Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
CATRINA: Aquí muerte es todo lo que despiertos vemos; lo que dormidos, sueño.
(Pausa.) ¿Me oyes, Posada? O Lupe, para entrar en confianza. Aunque una vez muerto,
¿de qué sirve saber tu nombre? Ya da lo mismo. Se terminó el viaje y tú no vuelves a
despertar… Bajo tierra yace un mar de polvo. Del agua sólo queda un eco lejano, un
lamento que se pierde entre las rocas secas. Y el viento habla, muerde, pero no sopla…
Se terminó el viaje y tú no vuelves a despertar.
Entrégate a la Catrina,
Sombra que cubre la tierra.
JOSEFO despierta sobresaltado. La CATRINA se oculta.
JOSEFO: ¡No, no es posible…! Ella otra vez. EL mismo sueño. Me persigue, me acosa. Es
una pesadilla interminable. (Se sienta sobre el ataúd.) La mujer de negro clava sus ojos
en los míos. Me habla, pero no puedo oír su voz. Su boca gesticula en silencio, me
llama una y otra vez… “Josefo, ven… Acércate, Josefo… ya es hora”. ¡Dios me libre! Su
mirada es un pozo con agua estancada, sucia. Y ese olor…
JOSEFO: Un muerto.
POSADA: ¡¿Dónde?!
Pausa.
JOSEFO: ¿Qué pasa aquí? (Recoge la manta.) ¿Dónde diablos está mi cama? ¿Y usted?
¿Ya se murió?
POSADA: Dios me ampare; yo estoy vivito y coleando.
JOSEFO: Pues se ve bastante desmejorado… un poco lívido, sin brillo en los ojos. ¿Qué
le pasó? ¿Qué fue de su barriga, de su opulencia?
POSADA: ¿Estoy muy flaco?
JOSEFO: Demasiado. Está en los huesos.
POSADA: Válgame.
JOSEFO: El padre Cobos dice que los gordos pagan su gula en el banquete.
POSADA: ¿Qué banquete?
JOSEFO: No donde comen, sino donde son comidos.
POSADA: Yo no estoy muerto, Josefo.
JOSEFO: ¿Y el ataúd? ¿Será una broma?
POSADA: Sabrá Dios.
El CIEGO se apersona.
POSADA: ¿Y esto?
CIEGO: Disfraces. Van a ser otros; vivirán otras vidas. Como en el teatro.
POSADA: ¿Y usted cree que funcione?
CIEGO: Claro que sí. Bueno, siempre y cuando vivan su papel y lo crean de verdad.
JOSEFO: Yo quiero ser un Catrín. Visitar el Jockey Club, la Alameda, hablar franchute,
asistir a los cocteles de don Porfirio…
POSADA: Esto no es un juego. Estamos al borde del abismo, ¿no te das cuenta?
JOSEFO: Ay, don Lupe, usted siempre tan severo.
POSADA (al CIEGO): ¿Qué tenemos que hacer?
El CIEGO les entrega dos trajes de manta, una pala y una cubeta.
CIEGO: El reino de las tinieblas tiene el orden de un sueño: arriba es abajo, lo blanco
es negro y ustedes pueden ser otros, cambiar de personaje, ir de una situación a otra.
Todo consiste en dejarse llevar por el destino de cada uno de estos trajes.
POSADA: A mí no me complique las cosas. Yo quiero vivir y punto.
JOSEFO: Listo.
POSADA: ¿Qué vamos a ser?
CIEGO: Enterradores.
POSADA: ¿Qué?
CIEGO: Si, enterradores.
JOSEFO: No piensa mandarnos al camposanto, ¿verdad?
CIEGO: ¿Y dónde más puede trabajar un sepulturero?
JOSEFO: ¡Pero ahí está ella!
CIEGO: Calma… La muerte los perseguirá por todas partes, pero nunca los va a buscar
en el camposanto. ¿Se dan cuenta?
