Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
10% UMA OS
Por qué los microbios de tu cuerpo
son la clave de tu salud y tu felicidad
Traducción de
ROC FILELLA
RBA
Título original inglés: 1O % Human.
Autora: Alanna Callen.
REF.: RPRA298
ISBN: 978-84-9056-663-3
DEPÓSITO LEGAL: B.r.3241-2019
GRAFIME • PREIMPRESIÓN
CARLSAGAN
CONTENIDO
Prólogo. La curación 13
Introducción. El otro 90 % 21
Bibliografía
Agradecimientos
Índice analítico y de nombres
II
PRÓLOGO
LA CURACIÓN
años. Dado que les iba a transmitir no solo mis genes, sino
también mis microbios, quería estar segura de que les iba
a dar algo que mereciera la pena.
Decidí dar prioridad a los microbios y cambiar de dieta
para satisfacer mejor sus necesidades. Programé la secuencia-
ción de una segunda muestra después de que los cambios en
mi modo de vida pudieran haber surtido efecto, con la espe-
ranza de que la diferencia en la diversidad y el equilibrio de
las especies que albergaba avalaran mis esfuerzos. Y, sobre
todo, confiaba en que la inversión que hacía en todo ello fue-
ra rentable, porque abriría la puerta a una salud mejor y a una
vida más feliz.
INTRODUCCIÓN
EL OTRO 90%
2I
22 INTRODUCCIÓN
Animales
1111---------"---- ESÓFAGO
HÍGADO --s!----11---
l
intestino
grueso
{
COLON
, CIEGO -+-+-
APENDICE _ __;:::........,,;o
----- INTESTINO
DELGADO
RECTO 1--------ANO
43
44 10% HUMANOS
79
80 ro% HUMANOS
ginar: volar miles de kilómetros con solo alguna que otra co-
mida durante todo el trayecto.
Para engordar de tal forma en tan poco tiempo, la curruca,
evidentemente, ha de atiborrarse de la más que abundante
comida de que dispone en verano. Estos pájaros pasan de una
dieta a base de insectos a otra de bayas e higos prácticamente
de un día para otro. Los frutos ya están lo bastante maduros
para poderlos comer varias semanas antes de que se inicie tan
extraordinario viaje, pero no los prueba hasta su debido mo-
mento. Es como si tuviera dentro un interruptor que de repen-
te pusiera en marcha esa voraz actividad.
Los investigadores supusieron durante mucho tiempo que
el engorde de la curruca mosquitera y otros pájaros migrato-
rios era simple consecuencia de una hiperfagia: comer en ex-
ceso. Pero la increíble velocidad del cambio de estos pájaros,
que pasan de la delgadez a una obesidad mórbida, apuntaba
a que ocurría algo más que los ayudaba a almacenar tanta
grasa. Algo que tenía menos que ver con la cantidad de comi-
da que ingerían, y más con cómo se almacenaba esta comida
en su cuerpo. Con un minucioso control de las calorías extras
que tomaba la curruca mosquitera, y de cuántas salían en sus
excrementos, los investigadores se dieron cuenta de que la
comida de más que ese pájaro tomaba no explicaba del todo
el peso que conseguía ganar.
El misterio sigue al considerar cómo después pierden peso.
Es evidente que en su viaje a través del Mediterráneo y el de-
sierto del Sáhara, sus reservas de grasa merman. Cuando lle-
gan y se establecen en su casa de invierno africana, ya han
recuperado su peso normal. Pero hay algo raro en todo ello:
en cautividad, la curruca mosquitera no se comporta de modo
distinto. Durante el periodo premigratorio del final del vera-
no, estos pájaros enjaulados también aumentan de peso, has-
ta engordar lo suficiente para un viaje que nunca van a reali-
zar. Y, en el mismo momento exacto en que las currucas
salvajes llegan a su destino en África, las cautivas se liberan
TODA ENFERMEDAD COMIENZA EN EL INTESTINO 8I
por completo del exceso de grasa. No han volado seis mil ki-
lómetros y han dispuesto de toda la comida que han querido;
sin embargo, estos pájaros cautivos vuelven a perder peso
cuando termina el periodo migratorio.
