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La Divina Comedia: estructura

La Comedia, conocida desde el siglo XVI bajo el título de "La Divina Comedia", es un extenso poema escrito por
Dante en lengua vulgar, abarcando un total de 14.333 versos, obra máxima de la literatura italiana y cuyas
primeras ediciones se remontan a 1472.

Al dedicar su obra al jefe gibelino de Verona, Cangrande della Scala, Dante escribió: "Incipit Comedia Dantis
Alighieri florentini, natione non moribus" (Aquí comienza la Comedia de Dante Alighieri, florentino de origen
pero no de costumbres), lo que muestra bien a las claras que el autor denominó únicamente "Comedia" a su
obra; fueron sus admiradores posteriores los que agregan el calificativo de "Divina" refiriéndose a su calidad
estética así como a su sustancia religiosa; se atribuye a Bocaccio la inclusión de este adjetivo, quizás por ser él el
primer titular de la cátedra abierta en Florencia cuyo único objetivo era profundizar en la dantesca, pero de
hecho este escritor ya recibe la obra con el título que le impuso la tradición. "Comedia" es uno de los subgéneros
del drama, sin embargo la composición de Dante no tiene la estructura formal de ese género; lo que sucede que
en la época en la que escribe el poeta florentino se ponía mayor atención al contenido, para dictaminar la
pertenencia a un género determinado, que a la forma. Es así que para que una obra fuera considerada
"comedia" debía comenzar en la tristeza y terminar en alegría y, evidentemente, el viaje del personaje central
comienza en un momento de dolor, perdido en la "selva oscura", para luego de diversas pruebas, terminar en la
mayor de las felicidades: ver a Dios y obtener la salvación de su alma.

Generalmente se ubica la composición de La Divina Comedia en los últimos y más dolorosos años de Dante, los
del exilio, que habrían provocado una reflexión y revisión profunda en su propia historia, aunque otras hipótesis
sostienen que el plan general y los siete primeros cantos pertenecen a una época anterior. De todos modos toda
la crítica coincide en que el "Infierno" habría sido terminado alrededor de 1308, el "Purgatorio" hacia 1313 y el
"Paraíso" poco antes de su muerte.

Si leemos la Comedia y nos quedamos simplemente en lo literal tendremos que es la narración de un viaje
realizado por su propio autor, Dante, que asume pues las condiciones de narrador y personaje, por los tres
reinos de ultratumba, infierno, purgatorio y paraíso, según eran concebidos por la Iglesia de la época. La obra
comienza con el personaje central perdido en la "selva oscura" (el pecado) y acorralado por tres fieras que le
impiden la salida de ese paraje; gracias a la intervención de la sombra de Virgilio, poeta latino, emprenderá el
viaje que lo sacará de esta situación primera, y en cuyo recorrido verá los castigos eternos a los que son
sometidas las almas de los condenados, los suplicios de aquellos que, habiéndose salvado aún deben someterse
a un proceso de purificación y, por último, habiendo sido dejado por Virgilio que cede su lugar de guía a Beatriz,
Dante verá la alegría de los bienaventurados, los que han logrado la salvación eterna.

La idea de localizar la acción de la obra en el espacio que se abre más allá de la muerte, no es original de Dante y
ya en la época greco latina tenemos antecedentes en autores como Homero y Virgilio que hacen descender a sus
personajes al Orco. En la Edad Media, más si tomamos en cuenta su permanente preocupación por lo
ultraterreno, San Pablo, San Patricio y otros, dan cuenta de sus visiones del otro mundo. Dentro del plano de la
narración, los cambios introducidos por Dante son el proponer la experiencia como algo real, un viaje y no una
visión, y elegirse a sí mismo como protagonista. Dentro del plano de las ideas, una fuerza totalizadora que
organiza el otro mundo según claras normas morales y la idea de perfeccionamiento del hombre que le conduce
a la salvación, diferencian esta obra de las que le precedieron. Además, la posibilidad que tiene el autor
florentino de comunicar todo este sistema de pensamiento a través de una inigualable poesía que une el
desborde imaginativo con la precisión formal, hacen de la Divina Comedia, aún cuando es indudable que se
inscribe en el plano de la tradición, se eleva por encima de ella.

