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Facultad de Ciencias Políticas y Jurídicas

Asignatura
Derecho Procesal Civil II
Profesora
Maria Matos
Tema
Capacidad Procesal
Estudiante
Judith Del Carmen Dominguez Poche
100524383
La Capacidad procesal

Es la aptitud jurídica que debe tener toda persona para ser parte de un proceso,

como demandante, demandada o interviniente. Tienen capacidad procesal todas

las personas, físicas (hombres y mujeres) o jurídicas, dominicanas o extranjeras.

La capacidad procesal en este sentido reside en todo el que tiene un interés

jurídico en el ejercicio de una acción, sin hallarse sometido a ningún requisito de

representación o de asistencia

Incapacidades

Ciertas personas, aunque son titulares del derecho de acción en justicia, no

pueden ejercerlo personalmente, como demandantes o como demandadas, sino,

bien sea representados por otro, o bien sea asistidos por otro.

Esto se refleja en la manera de preparar los actos procesales que conciernen a

esas personas, en los cuales aparece como requirente o como destinatario de

esos actos el titular de la acción en justicia o demandante, o el sujeto pasivo o

demandado de la acción en justicia, representadas o asistidos, según los casos,

por la persona investida por la ley con la representación o con la asistencia del

incapaz.

En la primera categoría de incapaces figuran: el menor no emancipado, a quien

representa el padre administrador legal o el tutor; el interdicto, legal o judicial,

representado por su tutor, el quebrado, aunque no es un incapaz, se halla

representado por el síndico de la quiebra, a causa del apartamiento de la

administración de sus bienes que resulta de la sentencia declarativa de la

quiebra.
En la segunda categoría entran: el menor emancipado, quien necesita la

asistencia del curador para figurar como demandante o como demandado en las

acciones inmobiliarias petitorias; el individuo provisto de un consultor judicial,

quien no puede litigar sino con la asistencia del consultor judicial

Consecuencias de la incapacidad

El proceso iniciado por el incapaz no representado o no asistido conforme a las

reglas anteriores está afectado de una irregularidad que puede ser opuesta por

el demandado no solamente al comienzo de la instancia, sino también en todo

estado de la causa, puesto que la irregularidad se reitera en cada acto nuevo del

proceso.

Asimismo, está afectado de irregularidad el proceso iniciado contra un incapaz,

sin dirigirlo contra su representante en tal calidad (tutor), o sin poner en causa a

la persona que debe asistir al incapaz (curador, consultor judicial). Cuando se

trata de incapaces que necesitan esta asistencia ella debe ser previa al proceso;

pero la irregularidad inicial del proceso motivada en que el incapaz ha actuado

sin la asistencia que le es necesaria queda subsanada cuando la obtiene en el

curso del procedimiento, aun en apelación o en casación. Esta solución se

justifica porque evita la pérdida de tiempo y los gastos que resultarían si se

exigiera comenzar de nuevo el proceso. Con respecto al incapaz, la falta de

representación o de asistencia constituye una nulidad relativa, que puede ser

opuesta únicamente por el incapaz o por sus herederos, pero no por su

adversario. A pesar de su carácter relativo se admite que el incapaz puede

oponer esta nulidad en todo estado de la causa, aún en casación, y obtener así

la anulación de la sentencia dictada en contravención a las reglas relativas a la

representación o a la asistencia.
Esto puede justificarse, en cierto modo, en razón del carácter de orden público

que tienen las normas que regulan el proceso que interesa a los incapaces.

Después de dictada una sentencia a consecuencia de un procedimiento en que

no se cumplieron los mencionados requisitos de representación o de asistencia

el vicio de nulidad no puede ser propuesto por vía de acción principal, porque las

sentencias no son impugnables por ese medio, sino mediante el ejercicio de una

de las vías de recurso.

