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Kerbs, Raúl A. Cómo El Pensamiento Cristiano Ha Sido Condicionado Por La Filosofía y Cómo Puede Dejar de Serlo.

Libertador San
Martín, Entre Ríos, Argentina: Editorial Universidad Adventista de la Plata, 2023.

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Kant comienza a estudiar las presuposiciones de la razón y propone
una modificación moderna de su interpretación tradicional.

Emanuel Kant (1724-1804) nació en Konigsberg, ciudad que pertenecía


a Prusia y que en aquellos tiempos estaba en manos alemanas.
Procedente de una familia humilde, estudió matemáticas, ciencias
naturales, filosofía y teología hasta los veintidós años en la universidad
de Konigsberg. Después de enseñar por varios años como profesor
particular en la casa de algunas familias ricas de la ciudad y otros años
más como profesor sin sueldo en la universidad, a los cuarenta y seis
años logró cumplir con los requisitos para acceder al cargo de profesor
titular de filosofía en la mencionada institución. Kant fue famoso por
llevar una vida muy metódica y regular con sus conocidos paseos diarios
exactamente a la misma hora. Debido a su estilo muy sedentario, se
alejó solo unos pocos kilómetros de Konigsberg durante toda su vida. En
1781, a los cincuenta y siete años, publicó una obra, la Crítica de la
razón pura, cuya preparación le demandó diez años. Esta y otras obras
que le siguieron - Crítica de la razón práctica (1788), Crítica del juicio
(1790), y La religión dentro de los límites de la razón (1793) - lo
convirtieron en uno de los pensadores más importantes de toda la
historia de la filosofía.

La interpretación del conocimiento.


Antes de desarrollar su propio pensamiento, Kant perteneció al
racionalismo que había surgido con Descartes. Por tanto, estaba
familiarizado con la idea de que antes de hablar de la realidad, hay que
probar que la mente puede conocerla. Esta idea también estaba en el
empirismo inglés y Kant llegó a conocer el pensamiento de Hume, con
el cual aprendió que, sin la experiencia sensorial, la razón no puede
producir conocimiento. Esto lo llevó a cuestionar el racionalismo, pero

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al mismo tiempo le planteó el problema del escepticismo al que


conducía el pensamiento de Hume.

El planteo del problema del conocimiento


Kant nació cuatro años antes de la muerte de Newton. En la historia de
las ideas, esto lo colocó en una situación distinta a la de los racionalistas
y a la de Hume. Porque la física matemática de Newton era un
conocimiento que se fundaba en la experiencia sensorial -como exigía
el empirismo-, pero alcanzaba a formular leyes que eran universales y
necesarias (como la ley de la gravedad), exactamente como lo eran las
verdades de la razón o ideas innatas de los racionalistas. Esto le
planteaba a Kant una situación muy extraña: de la experiencia sensorial
-que siempre es particular (tiene validez solo aquí y ahora) y
contingente (su contrario siempre es posible)-, la física de Newton
extraía un conocimiento universal y necesario, es decir, enunciados que
valen siempre y en todas partes y cuyo contrario es imposible. Por
ejemplo, el físico está aquí y ahora en este laboratorio, calienta un
metal, este se dilata y, a partir de unas pocas experiencias como esta, el
físico formula una ley que dice que siempre y en todas partes el calor
necesariamente dilatará todos los cuerpos. Y esta ley siempre se
cumple. La pregunta de Kant, entonces, es: ¿cómo son posibles estas
leyes? ¿De dónde sale lo universal y necesario de estas leyes? Si bien la
experiencia juega un papel importante en la física matemática de
Newton, ella siempre es particular y contingente, por tanto, lo universal
y necesario de las leyes científicas no puede proceder de ella. ¿De
dónde procede entonces?

A diferencia de los racionalistas y empiristas, quienes trataban de


fundar un conocimiento que había que construir, Kant tenía un
conocimiento ya producido: la física matemática de Newton. La razón ya
había producido este fruto. Para responder a aquellas preguntas, Kant
sostiene que hay que analizar este producto, ver cómo ha sido
construido por la mente humana y a partir de qué componentes y

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supuestos. Aquí Kant hace una distinción importantísima: la razón y sus


productos. Aunque no son dos cosas que se dan separadas -ya que solo
tenemos los productos-, Kant se da cuenta de que aquí se abre un
nuevo campo de estudio porque, en lugar de seguir produciendo
nuevos conocimientos, hay que conocer cómo hace la razón para
producir conocimientos y a partir de qué componentes los produce.
Esto es lo que venimos haciendo en toda esta obra, aunque nosotros no
analizamos la física de Newton -como Kant-, sino las teorías filosóficas,
la revelación bíblica y las teorías teológicas que surgieron a partir del
uso de las ideas filosóficas. Es decir que Kant, ampliando lo que ya
venían haciendo los racionalistas y empiristas, inauguró ese campo que
consiste en analizar un producto de la razón para saber cómo ha
procedido esta para producirlo. Nuestro interés aquí es saber si la
teología cristiana interpretó las presuposiciones básicas de la mente de
una forma filosófica humana o de una forma bíblica. El interés de Kant
era saber cuáles son los supuestos de la física matemática de Newton y
cuál de ellos provee la universalidad y la necesidad de sus leyes.
Además, Kant estaba interesado en saber si las teorías filosóficas
tradicionales acerca de Dios, el hombre y el mundo cumplían con los
supuestos y reglas de la física matemática de Newton.

A diferencia de los racionalistas y empiristas, quienes trataban de


fundar un conocimiento que había que construir, Kant tenía un
conocimiento ya producido: la física matemática de Newton. La razón ya
había producido este fruto. Para responder a aquellas preguntas, Kant
sostiene que hay que analizar este producto, ver cómo ha sido
construido por la mente humana y a partir de qué componentes y
supuestos. Aquí Kant hace una distinción importantísima: la razón y sus
productos. Aunque no son dos cosas que se dan separadas -ya que solo
tenemos los productos-, Kant se da cuenta de que aquí se abre un
nuevo campo de estudio porque, en lugar de seguir produciendo
nuevos conocimientos, hay que conocer cómo hace la razón para
producir conocimientos y a partir de qué componentes los produce.

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Esto es lo que venimos haciendo en toda esta obra, aunque nosotros no


analizamos la física de Newton -como Kant-, sino las teorías filosóficas,
la revelación bíblica y las teorías teológicas que surgieron a partir del
uso de las ideas filosóficas. Es decir que Kant, ampliando lo que ya
venían haciendo los racionalistas y empiristas, inauguró ese campo que
consiste en analizar un producto de la razón para saber cómo ha
procedido esta para producirlo. Nuestro interés aquí es saber si la
teología cristiana interpretó las presuposiciones básicas de la mente de
una forma filosófica humana o de una forma bíblica. El interés de Kant
era saber cuáles son los supuestos de la física matemática de Newton y
cuál de ellos provee la universalidad y la necesidad de sus leyes.
Además, Kant estaba interesado en saber si las teorías filosóficas
tradicionales acerca de Dios, el hombre y el mundo cumplían con los
supuestos y reglas de la física matemática de Newton.

Para estudiar los componentes del conocimiento en la física matemática


de Newton, Kant analiza sus enunciados o juicios. La lógica distinguía
tradicionalmente entre juicios analíticos y enunciados sintéticos. En los
primeros, el predicado está contenido en el sujeto y no agrega nada a
él. Por ejemplo, "un triángulo tiene tres ángulos": el concepto de "tener
tres ángulos" ya está contenido en el concepto de "triángulo". En los
enunciados sintéticos, el predicado no está contenido ya en el sujeto,
sino que agrega nueva información, como, por ejemplo, "el pizarrón es
blanco": el concepto de "blanco" no está contenido en el concepto de
"pizarrón". Otra diferencia: mientras que los enunciados analíticos no se
fundan en la experiencia, sino en un mero 'análisis' del sujeto (por eso
se llaman "analíticos"), los juicios sintéticos se originan y se fundan en
la experiencia. Kant señala que los juicios analíticos son posibles porque
hay ciertas características de las cosas que ya se saben antes de la
experiencia e independientemente de ella, por ejemplo, que un cuerpo
es extenso, que es impenetrable o que tiene una figura. En cambio, para
formular un juicio sintético, como, por ejemplo, "un cuerpo es pesado",
se necesita la experiencia sensorial. Una tercera diferencia reside en

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que los juicios analíticos son válidos independientemente de la


experiencia, es decir, son válidos a priori. Como no se necesita ninguna
experiencia para validarlos, estos juicios son universales y necesarios:
son válidos siempre y en todas partes y su contrario es imposible. Los
enunciados sintéticos, en cambio, siempre dependen de una
experiencia que los confirme. Por lo tanto, son válidos a posteriori.
Como la experiencia siempre se da en un "aquí" y en un "ahora", estos
enunciados son particulares y contingentes, siempre dependen del
momento y lugar de la experiencia y su contrario siempre es posible.

Ahora Kant formula su gran problema filosófico utilizando los conceptos


que acabamos de definir. La gran sorpresa que presenta el
conocimiento de la ciencia de Newton para Kant es que en matemática
y física hay enunciados que se fundan en la experiencia, pero son
válidos a priori. No son enunciados analíticos ni sintéticos, sino
"sintéticos a priori". Por ejemplo, si decimos que "siete más cinco es
igual a doce", pareciera que el concepto de "doce" ya está contenido en
los conceptos de "cinco", "suma" y "siete", por tanto, es un juicio
analítico. Pero no es así porque, para obtener el concepto de doce, hay
que apelar a una experiencia mental por la cual se adicionan las
unidades hasta formar el cinco y el siete, luego hay que realizar la
experiencia de la adición de ambos hasta obtener el concepto de doce.
Es un juicio sintético porque hay una experiencia que hace la mente,
pero es universal y necesario. Algo similar ocurre en geometría con el
enunciado "la línea recta es la más corta entre dos puntos". No es un
juicio analítico porque el concepto de "la línea más corta entre dos
puntos" no está contenido en el concepto de "línea recta", el cual solo
significa una serie de puntos colocados todos en la misma dirección. La
mente realiza una experiencia intuitiva del espacio por la cual añade la
noción de "la línea más corta entre dos puntos" al concepto de "línea
recta". Por eso, el predicado agrega algo nuevo al sujeto creando un
juicio sintético, pero el juicio es válido independientemente de la
experiencia, ya que no hace falta medir para saber que el juicio "la línea

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recta es la más corta entre dos puntos" es verdadero. En física también


hay juicios sintéticos a priori. Por ejemplo, cuando se dice que "en
todos los cambios del universo corpóreo la cantidad de materia se
conserva", en el concepto de "materia" no está contenido el concepto
de "conservación", sino que este agrega nueva información obtenida
por medio de una experiencia mental.

Frente a esta novedad que representan estos juicios sintéticos a priori,


Kant pregunta: ¿cómo son posibles esos juicios? ¿Cómo es que la mente
humana puede formular juicios que se basen en la experiencia, pero
que, en lugar de ser particulares y contingentes, sean universales y
necesarios? La gran obra de Kant, Crítica de la razón pura, es la
respuesta a estas preguntas. Para encontrar estas respuestas, Kant va a
buscar los elementos que les dan universalidad y necesidad a los juicios
sintéticos a priori. Y el lugar en donde Kant busca esos elementos no
son los objetos, sino la razón misma, en lo que ya hemos definido como
el componente a priori.

La interpretación del conocimiento desde la física matemática de


Newton
Debido a las limitaciones de esta obra, no podemos seguir aquí los
detallados análisis que hace Kant en cada área del conocimiento
fisicomatemático. Kant encuentra que, en el conocimiento matemático,
la mente continuamente aporta dos intuiciones puras a priori que son el
espacio y el tiempo. Que sean intuiciones significa que no son
conceptos y, por tanto, que están ubicadas en la sensibilidad, que es la
capacidad que el sujeto tiene de ser afectado por los objetos mediante
sensaciones. Que sean puras significa que no proceden de la
experiencia sensorial (no son intuiciones de cosas) y que sean a priori
significa que ya están en la mente antes e independientemente de
dicha experiencia. Lo que Kant quiere decir es que, para producir
conocimiento en matemática, la mente continuamente está intuyendo
el espacio y el tiempo, que son una especie de coordenadas que

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ordenan la información según las orientaciones espaciales (arriba-


abajo, delante-detrás, izquierda-derecha, etc.) y temporales (la sucesión
pasado-presente-futuro). En efecto -afirma Kant-, las matemáticas son
un conocimiento en el que realmente no se necesita una pizarra ni un
papel, sino que se pueden construir solo con la mente, pero nunca sin
estar continuamente intuyendo el espacio y el tiempo. Solo con esas
intuiciones se pueden realizar las operaciones aritméticas y construir
todas las figuras y los cuerpos geométricos. Por ejemplo, intuyendo el
espacio y el tiempo se puede pensar en dos puntos, los unimos y
entonces tenemos la recta. Hacemos girar la recta alrededor de uno de
sus puntos y construimos el círculo. Cortamos el círculo por su
diámetro, hacemos girar el semicírculo resultante alrededor del
diámetro y construimos la esfera. Y así podemos hacer con toda la
geometría. Todo esto lo podemos hacer sin recibir datos de los sentidos.
Según Kant, esto prueba que el espacio y el tiempo no son cosas
externas, sino condiciones de conocimiento que ya están en la mente
antes e independientemente de la experiencia sensorial de cosas
externas.

