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:.Prólogo.

:
¿Qué harías si el mejor amigo de tu novio resulta ser el
hombre más apuesto y misterioso que alguna vez hayas
visto?
Peligro.
Amor.
Secretos.
Destrucción.
La vida de Megan Kerssies estará envuelta en un verdadero
drama cuando se interponga por culpa del amor, entre una
amistad de toda la vida.
Las personas que creía conocer mostrarán sus verdaderas
facetas y encontrará la protección y contención en una
persona por la cual será capaz de dar cualquier cosa...
~*~
Advertencias:
» Esta es mi primera novela, así que me disculpo con
antelación por todos los errores ortográficos y
discordancias que se puedan encontrar a lo largo del relato.
» POSEE CONTENIDO ADULTO EXPLÍCITO.
» La historia está cargada de acciones, pensamientos y
palabras que no necesariamente debo compartir.
» TÓMENSE LA LIBERTAD DE EXPONER SU OPINIÓN Y
CRITICAR LOS PERSONAJES A SU PARECER. Tu
comentario puede cambiar la perspectiva de alguien que
considera normal la situación.
» Son bienvenidos cualquier corrección o mensaje de
carácter constructivo. Como dije, es mi primera historia, así
que si tienen algún consejo o piensan que puedo mejorar o
cambiar algo, por favor hágamelo saber.
:.Capítulo 1.:
"El amor solo descansa cuando muere. Un amor vivo es un
amor en conflicto." - Paulo Coelho.
>> <<

Me miré en el gigantesco espejo una vez más y comprobé


que mi maquillaje y mi cabello se encontraran perfectos.
Hoy era un día muy importante.
Mis padres habían inaugurado uno de sus más grandes y
lujosos estudios fotográficos en la Ciudad de Nueva York y
como era de esperarse, allí me encontraba, encerrada en un
enorme camerino.
—¿Megan?
La silueta de Niam apareció de pronto bajo el umbral de la
puerta y me hizo dar un respingo. Tenía la mala costumbre
de nunca avisar cuando entraba en una habitación, a pesar
de que sabía que yo lo detestaba. Su cabello rubio se
encontraba trenzado en una bonita coleta lacia que caía
sobre su hombro derecho hasta la cintura, a la vez que un
vestido plateado se ceñía a sus caderas y le moldeaba el
cuerpo perfectamente.
—¿Qué te pasa?
Sus ojos verdes chocaron contra los míos llenos de
curiosidad y no pude evitar fingir una sonrisa mientras ella
empezaba a caminar hacia mí.
—Estaba pensando...— le farbullé sin darle mucha
importancia al tema y me volví a girar hacia el espejo para
poder contemplarme unos segundos más. No había
dormido muy bien durante las últimas semanas y el par de
ojeras bajo mis ojos lo gritaban a pesar del maquillaje que
cubría mis facciones— Maldición, me veo terrible.
La risa encantadora de Niam resonó a mis espaldas al
mismo tiempo que una de sus manos acomodaba la seda
inferior de mi vestido de noche.
Niam Ann Cyrus era una de las mejores modelos con las
que había trabajado y mi mejor amiga. Nos habíamos
conocido cuando tuve mi primera pasarela a los doce años
de edad y desde ese momento nos habíamos hecho
inseparables. Ella me había enseñado la mayoría de las
cosas que sé sobre el modelaje y la vida, así que sería
capaz de confiarle todo lo que tengo sin pensármelo dos
veces...
—Creo que estás divagando nuevamente, Megan. No luces
terrible, solo estás cansada— farbulló asegurando
firmemente la cremallera del vestido bajo mis lumbares y
luego me sujetó de los hombros para poder mirarme a
través del reflejo del espejo. Una sonrisa tensa le curvó los
labios— Sabes que este trabajo es terriblemente agotador,
pero al menos, te ves preciosa.
Un magnífico vestido negro se encontraba ceñido a mi
cintura, moldeando cada curva de mi cuerpo a la
perfección. La tela caía en livianas capas transparentes
hasta el lujoso piso de mármol, brillando a través del encaje
que hacía resaltar mi pálida piel sobre la seda oscura.
Revoleé los ojos ante las palabras de Niam, sin darle mucha
importancia a lo que reflejaba el espejo. La misma rutina
que había creado desde mi adolescencia hasta los
primeros años de mi adultez me estaba aburriendo. Todo
era tan estúpidamente predecible que había dejado de
tener sentido. ¿Preciosa? Quizás, pero seguía sin valer
demasiado la pena.
—Vamos Meg, es hora de que salgas— mi mejor amiga
arregló ligeramente el cabello que caía en rizos oscuros
hasta mis caderas y luego me observó— No voy a poder
modelar esta noche por el problema que tengo en el tobillo,
así que sólo tú eres la única capaz de evitar que toda la
atención y el pudor se lo lleve la engreída de Danielle—
sacudió levemente mis hombros en forma de advertencia y
yo me eché a reír divertida— ¡Démosle a esa perra su
merecido para que deje de creerse el centro del mundo!
Me volteé hacia ella mirándola con malicia y sin decir nada
más chocamos nuestras manos en el aire.
Mucha gente, a lo largo de mi vida, me había considerado
fría y superficial. No voy a decir que no me afectaba o que
no me importaban sus opiniones sobre mí porque estaría
mintiendo, pero a la única persona a la que no podía
"aceptarle" ese tipo de juicios o supersticiones sobre mí,
era a Danielle Johnson. Que la chica se creyera el centro
del mundo ya era suficiente tortura como para permitirle
que se le ocurriera juzgarme. Desgraciadamente, al igual
que nosotras, Danielle era una modelo activa en esta
ciudad, así que no podíamos hacer nada para evitarla por
mucho que así lo quisiéramos. Era como una jodida plaga.
Y esa noche no era la excepción...
—Suerte.
Las alegres y cálidas palabras de Niam me sacaron de
golpe de mis pensamientos.
Sacudí la cabeza con resignación.
—La suerte no existe.
Como lo esperaba, Niam revoleó sus ojos con malestar y
tiró de mí hacia las puertas que dividían el pasillo del
camerino.
La gran cantidad de luz del lugar me recibió de golpe y no
pude evitar hacer una mueca de dolor mientras sujetaba la
larga falda del vestido con ambas manos y empezaba a
caminar de prisa hacia la gran cantidad de murmullos que
formaban eco entre el pequeño lugar iluminado. Por esa
noche me esforzaría en deshacer todas las pequeñas
dudas que llevaban meses inundando mi cabeza y dar un
buen espectáculo. Había recorrido tantas veces la pasarela
a lo largo de mi vida, que inevitablemente empezó a haber
un vacío dentro de mi pecho que no se llenaba con nada. Se
sentía frustrante en demasiadas ocasiones, porque... todo
lo que conocía o se asociaba a mi zona de confort giraba
en torno a esto. Un par de cámaras, vestidos y maquillaje,
era lo único que necesitaba para encajar. Entonces, ¿Por
qué hacerlo me hacía sentir de esta manera?
Estúpido razonamiento.
—¡Hey, Megan!
La voz grave de Anderson a mis espaldas me hizo dar un
salto y voltearme enseguida. Su cuerpo se encontraba a tan
solo un par de pasos de mi posición y un increíble
esmoquin gris cubría sus amplios hombros. Su cabello
rubio, normalmente despeinado, ahora se encontraba fijo
hacia atrás y le daba un semblante de hombre mayor que
claramente no cuadraba para nada con su apuesto rostro
de niño. Lucía encantador y él lo sabía perfectamente.
Pude notar cómo su sonrisa se curvaba de fascinación.
—Demonios, te ves increíblemente hermosa— murmuró
deslizando la yema de su dedo índice a lo largo de mi
mejilla y yo me mordí el labio inferior con fuerza al sentirlo
descender hasta la curva de mis pechos. No era un hombre
«sutil» cuando se trataba de tocarme, así que tenerlo cerca
en un lugar público se convertía en una completa agonía de
placer y frustración que me volvía loca hasta el momento
en que pudiera tenerlo dentro de mí, empujando con fuerza.
Anderson lo sabía y se regocijaba jugando con ello.
—Te dije que no vinieras a buscarme antes de la
presentación. Me pones nerviosa.
Aparté su mano de mi cuerpo para tratar de mantener la
distancia y él rió, asintiendo levemente con la cabeza.
—Lo sé, lo sé. Sólo quería desearte un poco de suerte.
Mis ojos recorrieron su rostro con incredulidad antes de
cruzarme de brazos. Estaba completamente segura de que
él no había venido para eso. Anderson no hacía las cosas
porque sí, él siempre tenía un motivo secreto. Planeaba
todo antelación y llevaba cada paso de su vida en un orden
específico. Decir que era estructurado, era quedarse
demasiado corto.
—Eres demasiado curiosa...— farbulló sin darme ninguna
explicación y se inclinó sobre mí para atraparme entre sus
labios. Yo le correspondí el beso instantáneamente sin
darme un instante para pensar. Perderme entre su boca era
mi pasatiempo favorito, así que dejé que su lengua y sus
manos vagaran sobre mi cuerpo hasta que estuve jadeando
por un poco de aire.
Él rió, dibujando con sus manos el contorno de mi cintura.
Me había hecho olvidar todo con tan solo un beso.
—Tus padres están ansiosos por verte...— susurró pegando
sus labios en mi oreja para luego aspirar el perfume de mi
piel con suavidad— Ellos, sobre la pasarela. Yo, desnuda en
mi cama apenas esto termine.
Me aparté un poco de él dedicándole una pequeña mirada
de advertencia y pude sentir cómo el calor inundaba mis
mejillas.
—¿Puedes callarte?
Anderson se echó a reír ligeramente antes de encogerse de
hombros, despreocupado. Mi labial había invadido sus
carnosos labios y lo hacía lucir más adorable de lo normal.
—Lo tomaré en cuenta para tu próxima función, pero hablo
en serio. Una noche como la de ayer debería repetirse
como mínimo todos los días.
Un rápido flashazo de su rostro entre mis piernas vino a mi
mente y no pude evitar contener la respiración.
Oh sí. Estaba de acuerdo.
—Lo pensaré— susurré en cambio y los labios de mi novio
se curvaron con malicia como si desde ya estuviera
pensando miles ideas de tortura para hacerme tragar mi
supuesta indiferencia.
—Insoportable— bromeó con una resplandeciente sonrisa y
enseguida desapareció por una de las lujosas puertas del
pasillo, sin molestarse en despedirse y regalándome
apenas una caída de ojos. Llevábamos bastante tiempo
juntos, pero todavía me estaba acostumbrando a su
elocuente forma de actuar. Al fin al cabo, él era otra parte
de mi zona de confort, así que... todo debería estar bien,
¿Cierto?
:.Capítulo 2.:
"Demasiadas personas sobrevaloran lo que no son y
subestiman lo que son". -Malcolm S. Forbes.
>> <<
—Miren a quién tenemos acá...— escuché la voz de Danielle
escupir con una sonrisa cínica mientras me detenía frente a
las demás junto a la entrada de la pasarela.
Mi mirada indiferente se dirigió hacia su pálido rostro para
dejarle claro que no me interesaba en lo más mínimo lo que
pudiera salir de su venenosa boca y puse toda mi atención
en la música que retumbaba afuera para tratar de evitar lo
más posible que su mirada se encontrara con la mía. Desde
que nos conocimos se había comportado de esta manera
sin ningún motivo aparente, pero ya no me importaba.
Danielle era un desperdicio de tiempo.
—¿Acaso vas a ignorarme? — su pregunta resonó en el
pequeño espacio antes de echarse a reír— ¿Aún sigues
molesta por el pequeño incidente que sucedió con tu amiga
Niam en la última función?
¡Oh Dios, cuánto la odiaba!
Dirigí mis ojos oscuros hacia su rostro con desprecio y ella
se llevó ambas manos a la cintura. La presencia de
Danielle, los tacones de Niam, más el hecho de que
estuvieran cerca en la pasarela, fueron una muy mala
combinación para mi mejor amiga la semana pasada. Niam
no iba a poder modelar en quince días por culpa suya.
—Eres una enferma.
La boca fina de Danielle me volvió a sonreír.
—No es mi culpa que tu amiga sea tan torpe, Kerssies.
Además...— agregó, encogiéndose de hombros— Sólo se ha
doblado el tobillo.
Mis puños se cerraron con furia ante su psicópata
insensibilidad, pero antes de que pudiera tirarme sobre su
cuerpo para darle su merecido una firme mano me sujetó
de la cintura con determinación. Mi mirada oscura ascendió
con rabia hacia la persona que tenía al lado y la
encantadora sonrisa de Dylan me recibió amigablemente.
Su cabello castaño claro se encontraba tan despeinado y
largo como de costumbre, pero esta vez un elegante traje
negro le daba el semblante de chico rico y educado que era
necesario para encajar en este tipo de eventos. Me
encantaba que Dylan no intentara dejar de ser él mismo
para lograr formar parte de este estúpido y superficial
imperio. Él siempre se mostraba genuino sin importar lo
que los demás dijeran, algo muy diferente al resto de
nosotros.
—¿Todo está en orden? — sus ojos dorados se turnaron
entre Danielle y mi cuerpo con curiosidad y yo solo asentí
para evitar que se preocupara. No hacía falta causar un
problema por cualquier estupidez.
Mis ojos se volvieron a encontrar con los de Danielle y los
suyos brillaron de rabia.
—Bien, chicas— Dylan llamó nuestra atención aplaudiendo
varias veces y la mirada de todas se dirigió hacia su bello
rostro— Van a ser las nueve de la noche y la función está a
punto de comenzar. Hay gente y cámaras por todos lados,
así que quiero que se concentren...
—Por supuesto— farbulló Danielle mirándome fijamente a
los ojos— Nadie quiere que una tragedia parecida a la que
le sucedió a Niam se vuelva a repetir esta noche, ¿Verdad?
Apreté los labios con fuerza para evitar gritarle todo lo que
se me estaba pasando por la cabeza en ese instante y tomé
una respiración profunda. Era la persona más descarada
que había conocido en toda mi vida.
Dylan se aclaró la garganta como para alivianar la tensión
que estaba lentamente empezando a inundar el aire y luego
continuó con su familiar discurso motivacional. Lo había
escuchado hacer esta introducción centenares de veces,
pero siempre era refrescante volverlo a repasar. Dylan tenía
el poder de brindar confianza y seguridad a todas las
personas y, maldición, a veces era extremadamente
necesario.
A él lo había conocido el mismo día en el que conocí a
Niam, ya que su padre era nuestro fotógrafo en ese
entonces. Dylan asistía siempre a todas las sesiones
fotográficas que le otorgaban a él para aprender a ejercer
ese mismo empleo correctamente. Y lo había hecho. Llegó
a convertirse en uno de los mejores camarógrafos de
renombre que poseía el país.
Mis ojos se desviaron con cautela hacia mi lado derecho y
los oscuros ojos de mi compañera Sharon me devolvieron
la mirada con diversión. Su cabello rojo estaba sujeto en
una larga trenza, dejando su perfecto y pálido rostro
descubierto.
—Es hora.
Todo el lujoso salón del nuevo estudio fotográfico de mis
padres se encontraba en completo silencio mientras la
música hacía eco contra las paredes. Podía observar un
incontable número de mesas dispersas por todo el lugar,
con grupos de diez personas por cada una de ellas. Era una
imagen increíble, pero estaba empezando a parecerme
demasiado común.
Un destello abrumante de luces me hizo recuperar la
concentración apenas Sharon empezó a caminar sobre la
pasarela. Me mantuve inmóvil frente a la entrada mientras
trataba de encontrar en mi cabeza una razón por la cual
debería de seguir haciendo esto. Maldición, me gustaba,
era divertido y desde mi punto de vista, uno de los mejores
trabajos que podrían existir, ¿pero valía realmente la pena?
Estaba comenzando mi década de los veinte y parecía que
no había vivido nada durante todo este tiempo. Le faltaba
algo a mi vida y estaba segura que las pasarelas no me lo
iban a dar.
El golpe de los aplausos me hizo pestañear varias veces y
pude ver cómo Sharon se dirigía con confusión hacia mí.
Genial, se supone que ya debería estar caminando y no me
había movido ni un centímetro.
Contuve el aire en mis pulmones sabiendo que no era el
mejor momento para tener una crisis existencial y empecé
a caminar hacia su reencuentro con paso seguro y una
expresión inescrutable en mi rostro. Mantener firme la
seguridad y confianza en uno mismo arriba de la pasarela
era lo más importante que debía tener presente una
persona que quisiera dedicarse a esto.
Me crucé con Sharon a mitad del camino y seguí adelante
hasta llegar al punto central de exposición. Un estallido de
flashes se originó alrededor de mi cuerpo y giré con
suavidad hacia donde se encontraba mi próxima
compañera. Rachel me observa con una sonrisa cuando
mis ojos se encontraron con los suyos y yo se la devolví
antes de desaparecer por el pasillo opuesto al que
habíamos ingresado.
Sharon se cruzó de brazos al frente de mi cuerpo.
—Me estoy muriendo por una estúpida hamburguesa. No
sabes lo mucho que me he matado de hambre por entrar en
este jodido vestido.
Sacudí la cabeza y la miré con los ojos entornados,
tratando de calmar el latido constante de mi corazón.
—Ya sabes lo que opino sobre eso— murmuré apoyándome
en la pared y observando a otra de las chicas entrar al
vestidor— No puedes arriesgar tu salud de esta manera.
Mostrar una figura perfecta por unos segundos de atención
no es tan importante.
Sus ojos oscuros me estudiaron con malestar.
—Estás bromeando, ¿No?
Estaba a punto de responder a sus palabras cuando un
grito acompañado por un conjunto de murmullos
provenientes del salón principal provocó que nos
volteáramos inmediatamente hacia la pasarela.
Maldición.
Me incorporé enseguida para saber qué estaba sucediendo
afuera y de pronto lo que había sucedido en nuestra última
presentación se reprodujo como un mal recuerdo en mi
cabeza. No necesitaba observar la imagen para saber
quiénes se encontraban allí. Danielle lo había hecho otra
vez. Y juro que no va a salir inmune de nuevo.
:.Capítulo 3.:
"El amor es un sentimiento contranatural que une a dos
desconocidos en una relación mezquina e insalubre, cuanto
más intensa, tanto más efímera". -Gabriel García Márquez.

>> <<
—¿Pueden creerlo? — inquirió Emery con cautela mientras
todas nos reuníamos en el pasillo que conducía al salón
principal. Rachel había tenido una caída muy fuerte cuando
se encontró con Danielle en el centro de la plataforma. La
habían tenido que trasladar a emergencias hace un par de
minutos debido al gran dolor que sentía en la cintura, pero
como era de esperarse Danielle había desaparecido
después del incidente y nadie sabía a dónde encontrarla.
—Esto se está convirtiendo en un completo caos— agregó
Sonia exasperada mientras que con uno de sus dedos
extendía un poco de labial rojo sobre sus delicados y
estrechos labios— Primero Niam, que no fue tan grave, ¿y
ahora Rachel?
—Yo creo que fueron accidentes.
Todas nuestras miradas se dirigieron con incredulidad a
Sharon y negamos con la cabeza inmediatamente. ¿Acaso
estaba hablando en serio?
—¿Te parece coincidencia que las dos chicas que se han
caído del escenario se encontrarán junto a Danielle en ese
instante? — le pregunté con claro desdén escapando de mis
labios y ella pareció encogerse sobre su posición.
—Pues... No. Supongo que ella...— nos miró a todas con
recelo y luego se encogió de hombros sin darme mucha
importancia— Bien, lo admito, tienen razón. ¿Pero por qué
carajos lo haría?
—Es obvio, Sharon. La muy zorra intenta deshacerse de
nosotras— la risa de todas inundó el lujoso pasillo antes de
Emery volviera a captar la atención de nosotras— Niam
debe de estar esperándonos al igual que Dylan y los padres
de Megan. ¿No deberíamos entrar?
Asentí con determinación ante sus palabras y sin decir
nada más, nos movimos y cruzamos la única barrera que
nos separaba de las demás personas que habían asistido a
la inauguración.
Caminé junto a Sharon y otras compañeras mientras todas
buscábamos a nuestras familias con la vista. La mayoría de
los empresarios y ejecutivos que se encontraban allí
estaban vestidos de forma glamurosa y algo exagerada. Se
podría decir que algunos habían gastado una verdadera
fortuna con sus atuendos de esa noche, pero muchos en
lugar de lucir estupendos se veían ridículos. A veces me
sentía atrapada en una escena de The Hunger Games. Entre
las pasarelas y el Capitolio no había demasiada diferencia.
Enseguida divisé a mis padres sentados en una de las
mesas en el fondo del salón y mis labios se curvaron en
una pequeña sonrisa al verlos conversando animadamente
con Ander. Dirigí mi mirada oscura hacia Sharon y le
indiqué con un rápido movimiento de cabeza que
necesitaba dirigirme hacia allí.
—Por allá se encuentran mis padres— le expliqué dando un
paso hacia atrás y ella me sonrió, sacudiendo la cabeza.
Había perdido demasiado peso. Estaba preocupada por
ella— ¿Te parece si nos vemos después?
Su mirada brilló.
—Por supuesto. Sabes que siempre estaré rondando por
aquí.
Le dediqué una amplia sonrisa mientras la miraba
desaparecer entre la multitud que caminaba de un lugar al
otro y suspiré al hallarme completamente sola. Mi relación
con ella era un tanto complicada. Nos llevábamos bien y la
quería, pero no éramos amigas cercanas. Ella siempre
parecía estar absorta en su propio mundo y mostraba un
claro desinterés en dejar que las personas que la rodeaban
intervinieran.
Sacudí la cabeza con frustración sintiéndome de repente
demasiado cansada para pensar en ello y empecé a
caminar hacia donde se encontraba mi familia.
Todo el lugar estaba maravillosamente decorado.
Candelabros gigantescos colgaban a lo largo de todo el
salón mientras un grupo de luces tenues giraban con
suavidad. Había botellas de vino y champagne en cada una
de las mesas y los empleados se movían con rapidez para
mantener todo en orden antes de que empezaran a servir la
comida.
Revoleé los ojos al analizar la escena fríamente calculada y
no dejé de caminar. Había demasiadas cosas que decir al
respecto sobre la falsedad de la atmósfera intachable y la
obvia sagacidad y aprovechamiento de los invitados, pero
antes de que pudiera poner mis pensamientos en palabras
y arruinarle la velada a alguna persona, la falda de mi
vestido de noche me hizo lanzada hacia atrás y provocó
que todo mi cuerpo se desequilibrara, impulsándolo
bruscamente hacia adelante.
Chillé con fuerza tratando de mantener el equilibrio y dejé
de respirar mientras me preparaba mentalmente para
soportar el estrepitoso impacto de mi cuerpo contra el
suelo. ¡Demonios! Sabía que no tenía buena suerte, pero
aquello era como una tortura. Lentamente mi vida se
estaba convirtiendo en una parodia sin sentido.
—¡Oye! — sentí una enorme mano cerrarse con firmeza
alrededor de la parte superior de mi antebrazo y tirar de mi
cuerpo fuertemente hasta hacerlo chocar sin precaución
contra algo duro y caliente. El aire se escapó de mis
pulmones debido al inesperado golpe, pero enseguida me
quedé paralizada cuando un par de brazos se envolvieron
alrededor de mí. Un delicioso y provocador aroma que
nunca antes en mi vida había olido inundó mis fosas
nasales y de inmediato mis ojos curiosos se dirigieron
hacia la persona que me sostenía en ese momento.
Oh wow.
Era la primera vez en mi vida que alguien me había dejado
sin palabras.
Un ceñido y elegante traje negro cubría los amplios y
musculosos hombros del chico al que me encontraba
aferrada. Su cabello lacio caía por medio de ondas sobre su
frente hasta llegar al inicio de sus ojos y hacía resaltar el
asombroso e intenso color verde de su mirada.
Con tan solo repasarlo durante un par de segundos, podía
darme cuenta de lo terriblemente alto que era. Poseía una
impecable y perfecta mandíbula cuadrada y sus labios
ridículamente sensuales se esforzaban por no sonreír.
—¿Te encuentras bien, ángel?
Mi mirada viajó inmediatamente hacia él y casi estuve a
punto de morir al sentir mi cuerpo estremecerse ante el
tono grave y provocador de su voz. Mis manos se liberaron
enseguida de su agarre y lo observé con cautela mientras él
hundía ambas manos dentro de los bolsillos de su pantalón
negro. Un pantalón que no debería estar a la venta para
seres surrealistas como él.
—Gracias por tu ayuda— susurré con dificultad y me
avergoncé instantáneamente al escuchar el patético tono
agudo y tembloroso en el que se había convertido mi voz.
¿Qué demonios pasaba conmigo?
Él sonrió encogiéndose de hombros, sin apartar su mirada
penetrante de la mía.
—Créeme nena, para mí ha sido todo un placer...
Mis labios se curvaron involuntariamente ante sus
palabras.
—¿Acaso te conozco?
—Cabe la posibilidad— se encogió de hombros de manera
juguetona y luego ladeó la cabeza hacia mí, entornando los
ojos— ¿Acaso crees que alguien como yo podría pasar
desapercibido?
Ok. Ya tenía mi primera definición sobre él:
«Terriblemente arrogante»
Me crucé de brazos.
—Bastaba con decirme que nunca nos habíamos visto.
Él sonrió ampliamente, —¿Entonces qué habría de divertido
en eso?
—¿Interrumpo?
La voz de Ander a mis espaldas me hizo soltar un respingo
de sorpresa y contener la respiración. Tenía la costumbre
de aparecer cuando menos lo esperaba, pero en ese
momento mis nervios no estaban precisamente en sus
cabales.
Me giré hacia su dirección de inmediato para saber de qué
humor se encontraba, pero él deslizó una de sus manos a
través de mi cintura y evitó que lo hiciera. Su agarre
posesivo tiró de mí para arrastrarme hacia su costado y, a
continuación, fulminó con la mirada al chico que teníamos
al frente.
Genial.
—¿Anderson?
El nombre de mi novio salió con cautela de los perfilados
labios del sexy desconocido y sin entender lo que estaba
pasando, lo observé, frunciendo el ceño.
¿De dónde rayos lo conocía?
—¿Nathan? — preguntó él. Y antes de que pudiera analizar
la situación, mi novio y el chico de ojos intensos que
acababa de conocer, se encontraban fundidos en un
interminable abrazo.
¡¿Qué demonios?!
Los miré a ambos confundida y ligeramente incómoda
mientras ellos se separaban y se estudiaban sin dejar de
sonreír.
—Estás hecho tremendo monstruo— inquirió Ander mirando
a su amigo con clara estupefacción— ¿Acaso te mudaste a
un gimnasio después de la última vez que nos vimos?
Nathan simplemente se encogió de hombros antes de
atravesarme con su profunda y brillante mirada.
Nathan.
La boca se me secó sin motivo aparente.
Patético.
—Ah, sí. Perdón. Me olvidé de que te encontrabas aquí por
un segundo, cariño— Ander se giró hacia mi cuerpo con una
resplandeciente sonrisa y deslizó una de sus manos por
detrás de mi espalda. Los ojos de Nathan volvieron a
encontrarse con los de mi novio y la curiosidad brilló en su
iris transparente.
—Te presento a mi novia Megan Kerssies, y Meg— me
observó. Su emoción parecía más genuina de la que estaba
acostumbrada a ver— Este patéticamente musculoso chico
que tenemos aquí, es mi mejor amigo de toda la vida,
Nathan McCain.
Observé otra vez al que resultaba ser el mejor amigo de mi
novio y pude sentir cómo un leve rubor empezaba a
encenderme las mejillas. No había dejado de mirarme ni
por un segundo y su expresión era extremadamente
embriagadora. Lentamente la sonrisa arrogante que me
mostró hace pocos minutos volvía a tomar lugar en su
rostro y le daba un semblante de ángel maligno que jamás
creí contemplar.
—Con que... ¿saliendo con modelos?
Su mirada se apartó inmediatamente de mi rostro y ese
simple comentario me resultó demasiado molesto. Odiaba
la etiqueta que nos ponían con esa palabra,
catalogándonos como un tipo de mujer que estaba
obligada a lucir siempre hermosa y superficial. Tal vez
estaba equivocada y nadie lo viera de esa manera, pero
realmente estaba segura de que era lo primero que se venía
a la mente de alguien al pensar en «modelo»: un maniquí
lindo, arrogante y sin sentimientos.
Tal como lo esperaba, Anderson se echó a reír con
diversión ante su broma y asintió, mientras yo simplemente
bajaba la mirada al suelo, más incómoda de lo que nunca
había estado en toda mi vida. Deseaba inventarles algún
tipo de excusa para negarles mi presencia a este par de
chicos que no paran de bromear, pero entonces una nueva
persona se nos unió...
Suspiré con disgusto. Ese definitivamente no era mi día.
:.Capítulo 4.:
"Para adquirir amor, llénate con él hasta que seas un imán". -
Charles Haanel.
>> <<
—¿Acaso quieres que te meta un GPS en el trasero?
Fue lo primero que escapó de los labios de un apuesto
chico de cabello castaño que se encontraba cruzado de
brazos observando a Nathan con expectación. Llevaba un
ajustado traje negro abotonado que dejaba al descubierto
la parte superior de una elegante corbata sobre la tela
inmaculada de su camiseta gris.
Mis ojos se deslizaron hasta donde se encontraba el mejor
amigo de mi novio y lo contemplé durante unos segundos,
esperando para ver su reacción.
Demonios. Era tan asquerosamente apuesto que podría
tener a cualquier mujer que se le ocurriera comiendo de la
palma de su mano.
—¿Es que acaso no puedes vivir sin mí durante un par de
minutos? — le inquirió Nathan, apretando los dientes antes
de deslizar una mano por su oscuro cabello, alborotándolo
tras el recorrido.
Casi pude sentir la saliva escaparse de mi boca.
Espera. ¿Qué estaba diciendo?
—Has durado casi media hora— le gruñó el otro joven con
enojo, arrastrando sus bonitos ojos azules hasta mi
dirección. Sin esforzarme me di cuenta del increíble
parecido que existía entre ambos.
El chico alto que se encontraba junto a Nathan me
contempló con detenimiento durante unos segundos y una
encantadora sonrisa torcida le iluminó el rostro, la cual
desapareció en el instante que sus ojos color cielo
enfocaron a la persona que se encontraba a mi lado.
—¿Anderson Connell?
Inquirió con incredulidad y Nathan resopló, revoleando los
ojos tras la reciente pregunta de su acompañante.
—¿Es que acaso eso no es obvio?
El otro joven le regresó una mirada iracunda.
—Oh Nathan, discúlpame por no recordar la cara de todos
tus amigos de antes de que salieras del país— Sacudió sus
manos en el aire dramáticamente y no pude evitar sonreír
tras la escena que se estaba reproduciendo frente a mis
ojos.
Era fácil darse cuenta de que eran hermanos.
Nathan lo atravesó con la mirada mientras el fornido chico
volvía a dirigirse a nosotros con una sonrisa de
superioridad impregnada en su semblante.
—Buenas noches, mi nombre es Brent McCain— murmuró,
dirigiéndose prácticamente solo a mí— Soy el desdichado
hermano mayor de esta cosa que tengo a la izquierda, y tú
eres...
Un jadeo ahogado escapó de sus labios y apenas fui
consciente del firme codo de Nathan enterrado con fuerza
entre las costillas de su hermano.
¡Su expresión de dolor era tan jodidamente divertida!
—Soy Megan— le tendí la mano, apretando los labios con
fuerza para evitar echarme a reír, y él la sujetó luchando por
recuperar el aliento de nuevo.
Una disimulada sonrisa maliciosa apareció en los
sonrojados labios de Nathan y de pronto pareció que todas
las luces blancas que complementaban el salón principal
caían sobre sus hombros, simulando una extraña especie
de reflector.
Joder. Creo que estaba perdiendo la cordura...
—Mucho gusto, Megan— murmuró Brent, sonriendo con
amabilidad mientras estrechaba mi mano suavemente
antes de dirigirle el mismo saludo a Anderson.
Mi mirada subió casi por inercia hasta donde se encontraba
Nathan inmóvil y sentí un ardiente escalofrío recorrerme
cada extremidad del cuerpo al atrapar esos intensos ojos
verdes, observándome con expectación.
Nathan sonrió con disimulo y un leve toque de picardía al
encontrarse con mi mirada y hundió ambas manos en los
bolsillos de su pantalón negro. Mis labios le
correspondieron con voluntad propia la sonrisa, sintiendo
mi corazón azotarme el pecho con fuerza una y otra vez.
Maldición.
La conexión que sentía cuando el verde de la mirada de
Nathan se entrelazaba con la mía era jodidamente
inexplicable. Había una cierta y abrumadora complicidad
entre ambos que no podía describir ni manejar.
Atracción.
Esa palabra no debería estar ahí.
—¿Amor?
Ander me sacudió levemente de los hombros haciéndome
soltar un respingo de sorpresa. Dirigí mis ojos hacia su
dirección un tanto sobresaltada y él simplemente me sonrió
para tratar de tranquilizarme.
—Hey, ¿estás bien? — arqueó una de sus cejas,
contemplándome con detenimiento— Pareces nerviosa...
Negué con la cabeza efusivamente.