POSADA: Tiene razón, Josefo. ¿Entiendes? Este ciego nos guiará por la buena senda.
El CIEGO se tropieza.
Entrégate a la Catrina,
Sombra que cubre la tierra.
ESCENA II
Palacio Nacional frente al camposanto. Las puertas abiertas del Palacio dejan ver, al
fondo, la silla presidencial. En ella está sentado el esqueleto que representa a Porfirio
Díaz. Un SOLDADO monta guardia. Aparece PRIETO.
Entrégate a la Catrina,
sombra que cubre la tierra.
PRIETO y el SOLDADO salen al tiempo que las puertas del Palacio se cierran. Entra la
CATRINA.
JOSEFO se sienta.
POSADA: Listo.
JOSEFO: ¿Y mis escuincles? ¿Qué será de ellos?
POSADA: Dios dirá.
JOSEFO: ¿Y mi mujer?
POSADA: Que la providencia la encamine… pero ya que tanto insistes, yo te la voy a
cuidar.
JOSEFO: Gracias.
POSADA: Apúrate, Virgilio. Los malos espíritus huyen por las fosas abiertas.
JOSEFO: Dios mío, ten piedad de mi alma.
JOSEFO: ¡Es usted un cabrón, don Lupe! Está bien que se apropie de su papel, pero
cómo carajos se le ocurre enterrarme vivo.
POSADA: ¡Cállate, Virgilio!
JOSEFO: Qué Virgilio ni que nada… Yo soy Josefo y usted un ojete, un abusivo. ¡Ojalá y
se muera!
CATRINA: ¡Perros!
POSADA: ¡Corre, Josefo! ¡Ya lo echaste todo a perder!
Transición de luz.
ESCENA III
Camposanto. Al final de una procesión religiosa, aparece POSADA. --- disfrazado con
sotana y capelo --- en la guisa del Padre Cobos. La CATRINA, bajo el disfraz de Porfiria, lo
aborda.
JOSEFO se apersona.
POSADA: ¡Buenas, Pacheco!
JOSEFO: ¡Las tenga, padre!
Sale.
JOSEFO: Perdóneme, padrecito, pero acá entre nos deseo a la mujer de un prójimo que
está divina. Mire, tiene unas pantorrillas que hasta el chamorro se le dibuja, y unos
colores en la cara y unos dientes apartadillos y un…
POSADA: ¡Calla, impío! ¡Calla! ¡Te voy a bañar con agua bendita! (Descubre a la
CATRINA.) ¿Y tú qué diablos haces ahí?
CATRINA (después de cantar un salmo con suma devoción): In nomine Christi. Amen.
POSADA: ¡He aquí un cuadro edificante, Pacheco! ¡Qué imagen más sublime!
¿Estudiaste el catecismo, niña?
CATRINA: Sí, padre.
POSADA: Adelante, criatura. El reino será de los puros. Persevera por el sendero que
conduce el creador. (A JOSEFO.) ¿Te das cuenta, hijo? La fe mueve montañas.
Sale.
Música. JOSEFO se aparta y espera montando guardia. Se abren las puertas del Palacio
descubriendo la silla con el esqueleto (Porfirio Díaz). Un SOLDADO, PRIETO y el CIEGO
arrojan confeti. Aplausos.
Cuando está a punto de tirar contra “Don Porfirio”, la CATRINA lo cubre con su cuerpo y
acribilla a JOSEFO. Revuelo. Todos salen, a excepción del CIEGO. Las puertas del Palacio
se cierran al tiempo que los gritos se pierden.
- ¡Viva Trastada!
- ¡Muerte a los traidores!
- ¡Gloria al coronel Trastada!
- ¡Viva don Porfirio Díaz!
- ¡Orden y progreso!
Salen.
ESCENA IV
En la imprenta: POSADA se quita el traje del PADRE COBOS.
POSADA: ¿Es para esto que morimos tanto? ¿Para acabar en un juego? Voy a necesitar
mucha suerte para salir con vida.
