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El canario de la mina

3 febrero, 2010 por Redacción

Por Paco Puche

Paco Puche compara en este artículo la figura del canario que se usaba en las minas para
alertar de la presencia de gases nocivos para la salud con el papel como canarios de mina que
interpretan miles de personas de todo el mundo que han sido expuestos a agentes químicos,
materiales como el amianto o han tomado determinadas hormonas con prescripción médica
con terribles consecuencias para el organismo. Según Puche, estas muestran dejan claro que el
sistema actual “resulta inviable”.

SQM. La sigla que abre este artículo, compuesta por solo tres letras, encierra un contenido
inmenso e inquietante: es el anuncio del envenenamiento global a que estamos sometiendo al
planeta y, por ende, a nuestro propio envenenamiento.

Literalmente es el acróstico formado por esa enfermedad denominada Sensibilidad Química


Múltiple y, en palabras de una enferma mundialmente conocida, Eva Caballé, se puede afirmar
que “los afectados de SQM somos como los canarios de la mina, la señal de que el modelo de
sociedad actual es insostenible”.

La metáfora del canario de la mina se usa prolijamente. Como se sabe, los mineros hasta bien
entrado el siglo XX llevaban al tajo un canario consigo. Como no existía ninguna tecnología
capaz de advertirles de la presencia de gases como el metano o el monóxido de carbono, esto
les traía consecuencias fatales. Los canarios son pájaros altamente sensibles y reaccionan con
histéricos aleteos y finalmente con la muerte al entrar en contacto con concentraciones
mínimas de esos gases. De forma que se acostumbraba bajar a un canario en una jaula al
frente de los mineros y si el animalito reaccionaba los trabajadores sabían que no era seguro
continuar. Los canarios se convirtieron en un sistema de alarma que salvaba muchas vidas
humanas.

A los anfibios, en general, se les llama también canarios de las minas porque como su piel es
permeable, estas criaturas son más susceptibles a los contaminantes y a cambios en su hábitat
acuáticos que otros seres vivos. Por su misma naturaleza, son considerados como una especie
“centinela” encargada de avisar de la llegada del enemigo o de condiciones peligrosas. Y así
están avisando: alrededor de un tercio (32 por ciento) de las especies de anfibios se
encuentran en peligro de extinción, representando unas 1.896 especies. En comparación, sólo
el 12 por ciento de todas las especies de aves y un 23 por ciento de todas las especies de
mamíferos están amenazadas.

Otros canarios de las minas son los corales, animales que, a pesar de su antigüedad en
términos geológicos, son muy frágiles y sensibles a los cambios ambientales. Por ejemplo,
mayores temperaturas del agua se han asociado al fenómeno conocido como blanqueamiento
del coral, que es la pérdida del alga endosimbionte de los corales y que puede conducir a su
muerte. El exceso de CO2 en la atmósfera, la contaminación del agua, la destrucción de los
ecosistemas costeros, la sobrepesca, etc., tienen nefastas consecuencias.

Actualmente, los corales ya están con histéricos aleteos, dando un mensaje análogo al que
enviaba antes el canario en las minas.
También, los glaciares son los canarios de las minas del calentamiento global, las subidas
continuas del precio del oro son los canarios de las minas del abandono del dólar, etc.

Y los enfermos de SQM son los canarios de las minas del capitalismo, que al decir de Eva
Caballé, dan “la señal de que el modelo de sociedad actual es insostenible”, la señal del
envenenamiento global. Eso dice, y muchas otras cosas más, en su reciente libro titulado
Desaparecida. Una vida rota por la sensibilidad química múltiple, editado por El Viejo Topo el
pasado agosto. La portada del libro es la fotografía de la protagonista en la plenitud de la vida,
rota ya por el SQM.

Cuenta Eva en este libro la descarnada historia de una enferma permanente, la incomprensión
médica supina, la deshumanización de la medicina, los intereses de las grandes corporaciones,
que imponen sus criterios en la política y en la profesión que ni siquiera reconoce la existencia
de esta enfermedad…, pero sobre todo cuenta su coraje, su afrontamiento de las calamidades
que una tras otra se ceban sobre su cuerpo, sus ganas de vivir, su torrentes de solidaridad con
los que padecen este tipo de enfermedades “raras” (en su caso nada rara, pues afecta al 0,75
por ciento de la población de forma severa y al 12 por ciento de forma moderada o leve) y
cómo se ha terminado convirtiendo en un entretenimiento de feria: “Pasen señores, vean los
freaks del circo: la mujer barbuda, el enano y al lado ‘la mujer burbujas”; que así dice de sí
misma.