¡No pensaba decirle que su amigo de ojos diabólicamente
intensos me tenía al borde del ataque cardíaco! Apenas si
era que podía permanecer de pie ante el incesante
escrutinio de su mirada sobre mi cuerpo en ese momento.
¡¿Qué carajo me miraba tanto?!
—Estaba pensando en ir con mis padres— mentí
descaradamente mientras me giraba hacia a él y trataba de
ignorar con todas mis fuerzas el incesante impulso de
conectar de nuevo mis ojos con los de Nathan.
—Queríamos que vinieras con nosotros por al menos unos
minutos. Vamos a ir a buscar una mesa— Inquirió Brent,
cruzándose de brazos mientras nos observaba con
expectación.
Ander deslizó uno de sus fuertes brazos alrededor de mi
cintura y apoyé ambas manos sobre su pecho,
aprovechando su cercanía para así poder tratar de pensar
en otra cosa que no fuera en el apuesto demonio angelical
que teníamos al lado.
Nathan se mantuvo inmóvil junto a su hermano mayor. Con
ambas manos dentro de los bolsillos relajadamente y sin
apartar su inmutable mirada de mi cara.
Sentía que no podía respirar. Su enorme cuerpo e
intolerantes ojos me intimidaban demasiado.
Me aclaré la garganta disimuladamente antes de apartarme
del agarre de Anderson. Necesitaba algo de espacio para
poder esquivar la petición de Brent y detener las afiladas
miradas de Nathan, que empezaron a atravesarme apenas
estuve en contacto físico con mi novio.
—Lo lamento mucho, Brent. Es que mis padres deben estar
buscándome, al igual que mis compañeras de trabajo—
Arrastré mi mirada con ansiedad y desesperación a través
del gentío bullicioso, deseando ubicar a alguno de ellos. El
aire me llenó de alivio los pulmones cuando localicé a las
chicas conversando y riendo tranquilamente en una de las
mesas del salón gracias a los brillantes destellos de los
vestidos de noche que llevamos puestos.
—Allá están ellas— murmuré, señalándolas con un rápido
movimiento de mentón— Prefiero ir a conversar con mis
amigas por unos minutos si no les importa...
Le lancé un rápido vistazo a Ander y él simplemente se
encogió de hombros, asintiendo.
—Si eso es lo que quieres, entonces no hay problema, Meg.
Yo voy a estar con los chicos por un rato y después te
busco, ¿sí?
—Por supuesto.
Me acerqué rápidamente a él y presioné mis labios
húmedos contra los suyos durante unos instantes,
consciente de que Nathan y Brent nos estaban observando,
pero también desesperada por desaparecer de ese lugar.
Salí del beso antes de que Anderson pudiera
correspondérmelo y giré sobre mis talones para
despedirme del par de hermanos que nos estaban
acompañando. Una extraña sensación de incertidumbre se
apoderó de mi pecho al encontrarme con sólo uno de ellos
frente a nosotros.
—Nathan se adelantó a buscar la mesa— explicó Brent con
incomodidad mientras se acercaba y me dejaba un sonoro
beso en la mejilla. Fruncí el ceño y le correspondí el saludo
al instante. Cuando se apartó y volvió a mirarme a los ojos
parecía totalmente relajado otra vez.
—Por cierto, Megan. Se me olvidaba— arrastró la mano por
su lacio cabello negro casualmente— Realizaron un
excelente trabajo esta noche sobre la pasarela. Me
sorprendieron bastante. En serio. Especialmente la
exuberante rubia de vestido plateado que se encuentra por
allá.
Ambos dirigimos nuestra mirada hacia donde antes indiqué
que se encontraban mis amigas y una ceja se me arqueó
involuntariamente. Estaba confundida por su comentario y
no sabía qué responder.
Una deslumbrante sonrisa me recibió de parte de Brent
cuando giré la cabeza de nuevo para mirarlo.
—¿Hablas de Niam?
—Oh, ¿así se llama?
Observé a Anderson de soslayo y él simplemente se
encogió de hombros, reprimiendo una sonrisa divertida.
—Brent, ella no modeló esta noche— No podía ocultar mi
confusión.
—No hace falta que lo haga para darme cuenta de que es
una increíble modelo.
Una leve carcajada de diversión escapó de sus labios y lo
único que capté a hacer fue empujarlo ligeramente del
hombro.
Me fascinaba este chico. Su personalidad extrovertida y
audaz era estupenda.
—¿Acaso quieres que te la presente? Te aseguro que eres el
tipo de hombre capaz de hacer suspirar a mi mejor amiga.
O a cualquier otra mujer. Pero eso no iba a decírselo.
—Oh no, nena. Cuando se trata de cuestiones de chicas
prefiero ser yo el que haga todo el trabajo.
—Sin compartir méritos— concluyó Anderson, dándole toda
la razón. Brent lo observó durante unos segundos y rió,
asintiendo ligeramente con la cabeza.
—Es una cuestión de orgullo varonil.
Sonreí y los miré a ambos de manera cautelosa. Me
encantaba la complicidad tan relajada y natural que
compartían los hombres cuando se encontraban
conversando con su grupo de amigos. Era casi tan
perceptible la conexión entre ellos como esa extraña
energía que sentía cuando mi mirada se cruzaba con la
Nathan.
Me pregunto dónde se habrá metido...
—Estupendo. Entonces creo que es más conveniente que
yo me marché para que puedan seguir hablando de ello— di
un paso hacia atrás, en dirección a donde se encontraban
mis compañeras, pero no pude llegar más lejos debido a
que mis ojos se conectaron como dos rayos de luz contra
esos hermosos ojos verde profundo, que se encontraban
observándome desde el otro extremo del salón.
Tragué saliva con dificultad y pesadez mientras una sonrisa
maliciosa se posaba casi al mismo tiempo en los labios de
Nathan. Él se encontraba sentado en una mesa vacía en el
fondo del salón, con una copa de champagne entre las
manos y uno de sus dedos índice dibujando el delicado
contorno cristalino lentamente.
Sentí mi respiración volverse irregular, junto a un
inexplicable calor situado en mi bajo vientre.
No tenía ni idea de qué hacer o cómo actuar tras nuestro
contacto visual. Estaba perdida. Jamás creí que una simple
mirada pudiera hacerme sentir como si estuviera
cometiendo un pecado capital.
De repente, sentí la mirada preocupada de Anderson sobre
mi rostro y al instante eso me hizo reaccionar. Estaba
actuando como una completa maniática. ¿Por qué
demonios mi cuerpo reaccionaba así al observar a Nathan?
Y, aún más importante, ¡¿Por qué estaba admirando al
mejor amigo de mi novio?!
Era una completa tontería.
—Estoy bien-— les aseguré a ambos con tono firme
mientras ellos se miraban, enarcando una de sus cejas con
incredulidad.
—Parece que te va a dar un colapso, Megan— agregó Brent
con una sonrisa burlona bailando dentro de sus perfilados
labios mientras me estudiaba cautelosamente. La manera
en cómo me estaba observando, muerto de diversión, me
hizo sonrojar. Era como si supiera que la causa de mi
congoja era su hermano menor.
—Me encuentro bien— les volví a repetir, pero esta vez con
algo de inseguridad. ¿De que me servía mentirles o
mentirme a mí misma? Realmente no me encontraba bien.
De eso estaba segura.
—¿Por qué razón no lo estarías, corazón?
La dulce voz de mi madre me obligó a tomar un respiro
inmediatamente. Estaba junto a mi padre, a tan solo unos
pasos de mí. Me volteé hacia ella con una sonrisa y su fina
mano se curvó alrededor de mi cintura.
Fui adoptada. Esa es una de las muy pocas cosas que
saben de mí.
Mis padres me encontraron a los cinco años en un pequeño
orfanato a las afueras de la ciudad de San José, California,
ya que ellos nunca pudieron tener hijos propios. Al parecer,
desde recién nacida había permanecido allí, pero para
serles sincera no recuerdo nada de mi vida entre las
paredes de ese lugar, así que se puede decir que el tema de
mi niñez como huérfana me resulta completamente ajeno e
insignificante.
Los ojos mieles de papá se conectaron con los míos por un
escaso segundo antes de que su mirada se centrara en el
par de varones frente a nosotros.
—Ander, Brent, no creía en la posibilidad de verlos juntos
esta noche. Es una verdadera sorpresa que se conozcan sin
antes haberlos presentado.
Saludó a ambos con una amplia sonrisa de formalidad y
como por milésima vez de lo que llevábamos de la noche
fruncí el ceño llena de confusión.
¿De dónde carajo mi padre conocía a Brent?
—Es un honor verlos de nuevo, señor y señora Kerssies. Al
parecer el mundo es demasiado pequeño.
¿De dónde carajo Brent conocía a mis padres?
El sonriente chico sujetó la mano de papá con firmeza
antes de presionar sus definidos labios contra la mejilla
sonrojada de mi madre. Ella le sonrió ampliamente tras el
afectuoso saludo, dejando al descubierto una dentadura
perfecta por debajo de su brillante y profundo labial.
—Eres un encanto de chico— murmuró con simpatía.
Y eso que aún no había conocido a su hermano menor...
:.Capítulo 5.:
"Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un
rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la
mitad del patio". -Julio Cortázar.
>> <<
La cena había transcurrido con normalidad después de que
mis padres intervinieran en la conversación. Mis ojos se
habían dirigido innumerables veces hacia el lugar en donde
se encontraba Nathan sentado esa noche, pero cada una
de esas fugaces miradas había recibido la misma y
decepcionante respuesta después de que mis padres
aparecieran: Nathan McCain se había ido de la
inauguración. Y no volví a cruzarme con él o su inquietante
mirada durante el resto de la noche.
Ya habían pasado dos días después de la apertura del
nuevo estudio fotográfico de mis padres y todo había sido
un éxito. Claro, exceptuando la aparatosa caída de Rachel
quien aún se encontraba internada en el hospital, pero su
lesión afortunadamente no era nada grave de lo cual
preocuparse.
Ahora me encontraba parada frente al enorme espejo que
coronaba mi habitación, probándome unos desgastados
pantalones de la nueva colección de ropa, mientras Niam
se limaba las uñas cuidadosamente sobre el suave edredón
blanco de la cama. Llevaba un casual y moderno vestido
color crema, que caía por medio de ondas desde la parte
inferior de su pecho hasta muy por arriba de sus rodillas
desnudas.
—Háblame de nuevo de él— murmuró, moviendo los dedos
de sus pies de un lado para el otro, incitando a que el
esmalte negro de sus uñas se secara— Creo que entre más
veces me describas a ese chico, más me acostumbraré a la
locura desmedida impregnada en el tono de tu voz.
Miré a mi mejor amiga con enojo a través del reflejo del
espejo y ella simplemente se encogió de hombros,
dedicándome una deslumbrante sonrisa de disculpas.
Como era de esperarse, contarle todo a Niam sobre mi
"demonio angelical" había sido un terrible error. Ella
curiosamente nunca había podido llegar a soportar a
Anderson durante todo el tiempo de nuestro noviazgo, así
que saber que su mejor amiga se estuviera volviendo loca
por un hombre desconocido, era la mejor noticia que había
recibido por años.
La fulminé con la mirada.
—Ya te conté todo lo que sé sobre Nathan, Niam. No
importa cuántas veces lo repita, la información va a ser
exactamente igual. Te lo aseguro.
—Eso es irrelevante, Meg— se removió con delicadeza
sobre la seda blanca y suspiró, dejando el limador de lado
para enfocar toda su atención en mí. Sus ojos pálidos me
estudiaron con diversión, como lo hacían cada vez que
estaba confundida— La forma en como hablas de ese tal
Nathan McCain es tan jodidamente increíble que no puedo
explicártelo con palabras. Deberías dejar a Anderson de
una vez por todas y lanzarte hacia los musculosos brazos
de tu flamante demonio angelical.
Maldije inconscientemente. Creo que le había contado más
de lo necesario...
Me removí incómoda frente al enorme espejo que me
regalaba una nítida imagen de mi mejor amiga sentada a
mis espaldas y suspiré. Ella me miró con los labios
fruncidos, esperando una respuesta de mi parte, pero yo no
tenía nada que decir al respecto.
—No es así como funcionan las cosas— enredé mis dedos
con nerviosismo entre las puntas ligeramente desteñidas
de mi cabello castaño y lo hice girar alrededor— Lo que me
sucedió con Nathan en la inauguración solo fue algo...
—¿Inexplicable? — sonrió.
—Sin sentido. Eso es lo que iba a decir.
Los labios de Niam se elevaron en una maldita sonrisa
pícara y siniestra. Revoleé los ojos con disgusto.
Había hablado con ella para que me obligará a recuperar el
sentido y me dijera que todo esto era una locura, no para
que apoyara a mi patética y confundida mentecilla con
pompones y alabanzas.
—¿Sabes? — se incorporó de la cama y caminó hacia mi
dirección— Eres una persona demasiado testaruda. Si
nunca has sentido nada parecido a esto en toda tu vida, ni
siquiera con Anderson, entonces ¿no está clara la enorme
indirecta con luces neón que el destino te está lanzando? —
la observé cohibida ante sus palabras— Megan, seamos
realistas. Llevas casi dos años saliendo con la réplica falsa
de Chris Hemsworth y a ti ni siquiera te brillan los ojos o
sonríes de esta manera tan ridículamente estúpida cuando
hablas de él.
Mis ojos avellana chocaron contra los de Niam a través del
espejo.
—Niam, sí entiendes que lo que estás insinuando es una
locura, ¿no? — musité.
—¿Que sigas con Anderson Connell? Por supuesto.
Revoleé los ojos, gruñiendo entre dientes. Hablar con Niam
sobre mi relación con Ander era una completa e inútil
estupidez. Su desagrado a veces podía más que el sentido
común.
Las siguientes horas en mi departamento pasaron tan
lentamente que estuve a punto de echarme a dormir antes
de las siete de la noche. Niam se probaba y quitaba todo
tipo de ropa una y otra vez mientras yo la observaba muerta
del aburrimiento.
Desde que teníamos unos dieciséis años, cada dos días a
la semana ambas nos reuníamos en mi habitación para
conversar o hacer cualquier cosa de chicas durante horas.
Lo que más disfrutábamos las dos era desvelarnos por las
noches viendo películas de terror o leyendo revistas de
moda. Después de adaptarnos a esa rutina durante un par
de meses, se había convertido en una irrompible tradición.
—Te ves muy cansada— murmuró Niam sonriéndome con
calidez mientras se observaba un estallado vestido rojo que
habíamos comprado en uno de nuestros muchos viajes a
Los Angeles en el enorme espejo de mi habitación. Suspiré.
¿Por qué toda mi ropa tenía que quedarle siempre mejor a
ella que a mí?
Aferré con más fuerza el almohadón negro que llevaba
entre las manos contra mi pecho y seguí caminando
alrededor de toda la habitación, con paso rápido y seguro,
sin responder a su comentario. Mi mente no había parado
de vagar sin rumbo alguno durante toda la noche, debido a
la incómoda conversación sobre Nathan que compartimos
Niam y yo la noche anterior. Había visto sus increíbles ojos
verdes de una manera tan real cada vez que cerraba los
ojos anoche, que mi subconsciente me había prohibido
dormir.
—Te juro que ese chico va a terminar volviéndome loca—
gruñí entre dientes y ella se rió.
Deslizando una de sus pálidas manos a través de su
cabello rubio, la de repente mirada pensativa y seria de
Niam se cruzó con la mía a través del espejo, haciéndome
parar de caminar.
—Megan, para serte sincera no entiendo por qué maldito
motivo te preocupa y estresa tanto ese hombre— me
observó frunciendo el ceño durante un par de segundos y
luego resopló— Ya sabes... Quizá el viernes fue la única y
última noche en que lo ibas a ver y tú te estás ahogando en
un vaso de agua.
Maldición, ella tenía razón. Estaba actuando como una
completa loca. El hecho de que me haya encontrado con él
era pura coincidencia.
—¿Sabes? Es cierto— lancé el almohadón que tenía
enganchado entre las manos a otro lugar— Me estoy
comportando como una paranoica, creyendo que me voy a
cruzar con Nathan McCain apenas ponga un pie fuera del
apartamento. Quizá nunca vuelva a verlo.
Niam sonrió ampliamente, a la vez que se giraba hacia mí.
—Salgamos esta noche.
Oh no.
—No Niam, por favor. No me vengas con eso de nuevo— le
di la espalda.
—¡Pero si es domingo! — inquirió— Es domingo y me muero
de ganas por salir a bailar. La semana pasada me dijiste
que iríamos al nuevo club nocturno y nada que pasa— me
sujetó del brazo, haciéndome voltear hacia ella— Podemos
ir hoy durante un par de horas a Iluminous Dance y volver
aquí antes de las once. El camino no es largo. ¡Te lo
suplico!
La miré durante unos largos minutos preguntándome si
debería acceder a salir con ella o no, mientras Niam hacía
pucheros y me sacudía de los hombros como una completa
maniática.
Quizá distraerme un rato podía ayudarme a solucionar
todos mis problemas. Y a problemas me refería a esos dos
puntos verde brillante que me hostigaban con tan sólo
cerrar los ojos para parpadear.
Asentí, apartándome de su agarre estrangulador.
—Está bien, Niam. Iremos a Iluminous Dance esta noche,
pero sólo y únicamente si Anderson viene con nosotras.
La preciosa cara de Niam se desfiguró.
—¡No puedes llevar a tu novio a una noche de amigas! —
inquirió caminando exasperada de un lado para el otro—
¡Estarías rompiendo un ancestral código de mujeres!
—Lo sé— respondí, mirando su expresión de pánico con
diversión— Pero también sé que no vas a durar más de
quince minutos a mi lado antes de que un apuesto joven te
invite a bailar. Tú sí tienes la ventaja de estar soltera, yo no.
Tomé mi celular de la mesita de noche y me dediqué a
marcar el número de Ander mientras Niam asimilaba mis
palabras. Cada vez que salíamos juntas sucedía lo mismo.
Los hombres se lanzaban sobre mi amiga como si fuera la
última gota de agua en el desierto mientras yo tenía que
esperar sola en una mesa aparte hasta que los pies de
Niam ya no dieran para más y decidiera irse a casa.
Era tremendamente aburrido.
El tono sonó dos veces antes de que Anderson respondiera
el teléfono y Niam desapareció en el cuarto de baño para
darnos un poco de privacidad. Sonreí al escucharla
maldecir.
—¡Hey, amor! No esperaba tu llamada un domingo por la
tarde. Creí que estabas con Niam, hablando cosas malas
de mí— Su dulce risa atravesó la línea del teléfono y me
hizo contener la respiración. Me sentía tan jodidamente
culpable por todo lo que me estaba sucediendo.
Yo amaba a Ander.
Solo tenía que convencer a mi jodido cerebro de ello.
—Nunca hablamos cosas malas de ti.
—¡Mentira! — gritó Niam desde al otro lado del baño
haciéndome soltar una maldición.
La risa grave de Anderson volvió a invadir el silencio en el
que estaba sumergida.
—Ann me ama— concluyó con sarcasmo y un suspiro
abandonó mi cuerpo lentamente. Si querías ver molesta a
mi mejor amiga, debías llamarla por su segundo nombre.
—Sólo está molesta porque no quiero ir sin ti a Iluminous
Dance esta noche— me lancé sobre el acolchado edredón
de la cama y continué— Es que ella no entiende que no
puedo hacer la gran cosa si no estás conmigo bailando.
La otra línea se hundió en el silencio tanto tiempo que
estuve a punto de creer que la comunicación se había
cortado.
-—¿Cuándo me dijiste que irían? — preguntó al fin.
—Hoy— me erguí nerviosamente sobre la cama mientras
presionaba el teléfono celular contra mi oído.
Esperé por su respuesta.
—Estoy trabajando— murmuró cautelosamente haciendo
que su respuesta sonara más como una disculpa que como
una explicación. Mi ilusión se vino abajo— Dylan me ha
hecho enviar miles de máquinas y luces a Portland para su
próxima pasarela en octubre y estoy arreglando los papeles
de traslado. Se supone que mañana en la tarde debe estar
todo en proceso de restauración, así que debo estar muy
pendiente de ello o si no el organizador me enviará a mí a
colocarlo con mis propias manos— el silencio se interpuso
entre nosotros— No te molesta, ¿verdad?
—No— respondí casi antes de que terminará de articular la
pregunta. Estaba decepcionada— ¿Te parece si nos vemos
mañana en el set de fotografía? — murmuré, tratando de
cambiar de tema— Niam y yo vamos a tener nuestra
primera sesión de la temporada y sería genial que
estuvieras presente.
—No me lo perdería por nada, Megan. Estaré allí antes de
que te des cuenta — un fuerte estruendo se escuchó a
través del otro lado de la línea, obligándome a apartar el
celular de mi cara. Ander maldijo por lo bajo— Debo ir a
asesinar a alguien, cariño. Estropearon uno de los pines
basales de la pasarela y tengo que reponerlo. Prométeme
que serás una buena chica y no harás ningún tipo de locura
esta noche.
Reí.
—Lo prometo.
—Bien. Entonces dormiré tranquilo— otro estruendo agudo
hizo retumbar mis oídos— ¡Mierda! Meg, te veo luego— Y
sin decir otra palabra, colgó.
Las siguientes horas en mi departamento las pasamos
buscando vestidos y zapatos ideales para utilizar esta
noche. Niam no cabía de la felicidad porque Ander no
vendría con nosotras, mientras tanto yo me encontraba
cayendo en depresión. Sabía que no pasaría mucho tiempo
acompañada de mi mejor amiga antes de que ella
empezara a hacerse notar en el lugar, pero también sabía
que valía la pena distraerme un poco, si eso significaba huir
de los inquietantes ojos de Nathan durante un par de horas.
Niam se giró coquetamente frente al espejo de mi
habitación y sonrió. Su cabello lacio caía suelto hasta la
cintura, acompañando las diminutas lentejuelas de su
ceñido vestido azul.
Le sonreí con emoción terminando de asegurar la
cremallera de mis botas negras por encima de las rodillas.
—¿Me prometes que volveremos pronto? — inquirí
dirigiéndome hacia el espejo mientras ella se ponía un poco
de labial en los labios, haciéndolos chasquear.
—Por supuesto— me confirmó dedicándome una amplia
sonrisa de niña buena, en la cual no creí ni por un segundo.
Todas las personas que conocíamos a Niam sabíamos que
mi mejor amiga era un pequeño demonio— Pero siempre y
cuando llevemos mi auto— concluyó.
Arrugué la cara con disgusto tras su última frase mientras
observaba mi reflejo en el espejo, preocupada. El estallado
y corto vestido negro que Niam me había obligado a
ponerme esta noche, me hacía llamar de demasiado la
atención.
Si Anderson me viera en este momento, se enojaría
demasiado conmigo.
—¿Qué tiene de malo mi auto? — le pregunté luchando por
cubrirme un poco más las piernas mientras ella me
observaba con exasperación.
—Nada— apartó mis manos de mi cuerpo firmemente
lanzándome enseguida una mirada de advertencia— Esta
es sólo una forma de asegurarme de que no vuelvas a casa
sin mí.
La observé con detenimiento. Ok, ella tenía su punto. Me
había ido sin Niam varias veces atrás.
Unos largos minutos después de discutir sobre el tamaño
del vestido y si podía cubrirme con un abrigo o no, salimos
del apartamento y subimos al Mercedes blanco de Niam,
camino a Iluminous Dance. Yo iba al volante ya que sabía
exactamente donde se encontraba la nueva discoteca,
mientras Niam miraba a través del cristal las iluminadas
calles de la ciudad de Nueva York.
Una inexplicable sensación de inquietud y ansiedad me
invadió cada terminación nerviosa del cuerpo cuando nos
estábamos acercando con rapidez a nuestro destino.
Fruncí el ceño y apreté el volante con fuerza mientras las
luces de los postes eléctricos pasaban junto a nosotras
como fugaces estelas de plata.
No sabía lo que me estaba sucediendo, pero algo en lo más
profundo de mi mente me advertía que había sido un error
salir esa noche.
:.Capítulo 6.:
"El amor es una maravillosa flor, pero es necesario tener el
valor de ir a buscarla al borde de un horrible precipicio." -
Stendhal.
>> <<
Las luces parpadeaban efusivamente frente a mis ojos
mientras Niam me arrastraba entre un tumulto de gente
hacia la pista de baile.
Habíamos llegado hace menos de diez minutos al club
abarrotado de autos y personas, pero ella solo se había
tardado dos en convencer a los hombres de seguridad en
dejarnos entrar. Sus palabras: "somos modelos famosas" y
"mi mejor amiga es la hermana del dueño" fueron suficiente
para poner a todos los hombres del lugar a correr en
nuestro auxilio.
Nos detuvimos entre un enorme grupo de parejas —que en
lugar de bailar parecían necesitar con urgencia una
habitación— y mi amiga empezó a mover su cuerpo al
instante.
La miré frunciendo los labios tratando de seguir su ritmo,
justo cuando empezaba a ser jodidamente consciente de la
cantidad de miradas masculinas que nuestra ropa
empezaba a captar.
—¡Keegan se lució con este club! — gritó Niam por encima
de la música mientras las luces de colores jugueteaban con
el tono de su pelo.
Le sonreí divertida, asintiendo energéticamente. Era cierto.
Keegan había hecho un increíble trabajo en este lugar para
haber entrado en el negocio con tan solo diecinueve años.
Cada uno de sus bares o clubes era mejor que el anterior y
todas las personas de la ciudad estaban maravilladas con
su trabajo.
Me acerqué aún más a Niam y obligué a mi cuerpo a
dejarse llevar por el ritmo de la música que retumbaba
dolorosamente en mis oídos. Después de todo, había
decidido acompañarla para olvidarme de esos malditos e
increíblemente intensos ojos verdes que debilitaban mi
capacidad para razonar por al menos unas horas. Y lo
estaba consiguiendo. Claro. Si no hubiera sido por esa
repentina sensación de incomodidad, como si estuviera
siendo fijamente observada, que me penetró cada
terminación nerviosa del cuerpo.
No pude evitar que mis ojos se deslizaran con cautela entre
las decenas de personas que bailaban a nuestro alrededor.
—¡Hey Megan! — inquirió Niam con entusiasmo,
interrumpiendo mi búsqueda antes de que siquiera pudiera
comenzarla.
Me voltee hacia su dirección enarcando una ceja
expectante y mi sorpresa fue nula al encontrarla con un
enorme y fornido chico bronceado que la sujetaba de la
cintura, bailando a sus espaldas.
—¿Te importa si me voy un rato con Mike?
Ok, era obvio que esto iba a suceder. Pero, ¡¿por qué tan
pronto?!
Me quedé inmóvil frente a ellos, balanceando mi peso de un
lado al otro sobre mis tacones y estudiando al supuesto
Mike con la mirada. Contemplaba con resignación como
mis infructuosos deseos de sacarme a Nathan de la cabeza
se iban al carajo.
Respiré profundamente y asentí, dándole mi visto bueno a
Niam para que pudiera retirarse a bailar. Ella dejó escapar
un chillido de emoción.
—Te prometo que volveré en un par de minutos— Revoleé
los ojos con sarcasmo. Ambas sabíamos que eso no iba
suceder.
—Te llamaré cuando sea la hora de irnos— la corregí y Niam
se echó a reír divertida antes de lanzarme un beso con la
mano y desaparecer tras la enorme espalda del gigantesco
Mike.
Me crucé de brazos completamente inerte. Observando el
lugar por donde había desaparecido mi mejor amiga.
Entremezclada en el mar de personas que se movían a mi
alrededor junto a las luces palpitantes que verdaderamente
empezaban a irritarme.
Hundí mi mano dentro del bolso de cuero que colgaba
sobre mi hombro, dispuesta a llamar a Anderson y con esa
escusa salir de la discoteca, pero antes de que pudiera dar
mi primer paso hacia la salida, una mano se envolvió
alrededor de mi brazo, reteniéndome con brusquedad.
Me giré de inmediato, apretando los dientes.
—¿Qué quieres?
Le pregunté con malestar al enorme chico que me sujetaba
mientras yo trataba de liberarme.
—Bailar— Su aliento golpeó mi rostro como una bofetada,
llenándome las fosas nasales de alcohol.
Una alerta roja se encendió dentro de mí.
—No— Aparté mi mano de su agarre violentamente y él me
atravesó con la mirada, frunciendo el ceño.
—¿Qué demonios te pasa, zorra? ¡Es solo un baile! — Volvió
a tratar de apoderarse de mi brazo con furia y, al lograrlo,
tiró de mi cuerpo bruscamente hasta su torso.
Mi corazón empezó a latir con tanta intensidad contra mi
pecho que hasta podía sentir la sangre bombearme dentro
de cada una de mis venas. Instintivamente, mis manos
subieron hasta su tórax para evitar que se acercara y sin
pensarlo dos veces lo empujé lejos de mi cuerpo.
—¡Aléjate de mí! — le grité. Y antes de que mi cerebro
pudiera detenerla, mi mano aterrizó violentamente contra
su mejilla.
Retrocedí atemorizada cuando su mirada en penumbras
volvió a ascender hasta mi rostro.
—Vas a arrepentirte— susurró, apretando los dientes.
Di un paso atrás horrorizada a la vez él me seguía con uno
hacia adelante. En ese mismo momento, la parte posterior
de mi espalda rebotó contra el firme pecho de la persona
que se encontraba atrás de mí.
Tomé una bocanada de aire, sintiéndome inevitablemente
tranquila, pero al instante esa respiración se quedó
atascada en mi garganta.
Ese olor...
Oh, mierda.
—Si no desapareces de mi vista en este instante, juro que
voy a acabar contigo.
Mi cuerpo se estremeció contra el suyo como si acabara de
recibir un choque eléctrico mientras el hombre que hace un
segundo estaba dispuesto a golpearme, retrocedía como si
estuviera viendo al mismísimo demonio en persona. Cada
extremidad de mi cuerpo estaba temblando y no podía
respirar. Ya ni estaba segura de si se debía al hombre que
teníamos al frente o si era a causa de la imponente
presencia de Nathan a mis espaldas.
El chico nos dedicó una mirada fulminante a ambos antes
de escupir al suelo y negar con la cabeza. No hubo
necesidad de que Nathan volviera a abrir su boca para que
se alejara. Al instante ya había desaparecido entre la
enorme multitud de personas que ignoraban por completo
lo que estaba sucediendo.
Me mantuve rígida e inmóvil sobre el mismo sitio en donde
me había detenido, respirando entrecortadamente e
incrustando las uñas sobre la piel de mi bolso con fuerza.
Podía sentir el pecho de Nathan ascender y descender a
unos milímetros de mi espalda, confirmándole a mi lento
cerebro de que él realmente se encontraba allí.
Maldición.
Niam se había equivocado.
Al perecer el viernes no fue la única ni última noche en la
que mi frágil cordura iba a cruzarse con Nathan McCain.
—¿Se puede saber qué demonios haces sola en este lugar?
Su aliento cálido y pesado se coló a través de mi pelo hasta
llegar a acariciarme la espalda levemente. Los vellos de mi
nuca se erizaron al instante, poniendo todas mis
terminaciones nerviosas en alerta.
Cerré los ojos.
—No estoy sola— emití con dificultad y una oleada de calor
abrumante empezó a derretirme las entrañas mientras la
cabeza que daba vueltas.
—¿Con quién estás? — gruñó.
Su aliento volvió a rozarme la nuca y todo mi cuerpo le
respondió con una pequeña convulsión. ¡Demonios! Tenerlo
tan cerca era la sensación más excitante que había sentido
en toda mi vida. Mi respiración irregular y rodillas
temblorosas lo confirmaban claramente.
—Con Niam— gemí.
Su proximidad era demasiado escasa para mi propio
bienestar mental.
Nathan al parecer captó mi tensión, ya que se alejó de mi
espalda sin titubeos. Pasó justo a mi lado e interpuso su
enorme cuerpo frente a mío. Mi mirada subió
instintivamente hasta su rostro sin poder evitarlo, haciendo
que me cruzara una vez más con esos increíbles ojos
verdes de los que estuve huyendo durante los últimos tres
días.
Todo mi sistema neurálgico, como era de esperarse, entró
en colapso instantáneamente.
—¿Acaso no sabes lo peligroso que son estos sitios a estas
horas de la noche? — inquirió con los ojos brillando de rabia
y lo único que pudo pasarse por mi cabeza fue lo
jodidamente sexy que se veía enojado.
—Nosotras ya nos íbamos— se excusó mi boca sin permiso
mientras mis ojos se iban perdiendo cada vez más en el
verde profundo e intimidante de su mirada.
Nathan maldijo por lo alto, tirándose del pelo con
exasperación y extrañamente, su actitud me hizo sonreír.
Ok. Tenía que ser sincera. Era el ser más hermoso que
había visto en toda mi vida.
Sus indescriptibles ojos verdes volvieron a entrelazarse con
los míos tan rápido como se separaron y me hicieron
contener el aliento y estremecerme como una niña
asustadiza.
Él resopló.
—¿Quieres tomar algo mientras esperamos a tu amiga?
La frase se desvaneció en el aire apenas escapó de sus
labios, pero quedó dando vueltas en mi cabeza por al
menos quince segundos más.
¿En serio Nathan estaba dispuesto a quedarse conmigo? Y
lo más importante. ¿Acaso podría soportar tenerlo tan
cerca hasta que Niam regresara?
Me di una patada mentalmente. Estaba siendo patética.
—Claro— respondí. Aunque no estaba segura de si era lo
correcto.
