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LOS HÉROES

Los poemas épicos cuentan las hazañas de los ARISTOS (distinguidos) que se vinculan a grupos
humanos. A veces son los fundadores de un linaje o una ciudad, reyes, y/o salvadores de su pueblo
en una instancia decisiva de la historia. Al morir su tumba se convierte en lugar de culto, se los
honra, se transforman en héroes. La heroización no comprende a todos los guerreros, sólo a los más
distinguidos. Todo héroe épico es un modelo a seguir para quien escucha primitivamente la epopeya.
Ese héroe épico debe tener abolengo, es decir nobleza de sangre, la genealogía tiene importancia
capital y se convierte en un estímulo o un peso para sus descendientes, que tienen la obligación de
superar a sus antepasados. Puede observarse en la Ilíada cómo se señalan frecuentemente los
antepasados más notorios del héroe en cuestión.
Todo héroe épico además posee un conjunto de excelencias que para aquella época y para aquel
pueblo, constituyen valores fundamentales. A estas excelencias se les denomina ARETÉ. Se compone
de una serie de excelencias físicas como la belleza y la fuerza, espirituales como el valor y la
moderación; e intelectuales como la sabiduría y la elocuencia; morales y religiosas como el respeto a
los ancianos, a los huéspedes, el temor a los dioses, a quienes se deben venerar por sobre toda las
cosas. 
La ARETÉ reconoce un doble origen: divino, como don otorgado por los dioses a los hombres; o
humano, sea por aprendizaje (el manejo de las armas, la elocuencia) sea por la acumulación de la
experiencia (prudencia, moderación). Lo anteriormente expuesto no significa que un héroe deba
poseer la totalidad de las excelencias. Éstas se equilibran con los defectos propios de la naturaleza
humana de cada individuo.
Existen dos ámbitos para acrecentar la areté: el ágora y el combate.
Una exigencia es el respeto por la areté ajena, la falta de respeto y reconocimiento perjudica al
ofendido y al ofensor y no tiene excusa. Del respeto nace el reconocimiento del areté individual y de
él la honra que es uno de los objetivos heroicos. Ser honrado por sus pares condiciona la conducta del
héroe épico. Perder la honra es motivo de pesar y resentimiento.
De todos los defectos humanos la soberbia tiene las peores consecuencias, ésta se transforma en
impiedad cuando los seres humanos transgreden, o no respetan las leyes de los dioses. Al pecado de
soberbia se le llama HYBRIS y siempre merece castigo. 
La SOPHROSYNE, la moderación, es la máxima virtud, la que proporciona mayor gloria entre los
hombres y los dioses.
El centro de la epopeya es el héroe. La mujer queda relegada a un segundo plano, supeditada a la
figura del varón y como medio de exaltación del areté de éste

CARACTERÍSTICAS DE LA EPOPEYA: 
0 Es una composición poética
0 Tiene temas fundamentales para todo un pueblo que vive generalmente su edad heroica. Las
características pueden observarse en el apartado siguiente.
0 Abarca todo un mundo, la vida de una nación y la historia de una época, mostrando el espíritu de
un pueblo en determinado momento histórico.
0 La acción es llevada adelante por héroes que concentran las valoraciones de su mundo en sus
acciones individuales.
0 Se desarrolla con ritmo sereno que precipita hacia el desenlace
0 Hay amor por lo exterior: acciones, objetos, buscan ser una imagen de la realidad.
0 Su estructura está dada por un encadenamiento de episodios cuya unidad reside en el tema épico.
0 El poema épico es objetivo, el narrador busca desaparecer ante su tema
0 Los caracteres de los personajes épicos, se muestran naturales, brillantes, en ellos la nobleza
humana aparece potenciada en su máxima expresión. Domina el destino que no viene de la
interioridad como en la tragedia, sino de la fuerza de las circunstancias.
0 Intervienen elementos maravillosos. Los dioses están en permanente interacción con los hombres,
salvándolos, engañándolos, aconsejándolos. Este aspecto puede observarse ya desde el comienzo.

DIAGRAMA DE DIOSES DE HÉROES GRIEGOS Y TROYANOS

Aqueos, argivos, dánaos , griegos Troyanos o teucros


HÉROES DIOSES HÉROES DIOSES
Héctor Afrodita
Agamenón Hera Príamo Ares
Menelao Hefestos Paris Apolo
Aquiles Atenea Eneas
Ulises u Odiseo Poseidón Sarpedón
Diomedes Glauco
Patroclo Polidoro
Ayax Telamonio
Ayax Oileo
Néstor