Es extraordinario que la curruca mosquitera, sin poderse
guiar por el clima, la duración del día ni las reservas estacio-
nales de comida, pese a todo sea capaz de almacenar rápida-
mente grandes cantidades de grasa para el periodo migratorio,
y después adelgazar aparentemente sin ningún esfuerzo, en
perfecta sincronía con sus parientes salvajes. Son pájaros, con
el cerebro del tamaño de un guisante. No es que engorden y se
digan: «He de ponerme a dieta». No ayunan ni se dedican a un
alocado ejercicio físico. La ingesta de comida cesa después del
atracón, pero tampoco lo suficiente para explicar la pérdida
de tanto peso, de tanta grasa. Imagina que pudieras perder un
kilo diario durante siete días: el equivalente es lo que hacen
estos pájaros cuando termina la época de migración. En los
humanos, ni siquiera la completa abstinencia podría provocar
tal pérdida de peso.
Se desconoce aún cómo se regula exactamente tal asom-
broso cambio de peso en el cuerpo de la curruca mosqui-
tera, pero que estos cambios se produzcan más allá de lo
que cabría esperar de los hábitos diferentes en la ingesta de
calorías deja clara una cosa: mantener un peso estable no
siempre consiste en el simple equilibrio entre las calorías que
se toman y las que se queman. En las personas, la explica-
ción aceptada por la ciencia del aumento de peso es esta:
«La causa fundamental de la obesidad y el sobrepeso es el
desequilibrio energético entre las calorías que se consumen
y las calorías que se gastan».
Parece obvio: si comes mucho y te mueves poco, la grasa
se almacena y engordas. Y si quieres perder peso, debes co-
mer menos y moverte más. Pero la curruca mosquitera es
capaz de adquirir unas reservas de grasa muy por encima de
las calorías que consume, y después reducir estas reservas en
IO% HUMANOS
que entra debe ser igual que la que sale. Pero la cuestión fun-
damental es esta: los movimientos del cuerpo que están por
encima del qué comemos y cuánto nos movemos son los res-
ponsables de regular tanto las calorías que absorbemos como,
más aún, las calorías que consumimos o almacenamos.
El Ad-3 6 es un buen ejemplo de una posible forma de fun-
cionar de ese sistema. El tejido graso situado debajo de la piel
y alrededor de los órganos está compuesto de células vacías,
a la espera de llenarse de grasa cuando llegue el momento de
almacenar energía. En los pollos infectados con Ad-36, el vi-
rus obliga a estas células a llenarse, aunque no haya un gran
exceso de energía que guardar. Los pollos no necesitaban co-
mer más para engordar: su cuerpo almacenaba la energía, en
lugar de utilizarla en alguna otra parte.
Así pues, ¿ocurre algo parecido en la obesidad humana?
¿Las personas obesas almacenan la grasa de distinta forma
que las delgadas? Patrice Cani, profesor de nutrición y meta-
bolismo de la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica, sabía
que las personas obesas no solo eran resistentes a los efectos
de la leptina, la hormona de la saciedad, sino que también
mostraban signos de enfermedad en su tejido graso. A dife-
rencia de las personas delgadas, entre sus células abundaban
las inmunes, casi como si estuvieran combatiendo alguna in-
fección.