Estructura formal: la obra está dividida en tres partes, denominadas cánticas y que responden, cada una de
ellas, a los tres reinos en que la tradición cristiana considera está estructurado el más allá: Infierno, Purgatorio y
Paraíso.

Cada cántica, a su vez, está dividida en treinta y tres cantos, excepto la primera que tiene treinta y cuatro,
aunque la simetría no se resiente por ello, ya que el primer canto es considerado como una introducción general
a la obra; esta estructura nos da un total de cien cantos. La extensión de cada parte respeta un plan muy
estricto; los cantos oscilan entre los ciento quince versos y los ciento cincuenta y cuatro, y el número total de
versos que componen las tres cánticas es el siguiente: El infierno suma cuatro mil setecientos veinte versos; el
purgatorio, cuatro mil setecientos cincuenta y cinco; y el paraíso, cuatro mil ochocientos cincuenta y ocho, lo
que nos da un total de catorce mil trescientos treinta y tres para el poema entero.

La obra está escrita en versos endecasílabos y la estrofa empleada es el terceto (terzina), donde coinciden el
primero con el tercer verso, mientras que el segundo marca la rima para la terzina siguiente, de acuerdo a este
esquema:
a b a - b c b - c d c. Cada tanto termina con un cuarteto para no dejar un verso suelto.

Toda esta estructura se basa en la utilización cabalística de ciertas cifras: el 3 es un número perfecto, el número
de la Santísima Trinidad y de allí la reiteración de esa cifra en la estructura; el 9 es un número místico y
sagrado, resulta de la multiplicación del 3 por sí mismo; el 33 también posee significado cabalístico en la
medida que reitera el 3, del cual ya hablamos; el 1, la unidad representa la divinidad y, combinándose con los
productos del 3 da otra serie de números que cobran otra significación, como el 10 (3 x 3 + 1), y el 100 (33 x 3 +
1). Tres son las cánticas y cada una, como ya se explicó, contiene 33 cantos; el total es de 100 cantos, 33 x 3 + 1,
las estrofas son tercetos y cada rima es repetida tres veces.

Esta forma externa tan elaborada se corresponde, obviamente, a una especial manera de pensamiento, el
medieval, acostumbrado a desarrollarse en moldes estrictos y significativos de por sí, y no afecta el contenido
sino que, por el contrario, le permite desarrollarse plenamente, aún en aquello que anuncia el Renacimiento.

Los tres reinos:

Antes de ir a lo estrictamente literario conviene primero resumir la idea que tenía Dante de la tierra y su
posición en el universo; para el poeta, y según el sistema de Tolomeo, nuestro planeta está inmóvil en el centro
del mundo, y a su alrededor giran las esferas celestes en las que están suspendidos el sol, los planetas y las
estrellas. Los puntos cardinales, a los efectos del poema son: al norte, Jerusalem sobre el gran abismo del
infierno; al sur, en posición diametralmente opuesta, la montaña del purgatorio; al este el Ganges; al oeste el
estrecho de Gibraltar o columnas de Hércules. El infierno y el purgatorio están, pues, en la Tierra, el uno en
forma de cono invertido que llega hasta el centro mismo, y el otro en forma de montaña altísima en cuya
cúspide está el paraíso terrenal.

El Infierno: guiado por Virgilio, Dante llega al infierno, gigantesco embudo, como ya dijimos, en cuyo vértice
está el mismo Lucifer. Es en el canto III donde se ingresa a este reino y la inscripción en su puerta nos dará las
características fundamentales del mismo: la ciudad del dolor eterno habitada por la gente perdida; ninguna
esperanza de perdón o reconciliación pueden albergar los que allí pagan su culpa.