:.Capítulo 7.:
"Hay amores tan bellos que justifican todas las locuras que
hacen cometer". -Plutarco.

>> <<
Ambos caminamos en silencio hasta la barra que se
encontraba a un par de metros de la pista de baile. Me
senté en uno de los enormes taburetes de cuero cohibida
ante la intimidante presencia de Nathan a mis espaldas,
pero él se sentó a mi lado y apoyó la mitad de su cuerpo
contra el lujoso mostrador como si nada estuviera
ocurriendo.
La camisa blanca que llevaba puesta se ceñía a cada uno
de sus bíceps y pecho con precisión mientras que su
enorme silueta junto a las luces del fondo lo hacían lucir
todavía más angelical y peligroso de lo que ya parecía ser
en realidad.
Estaba acorralada bajo su presencia tentadora y era
jodidamente excitante.
—¿Qué quieres beber? — preguntó Nathan con suavidad y
apoyó ambos codos sobre la barra para poder mirarme de
soslayo. Tragué saliva involuntariamente y permití que su
mirada me recorriera el rostro con diversión.
—Una margarita de fresa— inquirí obligándome a sonar
firme, pero a juzgar por la sonrisa de satisfacción y
arrogancia que jugueteó entre sus labios, supuse que había
fracasado estrepitosamente.
Joder.
—Ok, una margarita de fresa para la señorita y un whisky
con mucho hielo para mí— le dijo al hombre joven que se
encontraba atrás de la barra sin apartar ni por un instante
sus ojos de los míos.
Mis manos sudaban nerviosamente mientras el calor que
emanaba de él hacia estragos con mis nervios. Debía ser
sensata y controlar todas esas emociones que Nathan me
provocaba con tan solo mirarme, pero no tenía ni las
fuerzas ni el poder para detenerlas. Mi cuerpo funcionaba a
su gusto cuando lo tenía cerca, dejando a mi débil e
impotente consciencia enloquecer de exasperación.
—¿Desde hace cuánto tiempo estás saliendo con
Anderson? — inquirió con un tono de voz cauteloso y su
pregunta fue como un balde de agua fría para todas esas
emociones ardientes que hace unos segundos estaban por
evaporizar mi piel.
Bajé la mirada, bastante incómoda. Esta estupidez había
terminado.
—Desde hace casi dos años— murmuré sin darle mucha
importancia al tema mientras sujetaba la copa con líquido
rojizo que el camarero acababa de colocar frente a mi silla.
Se me formó un nudo en la garganta al analizar toda esta
situación. La culpa me estaba taladrando los huesos. No
podía ser posible que Nathan sin siquiera tocarme pudiera
producir en mi interior tantas emociones intensas y Ander
nada. ¿Atracción? Sin duda. Era imposible no sentirse
atraída por él. ¿Pero sentirme de esta manera por otro
hombre que no fuera Anderson, no era mucho peor que
engañarlo físicamente?
—Entiendo.
Nathan se llevó su copa a los labios y le dio un pequeño
sorbo. La temperatura que antes nos rodeaba,
había descendido drásticamente. Se giró sobre el taburete,
apoyándose sobre un codo y nuestras piernas entraron en
contacto enviando miles de escalofríos y espasmos por mi
piel. Reprimí un jadeo de asombro y los ojos de Nathan
brillaron de satisfacción.
¡El engreído lo estaba haciendo a propósito!
—Háblame de ti— continuó.
Mis ojos subieron hasta los suyos por inercia y la sonrisa
infantil que jugueteaba sobre sus carnosos labios me
suprimió el aire en los pulmones.
—¿Qué quieres saber? — Su sonrisa se ensanchó.
—Para empezar... ¿desde qué edad modelas? — sonrió.
—Desde los doce— susurré apartando la mirada de su
impresionante rostro y me llevé la copa a los labios.
Necesitaba relajarme.
Nathan siguió con su mirada cada uno de mis movimientos
con extrema atención como si fuera lo más fantástico que
hubiera visto en toda su vida. Podía sentir sus ojos
ardientes estudiarme con detenimiento mientras todo el
líquido de la copa se deslizaba de un solo trago por mi
garganta. Tosí. No estaba acostumbrada a tomar alcohol,
pero que jodidamente bien y relajante se sentía.
—¿Quieres agua? — preguntó fulminando la copa vacía que
ahora reposaba sobre el mostrador de cristal. Lo observé
frunciendo el entrecejo y negué con la cabeza.
—Estoy bien.
—Claro— susurró con un poco de ironía y mis ojos se
entrecerraron hacia él. Al parecer no estaba acostumbrado
a recibir un «no» como respuesta. Sus ojos se movieron
hacia mi boca—¿Vienes muy seguido por aquí?
—Casi nunca— respondí con un hilo de voz y negué con la
cabeza al instante por si no me había escuchado.
Maldición, no era normal lo que me estaba ocurriendo.
¿Acaso había comenzado a perder la cordura?
Mi vista se deslizó con lentitud desde su rostro hasta el
codo que tenía reposando sobre la barra y miré con
desesperación la copa vacía de la margarita que ahora
necesitaba urgentemente.
Nathan se aclaró la garganta con suavidad y me obligó a
concentrar mi vista en su rostro otra vez. Sus ojos se
movieron de los míos a la copa y luego regresaron de
nuevo hasta mí.
—¿Tienes sed? — parecía divertido.
—No— Gemí patéticamente.
Nathan se irguió con un fluido movimiento sobre el taburete
y aumentó el tamaño de su cuerpo una cuarta más de lo
que ya parecía tener. Extendió la mano que sostenía su
copa de whisky hacia mí y yo lo miré horrorizada, poniendo
mis manos como un escudo frente a mi pecho.
—No, gracias. Es demasiado fuerte.
Él pareció sonreír ante mi réplica.
—No con hielo— contraatacó— Solo tienes que tomar un
sorbo con tranquilidad.
Lo observé mordiéndome el labio inferior con incertidumbre
y Nathan enarcó una ceja.
—¿Acaso quieres embriagarme?
Él se echó a reír ante mis palabras.
—Oh Megan, no necesito de una copa de whisky para
embriagarte— Sus ojos centellaron con descaro y mi
cuerpo pareció recibir una descarga eléctrica. ¿Eso había
sido una indirecta? Ok. Fuera lo que fuera, no quería saber
nada al respecto.
Sin pensarlo dos veces, mi mano voló hasta la copa que
sostenía entre sus dedos y me tragué todo el líquido
marrón de una sola vez. Nathan abrió sus ojos con
sorpresa y enseguida los entornó sobre el cristal vacío que
puse sobre el mostrador con más fuerza de la necesaria. Se
veía entre molesto y divertido con mi penosa y estúpida
actitud. El chico sabía perfectamente el efecto que causaba
en mí.
Tomó la copa vacía entre sus manos y jugueteó con ella
durante unos minutos. Lo observé hipnotizada, sintiéndome
algo chispeante. El alcohol me había despertado el triple de
lo normal y todo a mi alrededor parecía ir a una velocidad
desmesurada, pero con Nathan... ¡Joder! Él parecía inmune
a sus efectos. Su presencia seguía afectándome todavía un
poco más.
—¿Viniste solo? — pregunté sin siquiera analizar mis
palabras y él negó lentamente.
—Vine con mi hermano— levantó la cabeza para que sus
ojos se encontraran con los míos, pero aparté la vista al
instante. Tenía miedo de mirarlo a los ojos y perder lo que
aún me quedaba de cordura y razón. Había soñado con él
toda la noche y no quería seguirlo haciendo por el resto de
la semana.
Mi mirada se deslizó por toda la pista de baile y busqué a
Niam con angustia. Podía sentir los penetrantes ojos de
Nathan estudiar mi rostro con cautela, pero era lo que
menos me interesaba en ese momento.
El chispeante brillo de las lentejuelas de un vestido azul al
fondo de la estancia me hizo reconocer y ubicar
instantáneamente a mi mejor amiga. Verla bailando junto a
un chico de cabello oscuro al otro lado del salón no era
ninguna sorpresa para mí.
Los observé en silencio a ambos y no pude evitar que las
cejas me rozaran el nacimiento del cabello. Ok. Bailando no
era la palabra correcta para describir lo que estaban
haciendo. Entre más los miraba, menos podía encontrarles
el inicio ni el final de ambos cuerpos de lo pegados que
estaban.
Nathan debió ver mi cara de estupefacción— o mi barbilla
que había caído hasta el suelo— porque se giró y estudió a
la pareja tan sorprendido como yo me encontraba en ese
instante.
—Joder— maldijo y se volteó de nuevo, pasándose una
mano por la cara. Lo miré sin entender a qué se refería y él
suspiró con lentitud— Es Brent.
¿Ah sí?
Volví a mirarlos y mis ojos se abrieron, sin poderlo creer.
Oh...
Cuando Brent me dijo que le gustaba Niam me lo decía
muy, pero muy en serio...
Un bombillo se encendió dentro de mi subconsciente
nublado por los componentes del alcohol.
—Creo que debo irme— Me puse de pie en un salto y todo a
mi alrededor empezó a girar. Ok. No estaba acostumbrada
a tomar bebidas con un nivel de alcohol tan elevado, pero
esto era patético.
—Carajo Megan, ¿te encuentras bien? — Nathan se levantó
del taburete y extendió sus brazos hacia mí. Los planeó
sobre mi cuerpo sin tocarme y supuse que tenía miedo de
que me fuera a caer.
Quería que la tierra me tragara. Necesitaba escapar de allí
lo antes posible.
—Voy por Niam. Se hizo tarde— sin permitirle procesar mi
actitud, tomé mi bolso de la barra y me moví para alejarme
de su cuerpo— Ha sido agradable... pues... ¿verte?
Nathan arqueó las cejas y se cruzó de brazos con diversión.
—Lo mismo digo— susurró— Pero yo sin tanta indecisión.
Pude sentir como el calor empezaba a teñirme las mejillas.
—Nos vemos— murmuré frunciendo los labios y rogándole
a los dioses un poquito de autoridad. Dirigí mi vista hacia
donde se encontraba Niam y con toda la decisión de la que
fui capaz de aparentar, bordeé el enorme cuerpo de Nathan
y continué caminando.
Una sensación de calma se coló dentro de mi agitada y
afligida consciencia con cada paso que daba lejos de él. No
podía creer que me estuviera sucediendo algo así.
Demonios, estaba actuando como una adolescente. Y no
solo eso, lo hacía con el mejor amigo de mi novio. ¿Acaso
podría ser peor la situación?
Sacudí la cabeza enfurruñada por mi comportamiento y me
dispuse a relajarme, pero ese inconfundible aroma varonil
que caracterizaba a Nathan a mis espaldas, me hizo entrar
en colapso como por quinta vez en lo que llevábamos de la
noche.
Me sujetó del codo haciéndome girar, y mi piel ardió bajo
sus dedos.
—¿Qué quieres? — gruñí.
¿Acaso no era obvio que lo estaba evitando? ¿No fui clara
cuando prácticamente salí corriendo hace unos segundos?
Nathan retrocedió sorprendido ante mi brusquedad.
—¿Quién va a llevarlas a casa? — entornó la mirada y su
expresión se volvió sombría. Revoleé los ojos. Era obvia la
respuesta.
—Yo.
—Es en serio.
—Te estoy hablando en serio— inquirí apartándome de su
agarre. Era necesaria una barrera entre los dos.
—No puedes conducir en este estado, ángel. ¿Estás loca?
¿Ángel? ¡Demonios!
—Me llamo Megan— lo corregí con tensión— ¡Y claro que
puedo conducir! — volví a girarme hacia mi mejor amiga,
pero Nathan me detuvo. Ahora sí parecía bastante molesto.
—Esa es una manera muy irresponsable de actuar. Deberías
empezar a ser más razonable y dejar de actuar como una
niña.
Sus ojos chispearon contra los míos y me hicieron sentir
cohibida e insignificante ante su imponencia. Lo peor era
que tenía razón.
—No por ser el mejor amigo de mi novio significa que tienes
que preocuparte por mí— Bajé la mirada hasta su amplio
pecho y la mantuve allí mientras me esforzaba por hablar—
Puedo cuidarme sola. Esto en serio no es necesario.
Nathan aumentó la presión de su agarre sobre mi brazo
con tanta brusquedad que me hizo soltar un jadeo.
—¿Crees que estoy haciendo esto por Anderson? — rió
ligeramente, sin ninguna pizca de humor. Ese sonido tan
seco y agrio en una voz tan suave, me hizo elevar la vista
por inercia hacia su rostro— No tienes idea de lo que estás
diciendo.
Su agarre se hizo todavía más intenso y antes de que
pudiera darme cuenta, Nathan me estaba arrastrando hacia
el lugar en donde Brent y Niam se funcionaban al ritmo de
la música.
¿Pero quién se creía que era?
—Brent— inquirió con una voz tan atronadora que me hizo
contener el aliento. Niam se sobresaltó al instante,
apartándose del cuerpo del increíble castaño.
—¿Megan? — preguntó Niam con una sorpresa evidente.
—Hola— le medio sonreí, dedicándole una leve mirada de
soslayo a Nathan. Mi amiga deslizó su vista de mi rostro al
del hombre que tenía al lado y estuvo a punto de
atragantarse con el poco de saliva que tenía en la boca.
—¡Joder, es real! — gritó emocionada, dando saltitos y
aplausos como si fuera una niña pequeña. La fulminé con
la mirada con desesperación, rogando para que se callara—
Oh por Dios, Meg. No sabía que estaba tan bueno...
Pude sentir mi cara arder por las miles de emociones
furibundas y penosas que Niam me estaba causando y me
di con la mano libre por la frente.
Iba a asesinarla. Definitivamente, iba a asesinarla.
—¿Hablan de mí? — los ojos de Nathan brillaron de
confusión.
—No— le respondí de inmediato. Sus labios se curvaron en
señal de incredulidad.
Engreído.
—Soy Niam Ann Cyrus— susurró mi mejor amiga con
diversión y Nathan me interrumpió nuestra guerra de
miradas para girarse hacia ella y aceptar su mano. Joder,
Niam tenía que estar demasiado ebria como para haber
dicho su segundo nombre en voz alta, pero en ese
momento su inexistente sobriedad era lo que menos me
importaba. Los dedos de Nathan habían descendido por mi
piel y ahora se encontraban jugueteando levemente mi
muñeca.
Me removí incómoda bajo su agarre.
—¿Para qué me buscabas, Nate? — Brent se presionó
contra el costado de mi mejor amiga y la enredó con
firmeza entre sus brazos. Los miré boquiabierta ante el
repentino exceso de confianza y ella me sonrió
ampliamente.
—Venía a decirte que voy a llevar a Megan a su casa.
—Espera, ¿qué? — los ojos de Nathan me atravesaron e
hicieron que mis labios se sellaran al instante. Una mirada
llena de suspicacia invadió el color cielo de los ojos de
Niam.
—¿Podrías llevar a Niam a su casa? — continuó como si
ninguna de las dos estuviéramos allí, paseando su mirada
en la mesa que se encontraba atrás de ellos, repleta de
margaritas vacías.
—Por supuesto— Brent dirigió su mirada a Niam y ella
sonrió, asintiendo— ¿No es problema, Megan? — me miró.
Bien. Al menos uno de los dos tenía modales.
Estaba a punto de responder, pero la voz soberbia de
Nathan se interpuso en mi camino.
—Ambas han bebido mucho y no es bueno que ninguna
conduzca— me observó y las rodillas me empezaron a
flaquear— Nos vamos a quedar mucho más tranquilos
cuando las dejemos a ambas en su casa.
—No puedes tomar un tipo de decisión así simplemente
porque se te da la gana— le escupí entre molesta y atraída
por su seguridad— No tienes ni el derecho ni la autoridad
para...
—Ángel, me aburres— me cortó dirigiendo su mirada a Niam
quien estaba a punto de echarse a reír mientras yo lo
miraba estupefacta— ¿Trajeron auto?
—Sí. El mío— respondió ella, maravillada.
—Bien. Espero que esto no te moleste.
—¿A mí? — rió moviendo su mano de un lado al otro— Para
nada. Además, quiero quedarme durante más tiempo en el
bar y con Megan no podría. Esto es estupendo.
Abrí mi boca y luego la cerré. Mierda, esto se me estaba
yendo de las manos. La iba a asfixiar con una almohada
apenas llegara a casa esta noche.
—Entonces no hay una más que decir— concluyó Brent
mirando a Nathan agradecido y un sentimiento de
culpabilidad me invadió el cuerpo.
Estaba actuando como una completa perra egoísta. Era la
primera vez que había visto a Niam tan cerca y emocionada
por un chico y yo estaba a punto de arruinarlo.
Suspiré. Podía hacerlo. Nathan solo iba a llevarme de vuelta
a casa y tardaríamos menos de quince minutos. No era
estrictamente necesario hablarle. Ni siquiera mirarlo.
—Las llaves— inquirió Niam extendiendo una mano hacia mí
y observándome con expectación. La fulminé con la
mirada, sacando las llaves del bolso y entregándoselas
enseguida— Gracias. Te veo en un par de horas.
—Eso espero— farfullé derrotada y ella me abrazó con
efusividad haciendo que Nathan apartara su agarre de mi
mano.
Le devolví su saludo con fuerza.
—Hablaremos cuando llegue— me susurró al oído.
—Y me las vas a pagar— la contraataqué.
Niam rompió el abrazo antes de echarse a reír. Guau. Su
comportamiento no era normal. O las margaritas tenían
algo extraño o a ella en serio le gustaba Brent. La manera
tan tierna e infantil en la que estaba actuando la dejaba en
evidencia.
Sonreí.
—Es hora de irnos— concluyó Nathan haciendo que mi
corta sonrisa desapareciera de un soplón. Observé a Brent,
ignorando a su hermano por completo.
—La quiero sana y salva en mi departamento antes de las
cuatro— Brent rió asintiendo mientras se apoyaba en la
mesa de atrás.
—De acuerdo. Es una hora bastante razonable...
—Y consciente— agregué. Él dirigió su mirada a Niam al
instante y le sacó la margarita que tenía entre los dedos.
—Yo me encargo. No te preocupes.
Reí. Adoraba a este chico.
—¿Nos vamos? — gruñó Nathan, interponiendo su enorme
cuerpo frente a mí. Mis ojos ascendieron hasta los suyos y
maldije mentalmente por el cosquilleo electrizante que me
invadió.
—Vamos.
:.Capítulo 8.:
"El amor es intensidad y por esto es una distensión del
tiempo: estira los minutos y los alarga como siglos". -
Octavio Paz.
>> <<
Después de mirar una vez más a Niam y ver cómo
levantaba ambos pulgares en señal de aprobación, me giré
hacia la puerta de salida a toda velocidad, rogando para
que estos próximos minutos se pasarán en seguida. Podía
soportar tener a Nathan al lado entre todas estas personas,
pero estar junto a él en un auto, era una cosa
completamente diferente.
Llegué a la salida principal de la discoteca ignorando por
completo su presencia a mis espaldas y aún más, la
decena de gestos subliminales que las mujeres le lanzaban
cuando pasaba frente a ellas. Simplemente no lo podía
creer. Algunas parecían estar dispuestas a hacerle un
striptease frente a todo el mundo si él se interesaba en
mirar, aunque Nathan parecía estar completamente ajeno
esto.
—¿Y tu auto? — pregunté apenas nos detuvimos en la
entrada principal rodeada por varias personas que
conversaban bulliciosamente. Nathan se detuvo al lado
mío, con las manos incrustadas dentro de los bolsillos de
su ceñido pantalón negro.
—¿Puedes esperar que venga el vallet parking por lo
menos?
Lo fulminé con la mirada.
—Sabes que esto no es necesario.
—¿Qué? ¿Discutir con una niña por una tontería? Sí, claro
que lo sé.
Nuestras miradas chocaron como dos balas la una con la
otra y su sonrisa antes inexistente apareció.
—¿Sabes? Eres muy testaruda— inquirió sin perder la
diversión en su mirada y yo reloveé los ojos con disgusto al
escuchar la misma frase que Niam me había repetido antes
de venir aquí.
¿Testaruda yo? Ja.
—¿Brent no toma? — le pregunté tratando de cambiar de
tema y bajar un poco los ánimos, ya que por ese camino no
íbamos a conseguir nada.
Nathan enarcó una ceja, pensativo, y apartó su vista de la
mía, removiéndose incomodo sobre el lugar en el que
estaba parado. Fruncí el ceño.
—Tomaba— respondió, enfocando su mirada en el suelo—
Hace mucho tiempo atrás...
Estaba a punto de hacer otra pregunta cuando un hombre
alto y grueso se acercó a nosotros con... Oh, no.
—¡¿Vienes en moto?!
Nathan levantó la mirada y sonrió eliminando toda la
tensión que había hace un segundo entre nosotros, pero
elevando la temperatura de mi cuerpo a un nivel irracional.
—Así es— me confirmó recibiendo las llaves del vallet
parking que sostenía dos cascos negros mientras otro
hombre mucho más joven detenía una increíble motocicleta
plateada frente a nosotros. Mis ojos se expandieron ante el
horror.
—No, Nathan. Yo no pienso subirme en eso— Retrocedí
escandalizada. Una cosa era ir a solas en auto con él
durante quince minutos y otra muy diferente era ir abrazada
a su espalda y una velocidad ridículamente peligrosa.
—¿Qué? ¿Acaso te da miedo? — sonrió con arrogancia.
—Desde que estuve en el hospital durante dos semanas por
dejar que mi hermano mayor me enseñara a conducir una,
sí.
La sonrisa de Nathan desapareció de golpe como si
acabara de pegarle una patada en el estómago y no pude
evitar sonreír para mis adentros. Aunque no me gustaba
hablar sobre mi accidente con Tyler hace un par de años,
me alegraba borrar la sonrisa triunfadora del increíble
rostro de Nathan.
—¿Ok? — alargó la palabra con precaución, dejando escapar
el aire que retenía en sus pulmones y luego se encogió de
hombros— No te preocupes. Te prometo que voy a dejar
que nada te pase— volvió a sonreír, recuperando la
compostura y miró por encima de mi hombro al chico joven
que se encontraba atrás de mí— Yo me encargo de ahora
en adelante, muchas gracias.
—Por supuesto.
El hombre que se encontraba junto a Nathan se acercó a la
motocicleta y puso ambos cascos sobre el cuero del
asiento. Ambos nos dedicaron un leve asentamiento de
cabeza antes de desaparecer por la puerta que llevaba a la
zona del estacionamiento. Miré a Nathan enarcando una
ceja con incredulidad mientras él se colocaba unos guantes
de cuero negro tranquilamente.
—Ando vestido— susurré contemplando la belleza de su
rostro en todo su esplendor.
—No es un problema— me observó detenidamente—
Aunque pensándolo bien, ese vestido es un poco... No creo
que exista la palabra.
Se acercó a la motocicleta con paso firme y cuando se
inclinó para agarrar un casco y sus músculos se resaltaron
a través de su chaqueta, supe que no había visto otra cosa
más sexy y provocativa en mi vida.
—Acércate— murmuró volteándose de nuevo a mí y
sujetando un casco entre sus dedos.
Mis piernas le obedecieron sin titubear hasta que logré
detenerlas a medio metro de su impresionante torso.
Nathan luchó por contener una sonrisa.
—¿Te sientes bien? — una de sus manos subió hasta la
altura de mi nuca y apartó el pelo que se encontraba allí.
Apreté los dientes con fuerza mientras las yemas de sus
dedos dejaban un hormigueo ardiente en cada milímetro de
piel que rozaban— Pareces nerviosa— sonrió.
Tragué saliva con dificultad.
—Estoy bien.
—¿Segura? — su mano se trasladó al otro lado de mi cuello
y volvió a repetir el proceso como con el lado anterior. La
cabeza me daba vueltas y no podía moverme. Sabía que
esta cercanía tan íntima estaba y se veía mal, pero no podía
detenerlo. Aunque quisiera, me resultaba imposible— Bien.
Vamos a ponerte el casco.
Mis labios se abrieron para oponerse, pero tenía la boca tan
seca en ese momento que las palabras se quedaron
atascadas en mi garganta.
Nathan levantó el casco y lo deslizó por mi cabeza
lentamente. Lo miré inmóvil, estudiando cada uno de sus
movimientos con atención. Sus ojos estuvieron clavados a
los míos en todo momento y hasta que el casco no estuvo
asegurado a mi mandíbula no rompió nuestro contacto
visual.
—¿Bien? — asentí. Nathan deslizó su mirada por mi torso y
me sacó el bolso de las manos— Estará más seguro
conmigo. Ahora...—se volteó y lo puso colgando sobre la
manivela— Vamos a abrigarte.
Y antes de que mi lento cerebro pudiera analizar sus
palabras, las manos de Nathan deslizaron el zipper de su
chaqueta para luego sacársela con lentitud por los amplios
hombros. Mis labios se abrieron y formaron una perfecta
"o" al contemplar su anatomía.
Oh...
—Yo creo que eso... emm... no es necesario...
—Ven— indicó con su cabeza para que me acercara y mi
cuerpo volvió a obedecer sin rechistar.
Mis brazos se hundieron entre la cálida tela mientras
Nathan sostenía su chaqueta para mí. El increíble olor
masculino y fresco que lo caracterizaba se impregnó en mi
cuerpo como una segunda piel y por primera vez en mi vida
sentí que había llegado al cielo.
—Luces adorable— susurró. Y hasta ese momento no me
había dado cuenta de que ahora tenía los ojos cerrados.
Obligué a mis párpados a separarse y lo encontré de frente,
estudiando mi cuerpo con atención.
—¿Gracias?
Nathan rió.
—Mi abrigo te queda enorme.
—Lo sé— Revoleé los ojos. ¿Es que acaso no se ha visto en
un espejo? Él era gigante.
Nathan dio un paso hacia mí dejando a duras penas veinte
centímetros de aire entre nosotros y la respiración se me
congeló al igual que el corazón al sentir su mano descender
hasta el final de su chaqueta y tomar el zipper a la altura de
mis muslos. Me sonrió y las luces empezaron a dar vistas
sin parar.
—¿A dónde vives? — emitió con la voz ligeramente ronca.
Jadeé sin poder evitarlo.
—A las afueras de la ciudad— me aclaré la garganta— En la
Avenida Madison.
Su mano empezó a ascender junto a la cremallera por mi
torso tan lentamente que estuve a punto de colapsar.
Nathan ladeó la cabeza y me miró al llegar a la altura de
mis senos y luego terminó de subir el zipper de un tirón. Me
tambaleé levemente.
—¿Cerca de Central Park? — preguntó dándose la vuelta
como si sus manos no acabaran de estar rozando lugares
al extremo indebidos— Yo me estoy quedando en
un penthouse del Hotel Mark.
Tomó su casco, aun dándome la espalda y de un rápido
movimiento se lo colocó. Mis ojos bajaron hasta la altura
de su espalda y la forma en que sus músculos se tensaban
con cada movimiento a través de su camisa blanca me hizo
pestañear reiteradas veces.
Nathan se subió sobre la motocicleta y me miró.
—¿Piensas quedarte ahí?
Lo miré con enfado y me crucé ambos brazos sobre el
pecho.
—No pienso subirme contigo a esa cosa.
Resopló con disgusto.
—¿A qué le tienes miedo, Megan? — se levantó ligeramente
dejando a simple vista su magnífica silueta y de un veloz
movimiento, hizo que el motor cobrara vida bajo sus pies—
¿A la motocicleta o a mí?
Sus palabras me dejaron congelada sobre el asfalto. Joder.
No podía ser tan obvia.
—¿A la moto? — concluí no muy segura y Nathan se echó a
reír con diversión.
—Vale, Kerssies. No importa— inquirió sin perder la sonrisa
divertida de sus labios— Te aseguro que nada te va a
suceder mientras yo esté al volante. Ahora acércate para
poder llevarte a casa.
Esta última frase la dijo con firmeza y autoridad. Mi cuerpo
se movió titubeante hasta su lado y se detuvo a menos de
treinta centímetros de él. Nathan alzó la mirada hasta la
mía y sonrió.
—Agárrate bien fuerte— murmuró con malicia y yo le
respondí, fulminándolo con la mirada.
—¿Te resulta divertido? — le pregunté pasando una de mis
piernas con cuidado por encima de la motocicleta mientras
me apoyaba en su hombro. Nathan rió con suavidad y su
cuerpo se sacudió levemente.
—Divertido no es la palabra que lo describe, Megan—
murmuró con sarcasmo y apretando el acelerador hizo que
el motor gruñera bajo nuestros cuerpos. Tragué saliva—
¿Preparada?
—¿Tengo otra opción?
Sus amplios hombros se sacudieron a causa de la risa.
—Vamos, ángel. No es tan malo.
—¿Puedes dejar de llamarme de esa manera tan...? — hizo
rugir el motor una vez más, ahogando mis palabras.
—Me lo dices después. Ahora agárrate si no te quieres
quedar a mitad de camino.
Una sonrisa estúpida se formó en mis labios tras esas
palabras y aunque no estaba mirando a Nathan, podía jurar
que él también estaba sonriendo.
Mis manos se aferraron inseguras al borde de cada lado de
su camisa. Nathan giró la cabeza, mirándome con una ceja
enarcada y suspiró.
—Pareces una niña. ¿A eso le llamas agarrar? — apartó sus
manos del acelerador y las puso sobre las mías. De un
rápido tirón las envolvió alrededor de su estrecha cintura y
las unió a la altura de su ombligo. Mi corazón dio un salto y
estuve a punto de caerme de la moto— Así vas a estar más
segura, ¿bien?
Oh no. Así iba a estar en mayor riesgo. Mi pecho aplastado
contra la increíble espalda de Nathan y algunas zonas
sensibles rozando lugares prohibidos lo dejaban muy en
claro.
—¿Podemos hablarlo? — le pregunté con la voz ahogada al
ver que tomaba posición para empezar el camino.
Nathan solo me sonrió con malicia, y ahí me di cuenta de
que ya no había marcha atrás. Iba a ir aferrada a él por más
de quince minutos hasta mi casa. Y no era que me
molestara la situación... para nada.
Ese exactamente era el problema.
:.Capítulo 9.:
"En asuntos de amor, los locos son los que tienen más
experiencia. De amor no preguntes nunca a los cuerdos; los
cuerdos aman cuerdamente, que es como no haber amado
nunca". -Jacinto Benavente.
>> <<
—Cuéntame— murmuró Niam con disimulo mientras se
apoyaba sobre la enorme cómoda de madera en la que
estaba aplicándome labial.
Mi vista viajó indiferente hasta su pálido rostro y se enfocó
de nuevo en el espejo.
Habíamos llegado a la agencia hace menos de dos horas
para nuestra primera sesión de la temporada y no
habíamos tenido tiempo de conversar sobre lo ocurrido
anoche.
Podía notar la ansiedad reflejada en sus ojos por saber lo
que había sucedido con Nathan ayer, pero yo no tenía las
ganas ni el tiempo de revelarle todos los detalles. Tampoco
es que tuviera algo importante que contar.
Nathan me había llevado a casa en menos de diez minutos
debido a la velocidad tan estúpida y temeraria en la que
conducía. Sí. Había pasado pegada a su espalda como un
parásito durante todo el camino. Y sí. Me había encantado
como el demonio.
Sentir la calidez de su cuerpo mientras las luces pasaban
como estrellas fugaces a nuestro alrededor había sido la
experiencia más alocada y excitante de toda mi vida. Y la
volvería a repetir sin pensarlo dos veces. Algo terriblemente
estúpido por varios motivos.
—No tengo nada que contarte— le balbuceé mientras
pegaba y despegaba los labios frente al espejo de la
cómoda, haciéndolos chasquear.
Simplemente no quería hablar del tema. Tenía que eliminar
cualquier frase o gesto que pudiera traer a Nathan a
coalición.
Niam entornó sus ojos con molestia e incredulidad y se
cruzó de piernas haciendo que su vestido blanco y de flores
rojas se levantara ligeramente.
—No te hagas la santa ahora— inquirió moviendo su cabeza
con arrogancia mientras jugueteaba con su cabello—
Encontré el abrigo de Nathan escondido entre los vestidos
de tu armario esta mañana.
El labial rosa se me cayó de la mano mientras mi
mandíbula se desencajaba literalmente. ¡¿Niam había
estado revisando mis cosas?! Maldición. Sabía que había
sido un terrible error permitir que Nathan me diera su abrigo
anoche y todavía más, el hecho del que el muy engreído no
me dejara devolvérselo cuando llegamos a casa. ¡¿Cómo
carajo lo había encontrado?!
—¿Revisaste mis cosas? — le inquerí entornando los ojos a
más no poder.
Ella me observó, enarcando una de sus cejas con
suspicacia.
—No me cambies de tema, Megan— protestó, elevando uno
de sus dedos índice en señal de advertencia.
Mis ojos chocaron contra los suyos como dos dagas
afiladas y Niam se encogió ligeramente, conteniendo el
aliento.
Iba a asesinarla. No sólo por esto. Anoche había vivido la
escena más humillante de toda mi vida por culpa suya.
—¡Has revisado mis cosas! — la acusé con los dientes
rechinando.
Ella se inclinó hacia atrás, levantando los brazos en forma
de defensa.
—Fue un accidente.
La fulminé con incredulidad.
—No te creo— gruñí.
