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TEORIAS DE LA ORGANIZACION Resumen
TEORIAS DE LA ORGANIZACION Resumen
Parte II
TEORÍAS DE LA ORGANIZACIÓN
La teoría clásica de la organización
1. LOS INICIOS DE LA SOCIOLOGÍA DE LA EMPRESA Y DE LAS ORGANIZACIONES 1.1. Los
primeros economistas. 1.1.1. Adam Smith (1723-1790). Considerado como el padre de
la economía. Para él, tanto los incrementos de productividad como el librecambismo
son convenientes y «ventajosos para la gran masa del pueblo.» 1.1.2. David Ricardo
(1772-1823). Añadió a la segunda edición de su obra, Principies of Political
Economy, la observación de que «la sustitución del trabajo humano por la máquina
resultaba a menudo muy perjudicial a los intereses de la clase de los
trabajadores.» 1.2. Los primeros sociólogos. Los primeros sociólogos centran su
atención en la sociedad de cuyos problemas toman conciencia y a cuya compresión
procuran aplicar el método científico, no lejos de la especulación economicista,
ven la sociedad como industrial. 1.2.1. Los organicistas. Englobamos en este título
las aportaciones de Comte (1798-1857) y de Spencer (1820-1903). La división del
trabajo supone mayor especialización. La sociedad moderna se caracterizará por una
mayor cohesión debido a la comunidad de intereses respecto a producción 1.2.2.
Durkheim (1858-1917). Estudio las consecuencias sociales de la especialización,
indica que las formas de división del trabajo determinarán tipo de solidaridad de
una sociedad dada, para Durkheim, en las sociedades industriales hay más anarquía,
más vacío normativo, menos cohesión social que deja a los individuos menos
protegidos contra las crisis; por eso, por ejemplo, es más frecuente el «suicidio
anómico». 1.2.3. Max Weber (1864-1920). Ve el industrialismo como un aspecto de un
fenómeno más amplio que es la extensión de la racionalidad en las diferentes
esferas de la vida. El capitalismo significa racionalidad económica, como
burocracia significa racionalidad en la organización, como el estado moderno
democrático podría significar racionalidad política. 1.3. Los primeros socialistas.
1.3.1. Los «luddistas». De carácter populista, este movimiento -con sus planes de
romper las máquinas- refleja el clima de frustración y desesperanza que en los
inicios del industrialismo. La instalación de los primeros talleres dio lugar a un
inmediato descenso considerable en los precios de los productos manufacturados,
dejando fuera de competencia a los trabajadores artesanos. 1.3.2. Saint Simón
(1769-1825). Es considerado por algunos como el padre del socialismo y popularizó
el término «industrialismo». Ve en la organización social que se inicia en su
tiempo un nuevo tipo de sociedad, si antes mandaban los clérigos, guerreros y
señores feudales, ahora mandan científicos e industriales 1.3.3. Los socialistas
utópicos. Los iniciadores del socialismo anteriores o contemporáneos a Marx. Son
muy críticos con respecto a las consecuencias sociales de la industrialización. De
modo genérico, podemos decir que veían al maquinismo imponiendo a los trabajadores
la miseria en lo económico y la degradación en lo moral. Página 1 de 36
1.3.4. Fourier (1772-1837). Propugna una vuelta a la naturaleza y, para ello,
impugna las bondades atribuidas al industrialismo, para el la organización social
que debe realizarse a través de las grandes comunidades cooperativas. 1.3.5. Owen
(1771-1858). Creó instituciones sociales de ayuda, como economatos y cajas de
ahorro, y luchó para imponer numerosas medidas de protección al trabajador:
reducción de la jornada laboral a un máximo de diez horas, prohibición del trabajo
de menores. Se opone al industrialismo y considera conveniente la vuelta a la
tierra. 1.3.6. Proudhon (1809-1865). Su formación artesana y campesina le lleva a
una actitud negativa frente al industrialismo. No acepta la democracia
parlamentaria y desconfía del Estado, centralizador y burocrático, sosteniendo
algunas ideas anarquistas 1.3.7. Karl Marx (1818-1883). Considera, las
consecuencias negativas de la división del trabajo en la línea clásica: pérdida de
profesionalidad, pues iguala a todos, transformando a los capataces en peones. En
El Capital, que es su obra de madurez, este socialismo intenta «descubrir la ley
económica que preside el movimiento de la sociedad moderna..., la ley natural con
arreglo a la cual se mueve.». Ve la sociedad capitalista, con la seguridad de que
se habrá de dejar paso al socialismo del Estado, que a su vez producirá la sociedad
comunista, sin clases. Los aspectos críticos de su obra provienen de su teoría del
valor-trabajo, según la cual el valor de una mercancía es el del valor del trabajo
que encierra. De aquí se deriva su teoría de la explotación, que explica cómo los
capitalistas se quedan con la plusvalía que es la divergencia entre el valor de lo
que el obrero aporta con su trabajo produce cierta cantidad de valor, recibe una
contrapartida inferior a lo que ha producido y el resto va a los beneficios de los
capitalistas. 1.4. Problemas recurrentes de investigación. Desde los inicios de la
industrialización hasta finales del siglo XIX, las diferentes aportaciones a la
comprensión del trabajo industrial pueden resumirse en tres grandes áreas que nos
delimitan la posterior investigación: 1. La división del trabajo. Las ventajas de
la división del trabajo son múltiples: facilidad de aprender un oficio, ahorro de
tiempo, más eficacia en el manejo del utensilio con la destreza que conlleva la
repetición y mejor aprovechamiento de las cualidades individuales de cada persona.
2. La deshumanización de las tareas. Puede verse en ella la otra cara de la moneda
de la división del trabajo que iguala a todos los trabajadores y hace del producto
de sus manos algo a lo que realmente no aportan nada específico. Será así el
producto del trabajo algo ajeno al hombre que lo realiza, llegando incluso a
oprimirle con las imposiciones técnicas. 3. La aparición de la sociedad de clases.
Caracteriza al nuevo orden social en el que los factores económicos adquieren la
mayor importancia. El conflicto de intereses - la lucha de clasesserá visto por la
tradición marxiana como el auténtico motor de la evolución social.
