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EDUCACIÓN, CULTURA E IDENTIDAD.

Autora:

Dra. C. Betty Acosta Pérez (IPLAC)

La función crítico – reflexiva que asume la relación educación – cultura en el

trabajo político ideológico para fortalecer la identidad nacional, exige de una

alta responsabilidad de toda la sociedad y, de forma especial, de los

educadores y una comprensión profunda del momento histórico, de las

tensiones que se están viviendo y de la necesidad imprescindible de cerrar filas

ante un coloso imperial obsesionado por destruir la obra revolucionaria y su

ejemplo. Por ello, la formación y desarrollo de una personalidad que garantice

la sostenibilidad y desarrollo del sistema socialista cubano, constituye un

momento clave de la existencia real y objetiva de la sociedad cubana

contemporánea.

A partir de esta necesidad, se explican dos vertientes:

1ra.- Insertada en el marco teórico – cognoscitivo: la relación dialéctica de lo

general y lo particular en la identidad.

2da.- Insertada en el marco ideo – político – práctico: ¿Cómo fortalecer la

identidad nacional a través de la relación educación – cultura?

Marco teórico – cognoscitivo: lo general y lo particular en la identidad.

Antes del Capitalismo el desarrollo de la humanidad transcurría con mayor

lentitud en un marco de comunidades y formaciones total o parcialmente

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aisladas una de la otra. De modo que la unidad de la historia se revelaba, solo

en la lógica interior del desarrollo de comunidades limitadas regionalmente.

En este periodo la historia mundial no era todavía historia universal.

Marx demostró que la historia universal no existió siempre, esta fue el resultado

de un proceso donde el capitalismo, como nueva formación social, y nuevo

modo de expresar la unidad del proceso histórico en las entrañas de la Europa

Feudal dio un potente empujón para la salida de los europeos fuera del marco

regional y para el establecimiento de relaciones comerciales, económicas y

políticas con otros continentes.

La época de los grandes descubrimientos geográficos resultó principio del

proceso de formación de la historia como historia universal.

Con el proceso de formación y desarrollo de la sociedad capitalista están

ligadas dos tendencias históricas: la formación de las naciones, de los

mercados nacionales y estados nacionales, por una arte, y el establecimiento

de relaciones mundiales, la destrucción de los tabiques nacionales y la

formación del mercado capitalista mundial.

Marx vislumbró el carácter desarrollador global del capitalismo al expresar

que...” la gran industria ha creado el mercado mundial... mercado que aceleró

paradójicamente el desarrollo del comercio, navegación y medios de transporte

por tierra.” (1)

Así, la internacionalización de las relaciones sociales, propició la base objetiva

para el surgimiento de valores universales, que refrendaron el universo social

del hombre como sistema íntegro: la humanidad. Entendidos esos valores

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como...”el conjunto de fenómenos que poseen significación positiva para el

desarrollo progresivo de la humanidad en general.” (2)

Sin embargo, no todos los pueblos y naciones pudieron tributar a esa escala

universal de valores de “justicia”, “democracia”, “cultura” e “identidad”, solo fue

reservado a los más fuertes que hoy siguen imponiendo sus escalas de valores

como reglas dogmáticas que los pueblos pobres deben seguir al pie de la letra.

Europa se presentó ante el mundo como propietaria de la universalidad, no

solo por el avance globalizador de las relaciones de producción capitalista, que

abrieron una era de modernidad, sino también porque la fuerza del poder

político condujo a universalizar sus escalas de valores, a transportarlos a las

regiones dominadas.

Por esta razón, para los pueblos latinoamericanos la identidad y la cultura,

como núcleo central de ella, ocupan un espacio vital en estos tiempos, dada en

una retrospectiva histórica, la relación axiológica entre valores universales y los

propios de cada nación, acusan una dependencia desde el propio

descubrimiento de América en 1492, porque entra en el escenario histórico del

continente la Europa y su capitalización provocando: colisión de culturas,

valores ajenos a la cultura autóctona, obligando a los pueblos indígenas a

moverse en relaciones universales que rompían con sus costumbres,

tradiciones, formas de vida y su propia relación de creador de valores y la

significación valorativa de los mismos.