Físicamente este mundo está dividido en nueve círculos en los que se ubican las almas pecadoras de acuerdo a
determinadas normas; cuanto más abajo, menor será el espacio y mayor la culpa y el castigo. Esta división
espacial se corresponde con una estratificación moral: siguiendo la distinción aristotélica de las tres
disposiciones viciosas del alma humana, incontinencia, bestialidad y malicia, Dante agrupa dentro de la primera
a los lujuriosos, glotones, avaros y pródigos e iracundos; dentro de la tendencia a la "bestialidad" coloca a los
herejes y violentos, para terminar con los maliciosos que incluyen a los traidores y fraudulentos. Es de destacar
como el mayor grado de racionalidad, que implica un pecado para concretarse agrava la culpa, los habitantes de
los primeros círculos no hicieron otra cosa que dejarse dominar por pasiones inherentes a la esencia humana,
mientras que los últimos utilizaron su capacidad intelectual para hacer el mal.

Vestíbulo: Cobardes
1er Círculo: (Limbo) No bautizados
2do Círculo: Lujuriosos
3er Círculo: Glotones Incontinentes
4to Círculo: Avaros y pródigos
5to Círculo: Irascibles y taciturnos

6to Círculo: Heréticos


7mo Círculo:
1- Violentos contra el prójimo
2- Violentos contra sí mismos Violentos
3- Violentos contra Dios, la naturaleza 
y el arte

8vo Círculo: 
1- Rufianes y seductores
2- Aduladores y alcahuetes
3- Simoníacos
4- Adivinos
5- Concusionarios Defraudadores
6- Hipócritas
7- Ladrones
8- Consejeros pérfidos
9- Sembradores de discordia
10 - Falsarios

9no Círculo:
1- Traidores contra sus parientes
2- Traidores contra su patria Traidores
3- Traidores contra sus huéspedes
4- Traidores contra sus bienhechores 

La oscuridad, reflejo físico de la condición moral del alma de los condenados, domina este mundo, este "aire sin
estrellas" que se hace más alucinante en la medida que se llena de gritos de dolor y terribles blasfemias,
expresión de ira y la impotencia de las almas pecadoras ante la justicia divina. Es este el reino donde el recuerdo
de la tierra está más presente, no sólo a través de las vivencias de cada uno de los que allí habitan, sino de la
indiscutible "corporeidad" que asumen las almas. Fijos en su pecado, se muestran generalmente ansiosos de
contar su historia.

Una rica escenografía será el marco y muchas veces el agente de los más terribles castigos; puertas, tumbas,
murallas, torres y castillos son algunos de los elementos arquitectónicos que se mencionan; ríos, pantanos,
lagunas y lagos, viento, granizo, se integran al mundo infernal, habitado no sólo por almas sino también por
gusanos, perros o serpientes que colaboran con la función de los demonios, extraídos muchos de ellos del
mundo mitológico grecolatino; en el vértice mismo del cono, Lucifer, el ángel caído, concentra en su figura el
terror del infierno.

Nada se deja librado al azar en esta perfecta arquitectura del más allá, y el castigo tendrá una evidente relación
con la culpa, esta relación puede ser de similitud, como el caso de los lujuriosos, arrastrados por la eternidad
por el viento, como en vida se dejaron arrastrar por la pasión, o los suicidas, que habiendo atentado contra su
cuerpo se ven obligados a renunciar a él; o de oposición a la culpa, como el caso de los "indiferentes", que no
habiendo hecho una opción en vida se ven obligados ahora a experimentar el acicate de los moscones y las
avispas y a correr detrás de una bandera sin distintivos.

Todos estos castigos cobran su verdadera dimensión a través de dos condiciones de mayor abstracción: son
eternos, o sea que el condenado no tiene ninguna esperanza de que cesen, y no tienen otra significación que la
del dolor que ellos producen, ya que se repetirán idénticamente por siempre, sin que sirvan para disminuir la
culpa. Estas serán las características esenciales que separarán este reino del siguiente.