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2.1.1. Racionalidad práctica: es la forma de vida que mira por la mejor manera de
alcanzar los intereses pragmáticos del individuo. Se aceptan las realidades dadas y
se limita a calcular la mejor forma de tratar las dificultades que se presentan en
el momento actual. 2.1.2. Racionalidad teórica: se refiere al esfuerzo cognitivo
para dominar la realidad mediante conceptos crecientemente abstractos más que a
través de la acción. Es la actitud propia del científico y del académico, que
tratan de comprender las causas y razones por las que ocurren los diferentes
acontecimientos. 2.1.3. Racionalidad sustantiva: ordena la acción en pautas con
arreglo a conjuntos de valores. Lo que da sentido a un curso de acción según la
racionalidad sustantiva es la coherencia de la conducta con las exigencias de los
valores que se admiten como verdaderos. Para un sujeto concreto, su conducta será
racional en la medida en que tiene el sentido de adecuarse a sus creencias y
valores propios, aunque quizá desde el punto de vista de otros actores que no
comparten sus convicciones, la acción sea absurda o carente de sentido. 2.1.4.
Racionalidad formal: implica el cálculo de medios y fines, pero no referido a los
propios intereses (como la racionalidad práctica), sino en referencia a las reglas,
leyes y regulaciones universalmente aplicadas. La racionalidad formal se refiere a
la adecuación de la propia conducta a aquellas reglas, leyes y regulaciones que se
revelan como más eficaces para lograr un fin determinado. La experiencia de la
eficacia da lugar a una nueva forma de racionalidad que consiste en la adecuación
no ya a unos fines pragmáticos o a unos valores, sino a una estructura externa al
individuo que determina desde el exterior la conducta que se debe observar para
lograr el máximo de eficacia, sea cual sea el objetivo específico de un curso de
acción.
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Para Weber, la burocracia es un tipo ideal importante, característico de las
sociedades modernas. Se puede definir por los siguientes rasgos: 1. Consiste en una
organización continua de funciones oficiales (cargos) limitadas por reglas. 2. Cada
cargo tiene una esfera de competencias limitada. El cargo implica la obligación de
realizar una serie de funciones, la autoridad para llevarlas a cabo y los medios de
fuerza requeridos para hacer el trabajo. 3. Los cargos están organizados en un
esquema jerárquico. 4. Los cargos pueden llevar consigo cualificaciones técnicas
que requieren que los participantes obtengan el entrenamiento adecuado para
ejercerlas. 5. El personal que ocupa estos cargos no es dueño de los medios de
producción a los que está vinculado. A los miembros de la plantilla se les
suministra lo que necesitan para hacer su trabajo. 6. Al titular de un cargo no se
le permite apropiarse de su posición, que siempre sigue formando parte de la
organización. 7. Los actos administrativos, las decisiones y las reglas son
formulados y grabados por escrito. La burocracia es una de las estructuras
racionales que juega un papel cada vez más importante en la sociedad moderna. La
conducta social se hace cada vez más y más burocrática, pues la coordinación
organizativa de la burocracia no es superable por ningún otro principio racional.
De esta manera, la presencia de la racionalidad sustantiva - lo mismo que la acción
tradicional o afectiva- va retrocediendo de la esfera social que se rige ya casi en
exclusiva por el criterio de eficacia. La acción discrecional de los sujetos
sociales se ve encorsetada por los reglamentos y normas que determinan el único
cauce de acción posible en una sociedad burocratizada.
4. ASPECTOS CRÍTICOS DEL TAYLORISMO En términos globales, las ideas del taylorismo
han sido tachadas de tecnicistas, y tienen de positivo su carácter de proposiciones
concretas aplicables que las hacen especialmente vulnerables. 4.1. Las técnicas en
la Organización Científica del Trabajo. Taylor concedía gran importancia a ideas
tales como la necesidad de seleccionar para cada tarea el individuo más idóneo para
realizarla, la conveniencia de especialización de los contramaestres de manera
funcional, la separación entre la realización de una tarea y pensar cómo se debe
hacer, la normalización y precisión en los tipos de trabajo y en los instrumentos
con los que se realiza, la importancia del tipo de incentivo económico en la
producción, el principio de colaboración del director con el dirigido, el concepto
de tarea como base del análisis, etc. 4.2. La medida del trabajo. El objetivo final
propuesto por Taylor consiste en decir a cada operario el trabajo que debe realizar
fijándole las herramientas, movimientos necesarios y tiempo de ejecución.
Lógicamente, cada método llevará su propio tiempo, pero prescindiremos del estudio
de los métodos para centrarnos en la técnica de medición de tiempos. Un estudio de
tiempos tiene como objetivo el calcular la duración que debe asignarse a una tarea
específica, lo que se consigue de forma reglada siguiendo unos pasos
predeterminados 4.3. La valoración de puestos de trabajo. El desarrollo del
taylorismo ha dado lugar a otra importante técnica enfocada a intentar medir las
exigencias del puesto de trabajo o, lo que es lo mismo, a procurar colocar todos
los puestos de trabajo en una relación justa con respecto a los demás puestos de
trabajo. La evaluación de las tareas valora la actividad a realizar y no al
individuo. Su objetivo principal es la determinación y el establecimiento de unas
bases para una remuneración justa del personal. 4.4. Críticas a la Organización
Científica del Trabajo. Página 6 de 36
Vale la pena detenerse en los aspectos disfuncionales que introducen las dos
técnicas (la medida del trabajo y la valoración de puestos). Con base en esta
primera crítica será más fácil de entender posteriormente el carácter no
científico, incluso ideológico, que se puede atribuir a la O.C.T. Respecto al
cronometraje, hay que tener en cuenta que lo que busca el taylorismo al
racionalizar el trabajo es rapidez, no satisfacción o facilidad en el trabajo. Se
desea un incremento de la producción, no disminución de fatiga, desdeñando de ésta
las formas ocultas que podrían aparecer a largo plazo como consecuencia de un
trabajo monótono. Respecto a la valoración de puestos de trabajo destacamos su
carácter subjetivo, en función de las conveniencias, en las que influye mucho el
mercado de trabajo. Desde un punto de vista global, podemos decir que hay tres
componentes en la O.C.T. que delimitan su aportación definitiva: a) Existe, en
primer lugar, un enfoque analítico de los problemas del trabajo industrial que
descompone en sus elementos constitutivos y observa sistemáticamente. Esta es la
vertiente progresiva del taylorismo. Pero no podemos confundir la visión analítica
con la científica, aunque el análisis constituye siempre el primer paso de la
ciencia. Además, al considerar al trabajador individual como unidad principal de
análisis, se adopta una perspectiva tan estrecha que es prácticamente imposible
abandonar el modelo mecanicista. b) En segundo lugar, existen unas aportaciones
científicas, de base rigurosamente experimental, relacionadas con la fisiología del
trabajo y la utilización de herramientas. Su alcance es muy limitado y superable
por la consideración mecanicista del hombre en que se basó, no siempre admisible.