 Aquiles:
paradigma del héroe épico.
“[...] ni regalos ni banquetes interesan a mi espíritu, sino tan sólo
la matanza, la sangre y el triste gemir de los guerreros.”
Aquiles, en Ilíada, XIX, 213-214.
Aquiles constituye, sin duda alguna, uno de los máximos exponentes de la heroicidad
apreciada por los griegos antiguos: como se apuntó en la Introducción, es una figura central
de la Ilíada de Homero.
Aquiles era bisnieto de Zeus, hijo de Peleo, rey de los mirmidones –en Ftía, sureste de
Tesalia-, y de la ninfa marina Tetis, hija de Nereo.[12]
De esta ascendencia se ufana el héroe en la Ilíada:
“[...] yo me jacto de pertenecer al  [linaje] del gran Zeus. Me engendró un varón que reina
sobre muchos mirmidones, Peleo, hijo de Eaco; y este último era hijo de Zeus. Y como Zeus es
más poderoso que los ríos, que corren al mar, así también los descendientes de Zeus son más
fuertes  [...]”.[13]
Con este factor ya cumple con una de las notas salientes de las figuras heroicas griegas: es
un hemítheoi, mitad mortal –por su padre Peleo- y mitad divino –por su madre Tetis. Así, si
bien era superior a común de los mortales, al igual que éstos la inmortalidad le estaba vedada,
como consecuencia –justamente- de la porción humana de su naturaleza: en tal aspecto difiere
de los dioses, que son inmortales.
En vinculación con esto, el mito menciona que cuando Aquiles nació, Tetis intentó hacerlo
inmortal sumergiéndolo en un baño de fuego o en el río Estigia, pero olvidó mojar el talón por
el que lo sujetaba, dejándolo vulnerable en esa parte del cuerpo.[14] Homero no hace
referencia a esta pretendida invulnerabilidad en la Ilíada, aunque narra, sin embargo, que
Aquiles es herido (pero no gravemente):
“Asteropeo  [...] le arrojó  [a Aquiles] a un tiempo las dos lanzas: una dio en el
escudo, pero no lo atravesó porque la lámina de oro que el
dios  [Hefesto] incrustó en el mismo la detuvo; la otra rasguñó el brazo del héroe,
junto al codo, del cual brotó negra sangre; mas el arma asó por encima y se
clavó en el suelo, codiciosa de la carne”.[15]
Más tarde, Peleo entregó su hijo al centauro Quirón[16] -cuya morada se hallaba en el monte
Pelión- para que se encargara de su educación. El centauro alimentó a Aquiles con médulas de
jabalíes y osos y entrañas de león, para aumentar su valentía. Asimismo, le enseñó el tiro con
arco, el arte de la elocuencia y la curación de las heridas: a los seis años, Aquiles blandía la
jabalina y cazaba sin ayuda de perros, provocando gran admiración en Artemisa y Atenea. La
musa Calíope, por su parte, lo instruyó en el arte del canto.
Calcas anunció, cuando el héroe tenía nueve años, que Troya no sería tomada si Aquiles no
participaba en la lucha. El profeta Calcante, a su vez, predijo que a Aquiles se le daría a
escoger entre una vida corta y gloriosa, o larga en años y anodina. Obviamente, si Aquiles
elegía participar en la contienda entre aqueos y troyanos –como de hecho lo hizo- la primera
opción –vida corta y gloriosa- sería la que se concretaría. Esta cuestión es varias veces
sugerida en la Ilíada, pero Aquiles lo explicita muy bien ante la embajada enviada por
Agamenón a su tienda:
“Mi madre, la diosa Tetis, de argentados pies, dice que el hado ha dispuesto que
mi vida termine de una de estas dos suertes: si me quedo a combatir en torno
de la ciudad troyana, no volveré a la patria, pero mi gloria será inmortal; y si
regreso perderé la célebre fama, pero mi vida será larga, pues la muerte no me
sorprenderá tan pronto.”[17]
También lo expresa bien en los siguientes pasajes:
“Zeus no les cumple a los hombres todos sus deseos; y el hado ha dispuesto que
nuestra sangre enrojezca una misma tierra, aquí en Troya; porque ya no me
recibirán en su palacio ni el anciano caballero Peleo, ni Tetis, mi madre; sino que
esta tierra me contendrá en su seno”.[18]
“Ya sé que mi destino es perecer aquí  [en Troya], lejos de mi padre y de mi
madre”.[19]
La respuesta dada p Aquiles a este dilema es una nuestra más de su carácter heroico: elige
combatir en Troya. Así, su grandeza no radica únicamente en su origen semidivino, sino
también en conocer la disposición del Hado y enfrentarse “cara a cara” con ella. Es consciente
de los que le espera, lo acepta, y ello, en sí, lo engrandece:
“[...] me aguardan la muerte y el hado cruel. Vendrá una mañana, una tarde o
u mediodía en que alguien me quitará la vida en el combate, hiriéndome con la
lanza o con una flecha despedida por el arco”.[20]
Esta cuestión sirve también como testimonio del costado humano de Aquiles, que no es
invulnerable. Esta idea se afirma aún más cuando surge la necesidad de que Hefesto forje para
él, por pedido de su madre Tetis, un“escudo, casco, hermosas grebas ajustadas con broches, y
coraza”.[21]
Cabe notar aquí –aunque resulte reiterativo- que si luchaba en Troya, moriría ante sus
murallas, pero se aseguraría una gloria eterna superior a las de todos los demás héroe: esto