Cani sabía también que las personas delgadas almacena-
ban energía, producían más células grasas, llenando cada una
de ellas de solo una pequeña cantidad de grasa. Pero, en las
personas obesas, no se producía este saludable proceso de al-
macenamiento de grasa. En lugar de producir más células gra-
sas, producían células grasas mayores, a las que progresiva-
mente iban atiborrando de grasa. Según Cani, la inflamación
y la falta de células grasas nuevas eran señal de que las perso-
nas con sobrepeso habían trascendido del sano proceso de
almacenaje de energía, para entrar en un estado insano. Ya no
era el tipo de aumento de peso que ayudaba a la persona a so-
IIO IO% HUMANOS
¡jg;~p ~¡, 1
~i>;:':rr~ii1C:: ii~~it1JNAL
MICROBIOS AMANTES
DE LA MUCOSIDAD
CAPA MUCOSA
CAPA DE CÉLULAS QUE FORMA
EL REVESTIMIENTO INTESTINAL
VASO SANGUÍNEO
EL CONTROL DE LA MENTE
vos, por fin Ellen Bolte tenía alguna prueba de que iba por el
buen camino.
Empezó a escribir a médicos, rogándoles que considera-
ran su teoría y pidiéndoles que suministraran a Andrew un
antibiótico más, la vancomicina, para librarle de la C. tetani
que albergaba en los intestinos. Uno tras otro, los médicos
fueron rechazando las ideas de Ellen. ¿Por qué su hijo no te-
nía las típicas contracciones musculares del tétanos? ¿Cómo
había atravesado la bacteria la barrera sangre-cerebro hasta
introducirse en el segundo? ¿Cómo era posible que Andrew
estuviera infectado por una bacteria contra la que había sido
inmunizado? Pero Ellen, después de meses de investigación,
estaba convencida de que tenía razón.
Con cada nuevo médico que rechazaba su teoría, Ellen fue
indagando más en la literatura médica. Se enteró de que las
contracciones musculares se producían después de la infec-
ción de alguna herida de la piel, que permitía que la neuroto-
xina llegara a los nervios de los músculos, y no a una infec-
ción de los intestinos, donde pudiera afectar a los nervios
y llegar al cerebro. Buscó los experimentos en que se había
determinado el recorrido de la neurotoxina del tétanos desde
el intestÍno hasta el cerebro a través del nervio vago -una
importante conexión entre los dos órganos- que sorteaba la
barrera sangre-cerebro. Desenterró historias de casos de en-
fermos que habían contraído la infección tetánica clásica
a pesar de haber sido debidamente inmunizados. Con el tiem-
po, Ellen había llegado a aceptar el diagnóstico de autismo de
Andrew. Sus investigaciones habían pasado de ser una simple
indagación personal a convertirse en toda una nueva visión
de una enfermedad que no parecía tener una causa evidente.
Cuando Ellen ya iba por el trigésimo séptimo médico de la
lista, estaba perfectamente informada hasta del detalle más
nimio de su hipótesis. El doctor Richard Sandler, gastroen-
terólogo pediátrico del Hospital Infantil de la Universidad
Rush de Chicago, estuvo dos horas escuchando lo que Ellen le
126 IO% HUMANOS
las semanas, los meses y los años, los pacientes van recuperan-
do la alegría, alentados por ese pacificador y promotor de la
felicidad que llevan metido en el cuerpo.
La colocación de este pacificador en el nervio vago puede
dar suficiente impulso a la actividad de este nervio para mejo-
rar el estado de ánimo. Pero, en circunstancias normales, es-
tos impulsos eléctricos son de naturaleza química, muy simi-
lares a los de las pilas habituales. Estas sustancias químicas
que generan los impulsos del nervio vago son los neurotrans-
misores, de los que sabrás que hay muchísimos más de los que
jamás hubieras imaginado. Sustancias como la serotonina, la
adrenalina, la dopamina, la epinefrina y la oxitocina son sin-
tetizadas en su mayor parte por el propio cuerpo, y pueden
provocar una diminuta chispa eléctrica en el extremo del ner-
vio. Pero los neurotransmisores no son de fabricación exclu-
siva de las células humanas. También la microbiota cumple su
función y produce sustancias químicas que actúan de la mis-
ma forma: estimulan el nervio vago y se comunican con el
cerebro. Los microbios que producen estas sustancias actúan
como estimulantes naturales del nervio vago, enviando por él
impulsos eléctricos al cerebro y levantando el ánimo. La cau-
sa de que produzcan tal efecto no está muy clara, pero no hay
duda de que lo producen.