El planteamiento psicológico del hombre que tiene el taylorismo es muy
reduccionista, prácticamente es el homo economicus, el operario-mercancía. c) En
tercer lugar, hay unas contribuciones pseudocientíficas, procurando hacer pasar por
ciencia técnicas útiles para llegar a algunos acuerdos que disminuyan el conflicto.
La ciencia, la teoría, tienen como función principal contribuir a esclarecer las
relaciones existentes entre diversos fenómenos; La ideología, por el contrario,
tiene como función primordial incidir sobre las actitudes y el comportamiento de
los individuos y los diversos grupos sociales. Así pues, al decir que unas
determinadas formulaciones, una disciplina, cumple una función ideológica se quiere
indicar que su función primordial no es contribuir al conocimiento de los fenómenos
estudiados, sino contribuir a modelar y determinar las actitudes y el
comportamiento de los hombres a los que se dirigen dichas formulaciones. Con
frecuencia, con el adjetivo «científico», se pretende sustraer del campo de lo
discutible y discutido ciertos aspectos de la organización del trabajo, y, sobre
todo, reforzar un sistema de autoridad patronal legitimando las decisiones que ésta
toma en materia de organización del trabajo. Esta es la crítica fundamental al
taylorismo, pues, al insistir en que los conflictos laborales pueden ser resueltos
de modo científico, deja de situarse el problema laboral en su contexto adecuado y
se falsea la naturaleza del método científico (Vegara, 1971: 167-170)
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Y todo su esfuerzo lo dedica a descubrir los principios de relación que aseguren la
máxima eficacia o, lo que es lo mismo, el mejor modo de conseguir una combinación
en términos jerárquicos y de comunicación entre las funciones que componen la
estructura formal. La primera aportación de esta escuela, que la diferencia
claramente del taylorismo, es la importancia que conceden a la administración en la
empresa, que consideran de forma impersonal sin referencias a individuos concretos.
Esclarecen de esta manera la línea seguida en la práctica por los tayloristas, al
diferenciar el puesto de trabajo y la persona que lo ocupa. En este sentido, puede
entreverse un tratamiento más sociológico de los problemas En segundo lugar, al
intentar asegurar de forma reflexiva y lógica la eficacia de la organización
administrativa, identifican los problemas claves de la empresa. Destacan la
importancia de las comunicaciones como medio de interrelacionar funciones distintas
y diferentes niveles de autoridad. Incluso señalan ya problemas tales como:
participación, satisfacción, etcétera, que más adelante han sido las claves a tener
en cuenta en cualquier organización. En tercer lugar, han promocionado hasta
extremos insospechados la experiencia individual de los empresarios como material
de análisis.
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3. Necesidades sociales o afectivas: es el deseo de tener relaciones cordiales que
el hombre experimenta con los que hay a su alrededor; se intenta buscar calidad en
los colaboradores, interacción afectiva con los que le rodean, conocimiento de los
objetivos de la empresa, etc. 4. Necesidades personales o de estima: de respeto, de
propia estima, de reputación, de estimación ajena, reconocimiento de los méritos,
responsabilidad, etc. 5. Necesidades de autoactualización o de autorrealización:
comprende los deseos de máximo desarrollo del potencial personal, libertad
creadora, nuevos retos a la propia capacidad, etc. Vemos, por tanto, que la
motivación puede realizarse a través del salario, pero que una vez que éste alcanza
un nivel adecuado y permanente dejará de ser motivador; pues no ayuda directamente
a satisfacer las necesidades superiores. Esto significa en buena parte el abandono
de las tesis de la Organización Científica del Trabajo, y lleva a la necesidad de
nuevas experiencias de motivación. En este sentido, el movimiento de relaciones
humanas ha desarrollado y popularizado intervenciones destinadas precisamente a
permitir que se satisficieran las necesidades superiores. Si el paso de las teorías
de Taylor a las de Mayo supone el cambio del homo economicus al homo social, la
aportación de Maslow nos centra en «el hombre que se realiza». Estamos, pues, ante
un nuevo modelo básico del hombre, que fundamentalmente buscará realizarse en el
trabajo. Hemos abandonado la idea del hombre apático, pasivo, indolente ante las
necesidades de la organización, para entrar en una vía en que la persona busca la
satisfacción, que de una manera definitiva no conseguirá más que con la
autorrealización, con la participación. 6.2.2. Limitaciones del modelo de Maslow.
La crítica a Maslow ha venido fundamentalmente desde el lado empírico, pues se ha
visto que muchas conclusiones, deducibles directamente de su tesis, no resisten el
análisis experimental. Se ha puesto en duda tanto el carácter jerárquico, ordenado,
de las necesidades, como el funcional. Igualmente, no ha resistido los estudios
empíricos la tesis de la funcionalidad de las necesidades, según la cual éstas sólo
ocupan el campo de las motivaciones si las necesidades inferiores están
satisfechas. Por encima de las dos críticas anteriores a Maslow, difíciles de
rebatir, puede afirmarse que sus teorías tienen el mérito de señalar el origen de
algunas motivaciones hasta ese momento poco entendidas; especialmente el deseo de
realización personal. La crítica al modelo propuesto por Maslow, nos enfrentan con
un «hombre complejo » -difícil de reducir a uniformidad- cuyo estudio resulta
necesario para hacerse cargo de la dinámica real de la dimensión informal de las
organizaciones. La complejidad de las motivaciones individuales conduce a un
problema de radical importancia: la génesis de la cooperación; es decir, cuáles son
las razones por las que la gente decide trabajar en una empresa y cuáles son los
motivos que le llevan a dar o no lo mejor de sí mismo en su trabajo. Según
Taylor, los empleados buscan exclusivamente un salario. Cuanto mayor sea éste, más
se esforzarán. Página 13 de 36
Mayo señaló que la productividad era función también de otras variables sociales.
Maslow nos advierte de otras dimensiones importantes de la motivación humana, que
pueden verse satisfechas o no en el propio puesto de trabajo.
