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LA PETITE HISTOIRE_

Por_ Loreto Casanueva

Juguetes
Para mi sobrino Esteban
Aunque pasa varias horas del día sosteniendo su tablet, don- Jean Siméon Chardin,
de mira con atención a unos modernos dinosaurios cuya poca «Soap Bubbles», Francia,
coordinación para el baile le causa mucha risa, hay también mo- c. 1733-34, pintura al óleo.
mentos en los que sumerge sus pequeñas manos manchadas con The Metropolitan Museum
of Art, New York.
témpera en una caja transparente. Ahí adentro conviven una flora
y fauna de autos de carrera, lápices de cera, trocitos de plasticina
y, por supuesto, animales de plástico de todos los reinos. Entre
ellos hay unos triceratops –me enseña él– que parecen salidos de
aquella pantalla, pero que se mueven tanto mejor al compás de
una coreografía que diseñan sus dedos chiquititos.
La música de las esferas
Hay un magnetismo en lo redondo que atrae con fuerza a las niñas
A imagen y semejanza y los niños. Los primeros sonajeros, creados en tiempos prehistó-
Si se trata de jugar, las ricos, lucían esa forma: una esfera de arcilla o metal con un mango
figuras antropomórficas estirado. En su interior –o a veces por fuera– contenía cascabeles
y zoomórficas nunca han u otros artificios que, al agitarlos, producían un sonido que no solo
pasado de moda. La muñeca entretenía y calmaba a los bebés sino también los protegía contra
y el muñeco existen desde los malos espíritus. En ocasiones, la esfera se transmutaba en la
la Prehistoria, cuando eran cabeza de un animalito y el mango en su cuerpo, imitando aves o
tallados en minerales como mamíferos. La función supersticiosa se fue disipando con el correr
la esteatita, y se asentaban de los siglos, pero el sonajero siguió cantando en las eras siguientes,
con soltura en las palmas de al son de la madera, la felpa y el plástico.
los niños. En el Egipto de la Las pelotas, que comparten imperio con las muñecas, son el em-
Antigüedad eran modelados blema de la fascinación infantil por la redondez y es casi seguro
con barro del río Nilo o bien que no ha habido cultura que, con sus propios medios, no las haya
cosidos con telas y algunos fabricado y rebotado, usando vejigas de cerdo o cuero. En su pre-
Louis Léopold Boilly, «Portrait of a Boy»,
ejemplares imitaban a mo- cioso «Catálogo de juguetes» (2011), la escritora italiana Sandra
Francia, c. 1805, pintura al óleo. The
mias que, incluso, contaban Metropolitan Museum of Art, New York. Petrignani alaba el prodigioso momento en que los bebés, más
con su propio sarcófago. Los allá de su cuna, “descubren que el objeto sabe rodar, puede escon-
animales confeccionados con madera también eran muy famosos derse debajo de los muebles, desaparecer de la vista, disolverse.
entre ellos, en especial, los cocodrilos, los favoritos. Igual que el sol, se levanta y cae”.
Las niñas del mundo grecolatino antiguo jugaron con muñecas
hechas con una amplia variedad de materiales, desde la arcilla al Pero hay unas esferas tan esquivas
marfil, y las vestían según las modas de su tiempo, anticipando la como admirables: las burbujas.
preciosa invención de las muñecas de papel con guardarropa in- Para formarlas, solo bastarían ja-
cluido, que comenzaron a causar furor hacia el siglo XIX. Cuando bón, agua, una pajita y un contene-
crecían y se casaban, estas mujeres debían, en muchas ocasiones, dor, aunque existen recipientes con
ofrendarlas como sacrificio a los dioses. Si se convertían en ma- aros plásticos para reproducirlas en
dres las recuperaban, simbólicamente, a través de sus hijos. serie. Son redondas, además de efí-
meras y coloridas. El breve vuelo
En adelante, las muñecas mantuvieron su reinado en el universo de las burbujas, declara Petrignani,
juguetero, acomodando sus rostros y cuerpos, trajes y actividades, satisface “un placer puramente
a sus contextos de producción. Así, por ejemplo, durante la Baja «Terracotta statuette of a girl estético” que refracta “todos los
Edad Media las figuras de monjes, caballeros y la Virgen María, playing ball», Grecia, siglo III a,C. colores del arcoíris”.
The Metropolitan Museum of Art,
elaboradas con madera, eran parte del elenco con que niñas y New York.
La próxima vez que visite a Este-
niños narraban increíbles hazañas; mientras, en la era victoriana, ban le llevaré esta nota que escribí
las de cuerpo de trapo y cabeza de porcelana, coronadas con ojos en su nombre. Seguramente la hojeará, la rayará: la usará como
azules, repletaron las vitrinas de las tiendas. En nuestro siglo, juguete. A modo de trueque, yo tomaré uno de sus triceratops, el
bebés, superhéroes –los favoritos de Esteban– y ositos de peluche de color rojo, y me lo guardaré sigilosamente en el bolsillo de mi
de todas las tallas y los colores abrazan y reconfortan. pantalón.

*Loreto Casanueva es profesora adjunta de literatura universal en la Universidad Finis Terrae, y Dra. (c) en Filosofía, mención
Estética y Teoría del Arte de la Universidad de Chile. Es fundadora y editora del Centro de Estudios de Cosas Lindas e Inútiles (CECLI),
plataforma dedicada a la investigación y difusión de la cultura material.
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