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Resumen
El teísmo escéptico es una estrategia para responder a ciertas formulaciones de argumentos del
mal teniendo en cuenta las limitaciones cognitivas humanas. Es uno de los caminos favoritos de
diversos filósofos (como quienes se verán a continuación) porque es una forma de evitar la
utilización de teodiceas. En el presente artículo, primero se expone una introducción al problema
del mal y datos generales sobre el tema; después se detallan dos clásicas maneras de escepticismo
y seguidamente sus posibles oposiciones; por último, un breve apartado de recursos y
recomendaciones para continuar la lectura. El objetivo de esta publicación no es ofrecer una
defensa del teísmo (o del ateísmo), sino brindar información pertinente con intención divulgativa.
1. Introducción
Argumentos del mal en contra de Dios suelen tener la siguiente forma: (se le llamará argumento
1):
P1. Si Dios existe, no hay males injustificados.
P2. Hay males injustificados.
C. Dios no existe.
Esta formulación suele catalogarse como un argumento “evidencial”, “inductivo”,
“empírico”, “probabilístico” o “a posteriori” del mal; en contraste de sus formas “lógicas”,
“deductivas” o “a priori”. Suele ser un tanto complejo establecer en dónde recae específicamente
la diferencia entre estos dos, como explica Howard-Snyder (1996), puesto que ambos utilizan
lógica tanto inductiva como deductiva, y cualquier argumento lógico, si es bueno, es evidencia en
contra del teísmo. Así que la diferencia, dice Howard-Snyder, recae en lo siguiente: entendemos
un “argumento lógico del mal” como el que tiene una premisa que afirma la incompatibilidad entre
Dios y un hecho conocido sobre el mal; un argumento evidencial carece de dicha premisa o de
certeza total acerca del hecho conocido (se afirma que es probable o razonable creer en este). Por
ejemplo, argumento 1 sí presenta una incompatibilidad entre Dios y el hecho, pero este último no
se conoce con certeza: P2 solo se conoce de manera probabilística (más adelante se darán dos
argumentos que ejemplifiquen). También podría darse al revés, señalar un hecho que se conoce
con certeza y demostrar que esto hace improbable la existencia de Dios. Aunque sea posible
argumentar así, no es tan común.
De igual manera, Paul Draper ha demostrado que sería posible defender una forma como
la del argumento 1 de manera lógica, pero que no es recomendable. Incluso menciona que los
argumentos lógicos están muriendo, o bien, muertos, por lo siguiente: debido a las limitaciones
lógicas de un ser omnipotente, Este podría crear bienes que lógicamente implican la existencia (o
posibilidad) de cierto mal, únicamente permitiendo ese mal (o su posibilidad). Entonces, hasta
donde sabemos, incluso un ser omnipotente y omnisciente podría estar forzado en permitir ciertos
males por el bien de otras recompensas importantes, y nuestro conocimiento sobre bienes y males
y las relaciones lógicas entre ellos es muy limitada para probar que este no podría ser el caso
(Draper, 1996: 177).
Como se dijo, esa primera formulación es inconveniente para argumentos lógicos, pero
estos pueden partir de bases distintas1. Uno diferente y más común (argumento 2) podría darse con
las siguientes premisas:
P1. Dios es omnipotente
P2. Dios es perfectamente bueno
P3. El mal existe
P4. El bien se opone ante el mal de forma que algo bueno siempre elimina el mal tan rápido como
puede
P5. No hay límites de lo que puede hacer algo omnipotente.
De esto se obtiene que algo bueno y omnipotente elimina el mal completamente, y luego
que las proposiciones que afirman la existencia de algo bueno y omnipotente, al mismo tiempo de
la existencia del mal, serían incompatibles. Este es el clásico argumento lógico de J. L. Mackie en
su artículo “Evil and Omnipotence” (1955). Nótese que, en este ejemplo, (i) existe una
incompatibilidad lógica entre la existencia de Dios y del mal, y (ii) la premisa 3 se conoce con
total certeza.
En publicaciones anteriores de @librosyfilosofia_ se expone un estilo de argumento
inductivo cuya principal intención es mostrar que 1) no vemos ningún bien suficiente saliendo de
muchos males del mundo y de situaciones malas específicas que se identificaron como M, y 2) que
esto es una buena razón para creer que no existe tal bien. Esta información se presenta en contraste
de un Dios omnipotente y completamente bueno, pues si Él permitiera sufrimiento sin ningún
propósito (sin ningún bien), significaría que le es indiferente o que le gusta por sí mismo, es decir,
que no es completamente bueno. Dios no puede ser y no ser, al mismo tiempo, completamente
bueno; por lo tanto, no existe.
