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Canon Paraklitikòs a la Madre de Dios

Este canon compuesto alrededor del siglo IX es un texto devocional muy


popular, de largo uso en el mundo ortodoxo, especialmente en la piedad
personal. Es la parte esencial de la Paraklisis, breve oficio en honor a la
Santísima Madre de Dios, utilizado “en los momentos de dificultad o de gran
afición”.

El canon Paraklitikos, del cual presentamos aquí los troparios, en el oficio


completo está precedido por el salmo 50.

Salmo 50

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,


por tu inmensa compasión borra mi culpa.
Lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.

Pues yo reconozco mi culpa,


tengo siempre presente mi pecado.
Contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.

En la sentencia tendrás razón,


en el juicio brillará tu rectitud.
Mira, que en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.

Te gusta un corazón sincero,


y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio.
Lávame, quedaré más blanco que la nieve.

Hazme oír el gozo y la alegría,


que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.

¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro,


renuévame por dentro con espíritu firme.
No me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación,


afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.

Líbrame de la sangre,
¡oh Dios, Dios, salvador mío!,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.

Los sacrificios no te satisfacen,


si te ofreciera un holocausto no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado, un corazón quebrantado y humillado
tú no lo desprecias.

Señor, por tu bondad, favorece a Sión,


reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales, ofrendas y holocausto, sobre tu altar
se inmolarán novillos.

Oprimido por muchas tentaciones, en Ti me refugio buscando salvación:


Oh Madre del Verbo y Virgen, sálvame de las desgracias y de los peligros.

Los ataques de las pasiones me perturban, llenando de gran angustia mi alma:


pacifícame, oh Virgen purísima, con la paz de tu Hijo.

Oh Virgen que has engendrado al Dios Salvador, yo te ruego me liberes de la


adversidad, y ahora, recurriendo a Ti, elevo mi alma y mi mente.

Oh divina Madre, haz digno a mi cuerpo enfermo y a mi alma de tu visita


y de tu providencia, como buena Madre de Aquel que es bueno.

II

Virgen Madre divina, yo te constituyo defensa y protección de mi vida.


Tú guíame a tu puerto, oh fuente de todo bien, sostén de los fieles y digna de
toda alabanza.

Te suplico, oh Virgen, disipa la turbación de mi alma y la tempestad de mi


desaliento:
Tú, Esposa divina, que has engendrado a Cristo, Príncipe de la paz, oh
Purísima.

Tú que has dado a luz al Bienhechor, causa de todo bien,


derrama sobre nosotros la abundancia de tus gracias.
Todo lo puedes, oh Santísima, que has engendrado a Cristo, el Omnipotente.

Ayúdame, oh Virgen, porque estoy turbado por molestas enfermedades y por


perversas pasiones. Te reconozco, oh Purísima, cual inagotable tesoro y
dispensadora de curaciones.

III

Oh Esposa divina, que has dado a luz al Señor, Guía del mundo,
calma la agitación de mis pasiones y la multitud de mis pecados.

Tú que has engendrado al Misericordioso y al Salvador de cuantos te


alabamos,
abre, a mi que te invoco, el abismo de tu misericordia.

Nosotros que te reconocemos cual verdadera Madre de Dios y que gozamos,


oh Castísima, de tus favores, a Ti cantamos un himno de acción de gracias.

Oh dignísima de toda alabanza, nosotros que te tenemos como nuestra


esperanza, nuestro sostén y defensa inquebrantable de nuestra salvación,
seremos liberados por ti de toda adversidad.

IV

Llena de exaltación mi corazón, oh Purísima, dándome tu incorruptible alegría,


oh Tú que has generado la Causa de nuestra alegría.

Libéranos de los peligros, oh pura Madre de Dios,


Tú que engendraste la eterna Redención y la Paz que supera todo sentido.

Disipa las tinieblas de mis culpas, oh Esposa de Dios, con el esplendor de tu


claridad,
Tú que engendraste la Luz divina y eterna.

Oh Purísima, hazme digno de tu visita y sana la enfermedad de mis pasiones.


Tu oración me obtenga mi sanación.

Oh Virgen, suplica a tu Hijo y Señor para que me liberare de la maldad de mis


enemigos, que, entregándose a sí mismo a la muerte, ha salvado de la
corrupción y de la muerte a mi naturaleza caída.

Te reconozco, oh Virgen, como protectora y segurísima defensa de mi vida.


Tú disipas las olas de las tentaciones y rechazas los asaltos de los enemigos,
y yo siempre te ruego que me liberes de la corrupción de mis pasiones.

Nosotros te tenemos, oh Virgen, cual Refugio y salvación universal de nuestras


almas
y refresco en la angustia, y exultamos siempre tu esplendor.
También ahora, oh Señora, sálvanos de las pasiones y de los peligros.

Tendido en un lecho de enfermedad, sé salud para mi cuerpo.


Tú que engendraste al Salvador del mundo y al Médico de toda enfermedad,
te suplico, Oh Bondad, levántame de la desgracia de mis debilidades.

VI

Cuando, oh Salvador, quisiste conducirnos a la salvación,


has permanecido en el seno de la Virgen, constituyéndola en Protectora del
universo,
¡oh Dios de nuestros padres, seas bendito!

Madre Purísima, que has engendrado al verdadero Misericordioso,


ruégale que libere del pecado y de las manchas a las almas de cuantos con fe
aclamamos,
¡oh Dios de nuestros padres, seas bendito!

Cual Tesoro de salvación, Fuente de incorruptibilidad, Torre de seguridad y


Puerta de penitencia, tú mostraste a la que te ha engendrado a cuantos repiten,
¡oh Dios de nuestros padres, seas bendito!

Oh Madre de Dios, que has engendrado a Cristo Salvador,


dígnate sanar las enfermedades del cuerpo y del alma
a aquellos que con afecto recurren a tu divina protección.

VII

Oh Virgen, no desprecies a los que suplican tu ayuda aclamando a ti,


oh Pura, y exaltándote por los siglos.

Derrama, oh Virgen, la riqueza de tus curaciones


sobre cuantos cantan y exaltan tu parto inefable.

Sana las enfermedades de mi alma y los dolores de mi cuerpo, oh Virgen,


para que yo te glorifique cual llena de gracia.

Aleja de nosotros, oh Virgen, los asaltos de las tentaciones y las insidias de las
pasiones para que podamos aclamar a ti por todos los siglos.

VIII

No desprecies, oh Virgen, los torrentes de mis lágrimas, Tú que has


engendrado a Cristo,
quien ha enjugado cada lágrima de todos los rostros.

Oh Virgen, colma de alegría a mi corazón, Tú que has recibido la plenitud de la


alegría,
sacando la tristeza causada por el pecado.

Oh Virgen, sé puerto, protección, baluarte seguro,


refugio y gozo de cuantos recurren a ti.

Oh Virgen, ilumina con los rayos de tu luz, disipando las tinieblas de la


ignorancia
a los que devotamente te proclaman Madre de Dios.

