confrontación en el curso de las reuniones regulares de los
médicos y de los administradores, la trasmisión de sus datos a organismos de
centralización (ya sea en el hospital o en la oficina central de los hospicios), la
contabilidad de las enfermedades, de las curaciones, de los fallecimientos al
nivel de un hospital, de una ciudad, y en el límite de la nación entera, han
formado parte integrante del proceso por el cual los hospitales han estado
sometidos al régimen disciplinario. Entre las condiciones fundamentales de
una buena "disciplina" médica en los dos sentidos de la palabra, hay que
tener en cuenta los procedimientos de escritura que permiten integrar, pero
sin que se pierdan, los datos individuales en unos sistemas acumulativos;
hacer de modo que a partir de cualquier registro general se pueda encontrar
un individuo y que, inversamente, cada dato del examen individual pueda
306
24 M. I. D. B., Instruction méthodique pour l'école paroissiale, 1669, p. 64.
176
191
repercutir en los cálculos de conjunto.
Gracias a todo este aparato de escritura que lo acompaña, el examen abre dos
posibilidades que son correlativas: la constitución del individuo como objeto
descriptible, analizable; en modo alguno, sin embargo, para reducirlo a
rasgos "específicos" como hacen los naturalistas con los seres vivos, sino para
mantenerlo en sus rasgos singulares, en su evolución particular, en sus
aptitudes o capacidades propias, bajo la mirada de un saber permanente; y de
otra parte la constitución de un sistema comparativo que permite la medida
de fenómenos globales, la descripción de grupos, la caracterización de hechos
colectivos, la estimación de las desviaciones de los individuos unos respecto
de otros, y su distribución en una "población".
Importancia decisiva por consiguiente de esas pequeñas técnicas de notación,
de registro, de constitución de expedientes, de disposición en columnas y en
cuadros que nos son familiares pero que han permitido el desbloqueo
epistemológico de las ciencias del individuo. Se tiene, sin duda, razón al
plantear el problema aristotélico: ¿es posible, y legítima, una ciencia del
individuo? A gran problema, grandes soluciones quizá. Pero hay el pequeño
problema histórico de la emergencia, a fines del siglo XVIII, de lo que se
podría colocar bajo la sigla de ciencias "clínicas"; problema de la entrada del
individuo (y no ya de la especie) en el campo del saber; problema de la
entrada de la descripción singular, del interrogatorio, de la anamnesia, del
"expediente" en el funcionamiento general del discurso científico. A esta
simple cuestión de hecho corresponde sin duda una respuesta sin grandeza:
hay que mirar del lado de esos procedimientos de escritura y de registro, hay
que mirar del lado de los mecanismos de examen, del lado (196) de la
formación de los dispositivos de disciplina, y de la formación de un nuevo
tipo de poder sobre los cuerpos. ¿El nacimiento de las ciencias del hombre?
Hay verosímilmente que buscarlo en esos archivos de poca gloria donde se
elaboró el juego moderno de las coerciones sobre cuerpos, gestos,
comportamientos.
3) El examen, rodeado de todas sus técnicas documentales, hace de cada individuo un
"caso": un caso que a la vez constituye un objeto para un conocimiento y una
presa para un poder. El caso no es ya, como en la casuística o la
jurisprudencia, un conjunto de circunstancias que califican un acto y que
pueden modificar la aplicación de una regla; es el individuo tal como se le
puede describir, juzgar, medir, comparar a otros y esto en su individualidad
misma; y es también el individuo cuya conducta hay que encauzar o corregir,
a quien hay que clasificar, normalizar, excluir, etcétera.
Durante mucho tiempo la individualidad común —la de abajo y de todo el
mundo— se ha mantenido por bajo del umbral de descripción. Ser mirado,
177
192
observado, referido detalladamente, seguido a diario por una escritura
ininterrumpida, era un privilegio. La crónica de un hombre, el relato de su
vida, su historiografía relatada al hilo de su existencia formaban parte de los
rituales de su poderío. Ahora bien, los procedimientos disciplinarios
invierten esa relación, rebajan el umbral de la individualidad descriptible y
hacen de esta descripción un medio de control y un método de dominación.
No ya monumento para una memoria futura, sino documento para una
utilización eventual. Y esta descriptibilidad nueva es tanto más marcada
cuanto que el encuadramiento disciplinario es estricto: el niño, el enfermo, el
loco, el condenado pasarán a ser, cada vez más fácilmente a partir del siglo
XVIII y según una pendiente que es la de los mecanismos de disciplina,
objeto de decisiones individuales y de relatos biográficos. Esta consignación
por escrito de las existencias reales no es ya un procedimiento de
heroicización; funciona como procedimiento de objetivación y de
sometimiento. La vida cuidadosamente cotejada de los enfermos mentales o
de los delincuentes corresponde, como la crónica de los reyes o la epopeya de
los grandes bandidos populares, a cierta función política de la escritura; pero
en otra técnica completamente distinta del poder.
El examen como fijación a la vez ritual y "científica" de las diferencias
individuales, como adscripción de cada cual al rótulo de su propia
singularidad (en oposición a la ceremonia en la que se manifiestan los
estatutos, los nacimientos, los privilegios, las funciones, con toda la
resonancia de sus marcas), indica la aparición de una modalidad nueva de
poder en la que cada cual recibe (197) como estatuto su propia
individualidad, y en la que es estatutariamente vinculado a los rasgos, las
medidas, los desvíos, las "notas" que lo caracterizan y hacen de él, de todos
modos, un "caso".
Finalmente, el examen se halla en el centro de los procedimientos que
constituyen el individuo como objeto y efecto de poder, como efecto y objeto
de saber. Es el que, combinando vigilancia jerárquica y sanción
normalizadora, garantiza las grandes funciones disciplinarias de distribución
y de clasificación, de extracción máxima de las fuerzas y del tiempo, de
acumulación genética continua, de composición óptima de las aptitudes. Por
lo tanto, de fabricación de la individualidad celular, orgánica, genética y com-
binatoria. Con él se ritualizan esas disciplinas que se pueden caracterizar con
una palabra diciendo que son una modalidad de poder para el que la
diferencia individual es pertinente.
Las disciplinas marcan el momento en que se efectúa lo que se podría llamar
la inversión del eje político de la individualización. En sociedades de las que
el régimen feudal sólo es un ejemplo, puede decirse que la individualización
178
193
es máxima del lado en que se ejerce la soberanía y en las regiones superiores
del poder. Cuanto mayor cantidad de poderío o de privilegio se tiene, más
marcado se está como individuo, por rituales, discursos o representaciones
plásticas. El "nombre" y la genealogía que sitúan en el interior de un conjunto
de parentela, la realización de proezas que manifiestan la superioridad de las
fuerzas y que los relatos inmortalizan, las ceremonias que marcan, por su
ordenación, las relaciones de poder, los monumentos o las donaciones que
aseguran la supervivencia tras de la muerte, el fausto y el derroche, los
vínculos múltiples de vasallaje y de soberanía que se entrecruzan, todo esto
constituye otros tantos procedimientos de una individualización
"ascendente". En un régimen disciplinario, la individualización es en cambio
"descendente": a medida que el poder se vuelve más anónimo y más
funcional, aquellos sobre los que se ejerce tienden a estar más fuertemente
individualizados; y por vigilancias más que por ceremonias, por
observaciones más que por relatos conmemorativos, por medidas
comparativas que tienen la "norma" por referencia, y no por genealogías que
dan los antepasados como puntos de mira; por "desviaciones" más que por
hechos señalados. En un sistema de disciplina, el niño está más
individualizado que el adulto, el enfermo más que el hombre sano, el loco y
el delincuente más que el normal y el no delincuente. En todo caso, es hacia
los primeros a los que se dirigen en nuestra civilización todos (198) los
mecanismos individualizantes; y cuando se quiere individualizar al adulto
sano, normal y legalista, es siempre buscando lo que hay en él todavía de
niño, la locura secreta que lo habita, el crimen fundamental que ha querido
cometer. Todas las ciencias, análisis o prácticas con raíz "psico-", tienen su
lugar en esta inversión histórica de los procedimientos de individualización.
El momento en que se ha pasado de mecanismos histórico-rituales de
formación de la individualidad a unos mecanismos científico-disciplinarios,
donde lo normal ha revelado a lo ancestral, y la medida al estatuto,
sustituyendo así la individualidad del hombre memorable por la del hombre
calculable, ese momento en que las ciencias del hombre han llegado a ser
posibles, es aquel en que se utilizaron una nueva tecnología del poder y otra
anatomía política del cuerpo. Y si desde el fondo de la Edad Media hasta hoy
la "aventura" es realmente el relato de la individualidad, el paso de lo épico a
lo novelesco, del hecho hazañoso a la secreta singularidad, de los largos
exilios a la búsqueda interior de la infancia, de los torneos a los fantasmas, se
inscribe también en la formación de una sociedad disciplinaria. Son las
desdichas del pequeño Hans y ya no "el bueno del pequeño Henry" los que
refieren la aventura de nuestra infancia. El Román de la Rose está escrito hoy
por Mary Barnes; en el lugar de Lanzarote, el presidente Schreber.
179
194
Suele decirse que el modelo de una sociedad que tuviera por elementos
constitutivos unos individuos está tomado de las formas jurídicas abstractas
del contrato y del cambio. La sociedad mercantil se habría representado como
una asociación contractual de sujetos jurídicos aislados. Es posible. La teoría
política de los siglos XVII y XVIII parece obedecer a menudo, en efecto, a este
esquema. Pero no hay que olvidar que ha existido en la misma época una
técnica para constituir efectivamente a los individuos como elementos
correlativos de un poder y de un saber. El individuo es sin duda el átomo
ficticio de una representación "ideológica de la sociedad; pero es también una
realidad fabricada por esa tecnología específica de poder que se llama la
"disciplina". Hay que cesar de describir siempre los efectos de poder en térmi-
nos negativos: "excluye", "reprime", "rechaza", "censura", "abstrae",
"disimula", "oculta". De hecho, el poder produce; produce realidad; produce
ámbitos de objetos y rituales de verdad. El individuo y el conocimiento que
de él se puede obtener corresponden a esta producción.
Pero atribuir tal poder a los ardides con frecuencia minúsculos de la
disciplina, ¿no es concederles mucho? ¿De dónde pueden obtener tan amplios
efectos?
III. EL PANOPTISMO
(199) He aquí, según un reglamento de fines del siglo XVIII, las medidas que
había que adoptar cuando se declaraba la peste en una ciudad.307
En primer lugar, una estricta división espacial: cierre, naturalmente, de la
ciudad y del "terruño", prohibición de salir de la zona bajo pena de la vida,
sacrificio de todos los animales errantes; división de la ciudad en secciones
distintas en las que se establece el poder de un intendente. Cada calle queda
bajo la autoridad de un síndico, que la vigila; si la abandonara, sería
castigado con la muerte. El día designado, se ordena a cada cual que se
encierre en su casa, con la prohibición de salir de ella so pena de la vida. El
síndico cierra en persona, por el exterior, la puerta de cada casa, y se lleva la
llave, que entrega al intendente de sección; éste la conserva hasta el término
de la cuarentena. Cada familia habrá hecho sus provisiones; pero por lo que
respecta al vino y al pan, se habrá dispuesto entre la calle y el interior de las
casas unos pequeños canales de madera, por los cuales se hace llegar a cada
307
1 Archives militaires de Vincennes, A 1 516 91 sc. Documento. Este reglamento es
semejante, en cuanto a lo esencial, a toda una serie de otros de la misma época o de un
periodo anterior.
180
195
VOL: AÑO 2, NUMERO 5
FECHA: OTOÑO 1987
TEMA: EXPLORANDO EN LA UNIVERSIDAD
TITULO: Educación, reproducción social y sociología
AUTOR: Jorge Bartolucci [*]
SECCION: Artículos
TEXTO
El propósito de este articulo es exponer un punto de vista acerca del rumbo que ha
tomado en México el estudio de la acción de la sociedad dentro de las escuelas. El primer
paso en tal sentido será echar un vistazo a algunas de las contribuciones que configuran
el marco de referencia sociológico del problema. Esta entrega incluye, pues, la reseña de
tres obras fundamentales: La instrucción escolar en la América capitalista, de Bowles y
Gintis: La reproducción, de Bourdieu y Passaeron y La escuela capitalista en Francia, de
Baudelot y Establet. A continuación establezco una discusión sobre el contenido de estos
trabajos con la ayuda de cuatro autores, a saber: Margaret Archer, Henry Giroux,
Raymond Boudon y Michel Crozier. Con el objeto de revisar críticamente la influencia de
las obras reseñadas en México, me detendré por último en cuatro investigaciones hechas
aquí sobre el nivel superior de enseñanza. Una vez enunciado el contenido del trabajos
entremos en materia.
196
y transformación constante del sistema de producción de acuerdo con la lógica capitalista
condujo al mismo tiempo a cambios sin precedentes en la distribución ocupacional de la
fuerza de trabajo y modificó los requisitos de habilidades para ocupar los puestos en el
trabajo. El aprendizaje de un oficio por la vía tradicional [1] se convirtió en un método muy
caro y poco funcional para los requerimientos del mercado y la empresa capitalistas. La
mayor expansión del capital y de la empresa exigió cada vez más un sistema de
capacitación de trabajadores que permitiera trasladar sus costos al público. Por su parte,
al enfrentar condiciones económicas nuevas y muy cambiantes, los trabajadores también
buscaron solucionar los problemas relativos a su seguridad económica, independencia
laboral y bienestar personal por nuevos medios. Para muchos agricultores y artesanos, la
educación parecía ser una manera de asegurar a sus hijos la respetabilidad y seguridad
que ellos habían adquirido por otras vías y que en esos momentos se hallaban
amenazadas por la pujante organización empresarial.
La trama de este proceso es expuesta con claridad en el análisis que Bowles y Gintis
hacen del desarrollo económico y educativo de la población de Lowell en Massachusetts
durante las primeras cuatro décadas de su existencia. De acuerdo con la información
recabada, concluyen que las escuelas se consolidaron y unificaron bajo el control de una
junta escolar central que recogía y articulaba los intereses y preocupaciones de los
profesores, doctores y otros profesionales que representaban a la élite propietaria. El
análisis de la composición social de la junta escolar revela que en las primeras tres
décadas de existencia del comité escolar de Lowell, el 85% de sus componentes provenía
del mundo de los negocios y las profesiones. Esta tendencia en la composición social de
la dirección de asuntos escolares no ocultaba la existencia de fuertes discrepancias entre
los principales hombres de negocios respecto a la cuestión de la erogación en educación.
A pesar de ello, los autores demuestran que conforme la creación, el control y la
extracción de cantidades de trabajo-cada vez mayores se fueron convirtiendo en
necesidades acuciantes, el apoyo que los patrones dieron a la educación fue
prácticamente unánime. En resumen, al estallar la guerra civil los lineamientos de un
sistema moderno de educación primaria ya habían adquirido forma en Lowell. El estudio
de Alexander Field sobre Massachusetts a mediados del siglo XIX respalda las
conclusiones de Bowles y Gintis, pues muestra "...que el ímpetu tras la instrumentación de
las reformas escolares no provenía de la urbanización en sí ni de la introducción de la
maquinaria del capital sino, más bien del surgimiento de la fábrica como unidad
dominante de la producción". [2]
197
consecuencia, el sistema escolar, debería proporcionarles iguales oportunidades y
conducirlas con sensatez y justicia hacia los múltiples papeles políticos, sociales y
económicos de la vida adulta. Bowles y Gintis opinan que, detrás de las intenciones
igualitarias de sus programas, la escolarización de las minorías operó como un medio
efectivo para su control social. Al no poner en tela de juicio a las instituciones económicas
del capitalismo, el sistema escolar se convirtió en un instrumento muy eficaz para
estimular la evolución natural de la sociedad industrial, propiciando que el trabajo fuese
más satisfactorio.
Tal predominio de la función integradora sobre los otros objetivos liberales es, para los
autores, un indicador sobresaliente de la correspondencia que existe entre las relaciones
sociales y la vida económica. Y la discrepancia entre los resultados finales y las
intenciones originales de los movimientos reformistas constituye una prueba irrefutable de
la solidez de la estructura social norteamericana basada en la empresa capitalista. En
suma lo que habría configurado la realidad de la educación estadounidense no fueron los
ideales de los reformadores, sino los objetivos de los propietarios de dichas empresas.
La reproducción
198
de la adquisición de su propio lenguaje. Por lo tanto la distancia entre el lenguaje de los
individuos y el de la escuela será mayor o menor según la distancia existente entre el
lenguaje escolar y el de su clase social de origen.
El medio a través del cual se lleva a cabo este proceso es básicamente la acción
pedagógica de los maestros. El lenguaje magisterial halla su significación completa en la
situación en que se realiza la relación de comunicación pedagógica, con su espacio
social, su rito, sus ritmos temporales, en pocas palabras, todo el sistema de coacciones
posibles o invisibles que constituyen la acción pedagógica como acción de inculcación e
imposición de una cultura legítima. Esta suma infinita de diferencias minúsculas en las
maneras de hacer o de decir, que parece la expresión más perfecta de la autonomía del
sistema escolar y de la tradición culta, resume desde el punto de vista de Bourdieu y
Passaron, el conjunto de las relaciones que unen este sistema a la estructura de las
relaciones entre las clases.
La escuela capitalista
199
diferente al estrictamente pedagógico, aducen que ese tipo de argumentos no es capaz
de explicar lo que en realidad sucede en la escuela.
Según Baudelot y Establet, lo que determina la estructura del aparato escolar, del que las
diferentes trayectorias individuales no son más que índices, es en última instancia, la
división de la sociedad en clases. Por lo tanto, explicar el funcionamiento del aparato
escolar equivale a definir su función en la reproducción de las relaciones sociales de
producción. Es notable pues, la importancia que le otorgan estos autores al carácter
compulsivo del sistema capitalista, en virtud del cual las clases sociales resultan ser
entidades funcionales y objetivas que desempeñan su papel independientemente de los
individuos que las componen. En la cita siguiente este razonamiento es muy claro. "Una
clase social no es definida por un grupo compuesto de individuos que tienen en común un
cierto número de propiedades sociales. Una clase social no es producida (y reproducida)
históricamente por 'agrupamiento' de los individuos, sino por el proceso antagónico de la
explotación misma, por la creación y el desarrollo, en el modo de producción capitalista,
de las relaciones salariales. Las clases sociales se definen entonces por la lucha que las
opone. Los individuos no son los creadores de esa situación; están sometidos a ella
mientras permanezcan las mismas relaciones sociales de producción dominantes". [3]
Fiel a estas premisas, el libro "La escuela capitalista en Francia" descarta la posibilidad de
buscar en los indicadores otro significado que no sea una prueba de la participación de la
escuela en este sentido. El argumento central de la obra establece que la escuela, desde
sus primeros grados, asegura, por una parte, la distribución de los estudiantes en dos
redes escolares que confluyen en los dos polos en que está dividida la sociedad, y por
otra parte, una función política e ideológica de inculcación de la ideología burguesa.
Desde la perspectiva de los autores, las formas que asumen los destinos escolares
individuales en vista del peso que pudieran tener diversos factores sociales (origen
familiar, geográfico, sexo, etc.) no tiene mayor importancia. Lo principal es estudiar los
mecanismos discriminatorios del sistema escolarizado de la sociedad capitalista que
conducen a las masas por dos redes diferentes. Al respecto escriben:
"La escuela con E mayúscula, la Escuela de tres pisos tal como nos es presentada en los
organigramas y los discursos ideológicos, no es más que la escuela de la minoría. Para
las tres cuartas partes restantes, es otra cosa: no una ausencia de escolaridad o una pura
y simple eliminación que bastaría describir en vacíos, sino por el contrario, una
permanencia obligada en establecimientos, ciclos y secciones diversos, que van del
vertedero a la formación parcial acelerada, de la clase práctica a la guardería marcados
por la imposibilidad de avanzar y la repetición de cursos, y que otorgan, al final de la
escolaridad, o bien nada en absoluto, o bien diplomas cuyo valor en el mercado de trabajo
es nulo o rápidamente caduco. Esto es, en conjunto, lo esencial del aparato escolar". [4]
200
El dato más significativo de este hecho es el retraso escolar inferido a partir de la edad de
los estudiantes. Si bien la edad no es un indicador de la clase social, el retraso escolar
implícito en ella es interpretado como un efecto de la condición de clase. En
consecuencia, la distribución de los grupos de edad en el sistema escolarizado los lleva a
la conclusión de que, en la práctica, la función dominante de un sistema escolar
organizado en una sucesión uniforme de grados en una progresión continua, es servir a
un proceso de división fundado en el retraso escolar. En este sentido, el fenómeno escolar
deja de ser la ilusión de que todos los alumnos son integrados en una misma y sola
escuela. Por el contrario, resulta que esa gran masa, en realidad, es repartida en dos
ramificaciones escolares totalmente separadas y herméticas que se esbozan desde el
final de las clases de la escuela primaria y se prolongan a lo largo del sistema escolar
francés. Una de ellas, llamada primaria-profesional tiene como base las clases de final de
los estudios primarios y los sextos de transición; continúa por las clases prácticas, los
colegios de enseñanza técnica y el aprendizaje sobre el terreno. Más allá se encuentra el
trabajo productivo. La otra red es la secundaria-superior y tiene como base los sextos
clásicos y modernos I (o moderno largo); y continúa después de tercero por el segundo
ciclo que conduce al bachillerato. Dichas redes no están ligadas entre sí más que
mediante estrechas y frágiles pasarelas. Excepcionalmente algunos casos logran
introducirse en ellas y pasan de la red primaria profesional a la secundaria-superior o
también en el sentido inverso, por parte de los alumnos que son eliminados precozmente
de la secundaria superior.
a) La red primaria-profesional está dominada por su base (el elemento primario) y la red
secundaria-superior por su fin (el elemento superior).
Discusión
Son varios los autores que han destacado la importancia de estas obras para la sociología
de la educación. Margaret Archer ha escrito que le parece indiscutible que el método
seguido por Bourdieu y Passeron, al teorizar sobre la transmisión y reproducción de la
cultura, es superior a los intentos teóricos anteriores. [5] Sin embargo, ella sostiene que
este enfoque tiende a relacionar la reproducción cultural directamente con los principios
de estratificación que rigen en la organización social general, sin examinar estos últimos
como algo en donde interviene e influye el sistema de educación. O sea que pasa por alto
las líneas de interacción e influencia recíproca entre los sistemas educativos nacionales y
201
las estructuras sociales más amplias y generales de las que un día surgieron y sobre las
que actualmente opera. Puesto que dichas líneas de interacción (o sea las formas en que
el sistema educativo se inserta en el sistema social) han sido configuradas de distinta
manera a lo largo del tiempo en diversos países, constituyen una constante que no puede
desestimarse meramente suponiendo que opera del mismo modo y que ejerce las mismas
influencias en diferentes medios y culturas.
Desde el punto de vista de la autora, la principal razón de que estos sociólogos desdeñen
el sistema de educación proviene de la suposición de que la educación es una institución
social totalmente permeable, eternamente abierta a la estructura social general y reflejo
de la misma. Para Bourdieu y Passeron -añade M. Archer- los códigos de clase influyen
directamente en la escuela, el límite entre escuela y sociedad no tiene importancia alguna.
Por eso este tipo de teorías se interesa por los orígenes lógicos de la educación que
provienen de sus funciones básicas y no por los orígenes sociales de los sistemas
educativos, cuya estructuración viene determinada por la interacción histórica. El poder es
concebido como un conductor perfecto y sin resistencia, que enlaza la dominación social
con el control educativo. En este sentido se supone erróneamente que existe una
correspondencia perfecta entre la manera como se define el poder en la sociedad y las
características de la educación escolarizada.
Henry Giroux también se suma a este reconocimiento. [6] Para él las teorías de la
reproducción representan una contribución invaluable para la comprensión más amplia de
la naturaleza política de la escolaridad y de su relación con la sociedad dominante. A
pesar de ello hace hincapié en que la promesa de proporcionar una ciencia crítica
comprensiva de la escolaridad no ha sido cumplida. Por un lado, los teóricos de la
reproducción han enfatizado la idea de dominación en sus análisis, pero por otro no han
podido hacer una contribución importante al estudio de cómo los maestros, los
estudiantes y otros agentes sociales llegan a juntarse dentro de un contexto histórico y
social específico para construir y reproducir las condiciones de su existencia. Según
Giroux, la idea de que la gente hace la historia, incluyendo sus condicionantes ha sido
descuidada. Dentro de las teorías reproduccionistas los sujetos humanos "desaparecen" y
las escuelas son vistas a menudo como fábricas o prisiones, los maestros y los
estudiantes actúan meramente como peones y soportes de roles constreñidos por la
lógica y las prácticas del sistema capitalista.
202
supuestos básicos. Por ejemplo, a veces sostienen una educación que es inadecuada
para el mercado laboral o producen una cantidad de egresados más elevada que lo que la
economía puede absorber.
Precisamente, este tipo de evidencias son las que han llevado a otro sociólogo llamado
Raymond Boudon, a criticar radicalmente las teorías de corte reproduccionista. En su
opinión, éstas fortifican la tendencia de la sociología de la educación contemporánea a
creer que los hombres no tienen otra alternativa que conformarse a los programas que las
estructuras sociales les imponen. O sea que responden a un paradigma teórico para el
que las acciones del "homo sociologicus" [7] tendrían la realidad de respuestas
determinadas por las estructuras sociales.
Boudon emplea este enfoque en la educación pública. Así por ejemplo, afirma que la
creencia según la cual el aumento masivo de las oportunidades educativas no podía sino
implicar beneficios ha sido víctima de los efectos perversos. En general, la igualación de
las oportunidades escolares no ha repercutido en una igualación de las oportunidades
sociales. Para muchos sociólogos esto se debe a la oposición entre la clase dominante y
la dominada. Para él, la injusticia y las desigualdades no son necesariamente un reflejo de
los fenómenos de dominación. Por el contrario, suelen derivarse de la interdependencia
de los agentes sociales y de la imposibilidad de definir una organización óptima de tal
interdependencia.
La razón por la cual una acción encarada con el total convencimiento de que se obtendrán
ciertos resultados puede producir efectos inesperados es que la lógica de la acción
colectiva y la lógica de la acción individual no son una misma cosa, sino dos. Dicho en
otras palabras, no hay razón para creer que un grupo de personas, cuyos integrantes
comparten un mismo interés, en su afán por realizarlo actuarán en consecuencia.
Retomemos el ejemplo siguiente. Los responsables de la política de educación francesa
entre 1960 y 1970 habían asimilado la doctrina según la cual el crecimiento económico y
el aumento de la productividad eran, en cierta medida secuela del incremento de la
demanda escolar. Sin embargo, las cifras proporcionadas por una encuesta del Centro de
Estudios y de Investigaciones sobre las Calificaciones permiten abrigar una duda
razonable acerca de que el aumento de la demanda escolar en el nivel superior desde
1960 haya contribuido de manera óptima a la generación de beneficios colectivos como el
crecimiento económico. Para Boudon, quizá se deba al hecho de que el crecimiento de la
demanda educativa ha autorizado una inflación espectacular del cuerpo docente. En este
sentido, los propósitos de establecer una mayor correspondencia entre el sistema
educativo y el económico se vieron alterados por las necesidades internas del crecimiento
del propio aparato educativo.
203
Otra fuente de crítica a las teorías de la reproducción proviene indirectamente de la
sociología de las organizaciones. Ello se debe a que varios estudios han demostrado que
el comportamiento de las personas que laboran en las organizaciones complejas tiene
mucho que ver con la posición que cada uno posee dentro de ellas. Dado que la
educación formal suele tener lugar en escuelas masivas más o menos complejas, estos
conocimientos ponen en duda el hecho muy aceptado de que las estructuras sociales
puedan ejercer una influencia decisiva por encima de la interacción circunstancial entre
sus miembros.
Uno de los aportes más útiles en este campo es el trabajo de Crozier sobre el fenómeno
burocrático. El autor analiza detenidamente las formas en que las relaciones sociales
dentro de unas empresas intervienen en la distribución y conservación del poder entre sus
integrantes. A pesar de que el trabajo no se refiere directamente a la cuestión educativa,
la óptica allí fijada es ideal para renovar la discusión en el terreno de la sociología de la
educación, que como el de las organizaciones también ha sido endurecido por el
formalismo. [8]
El carácter peculiar de las instituciones universitarias hace aún más atractivo el tema. La
libertad de cátedra y de investigación establece en principio un grado de autonomía muy
alto de los profesores con respecto a los directivos de la universidad. En efecto, el
personal jerárquico tiene muy poco que decidir en cuanto a los procedimientos y en
cuanto a los contenidos del trabajo académico. Cuando mucho, interviene para fijar
ciertos criterios acerca del monto y los productos del trabajo en un período determinado.
En este sentido las universidades se acercan bastante al tipo de organizaciones fundadas
en el desempeño de expertos. En estas condiciones el papel del personal directivo se ve
muy restringido; las únicas personas que dependen de él son las que ocupan los puestos
intermedios de la administración. Por esta razón el rol de la jerarquía consiste
básicamente en la administración de recursos materiales y en intervenir en caso de
conflicto entre los grupos que compiten por los mismos. Fuera de ello su estrategia está
determinada por su falta de libertad de acción. Según Crozier ésta sería una característica
típica de la estructura social del fenómeno burocrático.
204
estabilizan, dejando poco margen para la libertad de acción en el enfrentamiento de las
dificultades, la organización en cuestión se vuelve sumamente rígida.
Sin embargo, no hay que perder de vista que se trata de investigaciones empíricas, cuyo
mérito mayor es el de haber sabido dar explicaciones a los fenómenos escolares
acudiendo a los fundamentos teóricos de la sociología general. Esto último es avalado por
el propio Passeron cuando reconoce que el modelo usado en el estudio de la
reproducción escolar no es otra cosa que el esquema que Max Weber aplicó al análisis de
la "rutinización" eclesiástica del mensaje profético originario. Es decir, al proceso social
que reúne la imposición de un cuerpo de doctrina con la existencia de una burocracia
sacerdotal. Nada sorprendente -agrega- que un sistema de enseñanza institucionalizado,
que comparte con las instituciones religiosas con vocación universalista algunas grandes
funciones sociales y simbólicas (encuadramiento de la población, división territorial,
perpetuación en el tiempo, reivindicación de un monopolio de legitimidad simbólico sea
llevado a producir mecanismos análogos de autorreproducción. El modelo de la
reproducción social, por su parte, constituye el esquema de referencia básico de la mayor
parte de las preguntas que se hacen los sociólogos cuando examinan datos sobre
movilidad intergeneracional u otros cualesquiera, donde se trate de apreciar procesos que
tiendan a asegurar, de una generación a otra, la renovación de ventajas y beneficios que
tiene una clase sobre las demás. Visto así, el texto de La reproducción describe
solamente las asociaciones reproductoras del encuentro entre estos dos modelos y su
ajuste recíproco a finales del siglo XIX y la primera mitad del XX en Francia; es decir en el
momento en que para los autores, la ilusión burguesa de la meritocracia escolar conoció
su pleno rendimiento social y simbólico. [11]
205
En lo que atañe a las obras de Baudelot y Establet y Bowles y Gintis es obvio que la
solución de los problemas allí planteados ha encontrado respuestas en la teoría marxista.
Especialmente en las contribuciones de Althusser, quien sostenía que la sociedad en
general depara las condiciones no económicas para la reproducción del modo de
producción capitalista. El libro, La escuela capitalista en Francia es terminante al respecto.
En cambio, La instrucción escolar en la América capitalista, no hace mención explícita de
ello. No obstante, es fácil distinguir esta lógica en el razonamiento de sus autores. Para
ellos, la educación en los Estados Unidos es una institución que sirve para perpetuar las
relaciones sociales de la vida económica. Este papel adopta diversas formas: Las
escuelas legitiman la desigualdad mediante la manera como recompensan y promueven a
los estudiantes, y los asignan a diferentes cargos dentro de la jerarquía ocupacional.
Crean y refuerzan los patrones de clase social, de identificación racial y sexual, que
permiten a los estudiantes ubicarse en una determinada posición en la jerarquía de
autoridad y de estatus en el proceso de producción. Provocan tipos de desarrollo personal
compatible con las relaciones de dominación y subordinación de la esfera económica.
Lo anterior viene al caso, pues ha servido para mostrar que las obras en cuestión son
casos exitosos de aplicación de la teoría sociológica al estudio de fenómenos educativos
singulares, más que sistemas teóricos de alcance universal. Visto de este modo, la
reproducción de la clase burguesa a través de la acción escolar, vía el capital cultural o
las redes de escolarización, no constituye un postulado teórico, en todo caso es un dato
específico de la sociedad francesa. Lo mismo podría decirse respecto al influjo que ejerce
la empresa norteamericana, no sólo sobre el sistema educativo, sino sobre casi todas las
esferas de esa sociedad. Cuando estos conocimientos particulares son tomados como si
fueran generales el verdadero problema teórico desaparece, o sea: si la escuela es o no
factor de reproducción social y qué reproduce. Además, al partir de la premisa de que sí lo
es y que es lo que reproduce es la lógica del sistema capitalista o de las clases sociales,
se obstaculiza el análisis empírico y por lo tanto disminuyen inútilmente las probabilidades
de contribuir a la discusión sociológica con nuevos conocimientos.
206
burguesía sostiene que la educación debe cumplir con la función de capacitar para el
trabajo, y por lo tanto es necesario que alcance cierto nivel de calidad. Según María de
Ibarrola, la idea de calidad que tiene la burguesía contiene valores de clase muy
marcados y promueve la formación de aptitudes requeridas por el sistema productivo
dominante, o sea de tipo capitalista dependiente: eficiencia y velocidad para aumentar la
producción, capacidad de mando y organización, o bien para seguir instrucciones y
aceptar la división social del trabajo a nivel nacional e internacional. Además, este
concepto de calidad es inseparable del de selectividad. En suma, la escolaridad
progresiva no significa otra cosa que concentración del saber, lo cual da por sentado que
los puestos más elevados serán ocupados por los mejores.
La autora declara que la fuerza de este proyecto educativo no radica en el control que la
burguesía puede ejercer directamente sobre el sistema escolar, puesto que de hecho su
control directo recae apenas sobre el 12% de la población estudiantil. La manera como
logra imponerse es a través de las exigencias del aparato productivo y de los requisitos
escolares que piden las empresas para acceder a él. O sea, que su dominio económico
repercute en los contenidos de las carreras, enfatiza la utilidad de la enseñanza técnica,
refuerza las normas de puntualidad y asistencia e indica la necesidad de aprender el
idioma inglés. En el transcurso del tiempo, la defensa de ambos proyectos no parece
haber llegado a crear situaciones de conflicto abierto. Más bien, en diferentes momentos
lograron cierta integración bajo el predominio de alguno de ellos, Así fue que el proyecto
educativo oficial prevaleció sin graves dificultades entre 1950 y la primera mitad de los
años sesenta. En ese período el país asistió a una ampliación de las oportunidades
educativas a nivel básico y medio sin precedentes. El Estado pudo conservar su iniciativa
en materia escolar hasta el momento en que la expansión de la escolaridad entró en
contradicción con las oportunidades reales de empleo. El movimiento médico de 1966 y el
estudiantil de 1968 expresaron este desajuste. Por parte del Estado, la respuesta a esos
movimientos sociales implicó siempre ofrecer mayor escolaridad, sobre todo a nivel
universitario, pero adaptada a la calidad que exige la modernización. Esto es lo que según
De Ibarrola explica la obsesión de las sucesivas administraciones por promover el uso de
nuevos métodos de enseñanza, la planeación universitaria y la modificación de los planes
y programas de estudio. A partir de aquel momento comenzó a imponerse el proyecto de
la burguesía a través de las pautas de "calidad" que exige a la escolaridad por su control
sobre el empleo. En este contexto, la cantidad de escolaridad pasó a ser secundaria
frente a la importancia otorgada a la calidad. Esta se convirtió en el punto neurálgico, al
extremo de incluir bajo sus criterios a quienes han accedido al nivel superior después de
un largo proceso de selección académica y social. En consecuencia, el concepto de
calidad de la educación habría pasado a ser el concepto clave del discurso educativo
imperante en los últimos años.
207
Otra investigación que vale la pena comentar es la efectuada por Josefina Granja en
cuatro instituciones universitarias del Distrito Federal (UNAM, IPN, UIA, ITAM). Al revisar
las matrículas de primer ingreso y egreso de 15 generaciones entre 1960 y 1978 la autora
saca a relucir un fenómeno de clara significación sociológica. Por una parte, en este
período se produce un explosivo crecimiento de la matrícula de primer ingreso a la
enseñanza superior. Por otra parte, a partir de 1970 comienza una baja general en las
cifras correspondientes a los egresados. O sea que conforme ha pasado el tiempo se ha
incrementado el ingreso pero se ha abierto la brecha con respecto al egreso. De acuerdo
con la finalidad del trabajo, Josefina Granja acierta en señalar que sus datos no deben
servir únicamente para apoyar las acusaciones de ineficiencia, derivadas de las
preocupaciones administrativas que reducen el problema a factores organizativos del
funcionamiento de las instituciones de educación superior. Esta decisión es tanto más
oportuna cuanto que al período analizado corresponden las grandes reformas
académicas, los programas de formación de profesores, la aplicación de nuevos métodos
de enseñanza y la planeación institucional de la educación.
A la luz de estos hechos es notorio que la incongruencia entre las bajas proporciones del
egreso con respecto al ingreso no puede ser adjudicada a la falta de iniciativas
institucionales para mejorar las condiciones de enseñanza y aprendizaje. Lo cual abre un
espacio para explorar la conexión que pudiera haber entre este fenómeno y algunos
factores de naturaleza social. Este parece ser el sentido que la autora le da a sus
palabras cuando escribe que su objetivo "...no se centra en la crítica de la dimensión
administrativa del nivel superior sino en esbozar una interpretación de la significación
económica (debiera haber puesto "sociológica") y el uso político de la ineficiencia escolar".
[14] De todos modos, lo principal para Granja es que estos resultados ponen en duda la
validez de la democratización y la masificación de la universidad mexicana. En tanto que
son hechos solamente imputables al acceso y no a la sobrevivencia dentro del ciclo,
dichos fenómenos son muy relativos. En consecuencia, más que un cambio real en los
patrones de apropiación de los niveles superiores de la educación, hubo mayores
oportunidades de ingreso como resultado de una respuesta de carácter político del
gobierno federal.
Al fin de cuentas, la pregunta que parece tener en mente la autora es ¿qué factores
sociales impiden que el aumento de las probabilidades de ingreso corresponda con un
aumento proporcional en las posibilidades de egreso? Desde mi punto de vista, las
respuestas a esta pregunta pueden encontrarse observando las formas como diferentes
tipos de personas aprovechan la misma oportunidad de ingresar a estudiar en la
universidad. De acuerdo con el peso que tuvieran variables tales como el sexo, la edad, el
origen social, la experiencia escolar previa y la carrera elegida, en los resultados
escolares, podrían extraerse conclusiones valiosas acerca de la intervención de lo social
en los procesos de selección escolar. En lugar de tomar este camino, Josefina Granja
prefirió buscar respuestas en los "usos" que tiene la escolaridad para las clases sociales.
Como sabemos, esto querría significar que el Estado y la burguesía son quienes, a través
del sus proyectos educativos, le imprimen usos contradictorios a la escolaridad. Por un
lado, la ampliación de la oferta educativa estaría relacionada con la intención de la
burguesía y el Estado de ganar consenso, Por otro lado, la selección escolar sería
resultado de las escasas probabilidades de empleo que ofrece el mercado de trabajo. Lo
cual vuelve a poner la solución al problema de la desigualdad escolar en el mismo lugar
donde la había dejado María de Ibarrola.
208
proporcionada por la trayectoria de una muestra de alumnos de la generación 1975 de la
ENEP Acatlán. [15]
Esta investigación revela una honda preocupación de su autora por dilucidar hasta qué
punto la democratización de la universidad es auténtica. Para ello, procura valorar el
alcance real de la escolarización superior examinando las características sociales de los
egresados de un ciclo escolar completo. Se trata, pues, de observar las proporciones que
guardan las diferentes clases de estudiantes, según la ocupación de sus padres, en el
momento del ingreso a la licenciatura y en el del egreso, cuatro años después.
El desglose por categoría en el trabajo indica que entre el primero y el último año, la
generación estudiada perdió miembros entre los alumnos cuyos padres son obreros-2.2,
empleados-7.9, jornaleros o peones-1.0 y ejidatarios-1.3. En tanto que aumentó la
proporción de los hijos de patrones o empresarios+6.8 y de quienes trabajan por su
cuenta+3.5.
Desde la perspectiva adoptada por Milena Covo, esta información confirma que la pauta
general de la selección estudiantil en la universidad, sigue siendo todavía favorable a los
hijos de la clase privilegiada por encima de cualquier otra. En este sentido, el crecimiento
de la enseñanza superior y el mayor ingreso de jóvenes provenientes de la clase obrera y
campesina, sólo permiten hablar de una movilidad social relativa, que se da siempre
dentro de los marcos fijados por la función básicamente reproductora de la escuela.