6.3. El hombre organizativo de Ch. Barnard Barnard fue durante largos años
presidente de la Bell Telephone Company de Nueva Jersey, una importante filial de
la operadora telefónica norteamericana AT&T. Para Barnard, la experiencia
fundamental en las organizaciones es la presencia de la cooperación entre
directivos y empleados. Con su énfasis en la importancia de la cooperación,
pretende también recoger el énfasis creciente en la naturaleza cooperativa de las
empresas dedicadas a los negocios; es decir, la idea que comenzaba a imponerse
entre los teóricos y los hombres de acción de que el capital, la dirección y los
trabajadores tenían que unirse para bien de todos. 6.3.1. Las organizaciones como
sistemas de cooperación. El problema que ahora ocupa el centro de la atención es la
génesis de la cooperación en el interior de las empresas. Desde aquí parte la
teoría de Barnard, que trata de dar cuenta de las condiciones que hacen posible la
cooperación entre directivos y empleados. La importancia del modelo de Barnard
radica en que define la naturaleza de las organizaciones como sistemas de
cooperación, en los que racionalidad y espontaneidad son igualmente protagonistas
para la vida de las empresas. Su concepto inicial de cooperación conduce a la
definición de la organización como un sistema de actividades o fuerzas de dos o más
personas conscientemente coordinadas. Es decir, para que una empresa funcione bien
ya no basta con un diseño adecuado de las actividades. La aceptación de las
actividades por parte de los empleados es algo que ya no se da por supuesto, ni se
puede obviar mediante un salario atractivo. Es preciso plantearse directamente el
problema de la voluntad de los empleados y su motivación para trabajar más o menos,
mejor o peor, siguiendo o no al pie de la letra las indicaciones procedentes de la
alta dirección. Es precisamente a través de la cooperación con una meta colectiva
como puede cada individuo llegar a conseguir buena parte de los deseos personales
que le mueven a actuar. Por eso, la organización debe atender no sólo a las
recompensas formales -salarios- que demandan sus empleados, sino también a toda una
serie de necesidades informales, muchas veces poco conscientes o estructuradas,
valoradas también por los trabajadores. 6.3.2. Eficacia y eficiencia, principios de
gestión. Barnard, se propuso resolver el gran escándalo del pensamiento
racionalista: la incompatibilidad entre lo vital y lo eficaz. Este era el problema
no resuelto por Max Weber y la principal causa de su pesimismo respecto a las
burocracias de la sociedad industrial moderna. Barnard, entiende que las empresas
modernas han de incorporar no sólo una racionalidad formal orientada a la eficacia,
sino también y al mismo tiempo, una dimensión informal en la que se exprese el
vitalismo propio de la existencia humana. Sólo la unión de ambas dimensiones puede
asegurar la supervivencia de las organizaciones humanas. La distinción entre
eficacia y eficiencia en las organizaciones. Página 14 de 36
La eficacia consiste en el logro suficiente de los objetivos de la organización. La
eficiencia, por el contrario, consiste en el logro suficiente de los objetivos de
los miembros individuales de la organización. Ambos tipos de objetivos no tienen
por qué coincidir. Es más, raramente podría ocurrir que coincidieran. Las metas,
deseos y objetivos de los individuos sólo pueden determinarlos cada uno de ellos.
Sin embargo, para que la organización pueda subsistir debe facilitar a cada uno de
sus miembros la posibilidad de obtener sus metas y deseos. De otro modo,
difícilmente querrá alguien colaborar en ella. Esta unión de planificación formal y
vitalismo individual en las organizaciones se apoya sobre cuatro pilares básicos
que sostienen el edificio de la cooperación. Estos cuatro pilares son: el sistema
de incentivos, la definición de la autoridad, el papel de los grupos informales y
la misión del directivo. Incentivos. Las organizaciones exigen que sus miembros
contribuyan, en la medida de su capacidad, al logro del propósito común. A cambio,
se les ofrecen compensaciones no sólo en forma de salario, sino también de
prestigio, de aprendizaje, de realización personal, etc., según las diversas
dimensiones de la motivación individual. Autoridad. El fundamento de la autoridad
en los sistemas cooperativos ya no proviene, como en la administración científica,
del trabajo, de la racionalidad de las decisiones tomadas; En la nueva perspectiva
de la cooperación, la autoridad se apoya no sólo en la eficacia, sino también en la
eficiencia; es decir, en que todos los miembros alcancen sus propias metas. Y esto
sólo pueden determinarlo los propios interesados. La autoridad será aceptada, en
opinión de Barnard, en la medida en que sea capaz de asegurar un nivel
satisfactorio de eficiencia; es decir, en la medida en que todos los miembros
consideren que hay un equilibrio aceptable entre lo que aportan y lo que reciben.
Grupos informales. Barnard destaca los aspectos funcionales de la constitución de
grupos informales en el seno de las organizaciones. Estos grupos son necesarios,
por decirlo de alguna manera, para «engrasar » la maquinaria de la organización
formal, para proporcionar comprensión y motivación en aquellas áreas en las que la
organización es deficitaria. Dicho con otras palabras, tener amigos en el equipo de
trabajo siempre es una ayuda para soportar la dureza de la tarea, o el mal humor
del supervisor facilita la creación de vínculos con la empresa de la que todos son
miembros y favorece un clima de actitudes positivas que, al final redunda en un
mejor desempeño del propio trabajo. Los grupos informales son los responsables de
fijar las actitudes, entendimiento, costumbres y hábitos, actúan como agentes de
socialización para los nuevos empleados. Tanto subrayó Barnard los aspectos
positivos de los grupos informales que descuidó la posibilidad de los efectos
negativos de estas relaciones como, por ejemplo, la violación colectiva de las
normas, la baja productividad consentida, etc. Lo que sí señaló conscientemente es
la insuficiencia de la organización informal para lograr el propósito común.
