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Novena a San José

THE NEWMAN SOCIETY


Antes de una competencia, un empo de entrenamiento;
antes de una celebración, un empo de preparación… En estas
páginas encontrarás, de cara a la esta de san José, la que
pretende ser una guía para tu preparación y un manual para tu
entrenamiento interior.
Deseamos que sean unos días para fortalecer el espíritu, a
n de que seas un poco más capaz cada día de vencerte a
mismo y poner orden en tu vida, tratando de reproducir
aquellas virtudes que brillaron de modo eminente en el Padre de
Jesús.
José es el hombre, el padre, que nuestra generación
necesita. A él le encomendó el Señor la custodia de sus tesoros
más preciosos: Jesús y María. Él ene encomendada también
hoy la Iglesia y la humanidad entera, tan necesitada de su
protección.
A él puedes acudir en tus luchas y necesidades. Pidámosle
que nos ayude a ser un poco más como Jesús y María, a
conocerlos, amarlos e imitarlos en las circunstancias de cada
día…
Estos nueve días, estaremos unidas muchas personas, de
dis nto estado y condición, con un mismo deseo: que Jesús sea
todo para nosotros, como lo fue para san José!
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ORACIONES

Oración a Dios Padre


«Oh, Padre, aquí estoy. Seré lo que tú me pidas. Iré
dondequiera que me envíes. Cargaré con lo que Tú quieras
poner sobre mí. No por mi propio poder o fortaleza. Mi
fortaleza es verdadera debilidad; si con o en mi mismo, mucho
o poco, fracasaré; pero con o en Ti. Con o en Ti, y sé que me
ayudarás a realizar aquello que me hayas pedido que haga.
Con o, y sé que nunca me abandonarás ni olvidarás. Nunca me
pondrás ante una prueba sin ayudarme a superarla. Nunca
habrá fallo por tu parte, ni faltará la gracia. Tendré y me sobrará
en abundancia. Seré probado. Será probada mi razón porque
tendré que creer; serán probadas mis inclinaciones porque
tendré que obedecerte, en vez de darme gusto; será probada
mi carne porque tendré que sujetarla. Pero Tú eres para mí más
que todas las otras cosas juntas. Tú puedes compensarme de
todo lo que tomes de mí y tomarás de mí, porque te me darás
también a Ti mismo. Tú me guiarás. Amén»1

Invocación al Espíritu Santo


Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre,
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,

1 San John Henry Newman, Sermones católicos, s. V, p. 90.

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descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
Y reconforta en los duelos
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.
Riega la erra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas,
infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno. Amén.

Oración para irradiar a Cristo


Querido Jesús, ayúdame a esparcir tu fragancia en todos los
lugares donde esté. Colma mi corazón con tu Espíritu y tu vida.
Penetra mi ser y tómame de tal forma que mi vida se
transforme en irradiación de tu propia vida.

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Ilumina a través de mí y permanece en mí de tal modo que
cada alma con la que yo entre en contacto pueda sen r tu
presencia en mí. Que la gente no me vea a mí sino te vea a Ti en
mí.
Permanece en mí para que brille con tu luz y permite que
otros sean iluminados por mi luz. Toda la luz vendrá de Ti, oh
Jesús. Ni siquiera el rayo más pequeño de luz será mío. Tú
iluminarás a otros a través de mí.
Pon en mis labios tu mayor plegaria iluminando a otros a mi
alrededor. Que yo predique con acciones más que con palabras,
con el ejemplo de mis actos, con la luz visible del amor que
viene de Ti a mi corazón. Amén2.

Acordaos
Acuérdate, oh piadosísima Virgen María, que jamás se ha
oído decir que ninguno de los que haya acudido a tu protección,
implorando tu asistencia y reclamando tu socorro, haya sido
abandonado de Ti.
Animado con esta con anza, a Ti también acudo, oh Madre,
Virgen de las vírgenes, y aunque gimiendo bajo el peso de mis
pecados, me atrevo a comparecer ante tu presencia soberana.
No deseches mis humildes súplicas, oh Madre del Verbo
divino, antes bien, escúchalas y acógelas benignamente. Amén.

Oración a San José


Glorioso patriarca san José, cuyo poder sabe hacer posibles
las cosas imposibles, ven en mi ayuda en estos momentos de

2 San John Henry Newman, Meditations and devotions, III, 7, 3, pp. 364—365.

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angus a y di cultad. Toma bajo tu protección las situaciones
tan graves y di ciles que te con o, para que tengan una buena
solución. Mi amado Padre, toda mi con anza está puesta en .
Que no se diga que te haya invocado en vano y, como puedes
hacer todo con Jesús y María, muéstrame que tu bondad es tan
grande como tu poder. Amén.

