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Reseña Crítica

La salud y la seguridad nacional ante el COVID-19: reflexiones en


torno a la gobernanza mundial para la salud global y la seguridad
humana.

Javier Scheiman Flores

El Covid-19 ha causado estragos inimaginables en la humanidad. Ha paralizado


sociedades, cambiado nuestra forma de convivir e impactado cada aspecto de
nuestras vidas, en el país y el mundo. Ya hemos sido alertados, no sólo en cuanto
a lo larga que puede ser la recuperación, sino a lo loca que pueda ser la idea de
regresar a una normalidad como la que se tenía antes de la pandemia.

Idea genérica de seguridad

La cuestión de la seguridad es una preocupación constante de la condición humana.


Ha sido una preocupación constante tanto de los que toman las decisiones, como
de los analistas en todas las ramas de la ciencia social.

Antes que elaborar una teoría general de la seguridad, resulta necesario pensar en
alguna frase que defina la idea de seguridad. Y esa idea podría, en efecto,
relacionarse con la sensación de tranquilidad, confort, certidumbre, certeza que
experimenta un sujeto cuando se siente libre y a salvo de riesgos y amenazas.

Idea de seguridad en el sistema internacional tradicional

La estructura política del sistema internacional está compuesta por unidades


formalmente soberanas que interactúan bajo la ficción de la igualdad jurídica.
Históricamente, cada Estado ha tenido recursos muy dispares de los que depende
para garantizar su propia seguridad. La falta de ese equilibrio en el que no se teme
ni por agresiones externas ni por desajustes internos desestabilizadores tiende a
propiciar un ambiente de hostilidad, competencia e incertidumbre generalizada
entre los Estados.
Dicha estructura genera un ambiente anárquico y propicio para el conflicto, debido
a la falta de una autoridad supranacional legítima que regule el contacto entre ellas,
de donde nace el llamado “dilema de la seguridad”. Según este dilema, la sensación
de inseguridad y la responsabilidad de la autodefensa llevan a los Estados a
fortalecerse militarmente, lo que a su vez incrementa las sospechas de los vecinos
respecto de las intenciones tras esa política y los lleva a prepararse también en los
mismos términos.

Marcos Cueto explica que hay claros antecedentes de que la salud ha sido un tema
de preocupación internacional, por lo menos desde mediados del siglo XIX,
propiciando la emergencia de redes y actores en una escala global.

Hasta fecha relativamente reciente, la salud era vista entre las democracias liberales
más radicales como una responsabilidad personal, dependiente de buenos hábitos
y de recursos económicos propios disponibles para su atención, más que como una
responsabilidad y deber del Estado.

Por otro lado, entre los gobiernos de izquierda generalmente se asume desde
tiempo atrás que debe existir una mayor responsabilidad del Estado para garantizar
salud pública de mayor alcance entre la población.

Las visiones Estatocéntricas clásicas o “militaristas” han evolucionado,


transformándose en concepciones más antropocéntricas, en donde el objeto
referente de protección deja de ser exclusivamente el gobierno o el territorio y el
espectro de protección se amplía hacia las personas.

La sociedad global en el mundo contemporáneo

El impacto de los acontecimientos en el plano internacional sobre asuntos internos


del Estado es cada vez mayor y más evidente, de manera tal que ningún gobierno
puede ignorar la perspectiva internacional de la realidad social.
A pesar de que hayan mejorado las condiciones para la cooperación internacional,
las contradicciones internas de cada miembro del sistema generan desequilibrios
que mantienen vigente la idea de seguridad nacional para la totalidad del mismo.

Los nacionales de un país aún piensan preferentemente en sus propios intereses,


especialmente en el caso de las sociedades más desarrolladas de nuestro planeta.
Los retos globales, como el cambio climático, las pandemias, los flujos migratorios,
el terrorismo o el crimen organizado que trabaja en el ámbito internacional, deberían
ser evidencia suficiente para convencer hasta los más reacios de que nadie, en este
momento histórico, puede estar cómodamente instalado en su burbuja. En el
transcurso de las últimas tres décadas, efectivamente hemos transitado de una
sociedad internacional hacia una sociedad global.

La seguridad humana significa proteger esas libertades fundamentales que


constituyen la esencia de la vida. Significa proteger a la gente de amenazas y
situaciones críticas y penetrantes. Significa emplear procesos que apoyen el
desarrollo de las fortalezas y aspiraciones de la gente. Significa crear sistemas
políticos, sociales, ambientales, económicos, militares y culturales que en conjunto
den a la gente los elementos necesarios para la supervivencia, buenas condiciones
de vida y dignidad. La seguridad humana es hoy por hoy inherentemente universal.

Salud como indicador de seguridad

No existen hoy en día ni las etnias, ni las lenguas ni las culturas puras, todos los
grupos nacionales actuales son resultado de mezclas y fusiones tanto genéticas
como de ideas, sin embargo, las tendencias tribales persisten.