Directivos. La dirección, además de las tareas tradicionales de planificación,
supervisión y control, debe ocuparse de aspectos tales como la educación y el
mantenimiento de la moral de los empleados. La función principal del directivo es
lograr que la organización informal se integre en el sistema de comunicación de
arriba abajo, de modo que la autoridad sea vigorosa y la empresa llegue a funcionar
como un eficiente sistema de cooperación. La misión básica de los directivos es
lograr un alto grado de identificación de los empleados con las metas de la
organización. Página 15 de 36
Una señal de que se ha logrado la consolidación del sistema es que ya no resulta
necesario emitir órdenes formales. Se trata, por el contrario, de que los empleados
asuman los objetivos comunes como si fueran propios actuando en consecuencia de la
manera más acorde con el propósito de la organización. En definitiva, la aportación
de Barnard al estudio de las organizaciones consiste en destacar la importancia de
la cooperación sobre la planificación científica del trabajo. Dota así a los
subordinados de un papel activo en la configuración de la autoridad e incluye la
importancia de la eficiencia para el logro de la eficacia en las organizaciones.
Sin embargo, su planteamiento sigue subordinando el aspecto humano de las
organizaciones a la consecución de los objetivos de negocio.
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7. La teoría de sistemas 7.1. La perspectiva de la complejidad Es lógico que al
teorizar sobre los grupos lo estemos haciendo también, en cierta medida, sobre los
individuos. Por eso concretábamos que al taylorismo correspondía la teoría
psicológica del homo economicus; a Mayo, «el hombre social»; a Maslow, «el hombre
que se realiza»; y que, a continuación, se pueda considerar al «hombre complejo».
Decimos que estamos ante un hombre complejo porque son muchas las variables que
tienen alguna influencia sobre las actividades de trabajo del hombre. De tal forma
que es prácticamente imposible estudiar la influencia de sólo una variable
aislándola de las demás. Y, es más, debe tenerse en cuenta a la propia organización
a la hora de ver el comportamiento del hombre en ella. Por otra parte, la visión
que tiene el individuo sobre las variables y su modo de influencia determinan en
gran parte su comportamiento. Esta perspectiva del hombre nos lleva de la mano a la
consideración de la organización industrial o empresarial como un sistema. Porque,
en realidad, es imposible comprender el comportamiento individual o las actividades
de las organizaciones informales fuera del sistema social en el cual interactúan.
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La tesis de la teoría de la contingencia es que cada organización desarrolla la
estructura organizativa más adecuada al tipo de entorno en que se mueve. Hay que
procurar la coherencia entre el entorno y la estrategia de negocio, el tamaño, la
tecnología, los procesos internos, las capacidades de los individuos y de los
grupos de la organización. A cada empresa se le supone un papel activo, para
cambiar continuamente lo que sea necesario para ajustarse a las demandas de su
entorno.
Esta perspectiva tiene indudables limitaciones (Hatch, 1997: 82). Sus supuestos
básicos se refieren a sectores en los que hay muchas organizaciones que compiten
agresivamente por recursos escasos. Por eso, sectores estables en los que hay pocas
organizaciones muy asentadas no responden a los argumentos de la ecología de las
poblaciones. Así, sectores con altas barreras de entrada o ampliamente regulados
por el Estado -como el sector del automóvil o de las compañías farmacéuticas-
tienen un índice muy bajo de «natalidad» y «mortalidad» de empresas: pocas
compañías pueden introducirse en el sector y también son pocas las que desaparecen.
Por otra parte, los argumentos de la ecología de las poblaciones no permiten
predecir qué variaciones tendrán éxito; sólo pueden comprobar qué innovaciones han
logrado triunfar en el pasado, lo que no asegura que las mismas organizaciones
vayan a seguir sobreviviendo en el futuro.
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A la racionalidad limitada le corresponde el concepto de «satisfacción» como
término de la decisión. Es decir, uno nunca puede estar seguro de haber reunido
toda la información existente acerca de un producto concreto. Por eso, el objeto de
la decisión no puede ser elegir la mejor de las alternativas o escoger el mejor de
los contratos posibles. Habitualmente, los individuos se conforman con lograr una
utilidad suficiente; es decir, se conforman con una satisfacción razonable de sus
deseos o necesidades. La ECT recoge la noción de incertidumbre al estudiar la
diversidad de estructuras organizativas que presentan realmente las empresas. La
base del estudio es el análisis comparativo de los costes de transacción referidos
también a los costes incurridos en el interior de la organización. Entre los costes
de transacción en el interior de las empresas, Williamson se interesa
específicamente por los costes asociados al oportunismo de los agentes implicados
en una transacción. El oportunismo se define como la búsqueda del interés propio
con astucia y engaño. Muchas veces las personas concretas que trabajan en una
organización se ven tentadas, por el puesto que ocupan y la información de que
disponen, a aprovecharse de su situación para procurar un interés personal a costa
del interés de la empresa. El oportunismo es posible porque la limitación de la
información obtenida implica incertidumbre, sea cual sea la transacción o acuerdo
de que se trate. Para Williamson, evitar los perjuicios derivados de la conducta
oportunista es uno de los inductores principales para la adopción de determinados
diseños organizativos en las empresas. Se trata de establecer las reglas y
procedimientos más adecuados para evitar las conductas oportunistas, posibles en la
medida en que no se conoce toda información relevante para la toma de decisiones.
Esas reglas y pautas de acción son lo que los economistas entienden por
«instituciones» y son fundamentales para que una empresa pueda funcionar. Las
investigaciones centradas en el oportunismo y las formas de evitar los perjuicios
asociados han dado lugar a toda una corriente de teoría de la organización que se
conoce como «teoría de la agencia» 8.1.3. La teoría de la agencia. La teoría de la
agencia se interesa por el estudio de las situaciones en que una parte - e l
«principal»encarga a otra - el «agente»- que realice una actividad en su nombre, en
condiciones de asimetría de información y conflicto de objetivos entre ambos. Estas
condiciones implican la posibilidad de que el «agente» se comporte de manera
oportunista; es decir, que persiga su propio interés en detrimento del interés del
«principal». Estas situaciones son frecuentes en la vida de las empresas: por
ejemplo, la relación entre los accionistas y sus directivos. Hay que distinguir el
oportunismo de la simple corrupción. La importancia del problema que señala la
teoría de la agencia se advierte cuando se tiene en cuenta que el oportunismo va
ligado a la delegación de autoridad propia de la división del trabajo. En efecto,
la relación de agencia acompaña a los beneficios de la especialización de funciones
en las organizaciones. La descentralización en la toma de decisiones es la única
manera de lograr una mayor eficiencia en la respuesta a los entornos cambiantes,
sin embargo, la delegación de autoridad genera las condiciones básicas del
comportamiento oportunista. Por estas razones, las empresas se ven obligadas al
establecimiento de una serie de medidas de control para garantizar los intereses
del
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«principal». Esas medidas consisten básicamente en la existencia de estructuras de
información y sistemas de incentivos que fomenten la coincidencia de intereses
entre el principal y el agente.