Letanías a San José


Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
Padre celes al que eres Dios, ten piedad de nosotros.
Hijo Redentor del mundo que eres Dios…
Espíritu Santo que eres Dios…
Trinidad Santa que eres un solo Dios…
Santa María… ruega por nosotros.
San José… ruega por nosotros.
Ilustre descendiente de David…
Luz de los patriarcas…
Esposo de la Madre de Dios…
Custodio del Redentor…
Custodio purísimo de la Virgen…
Padre nutricio del Hijo de Dios…
Diligente defensor de Cristo…
Servidor de Cristo…
Ministro de salud…
Cabeza de la Sagrada Familia…
José, jus simo…
José, cas simo…
José, pruden simo…

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José, varón fuerte…
José, obediente…
José, delísimo…
Espejo de paciencia…
Amante de la pobreza…
Modelo de trabajador…
Modelo de la vida domés ca…
Custodio de vírgenes…
Columna de las familias…
Apoyo en las di cultades…
Consuelo de los desdichados…
Esperanza de los enfermos…
Patrono de los exiliados…
Patrono de los migrantes…
Patrono de los a igidos…
Patrono de los pobres…
Patrono de los moribundos…
Padre y amigo de los jóvenes…
Modelo de educador…
Terror de los demonios…
Protector de la santa Iglesia…
— Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo (3),
perdónanos, Señor… escúchanos, Señor… Ten piedad y
misericordia de nosotros…
— Lo nombró administrador de su casa… Y señor de todas
sus posesiones.
— Oración: Oh Dios, que con inefable providencia elegiste a
san José como esposo de la san sima Madre de tu Hijo,
concédenos que merezcamos tener como intercesor en el cielo
al que veneramos como protector en la erra. Tú, que vives y
reinas, por los siglos de los siglos. Amén.

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A ti, bienaventurado san José
A , bienaventurado san José, acudimos en nuestra
tribulación, y después de implorar el auxilio de tu san sima
esposa, solicitamos también con adamente tu patrocinio.
Con aquella caridad que te tuvo unido con la Inmaculada
Virgen María, Madre de Dios, y por el paterno amor con que
abrazaste al Niño Jesús, humildemente te suplicamos que
vuelvas benigno los ojos a la herencia que con su Sangre
adquirió Jesucristo, y con tu poder y auxilio socorras nuestras
necesidades.
Protege, oh providen simo Custodio de la divina Familia, la
escogida descendencia de Jesucristo; aleja de nosotros, oh
padre aman simo, este agelo de errores y vicios. Asístenos
propicio desde el cielo, en esta lucha contra el poder de las
nieblas; y como en otro empo libraste de la muerte la vida
amenazada del Niño Jesús, así ahora de ende a la santa Iglesia
de Dios de las hos les insidias y de toda adversidad.
Y a cada uno de nosotros protégenos con tu constante
patrocinio, para que, a ejemplo tuyo, y sostenidos por tu auxilio,
podamos vivir y morir santamente y alcanzar en los cielos la
eterna bienaventuranza. Amén

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PRIMER DÍA
11 DE MARZO

Lectura del Evangelio


El origen de Jesucristo fue de la siguiente manera. Su madre,
María, estaba desposada con José; pero, antes de empezar a
estar juntos, se encontró en cinta por obra del Espíritu Santo.
MT. 1, 18

Salmo
Me brota del corazón un poema bello,
recito mis versos a un rey;
mi lengua es ágil pluma de escribano.
Eres el más bello de los hombres,
en tus labios se derrama la gracia,
el Señor te bendice eternamente.
Cíñete al anco la espada, valiente:
es tu gala y tu orgullo;
cabalga victorioso por la verdad y la jus cia,
tu diestra te enseñe a realizar proezas.
SAL 44, 2-5

Meditación
«Todos los que nos conocían decían que José y yo éramos
tal para cual, y en cierto sen do nosotros también lo sabíamos.
Pero había algo más: éramos el uno para el otro porque este era
el único camino que veíamos para ser los dos totalmente de
Dios. En este punto ya nuestros padres habían tomado la
decisión de comprometernos en matrimonio. Yo estaba por

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cumplir catorce años y José tenía diecinueve, la edad en que se
acostumbraba formar una familia…
La decisión la habían tomado Joaquín, mi padre, y Jacob,
aunque estuvo presente también José que por ser un hombre
excepcionalmente maduro para su edad y también trabajador
incansable, se había ganado el respeto y la consideración de
toda la familia. José, que se hacía cargo ya del taller familiar y
que había superado por mucho a su padre en el o cio, había
hablado en repe das ocasiones con éste de su interés en mí. No
le fue nada di cil convencerlo, pues toda la familia profesaba un
gran cariño hacía mí. Aunque no era o cial, hacía mucho que
era ya parte de la familia y ellos parte de la mía. Llegó el día
pues en que establecieron el compromiso. Todo mundo sabía
que el novio disponía de una casa apropiada, una perspec va
segura de trabajo, algo de dinero ahorrado, algunos otros
bienes, y sobre todo que entre los hombres del pueblo ninguno
se le podía comparar en virtud»
AGUILERA, A., «MEMORIAS». LA VIDA DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA», CAP. 2

Invocación y oración
V. Bendito sea el nombre de José.
R. Desde ahora y para siempre. Amén.
Oremos: Dios, que en tu inefable providencia elegiste al
Bienaventurado José para ser el esposo de tu San sima Madre,
concédenos, te suplicamos, que podamos ser dignos de recibir
como nuestro intercesor en el cielo, a quien veneramos como
nuestro santo protector en la erra. Tú que vives y reinas por
los siglos de los siglos. Amén

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SEGUNDO DÍA
12 DE MARZO

Lectura del Evangelio


Su marido, José, que era justo, pero no quería infamarla,
resolvió repudiarla en privado. Así lo tenía planeado, cuando el
ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de
David, no temas tomar con go a María tu mujer, porque lo
engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, a
quien pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo
de sus pecados»
MT. 1, 19-22