Cuando, por haberse extinguido los plazos para el ejercicio de los recursos, la

sentencia adquiera la autoridad irrevocable de la cosa juzgada, su ejecución es

ineludible, siendo imposible invocar el vicio que resulta de la falta de

representación o de asistencia.

Personas jurídicas

A diferencia de las personas físicas, que actúan personalmente en justicia, las

personas jurídicas, por el contrario, dado su carácter especial de seres

colectivos, tienen que actuar a través de órganos (16) , instituidos por la ley para

las personas jurídicas públicas, y por sus estatutos para las personas jurídicas

privadas.

Hay que puntualizar esto en lo que concierne al Estado, a los municipios y al

Distrito Nacional, a las otras instituciones públicas con personalidad jurídica, y a

las sociedades y asociaciones.

El Estado. La regla general, de acuerdo con el art. lro. de la L. 1486 de 1938, es

que todos "los actos jurídicos concernientes a la administración pública que

puedan realizarse o ejecutarse en nombre del Estado, o en su interés o a su

cargo", incluso los actos relativos a un proceso en que figure activa o


pasivamente, "podrán ser realizados o ejecutados en nombre del Estado por los

representantes, mandatarios o agentes que constituya, autorice, nombre o

acepte el Presidente de la República, o, con la autorización o la aprobación de

éste, el Secretario de Estado a cuya cartera corresponda el negocio a que se

refiere el acto; sin perjuicio de que el propio Presidente, o el Secretario de Estado

a quien éste autorizó para ello, puedan realizar o ejecutar esos actos ellos

mismos, en nombre del Estado, o en su interés o a su cargo". Por otra parte, de

acuerdo con el art. 4 de la misma Ley, si el Presidente de la República no ha

dispuesto nada en contrario, el Procurador General de la República podrá asumir

o encomendar a cualesquiera otros funcionarios públicos o personas privadas,

la representación del Estado en los actos judiciales o extrajudiciales que fuesen

necesarios y convenientes para la conservación, el reconocimiento, la

reivindicación o la satisfacción de los derechos del Estado, o para iniciar,

proseguir, realizar o contestar demandas, instancias, reclamaciones, actos

conservatorios y otras diligencias semejantes relativas a casos litigiosos, o

aquellos en que un litigio fuere inminente, aun cuando se trate de asuntos o

negocios que no están atribuidos a la Secretaría de Estado de Justicia. Por lo

expuesto se ve que el Estado, en todo asunto judicial o extrajudicial, sea cual

sea su naturaleza, actúa como demandante o como demandado por mediación

del Presidente de la República, como órgano legalmente instituido para esos

fines, personalmente o por comisión dada a uno de los secretarios de Estado,

pero con posibilidad de actuar el Procurador General de la República.


La representación en justicia

La representación en justicia a través del recorrido por la historia se fue

plasmando y ya hoy la representación en justicia es siempre posible y en algunos

casos esta es impuesta por la ley existen tres clases de representación en justicia

y estas son: la convencional, la legal y a veces una judicial.

La representación en justicia convencional o mandato ad litem este consiste en

la procuración preferida por el litigante para que asuma en justicia la tarea de

sostener sus pretensiones representar en justicia significa tener la tarea en todos

los tribunales y para todos los actos del proceso especialmente en los asuntos

civiles y comerciales donde la ley exige el mandato ad litem debe ser a favor de

un abogado, es decir que sea conferido a un abogado (obligatorio materia civil y

comercial) el mandato ad litem solo puede ser un abogado es el mandato que o

apodera como representante en un tribunal.

En la actualidad, solo existen dos tipos de representación en justica que son la

convencional y la legal, es decir que la legal y la judicial es la misma)

El mandato ad litem puede ser para representar al demandante y también puede

ser para representar a la parte demandada, es decir, que la representación

convencional cuando se trata de mandato ad litem tiene un carácter obligatorio.


Principio Mandato Ad Litem.