Triste título el que le he dado más arriba de “enferma mundialmente conocida”, pero habría
que añadir “hispánicamente desconocida”, a juzgar por el nulo eco en nuestro país de su
reciente artículo publicado en la revista cultural on line Delirio, titulado Nacemos desnudos.
Dicho artículo ha dado la vuelta al mundo, ha sido traducido y publicado en nueve idiomas,
difundido por las asociaciones de SQM y por webs de salud y medioambientales, pero ningún
periódico ni revista de nuestro país se ha interesado en difundirlo.

SQM

Como cuenta en su libro, cuando el 31 de enero de 2008, con 36 años, salió de la clínica del Dr.
Fernández-Solá con un diagnóstico, después de más de dos años intentando enterarse de qué
tenía, dice ella que aquello le “provocó un alud de sentimientos contradictorios. Por un lado,
estaba feliz porque finalmente la pesadilla había acabado… (pero) por otro me sentía
abrumada ante ese diagnóstico múltiple”. Ni más ni menos salió del purgatorio de la
ignorancia sobre qué clase de enfermedad padecía para entrar en el infierno de encontrarse
con “un cuadro que corresponde a un SÍNDROME DE SENSIBILIDAD QUIMÍCA Y AMBIENTAL
MÚLTIPLE… asociado a un SÍNDROME DE FATIGA CRÓNICA en grado intenso, a una
FIBROMIALGIA moderada, a un SÍNDROME SECO y TIROIDITIS AUTOINMUNE”. Una clara
sentencia de invalidez.

Cuenta que desde que tenía memoria su vida ha estado ligada a médicos, pruebas,
diagnósticos y, como no, errores. Que a los 12 años le prohíben bailar y hacer cualquier
deporte porque tiene escoliasis muy acusada y cifosis, y deberá hacer gimnasia correctiva y
natación. Cuenta, que de los muchísimos médicos que ha visitado en su vida la mayoría no la
han escuchado. Que, en una cálida noche de Mallorca, cuando se sentía feliz porque se pudo
quitar el corsé ortopédico e irse a bailar, de pronto sintió mucho calor y ahogo y al mirase en el
espejo estaba hinchada, hecha un monstruo. Era un brote severo de alergia…
Así continúa narrando un cúmulo de desgracias hasta llegar a preguntarse ¿qué me pasa,
doctor? Y contesta taxativa “el calvario que viví esos dos años hasta conseguir un diagnóstico
es enteramente culpa de nuestro Estado y de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Yo
soy un caso de libro y a los dos meses debería de haber tenido diagnóstico, lo cual habría
sucedido si la Sensibilidad Química Múltiple estuviese reconocida. Y no lo está porque los
intereses económicos no lo permiten, porque existen casos documentados desde mediados de
los años 50 e infinidad de estudios que demuestran que es una enfermedad orgánica, física y
real… El poder de la industria por encima de nuestra salud. La parodia de la sociedad del
bienestar”. Hasta llegar, como dijimos más arriba, al diagnóstico de SQM.

Pero para darse bien cuenta del sufrimiento y coraje de esta mujer hay que embeberse en la
lectura del libro, con ánimo suficiente para que las neuronas espejo, esas que nos hacen
proclives a la empatía, no nos jueguen una mala pasada.

Hay que decir, que, en su caso, tiene que evitar totalmente un ambiente con química, lo cual
resulta prácticamente imposible, por lo que actualmente no sale de casa, no tiene contacto
más que con David, su compañero, y con su madre, ha cambiado muebles, suelos, tejidos por
otros absolutamente ecológicos, como la comida, no puede tener libros, ni discos en su casa…,
en fin, que ha de vivir como en una burbuja.

Pero no re rinde, no decae y está luchando para sí misma y para ayudar a todos los que están
en situaciones similares, a través de un blog que llama NON FUN (“no tiene gracia”).

La página 90 del libro nos da una clave para seguir indagando, dice así: “Hay quienes incluso no
ponen el término `química’ en un patético intento de disimular la causa de esta patología”.