El balance histórico prueba que desde el propio descubrimiento de América

hasta el mundo unipolar de hoy, los pueblos latinoamericanos se han

presentado con:

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a) Tradición de resistencia, expresada en formas literarias, musicales,

artísticas, entre otras.

b) Capacidad de síntesis, contraconquista, creación y recreación.

c) Capacidad de conocer que América estuvo en la raíz de la creación de ese

espacio cognoscitivo que nos negaron y niegan en la actualidad, pero

Europa no se hubiera desarrollado sin el aporte de América en: las ciencias

etnográficas, antropológicas, geográficas, sociales, culturales, entre otras.

d) Europa no pudo hablar de modernidad sin el oro y la plata de América, sin

la madera de Brasil, sin la unicidad del hombre, sin el mestizaje.

Entonces, la identidad surge como un valor universal humano que se objetiva

en la realidad nacional de cada pueblo como identidad nacional.

Identidad vista en su significado conceptual, según el diccionario LAROUSSE

es “Calidad de Idéntico”, es “Conjunto de circunstancias que distinguen a una

persona de los demás” y, es principio de la lógica tradicional “una cosa es

idéntica a ella misma:” (3) Pero, la identidad de nuestra existencia real,

consciente y objetiva requiere de un análisis histórico que revela un proceso de

génesis y desarrollo.

En el campo de las definiciones, los enfoques sobre esta esencia de

creaciones humanas son diversos: sociólogos, psicólogos, pedagogos,

filósofos, entre otros, han surcado sus aristas en diferentes realidades socio –

históricas.

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La identidad es un proceso histórico de autorreconocimiento por el que un

hombre como individuo social o como parte de una colectividad adquiere cierta

comprensión de su singularidad con respecto a otros hombres o colectividades,

tiene condicionamiento sociológico y psicológico diferenciado.

A diferencia de lo que de alguna manera pudiera parecer, la identidad no se

establece como conjunto, o conjuntos exponentes y distintivos fijos, definitivos,

absolutamente iguales para siempre, al contrario, la identidad se constituye de

manera dinámica y activa de relaciones de comportamientos humanos social e

históricamente producidos, mediante modos, circunstancias y formas

determinadas.

En la gestación y desarrollo de la identidad nacional en la sociedad cubana, se

revela como proceso dialéctico que une diferentes eslabones del proceso

histórico, cuyas primeras coordenadas se constatan desde finales del siglo

XVIII y a lo largo de todo el XIX, lo que encuentra resonancia en el proyecto de

lucha contra la dominación extranjera de la Metrópoli Española, conflicto que

adquiere carácter de choque de fuerzas espirituales a medida que la

aspiración de los cubanos fue...” transformándose en un ideal nacional de

independencia:” (4). Se constata así el criterio de Le Riverand de que la

cubanía se mostraba vigorosa, aunque aún no se constituía plenamente. Esto

será una revelación más acabada hacia finales del siglo XIX con el

desencadenamiento de la guerra de independencia el 10 de octubre de 1968,

expresión de una voluntad de pensar y sentir como nosotros mismos. Continúa

este sentimiento en la guerra de 1895 bajo la dirección de José Martí,

continuador del llamado de Antonio Maceo en la Protesta de Baraguá, quien

hace converger en su obra: la vocación antimperialista, profundas aspiraciones

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democráticas – populares y profundas ideas independentistas. Y no fue casual

que a los cien años de su natalicio, una nueva generación asumiera sus ideales

de Patria y vertebrándolas con el pensamiento marxista – leninista del

Socialismo, estructuraran un verdadero proyecto de identidad nacional,

enriquecido con la toda la obra de la Revolución del primero de enero de 1959.

De esta forma, la construcción de la identidad nacional en Cuba, ha llevado de

la mano dos dimensiones: la línea independentista y la identidad cultural, que

han sido, son y seguirán siendo ejes centrales para el combate ideológico que

en sus diferentes contextos han expresado: ¿de dónde venimos?, ¿ quiénes

somos?, y hacia ¿ dónde vamos?. Ambas dimensiones han escaldo

peldaños en la obra poética y en la prosa de ilustradas figuras del campo

educacional, cultural, científico de la sociedad cubana en contextos sociales,

económicos y políticos diferenciados.