Una idea es que, al influir en nuestro estado de ánimo, la
microbiota nos puede controlar la conducta para beneficiarse
ella misma. Imagina, por ejemplo, una cepa de bacterias que
se alimentan de un determinado compuesto que se encuentra
en un alimento. Si lo tomamos, con él alimentamos a estas
bacterias, y estas nos pueden «recompensar» con una dosis de
felicidad mediante las sustancias químicas que producen, con
lo que esas bacterias obtienen un beneficio. Sería posible que
las sustancias que producimos despertaran nuestras ganas de
tomar esos alimentos de los que ellas viven, e incluso hicieran
que recordáramos dónde encontrarlos, con lo que regresaría-
mos a ese sitio (tal vez, en nuestro pasado evolutivo, un frutal,
EL CONTROL DE LA MENTE 1 43
recordar el tiempo que hizo ese día, qué comieron y qué vestía
la presentadora de su programa de televisión favorito. Cono-
cen el título y el intérprete de todas las canciones que han
ocupado las principales listas de éxitos, así como la fecha de
la salida al mercado de la canción. Estos recuerdos, una vez
formados, han quedado fijos de forma permanente, como si
las sinapsis en que se asientan nunca se pudieran descartar. En
cambio, otras sinapsis, como las que guardan la receta de un
determinado plato, no sobreviven.
Leo Kanner, al explicar el autismo, señalaba el mismo fe-
nómeno. Los niños que estudió parecían incapaces de adap-
tar una definición una vez que la habían aprendido. Y lo más
desconcertante era que muchos de ellos se referían a sí mis-
mos en segunda persona. Cuando sus padres les preguntaban:
«¿Quieres salir a jugar?» y «¿Te apetece desayunar algo?», sin
darse cuenta les enseñaban que ellos eran «tú». La memoria
era inflexible. Un niño del estudio de Kanner incluso llamaba
a sus padres «yo», y a sí mismo se llamaba «tú».
Derrick MacFabe descubrió que las ratas tratadas con pro-
pionato, que no podían olvidar el camino original de sali-
da del laberinto, tenían en el cerebro una mayor cantidad de
compuestos que intervienen en la formación del recuerdo. Por
difícil que pueda parecer, MacFabe cree que hay en ello un
objetivo evolutivo. Si las bacterias pueden liberar un com-
puesto que hace que el cerebro recuerde, pueden asegurar que
su anfitrión -el cuerpo humano que las porta- recordará
dónde encontrar el alimento que les permite reproducirse. En
el autismo, se pregunta, « ¿podría ser que la hiperactivación
de este sendero conduzca a un "olvido enfermizo", a conduc-
tas obsesivas, a intereses alimentarios y a mejor delimitación
de los recuerdos?». Realmente, parece que la microbiota es
fundamental para la normal formación del recuerdo. Los ra-
tones libres de gérmenes colocados en el laberinto tienen pro-
blemas para encontrar la salida, debido a las deficiencias de
la memoria de trabajo: su capacidad de conservar en la mente
I0 % HUMANOS
EL MICROBIO EGOÍSTA
1 53
154 10% HUMANOS
puesto que el niño ocupaba entre los hermanos: los niños que
tenían hermanos mayores eran menos propensos a la alergia
al polen que los que tenían hermanos pequeños.