El espacio y el tiempo tampoco son cosas que están dentro de la mente;


en sí mismos no son nada, solo existen como condiciones del
conocimiento o como parámetros ordenadores de las sensaciones que
el sujeto recibe de los objetos. Fuera de esta función no son nada. Pero
sin esta función no tendríamos conocimiento del mundo, ni siquiera
podríamos ser un yo frente a un mundo. En efecto, si no tuviéramos
desde siempre la intuición del espacio en la mente, no podríamos
distinguir entre "yo estoy aquí" y "el mundo está allí". Si no tuviéramos
desde siempre la intuición del tiempo, no podríamos saber que el "yo"
que soy ahora es el mismo "yo" que fui durante todo el tiempo anterior
que ya he vivido. Es decir que, sin el espacio y el tiempo, "yo" ni siquiera
podría ser "yo".

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Según Kant, esas condiciones (espacio y tiempo) valen para todo


conocimiento. Cuando conocemos la realidad externa, los datos de los
sentidos no vienen ordenados en el espacio y el tiempo, es la mente la
que los ordena. Sin ese ordenamiento no podríamos conocer nada. Es
decir que conocemos el mundo tal como la mente lo ordena y no
podemos saber cómo es el mundo sin ese orden porque, para
conocerlo, la mente ya impondría sus coordenadas de espacio y tiempo.
No existe fuera del sujeto una realidad ya ordenada que luego la mente
se limitaría a copiar como si fuera una cámara fotográfica. Kant acepta
que existe una realidad fuera de la mente porque las sensaciones tienen
que llegar desde algo real. Pero enfatiza que de esa realidad solo se
puede conocer lo que la mente es capaz de ordenar en el espacio y el
tiempo.

Kant está haciendo un cambio gigantesco en la historia de la filosofía


porque sostiene que la mente humana no puede conocer nada que esté
fuera de los parámetros de espacio y tiempo, los cuales ella impone a
los datos que proceden de los objetos. El mundo espacio-temporal, que
para la filosofía griega era el mundo de las apariencias, para Kant es el
único mundo que la mente humana puede conocer. Mientras que en la
filosofía tradicional el conocimiento era el resultado de un proceso por
el cual se eliminaba todo lo espacial y temporal para obtener una
verdad atemporal, en el producto del conocimiento Kant encuentra el
espacio y el tiempo como condiciones necesarias. Además, Kant está
diciendo que no podemos saber cómo es la realidad en sí misma, sino
solo cómo es la realidad para nuestros parámetros cognitivos. La
revolución que Kant está haciendo se expresa en la crucial distinción
entre el fenómeno -o cosas tal como son para nosotros- y el noúmeno -
o cosas tal como son en sí mismas-. Según Kant, nosotros solo podemos
conocer fenómenos.

Hasta aquí Kant sostiene que lo que da universalidad y necesidad a los


juicios sintéticos a priori de las matemáticas es el hecho de que las

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mentes de todos los sujetos están estructuradas por las mismas


normas: el espacio y el tiempo. Es decir que, cuando producimos
conocimiento matemático, los sujetos particulares en realidad
funcionamos como un sujeto universal porque el espacio y el tiempo
son los mismos para todos. Por eso, los conocimientos que producimos
no tienen una validez particular y contingente, sino universal y
necesaria. El conocimiento matemático es universalmente válido y
necesario porque en él no podemos proceder según deseos
individuales, sino que tenemos que seguir las normas que nos imponen
el espacio y el tiempo que regulan el funcionamiento de nuestra mente
y el de todos los sujetos por igual. Es decir que el espacio y el tiempo no
son subjetivos, sino que son normas universales y necesarias del
conocimiento. La existencia de las matemáticas, para Kant, es la prueba
de ello.

Es cierto que las matemáticas no estudian objetos físicos, pero ellas ya


muestran que, si podemos tener experiencias de objetos físicos
externos o psíquicos internos (como nuestras propias vivencias), esas
experiencias deberán someterse a los parámetros ordenadores del
espacio y el tiempo. Estas son las condiciones de posibilidad del
conocimiento de todo objeto. Sin embargo, no se pueden conocer los
objetos solo ordenando en el espacio y el tiempo las sensaciones que
recibimos de ellos. Lo único que tendríamos sería una multiplicidad de
sensaciones visuales, táctiles, auditivas, gustativas, térmicas, ordenadas
espacial y temporalmente.

Al analizar la física de Newton, Kant encuentra que, para conocer


objetos, la mente ordena las sensaciones no solo según los parámetros
de espacio y tiempo, sino, además, según una serie de conceptos que
Kant denomina "categorías". Kant muestra que, para conocer objetos
externos, la mente, además de ordenarlos en el espacio y en el tiempo,
los ordena según la relación "causa-efecto", los piensa como una
"pluralidad" de cosas, como una "unidad", como partes de una

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"totalidad", como objetos que provocan una "acción" y están sometidos


a una "reacción", por nombrar solo algunas de las categorías. Estos
nuevos parámetros o condiciones no son intuiciones, sino conceptos y,
pertenecen a lo que Kant denomina el "entendimiento". Pero, al igual
que las intuiciones, existen en la mente antes e independientemente de
la experiencia, es decir que también son a priori. Y no son conceptos
obtenidos de la experiencia sensorial, por tanto, son conceptos puros.
Kant explica que las categorías están en la mente porque, por medio de
los sentidos, nunca tenemos sensaciones de la "causa", el "efecto", la
"unidad", la "pluralidad", la "totalidad", la "acción", la "reacción". Pero
esas categorías tienen que estar en la mente porque, de lo contrario, no
podríamos tener percepciones de fenómenos que son causas, ni de
otros fenómenos que son efectos, ni de acciones ni reacciones, y,
entonces, tampoco existirían los enunciados de la física sobre relaciones
causales, sobre unidades, pluralidades, acciones y reacciones, los cuales
son leyes naturales y, por tanto, son enunciados verdaderos en forma
universal y necesaria.

Ya sabemos que, para Kant, una realidad que no se deja ordenar según
el espacio y el tiempo no se puede conocer. De la misma manera, ahora
Kant nos está diciendo que una realidad que no se deja ordenar, por
ejemplo, según la categoría de causa y efecto, tampoco se puede
conocer. Si en la realidad apareciera un ser que no es causa de un
efecto y al vez no es efecto de otra causa anterior, la mente no lo podría
conocer. Algo que no se puede poner bajo el concepto de unidad, que
no se puede ordenar junto con otras cosas como una pluralidad ni como
formando parte de una totalidad de cosas, no se puede conocer.

Utilizando terminología aristotélica, pero dándole otro significado, Kant


concluye que, para que se produzca conocimiento, tiene que haber una
materia y una forma. La materia son las sensaciones que la mente
recibe de las cosas mediante los sentidos. La forma son las intuiciones
(espacio y tiempo) y las categorías que existen a priori en la mente del

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sujeto. Estas formas ordenan la materia que llega desordenada a la


mente. Esta produce ese ordenamiento en forma espontánea e
instantánea. Nosotros no somos conscientes de ese proceso ni
podemos conocer por un lado la materia y, por otro lado, la forma. Solo
conocemos el producto final. Por eso, nunca vemos un mundo
desordenado, sino siempre un mundo ordenado. Pero es la mente la
que lo ordena a partir de sus propias condiciones o parámetros. Kant
toma el producto final (la física matemática de Newton y también el
conocimiento cotidiano que todos tenemos) y separa los dos
componentes para saber cómo se ha elaborado ese producto y cuáles
son las condiciones o presupuestos (intuiciones puras y categorías) que
tienen que estar ya en la mente para que el conocimiento sea posible. A
través de esa separación, Kant produce su famosa "revolución
copernicana", la cual consiste en la idea de que, en la producción del
conocimiento, no es la mente la que gira alrededor de los objetos, sino
que estos giran alrededor de la mente. En otras palabras, no son los
objetos los que determinan lo que habrá en la mente del sujeto, sino
que lo que hay en la mente del sujeto determinará el conocimiento de
los objetos.

La materia y la forma nunca se dan separadas, por eso, no hay en la


mente ningún conocimiento anterior a la experiencia. Las intuiciones
del espacio y el tiempo y las categorías no son conocimientos innatos,
como diría Descartes. Porque ellas solo tienen significado cuando se
ponen a ordenar los datos que provienen de la experiencia sensorial;
fuera de esta aplicación, no tienen ningún uso. Por tanto, para Kant, el
conocimiento comienza con la experiencia sensorial -como decían los
empiristas-. Pero -contra lo que pensaban los empiristas-, para Kant,
esto no implica que todo el conocimiento procede de la experiencia
porque también es el resultado de la ordenación que la mente realiza
cuando es afectada por la experiencia sensorial. Esa ordenación que
realiza la mente es la que da universalidad y necesidad a los enunciados
de la física matemática de Newton. Las condiciones que aporta la

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mente (intuiciones de espacio y tiempo y categorías) son lo que, según


Kant, es universal y necesario (está en todas las mentes de todos los
sujetos) y lo que, por tanto, evita caer en el escepticismo de Hume.

Completando su interpretación del conocimiento, Kant sostiene que en


la razón existen las ideas de Dios, alma y mundo. Esas ideas no sirven
para conocer objetos, sino para ordenar y conectar entre sí los
conocimientos acerca de los objetos. La idea de mundo sirve para
ordenar todos los conocimientos acerca del mundo externo en una
unidad y poder pensar todos los fenómenos externos como partes de
un todo. La idea de alma permite ordenar todos los conocimientos
acerca del mundo interno en otra unidad y poder pensar los fenómenos
internos como partes de otro todo. La idea de Dios sirve para conectar y
ordenar todos los conocimientos de las dos unidades anteriores en una
unidad última y poder pensar las dos totalidades anteriores como
partes de un todo supremo. Por eso no puede haber más ideas que
estas en la razón.

Kant advierte que nunca puede haber conocimiento de esas


totalidades. Se puede aumentar el conocimiento de los fenómenos,
pero ningún aumento de ese conocimiento permitirá llegar jamás al
conocimiento del todo. Por eso, las ideas que la razón tiene también
cumplen con una especie de vigilancia en la producción de
conocimiento, impidiendo cualquier tentación de hacer afirmaciones
acerca del todo, como, por ejemplo, afirmar que existe una primera
causa de todas las cosas o afirmar un primer comienzo del mundo o
negar estas afirmaciones. No se puede decir que la serie total de los
fenómenos es infinita. Tampoco se puede decir que es finita. No se
puede hacer esto porque el todo está en otro nivel, que no es
cognoscible, ya que no es y nunca será un objeto de nuestra experiencia
sensorial. En otros términos, las ideas establecen que, cuando
conocemos, no podemos ir más allá de los fenómenos y que siempre

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hay que explicar los fenómenos a partir de fenómenos porque la


totalidad de los fenómenos es solo una idea.

La conexión y ordenación de los conocimientos en unidades y en una


totalidad última es una necesidad de la razón. La mente humana, para
Kant, necesita pensar que lo que ella produce no es una colección
azarosa de conocimientos aislados, sino un sistema conectado que
forma una unidad. Según Kant, esas grandes unidades (Dios, alma y
mundo) no se pueden conocer porque no son objetos de la experiencia,
solo se pueden pensar como ideas de la razón. En la razón -ejemplifica
Kant- existe la idea de una inteligencia suprema (Dios). Ningún objeto
de la experiencia corresponde a esa idea porque la función de esa idea
no es conocer un objeto llamado Dios, sino solo pensar las cosas como
si recibieran su existencia y sus propósitos de una inteligencia suprema.
De esa forma, todas las cosas quedan conectadas en una unidad
suprema para la razón. Pero está claro que, para Kant, no se puede decir
que Dios es cognoscible.
En la Crítica de la razón pura, la necesidad de conectar todos los
conocimientos en una unidad es una manifestación del carácter
sistemático que tiene la razón humana. Para nosotros, ese carácter de la
razón es importante porque, si en el conocimiento todo está conectado
con todo, entonces el conocimiento que la razón produce está siempre
conectado con la interpretación de las presuposiciones de la mente que
se asume. Esa interpretación va a determinar los conocimientos que la
razón produce debido al carácter sistemático de la mente humana. Kant
pensaba que la conexión de todos los conocimientos se produce a
través de las ideas de Dios, alma y mundo. Nosotros no estamos de
acuerdo con esto, pero sí con el carácter sistemático de la razón.

