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INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA MODERNA DE LA SUBJETIVIDAD BOLIVIANA.

En este texto, el autor plantea que la subjetividad del boliviano moderno no se originó con la
creación de la República en 1825, sino más bien en los eventos que ocurrieron entre la
Guerra del Chaco y la Revolución del 52. Estos dos acontecimientos históricos marcaron un
cambio en la situación social y dieron lugar a una nueva subjetividad, diferente a la del siglo
XIX. El siglo XX en Bolivia comenzó con la Guerra del Chaco y el proceso de modernización
actual comenzó con la Revolución del 52. Ambos acontecimientos tienen en común el sello
de la violencia y la subyugación. Por la Guerra del Chaco, el indio, el mestizo y el criollo se
reconocieron como bolivianos y por la Revolución del 52, el mestizo y el criollo modernizaron
su identidad y su subjetividad.

Se argumenta antes del movimiento de 1952, los gobiernos oligárquicos manipulaban el


poder exclusivamente para sus intereses y no para los de la nación. El Movimiento del 52 fue
revolucionario porque subvirtió la subjetividad egoísta, egocéntrica y solipsista de la rosca
oligárquica y la reemplazó con una subjetividad con conciencia nacional-popular. Por primera
vez en la historia boliviana, surgieron sujetos sociales con la intención de auténtica
nacionalización de las fuerzas político-sociales, los poderes económico-políticos y la riqueza
nacional. La nacionalización es revolucionaria cuando busca convertir a toda la nación en el
"centro" de los esfuerzos económicos, políticos, sociales, educativos y culturales. El autor
señala que la revolución deja de ser revolucionaria cuando pierde esta dirección o eje, y se
convierte en cualquier cosa, dando lugar a los ismos de todo tipo y color que no tienen nada
que ver con el núcleo a partir del cual tiene sentido todo, que es la nación y su cultura e
historia propias.

El autor cuestiona la racionalidad de los sujetos sociales y políticos que condujeron la


Revolución del 52 y se pregunta si tenían realmente una conciencia nacional y subjetividad
revolucionaria. El autor también señala que se puede tener conciencia nacional sin buscar
necesariamente una revolución, y que la historia boliviana entre las décadas del 50 y los 80
del siglo XX ha mostrado que puede haber sujetos políticos con pretensión revolucionaria
pero sin conciencia nacional. El autor argumenta que la racionalidad que subyace a las
conciencias, las subjetividades y los hechos de los sujetos políticos y sociales es un factor
clave en el cambio político y social y plantea que, aunque los programas y proyectos han
cambiado, todo sigue igual o peor que antes. El autor sugiere que esto puede deberse a que,
cuando la realidad social es colonial, solo cambia de acuerdo con la lógica de los cambios
que se producen en el centro, y que es necesario comprender qué es aquello que no ha
cambiado para poder avanzar hacia una verdadera transformación.

El texto presenta una introducción a la historia moderna de la subjetividad boliviana, en la


que se destaca una característica propia de los bolivianos: el acomplejamiento. A pesar de
que existen elementos objetivos que podrían justificar este sentimiento, lo malo es creer que
se es inferior de forma innata. La subjetividad siempre busca superarse, pero cuando esto es
imposible objetivamente, se recurre a la sublimación, proyectando lo contrario de lo que se
cree. Históricamente, los europeos medievales, al no poder contender con otras culturas,
constituyeron a los judíos como sus primeras víctimas, aprendiendo así el arte de ser
victimarios. En América Latina, los españoles se constituyeron en superiores respecto de los
originarios de estas tierras, a quienes necesitaban constituir como inferiores para sentirse
superiores. Así, junto con el soldado colonizador, ingresó el pedagogo o educador,
enseñando la pedagogía de la cruz por la noche y la economía moderna de la producción
con látigo y espada durante el día. De esta manera, se enseñó a los nativos a aceptar todo
con un sí y con la cabeza gacha, sin cuestionar nada ni dudar de nada. El precio del
surgimiento del cogito cartesiano era el anti-cogito, como mutilación e incapacidad de
cuestionar y de dudar. La pedagogía moderna se desarrolló en esta perspectiva desde
Cortes hasta Rosseau. En Europa, estas pedagogías enseñaban a cuestionar el pasado
medieval sin afectar la historia pasada de Europa, pero cuando se importaron a América
Latina, enseñaron a despreciar nuestra historia, cultura y costumbres, y a concebir lo nuevo
(aunque sea pésimo) como bueno, lo que afectó nuestra realidad, cultura, presente y futuro.