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8.2.3. Grupos informales y conflicto de intereses. La existencia de intereses
particulares en los miembros de una organización da lugar a la formación de grupos
informales y a la aparición de auténtica rivalidad entre ellos, en la medida en que
cada grupo intenta influir en las decisiones de la organización para hacerlas
compatibles con sus propios intereses específicos Así, la estrategia resultante no
responde tanto a una planificación racional y eficiente de las acciones como a un
proceso de acuerdos políticos, alianzas y conflictos entre los grupos informales de
interés presentes en la organización, Esta realidad empuja al institucionalismo a
prestar especial atención a la estructura informal de las organizaciones; es decir,
al reparto de papeles, estratificación social, creencias compartidas, formas de
participación y dependencia en función de los diversos grupos de interés existentes
en cada organización. Se trata de observar cómo la organización informal se desvía
de, e influye sobre, la organización formal mediante procesos como el control del
reclutamiento y la promoción de nuevos directivos –es decir, cómo cada grupo de
interés trata de contratar y promocionar a «su gente»-. Los grupos de interés se
definen por criterios muy diversos que responden, básicamente a valores compartidos
fuera del ámbito de los fines de la organización y que pueden ser tanto la
filiación política como el parentesco, la procedencia geográfica, la pertenencia a
una minoría cultural o lingüística, u otros rasgos comunes que crean lealtades
ajenas a la eficacia organizativa. La influencia de estas presiones suele dar lugar
a una variación en la misión desarrollada inicialmente por la organización y en su
misma estructura directiva. El grado de institucionalización de una organización
depende del grado de libertad que existe para la interacción personal y de grupo.
En efecto, cuanto más precisos sean los objetivos de la organización y más
especializadas y técnicas sus operaciones, tanto menor será la oportunidad que
tendrán las fuerzas sociales para influir en su desarrollo. Una universidad tiene
mucha mayor libertad de acción que la mayoría de las empresas de negocios, porque
sus fines están menos claramente definidos y puede dar más libre juego a las
fuerzas internas y a la adaptación proyectada en el tiempo. Pero ninguna
organización -de cualquier tipo que sea- puede escapar absolutamente a la
institucionalización, pues todas ellas están sujetas a tensiones de intereses en
sus miembros. Se entiende ahora que la configuración interna de una organización y
sus iniciativas estratégicas sean, desde la perspectiva institucional, el resultado
de una historia de conflictos, acuerdos y alianzas informales. Más que un proceso
racional, se trata de un tipo de acción colectiva que surge como resultado de
comportamientos y objetivos encontrados, y que genera hábitos colectivos que
encauzan la acción futura de la propia organización. 8.3. El modelo de Carnegie:
coaliciones y «cubos de basura» En la universidad Carnegie-Mellon, Herbert Simon,
James March y Richard Cyert desarrollaron un conjunto de ideas para explicar qué
ocurría realmente en las organizaciones cuando se trataba de tomar decisiones no
rutinarias. El decisor «racional», según los modelos económicos convencionales,
actúa basándose en un conocimiento total: a) de las alternativas de acción
existentes y de sus consecuencias para sí mismo; b) de sus preferencias (utilidad)
que, por otra parte, son perfectamente consistentes; y Página 30 de 36
c) de las consecuencias que sus decisiones van a deparar en el futuro. La noción de
«racionalidad limitada» de Simón consiste esencialmente en afirmar que este tomador
de decisiones no existe en el mundo real. Las personas reales - y las
organizaciones- tienen obvias limitaciones en cualquiera de los ámbitos señalados:
ni son capaces de diagnosticar bien los problemas que tienen más allá de unos
síntomas; ni son capaces de conocer todas las alternativas de acción, cuya
generación exigen un tiempo y un esfuerzo considerables; ni son capaces de evaluar
todas las consecuencias que son frecuentemente muy complejas o, incluso,
inesperadas. 8.3.1. Decisiones colectivas y acción política. Las decisiones
colectivas, como es el caso de las organizaciones, están sujetas a un proceso de
definición del problema, de los fines que se pretenden conseguir y de los medios
más adecuados para lograrlos. Este proceso no es sencillo porque en él intervienen
cierto número de personas que pueden tener intereses diversos, pero sobre todo que
pueden tener una visión distinta del problema, de los fines y de los medios que se
deben adoptar. En la medida en que cada departamento pueda tomar resoluciones
autónomamente, cada uno de ellos querrá responder a las demandas del entorno según
las perciba. Los procesos de decisión tienden a lograr soluciones de compromiso más
que soluciones óptimas. En realidad, es frecuente adoptar la primera solución
satisfactoria que se presente. Como los problemas suelen ser numerosos y exigen
respuestas rápidas, la tendencia habitual termina siendo la puesta en práctica de
la primera alternativa de acción que resulte aceptable para la coalición. 8.3.2.
March y el «modelo del cubo de basura». Una tecnología muy compleja o un entorno
competitivo impredecible pueden llevar a las organizaciones a comportarse de una
forma mucho más compleja, que Cohén, March y Olsen (1972; 1974) denominan como «el
modelo del cubo de basura». Quieren dar a entender que una organización es como un
depósito en el que cada miembro de la organización, de acuerdo con su capacidad,
introduce su propia visión sobre cuáles son problemas que importan, aporta
soluciones o ideas para poner en práctica y asigna recursos en la medida de sus
disponibilidades. Lo que no está garantizado es que todas estas iniciativas sean
coherentes entre sí, ni que las consecuencias de esas actuaciones empujen a la
organización en la misma dirección. En este modelo, los problemas, las soluciones
posibles, los participantes y las oportunidades para actuar son flujos separados de
acontecimientos que sólo aleatoriamente llegan a cuadrar y hacer avanzar a la
organización en su entorno El «modelo del cubo de basura» contrasta agudamente con
los supuestos de racionalidad de la teoría económica de las organizaciones. Se
opone con fuerza a la idea de que los fines pueden ser definidos con precisión, así
como al hecho de que las alternativas de acción puedan ser conocidas con antelación
y evaluadas según criterios de eficiencia, coste o rentabilidad. En su lugar,
propone una idea de organización como palestra donde sus miembros fomentan sus
opiniones y manejan sus conflictos y diferencias. La vida de la organización es,
así, un drama en el que las decisiones colectivas son el resultado de una
construcción social de la realidad. Página 31 de 36
8.4. Mitos, ritos y legitimidad en las organizaciones El ambiente teórico y
práctico de las últimas décadas ha dado pie a la aparición de nuevos paradigmas
desde los que estudiar la vida de las organizaciones. Uno de los pilares
conceptuales de los nuevos paradigmas es la revolución cognitiva. El reto que
plantea esta cuestión se podría formular así: sabemos que los sujetos que tienen
que tomar decisiones en las organizaciones no disponen de la información completa
que necesitarían; la percepción de los sujetos respecto a su tarea y a las
decisiones que deben adoptar es de una creciente incertidumbre. Y todas ellas están
subordinadas a los resultados que obtienen en términos de aceptación por parte de
los clientes y otros grupos e instituciones interesadas. Todos estos grupos forman
el entorno de cada organización, y la manera en que ésta responde a sus
expectativas es la llave de su éxito o de su fracaso y desaparición. 8.4.1.