El segundo concierne a los alumnos que trabajan: "Mientras que el porcentaje de alumnos
que trabajan ha disminuido en forma importante en Ciencias Básicas e Ingeniería,
pasando de un 33 por ciento a un 14.5 por ciento y en Ciencias Sociales y Humanidades
209
de un 43 por ciento a un 29.5 por ciento, en la División de Ciencias y Artes para el diseño
el porcentaje de alumnos que trabajan aumentó del 25 al 43 por ciento". [16]
TEXTO
Conclusión
En este trabajo, los enfoques que enfatizan la influencia directa del sistema capitalista
sobre las escuelas fueron objeto de crítica a dos niveles. El primero y más general,
provino de sociólogos que cuestionan seriamente la posibilidad de que la estructura social
logre orientar el curso de la acción escolar de la manera como lo postulan los autores de
La instrucción escolar en la América capitalista, La reproducción y La escuela capitalista
en Francia. Para Margaret Archer, el riesgo mayor de supeditar el análisis de los
fenómenos escolares a la estructura social es que el peso otorgado a los aspectos
funcionales opaque el valor de los hechos históricos que coadyuvaron a definir las
relaciones entre las sociedades y sus respectivos sistemas educativos. A diferencia de la
autora inglesa, las coincidencias entre Giroux, Boudon y Crozier son de naturaleza
teórica. Ninguno de los tres admite que la conducta de los hombres esté sujeta, sin más, a
la fuerza de las estructuras sociales. Según Giroux, el error de este postulado consiste en
ignorar las resistencias que los diferentes grupos sociales oponen a las tendencias
dominantes en una sociedad. Boudon, en cambio, adopta una postura más radical y
afirma que en las sociedades modernas, el carácter agregado e imprevisible de la acción
colectiva aleja toda posibilidad de remitir el resultado de dicha acción a la racionalidad del
sistema económico o de las clases sociales. La intromisión de Crozier en esta polémica
ha sido con el propósito de extrapolar los resultados de su investigación en
organizaciones complejas a las instituciones escolares. Los conocimientos producidos
acerca de la gravitación que tienen las relaciones sociales que, en su experiencia
cotidiana, establecen los miembros de las organizaciones, ponen en tela de juicio el
210
alcance de las estructuras sociales sobre las escuelas. Por mi parte, incluí unos
comentarios que hacían hincapié en el excesivo valor otorgado a estas obras como
puntos de referencia teóricos. La objeción principal a ello es que dichos trabajos son
mucho más útiles en la investigación empírica, cuando se los ve como frutos del empleo
de la teoría sociológica general en casos específicos que como material teórico
propiamente dicho.
CITAS:
[*] Investigador del Centro de Estudios Sobre la Universidad, CESU, Universidad Nacional
Autónoma de México.
[3] Ch. Baudelot, R. Establet. La escuela capitalista en Francia. Siglo XXI, México, 1975,
p. 252.
[5] Margaret Archer. "Los sistemas de educación ", Revista Internacional de Ciencias
Sociales, núm. 2, UNESCO, París, 1981, vol. 33, p. 289.
[6] Henry Giroux. "Educación: Reproducción y resistencia", en. María de Ibarrola, Las
dimensiones sociales de la educación. Ediciones el Caballito, SEP, México, 1985, pp. 151
-159.
[7] Raymond Boudon. Efectos perversos y orden social. México, Premia Editorial, 1980, p.
13.
[8] Michel Crozier. El fenómeno burocrático. Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1974.
211
Comisión Educativa y Sociedad. Documentos Base del Congreso Nacional de
Investigación Educativa, tomo 1, México, nov. de 1981, pp. 32, 33, 36, 37,106 a 113.
[11] Jean Claude Passeron. "La teoría de la reproducción social como una teoría del
cambio: una evaluación crítica del concepto de 'contradicción interna'", Estudios
Sociológicos, núm. 3, vol. 1, El Colegio de México, septiembre-diciembre, 1983, pp. 420,
422, 429.
[12] Documentos Base de la Comisión Educación y Sociedad, obra citada, pp. 108-109.
[14] Josefina Granja. "Análisis sobre las posibilidades de permanencia, egreso y titulación
en cuatro instituciones de Educación Superior del Distrito Federal, 1960-1978". Ponencia
presentada en el Foro de Investigaciones sobre Educación y Sociedad, Jalapa, Veracruz,
mayo 1981.
[16] Carlos Marquis. "El impacto de la crisis en los alumnos de la UAM Azcapotzalco",
Revista de la Educación Superior, núm. 51, ANUIES, México, julio-septiembre de 1984,
pp. 67 y 69.
212
Libro 2
El mantenimiento
del orden
213
La función docente tiene, pues, la misión
de mantener y promover este orden en el
pensamiento, tan necesario como el orden
en la calle y en las provincias.
G. GUSDORF,
Pourquoi des professeurs?
214
Capítulo 1
Capital cultural
y comunicación pedagógica
215
SERPENTÍN: Cuando yo dirijo mi pensa-
miento hacia usted, éste se refleja en su es-
píritu en la medida en que encuentra en él
ideas correspondientes y palabras adecua-
das. Mi pensamiento se expresa en palabras,
en palabras que usted parece entender; se
viste con su propia lengua, con sus frases
habituales. Muy probablemente, las perso-
nas que le acompañan entienden lo que yo
digo, cada una con sus diferencias individua-
les de vocabulario y de elocución.
H. G. WELLS,
Monsieur Barnstaple chez les Hommes-Dieux.
216
Esta investigación ha nacido de la intención de tratar la
íción pedagógica como una simple relación de comunica-
y de medir su rendimiento, es decir' más precisamente,
determinar los factores sociales y escolares del éxito de
imunicación pedagógica mediante el análisis de las varía-
les del rendimiento de la comunicación en función de las
cterísticas sociales y escolares de los receptores.^ En
isición a los índices comúnmente utilizados para medir el
imiento de un sistema de enseñanza, eL rendimient»-4n--
la comunicación pedagógica constituye sin duda
los índices más seguros de la productividad es|5ecf-
del trabajo pedagógico, sobre todo cuando tiende a re-
rse, como en las facultades de letras, a la manipulación
palabras. El análisis de las variaciones de la eficacia de la
ón de inculcación que se realiza principalmente en y por
•elación de comunicación conduce, pues, al primer princi-
de las desigualdades del éxito escolar de los niños proce-
tes de las distintas clases sociales: podemos, en efecto,
ner, como hipótesis, que el grado de productividad es-
teífico de todo trabajo pedagógico que no sea el trabajo
217
114 PIERRE BOURDIEU y JEAN-CLAUDE PASSERON
218
LA REPRODUCCIÓN 115
^ 3. Como les gusta decir a los correctores, «lo esencial es que esté
S ^ escrito». Hablando del concurso de entrada a la «École nórmale»,
^ » t i n Bouglé escribía: «Está formalmente acordado que, incluso
¡ ^ la prueba de historia, que supone un cierto número de conoci-
¡yPtos de hecho, los correctores deben apreciar sobre todo las cua-
f^des de composición y de exposición.» {Humanisme, sociologie, phi-
"SJ^ftie, Remarques sur la conception irangaise de la culture general,
?*ravaux de l'École nórmale supérieure», Hermann et Cíe, 1938, p. 21.)
y informes de «agrégation» y de CAPES (Certificat d'Aptitude Péda-
W«iue á l'Enseignement Secondaire), están llenos de afirmaciones
" ' niismo tipo.
219
116 PIERRE BOURDIEU y jEAN-CLAUDE PASSERON
220
LA REPRODUCCIÓN 117
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118 PIERRE BOURDIEU y JEAN-CLAUDE PASSERON
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234
LA REPRODUCCIÓN I31
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132 PIERRE BOURDIEU y JEAN-CLAUDE PASSERON
12. Las «teorías», que invocan los sociólogos para explicar las vari*'
ciones de la actitud política de los estudiantes según su carrerí'
olvidarían sin duda con menos frecuencia el sistema de relacione*
diacrónicas y sincrónicas que enmascara el pertenecer a una carref
236
LA REPRODUCCI()N 133
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134 PIERRE BOURDIEU y JEAN-CLAUDE PASSERON
238
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239
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humanos; no trabajar es anormal. La mayor parte de la gente ción los empresarios de la época, los econorií'lstas que se afana
cumple con sus obligaciones y sería injusto pedirle que com ban por entender los pr� blemas de esos empresarios y los
_
partiera sus beneficios o ganancias con los demás, que tam predicadores morales, ans10sos por que las cosas mejoraran.
bién pueden hacerlo pero, por una u otra razón, no lo hacen. La memotia histórica permanece a salvo: la historia la es
La otra presunción sostiene que sólo el trabajo cuyo valor es criben los triunfadores. No sorprende, por eso, que este cuadro
reconocido por los demás (trabajo por el que hay que pagar de situación pasara a formar parte del esquema del relato his
salarios o jornales, que puede venderse y está en condiciones tórico y se convirtiera en la crónica ofieíal de la dura batalla
de ser comprado) tiene el valor moral consagr ado por la ética librada por los pioneros de la razón moderna contra la
del trabajo. Este, aunque breve, es un resumen adecuado de la irracional, ignorante , insensata e imperdonable resistencia al
forma que la ética del trabajo adoptó en nuestra sociedad, la so progreso. Según esa crónica, el objetivo de la guerra era lograr
_ _
ciedad "moderna". que los ciegos vieran la luz, obligar a los necios a emplear su
inteligencia, y enseñarles a todos a aspirar a una vida mejor, a
Cuando se habla de ética, es casi seguro que a alguien no le desear cosas nuevas y superiores, y -a través de ese deseo-
satisface la forma de comportarse de otros, que preferiría en mejorarse a sí mismos . E� caso necesario, sin embargo, había
contrar en ellos otra conducta. Pocas veces esta observación que obligar a los recalcitrantes a actuar como si en realidad
tuvo más sentido que en el caso de la ética del trabajo. tuvieran esos deseos.
Desde que hizo irrupción en la conciencia europea durante En la práctica, los hechos sucedieron exactamente al revés
las p1;meras épocas de la industrialización -y a través de los de lo que sugerían los primeros empresarios en sus quejas con
numerosos y tortuosos avatares de la modernidad y la "moder tra los lentos y perezosos brazos de los obreros; también al re
nización"-, la ética del trabajo sirvió a políticos, filósofos y vés de lo que econom istas y sociólogos, más adela nte,
_
predicadores para desterrar por las buenas o por las malas (o c?�s1dera:on verdad ?istórica comprobada. En rigor, la apari
_
como excusa para hacerlo) el difundido hábito que vieron como c10n del reg1men fabnl puso fin al romance entre el artesano y
prin<::ipal obstáculo para el nuevo y espléndido mundo que in su trabajo: lo contrario de lo que postulaba la "ética del traba
tentaban construir: la generalizada tendencia a evitar, en lo jo". La cruzada moral que la historia describió como una bata
posible, las aparentes bendiciones ofrecidas por el trabajo en lla para introducir la ética del trabajo (o como la educación
las fábricas y a resistirse al ritmo de vida fijado por el capataz, para poner en práctica el "principio del buen rendimiento") fue
el reloj y la máquina. en realidad, un intento de resucitar actitudes característica�
Cuando el concepto hizo su aparición en el debate público, la del período preiñdustrial, pero en condiciones nuevas que las
_
malsana y peligrosa costumbre que la ética del trabajo debía despoJaban de sentido. El propósito de la cruzada moral era
combatir, destruir y erradicar se apoyaba en la tendencia -muy_ recrear, dentro d� la fábrica y bajo la disciplina impuesta por
humana- a considerar ya dadas las necesidades propias, y a los patrones, el compromiso pleno con el trabajo artesanal, la
limitarse a satisfacerlas. Nada más. Una vez cubiertas esas de�icac�ón incondicional al mismo y el cumpliml"ento, en el
necesidades básicas, los obreros "tradicionalistas" no le encon meJor mvel posible, de las tareas impuestas. Las mismas acti
traban sentido a seguir trabajando o a ganar más dinero; des tudes que -cuando ejercía el control sobre su propio trabajo-
pués de todo, ¿para qué? Había otras cosas más interesantes y el artesano adoptaba espontáneamente.
dignas de hacer, que no se podían comprar pero se escapaban,
se ignoraban o se perdían si uno pasaba el día desvelándose
tras el dinero. Era posible vivir decentemente con muy poco; el
U{!!bral de lo que se consideraba digno estaba ya fijado, y no
18 19
315
Cómo se logró que la gente ti.·abajara El verdadero sentido que las prédicas morales presentadas
como "ética del trabajo" tenían para las víctimas de aquella
John Stuart Mill se quejaba de "buscar en vano, entre las cruzada fue vívidamente retratado en la descripción efectuada
clases obreras en general, el legítimo orgullo de brindar un por un pequeño industrial anónimo, foi:-mulada en 1806:
buen trabajo a cambio de una buena remuneración". La única
aspiración que encontraba era, "en la mayoría de los casos, la Hallé que los hombres sentían un gTan disgusto hacia cualquier
de recibir mucho y devolver la menor cantidad de servicios po regularidad de horarios o de hábitos ... Estaban sumamente des
sibles".1 Stuart Mill se lamentaba, en realidad, por la conver contentos porque no podían salir y ent rar como querían, ni tener
sión demasiado rápida de los antiguos artesanos (ya obreros) a el descanso que deseaban, ni continuar del modo como lo habían
la racionalidad del mercado -desprovista de emoción y regida hecho en el pasado; después de las horas de trabajo, además, eron
blanco de observaciones malintencionadas por parte de otros obre
por la relación costo-beneficio-, y por el rápido abandono de
ros. Hasta tal punto llegaron a manifestar su desacuerdo con la
los últimos instintos premodernos que establecían un profun totalidad del sistema, que me vi obligado a disolverlo. 1
do compromiso del trabajador con su trabajo. En ese contexto
-y paradójicamente- la apelación a la ética del trabajo ocul
En la práctica, la cruzada por la ética del trabajo era la bata
taba el primitivo impulso de apartar a los obreros de la
lla por imponer el control y la subordinación. Se trataba de
racionalidad del mercado, que parecía ejercer un efecto nocivo
sobre la dedicación a sus tareas. Bajo la ética del trabajo se una lucha por el poder en todo, salvo en el nombre; una batalla
promovía una ética de la disciplina: ya no importaban el orgu para obligar a los trabajadores a aceptar, en homenaje a la
llo o el honor, el sentido o la finalidad. El obrero debía trabajar ética y la nobleza del trabajo, una vida que ni era noble ni se
con todas sus fuerzas, día tras día y hora tras hora, aunque no ajustaba a sus propios principios de moral.
viera el motivo de ese esfuerzo o fuera incapaz de vislumbrar La cruzada tenía por objeto, también, separar lo que la gen
su sentido último. te hacía de lo que consideraba digno de ser hecho , de lo que
El problema central que enfrentaban los pioneros de la mo tenía sentido hacer; separar el traba:jo mismo de cualquie1· ob
dernización era la necesidad de obligar a la gente -acostum jetivo tangible y comprensible. Si se la hubiera llegado a incor
brada a darle sentido a su trnbajo a través de sus prnpias metas, porar totalmente a la lógica de la vida, la ética del trabajo habría
mientras retenía el control de las tareas necesarias para ha reemplazado a las demás actividades humanas (como reflexio
cerlo- a volcar su habilidad y su esfuerzo en el cumplimiento
nar, evaluar, elegir y proponerse fines), limitándose a "cumplir
de tareas que otros le imponían y controlaban, que carecían de
con las formalidades". Pero no estaba en cada uno dictaminar
sentido para ella. La sol-ución al problema fue la puesta en mar
cha de una instrucción mecánica dirigida a habituar a los obre a qué ritmo esas fornialidades se cumplirían. Con razón, los
ros a obedecer sin pensar, al tiempo que se los privaba del críticos de la promisoria e incipiente modernidad -en nombre
orgullo del trabajo bien hecho y se los obligaba a cumplir ta de lo que consideraban auténticos valores humanos- mani
reas cu,yo sentido se les escapaba. Como comenta Werner festaban su apoyo al "derecho a la holgazanería".
Sombart, el nuevo régimen fabril necesitaba sólo partes de se _ De haberse impuesto, la ética del trabajo habría separado
res humanos: pequeños engranajes sin alma integrados_a. un también el esfuerzo productivo de las necesidades humanas.
mecanismo más compJejo. Se estaba librando una batalla con Poi:- primera vez en la historia, se habría dado prioridad a "lo
tra las demás "partes humanas", ya inútiles: intereses y ambi que se puede hacer" por encima de "lo que es necesario hacer".
ciones carentes de importancia para el esfuerzo productivo, que La satisfacción de las necesidades habría dejado de regir la
inte1·ferían innecesariamente con las que participaban de la pro lógica del esfuerzo productivo y, lo que es más importante, sus
ducción. La imposición de la ética del trabajo implicaba la
límites; habría hecho posible la moderna parndoja del "creci
renuncia a la libertad.
miento por el crecimiento mismo" .
20 21
316
Un n�sultado de la introducción de maquinaria::; y de la organiza s�met�mientu de _la naturaleza. Karl Marx definió el progreso
ción del trabajo en gran escala es el sometimiento de los obreros a ....h1stónco como la 1n-efrenable marcha hacia el dominio total de
una mortal rutina mecánica y administrativa. En algunos de los la naturaleza por el hombre. A pesar de sus diferencias en otros
sistemas de pruducción anteriores, se les concedía a los trabajado
res la oportunidad de expresar su personalidad en el trabajo; a temas, los pensadores mencionados no difieren en esto de
veces, incluso, quedaba lugar para manifestaciones artísticas, y el Claude Saint-Simon o Auguste Comte.
ai·tesano obtenía placer de su trabajo... El autor anónimo de An Una vez explicitado el fin último, el único valor que se les
Authentic Account of the Riots of Birmingham ( 1799) [Un relato reconocía a los emprendimíentos prácticos era el de acortar la
auténtico de los motines de Birmingham] explica la participación distancia que todavia separaba a la gente del triunfo final so
de los obreros en los disturbios diciendo que la naturaleza de su bre la naturaleza. La validez de otros criterios podía ser discu
trabajo era tal, que sólo "se les ensena a actuar, no a pensar".� tida con éxito Y, poco a poco, anulada. Entre los criterios de
evalua �ión �·adualm_ente descartados, la piedad, la compasión
Según el conmovedor resumen de .J. L. y Barbara Hammonds, y la as1stenc1a estuvieron en primer plano. La piedad por las
victimas debilitaba la resolución, la compasión hacía más len
... los únicos valores que las clases altas le pennitían a la clase to el ritmo de los cambios, todo cuan to detenía o demoraba la
trabajadora eran los mismos que los propietarios de esclavos apre marcha hacia el progreso dejaba ele ser moral. Por otro lado, lo
ciaban en un esclavo. El trabajador debía ser diligente y atento, no que contribuyera a la victoria final sobre la naturaleza era
pensar en forma autónoma, deberle adhesión y lealtad sólo a su bueno Y resultaba, "en última instancia'', ético, porque servía
patrón, reconocer que el lugar que le correspondía en la economía
del Estado era el mismo que el de un esclavo en la economía de la "en el largo plazo", al progreso de la humanidad. La defens�
plantación azucarera. Es que las virtudes que admiramos en un que el artesano hacía de sus tradicionales derechos la resis
hombre son defectos en un esclavo.·· tencia opuesta por los pobres de la era preindustri�l al régi
men efectivo y eficiente del trabajo mecanizado eran un
Por cierto que, en el coro de los llamados a someterse --dó obstáculo más entre los muchos que la naturaleza �n su des
cilmente y sin pensarlo-al ritmo impersonal, inhumano y me �on�ierto, oponía en el camino del progreso pan1. demorar su
cánico del trabajo de la fábrica, había una cu1;osa mezcla entre mmmente derrota. Esa resistencia debía ser vencida con tan
la mentalidad preindustrial y a.ntimoderna de la economía poco remordimiento como habían sido ya quebradas, desenmas-
esclavista y la nueva y audaz visión del mundo maravilloso, caradas y anuladas otras estratagemas de la naturaleza.
milagrosamente abundante, que -una-vez rotas las cadenas Las figuras rectoras del magnífico mundo que habría de cons
de la tradición- surgiría como resultado de la invención hu truirse sobre la base del ingenio y la habilidad de los hombres
mana, y ante todo del dominio humano sobre-ia naturaleza. (ante todo, de los diseii1:1.dores de máquinas y de los pioneros en
Como observa Wolf Lepenies, desde fines del siglo xv11 el len su utilización) no dudaban de que los auténticos portadores
guaje utilizado pararefel"irse a la "naturaleza" (es decir, a todo del progreso eran las mentes creadoras de los inventores. ,James
lo creado por intervención divina, lo "dado'', ño procesado ni Watt sostuvo en 1_785 que los demás hombres, cuyo esfuerzo
tocado por la razón y la capacidad humanas) estaba saturado físico &a necesario para dar cuerpo a las ideas de los invento
de conceptos y metáforas militares.�Francis Bacon no dejó nada res, "debían ser considerados sólo como fuerzas mecánicas en
librado a la imaginación: la naturaleza debía ser conquistada accción ... apenas deben utilizar el razonamiento". 6 Mientras
y obligada a trabajar duro para servir, mejor que cuando se la tanto, Richard Ar kwright se quejaba de que
dejaba en libertad, los intereses y el bienestar humanos. Des·
cartes comparó el prog1·eso de la razón con una serie de bata ...era dificil educar a los seres humanos para que "renunciaran a
llas victoriosas libradas contra la naturaleza; Diderot convocó sus desordenados e ineficientes hábitos de trabajo, para identifi
a teóricos y prácticos a unirse en nombre de la conquista y el carse con la invariable regula1;dad de las máquinas automáticas".
Esas máquinas sólo podían funcionar correctamente si eran vigi-
22 23
317
ladas en fonna con:;tant!:!; y la idea de pa:;az- diez o más hora:; por probablemente, y al menos por largo tiempo, serían víctimas
día encerrados en una fábrica, mirando una máquina, no Les hacía del cambio social: los objetos, no los sujetos, ele la transfor-ma
gracia alguna a esos hombres y mujeres llegados del campo.
ción racional de la sot:iedad que estaba naciendo. La ética del
La resistencia a sumarse al esfuerzo combinado de la huma- .
mo1:¡:;Cy
tE_aba,.J.o era uno de_}_C? � eje_� �-!.1-�-��_?_!TI_pl_í_s_im_�rogr_a�a-
educativo, y las tarea·s asi@adas, tanto a los hombres de pen
11idad era, en sí misma, la tan mencionada prueba que demos . .
se·ÍÍamó,
sa .ái"íeñto como a los de acci6n-;-·fcirmaban -e¡-..;_ti:deo ·de lo que
traba la relajación moral de los pobres y, al mismo tiempo, la
más_tá.rde en'fre· los.pánegiÍistas d·e ·1os nuevos carri..:
virtud inherente a la disciplina implacable, estricta y rígida de
bios, el "proceso éivilizador".
la fábrica. ½_�tm:_�� de _lograr que los pobres y lol? ��olunt�ri_a-
. Como los demás conjuntos de preceptos para una co�ducta
era-tambi°én- morár.
mente ociosos" se pusieran a trabajar no era sólo económka;
recta, decente y meritoria, la ética del trabajo era al mismo
La·s-opinfones il{ú;fradas de'!" mo-mento,
tiempo una visión constructiva y la fórmula para lograr un tra
aunqué..dítirieran!m otros aspectos, no discutían este punto. bajo demoledor. Negaba legitimidad a las costumbres, prefe
La Blacluvood's i\tlagazine escribió que "la influencia del pa- rencias o deseos de los destinatarios de semejante cruzada.
trón sobre los hombres es, de por sí, un paso adelante hacía el
Fijaba las pautas para una conducta correcta pero, ante todo,
progreso moral",7 mientras que la Edinburgh Review comenta-
echaba un manto de sospecha sobre todo lo que pudiera haber
ba ácidamente sobre la cruzada cultural que se estaba llevan-
hecho, antes de s u sometimiento a las mrevas reglas, la gente
do a cabo:
destinada a esa transformación. No confiaba en las inclinacio
nes de esas personas. Libres para actuar como quisieran y aban
Los nuevos programas de beneficencia no están concebidos en el
donadas a sus caprichos y preferencias, morirían de hambre
espíritu [de la caridad] ... Se celebra su advenimiento como d co
mienzo de un nuevo <1rden moral... en el cual los poseedores de antes que realizar un esfuerzo, se revolcarían en la inmundi
propiedades retomarán su lugar como paternales guardianes de cia antes que trabajar por su autosuperación, antepondrían
los menos afortunados ... para acabar, no con la pobreza (esto rú una diversión momentánea y efímera a una felicidad segura
siquiera parece deseable), sino con las formas más abyectas del pero todavía lejana. En general, preferirían no hacer nada an
vicio, la indigencia y la miseria física ."- tes que trabajar. Esos impulsos, incontrolados y viciosos, eran
parte de la "tradición" que la incipiente industria debía en
P. Gaskell, el escritor y activista social que pasó a la historia frentar, combatir y -finalmente-:;- exterminar. Tal como iba a
como uno de los amigos más filantrópicos, afectuosos y compa señalarlo Max Weber (en él acertado resumen de Michael Rose),
sivos de los pobres, pensaba que, a pesar de todo, los objetos de la ética del trabajo, al considerar la tarea ya realizada, "equi
su compasión "apenas se diferenciaban, en sus cualidades esen valía a un ataque" contra el "tradicionalismo de los trabajado
ciales, de un niño salvaje sin educación",9 y que precisaban de res comunes", quienes "habían actuado guiados por una visión
otras personas más maduras que vigilaran sus movimientos y rígida de sus necesidades materiales, que los llevaba a preferir
asumieran la responsabilidad de sus actos. Quienes contribuían el ocio y dejar pasar las oportunidades de aumentar sus ingre
a la opinión ilustrada de la época coincidían en que los trabaja sos trabajando más o durante más tiempo". El tradicionalismo
dores manuales no estaban en condiciones de regir su propia "era menospreciado"_ lo
vida. Como los niños caprichosos o inocentes, no podían con Por cierto que, para los pioneros del nuevo y atrevido mundo
trolarse ni distinguir entre lo bueno y lo malo, entre las cosas de la modernidad, "tradición" era mala palabra. Simbolizaba
que los beneficiaban y las que les hacían daño. Menos aún eran las tendencias moralmente vergonzosas y conden-ables contra las
capaces de prever qué cosas, a la larga, resultarían "en ·su pro que se alzaba la ética del trabajo: las inclinaciones de los indi
pio provecho". Sólo eran materia prima humana en condicio viduos rutinai-ios que se conformaban con lo que tenían ayer,
nes de ser procesada para recibir la forma correcta; muy se negaban a obtener "más" e ignoraban lo mejor si, para lo
grarlo, debían hacer un esfuerzo adicional. (De hecho, se negá.-
25
318
ban a entn::garse a un régimen extraño, violento, cruel, des Si se les hace la vida impu:.ible, necesariamente se reducirá el
alentador e incomp1·ensible.) En la guen-a contra el ''tradi número de mendigos. Es un secr-eto que todos los cazadores de
cionalismo" de los pobres anteriores a la época industrial, los ratas conocen: tapad las rendijas de los graneros, hacedlos sufrir
enemigos declarados de la ética del trabajo eran, ostensible con maullidos continuos, alarmas y trampas, y vuestros "jornale
mente, la modestia de las necesidades de esos hombres Y la ros" desaparecerán del establecimiento. Un método aun más rápi
mediocridad de sus deseos. Se libraron verdaderas batallas -las do es el del arsénica; incluso pod1ia resultar más suave, si estuvie
más feroces y despiadadas- contra la resistencia de esa mano ra permitido.
de obra potencial a sufrir los dolores y la falta de dignidad de
un régimen de trabaJo qble no deseaba ni entendía y que, por Gertrude Himmelfarb, en su monumental estudio sobre la
su propia voluntad, jamás habría elegido. idea de la pobreza, revela lo que esa perspectiva oculta:
28.. 320
29
cimientos se enfrentaban al mísmo problema práctico y com Bentham daba por sentada la incurable aven;ión al trabajo de
partían las mismas preocupaciones: imponer un patrón único esos internos, y no se molestó en cantar alabanzas a la fuerza
y regular de comportamiento predecible sobre una población de moralmente ennoblecedora del trabajo. Si los internos iban a
intemos muy diversa y esencialmente desobediente. Dicho de otro comportarse según los preceptos de la ética del trabajo, ello no
modo: debían neutralizar o anular las variadas costumbres e sucedería como consecuencia de su conversión moral, sino por
inclinaciones humanas y alcanzar un modelo de cond·ucta úni haber sido arrojados a una situación sin otra alternati va que
co para todos. A los supervisores de las fábrica,;; y guardianes actuar como si hubieran aceptado y asimilado en su conciencia
de los asilos de pobres les esperaba la misma tarea. Para obte el mandato impuesto. Bentham no puso esperanza algu na en
ner lo que deseaban (una rutina disciplinada y reiterativa), se cultivar las virtudes de los elegidos, sino en la enc1·ucijada de
debía someter a ambos tipos de internos -los pobres "trabaja hierro en que se hallaban, en su absoluta falta de elección. En
dores" y los "no trabajadores"- a un régimen idéntico. No es el panóptico, ya fuera un asilo para pobres o una fábrica, "si un
de extrañar que, en el razonamiento de Bentham, casi no apa hombre se niega a trabajar no le queda otra cosa por hacer, de
recieran diferencias en la calidad moral de las dos categorías, la mañana a la noche, más que roer su pan viejo y beber su
a las que se les otorga gran atención y se les asigna importan agua, sin un alma con quien hablar ... Este aliciente es necesa
cia central en los argumentos de los predicadores y reformador�s rio para que dé lo mejor de sí; pero no hace falta más que esto".
éticos. Después de todo, el aspecto más importante de la estra Para promover la ética del trabajo se recitaron innumera
tegia de Bentham era hacer que esas diferencias resultaran al bles sermones desde los púlpitos de las iglesias, se escribieron
mismo tiempo irrelevantes para el propósito declarado e impo decenas de relatos moralizantes y se multiplicaron las escue
tentes para no interferir con los resultados. las dominicales, destinadas a llenar las mentes jóvenes con
Al adoptar esa posición, Bentham se hacía eco del pensa reglas y valores adecuados; pero, en la práctica, todo se redujo
miento económico de su tiempo. Como habría de escribir John --como Bentham pudo revelarlo con su característico estilo di
Stuart Mill poco después, a la economía política no le interesa recto y su notable claridad de pensamiento- a la radical eli
ban las pasiones y los motivos de los hombres, "salvo los que minación de opciones.para la tnano de obra en actividad y con
puedan ser considerados como principios frontalmente anta posibilidades de integrarse al nuevo régimen. El pdncipio de
gónicos al deseo de riqueza, es decir, la aversión al trabajo y el negar cualquier forma de asistencia fuera de los asilos era una
deseo de disfrutar de inmediato los lujos costosos·•.1-1 Como en de las manifestaciones de la tendencia a instaurar una situa
todos los estudiosos que buscaban las leyes "objetivas" de la vida ción "sin elección". La otra manifestación de la misma estcate
económica -leyes impersonales e independientes de la volun gía era empujar
. a los trabajadores a una existencia precaria ,
tad-, en Bentham la tarea de promover el nuevo orden que manteniendo los salarios en un nivel tan bajo que apenas al-
daba despojada de los adornos evangélicos comunes en el debate canzara para su supervivencia hasta el amanecer de un nuevo
sobre la ética del trabajo para dejar al descubierto su núcleo ?ía de duro trabajo. De ese modo, el trabajo del día siguiente
central: la consolidación de la rutina regular basada en una iba a ser una nueva necesidad: siempre una situación "sin elec
disciplina incondicional, asistida y vigilada por una supervi ción".
sión efectiva, de arriba hacia abajo. Bentham no tenía tiempo En ambos casos, sin embargo, se corría un riesgo. En úllirna
para preocuparse por la iluminación espiritual o la reforma de instancia -gustara o no-- se apelaba a las facultades rnd 1111 a
la mente; no esperaba que amaran su trabajo los internos les de los trabajadores, aunque fuera en una forma suurn1111•11
de instituciones comparables a panópticos.* Por el contrario, te degradada: para ser eficaces, ambos métodos nccrnül.:ih:111
que sus víctimas fueran capaces de pensar y calcular. l'1 ·rn ,•:a·
• Edificios construidos para que, desde un ,10lo punto, pudiera vigilarse pensar podía convertirse en un arma de doble filo; ma:1 1111•11.
todo su interior: fue un diseño ti pico, por ejemplo, en las cárceles construidas en una grieta abierta en ese elevado muro, a travé� clo l:i n1:il
durante el siglo X.LX. [T.] podían colarse factores problemáticos, impredeciblt�H " iurnl
:Jo
321
digna o la aspíral:ión Producir a los productores
ndabl�::; (la pasión .humana por una v1. d·a ar as1, a l fi01-.. zado
a decir lo que se piensa o se
si· ente ) Y es . p -ca .
,ia que adoptar medidas ad1c 10nales d e segun. _ Las sociedades tienden a formarse una imagen idealizada
destierro. Hab , . , n f'i_si- de sí mismas, que les permitirá "seguir su rumbo": identificar
garantia s que l�, coerc1o
dad ' v � ninguna ofrecí a mayo res ducc10n de sa lanos y localiza r las cicatri c es, ven:ugas y otras impe1ifecciones que
ca Se podfa co nfiar e n l os cas e1bo·os , en la re . tenc'.1
afean su aspecto en el presente, así como hallar un remedio
_nivel de, subs1s
o de raciones. alim.entaria s por de_bajo del � seguro que las cure o las alivie. Ir a trabajar --co n seguir em
v .
v1gi la c1 •
1n1 · t er rump ida y ubi .cua' as1 como en• pe •
� en . a n .
ier regla, pw tnv 1a l pleo, tener un patrón, hace r lo que este considera ra útil, por lo
un n a
nas mmed'a 1 ta s a la violación de cualqu re ara aun que estaría dispuesto a pagar para que e l trabajador lo hic ie
ob res se ac
qu e fuera, para que la mi ser�� de los p
e
ra- era el m odo de transformar se en pe rsonas decentes para
más a una situación sin elecc1 0n . . quienes habían sido de spojados de la decencia y hasta de la
pr édica sospechosa �
Esto hac ía de la ética del trabajo una humanidad, cu alidades que estaba n puesta s en duda y debían
� de_ los_ ser s hu ��;
engañosa. Contar con la integridad mora s 1g mfica� ? ex:�� � ser demostradas . Darles trabajo a todos , conve rtir a todos en
na
maní ulados po r la nueva industria hab de l_ o � md rvi tr abajadores a s alariados, era la fórmula pa ra resolver los pro
do
los lí�ites de su libertad, la ú nica tierTa t���
n
blemas que la sociedad pudiera haber sufrido como consecuen
crec er y con c ta sus i�espo s:1b 1 hdad
morales pueden re r
� ;\ cia de s u impe rfección o inmadurez (que se esperaba fuera
la ética del trabajo -al menos en su pnm
reducir o eliminar completamente, las pos
�r ? _epoca
ibih�ades de e 1 etJr
P ó or
·_ tran sitoria).
Ni a la derech a ni a la izquierda del espectro político se
de ser engano s ?, como a�
No siempre existía la inte · nció · n llo • Hay mot. ivos . pa. ra ::;u- ¡
cuestionaba el papel histórico del trabajo. La nueva concien
poco se tenía siempre conc1enc1a d e e cia de vivir en un a "sociedad industrial" iba aco mpañada de
a eran md1ferentes a
poner que los p romotores de la nueva étic una convicción y una s eguridad: el número de personas que
les p reocupaba aun
las consecuencias moral es de su acci"ón , y se tra nsformaban en obreros crec ería en forma incont enible ,
de las med1. das pro
menos su propia inmoralidad. La cruelda? y la soci edad indust rial terminaría por conve rtirse en una
a como un aspecto
p ue'stas
� y adopt adas era si nceramente vist suert e de fábrica gigante, donde todos los hombres en buen
. u n pod ero so ag ent e
m d1spensable d e esa c r uzada mo ral, . mo-
estado físico t rabajarían p roduct ivament e. El empleo u niver
moralízador en sí mi smo y, en consecuenc
ia, un eleva _ . acto. u -
do sal era la meta no alc anzada t odavía, pero representaba el
Qomo u na exp er� cia e n nq modelo del futuro. A la luz de esa meta , estar sin trabajo s ig
"" aba el trabajo duro· · �
en
ral. Se,elo!li
de 1 sp u q:1- sól o ,
pod 1a . alc anzar se a nificaba la desocupació n , la anormalidad, la violación a la
cedora: una elevación e 1n t e
p� . ra Obli ga r
nal al bien comun. Si norma-. "A ponerse a trabajar", "Poner a trabajar a la ge nte":
t ravés del se rvi c io i ncondicio s
ue ese t rabaJo_ se t ra�
a la gente a trabajar duro y consegui r q e e e1 a un p1 e-
tales e ran el par de exh ortaciones imperiosas que, se espera
ar dol or, b a, po ndrían fin al mismo t i empo a problemas personales y
formara en un hábí to hací a falta cau s
st
.
· razonable a camb10 de 1 os benefjicJO
cío •· s futu ros ' ent re los cua.le s males sociales co mpartidos. Estos modernos eslógane� reso na
es, ganado s a lo lar go de una v1 da ban por igual en las dos versiones de la moder nidad: el
estaban ante t odo los mo ra_1 - . "
ell?nd, � 1 para . muchos el - capitalismo y el comunismo. El grito de guerra de la opos ición al
esforzada. Como señ ala Keith McCl . -
t rabajo manual era una ca r ga
O u�a obhga i n e 5 . ,, tam capitalismo inspirada en el marxismo era "El que no trabaja, no
bién era "una actividad que debia ser ce� ri y, ,cosa no menos
� �
- ra� a�;� ' ª�: ;i r t u d com e". La visión de una futura sociedad si n clas es era la de una
ra ría a la z:1 c10_ comunidad construida, en todos sus aspectos, sob re el modelo
del ho nor v la riqueza que t e a
imphcana pa ra los ti a- de una fábdca. En la era clásica de la moderna sociedad indus
impo rtante, por el progreso moral que trial, el t rabajo e ra, al mismo tiempo, el eje de la vid a individual
bajad ores mi::;mos. y el orden socia l, así como la garantía de supervivencia (" repro
ducció n sistémica") pa ra la sociedad en su conju nto.