El autor del texto comienza describiendo una característica propia del boliviano, el
acomplejamiento, que puede tener bases objetivas o subjetivas, pero que es preocupante
cuando se cree que se es inferior de forma innata. Luego, explica cómo históricamente los
europeos medievales no podían contender con culturas diferentes y constituyeron a los
judíos como sus primeras víctimas, aprendiendo el arte de ser victimarios. Esta dinámica se
trasladó a América Latina cuando los españoles vinieron por primera vez a estas tierras y se
constituyeron en superiores respecto de los originarios de estas tierras, necesitando
constituirlos como inferiores para sentirse superiores.

Se puede notar que junto con el soldado colonizador ingresó el pedagogo o educador, quien
enseñaba la pedagogía de la cruz por la noche y la economía moderna de la producción con
látigo y espada durante el día. Se enseñó a los nativos a aceptar todo con un sí y con la
cabeza gacha, sin cuestionar nada ni dudar de nada, lo que se tradujo en una incapacidad de
cuestionar y de dudar, es decir, en un anti-cogito, como mutilación de la subjetividad.

El autor sostiene que el horizonte de prejuicios constituye el terreno sobre el que se yergue el
inconsciente, lo que influye en la formación de la conciencia. El boliviano que surge de la
Guerra del Chaco tenía un humus acumulado de varios siglos en su inconsciente, lo que
produjo su plus-inconsciente, que se recrea de acuerdo con las costumbres de la época. Los
criollos, mestizos e indígenas vivían en un contexto en el que cada grupo se sentía superior
al otro, y esta actitud era influida por los prejuicios que habían sido transmitidos de
generación en generación. El autor señala que el criollo se consideraba inferior al europeo y,
por lo tanto, necesitaba constituir a los originarios como inferiores para sentirse alguien. El
mestizo, por su parte, se sentía inferior al criollo y, por lo tanto, necesitaba constituir a los
indígenas como inferiores. Los indígenas, a su vez, también subjetivaron a su modo esta
cultura racial. En el siglo XX, se observa entre los indígenas un racismo al revés, en el que lo
blanco se considera lo inferior o maligno por naturaleza. El autor sostiene que toda relación
amo-esclavo produce una dialéctica maldita, porque no basta con "creer" que uno es superior
para serlo efectivamente, y el poder cuanto más impotente es, se torna más despótico.

La historia moderna de la subjetividad boliviana está marcada por un complejo de inferioridad


y una mentalidad colonial que se arrastra hasta la actualidad. El boliviano no tiene un
proyecto propio de vida ni de liberación, lo que lo lleva a aspirar al poder solo para satisfacer
su afán de lucro y su deseo de tener lo que el amo tiene. El consumo de lo extranjero define
su forma de ser, ya que no tiene conciencia nacional, pertenencia histórica ni identidad
cultural propia. La incapacidad de producir su subjetividad lo lleva a aspirar solo al consumo,
y cuanto más moderno, mejor. El poder es visto como una forma de sentirse amo, aunque
sea por un momento, y al llegar al mismo, lo vive como una alucinación ebria y desaforada.

En el momento en que las repúblicas latinoamericanas nacieron a la vida independiente,


Bolivia se consideraba superior a los demás países latinoamericanos, ya que tenía una
capital con una prestigiosa universidad y un cerro rico del que se seguía extrayendo plata.
Sin embargo, la oligarquía criolla demostró desde el principio su ineptitud, perdiendo cerca
de la mitad del territorio en casi un siglo. Esta oligarquía nunca amó este terruño, lo
despreció y despreció lo propio, lo nuestro, lo que no era importado sino originario y
producido en estas tierras. Incapaces de entender la realidad de la propia historia, inventaron
parentescos, historias y escudos de familias que se originaron en España.

La oligarquía criolla despreciaba lo propio y minimizaba su valor, lo que llevó a los bolivianos
a despreciarse a sí mismos y a admirar lo foráneo. Esta mentalidad típicamente importadora
se arraigó en la cultura boliviana y dejó a la nación incapaz de producir algo propio que sea
tan bueno o mejor que lo extranjero. Cuando alguien surge con una mentalidad distinta,
inmediatamente se le intenta apocar y convencer de que lo que quiere hacer no es posible en
Bolivia.

Esta mentalidad importadora y despreciativa de lo propio ha limitado la capacidad de la


nación para progresar. La falta de un proyecto propio de vida y de liberación hace que los
bolivianos no tengan una clara dirección a seguir. La subjetividad boliviana se ve moldeada
por la influencia extranjera y la incapacidad de producir algo propio que sea de valor. Si la
nación quiere avanzar, necesita superar este complejo de inferioridad y desarrollar un
proyecto propio que le permita valorar y potenciar su cultura y sus recursos naturales.

