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Lectura 1educación y Renovación Pedagógica
Lectura 1educación y Renovación Pedagógica
Introducción.
Los términos Renovación Pedagógica y Educación son expresiones de uso común en el
ámbito de las prácticas socioeducativas. Sin embargo, la experiencia nos muestra como
la comprensión elaborada sobre estas nociones por los agentes del trabajo social, a
menudo conduce a interpretaciones diversas que, a su vez, se expresan en la orientación
o enfoque de las actividades. Es decir, se usa la misma terminología para justificar o
describir prácticas, no solo diversas, sino a veces divergentes o contradictorias.
El término Educación se ha convertido en un lugar común del que “todo el mundo” tiene
una definición. En el ámbito extraacadémico se suele atribuir a este “toda acción que
propicia un comportamiento personal correcto” coherente con un patrón social
normalizado y presente en un imaginario colectivo.
En el campo de la Teoría y de la academia a poco que salgamos de la pura definición
abstracta nos encontramos con interpretaciones igualmente diversas. Nos movemos en un
espacio semántico en el que confluyen distintos términos y nociones que se usan de
manera indistinta para referirse a experiencias distintas.
Esto nos lleva a considerar la necesidad de hacer una breve clarificación conceptual de
dichas nociones como preludio para adecuar los contenidos de enseñanza de la teoría al
alumnado.
La reflexión a partir de la práctica docente nos ha permitido constatar como, en un
porcentaje no menor, el alumnado “memoriza” la noción de educación en cuanto
contenido de “materia de examen” sin que esta sirva para facilitar la comprensión crítica
de sus propios procesos de experiencia educacional que le han desarrollado como persona.
Por ello, como objetivo del capítulo nos proponemos hacer una aproximación crítica a las
nociones que se relacionan en el campo semántico de la educación y la relación de esta
con la renovación pedagógica y la educación para la paz.
La educación como acción que “construye lo humano” da lugar a distintas perspectivas y
modelos de intervención, tendentes a generar patrones de comportamiento coherentes con
principios morales y éticos que a su vez emanan de una comprensión previa (filosofía,
antropología) de un determinado ideal humano. Sotelo (1995).
Por ello, cualquier aproximación a la noción de Educación comporta dar cuenta de cada
uno de los elementos que dan sentido a los modelos educativos, a saber: Axiología,
Filosofía, Antropología, Psicología, Sociología, ¿Religiones? ¿Ideologías? en cuanto
fuentes de conocimiento a partir de las cuales se instrumentará la acción práctica
educativa.
Obsérvese, que planteamos dos interrogantes que nos servirán como baliza para delimitar
a continuación, nuestra posición en torno a la educación. Es común otorgarle una
atribución de carácter utilitario, con un evidente sentido reduccionista, en cuanto que
estrategia, técnica o sistema procesual más o menos complejo para lograr unos
determinados fines.
¿Todos los fines son igualmente valiosos o validos? ¿No será que se confunde formación
o instrucción con educación?
Es evidente, que si hablamos de “educación infantil 0-6 años”, estamos considerando una
propuesta de relación global con los sujetos, en orden a atender sus necesidades, según
Maslow: fisiológicas, sociales, cognitivas y de expresión o realización personal, con el
fin de orientar la adquisición de la AUTONOMIA COMO PERSONA. Sin embargo,
cuando en anteriores leyes educativas se enunciaba “educación preescolar” se estaba
proyectando una actividad dirigida preferentemente a la formación previa y destinada a
facilitar la adaptación de los sujetos a las futuras exigencias derivadas de la situación
escolar.
Con respecto a la pregunta acerca del valor de los fines de la educación nos encontramos
en una situación similar a lo expuesto en el anterior párrafo. A efectos de ahorrar
extensión en el discurso, permítaseme, hacer una síntesis, en la que consideraremos el
caso de las religiones o de ideologías con perspectiva finalista acerca de lo humano. A
poco que analicemos sus principios, podemos encontrar divergencias que justifican
distintas prácticas para la configuración de los “Ethos” de los individuos a los que se
dirige. De tal modo, que cualquier sujeto podría justificar comportamientos, no solo
divergentes sino incompatibles, con otros miembros pertenecientes a una misma
sociedad. Véase el caso de los “integrismos o posiciones extremas de ideologías
radicales”. Podríamos afirmar que se ha producido un fenómeno de formación de los
sujetos en el seno de una ideología o religión, pero ¿se ha producido educación? ¿Qué
caracteriza a la Educación como concepto, hecho diferencial, de los procesos de
formación? Como vemos, las preguntas, no son más que caricaturas de la realidad social,
intrascendentes, se formulan precisamente, así, para sacar a la luz la “naturalidad” con la
que aceptamos conceptos y fenómenos distintos, como idénticos.