POSADA: ¿Qué haces aquí? Pensé que ya estarías en Cuba haciéndola de Pacheco.
JOSEFO: Cuba… ¿Sabe en qué acabó ese asunto?
POSADA: ¿Qué pasó?
JOSEFO: Me mataron.
POSADA: Estás delirando.
JOSEFO (mostrando su camiseta ensangrentada): Hablo en serio. Mire.
POSADA: Dios mío… (Va a tocarlo.) ¿Pero tú estás bien?
JOSEFO: Así parece. Bueno, creo que no me tocó a mí, sino al soldado Pacheco. Lo
mataron a traición. Fue víctima de un complot de Trastada.
POSADA: Válgame…
JOSEFO: ¿Se da cuenta? Estamos en peligro. A los personajes también les llega su hora.
POSADA: Nunca contamos con eso.
JOSEFO: Me encontré al ciego y dijo que así estaba escrito.
POSADA: Ese hombre es un verdadero vidente. Tiene que evitarme a toda costa un
encuentro con la huesuda. Lo obligaré a que me revele el porvenir. Eso es… me tengo
que salvar a como dé lugar.
JOSEFO: ¿Y yo qué? Esta vez le tocó a Pacheco, pero quién sabe la próxima.
POSADA (señalando los disfraces): Tú tienes tus pellejos y yo los míos.
JOSEFO: Claro, a mí que me lleve el carajo, ¿verdad?
POSADA: No es eso, Josefo. Pero más vale que cada quien vea para su santo. Yo haré
hasta lo imposible para que mis personajes sigan a salvo.
JOSEFO: Vaya… Ahora sí sálvese quien pueda. ¡Pues a la mierda!
POSADA: No me grites.
JOSEFO: He trabajado con usted desde que era niño, don Lupe. La imprenta ha sido mi
casa. Usted es mi único amigo y ahora que estoy en aprietos, me da la espalda. Sálvese
quien pueda. Qué fácil, ¿no? Cabrón egoísta…
POSADA: Cálmate, ¿quieres?
POSADA: Ni los personajes escapan de sus garras… Más vale dejar listo su grabado.
ESCENA V
Acciones simultáneas. La habitación de un lujoso burdel. La CATRINA, disfrazada de
prostituta, baila con PRIETO. LANE WILSON abre una botella de champagne. Ella los
entretiene mientras POSADA, en la imprenta, trabaja en el grabado de la CATRINA y
bebe sin reposo.
ESCENA VI
POSADA bebe. Reconoce su habitación.
POSADA: Un sueño… sólo un sueño… No, no puede ser… Necesito recordar… Sí, estoy
vivo. (Retoma su trabajo en el grabado.) Mi corazón late como un segundero, mi
aliento… No quiero morir. Aunque vengan caballos con las crines de fuego, jinetes
disparando sus treinta – treinta… Aunque el hambre y la peste arrasen la tierra, yo no
quiero morir.
Pausa.
POSADA (señalando la horca): ¿Es para mí?
CATRINA: Tal vez te aguarda el paraíso.
POSADA: No… por favor. Déme una cuantas horas. Al menos déjeme terminar su
grabado.
CATRINA: No hay salida.
POSADA: Por favor.
CATRINA: No. Hoy te vas conmigo. Ya agotaste mi paciencia.
Pausa.
POSADA, resignado, se ha subido a una silla para alcanzar la soga. Se ajusta el nudo.
La CATRINA ríe, patea la silla. POSADA queda en vilo. Un gemido largo. De pronto, la
soga se revienta y él cae estrepitosamente al piso.
Oscuro súbito.
ACTO SEGUNDO
ESCENA VII
POSADA: Ayer soñé con una mujer… Tenía unos ojos que parecían devorarlo todo. Era
ella. Vino a buscarme. ¿Pero por qué no me sacó con los pies por delante? ¿por qué no
me llevó de una vez al camposanto? ¿Todo fue una broma? (Pausa.) Ya no quiero
pensar, no quiero pensar… Acción, ésa es la cosa… Basta de palabras. ¿Dónde dejaste
al maldito ciego?