Otros canarios de la mina que le han antecedido

Otra mujer, Rachel Carson, a principios de los años 60 del pasado siglo hizo de canario de la
mina intelectual en las profundidades de la industria química de entonces. En su libro La
primavera silenciosa, editado en 1962, denunciaba en toda regla el envenenamiento global a
que se estaba sometiendo la población, y al resto de los seres vivos, con el uso indiscriminado
de insecticidas, herbicidas y biocidas en general.

Si la producción de plaguicidas en Estados Unidos se había multiplicado por cinco entre 1947 y
1960 (había pasado de 50.000 a 250.000 toneladas) descubrimos que estamos viviendo en un
mar de cancerígenos, pero esto no es sólo una impresión subjetiva, decía, porque la Oficina de
Estadística daba, para 1958, una incidencia en las causas de muerte de un 15 por ciento
debidas al cáncer, frente a un cuatro por ciento en 1900. Igualmente, el cáncer en niños era
una rareza a principios de siglo y, seguía diciendo, “hoy, mueren de cáncer más escolares
norteamericanos que de ninguna otra enfermedad… y buena cantidad de ellos formados antes
del nacimiento”.

La Carson denunciaba que en 1960 el 98 por ciento de los entomólogos se dedicaban a la


investigación de insecticidas químicos, y sólo el dos por ciento al control biológico de plagas. Y
explicaba la causa: “¿Cómo puede ser esto?”, y se contestaba diciendo que “las más
importantes fábricas de productos químicos están vertiendo dinero a chorros en las
universidades para financiar las investigaciones de insecticidas… esta situación explica el hecho
confuso de que ciertos eminentes entomólogos figuren entre los principales defensores del
control químico”. Como cabía esperar fue desprestigiada y vituperada por el ya potente lobby
industrial.

En 1997 aparece otro canario de la mina intelectual. Se trata del libro titulado Nuestro futuro
robado, escrito entre dos mujeres y un hombre, y prologado por el mismísimo Al Gore. En
dicho prólogo nos obliga a plantearnos nuevas preguntas acerca de las substancias químicas de
síntesis que hemos esparcido por toda la Tierra.

Es éste “el libro que la industria química no quiere que leas”, nos dice Greenpeace en la solapa
del texto. En el capítulo llamado En defensa propia, los autores confiesan que “la amenaza
investigada en este libro puede parecer abrumadora … (pero) realmente es un problema
aterrador”.

¿De qué se trata? Básicamente del descubrimiento de que ciertas hormonas artificiales como
el caso del DES (dietilestilbestrol), suministrado a más de cinco millones de mujeres
embarazadas en todo el mundo desde 1938 a 1972, producen tremendos efectos en su
descendencia.

Se trata de los denominados disruptores endocrinos, sustancias artificiales que actúan como
hormonas impostoras. Las hormonas son mensajeros químicos que se desplazan por la
corriente sanguínea, transportando mensajes de una parte a otra del cuerpo, que coordinan
órganos y tejidos que trabajan en equipo para mantener el funcionamiento correcto del
organismo. El sistema endocrino dirige también las fases críticas del desarrollo prenatal.

Las hormonas para desencadenar la producción de proteínas concretas necesitan un receptor


particular dentro de la célula, con el que tienen alta afinidad. Cada vez que se encuentran se
unen en un abrazo molecular. Sin esta unión la hormona no funciona. Las hormonas artificiales
lo que hacen es suplantar a la hormona natural y unirse al receptor. Estas hormonas
impostoras trastornan el sistema endocrino. El embrión puede ser especialmente vulnerable
porque estas sustancias químicas pueden atravesar la placenta.

“En el caso de las hijas DES, existen abundantes pruebas de que la droga provoca cáncer de
mucosa vaginal, deformidades del conducto reproductor, embarazos ectópicos, abortos y
partos prematuros”; Puede provocar, también, afecciones al sistema inmunológico y al
desarrollo del cerebro.

Los problemas de los varones expuestos al DES en el útero de sus madres pueden ser:
espermatozoides anormales, artritis, testículos no descendidos y quistes en el epidídimo.