Salmo
¡Feliz el hombre
que no sigue el consejo de los malvados,
ni se de ene en el camino de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los impíos,
sino que se complace en la ley del Señor
y la medita de día y de noche!
Él es como un árbol
plantado al borde de las aguas,
que produce fruto a su debido empo,
y cuyas hojas nunca se marchitan:
todo lo que haga le saldrá bien.
SAL. 1, 1-3

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Meditación
¿Y si la decisión que había tomado José de abandonar en
secreto a María obedecía al hecho de sen rse indigno de ser el
compañero de la que por obra del Espíritu Santo había
concebido al Salvador del mundo? Él, por su humildad, pudo
haber supuesto que no tenía lugar en tan grandioso proyecto.
Este sería un ejemplo de ese temor reverencial ante lo divino,
tan propio del israelita devoto3. Él que no se atrevía siquiera a
pronunciar el santo nombre de Dios mucho menos va a
concebir la posibilidad de convivir todos los días cara a cara con
el Santo de los Santos. Aquí nos encontramos con un José que
pronuncia a su manera su propio “yo no soy digno de que
entres en mi casa” (Mt. 8, 8)…
Él había tomado una decisión que le estaba desgarrando el
corazón: iba a renunciar a ella “abandonándola en secreto”, y
en este hecho ve el evangelista una con rmación de que él era
un hombre justo. La ley ordenaba que el acto de repudio
tendría que haber sido en presencia de algunos tes gos, pero
José no estaba dispuesto a permi rse nada que pudiese poner
en riesgo a María, ni siquiera admi a la mera posibilidad de que
ella fuera señalada o cues onada. El evangelio no describe
ciertamente los aspectos psicológicos de los personajes, salvo
en rarísimas ocasiones, y lo hasta aquí sugerido no pasa de ser
una mera hipótesis. De todas maneras, no debe haberle
costado mucho a san José entender que si Juan habría de nacer
milagrosamente de unos padres ancianos y estériles, el Verbo

3 A propósito dice Van Imschoot: “Ante Yahvé, Abraham se siente presa del terror y se
siente polvo y ceniza, Job enmudece, poseído del temor y del sentimiento de su nada,
Moisés y Elías se cubren el rostro, Isaías se siente perdido, Daniel desfallece y cae rostro
en tierra, los serafines mismos velan la faz con sus alas, porque nadie puede ver a Dios y
seguir viviendo; ¿quién puede subsistir ante Yahvé, ese Dios santo, ningún profano puede
verle, ni acercarse a Él, ni oírle, sin poner en peligro su vida” (Teoogía del Antiguo
Testamento, Madrid, 1969, p. 62). NOTA DEL LIBRO(n. 17, p. 34)

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Encarnado tendría que venir a este mundo de una forma
todavía más sorprendente y milagrosa: de una madre Virgen,
según lo que había anunciado el profeta Isaías (Cf. Is. 7, 14; Mt.
1, 23). José estaba llamado a ser, para toda la eternidad,
custodio y tes go del milagro de la Encarnación por obra del
Espíritu Santo y de la Virginidad de María. Como ya hemos
dicho, es muy probable que los padres de Jesús estuvieran
familiarizados desde su juventud temprana con esta profecía, ya
que en la sinagoga de Nazaret se conservaba aquel rollo íntegro
con el libro del profeta (cf. Lc. 4, 16-30).
AGUILERA, A., «YO SOY SU HERMANO JOSÉ», P. 34-35

Oración
V. Bendito sea el nombre de José.
R. Desde ahora y para siempre. Amén.
Oremos: Dios, que en tu inefable providencia elegiste al
Bienaventurado José para ser el esposo de tu San sima Madre,
concédenos, te suplicamos, que podamos ser dignos de recibir
como nuestro intercesor en el cielo, a quien veneramos como
nuestro santo protector en la erra. Tú que vives y reinas por
los siglos de los siglos. Amén

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TERCER DÍA
13 DE MARZO

Lectura del Evangelio


Una vez que despertó del sueño, José hizo como el ángel del
Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer. Pero no la
conoció hasta que ella dio a luz un hijo, a quien puso por
nombre Jesús.
MT. 1, 24-25

Salmo
Oh Dios, tú eres mi Dios, por madrugo,
mi alma está sedienta de ;
mi carne ene ansia de ,
como erra reseca, agostada, sin agua.
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
En el lecho me acuerdo de
y velando medito en ,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ,
y tu diestra me sos ene.
SAL. 62, 2-3. 4. 6. 7-9

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Meditación
«José es el verdadero mercader que andaba en busca de
perlas nas y al encontrar una de tanto valor, lleno de alegría
vendió todas sus posesiones para comprar aquella joya preciosa
(cf. Mt. 13, 45-46), se hizo célibe por el Reino de los cielos (cf.
Mt. 19, 12), porque esta era la respuesta de amor al amor que
en María, Dios le manifestaba de manera tan sublime. Al
escoger a José como el compañero de su existencia, María
eligió a la persona que de manera más importante habría de
par cipar y colaborar en su propio proyecto de vida.
Han transcurrido algunos meses desde que se jó el
compromiso. Ya vuelve María después de su estancia en Ain
Karim, un pueblecito situado muy cerca de Jerusalén. Había ido
allí para acompañar a su pariente en los meses previos al
nacimiento de su primer hijo. Pero ahora ya tenemos a María
de vuelta en Nazaret. Ya se muestran los signos del embarazo.
Para José han sido meses de trabajo y oración. Ella por su parte
ha tenido también empo de interiorizar el mensaje del ángel
Gabriel, había comenzado a hacerlo desde el mismo día de la
Anunciación en cuanto pasó la turbación inicial…
José obedeció al ángel: “no temas acoger a María en tu
casa”. Llegaron a su n no solo sus cavilaciones, sino también
sus temores. José a su manera, con la vida, dice su propio at
—“Hágase en mí según tu palabra (Lc. 1, 38)—. Había que
adelantar el momento del matrimonio, para que Jesús no
naciera antes de que ellos dos vivieran juntos, así quedarían a
salvo la buena fama de su esposa y la iden dad del niño».
AGUILERA, A., «YO SOY SU HERMANO JOSÉ», P. 32-33, 35.