En relación con lo expuesto en el ejemplo anterior, la educación tendría como
consecuencia en todo caso, la tolerancia y el respeto entre adeptos a creencias distintas.
La disposición para la consideración del discurso del otro, la autocrítica del propio. La
educación tiene que ver con un reconocimiento del “sí mismo” en cuanto proceso de
construcción permanente en la relación con la toma en cuenta del “punto de vista del otro”
Llegados a este punto se hace necesario pasar al análisis de conceptos y términos que
están relacionados en el campo semántico de la Educación y que precisan de clarificación.
Entre otros, Socialización, Transmisión- adquisición de cultura, Instrucción, para
finalmente exponer de manera breve la génesis de la actual visión de la Educación.
1. Análisis del campo semántico de Educación.
La educación es un fenómeno que conocemos por los procesos de socialización que
hemos vivido siendo inherentes al desarrollo del sujeto. Por ello, se usa con frecuencia el
vocablo educación para describir las actividades cotidianas que se relacionan con lo
educativo. Es por esto por lo que, como muestran, García Carrasco y García del Dujo
(1996), Esteve (1983) o Sarramona (2000), ni su uso, ni el conjunto de conceptos que se
relacionan, tales como enseñanza, aprendizaje, condicionamiento, adoctrinamiento, etc.,
poseen precisión terminológica, debido a la diversidad de aspectos que conforman el
fenómeno educativo. Por ello, el uso que se hace del término para referirse a las diversas
dimensiones de este, nos indica cierta dificultad para delimitar con precisión su
significado y su riqueza de acepciones. Navas, J. L. (2004).
1.1Etimología del término educación.
El vocablo "educación" aparece documentado en obras literarias escritas en castellano no
antes del siglo XVII. Hasta esas fechas, según García Carrasco y García del Dujo (1996),
los términos que se empleaban eran los de "criar" y "crianza", que hacían alusión a "sacar
hacia adelante", "adoctrinar" como sinónimo de "doctrino", y "discipular" para indicar
"disciplina" o "discípulo". Son términos que se relacionan con los cuidados, la protección
y la ayuda material que dedicaban las personas adultas a los individuos en proceso de
desarrollo. Navas (2004).
El término "educación" tiene un doble origen etimológico, el cual puede ser entendido
como complementario o antinómico, según la perspectiva que se adopte al respecto. Su
procedencia latina se atribuye a los términos Educere y educare. Como el verbo latino
Educere significa "conducir fuera de", "extraer de dentro hacia fuera", desde esta
posición, la educación se entiende como el desarrollo de las potencialidades del sujeto
basado en la capacidad que tiene para desarrollarse. Más que la reproducción social, este
enfoque plantea la configuración de un sujeto individual y único. Navas (2004).
Aunque en determinados momentos históricos, ambas posturas, individualización y
socialización, por separado, han sido utilizadas para fundamentar los procesos educativos,
en la actualidad se tiende a la complementariedad, entendiéndose la educación como el
conjunto de influencias externas (socialización, educatividad) que permiten el desarrollo
de las potencialidades internas del sujeto (individualización, educabilidad). Navas (2004).
Castillejo (1994) apoya esta idea interaccionista de la educación porque se adecua mejor
a las características de la persona, entendiéndola como un proceso interactivo en el que
intervienen el sujeto con capacidad personal para desarrollarse (Educere) y las influencias
que provienen del medio (educare). En este mismo sentido se manifiesta Pagés Santacana
(1997), al sugerir que el proceso educativo debe estar enmarcado en lo individual y social.
1.2 Genesis del concepto educación
La educación es un término que señala, tanto a un concepto teórico, como a un fenómeno
social. En cuanto fenómeno social se ha ido universalizando en la medida que se ha ido
extendiendo la escolarización obligatoria, de tal modo que en la actualidad nos concierne
a todos los seres humanos. Nos influye desde el nacimiento, nos constituye tanto en el
desarrollo personal, como en el social. De este modo, recibimos experiencias educativas
cuando de manera intencional se practican en el entorno familiar, del mismo modo, solo
cuando hay intencionalidad de educar se producen en el entorno social.