Oh Virgen, sáname, hazme pasar de la enfermedad a la salud,


porque estoy tendido y humillado en un lugar de sufrimiento.
Acatistos al dulcísimo Jesús

Oh Guía, defensor en la lucha. Señor, vencedor del infierno, ya que me has


salvado de la muerte eterna canto tu alabanza, yo, tu criatura, tu siervo. Tú,
cuya misericordia no tiene límite, libérame hoy de todo peligro, Tú, a quien yo
invoco:

Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí

Oh Creador de los ángeles y Señor de las potencias del cielo, Tú que has
abierto el oído y dado la palabra al sordomudo, ilumina mi espíritu y desata mi
lengua para que pueda alabar a Tu Nombre purísimo y dirigirme a Ti con este
canto:

Jesús, belleza luminosa, estupor de los ángeles.


Jesús, fuerza invencible, liberador de nuestros padres.
Jesús, dulzura inmensa, alabanza de los patriarcas.
Jesús, Señor muy amado, cumplimiento de los profetas.
Jesús, admirable en la fuerza, gloria de los mártires.
Jesús, paz resplandeciente, alegría de los monjes.
Jesús, lleno de benevolencia, dulzura de los sacerdotes.
Jesús, misericordia incansable, regocijo de los santos.
Jesús, purísimo, pureza de las vírgenes.
Jesús, Tú eres desde siempre, salvación de los pecadores.

Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí

Cuando viste a la viuda quebrantada de dolor, tuviste piedad de ella, Señor, y


resucitaste a su hijo que estaban llevando a la tumba. Del mismo modo, Tú que
amas a los hombres, fortalece mi alma y ten piedad de mí, que te grito:

Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí

Buscando entender al Incomprensible, Felipe te dijo: “Señor, muéstranos al


Padre”. Tú le respondiste: “¿Hace tanto tiempo que estoy con ustedes y tú no
me conoces, Felipe? ¿No crees que yo estoy en mi Padre y que mi Padre está
en mí?” A Ti, que estás más allá de toda la comprensión, con temor te grito:

Jesús, Dios desde siempre y por siempre.


Jesús, Maestro muy paciente.
Jesús, Salvador lleno de compasión.
Jesús, Amor inmenso, custódiame.
Jesús, purifícame de mis pecados
Jesús, aparta tu mirada de mis culpas.
Jesús, libera mi corazón de toda falsedad.
Jesús, yo espero en Ti, no me abandones.
Jesús, no me rechaces lejos de Ti.
Jesús, mi Creador, no me olvides.
Jesús, Tú el único Pastor Bueno, vela por mí.

Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí

Jesús, Tú has revestido con el poder de lo alto a los apóstoles que


permanecían en Jerusalén. Del ardor del Espíritu Santo revísteme también a mí
aunque esté desprovisto de toda obra buena y concédeme cantarte con amor:
Aleluya.

Jesús, en la riqueza de tu misericordia has llamado al publicano y al pecador,


ahora vuélvete hacia mí, que soy como ellos y acepta este canto como mirra
muy preciosa:

Jesús, fuerza invencible.


Jesús, ternura infinita.
Jesús, belleza luminosa.
Jesús, amor inefable.
Jesús, Hijo de Dios viviente.
Jesús, te piedad de mí, pecador.
Jesús, ilumíname porque estoy en la oscuridad.
Jesús, purifícame de toda culpa.
Jesús, recondúceme a Ti, como al hijo pródigo.

Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí

Asaltado interiormente por una tempestad de duda, Pedro se hundía. Cuando


te ve presente corporalmente caminando sobre las aguas, te reconoce
verdadero Dios, y aferrándose a la mano que salva dice: Aleluya.

El ciego te siente pasar, Señor, y se pone a gritar: “¡Hijo de David, ten piedad e
mí!”. Llamándolo, Tú le devolviste la vista. Del mismo modo, en tu ternura,
ilumina los ojos de mi corazón, a mí que te grito, diciendo:

Jesús, Creador de los ángeles.


Jesús, Redentor de los hombres.
Jesús, vencedor del infierno.
Jesús, Tú has revestido de belleza a toda criatura.
Jesús, reanima mi alma.
Jesús, ilumina mi inteligencia.
Jesús, colma de gloria mi corazón.
Jesús, da la salud a mi cuerpo.
Jesús, mi Salvador, sálvame.
Jesús, mi luz, ilumíname.
Jesús, de todo tormento, libérame.
Jesús, sálvame, aunque sea indigno.

Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí

Con tu sangre derramada, nos has rescatado. Así, Jesús, no nos dejaste
prisioneros, esclavos de nuestras pasiones y de la profunda tristeza. Haznos
verdaderamente libres, a nosotros que te gritamos: Aleluya.

Los hijos de tu pueblo han visto, en un cuerpo como el nuestro, a Aquél que
con su mano había creado al hombre. Y, habiéndolo reconocido como el Señor,
buscaban festejarle agitando los ramos y gritando: ¡“Hosanna”! Del mismo
modo, nosotros te ofrecemos un himno diciendo:

Jesús, verdadero Dios.


Jesús, Hijo de David.
Jesús, Rey de la gloria.
Jesús, Cordero inocente.
Jesús, Pastor maravilloso.
Jesús, Custodio de mi infancia.
Jesús, Consejero de mi juventud.
Jesús, alabanza de mi vejez.
Jesús, esperanza en la hora de mi muerte.
Jesús, vida después de la muerte.
Jesús, consolación en la hora misma de mi juicio.
Jesús, mi único deseo ábreme la puerta de tu Reino.

Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí

Llevando a cumplimiento el mensaje de los profetas inspirados por Dios, viniste


al mundo, Jesús. Quisiste habitar entre nosotros. Tú, el Infinito, tuviste
compasión de nuestra enfermedad. Porque, nos sanaste por tus heridas;
nosotros hemos aprendido a cantar: Aleluya

La luz de tu Verdad se levantó sobre el universo entero y la mentira fue


rechazada: los ídolos, Señor, no soportaron tu poder y cayeron. Y nosotros que
recibimos la salvación de Ti, te cantamos:

Jesús, Verdad que rechaza la mentira.


Jesús, luz que no decae.
Jesús, tan grande en tu poder infinito
Jesús, Dios inquebrantable en tu compasión.
Jesús, Pan de vida, sáciame, que tengo hambre.
Jesús, fuente de la inteligencia, sáciame que tengo sed.
Jesús, vestido de gloria, envuélveme, que soy corruptible.
Jesús, manto de alegría, recúbreme, que soy indigno.
Jesús, que das a quien pide, concédeme llorar mis pecados.
Jesús, que abres a quien golpea, abre a mi pobre corazón.
Jesús, Redentor de los pecadores, purifícame de mi pecado.

Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí

Queriendo revelar el misterio escondido desde los siglos, como un cordero


mudo has sido inmolado, Jesús. Siendo Dios, has resucitado de entre los
muertos y has subido al cielo en la gloria. Contigo, nosotros hemos resucitado,
y te aclamamos: Aleluya.

Ante nuestros ojos hiciste tu obra maravillosa cuando el Creador, nacido de la


Virgen, se manifestó, resucitó de la tumba y se presentó corporalmente a los
apóstoles que estaban con las puertas cerradas. Por esto, maravillados
cantamos con fuerza:

Jesús, Verbo incomprensible.


Jesús, Palabra impenetrable.
Jesús, poder inaccesible.
Jesús, sabiduría inconcebible.
Jesús, divinidad inmensa.
Jesús, Señor de todo el universo.
Jesús, soberanía infinita.
Jesús, fuerza estrepitosa.
Jesús, poder eterno.
Jesús, mi Creador, ten compasión de mí.
Jesús, Salvador, sálvame.