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Oración
V. Bendito sea el nombre de José.
R. Desde ahora y para siempre. Amén.
Oremos: Dios, que en tu inefable providencia elegiste al
Bienaventurado José para ser el esposo de tu San sima Madre,
concédenos, te suplicamos, que podamos ser dignos de recibir
como nuestro intercesor en el cielo, a quien veneramos como
nuestro santo protector en la erra. Tú que vives y reinas por
los siglos de los siglos. Amén

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CUARTO DÍA
14 DE MARZO

Lectura del Evangelio


Todos fueron a empadronarse, cada cual a su ciudad.
También José subió desde Galilea, de la ciudad de Nazaret a
Judea, a la ciudad de David, llamada Belén, por ser él de la casa
y familia de David, para empadronarse con María, su esposa,
que estaba encinta. Mientras estaban allí, se le cumplieron los
días del alumbramiento y dio luz a su hijo primogénito. Lo
envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no
tenían si o en el albergue.
LC. 2, 3-7

Salmo
Sólo en Dios descansa mi alma,
porque de él viene mi salvación;
sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré.
Descansa sólo en Dios, alma mía,
porque él es mi esperanza;
sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré.
De Dios viene mi salvación y mi gloria,
él es mi roca rme,
Dios es mi refugio.
SAL 61, 2-3. 6-8

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Meditación
«Un viejo conocido de su familia, que había trabajado en el
taller con su padre, le sugirió que adecuara una an gua
construcción deshabitada que ahora se u lizaba solo para que
se resguardaran los animales, pero que en su momento había
sido una de las primeras construcciones del lugar. Parece que el
mismo rey David durante su juventud se había refugiado en
aquella podríamos decir “gruta”, en la que pasaba horas
tocando la cítara, la auta o componiendo algunos versos. Se
notaban los arreglos que habían hecho para que pudiera ser
habitable. Estaba pues, a nuestra disposición la an gua morada
de los pastores y el establo anexo.
José y yo fuimos allí, era evidente que aquello no era
precisamente lo que él tenía en mente, pero después de ver las
pocas opciones que teníamos, no nos pareció desa nado
considerar aquella posibilidad. Cues ón de limpiar un poco, y
adecuar el lugar. Mi buen José, con lo previsor que era, había
traído un par de herramientas de las que se sirvió en esas
circunstancias. Con ellas y su extraordinario talento convir ó
aquel establo una digna enda para mí y para Jesús. Algunas
personas que se compadecieron de mí, al ver el estado en que
me encontraba, reunieron algunos enseres y también unos
cuantos víveres y nos los vinieron a ofrecer.
A nosotros lo que más nos dolía era esa especie de rechazo
que circulaba en el aire y cuyo des natario era en úl mo
término nuestro hijo, que por pura misericordia había decidido
abandonar la gloria del cielo para hacerse en todo semejante a
nosotros. Pero no cedimos al desánimo. José era para mí y, en
cierto sen do yo para él; o, mejor dicho, Jesús era para los dos
un refugio y un consuelo permanente en todas las di cultades.

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El amor y la humildad habían transformado una cueva de
animales en una digna morada para Dios. Allí tuvo lugar, días
más tarde, el nacimiento de mi hijo, el Hijo de Dios y mío, hijo
también de José. Lo tomé en mis brazos, lo envolví en pañales y
lloré de la emoción. Verdaderamente el Verbo, ahora hecho
carne, había puesto su morada entre nosotros. La profundidad
interior de José había crecido más y más cada vez. La bondad de
Dios se hacía sen r en cada detalle».
AGUILERA, A., «MEMORIAS». LA VIDA DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA, CAP. 3.

Oración
V. Bendito sea el nombre de José.
R. Desde ahora y para siempre. Amén.
Oremos: Dios, que en tu inefable providencia elegiste al
Bienaventurado José para ser el esposo de tu San sima Madre,
concédenos, te suplicamos, que podamos ser dignos de recibir
como nuestro intercesor en el cielo, a quien veneramos como
nuestro santo protector en la erra. Tú que vives y reinas por
los siglos de los siglos. Amén

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QUINTO DÍA
15 DE MARZO

Lectura del Evangelio


El ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo:
«Prepárate, toma con go al niño y a su madre y huye a Egipto;
y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al
niño para matarlo». Él se preparó, tomó de noche al niño y a su
madre, y se re ró a Egipto. Y estuvo allí hasta la muerte de
Herodes.
MT. 2, 13-15

Salmo
Hazme jus cia, oh Dios, de ende mi causa
contra gente sin piedad,
sálvame del hombre traidor y malvado.
Tú eres mi Dios y protector,
¿por qué me rechazas?,
¿por qué voy andando sombrío,
hos gado por mi enemigo?
Envía tu luz y tu verdad:
que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo,
hasta tu morada.
¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío».
SAL 42 1-3. 5

