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Carlos García (Hamburg)

Los Ensayos de Montaigne: nuevas traducciones

Los originales

La dissimilitude s’ingere d’elle mesme en nos ouurages

(Montaigne : « De l’experience », Essais, 1588, III 13, 470)

Para el hombre primitivo, las rocas, las montañas eran símbolo de permanencia, de eternidad
inamovible. Sabemos hoy que son pliegues, arrugas suscitadas por la presión de una capa al
meterse debajo de otra: todas las montañas del planeta están permanentemente sujetas al
cambio, si alguna ya no por cuestiones tectónicas, al menos por la erosión. No hay nada firme
o imperecedero en la naturaleza, todo es devenir.

En relación con otras cumbres, ocurre algo equivalente: el hombre común, el lector ingenuo
cree que la obra de los clásicos, por ejemplo la de Shakespeare, es algo de una pieza, que no ha
sufrido cambios desde el 1600. El especialista sabe que no es así: por el contrario, hubo diversas
versiones de una misma obra suya en su propia época, y tras la muerte de Shakespeare se han
hecho numerosas ediciones que difieren gravemente entre sí.

No hubo nunca un Shakespeare para todos, y probablemente no lo habrá jamás, ya que cada
época debe explicarse los clásicos a su propio modo. Parafraseando a Borges, puede decirse
que un clásico es un autor a quien el mundillo editorial se acerca con recurrente deslealtad. Las
fluctuaciones que sufren los textos de una edición a otra son de muchas clases, no siempre
determinadas por el autor.

Ya en el Renacimiento era usual, por ejemplo, ir corrigiendo una tirada al tiempo que se la iba
haciendo; ello explica que de muchos libros de la época se conozcan ejemplares que difieren
entre sí, a menudo en algunas letras, en otros casos en párrafos enteros. De modo que no hay,

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en sentido estricto, una editio princeps, sino varias, ya desde el vamos. Al aludir a ellas debería
mencionarse siempre el ejemplar utilizado.1

Por lo demás, si un libro tenía éxito, y como aún no existía el copyright en el sentido actual (si
bien había, sobre todo en Inglaterra y Francia, medios equivalentes para hacer respetar los de-
rechos, no tanto los del autor como los del impresor o librero que había obtenido el permiso de
publicación), era costumbre hacer ediciones pirata. El editor que quería evitarlo, debía
desautorizarlas produciendo cada tanto nuevas versiones de un libro, en el mejor de los casos,
con la venia y con agregados del propio autor.

Editores posteriores, liberados ya casi por completo de escrúpulos para con las generaciones
precedentes, harán toda clase de ediciones: expurgadas por motivos morales o políticos, mal
copiadas por desidia, simplificadas para niños, mal traducidas, resumidas para estudiantes
perezosos, traspuestas a prosa moderna, restringidas a un tema, adecuadas a las nuevas normas
del lenguaje o a las nuevas teorías lingüísticas, etc.

Algo de todo ello ha ocurrido con los Essais de Montaigne. Él mismo publicó varias ediciones
en vida, con un creciente número de variantes, y además hubo muchas póstumas, que difieren
considerablemente entre sí.

Las más antiguas son las siguientes:2

1
Ya la Biblia de Gutenberg (1453-1455) fue corregida mientras se la imprimía. En relación con el tema, uno de
los más apasionantes libros de la historia literaria es, a mi modo de ver, el de Charlton Hinman: The Printing and
Proof-Reading of the Folio-Shakespeare. Oxford: Clarendon Press, 1963, que estudia en sus dos volúmenes
ejemplares de la primera edición de las obras más o menos completas de Shakespeare, el First Folio de 1623, y
extrae de ello interesantísimas conclusiones. Debería hacerse un cotejo análogo con los ejemplares subsistentes de
los Essais.
2
No hago en lo que sigue la colación del contenido de cada volumen; solo resalto algunos aspectos que me parecen
interesantes. La obra standard sobre el tema es la de Richard A. Sayce y David Maskell: A Descriptive
Bibliography of Montaigne’s Essais, 1580-1700. Londres: Bibliographical Society,
1983, que registra 37 títulos de ese periodo. Útil para el estudio de vida y obra de Montaigne son las siguientes
bibliografías: Pierre Bonnet: Bibliographie méthodique et analytique des ouvrages et documents relatifs à
Montaigne (jusqu'à 1975). Préface : Robert Aulotte. Slatkine, Genève / Paris 1983, y H. Peter Clive: Bibliographie
annotée des ouvrages relatifs à Montaigne publiés entre 1976 et 1985. Avec un complément de la Bibliographie
de Pierre Bonnet [1983]. Paris: Champion, 1990. Para mi primer acercamiento a Montaigne fueron estos libros
especialmente relevantes: Jean Starobinski: Montaigne en mouvement. Paris: Gallimard, 1982 (édition revue et
complétée, Paris: Gallimard, 1993) y Hugo Friedrich: Montaigne. Bern / München: Francke, 1949 (überarbeitete
Ausgabe, mit anderer Paginierung) 1967 (en francés: Paris: Gallimard, 1968; 1984).

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a. Primera edición, 1580 (Libros I-II).

De esta edición se conserva una larga cincuentena de ejemplares, que aducen varias diferencias
menores entre sí, y una grave. Existen básicamente dos tiradas distintas: una, en la que faltan
los títulos nobiliarios de Montaigne en la portada, para ser distribuida por el autor entre
parientes y amigos; otra, con todas las ínfulas, para el público en general; la primera para la
patria chica, Bordeaux y Guyenne; la otra, para París y el gran mundo.

Montaigne y el editor se repartieron los gastos: el primero pagó el papel; el segundo se ocupó
de obtener los permisos y derechos de publicación, que le fueron otorgados por ocho años.

Esta edición tiene numerosos errores de imprenta, varios de ellos en la paginación. Ello puede
deberse a que se trabajó con mucha prisa, quizás porque Montaigne deseaba disponer del libro
antes de emprender su viaje por Alemania e Italia (lo llevó consigo, y le fue confiscado y
criticado por inquisidores en Roma).

