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1. Oh Guía, defensor en la lucha. Señor, vencedor del infierno, ya que me has salvado de la muerte eterna
canto tu alabanza, yo, tu criatura, tu siervo. Tú, cuya misericordia no tiene límite, libérame hoy de todo
peligro, Tú, a quien yo invoco:
2. Oh Creador de los ángeles y Señor de las potencias del cielo, Tú que has abierto el oído y la palabra al
sordomudo, ilumina mi espíritu y desata mi lengua para que pueda alabar a Tu Nombre purísimo y
dirigirme a Ti con este canto:
3. Cuando viste a la viuda quebrantada de dolor, tuviste piedad de ella, Señor, y resucitaste a su hijo que
estaban llevando a la tumba. Del mismo modo, Tú que amas a los hombres, fortalece mi alma y ten
piedad de mí, que te grito:
5. Jesús, Tú has revestido con el poder de lo alto a los apóstoles que permanecían en Jerusalén. Del ardor
del Espíritu Santo revísteme también a mí aunque esté desprovisto de toda obra buena y concédeme
cantarte con amor: Aleluia.
6. Jesús, en la riqueza de tu misericordia has llamado al publicano y al pecador, ahora vuélvete hacia mí,
que soy como ellos y acepta este canto como mirra muy preciosa:
7. Asaltado interiormente por una tempestad de duda, Pedro se hundía. Cuando te ve presente corporalmente
y caminar sobre el agua, te reconoce verdadero Dios, y aferrándose a la mano que salva dice: Aleluia.
8. El ciego te siente pasar, Señor, y se pone a gritar: “¡Hijo de David, ten piedad de mí!”. Llamándolo, Tú
le devolviste la vista. Del mismo modo, en tu ternura, ilumina los ojos de mi corazón, a mi que te grito,
diciendo:
9. Con tu sangre derramada, nos has rescatado. Así, Jesús, no nos dejaste prisioneros, esclavos de nuestras
pasiones y de la profunda tristeza. Haznos verdaderamente libres, a nosotros que te gritamos: Aleluia.
10. Los hijos de tu pueblo han visto, en un cuerpo como el nuestro, a Aquél que con su mano había creado al
hombre. Y, habiéndolo reconocido como el Señor, buscaban festejarle agitando los ramos y gritando:
¡“Hosanna”! Del mismo modo, nosotros te ofrecemos un himno diciendo:
11. Llevando a cumplimiento el mensaje de los profetas inspirados por Dios, viniste al mundo, Jesús. Quisiste
habitar entre nosotros. Tú, el Infinito, tuviste compasión de nuestra enfermedad. Porque, nos sanaste por
tus heridas, nosotros hemos aprendido a cantar: Aleluia
12. La luz de tu Verdad se levantó sobre el universo entero, y la mentira fue rechazada: los ídolos, Señor, no
soportaron tu poder y cayeron. Y nosotros que recibimos la salvación de Ti, te cantamos:
13. Queriendo revelar el misterio escondido desde los siglos, como un cordero mudo has sido inmolado,
Jesús. Siendo Dios, has resucitado de entre los muertos y has subido al cielo en la gloria. Contigo,
nosotros hemos resucitado, y te gritamos: Aleluia.
14. Ante nuestros ojos hiciste tu obra maravillosa cuando el Creador, nacido de la Virgen, se manifestó:
resucitó de la tumba, sin romper los sellos, se presentó corporalmente a los apóstoles a puerta cerrada. Por
esto, maravillados cantamos con fuerza:
Jesús, Verbo incomprensible.
Jesús, Palabra impenetrable.
Jesús, poder inaccesible.
Jesús, sabiduría inconcebible.
Jesús, divinidad inmensa.
Jesús, Señor de todo el universo.
Jesús, soberanía infinita.
Jesús, fuerza estrepitosa.
Jesús, poder eterno.
Jesús, mi Creador, ten compasión de mí.
Jesús, Salvador, sálvame.
15. Viéndote, Jesús, Dios misteriosamente encarnado, nosotros vivimos en el mundo sin ser del mundo y
caminamos lleno de esperanza hacia tu Reino. Si has bajado a la tierra es para subirnos a nosotros al
cielo, por esto te cantamos: Aleluia.
16. Tú estás plenamente presente en la tierra sin dejar de estar ausente en el cielo. Jesús, ¡cuánto,
voluntariamente, has sufrido por nosotros¡ Con tu muerte, has vencido a la muerte, y con tu resurrección,
nos has dado la vida, y por esto nosotros te cantamos:
18. Viéndote, oh Jesús nuestro Salvador, los oradores más elocuentes quedan sin palabra. No son capaces de
decir cómo tu permaneces Dios inmutable y hombre perfecto. Pero nosotros, llenos de admiración delante
del misterio, con fe gritamos:
19. Queriendo salvar el mundo, oh Sol que surges, has tomado un cuerpo como el nuestro y te has humillado
hasta la muerte. Por esto tu Nombre ha sido exaltado sobre todo nombre y de todos los seres de la tierra y
del cielo sientes cantar: Aleluia.
20. ¡Dios eterno, Consolador! Cristo verdadero: purifícanos de toda mancha, como has purificado los diez
leprosos, y cúranos como has curado a Zaqueo, al publicano, de modo que arrepentidos te cantemos:
Jesús, tesoro incorruptible.
Jesús, riqueza inexorable.
Jesús, alimento de los fuertes.
Jesús, fuente inextinguible.
Jesús, vestido de los pobres.
Jesús, abogado de las viudas.
Jesús, defensor de los huérfanos.
Jesús, ayuda de los trabajadores.
Jesús, guía de los peregrinos.
Jesús, piloto de los navegantes.
Jesús, consuelo de los angustiados.
Jesús, levántame de mi culpa.
21. Te ofrezco, yo indigno, un himno lleno de ternura y de arrepentimiento. Como la cananea te llamo:
“¡Jesús, ten piedad de mí!” Cúrame, Jesús, yo que te grito: Aleluia.
22. Pablo, que hasta aquel momento Te perseguía obedece al poder de la voz que lo ilumina del conocimiento
divino, y se convierte al instante. Así también Señor -Luz que ilumina a quien está en las tinieblas de la
ignorancia- ilumina los ojos oscurecidos de mi alma que te invoca:
23. Dadme la gracia, Jesús, tú que perdona toda deuda. Acógeme, arrepentido, como has acogido a Pedro que
te había negado. Llámame, a mí pecador, como has llamado a Pablo que te perseguía, Y escúchame, que
te canto: Aleluia.
24. Celebrando tu Encarnación, todos nosotros te alabamos. Con Tomás, te confesamos Dios y Señor que,
sentado a la diestra del Padre vendrás a juzgar a vivos y a muertos. Otórgame un lugar a tu derecha a mi
que te canto:
25. Oh Jesús, manso y humilde de corazón, en tu amor que nada desprecia, mira nuestra miseria, perdónanos
sin límite y en tu compasión infinita acepta nuestra humilde oración como has aceptado la pobreza
ofrecida de la viuda.