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Empec�111u:; por la vida individual. El trabajo d� cada �om temor a equivocarse de,ma:-;iado, 101::, demá:-; aspectoo de :-;u exi:-;
lire aseQ"Uraba su sustento; pero el tipo de trabaJO realizado tencia. Una vez decidido el tipo de trabajo, una vei..imaginado
definía �l lugar al que podía aspirar (o q�e pu_día r_eclamar), el proyecto de una carrera, todo lo dem:is encontraba su lugar,
tanto entre sus vecinos como en esa totalidad 1magrn�da l_ l� y podía asegurarse qué se iba a hacer en casi todos los aspectos
mada "sociedad". El trabajo era el principal factor de ubicac10:1 de la vida. En síntesis: el trabajo era el principal punto de refe
social y evalcración individual. Salvo para quie:1es, por �u ri r·encia, alrededor del cual se planificaban y ordenaban todas
queza heredada o adquirida, combinaban uno vida de oc10 co_n las otras actividades de la vida.
la autosuficiencia, la pregunta "Quién es usted'.' se respondia En cuanto al papel de la ética del trabajo en la re gu lación
con el nombre de la empresa en la que se trabaJaba Y el cargo del orden social, puesto que la mayoría de los varones adultos
que se ocupaba. En una sociedad reconocida por su t_alento Y pasaban la mayor parte de sus horas de vigilia en el trabajo
afición pai·a cateaorizar y clasificar, el tipo de trubaJO era el (según cálculos de Roger Sue para 1850, el 70% de las horas de
factor decisivo, fu�damental, a partir del cual �e seguía_ todo_ l_o vigilia estaban, en promedio, dedicadas al trabajo 16 ), el lugar
que resultara de importancia para la convivencia. Defima qui� donde se trabajaba era el ámbito más importanle para la inte
nes eran los pares de cada uno, con quiénes cada u:10 pod1a gración social, el ambiente en el cual (se esperaba) cada uno se
conipararse y a quiénes se podía dirigir; definía también a sus instruyera en los hábitos esenciales de obediencia a las nor
superiores, a los que debía respeto; y a los que estaban p�r mas y en una conducta disciplinada. Allí se formaría el "carác
debajo de �l, de quiénes podía esperar_ o tení� derecho
_ a exig1.r ter social", al menos en los aspectos necesarios para perpetuar
un trato deferente. El tipo de trabaJo defima igualmente los una sociedad ordenada. Junto con el servicio militar obligato
estándares de vida a los que se debía aspirar y que se debía rio -otra de las grandes invenciones modernas-, la fábrica
obedecer, el tipo de vecinos de los que no se podía "ser menos" Y e1,2 la principal "ínslitución panóptica" de la sociedad moderna.
aquellos de los que convenía manten_erse apartado. �a carrera Las fábricas producían numerosas y variadas mercancías;
laboral marcaba el itinerario de la V1.da y, retrospectivamente, todas ellas, además, modelaban a los sujetos dóciles y obedien
ofrecía el testimonio más importanle del éxito o el f acaso de·
r
tes que el Estado moderno necesitaba. Este segu ndo tipo de
una persona. Esa carrera era la principal fuente de confianza o "producción" -aunque en modo alguno secundario- ha siclo
inseQ"Urida
b d_, de satisfacción personal o autorreproche, de or- mencionado con mucha menor frecuencia. Sin embargo, le otor
gullo o de vergüenza . . , gaba a la organización industrial del trnbajo una función mu
Dicho de otro modo: para la enorme y creciente nwyona de cho más fundamental para 1a nueva sociedad que la que podría
varones que integraban la sociedad postradicio�al o moderna deducirse de su papel visible: la producción de la riqueza ma
(una sociedad que evaluaba y premiaba a sus m1embros _ a pa ·
_ � terial. La importancia de esa función quedó documentada en
tir de su capacidad de elección y de la afirmación de su indivi el pánico desatado periódicamente cada vez que circulaba la
dualidad), el trabajo ocupaba un lugar central, tanto en la noticia alarmante: una parte considerable de la población adulta
construcción de su identidad, desarrollada a lo largo de toda _ - podía hallarse físicamente incapacitada para trabajar en for
su vida como en su defensa. El proyecto de vida podía surgu ma regular y/o cumplir con el servicio militar. Cuafosquri•r·a
l_ , tra
de dive¡·sas ambiciones, pero todas giraban alrededor _ d� fueran las razones explícitas para justificarlo, la í.nvali<lt•z, la
bajo que se eligiera o se lograra. El �ipo de trabaJo tem � la debilidad corporal y la deficiencia mental eran temidas 1•011111
totalidad de la vida; determinaba no solo los derechos Y obh ?a amenazas que colocaban a sus víctimas fuera del control ,!,• la
ciones relacionados directamente con el pro e
� � o labora ,
� _ sino nueva sociedad: la vigilancia panóptica s·obre la que dmw:1111:a
también el estándar de vida, el esquema familiar, la ac�1vidad ba el orden social. La gente sin empleo era gente 1::,iu p:il.r1111,
de relación y los entretenimientos, las normas de prop i_edad Y gente fuera de control: nadie los vigilaba, supervisaba 11i :,11
la rutina diaria. Era una de esas "variables indepen�iente�" metía a ima rutina regular, reforzada por oportuna8 ;\:1111·i11
que, a cada persona, le permilía dar fo1·ma y pronosticai·, sin nes. No es de extrañar que el modelo de salud desarr11ll:td11
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durante el siglo XIX µorlas ciencias médicas con conciencia so el trabajo, es decir, para que la riqueza potencial se transfor
cial fuera, justamente, el de un hombre capaz de realizar el mara en c;o.pital (a fin de ser utilizada en la producción de más
esfuerzo fisico requerido tanto por la fábr·ica como por el ejército. riqueza), y la fuerza de trabajo de los obreros pasara a ser tra
Si la sujeción de la población masculina a la dictadura me bajo "con valor añadido". El crecimiento del capital activo y del
dmica del ti-abajo fab1-il era el método fundamental para pro empleo eran objetivos principales de la política. Y el éxito o el
ducir y mantener el orden social, la familia patriarcal fuerte y fraca·so de esa política se medía en función del cumplimiento
estable, con el hombre empleado ("que trae el pan") como jefe de tal objetivo, es decir, según la capacidad de empleos que
absoluto ..e indiscutible, era su complemento necesario; no es ofreciera el capital y de acuerdo con el nivel de participación
casual que los predicadores de la ética del trabajo fueran tam en el proceso productivo que tuviera la población trabajadora.
bién, por lo general, los defensores de las virtudes familiares En resumen: el trabajo ocupaba una posición central en los-
y de los derechos y obligaciones de los jefes de familia. Y dentro tres niveles de la sociedad moderna: el individual, el social y
de esa familia, se esperaba que los maridos/padres cumplie el referido al sistema de producción de bienes. Además, el tra
rnn, entre sus mujeres y sus hijos, el mismo papel de vinilan bajo actuaba como eje para unir esos niveles y e1·a factor prin
cia y disciplina que los capataces de fábrica y los sargent�s del cipal para negociar, alcanzar y preservar la comunicación entre-·-
ejérci�o ejercían sobre ellos en los talleres y cuarteles .. El poder· ellos.
. para imponer la disciplina en la sociedad mode1·na -según La ética del trabajo desempeñó, entonces, un papel decisivo
Foucault- se dispersaba y distribuía como los vasos capilares en la creación de la sociedad moderna. El compromiso recípro
que llevan la sangre desde el corazón hasta las últimas células co entre el capital y el trabajo, indispensable para el funciona
de un organismo vivo. La autoridad del marido/padre, dentro de miento cotidiano y la saludable conservación de esa sociedad,
la familia, conducía las presiones disciplinarias de la red del era postulado como deber moral, misión y vocación de todos los
orden y, en función de ese orden, llegaba hasta las partes de la miembFos de la comunidad (en rigor, de todos sus miembrns
población que las instituciones encargadas del control no po- masculinos). La ética del trabajo convocaba a los hombres a
dían alcanzar. abrazar voluntariamente, con alegría y entusiasmo, lo que sur
Por último, se otorgó al trabajo un papel decisivo en lo que gía como necesidad inevitable. Se trataba de �na lucha que los
los políticos prnsentaban como una cuestión de supervivencia representantes de la nueva economía -ayudados y amparn
y prosperidad para la sociedad, y que entró en el discurso so dos por los legisladores del nuevo Estado- hacían todo lo posi
ciológico con el nombre de "reproducción sistémica". El funda ble por transformar en ineludible. Pero al aceptar esa necesidad
mento de la sociedad industrial moderna ern la transfórmación por voluntad propia, se deponía toda resistencia a unas reglas
de los recursos naturales con la ayuda... de fuentes de ener o·ía vividas como imposiciones extrañas y dolorosas. En el lugar de
utilizables, también naturales: el resultado de esa transfon:ia. trabajo no se toleraba la autonomía de los obreros: se llamaba
ción era la "riqueza". Todo quedaba organizado bajo la dirección a la gente a elegir una vida dedicada al trabajo; pero una vida
de los dueños o gerentes del capital; pero se lo lograba gracias al dedicada al trabajo significaba la ausencia de elección, la im
esfuerzo de la mano de obra asalariada. La continuidad del pro posibi1idad de elección y la prohibición misma de cualquiet
ceso dependía, por lo tañto, de que los administradores del capi elección.
tal lograran que el resto de la población asumiera su papel en la
producción.
Y e! volumen de esa producción -punto esencial para la ex
pansión de la riqueza- dependía, a su vez, de que ".la mano de
obra" participara directamente del esfuerzo productivo y se so Los preceptos de la ética del trabajo fueron pregonados con
metiera a su lógica; los papeles desempeñados. en la produc un fervor proporcional a la resistencia de los nuevos obreros
ción eran eslabones esenciales de esa cadena. El poder coercitivo frente a la pérdida de su libertad. El objetivo de la prédica era
del Estado servía, ante todo, para "mercantil.izar" el capital y vF.'..ncer esa resistencia. La nueva ética era sólo un instrumen-
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lu; d lin era la aceptación del régimen fabril, con la pér:dida de casi de.:;de un p1;ncipio, tanto por los irunigrantes wmo por lus
independencia que implicaba. obreros. nacidos en los Estados Unidos, como un medio antes
Toda razón que busca un objetivo permite elegir los medios que un . valor en sí mismo, una forma de vida o una vocación: el
para alcanzarlo, hacer una evaluación crítica de ellos y (si fue medio ?ara hacerse rico y, de este modo, más independiente;
ra necesario) reemplazarlos poi· otros, en función de su eficacia el medio para deshacerse de la desagradable necesidad de tra
para llegar al resultado buscado. La ética del trabajo y, en for bajar pa!'a otros. Hasta las condidones de semiesclavitud en ta
ma más general, la apelación a los sentimientos y la conciencia lleres de trabajo agotador era tolerada y soportada en nombre
de los obreros fueron algunos medios -entre muchos- para de la libertad fu.tura, sin atribuil' falsas cualidades ennoblecedo
hacer girar los engranajes del sistema industrial. No eran los ras a semejante esfue1·zo. No era preciso amar el trabajo ni
medios más eficientes; menos aún, los únicos concebibles. Tam considerarlo un signo de virtud moral; se podía manifestar pú
poco los más confiables; probablemente, la moralidad del tra blicamente el desagrado que provocaba sin incurrir en el ries
bajo que los predicadores buscaban inculcar seguiría siendo, go de que la disciplína se derrumbara, siempre que el soportar
como toda fo rma de moralidad, inconstante y errática: una mala las condiciones más horrendas fuera el precio transitoriamen
guía para el comportamiento esperado y una presión demasia te pagado por una libertad no demasiado lejana.
do inestable para regular el esfuerzo laboral, rígido y monóto En opinión de Míchael Rose, t7 la tendencia a despreciar y
no, que exigía la rutina de la fabrica. Esta no podía confiar en dejar de lado la ética del trabajo se profundizó en los Estados
sentimientos morales y apelaciones a la responsabilidad (por Unidos y alcanzó nuevo vig·or al comenzar el siglo xx; impor
lo tanto, a la elección) para garantizar el ritmo inmutable del tantes innovaciones g·erenciales difundidas en esos años con
esfuerzo físico y la obediencia ciega al régimen de trabajo. tribuyeron a "destruir el compromiso moral con el esfuerzo en
Ya hemos observado que, al dirigirse a los pobres e indolentes, el trabajo. Pero es probable que hayan adquirido el carácter
se recurría además a métodos de presión más confiables, como que alcanzaron porque no era posible confiar en el compromiso
la reclusión obligatoria, el sometimiento legal, la negativa de mm·al con el esfuerzo". Al menos, así se lo veía en la atmósfera
cualquier asistencia salvo en el interior de los asilos, y hasta que reinaba en la tierra de las riquezas y el enriquecimiento.
las amenazas de castigos físicos. La prédica de la ética del tra La tendencia culminó en el movimiento de gestión científica
bajo requería una elección moral; la práctica del trabajo redu iniciado por Frndcrick Winslow Taylor:
cía o eliminaba de plano la elección, y luchaba p01· asegurar
que los nuevos obreros -fuera o no sincera su tronsformai;ión,
Prácticamente, la apelación a la ética del trabajo no formó parte
creyeran. o no en el evangelio de la ética del trabajo- se com de su paquete de técnicas de administración. Para 'I'ayl0r, el com
portaran como si en verdad se hubieran convertido. La tenden promiso positivo con el trabajcrera estimulado, ante todo, con in
cia general en las sociedades modernas, compartida por la centivos monetarios cuidadosamente calculados. El modelo de obre
fábrica, era volver irrelevantes los sentimientos de los hom ro elegido por Taylor no era el norteamericano nativo sino un
bl'es con respecto de sus acciones ('adiafóricos'), para que esas inmigrante holandés, un tal Schmidt. Lo que le fascinaba de
acciones resultaran l'egulares y predecibles en un grado que Schmidt no era, por cierto, que se sintiera moralmente obli"ado a ·
jamás podría haberse logrado si se las hubiera dejado libradas trabajar con Güciativa y eficacia, sino su capacidad de entusias
a impulsos irracionales. marse ante la vista de un billete de un dólar, y su disposición a
La ética del trabajo parece ser un invento básicamente euro hacer lo que Taylor le indicara con tal de adueñarse del billete.
peo; la mayoría de los historiadores estadounidenses compar
ten la opinión de que no fue la ética del trabajo, sino el espíritu La decisión de no confiar en que los obreros se ilusionaran
de empresa y la mov;lidad social ascendente, el lubricante que con las cualidades ennoblecedoras del trabajo resultó cada vez
aceitó los engranajes de la industria norteamericana. El tra más acertada, a medida que las desigualdades sociales se acen
bajo, y la constante dedicación al trabajo, fueron considerados tuaron y la presión de la disciplina en la fábrica se volv;ó más
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despiadada. No obstante, se hizo cada vez más evidente la n� en sus orígenes, la ética del trabajo había intentado en vano
cesidad de reducir las esperanzas de alcanzar el "sueño arne 1:i conseguir, cuando se apoyaba en la presión económica y, en ....
cano": todos los sufrimientos en la fábrica serán una molestia ocasiones, física. La nueva actitud infundió en la mente y las
transitoria, y el sometimiento a los caprichos del patrón es sólo acciones de los mode1·nos productores, no tanto el "espíritu del
un medio para, llegado el momento, Lransforma:se en patró� capitalismo" como la tendencia a medir el valor y la dignidad
La posibilidad de afirmar la propia independenc1a. se hizo mas de los seres humanos en función de las recompensas económi
vaga y 1·emota a medida que se estrechaban y llen�ban de obs cas recibidas. Desplazó también, firme e irreversiblemente, las
t.ác1:1los los caminos que conducían desde el trabaJO manual a motivaciones auténticamente humanas ----como el ansia. de li
la libertad de "trabajar por cuenta propia". Había que buscar bertad- hacia el mundo del consumo. Y así determinó, en gi-;n
otras fo 1·mas de asegurar la permanencia del esfuerzo en el medida, la historia posterior de la sociedad moderna, que dejó
trabajo, separándolo de cualquier comprnmiso moral Y de las de ser una comunidad de productores para convertirse en otra de
virtudes del trabajo mismo. consumidores.
Y la forma se encontró, tanto los Estados Unidos corno en Esta última transformación no se produjo en igual medida,
otras partes, en los "incentivos materiales a� t1: abajo": reco� ni con las mismas consecuencias, en toda la sociedad moderna.
_
pensas a quienes aceptaran obedient�s la d1sc1plma de la f� Aunque en todos los países avanzados se aplicó una mezcla de
brica y renunciaran a su independencia. Lo que antes se hab1a coerción y estímulos materiales para imponer-la ética del tra
logrado con sermones -con el agregado o no de la amenaza del bajo, los ingredientes se mezclaron en proporciones diferentes.
palo-, se buscó cada vez más a través de los seductores pode En la versión comunista del mundo moderno, por ejemplo, la
res de una zanahoria. En lugar de afirmar que el esfuerzo en el apelación al consumidor que se oculta en el productor fue poco
trabajo era el camino hacia una-vida moralm�nte _ superior, se sistemática, poco convincente y carente de energía. Por esta y
lo promocionaba como un medio de ganar mas dinero. Ya no otras razones se profundizó la diferencia entre las dos versio
importaba lo "mejor"; sólo contaba el "más". nes de la modernidad, y el crecimiento del consumismo que
. , .
Aquello que a principios de la sociedad industn":l hab1 a s1do transformó en forma decisiva la vida de Occidente atemorizó
_
un conflicto de poderes, una lucha po1· la autonom 1 a Y la hb_er al 1·égimen comunista que, tomado por sorpresa, incapaz de
_
tad, se transformó gradualmente en la lucha por una po:c10n actualizarse y más dispuesto que nunca a reducir sus pérdi
.
más !lrande del excedente. ?vlientras tanto, se aceptaba tacita das, tuvo que admitir su inferioridad y_claudicó.
mente la estructura de poder existente y su rectificación que
daba eliminada de cualquier programa. Con el tiempo, se
Notas
impuso la idea de que la habilidad para ganar una por:ció�
mayor del excedente era la única forma de resta�rar la digni l. ,J. S. Mili, Pnra:iple;; u( Polirical Economy, vol. 11, 4- (:;d1c1on. Londres:
dad humana, perdida cuando los artesanos se reduJer�n a mano John W. Park,er & So n, p. 337. (Principios de economía politica; con. algunas
de obra industrial. En el camino quedaron las apelac 1 0nes a la de sus aplicaciones a la filoso/fo. i\·Iéxico-Buenos Aires, Fondo de Cultura
capacidad ennoblecedora del esfuerzo en el trabajo. Y fueron Económica, 2' ed. 1951.]
_ _
las diferencias salariales -no la presencta o la ausencia de la 2. Cilado en S. Pollard (196:3), "Fact or_y discipline in the industrial
revolution", The Economíc History Reuiew, segunda serie, 16 ( 1963-4): 254-71.
dedicación al trabajo, real o simulada- la vara que determinó .3. \V. Bowden ( 1925), íridustrial Society ín En.gland lowards the End o(
el prestigio y la posición social de los productores. the Eightcenth Century. Londres: Macmillan, pp. 274-275.
La transformación del conflicto de poderes en la lucha por 4. ,J. L. y B. Hamrnonds (1966), The Towri Labourer 1760-1832 (primera
los inrrresos monetarios, y las ganancias económicas, en el úni edición: 1917). Londres: Longman, p. :307. [El trabajador de la ciiidad. Trad.
co ca�üno hacia la autonomía y la autoafirmación, tuvieron Antonio Gimeno Cuspinera. Madrid, Ministerio de Trabajo y Seguridad So
cial, 1987.]
honda influencia en el rumbo general de desarrollo de la mo
5. \V. Lepenies (1986), "Historisierung der Natur und EnLmoralisierung
derna sociedad industrial-. ..Generaron el tipo de conductas que, der \\1i1:,senschaften seit dem 18. Jahrhundert", en t\. Peisl y A. i\fohler
40 326 41
(L:urn¡,::;.), Natur und Gesh1c:hle, vol. 7. Munich: :ic:hn(Ltt" Je, Cu.rl Frú:drich
uon Siemens Stiftun¡J, pp. 263-288.
6. B. Inglis ( 1971), Pouerty and lhe fodusiaal Reuolutwn.. Londres: Hodder
& St.ou,::-hton, p. 75.
7. "Revolt ofthe workers", 8/ackwood's ,lrfacazirw, vol. 52, 1842, pp. 646-647.
8. "The claim of labour", Edinburgh Riwiew, vol. 81, 1845, pp. 304-305.
9. P. Gaskell ( 1836), Artisar¿s and ,vlachiriery. Londres: Frank C!\ss, 1968,
¡,. 78.
10. Véai;e M. Rose (1985), Re-working the Worh Eth1c: Economíc \lalues 2
and S ocio-Cultural Politcs. Londres: B."'f. Balsford, p. 30.
11. B. Inglis, op. cit., p. 408.
12. G. Himmelfarb (1984), The ideas o( Puuerty: En.gland in. the Early
Industrial Age. Londres: Faber & Faber, p. 193. [La idea de la pobreza; fo
glaterra a principios de la eru industrial. México, Fondo de Culluru Econó
De la ética del trabajo
mica, 1988.J
13. Véase s u Panopticon., o su lnspccliun House, donde se encuenLrn l&
a la estética del consumo
idea de un nuevo principio de construcción disponible para todo Lipa de esta
blecimiento, sct;ún el cual se puede mantener a cualquier persona bajo vigi
lancia, en B. Benthaln (1843), The Worl.s uf Jeremy Bentham, vol. 4. La nuestra es una sociedad de consumidores.
Edimburgo: William TaiL, pp. 40-126. [Anto/og[a. Barcelona, Península, 1991.) Todos sabemos, a grandes rasgos, qué significa ser "consu
14. J. S. Mili ( 1836), "On the definition of political economy; and on the
midor": usar las cosas, comerlas, vestirse con ellas, utilizarlas
method of investigation proper lo it" [,Ensayos sobre algunas cuestiones dis
putadas en economía politica. Madrid, Aham:a, 1997.), en Collected Worhs, para jugar y, en general, satisfacer -a través de ellas- nues
vol. IV. Londres: Routledge & Kegan Paul, 1967, p. 321. tras necesidades y deseos._I:'uesto que el dinero (en la mayoría
15. K. McClelland ( 1987), "Time lO work, lime to live: sorne aspects of de los casos y en casi todo el mundo) "media" entre el deseo y
work and the rc-foimalion ofclass in Britain, 1850-1880", en P. ,Joyce (comp.), su satisfacción, ser consumidor también significa -y este es su
Th r: l-listorical ,vteanings uf Worh. Cambridge: Cambridge University Press, significado habitual- apropiarse de las cosas destinadas al
p. 184.
16. R. Sue (1994), Temps et Ordre Social. París: PUF.-.Sue calcula que, consumo: eomprarlas, pagar por ellas y de este modo conver
desde 1850, el tiempo promedio· dedicado al trabajo se redujo sislemá tirlas en algo de nuest,ra exclusiva propiedad, impidiendo que
licamente; en.el momento de escribir su estudio había llegado a sólo el 14% los otros las usen sin nuestro consentimiento.
de fas horas de vigilia. Consumir significa, también, destruir. A meclida que las con
17. M. Rose, op. cit., p. 79. sumimos, las cosas dejan de existir, literal o espiritualmente.
A veces, se las "agota" hasta su aniquilación total (como cuan
do comemos algo o gastamos la ropa); otras, se las despoja de
su encanto hasta que dejan de despertar nuestros deseos y·pier
den la capacidad de satisfacer nuestros apetitos: un juguete::
con el que hemos jugado muchas veces, o un disco al que he
mos escuchado demasiado. Esas cosas ya dejan de ser apta�
para el consumo.
Esto es ser consumidor; pero, ¿a qué nos referimos cuando
hablamos de una sociedad de consumo? ¿Qué tiene de específi
co esto de formar parte de una comunidad de consumidot·c�? Y
además, ¿no son sociedades de consumo, en mayor o menor·
medida, todas las comunidades h umanas conocidas hasta aho-
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ra·) La.s característica.s apuntadas en el párrafo anterior -.sal comunidad totalmente diferente de la anterior: una sociedad
vo, quizás, la necesidad de entregar dinero a cambio de los ob de consumo.
jetos que vamos a consumii·- se encuentran en cualquier tipo El paso de aq�ella sociedad de productores a esta del consu
de sociedad. Desde luego, las cosas que consideramos en condi mo significó múltiples y profundos cambios; el primero es, pro
ciones de ser consumidas. así como el modo como lo hacemos, bablemente, el modo como se prepara y educa a la gente para
varían de época en época.y de un luga1· a otro; pero nadie, en satisfacer las condiciones impuestas por su identidad social (es
ningún tiempo o lugar, pudo sobrevivir sin consumir algo. decir, la forma en que se "integra" a hombres y mujeres al nue
Por eso, cuando decimos que la nuestra es una sociedad de vo orden para adjudicarles un lugar en él). Las clásicas insti
c11nsumo debemos considerar algo más que el hecho trivial, tuciones - que- moldeaban individuos -las instituciones
mmún y poco diferenciador de que todos consumimos. La n�s panópticas, que resultaron fundamentales en la primera eta
Lra es "una comunidad de consumidores" en el mismo sentido pa de la sociedad industrial- cayeron en desuso. Con la rápi
en que la sociedad de nuestros abuelos (la moderna sociedad da disminución de los empleos, con el reemplazo del servicio
que vio nacer a la industria y que hemos desc1ipto en el capítu militar obligatorio por ejércitos pequeños integrados por pro
lo anterior) merecía el nombre de "sociedad de productores". fesionales voluntarios, es difícil que el gr ueso de la población
Aunque la humanidad venga produciendo desde la lejana reciba la influencia de aquellas instituciones. El progreso tec
prehistoria y vaya a hacerlo siempre, la razón para llamar "co _noló6rico llegó al punto en que la productividad crece en forma
rn unidad de productores" a la p1·imera forma de la sociedad invernamente propo1·cional a la disminución de los empleos.
moderna se basa en el hecho de que sus miembros se dedicaron Ahora se reduce el número de obreros industriales; el nuevo
¡>rincipalmente a la producción; el modo como tal sociedad for principio de la modernización es el downsizing [el "achi
maba a sus integrantes estaba determinado por la necesidad camiento" o reducción de personal]. Según los cálculos de l\lfartin
de desempeñar el papel de productores, y la norma impuesta a Wolf, director del Financial Times, la gente empleada en la
industria se redujo en los países de la Comunidad Europea,
0US miembros era la de adquirir la capacidad y la voluntad de
entre 1970 y 1994, de un 30 a un 20%, y de un 28 a 16% en los
producir. En su etapa pi·esente de modernidad tardía -esta
Estados Unidos. Durante el mismo período, la productividad
segunda modernidad, o posmodernidad-, la sociedad huma
industrial aumentó, en promedio, un 2,5% anual. 1
na impone a sus miembros ( otra vez, principalmente) la obliga
El tipo de entrenamiento en que las instituciones panópticas
ción de ser consumidores. La forma en que esta sociedad moldea se destacaron no sirve para la formación de los nuevos consu
a sus integrantes está regida, ante todo y en primer lugar, por midores. Aquellas moldeaban a la gente para un comportamien
la necesidad de desempeñar ese papel; la norma que les impo to rutinario y monótono, y lo lograban limitando o eliminando
ne, la de tener capacidad y voluntad de consumir. por completo toda. posibilidad de elección; la ausencia de ruti
Pero el paso que va de una sociedad a otra no es tajante; no na y un estado de elección permanente, sin embargo, constitu
todos los integrantes de la comunidad t.11vieron que abando yen las virtudes esenciales y los requisitos indispensables para
nar un papel para asumir otro. Ninguna de las dos socieda convertirse en auténtico consumidor. Por eso, además de ver
des mencionadas pudo haberse sostenido sin que algunos de sus reducido su papel en el mundo posindustrial posterior al servi
miembros, al menos, tuvieran a su cargo la producción de co cio militar obligato1io, el adiestramiento b1indado por las ins
sas para ser consumidas; todos ellos, por supuesto, también tituciones panópticas resulta inconciliable con una sociedad de
consumen. La diferencia reside en el énfasis que se ponga en consumo. El temperamento y las actitudes de vida moldeados
cada sociedad; ese cambio de énfasis marca una enorme dife por ellas son contraproducentes para la creación de los nuevos
rencia casi en todos los aspectos de esa sociedad, en su cultu consumidores.
ra y en el destino individual de cada uno de sus miembros. Idealmente, los hábitos adquiiidos deberán descansar sobre
Las diferencias son tan profundas y universales, que justifi los hombros de los consumidores, del mismo modo que las vo-
can plenamente el hablar de la sociedad actual como de una
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caciones inspiradas en la religión o en la ética (así como las to menos conucida resulte la necesidad en cuestión: vivir una
apasionadas ambiciones de olros tiempos) se apoyaron -tal experiencia que estaba disponible, y de la cual hasta se ignora
como lo dijo Max Weber repitiendo palabras de Baxter- sobre ba su existencia, es siempre más seductor. El entusiasmo pro
los hombros del santo protestante: "como un manto liviano, vocado por La sensación novedosa y sin precedentes constituyen
listo para ser arrojado a un lado en cualquier momento". 2 Es el meollo en el proceso del consumo. Como dicen Mark C. Taylor
que los hábitos son dejados de lado a la primera oportunidad Y y Esa Saarinen, "el deseo no desea la satisfacción. Por el con
_
nunca llegan a alcanzar la solidez de los barrotes de una Jaula. trario, el deseo desea el deseo";:1 en todo caso, así funciona el
En forma ideal, por eso, un consumidor no debería aferrarse a deseo de un consumidor ideal. La perspectiva de que el deseo
nada, no debería comprometerse con nada,jamás debería con se disipe y nada parezca estar en condiciones de resucitarlo, o
siderar satisfecha una necesidad y ni uno solo de sus deseos el panorama de un mundo en el que nada sea digno de ser
podría ser considerado el último. A cualquier jura1'.1�1: to �e leal deseado, conforman la más siniestra pesadilla del consumidor
tad o compromiso se debería agregar esta condic10n: Hasta ideal.
nuevo aviso". En adelante, importará sólo la fugacidad y el ca Para aumentar su capacidad de consumo, no se debe dar
rácter provisional de todo compromiso, que no durará más que descanso a los consumidores. Es necesario exponerlos siemp1•1•
el tiempo necesario para consumir el objeto del deseo (o para a nuevas tentaciones manteniéndolos en un estado de ebulli
hacer desaparecer el deseo del objeto). ción continua, de permanente excitación y, en verdad, de Ht11-1-
. .,
Toda fo1·ma de consumo lleva su tiempo: esta es la maldic10n pecha y recelo. Los anzuelos para captar la atención dob1\11
que arrastra nuestra sociedad de consumido �es y la �rincipal confirmar la sospecha y disipar todo recelo: "¿Crees haberlo
fuente de preocupación para quienes comercian con bienes de visto todo? ¡Pues no viste nada todavía!".
consumo. La satisfacción del consumidor debeda ser instantá A menudo se dice que el mercado de consumo seduce a lo:;
nea en un doble sentido: los bienes consumidos deberían satis consumidores. Para hacerlo, ha de contar con consumiclon•:;
facer en forma inmediata, sin imponer demoras, aprendizajes dispuestos a ser s�ducidos y con ganas de serlo (así como ,.¡
o prolongadas preparaciones; pero esa satisfacción d�bería ter patrón, para dirigir n sus obx·eros, necesitaba trabajadores CflJI
minar en el preciso momento en que concluyera el tiempo ne hábitos de disciplina y obediencia firmemente arraigados). l•:n
cesario para el consumo, tiempo que debería reducirse� su vez una sociedad de consumo bien aceitada, los consumidores bus•
a su mínima expresión. La mejor manera de log1·ar esta 1·educ can activamente la seducción. Van de una atracción a otra,
ción es cuando los consumidores no pueden mantener su aten pasan de tentación en tentación, dejan un anzuelo para-picar
ción en un objeto, ni focalizar sus deseos por demasiado tiempo; en otro. Cada nueva atracción, tentación o carnada, es en cier
cuando son itnpacientes, impetuosos e inquietos y, sobre to �o, to modo diferente -y quizá más fuerte- que la anterior. All-{o -
fáciles de entusiasmar e igualmente inclinados a perder su in parecido, aunque también diferente, a lo que sucedía con sus
terés en las cosas. antepasados productores: su vida era pasar de una vuelta d1•
Cuando el deseo es apartado de la espera, y la espera se sepa cinta transportad9ra a otra vuelta exactamente igual a la an- -
ra del deseo, la capacidad de consumo puede extenderse mu- terior.
-- cho más allá de los límites impuestos por las necesidades Para los consumidores maduros y expei-tos, actuar de ese
naturales o adquiridas, o por la duración misma de los objetos modo es una compulsión, una obligación impuesta; sin embar
del deseo. La i-elación tradicional entre las necesidades Y su go, esa "obligación" internalizada, esa imposibilidad de vivir
satisfacción queda entonces revertida: la promesa y la espe su propia vida de cualquier otra forma posible, se les presenta
ranza de satisfacción preceden a la necesidad y son siempre como un libre ejercicio de voluntad. El mercado puede haberlo:-1
mayores que la necesidad preexistente, aunque no tanto que prepa1:ado para ser consumidores al impedirles desoír las ten•
impidan desear los productos ofrecidos por aquella promesa. taciones ofrecidas; pero en cada nueva visita al mercado ten
En realidad, la promesa resultará mucho más atractiva cuan- drán, otra vez, la entera sensación de que son ellos qu.ienos
329
46 1'/
mandan, juzgan, critican y eligen. Despué8 de todo, entre las a su clase", a vivir según los estándares (pero no por encima de
infinitas alternativas que se les ofrecen no le deben fidelida.\;l. a ellos) fijados parn la "categoría social" en que habían nacido-
ninguna. Pero lo que no pueden es rehusarse a elegir entre la modernidad cargó sobre el individuo la tarea de s�
ellas. Los caminos para llegar a la propia id�l").�j_dad, a 9cupar "autoconstrucción": elaborar la propia identidad social, si no
un lugar en la sociedad humana y a vivir :una vida que se reco desde cero, al menos desde sus cimientos. La 1·esponsabilidad
nozca como significativa exigen visitas dialias del individuo -antes limitada a respetar las f�onteras entre
° al mercado.
.
En la etapa industrial de la moderrÍidacI h-abía {in hecho ser un noble, un comerciante, un soldado mercenario, un arte
incuestionable: antes que cualquier ot.ra cosa, todos debían ser sano, un campesino an-endatario o un peón rural- se amplia
ante todo productores. En esta "segunda modernidad", eñ esta ba hasta llegar a la elección misma de una posición social, y el
modernidad de consumidores, la primera e imperiosa obliga derecho de que esa posición fuera reconocida y aprobada por la
ción es ser consumidor; después, pensar en convertirse en cual sociedad.
quier otrn cosa. Inicialmente, el trabajo apareció como la principal herra
mienta para encarar la construcción del propio destino. La iden
tificación social buscada -y alcanzada con esfuerzo- tuvo como
Cómo se genera un consumidor determinantes principales la capacidad para el trabajo, el lu
gar que se ocupara en el proceso social de la producción y el
En años recientes, representantes de todo el especLro políti proyecto elaborado a partir de lo anterior. U na vez elegida, la
co hablaban al unísono, con añoranza y deseo, de una "recupe identidad socia ! podía construirse de una vez y para siempre,
_
ración dirigida por los consumidores". Se ha culpado con para toda la vida, y, al menos en principio, también debían
frecuencia a la caída de la producción, a la ausenda de pedidos defíni�se la vocación, el puesto de trabajo, las tare�s. para toda
una vida. La construcción de la identidad habría de ser re<ru-
y a la lentitud del comercio minorista por la falta de interés o
de confianza del consumidor (lo que equivale a decir que el . lar y coherente, pasando por etapas claramente definida� y
deseo de comprar a crédito es lo bastante fuerte como para también debía serlo la canera laboral. No debe sorprender la
superar el temor a la insolvencia). La esperanza de disipar esos insistencia en esta metáfora -la idea de una "construcción"
problemas y de que las cosas se reanimen se basa en que los para expresar la naturaleza del trab ajo exigido por la
consumidores vuelvan a cumplir <;_on su deber: que otra vez autoidenti.ficación personal. El cw·so de la carrera laboral, y la cons
quieran comprar, comprar- mucho y comprar más. Se piensa trucción ele una identidad pe1·sonal a lo larao 0 de toda la vida
que el "crecimiento económico'', la medida moderna de que las llegari. así a complementarse.
cosas están en orden y siguen su-curso, el mayor índice de que Sili embargo, la elección de una carrera laboral -regular,
una sociedad funciona como es debido, depende, en una socie durable y continua-, coherente y bien estructurada, ya no está
dad de.consumidores, no tanto de la "fuerza productiva del país" abierta para todos. Sólo en casos muy contados se puede defi
nir (y menos aún, garantizar) una identidad permanente en
(una fuerza de Lrabajo saludable-y abundante, con cofres re
función del trabajo desempeñado. Hoy, los empleos permanen
pletos y emprendimientos audaces por parte de los poseedores
y administradores del capital) como del fervor y el vigor de sus tes, seguros y garantizados son la excepción. Los oficios de an
consumidores. El papel --en otros tiempos a cargo del traba taño, "de por vida", hasta hereditarios, quedaron confinados a
jo- de vincular las motivaciones individuales, la integración unas pocas industrias y profesiones antiguas y están en rápida
social y la reproducción de todo el sistema prod·uctivo corres disminución. Los nuevos puestos de trabajo suelen ser contra
ponde en la actualidad a la iniciativa del consumidor. tos temporarios, "hasta nuevo aviso" o en horarios de tiempo
Habiendo dejado atrás la "premodernidad" -los mecanis parcial [part-time]. Se suelen combinar con otras ocupaciones
mos tradicionales de ubicación social por mecanismos de y no garantizan la continuidad, menos aún, la permanencia,
El nuevo lema es flexibilidad, y esta noción cada ··• vez más o o-ene-
adsCl'ipción, que condenaban a hombres y mujeres a ''apegarse
48 49 ·-
330
-
ralizada implica un juego de contratos y despidos <:on muy po Sería más adecuado por eso hablar de identidades en plural:--;-·
cas reglas pero con el poder de cambiarlas unilateralmente lo largo de la vida muchas de ellas quedarán abandonadas y
_ _,
olvidadas. Es posible que cada nueva identidad"•permanezca
mientras la misma partida se está jugando.
incompleta y condicionada; la dificultad está en cómo evitar su
Nada perdurable puede levantarse sobre esta arena move
diza. En pocas palabras: la perspectiva de construir, sobre la anquilosamiento. Tal vez el término uidentidad" haya dejado
base del trabajó� una identidad para toda la vida ya quedó en de se�· útil, �a que oculta más de lo que revela sobre esta expe
_
nenc1a de vida cada vez más frecuente: las preocupaciones so-
terrada definitivamente para la inmensa mayoría de la gente
(salvo, al menos por ahora, para los profesionales de ifreas muy ?re 1� posición social se relacionan con el temo!' a que esa
especializadas y privilegiadas). 1dent1dad adquirida, demasiado rígida, result� inmodificable.
La aspiración a alcanzar una identidad y el horror que produ-
Este cambio trascendente, sin embargo, no fue vivido como
un gran terremoto o una amenaza existencial. Es que la preocu ce la satisfacción de ese deseo, la mezcla de atracción y repul
sión que la idea de identidad evoca, se combinan para producir
pación sobre las identidades también se modificó: las antiguas
un compuesto de ambivalencia y confusión que -esto sí- re
carreras resultaron totalmente inadecuadas para las tareas e
inquietudes que llevaron a nuevas búsquedas de identidad. En sulta extrañamente perdurable.
un mundo donde, según el conciso y contundente aforismo de Las inquietudes de este tipo encuentran su respuesta en el
George Steiner, todo producto cultural es concebido para produ volátil, ingenioso y siempre variable mercado de bienes de con
cir "un impacto máximo y caer en desuso de inmediato", la cons s�mo. Por �efinición,jamás se espera que estos bienes-hayan
trucción de la identidad personal a lo largo de toda una vida y, sido concebidos para consumo momentáneo o perdurable- du
por añadidura, planificada a priori, trae como consecuencia pro ren siempre; ya no hay similitud con "carreras para toda la
blemas muy serios. Como afinna Ricardo Petrella: las actuales vida" o "trabajos de por vida". Se supone que los bienes de con
tendencias en el mü.ndo dirigen "las economías hacia la produc sumo serán usados para desaparecer muy pronto; temporario
ción de lo efímero y volátil -a través de la masiva reducción de Y transitorio son adjetivos inherentes a todo objeto de consu
la vida útil de prnduetos y servicios-, y hacia lo precaáo-(em mo; estos bienes parecerían llevar siempre grabado, aunque
con una tinta invisible, el lema memento mori [recuerda que
pleos temporarios, flexibles y part-time)". 4
Sea cual fuere la identidad que se busque y desee, esta debe has de morir].
