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En torno a la traducción de Marx intempestivo.

Grandezas y miserias de una aventura


crítica de Daniel Bensaïd

Daniel Bensaïd (1946-2010) fue uno de los principales dirigentes del movimiento
estudiantil parisiense de mayo de 1968. Fue militante de las Juventudes Comunistas
Revolucionarias y dirigente de la Liga Comunista Revolucionaria francesa y de la IV
Internacional. Fue profesor de filosofía en la Universidad de París VIII. Fue autor de
alrededor de treinta títulos que abarcan temas como el pensamiento de Marx y de
Benjamin, el análisis de autores como Bourdieu, Badiou, Derrida y Foucault, el
movimiento obrero del siglo XX y el movimiento altermundista. Polemizó con Negri,
Holloway, Lévy y Glucksmann.
De sus libros, han sido traducidos y publicados en España, Argentina y Venezuela, entre
otros, Cambiar el mundo, Clases, plebes, multitudes; Resistencias, Elogio de la política
profana, y Marx Intempestivo. A mí me tocó hacer frente a la tarea, a un tiempo difícil y
estimulante, de traducir este último libro, un repaso crítico y lúcido a la obra del pensador
alemán a la luz de la caída del llamado “socialismo realmente existente” (inexistente, dirían
algunos) y del llamado “fin de la historia”.
La invitación me llegó de unos amigos vascos que a principios de los años noventa del siglo
XX habían echado a andar una editorial y que deseaban que Marx intempestivo fuera uno
de sus primeros títulos. La invitación me la hicieron luego de que en España varios
traductores habían rechazado tomar en sus manos esta tarea. ¿Las razones? En primer lugar,
conocían el estilo de Bensaïd, un estilo complejo, con una sintaxis muy peculiar, cargado
de todo tipo de referencias: literarias, filosóficas, históricas…, lleno de imágenes,
metáforas, giros, guiños, en fin, un estilo difícil de leer en francés y más difícil aún de
trasladar a otra lengua. En segundo lugar, no se atrevían a verter a nuestro idioma un libro
de casi 420 páginas dedicadas a un autor (Marx) y a una disciplina (la economía política
con todas sus ramificaciones sociales) igualmente difíciles, por no decir áridos, duros de
roer. La invitación me la hicieron, en fin, porque sabían, primero, que conocía una parte de
la obra de Bensaïd (y, por consiguiente, su estilo), y segundo, que me había atrevido a
traducirle dos o tres ensayos.

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Mi primera reacción fue muy parecida a la de los traductores españoles: reservas, cautela,
distancia. Luego, pedí que me enviaran el libro para leerlo, tener una idea de lo que su
traducción significaría y dar una respuesta. A la vuelta de 15-20 días tuve en mis manos el
ejemplar. Leí con calma y detenimiento el primer capítulo y, aquí y allá, los restantes. Dos
hechos saltaron ante mis ojos. El primero, sí, ahí estaba el estilo de Bensaïd (el estilo es el
hombre, decía Buffon), pero… digamos… contenido; acaso porque Marx y la economía
política no le ofrecían mucho espacio para desplegar en toda su complejidad su estilo, en
esta ocasión su escritura era más directa, más sencilla, más accesible. El segundo hecho, el
libro estaba cargado de citas de la obra de Marx, de su obra económica en primera instancia
(El Capital, Elementos fundamentales para la crítica de la economía política, Historia
crítica de la teoría de la plusvalía), pero también de su obra histórica, filosófica, etc., (el
Manifiesto Comunista, La ideología alemana, La lucha de clases en Francia, etcétera.).
Luego de sopesar los pros y los contras, acepté traducir el libro. Acepté, como ya lo sugerí,
como un reto (sólo lo difícil es estimulante, decía Lezama Lima). Me atraía la idea,
asimismo, de contribuir a que un ensayo tan valioso, una verdadera aportación al campo de
las ciencias sociales, circulara en nuestra lengua y en los países de habla hispana. Contaba a
mi favor, por otra parte, con el hecho de que durante mis estudios en la Facultad de
Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM había cursado la materia de Economía Política y
durante los tres semestres que la misma duró había estudiado, bajo la conducción de Raúl
Olmedo, El Capital, la obra central de Marx y la obra a la que Bensaïd dedicaba buena
parte de su análisis.
¿Cómo hice frente a la traducción? En primer lugar, el estilo ahora “contenido” de Bensaïd,
salvo en unos cuantos pasajes, me resultó infinitamente más sencillo de abordar que el
estilo “desplegado” del historiador francés que previamente había enfrentado, sin que con
esto quiera decir que traducirlo fue como un paseo por el parque. En segundo lugar, en el
caso particular de todo ese verdadero entramado de citas de Marx que lo mismo iban de La
miseria de la filosofía a la Crítica al programa de Gotha, hice, primero, una traducción
directa francés-español (lo que en este caso significaba, en realidad, entregarle al lector una
traducción “mediada”, es decir, que iba del alemán, la lengua madre de Marx, al español,
nuestra lengua, pasando por el francés, la lengua de Bensaïd). Lo hice así por dos razones:
porque quería probarme a mí mismo traduciendo, sobre todo, una materia (la economía