es destacable dado que, como corresponde a todo héroe épico, Aquiles es un entusiasta de la
gloria y la fama. Y de ello también brinda testimonio Homero:
Aquiles a Tetis]
“Así yo  [...] yaceré en la tumba cuando muera; más ahora ganaré gloria y
fama  [...]”.[22]
“Y el Pelida deseba alcanzar gloria y tenía las manos manchadas de sangre y
polvo”.[23]
“Y Aquileo los perseguía  [a los teucros] impetuosamente con la lanza, teniendo el
corazón poseído de violenta rabia y deseando alcanzar gloria”.[24]
“El divino Aquileo hacía con la cabeza señales negativas a los guerreros, no
permitiéndoles disparar luctuosas flechas contra Héctor: no fuera que alguien
alcanzara la gloria de herir al caudillo y él llegara segundo a la matanza”.[25]
Al respecto, debe considerarse que Aquiles ha sido estimado tradicionalmente como un héroe
del kleos (gloria) y que esta deseo ferviente por la fama ha sido vista como una suerte
de hýbris.
Por otro lado, es un héroe épico por su areté, que se manifiesta de manera evidente en sus
incontables muestras de valor. El mito lo retrata como un denodado guerrero. Ello lo evidencia
el uso de algunos epítetos y adjetivos de corte bélico, en la Ilíada, como por ejemplo:
“asolador de ciudades”, “terrible y audaz guerrero”, “el de mayor porte entre los hombres”,
“Aquiles, cual si fuese Ares”, “el más portentoso de los hombres”, entre varios otros. Es
menester dejar en claro que sólo los integrantes de la nobleza griega eran depositarios de
la areté: Aquiles era noble, por ser hijo de Peleo, rey de los mirmidones, como ya se vio. En
una escena de la Ilíada, Patroclo exclama:
“¡Oh Aquileo, hijo de Peleo, el más valeroso de los aquivos!”.[26]
Asimismo, el río Escamandro le dice:
“¡Oh Aquileo! Superior a los demás hombres, lo mismo en el valor que en la
comisión de acciones nefandas; porque los propios dioses te prestan
constantemente su auxilio”.[27]
De lo dicho por el Escamandro se desprende que la valentía de Aquiles no sólo se debe a su
cuna noble, sino también a que cuenta con el amparo de los dioses. De modo que se advierte
que, en todo momento del periplo de este héroe, entran en tensión sus dos facetas o aspectos:
el mortal y el divino.
Por último, se hace preciso referir a algunos rasgos de conducta comunes a la mayor parte de
los héroes. En primer lugar, es menester hablar de lamênis aquilea, que la Ilíada adopta como
tópico central:
“Canta, ¡oh diosa!, la ira del Pelida Aquileo; ira nefasta que numerosos
infortunios a los aqueos causara, precipitando al Hades a tantas almas valerosas
de héroes [...]”.[28]
No cabe mencionar la mênis sólo porque se una nota característica de todo héroe, sino
también porque como consecuencia de ella Aquiles recupera su honor, es cierto, pero también
se precipita, en cierto modo, el veloz desenlace de su vida.
Como resultado de su mênis, además, sufre increíblemente: el pathos del héroe se manifiesta
por las lágrimas vertidas a causa de la muerte de su compañero Patroclo. Este pathos, en
lugar de aminorar su cólera, la incrementa en grado sumo, y el héroe busca venganza: asesina
al homicida de su amigo, y, producto de una mênis cada vez más intensa, profana el cuerpo de
Héctor, mutilándolo. Promete no entregar el cuerpo a su familia y dárselo, en cambio, a los
perros. En relación con esto, Apolo dice a los inmortales:
“[...] perdió Aquileo la piedad y ni siquiera conserva el pudor que tanto favorece
o daña a los varones”.[29]
No obstante, cuando Príamo, padre de Héctor, va en secreto al campamento griego a suplicar
a Aquiles por el cuerpo de su hijo, el héroe cede:
“Dispuesto estoy a entregarte el cadáver de Héctor [...]”.[30]
Renunciando a la cólera contra el cadáver de Héctor, Aquiles brinda un testimonio más de su
heroísmo, ya que se destaca por su pietas (piedad).
A su vez, es dable apuntar que se produce un cambio o transformación de Aquiles a nivel
espiritual (methânoia) producto de la toma de conciencia acerca de su error
o hamartía (anagnórisis), deponiendo su ira. Dice:
“Desde ahora depongo la cólera, que no sería razonable estar siempre irritado”.
[31]
Con respecto a la suerte de Aquiles después de la entrega del cadáver, Homero no menciona
nada. No obstante, el mito explica que, luego de la muerte de Héctor, Aquiles derrotó a
Memnón de Etiopía, a Cicno de Colona y a la guerrera amazona Pentesilea (con quien, en
alguna versiones, tuvo también una aventura). Paris, hijo de Príamo, mató poco después a
Aquiles,[32] clavándole una flecha en el talón (que pudo entonces haberse infectado
fatalmente, y se dice que fue guiada por Apolo) o, en una versión más antigua, un cuchillo en
la espalda cuando visitaba a Polixena, una princesa troyana. Parece que sus huesos fueron
mezclados con los de Patroclo, y se celebraron los funerales. Aquiles es representado viviendo
tras su muerte en la isla de Leuce, en la desembocadura del Danubio

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