Parece haber una armonía predeterminada, una resonancia
rá tener -en concordancia con el mercado laboral de nuestros
especial entre esas cualidades de los bienes de consumo y la
días- el don de la flexibilidad. Es preciso que esa identidad
ambivalencia típica de esto sociedad posmoderna frente al pro ..
pueda ser cambiada a corto plazo, sin previo aviso, y esté regi _
blema de la identidad.:. Las identidades, como los bienes do
da por el principio de mantener abiertas todas las opciones; al
consumo, deben pertenecei· a alguien; pero sólo para ser consu
menos, la mayor cantidad de opciones posibles. El futuro nos
midas y desap_arecer nuevamente. Como los bienes de con:=mrno,
depara cada día más sorpresas; por lo tanto, proceder de otro
modo equivale a privai·se de mucho, a excluirse de beneficios las iden tidadés no debe_n cerrar el camino hacia otras identi
dades nuevas y mejores, impidieudo la capacidad de abs01·bcr
todavía desconocidos que, aunque vagamente vislumbrados,
puedan llegar a brindarnos las vueltas del destino y las siem las. Siendo este el requisito, no tiene sentido buscarlas eñ· ot.ra
pre novedosas e inesperadas ofertas de la vida. parte que no sea el �ercado. Las "identidades compuestas",
_
elaboradas sin demasiada precisión a partir de las muestr:i 1;
Las modas culturales irrumpen explosivamente en la feria
disponibles, poco durareras y reemplazables que se vendeu 1•11
de las vanidades; también se vuelven obsoletas y anticuadas
en menos tiempo del que les lleva ganar la atención del públi el mercado, parecen ser exactamente lo que hace falta parn
enfrentar los desafíos de la vida contemporánea.
co. Conviene que cada nueva identidad sea temporaria; es pre
ciso asumirla con ligereza y echarla al olvido ni bien se abrace Si en esto se gasta la energía liberada por los problemaH el,•
otra nueva, �ás brillante o simplemente no probada todavía. identidad, no hacen falta mecanismos sociales especiali:1.11 d1111
Id
50
331
para la "rt=:"ulaóón normativa" o el "mantenimiento de pau eslogan "más clinern en lu::; bolsilloó del cont.ribuyente" ---tan
tns''; tamp°oco parecen deseables. Los antiguos �étodos difundido de un extremo al otro del espectro político, al punto
p,.1nópticos para el contrnl social pertu1·barían las func10nes d�l de que ya no se lo objeta seriamente- se refiere al derecho del
_
cnn:;umidor y resultarían desastrosos en una soc1ed�d organi consumidor a ejercer su elección, un derecho ya internalizado
zadu sobre el deseo y la elección. Pero, ¿les iría meJor a otros y transformado en vocación ele vida. La prnmesa de contar con
111dodos novedosos de regulación normativa? La idea misma más dinero una vez pagados los impuestos atrae al electorado,
de una regulación, ¿no es, al menos en escala mundial, cosa del y no tanto porque le permita un mayor consumo sino porque
pasado?¡,. pesar de haber resultado esencial para "poner a tra amplía sus posibilidades de elección, porque aumenta los pla
bajar a la gente" en una comunidad de trabajadores, ¿no er ceres de comprar y de elegir. Se piensa que esa promesa de
_ f
clió ya su razón de ser en nuestra sociedad de cons� m?. El mayor capacidad de elección tiene, precisamente, un asombro
prnpósito de una norma es usar el libre albedr�o para lmutar o so poder de seducción.
ni irninar la libertad de elección, cerrando o deJando afuera to En la práctica, lo que importa es el medio, no el fin. La voca
da� las posibilidades menos una: la ordenada por la norma. ción del consumidor se satisface ofreciéndole más para elegir,
! 'ero el efecto colateral producido po1· la supresión de la elec sin que esto signifique necesariamente más consumo. Adoptar
ciún -y, en especial, de la elección �ás repudiable desd� el la actitud del consumidor es, ante todo, decidirse por la Íiber
_ _ _
p 11 nto de vista de la regulación normativa: 1:1na el�cc1on volatil, tad de elegir; consumir más queda en un seg-undo plano, y ni
(:aprichosa y fácilmente modificable- equivaldna a matar al siquiera resulta indispensable.
c:onsumidor que hay en todo ser humano. Sería el desastre más
Lenible que podría ocurrirle a esta sociedad basada en el mer-
cado. El trabajo juzgado desde la estética
I. 8 regulación normativa es, entonces, "disfuncional"; f:ºr lo
tanto, inconveniente para la perpetuación, el buen ��nc1ona Sólo colectivamente los productores pµedt!n cumplir su vu
rniento y el desarrollo del mercado de consumo; tamb1en es re cación; la producción es una empresa colectiva, que supone la
chazada por la gente. Confluyen aquí los intereses de los división de tareas, la cooperación entre los agentes y la coordi-
_
consumidores con los de los operadores del mercado. Aqu1 se - nación de sus actividades. De vez en cuando, ciertas acciones
hace realidad el viejo eslogan: "Lo que es bueno para General parciales pueden llevarse a cabo en forma individual y solita
Motors, es bueno para los Estados Unidos" (siempre que por ria; pero incluso en estos casos, resulta fundamental el modo
''los Estados Unidos" no se entienda otra cosa que la suma de como esos trabajos individuales se encadenan con otras accio
sus ciudadanos). El "espíritu del-consumidor", lo mismo que ues para coníluir en la creación del producto final; también
las empresas comerciales que prosperan a su costa, se rebela esto lo tiene muy presente quien trabaja en soledad. Los pro
contra la re�ulación. A una sociedad de consumo le molesta ductores están juntos aunque actúen por separado. El trabajo
cualquier re:tricción legal impuesta a la liber�ad de e�ección , de cada uno necesita siempre mayor comunicación, armonía e
le perturba la puesta fuera de la ley de los posibles obJetos de integración entre los individuos.
consumo, y expresa ese desagTado con su amplio apoyo a la Con los consumidores pasa exactamente lo contrario. El con
b,--ran mayoría de las medidas "�esregulatorias". sumo es una actividad esencialmente individual, de una sofa
Una molestia similar se mamfiesta en el hasta ahora desco persona; a la larga, siempre solitaria. Es una actividad que se
nocido apoyo -aparecido en los Estados U:1idos y much?� ?tros cumple saciando y despertando el deseo, aliviándolo y provocán
países- a la reducción de los servicios sociales (la �r�V1s10n de dolo: el deseo es siempre una sensación p1ivada, dificil de co
urgentes necesidades humanas has�� ahora admm1strad� Y municar. El "consumo colectivo" no existe. Por cierto que lo·s
_ ,
aarantizada por el Estado), a cond1c10n de que esa reducc1on consumidores pueden reunirse para consurrúr; pero, incluso en
�aya acompañada por una disminución en los impuestos. El esos casos, el consumo sigue siendo una experiencia por com-
52 53
332
pleto solitaria que se vive individualmente. La experiencia co las posibilidades de elección. No están, sin embargo, al alcance
lectiva sólo suby�ce, actúa como fondo de aquella privacidad de,Ja mayoría de los consumidores: si estos recursos fueran
para aumentar sus placeres. practicados por todos, provocarían un desastre. El aumento del
Elegü·, es claro, resulta más satisfactorio cuando se lo hace ahorro y la disminución de las compras a crédito no anuncian
en compañía de otras personas que también eligen, sobre todo nada bueno; cuando aumenta el crédito a los consumidores, el
si la experiencia se realiza dentro de un templo dedicado al dato se toma como signo seguro de que "las cosas marchan en
culto de la elección y repleto de otros adoradores de ese culto. la dirección cotTecta". Una sociedad de consumo no puede ver
Este es uno de los placeres que se sienten, por ejemplo, cuando bien un llamado a demorar la gratificación. La nuestra es una
se sale a cenar a un restaurante donde todas las mesas están -comunidad de taijetas de crédito, no de libretas de ahoITo. Es
reservadas, o cuando se visita un centro comercial o un parque una sociedad de "hoy y ahora"; una sociedad que desea, no una
de diversiones, llenos de gente, y se lo hace sobre todo en gru comunidad que espera.
pos de ambos sexos. Pero lo que se celebra colectivamente, en Por eso -digámoslo una vez más- no necesita "normas
estos casos y otros similares, es el ca1·ácter individual de la 1·eguladoras" que instruyan y disciplinen, que todo lo vigilen
elección y del consumo. Esa individualidad se ve reafirmada Y con su ojo panóptico, para garantizar que los deseos humanos
actualizada en las acciones copiadas y vueltas a copiar por se orienten hacia la ganancia de los operadores de mercado.
multitud de consumidores. Si así no fuera, nada ganaría el con Tampoco es preciso reformular las "necesidades de la econo
sumidor al consumir en compañía. Pero el consumo, como acti- mía» -una economía productora, ante todo, de bienes para el
vidad, es un enemigo natural de cualquier coordinación o consumo-, que adapte la vida social a los deseos del consumi
integración; pese a todo, es inmune a la influencia colectiva. dor. Basta con la seducción, con la exhibición de maravillas
Todo esfuerzo por superar la soledad endémica propia del acto aún no experimentadas, la promesa de sensaciones desconoci
de consumo resultará, en definitiva, vano. Los consumidores das. Al mismo tiempo, es necesario minimizar y eclipsar todo
seguirán solos, aunque actúen en grupo. lo probado antes. Pero todo esto es válido a condición desde
La liberJ;ad de elección es la vara que mide la estratificación 1
l. M. Wolf ( 1997), ·•Ma1,; pourc¡uo1 cette hawe dt:,; rnarchés'?'·, l<! ,'l,/onde
Diplomatique, junio, p. 15.
2. M. Weber (1976), 1'he Protestant Ethic and the Spiril o/" Capitali,;m,
trad. al inglés de T. Pursons. Londres: George t\Jle & Unwin, p. 181. (La ética
protestante y el esplritu del capitalismo. Madrid, Editorial Revista de Dere
cho Privado, 1955.]
:3. M. C. Taylor y E. Saarinen (comps.), /magologies: ,'\,/edw Philosoph.y.
Londres: Routledge, Tele1·otics, p. 11.
4. R. Petrella ( 1997). "Une machine infernale", le ,\,fonde Diplomatique,
junio, p. 17.
5. Para una distinción entre espacios cognitivos, estéticos y morales, véa
se Z. Bauman (1993), Po�tmodem Ethic.s. Oxford: Blackwell.
6. Xavier Emmanuelli (Le Monde, 15 de abril de 1997, p.11) ridiculiza
otra ilusión, muy vinculada con esta, provocada por la tendencia a proyectar
una interpretación elitista sobre los estilos de vida de quienes están m.ás
abajo en la jerarquía social. Puesto que una vida de viajes. movilidad y liber
tad de los límites impuestos por un hogar es un valor muy estimado entre los
turistas de dinero, los jóvenes se alejan de sus familias y acuden en masa a
las grandes ciudades en busca de "algo distinto". Suelen ser alabados (o me
jor, idealizados como figuras románticas) por su coraje y su confianza en sí
mismos, que -se supone-los preparará para vivir en una sociedad que pre
mia la iniciativa individual (recuérdeo;e la expresión "en tu propia bicicleta",
de Norman Tebbit). "No hay idea más falsa'', dice Emmanuelli, que la supo
sición <le que las _idas y venidas de los hijos de los pobres "son viajes de inicia
ción", 't¡ue les pe1mitcn a estos jóvenes "encontrarse a sí mismos". Nada tiene
menos en común con un "tránsito íniciatíco" que este vagar sin objeto ni
perspectiva. "No hay nada más destructivo·', subraya Emmanuelli.
7. P. Kelvin y .J.E. .Jarrett ( 1985), Unemp/oyment: Its Social Psycholoaical
Effects. Cambridge: Cambridge University Press, pp. 67-69. -
-
8. /bid., pp. 67-9.
9. S. Hutchens (1994), Liuing a Predicament: fotm[J People Suruiuine
Unemployment. Aldershot: Avebu1·y, pp. 58, 122.
10 . .J. Seabrook (1988), The Race for Riches: The Human Co$t of Wealth.
Basingstoke: Marshall Pickedng. pp. 163, 164 y 168-169.
11. Citado do! informe de G. Lean y B. Gunnell, "UK pove¡-ty is [the) worst
in the West", lndependent on Sunday, 15 de junio de 1997:-
341
2. Escolarización con pobreza:
desarrollo reciente de la educación bási� ·
en América Latina
--�3!,�, :]�,,�,��,��'�'�?..���-���,�!��!.9,U�l��.X�B2!!&��!t.��,.e��.�ten.el
obi
g f!1:1?..�����!1;!,�.Y..$fi,c.t,t.�, g,�Jg�-�-·!�.!:mas nacionales de educa-
ción básica. ·· ·· ·· ..,..
342
56 EMILIO TENTI FANFAN:[ 57
E5coLAR1ZACIÓN CON POBREZA
l. Masificación de la escolarización
Diagnósticos educacionales �ealiz_ :,dos a inicios de�la dtcada
con desigualdad social
º
de 1os n venta, a
través de la aphcacion de metodologias nguro- ,
. .
de cohorte de alumnos a las mformaciones
La masifica,;jp_n dela escolariz;ac ió n es una especie de "ten� sas de re c-0nstrucción . . .
rn atn'c ul a e scol ar proce de nte s d el prop10 siste ma e ducativo
deñcI;·p�;�(ié' del desarrC>l l9.,g�sasiJ�d;.:.; í� s'oéieaadesdel pla d e
e , e n general , l a exclu-
Iieta; ·Durañtelaíiltim� década del siglo XX y losp��;�� años del
(Unesco/OREALC, 1992)', indicaban qu
.
sio, n escolar' el ingreso tardio y la d, .
.,
e sercion temprana pe rmane n-
XXI,
siglo en la gran mayoría de los países d� América Latina, se .
e ran rob1ero.as e n
registró una tendencia sostenida al crecimiento gene ral de la es te de la educación primaria e n �e�ca Launa -� n parece ha-
, de resolución a c orto p l azo. Si b i e n e sta conclus10
colarización en todos los ni veles. Este c recimi ento es particulars
:: sido corree� para la re_�_6n_en su�o-�jun_to y para al �nos paí
mente notorio en Jas franjas de edades de 3 a· 5 años (educación
se.s ·en par.ticÚJar, datos más r_edentes_m • - .. ... que <;1.ebena aceptar-
· , d1<::an .,
inicial) y de 13 a 18 años (ni vel secundario).
se con cierto reparo para . otrbs países más rezagados de la region.
En la mayoría de los países del contine nte, el crecimiento de
Por otra parte, los diagnóstic os arriba c itados conclu�an que
la escolarización estuvo acompañado de una prolongación del pe en-
ríodo de' escolarizació n obl igatoria. Esta exte nsió n se real iza " a 1os ni v. eles y la distribuc ión de l a repe tición escolar, especialm . .
cond nsaban todas as d fi
.ci n ias
te en los dos prime ros grados, e l e e c
dos puntas". Primero "por abajo", anticipando y prolongando el lo tanto, ran l gran
los desajustes de l siste ma e ducativo y, por
e e
nivel preprimario y estableciendo una escolarizació n obligatoria
más temprana (a los 3 años, como es el caso de México, o a los
�esafío para la década. ��-�9:�.S!I.:iJª.9 1�i!<;i.J:,:t}j�<i,q_ ?;� P?-�l,::i.ció:1' !ª,
i e ade mas
en e dad escol ar no_s..§!8,Ü}g:r.�-�e9.�J�p..J,,¡1;,.�.S.f,t,1,<:!.!a.::.� r,i,� 911
perrnanJ:)�.w-.�n ..ell;;_
5 años, como es el caso en la Argentina). A su vez, la obligatorie así p ant e ada l a
·- P,,eríodo
..... un ext"e ''•nso. Quedaba l
0
• ······'"""-""""- ' ••• .,,.�.• ..,,,•,"•"'
dad tiende a extenderse en edades más avanzadas (hasta los 15 o
efic��¡¡"del sistema educativo como el princ ipal problema para
18 años). En este caso, ni veles educati vos c omo el secundari o
enfrentar.
-que tuvieron en sus inici os una racionalidad cl arame nte selec�
Paralelamente, en diversos país��-9;.��-�.filQR-E9.P.!!�:9.--�-�-�-�:_e
tiva- hoy se han convertido en gran parte en obligatorios. En
lerarse]i.escolaciiad'.óñ:eñTó'&:ñI:vcles,posp:r,im;:µjp,y,,�,.R�,�n�;.�!�.
. efecto, los primeros años o ciclos de la enseñanza media se han
sl11ÍÍÍ��rsí;lliz��!2P.,,f.2!!Í:Q,1\n�9.�j�gY,?...,J?,�e,����):.•�:!�:�:3.:ble . For
• convertido en obligatorios para la mayoría de los adolescenti:'!s la-
- tinoamericanos.' Incluso e n algúnos te rritorios, c omo e s e l ·caso
nia"pári:e'ctela dinámica histgrica de l os sistemás educapvos, man-
tener cierto grado de expansión c�antitativa en sus niveles supe
de· la ciudad de Buenos Aires, l a obligatoriedad l lega hasta las
riores coexistiendo con fue rte s falencias y de si gualdades en los
puertas de la universidad. fe
logro; cualitativos de l a población escol arizada en los ni vel�� i1:
El viejo nivel de la escolaridad primaria prese nta otro ritmo
riores del sistema. En la mayoría de los casos, este nuevo obJetlvo
de crecimiento. En este caso la situación es distinta. En casi todos
cuantitativo estuvo acompañado no sólo de una expansió n o un
los países, en el ni vel de la escolaridad obligatoria (7 a 12 añQs de
uso más eficiente de la planta física, sino tambi én de reformas en el
· edad) las tasas de asistencia escolar ya e ran altas ( ce rcanas al
esquema institucional del sisteme. y en sus estructuras curricular s.
100%) a principios de la década de los noventa (sal vo excepcio �
El ritmo y la forma c omo se c oncretizan estas dos tendencias
nes como la de Haití, que presenta una tasa neta de matrícula en
generales de los sistemas educativos e n los diversos países del área
el nivel primario del 73% en el año 2000). En este nivel persiste n
varían notoriamente. Los diagnósticos económicos, sociales y e du
graves problemas de exclusión en ciertos contextos te rritoriales,
cacionales de la región han de stacado,recurrente me nte la alta he
por lo general rurales, de los países más pobres de la región.
teroge neidad en su composición.
343
58 REZA 59
••
v,.vt
, �ZACIÓN CON POB
EMILIO TENTI FANE·"l i,:sc o
.
Los niños tie .
ibu c i ón del ingreso) �;,�/!�p�e,2,�;..��s �p 'Os que an
nden a escol de distr lis'iste
pranas E s cada vez más te an e:iccl:i4?:?.�-tj�n.d�Q. � B��(�� �-�r más'ano;;;:
ta� iiiu
s'eñ'e..•""...,,,..,.. ,
n los p aíse�: ;:���::i o.ira b ni< tér to) antes
y
lvléxic� �:;:º• n � , . es como el B �es e51:a,_,�-:-•-"'··asta alcanzar---"" niv'"''e�le s co "••.,, ��--= . . .
·'""'"' ""'"� .
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� ___n- la e�1-• sc,o J · . . c. 6 · d - · ..,-�-·�,..,..-_,.,",-. Por último, e s pre -
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IL ..,,......meñáéioñ�e
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¡;��-,�;"·;�¡;';;:;,;· .-�. ...�
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Unesc acio de
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,siteal.iipe-oei.
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• · Latin a) de IIPE/ cil pensarlo en.ténnin
344
60 EMILIO TENTI FANFANI ESCOLARIZACIÓN CON POBREZA 61
q e ti mente bajo son, por lo m enos, dos veces mayores a las que pfesen-_
,.):s���? '::1 _ :1:1.��.���:?:P.1.i�,,1�,��?.ffi�-fu!!!=.Í.<:>;P:�.�.Y-�.fil!'.;gflZados
mismos obJetivcjs: La desigualdad institucional de la escolar ta la población urbana. Tene r como máximo tres años de escol�
ización
-en el mvel m'edio determina fuertemente la probabilidad de acc ridad es sinónimo de analfabetismo funcional. Esta situación es
e-
so y terminación de estudios en el nivel universitario. . proporcionalmente más frecuente en los grupos de edad más
. avanzada de la población, ya que los grupos más jóvenes se han
visto beneficiados por una mayor pe rmanencia en e l sistema de
2. Nivel educativo alcanzado por la población adulta escolarización formal.
En las áreas urbanas del Brasil, por ejemplo, los años de esca=
Pese a la escolarización creciente, los da_�9,§..indi�lllLqµ laridad promedio de la población de 25 a 59 años en 1996 eran 3,9
e el
c<l:pJt�J. <:!�.ce>Jctr ?.-.<::i!.:1!!.l.!t�gg_por. la en el cuartil más pobre de ingresos, pero llegaban a 10,3 en el más
pgl:>lªcióñ'..�dulta..de..Agiérica
Lati:r:t� t_<:>davía es muy desig:1;1_al. E� términos generales: . rico. Las diferencias entre ambos grupos son aún mayores cuando
... ····· ·--
. . -�,---.-�•-·-·��····�-··� .,
-··•-•-•·��
- .........
se trata de la población rural (l,7 y 5,4 en los mismos cuartiles). En
El decil más pobre tiene un promedio ponderado de 3,1 añt>s El Salvador (1997), en el primer cuartilla escolaridad promedio era
d: escolaridad, mientras que el decii-más rico tierre yn prome de 4,6 años, mientras que en el cuarto cuartil era de 11,9. Con ma-
dio ponderado de 11,4 años. Esto repercute con m{icha fuerza . yor o menor intensidad, las mismas diferencias tienden a presentar
�n la equidad social, dado que el nivel'educativo de los padres se en la mayoría de los países latinoamericanos (Reimers, p. 10.).
tI�ne enorme influencia en la escolaridad.de los hijos. Los da
Hoy puede afirmarse que en la mayoría de las áreas urbanas
tos iadican que, <:!n promedio, si un padre nunca frecuentó la
metropolitanas de América Latina, para construirse una subjetivi
�scuela, los hijo� estudian en promedio tres años; y si el padre
tien algún nivel de estudios superiores,.el hijo tendrá un pro- . dad relativamente autónoma, participar en la vida pública1como
� ciudadano activo e insertarse con éxito en el mercado de trabajo
me�10 de 13 años �e estudio (CEPAL/Unesco, 2005, p. 25).
es preciso contar por lo m enos con doce años de escolaridad o, lo
.En esta materia las situacione s nacionales muestran fue rtes que es lo mismo, completar los estudios secundarios. Éste es el nue
desiguald_ades'. En Guatemala, por ejemplo, más de Ia mitad de su vo piso de la obligatoriedad "social". Diversos e studios muestran
población de 15 años en adelante posee un muy escaso capital es que éste es el capit.al básico que garantiza a sus poseedores,:entre
colar (población que tiene como máximo tres años de escolari otras cosas, una probabilidad elevada de escapar de la pobreza por
dad). Entre la población rural, este porcentaje de exclusión esco ingresos. Pero sólo una minoría de ciudadanos de América Latina
lar llega prácticamente al 70% de la población en esa franja de logra completar estudios secundarios. En la franja de edad que va
edad. En la misma situación se encuentra aproximadamente un de los 25 a los 50 años, sólo tienen estudios secundarios completos
tercio de la población de otros países de América Central, tales co (o más) menos del 15% de los nicaragüenses (2001), el 18% de los
El Salvador, Nicaragua y Honduras, la cuarta parte de la pobla-. hondureños (2001), el 30% de los salvadoreños (2003). En los paí
��
cion del Brasil y de Bolivia y un 20% de la población de México ses más poblados, como el Brasil (20Q,l), México (2002) y la Argen
Perú Y Paraguay. En c ambio, en Costa Rica, la Argentina, Chile ; tina (2003, sólo en áreas urbanas), los porcentajes de población
Uruguay se presentan porcentajes más bajos, siempre muy inferio con este "nuevo piso básico de escolaridad" llegan al 32,5, 23,9 y
res al 20 por ciento. 51,5%, respectivamente. En las áreas rurales de América Latina, en
En casi todos los casos, las probabilidades de la población de la población de 25 a 50 años, sólo una mi�oría, por lo general in
15 o más años en las áreas rurales de tener un nivel extremada- ferior al 10%, alcanzó a completar estudios S€<;:undarios.
345
62 EMILIO TENTI FANFANJ REZA 63
ESCOLARIZACIÓN CON POB
,s,
��tan.cíaque �;;·tr�tquieñe;·
PARTICIPANTES LATINOAMERICANOS RELATIVA
nifestarse_ �:µ,)a "exist� tieñeñ"primari; Laboratorio 1997 13 13 Los puntajes promedio
completa y los que temifi:ianfa'édücádoñ secundaña:··ó"·poseen del país I distan entre
estudios de•nivelsúperior. . . ·. · · ······ · · · · · -· ·· · . . -····--· ·- ·· 1,5y2,0 desvíos estándar
- de los d;;;ce restantes
tlltimos·veiñticin��-aiioseñcasi
....1,..:-,:.1��-r,
;:�;�;f���:���a.i����i!��i�;:�t;ffc!tJ:�:::::
. 1
:
FUENTE: Laboratorio latinoamericano de ·Evaluación de la Calidad de la Educación (LLECE,OREALC/
Unesco, Santiago),Asociacióri Internacional de valuáé:ión del Rendimiento (IEA),The Third lnterna
-·--,- -·� -- . ......_,...".•
clonal Mathematlcs and Science Study (TIMSS), Organización Para la Cooperación y el Desarrollo
•
Latiñi no es una excepcróñ·:····(- ·""·- :;7 Eco¡tómicos (OCDE), "Encuesta lnterna�ional sobre Alfabetización de Adultos" y OCDE,"PISA, Pro
grama Internacional de �luación de Estudiantes" (Unesco/CEPAL,2005,p.16).
En casi todas las llamadas ;�f;�as educativas" que se ins
trumentaron en la región durante la década de los noventa se
instituyeron s��-�-�.�·-º-ª-SÍHnª'k:$. .de..evaluación de la <!alidad..de la Los resultados.del estudio PISA (cua<;lro 1) muestran que el
e��-�-�,���n. Como resultado de las condiciones (sociales y peda�ó porcentaje de estu<iiantes de lds países latinoamericanos "con des-_
gicas) en que se llevo� a cabo la masificación de la escolaridad la · trezas de lectura inferiores al límite establecido como Nivel 1 osci
�istari�ia entre los títulos y certificados que distribuyen los si�te ló entre el 10 y el 54%. Si una persona no alcanza al Nivel 1, signi
mas educativos y los conocimientos efectivamente incorporados fica que no tiene una destreza lectora que permita realizar las
por los alumnos tendió a ampliarse. En consecuencia, los sistemas tareas más elementales, como entender cómo preparar el biberón
educativos y sus políticas dejaron de estar más allá de toda sospe- de un niño" (CEPAL/Unesco, 2005, p. ·rn).
346
64 EMILIO TENTI FANF.ANI ESCOLARIZACIÓN CON POBREZA 65
Los promedios c;le rendimiento obtenidos por los estudiantes escolar. Por una parte, no es fácil definir en forma conceptual "1:·
latinoamericanos son más bien decepcionantes.2 Pero por otra operativa cuáles son los "conocimientos" o resultados de la exp�f
parte es lógico suponer que no se podían esperar otros resultados, rienda escolar que son "socialmente significativos". Todo el mun
dado que la distribución del capital escolar de las personas tiende do está de acuerdo en que los niños y adolescentes vayan a la es
a reproducir las mismas desigualdades que se presentan cuando ·cuela. En cambio, cuando se trata de definir qué es lo que tienen
se examina la distribución de los ingresos. Cabe recordar que que aprender predominan las visiones y expectativas diferentes,
América Latina es el continente que posee el triste privilegio de cuando no claramente conflictivas.
tener la distribución más desigual de la riqueza. No debe sorpren Además, tampoco existe consenso respecto de las estrategias
der que el conocimiento también sea un valor muy concentrado técnicas empleadas para "medir el rendimiento escolar" (los
en ciertas categorías privilegiadas de la población urbana. aprendizajes efectivamente desarrollados por los alumnos). En
Por otra parte, existe una relación bastante proporcional entre muchos casos, las estrategias empleadas sistemáticamente en va
los resultados de aprendizaje efectivo medidos por el estudio PISA rios países de la región (selección de ítems "conforme a normas")
y el monto de jnversión por alumno que caracteriza a cada país par� no permiten comparar resultados a lo largo del tiempo. 3
ticiparite. Sin embargo, también .es cierto que se presentan apren-! Chile es el país que posee el sistema de evaluación de la cali
dizajes desiguales entre países que tienen un gasto por estudiante : dad de la educación más antiguo y socialmente legitimado de
similar, lo cual quiere decir que la correlación entre inversión y i América Latina. Sin embargo, los promedios de rendimiento al
aprendizaje es fuerte, pero no absoluta. Por lo tanto, es preciso re-¡ _canzados durante los últimos años muestran variaciones poco
conocer que existe cierto margen de intervención para rjpi.imizar ! · sig nificativas. Pese a los esfuerzos r�alizados é:lurante est_os �uios ..
. los recursos disponibles. En la mayoría de los países·de �rica L�-í (incrementóde la inversión pública en educación, refor.ma peda:.::•·;_ -:-• .
tina no sólo se presenta un prol:>lema d��escásez de recursos; si11;01 gógi9á;·políticas consistentes y estables en el tiempo, etc�), la '\:ali-
también un bajo grado de eficacia en l::rgestión yel uso de ellos.· dad" promedio de la educación básica chilena "no progresa" como•
El crecimiento de la cobertura es cons�te: atinque tiene rit-j . la expansión de la escolaridad.
mos diferentes en los distintos países, según sectores sociales o ¡ · En el contexto actual de su desarrollo, los países de i:nayor ere
áreas territoriales. Pero en materia
. de calidad, los indicadores
. d�J . cimiento relativo de América Latina tienen queenfren1:f1r dosJ>rO
rendimiento por lo general no muestran variaciones significativas blemas al mi�mo tiempo. Por una parte, deben facilitar la inclusión
. en el tiempo. Por otro lado, la medición de Ja calidad de la edu escolar de niños de 3 a 5 años y de adolescentes de 13 a 18 años.
cación es un operativo que tiene aristas teórico-ideológicas y me
todológicas mucho más complejas que la medición de la inclusión
3 Éste es el caso cuando se ern:plean técnicas de medi�ión "conforme a nor
mas" (y no conforme a criterios}. Esta estrategia�excluy� de las pruebas aquellos
2 El estudio comparativo internacional coordinadQ por el Laboratorio Latí-. ítem (problem� o preguntas) que o bien sonicaJ.i:ficados como "fáciles" (tienen
noamericano de Evaluación de la Calidad de la Educació� (OREALC/Un�sco ! respuestas correctas cercanas al·IOO%), o bien como "dificiles" (tienen alto por
1
fa
de Santiag'o de Chile), que evaluó a ló� estudiant�s de tercer y cuarto grado de centaje de respuestas equivocadas, cercanas áI 100%). Por su propio diseño, estas
Argentina, Bolivia, Costa Rica, Cuba, Honduras, el Paraguay, el Perú, República' evaluaciones siempre producen distribuciones homólogas y próximas a la "curva
Domi!licana y Venezuela, muestra que Cuba obtiene rendimientos sensiblemente: normal" y, por lo tanto, sirven para mostrar diferencias en los rendimientos según
superiores a los del resto de los países de la región, tant9 en matemáticas como: factores escolares y extraescolares, pero no son útiles para estudiar la evolución de
en lenguaje. : los aprendizajes a io largo del tiempo.
.
347
66 EMILIO TENTI FANFANI ESC OLARIZACIÓN CON POBREZA 67
,;,
Pero, por la otra, deben prestar atención al mejoramiento de la rendimiento educativo (que paradójicamente en más de W1 caso
calidad de la educación. Todo pareciera indicar que es más fácil constituyen una novedad introducida por las reformas ea�cati•
avanzar en lo primero que realizar progresos significativos en ma- vas) no muestran mejoras sustantivas y sostenidas a lo largo del pe
teria de calidad. ríodo. Por otra parte, tampoco se producen reducciones de peso
en las desigualdades que se observan en los aprendizajes logrados.
Esta contradicción objetiva entre los esfuerzos y las inversiones
4. Las condiciones sociales del aprendizaje desplegados en el marco de las reformas educativas y los pobres
resultados alcanzados tiende a deteriorar el clima de optimismo
Las reformas educativas aplicadas en muchos países latinoa pedagógico que prevaleció entre los polític!=)S y los tecnócratas du
mericanos durante la década de los noventa se llevaron a cabo en rante la última década del siglo pasado.
un contexto de relativo crecimiento económico, lo cual en varios Para no cargar sobre la política educativa y la escuela toda la
casos permitió un aumento sustancial de las inversiones públicas responsabilidad acerca del comportamiento de los resultados de
en el sector educativo. Pero este crecimiento económico fue acom� aprendizaje, se recurre, muchas veces de un modo no totalmente
pañado de un notable proceso de concentración de la riqueza consciente, a los viejos argumentos de la sociología de la década
(CEPAL; 2003). En países como la Argentina y Uruguay, catego de los años sesenta. � efecto, muchos espt!ci�� volvieron a in
rías sociales enteras vivieron la dura experiencia de la decadencia sistir en un hecho rayano CO!J- _<:!Lli,l:'.;ntido.común (que"ñci"és'ñada
sociaÍ�-Í:.a_p9b�e;; materia l de las familias, y sus consecuencias en# J
JJ
nuevo en el campo intelectual de las ciencias sociales): el apren
el plané>'·de los comportamientos, los valo:es y otros recur��s cul:: 1 : dizaje no dep�nde sófo_de _los_fact9res_es<:_olares;_ par.a quelon:ii
turales, disminuyó drásticamente la capacidad de esas fam1has pa+:it ños aprendan no basta una buena escuela, buenos docentes, pro
ra acompañar la escolarización de sus hijos. En muchos casos (po� ;½Y , gramas modernos y pertinentes, métodos didácticos adecuados.
ejemplo, los jóvenes y los adolescentes), la consecuenci� �ue l�/i�, · En otr.?,_� términos: el éxito del apr·�:µ9.i,?.aj�.. Qe.1?.!=t!1de también de
� ,,.factores soc'ialesqlle"i:)ásicamenié. s·e resumen en l�;·diferentes·ti-
lisa y llana exclusión escolar. En la mayona, el empobrecmnentn:,J,
de las familias limita las oportunidades de aprendizaje de los niños,/��; pos de capitaT"{cultural, económico, simbólico, sociai, afectivo)
los cuales, pese a permanecer en la escuela, no aprenden lo q que las familias están en condiciones de invertir en la·,educación
�e;;}if
se supone deben aprender de acuerdo con el programa escolar.J1t de sus hijos (Brunner, 2003).
En este contexto las ambiciosas reformas educativas de la décadaj�� Para avanzar_eri. �l. ca:µ._:ijp.o d_el..�p��!lcl_izaje es tan importante
del noventa encontraron un obstáculo dificil de superar (Tedes-)1:i'
co y Tenti Fanfani, 2002).
·
:/Ir. ::���r�ífr!Zb��i!f;!;;;;!:�::::::!�!��:��t;;a:1
Hoy pareciera predominar la opinión de que los resultados/11:t ��§.§:E��jii'ridizaJé )':'Gi"'éaHdad "dei 'ap:rendtzajé"�tsi��pre eÍ
de las reformas no fueron sátisfactorios. En efecto, varios países 4�?2 resultado de un s1stema de factores relacionados que corresponden
la región (Chile y la Argentina son casos paradigmáticos) no sól% a lo que vulgarmente llamamos »la demanda" y la "oferta". Incluso
vivieron la experiencia de reformas educativas muy ambic�os .�, hay condiciones de aprendizaje que son fundamentales, como el in
_
sino que también incrementaron el monto absoluto de la m�� terés o la motivación por aprender, que no pueden colocarse lisa y
sión educativa. Pero este relativo "enriquecimiento" de la oferta ,_e llanamente en el campo de la demanda, ya que en gran·medida (en
pudo compensar el empobrecimiento de la demanda. Esto especial en el caso de los sectores más. desposeídos de capital
cul
ca en gran parte que los resultados de las pruebas de evaluación tural) son un producto de una buena práctica escolar. Si se tuviera
348
EMILIO TENTI FANFANI ESCOLARIZACIÓN CON POBREZA 69
68
_.;,
amente relacio cación comunitaria y la televisión educativa en México o la el\Se
siempre en mente la complejidad de factores mutu
ades de aprendi ñanza media con docentes itinerantes en el caso de la Argentina.
nados que contribuyen a conformar las oportunid
imputar resul En lo que respecta al futuro mediato, existe la posibilidad de que
zaje de los niños, se sería más prudente a la hora de
aisladas (la calidad del docente, los próximos niveles de expansión de la escolarización (tanto en
tados a "variables" determinadas y
lia, entre otras). las edades más tempranas como en la adolescencia) requieran es
el tiempo de aprendizaje, el apoyo de la fami
fuerzos mayores. Cuando se han alcanzado tasas sign ificativas de
c obertura, de allí en adelante los progresos en la cobertura son
5. Algunos desafíos de política educ
ativa roás diffciles, ya que son más complejos los desafios que hay q�e
resolver (Tedesco y López, 2002). Es probable,.entonces, que pa
lectura "de
En las consideraciones que siguen se propone una ra "seguir progresando" hasta alcanzar la universalización de las
las tend enci as al creci coberturas no baste continuar con la lógica de.la proliferación, si-
segundo grado", es decir, no directa, de
lan al sen°
miento de las matrículas con desigualdad. Ellas se vincu no que haya que intensificar la inversión en el desarrollo de nue
especial en:,
tido que tiene la masificación de la escolarización, en vas modalidades pedagógicas (por ejemplo, para ofrecer educa
en el camp o de ción efectiva a las pequeñas poblaciones rurales aisladas) que den
la fraaja de la adolescencia, y sus consecuencias
de las pr o�<>'
política educ�tiva en el futuro inmediato. El orden _ respuestas adecuadas a las situaciones particulares que hay que re
para facilitar
siciones no pretende ser· más que un recurso usado solver. Al mismo tiempo, habrá que vencer los obstáculos que pre
una légica ;,
la discusión y el debare;_ y/por.lP tanto, no obedece a sentan las situaciones de pobreza que se presentan en elár�a ur-
teórica explícita.-�· • < ·< >· . _, _ } ;:
a la es:ola �,;t ¡
bana y rural de América Latina, y que dificultan en exceso la
Lo primer? qi;,.e._H�á la atención es la tendencia
_
permanencia de los adolescentes en las instituciones escolaies. En
) y, al mismq;¡1/ (
rización cada vez más·temprana (antes de los 6 anos síntesis, dadas estas condiciones, es probable que el costo ( en el
ce de aquéll{,:Jt ·
tiempo, cada véz más prolongada. El ritmo de avan sentido integral del término) unitario de la escolarización de los
rurales�;:Y:}t
es desigual según los países y según las áreas (urbanas o . que hoy están excluid�s tienda a .ser más alto que en el pas,ado: .....
_ ,
cación de la escol anzaf:,({ C�<!'?}ª mayona de los adolescentes ingre.san en l.:1, ense- \
los sectores sociales co11cernidos. La masifi t
ción es muy notoria en la adolescencia. Pese a que todav �
ía xiste�:/f ! �media, auñqüe'io1íi�í ;;téfmarcó''dervie]o' ��d�í�'ins- ] .
problemas· de eficiencia interna en el funcionam
iento del sistema;;::r
d�Jf !
titucion �, éste �u�I� p�.r�����1t�en.ti?o)7
� f��.<:!.�-� .�rj.gi���.}l��...<�F�
que se reflejan en la presencia de proporcio nes si gnific�tiv� la selección s<?5t�- Si)a mayor parte de los adolescentes fr�cuen- /
creci mien tº · ta la ensefi'a'nza media, ésta tiende a convertirse en. el último piso f
estudiantes con extraedad, es muy probable que el ,J'? 1
scente esté,n2 de lo que ahora se denomina la Educación General Básica. En f
de las tasas brutas de escolarización en la edad adole
nivel secun dario e�Ói : otras palabras, ésta se convierte en el equivalente funcional de la f
expresando una tnasíficación (desigual) del
vieja educación primaria. El hecho mismo de que en muchos paí- !
la mayoría de las áreas urbanas de América Latina.
Resulta probable qu: la exp�nsión de 1� e�colar izaci�
n se
·
�ª1:'1f[i[; ses la masificación de la escolarizacif>n haya estado acompañada/
eracio �}:; d� una de�isión polític de exten�er la obligatoriedad de deter-f
ya realizado en gran medida mediante una logica de prol� C �
io secun;rJ� mmados mveles educativos contribuye a este cambio de sentido
del modelo pedagógico institucional tradicional (el coleg · -- · ¡.
s rural���gf que estamos proponiendo.
dario). Sin embargo, es preciso constatar que en las zona
este crecimiento ha implicado el desarrollo y la adec uació n '1i{t\ La expansión de la escolarización en todas las fraajas de �d;-i
como ed4�ii
la que se han co�sideraéio implica Ialie:'gádá ai�-�s�ueia·ae·sectores
nuevas estrategias p�dagógicas e institucionales, tales :,
•-.,�...-·,·-�-·' ·-·� ............. .. �·,·, .-.,,,
., , . . . ' .-. . ····,.·. --�··· ..
··:•• :·
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70 EMILIO TENTI FANFANI
ESCOLARIZACIÓN CON POBREZA 71
1
sociales qt1.e antes estaban excluidos de}:i. �cl,:µc;:��J§.�.. !.�mp:rana y (
En muc hos caso s, esta tarea asisten cial asumida po r la escutla co
}fi
iiñ ·pun to de vis ta, esto sigui�, illf�
.,,¡,
e��fi
cuenta este esfuerzo para explicar las tendencias a la escola�a7//( vida. Por otro lado, cuando se tra:ta ·de los adolescentes de las áreas
· ··· ·
ción creciente de los adolescentes que se registraron durante rurales y urbanas más pobres qm!logran prolongar su es co laridad
,jf,i;,
última década. Sin emb;¡µ-go, este compromiso de las escuelas co e ingresar en el nivel medio, es preciso articular una política de
la creación de condiciones básicas para s os te er �l r e
� sostén de la demanda y una mejora sustantiva de la oferta escolar
,q�;�l;"
aprendizaje en muchos casos ha deteri9rado las capacidades Y
oc so
;�
recursos con que cuentan las instituciones educativas para orie P¡ ;i:
13!;Jf;
tar específicamente a las actividades de enseña n za y apre n dizáje_:\; !;¡:
�::t�;-,',
350
72 EMILIO TENTI FANFAN¡ ESCOLARIZACIÓN CON POBREZA 73
!d:::!':"5 hegemónico. En ese país, uno de los más pobres del ri'{und9, no
de gobernabilidad de los !ristemas
existe ni el Estado educador ni un Estado regulador de la eáuca
ción. El 80% de los alumnos frecuenta escuelas privadas que el Es- •
Las políticas de reforma educativa instrumentadas en v ario�:tre tado no tiene el poder de acreditar formalmente y menos aún de
países de la región en muchos casos tendieron aintr.Qducir.J:¡:ans;l;;f l controlar. Incluso en este contexto privatizado donde reina un
formaciones en los patrones tradi�!9.!1...ª-kª··que..estructur-aban-el g0::1'J{Ú mercado sin Estado, se alzan voces que insisten con el neolibera
biernode..Í;-�,4üc-a.�l&ñ:�I;;:tervenciones acentuaron la ten}{ fi lismo, la desregulación y el debilitamiento de un Estado práctica
dencia a laá1�céi�:'ira1iz�.�ón y en algunos casos modificaron 1�/j�tt mente irrelevante. Si el programa institucional está en crisis''o en
estrategias de fiñañc1amiento a la educación. El Estado central seJIJ; decadencia y es atacado tanto en Francia como en Haití, quiere
desprendió de una serie de responsabilidades (por ejemplo, nom-{l1l decir que hay un cierto grado de mundialización de las luchas po
brar docentes, administrar instituciones educativas) y asumió furi0}}i� líticas y culturales contemporáneas.
dones nuevas tales como la innovación pedagógica, la asistenci�\Ji/J !,!�XJ';l«§!§t.�ma..��m,Jr,��entado y jerarquizado (tiende a re
·
técnica, la evaluación, la producción de conocimientos e informa,=/1�;1 producir las diferenci as que caracterizaña'un,i'sociedad cada vez
ción: la acredita�ión de instituciones, l� defin�ción d: programai:; ·:'.;;:.· •:
. . . �ás d�sigu ::�cia
al), :.s
...