El Purgatorio: el peregrino, acompañado por su guía, llegó, en el canto XXXIV del infierno, a contemplar lo más
profundo de la degradación espiritual y, desde allí, comenzará a ascender, paso a paso, hacia la perfección. El
purgatorio, reino también ubicado en la tierra y en el que las almas sufren tormentos similares a los infernales,
es, sin embargo el reino de la esperanza, en la medida que los que allí habitan ya se han salvado, aspiran con
certeza a ver a Dios, y el sufrimiento es para ellos una vía de purificación que acelerará este tránsito a la gloria.

Convencidos ya de la vanidad de las cosas terrenas, aspirando a gozar la gloria, las almas se hacen aquí menos
corpóreas, más puras en su calidad de espíritus, y su registro emotivo deja de lado la violencia pasional de las
almas infernales para teñirse de dulce melancolía. Los gritos son sustituidos por el canto y, en particular por el
canto a coro; en el infierno las almas están encerradas en su individualidad, aquí, unidas en el amor,
trascienden sus límites para unirse en la alabanza al creador. Los demonios son sustituidos por visiones
angélicas que hablan de la proximidad del Paraíso.

Geográficamente el purgatorio se ubica en una isla inaccesible del hemisferio austral, en las antípodas de
Jerusalem. Concebido como una montaña trunca, está dividido en tres zonas: en la base una zona rocosa, de
difícil acceso: el Antepurgatorio; en el cuerpo del monte, el Purgatorio propiamente dicho, dividido a su vez en
siete terrazas donde el alma se purifica de los siete pecados capitales (soberbia, envidia, ira, pereza, avaricia,
gula y lujuria); y por fin, en la cúspide, una planicie que es el Paraíso terrestre.

En este círculo termina la función encomendada a Virgilio, al que está vedado entrar en el reino de los
bienaventurados. En la etapa intermedia del paraíso terrenal (Cantos XXVIII a XXXIII), Virgilio desaparece del
lado de Dante, y, ante los asombrados ojos de este, aparece Beatriz, símbolo de la Teología o la Gracia Divina,
únicas guías posibles para caminar por el paraíso.

El Paraíso: del Paraíso terrenal, Dante asciende al paraíso verdadero atravesando, con la guía de Beatriz, los
nueve cielos, esferas concéntricas luminosas y transparentes, sobre las cuales está el cielo empíreo, fijo, sede del
mismo Dios, y en torno a él, las jerarquías celestiales y la rosa de los bienaventurados, iluminada directamente
por el propio Señor de la creación.

Los nueve cielos son:


1- Cielo de la Luna: Cantos I al IV, donde se ubican los espíritus que quebrantaron sus votos;
2- Cielo de Mercurio: Cantos V al VIII, ubicación de los espíritus activos y bienhechores;
3- Cielo de Venus: Cantos VIII y IX, ubicación de espíritus amantes;
4- Cielo del Sol: Cantos X al XIII, ubicación de espíritus de teólogos y doctores;
5- Cielo de Marte: Cantos XIV al XVII, ubicación de los espíritus que combatieron por la fe;
6- Cielo de Júpiter: Cantos XVIII al XX, ubicación de los espíritus de justos y sabios;
7- Cielo de Saturno: Cantos XXI y XXII, ubicación de los espíritus contemplativos;
8- Cielo de las Estrellas: Cantos XXIII al XXVI, ubicación de los espíritus triunfantes;
9- Cielo Cristalino: Cantos XXVII a XXXIII, ubicación del Empíreo donde está Dios iluminando la rosa de los
Bienaventurados y rodeado de nueve círculos de jerarquías angélicas que son: ángeles arcángeles, principados,
potestades, virtudes, dominaciones, tronos, querubines y serafines.

