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Reseña: Magnetizado, de Carlos Busqued


Sobrio y crudo retrato de un asesino serial
15 de abril de 2018

Matías Capelli
PARA LA NACION

En septiembre de 1982, Raúl Melogno, un joven de veinte años recién salido del servicio militar,
comete en pocos días una seguidilla de cuatro asesinatos de taxistas. Sin motivo aparente, todos
siguiendo la misma mecánica, sin dejar rastros. El caso tuvo en vilo a la policía y los medios hasta que
el propio padre de Melogno lo entregó a las autoridades. Desde entonces, está preso, encarcelado bajo
diferentes diagnósticos psiquiátricos: personalidad anómala, trastorno esquizotípico de la
personalidad, trastorno de personalidad antisocial con núcleos esquizoides, cuadro delirante crónico,
psicópata esquizo, perverso histérico, autista, etcétera.
Al día de hoy, por una discrepancia entre los psiquiatras forenses de Capital Federal y los de la provincia
de Buenos Aires (uno de los asesinatos fue cometido fuera de los límites de la General Paz) no puede
recuperar su libertad. Tras treinta y cinco años de cárcel, luego de haber pasado por diversas instituciones,
de haber ingerido toneladas de psicofármacos y de ser sometido a los más diversos tratamientos, hoy
Melogno luce como "un hombre mayor que parece más un empleado público que un asesino en serie".
Magnetizado reconstruye el caso a partir de noventa horas de entrevistas, recortes de diarios de época,
documentos forenses y testimonios de psiquiatras. El trabajo de investigación es exhaustivo y gran parte
del libro tiene formato de entrevista. Es que, en su segundo libro, Busqued (Presidencia Roque Sáenz
Peña, 1970) decidió tensar los límites de lo literario, borrando su subjetividad y su estilo, volviéndose un
escritor invisible. Sin embargo, detrás de la fluidez eléctrica de la voz de Melongo, detrás de la ausencia
total de ripios, se advierte un minucioso trabajo de edición. También el montaje es en gran medida eficaz,
aunque la segunda entrevista con un psiquiatra sobre el final neutraliza la potencia escalofriante que
Melogno venía desplegando, normalizando la excepcionalidad del caso bajo la terminología de un discurso
clínico.
Es, tal vez, el único paso en falso de un libro que se revela crudo en ambas acepciones del término. Es
cruel, áspero y despiadado, y es también un texto sin cocción. No queda duda de que Busqued manipula
los materiales con solvencia; sobre la página los presenta tal cual son, sin combinarlos ni someterlos a
proceso de alquimia literaria alguno. Y esto debe ser tomado como declaración de principios, como
apuesta estética por una zona híbrida e inestable entre literatura y periodismo. Para no caer en la
definición anglosajona, en vez de no ficción podría encolumarse al autor, siguiendo a Sergio Chefjec, bajo
la categoría de literatura documental.
Además de un breve capítulo introductorio en el que el autor presenta el caso, en el resto del libro hay
tan solo una página escrita de manera directa por Busqued. El apartado se titula "Electricidad y
magnetismo" y narra por primera y única vez con la voz y el punto de vista de un narrador una de las
escenas de crimen dentro de un taxi. La reacción instintiva, sobre todo teniendo en cuenta que se trata
de una pieza magistral, es preguntarse por qué no escribió más fragmentos como ese, por qué no le dio
más espacio a su propia voz. Como si con dicho gesto el autor estuviera sugiriendo que es suficiente –o
solo posible– llegar hasta ahí: asomarse al agujero negro y luego intentar reproducir esa impresión en el
lector.
Si la primera y celebrada novela de Busqued, Bajo este sol tremendo, resultaba difícil de filiar en la
tradición argentina, Magnetizado, por el contrario, es abiertamente heredera de la literatura de Rodolfo
Walsh. Incluso podría aventurarse cómo empezó todo. Alguien, una noche, se le apareció a Busqued
mientras este jugaba en una plataforma de ajedrez online y le comentó: "Hay un asesino serial que
vive".

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