Símbolos e interpretación en las organizaciones: K. Weick. Para poder responder
adecuadamente al entorno específico en que una organización se mueve es necesario
tener una idea adecuada acerca de qué grupos, instituciones y personas forman parte
de él, así como de sus expectativas con respecto a la organización. Es necesario
tener una idea acertada de nuestro entorno. La respuesta de una organización
depende no tanto de los datos que le llegan acerca de su entorno, sino, más bien,
de la interpretación que la organización hace de esos datos, de la manera en que
sus directivos seleccionan la información existente y le dan sentido en su afán de
anticipar la respuesta de los actores que consideran más importantes dentro de ese
entorno. La noción de interpretación está en la base de la perspectiva simbólico
interpretativa para el estudio de las organizaciones, cuyos presupuestos, temas de
interés y conclusiones se alejan notablemente de los principios de la
administración científica y de la teoría de sistemas. Uno de los teóricos más
destacados de esta perspectiva es Karl Weick (1969; 2001). Una de sus ideas
principales es que el entorno de las organizaciones no es algo dado de antemano,
sino que, por el contrario, es construido por los sujetos que tienen que responder
a sus exigencias. Es la organización a través de sus directivos, la que construye
el entorno al que busca adaptarse. Las condiciones del entorno no pueden separarse
de la percepción subjetiva que sobre ellas se tiene. La relación entre el entorno y
la organización se caracteriza, así, por el flujo de información entre ambos. La
incertidumbre percibida por la organización conduce a un afán de acumular más y más
información. Este proceso de acumulación genera la sensación de un entorno cada vez
más complejo y difícil de dominar. Cuanto mayor es la información disponible para
quienes tienen que decidir, más compleja resulta la decisión, pues mayor es también
la incertidumbre sobre la respuesta adecuada, y menor el tiempo y los recursos
disponibles que se han ido agotando en el proceso. En estas circunstancias, la
planificación estratégica deja de tener sentido instrumental. Como no es posible
establecer con claridad un vínculo entre las medidas adoptadas y los resultados
esperados, sobre todo cuando el proceso se demora durante un tiempo prolongado -
como es el caso en las organizaciones complejas- la racionalidad del comportamiento
organizativo queda en entredicho.
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En realidad, para Weick, la estrategia real de una organización ya no es formulada
por la alta dirección, sino que más bien emerge como resultado o consecuencia de
las acciones adoptadas en un clima de incertidumbre en cualquier lugar de la
organización. La estrategia se convierte así en el conjunto de acciones que han
tenido éxito a través de la experimentación o, sin más, de la suerte. Sólo la
acción puede conducir al logro de objetivos. La acción -los intentos repetidos de
conseguir las cosas, la experimentación con nuevos y viejos modos de hacer- suele
conducir a algunos resultados. Weick recoge así las ideas de la teoría evolutiva de
la ecología de las poblaciones: algunas variaciones tienen éxito y se repiten no
tanto porque sean la conclusión de una lógica aplastante derivada de un análisis
completo de las situaciones. El origen de las variaciones es poco relevante: lo que
realmente importa es ser capaz de retener las formas de hacer que funcionan,
independientemente de quién las haya propuesto y por qué razones. En este sentido,
la estrategia de una organización no es lo que postula la definición clásica de
Chandíer: «la determinación de fines y objetivos básicos a largo plazo, y la
adopción de cursos de acción y de asignación de los recursos necesarios para lograr
esos fines.» Por el contrario, la estrategia es, más bien, «una teoría acerca de
las razones que explican el éxito pasado y presente de una empresa.» Es decir, las
razones que explican por qué un curso de acción es el adecuado sólo se conocen con
precisión después de que aquella acción haya tenido éxito. 8.4.2. El nuevo
institucionalismo en el análisis de las organizaciones. La cuestión de la
legitimidad en las organizaciones es el problema central que estudia una escuela de
pensamiento surgida en los años ochenta, en torno a los escritos de sociólogos como
R. Scott, J. Meyer, M . Granovetter y otros. Esta corriente reclama para sí el
nombre de «nuevo institucionalismo» para distinguirse del institucionalismo de
Selznick El problema de legitimidad en las organizaciones se podría enunciar de la
siguiente manera: los directivos muchas veces no pueden esperar a ver el resultado
de las decisiones adoptadas para explicarse a sí mismos - y a otros- por qué las
acciones emprendidas han tenido éxito o han fracasado. Por eso, las decisiones y
planes de acción de una organización no pueden esperar a ver sus resultados para
obtener justificación: es preciso que sean consideradas como aceptables, adecuadas,
antes de que se comprueben sus consecuencias. De esta manera, los directivos
necesitan que sus decisiones y planes obtengan legitimidad, aceptación por parte de
su entorno específico, en el momento de ser formulados. Necesitan legitimidad que
les provea de confianza por parte de los inversores, de subvenciones por parte de
organismos públicos y privados, de buena reputación entre sus clientes y
proveedores, y de buen nombre ante la opinión pública ¿Cómo logran legitimidad
social las organizaciones? Básicamente, imitando a aquellas organizaciones que ya
han logrado el éxito o la aceptación de la sociedad. Para lograr legitimidad
social, las organizaciones actúan, con frecuencia, según «mitos racionalizados»; es
decir, según argumentos y razones que quizá no se pueden demostrar, pero que todo
el mundo en Página 33 de 36
el sector tiene por verdaderos. Seguir la pauta establecida, entonces es signo de
inclusión, de adecuación de la propia conducta social en el sector o entorno de que
se trate. Obviamente, la reproducción de pautas de conducta lleva consigo la
tendencia a la homogeneidad de los sujetos, que se imitan unos a otros en búsqueda
de la legitimidad de su conducta La importancia de la legitimidad radica en que
muchas veces es la condición imprescindible para obtener otros recursos
instrumentales como capital, subvenciones o, simplemente, ingresos por ventas. Esta
tendencia a la imitación es lo que Powell y DiMaggio llaman «isomorfismo». El
isomorfismo, como respuesta ante las expectativas del entorno, puede ser de diversa
naturaleza, de acuerdo con la índole de las presiones recibidas. Estas pueden ser
legales, políticas, sociales o culturales. Los tipos de isomorfismo son los
siguientes: a) Isomorfismo coercitivo: es la consecuencia de presiones formales e
informales por parte de otras organizaciones de las que uno depende. El caso más
obvio es la acción de los organismos públicos que, mediante leyes que regulan cada
sector, obligan a las organizaciones a adoptar medidas o estructuras similares.