V��� p9l_kéntrico (además de masivo e
curnculares nacionales, la compensacion de diferencias. Todo pa+i: ·• · · ··.:;1. mclusivo), los actores que Juegan en el campo de la política edu
rece indicar que muchas de estas transformaciones en la ingenie�f cativa son más numerosos (intervienen otros actores no tradicio
ría institucional de los sistemas educativos, independieritementé'.})\ nales, tales como l as corporaciones profesionales, los sindicatos,
de sus efectos negativos en términos de la calidad y equidad de�iit'.J los organISmos internacionales, la banca internacional, las fami
sistema, han venido para quedarse. Luego de las reformas, otraf{JI1 lias, las iglesias, los expertos) y la diversidad r�in;l en la sociedad
son las condiciones políticas e institucionales de la gobemabilidacki�; i y gana legitimidad (la diversidad cultural es un valor, un estado
de estos sistemas (Tenti Fanfani, 2004). ·JWí; ; deseado y valora do en las sociedades actua les).
. Por otro lado, y luego de l as reformas de los años.noventa (lcis;};fi ., En América L atina hay que agregar otro elementd "compli
cas�s�de la Argentina y el Brasil son paradigmáticos), más que co-;:Jl;/ cador": se vi ncula a la. �ri:,.�s .de la política entendida·como re
mo un centro el campo educativo se nos presenta cada vez m�,�t . presentación. Es difícii' g�b��;;·-��;�a;•·qui�nes tieiten la res
policéntrico, como resultado de las descentralizaciones territoriarW ; ponsabilidad política de la conducción poseen un bajo nivel de
· les, las autonomías institucionales crecientes (las de la educa:ció�ft reconocimiento y legitimidad social. Un indicador de este déficit
priv'aaa son tradicionales), el debilitamiento de los Estados cen{�' de legitimidad es la escasa confianza que tienen los docentes de
trales y sus respectivas capacidades y recursos, etcétera. , . '8 :J • América Latin a en los ministerios de Educación nacionales y en
En muchos países de América Latina las reglas e institucionef@{ las instancias locales de administración y gestión.
(empezando por las instituciones públicas : escuela, justicia, poliii1( •· Por otra parte, el déficit fiscal del ·�-��do limita la capa,cidad
cía y otras) nunca alcanzaron la consistencia de las institucione�}: que posee el sector pí:ib1ico"cíeai"ómp.aií.ar el crecimiento perma
francesas. Pero aun en este contexto se presentan propuestas tertfl; nente de la escolarización (en l as edades más tempranas y en la
dientes a debilitar lo poco que hay de Estado y de institucione�\\ franja de la adolescencia y la juventud) con un crecimiento pro
emparentadas con el interés general y como fuerza instituyente}}f � orcional de la inversión en el sector educativo. En no pocas oca
constructora de los actores y sujetos sociales. El caso paradigmári,}f s10nes, los ministerios de Educación s� han visto en la obligación
co es Haití, donde nunca alcanzó a constituirse un Estado-n ació4J} de tenér que hacer más con menos recursos, lo cual termina siem-
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74 EMILIO TENTI FANFAN
ESCOLARIZACIÓN CON POBREZA 75
pre por afectar la calidad de los procesos y productos educativosJ: so avanzar hacia la universalización de la escolaridad'"'obligatoria.
Por otra parte, los defectos del Estado, no sólo en términos de efü'. Por otro lado, deben l�Orporar en'la 'agencia pübÍi�.;¡ �i' Mma de
ciencia sino también en términos de corrupción, están en la has�' la calida�, de los aprendizajes efectivamente desarrollados. Per¿
del éxito de las representaciones sociales que se estructuran alri para avanzar en ambos sentidos es preciso construir las condici�
dedor de un neoliberalismo extremo que terminó de tirar al niñq.
nes políticas e institucionales que aseguren la gobernabilidad de
con el agua sucia. En otras palabras, las relaciones de fuerza tanl sus sistemas nacionales de educación básica.
to políticas como ideológicas terminaron por imponer una visión La exneriencia de los últimos quince años demuestra que las
maniquea donde todo lo estatal se asocia con ineficiencia y ca,
_._.,__,_·��•�,�,, ,•�,.,•• .,..,.,..,.,.,,;:,;-., ...,<'"\.<"'•' ..., :�•�•..,,t."l,1'�'•t,1:S..,,�I.••••��,.•.,• ,.,.�_..,,.,,.,,,_,.�-..'' •• ..• ·• •' "•• ••,. '•' < • ,., '· ·•
po,!ít.i.C::.�.J�gµcatiyas".han"sido-más.,eficienJ:,e§_p1;J.p1 �/l.cqJ��;�r a la
rrupción, mientras una supuesta sociedad civil, compuesta po�:, población q��J��-�!;!jQ.f.e!:.te..�����.1.�Jo�.�pf<eP,-P:t?;?-jes. El cre
una confusa mezcla de mercado e iniciativas sociales sin fines de' dm.ieíl'tó'"de las matrículas en el nivel preescolar y en el nivel me-
lucro, aparece como la solución mágica a todos los problemas dé{ dio básico y superior no fue acompañado de un crecimiento pr�
gobierno de la educación. La batalla ideológica ganada por u ., porcional de la inversión pública en educación. La pobreza de las
neoli�eralismo muchas veces extremista vuelve imposible todo in poblaciones escolarizadas tendió a corresponderse con la pobre
tento de construir un Estado eficiente, dotado de recursos hum za de la oferta de educación pública.
nos competentes y bien remunerados, y equipado con los recurso{ A su vez, los procesos de descentralización y en muchos casos
tecnológicos, informacionales e infraestructurales como para cum� J; . de privatización de la educación (desarrollo de experiencias de
plir cualquier función mínima de orientación, asistencia técnica,,,,\�' escuel as autogestionadas, subsidio a escuelas privadas, etc.) ten
evaluación y control de prácticas y procesos escolares. La pérdida:/Jif; dieron a fragmentar los sistemas educativos. Éstos reprodujeron
de legitimidad de lo público y de las instituciones públicas desd' las desigualdades sociales y las instituciones educativas .pfrecen me
donde se ejerce el gobierno muchas veces vuelve políticament jores 9portunidades de aprendizaje a los grupos socialmente más
imposible pensar siquiera en remunerar con dignidad a los téc privilegiados.de los grandes centros urbanos. En la mayoría de los
cos y profesionales que requiere una gestión eficiente y mode países de América Latina los sistemas educativos suelen ser reali
de la educación. dades cada vez menos integradas y homogéneas para-convertirse
Las viejas burocracias educativas ya no son burocráticas en el en agregados de redes diferenciadas y jerarquizadas :en función
sentido racionalista y weberiano dd término. En demasiados ca;_ de las características económicas, sociales y culturales de las pobla
sos se han transformado en burocracias degradadas, meramente¡ ciones que atienden.
formales e incapaces de orientar la vida de las instituciones ese Si se quiere romper con este círculo vicioso de la desigualdad,
lares hacia objetivos nacionales democráticamente acordados. se requiere la movilización de varios recursos. En primer lügar, v�
luntad política para construir una sociedad más igualiu+ria, una
pedagogía racional y diferenciada para producir resultados de
7. Datos mlnimQs de ta' nueva agenda de política aprendizaje homogéneos y unjuerte incremento significativo de
educativa en la región .la inversión educativa asignada con claros criterios de eficiencia y
equidad.
En síntesis, la mayoría de las sociedades latinoamericanas
estos inicios del siglo XXI debe resolver en forma integrada V1e:10s:J::;t;
y nuevos problemas de política educativa. Por una parte, es ��- 0'"1·'"'"·'·'·
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CAPÍTULO VII
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124 La reforma necesaria
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La construcción del sistema escolar y del derecho a la educación 125
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126 La reforma necesaria
campo social. Retracción que precariza aún más la garantía de los derechos
de los sectores populares en América Latina. Vivimos un círculo vicioso: Esta
dos debilitados, políticas económicas recesivas, ausencia de políticas socia
les; consecuentemente: pobreza, desempleo, marginalidad. Los derechos ne
gados históricamente, quedan aún más precarizados. En ese cuadro social
surgen reacciones populares, organizaciones múltiples, nuevos sujetos políti
cos, la conciencia de los derechos avanzando. Las políticas y los Sistemas
educativos se enfrentan con ese cuadro en las ultimas décadas. Frecuente
mente lo han ignorado. Últimamente, gobiernos municipales y movimientos
sociales perciben que es en este cuadro en el que es necesario plantear la
relación entre el derecho a la educación, la construcción del sistema educati
vo y la formulación de políticas que garanticen el avance de los derechos.
¿Estarían sugiriendo nuevas lógicas?
Los movimientos sociales requieren repensar la lógica en que vemos la
educación como pre-condición de garantía del conjunto de los derechos
sociales, políticos, culturales. Sugieren que la lógica histórica es el avance
simultáneo de la conciencia y de la garantía de todos los derechos humanos.
Lo que trae consecuencias para la formulación de políticas y para la cons
trucción del Sistema educativo. La educación no consigue avanzar mucho
más allá del avance de la garantía de los derechos humanos básicos. Si edu
car es humanizar, los sistemas escolares no consiguen enseñar, educar, for
mar en un vacío humano, sin condiciones básicas de humanización. Las polí
ticas educativas y las reformas continúan diagnosticando los problemas de la
educación proponiendo apenas mejorar los componentes del sistema esco
lar: currícula, profesores y gestores, didácticas y recursos. Sin duda que hay
mucho a mejorar en esos componentes, pero frecuentemente no son ponde
radas las condiciones humanas de los educandos y de los grupos sociales a
que pertenecen. Cuando éstas están por debajo de los niveles básicos de
humanización, los esfuerzos del sistema operan en un vacío que los desar-
ticula y reduce sus potencialidades formadoras.
Los análisis de políticas educativas y las evaluaciones frecuentes del sis
tema escolar insisten en su fracaso sin llegar a interrogarse en qué limites
humanos operan tanto el sistema cuanto las políticas y, sobre todo, los edu
candos. Si reconocemos lo que los movimientos sociales apuntan (que la
garantía del derecho a la educación está enmarañada con la garantía o nega
ción de los derechos humanos básicos) las políticas educativas deberían ser
programadas y evaluadas de manera integrada con otras políticas sociales
pro-derechos básicos de la infancia, adolescencia y juventud. La función
social del sistema educacional tendría que ser orientada para contribuir a la
garantía de los derechos básicos junto con otros sistemas públicos. Políticas
y sistemas integrados son el horizonte de las propuestas de los movimientos
sociales y de los gobiernos comprometidos con los derechos de los sectores
populares.
Un tercer aspecto a destacar es que los movimientos sociales se constru
yen con la visión que predomina sobre los sectores populares como meros
destinatarios de políticas o como beneficiarios del sistema educacional. Esta
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dos por los de orden, seguridad, control, disciplina. Estos conceptos pasan a
ser los nuevos-viejos paradigmas de la gestión del sistema y de las políticas.
Esos nuevos-viejos paradigmas se justifican por la necesidad política de man
tener la gobernabilidad de las ciudades, los barrios y los centros educativos
públicos populares. De los gestores y maestros no se espera tanto como que
garanticen el derecho al conocimiento y a la cultura, sino que consigan la
seguridad, el orden, que controlen las conductas desviadas. Tiempos dedica
dos antes a la transmisión de conocimientos son ocupados por la moraliza
ción. El deporte, la música y otros lenguajes artísticos son recuperados con la
intención de distraer y controlar las malas inclinaciones. La moralización de
los hijos del pueblo pasó a ocupar energías educativas antes orientadas a
instruirlos. Se está creando una tal obsesión con la gobernabilidad de los cen
tros, que resulta cada vez más difícil colocar en el debate educativo el dere
cho de los alumnos pobres a la educación. La gestión de esa gobernabilidad
de los centros, supuestamente amenazados por la infancia, adolescencia y
juventud populares, está llevando a relegar la gestión de su derecho a la edu
cación.
¿ Cómo interpretar ese retroceso en la construcción del sistema y del
derecho a la educación? La tendencia a políticas correctivas, a la def.ensa de
un sistema y de centros más rígidos y controladores no es pacífica, se con
fronta con los avances en la cultura docente y escolar. Muchos colectivos
docentes reaccionan, sobre todo, aquéllos que poseen raíces populares y
que tienen una historia de militancia en los movimientos. Hay una tensión
dentro de los colectivos de los centros en torno de la función social del siste
ma, de las escuelas y del magisterio. Estamos obligados a pensar sobre esa
tensa constitución del derecho a la educación, y consecuentemente del siste
ma, y de nuestro oficio de maestros. Nos obliga a pensar e investigar si es len
ta, con idas y vueltas, la legitimación del derecho a la educación; cómo es
fácil proclamarlo como principio fundador de las reformas y políticas y cómo
es tenso reconocerlo en sujetos humanos concretos, históricos. Nos obliga a
pensar e investigar cómo es relativamente fácil al sistema, a las políticas y
sus gestores reconocer el derecho a la educación aislado de la concreción de
la negación de los derechos humanos más básicos, como el hambre y la
supervivencia a cualquier precio. Qué difícil es ser profesionales de la forma
ción humana en procesos brutales de deshumanización. Qué tenso es garan
tizar el derecho al conocimiento delante de la destrucción de los valores. Sin
duda interrogaciones que tendrán que llegar al pensamiento educativo, a la
formación profesional, a la reorientación curricular, a las didácticas y las lógi
cas que estructuran la organización de los centros. Realidades que desafían
la tradicional afirmación de principios generalistas que inspiran las reformas y
políticas educativas. Estas cuestiones están provocando debates en los for
muladores de políticas y en los colectivos de los centros. Buena señal.
Una pregunta se impone, ¿cuáles serían las funcio_nes del Sistema edu
cativo en tiempos de precarizacion social y moral? ¿Serían las de proteger,
cuidar y formar sujetos éticos? Hay reacciones a estas funciones. El miedo
reduce la escuela a un centro asistencial huyendo de su finalidad: garantizar
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familia" y la "bolsa escola" o para mantener el mínimo de renta, será una polí
tica de supervivencia. Si no frecuentan la escuela, no tendrán la única fuente
de renta para sobrevivir. El derecho a sobrevivir y el derecho a la escuela,
están hasta tal punto entrelazados, que uno es precondición para el otro. Pero
no son esas orientaciones de políticas las que crean esos vínculos, es la cruel
realidad o los límites humanos a que son condenados los sectores populares
los que ponen de manifiesto esos estrechos vínculos. La articulación de polí
ticas se torna una consecuencia inevitable. Hasta tal punto se entrelazan o
condicionan las políticas de garantía del derecho a la educación y a la vida y
hasta tal punto se van entrelazando las políticas educativas y las políticas de
vida, que no queda otra opción política.
El debate que está en los medios, en la academia y en las escuelas tiene
como núcleo central ese entrelazado que contesta las creencias presentes
en la cultura política y que aún inspiran las políticas y el sistema educativo:
que la sola garantía del derecho a la educación conseguirá alterar de forma
estructural la dinámica de la sociedad. El revisar esas creencias está exigien
do repensar políticas y el sistema ..
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e invade con mayor fuerza los sistemas educativos, quebrando sus ya tenues
redes de sociabilidad y sus tímidos avances de igualdad.
Este cuadro está provocando reacciones en los colectivos docentes y en
bastantes administraciones municipales que inventan proyectos que tienen
como horizonte la consolidación de un sistema más igualitario. ¿Qué aspec
tos del sistema contribuyen a la configuración de sistemas paralelos? ¿Será
la cultura docente? Los profesionales de las escuelas argumentan que una de
las bases que lleva a esas formas de trato doble de los educandos está en la
precarización de las condiciones físicas y de trabajo y exigen de las adminis
traciones prioridad para esa base material, física. En realidad esa segrega
ción cognitiva y moral se reproduce en un doble sistema de red física que se
está configurando en los últimos años. De un lado, escuelas equipadas, con
construcciones razonables; de otro lado, edificios precarísimos, adaptados en
sacristías, galpones, casas alquiladas, salas estrechas, funcionando en cua
tro turnos diarios situados en los barrios más pobres. La pobreza y precarie
dad de esos centros coincide con la pobreza y precariedad de las comunida
des a las que sirven. La segregación social se ha reflejado en la segregación
de los servicios públicos. Las mismas políticas de globalización neoliberal que
han aumentado la pobreza y segregación de los más pobres están producien
do la retracción del Estado, de los gastos sociales en servicios públicos.
Vuelve la pregunta que nos acompaña en estas reflexiones: ¿qué pueden
significar esos procesos en la construcción del sistema y del derecho a la edu
cación? Los indicadores no apuntan ni para la consolidación del derecho a la
educación ni para la conformación de un sistema igualitario e integrador. Entre
tanto hay algo muy esperanzador: legitimar y mantener las lógicas y estructuras
selectivas y excluyentes dentro del sistema se tornó más tenso. Por lo menos,
los embates están instalados en la sociedad y en las escuelas. Desde las déca
das pasadas avanza la conciencia del derecho a la igualdad, así como avanzó
la imagen de que las escuelas son espacios de integración, igualdad y sociabi
lidad entre los diferentes. Esos avances se chocan con las medidas que repo
nen culturas y lógicas selectivas e instituyen un sistema dual.
En las administraciones municipales de los grandes centros urbanos,
encontramos mayor preocupación con políticas inclusivas e integradoras que
superen todo tipo de doble sistema a empezar por la base material, física, por
la corrección de esa doble red física que se instala en los grandes centros
urbanos. Para muchas administraciones, más comprometidas con la garantía
de los derechos, revertir esa tendencia pasa a ser prioritario, dando prioridad
a las condiciones materiales, físicas y de trabajo en las escuelas. La cons
trucción de un sistema en la lógica de la garantía del derecho popular a la
educación empieza por dar prioridad a su base material. Prioridad que ha
estado ausente en tantas políticas educativas apenas preocupadas en repe
tir principios igualitarios y en establecer normas de control de procesos de
enseñanza, de contenidos y evaluación, dejando en un segundo plano las
bases materiales que posibilitan la garantía de los principios y normas. Esas
administraciones populares corrigen el olvido de la prioridad que tiene la base
material. Olvido presente hasta en el movimiento crítico y progresista recien-
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Políticas afirmativas
El aumento de la segregación social y ciudadana ha dejado más expues
ta la crónica negación de los derechos básicos a colectivos sociales y cultu
rales históricamente relegados en América Latina: los pueblos indígenas,
negros, del campo. Al mismo tiempo, ha dejado más expuestas sus históricas
resistencias en defensa de sus derechos colectivos. ¿ En qué aspectos esta
realidad afecta la construcción del Sistema y del derecho a la educación?
Los movimientos indígenas, negros, del campo, introducen en el debate
político educativo la defensa de acciones y políticas afirmativas, para la
garantía de sus derechos colectivos. Ultrapasan así la tradicional defensa del
derecho individual. No se contraponen a la defensa de los derechos univer-
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tran, sobre todo, que avanza una nueva sensibilidad para las formas de vivir
la infancia y para repensar el Sistema en la garantía de sus derechos huma
nos básicos.
Partir de la infancia-adolescencia y de su momento en la construcción de
su condición de sujetos de derechos nos muestra con más profundidad la fun
ción misma del sistema: educar, formar. Ante las formas de vivir la infancia y
la adolescencia populares la pregunta se impone: ¿en qué procesos de socia
lización y en qué aprendizajes se educan, forman, humanizan? Estas condi
ciones serán decisivas para la construcción de su derecho a la educación, a
la cultura y al conocimiento. Como vimos, son las mismas interrogaciones que
acceden al Sistema desde las vivencias de segregación social, étnica, racial,
con la particularidad de que nos llegan desde los sujetos más directos de la
pedagogía: la infancia.
Las formas tan inhumanas de vivir la infancia-adolescencia interrogan la
pedagogía en su propia función histórica: acompañar su conformación huma
na. ¿Cómo educar al ser humano desde la infancia cuando esas condiciones
amenazan su educabilidad, su perfeccionismo? "Si la sociedad los hace ser
unos 'bichos', ¿cómo educarlos?", se preguntaba una profesora. Interroga
ciones que llegan desde la infancia y que los colectivos docentes son obliga
dos a plantearse en sus reuniones pedagógicas.
Las respuestas _se polarizan. De un lado, se acentúan los pr.ejuicios acer
ca de los sectores populares, vistos y tratados como incapaces, o menos
capacitados, para seguir procesos de formación y de aprendizaje. Ante las
formas tan deshumanas en que reproducen sus valores y saberes, la tenta
ción es pensarlos como no-educables, rebeldes, condenados al embruteci
miento. Consecuentemente, la tendencia será agruparlos en clases especia
les, segregarlos o expulsarlos del sistema, desistir de su educabilidad. No
reconocerla nos lleva al sin-sentido de la educación, de la pedagogía y del
magisterio, al sin-sentido del propio sistema. Por otro lado, volver a las con
vicciones que inspiraran el campo de la educación. Este campo se construye
a lo largo de la historia creyendo y afirmando el principio de la educabilidad y
perfectibilidad del ser humano, creyendo que es posible moldearlo, perfeccio
narlo, aun en condiciones inhumanas.
Con esta concepción se construyó en América Latina un pensamiento y
una práctica e_ducativa que se remonta al Movimiento de Educación Popular
y que los movimientos sociales emancipatorios asumen: educar es humani
zar, los sectores populares-son sujetos de humanización, aun en situaciones
en que les es robada su humanidad. Hay una "Pedagogía de los Oprimidos",
no para los oprimidos, nos continúa recordando Paulo FREIRE. Pedagogía,
educación que ellos construyen desde la opresión, resistiendo a la deshu
manización. Esos procesos son aplicables a la infancia, adolescencia y
juventud tan quebradas que llegan, salen y vuelven a las escuelas públicas
populares.
Gracias a esas interrogantes provocadas por las formas de vivir las infan
cias, la teoría, el pensar y hacer educativos retoman las permanentes interro
gaciones de la pedagogía y del magisterio: las posibilidades y los límites de
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152 La reforma necesaria
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Trabajo más estas interrelaciones entre infancia, pedagogía y sistema en el libro: lma
gens Quebradas (2004).
© Ediciones Morata, S. L.
382
La construcción del sistema escolar y del derecho a la educación 153
© Ediciones Morata, S. L.
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P. FREIRE: CONCIENTIZACIÓN Y LIBERACIÓN
Son abundantes las síntesis que del pensamiento y la práctica de Paulo Freire se han hecho y se están
haciendo. Entre las más completas creemos que hay que destacar la de Fausto Franco 1 y la de Olabuénaga,
Morales y Marroquin. 2 La nuestra, evidentemente, no será tan exhaustiva. Como lo hemos hecho con todos
los demás autores, nos limitaremos a destacar los aspectos más señalados de la reflexión y el trabajo de Freire,
especialmente aquellos que hacen referencia concreta a su critica a la educación tradicional y a sus
planteamientos alternativos. Aunque, como en el caso de muchos de los autores estudiados hasta aquí,
tengamos que empezar haciendo referencia a la base antropológica que sustenta la obra de Freire, nos
centraremos en seguida en la problemática propiamente pedagógica. Por lo que respecta a la sistematización
de la exposición que sigue, reconocemos nuestra deuda con el estudio de Fausto Franco ya mencionado.
Nada mejor para introducir la exposición de la postura de Paulo Freire que el análisis del contexto histórico en
que esta postura se formó. Aunque este análisis será muy sumario, nos ayudará a comprender los objetivos
que Freire se propuso y la elección que hizo respecto a la educación.
Freire distingue entre tres tipos de sociedades: la sociedad cerrada, la sociedad en transición y la sociedad
abierta. A mitad de camino entre la sociedad cerrada, en la que la jerarquización es el valor fundamental, y la
sociedad democrática, en la que el pueblo es el protagonista, la sociedad brasileña en la que Freiré empezó su
trabajo era una sociedad en transición; superado ya el estadio «cerrado», la sociedad brasileña del momento
no era aún una sociedad abierta: «era una sociedad abriéndose»; 3 como toda época en transición, tenia en su
interior elementos de la etapa anterior y de la futura. Representaban a la sociedad cerrada las clases
interesadas en perpetuar la jerarquización y la división entre poseedores y desposeídos; las clases que se
oponían al derecho al voto de los analfabetos y que deseaban perpetuar la situación de explotación
colonizadora a que el pueblo había estado sometido. El germen de la sociedad democrática estaba en las
clases populares que, con una progresiva conciencia crítica, luchaban por conquistar el papel que nunca se les
había dejado interpretar, por conseguir su dignidad como personas y como grupo. El Movimiento de
Educación Popular fue una de las formas de movilización de las masas del momento, movilización por la que
tanto se esforzó el gobierno populista de Goulart. Paulo Freire está unido a ese esfuerzo y no es ajeno al
ascenso popular. Su trabajo como «pedagogo de los oprimidos» comenzó en 1962 en la zona más pobre de
Brasil, el nordeste, en La que había veinticinco millones de habitantes, de los que quince millones eran
analfabetos. Como los resultados obtenidos fueron óptimos (trescientos trabajadores alfabetizados en
cuarenta y cinco días), se decidió aplicar el método a todo Brasil.
Los reaccionarios estaban al acecho. No podían consentir que el electorado se duplicase en algunas regiones
y en todas ellas aumentara notablemente. Hacerlo habría constituido un serio peligro para sus intereses
elitistas. No debe extrañar, por tanto, que, caído Goulart y tras una estancia de más de dos meses en la cárcel,
Freire huyese a Chile en busca de mejores circunstancias. Freire tuvo que optar por el destierro porque su
trabajo no solo hacia electores sino que despertaba además el espíritu critico de un grupo social habitualmente
mudo, acatador y sometido; no quería limitarse a enseñar a leer y a escribir, quería liberar al hombre del
silencio, de la opresión, de la avidez de los opresores, del conformismo; estaba convencido de que la
democracia sólo podía llegar a través del espíritu critico y de una actitud de lucha.
Las circunstancias en Chile, en efecto, eran más propicias. El gobierno democristiano presidido por Frei
quiso atacar a fondo el problema del analfabetismo y encontró en Freire un colaborador excepcional. Como
antes en Brasil, Freire se entregó a su labor alfabetizadora del pueblo, y, como en Brasil, los resultados
fueron excelentes. En solo dos años el programa de alfabetización atrajo la atención internacional y Chile
recibió de la UNESCO una distinción por ser una de las naciones del mundo que mejor había superado el
analfabetismo.
1
FAUSTO FRANCO, El hombre; construcción progresiva, Marsiega, Madrid, 1973.
2
J. I. RUIZ OLABUÉNAGA; P. MORALES y M. MARROQUIN, Paulo Freire. Concientización y andragogía,
Paidós, Buenos Aires, 1975.
3
P. FREIRE, Cambio, América Latina, Bogota,. 1970, p. 93.
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Brasil y Chile fueron, por lo tanto, el escenario de la puesta en práctica del método de alfabetización y
educación de Paulo Freire. De esa práctica nacería, más tarde, una reflexión que no ha dejado de progresar
todavía.
¿Qué pretendía Freire en su trabajo? ¿Qué idea tenia del objetivo de la educación? Para él educar es crear la
capacidad de una actitud critica permanente, actitud que permita al hombre captar la situación de opresión en
que se halla sumido y captar esa situación de opresión como limitante y transformable. Educar, para Freire,
no es transmitir conocimientos hechos y estáticos, sino crear una situación pedagógica en la que el hombre se
descubra a sí mismo y aprenda a tomar conciencia, del mundo que le rodea, a reflexionar sobre él, a descubrir
las posibilidades de reestructurarlo y actuar sobre él para modificarlo. Toma de conciencia, reflexión y acción
se convierten, así, en los elementos básicos inseparables del proceso educativo.
La toma de conciencia no se limita a ser una aprehensión acrítica de la realidad, sino que, en virtud de sus
características, se transforma en concientización: «si la toma de conciencia, sobrepasando la mera
aprehensión de la presencia del hecho, se ubica en un sistema de relaciones, dentro de la totalidad en que se
dio, es que sobrepasándose a sí misma, profundizándose, se transforma en concientización» 4. La toma de
conciencia reflexiva que es la concientización está abocada a la praxis transformadora en la que acción y
reflexión se apoyan constantemente la una a la otra y en la que los individuos actúan solidariamente.
Hemos indicado antes que la función del educador era la de despertar y desarrollar la conciencia critica de los
educandos, la de hacer posible el análisis problematizado de las relaciones ínteractuantes en la organización
de la vida y el mundo. El proceso educativo puesto aquí en juego es opuesto al proceso tradicional por el que
el educador entregaba al alumno unos conocimientos ya hechos, elaborados y listos para ser asimilados
pasivamente; la tarea del educador propuesta por Freire no tiene nada que ver con este esquema de
transmisión-asimilación; según él lo ve, la tarea del educador «es la de problematizar a los educandos el
contenido que los mediatiza, y no la de disertar sobre él, de donarlo, de extenderlo, de entregarlo, como si se
tratara de «algo ya hecho, elaborado, acabado, terminado» 5.
Más adelante hemos de entrar más a fondo en todas estas cuestiones. Se trata aquí solamente de introducir la
problemática general planteada por Freire y de señalar cuáles son sus pretensiones. Para ir un poco más allá
en esta introducción, quisiéramos mencionar las principales «ideas-fuerza» del pensamiento de Freire, tal y
como han sido recogidas en la selección de textos del INODEP. 6
a) Para ser válida, toda acción educativa debe ir necesariamente precedida de una reflexión sobre el
hombre y de un análisis del medio de vida concreto de los hombres a educar; sin esa reflexión el
sujeto quedaría convertido en objeto; sin ese análisis del medio, el hombre quedaría en el vacío.
La tarea de la educación es, precisamente, ayudar al hombre a que, partiendo de lo que constituye
su vida, se convierta en sujeto.
4
P. FREIRE, ¿Extensión o comunicación?, Siglo XXI, Buenos Aires, 1973, p. 58.
5
Ídem, p. 62.
6
INODEP, El mensaje de Paulo Freire, Marsiega, Madrid, 1972, páginas 47 y ss.
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b) El hombre llega a ser sujeto mediante una reflexión sobre su situación, sobre su ambiente
concrete; mientras más reflexiona sobre la realidad, sobre su situación concreta, más «emerge»,
plenamente consciente y comprometido, dispuesto a intervenir respecto a la realidad para
cambiarla. Ya nos hemos referido antes a este problema: educar no es someter, es concientizar.
c) En la medida en que el hombre, integrada en su contexto, reflexiona sobre este contexto y se
compromete, se construye a sí mismo y llega a ser sujeto.
d) El hombre crea cultura en la medida en que, integrándose a las condiciones de su contexto de vida,
reflexiona sobre ellas y aporta respuestas a los desafíos que le plantean. La cultura, por la tanto,
no es solo una adquisición sistemática de la experiencia humana —adquisición critica y
creadora—, sino que es también la aportación que el hombre hace a la naturaleza.
e) El hombre es creador de cultura por sus relaciones y sus respuestas, pero, además, el hombre es
hacedor de la historia. En la medida en que el ser humano crea y decide, las épocas históricas se
van formando y reformando. La historia es la respuesta del hombre a la naturaleza, a los otros
hombres, a las relaciones sociales.
f) Es preciso que la educación esté —en su contenido, en sus programas y en sus métodos—
adaptada al fin que se persigue, es decir, a permitir al hombre llegar a ser sujeto, construirse como
persona, transformar el mundo, entablar con los otros hombres relaciones de reciprocidad, hacer la
cultura y la historia, etc.
Para que todo lo anterior sea posible, es necesario, como la señala Fausto Franca, «comenzar por el
reconocimiento de que es necesario superar la contradicción “educador-educando”, y pasar a la convicción
de que todos somos educadores y educandos. La absolutización de la ignorancia, según la cual ésta se
encontraría en “el otro”, es radicalmente opuesta al diálogo verdadero y, por tanto, obstáculo definitivo para
una educación liberadora» 7.
Si como lo indica la primera idea-fuerza, toda educación debe ir precedida de una reflexión sobre el hombre,
es precise que demos un vistazo a la que Freire realiza, lo que nos permitirá adentrarnos en sus planteamientos
más concretamente pedagógicos.
Freire distingue dos formas de situarse ante la realidad. La primera de ellas es propia de los animales, que
están en contacto con el mundo, formando parte de él. El animal está adherido a la realidad y carece de
posibilidades de separarse de la especie a que pertenece; al no poder separarse de su actividad —su actividad
es él y él es su actividad—, el animal es un ser cerrado en si mismo, sin más posibilidades que las de los
demás animales de su especie, sin opciones para la toma de decisiones: «al no tener este punto de decisión
en sí, al no poder objetivarse ni objetivar su actividad, al carecer de finalidades que proponerse y proponer, al
vivir “inmerso” en el “mundo” al que no consigue dar sentido, al no tener un mañana ni un hay, por vivir en
su presente aplastante, el animal es a-histórico» 8.
La otra forma de situarse ante la realidad es la del hombre. El hombre no está en el mundo como un objeto
más; está en una relación activa constante con el espacio y el tiempo, a los que puede captar y transformar; su
captación no es refleja e instintiva, sine que puede ser reflexiva y critica. El hombre no solo está en el
mundo; está, sobre todo, con él, está abierto a él, a su captación, comprensión y transformación. Si el animal
se acomoda, se ajusta al mundo, el hombre está llamado a integrarse en él a través de su creatividad, de su
poder de decisión y de su capacidad para responder a los desafíos. El animal, por tanto, tiene que
acomodarse; el hombre se integra y tiene capacidad para luchar contra las fuerzas que le imponen la
acomodación y el ajustamiento a la realidad; el hombre puede luchar contra las opresiones que impiden su
humanización. Por eso, los hombres «al tener conciencia de su actividad y del mundo en que se encuentran,
al actuar en función de finalidades que les proponen y se proponen, al tener el punto de decisión de su
búsqueda en sí y en sus relaciones con el mundo y con los otros, al impregnar el mundo de su presencia
creadora a través de la transformación que en dl realizan, en la medida en que de él pueden separarse y
separándose pueden quedar con él, los hombres, contrariamente del animal, no solamente viven sine que
7
FAUSTO FRANCO, op. cit., p. 33.
8
P. FREIRE, Pedagogía del oprimido. Siglo XXI, Madrid, 1975, pp. 118-119.
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existen y su existencia es histórica»9. La historicidad le viene dada al hombre por su capacidad para emerger
del tiempo, por su capacidad para heredar el pasado e incorporarlo al presente, para transformar el presente
con vistas al futuro. La existencia del hombre está marcada por el diálogo, por el diálogo del hombre con el
hombre y con el mundo, sobre el hombre y sobre el mundo, y esta dialogicidad confiere un carácter histórico
a su existencia.
La característica más propiamente humana es la de su conciencia, conciencia de sí mismo y del mundo y que
le permite entablar una relación de enfrentamiento con la realidad. Ahora bien, la conciencia, definida por
Fion como la misteriosa y contradictoria capacidad del hombre para distanciarse de las cosas a fin de hacerlas
presentes, tiene unas determinaciones históricas especificas. En la medida en que estas determinaciones
obligan al hombre a permanecer de espaldas a la realidad, a situarse a-críticamente ante ella, en esa medida se
está fomentando una conciencia ingenua e intransitiva, una conciencia impedida de la realización de lo que es
su esencia misma. Si lo propio de la conciencia, tal y como Freire lo define, es estar con el mundo, las
fuerzas históricas y sociales opresoras, que impiden sistemáticamente esa relación conciencia-mundo, están
mutilando la capacidad humana que más diferencia al hombre del animal y están forzando al hombre al
ajustamiento, a la acomodación, impidiéndole su integración en el mundo.
Se ha señalado ya que mientras el animal es un ser de contactos, el hombre es un ser de relaciones: «este ser
“temporalizado y situado”, ontológicamente inacabado —sujeto por vocación, objeto por distorsión—
descubre que no solo está en la realidad, sino que está con ella. Realidad que es objetiva, independiente de
éi, posible de ser reconocida, y con la cual, lo mismo que está con ella, se relaciona» 10. Las relaciones del
hombre con la realidad son relaciones marcadas por la pluralidad (en la medida en que el hombre responde a
los desafíos del mundo en su amplia realidad, sin agotarse en un tipo de respuesta estereotipado), la criticidad
(en la medida en que la captación del mundo por parte del hombre no es meramente refleja, sino que le
capacita para transformarlo), el carácter consecuente (en la medida en que el hombre no se agota en la
pasividad, sino que es capaz de integrarse en las condiciones de su contexto y comprometerse con su historia)
y la temporalidad (en la medida en que es capaz de emerger de la historia y de superar la mera acomodación).
Pero el hombre es también un ser relacionado con los demás hombres; es un ser de comunicación; un ser que,
por ser comunicación en si, no puede ser al margen de la comunicación. Freire afirma que los hombres no se
hacen en el silencio, sino en la palabra; el monólogo es la negación del hombre; el diálogo, su afirmación:
«el diálogo —escribe Fiori— fenomeniza e historiciza la esencial inter-subjetividad humana; él es
relacional y en él nadie tiene la iniciativa absoluta» 11. De la importancia que para Freire tiene el diálogo se
desprende la que tiene la palabra (entendiendo por palabra todo aquello con lo que el hombre saca su interior
al exterior): conquista extraordinaria del hombre, la palabra no puede florecer en la soledad y no debe
estancarse en el mero pronunciamiento, sino que debe estar ligada a la acción y la reflexión. Para Freire,
«no hay palabra verdadera que no sea unión inquebrantable entre acción y reflexión, y, por ende, que no sea
praxis. De ahí que decir la palabra verdadera sea transformar el mundo» 12. Según él lo entiende, existir
humanamente es pronunciar el mundo, transformarlo; el retorno problematizado del mundo pronunciado a los
sujetos pronunciantes exige de ellos un nuevo pronunciamiento. La pronunciación no se hace en solitario,
puesto que el diálogo es, precisamente, el encuentro de los hombres, mediatizados por el mundo, para
pronunciarlo. Señalemos, por fin, que la palabra no es el privilegio exclusivo de unos pocos, sino un derecho
de todos, lo que implica que nadie tiene derecho a arrebatar la palabra a los demás; si las características del
dialogo exigían que no se pudiera pronunciar la palabra en solitario, la del derecho universal a la palabra
implica que nadie puede decir la palabra por otro, porque eso seria arrebatar a ese otro el derecho a decirla.
En este planteamiento, palabra y acción están íntimamente enlazadas. Hemos indicado ya antes que la
palabra sin acción, que es verbalismo, y la acción sin palabra (sin reflexión), que es activismo, son actitudes
incompletas: «si los hombres son seres del quehacer, esto se debe a que su hacer es acción y reflexión. Es
praxis. Es transformación del mundo. Y, por ello mismo, todo hacer del quehacer debe tener, necesariamente,
9
Ídem, p. 119.
10
P. FREIRE, Cambio, p. 88.
11
E. FIORI, «Aprender a decir su palabra», Prologo a Pedagogía del oprimido, p. 19. También en P. FREIRE; B.
FIORI, y J. L. FIORI, Educación Liberadora, Zero, Madrid, 1976. p. 21.
12
P. FREIRE, Pedagogía del oprimido, pp. 103-104.
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una teoría que lo ilumina. El quehacer es teoría y práctica. Es reflexión y acción» 13. En Acción cultural
para la libertad, al señalar la diferencia que existe entre la acción y el trabajo, Freire señala que la acción se
vuelve trabajo por la conciencia que el hombre tiene de su propio esfuerzo, por la posibilidad del hombre de
programar la acción, de crear herramientas y utilizarlas, de lograr un objetivo y anticipar los resultados. La
acción y la reflexión, a través de las cuales es posible una praxis que incida sobre las estructuras para
transformarlas, no pueden, por lo tanto, sen dicotomizadas. La praxis tiene, en la concepción antropológica
de Freire, una importancia de primer orden; como él mismo dice, sin praxis no hay revolución. Como
veremos, la concientización llevada a cabo a lo largo del proceso de alfabetización aboca, necesariamente, a
una praxis critica, constructiva y transformadora sin la cual la misma modificación del hombre no es posible,
ya que la praxis se vuelve sobre los hombres, revierte en ellos y los modifica: «no existe una historia sin
hombres, sino una historia de los hombres que, hecha por ellos, los conforma» 14.