El criterio utilizado por el autor para colocar las almas en las distintas esferas no está, a diferencia de las
cánticas anteriores, explicitado en la obra, y la crítica ha fracasado en diversos intentos realizados pretendiendo
aclarar este punto; lo único obvio es que cuanto más cerca de Dios se encuentre el alma, más perfecta es.

Este es el reino del espíritu absolutamente liberado de la carne, el reino de la contemplación y de la más
absoluta alegría emanada de la visión de Dios: las almas nada lamentan de lo terreno, nada ansían, están
completas en si mismas. Esta realidad paradisíaca es la máxima dificultad poética de Dante, que procura
recrear, mediante una creación tan humana como la palabra, el mundo de realidades absolutas. Las almas son
pura luz y puro amor y de allí que los trazos particulares se disuelvan en mística unión; los elementos terrestres
que reaparecen en este reino son sólo imagen de aquello que intentan trasmitir. Lanzado a la contemplación de
la unidad misma de Dios, Dante exclama: "¡Oh cuán insuficiente es la palabra y cómo es débil para expresar mi
concepto!", y ese sentimiento puede hacerse extensivo a toda la cántica.

El poema concluye con la palabra "estrellas", que es la misma con que concluyen el Purgatorio y el Infierno; una
muestra más de simetría exterior que se corresponde con la ordenada arquitectura interna.

Posibles lecturas del texto:

Para Dante, que sigue la teoría medieval de la interpretación de los textos, todo enunciado tiene cuatro sentidos:
literal, alegórico, tropológico o moral y anagógico.

El sentido literal no es otro que el que expresa la palabra en su sentido más directo; desde este ángulo la obra no
es más que la narración de un viaje por los reinos de ultratumba.

Goëthe (poeta alemán), nos puede brindar una ayuda en cuanto a lo que implica una lectura en el segundo
sentido: "Hay una gran diferencia entre el poeta que busca lo particular con miras a lo general y el que ve lo
general en lo particular. El primero da nacimiento a la alegoría, donde lo particular vale únicamente como
ejemplo de lo general". La palabra se llena así de significaciones nuevas, que la trascienden, y Dante se
convertirá así en el camino de purificación que debe seguir la misma para alcanzar la eterna salvación. El poeta
es conciente de esta posibilidad de su obra y, en el Paraíso se hace decir por su tatarabuelo Cacciaguida: "Saca a
plena luz tu visión, y deja que se rasguen aquellos que tienen sarna. Pues tu voz, si puede parecerles amarga al
primer paladeo, una vez digerida les proporcionará alimento de vida..." (Paraíso, Canto XVII).

Más difícil de deslindar se nos presenta el sentido moral y anagógico de la obra; el primero de los mencionados
se refiere a la misión edificante que cumple el texto, mientras que anagogía, en teología, es la elevación del alma
a Dios, y por extensión, la revelación de un misterio eterno. Ambos planos tienen muchísimos puntos de
contacto y por tanto, nos limitaremos a decir que la Divina Comedia insiste en el tema moral, planteando la
universalidad de la justicia divina que, si bien es dura cuando castiga, ofrece siempre al hombre la posibilidad
de salvación guiado por dos fuerzas, una natural, la razón, otra otorgada directamente por Dios: la gracia.
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Literatura 5to año - La Divina Comedia