Así, las compañías aéreas o las empresas de seguros tienen fuertes restricciones
respecto a la forma en que operan, a la trasparencia de sus operaciones y a la
estandarización de sus productos. b) Isomorfismo mimético: en condiciones de
incertidumbre en el entorno y de ambigüedad en sus fines y objetivos, las
organizaciones tienden a copiar, a imitar las maneras de hacer de otras
organizaciones de su mismo ámbito que ya han tenido éxito y que son consideradas
como legítimas, aunque la relación entre el modelo imitado y sus propios fines y
objetivos no esté claramente identificada. Es el caso de las prácticas de gestión
que se ponen de moda en una determinada época. Su adopción resulta poco menos que
imprescindible para todas las empresas aunque su eficacia no esté probada o no sea
necesaria para cada una de ellas. De esta forma, se generaliza el uso de
herramientas de dirección, como los paquetes integrados de gestión, el modelo de
calidad total, la formación de equipos de alto rendimiento o el propio comercio
electrónico al que antes nos referíamos, al margen de que la organización esté
preparada o realmente necesite este tipo de herramientas. c) Isomorfismo normativo:
es la tendencia a la homogeneidad de las organizaciones propiciada por otras
estructuras sociales presentes en el entorno. En concreto, Powell y DiMaggio
señalan la importancia de las escuelas de negocios y las grandes empresas de
consultoría. En efecto, los directivos de las empresas importantes han recibido, en
su mayoría, la misma formación en las mismas prestigiosas escuelas de negocios. Se
entiende que, ante problemas similares, sus análisis y soluciones serán similares,
pues están basados en una misma formación específica. Por otra parte, la rotación
de los altos directivos entre empresas es también alta. Por eso, un directivo que
hoy ocupa una posición de responsabilidad en una compañía, mañana puede desempeñar
el mismo papel en la competencia. Esta le contrata precisamente para que ponga en
práctica las mismas políticas que dieron resultado en su
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empresa anterior. De esta manera, las mismas prácticas y estilos de dirección se
difunden en cada uno de los sectores empresariales. El «nuevo institucionalismo»
explica, a partir de los conceptos de isomorfismo y mito racionalizado, la
importancia de las razones institucionales para comprender los procesos y
estructuras de las organizaciones. Para esta perspectiva, las organizaciones no son
sólo un conjunto de procedimientos instrumentales para la eficiencia de los
procesos productivos. Son también sistemas simbólicos que tienen referentes de
valor no observables que se concretan en relaciones sociales observables. A través
de estas relaciones sociales concretas, los individuos y las organizaciones
procuran conseguir sus fines; pero, a la vez, viven una vida con sentido
produciendo y reproduciendo esos sistemas simbólicos. 8.4.3. La ciudadanía
corporativa y la relación con stakeholders. Hemos visto cómo las organizaciones no
viven aisladas de su entorno social, sino que mantienen continuas e importantes
relaciones con agentes no sólo económicos, sino también políticos, culturales,
asociativos, etc. Este es el punto de partida de la idea de ciudadanía corporativa
(Wheeler & Sillanpaá, 1997). Su argumento principal es que las organizaciones deben
ser conscientes de que forman parte del tejido social y asumir las
responsabilidades que su posición les confiere. La implicación social de las
organizaciones debe fundamentarse en un trato genuino, recíproco, participativo e
inclusivo que evite tanto la manipulación como el paternalismo. La comunidad debe
ser capaz de articular sus necesidades y desarrollar iniciativas conjuntas de
carácter social, ambiental, económico, etc. La relación con la comunidad ha de
convertirse en uno de los temas importantes para la alta dirección. Esta
preocupación está ya apareciendo en un número creciente de organizaciones, que se
dan cuenta de que sus empresas deben atender a los intereses no sólo de" mercado,
sino también de un amplio número de grupos de interés (stakeholders) como
sindicatos, asociaciones ciudadanas y de consumidores, clientes, inversores,
proveedores, instituciones locales, etc. Esta nueva responsabilidad se apoya en las
siguientes ideas básicas: el valor que las empresas crean no es únicamente el
económico a corto plazo sino también el valor social que hace posible una presencia
sensata a largo plazo en su entorno habitual; el valor social y el comercial se
refuerzan mutuamente y conducen a una mayor lealtad de los stakeholders y a una
mayor fortaleza de la empresa; la transparencia social y comercial fomenta una
mayor identidad organizativa y, como consecuencia, el compromiso interno necesario
para la mejora continua de la eficiencia; las empresas que incluyen a los
stakeholders en su gestión consiguen mejores resultados que las que no lo hacen, y
está diferencia se incrementan en el futuro.
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CLÁSICA
RELACIONES HUMANAS
SISTEMAS
INSTITUCIONAL
ANÁLISIS CENTRAL
Productividad
Satisfacción
Homo economicus
Hombre complejo
Homo social
AUTORES PRINCIPALES
Selznick Simón, March S Cyert Powell & DiMaggio Weick Revolución cognitiva:
racionalidad limitada
SUPUESTOS BÁSICOS
Teoría X
Teoría Y
Complejidad analítica
IDEOLOGÍA
Empresarial
Moderada protrabajadores
Científica
Pragmática
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