Viéndote, Jesús, Dios misteriosamente encarnado, nosotros vivimos en el


mundo sin ser del mundo y caminamos lleno de esperanza hacia tu Reino. Si
has bajado a la tierra es para subirnos a nosotros al cielo, por esto te
cantamos: Aleluya.

Tú estás plenamente presente en la tierra sin dejar de estar ausente en el cielo.


Jesús, ¡cuánto, voluntariamente, has sufrido por nosotros! Con tu muerte, has
vencido a la muerte, y con tu resurrección, nos has dado la vida, y por esto
nosotros te cantamos:

Jesús, dulzura del corazón.


Jesús, vigor del cuerpo.
Jesús, limpieza del alma.
Jesús, vivacidad del espíritu.
Jesús, alegría de mi corazón.
Jesús, mi esperanza, mi única esperanza.
Jesús, alabanza excelsa, alabanza eterna.
Jesús, plenitud de mi alegría.
Jesús, mi único deseo, no me rechaces.
Jesús, mi Pastor, búscame.

Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí


Todos los ángeles magnifican incesantemente tu Santo Nombre Jesús,
cantando en el cielo: “Santo, Santo, Santo”. Nosotros pecadores, también, con
nuestros labios de arcilla, sobre la tierra te cantamos: Aleluya.

Viéndote, oh Jesús, nuestro Salvador, los oradores más elocuentes quedan sin
palabra. No son capaces de decir cómo tú permaneces Dios inmutable y
hombre perfecto. Pero nosotros, llenos de admiración delante del misterio, con
fe aclamamos:

Jesús, Dios desde toda la eternidad.


Jesús, Rey de reyes.
Jesús, Señor de los señores.
Jesús, justicia de los vivos y de los muertos.
Jesús, esperanza de quienes están sin esperanza.
Jesús, consolación de los que lloran.
Jesús, gloria de los humildes.
Jesús, por tu compasión, cúrame.
Jesús, expulsa de mí el desaliento.
Jesús, ilumina los pensamientos de mi corazón.
Jesús, mantén despierto en mí el recuerdo de la muerte.

Queriendo salvar el mundo, oh Sol que surges, has tomado un cuerpo como el
nuestro y te has humillado hasta la muerte. Por esto tu Nombre ha sido
exaltado sobre todo nombre y de todos los seres de la tierra y del cielo sientes
cantar: Aleluya.

¡Dios eterno, Consolador! Cristo verdadero: purifícanos de toda mancha, como


has purificado a los diez leprosos y cúranos como has curado a Zaqueo, el
publicano, de modo que arrepentidos te cantemos:

Jesús, tesoro incorruptible.


Jesús, riqueza inexorable.
Jesús, alimento de los fuertes.
Jesús, fuente inextinguible.
Jesús, vestido de los pobres.
Jesús, abogado de las viudas.
Jesús, defensor de los huérfanos.
Jesús, ayuda de los trabajadores.
Jesús, guía de los peregrinos.
Jesús, piloto de los navegadores.
Jesús, consuelo de los angustiados.
Jesús, levántame de mi culpa.

Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí

Te ofrezco, yo indigno, un himno lleno de ternura y de arrepentimiento. Como la


cananea te llamo: “¡Jesús, ten piedad de mí!” Cúrame, Jesús, a mí que te grito:
Aleluya.

Pablo, que hasta aquel momento te perseguía, obedece al poder de la voz que
lo ilumina del conocimiento divino y se convierte al instante. Así también Señor
-Luz que ilumina a quien está en las tinieblas de la ignorancia- ilumina los ojos
oscurecidos de mi alma que te invoca:

Jesús, Dios invencible en tu fuerza.


Jesús, Señor omnipotente e inmortal.
Jesús, Creador resplandeciente de gloria.
Jesús, guía seguro.
Jesús, Pastor infatigable en tu ternura.
Jesús, Salvador muy compasivo.
Jesús, ilumina a mis sentidos cegados por las pasiones.
Jesús, cúrame, que estoy desfigurado por el pecado.
Jesús, defiende mi corazón de los malos deseos.

Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí


Dadme la gracia, Jesús, tú que perdonas toda deuda. Acógeme, arrepentido,
como has acogido a Pedro que te había negado. Llámame, a mí pecador, como
has llamado a Pablo que te perseguía, Y escúchame, que te canto: Aleluya.

Celebrando tu Encarnación, todos nosotros te alabamos. Con Tomás, te


confesamos Dios y Señor que, sentado a la diestra del Padre vendrás a juzgar
a vivos y a muertos. Otórgame un lugar a tu derecha a mí que te canto:

Jesús, fuego de amor, enciéndeme.


Jesús, morada eterna, refúgiame.
Jesús, manto de luz, revísteme de tu belleza.
Jesús, perla de gran precio, brilla sobre mí.
Jesús, sol que surge, ilumíname.
Jesús, luz santa, esclaréceme.
Jesús, de toda enfermedad, presérvame.
Jesús, arráncame de la mano del adversario.
Jesús, libérame de la pena eterna.

Oh Jesús, manso y humilde de corazón, en tu amor que nada desprecia, mira


nuestra miseria, perdónanos sin límite y en tu compasión infinita acepta nuestra
humilde oración como has aceptado la pobreza ofrecida de la viuda.

Jesús, a imagen de los niños, tus preferidos, transfórmame.


Jesús, como los pastores asombrados, atráeme hacia Ti.
Jesús, como al ciego de nacimiento, tócame, para que yo te vea.
Jesús, como al paralítico, cúrame para que yo camine contigo.
Jesús, como la cananea que te suplicaba, escúchame.
Jesús, como a María que te escuchaba, háblame de Ti.
Jesús, como sobre Pedro que te había negado, fija tu mirada sobre mí.
Jesús, como María Magdalena que te amó mucho, perdóname.
Jesús, como Zaqueo, llámame y ven a mí.
Jesús, como a la hija de Jairo, revíveme.
Jesús, como a la Samaritana, transfórmame.
Jesús, como a Juan –el discípulo amado- hazme permanecer en Ti.
Jesús, al terminar mi vida, como al buen ladrón, dime: “Hoy estarás conmigo en
mi Reino.”

Oración del staret Sofronio Sacharof

Señor eterno, Creador de todas las cosas, Tú que me has llamado a esta vida
en tu inexorable bondad, que me has dado la gracia del bautismo y el sello del
santo Espíritu. Tú que me has dado la gracia del deseo de buscarte, tú, el único
Dios verdadero, escucha mi oración:

Mi Dios, no tengo vida, luz, alegría, sabiduría y fuerza sin ti. Pero tú has dicho a
los discípulos “todo lo que pidan en la oración si creen lo obtendrán".

Por eso me permito suplicarte:


Purifícame de toda corrupción de la carne y del espíritu.
Enséñame a orar.
Bendice este día que has dado a este indigno siervo tuyo.
Permíteme, con el poder de tu gracia, hablar y trabajar incesantemente por tu
gloria en un espíritu de pureza, humildad, paciencia, amor, bondad, paz, coraje
y sabiduría, teniendo conciencia de tu Presencia sin fin.
Señor Dios, por tu infinita bondad, muéstrame el camino de tu voluntad y
hazme digno de continuar mi camino sin pecado.