Por ello, en cuanto fenómeno social no debemos confundir educación con socialización,
tal como se ha expuesto anteriormente. En este último, aludimos a un fenómeno natural
necesario para la subsistencia, mientras la educación, se caracteriza por ser una función
racional, consciente e intencional, destinada a producir la realización de un ideal humano
en los sujetos sobre los que se aplica. Así mismo, los distintos grados y formas de
escolarización proporcionan experiencias que nos van estructurando aspectos concretos
de nuestro modo de entender el mundo.
El término educación está estrechamente vinculado a “Ilustración”, empieza a usarse con
esta connotación a finales del siglo XVIII, a la vez que se configuran los sistemas
escolares nacionales. Sus contenidos están impregnados de este sentido, de conformación
de un modelo cultural estándar nacional, inscrito en el territorio geográfico del nuevo
estado-nación. De Puelles Benítez (2004). Sus prácticas fueron orientadas a formar
“nuevos hombres” capaces de seguir las directrices del proyecto Ilustrado. Según estos
(Los Ilustrados), el país necesitaba emprender un cambio en profundidad, que comenzaba
por capacitar a los individuos como ciudadanos y obreros, para que respondieran a las
exigencias de la nueva manera de desarrollar la sociedad y la economía. Álvarez Uría y
Varela (1991)
Sin embargo, este proyecto impregnado de los valores, que hicieron pensar a Kant que
“el hombre había abandonado la minoría de edad”, y por primera vez en la historia se
convertirá en sujeto autónomo, guiado por la razón critica, no consiguió́ más que
disciplinar las voluntades, e inculcar conocimientos instrumentales, que en definitiva
servirán a los intereses económicos y de control social de las clases dirigentes tal como
señala Varela. (1991).
El proyecto educativo ilustrado se desarrolla en una doble dirección, teórica y otra
práctica. En la primera, se define al ser humano desde la libertad, la racionalidad y la
perfectibilidad; la segunda actúa sobre las clases populares mediante la escolarización,
sin considerar la cultura de estas, es más se entiende que esta cultura es algo a erradicar
por ser producto de criterios erróneos y de la “ignorancia”. La oscuridad de la ignorancia
debe ser iluminada, y esto se realiza mediante prácticas coercitivas fundadas en las
creencias y criterios de las clases dominantes.
El cambio social no se da en el sentido del “Aufklaurung” (Ilustración) como señala
Subirats (1980) Pues los “nuevos hombres” no son formados para que piensen por sí
mismos, sino que son “ilustrados”, o lo que es lo mismo son sometidos a asimilar e
interiorizar, las “imágenes” (en el sentido de contenido superficial y externo, al interés
del que aprende) mostradas por los que saben.
A pesar de este “fracaso” en lo genuino y específicamente educativo, que es facilitar al
individuo los medios y experiencias para “Atreverse a pensar”, para construir su razón
intelectual y moral- Autónoma. El sistema educativo siguió creciendo, y con él sigue
abierta la posibilidad de realizar prácticas educativas críticas y transformadoras.
Hoy asistimos a la universalización de la institución escolar en cuanto sistema de
comunicación, que relaciona a los individuos entre sí, y con la cultura de la sociedad,
actuando como sistema adaptativo cibernético con capacidad autorreguladora. Castillejo
y Colom. (1987). Esto quiere decir que es el “medio y el mensaje” tal como lo definiera
Mcluhan, a través del cual podemos introducir cambios de visión de las cosas. No en
vano, se ha incorporado a la práctica curricular de los centros, “la educación ambiental”
ante el peligro cierto de deterioro irreversible de la vida en el planeta o ¨la educación para
la paz” ante la creciente amenaza de permanentización de conflictos bélicos locales,
cuando no, la consolidación de violencias estructurales aún bastante toleradas.
La educación actual (sistema educativo) se hace cargo de instruir al alumnado en estos
contenidos, otra cuestión será́ , los resultados que se obtengan pues en gran medida van a
depender de la perspectiva con que se aborda, a saber: educativa, en cuanto a desarrollo
personal o puramente instructivo-formativo (transmisión más o menos eficiente de
contenidos).