—¡Megan, es en serio! — se defendió mirándome
severamente— Abrí tu armario para buscar uno de los
vestidos que nos probamos ayer en tu cuarto y allí, a plena
vista de todos, se encontraba la chaqueta de Nathan—
inquirió moviendo sus manos con exasperación, tomó una
gran bocanada de aire y continuó ya más tranquila— Por
cierto,— suspiró— Tu locura hacia él está totalmente
justificada. ¡Ese chico es ardiente!
Revoleé los ojos, conteniendo un bufido.
Sí, claro, justificada. Ni siquiera había podido pegar un ojo
en toda la noche por lo sucedido ayer. El olor de la
chaqueta de Nathan se había impregnado a mi cuerpo de
una manera inexplicable y no podía cerrar los ojos sin
encontrarme con su magnífico rostro de frente.
En resumen, estaba perdiendo la cordura.
—Como sea, Ann— le farbullé con algo de enojo por mis
irracionales pensamientos y me dispuse a encontrar entre
la cómoda uno de mis perfumes favoritos para distraerme.
No quería hablar sobre ese tema ahora y, si era posible,
nunca. Tenía que alejarme de él y mi mejor amiga no me
estaba ayudando.
Niam se removió ligeramente sobre la madera de la
cómoda haciéndola crujir y sus repentinos minutos en
silencio ante mi respuesta cortante hizo que mis ojos
viajaran inquisidores hasta su rostro para comprobar si se
había molestado conmigo.
Su mirada clara estaba centrada en un punto inerte en el
otro extremo del salón mientras una enorme sonrisa
malévola le curvaba los labios lentamente.
La miré frunciendo el ceño, sin entender que sucedía, y sus
ojos cristalinos, ardientes de venganza, descendieron hacia
mí.
—A que no vas a creerlo...— murmuró entornando la mirada
y enseguida el aire abandonó mis pulmones como si
acabara de golpearme.
Oh no.
—Júrame que estás bromeando— le supliqué abriendo mis
ojos con horror y la sonrisa diabólica de Niam se hizo más
grande.
—Creo que ha estado siguiéndote...
Jadeé.
Y solo esa última frase bastó para que todo mi universo y
sistema neurológico entraran en colapso.
Demonios, ¡esto no podía estar pasando en realidad!
—Buenos días.
Solté un grito ahogado al escuchar su voz atrás de mí y mis
pulmones arrastraron una gran bocanada de aire consigo.
¡Oh, mierda, era cierto! Me volteé inmediatamente hacia él
con el corazón azotándome las costillas y me quedé sin
aliento al contemplarlo.
—Nathan, que gusto verte.
Niam se apartó de la cómoda de un salto y caminó hacia el
imponente demonio angelical que se erguía frente a
nosotras de lo más tranquila y relajada. Seguí sus
movimientos, tensa de pies a cabeza, mientras Nathan
escaneada mi cuerpo con lentitud, dejando una oleada de
calor abrumante en cada rincón al que su mirada llegaba.
—Lo mismo digo, Niam— inquirió con serenidad,
volteándose hacia ella y mirándola con atención— Te ves
hermosa— le susurró cerca del oído y ella dejó escapar una
risita coqueta, sonriéndole con aprecio.
Revoleé los ojos con exasperación y traté de ignorar la
punzada de celos que me invadió cuando Nathan se inclinó
hacia su cuerpo y le depositó un casto beso en el dorso de
la mano.
Apreté la mandíbula. ¡Creo que ya era suficiente!
—¿Qué haces aquí? — le escupí con brusquedad y la mirada
sorpresiva de Niam, junto con la maliciosa de Nathan, se
clavaron en mí.
Él ladeó la cabeza, estudiándome con atención, mientras
luchaba por ocultar la sonrisa de placer y arrogancia que
jugueteaba entre sus labios.
—Lo siento, ángel, pero eso no te incumbe.
Al instante, Niam se llevó una mano a la boca para evitar
echarse a reír mientras yo lo miraba pasmada, abriendo la
boca y volviéndola a cerrar. ¿Había escuchado bien?
—Eso lo decido yo— le gruñí entrecerrando los ojos con
odio sin podérmelo creer mientras una sonrisa infantil
invadía los labios de Nathan.
De repente, él dio una zancada enorme hacia mi cuerpo y yo
le respondí con otra hacia atrás al tenerlo a menos de
treinta centímetros de mi rostro. Prácticamente me
empotró contra la cómoda e hizo que mis manos chocaran
contra su pecho de manera involuntaria.
—Si quieres podemos discutirlo esta noche cuando pase
por tu apartamento a recoger mi chaqueta— murmuró
invadiendo por completo mi espacio personal y sus ojos
me analizaron con malicia.
Apreté los labios sin poder evitar contener impulsivamente
el aire dentro de los pulmones y me encogí ante su mirada
arrebatadora mientras su fresco aliento, demasiado cerca,
me acariciaba la frente.
—Seguro— le inquirí con la voz ahogada y chillante y su
sonrisa de satisfacción se ensanchó antes de bordear mi
cuerpo y desaparecer entre las decenas de personas que
caminaban por el set.
Solté el aire, jadeando como una loca, y miré a Niam
horrorizada. Ella dejó escapar un gritito agudo y se acercó a
mi cuerpo entumecido con emoción.
—¡Joder Megan, eso ha sido intenso! — me tomó del brazo y
me hizo girar de nuevo hacia la cómoda. Tenía las mejillas
completamente sonrojadas. Y estaba segura de que esos
no eran los únicos puntos de mi cuerpo a punto arder— ¿Es
cosa mía o cada palabra que ese chico te dice es bastante
insinuante?
La miré a través del reflejo del espejo y suspiré, agotada
emocionalmente. Era obvio. Cada palabra o movimiento
que salía de Nathan era insinuante, como si Dios lo hubiese
creado para provocar a cada mujer que se cruzara en su
camino y eso me perturbaba y atraía de una manera
inimaginable.
La voz de Dylan diciéndonos que era hora de comenzar la
sesión de fotos me hizo volver a la realidad. Con Niam nos
arreglamos el vestido y el cabello frente al espejo de la
cómoda con rapidez y ambas nos dirigimos hacia donde se
encontraba el lugar especialmente preparado para la
sesión.
Mi vista recorrió todo el vestíbulo mientras los fotógrafos
se preparaban, buscando entre la multitud los azules ojos
de Anderson quien ya debería estar allí, pero lo único que
encontré fue la arrebatadora sonrisa de Nathan que me
devoraba desde el otro extremo del salón junto a Brent.
Tragué saliva con dificultad y miré a Niam, quien me
observaba divertida.
—No te desmayes— bromeó, guiñándome un ojo.
La miré mal, sin poder evitar sonreírle y me coloqué a su
lado para dar inicio a la primera sesión de la temporada que
nos llevaría las próximas dos horas en el set.
:.Capítulo 10.:
"La raíz de todas las pasiones es el amor. De él nace la
tristeza, el gozo, la alegría y la desesperación". -Lope de
Vega.
>> <<
Las siguientes horas en el set se me hicieron eternas
gracias a la mirada abrasadora de Nathan sobre mi cuerpo.
Dylan y los demás fotógrafos tuvieron que estar pendientes
de mí durante toda la sesión fotográfica tratando de obligar
a mi inútil cerebro a concentrarse y ponerse a trabajar, pero
yo no podía dejar de moverme incómoda frente a la cámara
ni apartar la vista de la entrada principal.
Necesitaba ver a Ander con desesperación para controlar
mis irracionales pensamientos y, si era necesario, huir de
Nathan McCain lo antes posible. Mi cuerpo últimamente
estaba fuera de sí y si no encontraba alguna forma rápida
de obligarlo a reaccionar, sabía que iba a estar metida en
graves problemas.
—¡Terminamos! — gritó Dylan dejando escapar los últimos
flashes de su cámara y se puso de pie frente a nosotras
con una mirada de preocupación impregnada en su
apuesto rostro.
Le dediqué una sincera sonrisa de disculpas y él me
respondió con un ceño fruncido y un asentamiento de
cabeza, confuso. Sabía que algo raro me estaba
sucediendo. El condenado me conocía demasiado bien.
—Eso fue patético. Deberían dedicarse a algo más...—
inquirió con diversión una voz grave a nuestras espaldas y
el simple eco de su tono me detuvo el corazón.
De pronto, un nudo me obstruyó la garganta y el rostro de
Niam se iluminó al contemplar la figura que estaba detrás
de mí.
¡No podía ser!
Me volteé enseguida con el corazón martillándome con
fuerza y la imagen de Tyler caminando con sus fornidos
brazos extendidos hacia mí hizo que las piernas me
flaquearan levemente.
Miré a Niam al borde de las lágrimas y, sin pensarlo dos
veces, me lancé sobre los enormes brazos de mi hermano
mayor que me rodearon con fuerza, cubriendo mi torso casi
por completo.
—Oh Dios, no puedo creer que estés aquí— balbuceé
pegada a su cuello y Tyler se separó un poco antes de reír
con ternura.
—Oye, no has cambiado en nada.
Le sonreí con emoción.
Habían pasado ya casi tres años desde la última vez que lo
había visto. Tyler se había mudado a un departamento en
Los Ángeles con su prometida Koral para terminar sus
estudios de gerencia, pero luego de un par de meses allí
decidieron irse a Londres para continuar estudiando y viajar
al mismo tiempo. Desde entonces no habíamos sabido
nada sobre él ni de lo que había pasado con su vida.
Había olvidado lo mucho que amaba escuchar su voz grave
interrogándome y, sobre todo, sus protectores brazos
alrededor de mi cuerpo. Quizá no teníamos la misma
sangre, pero lo amaba con todo mi corazón, al igual que a
Keegan.
—¿Cuándo volviste? — le pregunté apartando mis brazos de
su cuello y él me dedicó su típica sonrisa de niño campeón.
—Hace tres días, ¿Keegan no te lo dijo? — admitió con
casualidad y yo lo miré entornando los ojos antes de que él
se echara a reír con diversión. ¿Keegan lo sabía? —Vamos
Megan— continuó mirándome extrañado— Estuve
durmiendo en su casa y ayer cenamos con mamá y papá.
Al menos alguno de ellos debió insinuártelo...
Mis labios se abrieron y no pude evitar soltar una
maldición. Ok, mi hermano mayor ausente por más de tres
años había regresado al país y ¿a ninguno de ellos se le
ocurrió que yo también quería formar parte de la reunión
familiar? Esto ya era el colmo.
—¡No puedo creer que me dejaran de lado! — le escupí,
cruzándome de brazos, enfadada— Espero que al menos
Koral no haya ido en mi lugar.
El rostro de mi hermano se desfiguró con algo de molestia
y por inercia apartó su mirada oscura de mí. Lo estudié sin
saber que sucedía y él bajó la cabeza, suspirando
prolongadamente.
—Koral y yo ya no estamos juntos— inquirió con la voz
apagada y el corazón se me encogió dentro del pecho.
Pero si llevaban casi cinco años juntos y estaban a punto
de casarse...
—¿Por qué? — le pregunté con el mismo tono apagado. Él
me miró y se encogió de hombros.
—Ya sabes Megan, lo típico. La encontré en la cama con
uno de sus profesores de Historia.
Mis ojos se salieron de órbita y no pude evitar gruñir una
palabrota entre dientes. ¡Iba a asesinar a esa perra!
—Tyler...
—No digas nada— sonrió recuperando la compostura y se
cruzó de brazos como si acabara de ganar la copa de un
campeonato de football americano— Lo he superado y ya
estoy aquí. Ese tipo de mujeres no están en mi lista de vida.
Ahora, si no te importa, ponte algo decente para salir a la
calle y vamos todos a cenar, que hay que ponernos al día.
Suspiré con algo de preocupación y me volteé para mirar a
Niam conversar con Sonia a unos metros de distancia. Ella
me dedicó una sonrisa antes de guiñarle el ojo a Tyler.
Me reí.
—¿Todos?
Debía asegurarme. Aún no podía olvidar la fiebre de amor
que sufrió Tyler el año que conoció a mi mejor amiga. Lo
único que le había faltado hacer para conquistarla fue
pedirle matrimonio. Por suerte apareció Koral y... ¡esa
perra!
—Por supuesto. Tengo que acostumbrarme de nuevo a ver
a esa rubia ardiente rondando por mi casa y quiero
empezar a hacerlo desde ahora.
Reí y me volteé hacia él.
—Te pondrá una orden de alejamiento.
Sonrió, mordiéndose el labio inferior con malicia.
—Mientras que me la ponga ella, que me haga lo que sea.
Abrí la boca con sorpresa y estaba a punto de hablar
cuando el corazón se me detuvo literalmente en el pecho.
—Hermano, ¿vamos?
La mano firme de Nathan aterrizó sobre el hombro de Tyler
y mi hermano le respondió con un codazo juguetón entre
las costillas.
Inhalé aire violentamente sin poder encontrarle alguna
explicación a lo que mis ojos estaban observando y al
instante su penetrante mirada verde se entrelazó con mía
llena de incredulidad. La silueta de Brent también apareció
atrás de su hermano menor y, como por arte de magia, la
presencia de Niam se hizo tangible a mi lado izquierdo.
Iba a desmayarme.
—¡Niam, hermosa!
Tyler se acercó a ella y Niam le devolvió el abrazo con
extremo cariño. Sonreí por inercia al recordar lo bien que
ambos se llevaban, pero mis ojos rebeldes seguían fijos en
ese par de esferas penetrantes que se rehusaban a apartar
la mirada y dejarme ganar. De repente, el perfecto rostro de
Brent apareció frente a mí y me tomó por sorpresa sentir
sus tibios labios rozar mi mejilla.
Me di una patada mentalmente y me obligué a volver a la
realidad.
—¡Hola! — le devolví el saludo con cariño y él me sonrió,
antes de colocarse al lado de Niam y abrazarla con fuerza.
Cómicamente, parecía que estaba marcando su territorio
con mi hermano.
Una línea de incertidumbre se dibujó en la frente de Tyler y
sus ojos castaños se enfocaron en mi rostro con
confusión.
—Yo iba a presentarlos y al parecer ya todos se conocen—
se cruzó de brazos y nos observó a todos con extremo
recelo— ¿Alguien puede explicarme?
Nathan lo miró enarcando una ceja y le sonrió antes de
hundir sus manos en los bolsillos de su ilegal pantalón
negro.
—¿Destino? — murmuró ladeando la cabeza y sus ojos
claros ascendieron de inmediato hacia mí.
Mi mirada cayó con nerviosismo al suelo y sentí un calor
insoportable teñirme las mejillas de rosado.
Destino. Era una buena forma de explicarlo. Todos nos
habíamos encontrado por coincidencia. Nathan evitando
que me cayera en la inauguración y también cuando
choqué contra él en la discoteca. Brent, al llamarle la
atención Niam apenas la vio y después que se hayan
encontrado bailando toda la anoche ayer. Ahora ellos dos
en la agencia con mi hermano... Si no era el destino,
entonces no había forma de explicarlo.
—Como sea— concluyó Tyler un tanto molesto— Me estoy
partiendo del hambre y quiero una buena porción de pizza,
¿se pueden poner un abrigo gigante para poder irnos ya?
Miré a Niam y ella me sonrió con picardía. Al parecer a ella
también la tomaba por sorpresa toda esta situación, pero le
divertía su pequeña mentecilla malévola como a nadie.
—Claro— accedió tomándome del codo y antes de que
pudiera abrir la boca, ambas ya estábamos por entrar a los
vestidores.
—¡¿Qué demonios ha sido eso?!— inquirí con exasperación
cuando la puerta se cerró de golpe a nuestras espaldas.
Niam me liberó el brazo y se sentó frente a un espejo de
caoba gigante.
—Si me lo preguntas, estoy igual de sorprendida que tú.
¿Nathan y Brent amigos de Tyler? ¿De dónde carajo se van
a conocer?
—Lo sé— respondí— Esto no tiene sentido de lógica. Estaba
rogando para no tener que toparme con Nathan de nuevo y
¿me lo encuentro a los abrazos con mi hermano? ¡Joder,
Niam! — me lancé sobre un taburete, enfurruñada con mi
escasa fortuna— ¿Es que acaso no le bastó con ser el
mejor amigo de mi novio? Creo que ya ha sido suficiente
castigo...
Mi mejor amiga me observó en completo silencio y luego
se dirigió hasta mí. Sentí su tibia mano acariciarme la
espalda en un fallido intento de reconfortarme. Estaba
jodida.
—No es tan malo— me susurró con cariño— Así podrás
pasar aún más tiempo con él.
Me llevé ambas manos a la cara y me masajeé las sienes
firmemente. Esto no podría ponerse peor. Y Niam no perdía
el tiempo recordándomelo.
Luego de que nos cambiáramos por una ropa, según Tyler,
adecuada para salir, los cinco nos dirigimos hacia la
pizzería más cercana a la agencia.
Mi mirada se mantuvo clavada en el suelo mientras todos
caminábamos en silencio hasta el llamativo lugar. Podía
sentir la reiterada mirada de Nathan sobre mi espalda
mientras nos acercábamos a nuestro destino, pero mi parte
sensata me prohibía voltear para comprobar si lo que me
indicaba mi sexto sentido era cierto.
—Keegan vendrá en unos quince minutos— nos comentó
Tyler con indiferencia mientras se sentaba en uno de los
asientos vacíos del restaurante y tomaba uno de los tres
menús que se encontraban sobre la mesa. Todos imitamos
su acción, pero Brent tomó el segundo menú que quedaba y
atrajo a mi mejor amiga hacia su pecho para que ambos
pudieran escoger su pedido.
Genial.
Al parecer él también estaba confabulando en mi contra.
—¿Y si pedimos algo de tamaño familiar? — escuché la voz
de Tyler resonar junto a la mesa, pero me limité a observar
el último menú y luego el perfecto rostro de Nathan.
No pensaba tomarlo y realmente esperaba que él también
lo mantuviera allí. Era una situación de lo más incómoda,
que no hizo más que empeorar cuando McCain extendió
sus manos hacia adelante y rozó mis dedos con los suyos
para lograr atraer el papel de plástico hacia su cuerpo.
Solté un jadeo de sorpresa al sentir su calor ascender por
mi brazo y Brent, Niam y Tyler apartaron enseguida la
mirada de la cartelera para enfocarla en mí mientras
Nathan cubría su maldita sonrisa con el menú
disimuladamente.
—¿Qué sucede? — inquirió Tyler frunciendo el ceño
mientras volvía a colocar el menú sobre la mesa.
Aparté mis manos de la superficie y las puse sobre mi
regazo con nerviosismo. Niam rio con picardía.
—Estoy bien— gimotee fulminándola con la mirada y ella
movió sus cejas sugestivamente. Gruñí— Sigan con los
suyo.
Mi hermano no esperó ni un segundo más y volvió a
hundirse entre el listado de precios mientras Niam y Brent
volvían a pegarse como siameses para escoger qué comer.
Levanté la mirada de nuevo hacia Nathan y lo atrapé
estudiándome con diversión. Una sonrisa estúpida invadió
mis labios mientras revoleaba los ojos por su gesto infantil
y no pude evitar negar con la cabeza, divertida.
Él sabía con exactitud lo que su presencia me provocaba. Y
era obvio que el muy arrogante no iba a desaprovecharlo.
Yo no quería que lo hiciera.
Joder.
:.Capítulo 11.:
"Ama como puedas, ama a quien puedas, ama todo lo que
puedas. No te preocupes de la finalidad de tu amor". -
Amado Nervo.
>> <<
—¿Qué quieres comer?
La voz grave de Nathan me hizo salir de golpe de mis
pensamientos y clavar mi vista sobre su rostro con
expectación. Me estaba observando de manera pensativa y
sus dedos jugueteaban con el borde del menú.
Niam me codeó disimuladamente por debajo de la mesa y
me obligó a hablar enseguida.
—Pizza— respondí con la voz chillante y Nathan frunció sus
labios para evitar echarse a reír. Maldición, debía crear una
conexión entre mis labios y cerebro.
—Eso es obvio, Megan. Estamos en una pizzería— me
sonrió con ternura como si estuviera hablando con un bebé
y luego sacudió la cabeza— Ahora dime cuál es tu favorita.
Sentí las mejillas arderme y todos mis músculos se
tensaron en respuesta. ¿Es que acaso podía ser más
estúpida?
Me aclaré la garganta con dificultad.
—De queso.
Nathan asintió como si no le sorprendiera mi respuesta y
volvió a adentrarse en el menú un segundo después. Dejé
escapar un pesado suspiro de resignación y me removí
incómoda sobre la banqueta tratando de pasar la situación
por alto. Eso había sido patético.
De pronto, Niam se inclinó sobre mí y pegó sus estrechos
labios en mi oído.
—No ha dejado de mirarte ni un segundo— susurró.
Y como por inercia, dirigí una vez más la mirada hacia él y
sus ojos vacilantes se desviaron enseguida de mi rostro
como si acabara de atraparlo in fraganti.
Me mordisqueé el labio inferior con cautela sin apartar la
vista de su cara mientras una sonrisa estúpida se infiltraba
a través de mi boca. Estaba cayendo en graves problemas.
—¿Megan?
Sacudí la cabeza, algo desorientada, y mis ojos se toparon
con los mieles de Tyler.
—Este chico lleva esperando unos cinco minutos solo para
saber qué quieres tomar— Señaló al mesero que se
encontraba junto a la mesa y mis mejillas ardieron de
vergüenza nuevamente.
—Una soda estaría bien.
El joven agregó mi pedido en su agenda y sin decir nada,
desapareció entre las decenas de personas que caminaban
alrededor. Me volteé al perderlo de vista, encontrándome
con cuatro pares de ojos fijos en mí.
—Estás medio perdida— concluyó Tyler como si no fuera
algo nuevo y se apoyó en el respaldo de la banqueta con
casualidad.
Niam solo asintió con la cabeza y empezó a juguetear con
el pitillo de su vaso. Se estaba debatiendo un partido de
tenis entre Nathan y yo, pero él parecía estar en su propio
mundo bajo la mirada acusadora de Brent.
—¡Hey, chicos!
Todos nos sobresaltamos y giramos a ver el lugar por
donde la voz de Keegan se había colado.
El cabello dorado de mi hermano menor se hizo visible
entre las muchas personas que caminaban sin parar por el
pasillo y atrás de su atlético cuerpo apareció la gigantesca
figura de un chico de cabello rubio que sonreía a todos con
diversión.
Sentí los dedos de mi mejor amiga tensarme con fuerza en
mi antebrazo y la miré por el rabillo del ojo para saber que
sucedía. Su cuerpo estaba rígido, pero su pálido semblante
no me dio nada con qué descifrar su reacción.
Tyler y Nathan se pusieron de pie apenas ellos estuvieron
frente a nosotros.
—¡Oye, mal amigo! — farfulló el desconocido musculoso
mientras abrazaba y golpeaba con fuerza la espalda de mi
demonio angelical recibiendo una buena tunda de su propia
medicina— Anoche me dejaste solo en la discoteca con
Kee, ¿ahora a qué chica te andabas follando?
La mandíbula de Nathan se puso rígida mientras negaba
con la cabeza y salía del abrazo. El color volvió a teñirme
las mejillas, pero esta vez por una sensación muy diferente.
No podía explicar cómo me sentía. ¿Nathan acostumbraba
a buscar chicas y acostarse con ellas de seguido?
Demonios, ¿Por qué debería importarme su vida sexual?
—No hables estupideces, Dom— murmuró volviendo a
tomar asiento, pero esta vez su mirada no hizo el ademán
de ascender hacia mí, solo se mantuvo fija en la mesa
mientras sus puños se relajaban y tensaban sin parar de
manera voluntaria.
—Les quiero presentar a Dominic Harding— inquirió Tyler
abrazando a nuestro hermano y con el otro brazo al
apuesto Dom— Viene de Inglaterra junto con Nathan y
Brent.
Mis ojos se abrieron ante la sorpresa y no pude evitar darle
un repaso a Nathan con la mirada nuevamente. ¿Era inglés?
Era un asco para reconocer acentos...
—¿De dónde se conocen? — la pregunta que tanto
necesitaba responder brotó de los labios de Niam como si
estuviéramos conectadas.
Tyler le sonrió y volvió a sentarse mientras Keegan tomaba
un lugar a mi lado para abrazarme con fuerza. Dominic lo
imitó y tendió una mano para saludar a Brent.
Los dedos de Niam volvieron a ejercer esa extraña presión
en mi antebrazo. ¿Qué carajos le pasaba?
—Nos conocimos en Inglaterra— contestó Tyler mirándonos
como si se tratara de algo obvio— Cuando me fui a Londres
con Koral empecé a ir a un gimnasio— señaló a Dom con el
pulgar— A su gimnasio. Y allí los conocí.
El nuevo ángel rubio nos sonrió, asintiendo con la cabeza
para reafirmar las palabras de mi hermano, mientras mi
masoquista cerebro trataba de recrear una imagen de estos
cuatro Adonis, sudorosos y sin camisa, haciendo ejercicios
juntos.
El mismo joven que hace rato había tomado nuestro pedido
se acercó a nuestra mesa y colocó una pila de las bebidas
en su respectivo lugar mientras una escultural mesera de
cabello azulado colocaba dos pizzas de tamaño familiar
sobre la mesa.
Respiré el exquisito aroma que hace tiempo no saboreaba,
pero el hambre se me desvaneció al instante al atrapar la
delicada mano de la chica casualmente apoyada sobre el
hombro de Nathan, quien aún se encontraba inerte y ajeno
de toda realidad.
Me parecía extremadamente molesto el hecho de que se
atreviera a tocarlo, más cuando era obvio que no lo
conocía. Casi podía sentir la sangre quemarme las venas,
que no se fue aligerando hasta que ambos terminaron de
asegurarse que todo estaba perfecto y se alejaron de
nosotros.
Dejé escapar el aire que retenía en los pulmones y me
maldije mentalmente por mi reacción tan patética. Si mi
cuerpo reaccionaba así solo por el roce indefenso de una
chica sobre el cuerpo de Nathan, no quería saber qué
sucedería conmigo si lo viera besando o tocando a alguna
mujer.
Mi teléfono empezó a sonar dentro de mi bolso haciendo
que Nathan reaccionara y todas las personas en la mesa
guardaran silencio. Miré a todos apenada y rebusqué
dentro de mi bolsa con prisa antes de sacarlo y ponerme de
pie.
—Disculpen— susurré con el corazón golpeándome la
garganta y me di la vuelta para alejarme un poco de ellos y
poder contestar. Sabía exactamente quién estaba al otro
lado de línea y no quería que mi hermano mayor odiara a su
cuñado sin antes conocerlo.
—¿Hola?
Mi voz delataba que no quería hablar con él.
—Perdóname— me suplicó a través del otro lado de la línea,
pero mi expresión vacía y decepcionada siguió intacta.
—Me lo prometiste— le reproché algo cansada y él suspiró
con pesar. Anderson me había prometido estar esta
mañana en nuestra primera sesión de la temporada y
nunca había llegado. No era la primera vez que lo hacía,
pero ya estaba harta de que me dejara en segundo plano
por presentársele cosas más "importantes".
Me llevé una mano a la frente.
—¡No puedes hacerme esto cada vez que se te antoje! —
aspiré profundamente al escuchar mi propio tono de voz.
En cualquier momento iba a estar rodeada de siete
personas si no me controlaba.
—Me defraudaste de nuevo— concluí.
—Joder Megan, no puedo pasar a tu lado cada vez que lo
desees. Yo también tengo una vida y un trabajo que
cumplir.
—¡Ni siquiera me llamaste!
Volví a respirar profundo y una mano cálida me sujetó con
firmeza de la cintura. Me volteé sobresaltada y encontré los
ojos de Keegan mirándome con preocupación y algo de
enojo.
—Debo colgar— le susurré a Ander y él gruñó y maldijo por
lo bajo.
—Meg, por favor, debemos arreglar las cosas. Puedo
recompensártelo.
Suspiré y sin decirle nada de vuelta terminé la llamada.
Sabía que debía hablar con él sobre este tema de nuevo,
pero no me sentía con ánimos de hacerlo precisamente
ahora y menos con mi hermano presente.
Adoraba a Anderson. Llevaba más de dos años adorándolo.
Pero había situaciones que sinceramente una chica no
podía soportar y una de esas era programar una cita y que
te llamen a excusarse dos horas después de lo debido.
Guardé mi celular y miré a Keegan frunciendo los labios y
aguantando las lágrimas. Odiaba pelear con él.
—¿Ahora qué te hizo? — susurró acariciándome el brazo y
yo simplemente negué con la cabeza.
—Es una tontería.
Él se volteó y miró a los chicos que estaban en la mesa.
Seguí su mirada como reflejo y mis ojos cristalinos se
encontraron con los Nathan como imanes.
El ángel castaño frunció el ceño con algo de preocupación
y yo aparté la mirada enseguida.
—Me voy a casa— le confesé a Kee aferrándome al cuero
de mi bolso y él me miró como si me hubiera vuelto loca.
—No voy a permitir que lo hagas— me gruñó— No porque
ese estúpido te haya hecho sentir mal.
—Solo estoy cansada— traté de calmarlo.
Keegan podía tener apenas diecinueve años, pero era un
chico decidido y— ¿por qué no? — Bastante violento. Sabía
lo que quería para su futuro con exactitud y no tenía miedo
a demostrar y hacer valer sus ideales, aunque pudiera
terminar en prisión haciéndolos cumplir.
—¿Estás segura? ¿Quieres que te acompañe? — quiso
saber.
Lo miré con cariño y negué con la cabeza. No pensaba
arruinarle el día como lo hicieron conmigo. ¿Por qué mierda
había tenido que llamar? Ni siquiera me acordaba de que
había quedado con él en ese momento.
Debido a Nathan, claro está.
—Sólo voy a prepararme un baño relajante y luego me
echaré a dormir. No tiene sentido que vayas conmigo a
aburrirte. Voy a estar bien.
Sus ojos verdes me estudiaron con atención y después mi
hermano menor suspiró resignado.
—Bien, pero al menos ve a despedirte.
Acepté sus exigencias con algo de recelo y caminamos
hasta la mesa en donde todos se encontraban devorando
las pizzas con ansiedad, excepto Nathan, quien no había
movido ni siquiera un músculo de su antigua posición.
Todos levantaron la mirada al vernos aparecer.
—¿Algo va mal? — preguntó Niam adivinando la expresión
de mi rostro e instantáneamente el motivo.
Le dediqué una sonrisa tranquilizadora, negando con la
cabeza y ella entrecerró los ojos con recelo sin creerme
nada.
—Tengo que irme.
—¿Qué? Joder, ¿por qué?
Tyler escupió todo su refresco y me miró como si hubiera
asesinado a alguien. Yo simplemente me esforcé por
sostenerle la mirada e ignorar el semblante iracundo de mi
mejor amiga.
—Hm... es que...
Maldición. No se me ocurría nada.
—Ayer casi no pude dormir— inquirí lo primero que se me
vino a la mente, aunque era del todo verdad— He pasado
unas noches terribles y estoy cansada.
Escuché a Niam resoplar de mala forma antes de volver a
su pizza. Tyler me estudió con recelo y luego entornó los
ojos hacia nuestro hermano menor.
Le lancé una mirada suplicante a Keegan enseguida. Si su
carácter era difícil con Ander, conociéndolo por más de dos
años, no quería imaginar cómo podría actuar Tyler al
enterarse.
—Está todo bien— respondió con algo de enojo— Megan
solo quiere descansar un poco.
A Tyler pareció calmarlo significativamente la respuesta de
Keegan y volvió a centrarse en su pizza vegetariana antes
de encogerse de hombros.
—Menos mal. Entonces te veo luego— farfulló.
Le sonreí con cariño, aliviada por el final de su
interrogatorio, y volví a enfocarme en mi mejor amiga para
amortiguar el desesperado impulso de deslizar mi vista
hacia Nathan.
—¿Irás a casa esta noche?
Ella pareció sorprenderse y de un fluido movimiento se
volteó hacia mí.
—Pues...
—La invité a salir— susurró Brent pareciendo
verdaderamente apenado.
Negué con la cabeza enseguida para indicarles que todo
estaba más que bien.
—Sólo preguntaba para saberlo. No se preocupen.
—Si quieres podemos pasarlo para mañana— dijo Niam.
—No, no, no— Levanté mis manos en el aire. Exactamente
no quería que esto sucediera. Poner a todas las personas
que conozco pendientes de mí.
—Solo me quedaré en casa durmiendo y quizá hasta
devorando frituras. Necesito unas cuantas horas para mí,
esto es todo.
Las miradas se cruzaron sobre la mesa y, burlando mi
juicio, la mía viajó como si su vida dependiera de ello hasta
el rostro perfecto e inexpresivo de Nathan.
Sus dientes mordisqueaban su labio inferior con ansiedad
mientras él parecía estar hundido en sus propios
pensamientos. Al parecer, percató mi mirada curiosa sobre
su cuerpo, porque pestañeó varias veces como saliendo de
un sueño y me impactó con su mirada verde transparente.
Jadeé, poniéndome en alerta.
—¿Quieres que te lleve? — inquirió mi hermano mayor y sus
palabras me hicieron volver a la realidad. Yo lo fulminé con
la mirada al tomar su frase como si me estuviera echando.
—No te preocupes, puedo tomar un taxi.
Me di media vuelta para empezar a marcharme, pero la voz
grave y ronca de Nathan hizo que me detuviera en seco.
—Ángel...
Me llamó y el corazón se me detuvo unos segundos contra
el esternón.