Según Kant, en la razón hay tendencia natural a aplicar las ideas más
allá de la experiencia y, en consecuencia, a darles realidad objetiva,
produciendo una ilusión irresistible e inevitable de creer en la existencia
del mundo como un todo, en la existencia del alma y en la existencia de

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Dios. Kant describe esta ilusión como algo natural a la razón. La razón
no puede evitar pensar que el orden y conexión que las ideas proveen a
los conocimientos es un orden y conexión que existe en la realidad
misma. Es decir, no puede evitar pensar que existen el mundo como un
todo, el alma y Dios. Pero esto es una ilusión de la razón.

Kant explica que esta ilusión no se produce porque el sujeto se deja


engañar por los sentidos o por la imaginación, sino porque aplica las
categorías del entendimiento (por ejemplo, la categoría de causa) a las
ideas (por ejemplo, Dios) y así pretende conocer objetos (como la
primera causa del mundo) que no se dan en la experiencia. Esto es
ilegítimo porque las categorías solo tienen sentido cuando se aplican
para conocer fenómenos. Según Kant, la función de la razón es
desenmascarar esa ilusión que ella misma llega a producir. Sin embargo,
la tradición filosófica se dejó arrastrar por esa ilusión y pretendió
producir conocimientos acerca de Dios, el alma y el mundo como un
todo. Kant dedica la mayor parte de la Crítica de la razón pura a criticar
esta pretensión tradicional. Esto constituye la primera crítica
filosóficamente argumentada a la pretensión de conocer la verdadera
realidad más allá del mundo material, espacial y temporal. Sin embargo,
¿significa esto que en la filosofía de Kant no hay una interpretación de
Dios, del hombre, del mundo y del ser en general? A continuación,
veremos la crítica de Kant a las pretensiones de la tradición, pero junto
con ello veremos que él también tiene su propia interpretación no solo
del conocimiento -como ya hemos visto-, sino de los grandes ámbitos
de la realidad.

Interpretación del mundo

Para Kant, el mundo es la idea de la razón que permite pensar todos


juntos los conocimientos de los fenómenos externos. El mundo sería la
totalidad de cosas existentes solo como algo pensado, nunca como algo
conocido, porque la función de la idea de mundo solo consiste en hacer

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posible pensar que los conocimientos de todas las ciencias son


conocimientos acerca de un mismo mundo, de la misma realidad.

Kant observa que la filosofía pretendió producir conocimientos a partir


de esa idea de mundo. En la Crítica de la razón pura, Kant muestra
cómo la tradición filosófica formuló afirmaciones contradictorias
respecto del mundo como un todo. ¿Por qué? Porque cuando la razón
utiliza la idea de mundo para conocer el mundo como un todo, puede
sostener una cosa y también la contraria, ya que no tenemos
sensaciones del mundo como un todo para saber cuál afirmación es la
correcta. Entonces, por ejemplo, se puede afirmar que el mundo es
eterno y que tiene un comienzo en el tiempo. Y se puede probar cada
afirmación mediante argumentos puramente racionales. Pero allí la
razón está trabajando en el vacío, sin el fundamento del conocimiento
de los fenómenos. La razón está pretendiendo producir conocimientos
solo con una idea. Pero el conocimiento verdadero se produce cuando
la mente recibe sensaciones de las cosas y las ordena mediante el
espacio, el tiempo y las categorías. La filosofía tradicional no respetó
este procedimiento.

A pesar de esa crítica a la tradición, Kant también tiene una


interpretación del mundo como un todo. Aunque él no pretende que
valga como un conocimiento científico, es una idea del mundo o de la
naturaleza que va más allá de los fenómenos porque se refiere a la
totalidad.

Kant denomina "naturaleza" a toda la realidad que se puede someter a


las condiciones o normas del conocimiento que están en la mente
(espacio, tiempo y categorías). Kant sostiene que el conocimiento
científico es posible gracias a esas normas que posibilitan que haya una
naturaleza para la mente. Con esto, Kant está diciendo que los hechos
científicos no surgen principalmente de la actividad de los científicos
(formulación de hipótesis y puesta a prueba), sino de las normas que

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Kerbs, Raúl A. Cómo El Pensamiento Cristiano Ha Sido Condicionado Por La Filosofía y Cómo Puede Dejar de Serlo. Libertador San
Martín, Entre Ríos, Argentina: Editorial Universidad Adventista de la Plata, 2023.

están en la mente humana. Estas normas son los supuestos desde los
cuales se delimita previamente el ámbito de lo que se puede conocer. Y
ese ámbito no se puede aumentar ni modificar por los datos que la
ciencia va encontrando en los objetos porque las normas de la mente
(espacio, tiempo y categorías) son universales y necesarias. Son
verdades absolutas, no se cuestionan. Veamos cuáles son.

De acuerdo con la interpretación kantiana, la naturaleza es la totalidad


de los fenómenos interconectados por la ley causa-efecto. Hay en todo
el universo una necesidad por la cual cada hecho es a la vez efecto de
una causa y causa de otros efectos dentro del espacio y el tiempo. Esa
necesidad no procede de los objetos o fenómenos, sino que es un
principio de la razón. Por lo tanto, para Kant, no solo no se puede
conocer la realidad atemporal, sino que, además, el mundo o naturaleza
solo es la realidad limitada por el espacio, el tiempo y la relación causa-
efecto. Kant extiende esta limitación de la mente humana a toda la
realidad cognoscible.

Esto no es una teoría científica, sino una interpretación filosófica del


mundo hecha por Kant. Eso queda claro cuando él explica que la única
forma de hablar del tiempo de la naturaleza es mediante una analogía
con una línea que se extiende al infinito hacia el pasado y hacia el
futuro. Kant necesita la analogía porque una línea infinita nunca puede
ser un objeto del cual los sentidos reciban sensaciones. Es decir, no es
un fenómeno, no es algo de lo que tengamos experiencia. Y, sin
embargo, Kant lo afirma como una verdad universal y necesaria de la
razón.

El tiempo, para Kant, forma una unidad. Esa unidad no tiene límites más
allá de los cuales habría otro tiempo; tampoco puede haber un
comienzo absoluto del tiempo ni un final absoluto. Conocer un
comienzo absoluto del mundo rompería la unidad del tiempo porque
obligaría a pensar en una causa que hace pasar al mundo de la no

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existencia a la existencia. Y esto implicaría admitir que existe otro


tiempo en el que actúa esa causa. Pero el tiempo de la mente humana
es una unidad y es el único que puede existir. Esto es una norma
universal y necesaria de la razón por la cual no pueden existir dos
tiempos simultáneos, sino que todos los tiempos son partes sucesivas
del único tiempo. Además, no es posible representarse la no existencia
anterior al comienzo absoluto y posterior al final absoluto porque, para
ello, la mente necesita ordenar la información en el tiempo, y el tiempo
solo se aplica para ordenar sensaciones de algo que ya existe, no de lo
que no existe. Aquí Kant apela a la experiencia para decir que no
tenemos experiencia de lo que no existe.

Sin embargo, en su interpretación del mundo también habla de algo de


lo que no tenemos experiencia: la infinitud pasada y futura del tiempo
humano. Y eso es una idea filosófica, no un hecho. Por eso recurre a la
imagen de la línea infinita para poder comprenderla. Esta mezcla de
autoridad de la experiencia sensorial y de ideas filosóficas que van más
allá de la experiencia es típica de la interpretación filosófica del mundo,
no solo de Kant, sino de toda la filosofía moderna que se inspira en la
ciencia moderna.

Con la extensión infinita del tiempo humano hacia atrás y hacia


adelante, Kant cierra todas las puertas a la posibilidad de la existencia
de un tiempo divino, pero compatible con el tiempo humano. En la
Biblia encontramos que junto con el tiempo finito y creado aparece la
acción de un Dios que tiene un tiempo infinito e increado. La
importancia que tiene la interpretación kantiana del conocimiento y del
mundo radica en que pone la base desde la cual la teología protestante
moderna va a rechazar la intervención de la temporalidad divina infinita
en el mundo creado y, sobre esa base, va a negar la revelación bíblica y
la historicidad de los acontecimientos revelados en las Escrituras.

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Kerbs, Raúl A. Cómo El Pensamiento Cristiano Ha Sido Condicionado Por La Filosofía y Cómo Puede Dejar de Serlo. Libertador San
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Lo mismo que Kant plantea respecto de la unidad del tiempo, lo plantea


respecto de la relación causa-efecto. De modo que el mundo es la
unidad de todos los objetos que están causalmente conectados entre sí.
La unidad del mundo es la unidad causal que hay entre todos los
fenómenos. Ahora bien, la propia interpretación kantiana del
conocimiento dice que nunca se puede conocer la serie completa de
todos los objetos de la experiencia. Se pueden conocer fenómenos,
pero no su totalidad. Por lo tanto, este concepto del mundo no procede
de los datos de los objetos. Es una idea que, para Kant, está en la razón.
Pero en realidad es una interpretación filosófica que Kant hace del
mundo y que implica que este es la totalidad de fenómenos conectados
necesariamente por la ley causa-efecto y con el único tiempo que
existe, el de la mente humana. Esto significa que cada hecho debe tener
una causa, pero solo dentro de esa totalidad. "Dentro de esa totalidad"
significa que todas las causas deben ser homogéneas, que todas las
causas deben ser del mismo tipo, es decir, que toda causa debe ser, a su
vez, efecto de otra causa y así indefinidamente. Ninguna causa divina
puede sumarse a esa continuidad de causas y efectos homogéneos que
se prolonga indefinidamente hacia atrás y hacia adelante. Esto significa
que, para Kant, la intervención de Dios en el conjunto de causas y
efectos del mundo es imposible porque Dios es una causa que no tiene
causa. Es una causa distinta, heterogénea, a la cual no se puede aplicar
la ley causa-efecto para buscarle una causa. Sin embargo, en su
interpretación filosófica del mundo, Kant aplica la ley causa-efecto para
delimitar la totalidad del mundo, pero suspende esa ley al momento de
preguntar por el origen de la totalidad. ¿Por qué? Porque él mismo
afirma que esa totalidad no es un fenómeno, sino una idea de la razón.
Y aquí, como venimos diciendo, Kant ya está ubicado en el terreno de
las ideas filosóficas, es decir, está interpretando una presuposición
básica de la mente humana. Solo que él no reconoce que es una
interpretación porque pretende que su interpretación del mundo sea
una idea de la razón, es decir, una verdad absoluta.

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Kerbs, Raúl A. Cómo El Pensamiento Cristiano Ha Sido Condicionado Por La Filosofía y Cómo Puede Dejar de Serlo. Libertador San
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Otro elemento fundamental en la interpretación kantiana del mundo es


la idea de que todos los acontecimientos están causalmente
determinados. Esto se debe no solo a que todos los acontecimientos del
universo están causalmente conectados con otros acontecimientos
anteriores, sino a que esta causalidad es necesaria. De manera que todo
ocurre necesariamente y todo lo que existe ahora tiene necesariamente
su causa en los fenómenos del pasado del tiempo humano. No existe la
libertad. Ahora bien, esta necesidad no es algo que la mente conozca a
partir de los datos de los objetos, sino que es un principio de la razón
humana. Aquí Kant está diciendo que la interpretación de los
acontecimientos del universo como necesarios es una idea filosófica.
Solo que, como ya mencionamos antes, Kant cree que la causalidad
necesaria en toda la naturaleza es una verdad universal y necesaria de
la razón.

La interpretación kantiana del mundo está sacando a la luz la


interpretación filosófica del mundo que hay en la base de la física
matemática de Newton. Kant está analizando todo conocimiento, pero
en realidad se está basando todo el tiempo en el conocimiento que la
física newtoniana ha producido acerca del mundo. Está generalizando
para el mundo lo que es válido en la ciencia newtoniana del mundo,
porque para él la física de Newton es la expresión definitiva de la razón.
Kant reconoce que está expresando una interpretación filosófica del
mundo al denominarla "metafísica de la naturaleza". En Kant, este
término no se refiere a una realidad que está "más allá" del mundo
físico, sino a los elementos que la mente introduce en el conocimiento y
que no proceden de los fenómenos. "Metafísica de la naturaleza" se
refiere entonces a los supuestos desde los cuales el mundo es
interpretado. No es una realidad "más allá" del mundo, sino una visión
de las cosas que aporta la mente, que Kant encuentra en la física de
Newton y que extiende a todo conocimiento humano.