Manejo para mis trabajos esta edición facsimilar, que considera en el aparato crítico las va-
riantes posteriores (aquí, b-f):

Essais de Messire Michel Seigneur de Montaigne, chevalier de l'ordre du Roy, & Gentilhomme
ordinaire de sa Chambre. Liure premier & second. [Florón] A Bourdeaus. Par S. Millanges
Imprimeur ordinaire du Roy. M.D.LXXX. Avec privilège du Roy. Reproduction photo-graphique
de l'édition originale de 1580 avec une introduction et des notes sur les modifications apportées
ultérieurement au texte en 1582, 1587, 1588 et sur l'exemplaire de Bordeaux, publiée par Daniel
Martin, I-II. Genève / Paris : Slatkine / Champion, 1976 (págs.: I (49) + 496; II 655).

Al parecer, el editor de este facsímil no se ha percatado de que “le bel exemplaire en deux
volumes qui est à la Bibliothèque Beinecke de livres rares et de manuscrits de l’Université de
Yale aux Etats-Unis” (pág. 1) no es tan bonito como él supone. Los dos volúmenes no per-
tenecen, en todo caso, a la misma tirada, sino a dos diferentes: el primero ostenta en la portada
los títulos de Montaigne; el segundo carece de ellos:

Essais de Michel de Montaigne. Livre second. [Escudo] Par S. Millanges Imprimeur ordinaire du
Roy. M.D.LXXX. Avec privilège du Roy.

El primer tomo, que pertenece a lo que Sayce llama “second state, with Montaigne’s titles”,
tiene apenas un pequeño florón como ornamento en la portada, mientras que el segundo (“first
state, without Montaigne’s titles”) tiene una ilustración que ocupa gran parte de la tapa, y es la
divisa o enseña del editor Millanges, “mil ángeles”: dentro de un óvalo, Dios rige el mundo,
mientras un coro de ángeles canta su gloria. En las cuatro esquinas de la ilustración se hallan
alegorías de los cuatro evangelistas.

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El óvalo contiene en los bordes las palabras “Millia millium ministrabant ei”. La frase es cita
de la Vulgata: “Millia millium ministrabant ei, et decies millies centena millia assistebant ei.”:
“Mil miles de ángeles ministraban ante él, y un millón asistía delante de él” (Dan. VII, 10;
Biblia de Jersusalén: “Miles de millares le servían, miriadas de miriadas estaban en pie delante
de él”; mi traducción: “Mil veces mil le servían, y diez mil veces cien mil lo asistían”.)

Las palabras “millia ... ei” conforman a su vez el título de un canto franciscano del siglo XIV,
que se entonaba el día de san Miguel (recuérdese que el nombre de Montaigne era Michel
Eyquem, señor de Montaigne).

El ejemplar Lalanne carece de los títulos nobiliarios de Montaigne, pero, en vez del florón,
reproduce en la portada del primer tomo el escudo de Millanges. El ejemplar de la Colección
Payen, a su vez, tiene el florón en la portada del primer Libro, y el escudo del impresor en el
segundo, pero en ambos casos con los títulos de Montaigne. Por esos y otros indicios, no parece
aventurado pensar que hubo cuatro tiradas básicas: con florón y sin él, con títulos nobiliarios y
sin ellos.

Llama la atención el que, si bien el Libro I tiene unos 21 renglones por página, el prólogo “Au
lecteur” está impreso en un tipo más pequeño, obviamente para que cupiera en una belle page
(impar). El impresor parece haber sido guiado, en este caso, por razones estéticas. En otros
sitios hay páginas apretujadas, o llenas de abreviaturas, debido a la composición por “formas”. 3

También en otras obras de la época, por ejemplo el First Folio de Shakespeare (1623), ocurren
cosas similares: el tipógrafo comienza con cierta generosidad, pero cuando se percata de que el
pliego de papel no dará abasto para seguir en ese tren, no tiene el menor prurito en apretujar
texto en las últimas páginas de un pliego.

Otra peculiaridad que no he visto comentada hasta ahora: En la cubierta del tomo I se lee “Livre
premier & second”; en la del Libro II, en cambio, solo “Livre second”. Es decir: el primer tomo
comete una imprecisión al sugerir que contiene ambos libros.

En línea se puede acceder hoy a varios ejemplares digitales de la primera y de las demás
ediciones (con excepción de la de 1587, aquí c).

3
Acerca de la manera en que se imprimió la princeps, véase Jeanne Veyrin-Forrer: « La composition par formes
et les Essais de 1580 » : Claude Blum et André Tournon : Editer les Essais de Montaigne. Actes du Colloque tenu
à l’Université Paris IV-Sorbonne, les 27 et 28 janvier 1995. Paris : Honoré Champion, 1997, 23-44.

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b. Segunda edición, 1582 (Libros I-II).

Essais de Messire Michel, Seigneur de Montaigne, chevalier de l'ordre du Roy, & Gentilhomme
ordinaire de sa chambre, maire & Gouverneur de Bourdeaus. Edition seconde reveue &
augmentée. A Bourdeaus. Par S. Millanges, Imprimeur ordinaire du Roy. M.D.LXXXII. Avec
privilege du Roy.

Esta edición en un volumen y con paginación corrida es algo más cuidada que la anterior,
corrige varios de sus errores de imprenta, y contiene pocos cambios y agregados, algunos en
italiano (obvia consecuencia del reciente viaje de Montaigne). Es de notar que entre los títulos
aparece uno nuevo: Gobernador de Bordeaux.4 Todos los títulos desaparecerán de la portada a
partir de 1588 (d).

c. Tercera edición, 1587 (Libros I-II)

Essais de Messire Michel, Seigneur de Montaigne, chevalier de l'ordre de Roy, & Gentilhomme
ordinaire de sa chambre, maire & Governeur de Bourdeaus. Reveus & augmentez. A Paris, chez
Jean Richer, rue Saint Jean de Latran, à l'Arbre Verdoyant. M.D.LXXXVII.

De esta edición, la primera parisina, apenas se conservan ejemplares. Contiene algunos cambios
con respecto a a y b. Tanto b como c aspiran a corregir errores de imprenta de a, pero introducen
aquí y allá nuevos.

d. Cuarta edición conocida (y última impresa) en vida de Montaigne, 1588 (Libros I-III).

Esta edición contiene por primera vez el Libro III y asegura tener más de 600 agregados a los
Libros I-II.

Por error o mala intención se declara en la portada que es la “quinta” edición. No es del todo
imposible que lo sea (aunque ninguna de las hipótesis esgrimidas hasta ahora para fundamentar
ese aserto pudo ser demostrada), en cuyo caso se habría perdido la verdadera cuarta, de modo
que se ignora su eventual contenido.