Me giré hacia él y su mirada indecisa me llenó de ansiedad.
Era como si estuviera librando una guerra interna consigo
mismo mientras me miraba.
Tyler y Dominic arrastraron la mirada hacia él confundidos
por su apodo y pude notar como los ojos de Nathan
perdieron ese brillo de decisión que antes brillaba
ligeramente.
Sacudió la cabeza un segundo, escondiendo la mirada con
su pelo claro.
—Cuídate— susurró. Y me vi obligada a desaparecer antes
de que mis emociones me hicieran colapsar en medio
pasillo.
:.Capítulo 12.:
"Si todo pereciera y él quedara, yo seguiría existiendo, y si
todo quedara y él desapareciera, el mundo me sería del todo
extraño, no me parecería que soy parte de él". -Emily
Brontë.
>> <<
Mi tarde a solas había sido bastante relajante.
Había pasado más de tres horas adentro de una tina
escuchando música sin parar, para luego lanzarme a la
cama y dormir todas esas horas de sueño que Nathan me
había hecho perder involuntariamente.
Mi cerebro estaba agotado.
Hablar sobre la discusión que había tenido con Anderson
horas antes no tenía sentido, ya que sabía que toda la
aflicción que sentía no se la debía a él. Si no ha su mejor
amigo.
Nathan.
Maldición, solo pensar su nombre me hacía alucinar cosas
incoherentes.
Él era en este momento como la llama de fuego que no
debía tocar, pero estaba segura de que, si seguía
conteniéndolo, el incendio me iba a terminar quemando
viva.
Mi móvil empezó a soñar con urgencia junto a mi almohada
y mis ojos se abrieron al instante.
No sabía cuántas horas había dormido, pero mi habitación
en penumbras me revelaba que habían sido bastantes.
Levanté la cabeza y miré la pantalla parpadeante con los
ojos entrecerrados por la claridad. ¿Quién carajo me estaba
molestando en este momento?
Contesté.
—¿Qué quiere?
Una sexy y ronca risa me atravesó desde el otro lado del
celular e hizo que todo el vello se me pusiera de punta.
No podía ser.
—Nathan— jadeé con el corazón tratando de partirme las
costillas. Él suspiró y casi pude escucharlo sonreír.
—Al parecer te sorprende escucharme.
Mierda. ¿A quién no?
—No.…— me aclaré la garganta— No sabía que tenías mi
número.
El silencio inundó la línea durante unos segundos antes de
que su sensual voz volviera a poner mi corazón a trabajar.
—Se lo pedí a Niam— me informó, apenado.
Yo fruncí la frente, pero lo dejé estar.
—¿En qué puedo ayudarte?
El silencio volvió a caer sobre nosotros hasta que lo
escuché exhalar con pesadez.
—Te dije que vendría a recoger mi chaqueta, ángel, ¿ya lo
olvidaste?
Sus palabras en el estudio de fotografía esta mañana
volvieron a mí como dos potentes flechazos.
Pero yo quería conservar su abrigo...
Demonios.
—No me digas que...
Me bajé de la cama de un salto y me pegué a la ventana
con incredulidad.
—¿Es en serio? — lo miré apoyado en su moto sobre la
carretera, con ambas manos dentro de los bolsillos de su
pantalón y un mano libres colgándole de la oreja.
Era imposible.
—Soy un hombre de palabra— se limitó a decir,
encogiéndose de hombros— Ahora baja y no me hagas
subir a mí, nena.
Me quedé muda durante un par de segundos analizando
sus palabras, pero el circuito de mi cerebro no respondió.
Obligué a mis pies a moverse lo más rápido posible hacia
mi armario y descolgué su confortable abrigo de un tirón.
—Ya bajo— le susurré antes de cortar la llamada mientras
lanzaba mi celular sobre el sofá.
No tuve tiempo de arreglarme ni de mirarme siquiera al
espejo, antes de que pudiera asimilarlo, tenía la puerta
abierta y la mirada profunda de Nathan clavada sobre mi
rostro.
—¿Te molesto? — preguntó ladeando la cabeza, pero su
tono de voz delataba que realmente no le importaba. De
todas formas, ya estaba frente a él.
—Estaba acostada— le confesé, tratando de ignorar lo
apuesto que se veía íntegramente cubierto de negro y
caminé hacia su esbelta silueta.
Nathan frunció los labios y sacudió la cabeza antes de
maldecir.
—Te he despertado— afirmó en lugar de preguntar y yo me
deleité con su rostro en silencio mientras me detenía a una
distancia prudente de su torso.
Él levantó la mirada al ver que no respondía y nuestros ojos
chocaron nuevamente, extrayéndome el aire.
Al parecer a mi cuerpo le fascinaba esa sensación...
—Lo siento.
Negué con la cabeza, restándole importancia.
—Estaba a punto de levantarme, no te preocupes.
Entornó los ojos y deslizó su penetrante mirada a lo largo
de mi cuerpo, haciéndome sentir cohibida y acalorada.
—Ponte mi abrigo— me ordenó volviendo a mis ojos y yo lo
miré con incredulidad.
¡Pero si he bajado para entregárselo!
—Nathan...
—Saliste a la calle en pleno otoño, luego de haber dormido
mínimo por más de dos horas— se pasó una mano por el
pelo con exasperación— Joder, Megan, no pienso ser el
culpable de que te dé una neumonía. Ponte mi jodido
abrigo.
Lo miré desafiante sin obedecerlo y él mordió su labio
inferior, fulminándome con incredulidad.
—Megan...
—He bajado hasta acá para entregártelo, no pienso
ponérmelo— le reproché con desdén, aunque podía sentir el
viento de otoño afectarme con severidad.
Nathan revoleó los ojos y se irguió completamente. El
corazón se me detuvo y luego me apuñaló el esternón.
—Testaruda— gruñó con recelo y tendió su mano hacia mí.
La miré durante unos segundos antes de dejar la chaqueta
de cuero sobre su palma extendida.
—¿Tienes algo que hacer en lo que resta de la noche aparte
de provocarme dolores de cabeza?
Lo miré enarcando una ceja y él se volteó para subir a su
moto.
—¿Qué tienes en mente?
Moría de curiosidad.
—Son recién las siete de la noche y el cielo está
despejado— se encogió de hombros y me observó
juguetón— Pensaba en ir a dar un paseo. Por si acaso te
interesa.
Me crucé de brazos y me debatí conmigo misma qué debía
hacer. Su propuesta era bastante tentadora, además de que
me moría por volver a subirme a esa moto con él. Por otro
lado, hacerlo contradecía todas las instrucciones que mi
parte sensata me lanzaba sin parar.
Iba a quemarme. Si aceptaba, sabía que iba a quemarme.
—¿No me vas a decir que de nuevo tienes miedo? — inquirió
con una ceja enarcada mientras hacía despertar el motor
bajo sus firmes muslos.
Lo miré nerviosa y negué con la cabeza. Estaba echa un lío.
—Ven.
Tendió una de sus manos hacia mí y antes de que pudiera
decidirme, mi mano ya estaba sobre la suya y el demonio
angelical me atraía hacia él.
Me miró a los ojos con atención, transmitiéndome toda su
confianza e hizo que mi mente se quedara en blanco por su
sonrisa en un nanosegundo.
Ya no había instrucciones contradictorias en mi cabeza,
sólo podía sentir el corazón acelerarse y bombear con
fuerza cada centímetro de mi piel.
La cálida y acogedora tela de su chaqueta de cuero volvió a
cubrirme el torso, aunque minutos antes me había opuesto
como una niña de cinco años a hacerlo. Nathan me
aseguró como de costumbre el cierre en el cuello sin parar
de sonreírme, antes de frotarme ligeramente la espalda y
sacar mi cabello por adentro del abrigo.
—¿Cómo te sientes? — preguntó cuando ya estaba sentada
atrás suyo y con uno de sus cascos asegurado en mi
barbilla.
—Bien— le respondí no muy segura mientras mi mente
intentaba volver a funcionar.
Nathan se volteó un poco.
—No voy a dejar que nada te pase— dijo con firmeza y solo
eso bastó para que mi afligido cerebro retrocediera todo su
proceso.
Le sonreí con un cariño nato que salió de algún lugar muy
profundo de mí y sin tener que esperar a que me lo pidiera,
mis brazos viajaron por sí solos hasta su vientre y se
entrelazaron a la altura de su ombligo.
Oí a Nathan inspirar bruscamente, pero ignoré su reacción,
así como los miles de escalofríos que me recorrieron de
pies a cabeza.
Estaba actuando como una total inconsciente, pero como
era de esperarse, lo único que me faltaba en ese momento
era la cordura.
Su increíble motocicleta se puso en marcha unos segundos
después y mis brazos se tensaron con fuerza sobre su
cintura. ¿Qué carajo estaba haciendo?
—¿Nate?
Quise detenernos instantáneamente, pero él no hizo más
que acelerar.
—¿Nathan?
Sus hombros se sacudieron ligeramente a causa de la risa
mientras mi pelo flotaba a nuestro alrededor.
—Tómalo con calma, Kerssies— dijo— Es momento de que
te dejes llevar.
Y sus palabras penetraron en mi pecho más de lo que
deberían.
Déjate llevar. Y así lo hice.
Tomé una gran bocanada de aire, obligando a mi cuerpo a
no perder el control y cerrando los ojos apoyé el lateral de
mi rostro sobre su musculosa espalda mientras mi mente
se quedaba en blanco y una sonrisa estúpida me
enmarcaba los labios.
Jamás me había sentido tan feliz en toda mi vida.
:.Capítulo 13.:
"La mayor declaración de amor es la que no se hace; el
hombre que siente mucho, habla poco." -Platón.
>> <<
—Meg, ya llegamos— murmuró Nathan deteniendo el motor
y sentí como mis ojos pesados se abrían lentamente.
¿Acaso me había quedado dormida?
Me incorporé de su reconfortante espalda consciente de la
pérdida de su calor y enseguida estudié el lugar con una
sonrisa en los labios.
—Central Park— inquirí con algo de sorpresa y Nathan se
encogió de hombros con timidez.
—Pensé que te gustaría ir a caminar un rato, pero si
prefieres que vayamos a...
Le puse una mano al frente de los labios para que se
callara, pero la detuve antes de llegar a entrar en contacto.
Él me miró con una ceja enarcada y luego sonrió con
diversión.
—Es perfecto— lo tranquilicé apartando mi mano y
apoyándome en su hombro para bajar de su transporte
mortal. Nathan esperó pacientemente a que lo hiciera y
luego se puso en pie, caminando hacia mí junto a su
motocicleta.
—¿Adónde quieres que vayamos primero? Hay muchos
lugares para mostrar.
Hundí mis manos en los bolsillos de su chaqueta,
encogiéndome de hombros.
—Tú me trajiste aquí. Te toca decidirlo— le respondí con
indiferencia y Nathan me derritió con su sonrisa.
—Me gusta ese método.
Empezó a avanzar a mi lado, arrastrando la motocicleta
consigo, y yo lo seguí como una buena presa.
El viento helado soplaba con fuerza a nuestro alrededor y
decenas de parejas se acurrucaban sobre las banquetas
del parque. Miré a Nathan reluciendo bajo la luz de la luna y
él me devolvió la mirada, atrapándome in fraganti.
—Cuéntame de ti— susurró sin apartar sus ojos de los míos
y el corazón me taladró los pulmones.
Me aclaré la garganta con dificultad.
—¿Algo como qué?
Él empezó a caminar más lentamente.
—Pues... no estoy seguro. Dime lo que sea. Por ejemplo, yo,
mi segundo nombre es Christopher.
Nathan Christopher McCain.
Hasta su nombre era terriblemente sexy.
Lo miré con una sonrisa ante esas palabras y luego dije lo
primero que se me vino a la mente.
—Acabo de cumplir veintidós años. Y no. No tengo segundo
nombre.
Sus ojos claros se encontraron con diversión contra los
míos antes de observarlo sonreír.
—Yo tengo veinticuatro.
Dos años menos que Ander...
—Aparte de las motocicletas, ¿Qué te apasiona? — quise
saber.
Nathan ladeó la cabeza, pensándoselo bien.
—Viajar— respondió como si fuera obvio y mis ojos se
abrieron con sorpresa. ¿En serio?
—¿Viajas mucho?
Sonrió.
—Cada vez que puedo. Luego de mi primer viaje a un país
extranjero a los quince años se volvió mi afición. De hecho,
de ahí salió mi trabajo.
Lo miré confundida.
—¿A qué te refieres?
Nathan rio.
—Soy agente de viajes.
Ladeé la cabeza y me detuve en seco. Joder, ¿de verdad?
Nathan pareció captar mi estupefacción, porque se detuvo
y me estudió divertido.
—¿Qué pasa? ¿Te sorprende?
Sacudí la cabeza con incredulidad.
—Eres demasiado joven.
—¿Y?
—¿Y..? — reí con ternura ante sus palabras— Deberías
seguir estudiando.
Él bufó y sacudió la cabeza, revoleando los ojos.
—No en mi caso, ángel, crecí aprendiendo al respecto— me
esforcé por ignorar su apodo— Además hablo bastantes
idiomas, mis padres tienen una cadena de hoteles y
estamos asociados.
Joder. Había aprendido más de Nathan en cinco minutos
que de mi hermano mayor durante estos tres años.
Lo miré con algo de recelo y ambos volvimos a caminar.
—¿Tienes novia?
Esperen, ¡¿de dónde carajos había salido eso?! No debía
hablar con él sobre su vida amorosa. ¡Nunca! El rubor me
tiñó las mejillas de pena.
Él me estudió con el ceño fruncido y luego negó, pasándose
una mano por el pelo con incomodidad.
—Tuve hace años, pero no está entre mis planes a futuro en
este momento— inquirió con algo de recelo e
instintivamente supe que las relaciones eran un tema tabú
para conversar con él. Bien, porque no debía interesarme.
Bajé la mirada y ambos seguimos caminando hasta la
enorme pradera de Central Park. Me detuve frente a una
banqueta y Nathan me sonrió, antes de acomodar su moto
a nuestro lado y sentarse en la fría madera junto a mí.
—¿Has pensado en dejar de modelar?
Su pregunta me tomó por sorpresa e hizo que levantara la
vista al instante. Sus hermosos ojos se encontraron con los
míos y me tuve que esforzar para que las palabras salieran
de mi boca.
—En algunos momentos— le confesé algo apenada y volví a
mirar mis manos entrelazadas sobre mi regazo— Es
agotador en ciertas ocasiones y he sacrificado muchas
cosas en mi vida para llegar a estar aquí.
Nathan asintió como si supiera de lo que estaba hablando y
luego pasó su brazo con casualidad sobre el respaldo de la
banca. El aire dejó de fluir hacia mis pulmones.
—¿Y no has pensado en dedicarte a otra cosa?
Fruncí el entrecejo, pensativa, mientras trataba de ignorar
con desesperación la oleada de temblores que invadían mi
cuerpo al sentir el calor que emanaba de su brazo atrás de
mi cabeza.
—No— gimoteé, aclarándome la garganta enseguida—
Aunque no te voy a negar que viajar por todo el mundo
como tú me resulta bastante tentador.
Él se echó a reír ante mis palabras.
—Ya lo creo— se encogió de hombros mirándome con
malicia— Todo lo que se refiere a mí resulta bastante
tentador.
No pude evitar apretar los labios con fuerza para evitar
sonreír ante su clara arrogancia.
—¿Alguna vez te han dicho que eres demasiado engreído?
Nathan me miró enarcando una ceja y negó con la cabeza
enseguida.
—No, claro que no.
Me eché a reír y él me observó con cara de ofendido.
Parecía como si acabara de pisotear su ego.
—Ok, ok, lo acepto— murmuró apartando su brazo de la
banca con una sonrisa mientras revoleaba los ojos al
cielo— Pero para que conste, es solo exceso de confianza
en mí mismo. Al menos, eso es lo que dice Brent.
No pude evitar seguir riendo ante esas palabras. Era
ingenioso, pero no lo suficiente.
—El peor de los defectos es no darse cuenta de ninguna de
ellos— repliqué.
El puchero arrebatador que se formó en su rostro me nubló
de encanto todos los sentidos.
—Ahora tú eres la que está actuando engreída, Kerssies.
Ambos nos miramos fijamente a los ojos durante lo que me
pareció una eternidad. Sus ojos brillaban de una manera
asombrosa por la luz que inundaba el lugar mientras su
pelo era revuelto por el viento. Tuve que obligar a mi mano
a no viajar a su rostro para apartar los mechones lacios que
caían sobre su rostro. Él lucía tan extremadamente irreal
que me dolía el corazón.
Volteé mi rostro enseguida hacia el frente para evitar que
mi cerebro pudiera provocar una estupidez y escuché a
Nathan suspirar con alivio antes de imitarme.
Los minutos pasaron en un extraño cómodo silencio
mientras ambos mirábamos el cielo despejado. No podía
explicar cómo me sentía en ese instante. Sabía que era una
completa locura estar allí a solas con él, pero no podía
evitarlo. Su compañía se sentía tan extremadamente
reconfortante que no dudaría en hacerlo nuevamente.
Una gota de agua cayó sobre mi cabeza y miré hacia arriba
para averiguar de dónde demonios había salido. Nathan me
siguió la mirada al instante en el que otras dos gotas me
salpicaban los muslos desnudos. Jadeé.
—Debemos irnos.
Le levanté de un salto de la banqueta, pero Nathan no hizo
el ademán de levantarse.
—¿Por? — me sonrió de una manera que me hizo derretir el
corazón.
Otro par de gotas me humedecieron el pelo y yo lo miré
como si se hubiera vuelto loco. ¡Estaba lloviendo!
—Vamos a mojarnos— solté.
—Eso suena a invitación.
Abrí mi boca y luego la cerré sin saber qué decirle. El brillo
juguetón en sus ojos y la manera en la que sacaba la
mayoría de mis comentarios con doble sentido me tenían
paralizada.
Se llevó ambos brazos atrás de la cabeza, poniéndose
cómodo, mientras la lluvia empezaba a tomar fuerza y a
zumbar a nuestro alrededor. Era obvio que el demonio
angelical, ahora más demonio que ángel, no iba a moverse.
Lo observé con incredulidad y resignada me senté otra vez
a su lado mientras la lluvia nos empapaba por completo.
Nathan me miró con una sonrisa de niño escondida entre
sus carnosos labios y después se empezó a sacar la
chaqueta que le cubría el torso.
Oh...
Lo miré escandalizada.
—¡Vas a enfermarte!
Mis manos volaron como dos balas hasta las suyas e
impedí que terminara de liberarse de su abrigo. Nathan
estudió con diversión mi rostro mientras la camiseta blanca
que llevaba por debajo empezaba a pegársele al pecho a
causa de la lluvia.
—No voy a permitir que tú te enfermes por un capricho mío.
Deslizó su mirada hacia nuestras manos unidas y continuó
con su tarea, haciendo que las alejara enseguida.
—Ven aquí— Se puso de pie y tendió su otro abrigo en el
aire para mí.
Lo miré con desaprobación, como si estuviera exagerando,
y me obligué a ignorar por completo el magnífico torso
masculino que empezaba a marcarse a través de su
camisa. Era la jodidamente tentación encarnada.
—Vas a contraer una bronquitis crónica— le gruñí con algo
de enojo mientras me ponía de pie y dejaba que me
cubriera con su abrigo y me colocara el gorro que colgaba
de él sobre mi cabello goteante.
Nathan me miró con diversión antes de dar una un paso
atrás y estudiar mi cuerpo embutido con ternura.
—Megan, yo ya estoy acostumbrado a mojarme— me
confesó asegurando la cremallera de su abrigo sobre mi
garganta mientras el agua le pegaba su cabello al rostro y
descendía por su cuello con sensualidad— En serio,
pregúntale a Brent. Es uno de mis pasatiempos favoritos.
Lo miré incrédula por unos momentos, pero no volví a abrir
la boca para reprocharle. De todas formas, no iba a volver a
ponerse el abrigo.
Se dirigió a su moto, sacudiéndose el pelo con ambas
manos, y me mordisqueé el labio fuertemente al notar la
piel firme y musculosa que se escondía atrás de su camisa
traslucida.
Me iba a provocar un ataque cardíaco.
—Vamos a llevarte a casa— sugirió, montándose sobre la
reluciente máquina de hierro, antes de insertar la llave y
hacer rugir el motor bajo su perfecta silueta.
Me dirigí hacia él, más ansiosa de pegarme a su espalda
que de llegar a casa, y me subí en el asiento del pasajero
rápidamente. Nathan me estudió con atención mientras me
pasaba el casco y se colocaba el suyo.
—Al parecer ya le agarraste cariño— inquirió con una
sonrisa suspicaz en su rostro y yo le devolví otra con
diversión.
—Es que inspiras confianza— le murmuré con sarcasmo y
él se echó a reír.
—Al parecer ya has dejado de pensar con claridad.
Le clavé una mirada fulminante.
—Deberías sentirte orgulloso al respecto— inquirí con
firmeza sin dejarme cohibir y él me observó con
satisfacción antes de hacer rugir la motocicleta bajo
nuestros cuerpos.
—¿Lista, ángel?
Suspiré, alucinada.
—Lista, Nathan.
Y aferrando de nuevo mis brazos a su cintura, dejé que el
mejor amigo de mi novio me llevara a casa mientras la
lluvia caía sin parar entre nosotros.
:.Capítulo 14.:
"Reírse con otro es el mayor síntoma de amor". -Carmen
Martín Gaite.
>> <<
Abrí los ojos y me encontré hundida entre las sábanas de
mi cama. Un fuerte dolor de cabeza me nublaba los
sentidos por mi pequeña travesura de anoche, pero lo más
preocupante era la presión en mi garganta que cada vez se
hacía más intensa.
Maldije mentalmente.
¡Nathan me había enfermado!
Me puse de pie con la peor de las flojeras del mundo y
tomé mi celular de la mesita de noche. Joder, eran las once
de la mañana. Y doble joder, tenía más de veinte llamadas
perdidas de Ander. Lancé el móvil por encima de mi cabeza
y salí de la habitación, arrastrando los pies. Ya lo llamaría
más tarde.
—¡Megan! — gritó la voz chillante de mi mejor amiga atrás
de mis espaldas haciendo que pegara un salto y me
encogiera debido al insoportable dolor de oídos.
Me volteé hacia ella como si acabara de lanzarme una roca
a la cabeza.
—¿Qué carajo estás haciendo aquí? — pregunté con la voz
apagada y rasposa y Niam me observó confundida.
—¿Te has resfriado?
Revoleé los ojos. ¿Acaso no era obvio?
—¡Claro que me he resfriado, Niam! — balbuceé y el rostro
se me contrajo de dolor.
Iba a asesinar a ese angelito arrogante.
Me giré de nuevo hacia las escaleras y bajé desesperada
por tomar una aspirina. No era de esas personas que se
enfermaban de seguido, pero cuando sucedía el transcurso
no era muy agradable.
Escuché a Niam seguirme en silencio hasta la primera
planta y cruzarse de brazos detrás de mí.
—¿Cómo te enfermaste? — quiso saber mientras me
observaba rebuscar entre todos los cajones de la cocina
esas malditas pastillas.
Me giré hacia ella, indecisa por contarle la verdad o no.
Suspiré con pesar, negando con la cabeza.
—Nada fuera de serie— le mentí con nerviosismo y esas
palabras dolieron más que mi cabeza palpitante. Nuestra
regla de cero secretos entre nosotras había sido violada
por su propia creadora.
Niam se llevó ambas manos a la cintura y me miró con
perspicacia. Parecía molesta, pero era imposible
confirmarlo.
—Entonces me puedes decir, ¿qué hace otro abrigo de
Nathan McCain aquí? — señaló con enojo el par de
chaquetas que descuidadamente había dejado sobre el
sofá anoche y me fulminó con la mirada.
Iba a dejar de hablarme por bastantes días.
—Puedo explicarlo.
Niam me dio la espalda, caminando hacia el sofá.
—No puedo creer que no me hayas dicho nada, ¿estás
viéndote con él a escondidas?
Jadeé con horror. Eso sí que era una verdadera locura.
Aunque pensándolo bien... ¿no era exactamente lo que
ambos habíamos hecho ayer?
Me llevé una mano a la frente. Ella tenía razón.
—Niam, solo fuimos a pasear— quise tranquilizarla, pero al
parecer esa frase no funcionó.
—Cuando se hace algo en secreto, deja mucho qué
pensar— tomó uno de los abrigos de Nathan y una gran
cantidad de agua cayó de la tela impermeable.
Me miró entornando los ojos como si me hubiera
descubierto y volvió a poner el abrigo en su lugar.
—Anderson me estuvo llamando ayer toda la jodida noche
porque no te encontraba y he venido a ver que estuvieras
bien— tomó su bolso del tope del librero y me miró con
indiferencia— Deberías aclarar las cosas con el intenso de
tu novio y evitar seguir jugando con tus propios
sentimientos— Se dio media vuelta, a punto de cruzar el
umbral. Luego se detuvo de golpe— Por cierto, estoy muy
enfadada contigo.
Y sin decir ni una palabra más, azotó la puerta con un fuerte
golpe al cerrarla.
Barbullé cosas ilegibles mientras me lanzaba al sofá con
enojo. La cabeza me dolía como los mil demonios y
simplemente no se podía poner peor.
Dos días habían pasado después de mi pequeña aventura
en Central Park con Nathan. Anderson había desaparecido
de la faz de la tierra después de nuestra pequeña discusión
y Niam le seguía el juego a causa de su persistente enojo.
Había pasado encerrada en casa tratando de aliviar con
desesperación la fiebre que amenazaba con estallarme la
cabeza, pero hasta que Tyler y Dominic me visitaron y
trajeron unos analgésicos no pude levantarme de la cama.
—Joder Megan, te ves horrible— inquirió con franqueza mi
hermano mayor mientras me acercaba un té al sofá y se
acomodaba a mi lado.
Lo miré con debilidad e ignoré el tono de preocupación que
empañada su voz.
—Estoy bien— lo tranquilicé con la voz ronca y Dom se echó
a reír.
—Nena, eso no es cierto. Estás más pálida que una hoja de
papel.
Inquirió sentándose frente a nosotros y yo lo fulminé con la
mirada llevándome el té a los labios. ¡Ya lo sabía, Dom!
—Hoy iremos con Keegan, Nathan, Brent y Niam a una
discoteca en Brooklyn— interrumpió Tyler nuestra guerra de
miradas mientras pasaba una de sus manos al frente de
mis ojos y fulminaba a Dom— Queríamos que vinieras con
nosotros.
Pestañé varias veces sacudiendo la cabeza y el ángel rubio
me dedicó una sonrisa de victoria. Revoleé los ojos con
cariño. Aún tenía que preguntarle a Niam por qué había
actuado así cuando Dominic apareció en la pizzería aquella
mañana...
—Tyler — susurré girándome hacia su lado— Apenas si es
que puedo hablar, ¿cómo voy a salir a una discoteca afuera
de Manhattan?
¿No era lógico?
Él suspiró.
—Quizá no te sientas tan mal en un par de horas.
—Quizá— lo apoyó Dominic encogiéndose de hombros con
diversión.
Los miré a ambos con una sonrisa y me dejé caer sobre el
respaldo, resignada.
—Bien— accedí— Si no me siento mal en un par de horas los
llamaré para encontrarnos.
Tyler se abalanzó sobre mí con alegría y estuvo a punto de
tirarme el té milagroso de los dedos.
—No vas a arrepentirte.
Y salió del apartamento antes de presionar sus labios sobre
mi frente al igual que Dom.
A las pocas horas ya estaba totalmente recuperada gracias
los chicos. La fiebre y el dolor habían abandonado mi
cabeza y el color natural de mis mejillas había vuelto a su
lugar. Lo único que delataba mi pasado estado de salud era
la voz ronca y chillante que se rehusaba en desaparecer.
Me di una larga y satisfactoria ducha para relajar todos mis
músculos y me puse una de mis muchas batas cortas de
dormir para pasar lo que restaba de la tarde entre un par de
sábanas, tomando chocolate caliente.
No pensaba ir a la discoteca. Me sentía relativamente bien
y hasta tenía la energía para correr una maratón, pero Niam
no iba a querer conversar conmigo estando con Brent y
debía evitar a Nathan a toda costa hasta arreglar las cosas
con Anderson.
Tomé mi celular de la mesita de noche y me dispuse a bajar
al salón mientras me sacudía el pelo húmedo y le enviaba
un mensaje a Tyler diciéndole que me iba a quedar
descansando en casa. Luego tendí una sábana sobre el
sofá y me entretuve escogiendo una de las muchas
películas que Niam había traído hace semanas para ver
juntas.
Tomé al azar uno de los cedes que parecían interesantes y
coloqué la película en el reproductor. Apagué la luz
enseguida y me acurruqué contenta entre las sábanas.
Acababan de ser las seis de la tarde y estaba dispuesta a
pasar las últimas horas de la noche de una manera
increíble.
Un grito de pánico escapó de mi boca mientras me revolvía
con miedo sobre las sábanas del sofá. Las imágenes de la
película se reproducían en la pantalla con rapidez enviando
miles de escalofríos por mi cuerpo.
Debí haber escogido una película de comedia o
simplemente esperar a que Niam se le pasara el enojo y
verla juntas. Esto era espeluznante. Jamás iba a volver a
ver películas de miedo en toda mi vida.
Unos golpes en la puerta me hicieron gritar y levantarme del
sofá con el corazón rebotando una y otra vez contra mi
pecho. Encendí la luz enseguida y corrí hacia la puerta para
ver de quién se trataba.
—¿Nathan? — su nombre salió de mis labios tembloroso y
apagado.
Él me miró a los ojos con preocupación y dio un paso hacia
adelante como temiendo de que fuera a colapsar. No lo
dejé decir ni una palabra. De hecho, no me interesaba qué
estaba haciendo aquí. Solo lo sujeté con fuerza del brazo y
de un rápido tirón lo hice entrar en mi departamento.
—¿Qué carajos sucede? ¿Te encuentras bien? — preguntó
mirándome alarmado mientras yo cerraba la puerta de
golpe, extremadamente agradecida de que él estuviera allí.
Lo miré durante unos segundos y luego señalé la horrorosa
película que seguía reproduciéndose en el televisor. Nathan
respiró profundamente y sus hombros se liberaron con
alivio.
—Joder, casi me matas del susto— se dirigió con curiosidad
a la pantalla y yo lo seguí tratando de no disfrutar
demasiado su ceñido pantalón gris. Se giró para mirarme—
Niam me ha dicho que estabas enferma, ¿eso es cierto?
Me senté en el sofá con los brazos cruzados entendiendo
instantáneamente por qué él se encontraba en ese
momento frente a mis ojos.
—Ya estoy bien— le susurré para tranquilizar su conciencia
mientras volvía a lanzarme la sábana encima y me
acurrucaba en el sofá.
Él me miró sin decir nada durante unos segundos y el
corazón me saltó del pecho al ver que se sentaba a mi lado.
—¿Cómo se llama la película? — indicó fijando sus
hermosos ojos verdes en la pantalla y una sonrisa estúpida
se dibujó en mis labios.
¡Iba a terminar de ver la película conmigo!
—It— le susurré con cara de asco y Nathan me miró
enarcando una ceja antes de echarse a reír.
—Pero Megan, esta no da miedo, ¡es una parodia de la
original! — inquirió sin dejar de reír y yo lo fulminé con la
mirada, sintiéndome ofendida.
Era una película de terror, no entendía de dónde le sacaba
lo gracioso.
—Oh, ya cállate— solté, golpeándole ligeramente el hombro
y Nathan frunció sus rojos labios para evitar volver a reír.
Los siguientes minutos los pasamos sumidos en la película
para nada graciosa. Nathan se divertía con las reacciones
que las imágenes y sonidos me provocaban mientras yo
trataba de ignorar la increíble sensación de tenerlo a mi
lado. Estaba feliz. No, mucho más que eso. Estaba
extasiada.
Grité llevándome las manos a la cara cuando el estúpido
payaso apareció de repente sobre la pantalla y Nathan se
echó a reír mientras me tomaba de las manos para
apartarlas de mi rostro.
—¡No Megan, es mi parte favorita! — tiró de mis brazos con
fuerza hacia atrás y mi cuerpo terminó presionado contra el
suyo, forcejeando y retorciéndose con desesperación.
Su encantadora risa me inundó los oídos y me hizo sentir
en algún punto más arriba del cielo.
—¡Dale, ángel, es increíble! — inquirió con diversión
mientras yo apretaba los ojos con fuerza y sacudía la
cabeza, negándome a mirar.
—¡¿Acaso quieres que muera?!— le solté hundiendo mi
cabeza entre el hueco de su cuello y hombro antes de que
Nathan estallara en carcajadas y me atrajera hacia su duro
pectoral. Sus brazos protectores se entrelazaron alrededor
de mi cintura con firmeza y mis dedos instintivamente se
hicieron un puño contra su camisa mientras me quedaba
sin aliento. Cualquier atisbo de consciencia y racionalidad
se evaporó dentro de mí. Su delicioso olor me dejó aturdida
durante unos segundos.
—Ya pasó, ¿estás bien?
Mi mirada ascendió hasta su rostro con cautela y sus
penetrantes ojos descendieron a mí. Todo mi cuerpo se
estremeció al encontrar su perfecta boca a menos de
veinte centímetros de la mía. Si no estuviera levemente
consciente de que era el mejor amigo de mi novio, me
hubiera abalanzado sobre él.