Conocedor de los corazones, Señor, Tú conoces todas mis faltas. Tú conoces


mi ceguera y mi ignorancia. Tú conoces la debilidad y la corrupción de mi alma.
Y tampoco son desconocidos para ti mi dolor y mi angustia. Escucha mi súplica
y enséñame con tu Espíritu santo el camino a seguir.

Dame, con el poder de tu amor, la gracia de perseguir el bien.


Custódiame de toda palabra o acción que pueda corromper a mi alma y de todo
acto interior y exterior que no sea agradable a ti y nocivo para mi hermano.
Enséñame cómo tengo que ver y cómo tengo que hablar. Si es tu voluntad el
no responderme, dame un espíritu de pacífico silencio que esté privado de
amargura y de peligro para con mi hermano.

Enséñame tus preceptos y hasta mi último respiro no permitas que pueda


salirme de la luz de tus mandamientos, hasta que tu ley no se vuelva la única
ley de mi existencia, tanto en esta tierra como en la vida eterna.

Libérame de mi dolor y de mi miseria y no me ocultes el camino de la salvación.


En mi locura, mi Dios, por muchas y grandes cosas te ruego. Conociendo mi
maldad, mi debilidad y mi vileza te grito: ten piedad de mí.
No me eches de tu presencia por mi arrogancia.

Dame y has crecer, en mí, el poder amarte según tus mandamientos, con todo
mi corazón, con toda mi alma, con toda mi mente, con toda mi fuerza y con
todo mi ser.
Dios mío, enséñame la justicia y el conocimiento de tu santo Espíritu.
Dame el conocimiento de tu verdad antes de abandonar esta vida.

Aumenta los días de mi vida hasta que pueda ofrecerte un arrepentimiento


sincero. Y cuando con tu beneplácito llegue el fin de mi vida, hazme conocer a
tiempo la hora de mi muerte, así mi alma podrá estar bien dispuesta para
encontrarte. Y quédate conmigo, Señor, en aquella hora terrible y dame la
alegría de tu salvación. Purifícame de todo pecado público y oculto y de toda
iniquidad escondida en mí y dame una buena defensa para cuando esté ante tu
terrible trono.
Mi Dios, según tu gran misericordia y tu filantropía inconmensurable, escucha
mi súplica. Amén.

staret Sofronio

Plegaria al Cristo Orante

Del Monasterio del Cristo Orante

Ícono del Cristo Orante - Capilla del Eremitorio, Monasterio del Cristo Orante

Señor Jesús, Orante y Maestro,


henos aquí: somos tu Pueblo, tu rebaño,
los herederos de tu plegaria.
Nuestros ojos, nuestro pensamiento, nuestro corazón
están vueltos enteramente hacia Ti:
queremos verte orar,
para imitar, con amorosa atención,
tus gestos, tus modos, tus lugares y tus tiempos;
tus palabras, tus silencios: ¡tu Oración, Señor!
Sabemos que sólo en Ti está la Fuente viva de la Plegaria.
¿A quién iremos? Sólo Tú tienes palabras de Oración viva.
¡Enséñanos a orar! A hacer de la oración experiencia de Amor.

Tus brazos en alto son el Camino de nuestra súplica.


Tú Corazón, el Árbol frondoso donde anidan nuestros rezos;
Tú eres la Vid donde injertamos
el tembloroso Abbá que gime el Espíritu.
Tus ojos fijos en el Padre que nada te niega
y tus manos abiertas en confiada súplica de Niño,
son, Jesús, la Escuela de nuestra oración de hijos.

Entre el atrio de nuestras inquietudes más externas,


y el altar de nuestro herido corazón:
llora Tú, Sacerdote Eterno, dentro de nosotros presente,
por los que vivimos lejos del Amor del Padre.

Señor, enséñanos a orar; pero más aún:


enséñanos a dejarte orar a Ti en nosotros.
Que tu plegaria fluya por nuestro cauce interior
y transforme el estéril arenal de nuestra seca oración
en el regado paraíso del trato de amistad.

Tú, Amigo y Señor, Hermano y Dios,


Maestro y Modelo,
siempre vivo para interceder,
que vives y reinas y oras,
por los siglos de los siglos.
Amén

Acatistos de la Zarza ardiente


La Zarza ardiente del Éxodo figura a menudo en los textos litúrgicos como
imagen o prefiguración de la Madre de Dios. Entre 1943 y 1956, el círculo de la
Zarza ardiente estaba compuesto de rumanos fervientes que se reunían para
orar y discutían alrededor del tema del rol de la espiritualidad en la sociedad
rumana, especialmente en los ámbitos intelectuales y literarios. El acatistos a la
Zarza ardiente fue compuesto por el padre Daniel (el poeta Sandu Tudor),
monje del monasterio de Todos los Santos (conocido como “monasterio de
Antim”) de Bucarest.

Kondakion 1

¿Quién es ésta, pura y blanca como el alba? Es la Reina de la oración y su


encarnación, princesa de toda la nobleza y soberana alma de la mañana, novia
del Consolador que transfigura la vida. Hacia ti nosotros corremos, ardiendo y
consumidos por el deseo. Concédenos acceder a la santa montaña del Tabor,
y sé para nosotros también sombra y rocío, tú a quien la gracia cubre con su
sombra, para que nuestra naturaleza obtenga a su momento ser renovada por
un engendramiento carismático y que, todos juntos, con la creación entera,
exclamemos profundamente inclinados: ¡Alégrate, Esposa y Madre de la
oración continua!

Ikos 1

Virgen del Eón sin ocaso, santa Madre de la Luz, escúchanos a nosotros
esclavos del pecado, hijos indignos del fango. Dulcísima, buenísima y
santísima Virgen, llave del Señor Jesús, libéranos de los cerrojos de la
maldición, ábrenos el camino hacia lo alto, para que recibida la revelación tan
deseada, el secreto del Esposo amado, te podamos cantar nosotros también,
como Moisés que, quitándose sus sandalias, el rostro volvió hacia la llama de
la zarza, ardiente de gracia, y exclamó en el anochecer:

Alégrate, tallo luminoso de la zarza que no se consume;


Alégrate, rocío cristiano por el que Dios ha germinado en el mundo.
Alégrate, huella ardiente de un fuego que viene de más allá de los cielos.
Alégrate, lágrima que derrite el hielo interior.
Alégrate, bastón florecido del peregrino que camina hacia el lugar del corazón.
Alégrate, chorro de agua fresca que brota en el desierto interior.
Alégrate, sello ardiente impreso en las profundidades del alma.
Alégrate, octavo día del reino que está dentro de nosotros.
Alégrate, tradición de la alegría venidera.
Alégrate, maravillas recibidas en la admiración del espíritu.
¡Alégrate, Esposa, Madre de la oración continua!

Kondakion 2

¿Cómo alcanzar la paz de los pensamientos, Virgen Madre, Virgen Santísima?