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Según esa visión o interpretación del mundo, lo único que hay para
conocer es la naturaleza o mundo como un conjunto espaciotemporal
infinito y cerrado de causas y efectos, donde todo sucede
necesariamente según leyes universales e inmutables. Todo sucede en
el tiempo, pero las leyes que rigen en la naturaleza no son afectadas por
el tiempo porque son inmutables. Todo el pasado funcionó siempre de
la misma manera y el futuro funcionará también de la misma manera.
La totalidad del mundo queda unida en una sola experiencia cognitiva
donde lo único que interesan son las leyes universales. Aquí no hay
lugar para el tiempo histórico, donde los hechos no se repiten; no hay
lugar para la naturaleza única e irrepetible de los seres humanos, no hay
lugar para las experiencias cognitivas divergentes.

Para Kant, la verdad nunca puede estar en la historia porque solo es


conocimiento el de las leyes universales e inmutables, es decir, leyes
que se repiten siempre. La interpretación kantiana del mundo revela
que, aunque Kant limita la realidad cognoscible al espacio y el tiempo,
el conocimiento sigue siendo conocimiento de lo no afectado por el
tiempo (atemporal) e inmutable que hay en el mundo temporal. Esta es
una idea filosófica tradicional que Kant está adoptando. Solo que él
coloca lo universal e inmutable en la mente. Esta solo conoce aquella
parte del mundo temporal que puede ordenar en sus inmutables
formas a priori (espacio, tiempo y categorías), lo cual le permite
conocer las leyes universales e inmutables de la naturaleza. Con formas
a priori que no cambian de un sujeto a otro, sino que son iguales en
todos los sujetos, no se puede conocer nada particular, único e
irrepetible. Como la mente proyecta en las cosas sus formas universales
e inmutables, Kant interpreta la naturaleza como algo que no cambia,
sino que actúa siempre igual. Pero esto no es un hecho, sino una
interpretación de Kant. Él afirma que la idea de mundo como un todo es
una idea de la razón para la cual no hay sensaciones. Y sin embargo,
habla del mundo como un todo. Eso no es una teoría científica, sino una
interpretación filosófica. Además de eso, el desarrollo posterior de la

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ciencia misma -como la teoría de la relatividad- ha mostrado que las


verdades de la física de Newton no son universales ni inmutables, lo
cual indica que otra interpretación del mundo es posible.

Por la influencia que la teología protestante moderna va a recibir de


Kant, en algunos de los capítulos que siguen se planteará la cuestión de
si los teólogos protestantes pudieron ver la interpretación tradicional
del conocimiento y del mundo que hay en Kant y si fueron capaces de
reconocer la historia como la verdadera realidad, es decir, como el
mundo donde Dios existe y se revela en las Escrituras. La historia es la
verdadera realidad, pero habrá que ver si la teología influenciada por
Kant podrá tomar en serio la revelación bíblica como fuente de
conocimiento teológico y como la fuente de la interpretación de las
presuposiciones básicas de la mente. Pero antes de estudiar eso, ahora
hay que ver la interpretación kantiana de Dios, del hombre y del ser en
general para ver si, de alguna manera, la crítica kantiana a la tradición
filosófica permitió independizarse de esta en alguna interpretación de
las presuposiciones básicas de la mente.

Interpretación del ser del hombre


Ya sabemos que en la razón existe la idea de alma y que esta sirve para
ordenar y conectar los conocimientos de los fenómenos internos a la
conciencia como si fueran parte de un todo. Ese todo sería la identidad
personal, que es constante a pesar del continuo cambio de sus estados.
Según Kant, a partir de la idea de alma no se puede conocer el alma,
como pretendía la tradición filosófica. No se puede saber si el alma es
espiritual o material, simple o compuesta, mortal o inmortal. La
tradición filosófica y el racionalismo moderno -critica Kant-
pretendieron saber esto. Para tener ese conocimiento, habría que tener
una experiencia del alma o del propio yo como totalidad de los
fenómenos internos. Pero esa experiencia no podría darse nunca, ya
que implicaría conocer todas nuestras vivencias internas, pasadas,
presentes y futuras de forma simultánea. Esto va contra la ley del

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tiempo -que ya se vio en la interpretación del conocimiento-, la cual


establece que la mente humana solo puede conocer la sucesión de los
fenómenos en el tiempo, no su simultaneidad. Las vivencias que se van
dando sucesivamente en nuestro yo pueden ser conocidas como
fenómenos, pero no así el yo o alma. El alma es una idea de la razón
que engloba todos los conocimientos de las vivencias internas, pero
nunca es un objeto que se pueda conocer.
Kant sostiene que es posible estudiar al hombre como un fenómeno.
Como tal, el ser humano está sometido a la causalidad universal y
necesaria que reina en todos los fenómenos del mundo. Desde este
punto de vista, puede ser objeto de estudio de una psicología empírica,
que es un conocimiento legítimo y para el cual el hombre no es un ser
libre. Sin embargo, las mismas ideas de la razón que prohíben extender
el conocimiento más allá de los fenómenos, también plantean a la razón
preguntas que esta no puede responder en el terreno de los
fenómenos. Una pregunta que la razón puede responder en el ámbito
de la experiencia sensorial es: ¿hasta dónde puedo conocer? Pero hay
otras preguntas que no tienen respuesta en el terreno empírico: ¿qué
debo hacer? ¿Qué me cabe esperar del futuro? Estas preguntas obligan
a avanzar más allá de la razón teórica, hacia la razón práctica, que es el
ámbito de la moral.

Las ideas de la razón tienen un uso teórico y un uso práctico. En la razón


teórica, la idea de alma sirve para ordenar y conectar todos los
conocimientos de los fenómenos internos. En la razón práctica, la idea
de alma plantea la cuestión del ideal a alcanzar por el ser humano, es
decir, plantea la cuestión de lo que hay que hacer, de un "deber ser" o
ideal. Ese ideal ya no sirve para ordenar conocimientos, sino para tomar
decisiones en cuanto a los actos morales y a valoraciones morales. Por
este lado, la razón va más allá del mundo de los fenómenos, no a otro
mundo, sino a otro ámbito de la vida humana donde no reina la
causalidad necesaria porque existe la libertad. Es la misma razón, pero
en su uso práctico o moral que da libertad a los límites cognitivos de la

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razón teórica. Por eso, ahora Kant escribe su segunda crítica, la Crítica
de la razón práctica y otras obras, donde va a reinterpretar los grandes
temas de la tradición filosófica (la naturaleza del hombre, la
inmortalidad del alma, la existencia de Dios) no a partir del
conocimiento del mundo, sino a partir de la vida moral del ser humano.

Desde el punto de vista de la Crítica de la razón pura, el hombre es


parte del mundo del fenómeno, es un objeto más entre los demás
objetos a conocer. Desde el punto de vista de la Crítica de la razón
práctica, el hombre se distingue de la naturaleza porque hay una clase
de actos y de juicios en los que escapa a la causalidad necesaria de la
naturaleza: los actos y los juicios morales. En este ámbito, el ser
humano escapa a las leyes necesarias de la naturaleza, que es la
condición indispensable para que exista la libertad, sin la cual no es
posible la moral.
Hay que advertir que, al analizar la moral, Kant está haciendo algo más
que interpretar el ser del hombre, está analizando la razón práctica. En
el ámbito de los fenómenos, el ser humano es un ser más y está
sometido a las mismas leyes que el resto del universo. Para Kant, lo
propio del ser humano aparece en la moral. Por eso, esta es el centro
para ver la interpretación del ser del hombre.

Así como en los actos de conocimiento, en los actos morales Kant


distingue una materia y una forma. La materia es lo que el individuo se
propone hacer y la forma es la ley moral, que establece el por qué o la
intención de la acción y le da universalidad y ausencia de contradicción
a la materia. Por ejemplo, un individuo se propone aumentar su
patrimonio y para ello se pregunta si es moral quedarse con un dinero
que pidió prestado a otra persona que ha fallecido sin haber quedado
ninguna constancia del préstamo. La materia consiste en que el
individuo se propone apropiarse del dinero del préstamo para
aumentar su patrimonio. Desde el punto de vista material, eso es
correcto. Pero desde el punto de vista de la forma, es decir, de la ley

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moral, el individuo, según Kant, tiene que preguntarse si lo que él se


propone hacer podría ser convertido en una ley universal sin
contradicción. Es decir, el individuo tiene que preguntarse si lo que él se
propone hacer es válido para todos de manera racional o no. Kant
afirma que, una vez aplicado el criterio formal, se ve claramente que lo
que el individuo se propone hacer no se puede elevar a ley universal
porque, si eso fuera válido para todos, nadie prestaría dinero. Entonces,
lo que el individuo se propone hacer -aumentar su patrimonio
aprovechándose de un préstamo del que no ha quedado registro y
habiendo muerto el prestador- es autocontradictorio: se basa en un
préstamo, pero destruye los préstamos. Por tanto, el acto no es moral.

Como se puede ver en este ejemplo, para Kant, la ley moral es una ley
formal, no tiene contenido, es decir, no dice qué cosas están permitidas
ni qué cosas están prohibidas. La ley provee un criterio racional para
saber si lo que nos proponemos hacer es moral o no: el criterio consiste
en la posibilidad de universalizar lo que nos proponemos hacer y en la
ausencia de contradicción. Kant formula la ley moral más o menos de la
siguiente manera: tenemos que obrar de tal manera que lo que nos
proponemos hacer en cada caso pueda ser elevado a una ley universal
sin contradicción. Es su famoso "imperativo categórico". Un imperativo
categórico se distingue de un imperativo hipotético, que siempre es
condicional: "si quieres obtener X, haz Y". El imperativo hipotético da
como resultado normas hipotéticas de conducta. Por ejemplo, "si
quieres evitar ir a la cárcel, no robes". Para Kant, el imperativo
hipotético no puede ser una ley moral, porque siempre se funda en un
deseo, un temor, un interés o una necesidad.
En cambio, el imperativo categórico simplemente dice "haz X" o "no
hagas X", y da origen a normas categóricas de conducta moral. Por
ejemplo, "di la verdad" o "no robes". Aquí la acción no está supeditada
a ningún deseo, temor, interés ni necesidad. Hay que hacer "X" porque
debe ser hecho. En el caso del individuo que se propone aumentar su
patrimonio quedándose con el dinero del préstamo, la aplicación del

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imperativo categórico da como resultado que la acción propuesta no es


moral. Es decir que, en ese caso, el imperativo categórico está diciendo
"no robes".

El imperativo categórico es una ley formal, pero, cuando se aplica a la


materia (lo que nos proponemos hacer en cada caso), proporciona una
norma de conducta concreta para el caso en cuestión. Y esa norma
obliga solo por respeto al deber: hay que decir la verdad porque eso es
bueno en sí mismo; no hay que robar porque no robar es bueno en sí
mismo. Todas estas cosas deben hacerse porque deben hacerse, por
respeto al deber. Es una obligación incondicional de nuestra propia
razón, no de una autoridad externa. Según Kant, el imperativo
categórico permite que nosotros mismos evaluemos lo que nos
proponemos hacer y decidamos como jueces si lo que nos proponemos
hacer puede tener una forma moral o no, es decir, si moralmente es
correcto hacerlo o no. Esto significa que el individuo mismo es el
legislador de su propio motivo de acción; es el propio individuo el que
evalúa la materia desde el punto de vista de la forma racional o moral
(la universalización de la materia y la ausencia de contradicción).

¿Qué ha hecho aquí Kant? Ha fundado la moral no en el ámbito de la


materia de los actos morales, es decir, el ámbito del espacio y el tiempo,
sino en el ámbito atemporal y universal de la forma racional (el
imperativo categórico). Kant ha desconectado la voluntad -que es la
facultad de juzgar y decidir moralmente- respecto de los deseos,
sentimientos y de todo lo que tiene que ver con el mundo
espaciotemporal y material del fenómeno. Al desconectarse de ese
mundo, la voluntad puede adoptar el punto de vista moral, que es
puramente racional. Es decir que, en la moral, el ser humano ya está
situado fuera del mundo de los fenómenos. A ese ámbito, Kant lo llama
"noúmeno" y lo caracteriza como "inteligible" o "suprasensible",
aunque con esto no se refiere a un mundo superior, como en la filosofía
clásica, sino a otro ámbito de la vida (la moral). Eso significa que la ley

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moral -es decir, lo universal y necesario- no tiene nada que ver con el
mundo espaciotemporal de los fenómenos. La ley moral es válida a
priori: antes e independientemente de cualquier experiencia moral.
Todos los seres racionales son conscientes de esa ley, aunque no exista
ningún ejemplo de su perfecto cumplimiento. La razón humana es
capaz de conocer esa ley con una certeza absoluta. Esto quiere decir
que la razón puede conocer lo universal y necesario que está más allá
del mundo espaciotemporal de los fenómenos.