Como bien sabe cualquiera que tenga hijos, el hecho de ser
varios hermanos genera una corriente interminable de resfria-
dos. Los niños son un hervidero de bacterias y virus, debido
a la ingenuidad de su sistema inmunitario ante los violentos
ataques de patógenos a los que los humanos nos enfrentamos
todos los días. La costumbre de los niños pequeños de llevar-
se a la boca todo lo que les cae en las manos significa que sus
microbios, buenos y malos por igual, se extienden genero-
samente por dondequiera que vayan los niños. Cuantos más
sean los niños, más microbios habitan en el reguero de mocos
y saliva que, como si de caracoles se tratara, van dejando a su
paso. La proposición de Strachan era que los hijos de familias
numerosas se beneficiaban de la mayor cantidad de infeccio-
nes que sus hermanos traían a casa, en particular los mayo-
res. De algún modo, pensaba Strachan, estas infecciones que
el niño sufre en sus primeros años lo protegen de las alergias
al polen y de otros tipos.
La idea de Strachan, que pronto se bautizó espontánea-
mente como «hipótesis de la higiene», la avalaba el hecho de
que el auge de las alergias coincidía con la progresiva mejor
higiene a lo largo del tiempo. Del lavado dominical en una
bañera con agua tibia antes de ir a la iglesia, se pasó a la
ducha diaria con agua caliente y el consiguiente baño de va-
por. Los alimentos fermentados o en salazón dieron paso alos
refrigerados o congelados. Los componentes de la familia fue-
ron disminuyendo, y la vida se fue haciendo más urbana y re-
finada. La hipótesis de la higiene tenía sentido, especialmente
porque, en los países en desarrollo con elevados índices de
enfermedades infecciosas, las alergias seguían siendo raras.
Parecía que, en Europa y Norteamérica, la salud de las perso-
nas se resentía por el simple hecho de que fueran más limpias,
y su sistema inmunitario pusiera todo el empeño en librarse
ro% HUMANOS
FORMACIÓN EVOLUCIÓN
DELA DELAS EVOLUCIÓN DE
TIERRA BACTERIAS LOS MAMÍFEROS
EVOLUCIÓN DE LOS EVOLUCIÓN DE LOS
ANIMALES SIMPLES HUMANOS MODERNOS
200.000 años
BACTERIAS MITOCONDRIAS
CÉLULA COMPLEJA
(por ejemp. CÉLULA ANIMAL)
195
10% HUMANOS
de tratar con ellos a todos estos niños es sin duda mucho más
peligrosa para la salud pública que ese pequeñísimo riesgo de
infección.
Está claro que en el mundo desarrollado tomamos inmen-
sas cantidades de antibióticos, en la mayoría de los casos sin
ninguna necesidad. El profesor Chris Butler, médico de fa-
milia en activo, además de profesor de atención primaria en
la Universidad de Cardiff, en una entrevista en Radio 4 de la
BBC expuso claramente el contraste de esa realidad con la del
consumo de antibióticos en el mundo en desarrollo, donde las
enfermedades infecciosas siguen siendo comunes y los antibió-
ticos salvan vidas. Decía:
2 35
IOo/o HUMANOS
= INFLAMACIÓN
= INFLAMACIÓN
= SANO
Tal vez pienses que, si la fibra es buena, ¿por qué tanta gente
no tolera el trigo o el gluten? El trigo y otros cereales integra-
les están repletos de fibra, y está demostrado que reportan
muchos beneficios para la salud: reducen el riesgo de infarto
y asma, mejoran la presión arterial y contribuyen a evitar al-
gún que otro derrame cerebral. Pero la popularidad de la úl-
tima moda dietética -las dietas «sin»- se basa en la idea de
que el gluten oculto en los granos de trigo, centeno y cebada
nos es perjudicial.
El gluten es la proteína que da al pan esa característica
suavidad esponjosa. Las cepas del gluten «se desarrollan» al
amasar el pan; a continuación, atrapan el dióxido de carbono
producido por la levadura para que el pan suba. Es una mo-
lécula grande, de aspecto un tanto parecido al de un hilo de
perlas. El hilo, o cadena, se rompe debido en parte a las enzi-
mas humanas del intestino delgado, dejando cadenas más pe-
queñas que pasan al intestino grueso.