DIVINA COMEDIA

Dante debió de comenzar su obra maestra, la Divina Comedia, alrededor de 1307 y la concluyó probablemente
poco antes de su muerte. Se trata de una narración alegórica en verso, de gran precisión y fuerza dramática, en
la que se describe el imaginario viaje del poeta a través del Infierno, el Purgatorio y el Paraíso. Está dividida en
tres grandes secciones, que reciben su título de las tres etapas del recorrido. En cada uno de estos tres mundos
Dante se va encontrando con personajes mitológicos, históricos o contemporáneos suyos, cada uno de los cuales
simboliza un defecto o virtud, ya sea en el terreno de la política como en el de la religión. Así, los castigos o las
recompensas que reciben por sus obras ilustran un esquema universal de valores morales. Durante su periplo a
través del Infierno y el Purgatorio, el guía del poeta es Virgilio, alabado por Dante como el representante
máximo de la razón. Beatriz, a quien Dante consideró siempre tanto la manifestación como el instrumento de la
voluntad divina, lo guía a través del Paraíso.
Cada una de las secciones incluye 33 cantos, excepto la primera, que incluye uno más y sirve como introducción.
Este extenso poema está escrito en terza rima, una estructura rimada cuya distribución es la siguiente: ABA
BCB CDC... etc. (véase Versificación). La intención de Dante al componer este poema era llegar al mayor
número posible de lectores, y por ello lo escribió en italiano, y no en latín. Lo tituló Commedia porque tiene un
final feliz, en el Paraíso, al que llega al final de su viaje. El poeta puede por fin contemplar a Dios y siente cómo
su propia voluntad se funde con la divina. Este adjetivo, divina, no apareció en el título hasta la edición de 1555,
llevada a cabo por Ludovico Dolce.
La obra, que constituye un catálogo del pensamiento político, científico y filosófico de su tiempo, puede
interpretarse en cuatro niveles: el literal, el alegórico, el moral y el místico. Ciertamente, es una impresionante
dramatización de toda la teología cristiana medieval, pero, más allá de esta consideración, el viaje imaginario de
Dante puede ser interpretado como una alegoría de la purificación del alma y de la consecución de la paz bajo la
guía de la razón y el amor.

INFLUENCIA E INSPIRACIÓN
Ya en el siglo XV muchas ciudades italianas habían creado agrupaciones de especialistas dedicadas al estudio de
la Divina Comedia. Durante los siglos que siguieron a la invención de la imprenta aparecieron más de 400
ediciones distintas sólo en Italia. La epopeya dantesca ha inspirado, además, a numerosos artistas, hasta el
punto de que han aparecido ediciones ilustradas por los maestros italianos del renacimiento Sandro Botticelli y
Miguel Ángel, por los artistas ingleses John Flaxman y William Blake, y por el ilustrador francés Gustave Doré.
El compositor italiano Gioacchino Antonio Rossini y el alemán Robert Schumann pusieron música a algunos
fragmentos del poema, y el húngaro Franz Liszt se inspiró en él para componer un poema sinfónico. El
compositor contemporáneo italiano Luciano Berio también ha utilizado versos de Dante en su composición
Laborintus II.

La Divina Comedia ha sido traducida a más de 25 idiomas. La primera edición en castellano fue la de Enrique
de Villena, a principios del siglo XV, hoy perdida. De 1429 data una versión catalana, en verso, de Andreu
Febrer, y en 1555 Pedro Fernández de Villegas tradujo el Infierno. Entre las versiones modernas al castellano
destacan la de Cayetano Rosell (1871-1872); en verso, y muy difundida en su época fue la del conde de Cheste
(1879) y la del argentino Bartolomé Mitre (1894), también en verso. En catalán sobresalen la de Jacint
Verdaguer (1879) y la de Sagarra (1950-1952).

La influencia de Dante en la literatura española de los siglos XV y XVI fue muy importante, a partir, sobre todo,
de la obra de Juan de Mena El laberinto de Fortuna o Las trescientas, terminada en 1444.
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Literatura 5to año - La lírica trovadoresca


Lírica Trovadoresca:

Llamamos así, en el sentido estricto de la palabra, a la poesía que fue cultivada por los trovadores que entre los
siglos XI y XII escribieron en la lengua románica que se conoce con el nombre de "provenzal".

Si bien geográficamente ubicamos su núcleo en Provenza, no debemos olvidar que esta literatura no aparece
vinculada a lo que hoy llamamos una nacionalidad; en esa época la zona del medio día de las Galias estaba
dividida en señoríos más o menos independientes (Aquitania, Gascuña, Avernia, Provenza), y por encima de
esta división política hay una unidad lingüística que permite que todos colaboren en el hacer de determinado
tipo de literatura.