Una vez que ha ubicado la moral en el ámbito suprasensible, Kant


extrae de la interpretación filosófica tradicional del mundo sensible las
ideas para conceptualizar la voluntad del hombre. Para que el hombre
pueda ser el juez moral de sus propias acciones, Kant sostiene que la
voluntad debe ser autónoma respecto de toda la materia de las
acciones (deseos, sentimientos, intereses, afectos, necesidades
naturales, costumbres, prejuicios socioculturales). Que la voluntad sea
autónoma respecto de todo lo externo a ella significa que ella no puede
ser pasiva, sino exclusivamente activa. La voluntad no puede estar
determinada ni condicionada por nada. Aquí nos encontramos con una
idea que ya conocemos: la idea de la impasibilidad divina. En la teología
tradicional, Dios no puede ser afectado por nada porque, en ese caso,
sería efecto de una causa externa y Dios solo puede ser causa. Si Dios
fuera movido por una causa externa, entonces no sería perfecto. Kant
aplica estas ideas a la voluntad y dice que, si la voluntad se deja
determinar por algo ajeno a ella misma, entonces es una voluntad
patológica o pasiva ante algo que actúa sobre ella. Si hubiera algo que
actuara sobre la voluntad, entonces esta no podría darse a sí misma su
propia ley ni juzgar moralmente la materia de lo que se propone hacer.
La voluntad dejaría de ser autónoma y ya no actuaría por el simple
respeto al deber. Por tanto, la voluntad, para Kant, es independiente del
mundo espaciotemporal.
En el ámbito del conocimiento, la mente es pasiva ante las sensaciones
que proceden de los objetos. Pero el ámbito de la moral no es cognitivo,

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sino que es un ámbito de producción de acciones morales. Aquí la


voluntad no es pasiva, sino autónoma. ¿Cómo sabe Kant que la
voluntad es autónoma? El hecho de que los seres humanos juzgan los
actos según la ley moral y hacen valoraciones morales indica, para Kant,
que la voluntad es autónoma y que se determina a sí misma solo por la
ley moral que está en la razón, dejando de lado todo lo externo que la
podría condicionar. De lo contrario, no existiría la moral.
Las valoraciones y los juicios morales son un hecho de la razón: los seres
humanos continuamente los formulan. Según Kant, para que la moral
sea posible, hay que asumir o dar por sentado tres postulados o
supuestos: la libertad de la voluntad, la inmortalidad del alma y la
existencia de Dios. Ya sabemos que, para Kant, estas realidades no
pueden ser conocidas en el ámbito del fenómeno. Kant ahora los afirma
no como conocimientos, sino como creencias racionales que son
necesarias para que la moral no se derrumbe. Más arriba dijimos que la
moral ubica al ser humano en un ámbito "inteligible" o "suprasensible",
donde el hombre no está sometido a las leyes del conocimiento de los
fenómenos. Kant afirma esos postulados solo para aquel ámbito.

Es necesario postular la libertad para poder afirmar que la voluntad es


capaz de determinarse a sí misma solo por la ley moral racional,
dejando de lado todos los condicionamientos del mundo de los
fenómenos (deseos, sentimientos, intereses, afectos, necesidades
naturales, etc.). Una voluntad que puede autodeterminarse tiene que
ser libre. Si los juicios, valoraciones y acciones estuvieran determinados
por la ley causa-efecto que rige en el mundo de los fenómenos,
entonces todo estaría causalmente determinado (un asesinato, una
buena acción), todo sería producto de la fatalidad y no sería posible la
elección moral ni la imputación moral. Pero los seres humanos tenemos
conciencia de la ley moral y de la responsabilidad moral. Por eso,
aunque no podamos conocer la libertad como un fenómeno, tenemos
que postularla o suponerla para la vida moral.

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La postulación de la libertad implica que la voluntad es una causa no


determinada por otra causa. Es decir, es una causa de naturaleza
"suprafenoménica", "inteligible" o "suprasensible" porque escapa a la
ley causa-efecto del mundo sensorial de los fenómenos y se determina
a sí misma, es decir, es causa de sus propias decisiones y acciones
morales. La voluntad puede iniciar una serie de acciones en el mundo
de los fenómenos sin ser condicionada ni determinada por los
condicionamientos del mundo de los fenómenos. Esa serie de acciones
no es parte de la conexión estricta y cerrada de causas y efectos que
hay en el mundo de los fenómenos. Esa conexión estricta es lo que Kant
llama "el reino de la naturaleza": donde nunca puede haber una
"primera causa". Las series de acciones que la voluntad puede
comenzar sin ser determinada por el mundo de los fenómenos es lo
que Kant denomina "el reino de la libertad". Aquí sí puede haber una
primera causa porque la voluntad puede comenzar por sí misma, en
forma libre, una serie de acciones. Pero, para eso, la voluntad debe
decidir y actuar en forma autónoma, determinándose a sí misma solo
por la ley moral (el imperativo categórico).

Ya sabemos que la voluntad es una causa que no pertenece al mundo


espaciotemporal de los fenómenos, sino al reino de la libertad. Como
consecuencia, Kant sostiene que, desde el punto de vista de la razón
práctica, la acción moral no comienza en un momento determinado del
tiempo para producir su efecto porque, si comenzara en un momento
específico, estaría condicionada por las leyes de los fenómenos y no
sería libre. Kant explica que la razón práctica no reconoce diferencias
temporales en la vida. A la razón práctica solo le interesa saber si la
acción es realizada por el sujeto de forma autónoma,
independientemente de que suceda ahora o haya sucedido hace mucho
tiempo. Por eso, en los juicios morales (por ejemplo, cuando se
reprueba a una persona) no se tienen en cuenta las condiciones
espaciotemporales fenoménicas porque se sabe que la causa es libre y
que, por tanto, el comportamiento podía y debía ser diferente. Como la

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causalidad de la voluntad no es afectada por las condiciones


fenoménicas, sino que siempre es la misma en todas las acciones y en
todas las circunstancias de tiempo, ella no es, por tanto, un factor más
entre otros, sino la única causa imputable de la acción. Aquí sale a la luz
que Kant está interpretando la voluntad y la acción moral desde la
interpretación tradicional del ser y de la razón como atemporales. Por
eso, separa el mundo moral respecto de la secuencia temporal propia
del mundo fenoménico. En el mundo moral no cuenta la secuencia
temporal del mundo de los fenómenos. La diferencia con la tradición es
que, en Kant, lo atemporal no es objeto de conocimiento.

Una consecuencia de esta interpretación de la moral desde la


atemporalidad es que, según Kant, el origen del mal no ocurre en el
tiempo porque la conexión del efecto (el mal) con su causa (la voluntad
libre) solo es representable por la razón práctica, la cual no reconoce las
diferencias temporales que son propias de la razón teórica. En
consecuencia, todas las acciones malas suceden como si procedieran de
inmediato desde el estado de inocencia, independientemente de las
circunstancias naturales o históricas que anteceden a dichas acciones.
Lo importante aquí es que Kant está analizando todo desde el punto de
vista de la razón práctica, que no tiene en cuenta la sucesión temporal
que se da en el mundo de los fenómenos. Por eso el orden que él
establece -primero el estado de inocencia, luego el mal- es un orden
puramente racional lógico, no temporal ni histórico. Se parece al orden
de deducción que hay en un teorema matemático o en un
razonamiento lógico: es un orden lógico que va de premisas a
conclusión, no un orden temporal que va de pasado a presente y a
futuro. Por eso, Kant dice que las Escrituras concuerdan con su
interpretación cuando presentan como primero en el tiempo lo que hay
que pensar como primero (el estado de inocencia) según la naturaleza
racional de la acción moral y no según el tiempo. Siguiendo a la
tradición filosófica y teológica, a Kant no le interesa el orden temporal
en la presentación bíblica de los hechos. Solo le interesa el hecho de

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que las Escrituras presentan primero lo que para él también es primero,


pero en el orden racional lógico.

Kant no se pregunta si el orden de los acontecimientos morales no


podría ser realmente temporal bajo una interpretación del ser y del
conocer propia de la Biblia, la cual es diferente a la de la tradición
filosófica y teológica. Después de criticar a la tradición filosófica en su
interpretación del conocimiento, Kant piensa de una forma
completamente tradicional en su interpretación de la vida moral. Así,
aplica la oposición clásica entre la unidad y la multiplicidad y afirma que
la multiplicidad de la vida sensible, temporal y sucesiva del hombre es
vista como surgiendo de la voluntad libre como única causa. En la
tradición filosófica y teológica, ese papel de única causa era asignado a
Dios. Pero ahora Kant está reinterpretando el ámbito supramundano
como el ámbito suprafenoménico, inteligible o suprasensible, donde se
ubica la vida moral del ser humano. El ámbito moral se conecta con el
ámbito de los fenómenos, pero como una causa que actúa desde
afuera, es decir, como única causa. Así como en la tradición filosófica y
teológica Dios no puede actuar como una causa más entre las demás
causas del universo, en Kant tampoco puede hacerlo la voluntad moral
porque ello la haría pasiva y, por tanto, no libre.

Kant pasa del mundo sensible de los fenómenos al ámbito inteligible y


suprasensible a partir de la conciencia de la libertad que hay que
postular y sin lo cual no podría existir la moral. Nada en el mundo
sensible de los fenómenos permite hacer esa conexión. Kant sostiene
que, como perteneciente al mundo sensible, el hombre es una vida
animal que no tiene ningún significado especial porque es materia que,
sin que sepamos cómo, fue provista de fuerza vital y que, después de
un breve tiempo, debe volver al resto de la materia (Kant interpreta la
muerte como consecuencia de la vida en el fenómeno, es decir, en la
materia y en el tiempo, una idea típicamente griega).

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Kerbs, Raúl A. Cómo El Pensamiento Cristiano Ha Sido Condicionado Por La Filosofía y Cómo Puede Dejar de Serlo. Libertador San
Martín, Entre Ríos, Argentina: Editorial Universidad Adventista de la Plata, 2023.

Pero la conciencia de la ley moral revela al hombre que él también es


un ser independiente del mundo sensible. Kant está interpretando la
naturaleza moral del hombre desde la interpretación filosófica
tradicional del ser y de la razón. El ámbito moral no pertenece al mundo
espaciotemporal de los fenómenos. Ahora, de forma coherente con esa
interpretación, Kant introduce el segundo postulado de la moral: la
inmortalidad del alma. ¿Por qué hay que suponer la inmortalidad del
alma? ¿Por qué sin ella la moral se derrumbaría?

Un ser que no perteneciera al mundo de los fenómenos y que, por


tanto, no tuviera ninguna limitación, podría lograr la perfección moral
porque siempre obraría de acuerdo con la ley moral. Nunca se dejaría
condicionar por algún deseo, sentimiento, necesidad, costumbre, etc.
Un ser así podría lograr la santidad o cumplimiento perfecto de la ley
moral. Pero un ser racional finito como el hombre solo puede lograr la
virtud e ir progresando en el obrar según la ley moral. Sin embargo,
para Kant, la razón exige la santidad. Kant interpreta la santidad como
un modelo de comportamiento en esta vida y como un ideal de
perfección moral para lograr el sumo bien en la eternidad. La santidad
nunca se puede lograr mientras existamos en el mundo de los
fenómenos porque, aunque nos esforcemos por eliminar todas las
motivaciones fenoménicas (sentimientos, necesidades, intereses,
costumbres, etc.) y preguntemos siempre si lo que nos proponemos
hacer puede ser elevado a una ley universal sin contradicción, siempre
caemos en alguna motivación no moral: obramos por interés, por
miedo, etc. Vamos progresando, pero no podemos alcanzar la
perfección en el mundo sensible. Por eso, para Kant, la inmortalidad del
alma es un supuesto necesario para alcanzar el sumo bien. Sin ese
supuesto, la moral se derrumbaría porque ¿de qué valdría todo el
esfuerzo si al final nunca se alcanza el ideal? Para que la ley moral no se
quede sin el ideal de la santidad, hay que asumir un progreso indefinido
hacia la perfección, en un proceso que abarca la vida en el mundo
fenoménico y continúa más allá de este. Es decir, hay que suponer la

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Kerbs, Raúl A. Cómo El Pensamiento Cristiano Ha Sido Condicionado Por La Filosofía y Cómo Puede Dejar de Serlo. Libertador San
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inmortalidad del ser racional. Ese supuesto es otra creencia racional, no


un saber. Para Kant, esto quiere decir que tenemos que esforzarnos por
obrar moralmente como si el alma fuera inmortal, aunque no lo
sepamos porque la inmortalidad del alma nunca es un fenómeno.

