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El patio

mexicano Luis Ortiz Macedo

A partir de sus más remotos orígenes, la algunas civilizaciones evitaron desde un de organización nuclear, sino que incluso
casa en cuanto unidad arquitectónica desti- principio el contacto con la calle y los espa- sus amplias superficies facultaron la pre-
nada a albergar al grupo familiar comienza cios públicos, confinándose dentro de mu- sencia de huertos, jardines y corrales, que
a estructurarse de acuerdo a patrones que le ros de resguardo. Pero una vez traspasado hicieron posible asolear y airear los espa-
imponen, por una parte, el desarrollo de la su acceso, generalmente la agrupación de sus cios interiores destinados a albergar a sus
comunidad a la que pertenece y, por la otra, recintos se fue resolviendo alrededor de un ocupantes con largueza.
las condiciones a las que la obligan los ma- espacio abierto al sol, abierto al aire. Curio- Pero al patio no sólo se le confirió la fun-
teriales constructivos disponibles, la cali- samente, en forma simultánea se produce ción primordial de asoleamiento y cap-
dad del clima, el alcance económico de sus este modelo en latitudes tan remotas e in- tación de aire, sino que éste en sí mismo
propietarios y, desde luego, el deseo de comunicadas como la China imperial, el representa el espacio a partir del cual se
singularidad que sus ocupantes desearon Egipto faraónico, la Grecia clásica, la Roma desarrolla, organiza y afirma la vida coti-
se manifieste a través de sus apariencias. republicana y las civilizaciones mesoame- diana del grupo familiar. Varias civilizacio-
El patrón residencial impuesto en aque- ricanas del Altiplano. nes lo utilizaron para captar las aguas que
llos países en los que el invierno se presenta La habitación humana a partir del esta- caían sobre sus techumbres, preservándo-
con particular agresividad, obligó a diseñar blecimiento de los primeros conjuntos ur- las en recintos subterráneos: los romanos en
sus espacios buscando la proximidad del banos se diferencia en forma radical por el forma de pequeños estanques llamados com-
fuego o las áreas bajas destinadas a albergar uso o eliminación del patio y, ahí en donde pluvium; otros en espacios abovedados o
animales domésticos, situando los grane- hace acto de presencia, sus variantes resul- cavados en la roca y, en el norte de África,
ros en las altas techumbres —inclinadas y tan aleatorias o secundarias, puesto que el debido a la escasez del preciado líquido, se
ascendentes— para permitir asimismo el elemento primordial y definitorio de su for- construyeron recintos inferiores de la
rápido desalojo de las aguas o de la nieve; ma resulta de la existencia o no del espacio misma dimensión del patio, soportados
huelga decir que sus espacios —en las épo- central, del espacio abierto que en líneas ge- en ocasiones por arquerías de esbeltas co-
cas anteriores a la aparición de los modernos nerales determina al género. Es verdad que lumnas llamadas aljibes. Así, el patio nace
sistemas de calefacción— eran minúscu- la confinación a la que obligó la ciudad y se desarrolla bajo el signo de tres elemen-
los y dentro de ellos se hacinaban nume- medieval, por razones de estrategia y pro- tos naturales; el sol, el agua y el aire.
rosas personas para poder preservarse de tección de sus habitantes, originó el modelo Al organizarse alrededor o sobre el depó-
las inclemencias climáticas. de casa de pisos, reduciéndose así la escala sito acuático, fuerza es que ahí se concentren
Por el contrario, las unidades habitacio- y por consecuencia el asoleamiento que en las más preciadas especies florales y frutales
nales elevadas en aquellas comarcas que dis- principio propicia la existencia de los pa- sembradas en altos arriates o agrupadas en
frutan de clima cálido, seco y apacible, des- tios. Por fortuna, en nuestro país, a partir tiestos, lo cual le otorga al recinto abierto la
de un principio se organizaron en forma del contacto con la civilización europea, no calidad de espacio cuidadosamente preser-
diametralmente opuesta a las primeras; hubo necesidad de confinar a los ciudada- vado, disponiéndose en climas tórridos gru-
cuando las condiciones lo permitieron, se nos en pequeñas superficies, adoptando pos de muebles propicios a la tertulia o al
asentaron sobre el suelo en una sola planta, modelos urbanos que permitieron no sólo descanso. La primera ocasión en la que una
abriendo sus espacios al exterior —aunque la existencia del patio en cuanto elemento civilización se propuso implantar en loca-