JOSEFO: ¿Quiere que vaya a buscarlo?
POSADA: Pero de inmediato. Me urge hablar con él. (JOSEFO sale; POSADA observa la
soga.) A mí también me está fastidiando este juego. Quiere orillarme a la
desesperación, eso es. Acosarme apretando la soga, pero no lo suficiente como para
matarme.
POSADA está a punto de encajarle la gubia, pero finalmente no se atreve. El CIEGO repite
una y otra vez su canto. POSADA se aleja derrotado.
CIEGO: No, Lupe… Alguien tiene que ser el padre Cobos. Así está escrito.
POSADA: No te preocupes. Yo me encargo. (Cuelga la sotana en un perchero.) Ahora
dime de qué disfrazarme. Tiene que ser un personaje que tenga muchos años por
delante.
El CIEGO sale.
POSADA: Con su ayuda seguiré vivo a como dé lugar. ¡Qué ojos tiene ese desgraciado!
Reaparece JOSEFO.
Transición de luz.
ESCENA VIII
CATRINA: Te burlas, querido Victoriano. Pero sábete, he perdido dos miembros, sí…
POSADA: Pero nunca una batalla. (Ríe.) ¿Te sirvo un trago?
CATRINA: No, gracias. Voy de paso.
POSADA: No te enojes. En esta vida todos estamos de paso, hermano. Pensar en la
muerte me provoca la misma sensación que una hoja cayendo de un árbol. Échate un
trago. Recordemos viejos tiempos.
CATRINA: Será en otra ocasión, Vicky. Me tengo que retirar.
POSADA: Tú siempre celoso de cumplir con el deber. Qué lástima. Prieto, acompaña al
coronel a la puerta.
CATRINA: Nos vemos… y pronto, hermano.
POSADA: ¡Godínez!
CIEGO: ¿Sí, mi general?
POSADA: A ver… cuádrese, Godínez. Conteste con claridad. ¿Le gustan las
adivinanzas?
CIEGO: Algunas, mi general.
POSADA: Pues póngase avispa porque ahí le va una muy difícil… ¿Su jefe es villista,
zapatista, huertista, maderista, porfirista o felicista?
CIEGO: ¿La mera verdad? Sabrá Dios.
Reaparece PRIETO.
El CIEGO sale cruzándose con JOSEFO que entra en la guisa del Padre Cobos.
Salen.
ESCENA IX
CIEGO: Acérquense. Homero Pérez no vino a venderles nada… vino a mostrar los
poderes mentalistas, curativos y adivinatorios que la Virgen de la Soledad le revela en
sueños. Y aquí me tienen… He recorrido todo el continente mexicano favoreciendo a
miles de personas que han conocido su futuro librándose de males de ojo, roñas y
hambre; que han recuperado su salud por medio del muérdago doradilla huaco
incienso de lágrima alumbre baldo sanguinaria prieta y destripa rengos que Homero
Pérez, este modesto servidor de Dios, les han traído de su tierra natal. Si tienes prisa,
vete; si crees que te quito el tiempo, márchate; si me consideras un loco transa
alucinado perverso mariguano puto infame o estrafalario, dame la espalda y aléjate de
inmediato. Que vengan a mí los desamparados, los que sufren persecución, los que sí
tiene fe… De nuevo llega el tiempo de los videntes y los profetas. Dos más dos siempre
ha sido igual a cinco. ¡Detente, Demonio! Hay que dar marcha atrás, atrás, porque este
mundo de mierda no puede seguir así. ¡Dioses del sueño y de la muerte, volved con
nosotros!
¡Tú no te acerques, demonio! ¡Detente! ¡Vade retro! ¡Ojalá y te pudras! ¡Soñé contigo,
Posada! ¡Ten cuidado! ¡La hora se acerca! ¡Aléjate, demonio!
Sale.