Ahora bien, el hecho de que se pueda pensar que el alma es inmortal


no implica para la razón una garantía del logro del sumo bien. La
inmortalidad garantiza que se podrá realizar un esfuerzo indefinido en
la observancia de la ley moral. En esto consiste la virtud. Pero, para
Kant, la virtud no proporciona la felicidad, solo nos hace dignos de ella.
Y ser dignos de la felicidad, pero no alcanzarla, contradice la idea del
sumo bien, que consiste en el logro de la proporción perfecta de virtud
y felicidad. El problema, explica Kant, es que la felicidad no garantiza el
ser virtuoso y la moral no promete que, al ser virtuosos, seremos
felices. Entonces, ¿cómo es posible pensar esa unión y proporción justa
de virtud y felicidad en que consiste el sumo bien, que es el ideal de la
razón práctica? En el fenómeno, ella no se dará nunca y la inmortalidad
del alma tampoco la garantiza. Pero entonces, ¿es el sumo bien una
quimera? Si el sumo bien fuera una quimera, la ley moral no tendría
fundamento, no tendría un sentido obligatorio y la moral no existiría.
Pero la moral existe, eso es un hecho de la razón. Entonces, para que el
sumo bien sea posible, Kant sostiene que es necesario postular también
la existencia de Dios porque en Dios se unen una perfecta voluntad
moral y una felicidad suprema. Ese postulado permite pensar que la
conexión de la virtud y la felicidad, y por tanto el sumo bien, son
posibles y que la moral no es una quimera.

La existencia de Dios es como una garantía de que el sumo bien, que es


solo un ideal de la razón, es posible en la realidad suprasensible de la
moral, aunque no en la realidad sensible de los fenómenos. Kant afirma
que la perspectiva de la felicidad futura es posible solo como una meta
situada en el infinito, pero que es algo que Dios ya posee. Esto ya nos
lleva a la interpretación kantiana del ser de Dios.

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Kerbs, Raúl A. Cómo El Pensamiento Cristiano Ha Sido Condicionado Por La Filosofía y Cómo Puede Dejar de Serlo. Libertador San
Martín, Entre Ríos, Argentina: Editorial Universidad Adventista de la Plata, 2023.

Interpretación del Ser de Dios


Kant demuestra racionalmente la necesidad de la existencia de Dios
desde la existencia de la ley moral. No deduce la ley moral desde la
existencia de Dios. Además, la existencia de Dios no es una afirmación
válida en ciencia; es un postulado de la moral. Es objeto de una fe
racional. Esto significa que tenemos que vivir moralmente como si Dios
existiera.

El postulado de la existencia de Dios no implica ninguna afirmación


acerca de Dios como primera causa del mundo ni como causa de lo que
existe en el ámbito suprasensible. Por tanto, Dios no interfiere con la
causalidad de los fenómenos ni con la libertad moral. Kant se ve
obligado a reconocer la existencia de Dios solo porque la razón necesita
una garantía de que el ideal moral es realizable.

Kant explica que la garantía que Dios significa para el logro del sumo
bien se puede pensar solo si se deja de lado la perspectiva del
fenómeno, es decir, la secuencia del tiempo. Junto con la tradición
filosófica y teológica, Kant todavía presupone que, al hablar de Dios,
hay que dejar de lado toda perspectiva temporal. Por tanto, Dios y la
realización del ideal moral existen en un "mundo moral" que no es el
mundo de los fenómenos. Kant afirma que la única representación
adecuada de la realización del sumo bien es la idea cristiana del reino
de Dios. Pero en forma coherente con su interpretación de Dios como
atemporal, para Kant, ese reino no es ninguna realidad en el tiempo y el
espacio, sino solo un símbolo de la realización del sumo bien en un
mundo suprasensible. Él explica que, si incluso después de esta vida
hacemos todo el esfuerzo que está a nuestro alcance para obrar
siempre de acuerdo con la ley moral, aquello que nos falte será suplido
por la colaboración de un poder supremo, aunque no sepamos cómo
pueda producirse esto. Entonces habremos logrado el sumo bien,
síntesis de la virtud y la felicidad. El reino de Dios es el símbolo o

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Kerbs, Raúl A. Cómo El Pensamiento Cristiano Ha Sido Condicionado Por La Filosofía y Cómo Puede Dejar de Serlo. Libertador San
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representación imaginativa de ese logro. Kant es muy firme en dejar


claro que la historia bíblica no tiene aquí ninguna importancia. Para él,
no hay ninguna acción divina salvífica que haga posible que los seres
humanos sean felices. Lo que determina todo es lo que el hombre debe
hacer para ser digno de la felicidad (obrar siempre por respeto al
deber). Y esto es conocido por la razón, sin necesidad de ningún libro
sagrado. No es extraño que Kant deje de lado la Biblia, porque en ella
concibe Dios como su reino existen en el espacio y el tiempo.

En la interpretación kantiana del ser de Dios encontramos algunos


atributos divinos interpretados de una forma completamente
tradicional. Aquí mencionaremos algunos, como la eternidad sin
condiciones de tiempo, la omnipresencia sin condiciones de espacio, la
omnipotencia y la impasibilidad. Según Kant, Dios no tiene ninguna
relación con el mundo de los fenómenos. Dios no crea el mundo ni
interviene en él porque la creación y la intervención en el mundo solo
se pueden representar en el tiempo. Y Dios no puede tener relación con
el tiempo, ya que ello lo incluiría en la cadena de causas y efectos, lo
cual va contra el concepto de Dios. También por su interpretación de la
moral, Kant sostiene que Dios no puede ser creador. Si el hombre
hubiera sido creado por Dios, todas sus acciones estarían
predeterminadas y entonces no sería libre. Pero, como la moral existe,
el hombre tiene que ser libre. Como voluntad libre, sostiene Kant, hay
que considerar al hombre como ya existente, no como creado.

Aquí aparece en Kant la idea tradicional de Dios como un ser que solo
puede ser activo, pero no pasivo; por lo tanto, si Dios actúa, determina
todo, ya que, por su atemporalidad y omnipotencia, no puede suceder
nada que no haya causado él mismo. Es decir, para Kant, Dios
únicamente puede ser activo, solo que no influye ni en el mundo de los
fenómenos ni en el mundo moral. Y que Dios solo pueda ser activo
implica que no puede ser pasivo. Dicho de una manera tradicional, Dios
es impasible. Kant claramente está pensando que Dios es impasible

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Kerbs, Raúl A. Cómo El Pensamiento Cristiano Ha Sido Condicionado Por La Filosofía y Cómo Puede Dejar de Serlo. Libertador San
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cuando afirma que no se le puede atribuir el respeto. En efecto,


argumenta Kant, el respeto incide sobre el sentimiento y la sensibilidad.
Y estos implican la posibilidad de ser afectado por algo, es decir,
implican la limitación y la finitud, los cuales son contrarios a la voluntad
divina.
Como se puede ver, Kant hace lo mismo que la tradición: separa a Dios
del tiempo y del espacio. Para Kant, Dios no puede actuar como creador
del mundo ni como una causa entre las demás causas que existen
dentro del mundo. Kant interpreta unívocamente el espacio y el tiempo
porque estos tienen un solo significado, el de la mente humana. Kant
también interpreta unívocamente el conocimiento al interpretarlo
exclusivamente desde la ciencia moderna. Para Kant, solo se puede
conocer como conoce la ciencia. Por eso Kant no acepta la revelación
bíblica y su Dios solo es una idea de la razón pura para darle orden y
conexión a todo el conocimiento humano y un ideal para la razón
práctica.

La interpretación tradicional del ser de Dios que Kant sigue adoptando


es importante para el análisis del discurso teológico que queremos
hacer en los siguientes capítulos de esta obra. A través de la influencia
que Kant ejerció sobre los teólogos protestantes liberales, estos vieron
que no era necesario abandonar la interpretación tradicional de Dios
para abrazar la ciencia moderna, siempre y cuando se separara a Dios
del ámbito cognitivo de los fenómenos y se lo conectara con otros
ámbitos como el de la moral (la opción que eligió Kant) o algún otro.
A pesar de seguir a la tradición filosófica y teológica, a diferencia de
ella, Kant limita el conocimiento al mundo de los fenómenos. Por eso,
critica la ilusión de la razón que consiste en utilizar las ideas -como la de
Dios- y pretender conocer un ser trascendente más allá del mundo
fenoménico. En la Crítica de la razón pura, Kant critica esa ilusión. Esta
parte de la filosofía kantiana influirá mucho en la teología protestante,
sobre todo por la idea kantiana de que el camino cognitivo del hombre
a Dios y el de Dios al hombre quedan completamente cerrados y de

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que, por tanto, la teología natural y la revelación bíblica no son posibles.


En su crítica, Kant toma uno a uno los principales argumentos
tradicionales para demostrar la existencia de Dios. Esos argumentos son
el ontológico, el cosmológico y el físico-teológico.

El argumento ontológico sostiene que es contradictorio pensar un ser


perfecto como no existiendo. Por tanto, del concepto del sujeto (un ser
perfecto) se deduce necesariamente el predicado (existe). Para Kant,
esto es correcto cuando se trata de enunciados como "un triángulo
tiene tres ángulos". Aquí sí es contradictorio afirmar un triángulo como
no teniendo tres ángulos. Pero esos enunciados no dicen nada sobre un
objeto que existe fuera de la mente. En cambio, el argumento
ontológico pretende afirmar la existencia de un objeto solo a partir del
concepto del sujeto de la oración (un ser perfecto), del cual no hay
ninguna experiencia sensorial. Kant critica que afirmar la existencia no
agrega ninguna nueva información al concepto del "ser perfecto", así
como la existencia real de cien gramos de oro no agrega ni un solo
gramo a cien gramos meramente posibles de oro. Para mi patrimonio,
evidentemente cien gramos de oro reales significan más que cien
gramos de oro meramente posibles. Pero para el concepto de cien
gramos de oro, la existencia real no agrega nada. Con solo pensar un
objeto como existente no se lo hace existir. Por eso, es inválido el
argumento que pretende demostrar la existencia de Dios fuera de la
mente a partir del concepto de un ser perfecto que está en la mente.

El argumento cosmológico demuestra la existencia de Dios a partir de la


experiencia y el conocimiento que tenemos del mundo exterior. Es
bastante complejo el análisis que hace Kant de este argumento, pero,
en síntesis, el problema de este argumento es que afirma la existencia
de una primera causa que no tiene causa, con lo cual se deja de aplicar
a esta primera causa el principio de causalidad. Esto va contra las reglas
del conocimiento legítimo. Si fuera una causa del mundo, estaría dentro
de la cadena de causas y efectos, por tanto, él sería un miembro más de

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Kerbs, Raúl A. Cómo El Pensamiento Cristiano Ha Sido Condicionado Por La Filosofía y Cómo Puede Dejar de Serlo. Libertador San
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esa cadena y también tendría una causa. Además, no tenemos


experiencia sensorial de esa primera causa. En esta crítica, Kant
establece uno de los principios básicos de lo que más tarde se conocerá
como el "método histórico-crítico" que la crítica bíblica liberal adoptará
como imprescindible. En esa obra dedicaremos un capítulo al filósofo y
teólogo Troeltsch, quien sistematizó dicho método. Tanto Kant como los
que utilizan el método histórico-crítico piensan de forma acrítica que
Dios no puede actuar como una causa entre las demás causas de los
acontecimientos naturales e históricos. Como se verá en el capítulo
sobre Troeltsch, este es uno de los dogmas de un método que,
supuestamente, es el método que no tiene prejuicios ni dogmas.

Kant considera que el argumento físico-teológico es el más digno de


respeto porque es el más adecuado a la razón humana. Pero no por eso
deja de criticarlo. Es el argumento conocido como el del "relojero" y
que ya había sido criticado por Hume. Este argumento sostiene que en
el mundo hay un orden por el cual las cosas cumplen un determinado
propósito. Como ese orden no puede haber sido producido por las
cosas mismas, tiene que existir una inteligencia suprema que haya
creado el universo de tal forma que las cosas cumplan un fin
determinado. La crítica de Kant es que aquí se aplica el principio de
causalidad fuera de los límites de la experiencia sensorial. No solo la
afirmación de una primera causa, sino otras propiedades como la
inteligencia suprema, la máxima bondad, el poder absoluto y la
perfección van más allá de lo que conocemos por experiencia. Por eso,
este argumento va contra las reglas del conocimiento legítimo.