Hasta no hace mucho, en restaurantes y supermercados no
existían alimentos sin gluten, ni sin lactosa o caseína, pero,
en la última década, el mercado «sin» ha alcanzado su ple-
nitud. Ya no se entiende como una dieta «médica» reserva-
da a personas que padecen alergias inusuales o intolerancias
extrañas, sino un estilo de vida por el que optan millones de
personas, y que las celebridades se encargan de popularizar.
En los últimos años, a la comida «sin» le sigue la necesidad
SOMOS LO QUE ELLOS COMEN 261
Hasta aquí, todo bien. Pero todos los años nacen millones
de bebés sin pasar lo más mínimo por la vagina de su madre.
En algunos lugares, el nacimiento por cesárea es más común
que el parto vaginal. En China y en Brasil, es el caso de casi
la mitad de los nacimientos. Teniendo en cuenta la cantidad
de mujeres de zonas rurales de estos países que no tienen ac-
ceso al hospital, es probable que la media de nacimientos por
cesárea en las ciudades sea aún mayor. En efecto, en algunos
hospitales de Río de Janeiro, la media de alumbramientos por
cesárea supera el noventa y cinco por ciento. El asombroso
caso de Adelir Carmen Lemos de Góes, ocurrido en 2014, da
una idea de cuán integradas están las cesáreas en la sociedad
brasileña. Después de haber pasado por dos cesáreas, Adelir
quería dar a luz por parto normal, pero los médicos, después
de hacerle diversos análisis, le dijeron que era imposible. Re-
gresó a casa dispuesta a tener en ella a su bebé, pero poco des-
pués la policía la llevó de nuevo al hospital y la obligó a dar
a luz por cesárea. Al parecer, se considera que el parto vaginal
requiere demasiado tiempo y puede provocar excesivas com-
plicaciones a los servicios de salud brasileños.
La cesárea es también asombrosamente habitual en países
donde se respeta la voluntad de la mujer. A muchas se les dice
que si ya han tenido un hijo por cesárea, todos los demás debe-
rán tenerlos con esta intervención quirúrgica, porque las con-
tracciones del parto vaginal podrían abrir la cicatriz del útero
dejada por la primera cesárea, pero no es verdad. Se necesita
tiempo para que los hallazgos realizados en las investigaciones
lleguen a quienes establecen las directrices médicas y al per-
sonal sanitario, pero la idea actual es que dar a luz por parto
vaginal, después de hasta cuatro cesáreas, no supone ningún
riesgo añadido. En algunos hospitales de Estados Unidos, hasta
el setenta por ciento de los nacimientos, y probablemente más,
son por cesárea. La media de todo el país es de un considerable
treinta y dos por ciento. En los países desarrollados, es bastan-
te habitual que entre un cuarto y un tercio de los nacimientos
2 74 ro% HUMANOS
LA RESTAURACIÓN MICROBIANA
secreto de su larga vida era beber todos los días leche agria:
yogur. Evidentemente, el sabor agrio de la leche fermentada
se debía al ácido láctico que se producía cuando las bacterias
que Metchnikoff llamaba « bacilo búlgaro» fermentaban la
lactosa de la leche. Hoy, esta cepa de bacteria está clasificada
como Lactobacillus delbrueckii, subespecie bulgaricus, pero
es frecuente referirse a ella como Lactobacillus bulgaricus.
Metchnikoff pensaba que estas bacterias del ácido láctico des-
infectaban los intestinos y mataban a los microbios dañinos
que conducían a la senilidad y la muerte.
Pronto se pudo disponer en las tiendas de pastillas y bebi-
das que contenían Lactobacillus bulgaricus y otra cepa: Lac-
tobacillus acidophilus. Las revistas médicas y los periódicos
estaban repletos de anuncios sobre sus increíbles resultados.