El poeta Miguel Jerónimo Gutiérrez (1822 – 1871), quien murió en la lucha por

la independencia de Cuba, avizoró que un nuevo espíritu había nacido en la

Isla, lo que clamó en sus versos:

Es el soldado a quien la “quinta” infame

no reclutó para servir al rey,

es el noble patriota que ha querido

héroe morir o independiente ser. (5)

Se desarrolla así una cultura del deber patriótico de la lucha por el desarrollo

de la identidad nacional..

En consecuencia la obra de la identidad nacional, se objetivó en lo esencial, en

la cultura nacional, vista esta, como proceso de producción, reproducción,

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creación e intercambio de la obra humana en sus múltiples manifestaciones,

proceso donde el cubano encarnó su ser esencial y con ello:

a) miró: el pasado.

b) Afianzó: el presente

c) Proyectó: el futuro, a partir de sus posibilidades, energías creadoras y

marco histórico concreto.

Como categoría clave para revelar la esencia de la unidad nacional, la

identidad cultural, constituye el conjunto de elementos, creaciones que

tipificaron la vida cultural nacional en un grado de desarrollo histórico como

componente básico de la nación.

La identidad nacional, en su concreción y determinación de memoria

histórica y personalidad colectiva designa el sistema de rasgos comunes

que definen a un pueblo o nación, lo que en la realidad cubana, transitó por

los mismos peldaños en que se fundó y se determinó la nacionalidad, la

nación y la cultura nacional. Esta trilogía de componentes dio base unitaria

a la gestación y desarrollo de la comunidad en sus aspectos económicos,

étnicos, psico - sociales, socio – culturales, territoriales, lingüísticos que

reafirman el ser histórico, singular, en tanto, condición imprescindible para

participar en la universalidad.

Esta idea se reafirma en el pensamiento de una de las figuras más ilustres

de la cultura cubana contemporánea, Juan Marinello, quien concibió la

identidad nacional como conciencia de la cultura, de raíz nacional, lo que

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imprime a su concepción sentido dialéctico procesal, movilidad y dinamismo

social.

Enfatizó: “La conciencia cultural implica sentimientos del pasado, del

presente, tradición y renovación creadora:” (6)

La conciencia de identidad, que presupone las diferencias, en los sujetos

históricos, expresada en la cultura, como un todo complejo y contradictorio,

como lo es la propia naturaleza humana en sus relaciones sociales,

constituye un catalizador de energía creadora y de integración nacional.

Cuando la conciencia de identidad impregna el espíritu del pueblo porque su

obra realiza su ser esencial, el sentimiento de pertenencia emerge como

autoconciencia colectiva que sintetiza tanto la conciencia histórico –

ideológica, como los sentimientos y expresiones psicológicas cotidiana.

En este contexto, Cuba reafirma su voluntad de preservar y reafirmar su

identidad nacional.

La formación de la identidad nacional en Cuba para fines del siglo XIX, como

categoría filosófica, en criterio del Dr. Rigoberto Pupo,” es el sistema de

rasgos comunes que definen a un grupo social, comunidad o pueblo,

devenido determinación fundamental de su ser esencial y fuente auténtica

de creación social. Es unidad, que fijando la comunidad, presupone la

diversidad, la diferencia y sus vínculos recíprocos, como modo dinámico de

constante enriquecimiento y proyección hacia la universalidad.” (7).

De ahí que la identidad no sea una mera entidad inerte, ni supuesta unicidad

estática, preestablecida de carácter normativo ahistórico. Ella en cuanto

expresión de relaciones, comportamientos, actitudes, socialmente

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configuradas, proviene de lo relacional concreto y ella misma se vuelve

concreción significativa específica, múltiple, a la vez que unificada.

En esta intelección, es criterio de la autora que la identidad nacional es el

conjunto de significaciones y representaciones relativamente permanentes a

través del tiempo que permiten a los miembros de un grupo social que

comparten una historia y un territorio común, así como otros elementos socio

cultural, tales como: lenguaje, religión, tradiciones, costumbres e instituciones

sociales, reconociéndose los unos con los otros. Estos elementos operan

como factores de singularización.

De tal modo, la concepción de la universalidad de la identidad cultural, en

tanto, producción humana, expresión de su ser esencial y medida de su

desarrollo concibe al hombre como sujeto socio- histórico determinado y

portador de la práctica social: es el hombre resultado de la cultura y al mismo

tiempo haciendo historia y cultura.

Marco ideo – político – práctico: ¿ cómo fortalecer la identidad nacional

a través de la relación educación – cultura?.