Detrás de esta concepción antropológica se oculta la exigencia de libertad. Cada persona, tal y como Freire lo
concibe, es libre de hacer sus opciones, de seguir su camino y de tener un territorio propio que nadie puede
traspasar sin violar el derecho a la libertad. El respeto a la libertad del otro implica, por tanto, el no
apropiarse de ese terreno que le pertenece. Freire lo expone con toda claridad: «no me es posible, en una
perspectiva humanista, “entrar” en el ser de mi esposa para hacer el movimiento que le cabe hacer. No
puedo prescribirle mis opciones. No puedo frustrarla en su derecho de actuar. No puedo manejarla (...). De
la misma forma, y por las mismas razones, no puedo aplastar a mis hijas, ni tenerlos como a cosas que
conduzco a donde me parece mejor. Mis hijos son devenir como yo. Son búsqueda como yo. Son
inquietudes de ser, como yo. No puedo, igualmente, calificar a mis alumnos, consificar al pueblo,
manipularlos en nombre de nada» 15. La prescripción a otro de las opciones personales es alienante, puesto
que obliga a la conciencia del receptor a albergar la del opresor. En La medida en que las pautas de
comportamiento de los oprimidos se conforman de acuerdo con la de los opresores, su comportamiento es un
comportamiento prescrito, alienado; deja de sen creativo y, anulada la posibilidad de integración, se convierte
en un comportamiento acomodado, ajustado.
Las consecuencias de todas estas consideraciones para la vida del hombre y su educación son evidentes. A
desentrañarlas es a la que vamos a dedicarnos a continuación.
Por la orientación de su trabajo, Paulo Freire estuvo siempre en contacto estrecho con la clase oprimida, can
los analfabetos, con los incultos. De este estrecho contacto nació en él una reflexión profunda sobre las
condiciones y las características del fenómeno de la agresión, así como sobre sus implicaciones.
Como hemos vista, lo propio del hambre, su vocación, es la libertad, la marcha progresiva hacia la
humanización; la alienación y la des-humanización son «situacionales»: la distorsión de la humanización es
una posibilidad histórica no una vocación. Veamos, por ejemplo, el caso del analfabetismo. La concepción
ingenua del analfabetismo tiende a presentarlo como si se tratara, según la expresión de Freire, de un
«absoluto en sí», de una enfermedad que pasa de unos a otros como el contagio; se trata, según la irónica
calificación de Freire, de una «concepción bacteriológica» del analfabetismo, de un mal que, para utilizar el
lenguaje convencional, debe sen «erradicado». Esta concepción ingenua parece sostener que los culpables
del analfabetismo no son sino los analfabetos mismos, como si la marginación social fuese una elección y no
una imposición. Por el contrario, si se enfoca el problema desde una perspectiva critica, el analfabetismo
aparece como un fenómeno reflejo de la estructura social que en un momento dada existe en una sociedad.
No es una enfermedad en sí, sino un síntoma de una enfermedad social subyacente. El analfabetismo no es
una condición elegida por el hombre, sino un freno puesto al ejercicio de sus derechas, un freno que tiende a
objetivarlo, a convertirlo en cosa; son los opresores los que colocan el freno al oprimido: «la conciencia
opresora tiende a transformar en objeto de su dominio todo aquello que le es cercano. La tierra, las bienes, la
13
Ídem. p. 161.
14
Ídem, p. 169.
15
P. FREIRE, Sobre la acción cultural, ICIRA, Santiago de Chile, 1969, p. 21.
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producción, la creación de los hombres, los hombres mismos, el tiempo en que se encuentran, todo se reduce
a objetos de su dominio» 16.
La sociedad creada por los opresores es una sociedad cerrada, una sociedad objeto; una sociedad, según
Freire, depredatoria; para ella no existe el pueblo, sino la masa. Las elites gobernantes se sitúan sobre —no
con— el pueblo, lo dominan y le imponen sus prescripciones; el pueblo, como el hombre que lo integra, es
objetivizado. Se ve claramente sí se examinan las características de la sociedad cerrada: las sociedades
cerradas se estructuran de manera rígida y autoritaria; carecen de movilidad social, sea ascendente a descen-
dente: el hijo del zapatero no puede llegar a ser profesor universitario y el hijo del profesor universitario, por
los prejuicios de clase de sus padres, no puede llegar a ser zapatero; las sociedades cerradas se caracterizan
por la conservación del status o privilegio y por desarrollar todo un sistema educacional para perpetuar ese
privilegio; en ellas hay una fuerte dicotomía entre el trabajo intelectual y el trabajo manual, dicotomía que
hace digno al primero y denigrante al segundo; las sociedades cerradas son incapaces de conocerse a sí
mismas, viven sin descubrir cuáles son sus necesidades y problemas y sin saber como pueden satisfacerlos y
solucionarlos; están, por ello, obligadas a importar constantemente modelos de vida y desarrollo; se
caracterizan, en fin, por el analfabetismo y el desinterés por la educación básica de los adultos. 17
A la sociedad cerrada le corresponde un tipo particular de cultura: la cultura del silencio. Cultura del silencio
en la que el hombre está siempre presionado, siempre imposibilitado de hablar, de pronunciar su palabra. Es
la cultura de la época colonial y de las sociedades cerradas similares a ella; sociedades en las que, como dice
Freire, no se oía otra voz que la del púlpito. La cultura del silencio no puede ser valorada como un fenómeno
en si, sino corno una superestructura necesaria a la estructura de dominación, para utilizar de nuevo una
expresión de Freire. La cultura del silencio es el resultado de la objetivación del pueblo por parte de los
opresores, es la manifestación del acriticismo fomentado y celosamente salvaguardado por ellos; porque el
silencio no es tanto el mutismo como la falta de espíritu critico: «las sociedades a las cuales se les niega el
diálogo-comunicación, y en su lugar se les ofrecen “comunicados”, se hacen preponderantemente “mudas”.
El mutismo no es propiamente inexistencia de respuesta. Es una respuesta a la que le falta un tenor
marcadamente critico» 18. El enmudecimiento del pueblo por parte de las clases opresoras, es potenciado por
sus aliados. En este sentido, es particularmente dura la critica de Freire al papel que juega la Iglesia en
América Latina, a la que acusa de realizar una función anestésica sobre los oprimidas; mistificándole la
realidad, alimentando en su espíritu promesas para el más allá, la Iglesia ha jugado en América Latina más a
apoyar al opresor y reforzarlo que a liberar al pueblo; la Iglesia ha creado un cobijo artificial para quienes,
cansados de la existencia cotidiana y faltos de esperanza, necesitan ser reconfortados; y la Iglesia se ha
dedicado casi exclusivamente a reconfortar: «es un tipo de acción que presupone la posibilidad de cambiar el
corazón de los hombres sin tocar aquellas estructuras que, en verdad, dañan este corazón» 19.
Como lo ha señalado Freire, a estas realidades estructurales les corresponde un determinado nivel de
conciencia. El primer estado de la conciencia, el que corresponde a la cultura del silencio, a la sociedad
oprimida, es la intransitividad; la conciencia intransitiva resulta de lo que Freire denomina un estrechamiento
en el poder de captación de la conciencia, es capacidad de ver los desafíos que están más allá de la vegetativo.
La intransitividad produce una conciencia mágica, conciencia que se caracteriza por su simplicidad, por su
apego al pasado, por su tendencia al gregarismo y la masificación, por su desprecio por el hombre sencillo,
por su impermeabilidad a la investigación, por su pasionalidad y su magicismo, por su visión estática y no
cambiante de la realidad: «la conciencia mágica (...) no se considera “superior a los hechos” dominándolos
desde fuera, “ni se juzga libre para entenderlos como mejor le agrada”. Simplemente los capta, otorgándoles
un poder superior, al que teme (...) y al cual se somete con docilidad. Es propio de esta conciencia el
fatalismo que le lleva a cruzarse de brazos y a la imposibilidad de hacer algo frente al poder de los hechos
consumados, bajo los cuáles queda vencido el hombre» 20.
16
P. FREIRE, Pedagogía del oprimido, p. 59.
17
Cf. P. FREIRE, La educación como práctica de la libertad, Siglo XXI, Buenos Aires, 1973. pp. 32 y ss.; también en
Cambio, p. 73.
18
P. FREIRE, La educación como practica..., p. 63.
19
P. FREIRE, «Las Iglesias en América Latina: su papel educativo», en P. PREIRE; I. ILLICH, y. P. FURTER,
Educación para el cambio social, Tierra Nueva, Buenos Aires, s. f., p. 118.
20
P. FREIRE, La educación como practica..., p. 102.
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Los procesos de urbanismo e industrialización y, sobre todo, las contradicciones crecidas en el seno de la
sociedad cerrada entre valores nuevos en busca de afirmación y valores viejos en busca de perpetuación,
hacen que se verifique el tránsito hacia la sociedad democrática. Vimos ya cómo Freire consideraba que la
sociedad brasileña de su tiempo estaba «abriéndose». En una sociedad en tránsito, las masas populares
empiezan a reclamar su protagonismo y a hacerse presentes en el proceso histórico: desean participar.
Además, las masas descubren en la educación un camino para cambiar de status y entonces exigen más
escuelas. ¿Cuál es la respuesta a estas exigencias? La clase dominante responde con la que Freire denomina
la «invasión cultural», que no es sino una táctica de dominación cultural modernizada. La invasión cultural
es la penetración que hacen los invasores en el contexto cultural de los invadidos, imponiendo a éstos su
visión del mundo» 21. A través de esta invasión cultural, los opresores imponen a los oprimidos su visión del
mundo, sus pautas de conducta y su estilo de vida; la invasión cultural, por tanto, implica una violencia,
manifiesta a solapada, que contraria el ser de la cultura invadida; la invasión cultural es dominante y
engañosa, hacienda aparecer a veces al dominador como un amigo que ayuda. Como señala Fausto Franca,
la invasión cultural es una de las formas más solapadas y degradantes de que el opresor se sirve para impedir
que la sociedad cambie. Una de las consecuencias más importantes de la invasión cultural de la clase
dominante es que impide la autenticidad de la clase dominada: «en la invasión cultural es importante que los
individuos vean su realidad con la óptica de los invasores y no con la suya propia. Cuanto más mimetizados
están las invadidos, mayor será la estabilidad de los invasores. Una condición básica para el éxito de la
invasión cultural radica en que los invadidos se convenzan de su inferioridad intrínseca» 22.
Como en el caso de la sociedad cerrada, la Iglesia es la gran aliada de las clases dominantes también de la
sociedad en transición. Una Iglesia, eso sí, modernizada y burocratizada, pero tan alienante como la
tradicional. Su palabra, según Freire, en vez de iluminar, oculta la realidad, y la presenta como un dato en sí,
inmutable, intocable. En lugar de defender la desaparición del capitalismo, esta Iglesia modernizada habla de
su «humanización». La Iglesia, indudablemente, se moderniza, pero no cambia su papel de defensora del
statu quo social: «la que hay de condenable en la Iglesia “moderna” y modernizante no es su preocupación
por perfeccionar sus instrumentos de trabajo sino su opción política innegable, aunque muchas veces no
manifiesta, al igual que las iglesias tradicionalistas, de las cuales es una nueva versión; su compromiso real
no es con las clases sociales dominadas, sino con las elites del poder» 23.
No nos alargamos más en la descripción de la situación de opresión. Nos limitaremos a señalar que, por la
forma en que se realiza, despierta en los oprimidos el deseo de llegar a convertirse en opresores; la ambición
del oprimido no es desarrollarse él libremente, conforme a sus características, y colaborar al desarrollo de los
que son como él, sino llegar a ser como el opresor. Como quiera que, según vimos, una de las características
de la opresión es la de hacer prácticamente imposible la movilidad social, el oprimido, al percibir su posición
siempre dominada y a fuerza de oír hablar de su indolencia y su incapacidad, acaba por verse a sí mismo
indolente e incapaz. La «vocación ontológica» del hombre queda, de esta forma, anulada: «toda situación
en que, en las relaciones objetivas entre “A” y “B”, “A” explota a “B”, “A” obstaculiza a “B” en su
búsqueda de afirmación como persona, como sujeto, es opresora. Tal situación al implicar la obstrucción de
esta búsqueda, es en sí misina violenta. Es una violencia al margen de que muchas veces aparezca azucarada
por falsa generosidad (...) ya que hiere la vocación antológica e histórica de los hombres: la de ser más» 24.
Hemos vista hasta aquí como a un tipo de sociedad le corresponde una cultura determinada y a ésta una
determinada forma de conciencia, fomentada por la invasión cultural. Veamos como la educación es uno de
Los más potentes realizadores de esa invasión y como la violencia institucionalizada que ella implica tiende a
perpetuar la opresión de los dominados por parte de los dominadores.
A cada situación cultural le es propia una concepción educativa y unas prácticas pedagógicas determinadas.
La «invasión cultural» realizada por las elites dominantes encuentra caminos diversos según se dirija a los
21
P. FREIRE, Pedagogía del oprimido..., pp. 198-199.
22
Ídem, p. 200.
23
P. FREIRE, «Las iglesias en América...», en op. cit., p. 151.
24
P. FREIRE, Pedagogía del oprimido..., p. 54.
390
campesinos analfabetos o a los estudiantes que asisten a escuelas institucionalizadas. A las demandas
educativas de los primeros, los dominadores responden con una educación puramente extensiva; a las de los
segundos, con una educación «bancaria». La alternativa de Freire es la educación por la comunicación para
los unos y la educación liberadora para los otros (por supuesto, la alternativa de Friere es liberadora también
para los primeros). Centrémonos, para empezar, en el binomio extensión comunicación.
Se trate de alfabetizar, o de modernizar el cultivo de la tierra, la práctica extensiva realizada por la clase
dominante tiende a normalizar a los dominados, a hacerlos moverse de acuerdo con unos patrones unos
valores y unas conductas que no son sino la extensión de las de la clase dominadora. Como lo señala Ruiz
Olabuenaga, el término extensivo se encuentra en relación significativa con transmisión, entrega, donación,
mesianismo, mecanismo, invasión cultural y otros semejantes. De hecho, la realización de la extensión se
lleva a cabo a través de los slogans y la propaganda, ante lo cual el campesino, el educando, se encuentra
impotente. La tarea educativa extensiva impuesta a través de medios tan sutiles como el de la propaganda,
nada tiene que ver con la auténtica educación: «ni a los campesinos ni a nadie se persuade ni se somete a la
fuerza mítica de la propaganda. A los hombres se les problemática su situación concreta, objetiva, real, para
que captándola críticamente operen, también críticamente, sobre ella» 25. La expresión misma de educación
extensiva es un contrasentido: si la noción de extensión implica la acción de llevar, entregar, transferir,
depositar algo en alguien, la educación extensiva es esencialmente mecanicista, precisamente lo contrario de
la verdadera educación, que es comunicación, toma de conciencia, dialéctica.
Freire critica la concepción extensiva de la educación analizando el concepto heterodoxo de la teoría del
conocimiento que la subyace. Para Freire, conocer no es el acto a través del cual un sujeto transformado en
objeto redile de manera dócil y pasiva los contenidos que otro le transmite; según él lo entiende, conocer
implica: una presencia curiosa del sujeto frente al mundo; una acción transformadora sobre la realidad; una
búsqueda constante, invención y reinvención; una reflexión critica personal sobre el acto mismo de conocer. 26
Para que el conocimiento sea verdadero, debe cumplir tres requisitos indispensables que a continuación
analizamos.
El conocimiento no debe limitarse a la mera comprensión de la presencia de las cosas; si así fuere, el
conocimiento no saldría del campo de la «doxa», en el que el hombre analiza los hechos, los fenómenos
mentales, como meras presencias, limitándose a opinar sobre sus conexiones, sus particularidades, etc. Se
pasa del campo de la «doxa» al del «logos» cuando aparece la critica por encima de la opinión; en el
dominio del «logos» no solo se afirman las relaciones entre las cosas, sino que se estudian las causas internas
de esas relaciones; el conocimiento se entrega a la explotación de la causalidad de las cosas. Mientras que el
conocimiento mágico y el conocer «doxático» son formas ingenuas de conocer el mundo, el conocimiento
entice y el conocer «lógico» que le acompaña permiten una auténtica comprensión de la realidad.
El conocimiento debe orientarse hacia la comprensión de la totalidad. Si el conocer doxático apenas permite
el descubrimiento de relaciones aisladas entre los hechos, el conocimiento verdadero debe percibir la realidad
corno una totalidad y las partes de esa totalidad deben ser analizadas en función de ella y no aisladamente. La
educación que quiera seguir un modelo comunicativo y no extensivo debe tener en cuenta este hecho
primordial que condena al fracaso las acciones educativas emprendidas por los agrónomos educadores: «es
innegable la solidaridad entre las diversas dimensiones constitutivas de la estructura cultural. Esta solidaridad
en que se hallan las varias dimensiones componentes de la totalidad estructural provoca formas diferenciales
de acción a la presencia de elementos nuevos en ella introducidos. En cualquier reacción hay siempre un
sistema de referencias. Amenazada una dimensión de la estructura cultural, la reacción cambia en relación
directa con el marco de referencia (...). De ahí que no sea posible al agrónomo educador intentar el cambio
de actitud de los campesinos, en relación a cualquiera de estos aspectos, sin conocer su visión del mundo y
sin enfrentarla en su totalidad» 27.
La tercera característica del conocimiento es su ausencia de neutralidad. Tal como Freire lo entiende, el saber
científico no puede ser vista fuera de sus condicionamientos histórico-sociológicos. El condicionamiento
25
P. FREIRE, ¿Extensiones o comunicación, p. 21.
26
Cf. La síntesis de Ruiz Olabuénaga, en Paulo Freire. Concientización y androgogía..., pp. 63 y ss.
27
P. FREIRE, ¿Extensión o comunicación...?, p. 29.
391
histórico-sociológico de la ciencia y la técnica demuestra que no existen una ciencia ni un conocimiento
neutros. Por lo mismo, no puede existir una pedagogía neutra ni una práctica educativa al margen de la
estructura social y la dinámica histórica de las personas a las que esa práctica se dirige.
La educación que intente, sin más, que los campesinos analfabetos sustituyan su conocimiento y su
comportamiento mágicos por unos conocimientos y comportamientos críticos, está abocada al fracaso. Es
una educación extensiva que pretende transferir un contenido hecho y acabado a la mente de esos campesinos.
Lo primero que se debe cambiar es la concepción del mundo; mientras esto no se haga, las técnicas nuevas,
los comportamientos nuevos que se pretendan extender a ellos provocarán una reacción de rechazo y
desconfianza: «superponer a él otra forma de pensar, que implica otro lenguaje, otra estructura y otra manera
de actuar, le provoca una reacción natural, una reacción de defensa ante el invasor que amenaza romper su
equilibrio interno» 28. La educación extensiva, incluso si es la del educador agrónomo, no puede aprobarse;
en primer lugar porque el cambio en la esfera técnica desgajado de los cambios en otras esferas no es viable;
en segundo lugar, porque la educación neutra no existe y la educación extensiva es una educación al servicio
de la situación establecida. La educación extensiva se limita al campo de la «doxa», no abarca la totalidad y
cae en el espejismo de la neutralidad, olvidando sus repercusiones sociales y políticas.
A la práctica extensiva, Freire opone la educación a través de la comunicación. Los elementos de la teoría de
la comunicación pedagógica elaborada por Freire son sintetizados por Ruiz Olabuénaga como sigue:
A nivel de la educación institucionalizada como también a todos los demás niveles en que se realizan
actividades educacionales, Freire distingue entre la educación bancaria y la educación liberadora. A la
primera la denomina bancaria por que concibe al hombre como a un banco en el que se depositan los valores
28
Ídem, p. 26.
29
Cf. J. I. Ruiz OLABUÉNAGA, en op. cit. pp. 67-69.
392
educativos, los paquetes de conocimientos. La educación bancaria parte de unos supuestos falsos según los
cuales se niega, en los procesos de adquisición del conocimiento, la búsqueda personal: si el educador es el
que sabe y el alumno es el ignorante, al primero le corresponde dar, entregar, transmitir su saber al segundo,
cuya función no debe ser otra que la de la asimilación pasiva. En Pedagogía del oprimido, libro en el que
Freire ha descrito con detalle esta actitud ante los problemas de la educación, se sintetizan las características
de esta contradicción entre el educador y los educandos:
Tras la educación bancaria se esconde el presupuesto según el cual la educación es un acto de depositar: los
educadores son los que depositan y los educandos los depositarios. Se esconde, tras ella, una concepción del
hombre desgajado de su mundo, al margen de él; la educación bancaria desconoce el sentido histórico del
hombre, al que concibe como acabado y a-histórico. Se esconde una concepción errónea del analfabetismo y
la pobreza, a los que se ve como males que hay que erradicar. Se esconde una concepción del alumno que lo
identifica con un recipiente que es preciso llenar, al que es preciso darle, transmitirle los conocimientos, como
si el conocer fuese una recepción mecánica y pasiva. Tras la educación bancaria se esconde, en definitiva,
una concepción errónea de la educación, que es dividida en dos momentos: «el primero, en el cual el
educador en su biblioteca o en su laboratorio, ejerce un acto cognoscente frente al objeto cognoscible, en tanto
se prepara para su clase. El segundo, en el que frente a los educandos narra o diserta con respecto al objeto
sobre el cual ejerce su acto cognoscente» 31. Éste es el núcleo de la educación bancaria, en la cual ten vez de
comunicarse, el educador hace comunicados y depósitos que los educandos, meras incidencias, reciben
pacientemente, memorizan y repiten. Tal es la concepción “bancaria” de la educación, en que el único
margen de acción que se ofrece a los educandos es el de recibir los depósitos, guardarlos y archivarlos;
margen que solo les permite ser coleccionistas o fichadores de las cosas que archivan» 32.
30
P. FREIRE, Pedagogía del oprimido..., p. 78.
31
Ídem, pp. 90-91.
32
Ídem, p. 76.
33
Ídem, p. 83.
393
Al suprimir el diálogo, al hacer proliferar los slogans y la publicidad, al apelar constantemente a la autoridad
y al ocultar sistemáticamente la realidad, la educación bancaria acarrea una serie de consecuencias negativas
tanto para el alumno como para la sociedad. éstas son algunas de las señaladas por Freire:
La educación liberadora, o educación problematizadora, como también la denomina Freire, tiene los
caracteres opuestos a la educación bancaria. No solamente niega la dicotomización entre el educador y los
educandos, sino que niega lo que es la esencia misma de la teoría del conocimiento implícita tras la educación
bancaria: «al contrario de la educación “bancaria”, la educación problematizadora respondiendo a la esencia
del ser de la conciencia, que es su intencionalidad, niega los comunicados (...). Se identifica con lo propio
de la conciencia que es ser siempre “conciencia de”, no solo cuando se intenciona hacia objetos, sino
también cuando se vuelve sobre sí misma en lo que Jaspers denomina “escisión”. Escisión en la que la
conciencia es “conciencia de la conciencia”» 35.
Como en el caso de la educación bancaria, tras la educación liberadora laten una serie de postulados, que, en
este caso, son de signo contrario. En efecto, la pedagogía problematizadora parte de la fe en la capacidad de
pensar de los oprimidos, de la fe en los hombres oprimidos mismos. Por otra parte, a los slogans y propaganda
de la educación bancaria, la educación liberadora opone el diálogo: no se trata de depositar conocimientos en
los oprimidos, sino de dialogar con ellos y «pronunciar juntos el mundo». Contra la concepción objetivizante
de los educandos, la educación liberadora considera al oprimido como sujeto, como autor de su historia y
como individualidad integrada en un contexto social. Por último, la educación liberadora enfatiza la
responsabilidad de los educandos, insistiendo en que son seres activos y no piezas de un engranaje.
La educación liberadora está marcada por una serie de exigencias que el mismo Freire ha destacado. La
primera es la de actividad y criticidad. Freire piensa en un método activo que dé la máxima importancia a la
34
Cf. Idem pp. 89-99.
35
Ídem, p. 89.
36
Cf. Idem, pp. 89-99.
394
iniciativa personal y la creatividad, con las que la criticidad está estrechamente unida: «pensábamos en un
método activo que fuese capaz de hacer critico al hombre a través del debate en grupos de situaciones
desafiantes; estas situaciones tendrían que ser existenciales para tales grupos. De otra manera, estaríamos
repitiendo los errores de una educación alienada, sin llegar a ser instrumental» 37.
La segunda exigencia es la de la dialogicidad. El diálogo, es, en efecto, indispensable para el desarrollo del
hombre y sin él no puede existir una educación verdadera. Para la pedagogía liberadora, el diálogo no es una
concesión momentánea sino la esencia de su significado: «él diálogo con las masas no es una concesión, ni
un regalo, ni mucho menos una táctica que debe ser utilizada para dominar, como lo es por ejemplo la
“esloganización”. El diálogo (...) es una condición fundamental para la verdadera humanización de los
hombres» 38.
Dada la importancia que el diálogo y la dialogicidad tiene en la concepción de Freire, vamos a detenernos un
momento en este punto. Y vamos a ver, en primer lugar, lo que el diálogo no es: el diálogo no es un depositar
ideas y valores en el otro; no es un mero intercambio de ideas ni un monologo entre dos; no es una discusión
bizantina ni «guerrera» entre dos sujetos antagónicos no es un instrumento de conquista para apoderarse del
otro. Tal y como Freire lo entiende, «el diálogo es una relación horizontal de “A” con “B”. Nace de una
matriz critica y genera criticidad (Jaspers). Se nutre del amor, de la humildad, de la esperanza, de la fe, de la
confianza. Por eso, solo el diálogo comunica. Y cuando los dos polos del dialogo se ligan así, con amor, con
esperanza, con fe uno en el otro, se hacen críticos en la búsqueda de algo. Se crea, entonces, una relación de
simpatía entre ambos. Solo ahí hay comunicación» 39. Según la formulación de Pedagogía del oprimido, el
diálogo «es este encuentro de los hombres, mediatizadas por el mundo, para pronunciarlo, no agotándose, por
tanto, en la mera relación “yo-tú”» 40.
Analicemos cada uno de los componentes del diálogo incluidos en la primera definición sirviéndonos de citas
del mismo Freire:
1) Amor: «el amor es un acto de valentía, nunca de temor; el amor es compromiso con los
hombres. Donde quiera que exista un hombre oprimido, el acto de amor radica en
comprometerse con su causa. La causa de su liberación. Este compromiso, por su carácter
amoroso, es dialógico» 41.
2) Humildad: Como puedo dialogar si aliento la ignorancia; esto es, sí la veo siempre en el otro,
nunca en mi? (...) ¿Cómo puedo dialogar, sí parto de que la pronunciación mundo es tarea de
hombres selectos? (...) ¿Cómo puedo dialogar si me cierro a la contribución de los otros, la
cual jamás reconozco y hasta me siento ofendido por ella? ¿Cómo puedo dialogar si temo la
superación y si solo al pensar en ella sufro y desfallezco?» 42.
3) Fe en los hombres: «la fe en los hombres es un dato “a priori” del diálogo. Por eso existe aún
antes de que éste se instaure. El hombre dialógico tiene fe en los hombres antes de encontrarse
frente a frente con ellos» 43.
4) Esperanza: «sí el diálogo es el encuentro de los hombres para ser más, éste no puede realizarse
en la desesperanza. Si los sujetos del diálogo nada esperan de su quehacer, ya no puede haber
diálogo. Su encuentro, allí, es vacío y estéril es burocrático y fastidioso» 44.
5) Pensamiento critico: «es un pensar que percibe la realidad como un proceso, que la capta en
constante devenir y no como algo estático. Una tal forma de pensar no se dicotomiza a sí
misma de la acción y se empapa permanentemente de temporalidad, a cuyos riesgos no teme» 45.
37
P. FREIRE, La educación como practica, p. 103.
38
P. FREIRE, Pedagogía del oprimido..., p. 178.
39
P. FREIRE, La educación como práctica..., p. 104.
40
P. FREIRE, Pedagogía del oprimido..., p. 105.
41
Ídem, p. 107.
42
Ídem, pp. 107-108.
43
Ídem, p. 108.
44
Ídem, p. 110.
45
Ídem, p. 110.
395
El educador-bancario no se preocupa por él dialogo, sino por el programa sobre el que disertará a sus
alumnos, programa organizado por él mismo. Por el contrario, para el educador-liberador, para el educador-
educando, como la denomina Freire, el contenido de la educación no es una imposición, sino la devolución
organizada, sistematizada y acrecentada al pueblo de los elementos que éste le entrego de forma in-
estructurada (Freire cita una frase de Mao a Malraux: «cómo usted sabe, yo proclamo desde hace mucho
que debemos enseñar a las masas con precisión lo que hemos recibido de ellas con confusión).
Finalicemos señalando que el objetivo que persigue la educación liberadora está en el extremo opuesto del de
la educación bancaria. Mientras que ésta se proponía, como vimos, perpetuar la situación de opresión de los
dominados, su pasividad y quietismo social, la educación problematizadora se define, al contrario, por ser
precisamente una educación para la liberación del oprimido, para su batalla por la transformación de la
realidad. El objetivo de la educación liberadora, tai como Freire la plantea, no es sino colaborar con el
pueblo «en la indispensable organización reflexiva de su pensamiento. Educación que pusiese a su
disposición medios con los cuales fuese capaz de superar la captación mágica a ingenua de su realidad y
adquiriese una actitud dominantemente crítica» 46.
La práctica de la educación liberadora tiende, en fin, a ayudar a los oprimidos a pasar de su conciencia
ingenua, a la cual ya nos referimos antes, a una conciencia transitiva, critica. Solamente con una conciencia
transitiva y crítica, los oprimidos podrán entender y captar su propio tiempo histórico; solamente ella da
acceso a la capacidad de decisión y compromiso social, porque la conciencia transitiva y critica significa
responsabilidad y participación politica. éstas son, según Freire, las características de la conciencia transitiva
critica:
Acabamos de ver el tipo de educación propugnado por Freire: una educación liberadora basada no en la
extensión sino en la comunicación. Para lograr este objetivo, Freire propone una pedagogía de la
concientización, pedagogía que debe cumplir tres condiciones fundamentales: en primer lugar, debe utilizar
un método critico y dialógico; en segundo lugar, debe modificar el contenido programático de la educación;
por fin, debe servirse de unas técnicas nuevas, tanto para reducir y codificar el nuevo contenido programático
como para descodificarlo.
El diálogo es, como acabamos de ver, una exigencia fundamental en el planteamiento de Freire. Solo él
permite una relación horizontal de «A» con «B» solo él permite la auténtica comunicación, imposible de
lograr con una actitud anti-dialógica: «él anti-diálogo que implica una relación vertical de “A” con “B” es
lo opuesto a todo aquello [el diálogo]. Es desamorado. Es acrítico y no genera critica, precisamente por ser
desamorado. No es humilde. Es desesperanzado. Arrogante, autosuficiente. En el anti-diálogo se quiebra
aquella relación de simpatía entre sus polos, característica del diálogo. Por lo de que, el anti-diálogo no
comunica. Hace comunicados» 47.
Pero quien dialoga lo hace con alguien y sobre algo; este «algo» es el nuevo contenido programático
defendido por Freire. Lo principal de ese nuevo contenido seria, según él lo entiende, el concepto
46
P. FREIRE, La educación como práctica..., p. 102.
47
Ídem, pp. 104-105.
396
antropológico de cultura: el papel active del hombre en y con la realidad; el sentido mediacional que tiene la
naturaleza en las relaciones y comunicaciones entre los hombres; la cultura como aportación del hombre al
mundo a través de su trabajo y su esfuerzo creador; el sentido trascendental de sus relaciones; la dimensión
humanística de la cultura; la cultura como adquisición sistemática, critica y creadora, de la experiencia
humana, etc.
Para hacer accesible este nuevo contenido programático, para poder alcanzar su dominio, se necesita la
mediación de unas «técnicas». Freire «codifica» en unas láminas unas cuantas situaciones existenciales
familiares al campesino; de la «descodificación» dialógica de esas situaciones saldrá la posibilidad de
acceder a ese contenido programático, de elaborarlo y crearle. El proceso total recibe el nombre de
concientización, concepto al que ya nos referimos antes.
Sin entrar en el problema concrete de la alfabetización, vamos a analizar los pasos generales de todo el
proceso educacional propuesto por Freire. Al finalizar este análisis, profundizaremos un poco más lo que él
entiende por concientización, ya que es, sin duda, uno de los conceptos claves de su pensamiento.
El método psico-social de Paulo Freire tiene tres mementos esenciales: la investigación temática, la
codificación y la descodificación. «Este movimiento siempre abierto —escribe Fausto Franca—, es común
a la alfabetización de adultos y a la tarea educativa que está más allá de la alfabetización, y es de tal
naturaleza, que por encima de cualquier metodología y conjunto de técnicas empleadas, está exigiendo una
doble decisión: que se tenga al hombre oprimido como sujeto, no como “cosa” y que además se haga
claramente la opción por la liberación. Sin estas opciones, las técnicas se convierten en instrumentos sin
vida» 48.
2. Investigación temática
Para Freire, la palabra, el diálogo, es un encuentro de los hombres, mediatizados por el mundo, que buscan la
transformación de ése mundo. La educación, que es fundamentalmente diálogo, no es posible si no se realiza
sobre la base de ese mundo que mediatiza a las dos partes del diálogo. El contenido de la educación no puede
ser, como la era en la concepción bancaria, una elección arbitraria de los educadores; el contenido
programático de la educación debe ser una búsqueda y una elección de los educadores y el pueblo juntos,
dialogando sobre el mundo que los mediatiza: «el momento de esta búsqueda es la que instaura el diálogo de
la educación como práctica de la libertad. Es el momento en que se realiza la investigación de lo que
llamamos el universo temático del pueblo o el conjunto de sus temas generadores» 49. El proceso inicial de
investigación temática es ya educación: los hombres discuten sus puntos de vista, su visión del mundo
implícita en sus sugerencias y las de los demás. Lo que la investigación temática pretende no es otra cosa que
investigar cuáles son las relaciones del hombre con su mundo, la forma en que esas relaciones están
representadas en su conciencia, los niveles de percepción de la realidad, etcétera. A través de este diálogo en
busca de la reflexión sobre el mundo por parte del pueblo, aparecen los «temas generadores», que no son
otra cosa que los problemas con capacidad suficiente para dinamizar las reservas del oprimido y para
movilizar a éste de su posición pasiva y aletargada; estos problemas, por su mismo origen, estarán enraizados
en las relaciones del hombre con su mundo: «es importante re-enfatizar que el “tema generador” no se
encuentra en los hombres aislados de la realidad, m tampoco en la realidad separada de los hombres, y, mucho
menos, en una “tierra de nadie”. Solo puede estar comprendido en las relaciones hombre-mundo» 50.
Cada época y cada situación histórica tienen sus propios temas generadores, ya que éstos no son otra cosa que
la representación concreta, en la conciencia de los hombres, de las ideas, valores y preocupaciones de la época
y situación de que se trate. El universo temático, de una etapa histórica está constituido por el universo de
temas que en ella afloran, considerados en interacción y no en aislamiento. Dentro de cada época y situación
pueden descubrirse múltiples temas generadores, tanto generales como concretos; a su vez, estos temas dan
lugar al nacimiento de otros que se encadenan con ellos; lo importante es que esos temas nazcan
espontáneamente y que tengan la capacidad necesaria para despertar el pensamiento y la acción de los
48
FAUSTO FRANCA, op. cit., p. 181.
49
P. FREIRE, Pedagogía del oprimido, p. 116.
50
Ídem, p. 131.
397
oprimidos: «estos temas se llaman generadores porque cualquiera que sea la naturaleza de su comprensión,
como de la acción por ellos provocada, contienen en si la posibilidad de desarrollarse en otros tantos temas,
que, a su vez, provocan nuevas tareas que deben ser cumplidas» 51.
Los temas generadores constituyen el nueva contenido programático de la educación. Pero es necesario
anotar dos diferencias importantes con respecto a la educación tradicional: en primer lugar, que este nuevo
contenido programático no procede de ningún ministerio ni laboratorio, sino de un contacto directo e
inmediato con el pueblo; en segundo lugar, que este contenido programático, una vez elaborado, no
permanece ya estático e inmutable, fijo para siempre, petrificado: por su misma esencia, por su origen, el
contenido constituido por el conjunto de temas generadores está en cambio permanentemente, es
esencialmente dinámico y no puede considerarse en ningún momento como algo definitivamente establecido.
2. Codificación
Descubiertos los temas generadores, éstas son susceptibles de ser agrupados en un «universo temático
mínimo» constituido por los temas generadores en interacción. El universo temático mínima pasa a ser
codificado: una situación existencial codificada no es otra cosa que una situación dibujada a fotografiada,
que remite, por abstracción, a la realidad existencial concreta. La codificación, por tanto, es la simbolización
de esa realidad concreta; ella parte de manifiesto una situación vivencial normal que evoca una serie de
contenidos, así como la conexión con otras situaciones adyacentes.
En contacto con las situaciones codificadas, surgirán una serie de tensiones, de problemas, de
reivindicaciones, que son las manifestaciones de las situaciones extremas en que se hallan los oprimidos: son
las «situaciones limite». Las situaciones codificadas se convierten, de esta forma, en desafíos sobre los que
deben incidir la reflexión critica de los sujetos descodificadores; desafíos por otro lado, que empujan no a la
aceptación dócil y pasiva de esas situaciones, sino a su superación a través de los «actos límite»
correspondientes: «en el momento en que se instaura la percepción critica en la acción misma, se desarrolla
un clima de esperanza y confianza que conduce a los hombres a empeñarse en la superación de las
“situaciones límite”» 52.
Para poder dar lugar a esta dinámica, la codificación debe cumplir una serie de requisitos que son, por lo
demás, evidentes: las codificaciones deben representar situaciones conocidas por los individuos a los que se
van a ofrecer, de esta forma podrán reconocerlas y podrán reconocerse a sí mismos en ellas; el núcleo
temático de las codificaciones no debe ser ni enigmático ni demasiado explicito; las situaciones codificadas,
por fin, deben ofrecer múltiples posibilidades de análisis en su codificación.
3. Descodificación
La descodificación no es otra cosa que el acto de descubrir los contenidos latentes en La situación existencial
codificada; es el análisis critico de la situación codificada. En el análisis y descomposición de la situación
codificada, es decir, en la descodificación, el contenido latente de las situaciones codificadas aflora como lo
que Freire denomina un «percibido destacado». A través del debate de los participantes de cada «círculo de
cultural», aparece en su conciencia, como una posibilidad de ser más, él «inédito viable», es decir, aquello
que todavía no existe pero que es posible si se lucha por ello.
En ha descodificación, como en todo el proceso que estamos analizando —que no es otra cosa que el proceso
de concientización— los integrantes del circulo de cultura atraviesan una serie de momentos
«tremendamente perturbadores» en los que el hombre empieza a concientizarse, empieza a renacer. Poco a
poco, los oprimidos se comportan frente a la realidad objetiva como frente a la realidad codificada; de esta
forma, el inédito viable se transforma en «acción que se realiza», con ha superación consiguiente de la
«conciencia real» por la «conciencia máxima posible»: el hombre deja de estar atado a lo que es y percibe
la necesidad de luchar por lo que puede ser. Según Freire, «la conciencia dual, “hospedera de los mitos de
51
Ídem, pp. 124-125; nota a pie de página.
52
Ídem, p. 121.
398
la cultura del silencio”, es incapaz de divisar un “inédito viable” más allá de las “situaciones límite”» 53.
Gracias al proceso de concientización, las posibilidades del futuro quedan liberadas y los individuos se lanzan
a la realización de proyectos de lucia que los hagan salir de su situación de opresión.
Difícilmente podría exagerarse ha importancia del momento descodificador en el conjunto del método psico-
social de Paulo Freire. Es ese momento el que da paso a la acción, a la liberación. Y, como los demás
momentos del proceso, es esencialmente dialógico: el educador-educando no impone significaciones;
sencillamente, colabora en su elaboración.
4. Concientización
Según Freire, concientización es, en primer lugar, un acto de conocimiento; implica un desvelamiento de la
realidad con el que el hombre se adentra poco a poco en la esencia de los hechos que tiene frente a sí como
objetos cognoscibles, a fin de desvelar la razón de ser de esos hechos. Es, según lo define Freire, «un acto de
búsqueda de conocimiento».
En segundo lugar, la concientización no puede basarse en una simple conciencia del mundo, sino que se basa
en una dialectización conciencia-mundo. La concientización no puede basarse en una conciencia aislada del
mundo, no puede basarse en la creencia de que es dentro de la conciencia donde se opera la transformación
del mundo, sino que está dentro del mundo mismo, en la historia, a través de la praxis en que se da el proceso
de transformación.
La concientización supone, en cuarto lugar, una opción ideológica anterior. Sin esa opción ideológica previa,
la concientización como esfuerzo de transformación del mundo se puede frustrar. Si la opción es la del
mantenimiento de la situación establecida, es imposible realizar el proceso de concientización; como ya
vimos, en la concepción de Freire el hombre es un ser para la transformación, no para la acomodación. La
concientización es un quehacer que, desde el principio al fin, implica una opción ideológica comprometida y
revolucionaria.
En quinto lugar, la concientización tiene que encargarse de organizar la práctica de la transformación. Si para
que el hombre pueda humanizarse es necesario transformar la realidad, el proceso de concientización debe ser
capaz de dar a los oprimidos la organización necesaria para transformar la realidad deshumanizante.