Una de las marcas anunciaba: «Los resultados son asombro-
sos. No solo elimina la depresión física y mental, sino que
inunda de vitalidad todo el sistema». La autointoxicación
pronto contó con la amplia aceptación de los médicos y del
público en general. Así, en las primeras décadas del siglo xx,
despegó la industria de los probióticos.
Pero no duró mucho. La teoría de la intoxicación era un
castillo de naipes sobre el que se cimentaba una industria de los
probióticos excesivamente pesada en su parte superior. Cada
una de las capas de hipótesis interrelacionadas que formaban
su estructura tenían cierta razón de ser, pero con solamen-
te unos indicios de pruebas que les sirvieran de base. Como
ocurrió con los prometedores estudios sobre la función de los
microbios patógenos en el origen de graves enfermedades men-
tales, tuvieron que ser de nuevo Freud y sus seguidores quienes
dinamitaran esa particular estructura. Lo curioso es que fuera
reemplazada por un castillo de naipes aún más nocivo, en for-
ma de psicoanálisis y complejo de Edipo.
Un actor clave del desplome de la teoría de la autointoxica-
ción fue un médico californiano llamado Walter Álvarez. Con
pocas pruebas más de las que avalaban las ideas de Metch-
LA RESTAURACIÓN MICROBIANA
'' Palabra inventada que suena casi igual que «transfusión», pero cuya
sílaba intermedia poo que sustituye a «fu» significa «caca» en inglés. (N.
del t.)
LA RESTAURACIÓN MICROBIANA
que su salud mental y física les permite. Para los niños atra-
pados en el tormento del autismo; para los millones de niños
que sufren dermatitis atópica, alergias al polen o alimenta-
rias y asma; para los adolescentes a quienes les comunican
que deberán inyectarse insulina toda la vida; para los adultos
jóvenes que se enfrentan a la ruina de su sistema nervioso;
y para los muchos millones que tienen sobrepeso, y para los
que padecen depresión y ansiedad, su calidad de vida es más
pobre de lo que debería ser.
Por fortuna, quienes vivimos en el mundo desarrollado ya
no tenemos que preocuparnos por la viruela, la poliomielitis
ni el sarampión. Un hecho que, por sí mismo, significa una
gran salto hacia delante. Pero las enfermedades del siglo XXI
que padecemos en su lugar no son una alternativa ineludible,
como implicaba la hipótesis original de la higiene. Nuestro
objetivo de una vida más larga ha pasado a ser el de una me-
jor calidad de vida para los años que vivamos. La clase médica
dirigente y el público en general debemos apartar de la mente
el dogma de la hipótesis de la higiene, y su principio bási-
co de que las infecciones nos protegen de las alergias y otros
trastornos inflamatorios. Lo que nos falta no son infecciones,
sino los «viejos amigos». Hoy sabemos que el apéndice, del
que en su día se daba por supuesto que era un vestigio inútil
de nuestro pasado evolutivo, en realidad es un refugio micro-
biano, que educa al sistema inmunitario del cuerpo. La apen-
dicitis, lejos de ser una circunstancia inevitable de la vida,
al menos para algunos de nosotros, es una consecuencia de
la pérdida de una rica comunidad microbiana: de los viejos
amigos que nos deberían proteger de los patógenos invasores.
Reconsiderar estas antiguas amistades, las más antiguas que
conoce nuestro cuerpo, está a nuestro alcance.
En el capítulo I, aplicaba el sistema del epidemiólogo para
descifrar la causa de las enfermedades del siglo XXI, y me pre-
guntaba dónde se producen, a quiénes afectan y por qué apa-
recen. Las respuestas reflejaban cambios en nuestro modo de
LA SALUD EN EL SIGLO XXI 343
100% HUMANOS
INTRODUCCIÓN. EL OTRO 90 %
3. EL CONTROL DE LA MENTE
4. EL MICROBIO EGOÍSTA
8. LA RESTAURACIÓN MICROBIANA