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Patio de los jaguares. Teotihuacan

lidades remotas el patrón o esquema de la utilizados para gozar durante las tardes y rante todo el año, no requiriendo del uso
“casa de patio”, fue durante la República y las noches estrelladas de la fresca brisa que de chimeneas ni del incómodo contacto
el Imperio romanos, dado que, dentro de los dulcifica las horas en las que duerme el sol. con las cocinas o los establos a los que esta-
planes de conquista de que se valieron para Conviene recordar en este punto que ban habituados los peninsulares en sus
extender sus dilatados dominios, se fueron los viajeros y cronistas europeos que visita- habitaciones ibéricas.
imponiendo idénticos modelos urbanos y ron nuestras ciudades a partir de mediados Se inauguraba así en América un modelo
edificios desde la península itálica. Tanto en del siglo XVI se sorprendieron del pro- de casa que si bien era habitual en España en
el norte de África como en el cercano Orien- totipo de habitación que se había implan- los palacios o habitaciones de adinerados,
te y las costas ibéricas, encontraremos siem- tado en la América española, muy distante en nuestro continente la mayoría de sus
pre vestigios similares de habitaciones com- de las peninsulares de origen medieval; los habitantes podía gozarlo sin requerimien-
puestas alrededor de patios porticados. sorprendió, en primera instancia, la ampli- to de grandes dispendios. Los beneficios de
La cultura islámica —componente re- tud de los predios asignados a la habitación tan original disposición se matizaban en for-
moto asimismo de nuestro entronque occi- unifamiliar, la anchura y alineamiento de ma automática a ciertas características de la
dental— partió de modelos urbanos distin- sus calles y el número de ventanas que hacia habitación prehispánica que no podemos
tos a los romanos, dividiendo los bloques ellas se abría, hecho excepcional en aquella dejar de lado; el llamado patio de indios o
de habitación por medio de callejuelas tor- época. En segundo lugar, les atrajo sobre- corral de indios con que los europeos de-
tuosas flanqueadas por altos muros; las ven- manera la vastedad de sus portones y za- nominaron las habitaciones unifamiliares
tanas resultan minúsculas y solamente se guanes, así como las verjas que delimitan urbanas de los indígenas, poseía las siguien-
abren en los pisos superiores, en ocasiones los patios de los zaguanes de acceso, así como tes características: en el área frontal del pre-
como galerías o miradores. Debido al cli- la amplitud de los corredores y habitacio- dio —sumamente profundo en el sentido
ma tórrido, tanto sus estrechos patios como nes perimetrales que propiciaban con su inverso al acceso desde la calle— se iban
sus techumbres dispuestas en terrazas son generosa altura un clima bonancible du- construyendo pequeñas unidades destina-