Por lo general todo litigante, persona física o jurídica, puede conferir mandato a

otra persona para que asuma su representación en el proceso, como

demandante o como demandado. Este mandato se halla regido por las reglas

del derecho común. Los actos del procedimiento, notificaciones, demandas,

pedimentos y conclusiones, por ej., son diligenciados, indiferentemente, o a

requerimiento del mandante representado por el mandatario, o a requerimiento

del mandatario actuando en su calidad de tal en nombre del demandante.

Indicación de la parte

Es indispensable que en todos los actos del proceso figure el nombre de la parte

interesada, aunque ésta se halle representada por un mandatario ad litem. Quien

litiga es el mandante en su propio nombre c interés, a través de su mandatario,

pero no el mandatario en su propio nombre e interés. En otros términos: las

relaciones jurídicas procesales entre demandante y demandado se establecen

entre uno y otro personalmente, aun cuando hayan actuado en el proceso

representados por mandatarios.

Este principio puede enunciarse, más correctamente, diciendo que el mandatario

no puede pleitear sin dar a conocer el nombre de su mandante. Así entendida,

la máxima significa, en primer término, que la parte no puede hacerse

representar por un mandatario cuyo solo nombre figure en los actos procesales.

Consecuencias.

Los actos del proceso incoado por un mandatario, en violación de la regla

precedentemente expuesta, están afectados de nulidad, puesto que

contravienen a las disposiciones del art. 61, que exige la indicación del
demandante. De acuerdo con los principios generales esta nulidad es de puro

interés privado, de donde resultan estas consecuencias:

1ro. La nulidad no puede ser invocada por el litigante cuyo mandatario no

lo indicó en los actos del proceso, sino solamente por la parte contraria,

en cuyo interés se ha establecido la regla.

2da. La nulidad no puede ser suplida de oficio por el juez.

3ra. La parte interesada puede renunciar, aun por anticipado, a su

derecho de invocar la violación de la regla. Se cita como ejemplo el caso

de que los estatutos de una asociación sin personalidad jurídica permitían

conferir un mandato ad litem en cuya virtud el mandatario no esté obligado

a indicar en los actos del procedimiento los nombres de los miembros de

la asociación. El socio demandado no puede oponer la nulidad de esos

actos, puesto que ha renunciado convencional-mente a ese derecho al

suscribirse o adherirse a los estatutos de la asociación.

4ta. La parte contra quien pleitea un mandatario sin designar a su

mandante puede combatir esta irregularidad, como se ha visto, oponiendo

una excepción de nulidad, de acuerdo con lo dispuesto por los arts. 2, y

35 y s. de la L. 834.

Como medio de inadmisibilidad. puede ser propuesto ante los jueces del fondo

en todo estado de causa, aun en apelación, puesto que se trata de un medio que

afecta al fondo, análogo a una defensa, pero no ante la S. C. de J. en funciones

de C. de Casación, porque ésta no puede conocer del fondo de los asuntos,

según lo prescribe el art. 1ro. de la L. 3726 de 1953.


Dispensas a la Indicación

A veces el proceso puede ser incoado por una persona que, en realidad, actúa

en su nombre o en nombre de otro, sin que se halle obligada a indicar en los

actos procesales el nombre del interesado o de los otros interesados.

lro. En los litigios relativos a obligaciones solidarias o indivisibles, cada acreedor

o cada deudor puede actuar aisladamente, en razón de que, siendo acreedor o

deudor por el todo, deduce en justicia, en su interés propio, el total de la

obligación, sin que tenga necesidad de decirse representante de los otros

acreedores o deudores (art. 1197 y s., 1222 y s. del C. Civil).

2do. Los art. 55 y 59 del C. de Comercio permiten a los accionistas que

representen la vigésima parte del capital social, por lo menos, encargar a uno o

más mandatarios para que sostengan sus derechos en justicia, como

demandantes o como demandados, contra los gerentes, miembros del consejo

de inspección o administradores, según los casos.