Manejo este ejemplar facsimilar:

4
Acerca de la carrera política de Montaigne, véase Philippe Desan: “The public life of Montaigne”: Philippe
Desan, ed.: The Oxford Handbook of Montaigne. New York: Oxford University Press, 2016, 117-137. Del mismo:
Montaigne. Une biographie politique. Paris: Odile Jacob, 2014.

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Essais de Michel Seigneur de Montaigne. Cinquiesme edition, augmentée d’un troisiesme livre
et de six cens additions aux deux premiers. A Paris. Chez Abel L’Angelier au premier pillier de
la grand Salle du Palais. Avec Privilege du Roy. 1588. Reproduction photographique du livre
troisième de l’édition originale de 1588 avec une introduction, des notes et des additions faites
par Montaigne entre 1588 et 1592, année de sa mort, publiée par Daniel Martin, III. Préface de
Robert Aulotte. Genève / Paris : Slatkine / Champion, 1988 [fol. (342)-(496)].

Mientras hay diferencias en los tipos utilizados en los dos volúmenes de la edición de 1580, y
se paginaban de corrido las ediciones en un tomo de 1582 y 1587, en esta los tres libros tienen
el mismo tipo y la paginación de todos ellos es corrida, pero no por página, sino por folio.

e. Correcciones y agregados manuscritos hechos por Montaigne en un ejemplar de d


entre 1588 y 1592. [EB]

Este es el famoso “Ejemplar de Bordeaux”, tomado como base para la mayor parte de las
ediciones del siglo XX.

Montaigne denota en este ejemplar su clara intención de dar a luz una nueva edición: tacha en
la portada la palabra “quinta” y agrega a mano “sexta”. En varios pasajes da indicaciones al
impresor de esa planeada edición (por ejemplo, en I 8, al citar a Marcial, indica que el texto
reproducido en 1588 debe ir más hacia la derecha, ya que se trata “de un fin de verso”).

En 2016 se puso en línea una reproducción digital del ejemplar de Bordeaux, que permite
apreciarlo en toda su belleza.

f. Primera edición póstuma, 1595, editada por Mlle. de Gournay, “fille d’alliance” de
Montaigne (Libros I-III). [EP]

Les Essais de Michel Seigneur de Montaigne, edition nouvelle trouvee apres le deceds de
l'Autheur, reveue et augmentée par luy d'un tiers plus qu'aux precedentes Impressions. A Paris,
chez Abel L'Angelier 1595. (Algunos ejemplares traen otro editor: A Paris, chez Michel Sonnius,
Ruë Sainct Jacques, à l'escu de Basle. [1595]. Avec Privilege.)

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Marie de Gournay,5 la “hija espiritual”, habría trabajado con otro ejemplar de e, también
corregido y aumentado por Montaigne, que habría incluido numerosas indicaciones manuscritas
hechas por el autor para el editor / impresor.

No se conserva ese ejemplar; sin embargo, la edición de Gournay fue hasta aproximadamente
fines del siglo XIX referencia de casi todas las demás, con o sin consideración de los cambios
que Gournay introdujo en 1598 (g):

g. Segunda edición póstuma, editada por Mlle. de Gournay, “fille d’alliance” de Montai-
gne (Libros I-III)

Les Essais de Michel Seigneur de Montaigne, édition nouvelle, prise sur l’exemplaire trouvé apres
le deceds de l’Autheur, reveue & augmentée d'un tiers outre les precedentes impressions.
Virésque acquirit eundo. A Paris, chez Abel L’Angelier, au premier pilier de la Grand Salle du
Palais [1598]. Avec Privilege.

En esta edición, Gournay hace algunos agregados y correcciones en base al ejemplar de


Bordeaux (e), o uno similar, que entre tanto ha visto.

Hubo muchas otras ediciones posteriores, pero todas se basan en las hasta aquí reseñadas y
reproducen la elegida más o menos fielmente, por lo cual no tienen relevancia filológica (sí son
útiles, en cambio, algunas de sus notas).

(Hamburg, 11-VI-2017)

II

Discordia de linajes

Los estudiosos de la obra de Montaigne se dividen en dos bandos principales: los adeptos a e
(el ejemplar de Bordeaux, EB), y quienes prefieren f (la edición póstuma, EP).

Aunque ya se había puesto en duda la veracidad de la edición de Gournay en el siglo XIX, no


fue sino a partir de comienzos del siglo XX que se impusieron quienes dieron al ejemplar de
Bordeaux su preferencia, liderados primero por Fortunat Strowsky y luego por Pierre Villey.

5
Sobre ella, feminista avant la lettre, véase Mario Schiff: La fille d’alliance de Montaigne. Marie de Gournay.
Essai suivi de L’égalité des hommes et des femmes et du Grief des dames, avec des variantes, des notes, des
appendices et un portrait. Paris : Champion, 1910.

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Sin embargo, desde los años 80 del siglo pasado, algunos estudiosos abogan por que se aban-
done la práctica de utilizar el texto del ejemplar de Bordeaux como versión canónica, y reco-
miendan retomar el texto de la edición póstuma como base para ediciones modernas. Como la
cuestión no está saldada, continúan apareciendo ediciones fieles a una u otra línea.

Las versiones castellanas de las que trataré en el tercer apartado derivan en línea directa de esa
discordia, ya que una opta por el ejemplar de Bordeaux (2014) y la otra por la edición póstuma
(2007) como punto de partida. La más “moderna”, es decir, la más acorde con la opinión general
de los estudios hoy al uso, es la de Acantilado.

Antes de comentar esas traducciones conviene pasar revista a los productos de los paladines de
ambos acercamientos a la obra de Montaigne.

Estas ediciones son las decisivas de los valedores del ejemplar de Bordeaux:

Por un lado, desde luego, la edición facsimilar: Essais. Ed. Fortunat Strowsky. París: Hachette,
1912.

Antes y después de esa fecha apareció, en varias entregas, la monumental edición llamada
“Municipale”, en cinco volúmenes, de los cuales tres conforman los Essais; los otros dos
aportan una considerable cantidad de informaciones:

Les Essais de Michel de Montaigne. Publiés d’après l’exemplaire de Bordeaux, avec les variantes
manuscrites & les leçons des plus anciennes impressions, des notes, des notices et un lexique. Par
Fortunat Strowsky [el tomo III también por François Gebelin]. Bordeaux : Imprimerie Nouvelle
Pech & Cie., I-III, 1906-1929.