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política) difícil, sorda, árida, y porque necesitaba contar con un “esbozo”, un “ensayo”, una
“aproximación”, una base de traducción en el momento de hacer frente a la búsqueda de
dichas citas en su traducción directa alemán-español, es decir, en el momento de ir a las
ediciones en español de todas las obras a las que Bensaïd acudía.
Me precio de contar, hasta la fecha, con una buena parte de esta obra. Tenía (y sigo
teniendo) en casa, cuando menos, la edición de Siglo XXI de El capital, la mejor traducción
al castellano que hasta el momento se ha hecho de este libro… capital; la primera en ser
confrontada con otras traslaciones a nuestro propio idioma (con la del Fondo de Cultura
Económica, por ejemplo), y a otros idiomas: el inglés, el francés, el italiano…, en fin, en
palabras del traductor, Pedro Scaron, “la primera aproximación a una edición crítica de El
capital en castellano”.
En el caso de aquellos libros con los que no contaba (los Elementos fundamentales para la
crítica de la economía política, en particular), recuerdo haberme pasado jornadas enteras en
la biblioteca del Instituto de Investigaciones y Estudios Superiores Económicos y Sociales
de la Universidad Veracruzana en busca de las citas “directas”.
En uno u otro caso, se han de imaginar, la tarea no fue nada fácil. Me ayudó, por supuesto,
la traducción francés-español que de las citas previamente había hecho (y que, dicho sea de
paso y dándole un codazo a la modestia, era muy cercana a la traducción directa alemán-
español —pongo un ejemplo: trad. francés-español: “La larga duración del tiempo de
producción (que no comprende más que un tiempo de trabajo relativamente restringido), y,
como consecuencia, la longitud de los periodos de rotación hacen de la silvicultura algo
poco propicio a la explotación capitalista, esencialmente privada”/ trad. alemán-español:
“El prolongado tiempo de producción (que incluye una extensión relativamente pequeña de
tiempo de trabajo), y en consecuencia, la gran extensión de sus periodos de rotación, hacen
que la forestación no resulte propicia como ramo de explotación privado y por ende
capitalista”). Me ayudaron, igualmente, las referencias (las notas a pie de página) de las que
Bensaïd había dejado constancia (“El capital, libro III, tomo III, vol. 6, p. 102”). Aun así,
en más de un caso recuerdo haber pasado verdaderos problemas para encontrar la
traducción directa o, de plano, no haberla encontrado. ¿A qué obedeció esta situación?
Desde mi punto de vista, a las diferentes ediciones (hablo de las ediciones originales, las
ediciones en alemán) de las que se partió para llevar las obras a otras lenguas, en este caso

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al francés y al español (en vida de Marx, por poner un ejemplo, se publicaron tres versiones
distintas del tomo I de El capital). Esto ocasionó que una pequeña diferencia en este o
aquel título determinara una pequeña pero significativa diferencia en los resultados finales
de la traducción. ¿Qué decisión tomaba cuando no encontraba la correspondencia buscada?
Simple y llanamente, revisaba a conciencia mi traducción francés-español y con ella me
iba.
Mención aparte merece el hecho de que en dos o tres ocasiones encontré diferencias entre
mi traducción y la versión directa alemán-español. El criterio que yo mismo me había
fijado me obligaba a optar por esta segunda traducción. Me detenía, sin embargo, un hecho:
que la traducción francés-español de la cita de Marx era la conclusión directa de lo que
Bensaïd buscaba mostrar (A + B = C), mientras que la traducción alemán-español
contradecía lo que Bensaïd buscaba mostrar (A + B = D). En estos casos, consideré que la
decisión debían tomarla los editores y en ellos puse la-última-palabra, es decir, en el
momento de enviarles el original de la traducción les señalé los dos o tres casos que
apuntaban en este sentido, les expliqué lo que una u otra decisión significaría y les dije:
ustedes tienen la última palabra. Una vez que tuve en mis manos el ejemplar impreso de
Marx intempestivo, lo primero que hice fue revisar estos casos y vi que los editores habían
optado por la traducción mediada francés-español. Creo que hicieron lo correcto, en el
entendido de que algo por ahí no terminaba de cuadrar.
Siete meses, de tiempo completo, me llevó traducir el libro. Una vez que entregué la
traducción, debí esperar algunos años para ver la edición en español. Los compañeros
vascos tuvieron problemas para sostener su editorial y debieron cerrarla. Al final, le
vendieron los derechos de publicación y la traducción de Marx intempestivo a una editorial
argentina, Herramienta, que puso el libro en circulación en el 2002. Ahí se cerró esta
experiencia y aquí la he transmitido. Ojalá que de algo sirva.

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