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EL PATIO MEXICANO

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Atetelco. Teotihuacan

das a albergar la residencia-dormitorio de mésticos se practicaban en locales depen- de sus márgenes para atajarse del sol y de la
cada una de las parejas que integraba el nú- dientes a los núcleos de habitación y, por lo lluvia, buscando hasta cierto punto el otor-
cleo familiar; por regla general, al contraer general, su usufructo era compartido por la garle una fisonomía armónica y estable al
matrimonio alguno de los hijos varones, se totalidad de sus miembros. conjunto, dentro del cual emergen, sober-
le construía una nueva unidad, generalmen- Este esquema indígena, al cual se sigue bios, los establecimientos dedicados al po-
te de 4 ¥ 4 metros o excepcionalmente de amoldando la vida campesina o extraurba- der civil y a las prácticas religiosas. Dos
4 ¥ 6 metros, sin guardar correspondencia na de numerosas comunidades en nuestro adminículos de servicio colectivo los
lineal con las existentes, pero de cierta mane- territorio, no posee en verdad el formalis- engalanan por lo general: el campanario y
ra ordenada alrededor del espacio abierto. mo de la casa de patio surgida a partir de la el reloj monumental que miden y regulan
Dependía de las costumbres cotidianas de conquista, pero su coincidencia formal y los tiempos de la fe y el marcado por las
sus ocupantes el construir o no ante la puer- los patrones de comportamiento a los que horas solares: quizá por ello emergen am-
ta de acceso una simple ramada o un por- obedece nos permiten afirmar que el pa- bos como atalayas organizadoras de la vida
tal formal, lugar en el cual se recibía a los tio, tanto en éstas como en aquéllas, ha sido celeste. Las plazas públicas, en el momento
amigos o se reposaba a medio día o por la elemento fundamental en la organización en que se les pudo dotar de agua corriente
noche. Por lo general, las actividades que de nuestros espacios habitables. —hecho que acaeció en los albores del si-
congregaban a todos los miembros de la Una resultante que no debemos subva- glo XIX— se pueblan de árboles y adquie-
familia, como las comidas, las labores arte- luar, es la correspondencia formal que se ren el papel de jardines de la comunidad.
sanales, la práctica comercial, etcétera, se establece entre el patio que sirve al grupo Ya no sólo bajo los portales sino también
practicaban al aire libre, bajo algún árbol familiar y la plaza cívica de nuestras pobla- bajo los tupidos follajes de sus arboledas, se
de tupido follaje o cobijados por enramadas ciones de origen hispánico o mestizo; la pla- pudo reunir la colectividad para esparcir
independientes. El baño, la cocina, el lava- za comunal se abre, así como un inmenso sus ocios, al caer la tarde o durante el tórri-
do de ropa y el cuidado de los animales do- patio, porticado por lo regular en algunos do espacio concedido a la siesta.

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© Archivo fotográfico IIE UNAM

Colegio de las Vizcaínas. Patio principal y corredor. México, D.F.

Un especial mobiliario urbano de mam- lo que dentro de ellos se presentaba: banda reinstalada en su lugar de origen, de brocal
postería, cerámicas policromas y hierro municipal, orquesta de atrilistas, grupo mixtilíneo y engalanada por un vástago
forjado se instaura bordeando pequeñas coral, cantantes, marimbas gigantescas, central en forma de balaustre bulboso que
avenidas, glorietas y remansos en los que danzas populares o declamadores patrios. remata con la figura de San Miguel, en la
se ubican pequeñas fuentes de espejos re- Pero en épocas anteriores a la que les otor- ciudad dedicada a los guardianes de la cor-
frescantes. A partir de entonces y en algunas gó a los kioscos el sitio de honor y la posi- te celestial: Puebla de los Ángeles.
ocasiones se ubicaron estatuas paganas: ción central dentro de la festividad públi- El agua, al igual que en el patio, fue ele-
ninfas, venus, apolos, mercurios y neptu- ca, y antes del momento en que nuestras mento primordial en el engranaje con los
nos cabalgando delfines o tritones, con el plazas se poblaran de laureles, sicomoros, elementos naturales; pero sólo en las pla-
deseo primordial de otorgar al pueblo la magnolias, fresnos y jacarandas, las piezas zas el fuego estableció residencia, presen-
posibilidad de disfrutar de sus desnudos centrales que engalanaron nuestras plazas tándose ocasionalmente para esparcimien-
cuerpos sin incurrir en pecado. fueron las fuentes, obsequiadas al pueblo to, terror y embeleso de sus agradecidos
Sonó finalmente la hora del kiosco o por sus gobernantes como elemento de contempladores. Los fuegos llamados de
edículo central, elevado al centro de las com- refrescante abasto acuífero, pero también artificio, en los que nuestros compatriotas
pactas alamedas, aunque hay que advertir como pieza ornamental. Entre aquéllas con- empeñan sus esfuerzos para magnificar con
que, pese a su nombre, casi nunca se eligió tadas que se han conservado hasta nues- ellos sus festividades, poseen la vocación
al álamo como la especie arbórea más ade- tros días, se encuentra la monumental de de escenario a sus efímeros desafíos al fir-
cuada; construidos aquéllos sobre elevados ladrillo de inspiración mozárabe que en- mamento. A través de la pirotecnia, se so-
zócalos de mamposteo o cantería labrada, galana la plaza principal en Chiapa de Cor- lemnizan las festividades religiosas ante las
las columnillas de fierro forjado que sopor- zo, en Chiapas, monumento primordial portadas del templo y culminan las cívicas
tan sus caprichosas techumbres permitían del arte urbano del siglo XVI, y la modesta con centenas de petardos, palomas trona-
contemplar con transparencia el espectácu- pero más graciosa que de nueva cuenta fue doras, arcos de cielo, centellas, toritos, tor-