A la misma edición pertenecen estos dos volúmenes (bajo la responsabilidad conjunta de


Strowsky, Gebelin y Pierre Villey):

Les sources des Essais. Annotations et Éclaircissements. Par Pierre Villey. Bordeaux : Imprimerie
Nouvelle Pech & Cie., IV, 1920.

Lexique de la langue des Essais et Index des noms propres. Par Pierre Villey. Bordeaux :
Imprimerie Nouvelle Pech & Cie., V, 1933.

Villey había publicado ya en 1908 Les sources et l'évolution des Essais de Montaigne. Thèse
pour le doctorat présenté à la Faculté des lettres de l'Université de Paris. Si bien el libro
contiene algún error de apreciación y varias omisiones, es el más completo sobre el tema

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aparecido hasta hoy. Manejo la reedición corregida de 1933 (reproducción facsimilar:


Osnabrück: Otto Zeller, 1976, dos tomos en uno).6

En base a las ediciones arriba mencionadas y a otras propias, Villey publicó la que se convertiría
en la más difundida:

Les Essais. Ed. Pierre Villey. Édition conforme au texte de l’exemplaire de Bordeaux, avec les
additions de l’édition posthume, l’explication des termes vieillis et la traduction des citations, une
étude sur Montaigne, une chronologie de sa vie et de son œuvre, le catalogue de ses livres et la
liste des inscriptions qu’il avait fait peindre dans sa librairie, des notices, des notes, un appendice
sur l’influence des Essais et un index. Paris, 1930. Reproducida, con algunas correcciones a cargo
de V. L. Saulinier, en Les Essais. Paris : Quadrige / Presses Universitaires de France, 1965 (3
vols.) y en numerosas reediciones (también en línea).

La última gran edición en la prosapia del ejemplar de Bordeaux es la siguiente, que intenta
restaurar aspectos originales, decisivos para el ritmo del texto, como la puntuación y el uso de
mayúsculas:

Essais de Michel de Montaigne, I-III. Ed. André Tournon. Paris : Imprimerie Nationale, 1998.

Ese es el texto que reproduce la edición bilingüe de Yagüe Bosch (2014), y en el cual se basa
su traducción (comenzada originalmente bajo el signo de la edición de Villey).

También la versión italiana adopta el texto de Tournon como base:

Saggi. Traduzione di Fausta Garavini. Note di André Tournon. Testo francese a fronte a cura di
André Tournon. Milano: Bompiani, 2012.

En el nuevo bando, es decir, el afecto a la edición póstuma de 1595, encontramos las siguientes
ediciones (aunque las hubo, dejo de lado las del siglo XIX y anteriores, menos científicas):

Les Essais. Ed. Denis Bjaï, Bénédicte Boudou, Jean Céard, Isabelle Pantin, bajo la dirección de
Jean Céard. Paris : Librairie Générale Française / Le Livre de Poche, 2001.

Reimprime lo más fielmente posible para una edición popular, la edición de 1595 (según el
ejemplar Fol. Z. 1.580 de la Biblioteca Nacional Francesa).

Les Essais. Ed. Jean Balsamo, Michel Magnien y Catherine Magnien-Simonin. Paris : Gallimard,
Bibliothèque de la Pléiade, 2007.

6
Entre los problemas a los que aludo se encuentra el juicio, a mi entender erróneo, del papel jugado por Quintiliano
en la estrategia retórica de Montaigne. Volveré sobre el tema en otro trabajo, previsiblemente en un apéndice a
esta serie.

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Esta última, sobre todo, alcanzó gran difusión, pero no tuvo efecto sobre la versión de
Acantilado, ya que salieron casi al mismo tiempo al mercado. Sí la conoce y la ha tenido en
cuenta el traductor de Galaxia.

¿En qué se diferencian los textos del ejemplar de Bordeaux y de la edición póstuma? En la
mayor parte, en cuestiones de detalle. Como dice Yagüe Bosch (2014, págs. 15-16):

La EP presenta retoques, cambios de orden en algunos párrafos, variaciones de énfasis, leves


supresiones o adiciones que matizan lo dicho; además, agrega segmentos perdidos (sobre todo
en los lugares donde el EB fue guillotinado por un encuadernador del siglo XVII o XVIII), uno
de ellos muy extenso, y altera la estructura al desplazar un largo capítulo del Libro I (el que
hasta 1588 era XIV y pasa a ser XL).

A mi entender, ha ocurrido lo siguiente:

Tras la publicación de los Essais en 1588, Montaigne anota en diversos ejemplares de esa
edición lo que se le va ocurriendo al correr de la relectura, con vistas a una nueva edición. Como
lo hace en ejemplares diferentes, los cambios no siempre coinciden.7

Es posible que existieran incluso otros ejemplares con anotaciones de Montaigne. Él mismo
dice en las indicaciones al impresor anotadas en el ejemplar de Bordeaux: “Outre les corrections
qui sont en cet exemplaire il y a infinies autres a faire”.

De hecho, se conserva en Bordeaux un ejemplar que perteneció a Auguste Lambiotte, en el que


Montaigne corrigió a mano la fecha del prólogo: “ce 12. Iuin. 1588 premier de Mars, mil cinq
cens quatre vins”. (En el mismo volumen hay otras notas manuscritas, pero que quizás no
correspondan a Montaigne). La fecha fue también corregida por él en EB y en el ejemplar
Solvay, conservado en Bruselas. No puede descartarse que hubiera otros ejemplares, con esa y
/ o con otras correcciones o notas.

(Al parecer, Marie de Gournay habría visto otro ejemplar conservado en el castillo de
Montaigne, diferente al de Bordeaux; cf. Pléiade, 2007, pág. XCV).

7
Hay ejemplos de esa manera de trabajar en otros autores. Mostré en mi edición crítica del texto de una conferencia
de García Lorca sobre Góngora, que en diversas ocasiones Lorca corrige de manera distinta pasajes confusos de
un texto suyo mecanografiado por otra persona. Olvidado ya de la intención primigenia, corrige lo que tiene ante
la vista de la manera que le parece apropiada en el momento. Véase C. García: “La conferencia de García Lorca
sobre Góngora (1926). Introducción filológica”: [www.academia.edu], subido el 7-II-2016.