¿Cómo esquivar el asalto de las pasiones, las tentaciones tan numerosas que
nos rodean? Otórganos la ciencia misteriosa tan deseada, la sabia maestría en
el arte espiritual, para que venzamos nuestra naturaleza cautiva y accedamos a
la alegría de la paz del alma. Entonces, arrebatados por la oración en la
invocación luminosa, nosotros también cantaremos una alabanza sincera y
perfecta, un elogio verdadero y sálmico:

Ikos 2

Flor ardiente por la llama que no consume, oh Theotokos, imagen de paz


vislumbrada en el fuego, aureola de un orbe inmenso de frescura, ven a
nosotros, ayúdanos a encontrar, bajo tu dulce conducto, la larga respiración del
pecho de la paloma de plata que sostenía su vuelo sereno y a la que el Rey-
Profeta veía planear por encima de las cimas de Basán. Así todos juntos
cantaremos unidos a los coros angélicos y entonaremos esta antífona:

Alégrate, paso de danza hesicasta, por cuyo vuelo es suscitada la bendición


Alégrate, alma que reposa en una respiración mesurada.
Alégrate, rueda que se eleva movida por la paloma del Espíritu.
Alégrate, paz establecida en el espacio interior.
Alégrate, ascensión más allá de los tiempos, apoyada sobre las alas del águila
Alégrate, eternidad detenida en el interior de un instante.
Alégrate velo inmenso desplegado para la navegación celestial.
Alégrate, aspiración del cielo que perfecciona el espíritu.
Alégrate, murmullo silencioso como un susurro de agua viva.
Alégrate, fruto exquisito dado por la Filocalia.
¡Alégrate, Esposa, Madre de la oración continua!

Kondakion 3

Más allá de los siglos, oh Virgen, yo escucho hablar de ti por la boca de Isaías,
el profeta de las brasas ardientes, y en el cielo de la Escritura, de todas las
alturas de la gracia, resuena esta palabra que fue proclamada para ti: Un niño
nos ha nacido, un Hijo nos ha sido dado; el signo de la dominación está sobre
su hombro, se le ha dado este nombre: Admirable, Ángel del gran Consuelo,
Dios fuerte, Príncipe de la Paz, Padre de los siglos venideros. Tal es su
Nombre, el Nombre de las cinco advocaciones, el santo Nombre del Señor, que
Jesús traerá. Tierra, escucha y permaneced atenta, mientras todos nosotros
gritamos: ¡Aleluya, Aleluya, Aleluya!

Ikos 3

Es una Madre virgen para siempre en la que se ha encarnado aquel que


guardado intacta la naturaleza corporal de la zarza ardiente. El Nombre del
Señor de la gloria se ha hecho palabra pronunciada. Dios el invisible, aquel que
se había mostrado enigmáticamente en el corazón del fuego, el rostro de la
belleza celestial, la imagen infinita, se ha ceñido a sí mismo, ha aceptado ser
medido a nuestra medida, y el inefable se ha verdaderamente manifestado
entre nosotros, como un humilde vencedor montado sobre una pequeña asna.
Gustad, vosotros también, los poderes ocultos en el Nombre de luz, y vosotros
pasaréis de la muerte a la vida, deificados en todo vuestro ser. Y todos
entonces cantaremos con una voz clara y segura:

Alégrate, condescendencia por la cual Dios nos concede contenerlo a nosotros


también.
Alégrate, fuerza por la cual también nosotros caminamos con Jesús sobre las
aguas.
Alégrate, misericordia en la cual Cristo nos es dado.
Alégrate, quietud interior donde se cumple la venida de aquel cuyo Nombre es
Amén.
Alégrate, ocio íntimo en el cual el Logos por nosotros mismos es escuchado.
Alégrate, reconciliación por la cual nosotros accedemos a lo más secreto de
nuestro ser.
Alégrate, dulzura que nos hace hermanos del Emanuel.
Alégrate, silencio en el cual la pulsación del Espíritu se une a nuestra sangre.
Alégrate, soledad en la cual el cielo del corazón repentinamente se despliega
en nosotros.
Alégrate, transparencia que permite al ángel despuntar en los cuerpos.
Alégrate, pureza que atrae la venida del Rey de la gloria al mundo.
¡Alégrate, Esposa, Madre de la oración continua!
Kondakion 4

El Señor es amor eterno y su Nombre también es Amor. Venid, dejémonos


impregnar de Dios, profundamente, con todo el impulso del amor. Tú, Virgen
santa, tú lo has llevado. También a nosotros recuérdanos que lo llevamos, que
vivimos y nos movemos en el Dios viviente. En todo lugar, haznos conscientes
de estar con Él, y que por su virtud crece nuestra virtud, si a cada respiración
nosotros invocamos el Nombre del Señor. Entonces clamaremos como un solo
ser celebrando: ¡Aleluya!

Ikos 4

Enséñanos tú, oh Virgen, el misterio de la constancia en la oración, y la fuerza


de la invocación humilde y discreta. El agua fluye por su naturaleza, y la piedra
por su naturaleza es muy dura, pero el perpetuo fluir del agua puede perforar la
dureza de la piedra. Dígnate, oh Virgen, a ayudarnos por tu misericordia a que
triunfe la gota de la gracia sobre nuestro gran endurecimiento, y nosotros te
cantaremos esta doxología:

Alégrate, audacia tan delicada en la repetición del santo Nombre.


Alégrate, fuente de agua viva que fluye sin tregua.
Alégrate, cetro tallado en la piedra blanca del Señor.
Alégrate, dulce panal del cual la miel es Cristo, el Hijo del hombre.
Alégrate, don concedido a mi espíritu por mi Cristo.
Alégrate, comunión perfecta en el misterio de la Encarnación
Alégrate, efusión de gracia que nos viene del Hijo de Dios.
Alégrate, rosario viviente del Kyrie eleison.
Alégrate, impulso celestial que me arrastra a mí pecador.
Alégrate, abundancia del recuerdo de Dios.
Alégrate, repetición carismática de una invocación admirable.
¡Alégrate, Esposa, Madre de la oración continua!
Kondakion 5

Virgen santa, delante de ti siempre quedarán confundidos los pensadores y los


sabios de este mundo, ya que tú eres el sello de la incorruptible Sabiduría,
puerta cerrada a los que prevalecen en su inteligencia, paraíso viviente digno
de las maravillas de Dios. Tú nos muestra que la vida no nos ha sido dada para
que nosotros le demos un sentido a nuestra manera. Nosotros no estamos
llamados solamente a la nobleza de existir, la vida verdadera está más allá de
nuestros conceptos y de nuestras categorías; más allá del espacio y del flujo de
los instantes. Ella es el espejo de este cielo de fuego dentro de nosotros del
que la bóveda está tendida sobre los abismos de nuestro corazón y de nuestro
actuar. Ella pertenece al Verbo, y Él quiere que ella se abra a su Encarnación,
y que ella resuene en un eterno: ¡Aleluya!

Ikos 5

Santísima Virgen Madre, tú eres en verdad la sobriedad, la voluntad recogida


en la claridad del espíritu, el ojo interior abierto ampliamente sobre el círculo del
horizonte divino. Tú eres el corazón donde reina victoriosa la transparencia de
la pureza, la gran vigilia del alma siempre dispuesta a acoger el misterio de
Dios. Pero tu sobriedad contiene también la delicada confianza de un niño, la
santa simplicidad que mira sin turbación tu corazón apacible y ante la cual lo
maravilloso nos sorprende, mientras que nosotros nos inclinamos cantando con
todo lo que tiene soplo de vida:

Alégrate, lugar donde se unen en cruz el fervor del espíritu y su sobriedad.