3ro. El comisionista, que es un mandatario en asuntos comerciales, puede

actuar en su propio nombre, de acuerdo con el art. 94 del C. de Comercio. Por

extensión de lo que ocurre en los asuntos comerciales, se admite que una

persona puede pleitear en cualquier otro asunto por mediación de un testaferro,

esto es, de un mandatario que se conduce frente a los terceros como si fuera el

titular del derecho, sin que el nombre del verdadero interesado figure en los actos

procesales. 4to. En materia marítima el capitán actúa en justicia en su propio

nombre, como demandante o demandado, por cuenta del armador. La sentencia

intervenida aprovecha el armador, y es ejecutoria contra él. Este es un caso de

subrogación procesal (supra, libro IV, Cap. II). Algunos autores incluyen entre las
excepciones a la regla, o entre los casos en que la regla no se aplica, las

acciones intentadas por los mandatarios legales o judiciales, como el tutor del

menor o del interdicto, y las acciones intentadas por una persona jurídica. Pero

es evidente; poruña parte, que las acciones que interesan al menor o al interdicto

son intentadas en nombre de ellos por sus representantes respectivos, o contra

ellos en la persona de sus representantes, y que los nombres de los

representados deben figurar en los actos procesales, como demandantes o

demandados; por otra parte, que las personas jurídicas actúan en justicia

mediante sus respectivos órganos, y que éstos no pueden ser equiparados a los

representantes o mandatarios de las personas físicas

¿Quién puede ser mandatario?

Puede serle conferido mandato ad litem a toda persona capaz de ser mandatario

según el derecho común (art. 1990 del C. Civil), incluso por consiguiente a un

menor emancipado. La ley no prohíbe de un modo general y expreso a los

funcionarios y empleados judiciales y agentes del ministerio público el aceptar

una procuración ad litem. Solamente, para los asuntos comerciales, los art. 620

y 621 del C. de Comercio prohíben a los magistrados y a los alguaciles

representar a las partes; pero una prohibición general y absoluta parece resultar,

sin embargo, para todas esas personas, que les prohíbe el ejercicio de la

abogacía: este mandato implica la posibilidad de abogar en defensa de otro. Por

excepción a la regla, los agentes del ministerio público pueden recibir

procuración del Estado para representarlo en justicia tanto a título de simples

mandatarios ad litem como de abogados.


Justificación del mandato.

El que quiera incoar un proceso a nombre de otro debe justificar en todo

momento la existencia de la procuración de que se prevale.

En el momento de notificar la citación el alguacil puede exigirle que justifique su

calidad de mandatario. La parte contraria tiene igualmente derecho, en todo

estado de causa, de exigir la justificación del poder que tiene el mandatario para

representar a su contraparte. El tribunal apoderado de la demanda debe

asimismo exigir esa prueba.

Esta regla, no expresamente formulada, resulta implícitamente de las diversas

disposiciones legales que, en ciertos casos, eximen al mandatario ad litem de la

obligación de probar su mandato; a los abogados en materia comercial a los

abogados y funcionarios que actúan judicialmente en representación del Estado.

La regla expuesta es una aplicación de los principios generales que rigen el

mandato: el que asume una representación ad litem y trata, en esa calidad, de

sostener en justicia las pretensiones de otro, debe justificar, ante la parte

contraria y ante el tribunal, que ha recibido la procuración que lo habilite para

concurrir al desarrollo de la situación jurídica procesal, cuyas consecuencias,

como se ha expresado, van a recaer sobre la persona del poderdante.

Forma de la procuración.