El trovador es el poeta que, además de escribir sus versos compone la música con la que deben ser
acompañados; es esta pues una poesía destinada a ser cantada y a ser escuchada por un público que, en su
mayoría y más aún si la ejecución se daba en la plaza, es analfabeto.

La cultura del trovador es amplia ya que no sólo debe ceñir su poesía a moldes estróficos fijos sino que también
debe tener los conocimientos musicales necesarios como para componer la música; el juglar, que es el que
ejecuta las composiciones no debe poseer una formación tan acabada, bastándole para el ejercicio de su
profesión entonar bien y ejecutar al menos un instrumento, aparte de que generalmente acompañaba la misma
con cabriolas y toda clase de trucos. 
Socialmente los trovadores pertenecen, generalmente, a clases altas, a diferencia de los juglares, pero ambos
gozan de la consideración de los nobles que apreciaban en mucho su poesía.
A partir del siglo XII las costumbres sociales evolucionan hacia un mayor refinamiento; la vivienda señorial se
hace más refinada y las reuniones sociales son habituales. La mujer, vista hasta ahora únicamente como un
objeto doméstico degradado incluso en la medida que era vista como "la cuna del pecado", comienza a ejercer
un rol protagónico como señora del castillo y centro de esta vida social incipiente. En este marco la lírica
trovadoresca desarrolla un concepto de amor, el amor cortés, que implica una traslación del vasallaje político al
campo sentimental; la dama es el ser superior al que el enamorado rinde culto y ofrece su vida como servicio, de
tal manera que la llama "midons", mi señora.

Este sentimiento exige de la discreción del poeta en la medida que la amada ha de ser, casi forzosamente,
casada; es este pues un amor adúltero basado en el axioma que no puede haber "buen amor verdadero" en el
matrimonio. La dama aparece como figura idealizada, generalmente distante, vista como poseedora de las
máximas virtudes, tanto físicas como morales, origen y destinataria del hacer poético. Esta idealización no nos
debe hacer pensar en el desprecio o censura absoluta hacia el aspecto físico del amor, pues a pesar de que se ha
querido hablar de un sentimiento exclusivamente platónico, son muchos los poetas que nos hablan de sus
logros en ese terreno.

Bernart de Ventadorn decía que "No me parece que el hombre valga nada si no busca el amor", pero el amor no
puede existir sin la poesía y esta no es otra cosa que el lenguaje del amor; palabra y sentimiento se tornan una
sola cosa dándose vida mutuamente.
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Literatura 5to año - La poesía del dolce Stil Novo


La poesía del Dolce Stil Novo:

Vinculados estrechamente a la concepción de amor cortés tal como lo cantaban los trovadores provenzales,
procurando reaccionar contra las convenciones y la frialdad de las composiciones de la escuela siciliana, los
poetas del Dolce Stil profundizan en los conceptos heredados de esta tradición lírica hasta el punto de elaborar
una verdadera filosofía del amor que toma forma en creaciones reveladoras de un gran dominio técnico y una
exquisita sensibilidad.

Los integrantes de esta nueva escuela son: Guido Guinizelli, Guido Cavalcanti, Cino da Pistoia y el mismo Dante
Alighieri. Se pueden sumar a ellos las figuras de Lapo Gianni, Dino Frescobaldi y Gianni Alfani. Si bien conocer
estos nombres puede resultar importante, creo que nada sustituye al texto, a la voz de los poetas, y por ello me
propongo ejemplificar cada aspecto del pensamiento stilnovista con poemas o fragmentos de ellos.

No puedo eludir el comenzar citando a Guinizelli, admirado por Dante, que lo califica de sabio en la "Vita
Nova", y a quien se considera como fundador del Dolce Stil.