La concientización, por fin, es utópica y el proceso de concientización es un proceso utópico. Para Freire, la
utopía no es la palabra irrealizable, sino la palabra verdadera; la utopía es la dialectización entre el acto de
denuncia del mundo deshumanizador y el anuncio del mundo humanizante. Una de las grandes tareas de la
53
P. FREIRE, citada por FAUSTO FRANCO, op. cit., p. 190.
54
Freire aclaró su concepto de concientización en una conferencia pronunciada en Cuernavaca bajo el título de
Desmitificación de la concientización. Cuando las obras de Freire estaban prohibidas en España —y hace muy poco
de ella— el texto de esta conferencia y el contenido de sus libros circulaban multicopiados entre nosotros en forma
de boletines. La conferencia a que nos referimos ha sido reproducida en varias revistas latinoamericanas.
399
educación liberadora es, según Freire, invitar a las masas a hacerse utópicas, denunciantes; la cuestión es que
la utopía critica, y no la ingenua, exige que el anuncio y la denuncia sean praxis histórica. No puede
transformarse nada con el verbalismo vació y estéril; el anuncio y la denuncia, la transformación, tienen que
darse en la praxis transformadora de cada uno dentro de la historia humana.
Las propuestas de Freire no se detienen en los aspectos puramente pedagógicos. Si hemos visto que la
educación extensiva y bancaria se daban como característica de una «cultura del silencio que era
consecuencia de una sociedad cerrada a en tránsito, la pedagogía de la liberación, la educación
problematizadora, dará acceso a una cultura de la palabra», a una sociedad abierta, democrática, cambiante.
Pero esta transformación exige unas condiciones determinadas sobre las que vamos a centrarnos brevemente.
Exige, en primer lugar, el desarrollo en los oprimidos de una conciencia critica que sustituya a su anterior
conciencia ingenua e intransitiva. La superación de la situación de opresión exige, en efecto, el
reconocimiento crítico de la razón de su situación a fin de lograr la instauración de una situación diferente a
través de una acción transformadora que incida sobre la realidad. Tal como la cita Paulo Freire, la conciencia
critica «es la representación de las cosas y de los hechos tal como se dan en la existencia empírica, con sus
correlaciones causales y sus circunstancias» 55, y éstas son sus características: anhela la profundidad y no se
satisface con las apariencias; reconoce que la realidad es cambiante; sustituye las explicaciones mágicas por
principios auténticos de causalidad; procura verificar los hallazgos; está dispuesta a someterse a revisiones;
hace lo posible por despojarse de prejuicios; rechaza las posiciones inmovilistas; rechaza toda transferencia
de responsabilidad; es interrogativa, averiguativa; no rechaza lo viejo por serlo ni acepta lo nuevo por ser
nuevo, sino que lo rechaza a acepta en la medida en que es válido. 56
La transformación de la sociedad en marcha hacia la utopía, hacia la realización del inédito social viable,
exige además un compromiso político concreto. En su artículo Las Iglesias en América Latina: su papel
educativo, Freire se opone a aquellos que conciben la concientización como una especie de tercera vía para
eludir la lucha de clases: «tal mistificación de la concientización, no solo en América Latina, (...) constituye
naturalmente un obstáculo y no una ayuda para el proceso de liberación» 57. Freire defiende con toda claridad
que la educación para la libertad es una pedagogía política, una opción politica revolucionaria orientada a
transformar la realidad concreta que obstaculiza la humanización de los hombres. Ser revolucionario
significa, para Freire, oponerse a la opresión y la explotación; significa actuar por la liberación, ya que
«decir que los hombres son personas y que como personas son libres, y no hacer nada para lograr
concretamente que esta afirmación sea objetiva, es una farsa» 58.
El problema de la politización implica el de la organización de las masas y el del papel del liderazgo
revolucionario. La organización les es necesaria a las masas para, unificadas, hacer de su debilidad una
fuerza transformadora con la cual sea posible recrear el mundo, hacerlo más humano. La organización de las
masas populares en clases «es el proceso a través del cual el liderazgo revolucionario, de quienes, como a las
masas, se les ha prohibido decir su palabra, instauran el aprendizaje de la pronunciación del mundo» 59. El
liderazgo revolucionario es particularmente necesario en momentos históricos de transición en los que los
oprimidos van liberándose de los opresores; su papel, de una enorme importancia, es el de problematizar a
los oprimidos todos los mitos que las elites utilizan para oprimir cada vez más.
A medida que el proceso revolucionario se va imponiendo, surgen nuevas instituciones que lo potencian;
instituciones que no surgen de la nada, sino del proceso revolucionario mismo. En primer lugar, van
surgiendo nuevos tipos de sociedad: las sociedades abiertas, opuestas a aquellas sociedades cerradas que
analizamos al principio, cuya esencia es la flexibilidad, el cambio, la democracia. El proceso revolucionario
hace cambiar el rostro de las instituciones en que antes apoyaban su dominio las clases opresoras; la Iglesia
55
Cf . P. FREIRE, Cambio, pp. 82-83.
56
Citado por P. FREIRE, La educación como practica..., p. 101.
57
P. FREIRE, «Las iglesias en América...», op. cit., p. 123.
58
P. FREIRE, Pedagogía del oprimido..., p. 47.
59
Ídem, p. 234.
400
cerrada y adormecedora a la que nos referimos más arriba, se va convirtiendo poco a poco en una Iglesia
profética, en una Iglesia que «no “refugia” a las masas populares oprimidas, alienándolas más aún con
discursos de denuncias falsas. Las invita, por el contrario, a un nuevo éxodo» 60.
La educación liberadora, por fin, da paso a una acción cultural para la libertad dirigida a los oprimidos para
que descubran la verdad de su situación y se pongan en marcha hacia la utopía. La acción cultural dialógica
es el estadio anterior al triunfo revolucionario y tiene como objetivo aclarar a los oprimidos la situación
concreta en que se encuentran, superar las contradicciones en que se desarrolla su vida y transformar la
realidad. La revolución cultural es, según la expresión de Freire, el esfuerzo máxima de concientización que
es posible desarrollar a través del poder revolucionario, esfuerzo que exige un máximo de lucha y sacrificio a
los que se comprometan en el empeño: «el proyecto revolucionario está comprometido en una lucha contra
las estructuras opresoras y deshumanizadoras. En la medida en que considera al hombre liberado como el
verdadero hombre, cualquier concesión al método opresor representa siempre un peligro y una amenaza para
el propio proyecto revolucionario. Los revolucionarios deben exigir de sí mismos una imperiosa coherencia.
Como hombres, pueden cometer errores, están sujetos a la equivocación, pero no pueden actuar como
reaccionarios y autodenominarse revolucionarios. Deben ajustar su acción a las condiciones históricas,
sacando ventajas de la única y real posibilidad que existe. Su tarea es descubrir los métodos más eficientes y
viables, a fin de ayudar al pueblo a salir de los niveles de conciencia semi-intransitiva y transitiva ingenua y
llegar al nivel de conciencia critica. Esta preocupación, por si sola auténticamente liberadora, está implícita
en el propio proyecto revolucionario. Cada proyecto revolucionario originado en la praxis, es básicamente
“acción cultural” en el proceso de volverse “revolución cultural”» 61.
BIBLIOGRAFÍA
60
P. FREIRE, «Las iglesias en América...», en op. cit., p. 159.
61
P. FREIRE, Acción Cultural para la libertad, Tierra Nueva, Buenos Aires, 1975, pp. 86-87.
401
I. ILLICH Y F. REIMER: LA DESESCOLARIZACIÓN DE LA SOCIEDAD
La critica de Illich es una crítica a lo que él llama «instituciones del bienestar social» en concreto, sus
trabajos versan —a parte de sobre la institución eclesial 4— sobre tres, de esas instituciones: la educativa, la
de los transportes y la médica. Cuando las necesidades simples de las personas (la de saber, la de ir de un
sitio a otro, la de ser curado) son «administradas», son «planificadas», son «burocratizadas», surge la
institucionalización, el montaje institucional que da —intenta dar— la respuesta adecuada a esas necesidades.
Pero, paradójicamente —y éste es, precisamente, el blanco de las criticas de Illich—, la institucionalización
de una respuesta a las necesidades simples genera unos subproductos que impiden la satisfacción de esas
necesidades a concatenan a esa satisfacción nuevas necesidades cada vez más difícilmente satisfacibles. De
esta manera, la educación planificada, la escuela, «tiene un efecto anti-educacional sobre la sociedad»5
(volveremos más tarde sobre esto), «pasado cierto límite, la industria del transporte cuesta a la sociedad más
tiempo del que ahorra» 6 y, por último, «la medicina institucionalizada ha llegado a convertirse en una grave
amenaza para la salud» 7. A nivel social lo que todo esto implica es que cada respuesta institucional a una
necesidad simple genera una nueva clase de pobres y una nueva definición de la pobreza. También sobre este
punto nos extenderemos más adelante.
Intentemos ahora comenzar por el principio. El desapacible panorama que se ha esbozado en el párrafo
anterior y que será posteriormente pormenorizado, no ha surgido espontáneamente, porque sí, fruto del azar
histórico. Como ya ha quedado apuntado más arriba, esta situación es, según Illich, fruto directo del modo
industrial de producción, de la estructura sociopolítica que este modo industrial produce y de la ideología que
crece sobre todo ello. Tenemos, por lo tanto, que referirnos a la sociedad industrial y, especialmente, a sus
consecuencias y secuelas.
1
Es necesario advertir al lector de un importante error en la traducción de esta obra. En su titulo y a lo largo de toda
ella se utiliza la palabra «convivencialidad», que nada tiene que ver con el término «convivialidad» (del latín
convivium : banquete) utilizado por Illich. El título inglés del libro es Tools for conviviality.
2
I. ILLICH, La convivencialidad, Barral, Barcelona, 1974, p. 9.
3
I. ILLICH, Energía y equidad, Barral, Barcelona, 1974, p. 61.
4
En 1969, Illich abandono su carrera sacerdotal y seculariza el CIDOC (Centro Intercultural de Documentación) de
Cuernavaca.
5
I. ILLICH, La sociedad desescolarizada, Barral, Barcelona, 1974, pagina 19.
6
I. ILLICH, Energía y equidad..., p. 43.
7
I. ILLICH, Némesis médica. La expropiación de la salud, Barral, Barcelona, 1975, p. 9.
402
a la anemia fruto de la «vida industrializadas» que el hombre medio lleva; por último, la amenaza del
desarraigo, en el sentido físico, histórico, social y psicológico, propiciada, a nivel de lo personal, lo grupal y
lo masivo, por ese mismo estilo de vida. A esto hay que añadir, como es obvio, la frustración subsecuente
que todo ello implica a todos los niveles.
Éstas son amenazas que el modo industrial de producción implica. Pero desgraciadamente el problema va más
allá. La sociedad industrializada ha dado lugar a la sociedad de consumo en un proceso que aconseja
mantener serias reservas respeto al optimismo sobre el futuro de la sociedad. Siempre según Illich, ésta se ve
abocada a la mortal carrera del consume ilimitado: cada vez se produce más y cada vez se inventan más
estrategias para obligar a la gente a consumir lo producido; consumido esto, la producción de nuevas cosas
tecnológicamente más perfectas y acabadas inicia de nuevo este proceso sin fin. No ha exagerado Marcuse
cuando ha escrito que las cosas «tienden hacia un estado en el que el mundo, completamente enajenado,
empleando todo su poder, parece estar preparando los elementos y el material para un nuevo principio de la
realidad» 8. Evidentemente, este cambio «cuantitativa», en la producción y sus formas, comporta una
mutación «cualitativa»; citando de nuevo a Marcuse, puede con él decirse que «la razón tecnológica se ha
hecho razón políticas» 9. El modo industrial de producción impone así su «monopolio radical» 10 según la
frase de Illich, a la sociedad y sus miembros.
Illich y Reimer enfatizan este aspecto del progreso y el consume ilimitados. Y lo hacen porque están
convencidos de que «la dinámica del sistema industrial produce su propia inestabilidad: está organizado con
miras a un crecimiento indefinido y para la creación ilimitada de necesidades nuevas que pronto se hacen
coercitivas dentro del cuadro industrial» 11. Como ha declarado Illich, 12 la investigación demuestra que los
instrumentos materiales de producción llegan a adquirir ciertas características meramente técnicas a través de
las cuales imponen a la sociedad unas relaciones explotadoras e injustas.
Páginas adelante, volveremos a tratar del mito del progreso ilimitado y puntualizaremos sobre ello. Baste
ahora con señalar como se da también en el modo escolarizado de educación: a más educación, más saber; a
más saber, más educación; y así hasta donde se quiera —o se pueda—; pero, según nuestros autores, «no
puede haber un progreso sin fin. Sin embargo eso es lo que pretenden las instituciones modernas. Ésa es la
promesa de la ciencia y la tecnología insubordinada a la razón. Esa es la promesa que ha promovido el
crecimiento de las escuelas y otras instituciones modernas, y que a su vez propagan dichas instituciones» 13.
Todas las respuestas —industriales a no— a las necesidades básicas de las que hablamos al principio,
pueden moverse entre dos umbrales. El primero de ellos es aquel dentro del cual la solución resuelve el
problema, solventa la necesidad; pasando el segundo umbral, la solución plantea más problemas de los que
resuelve. El caso del transporte puede servir como paradigma de lo que se quiere decir: la liberación que los
vehículos motorizados supusieron para el hombre estaría en el primer umbral; se traspasan los limites del
segundo en el memento en que el automóvil esclaviza más que libera: la solución se ha convertido en
problema.
Si esto es así, es evidente que hay umbrales que no deben rebasarse, pues «cuando una labor con
herramientas sobrepasa un umbral definido por una escala ad hoc se vuelve contra su fin, amenazando luego
con destruir el cuerpo social total» 14. Es obvio, por lo demás, que «la sociedad industrial como tal, no solo
sus diversos órganos, han traspuesto los cercos» 15. Implica lo de esto que si una sociedad quiere tener un
futuro mínimamente esperanzador, debe aceptar escoger un limite a ciertas dimensiones técnicas de sus
medios de producción; implica esto que ha llegado el memento de ponerse a buscar los cercos, los umbrales
dentro de los cuales los grupos humanos pueden usar la técnica para satisfacer sus necesidades sin provocar
perjuicios a los demás y sin amenazar con colapsar la sociedad. (Evidentemente, la identificación de los
8
H. MARCUSE, Eros y civilización, Seix Barral, Barcelona, 1970, página 97.
9
H. MARCUSE, El hombre unidimensional, Seix Barral, Barcelona, 1969, p. 27.
10
I. ILLICH, La convivencialidad..., p. 74.
11
Ídem, p. 67.
12
Entrevista en «Cuadernos de Pedagogía», núms. 7-8, julio-agosto, Barcelona, 1975.
13
E. REIMER, La escuela ha muerto, Barral, Barcelona, 1973, p. 11.
14
I. ILLICH, La convivencialidad..., p. 11.
15
Ídem, p. 143
403
umbrales no puede hacerse con máquinas: Illich cuenta con que «la investigación radical» se encargue de
determinar el memento en que un instrumento se vuelve nocivo, este es el tipo de investigación que él
propone y en el que aquí no podemos detenernos.)
No se puede, desde luego, caer en el extremismo de afirmar que todas las respuestas han perdido su valor de
soluciones a son desdeñables. Algunas de las instituciones con que la sociedad intenta resolver sus problemas
sirven, son a pueden ser útiles. Vamos a analizar sus características y las de sus contrarias, las instituciones
productoras de enviciamiento en vez de purificación. Hacerlo nos será útil para entender los puntos
siguientes; no se debe olvidar que La respuesta a la necesidad de saber es, actualmente, una institución
llamada escuela.
Según Illich, las múltiples y variopintas instituciones que la sociedad ha ido creando pueden considerarse
como formando un amplio espectro —«el espectro institucional»— 16 limitado en sus extremos por dos
tipos-limites de instituciones. A la derecha del espectro están las instituciones dedicadas a la producción —de
cualquier tipo y clase— de valores de uso, así como todas las que se dedican al mantenimiento de esa
producción; son las instituciones manipulativas. Estas instituciones engendran dependencia, adicción, y crean
en sus adictos comportamientos heterónomos que ellas mismas se encargar de manipular, de dirigir, de
controlar.
El ala izquierda está ocupada por instituciones dedicadas a la generación de valores de intercambio; ofrecen
un servicio y satisfacen una necesidad sin dar ventajas a otros y sin crear adicción; existen más para ser
usadas, para hacer alga con ellas, que para producir algo; son las instituciones conviviales, que facilitan la
emergencia de comportamientos autónomos. «Las instituciones del ala derecha tienden a ser procesos de
producción altamente complejos y costosos en los cuales gran parte de la complicación y el gasto se ocupan
en convencer a los consumidores de que no pueden vivir sin el producto ofrecido por la institución. Las
instituciones del ala izquierda tienden a ser redes que facilitan la comunicación a cooperación iniciada por el
cliente» 17. Las instituciones conviviales están al servicio de sus clientes; las manipulativas, manejan los
aparatos que los controlan.
Entre las instituciones manipulativas y las conviviales de una sociedad tiene que existir un equilibrio si se
quiere obtener una determinada eficacia positiva. Mientras este equilibrio sea preservado, se da la
posibilidad de realización personal dentro de las instituciones del espectro; pero cuando se traspasa un
determinado umbral en el equilibrio a favor del tipo de institución manipulativa —y esto es lo que ocurre en
las sociedades industriales avanzadas—, cuando las instituciones productoras de bienes de consumo y uso
crecen desmesuradamente, las generadoras de bienes de intercambio se ven ahogadas, aplastadas. Se pasa de
un comportamiento autónomo a una conducta heterónoma, se cierran las puertas de la realización personal y
se abren, en toda su amplitud, las de la frustración individual y social. Entonces, muchas de las instituciones
hasta el momento conviviales traspasan a su vez el umbral y se produce la mutación: en vez de instituciones
facilitadoras del desarrollo personal y social, se convierten en «falsos servicios de utilidad pública» en vez
de ayudar a ese desarrollo, lo dificultan; en vez de ser útiles, generan inutilidades; de ese modo, la escuela
deseduca, la velocidad paraliza y la medicina enferma. Es a este efecto al que Ivan Illich denomina la contra-
productividad especifica de las instituciones.
De este modo, la historia de las instituciones se convierte en una historia de dominaciones. Como apostilla
Reimer, «en lugar de ser dueños de nuestras instituciones, somos sus prisioneros» 18. Así es como el mal que
se produce es mucho más nocivo que el que se evita, pues ni la técnica avanzada ni la cultura saben cómo
enfrentar las nuevas enfermedades que esta situación engendra.
Los pasos que dan las instituciones para convertirse en dominantes, es decir, para delimitar su producto y
controlar el acceso a él, son los siguientes: primero se define el producto; así, la escuela define la educación
como escolarización, la medicina moderna define la salud como acceso a médicos y hospitales, etc. En
segundo lugar, se manipula a las personas y a la realidad misma para que esa definición sea aceptada; por
16
I. ILLICH, La sociedad desescolarizada, pp. 73 y ss.
17
Ídem, p. 77.
18
B. REIMER, op. cit., p. 94.
404
ejemplo, persuadiendo a la gente de que educación y escolarización son una misma cosa. El tercer paso es la
exclusión del acceso al producto de determinadas personas que lo necesitan; de esta forma, no todo el mundo
puede acceder a ciertos niveles de la educación. El último es agotar todos los recursos que hay disponibles
para satisfacer las necesidades; las escuelas, por ejemplo, agotan los recursos que existen para la educación.
Todo esto es tanto más triste cuanto que lo que de esta manera se institucionaliza no son «productos», sino
valores. Illich escribe, a este respecto, que «la institucionalización de los valores conduce inevitablemente a
la contaminación física, a la polarización social y a la impotencia psicológica» 19.
Todo investigador que estudia un problema, acaba, normalmente, proponiendo una solución. Ivan Illich y
Everett Reimer lo hacen así y su critica al sistema escolar es completada con la propuesta de una alternativa.
Ahora bien, si estamos de acuerdo con Reimer en que «al contrario de la mera reforma escolar, las
alternativas a las escuelas requieren que se vaya más allá de la experiencia de los individuos y se llegue a un
análisis de las características esenciales de las escuelas», 23 entonces, tenemos que empezar por ese análisis.
En este punto intentaremos —siguiendo siempre a nuestros autores— definir los términos «escuela» y
«educación», así como someter a análisis sus características más sobresaliente y las implicaciones que
acompañan a la educación escolarizada. Antes de pasar al siguiente punto, enunciaremos algunos de los
aspectos del fracaso de las escuelas, lo que nos facilitará avanzar en una dirección critica en los posteriores.
Las afirmaciones que siguen son, de primera impresión, sorprendentes: «las escuelas son fundamentalmente
semejantes en todos los países, sean éstos fascistas, democráticos a socialistas, grandes o pequeños, ricos o
pobres»; 24 «las escuelas y los hospitales de los países comunistas no se diferencian de las escuelas y
hospitales de los países capitalistas» 25. Pero aún hay más; esta misma similitud se da entre escuelas
«clásicas», y escuelas «reformadas»; entre escuelas «pasivas» y escuelas «activas». Y son semejantes
porque todas cumplen las mismas funciones y todas participan de idénticas características definitorias.
Veremos, más adelante, como lo determinante es el hecho de que se mantenga, en todos estos sistemas, el
programa oculto de la escolarización, a pesar de ir vestido con distintos ropajes formales. Todas las reformas,
19
I. ILLICH, La sociedad desescolarizada., p. 11.
20
I. ILLICH, Energía y equidad...
21
I. ILLICH, Némesis médica.
22
E. REIMER, op. cit., p. 84.
23
Ídem, p. 13.
24
I. ILLICH, La sociedad desescolarizada, p. 99.
25
B. REIMER, op. cit., p. 95.
405
según Illich, han dejado intacto ese programa y por eso las escuelas son, de hecho y en el fondo, iguales.
Quizá sea interesante definirlas ya.
Para Illich, la escuela es un «proceso que especifica edad y se relaciona con maestros, y exige asistencia, a
tiempo completo, a un curriculum obligatorio» 26. Según Reimer, las escuelas son «instituciones que
requieren la asistencia a aulas de clase de grupos de edades especificas que son supervisados por maestros y
que siguen el estudio de currículos graduados» 27. Las dimensiones que la escuela abarca son, por tanto: una
infancia a la que se institucionaliza; unos maestros que programan, dirigen y manipulan; una asistencia
obligada al interior de las aulas, lo que le da a la institución sus coordenadas espacio-temporales; por último,
implica un curriculum graduado por niveles que se encarga de petrificar y estandarizar a los alumnos. Quizá,
como la expone Reimer, el curriculum por niveles sea la piedra angular de todo el sistema, ya que el es el que
determina la institucionalización de la niñez, la enseñanza y la asistencia a clase. Por vía del curriculum
vendría también, por el mismo motivo, determinado el impacto negativo de la escolarización sobre
estudiantes, maestros y sociedad. Un individuo educado será aquel que haya sido capaz de pasar con éxito
unos currículos determinados y será tanto más educado cuantos más currículos de nivel cada vez superior
haya podido recorrer con éxito.
Definidos los términos podemos volver ahora al párrafo anterior, en el que hablábamos de la similitud, en
todas las partes y bajo todos los sistemas, de las escuelas. Es evidente que cada estilo de escuela trabaja de
una forma concreta y cosecha distintos beneficios. Pero, además de por la semejanza en su «programa
oculto», las actuales escuelas se caracterizan por realizar cuatro funciones sociales distintas; esto las hace
profundamente similares a todas ellas. Efectivamente, todos los sistemas escolares realizan, según nuestros
autores, las funciones de custodia, selección del papel social, adoctrinamiento y educación.
Respecto a la función de custodia, la escuela se dedica con particular entusiasmo a ella. Hasta tal punto que,
como Reimer señala, va camino de convertirse en una de las «instituciones totales» de la sociedad; son
instituciones totales las que controlan de manera absoluta la vida de sus miembros, como, por ejemplo, el
ejercito, las prisiones y los internados para enfermos mentales.
Aunque más adelante hablaremos ampliamente del papel que cumple la actual educación en el sistema social,
hemos de reseñar aquí, aunque sea de pasada, la función socialmente selectiva de la educación, que se encarga
de asignar a cada individuo el nivel que le corresponde en la pirámide social. La escuela se defiende de esto
diciendo que es el mérito personal la que permite a cada estudiante ascender a no en la escalera educativa;
pretende, así, ser la portadora de una meritocracia aséptica, pretensión difícilmente aceptable en la teoría y en
la práctica; como escribe Reimer, «el mérito es una cortina de humo que oculta la perpetuación del
privilegio» 28.
Un par de puntos más adelante intentaremos mostrar también cómo la escuela utiliza eso que hemos llamado
el «programa oculto» para transmitir la ideología que subyace al sistema escolar —que es la misma que la
del sistema social, por ser su representación—; alguna referencia debemos, no obstante, hacer en estos
momentos. Las escuelas se sirven del curriculum oculto para indoctrinar: enseñan el valor de la niñez, el de
la competencia, el valor de ser enseñado —no de aprender— respecto a lo bueno, lo verdadero y lo justo;
enseñan que todo lo relativo a su educación lo deben decidir otros y los niños aprenden que es bueno y
necesario que así sea; las escuelas enseñan que lo que en ellas se trata y se transmite son las cosas
importantes y que toda cosa importante debe ir llevada de la mano de quien pueda enseñarla; enseñan, por fin,
a valorar el conformismo, a aceptar las jerarquías, a ensalzar los lenguajes dominantes y técnicos, etc.
Las escuelas, por fin, «educan». Pero a la hora de la verdad, este efecto que para las escuelas es, en teoría, el
fundamental, no es sino un subproducto, un «accidente» que tiene lugar cuando la realización de las tres
funciones anteriores permite su aparición. Según gustan de subrayar Illich y Reimer, las experiencias
verdaderamente educativas tienen lugar a pesar de las escuelas y no gracias a ellas.
26
I. ILLICH, La sociedad desescolarizada, p. 42.
27
E. REIMER, op. cit, p. 51. Subrayado en el original.
28
Ídem, pp. 4142.
406
Si volvemos ahora la vista a la distinción que hicimos antes entre instituciones manipulativas y conviviales,
no podemos sino afirmar que la escuela pertenece al bloque de las instituciones dominantes, con su tenaz
manipulación del hombre y con su estilo industrial de elaboración de un producto que posteriormente es
etiquetado como «educación» y vendido por todos lados. Volveremos en repetidas ocasiones sobre estas
ideas.
Illich gusta de repetir que la escuela tiene una función mito-poiética (creadora de mitos) no especifica (en el
punto siguiente nos centraremos en la mitología subyacente y consecuente al sistema escolar). Uno de los
mitos que crea es el de la identificación entre la competencia y el curriculum y el diploma que lo garantiza;
otro, aquel según el cual el saber es el resultado de la enseñanza. La escuela es en sí mítica, como Iglesia
Universal de la actual cultura. Por ser secular, científica y negadora de la muerte, está muy en consonancia
con el espíritu moderno; por ser, como ninguna otra institución, capaz de ocultar las divergencias entre los
principios sociales y la sociedad, cumple a la perfección su cometido manipulativo. La misma necesidad de
la escuela ha sido propiciada un tanto mímicamente. Como Illich lo explica, da sabiduría institucional nos
dice que los niños necesitan la escuela. La sabiduría institucional nos dice que los niños aprenden en la
escuela. Pero esta sabiduría institucional es en si el producto de las escuelas» 29.
El planteamiento general que Illich y Reimer se hacen del problema educativo quedaría incompleto si no se
señalara que, para ellos, la educación escolarizada ha supuesto, supone y supondrá un fracaso a todos los
niveles: «la escuela está repentinamente perdiendo su legitimidad politica, económica y pedagógica» 30.
Pierde su legitimidad politica desde el momento en que, ya de entrada, está desconectada de la realidad y
ejerce su influencia mediante constantes manipulaciones. La económica la ha perdido ya, como lo indica el
hecho de que no es posible que ningún país pueda costear, a través de las escuelas, la educación que su pueblo
desea y necesita (ningún país, dice Illich, puede ser la bastante rico para permitirse un sistema escolar que
satisfaga las demandas que este mismo sistema crea con solo existir). La legitimidad pedagógica está
totalmente ausente de un sistema que confunde enseñanza con saber, que identifica competencia con
titulación, que no distingue entre la fluidez verbal y la capacidad para decir cosas que valgan la pena.
Este es, en términos muy generales, el planteamiento de Illich y Reimer respecto al problema educativo. Así
es como ellos definen y caracterizan a las escuelas y su papel; así es como ellos ven la mitología que
encierra, su insistente manipulación y su fracaso total. Este es para ellos el resultado, el lamentable resultado
de la educación escolarizada en nuestra sociedad industrial avanzada: «una carrera por el consumo sin fin
siempre debe terminar con el galgo que atrapa a la liebre, con un montón intermedio que obtiene algunas
migajas, y con un vagón replete de rezagados. Ese será el resultado, en términos de naciones, clases e
individuos. Las escuelas no solo impiden ver tal cosa, oscureciéndola, sino que nutren activamente las
ilusiones que la contradicen. Preparan a los niños exactamente para la competencia interpersonal, inter-clase
e internacional. Producen adultos que creen haber sido educados y que de todas maneras ya no disponen de
recursos sobrantes para proseguir su educación» 31.
Según Ivan Illich, «históricamente la fe en la educación creció conjuntamente con la Alquimia» 32. La
Iglesia prometía que el hombre, en contacto con la religión, podía ganar su salvación; la Alquimia buscaba la
piedra filosofal a cuyo contacto todos los metales se convirtieran en oro; la educación se presenta en la
sociedad actual como la condición indispensable para poder llegar a ser algo en la vida. Como escribe Illich,
«hoy, la fe en la enseñanza ha venido a constituir una nueva religión en el mundo. La naturaleza religiosa de
la enseñanza no es perceptible porque la fe en la enseñanza es, con toda seguridad, ecuménica. La creencia de
los alquimistas modernos, que pretenden que la educación puede transformar a los hombres para que ellos se
29
I. ILLICH, La sociedad desescolarizada..., p. 45.
30
I. ILLICH, en P. FREIRE; I. ILLICH, y P. FURTER, Educación para el cambio social, p. 105. También en I.
ILLICH, En América Latina ¿para qué sirve la escuela?, Búsqueda, Buenos Aires, 1974, p. 39.
31
E. REIMER, op. cit., p. 108.
32
I. ILLICH, en Educación y cambio Social..., p. 101.
407
adapten al mundo creado por las manos del hombre gracias a la magia de la tecnocracia se ha convertido en
una religión universal, indiscutible y reconocida ahora como tradicional» 33. La educación se ha convertido,
así, en una nueva religión universal. La escuela, desde otro punto de vista, se ha convertido en la religión del
proletariado moderno y hace promesas huecas a los pobres de la era tecnológica.
De la misma manera que en las sociedades adultas primitivas se entraba a través de los ritos de iniciación y
que en la Iglesia se entra gracias al bautismo y la confirmación, el actual acceso a la sociedad ha de hacerse, al
decir de nuestros autores, a través de la educación escolarizada, el más aburrido, moroso, prolongado y
costoso de los rituales de iniciación. A través de este ritual el alumno entra en la sagrada carrera del
consumo progresivo, en las relaciones de dependencia, en la negación de sus anhelos y posibilidades... en la
educación escolarizada, en una palabra. La antigua búsqueda de acumulación de indulgencias para asegurar
la salvación ha dada lugar a la actual búsqueda de diplomas y certificados que aseguren una vida honrosa
dentro de la sociedad. De esta forma, la educación es el ritual de iniciación inexcusable de la nueva religión
que da acceso a la felicidad terrena; quien no pase por ese ritual está condenado al fracaso, al ostracismo, a la
penuria, al menosprecio social. Los que pasen por él estarán salvados, y tanto más salvados cuanto más arriba
lleguen en su amontonamiento de esas nuevas indulgencias que son los certificados académicos. La antigua
máxima de la Inquisición según la cual «fuera de la Iglesia no hay salvación», debe, en el momento presente,
ser sustituida por su remedo: fuera de la escuela no hay salvación. Como escribe Illich, «ahora los
educadores hacen depender del consumo universal de su servicio institucionalizado la llegada del Reino
Terrenal» 34.
Pero no solo es un ritual de iniciación. Es también un ritual propiciatorio en el que los profesores son
mediadores entre los creyentes aprendices y las potestades. Es también un ritual expiatorio que sacrifica a los
retrasados y los señala como a chivos expiatorios del subdesarrollo.
Es evidente que una gama tan compleja de rituales necesita una liturgia, es decir, una serie de acciones
determinadas cargadas de un significado concreto para aquellos que las realizan. Esta liturgia varia muy poco
de un sistema a otro; veamos cómo nos la presenta Ivan Illich: «la liturgia de la escuela presenta los mismos
rasgos por doquier. Los niños son agrupados por edad. Deber participar de los “oficios” en un recinto
sagrado reservado a tal usa que se llama “clase”. Deben entregarse a determinados ejercicios que dan
nacimiento a la enseñanza por el hecho de que han sido prescritos por un “ministro consagrado” que se llama
“profesor consagrado”. Deben avanzar en la gracia que la sociedad les confiere por medio del pasaje de un
grado a otro» 35.
Como funcionario de la escuela —cuyas funciones de custodia, selección del papel social, adoctrinamiento y
educación se analizaron antes— y como ministro de todo este ritual, el papel del maestro es importantísimo.
El profesor es, a la vez, un custodio, un predicador y un padre espiritual. El profesor-custodio es el «maestro
de ceremonias» que inicia y confirma a los alumnos en el ritual educativo, cuyas normas se encarga de hacer
cumplir. Como predicador, el profesor es fundamentalmente el moralista que enseña a los niños a distinguir
entre lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto; tiene amplias facultades para hacerlo porque concentra en su
persona la autoridad paterna sobre todos los niños durante más horas que los propios padres. Finalmente, el
profesor es «padre espiritual», «terapeuta», en la medida en que se inmiscuye en la vida privada del alumno
con intención de ayudarle. Como es evidente, cuando esta ayuda la proporciona quien es a la vez custodio y
predicador, se convierte en una profunda manipulación de la visión del mundo y de los valores del que se
educa.
Pero la más importante no es esto; desde luego que es interesante analizar estas comparaciones entre Iglesia y
escuela, y valorarlas; pero tal vez más relevante que todo ella sea la consideración que Illich hace respecto a
la similitud de las funciones de las dos instituciones: aquí es donde de verdad radica la auténtica base de La
semejanza, incluso de la identidad, entre ellas. Sus ritos, sus oficios, sus liturgias, pueden ser parecidos, pero
La más importante es que sus funciones sociales son idénticas: «el sistema escolar de hoy —escribe Illich—
33
I. ILLIH, en G. CIRIGLIANO; H. FORCADE, é I. ILLICH, Juicio a la escuela, Humanitas, Buenos Aires, 1973.
p. 16.
34
I. ILLICH, Educación para el cambio social, p. 109.
35
I. ILLICH, en Juicio a la escuela, p. 17.
408
desempeña la triple función que ha sido común a las iglesias poderosas a lo largo de la historia. Es,
simultáneamente, el deposito del mito de la sociedad, la institucionalización de las contradicciones del mito,
y el lugar donde ocurre el ritual que reproduce y encubre las disparidades entre el mito y la realidad» 36.
La palabra «mito» ha sido repetida ya varias veces; vimos antes como el ritual de la escolarización tiene una
«función mito-poética (creadora de mitos) no especifica» 37. Antes de acabar, vamos, pues, a analizar la
mitología que cimenta y genera el sistema escolar; vamos a pasar revista a algunos de los mitos básicos:
valores institucionalizados, medición de valores, consumismo y «progreso sin fin».
Según el mito de los valores institucionalizados, la escuela —la instrucción— produce aprendizaje; la
escolarización debe, por lo tanto, ser buscada como único medio capaz de educar. Y sucede entonces que
una vez que se acepta la necesidad de la escuela, se acepta fácilmente la de otras instituciones. Según escribe
Illich, «una vez que los jóvenes han permitido que sus imaginaciones sean formadas por la instrucción
curricular, están condicionados para las planificaciones institucionales de toda especie» 38. La responsabilidad
se transfiere, de este modo, desde uno mismo a una institución especializada en satisfacer la demanda de la
que se trate; los valores están, así, institucionalizados y la persona, anulada.
La medición de los valores es otro de los mitos: los valores institucionalizados que infunde la escuela son
valores cuantificados (...). Las escuelas pretenden desglosar el aprendizaje en “materias” para incorporar
en el alumno un currículum hecho con estos ladrillos prefabricados, y para medir el resultado con una escala
internacional» 39. La escuela, que todo lo mide, enseña que todo puede ser medido: desde el aprendizaje de
la lectura a las matemáticas hasta el desarrollo personal mismo. Se aprende, de esta forma, a «medirse», a si
mismo, a «clasificarse», según patrones en ningún caso personales; se aprende, al tiempo, a hacer lo propio
con los demás.
A través de lo que él llama el mito de los valores envasados, Illich trata de mostrar hasta qué punto la escuela
está invadida por el estilo consumista de relación: «el distribuidor-profesor entrega el producto terminado al
consumidor alumno, cuyas reacciones son cuidadosamente estudiadas y tabuladas» 40. Los alumnos, por su
parte, son educados para que ajusten sus deseos a valores comorcializables. De esta forma, el alumno es
manipulado corno un consumidor más, sin dejarle lugar alguno para una espontaneidad que resulta siempre
doblegada.
Queda, por último, el mito del progreso que se perpetúa a sí mismo. Sea al precio que sea, la escuela empuja
constantemente al alumno hasta un nivel de consumo curricular competitivo, intentando luego meterlo en el
progreso hacia niveles cada vez más elevados. La mentalidad escolarizada está aquí sujeta a las mismas leyes
que rigen la mentalidad consumista: cada año el alumno debe consumir más «envases educacionales», que
el anterior, aunque para ella tenga que gastarse más y olvidarse más de sí mismo; los envases del año pasado
son inservibles para éste, y el que no puede cambiarlos es un pobre fracasado; el que no ha consumido más
que los más elementales envases es, más que un fracasado, un desgraciado; no ha triunfado en la vida y toda
su ilusión la basará en que sus hijos puedan acceder a la carrera de locos que es el consumo sin fin, en la que
ellos no pudieron participar. Es así como, «aunque no enseña ninguna otra cosa, la escuela enseña al menos
el valor de la escalada: el valor de la manera estadounidense de hacer las cosas» 41.
Si Illich y Reimer hablan tanto de la educación como consumo es por algo más que por el hecho de que la
nuestra sea una sociedad profundamente consumista. Ese algo más es, seguramente, más importante y más
grave: en educación se intenta seguir el mismo modelo de base que en producción consumo; según Everett
Reimer, toda la teoría de la escolarización se basa en que si se utilizan para el aprendizaje los métodos de la
36
I. ILLICH, La sociedad desescolarizada, p. 55.
37
I. ILLICH, en «Cuadernos de Pedagogía», loc. cit., p. 18.
38
I. ILLICH, La sociedad desescolarizada..., p. 57.
39
Idem, p. 58.
40
Idem, p. 59.
41
Idem, pp. 60-61.
409
producción, lo que se obtendrá será aprendizaje. Pero lo que en realidad se aprende es a producir y a consumir
mientras todo sigue tal como está. Intentar aplicar los métodos de producción para obtener educación —que,
entre otras cosas, es para Illich y Reimer la capacidad para adaptarse a circunstancias cambiantes— es algo
sencillamente ridículo. Y no hace otra cosa el profesor que introduce, según una cuidadosa programación,
conocimientos en la mente del alumno, para que tras un proceso de elaboración y tratamiento interior, se
obtenga la educación como producto.
Una vez que se ha obtenido el saber, hay que comorcializarlo, hay que imponer su consumo. Para ella, nada
mejor que hacer creer a la gente que consumirlo es absolutamente necesario: «a fuerza de haber creído en la
escolarización durante numerosas décadas, se ha acabado por hacer del saber una mercancía, un valor
mercante de un género especial. Ahora se considera al saber a la vez como un bien de primera necesidad y
como la moneda más preciosa de la sociedad» 42. Vemos así cómo la escuela inicia al mito, ya aludido, del
consumo sin fin: como se vio antes, este mito se basa en la convicción de que el progreso produce siempre
algo valioso; por ella, la producción crea la demanda; la escuela enseña que en la clase se produce
formación y de este modo crea la necesidad de ella. Por otro lado, el ascenso de una clase a otra según se
progresa en el consumo del saber, enseña al niño el consumo sin fin, así como el valor de los diplomas y
títulos que certifican ese consumo. Así es como se prepara al hombre, desde niño, para una vida de consumo
frustrante.
Con la escuela, como la señala Illich, 43 se ha construido un Mesías que promete a los que se compromete en
la edificación de su reino de consumo el salario ilimitado de la ciencia. Es así como la escuela suscita la
esperanza impersonal y de alcance mundial en un nuevo paraíso terrenal. La felicidad futura y el crecimiento
personal solo existirán en la medida en que sean fruto del consumo de ese bien al que se llama educación.