Mis labios se abrieron a punto de decir una palabra, pero el
sonido chillante de mi teléfono hizo que ambos nos
alejáramos de repente.
Demonios.
Me llevé una mano al pecho y respondí de forma jadeante.
—¿Diga?
El otro lado de la línea se mantuvo en silencio tanto tiempo
que estuve a punto de creer que se había cortado.
—¿Megan? — la voz apagada y temblorosa de Tyler llegó
hasta mis oídos y todo el vello de mi cuerpo se me puso de
punta como espinas.
Mi corazón dejó de latir por un nanosegundo y cada
terminación nerviosa de mi cuerpo se puso en alerta.
¿Qué demonios había pasado?
:.Capítulo 15.:
"Si nada nos salva de la muerte, al menos que el amor nos
salve de la vida". -Pablo Neruda.
>> <<
—Tyler, ¿qué sucede? — me puse de pie de un salto
mientras el silencio sepulcral de la línea jugaba cruelmente
con mis emociones durante unos largos y atormentantes
segundos.
Nathan me observó con cautela apagando la pantalla del
televisor y mi hermano al fin se animó a hablar con la
respiración entrecortada.
—¿Estás con alguien? — quiso saber y el corazón se me
alocó dentro del pecho.
—Tyler...
—¡Maldición Megan, dime si estás acompañada o no!
Me sobresalté apartando el celular de mi oreja y Nathan me
lo arrebató de la mano de golpe antes de contestar.
—Tyler, estoy con ella, ¿qué pasa?
Sus labios se mantuvieron en silencio mientras mi hermano
respondía y Nathan asintió con la cabeza antes de alejarse
y darme la espalda. Me volví a sentar sobre el sofá,
abrazándome a mí misma, mientras la respiración se me
aceleraba y todo mi cuerpo empezaba a temblar. Algo muy
malo había pasado. Era fácil deducirlo. ¿Pero qué
exactamente?
Observé a Nathan cortar la llamada y girarse hacia mí con
el mismo semblante serio y relajado que mantuvo desde
que me arrebató el teléfono. Me puse de pie enseguida y
caminé hacia él asustada.
—¿Qué ha pasado? ¿Qué te dijo?
Las lágrimas amenazaban con salirse de mis ojos si él
inmediatamente no me decía que todo estaba bien. Se
limitó a mirarme en silencio y luego tomó con calma uno de
sus abrigos que estaban sobre el sofá, tendiéndolo para mí.
—Debemos irnos. Ponte la chaqueta— inquirió con
autoridad y yo lo miré como si se hubiera vuelto loco. Se la
arrebaté de las manos de golpe y la lancé al suelo con
fiereza.
—¡Quiero que me digas que está sucediendo! — le grité
desesperada y Nathan apretó su mandíbula antes de tomar
la otra chaqueta sobre el respaldo.
—Solo te lo voy a repetir una vez más, Megan. Mete tus
jodidos brazos en la jodida chaqueta— subrayó las palabras
de manera amenazante mientras apretaba los dientes y se
esforzaba por no abalanzarse sobre mí y hacerlo por él
mismo. Lo obedecí de mala gana cohibida ante su
imponencia y dejé que me arrastrara hasta afuera del
apartamento en donde un Aston Martin adornaba la entrada
principal. Abrió con rapidez la puerta del copiloto para mí y
luego de ponerse el cinturón y acomodarse a mi lado, hizo
rugir el motor antes de que ambos saliéramos disparados a
una velocidad patéticamente temeraria hacia nuestro
destino.
Los siguientes minutos en ese auto fueron un infierno.
Trataba de ignorar con desesperación la angustia que
amenazaba con consumirme los huesos mientras las luces
de los postes pasaban como flashes a nuestro lado.
Realmente estaba esforzándome por permanecer tranquila,
pero en el momento en el que Nathan se saltó un semáforo
en rojo, supe que mi vida se iba a derrumbar en mil pedazos
cuando llegáramos con los demás chicos.
El chirrido agudo de las llantas del DBS al pegar un frenazo
hizo que saliera disparada con brusquedad hacia delante,
dejando mi rostro a menos de cinco centímetros de la
consola. Nathan me dedicó una pequeña mirada de
disculpas y se sacó el cinturón, antes de salir del auto y
correr para abrirme la puerta del copiloto. Lo miré
desorientada durante un par de segundos, pero al instante
me quedé petrificada al ser relativamente consciente del
lugar en donde nos encontrábamos. Mi corazón se aceleró.
Niam.
—¿Qué hacemos aquí? — Inquirí saliendo del auto con la
voz ronca sin poder lograr mantener la calma. Nathan se
limitó a observarme con cautela mientras yo asimilaba lo
que estaba pasando— ¡Maldición, Nathan! ¡¿Por qué me
trajiste a un hospital?!
Sus ojos verdes, ahora ligeramente opacos, me estudiaron
con extrema ansiedad, pero se rehusaron a brindarme
algún tipo de información. No pensaba quedarme allí a
esperar por su respuesta. Contuve las lágrimas que se
habían formado adentro de mis ojos y, con un enorme nudo
quemándome la garganta, eché a correr pasillo adentro
hacia la sala de emergencias. Escuché a Nathan gritar mi
nombre.
Las imágenes pasaban frente a mis ojos como en cámara
lenta y las personas parecían sombras borrosas mientras
corría y Nathan trataba de alcanzarme entre las camillas y
enfermeros. Mi corazón me golpeaba con tanta fuerza el
pecho que apenas podía respirar.
Fui vagamente consciente de dónde nos encontrábamos
los dos hasta que la voz de Tyler me hizo salir de golpe de
mi ensimismamiento y sus fuertes brazos se envolvieron
alrededor de mi torso, empezando a sollozar como un niño
pequeño contra mi piel.
Jadeé de pánico ante su reacción y aferré mis brazos
alrededor de su espalda, con todas mis terminaciones
nerviosas colapsando de terror.
—Es Keegan— sollozó con la voz temblorosa contra mi
hombro empapado por sus lágrimas— Iba hacia la
discoteca y ha sufrido un accidente... Está en cirugía y es
posible que no pueda sobrevivir.
El corazón se me hizo un puño contra el pecho
dolorosamente y todas mis articulaciones empezaron a
temblar. ¿Qué...? No. Sacudí la cabeza. Me rehusaba a
creerlo rotundamente. Las lágrimas escaparon de mis ojos
sin más remedio y empecé a sollozar y a retorcerme con
violencia contra el torso de mi hermano mientras él me
aferraba con fuerza a su cuerpo tratando de amortiguar mi
incipiente pérdida de control.
—¡No es cierto! — grité con incredulidad y empecé a ser
presa de un ataque nervioso— ¡Keegan no, es imposible!
La angustia empezó a cerrarme la garganta mientras el aire
se me iba de los pulmones y la habitación empezaba a
girar. Tyler se alejó de mi cuerpo sin saber qué hacer para
calmarme mientras yo lo golpeaba para que me dijera que
lo que acababa de decir no era cierto.
—Ya, cálmate...— trató de conciliar.
—¡No, Tyler! — me estaba perdiendo.
Y, de pronto, como un paracaídas, otros brazos fuertes y
cálidos se envolvieron a mi alrededor mientras yo me
retorcía contra su torso, sujetándome la cabeza con ambas
manos.
—Ángel...— susurró esa voz grave y seductora que tanto me
gustaba y sus palabras llegaron hasta mi oído como una
súplica dolorosa— Por favor, detente.
Enseguida me dejé caer entre sus brazos llena de angustia
y sentí cómo Nathan me levantaba del suelo sin ningún tipo
de dificultad para apretarme con firmeza contra su torso.
Mi cuerpo se hizo un puño de lágrimas contra él y me dejé
sucumbir mientras Nathan enterrada sus largos dedos en
mi piel y nos movía hacia una de las bancas del hospital. De
pronto me encontré sobre su regazo, con su aliento
bailando suavemente contra la piel de mi mejilla y envuelta
por el calor de su cuerpo.
Cerré los ojos con fuerza y me aferré con desesperación a
sus brazos mientras trataba de ahogar mis sollozos contra
su pecho. A lo lejos escuché el sordo murmulló y taconeó
de Niam al entrar corriendo a la habitación y un extraño
alivio, poco reconfortante, me invadió al saber que ella
estaba bien.
—¿Qué ha pasado? — la escuché decir con la voz acelerada
en algún extremo del salón. Y luego otro gran conjunto de
susurros volvieron a invadirnos y me encogí, tirando de la
camisa de Nathan hacia mi cuerpo.
—¿Megan? — su suave voz me hizo levantar la vista y me
encontré con los cristalinos ojos de Niam mirándome con
compasión. Las lágrimas volvieron a desbordarse por mis
ojos apenas enfocaron su pálido rostro y Nathan aumentó
su agarre sobre mi cintura como si predijera que iba a
destrozarme.
—Hey, no llores— murmuró Niam conteniendo sus propias
lágrimas y se acuchilló frente a nosotros, apoyando su
mano en mi rodilla desnuda— Sabes que Keegan es un
chico fuerte. Va a salir de esta situación antes de que haya
empezado.
Divisé con dificultad la figura de Brent y Dominic abrazando
a mi hermano al otro extremo del salón y le asentí a Niam
sin mucha seguridad mientras luchaba por tragar el enorme
nudo de angustia que se había formado en mi garganta.
Ella alzó la vista y le dedicó a Nathan una sonrisa cariñosa
antes de levantarse y dirigirse hacia Tyler, haciendo que yo
volviera a hundir mi cara en el cuello del ángel que me
estaba reconfortando mientras mis nudillos, ahora
completamente blancos, amenazaban con partirle la
camiseta en dos.
Los siguientes minutos en la sala de emergencias pasaron
con tanta lentitud que estuve a punto de lanzarme por la
ventana. Nathan había mantenido sus brazos firmes y
protectores alrededor de mi cuerpo y no hizo ademán de
empezar una conversación mientras me acunaba junto a su
torso. Por suerte mis padres se encontraban en ese
momento fuera de la ciudad por una cuestión de negocios.
No quería ver la expresión de horror en sus caras al recibir
una noticia así.
—¿Son los familiares de Keegan Kerssies?
Mis ojos se abrieron al instante en el que un médico de
mediana edad se acercaba con una libreta y una toalla
blanca entre sus manos. Me levanté del regazo de Nathan
de un salto y corrí hacia el doctor junto a Tyler y Niam, que
lo miraban temerosos. Los demás chicos se nos unieron
enseguida.
—¿Cómo está? — inquirió mi hermano con una súplica
piadosa mientras sus ojos se humedecían a punto de volver
a romper en llanto. El hombre canoso le pasó una mano
sobre el hombro y lo animó cariñosamente.
—Vivo— respondió con una sonrisa en los labios y su
cortante frase hizo que el alivio me inundara los pulmones,
permitiéndome volver respirar libremente.
Vivo.
Tyler se llevó ambas manos a la cabeza y las lágrimas se le
volvieron a escapar.
—¿Es en serio? Pero cuando llegó usted dijo...
El médico asintió.
—Tuvimos que intervenirlo quirúrgicamente a causa de un
cristal en su garganta que amenazaba con dañarle
severamente la aorta, pero todo ha salido de manera
increíble. De hecho, esperamos que despierte en un par de
horas. Keegan no piensa irse a ninguna parte.
Tyler se abalanzó sobre del médico para abrazarlo sin dejar
de llorar y yo suspiré agradecida mientras miraba como la
felicidad volvía a teñir de marrón los ojos de mi hermano.
Así como lo había insinuado el doctor, Keegan despertó
aproximadamente tres horas después de la cirugía y todos
nos habíamos mantenido allí en la sala de emergencias
esperando ese momento. Tenía varias cortadas y
moretones en su rostro y pecho, una venda blanca le cubría
parte de la nuca hasta descender por su espalda, y su brazo
derecho estaba enyesado hasta la muñeca. Sus ojos se
iluminaron al vernos entrar a la habitación y no pude evitar
volver a llorar de alegría cuando vi a Tyler correr hasta
nuestro hermano menor.
—Joder, cabrón. ¡Te golpearía si no hubieras estado a punto
de morir! — inquirió arrodillándose a su lado mientras
Keegan reía tosiendo y arrugaba la cara a causa del dolor.
—¿Papá y mamá lo saben? — preguntó un tanto
preocupado y Tyler sacudió la cabeza.
—Estábamos esperando a que tú despertaras. ¿Cómo
carajo ha sucedido?
Kee arrugó la frente con un poco de confusión y luego negó
con la cabeza.
—Solo perdí el control del auto— concluyó.
Arrugué la cara.
—¿Simplemente así?
No tenía sentido.
—Sí.
Tyler y yo nos miramos en silencio durante unos segundos
mientras analizábamos con detenimiento sus palabras.
Keegan era un experto en lo que a fiestas y autos se refería.
Perder el control de un auto no estaba entre su lista de
posibilidades. No en lo que a mí concierne.
—Bien.
Luego de un largo interrogatorio sobre el accidente y de
ponernos de acuerdo de cómo sería la mejor forma para
darles la noticia a papá y a mamá sin provocarles un ataque
cardíaco, ambos salimos de la habitación de Keegan
abrazados y con una enorme sonrisa de alivio
iluminándonos el rostro. Niam y los demás chicos se
pusieron de pie al mirarnos y se acercaron en silencio.
—¿Y? ¿Qué tal está?
—Increíble— le respondí a Niam lanzándole los brazos al
cuello y ella me abrazó con fuerza, levantándome del piso.
Jamás me había sentido tan aliviada en toda mi vida. Era
como volver a nacer, literalmente.
—Hoy va a pasar la noche en observación y posiblemente
mañana por la noche le den de alta— agregó Tyler,
asintiendo y reafirmando mi respuesta.
Dominic intervino con esa típica sonrisa de niño pícaro
embelleciéndole la cara.
—Hablé con el médico como me lo pediste y dice que no
hay problema de que te quedes aquí mientras lo tengan en
observación. Te darán unas cuantas mantas para que
puedas dormir a su lado.
Tyler le sonrió agradecido antes de volverse de nuevo hacia
mí.
—Te llamaré mañana por si hay alguna novedad— Tiró de
mi mano hacia él con cariño y pegó sus aún temblorosos
labios en mi frente con extrema adoración— Cuídate por lo
que más quieras, ¿sí?
Le devolví un abrazo infinito y asentí antes de presionar mi
boca contra su mejilla.
—Lo haré.
Luego deslizó su mirada de mí hasta Nathan y la entrecerró
levemente.
—Al parecer tú y yo tenemos muchas cosas de qué hablar—
Suspiró de mala gana, sacudiendo la cabeza con
resignación— Pero hasta entonces... Has que llegué a casa
a salvo.
Nathan lo miró con expresión seria e infranqueable durante
un par de segundos y, luego de asentir, me sacó de la mano
de la sala de emergencias bajo la mirada sorprendida de
todos los presentes y la mía.
Sin poner resistencia, dejé que me guiara entre los pasillos
y personas que invadían el hospital e ignoré la alucinante
sensación de felicidad que me invadió con el solo hecho de
tener sus dedos entrelazados con los míos. Había sido un
día extremadamente caótico y apenas si podía creer que mi
mente le diera tanta importancia a esa pequeña acción.
—¿A qué se refería Tyler con que tienen cosas de qué
hablar? — le pregunté con la voz ronca mientras me abría la
puerta del copiloto y me hacía entrar al auto enseguida.
Nathan me sonrió con arrogancia y ocupó el lugar al frente
del volante.
—Supongo que a tu hermano mayor le interesa saber qué
hacíamos ambos solos en tu departamento a las nueve de
la noche.
Una involuntaria sonrisa apareció en mis labios mientras el
rubor me teñía las mejillas de color carmesí. Nathan
encendió su Aston Martin sin apartar su mirada maliciosa y
brillante de mi rostro y ambos nos unimos con demasiada
paciencia al tráfico de la ciudad.
Llegamos a mi departamento mucho antes de que lo
hubiera deseado, a pesar de que Nathan había conducido
bajo el límite de velocidad durante todo el recorrido. Las
calles de Manhattan estaban prácticamente vacías a las
dos de la mañana y mi rostro se había apoyado contra la
ventanilla del auto, exhausto tanto física como
emocionalmente.
De pronto sentí la mano de Nathan acariciarme la mejilla
por un nanosegundo y mis ojos se abrieron sobresaltos al
mirarlo frente a mi rostro.
—Ya llegamos— susurró con cariño sosteniendo la puerta
para mí y me ayudó a salir del auto, apartando el cinturón
de seguridad de un tirón. Me apoyé al instante contra su
cálido torso debido al cansancio y dejé que me guiara hasta
la puerta de mi departamento con sus dos protectores
brazos alrededor de mi cuerpo.
Hundí mi cabeza contra su hombro débilmente mientras
nos deslizábamos por el largo pasillo y gruñí de frustración
al sentir que Nathan me liberaba de su cuerpo. Sus labios
dejaron escapar una grave risa ronca que me hizo empezar
a soñar despierta.
—¿Crees que puedes subir las escaleras sola?
Inquirió con algo de preocupación y nos detuvo frente a mi
puerta principal. Yo sacudí la cabeza, obligándome a abrir
los ojos y romper nuestro contacto físico a regañadientes.
Me estudió con atención, pendiente de que no me cayera, y
se mantuvo inmóvil a mi lado hasta que después de varios
intentos fallidos fui capaz de abrir la puerta principal.
Demonios. Seguía temblando.
—Gracias por traerme— susurré girándome hacia él y su
apuesto rostro me respondió con una encantadora sonrisa.
—Fue un placer.
Dio un paso firme hacia mi cuerpo hundiendo su mano en
el pelo de mi nuca y sus cálidos labios rozaron mi frente
con cariño. Cerré los ojos con fuerza al instante, sintiendo
de repente el calor abrumador de tu tacto recorrerme a toda
velocidad. Tuve que aferrarme al dobladillo de su camisa
para no caer de rodillas al suelo. Me sentía tan
extremadamente necesitada de su cercanía que no lo
quería dejar escapar.
Sus labios se despegaron con suavidad de mi frente antes
de que intentara poner distancia entre los dos. Su rostro se
movió hacia abajo y mis dedos hechos un puño contra la
tela que cubría su amplio pectoral lo sostuvieron con más
fuerza.
—¿Qué pasa? — inquirió con la voz repentinamente grave y
apoyó su frente contra la mía.
Levanté la vista para encontrarme con el verde oscuro de
su mirada, pero sus perfectos labios entreabiertos a la
altura de mis ojos me hicieron contener con brusquedad la
respiración. Tragué saliva con fuerza y dejé que mis dedos
se deslizaran hasta la tela que cubría su abdomen.
Nathan respiró con pesadez.
—Gracias— volví a repetir y de repente mi corazón empezó
a bombear violentamente contra mi pecho, incapaz de
mantener la calma a tan pocos centímetros de su boca.
Sentí la sangre quemarme dentro de las venas mientras mi
mente se nublaba y su superficial respiración me acariciaba
la piel del rostro entrecortadamente. Me había quedado en
blanco, sin saber qué hacer. Mis manos seguían temblando
ahora con más fuerza contra su vientre, pero el sentimiento
de anticipación en mi pecho era muy distinto.
No tuve que esperar mucho tiempo para que Nathan
reaccionara. Casi como si me lo estuviera imaginando, sus
ojos brillantes, ardientes de determinación, se conectaron
con los míos y lo sentí descender hasta mi boca con
avidez. Los músculos de mi cuerpo se contrajeron ante su
cercanía y mis labios ansiosos por los suyos se abrieron en
respuesta con un gemido al sentir el suave roce de su
lengua contra mi piel antes de que sus tentadores labios
coalicionaran contra los míos.
Mi cuerpo se estremeció, obligando a mis brazos a
sostenerse con más fuerza de su camisa y una de sus
manos se enterró en la piel de mi cintura mientras me
arrastraba hacia su torso. No había un centímetro de aire
entre los dos mientras Nathan hundía su mano libre entre
los mechones despeinados de mi cabello y me presionaba
contra la pared del pasillo. Gemí entre sus labios,
empujando mi lengua salvajemente contra la suya y la parte
inferior de su cuerpo se presionó de una manera
embriagante contra la mía cuando Nathan hizo descender
una de sus manos y envolvió mi muslo a la altura de su
cintura.
Ya no había marcha atrás. Había presionado el acelerador
con tanta fuerza que el freno de manos había quedado
inservible. Sus labios devoraban los míos con tanta
intensidad que el roce abrasador de nuestro aliento se
tornaba exquisitamente doloroso. Mis manos se envolvían
en su cabello de manera ansiosa para luego descender
sobre sus hombros y acabara tirando firmemente de sus
caderas hacia mí.
Estábamos perdidos en una guerra asfixiante de manos,
labios y dientes, donde Nathan trataba de robarme el
aliento mientras yo buscaba hacer lo mismo con él.
Tiré de su camisa con fuerza para acercarlo más a mí y un
gruñido grave y gutural escapó de sus labios hinchados.
Antes de que mi mente pudiera predecirlo, sus brazos me
apartaron de su cuerpo y de repente había una distancia
considerable entre los dos. Jadeé ante la pérdida de su
boca y lo miré con la respiración entrecortada.
Completamente aturdida.
Su cabello estaba revuelto, sus labios lucían demasiado
rojos y sus ojos, que recordaba perfectamente verdes,
ahora se habían convertido en dos esferas turbias cegadas
por el deseo.
Nathan me devolvió una mirada llena de angustia y, sin
atreverse a decir nada o mirarme de nuevo a los ojos, se
mordisqueó el labio inferior con fuerza antes de
desaparecer a toda prisa por el pasillo que llevaba afuera
de mi departamento. Dejándome sola, confundida y
jadeante. Con la culpa empezando a burbujear desde lo
más profundo de mi ser.
:.Capítulo 16.:
"Donde reina el amor, sobran las leyes". -Platón.
>> <<
No había podido dormir esa noche. Y si les dijera que dormí
la siguiente, mentiría. Mi vida había dado un giro de noventa
grados y la culpabilidad amenazaba con partirme el
corazón. No había vuelto a saber nada de Nathan desde
esa noche y, aunque resultara contradictorio, entre más
tiempo pasaba lejos de su angelical rostro, más ansiedad
sufría por querer mirarlo. Mi mente estaba tan ajena de lo
que le sucedía a mi cuerpo que en ciertos momentos me
sentía como dos personas completamente diferentes.
Ander conocía a esa chica linda, que amaba modelar y
pasar con su mejor amiga de compras o en el gimnasio. Sí.
La superficial. Y Nathan por un lado muy opuesto, conocía
a la chica torpe, divertida y asustadiza, que amaba viajar
con él en motocicleta y que realmente no sabía si modelar
era lo que la apasionaba. Mi cuerpo y cerebro habían
trabajado de una manera completamente distinta cuando
estaba al lado de alguno de ellos y sabía que en el
momento de estar los tres juntos de nuevo, todo mi
sistema neurológico iba a colapsar.
—¡Joder Megan, despierta! — gritó Niam lanzándome una
toalla sudada a la cabeza, haciendo que saliera de golpe de
mis pensamientos.
Le devolví la toalla con un gesto de asco y ella me estudió
con preocupación mientras volvía a reanudar la caminadora
en la que estaba parada.
—¿Puedes explicarme qué te sucede últimamente? Has
estado ida desde la última vez que te vi en el hospital.
Me subí a una bicicleta electrónica que estaba a su lado y
suspiré mientras empezaba a pedalear.
Así es. No había tenido las agallas para contarle lo
sucedido a Niam. ¿Cómo podría llegar y decirle que besé a
Nathan McCain siendo todavía el mejor amigo de mi novio?
A Niam le encantaría enterarse, pero yo me sentía como
una verdadera perra por engañarlo.
—¿Megan? — gruñó, revoleando los ojos— Si vas a seguir
así tendremos que llamar a un psicólogo para que venga a
verte.
Sacudí la cabeza y miré a Niam corriendo a un ritmo
constante sobre la caminadora.
—Lo siento, es solo que...
—Estás embarazada— concluyó e hizo que el poco de saliva
que tenía en la boca se me atravesara en la garganta y
empezara a toser.
—¡¿Estás loca?!— inquirí con pánico y su bonito semblante
se relajó de alivio.
—Menos mal— suspiró— Me he roto la cabeza todos estos
días pensando en lo que podría haberte pasado y lo único
que se me ocurrió fue que esperabas un bebé del “Cara de
Barbie...” Por cierto, ¿dónde está?
Anderson era otro tema.
Después de haber cometido el peor error de toda mi vida
con su mejor amigo, me llamó para saber cómo me
encontraba. No era el mejor momento para conversar, pero
se me ocurrió sacar el tema de lo sucedido el lunes con su
llamada telefónica. Al parecer su jefe lo había enviado a
Portland a asegurarse de que toda la maquinaria y luces
para nuestra próxima pasarela estuvieran en buen estado
después de que unos empleados dejaran caer parte de la
plataforma como él lo había predicho días antes. Por ese
motivo no se encontraba aquí. Por eso no había ido a la
sesión fotográfica. Por eso nuestra discusión del lunes...
—¡Lo estás haciendo de nuevo! — inquirió verdaderamente
harta de que me hiciera preguntas y sólo obtuviera silencio
como respuesta. Dejé de matarme los muslos en esa
bicicleta de ejercicios y me volteé hacia ella, dándome por
vencida.
—Promete que si te cuento algo importante no va a salir de
tu boca.
Sus ojos se iluminaron como dos chispas de fuego y ella
también dejó de correr, un tanto agitada.
—Jamás voy a decir algo que tú no quieras que cuente— me
tranquilizó acercándose a donde estaba sentada y
mirándome con precaución— Puedes confiar en mí, lo
sabes.
Y sólo esas palabras necesité para que mis labios se
abrieran y dijeran lo estuve tratando de negar y ocultar
durante tantas horas.
—Besé a Nathan...— susurré con la voz ahogada y me lo
pensé un segundo antes de continuar— O quizá haya sido él
el que me besara a mí.
Un respingo de asombro e incredulidad escapó de los
labios de Niam mientras se sujetaba el pecho con ambas
manos dramáticamente y hacia el ademán de desmayarse.
Revoleé los ojos con diversión mientras su escenita atraía
decenas de miradas en el gimnasio. Me había sacado un
peso de encima al compartirlo con ella, aunque eso no
alivianaba para nada la culpa que seguía suprimiéndome el
pecho.
—¡¿Es en serio?!— gritó saliendo de su estado de shock y se
tiró del pelo como si aún no pudiera asimilarlo.
—¡Cállate! — la tomé del brazo con fuerza y la atraje hacia
mí— Me estoy muriendo de la culpa y no sé qué hacer para
quitarla.
Sus magníficos ojos claros se fijaron en mí con alegría y de
un tirón me sacó a rastras del gimnasio bajo la mirada
curiosa de todos los presentes.
—Meg, creo que ha sido la mejor noticia que me has dado
desde que nos conocemos.
Me lanzó sobre una de las bancas del vestidor de mujeres y
me analizó ansiosa mientras se sentaba en el suelo en
forma de indio, apoyando la cara entre sus manos.
—Necesito que me cuentes todo con lujo de detalles,
¿Cuándo fue? ¿A qué hora? ¿Adónde? ¿Cuánto duró? ¿Qué
sentiste? ¿Hasta dónde te llegó la lengua...?
—¡Entendí! — grité llevándome ambas manos a los oídos y
Niam se echó a reír como una niña.
—¡Habla joder, que me estoy muriendo de la curiosidad!
Tomé aire a como pude y me dispuse a contarle toda la
verdad sobre mi desgracia.
—Fue anoche, luego de llegar del hospital y al frente de mi
casa.
Sus ojos se abrieron emocionados y supe que no iba a
dejarme tranquila hasta que le relatara todo al pie de la
letra.
—¿Duración?
Revoleé los ojos. ¡No estaba tomando el tiempo!
—Unos treinta o cuarenta segundos, no lo sé— sacudí la
cabeza. ¿Era en serio?
—¡Megan! — me regañó— ¿Cómo que no lo sabes? Las
chicas nos enteramos si le gustamos a un chico
dependiendo de la duración y la potencia del beso, ¡creí que
ya lo sabías!
¡¿Es que acaso ya no era obvia la señal cuando metía su
lengua en tu garganta?!
—Niam, tenía la mente muy ocupada en ese momento para
ponerle atención a lo que sucedía alrededor mío— moví los
brazos exasperada y ella frunció sus labios con recelo.
Luego entornó los ojos.
—¿Tipo de beso?
Jadeé al recordar la sensación ardiente de sus labios sobre
los míos a la vez que miles de escalofríos me recorrían el
cuerpo.
Simplemente increíble.
—Me devoró— susurré disimulando una sonrisa y su grito
de júbilo hizo que se me contrajera la cara de dolor.
—¡Mierda, le gustas!
Se puso de pie de un salto y estaba a punto de abalanzarse
sobre mí cuando su móvil empezó a sonar
escandalosamente a nuestro lado. Niam revoleó los ojos,
corriendo hacia su mochila y contestó con algo de
ansiedad y precaución.
—¿Sí?
La miré en silencio mientras revoloteaba de aquí para allá
con el móvil en su oreja y luego sus ojos pícaros y
malévolos se posaron en mí.
—Claro, Megan estará encantada.
¡¿Qué?!
No sabía con quién ni de lo que estaba hablando, pero lo
que me revelaba su expresión no era nada bueno.
—Por supuesto, Tyler. Nos vemos en un par de horas— Y
colgó el celular.
La miré como si acabara de volverse loca, que era bastante
probable, y negué con la cabeza.
—No sé qué cosa le habrás prometido a mi hermano, pero
no pienso acceder a ir a ninguna parte contigo.
Me puse de pie dramáticamente y Niam suspiró,
aparentando estar demasiado agotada.
—Si no sabes de qué se trata, no puedes rechazarlo.
—¡Claro que puedo hacerlo! — le devolví una mirada de
advertencia mientras rebuscada en mi bolso una toalla para
bañarme.
Niam se sentó a mi lado.
—Tus padres regresan de San Francisco esta tarde—
inquirió como si tal cosa y mis ojos viajaron hasta ella
sorprendidos— Al parecer Tyler les contó sobre Keegan y
quieren asegurarse de que él se encuentra bien. Llegan hoy
a las cinco y querían que ambas estuviéramos presentes.
La estudié entrecerrando los ojos con recelo y me crucé de
brazos. Sabía que había algo oculto en ese tono de voz que
no quería revelarme.
—La reunión incluye a Dom, Brent y Nathan, ¿no es así?
Sus hombros se encogieron como si la hubiera atrapado y
luego me miró con determinación.
—No podrás huirle toda la vida.
Y esas palabras me mortificaron la consciencia aun cuando
ambas atravesamos el jardín principal de la casa de mis
padres a las siete de la noche.
—Llegan tarde— inquirió Tyler mientras abría la puerta y nos
daba espacio para entrar. Niam me atravesó con la mirada
como si yo tuviera la culpa y luego cruzó el umbral de la
puerta.
—Megan no sabía qué ponerse— inquirió con enojo e ironía
mientras se adentraba en el salón y Tyler me devolvió una
mirada de incredulidad.
—¿Es en serio?
—¡No! Simplemente... Ya no importa.
Necesitaba esperar un poco más de tiempo para que
cuando llegáramos ellos ya no estuvieran, pero al parecer
Niam se había tomado mi plan de supervivencia demasiado
a pecho. Seguí a mi hermano mayor en silencio hasta el
salón en donde Niam abrazaba cariñosamente a Keegan,
quien ahora lucía los hematomas de su rostro más
definidos y profundos. Todos levantaron la vista apenas
entramos a la estancia, pero la mirada del ángel que estaba
junto a Dominic fue la única que se mantuvo clavada en el
suelo cuando mi madre avanzó para rodearme con sus
brazos a punto de echarse a llorar.
—¡Megan, las estuvimos esperando por casi dos horas! Un
segundo más y me provocarían un ataque al corazón.
La rodeé con mis brazos sin apartar la mirada de Nathan
mientras un dolor intenso me empezaba a aplastar el
corazón. Su indiferencia frívola me había dejado pasmada y
las ganas llorar de mamá se me contagiaron
instantáneamente.
—Lo sentimos. Fue un mal cálculo de tiempo— me alejé de
sus brazos, pestañeando varias veces para que las
lágrimas se mantuvieran adentro de mis ojos y no se me
escaparan— ¿Tyler los llamó temprano?
Mi padre asintió antes de acercarse y estrecharme entre
sus brazos protectores.
—Fue bastante directo, pero dijo lo necesario— farfulló,
arrugando la frente con enojo— Aunque no les vamos a
negar que su costumbre para dar noticias nos tiene
bastantes molestos.
—¿A qué te refieres?
—¿A qué? — inquirió mamá indignada mientras se sentada
al lado de Keegan y lo atraía cariñosamente hacia ella—
Siempre esperan hasta que alguno de ustedes esté fuera de
peligro para dignarse a llamar, ¿qué pasa con eso?
Tyler se echó a reír como un niño.
—¿Y qué esperaban? ¿Qué los llamemos en plena angustia
cuando ustedes están a kilómetros de distancia? Yo creo
que no.
Sonreí con diversión ante su obvia respuesta. Ese siempre
era su punto. Si pudiera recordar la vez que tuvimos el
accidente en motocicleta hace un año, sería una buena
anécdota para este momento. Pasé más de dos semanas
internada en el hospital y hasta que me dieron de alta, ellos
se mantuvieron al margen de la situación.