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EL PATIO MEXICANO

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tugas incendiarias, hasta culminar en las
ingeniosas y complicadísimas fábricas de
carrizo pobladas por rehiletes. Campana-
rios y cúpulas que mantienen al auditorio
sobrecogido y espantado entre nubarrones
de pólvora durante largos minutos, disfru-
tando con embeleso del ingenio de sus ar-
quitectos efímeros: los coheteros.
Pero dejemos la plaza: patio de todos, es-
pacio reservado a la totalidad de los habitan-
tes, amplitud y frescura genérica que abre
sus brazos porticados a aquellos que requie-
ran comunicar sus esperanzas, sus alegrías
o sus tristezas, para volver a refugiarnos en
el fresco e íntimo recinto reservado a la vida
familiar: el patio. Cuando hemos hablado
de patrones o esquemas impuestos o que
Colegio de las Vizcaínas. Patio principal. México, D.F.
fueron adoptados con particular agrado,
no quiere decir que aquellos que edificaron

© Archivo fotográfico IIE UNAM


su mansión o su sencillo refugio no tuvieran
la facultad de realizarlo a su antojo o a su
particular albedrío; las autoridades, los ar-
quitectos o alarifes aconsejarían solamente
acerca de la eficacia de ciertos ordenamien-
tos, más dictados en atención a la razón y a
la lógica que por el capricho o la imposi-
ción. Que determinada orientación no era
aconsejable, que las proporciones de sus
elementos compositivos deberían de ajus-
tarse a las invariables reglas que impone la
razón y la experiencia, podrían ser elementos
que orientaran a sus moradores a no salirse
de lo razonable, permitiendo sin embargo
que la fantasía —tanto del constructor como
del propietario— alcanzara a plasmarse en
algunos de sus elementos y en determina- Casa del Risco. Fuente. San Ángel. México, D.F.
das épocas con mayor fortuna, y durante
otras se impusieran ordenamientos más ri-
gurosos, como ocurrió a fines del llamado ávida por expresarse en similar lenguaje, una vez impuestos los prototipos, el resto
Siglo de la Ilustración, al ponerse de moda tanto en las esferas de los afortunados como de la sociedad los iba interpretando en oca-
el estilo neoclásico. Pero, a pesar de ello, di- en las de las clases populares; de ahí deviene siones con agrado y en otras con precaución
chas normas nunca fueron impuestas con sin lugar a dudas la homogeneidad que o reticencia, pero a la postre fueron acepta-
el solo propósito de contravenir los deseos cada una de ellas dejó impresa en la armó- dos por todos hasta alcanzar a imponerse en
íntimos del propietario, dado que éste de an- nica agrupación de las unidades habitacio- el gusto de las clases populares. Mientras
temano estaba convencido de que adoptar nales, trasladada al paisaje urbano. Es ver- más se acerca a éstas la libre interpretación,
el nuevo estilo significaba ingresar a la mo- dad que la originalidad que fue aportando más originalidad se logra, por lo que por re-
dernidad, al gusto ordenado y al mundo de cada uno de los estilos artísticos que han gla general la arquitectura popular acabará
las apariencias aconsejables. variado la apariencia de nuestras formas ar- revelando —más aún que la culta— su
El permanente diálogo que debió de ha- quitectónicas fue impuesta por las esferas a acertada correlación con la evolución y
berse entablado en las épocas históricas en- las cuales la fortuna o la cultura las faculta- gusto del grupo social para el cual fue edifi-
tre cliente y constructor, revela la claridad ban a proponer novedosas modalidades y cada, al evidenciar con toda claridad los