Pero el signo más espectacular y preocupante de los disruptores hormonales, nos dicen lo
autores del libro, se encuentra en los informes que indican que la cantidad de
espermatozoides de los varones ha caído en picado en el último medio siglo. Del orden de un
50 por ciento en algunos países estudiados (British Medical Journal, septiembre de 1992).

El relato que hacen los autores de la presión (y euforia) de la industria farmacéutica es


impresionante: “En 1957 apareció un anuncio de la Grant Chemical Company que
recomendaba el empleo de DES "en TODOS los embarazos". Los médicos lo empleaban a
manos llenas para suprimir la producción de leche después del parto, para aliviar calenturas y
otros síntomas de la menopausia, y para tratar el acné, el cáncer de próstata e incluso para
detener el crecimiento de las muchachas adolescentes que se estaban poniendo más altas de
lo que dictaba la moda”.
El amianto como otro canario de la mina del capitalismo

El asbesto, amianto o uralita es un mineral que empezó a usarse industrialmente a principios


del siglo XX. Por sus propiedades tiene múltiples aplicaciones, pero la más extendida y
conocida es la usada en la producción de fibrocemento. De este material son aún la mayoría de
las tuberías y depósitos de agua y las planchas onduladas que actúan modo de tejados. Hay en
España cerca de tres millones de toneladas de uralita instalada en sus distintos usos.

Desde el principio se sabía que este material desprende pequeñas fibras que terminan
alojándose en el sistema respiratorio y producen la abestosis, que mantiene a los enfermos en
potencial asfixia hasta su muerte. Produce también cáncer de distintos órganos y el
mesotieloma, un cáncer específico del amianto que tarda en manifestarse, pero de desarrollo
vertiginoso.

Desde que se inició el siglo se ha prohibido en 45 países, pero en más de 100 sigue siendo
usado con profusión. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) calcula que cada año
están muriendo a causa de la exposición al amianto (laboral, familiar o ambiental) unas
100.000 personas, tantas como en el gran terremoto de Haití, amén de las que hay enfermas
y/o van a hacerlo, porque la tragedia continúa.

Durante estos 100 años el negocio ha estado, básicamente, en manos de un oligopolio


denominado Eternit (llamado así por lo que dura la fibra asesina), y este a su vez ha
pertenecido a unas pocas familias. Uno de sus propietarios, Stephan Schmidheiny, ha tenido la
ocurrencia de hacerse humanitario y ha montado una multinacional de la filantropía
denominada AVINA, y una especie de sucursal denominada ASHOKA, a la que ha dotado con
una parte importante de su fortuna (es uno de los 300 hombres más ricos del mundo). Un
claro alzamiento de bienes para no tener que responder a los damnificados los próximos 30
años.

Pero como son tantas las víctimas del amianto, en estos momentos pesa sobre Schmidheiny un
juicio penal en Turín, denunciado por 3.000 afectados, 2.000 de ellos ya muertos, por los que
el fiscal pide 13 años de reclusión y un millón de euros por cada víctima. La única humanidad
que le cabe al supuesto filántropo es indemnizar a los cientos de miles de víctimas de sus
empresas, esparcidas por todo el mundo. Es la primera vez que un gran propietario de este
tipo de empresas es imputado por homicidio involuntario. Muchas víctimas consideran que
debería ser un Tribunal Penal Internacional el encargado de enjuiciarlo por presunto genocidio
laboral, y en ello están.

Del lobby de Eternit, dice el ex diputado europeo Remi Poppi, que es “la fuerza siniestra que
obtiene provecho del amianto, y no se lo piensa dos veces a la hora de recurrir al chantaje, el
engaño y las prácticas deshonestas para proteger (…) los beneficios de las empresas”.

Y la OMS afirma que “actualmente unos 125 millones de personas de todo el mundo se
encuentran expuestas al amianto en su lugar de trabajo. Estimaciones globales muestran que
todos los años mueren, como mínimo, 90.000 personas de cáncer de pulmón, mesotelioma y
asbestosis”

Pero hay más


Volvamos al principio ¿cómo puede alguna persona tener una Sensibilidad Química Múltiple de
tal envergadura que no pueda de salir de su burbuja, libre de todo atisbo de sustancia química
sintética presente?