—¿Ya conociste al novio de Megan? — inquirió mi padre a
Tyler mientras me arrastraba de la mano a uno de los
sillones del salón. Nathan levantó la mirada hacia mí
cuando el brazo de mi padre me dejó empotrada a su lado y
tuve que apretar los labios con fuerza para reprimir un
gritito de terror.
—No— respondió Tyler como si no fuera la gran cosa
mientras la respiración se me cortaba y la cabeza me daba
vueltas sin parar— De hecho, no he escuchado nada sobre
él.
Keegan gruñó, revoleando los ojos.
—Se conocieron en la agencia por accidente. No hay
demasiado para decir...
Apreté los labios con fuerza, contrayendo los muslos, y
esperé a que la obvia pregunta se escapara de los labios de
mi madre.
—¿Dónde está?
Levanté la vista hacia ella, removiéndome incomoda y sin
saber qué decir. Tratando de ignorar con desesperación el
roce del muslo de Nathan contra mi piel desnuda.
—En Portland— gimoteé.
—¿En serio? ¿Qué hace allá?
Las palabras acusadoras de mi padre hicieron que un sudor
frío me empañara la frente. ¡No quería tener esta
conversación con Nathan aquí!
Niam intervino en mi ayuda.
—Lo han enviado a preparar la plataforma para nuestra
próxima pasarela. Ya saben como son de exigentes los
organizadores.
Mis padres se miraron asintiendo por un momento y yo le
agradecí a mi salvadora dibujando las palabras mudas con
los labios. Ella sonrió.
Los siguientes minutos estuvieron centrados en Keegan y
su brazo roto, que al parecer había sido lo más grave que el
aparatoso accidente le había ocasionado, aparte de la
cortada al lado izquierdo de su cuello y los dolorosos
hematomas que le cubrían su apuesto rostro. Me mantuve
al igual que Nathan con la mirada sobre el mármol blanco
del suelo y las manos entrelazadas en el regazo, mientras
me obligaba a bloquear el increíble olor de su piel. Podía
escuchar la respiración pausada de su cuerpo junto al mío
mientras una burbuja de tensión nos envolvía a ambos en
un asfixiante ambiente.
—¡A la mesa! — inquirió mi madre, poniéndose de pie de un
salto y haciendo que ambos nos sobresaltáramos
enseguida. Me llevé una mano al pecho, tratando de
reponerme del susto y ella nos sonrió apenada,
dedicándonos una sincera mirada de disculpas.
Claro. Como si eso ayudara de algo.
:.Capítulo 17.:
"Quien quiere de verdad quiere en silencio, con hechos,
nunca con palabras". -Carlos Ruiz Zafón.
>> <<
Si había sido incómodo estar sentada junto a Nathan en el
sofá, había sido tremendamente acongojante estar frente a
él en la mesa del comedor.
Era como si el destino quisiera burlarse de nosotros y
acomodara todo a la perfección para que tuviéramos que
mirarnos en los momentos más inoportunos. La mirada de
angustia no había abandonado su apuesto rostro desde la
última vez que lo vi, y sabía perfectamente que él podía
notar la expresión de culpabilidad que inundaba mi
semblante cada vez que nuestros ojos se cruzaban.
—Entonces Nathan, nos estabas contando que tus padres
regresarán a Estados Unidos por el cumpleaños de tu
hermano menor, ¿no es así?
Mi mirada ascendió curiosa hasta el rostro de mi padre
mientras trataba de disimular con dificultad la tensión que
los temas relacionados con Nathan me causaban.
—Así es— susurró mirando el plato de comida como si no
tuviera ganas de hablar del tema y el estómago se me
revolvió. Su culpa inminente me hacía sentir todavía más
culpable.
Miré a Niam por el rabillo del ojo y ella me devolvió una
mirada compasiva.
—¿Cuántos años tiene el niño? — inquirió mamá llevándose
una copa a los labios y Brent intervino en la conversación.
—Anthony va a cumplir siete años— respondió con una
sonrisa, como todo buen chico orgulloso de su hermano
menor— Es la imagen viva de Nathan y dice que cuando
crezca quiere ser como él.
Sonreí con ternura al escuchar esas palabras y miré a
Nathan, quien seguía jugueteando con el flan sin probar
bocado. Suspiré, sintiéndome de pronto muy enferma y me
llevé una mano a la boca antes de ponerme de pie.
Su mirada clara al fin ascendió hasta mí, pero la esquivé
inmediatamente.
—Megan, ¿estás bien? — escupió Tyler preocupado,
haciendo el ademán de pararse.
Le indiqué con la mano libre que se quedara tranquilo.
—Son solo un poco de... náuseas— arrugué la cara al sentir
la comida querer escaparse por mi boca— Voy a tomar aire,
no se preocupen.
Y sin esperar a que nadie respondiera, corrí fuera del
comedor hasta el baño más cercano que encontré en ese
momento. Cerré la puerta a mis espaldas sintiéndome fatal
y me apoyé en el frío granito de los lavados del baño. Tenía
que encontrar una forma de sacarme a Nathan McCain de
la cabeza. Y fuera lo que fuera, debía de ponerlo en práctica
rápido.
Levanté la vista y me encontré con el pálido reflejo de mi
rostro en el espejo. Tenía los labios secos y temblorosos
mientras unas bolsas enormes me enmarcaban los ojos
avellana. Gemí de agotamiento, abriendo el grifo y me
humedecí la cara con lentitud. Las náuseas se habían
reducido progresivamente al no tener la expresión culpable
de Nathan frente a mis ojos por unos minutos y la angustia
de los días pasados había vuelto a su nivel normal mientras
me esforzaba por contenerla y evitar que en cualquier
momento me invadiera hasta asfixiarme.
Unos golpes intensos en la puerta del baño me hicieron
volver a la realidad.
—¡Ya voy! — inquirí dándome una última mirada en el
espejo, tratando de que mi desaliñado aspecto no fuera tan
evidente a la hora de salir.
Me humedecí los labios, me pellizqué las mejillas y me
liberé el pelo sobre los hombros antes de cruzar la puerta a
toda prisa y rebotar contra un firme torso que hizo que se
me doblaran las rodillas al captar ese ya conocido olor.
—¿Qué haces aquí? — le exigí sobresaltada mientras
trataba de luchar contra sus fuertes brazos que se
rehusaban en liberarme. Nathan me apoyó contra la pared
del pasillo, tomándome de las muñecas con fuerza y
evitando con su enorme cuerpo que pudiera ir a algún lugar.
—Maldición Megan, no entiendo qué demonios estás
haciendo conmigo— ladró pegando su torso a mi cuerpo e
hizo que la respiración se me atascara en la garganta. Me
revolví bajo su pecho con ansiedad mientras una oleada de
fuego me quemaba las venas.
—Nathan...— jadeé con la voz ahogada y él me respondió
con un gruñido de satisfacción.
—Lo sé, nena. A mí también me pasa lo mismo.
Y antes de que pudiera evitarlo, nuestras bocas
colisionaron de nuevo la una con la otra mientras él me
liberaba las manos y me empotraba todavía con más fuerza
contra la pared. Gemí contra sus labios de pura felicidad,
enredando los dedos en su pelo lacio y dejé que él me
estrechara contra su torso mientras sus manos evitaban
que fuera a desvanecerme en el suelo a causa de su asalto.
Era tan ardiente que me dejaba sin aliento. Su boca me
tomaba con una pasión y deseo inexplicable mientras su
lengua empujaba contra la mía una y otra vez.
De repente me encontraba suplicando que no se detuviera.
Necesitaba tener su boca pegada a la mía para que la
sensación de que estábamos haciendo mal no se
interpusiera entre lo jodidamente bien que esto se sentía.
Sus manos se encontraban dibujando la curva firme de mis
caderas mientras mis dedos parecían cada vez más
ansiosos y se presionaban sobre cada músculo que se iba
resaltando en su pecho.
Sentí sus dedos deslizarse por mis muslos con avidez para
llegar al dobladillo de mi vestido cuando unas voces
amortiguadas se aproximaron e hicieron que ambos
diéramos un paso atrás, con la respiración entrecortada y
los labios hinchados por tanta intensidad.
Lo miré con horror y me alisé a toda velocidad el cabello sin
poder creer lo inconsciente que habíamos sido ambos al
besarnos en pleno pasillo. Nathan me dedicó una sonrisa
devastadora, antes de acomodarse el cuello de su camisa y
entrar al baño como si su lengua no acabara de estar en la
boca de la novia de su mejor amigo.
—¿Ya te sientes mejor?
Dejé escapar un gritito ahogado y chillante al escuchar la
voz de Tyler a unos metros de mi cuerpo. Me volteé hacia él
con el corazón a punto de partirme las costillas por la mitad
mientras trataba de controlar con desesperación el calor
abrumante que Nathan había provocado en mi cuerpo hace
unos segundos. Niam asomó su bonita cabeza por encima
del hombro de mi hermano para saber qué pasaba.
—Estoy genial— le respondí con demasiada rapidez y me
sorprendí al no ser capaz de reconocer el tono grave de mi
propia voz.
Tyler me miró enarcando una de sus cejas, incrédulo, y
Niam lo sujetó del hombro con cariño.
—Al menos ya le volvió el color a las mejillas— me dio un
repaso con la mirada, asintiendo satisfactoriamente—
Demasiado color diría yo...
Su mirada maliciosa, como si pudiera ver dentro de mi
cabeza lo que había pasado, me hizo encogerme contra la
pared a la que aún estaba pegada.
—¿Todo va bien?
Papá apareció atrás de la esbelta figura de Niam,
acompañado de mamá y de Brent que nos miraban
inquisidores. Asentí con la cabeza rápidamente,
sonriéndoles con tensión, mientras les rogaba a todos los
dioses que a Nathan no se le ocurriera salir del baño en ese
momento.
—¡Tyler, ven a ver!
Gritaron al unísono las voces de Keegan y Dominic desde el
salón, haciendo que todos nos volteáramos por inercia
hacia la salida del pasillo. Miré a mis padres encogiéndome
de hombros con curiosidad y antes de que a alguno se le
ocurriera hacer otra pregunta sobre mi estado de salud o el
paradero de Nathan, me escabullí por el largo pasadizo
iluminado hasta encontrarme a salvo en la estancia junto a
Dom y Keegan que miraban televisión.
Me lancé al lado del ángel rubio, sintiéndome finalmente
tranquila luego de mi pasado interrogatorio y los acompañé
en su aburrido pasatiempo, tratando de entender en qué
demonios estaban tan sumidos mientras los demás
empezaban a llegar.
—¿Qué sucede? — inquirió mi hermano mayor, apoyándose
en el respaldo del sofá mientras estudiaba la pantalla con
detenimiento. Mis padres se adentraron en la cocina sin
ponernos mucha atención y Niam y Brent se nos unieron en
los demás sillones vacíos.
—¿Recuerdas el día en que le enseñaste a Nathan a
conducir motocicleta? — farbulló Dominic con desinterés y
mi rostro se contrajo de pavor. ¡¿Que Tyler había hecho
qué?!
—Por supuesto— respondió, muy orgulloso de sí mismo—
Estuvimos más de cinco horas practicando sin parar. Es un
tipo persistente.
—Así es— lo apoyó Dom, asintiendo con la cabeza— A Nate
le encantaba la jodida moto que habíamos conseguido y
ahora casualmente nos encontramos con una muy
parecida— susurró, señalando con la barbilla la televisión y
mi vista se enfocó como un relámpago en la pantalla.
Comparada con su actual motocicleta— que era
monstruosa— ¿Qué tenía la Honda en especial?
—¿Hablaban de mí?
Las mejillas se me tiñeron de un rojo patéticamente visible
al despegarme del televisor y verlo aparecer por el pasillo
de la estancia en todo su esplendor. Imágenes de su beso
se reproducían en mi mente una y otra vez, haciéndome
contraer los muslos y encogerme contra la piel del sofá,
cohibida.
Una increíble sonrisa maliciosa se coló en sus esculpidos
labios al posar sus ojos chispeantes sobre mí y estuve a
punto de caerme al suelo cuando el muy arrogante caminó
con naturalidad hasta el sofá y se acomodó a mi lado,
rozando toda la parte superior de su muslo con mi piel
sensible y desnuda.
Apreté los labios con fuerza.
—¿Recuerdas esa moto?
Nathan se inclinó hacia adelante, apoyando los brazos en
sus rodillas entreabiertas y frunció el ceño.
—Joder, ¿es una Honda...? — sus hermosos ojos se
inundaron de felicidad.
—¡Igual a la nuestra! — concluyeron Brent y Dominic al
unísono y luego se echaron a reír.
Mi demonio angelical volvió a apoyar la espalda contra el
respaldo y el roce "inconsciente" de su mano sobre la mía,
puso a mi cabeza embriagada a dar vueltas sin parar. El
muy condenado sabía perfectamente lo que estaba
haciendo.
—Dios, han pasado años...— susurró, inmerso en sus
pensamientos— Me fascinaba esa máquina.
—¿Nunca pensaste en comprarte alguna parecida?
La pregunta de Keegan hizo que Nathan sacudiera la
cabeza como si lo acabara de despertar de un largo sueño
y lo mirara con atención.
—No— respondió con demasiada seguridad— Yo quería la
motocicleta con la que aprendí a conducir, no una copia sin
ningún valor sentimental.
Sonreí. Valor sentimental. Eso era lo que diferenciaba las
motos...
El corazón se me hizo un puño en el pecho cuando tomé
ese nuevo significado en mi vida. ¿Y si Nathan con un beso
se había convertido en mi deseada Honda y Ander en mi
motocicleta actual? Joder, ya ni sabía de lo que estaba
hablando...
—Megan, ¿a ti qué te parece?
Levanté la vista, pestañeando varias veces, y me encontré
con la mirada curiosa de Tyler fija en mi rostro. Fruncí el
ceño sin saber a lo que se refería y Niam se echó a reír.
—Ha pasado perdida en su mente durante las últimas
cuarenta y ocho horas. No le des mucha importancia—
explicó.
La miré mal.
—Como sea— Tyler volvió a reclamar nuestra atención,
moviéndose exasperado— Los chicos y yo queremos hacer
una noche de películas, ¿tú qué dices?
—¿Cuándo? — pregunté con la voz recelosa. ¡Tenía que huir
de Nathan los más rápido posible, no pasar toda una noche
despierta viendo películas con él! Apuesto mi dolorido y
culpable corazón a que esto fue idea de mi diabólica mejor
amiga. Me lo estaban poniendo jodidamente difícil.
—Hoy— concluyó como si fuera algo obvio y mis ojos se
salieron de sus órbitas.
—Pero...— Demonios. ¿Qué podía decir?
—Pero nada— interrumpió Keegan, removiéndose contra el
sofá con un gesto de dolor— No puedo salir de la casa
durante un par de días, así que ustedes tienen que
acompañarme. Además, si es por tu ropa, aún hay un par de
cosas tuyas por aquí...
Apreté los labios y maldije mentalmente. Mi fantástica idea
de dejar ropa y objetos personales de repuesto en casa de
mis padres por cualquier emergencia, ahora me parecía una
verdadera estupidez.
—Y yo puedo ponerme alguna de tus batas de dormir— lo
apoyó Niam mostrándose animada y Dominic le sonrió con
picardía, haciendo que sus pálidas mejillas se tornaran
rojas. ¿Ok? Ahora sí que me moría de curiosidad.
—¿Y adónde vamos a dormir? — Suspiré, bastante
desanimada.
Mi cara de depresión no podía revelar mejor mi estado de
ánimo por quedarme en casa de mis padres mientras me
esforzaba por rebuscar en mi cerebro cualquier tipo de
pretexto para irme.
Keegan resopló de mala gana.
—¡¿Acaso importa?!
Lo miré con obviedad.
—¡Claro que sí! — bufé, revoleando los ojos e ignorando con
dificultad la sonrisa triunfadora de Niam al otro extremo del
salón— Las... camas no son lo suficientemente grandes—
balbuceé lo primero que se me vino a la mente,
arrepintiéndome enseguida. Tyler se echó a reír como un
completo maniático.
—¿Las camas no son lo suficientemente grandes? — se
llevó una mano al pecho antes de tomar una amplia
bocanada de aire— Oh Dios Meg, ¿Qué bicho te picó?
¿Que qué bicho? ¡Que le pregunte a su querido amigo
Nathan!
Niam apretó los labios para evitar echarse a reír como si
supiera lo que estaba pensando y yo la fulminé con la
mirada, dejando caer los hombros con resignación. ¿Qué
caso tenía? Podría inventarme cualquier excusa para no
dormir esa noche allí y ellos siempre encontrarían una
forma de contradecirme.
Dejé caer mi cuerpo fatigado contra el respaldo del sofá y
cerré los ojos.
—Bien— accedí, dándome por vencida— Pero ni se les
ocurra mezclar el refresco con las palomitas.
Keegan dejó escapar un grito de júbilo, acompañado por la
efusiva celebración de Dominic que me demolió contra su
pecho. Niam se echó a reír con diversión y se puso de pie
de un salto antes de tender una de sus delicadas manos
hacia mí. La tomé sin reproche, ignorando su mirada
maliciosa.
—Nosotras vamos a cambiarnos, ustedes busquen las
películas y hagan algo de comer— tiró de mi cuerpo con
efusividad hacia las escaleras y Dom revoleó los ojos con
diversión antes de hacerle una reverencia juguetonamente.
—¿Algo más?
Niam se detuvo a medio camino, volteándose para
fulminarlo con la mirada.
—Dímelo tú— lo provocó con desdén y me arrastró
escaleras arriba hasta que ambas nos adentramos en mi
antigua habitación.
Tiró la puerta a nuestras espaldas y me miró con sus ojos
muy abiertos.
:.Capítulo 18.:
"Estás viviendo los únicos momentos que merece la pena
vivir... En el amor, hasta las fieras se vuelven divinas". -
Yasmina Khadra.
>> <<
—Quiero que me cuentes todo ahora mismo.
Inquirió mirándome con demasiada ansiedad mientras se
dirigía hacia la cama repleta de almohadones que adornaba
mi habitación teñida de lila. La miré en silencio durante un
par de segundos sin saber a lo que se refería con todo, y
esperé pacientemente a que de su boca salieran las
palabras.
Su mirada se entrelazó con la mía durante un par de
segundos, antes de que gruñera impaciente, lanzándose
sobre la cama.
—¡Hablo de Nathan y tú! — soltó, moviendo sus manos
exasperada y luego disminuyó su tono de voz al ver la cara
de pánico que puse en ese momento al pensar que alguno
de los chicos podría escucharnos— Sobre lo que sucedió
hace poco en el baño— concluyó, silenciosamente.
Mis labios se abrieron durante un momento con sorpresa y
al instante se volvieron a cerrar. ¿Cómo carajo se había
dado cuenta? ¿Acaso Nathan había dicho que se dirigía al
baño cuándo salió del comedor?
Me llevé una mano a la frente, mordisqueándome el labio
con demasiada fuerza, y caminé en silencio hasta la
cómoda que se encontraba en la pared del fondo para abrir
los cajones en busca de algo para ponerlos. Niam se irguió
sobre la cama, entrecerrando los ojos, sin querer ser una
buena amiga y dejar pasar mi silencio como respuesta.
—¿No vas a contarme nada? — susurró con curiosidad,
moviendo sus cejas de arriba a abajo sugestivamente, y
supe enseguida que su pervertida mente debía de estarse
haciendo una idea bastante... errónea de lo que pudo
suceder entre nosotros en el baño.
Hundí mis dedos temblorosos dentro de unos de los
cajones corredizos y saqué una diminuta licra verde antes
de mirarla.
—Nos besamos— le confesé apretando los dientes para
nada orgullosa de admirarlo en voz alta y Niam dejó
escapar un ruidito ahogado— No digas nada, por favor.
Sus ojos chispearon de alegría y tuvo que llevarse ambas
manos a la boca para que no la escucharan gritar. Se dejó
caer de nuevo sobre las sábanas y empezó a reír como una
niña entusiasmada.
—¡Esto es fantástico! — farbulló tomando una almohada y
sosteniéndola contra su pecho antes de revolverse como
esas adolescentes que parecen estar demasiado
enamoradas— ¿A ti no te resulta terriblemente
apasionante?
La miré en silencio durante unos segundos y luego apreté
los labios. ¿Apasionante? Sí, hasta la locura. Pero la
palabra "fantástico" no describía exactamente la sensación
de culpa que sentía después de que los labios de Nathan
dejaban de rozar los míos. Era como si me importara una
mierda lo que pudiera suceder mientras estaba a su lado,
pero cuando desaparecía de mi vista, todo se tornaba
oscuro y asfixiante como un agujero demoledor.
Le lancé la licra que tenía entre los dedos y me volví hacia
la cómoda sacudiendo la cabeza. Esto era una verdadera
estupidez. Me estaba consiguiendo un pase VIP al infierno
y debía de retener todos mis impulsos antes de que la
situación se me saliera de las manos.
—Ponte eso— gruñí con la voz áspera mientras rebuscada
entre mis antiguas blusas alguna que a Niam le calzara
bien.
Ella se incorporó en silencio al sentir la agresión en mi voz y
me estudió apretando los labios con cautela.
—La estás pasando mal, ¿no es así?
Mis ojos volvieron a chocar contra los suyos y la
compasión que brotaba de ellos me hizo sentir tan frágil
como una bolsa de papel. Tomé una profunda bocanada de
aire, conteniendo toda la frustración que me aplastaba el
pecho y le lancé una miniseta blanca que ella atrapó en el
aire antes de que llegara a aterrizar sobre el colchón.
—¿Qué se supone que debo hacer? — le inquirí como una
súplica, apoyando las manos en el borde de un cajón
abierto— Si Anderson se llega a enterar de lo que ha
pasado, acabaría con una amistad de toda la vida, sin
hablar del daño que eso podría causarle. Niam...— farfullé,
dejando caer los hombros, derrotada— Esto es una jodida
mierda.
Su mirada comprensiva se deslizó por mi rostro desde el
otro externo del cuarto, antes de que se pusiera de pie y
caminara como un ángel silencioso hasta mí.
—Puedo ayudarte— me aseguró con firmeza y un diminuto
atisbo de esperanza se removió en mi interior.
—¿Hablas en serio?
—Por supuesto— me colocó una mano sobre el hombro con
cariño y lo apretó suavemente— Puedo hacer cualquier
cosa que me pidas, Meg. Si lo que quieres es que Nathan
se aleje de ti, estoy más que dispuesta a ayudarte a
conseguirlo.
La estudié en silencio, analizando sus palabras. ¿Eso era lo
que realmente quería? ¿Que Nathan me dejara en paz de
una vez por todas? Me di una bofetada mentalmente.
Estúpida de mí. Claro que no. Lo deseaba, lo deseaba hasta
el nivel de tornarse doloroso, pero quizá así fuera mejor.
Volví a mirar a Niam, asintiendo con la cabeza.
—Nunca me dejes con él a solas y jamás permitas que
Nathan vuelva a tocarme otra vez en su vida— le supliqué.
Luego de una larga charla sobre el tema y de que Niam
intentara hacerme recapacitar sobre mis medidas extremas
para alejarme de él, ambas nos cambiamos en silencio y
bajamos al salón. Niam parecía bastante reacia a ayudarme
con todo esto luego de analizar detenidamente la situación,
pero yo le suplicaba con los ojos que no se le ocurriera
soltarme de la mano ahora que estaba a punto de caer en
un abismo sin salida, al que Nathan muy seductoramente
estaba dispuesto a acompañarme.
—¿Qué carajos te pusiste? — inquirió Keegan desde el sofá
principal mientras me veía bajar por las escaleras con una
enorme bata rosa que me cubría prácticamente hasta los
tobillos.
Sus ojos parduscos me miraron con asco durante todo el
descenso antes de posarse en la figura descubierta y sexy
de Niam que caminaba a mis espaldas.
De repente su mirada de desagrado se transformó.
—Bueno, supongo que, si te ibas a poner algo como eso, no
me molesta ahora tu atuendo de abuelita.
Lo fulminé con la mirada mientras Niam reía y ambas nos
sentábamos en el sofá. Esa exactamente era la idea. Entre
menos piel me viera Nathan, menos ganas tendría de
tocarme... O al menos eso creía yo. Si era necesario tendría
que verme horrible cada vez que me lo encontrara y debía
de ignorarlo hasta hacerlo dudar de su propia existencia.
Era lo único que se me había ocurrido hacer para crear una
barrera entre los dos: mostrarme indiferente. Y en serio
deseaba con todas mis fuerzas que este plan diera
resultado.
—¿Qué carajos te pusiste? — inquirió Tyler bajando las
escaleras con Dominic y su cara de pánico me hizo sentir
de repente cohibida. ¿En serio lucía tan mal?
—Es una bata— le balbuceé ofendida y Tyler rió.
—Y yo espero que se la devuelvas a la pobre ballena a la
que se la robaste. Podríamos meternos todos allí adentro y
aun así sobraría espacio.
Dom dejó escapar una carcajada burlona y Niam tuvo que
meterse un almohadón entre los labios para no explotar de
la risa también. Los miré a todos con una rabia inmensa
contenida y me crucé de brazos. ¿Qué problema tenían con
mi bata? La idea era que no llamara la atención.
—¿De quién nos reímos? — preguntó Brent bajando las
escaleras, acompañado por su distraído hermano menor
quien jugueteaba con su teléfono sin reparar siquiera en los
escalones que tenía frente a su paso.
Me encogí con aprensión contra la piel del sofá para que
ninguno de los dos me observara y la mirada arrogante de
Niam me recordó en silencio que ya era muy tarde para
buscar medidas para separarme de Nathan. No podría
sacármelo de la mente, aunque me hicieran un exorcismo.
—¿Megan? — susurró Brent con la voz temblándole a causa
de la risa y las mejillas se me convirtieron en dos enormes
puntos rojo brillante a causa de la pena.
Me llevé ambas manos a la cara, maldiciendo mi nivel de
estupidez.
—Por favor, solo no me miren.
La risa de todos invadió el salón al instante y yo me encogí
todavía más entre los almohadones al captar ese tono
grave y sensual de voz vibrando junto a las demás risas
alegremente.
Gemí de pura pena, contrayendo los labios con frustración.
—Estás pidiendo demasiado, Kerssies— farfulló la última
persona que quería oír en ese momento y tuve que apretar
los muslos para no echarme a correr. ¿Qué demonios había
hecho? Bastaba con ignorarlo hasta que perdiera la razón.
Aparté con cautela los dedos de mis ojos cuando todas las
voces se amortiguaron y me encontré con su mirada
brillante e imponente fija en mi rostro. Tenía los labios
contraídos para evitar partirse de la risa y los brazos le
colgaban desnudos a cada lado del cuerpo en señal de
relajación. Tyler se puso de pie de un salto, interrumpiendo
mi lento recorrido por su musculatura.
—Bueno, como nos ordenó Niam, escogimos la película e
hicimos de comer— Miró a mi mejor amiga, entrecerrando
los ojos con desaprobación y ella le sonrió con suficiencia—
Ahora ustedes tienen que ir por las bebidas y encargarse
del reproductor.
Me incorporé del sofá, recuperando la compostura lo mejor
que podía.
—¿Qué clase de película escogieron? — quise saber.
Una diminuta y casi imperceptible sonrisa de soberbia
apareció entre los labios del demonio angelical antes de
que la contuviera y la eliminara entre sus dientes. Fruncí la
frente con recelo.
—Nathan nos recomendó una de terror. Al parecer son sus
favoritas— Keegan me tendió la película con un fluido
movimiento y estuve a punto de dejarla caer sobre el sofá,
acompañada por un gritito de pánico— Se llama It, ¿has
oído hablar de ella?
Apreté los labios, sin saber qué responder. ¡Me rehusaba a
verla de nuevo! Y menos por complacer a un arrogante
cabezón.
Nathan me dedicó una amplia y encantadora sonrisa desde
el pie de la escalera como si se tratara de un niño pequeño
que acabara de cometer una fabulosa travesura. ¿Acaso le
resultaba gracioso? ¡Iba a asesinarlo con mis propias
manos!
—Hey, Megan, era la que íbamos a mirar uno de estos días
en tu departamento— Niam me la arrebató de las manos,
interrumpiendo mi guerra de miradas asesinas con
Nathan— Va a ser divertido.
Arrugué la cara.
—No lo creo. Prefiero ver una de comedia.
Ahora fueron todos los demás del salón los que pusieron
cara de querer vomitar.
—¡Claro que no! — Tyler se dirigió hacia la gigantesca
pantalla que colgaba de la pared frente a nosotros y la
encendió— Ya sabes que esas películas en lugar de risa me
provocan cólera, así que dame ese condenado CD.
Y como era de esperarse, se hizo lo que ellos quisieron...
Un silencio sepulcral invadía todo el salón, interrumpido
únicamente por mi respiración temblorosa y el sonido de
las palomitas cuando alguien se las metía a la boca. Me
había acomodado entre los cálidos cuerpos de Tyler y
Brent, desesperada por no entrar en contacto en ningún
momento con Nathan. Él se encontraba al otro extremo del
sofá de lo más tranquilo al lado de Niam.
Tenía que ser sincera. Pasé más pendiente de sus bromas
y conversaciones susurradas, que de la maldita película
que ya estaba a punto a terminar. ¿De qué carajo hablaban
tanto? Y lo más importante, ¡¿Qué le veían de gracioso a la
película?!
Me encogí contra el torso de Brent, volteando la cabeza con
rabia para evitar mirarlos y esperé con los ojos cerrados,
cantando mentalmente mis canciones favoritas, hasta que
los créditos aparecieron. Sentía una llamarada de celos
desmedidos hacerme puré cualquier atisbo de consciencia
mientras la sangre me hervía en el cuerpo.
Volteé por impulso de nuevo la cabeza hacia su dirección
para espiar lo que ahora estaban haciendo y la mano de
Niam sobre el pecho de Nate me hizo rechinar los dientes y
desear con desesperación sentarme entre ellos y no volver
a permitir que se miraran por el resto de sus vidas.
Ella no tenía por qué tocarlo.
Yo… Estaba jodida.
:.Capítulo 19.:
"El amor es intensidad y por esto es una distensión del
tiempo: estira los minutos y los alarga como siglos". -
Octavio Paz.
>> <<
Tyler se desperezó con un gruñido agotado al ponerse de
pie. Me llevé ambas manos a los ojos cuando encendió la
luz y los demás gimieron doloridos al encandilarse.
—Estuvo increíble— subrayó sacando la película del
reproductor y dirigiendo una mirada rápida al otro extremo
del sofá en donde se encontraban Niam y Nathan
platicando— Aunque hubiera estado muchísimo mejor si
ustedes se hubieran callado por al menos quince minutos.
Niam dejó escapar una risa nerviosa y se puso de pie.
—Lo lamento, pero después de unos instantes perdió su
gracia.
Apreté los dientes hasta al punto de hacerme daño en la
mandíbula. ¿Perdió su gracia? ¡Ja! Ya lo creo. Teniendo a
alguien mucho más interesante y apuesto en quién enfocar
toda tu atención...
También me puse de pie, apretando los puños con fuerza.
—Tengo sueño, me voy a dormir.
Tyler arrugó la cara para nada feliz con mi última frase y se
cruzó de brazos, interponiendo su enorme cuerpo en mi
camino hacia las escaleras. Lo miré, contrayendo los labios
en una estrecha línea recta.
—Ni siquiera es media noche, esperaba que pudiéramos ver
otra película juntos.
Tomé una gran bocanada de aire, tratando de ignorar la
súplica dolida que retumbaba en su voz.
—Estoy muy cansada— le mentí pasando mi mano
cariñosamente por su hombro para que comprendiera y me
dejara ir. Parecía un niño haciendo pucheros mientras me
miraba con ojos suplicantes.
Tyler al fin cedió con un suspiro.
—Está bien, pero mañana va otra ronda— inquirió
mirándome de manera autoritaria y dio un paso al lado para
dejarme el camino libre.
Le sonreí, revoleando a los ojos.
—Buenas noches— balbuceé para todos y sin mirar a nadie,
y corrí escaleras arriba deseando no volver a mirar esos
increíbles ojos verdes que ahora me apuñalaban la espalda
con frustración.
El sonido de la puerta al cerrarse hizo que abriera los ojos
levemente justo para ver a Niam cruzar la habitación hasta
mi lado. No sabía cuánto tiempo había dormido después de
encerrarme en el cuarto y maldecir entre dientes por todos
esos sentimientos asfixiantes que Niam y Nathan juntos
me habían producido, pero analizando el silencio y la
oscuridad en toda la casa, suponía que debieron de ser
bastantes.
Se acomodó en mi lado con extremo silencio y luego uno
de sus brazos cayó sobre mí como acostumbraba a hacerlo
cada vez que dormíamos juntas. Dejé escapar el aire que
retenía en los pulmones con un leve suspiro y cerré los ojos
de nuevo para acurrucarme en la cama. Había sido un día
extremadamente largo y ambas debíamos dormir.
—¿Megan?
Me sacudieron con cuidado del hombro, haciendo que me
revolviera entre las sábanas con brusquedad.
—Megan...
Volvieron a susurrar en mi oído con algo de frustración y la
persona que ahora estaba tratando de despertarme con
impaciencia, tiró de mi cuerpo fuertemente.