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Meditación
«Debido a la persecución de Herodes, la Sagrada Familia se
ve obligada a refugiarse en Egipto para salvar la vida de su hijo
de las manos de los que le buscaban para matarlo.
Comprendieron inmediatamente la necesidad de ocultar los
verdaderos mo vos de su huída… ¡No temas José, sino por el
contrario, ten valor! Otra vez es el ángel del Señor el que se le
presenta durante el sueño para alertarle del peligro inminente…
José era consciente que aquel rano no se arredraría ante nada,
hacía no más de diez años que toda Galilea comentaba
horrorizada el asesinato de sus propios hijos Alejandro,
Aristóbulo y An patro, al considerarlos una amenaza para su
propio poder.
A con nuación, podemos acompañar con la imaginación a la
Sagrada Familia en su fa gosa marcha hasta Egipto, cuna de
idolatría y supers ción. Compar an así el des no de muchos
compatriotas suyos que habían tenido que abandonar su erra
mo vados por la persecución polí ca, o bien, por la necesidad
de buscar el sustento para su familia. Son parte de una larga
cadena, que se ex ende hasta nuestros días… ¿Se unirían a
alguna caravana de caminantes que tenían la misma meta? Es
muy probable, así estarían a salvo no solo de los peligros que ya
de por sí representa el desierto —de las eras, el hambre y la
sed—, sino también de los ladrones que ya en ese empo se
aprovechaban de la fragilidad de los caminantes, los cuales
frecuentemente eran despojados de sus pertenencias, raptados
e incluso asesinados. Tampoco por mar, la huída estaba exenta
de peligros, también en este caso eran muchos los que lo
perdían todo, hasta la vida, intentando llegar a su des no.

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Sabemos que exis a una importante colonia judía en la
ciudad de Heliópolis4. ¿Se habrán dirigido allí en primer lugar?
¿Los presentes que les habían entregado los sabios de Oriente
—el oro especí camente— sería su ciente para solventar los
gastos del viaje? ¿Quizá para ofrecer alguna ayuda a las
personas necesitadas que encontraron a su paso? ¿Les
permi ría subsis r las primeras semanas en lo que José
conseguía algunos trabajos? ¿Pudieron rentar un lugar para
vivir o por lo menos adquirir herramientas para poder
desempeñar su o cio? ¿Llegarían preguntando por algún
conocido, quizá pariente, que hubiera hecho el mismo recorrido
antes que ellos? ¿Harían de aquella ciudad el lugar de su
residencia permanente o más bien se irían trasladando luego de
un lugar a otro en busca de trabajo? ¿Estarían algún empo sin
casa, viviendo acaso en alguna modesta pensión o dependiendo
de la caridad de algunas buenas personas que les darían
alojamiento, y esto prác camente sin conocerlos? ¿Montarían
una casa con algunas cuantas maderas, paja, etc., en uno de
esos lugares a los que llegaban a vivir los sin techo de aquella
época?»
AGUILERA, A., «YO SOY SU HERMANO JOSÉ», P. 43-45

Oración
V. Bendito sea el nombre de José.
R. Desde ahora y para siempre. Amén.
Oremos: Dios, que en tu inefable providencia elegiste al
Bienaventurado José para ser el esposo de tu San sima Madre,

4 En las proximidades del Cairo, en Matarieh, cerca de Heliópolis. Desde Belén hasta allí
se hacían más o menos 23 días en Camello. Llama la atención el hecho de que en Egipto
antes que en ningún otro sitio se haya desarrollado el culto a san José. Una gran
fecundidad cristiana acompañó esa devoción en aquellas tierras durante los primeros
siglos. NOTA DEL LIBRO (n. 26, p. 45).

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concédenos, te suplicamos, que podamos ser dignos de recibir
como nuestro intercesor en el cielo, a quien veneramos como
nuestro santo protector en la erra. Tú que vives y reinas por
los siglos de los siglos. Amén

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SEXTO DÍA
16 DE MARZO

Lectura del Evangelio


Muerto Herodes, el ángel del Señor se apareció en sueños a
José en Egipto y le dijo: «Prepárate, toma con go al niño y a su
madre y vete a la erra de Israel, pues ya han muerto los que
querían atentar contra la vida del niño. Él se preparó, tomó
consigo aliño y a su madre, y entró en erra de Israel.
MT. 2, 19-21

Salmo
Te doy gracias, Señor, de todo corazón;
delante de los ángeles tañeré para ,
me postraré hacia tu santuario,
daré gracias a tu nombre:
por tu misericordia y tu lealtad,
porque tu promesa supera a tu fama;
cuando te invoqué, me escuchaste,
acreciste el valor en mi alma.
El Señor es sublime, se ja en el humilde,
y de lejos conoce al soberbio.
Cuando camino entre peligros,
me conservas la vida;
ex endes tu brazo contra la ira de mi enemigo,
y tu derecha me salva.
SAL 137, 1-3. 6-7