Como señala Draper (1996), el teísmo escéptico tiende a ser malentendido como una
defensa general del teísmo sosteniendo un escepticismo general sobre poderes cognitivos
humanos, cuando solo se extiende para socavar cierto tipo de argumento del mal. La idea principal
detrás de esta estrategia es negar, por ejemplo, la capacidad de afirmar (por ello se le llama
“escepticismo”) la premisa 2 del argumento 1: existen males injustificados. ¿Nuestros límites
cognitivos alcanzan para hacer tal afirmación? ¿Realmente podemos afirmar que no hay un bien
que justifique? Existen muchas motivaciones para decir que no. En este trabajo expongo dos de
los principales motivos: los que se enfocan de manera general en las limitaciones cognitivas y los
que se enfocan en los principios epistémicos de este tipo de afirmaciones.
1
Para defensas de argumentos lógicos, ver Logic and Theism (2003) por J. Howard Sobel; The miracle of Theism
(1994) por J. L. Mackie, y “Logical arguments from evil and free will defenses”, en The Cambridge Companion to
the Problem of Evil (2017), por Graham Oppy.
igualmente malo o peor. 3. No existe un ser omnipotente, omnisciente, enteramente bueno (Rowe,
1979: 336)
Alston asegura que no estamos “racionalmente justificados en aceptar 1” con la siguiente
fundamentación: “La crítica afirma que la magnitud o complejidad de la cuestión es tal que
nuestros poderes, el acceso a los datos [información], etc., son radicalmente insuficientes para
proporcionar una justificación suficiente para aceptar 1. Y si eso es así, el argumento inductivo
colapsa” (Alston, 1991: 30); es decir, no rechaza 1, solo que tengamos los medios para afirmar o
negar una premisa con tal magnitud: “Negar 1 sería decir que esta afirmación negativa es falsa
para todos los casos de intenso sufrimiento. E incluso si pudiéramos establecer la no-gratuidad2 de
ciertos casos trazando conexiones … eso no sería suficiente para dar lugar a la negación de 1”
(Alston, 1991: 31). Por esto hablamos de un escepticismo, o bien, agnosticismo, como le llama
este filósofo.
En este mismo artículo enlista los límites cognitivos que forman su argumento: (1) Falta
de datos: como conocimiento sobre secretos del corazón humano, estructura detallada del
universo, el pasado y el futuro remotos, vida después de la muerte (si la hubiere), etc. (2)
Complejidad mayor de la que podemos manejar: Como la dificultad de mantener enormes
complejos de hechos (diferentes mundos posibles3 o sistemas de leyes naturales) juntos en la mente
lo suficiente para una evaluación comparativa. (3) Dificultad de determinar qué es metafísicamente
posible o necesario: como, dadas las naturalezas esenciales de las cosas, el carácter exacto de lo
que es normalmente oscuro para nosotros y siempre controversial; esta dificultad se multiplica
cuando se trata de mundos posibles totales o sistemas de orden natural totales. (4) Ignorancia de
toda la gama de posibilidades: Si no sabemos si hay o no posibilidades más allá de las que hemos
pensado, estamos en una muy mala posición para mostrar que no puede haber ninguna razón divina
para permitir el mal. (5) Ignorancia de toda la gama de valores: por las razones mencionadas en
4, estamos en una posición muy pobre para saber si hay un bien relacionado con cierto mal
específico (que justificaría a Dios en permitirlo) si no sabemos hasta qué punto hay modos [o
sistemas] de valores más allá de los que somos conscientes. (5) Límites a nuestra capacidad para
hacer juicios de valor bien ponderados: por ejemplo, con la dificultad de hacer evaluaciones
comparativas de grandes totalidades complejas.
Otro punto importante lo señala en una publicación más reciente, donde explica que no
solamente es necesario buscar posibles razones divinas para permitir el mal, sino también cuáles
son las condiciones de realización de esos bienes, condiciones que “incluso la omnipotencia
tendría que respetar”:
Si no podemos ver ninguna razón que justifique que Dios permita el sufrimiento de Bambi4,
debemos considerar no solo si hay bienes de los que no somos conscientes que podrían figurar en
2
Menciona “sufrimiento gratuito” para hacer referencia de las tragedias sin propósito: “Usemos el término
'sufrimiento gratuito' para cualquier caso de sufrimiento intenso, E, que satisfaga la premisa 1, es decir, que sea tal
que un ser omnipotente y omnisciente podría haberlo evitado sin que por ello se perdiera algún bien mayor ni
permitiera algún mal igualmente malo o peor” (Alston, 1991: 30). Parece ser un término que retoma de Marilyn
McCord en “Redemptive Suffering: A Christiana Approach to the Problem of Evil” (1986).