Se calcula que, en el mercado europeo, se comercializan más de 100.000 sustancias químicas y


cerca de un millón de preparados químicos, y cada año se añaden 1.000 sustancias nuevas. De
estas 100.000, se tienen pocos o ningún dato de unas 75.000. Por ejemplo, en el año 2001 la
Agencia Europea de Medio Ambiente sólo había publicado las evaluaciones de riesgos
completos de seis sustancias (en E. Blount y otros, Industria como naturaleza, 2003, p. 108).
Para hacer evaluaciones del resto de las sustancias, tendríamos que esperar muchos años para
saberlo. Y lo que no alcanzaríamos a saber nunca es sobre sus efectos a largo plazo, y menos
aún, el resultado de sus combinaciones y sinergias.

Si tenemos en cuenta los casos arriba mencionados, el amianto, por ejemplo, produce sus
efectos letales varias decenas de años después de haber estado expuestos al mismo, o el DES
cuyos efectos nocivos aparecen en las generaciones siguientes. La salida a esta situación pasa
por aplicar con rigor el principio de precaución (con la carga de la prueba exigida a los
comerciantes) y con ir retirando la mayor parte de los venenos ahora presentes.

Este es el envenenamiento global: “cada minuto se envenenan, al menos, seis personas en el


mundo. Por plaguicidas, la OMS calcula que mueren 220.000 personas al año, 37.000 contraen
cáncer y 700.000 dermatosis…” (Riechmann, Cuidar la T(t)ierra, 2003).

Luchar con esperanza por el cambio de sistema

Y para terminar, nada mejor que las palabras de lucha y esperanza de Eva Caballé, que ha sido
la persona que me ha inspirado este artículo: “mientras soñamos con que la investigación
avance y nos dé una esperanza de curarnos, debemos luchar con inteligencia, unidos a nivel
internacional, ya que la lucha de nuestro colectivo va mucho más allá de la SQM y de nuestras
fronteras… (porque) cada vez más gente tiene enfermedades ambientales… nadie se escapa a
la agresión a la que estamos sometidos… ¿Será que tantas sustancias tóxicas han conseguido
convertirnos en borregos?”

Todos los canarios introducidos hasta ahora en las laberínticas galerías de la mina capitalista
nos han venido devolviendo la señal de alarma de que el sistema está tan emponzoñado que
resulta inviable.

Asistimos al fin de una época. www.ecoportal.net

Paco Puche , librero y ecologista. Enero de 2010

www.revistaelobservador.com

https://www.ecoportal.net/salud/el_canario_de_la_mina/#:~:text=Los%20canarios%20se
%20convirtieron%20en,acu%C3%A1ticos%20que%20otros%20seres%20vivos
¿QUÉ ES LA BIOTECNOLOGÍA?

La biotecnología es el empleo de organismos vivos para la obtención de un bien o servicio útil


para el hombre. Muchas veces pensamos que es un término relativamente nuevo, pero en
realidad el ser humano se está beneficiando de la biotecnología desde hace miles de años,
incluso sin saberlo.

La biotecnología convive con nosotros cotidianamente. "Bio" significa vida. Es una herramienta
precisa que hace más eficientes métodos tradicionales y adaptaciones naturales. Abarca desde
el mejoramiento de plantas y animales hasta la fermentación de alimentos, y tiene aplicación
en los campos de la medicina, la agroindustria, la industria textil, la industria plástica, la
construcción, la energía, etc.

La biotecnología llamada “tradicional” se utiliza hace muchísimo tiempo y se basa en el uso de


microbios para fabricar, por ejemplo, vino, cerveza, queso, pan y yogurt. Hoy en día, cuando
hablamos de biotecnología, el término engloba también a la “biotecnología moderna”, aquella
que utiliza técnicas de ingeniería genética para producir medicamentos como la insulina,
enzimas que se usan en la industria alimenticia, textil y del papel, y para mejorar cultivos y
animales.

La biotecnología moderna surge en la década de los 80, y utiliza técnicas, denominadas en su


conjunto "ingeniería genética", para modificar y transferir genes de un organismo a otro. De
esta manera es posible producir proteínas de interés, como enzimas, fármacos, vacunas, y
otras moléculas de manera segura y más eficiente. Un ejemplo de la aplicación de la
biotecnología moderna es la producción de insulina humana en bacterias, que reemplaza a la
insulina de cerdo utilizada originalmente, mejorando, consecuentemente, el tratamiento de la
diabetes. La gran mayoría de las enzimas que se utilizan hoy en la producción de alimentos se
obtienen de microorganismos genéticamente modificados. Un ejemplo es la quimosina bovina
producida en cártamo transgénico y utilizada para la producción de quesos.