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Meditación
«Caminamos durante cuarenta días por el desierto. En los
que fuimos haciendo memoria de la peregrinación de nuestros
antepasados hacia la erra prome da. El mar rojo estaba casi
seco en esta temporada. El desierto casi encandilaba al re ejar
la luz del sol al medio día. Los huesos de algún animal que había
muerto de sed, o algún cactus eran las pocas cosas dis ntas que
entre tanto rompían un poco la monotonía del panorama. El
Sinaí, contemplado desde cierta distancia, fue lo que se
apoderó de nuestra imaginación. Hasta que llegó el momento
en que el pequeño resto el, en representación del Israel
eterno, hizo su ingreso en el país que Dios había otorgado a
nuestros padres.
Todavía no decidíamos si nos íbamos a dirigir Judea o a
Galilea. Una noche el ángel del Señor se dirigió a José
indicándole que era mejor que volviéramos a nuestra casa en
Nazaret. Pasamos por Jerusalén y visitamos el Templo, acababa
de pasar la esta de los Tabernáculos. Tarde se nos hacía para
contemplar el lago, el río, las montañas, y luego el extenso valle
con las parras, palmeras, y acacias, que forman la vegetación de
nuestra amada patria chica. Allí nos estaban esperando, con
una fe inquebrantable que había madurado con los años, mis
queridísimos padres Joaquín y Ana. Que habían estado
cuidando nuestras pertenencias y que de cuando en cuando se
ocupaban de la limpieza de nuestra casa para que todo
estuviera a pedir de boca cuando llegáramos, aunque ellos no
tenían idea de cómo y cuándo iba a suceder. Pero sabían que es
el Señor quien guía los pasos de sus siervos y que de nuestro
Hijo estaba escrito: «dijo el Señor a mi Señor, siéntate a mi
derecha y haré de tus enemigos el estrado donde pongas tu
pie… desde Sión extenderá el Señor el poder de tu cetro, eres

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príncipe desde el día de tu nacimiento, entre esplendores
sagrados yo mismo te engendré como rocío antes de la aurora»,
«él te cuidará para que tu pie no tropiece en la piedra,
caminarás sobre áspides y víboras, pisotearás leones y
dragones, a no te alcanzarán».
Al escuchar el «Shalom», Ana giró la cabeza y parecía como
si el gusto le hubiese puesto alas a sus pies. Casi se podría decir
que pasó de largo como si a José y a mí ni siquiera nos
conociera y su mirada quedó como extasiada contemplando a
Jesús, mientras susurraba: «eres el más bello de los hombres,
en tus labios se derrama la gracia». No fue sino hasta que
Joaquín salió del dormitorio, cuando Ana pudo reaccionar y
despegar la mirada de Jesús. Entonces me echó los brazos al
cuello y besándome las manos y las mejillas decía: «Hija mía,
bendito sea el Señor que te ha traído con bien». También
abrazaban a José, pero al que no podían despegársele como si
fuera el polo magné co que les atraía casi inevitablemente era
Jesús, que en este momento había cumplido ya cuatro años. Él
se iba a conver r en la alegría de la casa y en el centro natural
de los pensamientos de sus ancianos abuelos. El empo había
dejado huella en ellos».
AGUILERA, A., «MEMORIAS». LA VIDA DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA, CAP. 4.

Oración
V. Bendito sea el nombre de José.
R. Desde ahora y para siempre. Amén.
Oremos: Dios, que en tu inefable providencia elegiste al
Bienaventurado José para ser el esposo de tu San sima Madre,
concédenos, te suplicamos, que podamos ser dignos de recibir
como nuestro intercesor en el cielo, a quien veneramos como

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nuestro santo protector en la erra. Tú que vives y reinas por
los siglos de los siglos. Amén

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SÉPTIMO DÍA
17 DE MARZO

Lectura del Evangelio


Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la esta de la
Pascua. Cuando cumplió los doce años, subieron como de
costumbre a la esta. Pasados aquellos días, ellos regresaron,
pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que sus padres lo
advir eran. Creyendo que vendría en la caravana, y tras hacer
un día de camino lo buscaron entre los parientes… Al cabo de
tres días lo encontraron en el Templo… «Hijo, por qué nos has
hecho esto? Tu padre y yo te hemos andado buscando, llenos
de angus a… Jesús volvió con ellos a Nazaret y vivió sujeto a
ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en
su corazón.
LC. 2, 41-44. 46. 48. 51

Salmo
Alabad al Señor en su templo,
alabadlo en su fuerte rmamento.
Alabadlo por sus obras magní cas,
alabadlo por su inmensa grandeza.
Alabadlo tocando trompetas,
alabadlo con arpas y cítaras,
alabadlo con tambores y danzas,
alabadlo con trompas y autas,
alabadlo con pla llos sonoros,
alabadlo con pla llos vibrantes.

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Todo ser que alienta alabe al Señor.
SAL. 150, 1-6

Meditación
«¡Qué cosa tan santa es la familia, incluso desde un punto
de vista puramente humano! ¡Pero cuánto más santa es la
familia edi cada sobre unos vínculos sobrenaturales, y por
encima de ellas la familia en la que vivió Dios junto a su bendita
madre!
En el seno de la familia se disfrutan horas tan felices como
no se dan en ninguna otra parte. Por eso, aunque el mundo os
demostrase realmente que en él se encuentra todo lo que
soñáis, aunque él os diese todo lo que deseáis, tengan siempre
en la Sagrada Familia una morada donde encontrar la san dad y
la dulzura que no pueden encontrarse en ningún otro lugar. Eso
es, queridos jóvenes, lo que yo les pido con mucha insistencia,
Les pido que, cuando tengan que estar en medio del mundo,
hagan de la Sagrada Familia su propia casa, una casa a la que
pueden volver desde todos los sufrimientos y los afanes del
mundo, y donde encontrar alivio, descanso y refugio. Y cuando
hablo de la Sagrada Familia, no me re ero solo a Cristo y a la
Virgen, sino también a san José, pues lo mismo que no
podemos separar a Cristo de su Madre, tampoco podemos
separar de ellos dos a san José: ¿pues quién, sino él, fue su
protector durante la primera parte de la vida de Cristo?…
Queridos jóvenes, ojalá que durante toda vuestra vida
encontréis una casa en la Sagrada Familia, la casa de Jesús y de
su Madre, la casa de san José…»
SAN JOHN HENRY NEWMAN, SAYINGS OF CARDINAL NEWMAN, PP. 44-46.