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San Ildefonso. Patio de pasantes. México, D.F. Patio del Palacio del Arzobispado. México, D.F. Patio del Palacio Nacional. México, D.F.

requerimientos que impone cada una de las que por fuerza las fue haciendo variar, en tenderán a expresarse sus nuevas capaci-
diferentes regiones de nuestro territorio, has- sentido opuesto, fue la disminución en su- dades y sus inaplazables requerimientos; la
ta alcanzar a poseer una cabal concordancia perficie de los predios urbanos, impuesta nuestra ha incorporado a la casa habitación
con las condiciones climáticas y el necesario por la creciente extensión de las poblacio- satisfactores de confort, economía y segu-
uso de sus materiales locales. nes obligada por el crecimiento numérico ridad hoy necesarios, pero que en verdad
Al analizar la habitación tradicional de sus habitantes. no fueron requeridos por las épocas ante-
nuestra, conviene recordar algunos hechos La casa unifamiliar ha ido desaparecien- riores. Nos hemos habituado a vivir en blo-
que nos impidan cometer errores; puesto do al tiempo que los edificios en altura van ques homogéneos cuyos ventanales ya no
que no resulta extraño el encontrar que otorgando nueva fisonomía a nuestras ciu- abren a soleados patios y cada vez menos
una vieja estructura elevada durante el siglo dades contemporáneas; sólo en los peque- permiten la entrada del aire; otros elemen-
XVI fuera enriquecida durante el siguiente ños asentamientos de nuestras regiones tos norman y rigen nuestras vidas: la eco-
con enmarcamientos de puertas y ventanas provincianas, en los barrios que han decaído nomía, la avanzada tecnología, la higiene y
dentro del gusto del barroco; más frecuen- a causa de los poderosos impulsos a los que la facilidad en el mantenimiento hogareño,
te aún resulta el caso de que las construc- se han visto sujetas las nuevas megalópolis vienen a ser sustitutos de los naturales ele-
ciones barrocas fueran abreviadas a partir y los hoy, por fortuna preservados, centros mentos que dieron origen al patio: la tierra,
de las formas que de manera radical im- históricos, prevalecen los viejos modelos el aire, el sol y el agua. Hoy como ayer, nos
plantó el subsiguiente estilo: el neoclásico. de nuestra habitación tradicional, en esas revelamos como un pueblo especialmente
Pero hay que recordar que, hasta mediados ocasiones cumpliendo aún con el destino orillado a expresar, en las apariencias de su
del pasado siglo, los módulos y esquemas para el cual fueron construidas esas dilata- morada, las íntimas aspiraciones de su par-
tradicionales de vida no se vieron modifi- das residencias, que en gran parte han sido ticular forma de ser. Quizá lo más impor-
cados en forma definitiva; sólo hasta que transformadas para dar cabida a usos diversos tante que pueda desprenderse de estos
la Revolución Industrial aconsejó el uso de índole comercial o empresarial, cuando apuntes sea la certidumbre de que cada
de nuevos procesos constructivos y la uti- no han caído en el abandono o la ruina que época, cada periodo de nuestra historia —in-
lización de materiales novedosos se fueron les impuso el hacinamiento precarista. cluyendo la que nos tocó vivir— se es-
imponiendo distintas costumbres sociales, Cada época —para bien o para mal— fuerza por encontrar respuesta a los múlti-
y llegaron a variar los patrones compositi- requiere de la desaparición de infinidad de ples satisfactores que solicita y demanda el
vos dentro de los cuales se venían organi- elementos que poseyeron las anteriores, para grupo social al cual siempre ha sido desti-
zando las casas mexicanas. Pero el factor poder ensanchar el escenario dentro del cual nada la morada del hombre.

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