Interpretación del Ser de Dios


En la interpretación de las presuposiciones que ya se han tratado, se ha
visto que Kant sigue interpretando el ser de una manera tradicional. Lo
que hace posible el conocimiento son las formas universales y
necesarias que están en la mente, lo cual hace que, cuando conocemos,
no seamos individuos particulares históricos, sino sujetos universales.

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Kerbs, Raúl A. Cómo El Pensamiento Cristiano Ha Sido Condicionado Por La Filosofía y Cómo Puede Dejar de Serlo. Libertador San
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Kant dio un gran paso adelante hacia el reconocimiento del tiempo


como una condición del conocimiento, dejando claro que solo podemos
conocer algo en el tiempo, pero hizo de esta condición algo universal y
necesario. Con esto, separó entre el tiempo como condición de
conocimiento y el tiempo como una realidad. Esto tiene su
consecuencia en el hecho de que, para Kant, el verdadero conocimiento
es el de las leyes universales y necesarias de la física matemática de
Newton. En Kant y después de él, eso determinó que los conocimientos
de otras realidades, como la historia, no puedan ser considerados como
científicos. En historia no hay leyes universales y necesarias, sino
diferentes líneas de eventos que no se dejan encerrar en leyes
universales y necesarias. Esto indica que Kant no está interpretando el
conocimiento desde el tiempo como realidad, sino desde la
atemporalidad del conocimiento universal y necesario.

En la interpretación del mundo, se manifestó que Kant ve la realidad


como completamente determinada por causas y como formando parte
de una cadena causal que se prolonga indefinidamente hacia atrás y
adelante. Como esa cadena está atada al espacio y al tiempo de la
mente humana, la forma en que hoy esta conoce determina lo que
ocurrió en todo el pasado y lo que ocurrirá en todo el futuro. Por esta
vía, Kant separa a Dios del mundo espacio-temporal de los fenómenos.
Esta separación significa que Kant de entrada supone que Dios es
incompatible con el mundo fenoménico. No solo ocurre que el hombre
no puede conocer a Dios, sino que Dios tampoco podría revelarse al
hombre porque las reglas del conocimiento humano (espacio, tiempo y
categorías) le impedirían comprender esa revelación. Para Kant, el
hombre no podría conocer una comunicación de conocimiento
proveniente de un ser que está fuera del tiempo y que no tiene causa.
Esto muestra que Kant está asumiendo una interpretación del ser en
general donde hay una separación infranqueable entre el ámbito
espaciotemporal del conocimiento de los fenómenos y el ser atemporal
del Dios de la razón y de la moral.

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Kerbs, Raúl A. Cómo El Pensamiento Cristiano Ha Sido Condicionado Por La Filosofía y Cómo Puede Dejar de Serlo. Libertador San
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En la interpretación de las presuposiciones que ya se han tratado, se ha


visto que Kant sigue interpretando el ser de una manera tradicional. Lo
que hace posible el conocimiento son las formas universales y
necesarias que están en la mente, lo cual hace que, cuando conocemos,
no seamos individuos particulares históricos, sino sujetos universales.
Kant dio un gran paso adelante hacia el reconocimiento del tiempo
como una condición del conocimiento, dejando claro que solo podemos
conocer algo en el tiempo, pero hizo de esta condición algo universal y
necesario. Con esto, separó entre el tiempo como condición de
conocimiento y el tiempo como una realidad. Esto tiene su
consecuencia en el hecho de que, para Kant, el verdadero conocimiento
es el de las leyes universales y necesarias de la física matemática de
Newton. En Kant y después de él, eso determinó que los conocimientos
de otras realidades, como la historia, no puedan ser considerados como
científicos. En historia no hay leyes universales y necesarias, sino
diferentes líneas de eventos que no se dejan encerrar en leyes
universales y necesarias. Esto indica que Kant no está interpretando el
conocimiento desde el tiempo como realidad, sino desde la
atemporalidad del conocimiento universal y necesario.

En la interpretación del mundo, se manifestó que Kant ve la realidad


como completamente determinada por causas y como formando parte
de una cadena causal que se prolonga indefinidamente hacia atrás y
adelante. Como esa cadena está atada al espacio y al tiempo de la
mente humana, la forma en que hoy esta conoce determina lo que
ocurrió en todo el pasado y lo que ocurrirá en todo el futuro. Por esta
vía, Kant separa a Dios del mundo espacio-temporal de los fenómenos.
Esta separación significa que Kant de entrada supone que Dios es
incompatible con el mundo fenoménico. No solo ocurre que el hombre
no puede conocer a Dios, sino que Dios tampoco podría revelarse al
hombre porque las reglas del conocimiento humano (espacio, tiempo y
categorías) le impedirían comprender esa revelación. Para Kant, el

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Kerbs, Raúl A. Cómo El Pensamiento Cristiano Ha Sido Condicionado Por La Filosofía y Cómo Puede Dejar de Serlo. Libertador San
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hombre no podría conocer una comunicación de conocimiento


proveniente de un ser que está fuera del tiempo y que no tiene causa.
Esto muestra que Kant está asumiendo una interpretación del ser en
general donde hay una separación infranqueable entre el ámbito
espacio-temporal del conocimiento de los fenómenos y el ser
atemporal del Dios de la razón y de la moral.

En la interpretación del ser del hombre salió a la luz esa separación. El


ser humano es parte del fenómeno, pero también es un ser libre de la
cadena causal del mundo fenoménico. Si el hombre no fuera libre, no
existiría la moral. Pero la moral existe. En la interpretación del hombre
como ser libre, Kant extiende la realidad más allá del mundo temporal
de los fenómenos y afirma que hay que postular que el alma es
inmortal. Aquí el ser humano mismo es parte de esa realidad racional
donde no rigen las reglas de espacio y tiempo. En este ámbito, la
voluntad es autónoma, es causa de sus propias acciones. Y esta
causalidad no está bajo las leyes del tiempo que rigen en el
conocimiento de los fenómenos. Por tanto, aquí Kant supone una
interpretación de la realidad moral como atemporal.

En la interpretación del ser de Dios, Kant directamente afirma que Dios


no está condicionado por las limitaciones del tiempo. Además, Kant
niega toda acción de Dios en el mundo, como la creación, los milagros,
la revelación. Si Dios actuara en el mundo, quedaría limitado por este. Si
Dios fuera causa de los fenómenos, tendría que haber una causa que lo
hubiera determinado a actuar y, por tanto, estar condicionado por el
tiempo. Como ideal de la moral, Dios garantiza que el logro de la virtud
y la felicidad es posible. Pero para funcionar como tal, Dios siempre es
un ideal, no puede convertirse en algo real. El ideal siempre sirve como
modelo para estimar lo imperfecto que vivimos en el mundo del
fenómeno.

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La interpretación atemporal del ser en general se manifiesta cuando


Kant expresa su visión de Cristo como una manifestación real de lo que
él considera el ideal moral. El problema que enfrenta aquí Kant es que,
para él, Dios es siempre un ideal, pero Cristo era una persona real,
histórica. Como Kant sigue pensando desde la idea filosófica tradicional
de que el ser es atemporal, considera que Cristo es una representación
sensorial del ideal de la humanidad que agrada a Dios. Es una
representación con la cual podemos compararnos, aunque nunca
podamos llegar a ser iguales a él. Pero lo que importa en esta
representación es el ideal moral que pertenece a la razón. Por tanto,
Kant no está pensando que Cristo es una realidad objetiva de ejemplo,
doctrina y sacrificio que vivió en la historia del mundo. Dios no puede
actuar en el mundo de los fenómenos. Cristo solo representa un ideal
moral que puede ser pensado por la razón. Lo que Kant acepta de Cristo
es que él anuncia que las ceremonias y estatutos morales no sirven para
ser bueno, lo que vale es la intención del corazón (obrar por respeto
incondicional a la ley, no por interés ni por deseos). Y eso coincide con
su doctrina: lo moral no es lo que yo pretendo hacer ni lo que alguien
dice que hay que hacer, sino si yo me planteo qué pasaría si lo que yo
pretendo hacer valiera como ley universal.

En otras palabras, lo que interesa no es el Cristo histórico, sino la idea


moral racional que hay en su enseñanza, porque esa idea está en la
razón humana en general y es conocida por todos. Y lo que santifica,
según Kant, es la fe en que, si yo hago todo lo que está a mi alcance
para obrar siempre según la ley moral, entonces de alguna forma
lograré la virtud y la felicidad. Lo que importa para Kant es esa fe moral,
no la fe histórica en lo que Cristo hizo o en lo que Cristo hará según la
Biblia. La fe moral es la que puede ser conocida por la razón humana. La
fe histórica no puede ser conocida en el fenómeno porque Dios no
puede actuar en él. No se puede conocer el ideal (Cristo) en el
fenómeno. La atemporalidad de Dios que está en la base de todo esto
se expresa en Kant a través de la idea de que hay un ámbito atemporal

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Kerbs, Raúl A. Cómo El Pensamiento Cristiano Ha Sido Condicionado Por La Filosofía y Cómo Puede Dejar de Serlo. Libertador San
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fuera del fenómeno. Ese ámbito atemporal es el ámbito inteligible o


suprasensible de la razón, al cual pertenece Dios.

La interpretación que Kant hace de Cristo desde la atemporalidad se


atiene a las Escrituras en general. Kant no es un naturalista que limita el
conocimiento y la realidad al mundo fenoménico y niega la revelación.
Kant es un racionalista que se atiene a los límites del conocimiento,
pero no limita la realidad al fenómeno. Por eso admite la posibilidad de
una revelación exclusivamente natural. Esta se produce en la razón y no
en la realidad espaciotemporal. Como la razón se conecta con el ámbito
atemporal de la moral, allí se produce la revelación natural que Kant
acepta. Es decir, esa revelación no se produce en la historia, como
ocurre en la Biblia, porque la historia pertenece al fenómeno y, para
Kant, Dios no se puede revelar en el fenómeno, además de que el
hombre, por sus limitaciones cognitivas, no podría comprender tal
revelación.

Kant sostiene que las Escrituras son una expresión "sensible" de la


revelación natural que el hombre recibe en el nivel "suprasensible" de
la razón. Las Escrituras se presentan como no sensoriales (es decir,
inteligibles o racionales) a través de medios sensoriales. Pero esto no
implica que ellas pretendan hablar de realidades históricas o naturales.
Para Kant, ellas usan un lenguaje simbólico o metafórico. Si no se las
interpretara metafóricamente, argumenta Kant, su lenguaje sería
antropomórfico. Por ejemplo, según Kant, las Escrituras hablan de un
cielo, un infierno y de personas exteriores a la conciencia, como el
diablo que acusa y Cristo que es un abogado, que presentan sus
demandas ante un juez. Esto son solo representaciones sensoriales de
los dos principios morales racionales que están en conflicto (el bien y el
mal).

Para Kant, no existe un cielo ni un infierno, ni un diablo que acusa ni un


Cristo que defiende. ¿Por qué no? Porque esto sería atribuir una

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realidad temporal e histórica a lo que en realidad solo tiene un ser


atemporal e inteligible o suprasensible en la razón. Para Kant, el cielo
bíblico no es una realidad, sino una representación figurativa del bien
como algo absolutamente separado del mal. Lo que hay que obtener de
las Escrituras es lo que ayuda al hombre a mejorar moralmente y ello es
verdadero sin que deba ser real. El conocimiento de lo real (en el
sentido de "fenoménico") no contribuye en nada al mejoramiento
moral del hombre porque no tiene ninguna relación con los principios
universales de la moral racional. Aquí se ve como el conocimiento de la
ley universal de la moral es atemporal, similar al conocimiento de las
leyes universales y necesarias de la física matemática de Newton, que
no son afectadas por los cambios temporales.