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Oración
V. Bendito sea el nombre de José.
R. Desde ahora y para siempre. Amén.
Oremos: Dios, que en tu inefable providencia elegiste al
Bienaventurado José para ser el esposo de tu San sima Madre,
concédenos, te suplicamos, que podamos ser dignos de recibir
como nuestro intercesor en el cielo, a quien veneramos como
nuestro santo protector en la erra. Tú que vives y reinas por
los siglos de los siglos. Amén

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OCTAVO DÍA
18 DE MARZO

Lectura del Evangelio


Felipe encontró a Natanael y le dijo: «Hemos encontrado a
aquel de quien escribió Moisés en la ley, y también los profetas,
es Jesús, el hijo de José, el de Nazaret».
Jn. 1, 45

Salmo
Señor, tú me sondeas y me conoces;
me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
dis ngues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares.
No ha llegado la palabra a mi lengua,
y ya, Señor, te la sabes toda.
Me estrechas detrás y delante,
me cubres con tu palma.
Tanto saber me sobrepasa,
es sublime, y no lo abarco.
¿Adónde iré lejos de tu aliento,
adónde escaparé de tu mirada?
8Si escalo el cielo, allí estás tú;

si me acuesto en el abismo, allí te encuentro;


si vuelo hasta el margen de la aurora,
si emigro hasta el con n del mar,

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allí me alcanzará tu izquierda,
me agarrará tu derecha.
SAL 138, 1-10

Meditación
«Los evangelios nos muestran que para los contemporáneos
de la Sagrada Familia, José y Jesús son “el carpintero” y “el hijo
del carpintero”, respec vamente (Cf. Mc. 6, 3; y Mt. 13, 55). Es
decir, no se trata de “un trabajador más” entre otros muchos
sino “del carpintero”, aquel a quien era obligado acudir cuando
se quería mandar a hacer algún mueble, o un instrumento para
el trabajo; el hombre indispensable tanto para la construcción
como para la reparación de la casa. Al taller de José acudían
frecuentemente los vecinos en busca de algún servicio, y
también muchas otras personas de los demás pueblos
esparcidos por Judea y Galilea. San José mismo habría recorrido
muchas veces aquellos caminos con su burrito cargado con los
materiales y las herramientas necesarias para realizar diversos
trabajos que no podían realizarse más que a domicilio.
Conforme Jesús se iba haciendo mayor, su compañía se hacía
cada vez más necesaria y frecuente.
El hecho de que el Señor haya pasado la mayor parte del
empo que vivió en este mundo realizando las labores de un
humilde artesano es un indicador del profundo valor del
trabajo5. En efecto, José no solo dio a Jesús el sustento
necesario, sino que además le enseñó un o cio con el cual
habría de ganarse la vida. De ese modo nos enseña también a
nosotros que uno de los come dos fundamentales de la familia
cris ana es contribuir al desarrollo de la sociedad mediante el

5Cf. San Juan Pablo II, Carta encíclica Laborem exercens (14-IX-1981), n. 6. NOTA DEL
LIBRO (n. 9, p. 150).

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ejercicio profesional y la preparación de los hijos para
desempeñar un o cio que les permita servir y obtener lo
necesario para vivir dignamente6».
AGUILERA, A., «YO SOY SU HERMANO JOSÉ», P. 150-151

Oración
V. Bendito sea el nombre de José.
R. Desde ahora y para siempre. Amén.
Oremos: Dios, que en tu inefable providencia elegiste al
Bienaventurado José para ser el esposo de tu San sima Madre,
concédenos, te suplicamos, que podamos ser dignos de recibir
como nuestro intercesor en el cielo, a quien veneramos como
nuestro santo protector en la erra. Tú que vives y reinas por
los siglos de los siglos. Amén

6 Cf. San Juan Pablo II, Familiaris consortio, nn. 42-48. NOTA DEL LIBRO (n. 10, p. 151).

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DÍA DE LA FIESTA
19 DE MARZO

Lectura del Evangelio


«De vuelta a su patria, se puso a enseñarles en su sinagoga,
de tal manera que se preguntaban maravillados: «¿De dónde le
viene a este esa sabiduría y esos milagros? ¿No es este el hijo
del carpintero?
MT. 13, 54-55

Salmo
Si el Señor no construye la casa,
en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los cen nelas.
Es inú l que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
que comáis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos;
su salario, el fruto del vientre:
son saetas en mano de un guerrero
los hijos de la juventud.
SAL. 126, 1-4

Meditación
«Jesús intuía que el desenlace de su padre estaba próximo y
yo también lo sabía a mi manera, por eso no tuvimos el valor de
despegarnos de su lado. Allí, pasamos en vela toda aquella