Las consecuencias sociales que de todo esto se derivan son evidentes: «cuanta más educación consume una
persona, más “capital de saber” adquiere y más se eleva en la jerarquía de los capitalistas del saber. La
escuela y el diploma definen, así, una nueva estructura de clases en una sociedad en la que los grandes
consumidores del saber —los que han adquirido grandes cantidades de conocimientos— pueden pretender a
una superioridad de valores» 44. A la creación y mantenimiento del mito del consumo va aparejado el ritual
de las posibilidades de ascenso social escalonado. Cuanto más se logre consumir, más arriba puede llegarse.
Hasta tal punto esto es así, que incluso aquellos que por su situación económica y social no tienen acceso a los
medios de producción y de consuma de la sociedad industrial avanzada, aspiran a acceder a ellos, a entrar en
el sistema económico a través de la escuela. Así es como el consumo de educación, como antes ya lo hemos
señalado, se identifica con el crecimiento personal y el progreso social. Al final de este apartado volveremos
ampliamente sobre estas ideas.
Así las cosas, se hace evidente hasta qué punto las escuelas presuponen y ejercitan la planificación y la
manipulación a gran escala. Ellas convierten una actividad —el aprender— en una mercancía ya elaborada
—el saber—; y, por supuesto, monopolizan el mercado. Ellas, las escuelas, como pilares de soporte de la
sociedad de consumo, facilitan un sistema que «es cada vez más planificado, especializado y
burocratizado» 45. Si de nuevo volvemos la vista a la distinción anteriormente hecha entre las instituciones
manipulativas y las conviviales, no hemos de realizar ningún esfuerzo para adivinar que las escuelas están,
por derecho propio, incluidas de lleno en las primeras: son, en efecto, manipuladoras, directivas,
controladoras, generadoras de comportamientos heterómanos, productoras de valores de uso, y, por fin, fuente
de adicción; cuando se aprende a necesitar la escuela —y esto se hace a muy temprana edad— las
actividades personales tienden a tomar la forma de unas relaciones de cliente respecto a otras instituciones
especializadas.
42
I. ILLICH, L’alternative a la scolarisation, en «Orientations», número 41 (janv.), Paris, 1972. p. 114.
43
Cf. I. ILLICH, en H. LUNING; I. ILLICH y otros, La escuela y la represión de nuestros hijos, S.E. Atenas,
Madrid, 1974, pp. 20-21.
44
I. ILLICH, «L’alternative a la scolar...», p. 108.
45
I. ILLICH, La escuela y la represión..., p. 25.
410
3. El programa escolar
Hay una distinción fundamental en los trabajos de Illich y Reimer: «el efecto que produce el programa
escolar formal es algo muy distinto del efecto que produce la estructura escolar misma. A lo primero lo
llamaría el programa explícito; a lo segundo, el programa latente» 46. Que la escuela ejerce una poderosa
influencia sobre los que asisten a ella es indudable y algunos de los aspectos de esa influencia han sido ya
analizados. Aunque es obvio que el programa escolar explicito —el curriculum con sus materias por curso—
tiene importancia por lo que hace a la influencia a que nos referimos, el influjo más importante viene
producido por la estructura escolar misma y el programa latente que la acompaña. Entre la estructura
explicita de la escuela y la latente existe, para utilizar la comparación de Henri Janne, 47 la misma relación
que entre la parte visible del iceberg y la sumergida. Así pues, vamos a centrar ahora nuestra atención en este
curriculum latente, sumergido, estructural y no intencional de la educación escolarizada.
Según Illich, la influencia que este curriculum oculto ejerce está más allá del control del maestro y de la
planificación de los directivos. Graba de manera indeleble en las mentes escolarizadas el mensaje según el
cual la escolarización es la preparación para la vida y lo que se aprende fuera de la escuela casi carece de
valor y no merece la pena ser sabido: «lo esencial, para los estudiantes, de este programa latente es aprender
que la educación no tiene valor más que cuando se adquiere en la escuela a través de un proceso graduado de
consumo, que el nivel de éxito que alcanzará el individuo en la sociedad depende de la calidad de los
conocimientos que consuma, y que es más importante aprender cosas sobre el mundo que sacar el saber del
mundo» 48.
Para Illich y Reimer, este programa latente es el mismo en todos los sitios, cualquiera que sea el lugar o la
escuela. El rito que consiste en ir a clase es un poderoso proceso invisible: exige que los niños de la misma
edad sean agrupados en clases de veinte a cincuenta alumnos, alrededor de un maestro titulado y por una
duración de quinientas a mil horas anuales. Tal proceso es por completo independiente del fin que persiga el
maestro y de la materia que se enseñe. Muchos maestros reformistas creen que es suficiente con explicar
marxismo en vez de religión; en realidad, poco importa que el programa explicito se enfoque para enseñar
fascismo o comunismo, liberalismo o socialismo, lectura o iniciación sexual, historia o retórica, 49 poco
importa todo esto desde el momento en que la institución —o el maestro que la representa— tiene autoridad
para definir las actividades que formarán parte de su pretendida educación legitima. Poco importa que la
meta de la educación sea fabricar ciudadanos rusos o americanos, mecánicos o médicos, desde el momento
en que se necesita un diploma, un certificado que atestigüe que se es ciudadano o mecánico legitimo. Poco
importa que las clases se hagan en el mismo lugar siempre, o unas veces se hagan en el aula y otras en el
campo; poco importa desde el momento en que el niño comprende que no puede faltar a clase sin un
justificante de sus padres. Illich y Reimer llaman programa latente de la escolarización a este poderoso
cuadro intangible del sistema escolar en cuyo interior se operan todos los cambios de programa formal.
A la sombra de este currículum que determina la estructura interna y las operaciones de una escuela, se
amparan una serie de factores que en parte materializan ese programa intangible: la organización por clases,
las calificaciones, los niveles mínimos aceptables, ha estandarización de la inteligencia; los exámenes y
pruebas de rendimiento; la promoción de un curso a otro; los diplomas intermedios y la certificación final,
que da acceso al mundo del trabajo, etc.
Por otra parte, como escribe Reimer, alas escuelas esconden un curriculum mucho más importante que el que
dicen enseñar. El propósito de dicho curriculum oculto es propagar los mitos sociales, esas creencias que
distinguen a una sociedad de otra, y ayudan a mantener unida a una sociedad. Toda sociedad tiene sus mitos
y una de las funciones fundamentales de cualquier sistema educativo es transmitirlos a los jóvenes. 50
46
I. ILLICH, Comunicación personal (24-XII.75).
47
H. JANNE, en el «Prefacio» a la obra de A. GRAS, l’education, Larousse, Paris, 1974, p. 9
48
I. ILLICH, «L’alternative a la scolar...», p. 107; I. ILLICH y otros, Educación sin escuelas, Península, Barcelona,
1975, p. 18.19.
49
Cf. I. LLLICH, Juicio a la escuela, pp. 18-19, y Educación y cambio social..., p. 103.
50
E. REIMER, op. cit., p. 61.
411
Algunos de los mitos que el sistema escolar transmite de esta forma son: el de la igualdad de oportunidades,
el de la libertad, el del progreso, el de la eficacia...
Este curriculum latente que sirve como ritual de iniciación oficial a la moderna sociedad de consumo
orientada al crecimiento, tanto para ricos como para pobres, 51 sirve, además, para indoctrinar sobre el
consumismo y el burocratismo. En efecto, este curriculum impone la creencia en una sociedad que se
desvive por consumir y que para hacerlo debe atarse a sí misma al engranaje de la producción sin fin. Pero el
consumismo que este curriculum impone es un consumismo modelado; no se trata de que enseñe a consumir
cualquier cosa, del tipo que sea; enseña a valorizar los bienes institucionales por encima de los servicios no
profesionales ofrecidos por otros. Finalmente, este curriculum inicia en otro mito: el de la eficacia y la
benevolencia de las burocracias guiadas por la ciencia. A nivel social, sirve para añadir culpabilidad y
perjuicio a los menos favorecidos y gloria y honor a los privilegiados. Pero acerca de la influencia del
curriculum latente sobre el aspecto social vamos a extendernos con más detenimiento a continuación.
Intentando concretar la significación social del sistema escolar, Illich dice que la escuela puede ser vista
«como una expresión particularmente representativa y principalmente simbólica de un sistema socio-político
general» 52. En efecto, a través de su juego ritual de promociones graduadas —como Illich le llama—, a
través de su labor selectiva y definitoria de status en la estructura de clases que la escuela representa y
reproduce, a través de la escolarización que enseña a aceptar y la educación que enseña a reproducir el
sistema social (Reimer), a través de todo ella, la escuela sirve como eficaz creadora y perseveradora del mito
social. Y es importante volver a insistir sobre el hecho de que para Illich y Reimer esta función es inherente a
la misma estructura escolar, cualquiera que sea su apariencia formal; es decir, que independientemente del
programa explicito, el programa oculto, como acabamos de ver, lleva aparejada a él esta función: «la
escuela, ya se enseñe en ella marxismo a fascismo, reproduce una pirámide de clases de fracasados» 53.
El pico de esta pirámide esclaviza a su base amparándose en las prerrogativas que el sistema social le
confiere. Y he aquí como la escuela ha llegado a convertirse en un instrumento ideal al servicio de la
perpetración del statu quo: «imperceptiblemente, nuestra sociedad ha transformado la enseñanza en un
procedimiento por medio del cual se forman los capitalistas del saber. Su valor se mide en horas de
enseñanza recibida que ellos han pagado con fondos del Estado. La pobreza por el contrario se explica y se
mide según el sub-consumo. En una sociedad tal, los pobres son las “colas” de la clase y los “burros”. El
rico, el capitalista en conocimientos, difícilmente puede colmar el abismo que la separa del pobre Lázaro» 54.
Claro es que tampoco tiene mucho interés en hacerlo; la escuela es un elemento reforzante de la división del
trabajo y de la polarización social; la enseñanza sirve a la minoría que tiene la riqueza y el poder para
justificar sus privilegios y para reclamar aquellos a los que aspira; la escuela, en vez de aminorarlo, se dedica
a ahondar el abismo que existe entre las minorías exploradoras y la gran mayoría educada para el consumo y
la «improductividad» social; las elites aparentan dar educación a todos por igual y aseguran que, de esta
forma, cada uno obtendrá la que se merezca, espejismo sin por de justicia social, como veremos en seguida;
los progresos técnicos son, apenas se logran, utilizados para explotar al conjunta social y para beneficiar a una
elite que cuida muy bien de sus derechos y de su escala de valores. «Brujos, políticos y proveedores de
panaceas rentables —escribe Reimer —compiten entre sí para mantener a esa gente humilde en la ignorancia
y desconocedora de su verdadera condición. Los intereses de los primeros son ayudados por la miseria física
en que se obliga a vivir a sus víctimas, miseria tan grande y desesperante que de alguna manera hay que
justificarla, enmascararla, hacerla soportable» 55. Para esta gente, que compone lo que hemos vista a Paulo
Freire llamar la cultura del silencio, lo importante es entender su situación miserable y hacer algo por ella,
despreciando las mitologías políticas y sociales racionalizantes que sus explotadores inyectaron en sus mentes
a través de diversos medios, uno de los más privilegiados de los cuales es la escuela.
51
Cf. I. ILLICH, La sociedad desescolarizada..., p. 50, y «L’alternative a la scolar...», p. 111.
52
I. ILLICH, en «Cuadernos de Pedagogía», p. 21.
53
I. ILLICH, La convivencialidad..., p. 100.
54
I. ILLICH, Juicio a la escuela..., p. 15.
55
E. REIMER, op. cit., p. 158.
412
A nivel de lo personal, esta «competencia» se traduce en sentimientos de seguridad y de poder en el rico y
frustración y desamparo en el pobre: «la escuela es una carrera de obstáculos en la que los más lentos deben
soportar la carga creciente del fracaso repetido, en tanto que el éxito espolea constantemente a los rápidos» 56.
Pero esto es, seguramente, un poco crudo. Así es que hay que explicarlo de otra manera, darle otro aspecto;
hay que inventar una nueva mitología racionalizante que, de nuevo, haga opaca la realidad; esa nueva
mitología tiene un nombre: igualdad de oportunidades, y tiene una expresión: justicia social. Esto ya suena
mejor.
Nadie puede poner en duda que el proceso educativo favorece de manera especial a los individuos más
precoces, a los más sanos, a los más preparados, a aquellos que llevan, en el momento de iniciar su
escolarización, un equipo básico mejor estimulado, más active. El informe Coleman sobre la igualdad de
oportunidades en la educación, por ejemplo, demuestra que los antecedentes familiares, con la educación de
los padres incluida, explican las diferencias de rendimiento entre los estudiantes mucho mejor que lo hacen la
calidad de las escuelas a las que han asistido y los métodos que en ellas se siguen. Incluso si la calidad de las
escuelas es la misma, el niño pobre estará siempre más atrasado que el rico. Las oportunidades de aprender
que éste tiene son mucho más numerosas que las de aquél: un ambiente estimulante que valora los aspectos
intelectuales, conversaciones, libros... son un importante abono para la educación. Intentar que la escuela
eduque del mismo modo al pobre que al rico es un absurdo. Según lo indica Illich, el estudiante más pobre se
quedará siempre atrás mientras dependa de la escuela para aprender. «El mito de la igualdad de
oportunidades —escribe Reimer— corresponde a la realidad de la desigualdad obligatoria, siendo así que las
posibilidades de quedarse en el fondo son mucho mayores que las de llegar arriba» 57. El mito de la igualdad
de oportunidades sostiene, sin embargo, que el progreso de cualquier individuo depende única y
exclusivamente de sus esfuerzos personales. Pero es evidente que en cualquier sociedad, los niños de las
clases más desfavorecidas son los que menos posibilidades de ascenso escolar tienen; y más teniendo en
cuenta que todo el montaje es dirigido por las clases sociales favorecidas. Por eso, como escribe Illich, «en
vez de haber igualado las posibilidades, el sistema escolar ha monopolizado su distribución» 58.
De esta manera, resulta que solo reciben los que ya tienen, mientras los demás acumulan pobreza, ignorancia
y frustración. Así sucede, por ejemplo, en el campo de la medicina institucionalizada: los que tienen mayor
asistencia presentan mayores dolencias y el rico se hace tratar cada vez más de los males que la medicina le
produce, mientras que el pobre se tendrá que resignar a sufrir esos males. Del mismo modo, los que más
educación han consumido, recibirán becas y ayudas para que investiguen y consuman más educación («más
de lo mismo», como le gusta repetir a Illich), mientras que los pobres tendrán que contentarse con aprender
su marginación, su ignorancia y su fracaso. Y esto no se soluciona con dinero.
Al contrario, «cuanto más dinero se invierte en los sistemas educativos del mundo, menos se beneficiarán las
personas de los niveles bajos en la jerarquía educativa, laboral y social» 59. Lo mismo sucederá con cualquier
respuesta institucional a las necesidades básicas de las personas. Por eso decíamos al comienzo, con Illich,
que cada nueva institucionalización inventa una nueva clase de pobres y una nueva definición de la pobreza.
En el caso concreto de la educación, la actual «desigualdad de oportunidades» está llevando de manera
constante y descarada a un favoritismo, a un discriminacionismo comparable al que puede hacerse con la raza
o la religión. El pobre ha sido siempre socialmente impotente y lo será tanto más cuanto más tenga que
apoyarse en el cuidado y atención institucionales, lo que añade indefinición física, impotencia psicológica e
incapacidad de valerse por sí mismo a la ya larga lista de sus desventajas acumuladas. Y que no tenga que
abandonar la escuela, porque entonces no solo perderá todo acceso a los recursos educativos formales, sine
que además se verá con menos posibilidades de empleo y, como dice Reimer, con menos excusas. «Los
pobres padecen la desventaja de la cultura del silencio, herencia de la magia y del mito diseñados para
asegurar la docilidad de sus miembros. Eso, y no una deficiencia genética, es lo que representa un obstáculo
para el aprendizaje de sus hijos; eso y el castigo del fracaso y la desaprobación, que constituyen su sino
56
Ídem, pp. 39-40.
57
Ídem, p. 63.
58
I. ILLICH, La sociedad desescolarizada..., p. 24.
59
C. WARD, «El papel del Estado», en I. ILLICH y otros. Educación sin escuela, p. 58.
413
habitual en las escuelas» 60. Y nadie más interesado en mantenerlos en esta cultura del silencio, la ignorancia
y la docilidad que las elites que controlan la sociedad; esas elites saben de sobra que, como escribe el mismo
Reimer, dónde quiera que una proporción razonable de la población ha sido educada en el sentido de
comprender la realidad suficientemente como para actuar sobre ella con eficacia (...) las sociedades llegaron
a ser verdaderamente democráticas» 61.
Poco queda en pie después de hacer rodar por tierra tantas cosas. Más bien se trata ya de concluir, de
recapitular, aunque esta recapitulación haga radar las pocas que quedan. Preguntarse a estas alturas si,
después de todo la visto, puede decirse que la escuela educa, es algo que está fuera de lugar. Precisamente
vamos a centrar ahora este análisis conclusivo en el detalle del fracaso de la escuela de cara a su fin: la
educación. ¿Por qué la escuela no educa? ¿Qué es, si no educación, lo que la escuela enseña?
Para Illich y Reimer, las cosas están condenadas al fracaso desde el principio: la escuela parte de la hipótesis
de que el aprendizaje es el resultado de la enseñanza. Esta hipótesis —para Illich, espúrea— es a la vez la
raíz, una de las raíces, de su fracaso. Illich y Reimer creen que la obligación de asistir a la escuela restringe el
derecho a aprender, creen que, como vimos al comienzo, la escuela tiene, en todo el mundo, un efecto anti-
educacional sobre la sociedad. La que uno sabe la aprende fuera de la escuela; la mayor parte de aprendizaje
se hace sin los maestros; de esta manera, el aprendizaje se realiza no gracias a la escuela, sino a pesar de ella;
no a través del maestro, sino a pesar de él; en muchas ocasiones, el maestro dificulta el aprendizaje de una
materia según se la enseña a sus alumnos; el sistema escolar, por su parte, alienta más la obtención de notas
aceptables que de educación, de aprendizaje.
El error viene, por lo tanto, de confundir educación con escuela, que es algo así como confundir religión con
Iglesia o salud con hospital a mito can ritual. Más adelante veremos a Iiiich y Reimer proponer la des-
escolarización basándose, entre otras cosas, en que la cultura está siendo hay apagada en las escuelas, como la
salvación en las iglesias a la salud en las instituciones hospitalarias. Para ellos, aunque creen que la
educación puede servir para aprender algunas cosas en determinadas circunstancias, la mayor parte del
conocimiento se adquiere fuera de las escuelas, donde el aprendizaje sobreviene, la mayoría de las veces, de
forma casual. Según la cree Illich, da mayor parte del aprendizaje, no es la consecuencia de una instrucción.
Es más bien el resultado de una participación no estorbada en un entorno significativo» 64, de un proceso
vivencial en un medio ambiente natural y humano.
¿Cuáles son las consecuencias de este error? ¿Qué es lo que en realidad enseña la escuela? Las escuelas
enseñan el consumo de instrucción, pervirtiendo la natural inclinación del niño a aprender y desarrollarse.
Enseñan al niño que ese consume debe ser escalonado, progresivo, y que debe ser administrado por el
maestro, especialista en la confección y difusión de paquetes educacionales.
Las escuelas enseñan e imponen la alineación. Alienan a los niños desde el memento en que los separan del
trabajo, de la realidad, de la vida y la libertad, desde el momento en que separan la educación de las realidades
60
B. REIMER, op. cit., p. 139.
61
Ídem, p. 156.
62
I. ILLICH, La sociedad desescolarizada, p. 30.
63
Ídem, op. y loc. cit.
64
Ídem, p. 57.
414
sociales, políticas, culturales, familiares y económicas. 65 Por otra parte, da escuela prepara para la alienante
institucionalización de la vida al enseñar la necesidad de ser enseñado. Una vez que se aprende esta lección,
la gente pierde atractivo en relacionarse y se cierra a las sorpresas que la vida ofrece cuando no está pre-
determinada por la definición institucional» 66.
Las escuelas enseñan y generan frustración. La clásica sensación del alumno que acaba todos los cursos con el
amargo sentimiento de no haber aprendido realmente nada de lo que le interesaba aprender; la clásica
frustración del maestro que comprende lo poco que ha enseñado y el poco valor de eso que ha logrado
enseñar; cambos quedan frustrados y ambos culpan a unos recursos insuficientes —dinero, tiempo o
edificios— de su mutua frustración» 67.
Las escuelas enseñan subordinación, enseñan domesticación y enseñan que el individuo manso que sea capaz
de ajustarse a los imperativos del pastor de turno triunfará en la vida y sobresaldrá, antes a después, del
rebaño. Confunden adaptación con mansedumbre y enseñan esa confusión a los alumnos. Como escribe
Illich, «la escuela no relaciona el aprender con la instrucción en determinadas funciones sociales, sino con la
subordinación. Esto no es ni educador ni justo. No es educador ya que la escuela reserva los escaños más
altos de la pirámide de la formación para aquellos que se adaptan en todos sus pasos de aprendizaje al patrón
de un reconocimiento social determinado desde fuera. No es justo porque no relaciona la aplicación de
funciones con cualidades o capacidades relevantes, sino con testimonios insignificantes» 68.
Según Reimer, lo único que la escuela enseña es la habilidad para ser más listo que el sistema escolar. Illich
contesta en otro tono a la pregunta sobre qué es lo que se aprende realmente en la escuela y su contestación
incluye prácticamente todos los aspectos que hemos analizado desde el principio: ¿qué se aprende en la
escuela? Se aprende que mientras más horas se pasen en ella, más vale uno en el mercado. Se aprende a
valorar el consumo escalonado de programas. Se aprende que todo la que produce una institución dominante
vale y cuesta caro, aún lo que no se ve, como la educación y la salud. Se aprende a valorar la promoción
jerárquica, la sumisión y la pasividad, y hasta la desviación tipo, que el maestro interpretará como síntoma de
creatividad. Se aprende a solicitar sin indisciplina los favores del burócrata que preside las sesiones
cotidianas: profesor en la escuela, patrón en la fábrica. Se aprende a definirse como detentador de un lote
de conocimientos en la especialización en que ha invertido su tiempo. Se aprende, finalmente, a aceptar sin
rebelarse su papel en la sociedad, es decir, la clase y la carrera precisa que corresponde precisamente al nivel
y al campo de especialización escolares» 69.
1. La alternativa educacional
Hemos visto en los apartados anteriores como analizan Illich y Reimer la problemática educacional. Hemos
visto también como el monopolio que las escuelas ejercen sobre la educación no es sino un aspecto del
monopolio que ejerce la tecnología sobre la sociedad. Hemos, al mismo tiempo, vista como la educación
escolarizada sirve, entre otras cosas, para hacer al hombre dependiente de ese monopolio. Pues bien, «las
alternativas a la escuela son necesarias fundamentalmente porque las escuelas impiden a la humanidad
escapar de ese monopolio» 70. A las alturas históricas de educación escolarizada que tenemos, debe tenerse en
cuenta que no solo la educación, sino la sociedad en su conjunto necesitan ser «desescolarizadas». Esta
desescolarización, es decir, este desmontaje de las escuelas, es, para Illich y Reimer, inminente; para ellos, el
derrumbe de la institución escolar sucederá inevitablemente y a una velocidad sorprendente; no hace falta
hacer grandes esfuerzos para conseguirlo, ya que, según creen, la escuela, tal y como hay existe, se destruye a
sí misma; de hecho, está destruyéndose ya. Si esto es así, lo importante, la urgente, no es esforzarse por
destruir las escuelas, sino intentar dirigir la desescolarización en una dirección positiva y esperanzadora.
65
Cf. I. ILLICH, La escuela y la represión..., p. 22.
66
I. ILLICH, La sociedad desescolarizada..., p. 66.
67
Ídem, p. 97.
68
I. ILLICH, La escuela y la represión, p. 23.
69
I. ILLICH, La convivencialidad..., p. 87.
70
E. REINER, op. cit., p. 26.
415
Dos pueden ser, fundamentalmente, las posibilidades de desarrollo posteriores al desmontaje de las escuelas.
La primera seria la ampliación del control pedagógico sobre toda la sociedad, fuera incluso de los muros
escolares: «con la mejor intención, y tan solo ampliando la retórica usada hay en la escuela, la crisis actual de
las escuelas podría proporcionar a los educadores la excusa para usar todas las redes de la sociedad
contemporánea para enviarnos sus mensajes —para nuestro bien—. La desescolarización, que no podemos
detener, podría significar el advenimiento de un “mundo feliz” dominado por unos bienintencionados
administradores de instrucción programada» 71. Si esto sucediera, la escuela saldría de su entorno físico y se
expandiría por toda la sociedad; no habría, entonces, forma de distinguirla de un hospital mental o de una
prisión o un cuartel; las palabras control, constricción, adaptación y educación sedan sinónimas.
La otra dirección es más esperanzadora. Aunque más abajo será expuesta más concretamente, estas son sus
líneas maestras tal como las describe Illich: «podemos a bien trabajar en desarrollar procesos educativos
nuevos e inquietantes en relación con un mundo que cada vez se hace más opaco e impenetrable para el
hombre, o bien construir las condiciones favorables para una nueva era en la que se utilice la tecnología para
hacer la sociedad más simple y transparente, de tal modo que todo el mundo pueda de nuevo conocer las
cosas y utilizar las herramientas que modelan su vida. En suma, podemos o desmontar las escuelas o
desescolarizar la cultura» 72.
Una auténtica revolución educacional exige una doble inversión: por una parte, una nueva orientación del
trabajo de investigación, pues mientras las relaciones educativas continúen siendo las que existen entre
proveedores y consumidores, la investigación continuará acumulando pruebas científicas que apoyarán la
necesidad de más paquetes educativos despachados cada vez con más exactitud y éxito a cada cliente. Por el
contrario, los objetivos de la investigación radical serian: «por una parte, presentar criterios que permitan
determinar cuándo una herramienta alcanza un umbral de nocividad; por otra, inventar herramientas que
optimicen el equilibrio de la vida y así maximicen la libertad de cada uno» 73.
Por otra parte, la revolución en la enseñanza necesita una nueva comprensión del estilo educacional,
comprensión que abarcaría un espíritu distinto en la forma de planificar los mecanismos para la adquisición
formal de las destrezas y su usa educativo, y, de otro lado, un nuevo modo de encarar la educación informal o
incidental.
Quizá sea este el momento más adecuado para analizar dos de las ideas de Illich y de Reimer más
comúnmente difundidas pero no siempre bien conocidas: la desescolarización de la educación y la nueva
comprensión de los procesos de aprendizaje.
«Nuestras actuales institucionales educacionales —escribe Illich— están al servicio de las metas del
profesor. Las estructuras de relación que necesitamos son las que permitan a cada hombre definirse él mismo
aprendiendo y contribuyendo al aprendizaje de otros»74. Según el mismo Illich, desescolarizar significa
abolir el poder de una persona para obligar a otra a asistir a una reunión; significa, a la por, que cualquier
persona, de cualquier clase, edad a sexo, tiene derecho a convocar reuniones. Desescolarizar significa, pues,
en primer lugar, sacar fuera de las aulas la relación entre las personas. En este sentido, la educación
71
I. ILLICH, La sociedad desescolarizada..., p. 133.
72
I. ILLICH, L’alternat a la scolar..., p. 106.
73
I. ILLICH, La convivencialidad..., p. 108.
74
I. ILLICH, La sociedad desescolarizada..., p. 96.
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desescolarizada, lo inverso de la actual situación escolar, seria «una institución que aumentase las
posibilidades de que las personas que en un determinado momento compartiesen el mismo interés especifico
pudiesen encontrarse independientemente de qué otra cosa tuviesen en común» 75.
Pero, evidentemente, hay más que desescolarizar. Las cosas, por ejemplo, que son recursos básicos para
aprender. Si es cierto que la calidad del entorno y la relación de una persona con él determinan lo que una
persona será capaz de aprender de manera incidental, resulta obvio que «el entorno físico general debe
hacerse accesible, y aquellos recursos físicos de aprendizaje que han sido reducidos a instrumentos de
enseñanza deben llegar a estar disponibles para el aprendizaje autodirigido»76. Quiere esto decir que los
objetos, con las cualidades educativas a ellos incorporadas, deben estar, en todo momento y lugar, al alcance
de la mano de todos.
Se debe desescolarizar, asimismo, el derecho de cada uno a compartir sus conocimientos con otros que deseen
escucharle; las escuelas han convertido este derecho en el privilegio de la libertad académica que solo se
otorga a quienes tienen una titulación especial.
La empresa educativa —cuya naturaleza es, según Illich, ilegitima y religiosa— debe ser abolida y los
objetivos de la desescolarización son: «proporcionar a todos aquellos que lo quieren el acceso a recursos
disponibles en cualquier momento de sus vidas; dotar a todos los que quieran compartir lo que saben del
poder de encontrar a quienes quieran aprender de ellos; y, finalmente, dar a todo aquel que quiera presentar
en público un tema de debate la oportunidad de dar a conocer su argumento» 77.
Esto exige, al menos, tres cosas: una serie de redes educativas, de tramas educacionales que posibiliten la
nueva educación; una nueva forma de potenciar el aprendizaje informal y un retorno a la responsabilidad y la
iniciativa personal en el aprendizaje.
Las redes a tramas educacionales, sustitutas de los actuales «embudos educacionales», deben montarse
respecto a las cosas, los iguales, los modelos y los mayores, que son los cuatro recursos del aprendizaje.
Respecto a las cosas, ya hemos visto que son los recursos básicos para aprender; se ha visto también la
necesidad de hacer accesible el entorno, el medio, y de «desescolarizar» los objetos en general y la relación
con ellos, posibilitando, de esta manera, un nuevo estilo de relación educativa entre el hombre y su medio
ambiente.
Si a una persona le interesa aprender una habilidad, una destreza, necesita de alguien que se la enseñe. Como
vimos, la naturaleza del aprendizaje de habilidades y la de la educación encaminada a un comportamiento
creativo e inventivo son distintas y, a veces, contrarias. Vimos también como la escuela era ineficaz para
instruir en uno y otro aspecto por no distinguirlos a por confundirlos. La desescolarización de las habilidades
y su aprendizaje conduciría, en el entramado propuesto por Illich y Reimer, a la creación de unas «lonjas de
habilidades», en las que las personas interesadas en enseñar una destreza o habilidad podrían ayudar a las
personas interesadas en aprenderlas. Y todo ella, obviamente, sin necesidad de que el que la posea tenga un
certificado que lo acredite ni de que el que la aprenda obtenga un certificado por haberla hecho. Como señala
Illich, «aquello de insistir a personas diestras en que antes de demostrar su habilidad certifiquen ser
pedagogos es el resultado de la insistencia de una de dos alternativas: a que la gente aprenda lo que no quiere
saber, o bien que todos —incluso quienes sufren de alguna desventaja especial— aprendan ciertas cosas, en
un momento dado de sus vidas, y preferiblemente en circunstancias específicas» 78.
Hemos visto, al hablar de lo que Illich entiende por desescolarización, como una de las características de la
educación desescolarizada seria partir de, entre otras cosas, la premisa según la cual las personas que deseen
aprender algo deben, para hacerlo, juntarse con otras que estén interesadas en el mismo asunto,
independientemente de factores tales como la edad, el sexo, etc., que es lo contrario de la forma que tiene la
escuela de agrupar a la gente. Las escuelas forman grupos de iguales en torno a las metas del profesor, bien
75
Ídem, p. 121.
76
Ídem, p. 107.
77
Ídem, p. 101.
78
Ídem, p. 116.
417
sea, en el peor de los casos, que se obligue a todos a aceptar el mismo tratamiento en lenguaje, urbanidad y
matemáticas, bien sea que se les dé, en el mejor de los casos, la posibilidad de que elijan en qué materias
quieren recibir la misma secuencia de tratamiento. Una educación desescolarizada permitiría a cada uno
especificar la actividad a la materia para la cual busca compañeros; de ahí que, para Illich, una de las
alternativas más radicales para la escuela consistiría en dar a cada uno la posibilidad de compartir sus
preocupaciones con otros que estuviesen motivados en las mismas cuestiones. Sabemos —es la experiencia
de cada uno de nosotros— que el hombre crece y aprende en la medida en que él está comprometido en un
intercambio personal e intimo —siempre sorprendente— con otros, en un ambiente significativo» 79. Contra
la que puede pensarse a primera vista, la desescolarización de la educación debería, según Illich, aumentar,
más que disminuir, la búsqueda de maestros, de hombres con conocimientos en áreas determinadas que se
prestasen a ayudar al que comienza su educación en estas áreas. Evidentemente esto es, por lo demás,
necesario y si se lograse reunir al maestro dispuesto a dar una auténtica lección intelectual con el alumno
altamente motivado, sin las restricciones curriculares, se dada un grandísimo paso adelante en educación.
¿Cuál seria exactamente, el cometido de este maestro? Illich lo describe así: el guía o maestro en educación
se ocupa en ayudar a unos asociados parejos a que se reúnan, de modo, que se dé el aprendizaje. Él reúne a
personas que parten de sus propios y no resueltos interrogantes. A lo más, ayuda él alumno a formular su
perplejidad, puesto que solo un planteamiento claro le dará el poder de encontrar su pareja, moverse con ella,
explorar en ese momento la misma cuestión en el mismo contexto» 80. De aquí al clásico papel del maestro,
como custodio, predicador y terapeuta, media un abismo de diferencia.
Como resulta obvio, se necesitan unas estructuras de relación nuevas pensadas con el propósito de facilitar el
acceso a estos recursos a todas aquellas personas que estén interesadas en algunos de ellos. Como señala
Illich, para poder montar estas tramas se requieren disposiciones administrativas, tecnológicas y
especialmente legales. De esto nos ocuparemos posteriormente.
Vamos antes a referirnos a los otros dos aspectos que traería aparejada le desescolarización, a más de las
tramas que acabamos de describir. El primero de ellos, el aprendizaje informal, es, para Illich y Reimer, una
de Las piedras angulares del nuevo enfoque. Se necesita, de manera especial, una nueva filosofía del
aprendizaje, basada en el libre acceso a la naturaleza, las herramientas y las cosas y en unas relaciones
interhumanas educadoras; basada en una potenciación de la instrucción libre y rutinaria y en la canalización
de la creatividad personal («El aprender que yo valoro es la creación no mensurable» 81); basada, en una
palabra, en una nueva actitud frente al proceso humano de enseñanza y aprendizaje y, si se quiere llegar un
poco más allá, frente al desarrollo humano en general.
El otro aspecto es, según le entienden nuestros autores, uno de los principios más necesarios para la
revolución educacional: el retorno de la iniciativa y la responsabilidad del aprendizaje al que aprende o a su
tutor más inmediato. Desde todos los puntos de vista, el aprendizaje auto-motivado realizado bajo la
responsabilidad personal, introduciría una importantísima novedad en el campo educacional. Digamos
también, de pasada, que para Illich la desescolarizacion es responsabilidad personal —«cada uno de nosotros
es responsable de su propia desescolarización» 82— Illich y Reimer insisten mucho en este aspecto porque
«solamente cuando el hombre recobra el sentimiento de responsabilidad personal hacia lo que aprende o
enseña, puede romper el encanto y superar la alienación que separa el aprendizaje de la vida» 83.
2. La alternativa social
Ahora, al final de este apartado, estamos invirtiendo el orden expositivo de todo lo que antecede en él.
Empezamos hablando de la sociedad industrial y hemos seguido el análisis por la educación que en esa
sociedad se da. A la hora de las alternativas hemos empezado hablando de la nueva concepción del proceso
educacional y vamos a terminar intentando exponer en qué tipo de sociedad se darán estos procesos.
79
I. ILLICH, Educación y cambio social..., p. 112.
80
I. ILLICH, La sociedad decescolarizada..., p. 31.
81
I. ILLICH, La escuela y la represión.... p. 16, y La sociedad desescolarizada...,p. 53. p. 185.
82
I. ILLICH, La sociedad desescolarizada..., p. 67.
83
I. ILLICH, L’altern. a la scolar..., p. 120.
418
Hay que tener, de entrada, en cuenta que la educación, por si sola, no puede ocasionar un cambio social
revolucionario. Más bien, come apunta Reimer, han de producirse unos cambios sociales de envergadura si se
pretende que las alternativas a la escuela tengan eficacia real. Illich afirma también, por su parte, que sus
propuestas están ideadas para una sociedad que ahora no existe; sin embargo, por una parte, «no tiene
sentido aguardar a que otros cambios den lugar a un cambio educativo» 84 y, por otra, la educación puede ir
mucho más lejos de lo que suele pensar la gente que confunde la educación con la escolarización» 85.
Ya hemos visto que la escuela, al escolarizar nuestra creatividad, nuestra espontaneidad, nuestras
inclinaciones personales, nuestros deseos, nuestra personalidad, está impidiéndonos que nos eduquemos, que
aprendamos. Pero nuestra imaginación está también profundamente escolarizada y le es muy difícil imaginar
y descubrir nuevas alternativas para la educación. Sin embargo, es claro que lo primero que hay que cambiar
es la filosofía institucional, la forma de concebir las respuestas posibles a las necesidades de las personas; la
«imaginación institucional» debe ser radicalmente renovada. La nueva filosofía dará lugar a nuevas praxis
que pasando por el total renovamiento de las instituciones, propiciarán el tan deseado y deseable cambio
social. Pero la reconstrucción de la sociedad es inviable si no se invierten las instituciones industriales que
ella misma ha generado: únicamente invirtiendo la lógica de la institución, escribe Ivan Illich, es posible
revertir el actual proceso autodestructivo a cuyo análisis hemos dedicado las paginas que anteceden. Según
Reimer, «la comprensión y la acción efectiva requerirán una teoría general del cambio institucional.
Debemos desarrollar instrumentos conceptúales que sirvan para analizar las instituciones, de modo que se
puedan comprender el proceso histórico que dio lugar a ellas, el proceso sociológico que las hizo aceptables y
las limitaciones que ahora imponen a la búsqueda de alternativas» 86.
Este cambio en la comprensión de las instituciones debe ir acompañado de una ayuda —la de la técnica— y
de una limitación —la de los tapes al crecimiento—, lo que antes llamamos umbrales de mutación. Al
contrario de lo que pueda parecer, Illich y Reimer no desechan la tecnología moderna; por el contrario,
desean servirse de ella para la revolución que intentan, pues creen que solamente el uso de la técnica bajo el
control de la politica puede asegurar esa revolución. Pero no cualquier técnica, por supuesto, sino solamente
la «justa». Para ellos, la herramienta —utilizan este término para referirse a los medios técnicos— justa
debe tener tres características: debe ser eficiente sin ahogar la autonomía de la que la utiliza; no debe suscitar
ni amos ni esclavos; debe, por último, expandir el radio de acción personal. «El hombre necesita de una
herramienta con la cual trabajar, y no de instrumentos que trabajen en su lugar. Necesita de una
tecnología que saque el mejor partido de la energía y de la imaginación personales, no de una tecnología que
le avasalle y le programe» 87.
Pero, al mismo tiempo, se deben poner limites a lo que los individuos pueden consumir, producir o hacer con
las cosas a las personas, límites hay ampliamente transgredidos. Esta limitación debe tener en cuenta los
verdaderos intereses de los individuos y los grupos, y debe llevar a un sacrificio de los intereses a corto plaza
en aras delos que son más duraderos. Illich, con su prosa habitual, lo percibe así: la instalación del fascismo
tecno-burocrático no está escrita en las estrellas. Existe otra posibilidad: un proceso político que permita a la
población determinar el máximo que cada uno puede exigir, en un mundo de recursos manifiestamente
limitados; un proceso consensual destinado a fijar y mantener limites al crecimiento de la instrumentación;
un proceso de estimulo a la investigación radical, de manera que un numero creciente de gente pueda hacer
cada vez más con cada vez menos» 88.
84
B. REIMER, op. cit., p. 155.
85
Ídem, p. 158.
86
Ídem, p. 96.
87
I. ILLICH, La convivencialidad..., p. 26. Subrayado en el original.
88
Ídem, p. 134. Subrayado en el original.
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convivial, la herramienta moderna está al servicio de la persona integrada en la colectividad y no al servicio
de un cuerpo de especialistas en burocracia y tecnología. En palabras del propio Illich: «a la amenaza de un
Apocalipsis tecnocrático, yo opongo la visión de una sociedad convivial. La sociedad convivial descansará
sobre contactas sociales que garanticen a cada uno el mayor y más libre acceso a las herramientas de la
comunidad, can la condición de no lesionar una igual libertad de acceso al otro» 89.
¿Habrá en esta sociedad sitio para la escuela? La habrá siempre y cuando la escuela sea, para utilizar un
término recién aludido, una herramienta justa: una saciedad convivial no prohibe la escuela. Proscribe el
sistema escolar pervertido en herramienta obligatoria, basada en la segregación y el rechaza de los
fracasados» 90.
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17. REIMER. E.: La escuela ha muerto, Banal, Barcelona. 1973.
89
Idem, p. 29.
90
Idem, p. 45.
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