La preocupación actual sobre el destino de la nación cubana se acentúa en

torno al derecho mismo de su razón de ser y de su existencia independiente

amenazada, aparece así la necesidad apremiante del fortalecimiento de la

identidad nacional en la conciencia del ciudadano cubano contemporáneo.

En este sentido, los empeños del Sistema de Educación van dirigidos de

forma puntual, a afianzar creadoramente el ser esencial en función del

desarrollo no solo económico, sino cultural y humano que afiance la libertad,

base de la identidad nacional y su memoria histórica.

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La institución educativa en cualquier nivel de enseñanza, viene a ser el punto

de referencia para educar en la identidad nacional.

Este carácter de fuerza rectora de la institución educativa se justifica por las

siguientes razones:

a) Cultura psicopedagógica que atesora.

b) Personal especializado que posee.

c) Normas éticas que comparte.

d) Modelos de actuación aceptables socialmente.

e) Transmisión de valores y de cultura universal.

En consecuencia, la institución educativa, como institución social, ocupa un

lugar privilegiado en la formación del ciudadano desde las primeras edades en

la conformación de un paradigma social que integre: formación ciudadana

consciente, agente transformador en la vida laboral y productiva del país, vida

política con disfrute de derechos y deberes ciudadanos, vida cultural, sujeto

con cultura que participa en la acción colectiva que le antecede, de su

contemporaneidad y de lo que se trasmitirá a futuras generaciones.

En la actualidad, los problemas de la formación del ser humano son objeto de

estudio importante en el trabajo educativo que se realiza por la educación y la

cultura, dado que los vertiginosos cambios que se están dando en el mundo,

ponen al país en una situación singular: procurar hacer real la construcción del

socialismo en un país subdesarrollado, bloqueado y económicamente

dependiente.

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Las instituciones escolares constituyen un factor importante en la

comunicación de la ideología dominante, los valores adquiridos, modos de

vida e ideales que sostiene la sociedad. En este proceso formativo de la

nueva personalidad, la relación educación – cultura, no debe desconocer que

el reflejo valorativo guarda nexo orgánico con la práctica donde se refractan

necesidades intereses, fines y procesos afectivos emocionales.

Razones estas que indican, que el trabajo ideológico a través de la relación

educación – cultura para el fortalecimiento de la identidad nacional, es un

proceso de interacción de las relaciones ideológicas reales sujetas al

condicionamiento socio – económico y a la independencia relativa de los

mismos. Dicho fortalecimiento es impostergable, por su doble significación:

como fuerza motriz de la conducta en función de la orientación social y, como

base orientadora en la toma de decisiones individuales.

¿Puede educarse ideológicamente si no se siembran ideas, valores en

niños, adolescentes y jóvenes en correspondencia con las necesidades

sociales y principios revolucionarios?

Una reflexión profunda realizó el Dr. Fidel Castro Ruz, en su discurso del 13

de marzo de 1991, al enfatizar que cada uno de nosotros debía materializar la

identidad nacional en sí mismo, pensar que cada uno es “la Revolución”,... “la

independencia”, “la libertad”, “la fuerza del país.”(8)

Este sentido amplio, profundo, práctico y dialéctico de concebir la identidad,

puede lograrse si el trabajo ideo- político práctico a través de la relación

educación – cultura, lo fundamentamos en un modelo con principios y vías

relevantes para su fortalecimiento.

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Referencias Bibliográficas.

(1) Marx, Karlos. Manifiesto del Partido Comunista. Capítulo I. Pág. 112.
(2) Fabelo, J. Revista C. Sociales No. 29 de 1194. Pág. -----.
(3) Diccionario Larousse. Pág.---------.
(4) Le Riverand, J. Síntesis Histórica de Cubanía. Revista Bimestre Cubana
Volumen XLVI, No. 2 de 1940.
(5) Portuondo J.A Bosquejo Histórico de las Letras Cubanas. Pág. 34.
(6) Marinello J. Creación y Revolución. Contemporáneos UNEAC.
Página 194.
(7) Pupo Pupo, R. Identidad, Cultura y Pensamiento Revolucionario.
Boletín No.1 Sociedad de Filosofía. Enero/Junio 1991.
Página. -------------.
(8) Castro R, Fidel Discurso de 13 de marzo de 1991. Página. --------

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