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noche, acompañando tanto sus ratos de sueño como los de
vigilia. No queríamos perder detalle, sino que queríamos
conservar cada palabra suya como una perla de gran valor, pues
eso era para nosotros. Detrás de cada «descansa» o «no te
esfuerces», había por nuestra parte un enorme y convencido
«gracias, por todo, por tanto». No se había guardado nada para
sí, ni había ahorrado ningún esfuerzo. Su vida consis ó en amar.
Y ahora nosotros queríamos devolver en cada uno de nuestros
gestos una respuesta de amor al amor que él nos había
manifestado de manera sublime.
Pocas personas habían conocido con tanta profundidad la
ley de Dios, pero aun de las más sabías se dis nguía José
porque la interpretaba siempre desde el amor y la misericordia.
Su humildad llegaba a tal punto que todavía nos pidió perdón:
«por los sufrimientos que, aunque sea de manera inconsciente,
les he podido ocasionar». Sus úl mas palabras eran para Jesús y
para Dios, que para él ya eran una misma realidad: «Gracias»,
«Si me volvieras a llamar, yo volvería a decir “Sí”», «Conviene
que Tú crezcas y yo disminuya… como el grano de trigo ene
que morir para que aparezca el fruto, así yo me hago a un lado
para que Tú empieces a brillar». El cansancio le impidió hablar
por unos momentos: «Cuida en mi nombre a tu madre, ella es
el tesoro escondido, que me enseñó lo que signi ca amar en
serio». Perdió el conocimiento un momento, pero luego
recuperó la conciencia, todavía pudo tomar entre sus manos mi
mano y la de Jesús, y apretarla un poco, y mientras me miraba
me decía: «Señora mía, Madre mía», luego dirigió la mirada a
Jesús y delante de Él hizo su úl ma y gran profesión de fe:
«Señor mío y Dios mío, aunque camine por cañadas oscuras
nada temo, porque Tú estás conmigo, tu presencia me da
seguridad… Ahora, Señor mío, puedes dejar a tu siervo irse en
paz, porque no solo he contemplado cara a cara al Salvador del

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mundo, sino que además lo he sostenido tantas veces entre mis
brazos, lo he educado, o más bien él me ha educado y
acompañado a mí». Estas fueron sus úl mas palabras.
Todavía estuvo con nosotros algunos momentos, pero ya no
pudo hablar más, pero sus gestos lo decían todo. Mientras
pudo, no dejó de mirarnos ni un solo momento, era como si
quisiera llevarse impresa nuestra imagen. Jesús sostenía con
ambas manos la mano derecha de su padre y yo hacía lo mismo
con la izquierda. Él acerco su rostro hasta el punto de besar la
frente de su padre moribundo y luego hizo espacio para que yo
pudiera hacer lo mismo. Y dando un profundo suspiro, José
expiró.
«Ahora Creador Santo, ya está de nuevo con go el alma de
tu siervo». Él había sido el hombre elegido por Dios como
custodio de su hijo y administrador de aquel misterio escondido
por siglos. No tengo palabras para expresar los sen mientos
que nos embargaban en aquel momento. Era una especie de
dolor, pero estaba mezclado con una sensación de un honor
grande. Después de todo la humildad de José había salido
triunfadora, él había estado a la altura de la misión recibida.
«Hasta pronto, bienaventurado José, padre mío y padre de
todos. Espérame, porque iré a buscarte a el primero de todos,
para que entres junto conmigo en la gloria del que es mi Padre
y tu Padre», fueron las palabra de Jesús, aunque yo tardé
algunos años en comprender lo que signi caban. No diré más al
respecto, no porque no tenga mucho que decir, sino porque
creo que no hay palabras para expresar lo que José había
llegado a signi car para mí, y porque mis pensamientos de
aquella hora son, porque así lo decidí, propiedad exclusiva de
Dios».
AGUILERA, A., «MEMORIAS». LA VIDA DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA, CAP. 5.

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Oración
V. Bendito sea el nombre de José.
R. Desde ahora y para siempre. Amén.
Oremos: Dios, que en tu inefable providencia elegiste al
Bienaventurado José para ser el esposo de tu San sima Madre,
concédenos, te suplicamos, que podamos ser dignos de recibir
como nuestro intercesor en el cielo, a quien veneramos como
nuestro santo protector en la erra. Tú que vives y reinas por
los siglos de los siglos. Amén

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EPÍLOGO
«DE DEVOCIONES BOBAS, LÍBRENOS DIOS»

«Tomé por abogado y señor al glorioso san José, y


encomendéme mucho a él. Comencé a hacer devociones de
Misas y cosas muy aprobadas de oraciones, y tomé por
abogado a san José…; y él hizo, como quien es, que pudiese
levantarme y andar y no estar tullida…
No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la
haya dejado de hacer…
Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho
Dios por medio de este bienaventurado Santo, de los peligros
que me ha librado, así de cuerpo como de alma…
A otros parece les dio el Señor gracia para socorrer en una
necesidad par cular; a este glorioso Santo tengo experiencia
que socorre en todas…
Querría yo persuadir a todos fuesen muy devotos de este
glorioso Santo, por la experiencia que tengo de los bienes que
alcanza de Dios. No he conocido persona que de veras le sea
devota y haga par culares servicios que no la vea más
aprovechada en la virtud, porque aprovecha en gran manera las
almas que a él se encomiendan…
Sólo pido por amor de Dios, que lo pruebe quien no me
creyere y verá por experiencia el gran bien que es
encomendarse a este glorioso Patriarca y tenerle devoción…»

SANTA TERESA DE JESÚS, LIBRO DE LA VIDA, CAP. 6.

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www.thenewmansociety.org

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