Como decíamos anteriormente, la ingeniería genética también es utilizada para mejoramiento


animal. Puede ser usada para mejorar ganado y otros animales de importancia económica,
mejorando la eficiencia de producción de carne, o leche, o el bienestar animal, o para producir
leche con mayor valor nutricional o que contenga proteínas de importancia farmacéutica. Un
ejemplo de animales transgénicos aprobados para consumo humano, y ya comercialmente
disponible en EEUU y Canadá, es el salmón transgénico que alcanza su peso de faena en la
mitad del tiempo que el convencional, incrementando la eficiencia y permitiendo la
producción de salmón más cerca de los centros de consumo.

La ingeniería genética también es una herramienta fundamental para el mejoramiento de los


cultivos. Los cultivos transgénicos son aquellos a los que se le ha agregado uno o unos pocos
genes por técnicas de ingeniería genética. Estos genes pueden proceder de cualquier otro
organismo, como bacterias, animales u otras plantas. El objetivo de estas modificaciones
genéticas es incorporar nuevas características o modificar algunas preexistentes y así obtener
beneficios (por ejemplo: resistir a una plaga o tolerar condiciones climáticas adversas como la
sequía o las heladas, mejorar la calidad nutricional, producir más proteínas o vitaminas, o
mejorar la composición de aceites). En nuestra mesa y en nuestra vida cotidiana hay infinidad
de productos derivados de los cultivos transgénicos que se siembran en Argentina: la soja, el
maíz y el algodón. De hecho, los alimentos derivados de cultivos transgénicos están en nuestra
mesa hace más de 25 años. También hay otros desarrollos que todavía no llegaron a nuestra
mesa como las papas transgénicas resistentes a virus

Claramente, la biotecnología está muy presente en nuestra alimentación, salud y vida


cotidiana.

Los cultivos transgénicos en Argentina

El primer cultivo transgénico en Argentina fue la soja tolerante a glifosato. Se aprobó, y


sembró por primera vez, en 1996 y desde ese momento el área sembrada con cultivos
transgénicos, también llamados genéticamente modificados (GM), ha crecido en forma
sostenida. Otro tipo de cultivos transgénicos aprobados, y muy rápidamente adoptados en
Argentina, son los cultivos resistentes a insectos (cultivos Bt). Incluso hay varios cultivos
transgénicos que combinan la tolerancia a herbicidas y la resistencia a insectos. Con alrededor
de 24 millones de hectáreas sembradas, que representan el 12-13% de la superficie global de
transgénicos, Argentina está posicionada como el tercer productor mundial de cultivos GM,
después de Estados Unidos y Brasil.

La tasa de adopción de cultivos transgénicos es una de las más altas en cuanto a adopción de
nuevas tecnologías en el sector agropecuario argentino, y supera inclusive a la observada con
la incorporación de los híbridos en el cultivo de maíz. Esto indica un alto grado de satisfacción
por parte del agricultor con respecto a los beneficios que provee la biotecnología que ofrece,
además de la disminución de los costos, otras ventajas, como mayor flexibilidad en el manejo
de los cultivos, disminución en el empleo de insecticidas, mayor rendimiento y mejor calidad
de la producción. Adicionalmente, lo cultivos transgénicos se complementan muy bien con
prácticas de labranza conservacionistas, como la siembra directa, contribuyendo a la
conservación del suelo, simplificación de manejo y reducción de costos de producción.

Este proceso, casi sin precedentes en la agricultura moderna, ha presentado enormes


beneficios económicos para el país. Un trabajo realizado en 2016 por el Dr. Eduardo Trigo
concluyó que este proceso de incorporación de nuevas tecnologías tuvo un profundo impacto
de transformación en la agricultura argentina y en la economía nacional. Los beneficios totales
generados por los cultivos GM fueron calculados en más de 126 mil millones de dólares en los
primeros 20 años trascurridos desde su introducción en el mercado argentino.

https://www.argenbio.org/cultivos-transgenicos/65-cultivos-transgenicos/197-los-cultivos-
transgenicos-en-argentina

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