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En este texto, el autor plantea que la subjetividad del boliviano moderno no se originó con la
creación de la República en 1825, sino más bien en los eventos que ocurrieron entre la
Guerra del Chaco y la Revolución del 52. Estos dos acontecimientos históricos marcaron un
cambio en la situación social y dieron lugar a una nueva subjetividad, diferente a la del siglo
XIX. El siglo XX en Bolivia comenzó con la Guerra del Chaco y el proceso de modernización
actual comenzó con la Revolución del 52. Ambos acontecimientos tienen en común el sello
de la violencia y la subyugación. Por la Guerra del Chaco, el indio, el mestizo y el criollo se
reconocieron como bolivianos y por la Revolución del 52, el mestizo y el criollo modernizaron
su identidad y su subjetividad.
El autor del texto comienza describiendo una característica propia del boliviano, el
acomplejamiento, que puede tener bases objetivas o subjetivas, pero que es preocupante
cuando se cree que se es inferior de forma innata. Luego, explica cómo históricamente los
europeos medievales no podían contender con culturas diferentes y constituyeron a los
judíos como sus primeras víctimas, aprendiendo el arte de ser victimarios. Esta dinámica se
trasladó a América Latina cuando los españoles vinieron por primera vez a estas tierras y se
constituyeron en superiores respecto de los originarios de estas tierras, necesitando
constituirlos como inferiores para sentirse superiores.
Se puede notar que junto con el soldado colonizador ingresó el pedagogo o educador, quien
enseñaba la pedagogía de la cruz por la noche y la economía moderna de la producción con
látigo y espada durante el día. Se enseñó a los nativos a aceptar todo con un sí y con la
cabeza gacha, sin cuestionar nada ni dudar de nada, lo que se tradujo en una incapacidad de
cuestionar y de dudar, es decir, en un anti-cogito, como mutilación de la subjetividad.
El autor sostiene que el horizonte de prejuicios constituye el terreno sobre el que se yergue el
inconsciente, lo que influye en la formación de la conciencia. El boliviano que surge de la
Guerra del Chaco tenía un humus acumulado de varios siglos en su inconsciente, lo que
produjo su plus-inconsciente, que se recrea de acuerdo con las costumbres de la época. Los
criollos, mestizos e indígenas vivían en un contexto en el que cada grupo se sentía superior
al otro, y esta actitud era influida por los prejuicios que habían sido transmitidos de
generación en generación. El autor señala que el criollo se consideraba inferior al europeo y,
por lo tanto, necesitaba constituir a los originarios como inferiores para sentirse alguien. El
mestizo, por su parte, se sentía inferior al criollo y, por lo tanto, necesitaba constituir a los
indígenas como inferiores. Los indígenas, a su vez, también subjetivaron a su modo esta
cultura racial. En el siglo XX, se observa entre los indígenas un racismo al revés, en el que lo
blanco se considera lo inferior o maligno por naturaleza. El autor sostiene que toda relación
amo-esclavo produce una dialéctica maldita, porque no basta con "creer" que uno es superior
para serlo efectivamente, y el poder cuanto más impotente es, se torna más despótico.
La oligarquía criolla despreciaba lo propio y minimizaba su valor, lo que llevó a los bolivianos
a despreciarse a sí mismos y a admirar lo foráneo. Esta mentalidad típicamente importadora
se arraigó en la cultura boliviana y dejó a la nación incapaz de producir algo propio que sea
tan bueno o mejor que lo extranjero. Cuando alguien surge con una mentalidad distinta,
inmediatamente se le intenta apocar y convencer de que lo que quiere hacer no es posible en
Bolivia.
El autor concluye que la Revolución de 1952 fue una revolución "en parte" porque produjo
objetivamente una revolución, pero subjetivamente no se auto-revolucionó. Los
revolucionarios no se tomaron o concibieron a sí mismos como sujetos, sino como objetos. El
autor argumenta que el nacionalismo "movimientista" sigue teniendo una conciencia colonial
y periférica, produciendo un movimiento en la periferia solo para cambiar de posición dentro
de la misma periferia. El autor sugiere que la auto-crítica y la reflexión sobre la propia
subjetividad son fundamentales para la transformación radical de la relación occidental
sujeto-objeto.