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Transmigráfica5

YOLANDA ORTIZ PADILLA


Universidad de Jaén
España
yortiz@ujaen.es

Mara Leonor Gavito


Transmigráfica.
Jaén: Editorial Maolí, 2015.

Una vez que se han perdido, las raíces son irrecuperables. En vano, el desarraigado permanece varias
horas parado en una esquina, junto a un árbol, contemplando de soslayo esos largos apéndices que
unen la planta con la tierra: las raíces no son contagiosas ni se adhieren a cuerpos extraños. Otros
piensan que permaneciendo mucho tiempo en la misma ciudad o país es posible que alguna vez le
sean concedidas unas raíces postizas, unas raíces de plástico, por ejemplo, pero ninguna ciudad es
tan generosa (Peri Rossi, Los desarraigados)

I el lado de acá, incontables mudanzas y «hoga-


«el poema que vertebre/mi columna anqui- res». Transmigráfica, su primer libro de poe-
losada» mas, ha sido publicado por la joven Editorial
Maolí, que cumple una vez más con su propó-
Comienzo esta reseña del libro de sito de unir a la poesía el trabajo de un artis-
poemas Transmigráfica con un fragmento del ta plástico. Por esta razón, la obra lleva, en la
cuento Los desarraigados, porque en él Cris- portada y en su interior, los dibujos del pintor
tina Peri Rossi nombra sin ambages la caren- argentino Andrés García.
cia que impone la condición transmigráfica, Para reseñar este libro me servirán de
condición que da título al libro, que posee su guía los versos del último poema que, a modo
autora y que articula la construcción del sujeto de epílogo, reúne las claves que le otorgan
lírico. Mara Leonor Gavito nació en Avellane- organicidad. La experiencia transmigráfica
da (Buenos Aires) en 1972 y reside en España conlleva, decíamos, una carencia, el desarrai-
desde 2002, y median, entre el lado de allá y go, que provoca en la autora una identidad

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Para citar este artículo: . Álabe 11. [www.revistaalabe.com]
DOI 10.15645/Alabe.2014.10.12

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fracturada que construye –reconstruye– y crea hilos imprecisos» (p. 107). Se construye así, ya
–recrea– en la literatura, en el libro, mediante desde la imagen, un sujeto lírico marginal por
un juego de referencias entre el yo real y un yo partida doble, por su condición de mujer su-
literario. El sujeto lírico enuncia en el último bordinada a las necesidades del otro y por su
texto «sigo buscando de pie / el poema que condición migrante que la convierte en Paria.
vertebre / mi columna anquilosada» (p. 106)
y convierte así el esqueleto de este libro en co-
lumna vertebral del yo literario. II
En la primera página nos encontra- «He nacido y he muerto / infinidad de ve-
mos con la foto de la autora, una de las fotos ces»
que hace veinte años su amigo Andrés García
le tomó para realizar los bocetos que ilustran Las dos partes centrales del libro, Pri-
las cinco partes del libro, encontramos la foto mer hogar y Nada dejó, reproducen el ciclo
y al lado su nombre, el yo real, Mara Leonor que manifiestan los versos de Transmigráfica
Gavito y el título del libro, Transmigráfica, que que titulan esta sección de la reseña: «He naci-
podemos entender como el alias que le otorga do y he muerto / infinidad de veces» (p. 106),
a su doble, a ese yo literario con el que la poeta en sus poemas asistimos a sucesivos comien-
reconstruye y recrea en la página la identidad zos preñados de finitud desde el principio.
fracturada que es condición del transterrado. En la segunda parte del libro, ya las pa-
Ahora bien, ese yo literario dista mucho de ser labras de Juan Gelman que la autora elige como
el personaje utilizado por ciertos poetas para cita anuncian el término de este Primer hogar:
distanciarse de la herida, para poder nombrar- «no es para quedarnos». Por esta razón, del
la. Estamos ante un sujeto lírico –radicalmen- poema inicial donde «la panza que estalla en
te femenino– que enarbola un yo confesional, miel / que pronto estalla» se convierte en sím-
que tiene tanta carne de autora y es, a su vez, bolo de ese «porvenir» (p.36) que ocupa con
literatura y realidad otra –¿cómo dejar de ser- fuerza un solo verso; pasamos a los dos poemas
lo?–, pero que no busca la distancia como he- finales que suponen esa primera muerte cíclica
rramienta para mostrar la herida, sino que opta de la que nos hablan los versos de Transmigrá-
por exhibirla impúdicamente, de forma direc- fica. La última estrofa de Casa nueva, vida vieja
ta, a veces violenta. recrean en la mente del lector una imagen cor-
Pasamos la página y el lector se encuen- pórea, visual, del desamor:
tra con la primera ilustración: el dibujo de una
joven que algo tiene de esa fotografía de la au- Y aquí el nuestro:
tora que inicia el libro, una joven que aúna los la cama matrimonial
y un espejo en el que se reflejarán
rasgos de una heroína de cómic y la vulnerabili- nuestros cuerpos durmiendo distanciados
dad de la marioneta que es. Y en este sutil jue- con esa bronca seca
go de correspondencias que el libro establece creciendo entre nosotros
leemos al final del poema Tareas «”déjenme como otro hijo (p.54)
entrar en mí”/ digo / yo, / la extraviada» (p.
45) –la extraviada, la enajenada, la marione- Y el poema Final nos deja uno de los 23
ta– y en el último poema «Títere sujetado por rasgos que vertebran al sujeto lírico, su herida:
su hastío, su necesidad de encontrar una certe-