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Desde este punto de vista, los textos de ambos ejemplares (EB y el que habría servido de base
a EP), más los que aún pudieran aparecer, son igualmente legítimos y válidos, con el grave
demérito para EP de que, al parecer, no se ha conservado.

Ese hecho incontestable nos obliga a confiar, o no, en Mlle. de Gournay, mientras que EB es
con toda seguridad de la mano de Montaigne. Como dicen los editores de la colección Folio
classique (Emmanuel Naya, Delphine Reguig-Naya, Alexandre Tarrête): han elegido el
ejemplar de Bordeaux como base « pour la plus simple des raisons: parce qu’il existe » (Paris:
Gallimard, 2009, pág. 91).

Pero, a decir verdad, se trata de una materia complicada en exceso, que no puede ser decidida
superficialmente, sino tras un ceñido escrutinio de todas las diferencias y concordancias,
grandes y pequeñas, que hay entre EB y EP, trabajo que, desde luego, no puede ser realizado
aquí.

Quienes prefieren como texto base el de 1595, creen poder triunfar sobre los adeptos del
ejemplar de Bordeaux porque los editores de este deben recurrir a la edición de 1595 para re-
llenar lagunas surgidas por pérdida de texto en EB.

Ello, sin embargo, es un proceder meramente pragmático, que de ningún modo certifica la
autenticidad de 1595: no se puede ignorar el hecho de que no se conserva su original. Y si bien
es cierto que Mlle. de Gournay asegura haber sido en todo fiel a la voluntad de Montaige,
también lo es que en ediciones posteriores introdujo numerosos cambios, lo que permite
suponer que su devoción era quizás mayor que su fidelidad.

Además, y puestos a utilizar ese argumento para confirmar o refutar cosas, debe mencionarse
que también Mlle. de Gournay recurre al ejemplar de Bordeaux (o a uno similar) para corregir
o completar su edición de 1598. Eso ocurre ya desde el comienzo: véanse las notas en páginas
3 y 6 de la edición de Acantilado. Hay muchos más casos a lo largo del libro.

Por mi parte, no veo ningún argumento de peso, desde el punto de vista filológico o de la
tradición del material, para aceptar la edición de 1595 en desmedro del ejemplar de Bordeaux.

Sí veo un fuerte argumento histórico para valorar la edición de 1595 y sus secuelas: hay que
conocerla y preservarla porque fue la edición en que Montaigne fue leído durante mucho
tiempo, y por lo tanto, la que tuvo repercusión duradera en la cultura europea.

Sin embargo, yo no ubicaría ninguna de esas ediciones en un orden jerárquico. Puesto que los
Essais eran, obviamente, un work in progress, el eslabón final de la cadena es meramente
casual, y el último sólo es el último porque el autor falleció, no porque este considerara su obra

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concluida (aunque esto es lo que asevera, sin confirmación autógrafa de Montaigne, Marie de
Gournay). El aserto vale tanto para EB como para EP.

Creo que es ya hora de abandonar una superstición demasiado difundida: la que supone que la
última versión de la mano de un autor es la única válida.

Ello no es correcto, cuando menos, no siempre. Considerarlo así sería, en el mejor de los casos,
quizás una justicia para con el deseo del autor, pero no lo sería necesariamente en relación con
el texto, es decir, en este caso, con los textos:

Entre la edición princeps (1580), la cuarta o quinta (1588), la del ejemplar de Bordeaux (1588-
1592), y la de la edición póstuma (1595-1598) hay enormes diferencias, al punto de que puede
afirmarse sin exageración que son obras distintas.

Quien quiera saber cómo y por qué Montaigne se retira y comienza a escribir sus Essais, o cómo
va evolucionando su estilo, debe leer apenas la primera edición (1580),8 considerando a lo sumo
las correcciones de errata hechas en 1582 y 1587, pero no los agregados de esas ni de poste-
riores ediciones, que desvirtúan el original y lo convierten en otra cosa, a su vez legítima y
completa en sí misma, pero diferente. Ejemplo de ello es la nonchalance que la primera edición
muestra en materia religiosa, que desaparecerá de ediciones posteriores, tras el encuentro en
Roma con un censor del Santo Oficio.

Quien quiera saber, por ejemplo, qué leyó Pascal de Montaigne, qué provocó la admiración de
Nietzsche o de Emerson, debe leer la edición de 1595 o algunas de sus reediciones (Gournay
misma dio varias a luz, hasta 1635, con graves diferencias entre sí).

Con su habitual agudeza dictaminó Jorge Luis Borges: “El concepto de texto definitivo no
corresponde sino a la religión o al cansancio.”

Nosotros, póstumos y eclécticos, podemos aspirar a todas las versiones subsistentes, que
deberían ser editadas por separado, como entidades independientes.

No resisto la tentación de citar esta frase, que cierra el segundo libro de los Essais en todas las
ediciones hasta la de 1588: “Leur plus propre qualité c’est la diuersité & la discordance.” Lo

8
Al respecto ya había dicho Sainte Beuve que en la primera edición “on y surprend mieux le dessein primitiv”:
Essais de Michel de Montaigne. Texte original de 1580 avec les variantes des éditions de 1582 et 1587, éd. par R.
Dezeimeris, H. Barckhausen, Bordeaux, 1870, I, p. xi.

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traigo a colación para llamar la atención sobre un detalle, que corrobora lo dicho antes: la
diferencia radical de contenido entre las diversas ediciones.

“La diuersité & la discordance.” ¡Qué final! Diversidad y discordia: aunque en su contexto
significa muy otra cosa, así recortado suena como una declaración de guerra al mundo.

Es de lamentar que en las ediciones modernas, la frase se pierda y se transforme en el raquítico:


“Leur plus universelle qualité, c’est la diversité”. Ninguna de las ediciones modernas rescata la
frase original, salvo en algún recóndito apéndice. De las traducciones castellanas aquí comen-
tadas más adelante, la de Acantilado lo menciona al pie de página; la de Galaxia, ni siquiera
eso.

Otro problema que ostentan las ediciones modernas es el que introdujo Villey con su edición,
al señalar la procedencia de las distintas partes del discurso de Montaigne, utilizando para ellas
las siglas A, B, C, etc.9

La arriba mencionada edición de la colección Folio classique renuncia definitivamente a señalar


esos estratos, decisión que saludo.

Al criticar la difundida práctica hago un mea culpa, ya que yo mismo utilicé un método similar,
y hasta más complejo, en mis trabajos de hacia 1988-2003 con vistas a una edición crítica y
traducción alemanas.