Alégrate, eje del cielo y estrella de la mañana, anunciadora de los misterios en
el fondo del alma.
Alégrate, freno que vence el pululamiento de los pensamientos y de su vano
tumulto.
Alégrate, espejo donde se refleja Aquel que está más allá de la carne.
Alégrate, castillo muy interior de mi alma.
Alégrate, laúd del corazón que resuena bajo el arco del Espíritu.
Alégrate, canto que brota de las cinco cuerdas siempre vibrantes del santo
Nombre.
Alégrate, música inefable del segundo nacimiento.
Alégrate, fiesta silenciosa de la gnosis perfecta que nos desposa al Nombre de
la Sabiduría.
¡Alégrate, Esposa, Madre de la oración continua!

Kondakion 6

Virgen Santísima, Madre no desposada, tú eres el único corazón donde sin


desfallecer el Nombre de gloria se canta en toda su plenitud viviente y
verdadera. Es para nuestra gran maravilla, oh Purísima, ya que en ti única e
incomparablemente, el corazón del hombre y el corazón de Dios han latido y
laten sin fin al unísono, y la oración, como un movimiento de reloj, miden a la
vez tu contemplación y el cielo, modelando tu corazón sobre los misterios de
amor de Dios. Oh carro de luz sin crespúsculo, elévanos, a nosotros también,
hacia la sabiduría bendita del corazón, para que hechos mejores y dignos te
cantemos, presentándonos ante ti como una Iglesia viviente, una aclamación
ortodoxa: ¡Aleluya!

Ikos 6

Madre de Dios, corazón de luz; Madre de Dios, corazón del mundo; Madre de
Dios, corazón purísimo; Madre de Dios, corazón del Verbo, hacia ti venimos,
llenos de vergüenza y con el alma desfallecida, el cuerpo inclinado y dobladas
las rodillas, ya que por consecuencia de nuestra ignorancia, nuestro corazón se
ha grandemente oscurecido, el Señor nos ha dejado vagar por los caminos de
nuestro espíritu, pero ahora, hemos venido hacia ti, Madre de Jesús, acógenos,
como almas sedientas de las alegrías de la mañana sin ocaso, y dígnate
renovar en nosotros un corazón puro, para que nosotros te cantemos:

Alégrate, arca de la alianza de mi alma.


Alégrate, cofre sellado que contiene el Nombre de Dios.
Alégrate, navío viviente que navega sobre los misterios de la creación.
Alégrate, cesta a la que no contamina ninguna de las vanidades del mundo.
Alégrate, trono donde la Vida misma reposa.
Alégrate, resonancia viviente donde canta un rayo de la luz increada.
Alégrate, tesoro interior donde están contenidas todas las riquezas de la gracia.
Alégrate, tabernáculo místico ubicado sobre el santísimo altar.
Alégrate, templo celestial del cual el Espíritu es el liturgo.
Alégrate, cinta de fuego en nuestro pecho.
Alégrate, Iglesia toda ardiente del deseo de desposarse con Cristo.
¡Alégrate, Esposa, Madre de la oración continua!

Kondakion 7

Esposa santísima, gloriosa y resplandeciente, y proclamada bienaventurada,


Reina de todos los cielos, tú tienes a los apóstoles por cortejo, a los ángeles
como heraldos y mensajeros, a los evangelistas por cronistas e historiadores,
una corte numerosa y noble, como tú, divinamente luminosa, dulce, acogedora
y maravillosamente engalanada. Pero, cómo proclamarte cánticos sagrados, si
tú eres también terrible, como un ejército formado en batalla, ya que tú eres
brillante, serena e sin compromisos, como una espada afilada. Tú eres
guardiana y protectora de todas las cosas santas, de todas las gracias y de
todos los misterios contenidos en los dones de Dios, de los ritos, de los signos
y de las palabras sagradas. Para las bodas del Esposo soberano, una pureza
total es necesaria, toda inmodestia de los ojos o de la vestimenta es
desterrada. Que ninguno de los que no han sido iniciados en los misterios no
ose pues poner la mano allí: ¿quién dejaría a los puercos alimentarse de perlas
o a los perros comer en vasos sagrados? Pero sólo el Espíritu puede
introducirnos allí y hacer que los recibamos dignamente. Venid, pues,
reconciliados y puros, y juntos cantaremos, para expresar nuestro gozo
perfecto: ¡Aleluya!

Ikos 7
Madre de Dios, Madre buenísima del mundo, guardiana de la tradición del
Verbo, tú posees en la Jerusalén celestial, en sus lugares más silenciosos, un
santo y gran monasterio invisible, donde residen, como tus servidores
presurosos, todos los que con un verdadero celo han renunciado a sí mismos:
ascetas, monjes y ermitaños, anacoretas, hesicastas y padres espirituales y
quien mantiene los tesoros de bendición: la sobriedad, la firmeza del alma, el
consejo del padre espiritual, todas las cosas que purifican, enderezan y aclaran
al alma, y que participan de tu pureza y de tus misericordias infinitas. Juntos,
ellos forman la doctrina secreta, la herencia de los santos, puestas al alcance
de nuestra mano en los escritos, en las palabras y en todos los textos de los
santos Padres. Por todo esto nunca sabremos como dignamente alabarte,
honrarte y glorificarte, si no cantándote así:

Alégrate, púrpura imperial de la alegría del Amén.


Alégrate, plenitud de la gracia que se escurre como una lágrima del espino.
Alégrate, raíz pascual de las nuevas alegrías.
Alégrate, paz universal establecida dentro de nosotros.
Alégrate, paraíso que irriga todas las aguas del cielo.
Alégrate, claro esplendor de la mirada de los niños.
Alégrate, rosa empañada del rocío de los misterios.
Alégrate, alma a quien las lágrimas de luz tejen un vestido.
Alégrate, zafiro celestial caído en nuestro corazón como una gota de rocío.
Alégrate, anunciadora de la quietud sabática.
Alégrate, poesía eterna que se canta en el silencio del alma maravillada frente
al misterio.
¡Alégrate, Esposa, Madre de la oración continua!

Kondakion 8

Señor Jesucristo, mi dulce Señor, hacia ti inclino mi frente, y como el apóstol


Tomás pongo la mano sobre el santo lugar. Recogido, teniendo los ojos
cerrados del espíritu, sin palabras, como el ciego yo espero, inclinado sobre el
abismo que en mí es repentina y enteramente iluminado, bajo el resplandor del
sol interior. Pero como la noche oscura de mis pecados no me permite aún
percibirte, yo tanteo con una mano indecisa, con el dedo de la esperanza, de la
fe, del presentimiento, del deseo y de la duda, y si esto no basta tantearé
también con la otra mano. Pero mi corazón, traspasado por un rayo ardiente,
dolorosamente y sin embargo con dulzura, murmura tu invocación. Al ritmo de
la respiración y sin esfuerzo, la pulsación de la oración sorda hacia la luz,
exclama: ¡Aleluya!

Ikos 8

Madre del Señor, Señora del Misterio, Señora de la Esperanza, vestida del
zafiro de las noches, Señora con las tres estrellas sobre tu manto, y santa
ancla de nuestras aspiraciones, estoy aquí de nuevo ante ti, disipado por el
tumulto del mundo y esclavos de mis pensamientos. Después de haber recibido
el consejo de mi padre espiritual y su bendición, yo había entrado en el camino
de mi salvación, provisto de la santa decisión de esforzarme en orar sin cesar.
Pero mis pensamientos, ídolos de tierra, no me dejan el tiempo para
establecerme en estado de oración, en el lugar de Dios, allí, en el fondo de mi
corazón hacia el cual yo tiendo. Ayúdame tú, mi Protectora, a consolidarme en
la invocación incesante, ayúdame, y yo te cantaré:

Alégrate, Madre del Señor, encarnación de la Sabiduría.


