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De lecturas a escrituras

Te leo Isabel, envioletada en los colores del cono sur, entimismada en una tradición que se vuelve
historia de vida de la que me da la impresión buscas desprenderte letra a letra, palabra por
palabra, renglón a renglón, página por página y, tal vez, libro a libro.

La cercanía del atardecer nos envuelve y brinda nuevos colores, la lejanía de los clásicos viene
galopando en un rucio que aparece y desaparece, como el amor en tus personajes, como el viento
en las islas del sur, como la inspiración que me exige disciplina al pensar, coherencia al hablar y
sentido al escribir.

Te leo Chimananda, más mujer hoy que ayer, por decisión propia, por experiencia, por presencia
provocada en cada párrafo, atreviéndote a ser tú misma y a caminar por el camino forjado con
esfuerzo, lucha, estudio, reconocimiento.

Te recuerdo Margaret, cómo dejar de ver a las rojizas desheredadas cuyas piernas pueden colgar
cualquier momento del muro rodeadas de silencios estridentes, de miradas desviadas para evitar
la delación de la inconformidad.

Te leo Santiago, un mundo sórdido, cotidiano, insulso, atrevido y encubierto se descubre en tus
denuncias mañaneras y exigen seguir buscándote para encontrar la contraparte y los colores
cotidianos que iluminen nuevas mañanas.

Te lloro Dave en sollozos de niño que no pierde la esperanza de ser rescatado o rescatarse, de ser
visto como bueno, en las lágrimas del nieto ante el regaño de su padre, en el silencio de quienes lo
vemos llorar y enmudecemos por “respeto”ajeno.

Te leo Alfredo y el niño eterno dentro de cada uno de nosotros se levanta y grita en silencio su
presencia y la de quienes en ausencia lo acompañan, lo abrazo, me abrazo y me repito: “Aquí
estoy, contigo y conmigo, sigamos adelante, el túnel es largo, pero tiene salida”.

Te leo Ernesto y busco, a mi pesar, encontrar una razón, o una etiqueta, o una clasificación que me
explique la obsesión que te persigue y que termina con la paz que buscas y queda oscurecida por
la falta de luz de la ventana en la que te miras a ti mismo.

Te escucho Mariana y el fuego de tus palabras quema la ilusión de días cálidos y soleados.

Te percibo Karina, asomándome al vacío de la soledad, en la búsqueda del afecto esperado que se
muestra distante y encuentra mil demonios. Las lianas enredan mis pies para no caer en la
tentación del salto al infinito ajeno.

Me queda tu marca Nieves en la cotidianeidad de una vida llena de sobresaltos y la creatividad


para encontrar caminos que se alejen del olvido y nos acerquen al presente tan cambiante.

Caigo contigo Enrique, a pesar de mí misma, en la reinvención de la persona para sobrevivir a la


propia historia.

Y sigo leyendo, queriendo encontrar aquello que no hay en mí, para observarlo, apropiármelo
durante un tiempo y devolverlo en un breve pensamiento.
Rocío Suárez

Marzo 2022

“Violeta” Isabel Allende

“Todos deberíamos ser feministas” Chimananda N. Adichie

“El cuento de la criada” Margaret Atwood

“Tan cerca de la vida”, “Hola, Pussy al habla”, “La pena máxima”, “El accidente” Santiago
Roncagliolo

“El niño sin nombre” Dave Pelzer

“Un mundo para Julius” Alfredo Bryce Echenique

“El túnel” Ernesto Sábato

“Las cosas que perdimos en el fuego” Mariana Enriquez

“Las orillas del aire” Karina Pacheco

“Antonia” Nieves Concostrina

“El viaje vertical” Enique Vila-Matas

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