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za que le permita seguir: «Me despierto apenas arrancándome la boca» (p. 13) están en el poe-
mendigando / las fuerzas / para levantarme» ma que abre el libro. Y en la Poética que enca-
(p. 55). ¿Y qué tenemos en el camino de este beza Noche adentro la idea es «sangre fresca»
primer ciclo?: las Tareas que mueven los hilos que el poeta «como un animal» acecha. Pero de
de la extraviada, la enajenada, la marioneta; «el nuevo este violento deseo, la necesidad física
cuento / de la hermosa rutina» (p. 49) y la in- de hacer palabra una intuición –«un olor»– es
satisfacción de «una cabeza programada para cercenado y el poeta, el «animal», mastica «un
el riesgo / que se pudre entre platos sucios» lento y doloroso / silencio» (p. 77).
(p. 50). Ajustar el lenguaje es, también, la tarea
Nada dejó es la tercera parte del libro, del poeta y puesto que cada idea pide una for-
el título procede de los versos de Macedonio ma para ser en la página –una y no otra–, en
Fernández –«Cuando se fue / nada dejó que este libro encontramos diferentes tonos y es-
no doliera»– que aparecen de nuevo como la tilos que ajustan el lenguaje para que el poema
cita inicial que muestra el término. Un cuer- sea. En el texto Nana nos encontramos con la
po dispuesto para el placer, abierto de par en lírica popular infantil, como los recursos van-
par a la «palabra sexo», a «la palabra alegría» guardistas nutren numerosos poemas: el ritmo
(p. 61), la tabla de salvación del deseo están en frenético que impone la enumeración caóti-
poemas como Tu imperio o Celebración, pero ca está en Tareas, haciendo sentir al lector la
pronto aparece la pregunta «¿Te irás algún vida que abruma a «la extraviada» (p. 45); la
día?» (p. 67), la incertidumbre de un amor que creación de palabras –«enladrillarme», «amu-
dice «“lánzate” / y luego / “ten cuidado con el rarme» (p. 18)–, la imagen onírica y la torsión
abismo”» (p. 68), para terminar con un ruego: gramatical están en poemas como Furia de mí:
«Amor inútil / déjate caer» (p. 70), que el suje-
to lírico repite como el conjuro que le permiti- ¿Tenerte en mis manos
rá quedar limpio de ese doloroso rastro que el y desgajarte
exprimirte expresarte
amor deja cuando se acaba. robarte el jugo y dárselo a los difuntos
para que te beban
o para que te mueran
III
o para que te lleven te desaparezcan
para que no seas
«Todas las transformaciones […] / no han para que no sigas siendo
hecho más que ajustar mi lenguaje» la dulce bestia mordedora
el espanto de mí
Ajustar el lenguaje es la obsesión del el que me arroja al amor
poeta y por este motivo nos encontramos, es- indefensa? (p. 19)
pecialmente en la primera parte –Con el viento
en la boca– y en la penúltima –Noche adentro–,
poemas en los que Mara L. Gavito reflexiona IV

sobre el lenguaje y sus límites, sobre el silen- «y resistir »


cio, desde una concepción fundamentalmente
24 visceral y vivencial de la creación poética. «La Este breve verso del poema Transmi-
palabra / comiéndome la lengua», «la palabra / gráfica guía la última sección de esta reseña en
la que deseo incidir sobre una constante que

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recorre cada una de las partes del libro y que Certeza; dolorosamente consciente del paso
es, a su vez, un rasgo que determina al sujeto del tiempo, del acabamiento de lo vivo, como
lírico que dicho libro construye. Un yo impú- queda expuesto de manera magistral en El
dico que recorre el aquí y el allá de estos poe- tiempo y el hijo, dos poemas que se levantan
mas para mostrar su herida: la imposibilidad sobre la paradoja de mirar de cara a la muer-
de encontrar una certeza que le permita con- te con el hijo. El hijo, que encarna el futuro,
tinuar. En el poema Encrucijada de la prime- enuncia en el poema por fin una certeza: el
ra parte leemos: «¿Y cuántas palabras tendrás tiempo no alberga la palabra siempre. Y esta
que decir / hasta encontrar alguna certeza?». dolorosa consciencia convierte al sujeto lírico
Y más adelante: «Inventás una torpe receta en un «títere sujetado por hilos imprecisos» (p.
para seguir viva. / El primer viento de la ma- 107) que se vencen y lo dejan laxo, «mendigan-
ñana la borrará, / insensiblemente» (p. 25). do las fuerza para levantarse» (p.55), mirando
Pero esta búsqueda no es más que una forma la primavera –su «música atávica» (p.98)– des-
de ganar tiempo porque en los huecos de inde- de el margen, incapaz de formar parte. Abati-
terminación que deja «el cuento / de la hermo- miento y anhedonia, dolor agazapado y herida
sa rutina» (p. 49), «esos leves espacios vacíos» abierta son los trazos que definen a Transmi-
en los que la cotidianidad que urge se calla un gráfica; pero también y a pesar la cicatriz y la
momento, asalta –«como un fatum no busca- resistencia. Esa resistencia que el sujeto lírico
do»– la incómoda pregunta: «para qué / todo repite en el último poema está porque junto a
esto» (p. 99). la conciencia del acabamiento, la certidumbre
Este entramado de versos que sacuden de la carne que se enciende y abre gracias al
al lector dibuja un sujeto lírico dolorosamente deseo, el amor redondo al hijo y la sed de la pa-
consciente de la soledad: «una suerte de con- labra, siguen siendo asidero.
ciencia / de no ser en nadie» (p. 78) leemos en

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