Va quedando claro que el concepto del ser atemporal se ha expresado


en Kant como lo racional, inteligible o suprasensible, es decir, como
aquello que la razón puede pensar en los ámbitos de la moral y de la
religión. Puesto que ha ubicado a la moral y a la religión en el ámbito
atemporal de lo racional o inteligible, Kant está interpretando la Biblia
como una representación sensible de lo inteligible. Por eso, para él no
tiene sentido discutir sobre milagros como si fueran hechos históricos
porque esas narraciones tienen que ver con una época en que la
religión no era pensada racionalmente. Para Kant, los milagros deben
ser considerados como una envoltura que se usó antiguamente para
introducir en forma no racional ciertas ideas que hoy la razón puede
pensar sin esa envoltura. Hoy esa envoltura no solo es innecesaria, sino
que además va contra las leyes naturales conocidas, paraliza la razón y
no tiene ninguna utilidad en la moral. Aquí se ve que Kant toma las
leyes de la física matemática de Newton como verdades absolutas y
definitivas, es decir, como verdades atemporales e inmutables. Lo único
que hay que rescatar en las Escrituras, para Kant, es que ellas expresan
en formato temporal algo atemporal: las ideas morales racionales que
forman parte de la revelación natural que se da en la razón humana.

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Kerbs, Raúl A. Cómo El Pensamiento Cristiano Ha Sido Condicionado Por La Filosofía y Cómo Puede Dejar de Serlo. Libertador San
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La interpretación del ser como atemporal también se observa en el


concepto kantiano de la "religión verdadera" y en su valoración de la
religión bíblica. Como la moral necesita postular la inmortalidad del
alma y la existencia de Dios, se abre ante la razón una cuestión que se
mencionó más arriba: ¿qué puedo esperar del futuro? Este es el ámbito
de la religión, que Kant trata desde su punto de vista estrictamente
racional, pero siguiendo siempre la interpretación filosófica tradicional
del ser. En efecto, a partir de la distinción entre lo sensible-temporal y lo
inteligible-atemporal, Kant piensa que la ley moral funda una
comunidad ética bajo una legislación divina interna a la razón del
hombre, mientras que las Escrituras fundan una comunidad jurídica
bajo una legislación histórica que no es válida ante la razón.

Puesto que lo histórico es contingente, para Kant, la revelación bíblica


no pertenece al ámbito universal y necesario de la razón. Por eso, no es
la verdad exigible para todos, sino solo una verdad "para algunos". La
verdad en sí es la voluntad divina escrita en la razón en la forma de la
ley moral. La religión bíblica puede ser solo un medio de propagación
de la religión racional, no la religión verdadera. La interpretación
atemporal del ser implica que el reino kantiano de Dios nunca será una
realidad histórica y que la Iglesia visible solo será su representación
visible, pero no su realidad. Lo único que se necesita es una
representación visible de lo inteligible o suprasensible, no su realidad.
La distinción entre la religión racional, basada en la revelación natural
de la ley moral universal, y las religiones históricas, basadas en leyes
particulares y contingentes, lleva a Kant a afirmar que puede haber
diversas formas de creencia (judía, musulmana, cristiana, católica,
luterana), pero una sola religión verdadera.

Sin embargo, Kant también agrega que en las diversas creencias e


Iglesias se puede encontrar una misma religión verdadera porque esta
tiene que ver con algo interior. Las creencias y religiones históricas
cambian según el lugar y el tiempo. Como ellas tienen que ver con

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hechos y doctrinas particulares y contingentes, no se puede saber cuál


es la correcta. Con la religión racional esto no es un problema porque
ella siempre es la misma en todas partes. Kant propone que las
creencias e Iglesias históricas pueden ser verdaderas si se las despoja de
sus elementos históricos y sagrados y se retienen sus elementos
racionales o morales. Mientras los hombres aprenden a basarse solo en
la razón y mientras avance un proceso invisible de unión de la
humanidad en orden al bien moral, debe aplicarse un principio de
tolerancia entre los diversos modos de creencia. El progresivo dominio
del principio moral racional, que fue introducido en las distintas
religiones por medio de leyes históricas y contingentes, pero que ahora
no necesita de ellos, conducirá a la humanidad a una era de paz
perpetua.

Aquí se observa cómo la interpretación de lo inteligible o racional como


atemporal implica la idea de que existen una verdad y una religión
universal que progresivamente conducirán, según creía Kant, a un
ecumenismo universal, el cual iría junto con la tolerancia hacia las
diferentes maneras históricas de creer. La razón humana conoce las
verdades racionales y morales absolutas que son el fundamento de la
religión racional y que es lo que, con medios históricos, las religiones ya
estaban revelando desde el principio. La interpretación atemporal del
ser y de la verdad lleva a Kant a ver a los elementos históricos en la
religión como secundarios, eliminables y subordinados a la transmisión
de la verdad moral racional atemporal que en su época la razón podía
conocer sin ningún medio histórico. Estas ideas de Kant serán
importantes en el futuro, particularmente en la forma en que la
teología cristiana hará que la formulación de las doctrinas bíblicas
siempre esté vinculada a la historia, mientras que la verdad que ellas
expresan sea siempre atemporal. Como se verá en los próximos
capítulos, la influencia de Kant llevará a la teología a colocar a la historia
en el ámbito inteligible o suprasensible de Kant y, así, desvalorizar el
carácter esencialmente histórico o fenoménico de la revelación bíblica.

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Kerbs, Raúl A. Cómo El Pensamiento Cristiano Ha Sido Condicionado Por La Filosofía y Cómo Puede Dejar de Serlo. Libertador San
Martín, Entre Ríos, Argentina: Editorial Universidad Adventista de la Plata, 2023.

Conclusión
Continuando con el interés de Descartes y los empiristas ingleses por el
origen y modo de formación del conocimiento humano, Kant centra su
filosofía en la interpretación del conocimiento. Lo positivo de esto es
que, siguiendo la influencia del racionalismo y sus ideas innatas, Kant
descubre que la mente debe partir de algo para poder conocer los
objetos. El conocimiento no es un registro pasivo de datos que vienen
de las cosas, sino que el sujeto aporta ciertos elementos para procesar
esos datos. Y Kant mostró eso analizando los productos de la mente.

El análisis que más arriba se hizo del pensamiento de Descartes mostró


que este continúa con la interpretación tradicional de las
presuposiciones de la mente, a pesar de los cambios que le introduce a
la tradición filosófica. Kant contradice parcialmente al racionalismo
cartesiano y a la interpretación tradicional de las presuposiciones
básicas de la razón porque introduce el tiempo en la interpretación del
conocimiento. Lo hace mostrando que la mente solo puede conocer lo
que se puede ordenar según la ley de la sucesión del antes y el después.
Además, Kant muestra que los conceptos que la mente usa al conocer
solo pueden funcionar dentro de un esquema de tiempo. Kant se dio
cuenta de que el mundo temporal debe ser tenido en cuenta para
poder explicar el conocimiento humano. El racionalismo, al limitar la
verdad a las ideas innatas, atemporales, universales y necesarias de la
razón, se vio obligado a ver el mundo temporal como un mundo
paralelo e innecesario. Sin embargo, por la influencia del empirismo,
Kant descubrió que no todo el conocimiento humano se puede explicar
solo a partir de ideas innatas en la razón, es decir, a partir de las
verdades universales y necesarias. Había, sobre todo, un conocimiento
indiscutible, la física matemática de Newton, que no podía ser explicado
(ni producido) sin aceptar que la experiencia sensorial del mundo
temporal es ineludible y que el racionalismo es falso. Como resultado
de esto, Kant se diferencia en algo de la filosofía tradicional porque, al

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Kerbs, Raúl A. Cómo El Pensamiento Cristiano Ha Sido Condicionado Por La Filosofía y Cómo Puede Dejar de Serlo. Libertador San
Martín, Entre Ríos, Argentina: Editorial Universidad Adventista de la Plata, 2023.

basarse en el conocimiento producido por la física matemática de


Newton, limita el conocimiento a los fenómenos y niega cualquier
pretensión de conocer algo más allá de ellos.

El problema es que Kant pensaba que podía poner completamente


entre paréntesis la interpretación del ser mientras interpretaba el
conocimiento. Pero la mente no funciona así. La mente humana
siempre necesita una interpretación del ser porque el conocimiento
también es, y el conocimiento siempre es conocimiento del ser, es decir,
de algo que es real. Por eso, en realidad, Kant está asumiendo, sin
saberlo, una interpretación tradicional del ser que él no somete a
crítica. Esa interpretación está implícita en la física matemática de
Newton, en la idea de que lo que hay que conocer en el mundo
temporal de los fenómenos son las leyes universales, necesarias,
inmutables, es decir, aquello que no cambia en el mundo cambiante de
los fenómenos. Esa interpretación del ser como atemporal e inmutable
también se ve en Kant cuando él acepta la idea de que la causalidad
natural incluye todas las causas y actúa siempre de la misma manera. La
aceptación acrítica de la interpretación tradicional del ser en Kant
muestra que no es posible formular un discurso sobre el conocimiento
sin interpretar el ser de alguna manera.

Kant critica la pretensión filosófica tradicional de conocer realidades


que están más allá del fenómeno, pero sigue aceptando la división
tradicional entre tiempo y atemporalidad al distinguir entre el hombre
como fenómeno o ser natural y el hombre como ser racional inmortal.
En esa misma línea, aunque no interpreta a Dios como una realidad
supramundana, sino como un postulado de la moral que hace posible
pensar el bien supremo, Kant interpreta el ser de Dios de una manera
completamente tradicional, es decir, como atemporal, no espacial e
impasible. Entonces, a pesar de introducir el tiempo como condición de
todo conocimiento, para interpretar la razón en su conjunto, Kant
adopta la interpretación filosófica clásica de la realidad como ahistórica,

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Kerbs, Raúl A. Cómo El Pensamiento Cristiano Ha Sido Condicionado Por La Filosofía y Cómo Puede Dejar de Serlo. Libertador San
Martín, Entre Ríos, Argentina: Editorial Universidad Adventista de la Plata, 2023.

atemporal e inmutable. Kant cuestionó la interpretación filosófica


tradicional del conocimiento, por eso el conocimiento es la
problemática central en su filosofía, pero, como no cuestionó la
interpretación tradicional del ser, no pudo ver la interpretación del ser
en general como un problema. Y, por esa misma razón, tampoco
convirtió la interpretación del ser del mundo, del hombre y de Dios en
problemas.

La historia de la filosofía ha destacado más la revolución copernicana de


Kant y la crítica de Kant a la metafísica tradicional. La importancia de
Kant reside entonces en que él descubrió que el conocimiento gira más
en torno al sujeto que en torno al objeto, como pensaba la tradición
filosófica. Kant también es importante porque criticó la pretensión de la
tradición filosófica de conocer objetos que están más allá del ámbito
del fenómeno. Pero la historia de la filosofía no ha señalado la
dependencia de Kant con respecto a la interpretación filosófica
tradicional de las presuposiciones básicas de la mente. La crítica
kantiana a las pretensiones de la metafísica fue tomada como una
ruptura total. Pero más allá de la visión que la historia de la filosofía
tuvo sobre Kant, está el punto de vista sobre Kant que pudieron tener
los teólogos protestantes que siguieron a Kant y que sabían que en el
espíritu más propio del protestantismo estaba el hacer la teología solo
con la Biblia, liberándose de la filosofía tradicional. La cuestión será
saber si ellos, que podían mirar desde la Biblia, fueron capaces de ver
que seguir a Kant no los inmunizaba contra la interpretación filosófica
tradicional de las presuposiciones de la mente. Kant había dicho que le
ponía límites a la razón para darle un lugar a la fe. Los teólogos que
asumieron el planteo de Kant, ¿vieron que su fe estaba completamente
determinada por la tradición filosófica? ¿Se dieron cuenta de que la
"revelación" de la que habla Kant seguía siendo una revelación
"natural", solo que no se da en el mundo del fenómeno (como en la
tradición teológica), sino en la razón? Es decir, ¿vio la teología
protestante que este no hizo más que inaugurar otra forma de hacer

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Kerbs, Raúl A. Cómo El Pensamiento Cristiano Ha Sido Condicionado Por La Filosofía y Cómo Puede Dejar de Serlo. Libertador San
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esa "teología natural" que el protestantismo rechazaba en nombre del


principio de sola Scriptura?

Como Kant había limitado el conocimiento a los fenómenos, los


teólogos protestantes abandonaron la vía analógica por la cual filosofía
y teología tradicionales elaboraban un discurso con pretensiones
cognitivas acerca de Dios y de las realidades espirituales. Lo que aquí
nos interesa averiguar es si la teología protestante se dio cuenta de que,
en realidad, Kant siguió dividiendo la realidad en dos ámbitos: el
sensible y temporal (fenómeno) y el inteligible o suprasensible racional
que es atemporal. Además, si continuó con el discurso racional sobre
Dios y la inmortalidad del alma, solo que no lo fundó en el
conocimiento, sino en la moral. La base que la Reforma protestante
proponía con su lectura de sola Scriptura es la Biblia. ¿Qué camino
tomaron estos teólogos?

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