Naturaleza y origen del amor

El amor se refugia siempre en el corazón gentil


Como el pajarillo en la verdura de la selva,
Natura no hizo primero Amor y luego al corazón gentil,
Ni primero el corazón gentil y luego el Amor;
Así como tan pronto hizo el sol
Enseguida el esplendor de la luz fue luciente,
Pero no primero que el sol;
Y Amor se asienta en gentileza,
Tan propiamente
Como el calor en la llama del fuego. (...)

Este fragmento del poema fija uno de los conceptos más importantes de esta escuela lírica: correspondencia
entre amor y corazón gentil. Esta gentileza espiritual no debe entenderse como nobleza de sangre o producto de
la herencia sino como la posesión de las cualidades imprescindibles para sentir amor. Existen juntos el uno y el
otro, (corazón gentil y amor) y por tanto su unión es indisoluble y va mucho más allá de la voluntad o cualquier
otro poder. Esta "obligatoriedad" del sentimiento amoroso será la que lleve a Francesca a decir en el Canto V de
la Divina Comedia: "El amor, que se apodera pronto de los corazones gentiles, hizo que este se prendase de la
hermosa figura que me fue arrebatada del modo que obliga a amar, me infundió por este una pasión tan viva,
que, como ves, aún no me ha abandonado".

La figura de la dama, idealizada ya por la lírica trovadoresca, llega en el Dolce Stil a su punto culminante y su
belleza física y espiritual es el estímulo para hacer vibrar lo más noble del corazón del amante, el mismo poeta,
que encuentra, a través de ella el camino a la perfección y a la verdad.

Pero ser víctima de "Amor" significa el ingreso a un mundo extraño, casi sobrenatural, y si es un signo de
distinción de espíritu poder sentir de esta forma, también es una condena, un terrible dolor que se vincula con
la muerte.
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Literatura 5to año - Dante Alighieri (Biografía)


Dante Alighieri (1265-1321), poeta, prosista, teórico de la literatura, filósofo y pensador político italiano. Está
considerado como una de las figuras más sobresalientes de la literatura universal, admirado por su
espiritualidad y por su profundidad intelectual.

PRIMEROS AÑOS 

Dante nació en Florencia, en los últimos días de mayo o los primeros de junio del año 1265, en el seno de una
familia que pertenecía a la pequeña nobleza. Su madre murió cuando todavía era pequeño, y su padre al cumplir
los 18 años. El acontecimiento más importante de la juventud de Dante Alighieri, según su propio testimonio,
fue conocer, en el año 1274, a Beatriz, la mujer a quien amó y a la que exaltó como símbolo supremo de la gracia
divina, primero en la Vida nueva y, más tarde, en su obra maestra, la Divina Comedia. Los especialistas han
identificado a Bice di Folco como la noble florentina Bice di Folco Portinari, que murió en 1290, con apenas 20
años. Dante sólo la vio en tres ocasiones y nunca habló con ella, pero eso fue suficiente para que se convirtiera
en la musa inspiradora de casi toda su obra.
Se sabe muy poco acerca de la educación de Dante, aunque sus libros reflejan una amplia erudición que
comprendía casi todo el conocimiento de la época. En sus comienzos recibió una gran influencia de las obras del
filósofo y retórico Brunetto Latini, que aparece, por otro lado, como personaje destacado en la Divina Comedia.
Hacia 1285 se encontraba en Bolonia, y se supone que estudió en la universidad de esa ciudad. Durante las
luchas políticas que tuvieron lugar en la Italia de aquellos años, se unió en un principio al bando de los güelfos,
opuestos a los gibelinos (véase güelfos y gibelinos). En 1289 formaba parte del Ejército güelfo de la ciudad de
Florencia que combatió en la batalla de Campaldino, en la que los güelfos vencieron a los gibelinos de Pisa y
Arezzo. Por esa misma época se casó con Gemma di Manetto Donati, perteneciente a una destacada familia
güelfa florentina.

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