En materia comercial el artículo 618 del Código de Comercio autoriza a la parte

a otorgar oralmente el poder en audiencia. Esto mismo puede admitirse en los

asuntos de que conoce el Tibunal de Tierras, en los asuntos de referimiento, ante

el juez de paz y el Tribunal de Confiscaciones, por tratarse de procedimientos

similares al de los asuntos comerciales en los que, como ya se ha expresado,


las partes podían defenderse por sí mismas. El articulo 619 del Codigo de

Comercio exige que la procuración sea otorgada por escrito por la parte que no

comparece personalmente, y que deberá ser mostrada al secretario, antes de la

audiencia. Esta disposición puede aplicarse, por analogía, a los otros asuntos de

la competencia del juez de primera instancia y a los asuntos de la competencia

del juez de paz. El art. 67 de la Ley de R. de T. contiene una disposición análoga.

El art. 3 de la Ley 1486 de 1938 exige igualmente que se otorgue por escrito la

procuración conferida para representar al Estado en justicia. Por otra parte,

según lo manda el artículo 421 para los asuntos comerciales, disposición

aplicable por identidad de motivos a los otros casos, el poder debe ser especial,

o, lo que es lo mismo, que debe indicar el proceso para el cual la representación

es conferida; de donde resulta que es inoperante, como mandato ad litem, el

poder conferido en términos generales para administrar los negocios del

poderdante, o aun para representarlo en justicia, sin indicar un determinado

litigio. No obstante lo indicado, como una deducción lógica de las previsiones

tanto de los articulo 17 y 18 de la aludida Ley 91, como de la Ley 302 de 1964

sobre Honorarios de Abogado, en su artículo 6, no puede obligarse al abogado

a exigir su mandato ni éste ha de ser expreso y especial, salvo cuando se

requiera determinar si tiene facultad para realizar los actos denegables por el

cliente.
Extensión del mandato.

Para determinarla es preciso distinguir entre las actuaciones ordinarias o

normales, y las que pueden llamarse actuaciones extraordinarias o anormales

del proceso.

Entre las primeras se encuentran naturalmente las diligencias que tienden a la

estricta ejecución del mandato: incoar la demanda, dar y recibir comunicación de

documentos, concluir a la admisión o al rechazamiento de medios de prueba,

pleitear y concluir en cuanto al fondo, notificar pura y simplemente las sentencias

favorables a las pretensiones del mandante. Todas estas actuaciones entran

evidentemente dentro de los términos de un mandato ad litem otorgado, como

generalmente ocurre, para representar al mandante en todo lo relativo a un

determinado proceso ante un tribunal determinado. Son, por consiguiente,

oponibles al mandante. En la segunda categoría de actuaciones se comprenden

aquellas que implican ofrecimientos, consentimientos y confesiones, de los

cuales podrían derivarse aquiescencia o transacción en merma de los derechos

del mandante, como por ejemplo: renunciar parcial o totalmente a la demanda,

desistir de la acción, aceptar en cualquier forma las pretensiones del adversario.

Se ha pretendido, sin fundamento serio, que estas actuaciones serían

plenamente oponibles al mandante, quien, al otorgar el mandato, pudo haberse

explicado claramente acerca de la extensión de las facultades conferidas a su

apoderado, a fin de impedir toda extralimitación de parte de éste: no habiéndolo

hecho así, el mandante debería responder de los abusos o excesos cometidos

por su mandatario en la ejecución de un mandato insuficientemente precisado

en cuanto d su extensión. Debe admitirse, por el contrario, que este mandato

está sujeto, en cuanto a su extensión, a las reglas del derecho común en cuya
virtud basta al mandante desconocer o dar por no hechas las actuaciones del

mandatario que salgan de los límites del mandato conferido, sin necesidad de

recurrir al procedimiento de la denegación.

Conclusión del mandato.

El mandato ad litem cesa por las causas que ponen fin a todo mandato (artículos

2003 y siguientes del Codigo Civil): terminación de la instancia o del proceso;

revocación del mandato o renuncia del mandatario; muerte, interdicción o

quiebra del mandante o del mandatario. SECCIÓN III EL MANDATO AD LITEM

NECESARIO En qué

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