Salud según la OMS (1986): Un recurso para la vida diaria, no el objetivo de la vida
en sí. Salud es un concepto positivo que pone el énfasis en recursos sociales y
personales, lo mismo que en capacidades físicas.
Entonces, ¿Qué factores inciden para el logro de un buen estado de salud y cómo
se define tal cosa?

Tradicionalmente, los temas de salud pública habían ocupado un lugar secundario


en las agendas de la seguridad nacional e internacional. Históricamente, el foco de
atención de los gobiernos en materia de salud había estado en los niveles nacional
y subnacional, ya que los gobiernos de cada país asumían la responsabilidad
principal por la salud de sus poblaciones.

La situación cambió radicalmente con la globalización acelerada de finales del siglo


pasado. El desarrollo de pandemias y su difusión geográfica por encima de fronteras
nacionales convirtieron al tema de la salud global en cuestión de interés para la
agenda del mundo globalizado.

Brown dice: ‘Salud global’ en general implica tomar en cuenta las necesidades de
salud de la gente de todo el planeta, más allá de las preocupaciones de las naciones
en lo particular.

Después de la Guerra Fría, el mundo se globalizó aceleradamente. Llegaron más


viajes, inversiones, migraciones y avances. Pero también esos avances, viajes,
inversiones y demás, hicieron crecer los riesgos para la salud, lo que dio paso al
surgimiento de la idea de ‘salud global’, que a su vez sería vinculada a la noción de
seguridad humana.

Ver a la salud global como una responsabilidad mayor del Estado obliga a las
autoridades nacionales al desarrollo de una visión integral del bienestar colectivo,
en el que todos los factores de la interacción social queden conectados: salud,
educación, empleo, relaciones, etcétera, para garantizar mejores condiciones de
vida.

La sociedad global del mundo contemporáneo, como hemos señalado, es


notablemente más compleja que la sociedad internacional de antes, tanto por todos
los medios que han intensificado la estructura internacional, como por los resultados
que ha generado. Aunque es verdad que la globalización ha traído beneficios,
también han legado muchas consecuencias negativas.

En conclusión, los sistemas de salud nacionales están siendo crecientemente


influidos por factores globales que trascienden las fronteras estatales. En la
sociedad global contemporánea, la idea de una gobernanza sólida en materia de
salud no ha sido una historia de éxito. Existe la OMS como organismo internacional
abocado al tema, sin embargo, su influencia resulta muy limitada frente a las
capacidades de otros actores internacionales.

Experiencia con el COVID-19

El caso de la pandemia que ha detenido al mundo desde principios del 2020


muestra, por un lado, el grado de interconectividad que ha alcanzado la sociedad
global contemporánea. Pero al mismo tiempo, pone en evidencia las insuficiencias
en los esquemas de cooperación internacional.

La pandemia muestra también las insuficiencias y debilidades de los diversos


sistemas nacionales de salud, y expone los efectos nocivos de la inequidad social
imperante en el sistema internacional. El reclamo de atención a la problemática de
la salud bien puede haberse elevado a nivel del sistema internacional como
totalidad, pero la atención específica de problemas concretos sigue teniendo una
impostergable dimensión local.

Es cada vez más claro que la salud es un asunto profundamente influido por una
enorme cantidad de variables que no se pueden ignorar y que éste, a su vez, tiene
una incidencia enorme en las cuestiones de seguridad en todos los planos. El
problema generado por el COVID-19 a nivel mundial también pone claramente de
manifiesto la necesidad de una OMS más fuerte y eficiente, en términos de ser una
institución capaz de coordinar esfuerzos locales avalada por y sustentada en una
sólida cooperación de todos los miembros de la sociedad global.
En el plano nacional, queda en la mesa de discusiones la importantísima cuestión
de la responsabilidad del Estado en materia de atención a la problemática nacional
de la salud. No todos los Estados actuaron o actuarán igual, pero sí todos deben
priorizar la inversión e investigación en salud como tema de seguridad nacional.

Opinión y conclusión personal

El texto nos deja en claro y de una manera amigable y entendible, los retos del
sistema internacional en el mundo post pandemia. El COVID nos vino a dejar en
claro que nuestros sistemas de salud – y nuestra forma de ver a la salud – no son
suficientes ni eficaces para hacer frente a las crisis que en cualquier momento se
puedan volver a presentar.

La globalización tiene sus puntos negativos, como todo, pero el que considero más
notorio es la facilidad con lo que las cosas se esparcen: desde rumores hasta virus
letales. Y entonces, deberíamos ser coherentes con nuestro deseo como sociedad
de globalizar todo, y también globalicemos la salud. Es muy atinado que el autor
destaque la inequidad en estos casos. Países como Nueva Zelanda, Japón, Bélgica,
tienen capacidades tecnológicas y médicas de primera, mientras hay continentes
enteros que viven en el rezago y el subdesarrollo.

Dejar de ver la salud como “responsabilidad de cada quien” y empezarla a incluir en


los esfuerzos de interconectar al mundo es un buen paso a tomar rumbo al progreso
social que debemos alcanzar.

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