Para que el lector se haga una idea, reproduzco unos pasajes de la introducción a ese mamotreto
inédito:

Entre los números de los diferentes capítulos de Montaigne (siempre mencionados por Libro y
capítulo; por ejemplo, I 8) aparecen letras mayúsculas de la A a la H. Aspiran a servir de
orientación acerca de la fecha de composición de los diferentes ensayos, en base a la lista
conformada por Villey al final de 1933 (a menudo corregida por mí) y significan:

A: Escritura en fecha incierta E: 1580-82

B: 1572-74 F: 1582-86

C: 1575-76 G: 1586-88

9
De hecho, ya ediciones del siglo XIX se habían servido de ese método, si bien no en el cuerpo del texto, sino en
el aparato crítico. Así, por ejemplo, en la edición de 1872, por E. Courbet y Ch. Royer: “A, désigne l’éd. de 1580;
B, celle de 1582 ; C, celle de 1587 ; D, celle de 1588, M, le ms. de Bordeaux. Les [ ] enferment ce que Montaigne
a écrit puis biffé dans ce ms.; les ( ), nos remarques” (tomos I-IV : 1872-1877; tomo V, notas : 1900, aquí pág. 3).
La edición se basa en 1595, y carece ya de párrafos... costumbre que acaban de reinventar algunas de las más
modernas.

© Carlos García (Hamburg)


14

D: 1578-80 H: 1588-92

Tras un listado de las primeras ediciones de 1580 a 1595, proseguía:

La notación “I 2 B 8a” en los comentarios significa, pues, Libro I, capítulo 2, escrito hacia 1572-
1574, página 8 en Villey, estrato a, es decir, publicado en 1580.

“I 12 C?D 462a” significa Libro I, capítulo 12, escrito quizás hacia 1575-1576, pero con agre-
gados de 1578-1580, página 462 en Villey, estrato a = 1580.

Etcétera.

Veo desde hace un tiempo que todo ello implica un error garrafal: se produce de ese modo un
monstruo, que no fue escrito así por Montaigne, que sus ojos jamás vieron, ni él hubiese
aprobado.

Repito la que considero la opción más viable y más justa para con los textos: se debe editar
cada versión por separado.

(Hamburg, 4-XI-2017)

III

Traducciones

Echaré ahora una rápida mirada a dos traducciones de los Essais al castellano, aparecidas entre
2007 y 2014:10

Los ensayos (según la edición de 1595 de Marie de Gournay). Prólogo de Antoine Compagnon.
Edición y traducción de J. Bayod Brau. Barcelona; Acantilado, 2007, 1736 pp.

Ensayos [según el ejemplar de Bordeaux]. Edición bilingüe. Traducción y notas de Javier Yagüe
Bosch. Barcelona: Galaxia-Gutenberg, 2014, 2400 pp.

¿Qué tienen en común las nuevas ediciones castellanas?

En primer lugar, el que ambas hayan surgido, paradójicamente, en Barcelona.

Por otro lado, es de notar que los traductores han obrado no solo como tal, sino en gran parte
también como editores de los originales que traducen: la elección del texto base no ha sido

10
Sobre las precedentes, véase Núria Petit: “Las traducciones al castellano de los Essais de Montaigne en el siglo
XX”: Francisco Lafarga Maduell, Antonio Domínguez (coords.): Los clásicos franceses en la España del Siglo
XX. Estudios de traducción y recepción. Barcelona, PPU, 2001, 81-88. De entre ellas sobresale: Ensayos. Edición
y traducción de María Dolores Picazo y Almudena Montojo. Madrid: Cátedra, 1985-1992 (Clásicos universales).
La versión de Marie-José Lemarchand (Madrid: Gredos, 2005) adolece de muchos galicismos.

© Carlos García (Hamburg)


15

fortuita, sino plenamente intencionada, con base en las discusiones de los últimos decenios
(quizás también favorecida por intereses comerciales de las casas editoriales para las cuales
trabajan).11

Cada traductor ha tomado como punto de partida el texto francés que consideraba el mejor:
Yagüe Bosch adoptó el de la edición Tournon (último testigo de EB), mientras que Bayod Brau
conformó su propio original en base a la edición de Ceard (EP).

Ambas versiones coinciden también, curiosamente, en que se apartan, en diferente medida, de


la edición que han tomado como punto de partida.

La de Acantilado, por ejemplo, elige el texto de 1595 como base, pero adopta la manera de
presentarlo propuesta por los editores del ejemplar de Bordeaux (EB), donde se presta atención
a los diferentes estratos del texto (con una notación diferente a la arriba utilizada por mí: A =
1580, B = 1588, C = 1595).

Yagüe Bosch, por su parte, tuvo el buen tino de utilizar el sistema de signos de Villey / Tournon
en el texto francés, pero de obviarlo en su traducción.

Si bien ambos traductores se han beneficiado de la ingente labor llevada a cabo en los últimos
dos decenios por investigadores y especialistas, sobre todo franceses e ingleses, debe cons-
tatarse que ambos han hecho un enorme trabajo, que exige y merece respeto intelectual. Será,
pues, dentro de ese marco de reconocimiento que haré algunos comentarios críticos a ambas
ediciones.

Ambos han traducido su respectivo texto lo mejor que han podido. Fuerza es reconocer que
Montaigne no es fácil de traducir, precisamente porque es engañosamente fácil aquí y allá. En
cualquier traducción de esta envergadura se pueden encontrar errores e inconsecuencias. Por
ello no me detendré en minucias, aunque las hay en ambas ediciones.

Sí es de lamentar que haya algunas erratas que dificultan la comprensión de algunos pasajes.12

La alta cantidad de páginas (1728 numeradas en la edición de Acantilado; 2393 en la bilingüe


de Galaxia) exige su tributo: la encuadernación cobra así un papel importante, del cual Acan-

11
En inglés y sobre todo en francés, Montaigne ya no es, desde el punto de vista económico, una quantité
négligéable: hay constantemente nuevas ediciones, existen asociaciones, se publican periódicos y revistas que le
están dedicados en exclusiva, hay diversos proyectos electrónicos en universidades de varios países, actividades
de las bibliotecas que cobijan ediciones originales, y hasta la región de Bordeaux y sus alrededores se benefician
del hype montaignista: Montaigne sells.
12
Un ejemplo de III 1 (Acantilado, 1186): “La custodia del secreto de los príncipes es inoportuna para quien no
está no lo necesita para nada”.