La revolución, que se produjo por la nacionalización, permitió a los bolivianos ejercer el


autocontrol de la producción y la riqueza, que antes estaba en manos de españoles, ingleses
y norteamericanos. Sin embargo, los dirigentes del gobierno revolucionario abandonaron su
proyecto revolucionario de nación y buscaron paliar sus insuficiencias y limitaciones
recurriendo de nuevo al centro. En lugar de avanzar, retrocedieron. El nacionalismo
"movimientista" nació con una conciencia colonial y periférica, produciendo un movimiento en
la periferia solo para cambiar de posición dentro de la misma periferia. En última instancia, el
movimientismo siempre ha cedido ante la presión del centro, lo que lo convierte en un
movimiento de retroceso. La auto-crítica, el conocimiento y la reflexión sobre la propia
subjetividad son fundamentales para la revolución subjetiva y la transformación radical de la
coordenada de la relación occidental sujeto-objeto.

En la Revolución de 1952, aunque objetivamente fue revolucionaria, subjetivamente no lo fue


porque los revolucionarios no se auto-revolucionaron. El autor argumenta que los dirigentes
del gobierno revolucionario abandonaron su proyecto revolucionario de nación y buscaron
soluciones a sus insuficiencias y limitaciones recurriendo al centro en lugar de avanzar. El
nacionalismo "movimientista" nació con una conciencia colonial y periférica, que produjo un
movimiento en la periferia solo para cambiar de posición dentro de la misma periferia. El
movimiento siempre ha cedido ante la presión del centro, lo que lo convierte en un
movimiento de retroceso.
Se sugiera que la auto-crítica, el conocimiento y la reflexión sobre la propia subjetividad son
fundamentales para la revolución subjetiva y la transformación radical de la coordenada de la
relación occidental sujeto-objeto. En este sentido, el autor sostiene que la izquierda mestiza y
la derecha criolla-mestiza han cambiado de políticas, teorías, ideologías, tintes, colores e
incluso de números, pero no han cuestionado lo fundamental. El autor sugiere que es
necesario des-prejuiciarse para des-mitificarse y conocer la propia interioridad, la mismidad,
las propias miserias, es decir, la subjetividad.

El autor concluye que la Revolución de 1952 fue una revolución "en parte" porque produjo
objetivamente una revolución, pero subjetivamente no se auto-revolucionó. Los
revolucionarios no se tomaron o concibieron a sí mismos como sujetos, sino como objetos. El
autor argumenta que el nacionalismo "movimientista" sigue teniendo una conciencia colonial
y periférica, produciendo un movimiento en la periferia solo para cambiar de posición dentro
de la misma periferia. El autor sugiere que la auto-crítica y la reflexión sobre la propia
subjetividad son fundamentales para la transformación radical de la relación occidental
sujeto-objeto.

Se expone la constitución de la subjetividad boliviana en tres momentos histórico-


existenciales. El primer momento se refiere al boliviano como hispano-americano, el segundo
como latino-americano y el tercero como indo-americano. El texto sugiere que a partir de
1825, se constituyeron tres nociones o ideas de lo que significa ser boliviano. La primera de
estas nociones fue la de hispano-americano, la cual entró en crisis durante y después de la
guerra del Pacífico y la guerra del Chaco. La segunda, la del boliviano como latino-
americano, tuvo su momento clásico durante la revolución del 1952 y empezó a entrar en
crisis a principios del siglo XXI. La tercera y última subjetividad, la del boliviano como indo-
americano, empieza a surgir a partir de noviembre de 1979 y muestra su fuerza y presencia a
partir del 2000.

La constitución de las subjetividades es siempre histórica y macro-histórica, y se da en lo


político de la historia, que sería el momento constitutivo de las subjetividades socio-histórico-
culturales por excelencia. De este modo, el surgimiento de la conciencia de la subjetividad
boliviano-hispano-americana en 1825, recién tendría su ocaso político durante la revolución
del 52 aunque existan aún ahora ciertos sectores (cada vez más reducidos) que de vez en
cuando echan mano de esta tradición. En paralelo, el surgimiento de la subjetividad del
boliviano-latinoamericano, que surge después de la guerra del Pacífico, recién estaría
empezando a entrar en crisis a principios del siglo XXI. Con el surgimiento de la nueva
subjetividad del boliviano como indo-americano, el autor sugiere que se da la tensión sobre
quién o quiénes van a hegemonizar en adelante los destinos de este país.

El texto hace hincapié en la idea de que la constitución de la subjetividad boliviana es un


proceso complejo, histórico y social que se da en diferentes momentos de la historia y que
está condicionado por factores políticos, culturales y económicos. En este sentido, se
propone una reconstrucción aproximada del contexto histórico-ideológico con el que los
hispano-criollos fundaron la república boliviana, para luego desarrollar el modo en que se
constituyó la subjetividad del boliviano, primero como hispano-americano, luego como latino-
americano y finalmente como indo-americano. El texto reconoce que esta hipótesis no se da
de manera lineal, sino que se trata de una construcción compleja que se da a lo largo del
tiempo.

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