POSADA: Dijiste que a Huerta le quedaban diez años por delante. ¿Por qué me
engañas?
CIEGO: Porque estás ciego. A Huerta le quedan tres o cuatro años, pero a ti unas
cuantas horas. Tú eres Posada, no lo olvides. Las palabras confunden, pero los sueños
son cristalinos. Y soñé con tu muerte. Prepárate… Déjame pasar.
POSADA: Yo no quería lastimarte, Homero. Créeme. Lo del balazo fue un accidente.
Huerta es así…
CIEGO: Y tú eres peor.
POSADA: No, ciego. Estoy acorralado y quiero vivir. Sólo me queda probar un último
recurso, el más peligroso de todos. Necesito tu ayuda.
CIEGO: ¿Y ahora qué tramas?
POSADA: Matar a la muerte.
CIEGO: ¿Qué?
POSADA: Sí, una vez muerta la muerte ya no habrá más muertes.
CIEGO: ¿Pero cómo? Ella no es de carne y hueso… Es… nada.
POSADA: Pero también se disfraza como yo, se apropia de otras vidas para
perseguirme. Tengo que aprovechar esa situación. ¿Lo crees posible, ciego? Tú puedes
prever el resultado. Por favor, dime algo.
CIEGO: No sé… Me da miedo de sólo pensarlo.
POSADA: Tengo que acabar con ella.
CIEGO: Estás completamente loco.
POSADA: Es mi última carta. Sólo necesito saber de qué se va a disfrazar.
CIEGO: Sería atentar contra el orden del mundo.
POSADA: Por favor… Ayúdame. También a ti te conviene. Nunca sabrás lo que es la
muerte.
CIEGO: Ay, Posada, la he seguido durante siglos y nunca me ha querido llevar.
POSADA: Te lo suplico… Dime de qué se va a disfrazar.
Pausa.
POSADA: No te pongas así. Todo saldrá bien. Ten fe, Ciego. Yo seré tu lazarillo.
Necesito que te disfraces… Vamos a preparar el plan con Josefo. ¡Y que viva la
revolución!
ESCENA X
Camposanto. Las puertas de Palacio permanecen cerradas. Un tren ha partido. La
CATRINA --- en la guisa de Porfiria ---, JOSEFO --- como el Padre Cobos ---, el
GENDARME y PRIETO despiden al patriarca desde el andén de una estación imaginaria.
PRIETO y el GENDARME se retiran. POSADA --- bajo el disfraz de Huerta --- se asoma de
vez en cuando, desde algún escondite, para cambiar señales cómplices con JOSEFO.
CATRINA: ¿Qué será de nosotros, padre Cobos?
JOSEFO: Esto no se puede quedar así. Imagínate que el Jockey Club abra sus puertas a
la indiada. Sería el Apocalipsis, criatura.
CATRINA: ¡Que horror!
JOSEFO: Y todo por culpa de ese enano espiritista. Madero es el anticristo. (Pausa.) Ay,
Porfiria, vieras qué dolor me causó saber que tu padre, mi coronel Trastada, se alió a
los maderistas. Dios lo castigará de una manera atroz.
CATRINA: Ojalá, padre. Por traidor.
JOSEFO: Imagínate que los ateos del norte cerraran las iglesias…
CATRINA: Sería capaz de matarlos.
JOSEFO: ¿Qué dices, criatura? ¿Serías capaz?
CATRINA: Los despellejaría vivos.
JOSEFO, sin que ella lo note, se acerca al sitio donde POSADA se oculta y recibe un
revólver. Lo guarda.
Pausa.
Música. Se abren las puertas de Palacio Nacional. El CIEGO, bajo el disfraz de Francisco
Madero, está sentado en la silla presidencial. POSADA, disfrazado de Huerta, PRIETO y el
GENDARME lo vitorean.
- ¡Viva la democracia!
- ¡Sufragio efectivo y no reelección!
- ¡Muera Porfirio Díaz!
TODOS: ¡Viva!