© Carlos García (Hamburg)


16

tilado sale más airosa: varios ejemplares de Galaxia ostentan problemas de encuadernación y
adhesión (la cabezada se desprende del lomo).

Al estudiar la edición de Acantilado, el lector atento encuentra ya en la primera línea de la


contraportada errores que le insuflan dudas acerca de lo que vendrá. Se dice allí: “En 1580,
Michel de Montaigne dio a la imprenta la primera edición de sus dos libros de Los ensayos.”

Esa aseveración es ligeramente incorrecta: la primera edición se llamó apenas Ensayos (Essais
de Messire Michel Seigneur de Montaigne...); recién la que Mlle. de Gournay publicó en 1595
pasó a llamarse Los ensayos.

(Recuérdese que todas las ediciones aparecidas en vida de Montaigne, así como el ejemplar de
Bordeaux, siempre hablan de Essais, no de Les Essais. No puede descartarse la posibilidad de
que el nuevo título fuese ocurrencia de Gournay, o de L’Angelier, el impresor).

El texto de la contraportada continúa: “El éxito fue tan arrollador que, dos años más tarde,
apareció una nueva edición, aumentada con un tercer libro y con notables adiciones y
correcciones en los dos primeros.”

Ese aserto es gravemente incorrecto: en 1582 apareció una segunda edición, con algunos pocos
agregados, sí, pero no con el tercer libro, que fue publicado por primera vez en 1588, a partir
de la que afirma ser la quinta edición, pero quizás fuese la cuarta.

(Como ya mencioné, hubo en el intervalo otra edición en 1587, con unos pocos agregados y
con nuevos errores de imprenta en comparación con la edición de 1582, si bien subsanaba
algunos de las ediciones previas.)

Sin embargo, no debe achacarse al editor / traductor lo que haya escrito un solapista, quizás
malinterpretando un pasaje del Prólogo de Antoine Compagnon.13 Paso, pues, al texto mismo.

Es cierto que el ajetreado e inconstante lector moderno no es, en general, capaz de seguir las
ondulantes evoluciones de la prosa del siglo XVI. Pues entonces, está uno tentado a decir, que
el lector moderno no lea a Sir Thomas Browne, que no lea a Montaigne.

Quien quiera leer a ambos, por su parte, tiene derecho a poder leer traducciones de sus obras
que al menos sugieran cómo fueron escritos los originales: a veces con frases largas, con

13
Antoine Compagnon es autor, entre otros, de estos libros fundamentales en relación con los temas de los cuales
se ocupa: La seconde main ou le travail de la citation (Paris: Seuil, 1979), Nous, Michel de Montaigne (Paris:
Seuil, 1980) y Chat en poche. Montaigne et l’allegorie (Paris: Seuil, 1993). Aportó un prólogo a la edición de los
Essais de la Pléiade.

© Carlos García (Hamburg)


17

periodos de fuerte carga rítmica, y con altamente diferenciadas estrategias de escenificación de


las respectivas ideas.

Véase como ejemplo el capítulo 8 del Libro I: “De la ociosidad” (“De L’oisiveté”):

En el original (es decir, en la versión francesa de 1580), el texto ocupa 47 líneas en total. Las
primeras dos frases constan de 7 y 6 renglones respectivamente, con puntuación errática, según
era usual en la época.

En este largo incipit, Montaigne deja al lector en ascuas: este debe leer 13 renglones (un tercio
del texto) antes de entender a dónde apunta el autor, qué quiere decirle. Eso no es torpeza:
responde a una intención autorial. Ningún editor, ningún traductor que se precie está autorizado
a desbaratar esa estrategia.

En la última edición de Pléiade (2007) y en otras ediciones se nos explica que las ediciones
antiguas de los Essais carecían de la repartición del texto en párrafos.

Ello es correcto, pero, puestos a hablar sobre el tema, habría que decir algo igualmente im-
portante: el tipo de letra y el layout de las páginas eran, en muchos libros de la época, mucho
más generosos que hoy en día. Tal es precisamente el caso del primer tomo en la edición de
1580: cada renglón tenía, en general, unos 30 signos, incluidos los espacios en blanco, y una
página contaba con unos 20-21 renglones.

Extrañamente, el tamaño de los tipos y la diagramación de la página difieren en 1580 entre el


Libro I y el II, siendo el texto del segundo tomo algo más apretujado: las páginas tienen hasta
25 renglones, con y sin “réclame”.14

Las ediciones modernas regresan al texto casi sin párrafos, pero lo hacen en páginas de 40
renglones y más de 40 signos por línea, de modo que el efecto obtenido sobre el lector por ese
texto hacinado en la página es totalmente distinto al del original que se asegura reproducir.

El lector más antiguo no echaba de menos los párrafos (costumbre aún no difundida), porque
el texto se le presentaba bien estructurado, aunque de manera diferente a la que se acostumbra
hoy. Esa mala costumbre ya se ensañó tempranamente con los Essais. Tras las más holgadas
primeras ediciones, el texto fue comprimido cada vez más:

14
El “reclamo” era un conjunto de letras (una sílaba, una o dos palabras) que se colocaba a pie de página para
anunciar cómo comienza la página siguiente. Servía, más que nada, para que el tipógrafo no cometiera errores en
las junturas o, según algunos comentadores, como apoyo para quien leía en voz alta ante otros. Cayó en desuso en
el siglo XIX.

© Carlos García (Hamburg)


18

1588: 32 renglones a 64-80 signos (incluidos los espacios en blanco)

1595: 45 renglones a 78-82 signos (incluidos los espacios en blanco. Una inconsecuencia
llamativa: los Libros I-II están paginados de manera consecutiva, pero el Libro III tiene
paginación propia). La impresión general de las páginas es monótona, ya que la imagen del
texto apenas se ve interrumpida por alguna cita.

Un breve excurso sobre las citas de clásicos de la antigüedad por parte de Montaigne:

El mismo paquete enviado desde Madrid con el que recibí las dos versiones castellanas de los
Essais aquí comentadas, contenía también los primeros dos volúmenes de Los diarios de Emilio
Renzi, de Ricardo Piglia. Encuentro en uno de ellos este pasaje (II, 412):

En la Edad Media todo lector era al mismo tiempo autor que copiaba en su libro los pasajes
interesantes de los autores que leía. Luego agregaba sus propios comentarios y de este modo el
libro crecía y tomaba forma.