Este es el planteamiento desde el que se pueden analizar, igualmente, otras propuestas de
acción educativa, surgidas de los cambios socioeconómicos como las “educación
multicultural”, contenido educativo transversal, de carácter estratégico destinado a
comprender mejor “al otro” facilitando la integración social en lo diverso.
1.3 Concepto de Educación
La educación, sin embargo, pretende distinguirse de la instrucción o de la socialización
en que persigue la realización de un tipo ideal de sujeto humano de manera formal y
consciente, tiene una dimensión normativa y necesita, por tanto, una jerarquía de valores.
No se puede educar sin poseer previamente una visión del modelo de ser humano, como
paradigma que hay que alcanzar. Sotelo (1995)
Esta primera visión de educación pone énfasis en conducir a una meta, que se ha señalado
previamente, educar es llevar al educando a la realización de un tipo ideal de persona, por
lo que los métodos de dirección no pueden sino implicar algún tipo de fuerza o coacción,
por más que esta se ejerza con “cariño” o de manera “suave” por progenitores o
“educadores”.
El fin propuesto justifica como mal menor la acción impositiva y en esto coincide con la
socialización o la instrucción. Por ello, cabe preguntarse si la educación, para
diferenciarse, debe contener este factor, lo que, a su vez, nos lleva a replantearnos el
sentido y fin de la educación
En los dos últimos siglos, dos tendencias, han polarizado el debate sobre la educación, la
que admite cierto grado de imposición en un proceso normativo que, como tal, conlleva
la sumisión a un deber ser externo al sujeto y la llamada durante los años 70,
antiautoritaria, que elimina de raíz cualquier heteronomía a favor de la plena autonomía.
Sotelo (1995).
Nuestra percepción, es que en la actualidad aún no se ha implantado definitivamente esta
segunda noción, entre otras cosas, porque requiere del triunfo de una comprensión de lo
humano que se abre con la modernidad ilustrada, centrada en la libertad como
fundamento, y que continúa abierta y en desarrollo aun siendo cuestionada por alguna
vertiente de la postmodernidad.
La libertad,1 se revela de un lado, como noción clave que explica al ser humano, decisiva
para entenderlo como sujeto moral y para dar cuenta de la convivencia sociopolítica y del
otro, el concepto mismo de libertad que cambia sustancialmente su contenido, pues de
entenderse como libre albedrío2, pasa a concebirse como AUTONOMÍA del sujeto.
Esta doble conceptualización, ausencia de coacción y libertad, modifica sustancialmente
la idea de educación por cuanto coloca en el fin de ésta el logro de la autonomía personal
en cuanto capacidad de autogobierno y ésta sólo se puede alcanzar desde la libertad.
La educación en esta concepción es un proceso de eliminación de los factores externos,
que impiden que cada uno llegue a ser el que realmente es. No se trata tanto de dirigir, de
modelar, como de dejar crecer a la persona mediante el conocimiento de “sí mismo”
obtenido de la reflexión sobre las experiencias vividas, de controlar los factores externos
que afectan el desarrollo personal, se hace necesario modificar el entorno para que cada
uno llegue a ser el que es.
Educar es, por tanto, protegernos de la socialización para abrirnos a la comprensión y
obediencia de la voluntad general. La enseñanza para la libertad, y desde la libertad,
supone una acción crítica, consigo mismo y con el mundo que nos rodea. Esta idea de
libertad, diferenciada del libre albedrío, se convierte en soporte fundamental de la
educación. De ella se derivan otras dos, igualmente relevantes; una la de individualidad,
noción por la cual consideramos que cada cual es distinto y único, lo que hace necesario
adecuar el proceso educativo a la singularidad propia de cada educando. Y, otra, la de
actividad, papel que corresponde al educando en cuanto protagonista del proceso
educativo. Por esto, cobra todo el sentido, que sólo cabe educarse ejerciendo activamente
las facultades del cuerpo y del espíritu, se aprende a pensar pensando, o a ser autónomo
ejerciendo la autonomía, y no a través de un discurso que explique en detalle cómo se
debe pensar, o ser autónomo.
Así mismo, esta definición de la educación, radicada en la idea de libertad, afecta la
concepción de la enseñanza, pues ya su fin no podrá ser transmisión de saberes más o
menos bien clasificados y dispuestos para la asimilación del alumno, sino mostrar
procedimientos para que el alumno pueda adquirirlos por sí mismo. Se trata menos de
mostrar la verdad, que de enseñar que hacer para descubrirla.
Referencias bibliográficas.