3
Normalmente se definen como “Estados de las cosas máximamente consistentes” o “Conjunto de declaraciones
máximamente consistente” (Kripke, 1959), son formas posibles en que el mundo podría haberse dado, pero con
diferencias relevantes consistentes. Concepto de lógica modal, ver Humberstone (2015) para una guía completa.
4
Un ejemplo de un mal en específico que suele usarse mucho en los intercambios entre Rowe y Alston. Lo usa por
primera vez Rowe en 1979, como el caso de un pequeño ciervo atrapado en un incendio forestal y sufriendo severos
días de terrible agonía antes de morir. El sufrimiento animal, independiente de la intervención humana, es un punto
bastante discutido en torno al problema del mal.
tales razones, sino también si existen condiciones de realización de los bienes de los cuales somos
ignorantes, condiciones de realización tanto de los bienes de los que no somos conscientes como
de los bienes de los que somos conscientes (Alston, 1996b: 316).
5
El artículo de 1988 simula una conversación entre un personaje ateo (Athea), uno cristiano (Bea) y uno Agnóstico
(Agnes), en donde los argumentos de Athea vienen de Russel y los de Bea de Wykstra. Si en ocasiones se referencia
únicamente a Russel o a Wykstra, se debe a esto.
pero, si nos cuestionamos la existencia de un virus estreptococo, buscamos mucho y no
encontramos. ¿Es una buena razón para creer que no hay? Además de esto, propone su propio
principio, el principio de expectativa6: “Si el criterio tiene baja ´seeability´ -si es el tipo de criterio
que, bajo las circunstancias, no esperas ver incluso si está ahí- entonces la regla noseeum es falsa:
no verlo no es evidencia de que no está ahí” (Russel y Wykstra, 1988: 143).
Por otro lado, escribe que el problema recae sobre si existe un buen propósito de Dios (un
God-purposed good) que justifique el permitir el asesinato. Cuestiona si no ver este criterio
realmente nos da razón para creer que no existe en absoluto, y afirma que un buen propósito de
Dios “sería más como un virus estreptococo que como un elefante” (p. 143). Entonces, la regla
noseeum sería falsa por los bienes de estos propósitos, pero ¿qué razones tenemos para creer que
estos estarían más allá de nuestro conocimiento?
En 1984: 88 Wykstra propone que, si Dios existe, entonces puede ver bienes que nosotros
no vemos; más tarde Rowe (p. 97; recuperado de Russel y Wykstra, 1988: 144) discute diciendo
que esto falla en demostrar que Dios permite sufrimientos presentes en beneficio de otros bienes
que no vemos. Si bien esta no es una interpretación totalmente correcta, Russel y Wykstra se
concentran en responder a este punto. La idea principal es la siguiente:
Ahora añade el hecho que Rowe ignora: Dios es el Creador de todo lo que hay. Si Él existe,
entonces como se le recuerda a Job, Él sentó las fundaciones de nuestro universo: procedió de Su
bondad y sabiduría. Añadir esto hace una gran diferencia, porque levanta una pregunta totalmente
nueva: si nuestro universo es la creación de tal Ser, cuya visión es a nosotros como la de un adulto
a la de un infante de nueve meses, ¿qué deberíamos esperar con el asunto presente? (Russel y
Wykstra, 1988: 146).
Para explicar todo esto pone el siguiente ejemplo: Hoy sabemos algo acerca de
explicaciones físicas (en términos de electrones, protones y por el estilo). Sin embargo, por gran
parte de la Historia, los humanos ni siquiera tenían el concepto de tales explicaciones. Por un lado,
alrededor de 1600, Francis Bacon tuvo algún concepto de ellas, pero él creyó que, solo aplicando
su método experimental, la Física podría, en 20 años, llegar al fondo de qué causa qué. Él veía al
Universo físicamente “poco profundo”: las causas físicas están, relativas a nuestras habilidades
cognitivas, cerca de la superficie observable. Por otro lado, Newton tenía una visión contraria. 400
años de Ciencia han vindicado a Newton. Habiendo descendido a un enjambre de quarks, leptones
y otros habitantes de las profundidades microteóricas, nos damos cuenta de que nuestro mundo
tiene una extraordinaria “profundidad física”. Establecido esto, introduce un concepto similar, el
de “profundidad moral”, dejándonos con dos opciones: que las causas morales en el mundo sean
“baconianas” (con la visión de un universo moralmente poco profundo) y “newtonianas” (universo
moralmente profundo). Ahora, para romper la simetría, se levanta un punto importante: el de
reconocer a Dios como un creador del Universo. Comentan que, si el Universo es una creación de
Dios, un Dios con la clase de sabiduría y visión como la que implica el teísmo, entonces es
eminentemente probable que este sea moralmente profundo en vez de baconiano. Es decir, si Dios
existe, entonces las fundaciones axiológicas de nuestro mundo fueron puestas por Su sabiduría y
6
Este resulta de una pequeña modificación de su clásico principio CORNEA, expuesto primera vez en “The Humean
obstacle to evidential arguments from suffering: on avoiding the evils of ´appearence´” (1984). Ver la última sección
del presente artículo para una breve explicación.
visión (p. 146). Todo esto para afirmar que, si existe un bien mayor saliendo del asesinato de
Carrie, muy probablemente no lo veríamos7.