Todo eso está dicho, probablemente, sin pensar siquiera en Montaigne, pero puede ser aplicado,
a pesar de ciertas inexactitudes, a la manera de trabajar de Montaigne al comienzo de su escri-
tura, antes de que los Ensayos se le convirtieran en muy otra cosa. Hay resabios de ello en la
profusión de citas de autores clásicos, y en los escolios que de ellos hace (tal era ya el caso de
los escritos de Étienne de La Boétie que Montaigne publicó antes de escribir los Essais); su
maniera apunta a romper con esos moldes, pero no lo hace desdeñándolos, sino desde dentro
del sistema.

Retomo el hilo: confieso no estar en condiciones de hacer una evaluación de las traducciones
en el estilo del ya mencionado y encomiable trabajo de Núria Petit, ya que me falta para ello su
formación. A cambio, y como buen diletante, tengo cierta práctica en traducir textos del francés
antiguo al alemán y al castellano, si bien nunca publiqué alguno de esos ejercicios.

Me basaré, al dar ejemplos, en el ya mencionado I 8 (“De la oisiveté”, “De la ociosidad”) un


texto breve y altamente estructurado, en el que, a mi modo de ver, todo es premeditado y llevado
a cabo con gran destreza, especialmente en la primera versión (1580):

Dice Yagüe Bosch en la introducción (27-28):

habiendo mencionado algo relacionado con los caballos, a partir de ese momento toda la materia
léxica –quién sabe si de forma inconsciente– gira durante un tramo en la órbita del mundo equino,
de manera que se genera una continuidad de resonancias que es parte de la urdimbre del texto;
así, cita un pasaje de Virgilio que contiene la forma verbal immittit (“desembridó”, en sentido
figurado para el acto de soltar las amarras de una flota); y acto seguido escribe brider

© Carlos García (Hamburg)


19

(“embridar”), término de equitación que utiliza, como es común en la época y en los Ensayos, en
el sentido de “refrenar” las pasiones; después, en dos capítulos consecutivos, reaparece como un
eco el verbo brider en diversos contextos; luego nos encontramos con la compleja expresión
brides à veaux [véanse al respecto notas 74, 75 y 220 del libro II]; en el capítulo siguiente
reaparece dos veces el término bride; y después se incorpora ya al lenguaje habitual del libro.

El autor del pasaje insinúa que el uso de la materia léxica del mundo equino quizás tuviese lugar
de manera inconsciente, por inercia del lenguaje. No me parece probable que fuese por inercia
del lenguaje; considero, más bien, que denotan una clara intención y una estrategia autorial.
Varios pasajes de I 8 se mueven en el mismo campo (mi traducción):

En la primera mitad del texto hallamos, por un lado, la afirmación general:

Si no se ocupa el espíritu con un tema determinado, que lo embride y constriña, se lanza


desordenadamente, de aquí para allá, por el difuso campo de la fantasía.

Y 17 renglones más abajo, la afirmación concreta:

Pero veo que, por el contrario, cual caballo desbocado, se toma consigo mismo cien veces más
trabajos que los que se tomaba por los demás.

El caso demuestra, a mi entender, que no hay nada inconsciente en este proceder de Montaigne,
sino, por el contrario, efectos muy bien calculados.

Los traductores no siempre reflejan de manera idónea los múltiples ecos que el capítulo
encierra, tanto en la estructura como en el vocabulario (Yagüe Bosch lo hace mejor que Bayod
Brau).

Compárense las traducciones de esta frase del original:

Si on ne les occupe à certain sujet, qui les bride et contraigne, ils [les esprits] se jettent déréglés,
par-ci par-là, dans le vague champ des imaginations.

Bayod Brau traduce:

Si no los ocupamos en un asunto que los refrene y obligue, [los espíritus] se lanzan en desorden,
a diestro y siniestro, por el vago campo de las imaginaciones.

Y Yagüe Bosch:

Si no se la ocupa con un objeto determinado que la embride y contenga, [la mente] se lanza
alocadamente, de aquí para allá, por el difuso campo de la fantasía.

La última versión recupera el campo semántico relacionado con el caballo desbocado de la


segunda mitad del texto. En la primera versión (“refrene”), el eco también está presente, pero

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de manera más lejana. Esta contiene, por lo demás, un error de perspectiva: “obligar” es más
activo que “constreñir” o “contener”.

“Asunto” y “objeto determinado” parecen igualmente desafortunados para traducir “certain


sujet”, que bien puede ser “un tema concreto”.

“Imaginations” no son “imaginaciones” en el sentido actual, sino más bien las “fantasías” que
propone Yagüe Bosch.

Tampoco alude “déréglés” a un mero “desorden”: en el francés antiguo, esa clase de términos
tenía un sentido mucho más fuerte que hoy en día, por lo cual “alocadamente”, sin ser ideal,
parece más idóneo.

Considerando las propuestas de ambos traductores, yo traduciría ahora:

Si no se las ocupa con un tema concreto que las embride y constriña, [las mentes] se lanzan
alocadamente, de aquí para allá, por el difuso campo de las fantasías.

Para el apasionado jinete que fue Montaigne, todo lo relacionado con la equitación juega un
papel importante, también como símil o alegoría moral: “refrenarse” era para él un atributo del
honnête homme; véase, por ejemplo, “De mesnager sa volonté” (III 10):

Celui qui n'y employe que son jugement et son adresse, il y procede plus gayement: [...] il marche
tousjours la bride à la main.

Ya al comienzo del mismo capítulo había dicho: “je briderois [...] volontiers mon affection”.

Hay más metáforas y giros similares a lo largo del libro. Por eso, cuando no se tienen en cuenta
los campos semánticos, se impide al lector que no domina el francés apreciar el eco que se
hacen los diversos capítulos entre sí, constituyente esencial del estilo de Montaigne, y de su
inagotable y solipsista libro.

Pero hay más: espero poder mostrar en otro trabajo, que Montaigne, cuando menos al comienzo,
no solo escribe desde su fuero interno y de acuerdo a su concepción de lo literario, sino que
además sigue muy de cerca, y en mayor medida de la advertida hasta hoy, las prescripciones de
la retórica clásica, en especial las de las Instituciones oratorias de Quintiliano.

(Hamburg, 15-III-2017 / 13-I-2019)

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© Carlos García (Hamburg)

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