Alégrate, fuerza de la virginidad, verdadera alma del mundo.
Alégrate, cuerpo santificado, lugar que contiene a Dios.
Alégrate, santos de los santos, lugar misterioso en el centro de los corazones
Alégrate, tesoro espiritual encerrado en el espíritu de los humildes
Alégrate, don asegurado de todas las virtudes inefables.
Alégrate, incensario de oro de donde se elevan sin cesar oraciones puras.
Alégrate, unión en un mismo pensamiento de todas las Iglesias reconciliadas.
Alégrate, relámpago que ilumina las almas de los fieles.
Alégrate, tú que no cesas de ayudar incluso a los que están endurecidos en el
pecado.
Alégrate, manto protector que recubres nuestras debilidades.
¡Alégrate, Esposa, Madre de la oración continua!
Kondakion 9

Oh Madre de Dios, siempre purísima, que nuestra oración te sea agradable y


su efusión perpetua como nueve laúdes y nueve copas, y que al lado de la
Trinidad santa, término de nuestra alegría que se eleva, llevadas sobre tus
manos hacia Cristo Esposo como un perfume muy dulce, su ofrenda sea
admitida, para que todos juntos y con todos los cielos, seamos hechos dignos
de cantar un inmenso y eterno: ¡Aleluya!

André Scrima et Placide Deseille, dans

Romul Joanta (Mgr Séraphim), Roumanie, Tradition


et culture hésychastes, éd. de Bellefontaine, 1987.
Reproduit dans Recueil d’Acathistes, Monastère
Saint-Antoine-le-Grand, Royans, 2008.

Oración de intercesión por los hombres del mundo entero.

Por un laico del Cristo Orante


“La oración que nace de la fe salvará al enfermo, el Señor lo aliviará, y si
tuviera pecados, le serán perdonados. Confiesen mutuamente sus pecados y
oren los unos por los otros, para ser curados. La oración perseverante del justo
es poderosa. Elías era un hombre como nosotros, y sin embargo, cuando oró
con insistencia para que no lloviera, no llovió sobre la tierra durante tres años y
seis meses. Después volvió a orar; entonces el cielo dio la lluvia, y la tierra
produjo fruto.” Sant. 5, 15-18

1. Señor Jesús, tú eres el Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo.
Tú perdonas nuestros pecados y no tienes en cuenta nuestras culpas.
Tú no has venido a condenarnos sino a salvarnos,
y todo el cielo se alegra cuando un pecador se convierte.

Con la seguridad de que tu gracia todo lo puede y que tu misericordia y


compasión son infinitas, te suplico que perdones mis pecados, que toques con
tu Espíritu mi corazón y que me des el don de la oración.

Señor Jesús, así como el publicano no se animaba a levantar la vista al cielo y


se golpeaba el pecho pidiéndote perdón y reconociendo su pecado, con
corazón contrito te confieso:

Jesús mi corazón está endurecido y alejado de ti…


Jesús perdón porque soy egoísta…
Jesús perdón porque soy soberbio y orgulloso…
Jesús perdón porque soy vanidoso y envidioso…
Jesús perdón porque juzgo y critico a mis hermanos…
Jesús perdón porque no sé perdonar….
Jesús perdón porque soy lujuriosos y las pasiones me dominan…
Jesús perdón porque soy violento y agresivo…
Jesús perdón porque soy perezoso e inconstante…
Jesús perdón porque muchas veces no me importa el sufrimiento
y las necesidades de los demás…
Jesús perdón porque no hago en mi vida la voluntad del Padre
ni vivo según tu evangelio…
Jesús perdón porque tengo poca fe y muchas veces he dudado…
Jesús perdón porque poco te amo…

“Señor Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí, que soy un pecador”

Jesús el leproso al verte, se postró ante ti y te rogó: “Señor, si quieres puedes


curarme”. Tú extendiendo la mano lo tocaste y le dijiste: “Lo quiero, quedas
purificado”. Jesús, yo también a los pies de tu Presencia, te suplico: Señor, si
quieres puedes curarme…

De las heridas de mi corazón…. Señor, si quieres puedes curarme.


De mis miedos e inseguridades… Señor, si quieres puedes curarme.
De las enfermedades y de la lepra que se esconden en mi corazón… Señor, si
quieres puedes curarme.
De mi ceguera e insensibilidad espiritual… Señor, si quieres puedes curarme.
Del daño psicológico y afectivo que he sufrido a lo largo de mi vida…. Señor, si
quieres puedes curarme.
De aquellos recuerdos que todavía me lastiman… Señor, si quieres puedes
curarme.
De las ofensas que aun no he podido perdonar… Señor, si quieres puedes
curarme.
Del daño que ha causado el pecado en mi corazón… Señor, si quieres puedes
curarme.

“Señor Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí, que soy un pecador”

***

2. Señor Jesús, en mi corazón pesa todo el sufrimiento que hay en el mundo y


todo el pecado y el mal que hacemos ante tus ojos. Por esto humildemente en
esta noche te suplico que derrames, por tu poder y misericordia, abundantes
gracias sobre el mundo entero.

Señor, “por tu poder los ciegos ven, los paralíticos andan, los leprosos quedan
limpios, los sordos oyen y los muertos resucitan…” Señor Jesús, porque no
eres indiferente al dolor humano y tu corazón se conmueve ante todo
sufrimiento te suplico:

Jesús sana a los enfermos.


Jesús consuela a los que sufren.
Jesús convierte a los corazones endurecidos por el pecado.
Jesús da una nueva oportunidad a aquel que se encuentra perdido.
Jesús saca de la oscuridad a quien habita en las tinieblas.
Jesús libera a todos los corazones oprimidos y agobiados.
Jesús perdona los pecados de los hombres del mundo entero.

“Jesús, Hijo de Dios, ten misericordia de nosotros y sálvanos”

Jesús, tú nos aseguraste que si tuviésemos fe del tamaño de un grano de


mostaza, podríamos trasladar montañas y nada nos sería imposible. Aumenta
mi fe para poder interceder por mis hermanos y que esta oración tenga la
fuerza para trasladar las montañas del odio, de la violencia, del dolor y del
sufrimiento.

Señor, tú nos dijiste: “pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se


les abrirá”. Confiados en tu palabra te suplico:

Jesús ten compasión de todos los que sufren alguna enfermedad.


Jesús ten compasión de los que sufren la soledad y de los que no son amados
por nadie.
Jesús ten compasión de los que viven sumergidos en la oscuridad de la
depresión.
Jesús ten compasión de los que ya no tienen esperanzas.
Jesús ten compasión de los que ya no tienen fuerzas para vivir.
Jesús ten compasión de aquellos pueblos que están sufriendo alguna
catástrofe natural.
Jesús ten compasión y dales fortaleza a quienes han perdido a un ser querido.
Jesús ten compasión y libera a los que sufren la esclavitud de la droga, del
juego, del alcohol o de cualquier otro vicio.
Jesús ten compasión de nuestros hermanos que están en los hospitales
padeciendo todo tipo de enfermedades.