7
Este es el llamado “Principio de oscuridad”.
8
Para ver más sobre la formulación de Paul Draper, ver “Pain and Pleasure: An Evidential Problem for Theists”
(Draper, 1996) y, para un análisis más profundo de los argumenos “humeanos” y “Roweanos”, ver “Probabilistic
Arguments from Evil” (Draper, 1993). Los argumentos como los de Draper suelen llamarse neo-humeanos.
suficiente para salvar la conclusión relativa a los atributos divinos, sin embargo, no puede nunca,
ciertamente, ser suficiente para establecer esa conclusión (p. 80).
Parte de la misma observación que Rowe, pero ambos razonamientos toman un camino
totalmente distinto. La siguiente circunstancia es un poco abstracta. Indica que, al parecer, la
naturaleza ha calculado exactamente las necesidades de sus criaturas y proporciona más poder de
lo que es estrictamente necesario para ellas, por ejemplo, que los animales más veloces tienden a
ser menos fuertes. Sabido esto, señala que un padre indulgente habría conferido “amplio repuesto
a fin de proveer para el caso de cualquier accidente y asegurar la felicidad y bienestar de la
criatura”, y ejemplifica: “Todos los caminos de la vida no estarían tan cercados de precipicios, de
tal modo que la menor diversión del verdadero sendero, sea por error, sea por necesidad,
forzosamente nos sumerge en ruina y miseria” (p. 80). Evidencia esta información para conectarlo
con el punto más importante de esta circunstancia: que algo debió haberse establecido para
asegurar la felicidad, y que nuestras facultades y necesidades pudieron haberse hecho de manera
“menos rígida”, y que el autor de la naturaleza pudo haber creado, incluso, un menor número de
animales y dotarlos con mayores facultades para su felicidad y conservación. La última
circunstancia hacer referencia a que las partes del universo no están tan cuidadosamente ajustadas
para que permanezcan dentro de sus límites de utilidad, ejemplificando con la lluvia:
independientemente de que sea necesaria para alimentar plantas y animales, con mucha frecuencia
es escasa y con mucha frecuencia es excesiva concluyendo que “Nada hay que sea de provecho en
el universo, que con frecuencia no se torne pernicioso, por exceso o por defecto”.
Habiendo desarrollado esta ingeniosa división de males naturales concluye: todo parece
sugerir la idea de una “naturaleza ciega, impregnada de un gran principio vivificante que se
derrama de su regazo, sin discernimiento ni cuidado maternal” (p. 83), y la cúspide se encuentra
de la siguiente forma:
Puédense formular cuatro hipótesis relativas a las primeras causas del universo: que están
dotadas de bondad perfecta; que son perfectamente malignas; que son contrarias y tienen tanto la
bondad como la malignidad; que carecen de una y otra. Los fenómenos compuestos jamás pueden
demostrar los dos primeros principios, que son simples. La uniformidad y firmeza de las leyes
generales parecen oponerse al tercero. El cuarto, por lo tanto, parece ser, por mucho, el preferible
(Hume, 1779 [2004]: 83).
Draper demuestra que la estrategia en este argumento no se basa en una premisa que afirme
que un ser omnipotente y omnisciente probablemente no tendría una razón suficiente moral para
permitir ciertos hechos acerca del bien y del mal, más bien, se basa en mostrar que una hipótesis,
lógicamente inconsistente con el teísmo, explica un conjunto de hechos acerca del bien y el mal
mucho mejor que el teísmo, y que si uno puede hacer esto, entonces se tiene una buena razón prima
facie para creer que esta hipótesis alternativa es más probable que el teísmo y que este es
probablemente falso (Draper, 1996: 178). Entonces, si bien el argumento de Hume podría no ser
decisivo, sobrevive perfectamente las críticas de Alston.
9
Hay muchas formas de epistemología de sentido común, por ejemplo, creer que, como menciona rápidamente
Dougherty, “uno está justificado en sostener creencias que parecen simplemente mirarte a la cara hasta que haya una
agobiante razón para dudar de ellas” (Dougherty, 2008: 173). Ver “A Proof of the External World” (Moore, 1939).
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