CIEGO: Tengo la firme voluntad de conciliar a todos los mexicanos. Repartiremos las
tierras y los campesinos… ¿Dónde están?
PRIETO (en secreto): No se les permitió la entrada, señor Madero. Venían muy sucios.
CIEGO: Y los campesinos, decía, no volverán a ser sojuzgados.
POSADA: Ay, muchacha, tan guapa y tan traidora. Esa pistola no está cargada, pero la
mía sí.
Salen.
“Parióme mi madre
una noche oscura,
cubrióme de luto,
faltóme ventura.
Muriendo, mi madre,
con voz de tristura,
púsome por nombre
hijo sin ventura.” (* Endecha medieval anónima.)
Hay que cantar para hacerse compañía en este mundo desolado. Ya ni los jejenes
hacen ruido. La tierra es un camposanto: pura tiniebla, pura sombra cubriendo la
mirada. Ya no puedo ver, estoy confundido. ¡Ay, Virgen de la Soledad! ¿Para dónde
jalar, virgencita? ¿Existe algún lugar donde la muerte no esté muerta? ¿Para dónde
jalar? Estoy perdido. ¿Para donde jalar?
ESCENA XI
Imprenta: JOSEFO y POSADA se quitan sus disfraces.
JOSEFO: Fue todo un acto de heroísmo. Brindemos por el éxito de nuestra hazaña.
POSADA: De la que te salvaste… ¿Sabes a quién iban a matar…? A Cobos. (Ríe.) El
Ciego me lo dijo.
JOSEFO: ¿Cobos? ¿Cómo…?
POSADA: Sí, pero por eso planeé matar a la muerte. Te salvé la vida.
JOSEFO: Gracias, don Lupe. Y yo que lo llame egoísta.
POSADA: Olvídalo. (Sirve; brinda.) Este día se recordará por siempre: la muerte ha
muerto, el paraíso renace, el sol vence a las tinieblas, y el amor y la pureza reinan… Así
sea por los siglos de los siglos… y etcétera, etcétera.
JOSEFO: Gloria Patri et Filiu et Spiritui Sancto Halleluya… Amen. (Beben; escupe.) ¿No
le parece miserable un sotol para que brinden dos héroes?
POSADA: Nuestro oficio no da para más, Josefo.
JOSEFO: Si usted quisiera, podríamos vivir mejor.
JOSEFO toma los lentes y el traje de Huerta. POSADA, a medida que lo escucha, se va
transformando en el general.
JOSEFO: Todos tenemos derecho a gozar los placeres del paraíso, don Lupe: manjares,
licores importados, riquezas, en fin… Si seguimos el juego podríamos dejar esta
pocilga y vivir como potentados. ¿Qué tal convertir Palacio Nacional en un burdel?
Don Victoriano rodeado de mil mujeres cachondas, querendonas… (Empieza a
recomponer su disfraz de Cobos.) Yo podría hacerme de la vista gorda frente a ciertos
pecadillos.
JOSEFO: ¿No es justo después de tanto sufrir? ¿Qué más pueden merecer dos héroes
que le han hecho tanto bien a la humanidad?
POSADA (ya siendo Huerta): Tienes razón… ¡A Palacio Nacional!
CATRINA: ¡Quieto, Victoriano! ¡Ahora sí te madrugué!
POSADA: ¡Trastada, felicidades! (Señalando la pata de palo.) ¡Ganaste otra batalla,
hermano mío!
CATRINA: ¡Hermanos los huevos y no se hablan! ¿Creíste que podías acabar conmigo?
Pues aquí me tienes y más vale que te encomiendes a Dios porque hoy terminan tus
días.
JOSEFO: Está frente a un pastor de almas, coronel.
CATRINA: Cállese o también me lo trueno, padrecito.
POSADA: Coronel Trastada, está equivocado… Es decir, yo no soy el que usted cree
que soy…
JOSEFO: Ni yo. Soy un impío, un pecador…
CATRINA: ¡A mí no me engañan, cabrones!