“Jesús, Hijo de Dios, ten compasión de nosotros y sálvanos”

***

3. Señor Jesús intercede ante el Padre para que nos libre de todo mal.
Intercede para que el mal no venza en el mundo. Ten compasión de todos los
que sufren y ruega al Padre por ellos.

Jesús ten compasión de las víctimas de todo tipo de violencia.


Jesús ten compasión de los que son abusados y violados, especialmente
cuando las víctimas son niños.
Jesús ten compasión de los que están secuestrados, de los que son torturados
y esclavizados.
Jesús ten compasión de los que sufren el flagelo de la guerra.
Jesús ten compasión de los hijos maltratados.
Jesús ten compasión de las mujeres golpeadas o maltratadas verbalmente.
Jesús ten compasión de las familias que están en crisis.
Jesús ten compasión de los que no tienen un hogar y viven en condiciones
miserables.
Jesús ten compasión de los que no tienen trabajo.
Jesús ten compasión de los que no tienen qué comer.
Jesús ten compasión de todos aquellos que no creen en ti, que no te
encuentran en sus vidas, que no saben orar.

“Jesús, Hijo de Dios, ten compasión de nosotros y sálvanos”


Señor Jesús ten misericordia de todos los hombres y ruega especialmente al
Padre por aquellos que destruyen la vida de sus hermanos.

Jesús ten misericordia de quien vende drogas o incita a otros a drogarse;


Jesús ten misericordia de quien se prostituye o hace cualquier clase de mal
para mantener sus vicios;
Jesús ten misericordia de quien asesina a su hermano, de quien le roba, de
quien le daña.
Jesús ten misericordia de quien aborta a sus hijos, como de quien promueve y
realiza el aborto;
Jesús ten misericordia de los que trabajan en el negocio de la pornografía y de
los que la consumen.
Jesús ten misericordia de todos los pervertidos, frena sus acciones y sana sus
corazones enfermos.
Jesús ten misericordia de los que pactan con el mal y realizan las obras de las
tinieblas.
Jesús ten misericordia de los que lastiman psíquica y físicamente a los niños.
Jesús ten misericordia de nuestros hermanos que están en la cárcel.
Jesús ten misericordia de los corruptos y estafadores.
Jesús ten misericordia de nosotros cuando nuestras acciones aumentan el mal
en el mundo.
Jesús ten misericordia de nosotros porque somos malos y pecadores.
Jesús ten compasión y misericordia de todos los hombres y sálvalos.

***

4. Señor Jesús, te pido también por todos tus fieles amigos, por tus verdaderos
discípulos que luchan y dan la vida por tu Reino.

Señor fortalece y dales las gracias necesarias a todos aquellos que trabajan
por la paz, por la verdad, por la justicia y por el bien.
Te pido por todos los que dan la vida por sus hermanos y por todos los mártires
que no temen perder sus vidas en tu Nombre.

Te pido especialmente por el ministerio del Papa y el de los Obispos. Te pido


por todos los que anuncian el evangelio; por todos los que misionan; por los
que se consagran a tu servicio; por los sacerdotes y religiosos.

Te suplico tengas compasión y misericordia de todos los consagrados que


están pasando por un momento de crisis, de prueba, de infidelidad o de
incoherencia. Señor Jesús, ten misericordia de tus hijos y sálvalos.

Señor, te pido también por todos los que ofrecen sus sacrificios, sufrimientos y
oraciones de manera escondida, bajo la sola mirada del Padre. Ruega por
estos, tus amigos verdaderos, que conocen los secretos de tu corazón y se
dejan consumir por completo por el fuego de tu amor. Amén.

PREGHIERA
per komboskini

Quando ti è possibile lontano da occhi curiosi tira fuori il tuo komboskini


tenendolo con la mano sinistra e con la mano destra fai il segno della
croce ad ogni invocazione.

Signore Gesù Cristo, Figlio di Dio abbi pietà del tuo mondo e donali la pace.
Signore Gesù Cristo, Figlio di Dio abbi pietà della nostra Chiesa.
Signore Gesù Cristo, Figlio di Dio abbi pietà del nostro vescovo e della sua
sinodia.
Signore Gesù Cristo, Figlio di Dio abbi pietà di tutti i devoti cristiani.
Signore Gesù Cristo, Figlio di Dio abbi pietà del mio padre spirituale.
Signore Gesù Cristo, Figlio di Dio abbi pietà dei nostri governanti.
Signore Gesù Cristo, Figlio di Dio abbi pietà per quelli che ci odiano.
Signore Gesù Cristo, Figlio di Dio abbi pietà per quelli che ci diffamano.
Signore Gesù Cristo, Figlio di Dio abbi pietà per quelli che ci amano.
Signore Gesù Cristo, Figlio di Dio abbi pietà per quelli che pregano per noi.
Signore Gesù Cristo, Figlio di Dio abbi pietà per quelli che ci sostengono nelle
dificoltà della vita.

Signore Gesù Cristo, Figlio di Dio abbi pietà per i nostri genitori, fratelli e
maestri.

Signore Gesù Cristo, Figlio di Dio abbi pietà per i nostri fratelli che soffrono
nello spirito e nella carne.

Signore Gesù Cristo, Figlio di Dio abbi pietà per coloro che sono abbandonati
e senza difesa.

Signore Gesù Cristo, Figlio di Dio abbi pietà degli anziani, dei bimbi e dei
giovani.

Signore Gesù Cristo, Figlio di Dio abbi pietà di coloro che si trovano sotto la
schiavitù della droga e dell'alcool.
Signore Gesù Cristo, Figlio di Dio abbi pietà delle nostre sorelle che sono in
attesa di partorire

Signore Gesù Cristo, Figlio di Dio abbi pietà dei nostri fratelli orfani.
Signore Gesù Cristo, Figlio di Dio abbi pietà e prottegi i nosti fratelli che sono
in viaggio.

Signore Gesù Cristo, Figlio di Dio abbi pietà dei nostri fratelli afflitti delusi.
Signore Gesù Cristo, Figlio di Dio abbi pietà di coloro che si adoperano presso
monasteri e tempi.

Signore Gesù Cristo, Figlio di Dio abbi pietà e aiuta coloro che si adeperano
per la verità della Fede.

Signore Gesù Cristo, Figlio di Dio abbi pietà di coloro che sono lontano dalla
verità della Fede.

Signore Gesù Cristo, Figlio di Dio abbi pietà di coloro che deridono e
offendono il tuo santo nome.

Signore Gesù Cristo, Figlio di Dio abbi pietà e proteggici dalla guerra, dalla
fame e da ogni violenza.

Signore Gesù Cristo, Figlio di Dio abbi pietà dei nostri fratelli addormentati e
dona a loro la pace.

Signore Gesù Cristo, Figlio di Dio abbi pietà e allontana da me ogni tentazione
e malattia dell'anima e del corpo.
Signore Gesù Cristo, Figlio di Dio abbi pietà, proteggi la mia famiglia e il mio
matrimonio.

Signore Gesù Cristo, Figlio di Dio abbi pietà e insegnami i tuoi comandamenti.
SignoreGesù Cristo, Figlio di Dio abbi pietà e fortifica la mia Fede.
Signore Gesù Cristo, Figlio di Dio abbi pietà donami la grazia del pentimento.
Signore Gesù Cristo, Figlio di Dio abbi pietà e donami la pace interiore e le tue
Grazie divine.

Signore Gesù Cristo, Figlio di Dio abbi pietà di me peccatore.

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