POSADA: Tranquilo, coronel. Soy un impostor. (Se quita los lentes.) ¿Conforme?
CATRINA: ¿Según tú, quién eres?
POSADA: Posada, un grabador humilde…
JOSEFO: Y yo soy Josefo, su aprendiz.
Ella ríe.
POSADA: Créame, yo no soy Huerta.
CATRINA: Aquí te chingaste, Victoriano.
POSADA: Pues ultimadamente, dispare. No le tengo miedo, coronelito de pacotilla. Por
si no lo sabe, gracias a mí los hombres ya somos inmortales.
JOSEFO: Sí, como dioses.
POSADA: Vamos, dispare.
JOSEFO se quita la sotana y la tira. Huye. Desde lejos se escucha el canto del CIEGO hasta
que entra.
CIEGO: ¿Cómo no vamos a estar en una farsa carnavalesca? Basta un bigote, una nariz,
una calva y ya somos otro. Vaya mascarada… La risa se ríe de la risa, se ríe de lo
desdichado.
El CIEGO ocupa la silla de Palacio mientras POSADA (Huerta), LANE y PRIETO discuten
en el burdel.
POSADA lo estrangula.
POSADA: Ya no entiendo nada… Ya basta. Quiero salir de esta pesadilla. ¡María Lejana,
¿dónde estás?¡ ¡María Lejana! ¡Llévame contigo! Fue una estupidez huir de ti ¡Quiero
salir, despertar de esta pesadilla!
JOSEFO: Don Lupe… Algo me decía que usted estaba vivo. Escapemos. Vístase de
revolucionario. Andamos en bola. Somos tantos que la muerte nunca podrá
reconocerlo.
POSADA: No, Josefo. Yo quiero morir. Perdóname todo lo que te hice.
PRIETO: General Huerta, ¿qué pasa?
POSADA: ¡Yo no soy Huerta! Soy Posada, un grabador, un pobre diablo, un hombre…
SOLDADO: ¿Y cuál es el problema, amigo? Sigamos con las partes. Acá entre nos yo
también ando huyendo de la muerte. (Se quita la peluca y un postizo.) ¿Se da cuenta?
He sido un músico, el embajador Lane Wilson, un soldado, un gendarme… en fin,
tantos que ya no sé quién soy.
POSADA: Sigan ustedes con la farsa.
SOLDADO: Pero lo necesitamos, amigo. ¿Quién va a ser Huerta?
POSADA: ¡Déjeme en paz! ¡Yo sólo quiero encontrar la muerte!
JOSEFO: No me deje solo, don Lupe.
POSADA: Adiós, Josefo.
POSADA deja tirada la casaca de Huerta --- junto a la sotana de Cobos --- y sale. PRIETO
se acerca y recoge el disfraz de Huerta mientras el SOLDADO hace lo propio con el de
Cobos. Se cambian.
Al oírse la descarga, el SOLDADO (Cobos) y PRIETO caen como si ellos hubieran sido los
fusilados.
JOSEFO (a los cadáveres): No se hagan. Ya sé que al rato van a resucitar. Si aquí todo es
al revés, ya es tiempo de que se levanten los muertos y jalemos con Zapata y Villa, ¿no?
Por lo pronto yo estoy vivito y coleando. ¡A mí no me atrapa la muerte! ¡Viva la
Revolufia, jijos de la chingada!
Transición de luz.
ESCENA XII
Imprenta: penumbra. POSADA bebe, trabaja enfebrecido en el grabado de la Catrina.
POSADA: ¿Es para esto que morimos tanto? ¿Para sólo morir, tenemos que morir a
cada instante? Valor… La muerte se toma por los cuernos… Que se cumpla lo que está
escrito… Eso es. Entregarse al destino. (Contemplando el grabado.) Es hermoso.
Beben.
A lo lejos se escucha la música del Ciego. POSADA se acerca. Ella responde, lo besa.
POSADA se desploma y queda inmóvil.
Oscuro lento.