Solté un jadeo ahogado al abrir los ojos y me encontré con
la brillante mirada de Niam frente a la mía.
—¿Qué carajos sucede? — le pregunté, incorporándome de
golpe en la cama y entrecerrando los ojos para tratar de
mirarla a través de la oscuridad. ¿Qué hora era?
Niam se mordió el labio inferior con nerviosismo y apretó la
cobija con fuerza entre sus dedos.
—Quiero agua— susurró y yo la miré como si acabará de
volverse loca. ¿Era en serio?
—Pues ve y toma— me lancé de nuevo sobre la cama y me
cubrí hasta la cabeza con las sábanas. Estaba molesta.
¿Me despertó solo para decirme que quería agua?
—Es que no lo entiendes— me sacudió de nuevo, haciendo
que volviera a mirarla. Respiré profundamente para retener
el impulso de asfixiarla con las manos— Hace más de
cuatro años que no duermo en esta casa y me da miedo
bajar las escaleras sola después de esa estúpida película.
La miré entornando los ojos con desprecio.
—¡Pero si ni siquiera viste algo! — le reclamé— Estabas muy
ocupaba averiguando qué tan fuerte era el pecho de
Nathan.
Sus ojos chispearon con sorpresa a la vez que retrocedía
levemente.
—¿Estás celosa?
—¡Claro que no! — le escupí poniéndome de pie de un salto
para escapar de su interrogatorio— Estoy molesta porque
no me dejaron ver la película tranquila.
Me saqué por la cabeza la ahora incómoda y
asfixiantemente caliente bata que los chicos habían
detestado, y me quedé con la licra roja y miniseta blanca
que llevaba abajo. Tenía el pelo bañado en sudor,
pegándose a mi cuello y el mal humor por despertarme de
esta manera no ayuda para nada.
Tiré la enorme tela pesada y húmeda sobre la alfombra y
me dirigí hacia la puerta con pasos furiosos.
—Te voy a traer agua, pero si vuelves a despertarme de esa
manera, te asfixiaré con el almohadón que tienes entre las
manos.
Niam dirigió su mirada hacia sus dedos y soltó el
almohadón con un gesto de terror.
—Está bien. Te creo— se volvió a lanzar sobre las sábanas,
llevándose una mano a la frente— Y si encuentras algo de
comer estaría fantástico.
Gruñí y cerré la puerta de un tirón a mis espaldas,
haciéndola rebotar. Niam no tenía caso.
Bajé los escalones con rapidez, agradecida por el
congelante clima que rodeaba el salón, que disminuyó
como una cascada de agua fría mi enojo incipiente. Todo
estaba sumido en la oscuridad de la noche y el reloj del
salón marcaba las recientes cuatro de la mañana. Tragué
saliva con fuerza, arrepintiéndome al instante. ¿Por qué
demonios había accedido a venir yo si también estaba
muerta de miedo por la película?
Apreté los labios con fuerza, sin dejarme acobardar, y me
dirigí casi corriendo al pasillo que me guiaba hasta la
seguridad de la cocina, consciente de que era muy tarde
para devolverme.
Llegué hasta el refrigerador con el corazón saltándome con
fuerza contra el pecho y abrí la puerta de un tirón. Jadeé de
dolor al quedar cegada por la claridad que desprendía el
enorme electrodoméstico.
—Voy a asesinar a esa rubia malvada— gruñí apretando los
dientes mientras me inclinaba dentro del refrigerador y
arrastraba la vista en busca de su deseada agua. El frío me
envolvió deliciosamente cuando me incliné para tomar la
botella de Niam, pero estuve a punto de caerme al suelo
cuando una mano tibia se deslizó con delicadeza a lo largo
de mi cintura desnuda, haciendo que la piel se me erizara y
yo chillara de terror.
—Me gusta más este pijama— susurró Nathan, con sus
labios ardientes rozándome la piel de la oreja mientras se
inclinaba a mi lado y hundía también la mitad de su cuerpo
en el refrigerador.
Me atraganté con el poco de saliva que tenía entre la boca y
aplasté la botella que había quedado flotando a medio
camino junto con mi mano. Contuve la respiración,
consciente de sus enormes dedos acariciando la piel de mi
cintura mientras se deslizaban con demasiada lentitud
hasta mi cadera.
—¿Qué buscamos?
Giré la cabeza hacia él, frunciendo el ceño y me obligué a
aclararme la garganta antes de empezar a hablar.
—¿Qué haces despierto? — el corazón me taladraba con
fuerza el esternón.
Él se inclinó hacia mí, ladeando la cabeza e hizo que su
aliento cálido me acariciara los labios.
—Casi destrozas nuestra habitación con el portazo que
diste— susurró tomando la botella que yo tenía entre los
dedos y se irguió completamente. Su otra mano se
mantuvo presionada en mi piel y no hizo el menor intento
de apartarse de mi cintura.
—¿Te desperté?
Nathan me sonrió con malicia cuando me giré hacia su
cuerpo e inmediatamente me apartó del refrigerador.
Enseguida cerró la puerta de un rápido movimiento y me
retuvo contra superficie helada de hierro y su cuerpo
caliente. Dejé escapar un sordo jadeo ante su aproximación
y la oscuridad nos envolvió como una manta cargada de
complicidad.
—Yo no diría que me despertaste— apoyó ambas manos
sobre el refrigerador y se inclinó hacia adelante hasta que
la punta de su nariz se rozó con la mía. Mis uñas se
hundieron en la piel de mis muslos— Estaba esperando con
ansias este momento.
Solté un gritito ahogado, abriendo los ojos con frustración
cuando movió su cuerpo y me clavó la entrepierna sobre la
parte inferior de mi vientre. Nathan bajó la cabeza hasta
mis labios para que se conectaran con los suyos, pero yo
apoyé ambas manos en su pecho desnudo, deteniéndolo
enseguida.
—No podemos— jadeé y al segundo él dejó caer la frente
sobre mi hombro y la mantuvo allí, respirando
entrecortadamente. Su aliento enviaba oleadas de calor
sobre mi clavícula que me hacían desear haberme tragado
esas palabras.
—Si quieres que esto pare entonces dime por favor una
forma de hacerlo.
Sus manos descendieron hasta la altura de mis caderas y
las sujetaron con fuerza haciendo que mi corazón dejara de
latir. Nathan se acercó todavía más, pegando toda la parte
frontal de su cuerpo al mío, y movió la cabeza, haciendo
que su nariz y su aliento cálido empezaran a recorrer mi
mandíbula de una forma jodidamente excitante. Hundí los
dedos con fuerza sobre sus hombros mientras él aspiraba
mi piel y no pude evitar mutilarme el labio inferior entre los
dientes cuando sentí la húmeda de su lengua contra la piel
que cubría mi pulso irregular.
—¿Nathan? — gimoteé con la voz ronca, ladeando la cabeza
involuntariamente para darle mejor acceso a mi cuello. Mi
pecho estaba apretado contra el suyo y sus manos se
habían deslizado adentro de mi miniseta blanca. Yo no
llevaba sujetador. Sus dedos sobre mis costillas me
estaban torturando.
—¿Mm?
Él rio entre dientes posando sus húmedos labios en la piel
desnuda de mi clavícula y yo jadeé con fuerza a la vez que
él deslizaba sus dedos hacia mi espalda desnuda. Joder,
¡tenía que detener esto ahora mismo!
—¿Qué estamos haciendo?
Sus labios se detuvieron un instante al tomarlo por
sorpresa mi pregunta y luego volvieron a acariciar la piel
que llevaba a mi garganta. Volví a cerrar los ojos,
profundizando dolorosamente mi agarre. Él no estaba
cooperando.
—¿Acaso importa?
Su voz sensual y agitada me hizo temblar contra su torso.
¿Que si importaba? Oh, mierda, ¡claro que no! Para ese
momento en lo único que podía pensar era en sujetarlo con
fuerza del cuello y lanzarme sobre él para devorarlo como
una completa maniática.
Mis manos se habían hecho un puño tenso entre su cabello
despeinado y me sorprendí encontrándome a mí misma,
bajando la cabeza para entrar en contacto con sus labios,
sintiendo la piel arderme con cada roce.
Nathan se estremeció contra mi piel, deslizando sus
posesivas manos por encima de mis caderas, y apenas
nuestras bocas se rozaron levemente, una luz
incandescente nos hizo jadear y separarnos enseguida.
—Megan, sube a tu habitación.
¡Oh, mierda!
Las voz seca y contenida de Tyler me hizo encogerme
contra el pecho de Nathan mientras mis ojos viajaban
temerosos hasta su cara inexpresiva. Su mirada oscura
estaba perforando con ira el perfecto rostro de mi demonio
angelical, pero Nathan parecía tan tranquilo y sereno como
de costumbre, protegiendo mi cuerpo con el suyo como un
escudo.
—Megan— volvió a gruñir, apretando los dientes con
fuerza— Sube a tu jodido cuarto ahora mismo.
Miré a Nathan con la respiración entrecortada, sin saber
qué hacer, y él me sonrió, asintiendo con cautela y
pasándome la botella de agua. Pero esa sonrisa no le
iluminó el verde de sus ojos.
Aparté mis manos con tensión de su duro pectoral y luego
me dirigí hacia mi hermano mayor que estaba a punto de
encenderse en llamas a causa de la ira.
—Nosotros...
Su mirada oscura centelló con hostilidad, pero ni siquiera
se molestó en observarme.
—Si no subes a tu cuarto en este maldito momento, juro
que voy a arrastrarte yo mismo.
Apreté la botella que tenía entre los dedos con tensión.
Jamás lo había visto tan furioso en toda mi vida. Podía
notar sus músculos contraerse junto a sus puños
temblorosos como si estuviera esperando que cruzara el
umbral para lanzarse sobre Nathan y molerlo a golpes.
Volví mi mirada por última vez hacia el chico que desafiaba
con semblante severo a mi hermano mayor y, sin ser capaz
de decir nada, salí huyendo de la cocina, corriendo
escaleras arriba y cerrando la puerta de un empujón, con la
respiración atascándose en mi garganta.
Niam se removió entre las sábanas profundamente
dormida y yo me senté a su lado hecha un saco de nervios,
esperando escuchar vidrios y platos quebrarse y las sirenas
de las patrullas policíacas acercarse a toda velocidad. Pero
en lugar de eso solo obtuve silencio... Un silencio asfixiante
que jugó con mi patética y débil imaginación hasta el
momento en el que escuché pasos por el pasillo y la puerta
de la habitación de mi hermano cerrarse de un tirón y luego
otra vez pasos y el mismo sonido una media hora después.
Me hice un ovillo, enterrando la cabeza entre mis rodillas
flexionadas, sintiendo una dolorosa y extraña sensación
aplastándome el pecho. Si esto llegaba a causar alguna
clase de problema en la amistad de Tyler y Nathan, iba a
cargar con la culpa por lo que restaba de mi desastrosa y
agobiante vida.
Era un desastre.
:.Capítulo 20.:
"No tengo derecho a amarte, aunque te ame, no puedo
quererte, aunque te quiera, ni puedo hablarte... porque ni me
conoces aunque muera por ti." -Anónimo.

>> <<
Abrí los ojos con cansancio, sintiendo un tremendo
agotamiento físico y mental. Había permanecido despierta
hasta las seis de la mañana, alerta por si algún problema
entre Nathan y Tyler se avecinaba, pero al igual que ayer,
todo se había mantenido en calma como si estuviéramos
en el ojo del huracán.
Me incorporé en silencio y Niam ya no se encontraba a mi
lado. ¿Cuántas horas había dormido? Debieron de ser
bastantes por la calurosa luz del sol que entraba por la
ventana.
Me puse de pie con debilidad y me encerré en el baño. La
voz alegre y animada de mi madre se escuchaba desde el
patio trasero y casi podía oír la juguetona risa de Dominic
inundar todo el lugar. El reloj de mi celular marcaba ya las
pasadas once de la mañana y un bochornoso calor se
entremezclaba con el ambiente.
Me di una veloz ducha con agua fría para desperezarme y
eliminar todo el cansancio de mi cuerpo y bajé las
escaleras de salto en salto con el pelo húmedo pegándose
a mis hombros desnudos, insegura de si reunirme con
todos afuera o simplemente desaparecer hasta año nuevo.
—¡Al fin te despertaste! — festejó Dom entrando al salón
con apenas unos pantalones cortos cubriéndole el cuerpo y
el pelo rubio derramando agua por todo su torso.
Me quedé congelada a medio camino de las escaleras y
tuve que apretar la mandíbula para que no se desplomara
de golpe contra el suelo. Necesitaba que se pusiera una
camisa urgentemente.
—¿Por... por qué estás tan mojado? — inquirí apartando la
vista y obligando a mis piernas a caminar mientras Dom se
pasaba una mano por el pecho para eliminar los residuos
de agua.
—Tyler nos lanzó a la piscina— respondió encogiéndose de
hombros como si pasara cada media hora— Y tu mamá me
envió a ponerme una camisa porque dice que es probable
que le causemos un ataque al corazón.
Tragué saliva con fuerza viéndolo subir escaleras arriba.
—¿Le causemos?
Dominic me sonrió.
—Claro, no creerás que soy el único que anda semidesnudo,
¿verdad?
Mis ojos se salieron de sus órbitas al tiempo que contenía
la respiración. Creo que me encontraba en grandes
problemas.
De manera cautelosa, crucé el umbral de la puerta trasera
con el cuerpo cohibido y tenso como si al otro lado del
jardín alguien estuviera esperando mi llegada para lanzarse
sobre mí y estrangularme. La piel perfecta y bronceada de
Niam resplandecía junto a la luz del sol mientras la apenas
visible silueta de Brent le lanzaba agua para incitarla a
entrar a la piscina y Keegan chapoteaba con apenas sus
pies adentro de la refrescante agua con una expresión de
aburrimiento en su rostro.
Me relajé visiblemente al no ubicar por ningún lado el rostro
perfecto de Nathan ni el colérico de Tyler, y me pregunté
con aprensión a dónde demonios se habían metido ambos
y si todo se encontraba bien entre ellos.
—¡Megan, has tardado demasiado! — gritó Keegan,
haciéndome señas con su mano para que me acercara,
apartando finalmente su mirada bobalicona del cuerpo de
mi mejor amiga.
Enarqué una ceja, caminando con precaución hacia donde
se encontraban todos y me senté al lado de mis padres.
Estaban sirviendo bebidas en una de las mesas del jardín
mientras el asado se terminaba de preparar.
—¿Cómo amanecieron? — la sonrisa de mi madre se
ensanchó.
—¡Es uno de los mejores días de mi vida! — concluyó ella
llena de felicidad, mirando cómo Brent le lanzaba agua
Keegan y este vociferaba maldiciones al cielo, poniéndose
enseguida de pie— No recuerdo cuándo fue la última vez
que estuvimos todos juntos disfrutando de una tarde en
familia como en este momento.
Sonreí con nostalgia, coincidiendo con ella y escuchando la
risa alegre de Niam a mis espaldas. Quizá habían pasado
años desde la última vez que algo como esto había
sucedido. Como decía mi difunta abuela: "Las familias solo
se reúnen cuando una desgracia sucede", y aunque me
dolía admitirlo, tenía toda la razón. Si Keegan no hubiera
sufrido el accidente estoy segura de que en este instante
cada uno estaría metido en sus propias vidas en puntos
opuestos del país.
—Ya despertaste.
La voz inexpresiva de Tyler a mis espaldas me hizo pegar
un salto y ponerme de pie enseguida. Sus ojos oscuros se
encontraron con los míos con algo de recelo y pude ver una
inflamación incipiente en el lado izquierdo de sus labios
que me dejó paralizada durante unos instantes. ¿Nathan lo
había golpeado? ¿No tendría que haber sido al revés?
—Emm...
Me revolví incómoda frente su mirada penetrante. ¿Estaba
molesto conmigo?
—Yo... estaba cansada— concluí, apartando la mirada de su
rostro. Tyler rió de manera áspera y sacudió la cabeza.
—Por supuesto— escupió con sarcasmo— Debiste de tener
una noche muy agitada.
Casi pude sentir mi estómago revolverse. Él estaba siendo
muy brusco.
—¿Qué sucede? — quiso saber papá, poniéndose de pie y
apoyando ambas manos sobre la mesa. Tyler levantó las
manos como si él no estuviera haciendo nada y pasó a mi
lado, golpeándome el hombro ligeramente.
—Pregúntale a tu hija— balbuceó con acidez y de un rápido
salto se lanzó a la piscina, empapando por completo a
Niam en el acto. ¿Qué demonios acababa de suceder?
—¿Megan?
La cálida mano de mi madre se envolvió alrededor de mi
muñeca con preocupación incitándome a mirarla y a tomar
asiento, pero yo me había quedado rígida y petrificada en el
lugar. Su voz fría e indiferente me había dejado plasmada
tanto física como emocionalmente, y casi podía sentir mi
corazón apaciguarse junto a las lágrimas que amenazaban
con salirse de mis ojos.
Sacudí la cabeza, sintiéndome dolida, y luego miré a mamá
para que no se preocupara.
—Perdón, es que quedé en llamar a Anderson anoche y se
me olvidó por completo. Debe estar preocupado— me solté
de su agarre con suavidad y empecé a dirigirme hacia la
casa dispuesta a tomar mis cosas y a salir huyendo como
la buena cobarde que era.
No culpaba a Tyler por comportarse de la manera en la que
se estaba comportando. Él tenía todo el derecho de
enojarse conmigo y dejarme de hablar si eso era lo que
quería. Lo que me enfadaba era mi actitud infantil. Estaba
actuando como si yo fuera la menos culpable de todo este
enredo cuando en realidad me había convertido en la mala
de la película.
Crucé la puerta con paso presuroso, conteniendo las
lágrimas con fiereza que luchaban con desbordarse por
mis mejillas.
Estaba enfadada. No. Mucho más que eso. Estaba
histérica. No podía describir la ira tan asfixiante que estaba
tomando control de mi interior y lo peor era que no podía
contenerla. Destrozar la relación entre Tyler y Nathan ya era
suficiente como hacerle el corazón a Ander un puñado de
astillas inservibles.
El duro torso de una persona me hizo rebotar violentamente
cuando chocamos al entrar al pasillo. Dominic extendió su
mano para evitar que cayera al suelo y me sujetó con
fuerza contra su costado.
—Oh mierda, ¿estás bien?
Sus ojos azules me estudiaron preocupados y yo le
agradecí a todos los santos por estar frente a su hermoso
rostro y no frente a Nathan.
—Estoy bien— me aparté de su cuerpo enseguida, sintiendo
los puños temblarme impulsivamente. La ansiedad por
tomar mis cosas y salir de la casa hizo que él me mirara
con algo de recelo, frunciendo los labios.
—¿Segura?
Me esforcé por sonreír, aunque dudaba que lo consiguiera.
—Voy al baño— mentí y Dominic asintió con diversión,
entendiéndolo instantáneamente.
—Bien, entonces te veo en unos minutos— Y pasó volando
por mi lado hacia la piscina.
Gruñí con frustración a punto de echarme a llorar y corrí
como una completa psicópata escaleras arriba. Entré a mi
cuarto como un relámpago y tomé mi bolso junto con mi
celular de la mesa de noche, hundiendo mi vestido de ayer
adentro mientras avanzaba hacia el pasillo con la
respiración entrecortada. Abrí la puerta enseguida,
marcando el número de Anderson con dedos temblorosos,
pero un fuerte golpe me lo arrebató de las manos,
haciéndolo deslizarse por el pasillo hasta que cayó de la
barandilla hacia el primer piso. Jadeé, llevándome ambas
manos a la boca y mis ojos se dirigieron con mayor ira que
la anterior hacia la persona que se encontraba a mi lado,
mirando mi teléfono destruido con sorpresa.
—¡¿Qué demonios acabas de hacer?!— le grité a Nathan
furibunda y eché a correr escaleras abajo hacia mi celular.
Él pareció pasmado por la crudeza y frialdad impregnada
en mi voz y me siguió a la estancia enseguida.
—No lo hice a propósito— me aseguró terminando de bajar
las escaleras mientras yo trataba de averiguar en donde
había aterrizado la batería. Lo fulminé con la mirada con
desprecio.
—¿Crees que eso interesa? — me puse de pie con la
pantalla reventada por la mitad— ¡Acabas de lanzar mi
teléfono por un segundo piso!
Lo empujé y Nathan se tambaleó tan confundido que
estuve a punto de creer que se iba a desmayar antes de que
la ira le recorriera los músculos tensos.
—¡Es un maldito teléfono, Megan! — me gritó de vuelta y su
rostro envuelto en rabia me hizo retroceder— No sé qué
jodida mierda te sucede, pero no te desquites conmigo.
—¡¿Qué jodida mierda?!— le escupí con incredulidad— ¡Por
qué no te miras en un espejo y contestas tu pregunta!
Su mano viajó con fiereza hasta la mía cuando intenté
empujarlo de nuevo y me sostuvo con fuerza para dejarme
muy en claro que no había forma de escaparme de él.
—¿Qué demonios te sucede? — quiso saber con la voz
contenida de rabia mientras me revolvía contra su cuerpo,
luchando por romper nuestro contacto físico. Nathan pasó
su otra mano con firmeza sobre mi cintura y me inmovilizó
con brusquedad— ¡¿Qué demonios te sucede?!— me
sacudió al preguntarlo de nuevo y me vi obligada a
esconder mi cara entre su pecho desnudo cuando las
lágrimas empezaron a escapar de mis ojos, llenándome de
angustia.
Nathan tomó una gran bocanada de aire cuando mis
sollozos contenidos lo tomaron por sorpresa y sus manos
liberaron mi cuerpo dolorido antes de envolverse
protectores a mi alrededor. Me aferró a su pecho,
conteniéndome sin saber qué hacer, y mis manos viajaron
temblorosas hasta su espalda desnuda en busca de
consuelo en la persona que no debería.
—Mírame— susurró pegando sus labios a mi frente y yo me
hice todavía más pequeña contra su torso, negando con la
cabeza. Él suspiró— Megan, mírame.
Levanté la cabeza de su pecho húmedo con dificultad,
deslizando mis manos hasta su estrecha cintura. No quería
mirarlo. No podía mirarlo y decirle que esta sensación
ardiente en mi pecho cada vez que me tocaba ya no podía
seguir.
Sus manos tibias acunaron mi rostro con adoración para
que lo mirara e hicieron que cerrara los ojos
instintivamente, inclinando la cabeza hacia sus dedos que
empezaban a entrelazarse con mi cabello húmedo y
despeinado. Sentí su frente reposarse contra la mía.
—Abre los ojos— Mi cuerpo lo obedeció sin ningún tipo de
vacilación— Cuéntame que está pasando.
Lo miré a los ojos durante unos segundos, tratando de
acomodar mis pensamientos. El pecho me dolía con cada
bocanada superficial de aire y su aliento entremezclado
con el mío no lo hacía mucho mejor. Aparté las manos de
su cuerpo, deseando que el hiciera lo mismo, pero Nathan
no hizo el menor intento por alejarse de mí.
—Se acabó— fue lo primero que salió de mis labios cuando
se abrieron temblorosos para contestar su pregunta.
Nathan retrocedió levemente, frunciendo su ceño, pero no
retiró las manos de mi cara.
—¿A qué te refieres?
Reí con sequedad, sintiendo cómo las lágrimas volvían a
llenarme los ojos.
—De esto, Nathan. De tú y yo— respondí con la voz ahogada
y él apartó sus manos de mi rostro como si lo hubiera
abofeteado— Jugamos como un par de niños a vernos a
escondidas sin importarnos el daño tan grande que
podemos causar y sinceramente no me siento capaz de
cargar con toda la culpa que esto pueda provocarnos.
Sus ojos angustiados me estudiaron con desesperación.
—No hablas en serio, ¿verdad?
El deje doloroso en su voz ahogada me hizo contraer la
mandíbula.
—¿Te estás escuchando, Nathan? Toda esta situación ha
sido un terrible error— sacudí la cabeza exasperada— ¡Eres
el mejor amigo de mi novio! ¡¿Qué se supone que deba
hacer?!
Sus dedos se tensaron en un fuerte puño de acero.
—Megan, podemos arreglarlo...
—¡¿Cómo?!— quise saber, volviendo a perder el control de
mis emociones— Esta situación no tiene arreglo Nathan.
Solamente alejándonos el uno del otro podemos acabarlo.
El músculo de su mandíbula se contrajo con brusquedad.
—Jamás me había sucedido esto que siento con alguien.
Por favor no me pidas que me aleje de ti.
El corazón se me hizo un puño doloroso contra el pecho.
—¿Y Anderson? ¿Y Tyler? — su apuesto rostro se deformó—
No pienso cargar sobre mi espalda la destrucción de dos
amistades solo por una atracción pasajera.
Sentí sus músculos contraerse.
—¿Atracción... pasajera? — las palabras escaparon de sus
labios con hostilidad. Mi mirada viajó hasta sus ojos
ardientes de ira y una sensación de vacío en la boca del
estómago me hizo retroceder.
—¿Acaso no es lo mismo que tú sientes? — jadeé.
Nathan permaneció callado durante unos instantes.
—Como sea— gruñó, avanzando hacia mi cuerpo con paso
decidido y deteniéndose de golpe a menos de diez
centímetros de mí— Entonces que seas muy feliz con tu
querido Ander— escupió con los dientes rechinando antes
de desaparecer hecho una furia por el pasillo que llevaba al
patio trasero, dejándome temblorosa en medio la estancia,
con una inexplicable sensación de vacío atravesándome el
pecho por la mitad.
:.Capítulo 21.:
"En asuntos de amor los locos son los que tienen más
experiencia. De amor no preguntes nunca a los cuerdos; los
cuerdos aman cuerdamente, que es como no haber amado
nunca." -Jacinto Benavente.
>> <<
—¿Te encuentras bien?
La voz de Niam llegó desde la puerta de mi habitación
mientras yo le enviaba un rápido correo a Ander para saber
cuándo regresaba.
Había pasado casi una semana de lo sucedido con Nathan
en casa de mis padres y no nos habíamos vuelto a ver. El
saludo y la primera pregunta de Niam siempre había sido la
misma desde entonces...
¿Cómo me encontraba? Pues ni yo misma podía definirlo.
Me sentía terriblemente vacía, como si alguien hubiera
metido una mano adentro de mi cuerpo y me hubiera
arrebatado todo lo que se interpuso en su camino.
Cerré la laptop de un empujón luego de enviar el mensaje y
me giré junto con la silla para mirar a Niam, quien me
estudiaba con detenimiento desde el otro lado de la
habitación. Suspiré con pesar.
—Estoy bien— le mentí como de costumbre al responder
esa pregunta, ignorando la punzada dolorosa en mi pecho
que me indicaba que eso no tenía ni siquiera un uno por
ciento de verdad.
Apreté los labios.
—Luces pálida— se adentró en la habitación con paso firme
y se llevó ambas manos a la cintura— ¿Ya te has podido
comunicar con él? — Señaló la laptop haciendo que mi vista
viajara hasta ella.
Era extraño, pero no. Anderson no había llamado ni dado
señales de vida desde el día en el que Keegan sufrió el
accidente y entablamos nuestra última conversación. Me
preocupaba bastante su paradero, pero no tenía forma de
localizarlo. ¿Se necesitaba más de una semana en Portland
para construir una simple pasarela? No. Creo que no.
Me encogí de hombros, negando con la cabeza.
—Quizá me ha llamado al celular destruido y por eso no
hemos podido comunicarnos.
Niam arrugó la frente, pareciendo confundida.
—Eso no tiene sentido, también tiene mi número de
teléfono— concluyó— Me habría inundado de llamadas en
menos de cinco minutos si tú no respondieras.
Bajé la mirada al suelo y fruncí los labios en un mohín.
Tenía razón, Ander lo haría. Además de que ya habíamos
intentado llamarlo a su celular y nunca respondió. Era
agobiante.
—¿Sabes? — murmuró con nerviosismo, deslizando uno de
sus largos dedos por el contorno de la cómoda que
adornaba la habitación. La miré expectante— Hoy Keegan
piensa volver a retomar sus labores en Iluminous Dance y
me preguntaba si tú querías...
—Ni lo pienses— Levanté una mano para que no concluyera
la frase y ella me miró entre dolida y ofendida.
—Pero...
—Pero nada, Niam— me puse de pie de un salto, negando
con la cabeza— Si quieres anda tú, pero a mí no me
incluyas de nuevo en esos embrollos.
El gruñido que brotó de sus labios me hizo contener la
respiración con sorpresa después de estremecerme.
—¿Qué carajos sucede contigo, Megan? ¡¿Acaso no era
esto lo que querías?!— explotó moviendo sus manos de un
lado al otro con exasperación y el estómago se me contrajo
dolorosamente contra el vientre.
—¿A qué te refieres?
—¡¿A qué?!— Niam rio con incredulidad— Estabas
desesperada por alejar a Nathan de tu lado, ¡angustiada! Y
ahora que él ha hecho lo que tú querías, te has convertido
en una versión deprimida de ti.
Sus ojos acusadores centellaron contra los míos,
apuñalándome, y allí caí en la cuenta de lo que estuve
tratando de negar durante todos estos días. Me había
conectado con Nathan de una manera tan especial en tan
poco tiempo que ahora que no lo tenía cerca, no podía dejar
de pensar en él. Ella tenía razón como siempre. Esto iba
cada vez peor.
Me lancé sobre la cama, enterrando la cabeza en uno de los
almohadones.
—Joder, Niam— gimoteé con frustración, girándome para
quedar sobre mi espalda con el semblante ensombrecido—
Jamás me había sentido así de mal en toda mi vida. Creí
que la culpa se iba a ir cuando terminara lo que me sucedía
con Nathan, pero no hace nada más que crecer y crecer.
¡Me estoy volviendo loca!
Niam suspiró con tensión antes de acomodarse a mi lado.
—Es que en ningún momento terminaste lo que te sucede
con Nathan— concluyó deslizando su tibia mano a lo largo
de mi pelo— Estás enamorada de él.
Abrí los ojos de golpe y me atraganté con el poco de saliva
que tenía en la boca, empezando a toser desesperada por
un poco de aire. ¡¿Enamorada de Nathan?!
Niam se puso de pie de un salto y me miró con
preocupación.
—Demonios, ¿te encuentras bien? — me frotó la espalda
con fuerza haciendo que el aire volviera a teñirme de
rosado las mejillas. Me aparté de su agarre con tensión.
—Jamás vuelvas a repetir eso en lo que te queda de vida—
le gruñí, con los dientes apretados y ella retrocedió alzando
sus manos al aire en forma de defensa.
—Solo digo lo que veo— respondió como si tal cosa y yo la
fulminé con la mirada, apartándome de su lado.
—Bueno, te equivocas. No estoy enamorada de Nathan, eso
es una estupidez.
Una dolorosa e inquietante sensación de malestar se
removió adentro de mi pecho inconforme con las palabras
que acababan de salir de mi boca, pero me obligué a
ignorarla con todas mis fuerzas sin darle importancia. Era
simplemente ridículo.
—¡Entonces demuéstralo! — bufó caminando hacia mi
armario y sacando al segundo un diminuto vestido color
turquesa que resplandecía entre sus dedos. La miré con los
ojos muy abiertos, sin saber qué responder— Vamos a ir a
la discoteca esta noche a bailar y a beber hasta que
perdamos el conocimiento— Ordenó— Y tú me demostrarás
respecto a Nathan que estoy completamente equivocada.
Y así como lo dijo, me obligó a hacerlo.
Me lanzó el vestido que tenía entre sus manos de un rápido
tirón y luego de discutir un rato sobre mi cabello
despeinado y mi aprensión por colocarme maquillaje, me
arrastró hasta su vehículo tomándome de la mano y ambas
salimos disparadas hacia Iluminous Dance.
La música vibraba dolorosamente contra las paredes tal y
como lo recordaba de la última vez mientras las personas
se movían de un lado al otro entre las luces que se
degradaban por todo el lugar.
Niam se abrió paso entre toda la multitud con mi cuerpo
pegado a su esbelta espalda mientras su mirada verde
recorría con velocidad todas las mesas que bordeaban la
pista de baile. Luego tiró de mi hacia una esquina y con un
fuerte apretón en los dedos, me indicó que ya los había
encontrado.
Cerré los ojos con fuerza, preparándome mentalmente. Ver
a Nathan y Tyler después de lo ocurrido hacía que mi
corazón se sacudiera bruscamente y el estómago se me
contrajera de náuseas. Esto no iba a ser nada fácil. No
sabía cuál iba a ser su reacción cuando me miraran llegar
junto a Niam, pero esperaba que no fuera demasiado
brusca. No podría soportar de nuevo la mirada fría y
decepcionada de Tyler o la incrédula y lastimada de
Nathan...
De pronto, el cuerpo de Niam se puso rígido como una
piedra y paró de caminar de un repentino salto. De un
movimiento rápido se volteó hacia mí, sonriendo con
tensión, y retrocedió todo el camino que ya habíamos
avanzado, arrastrándome del brazo.
—¿Qué sucede? — quise saber tratando de mirar por encima
de su hombro, pero ella fue más rápida que yo e impidió
que lo consiguiera.
—Emm, Megan... Los chicos no se encuentran por aquí.
Vamos a buscarlos en la pista de baile o salgamos.
Me tomó del brazo con nerviosismo para dirigirme hacia el
otro extremo del lugar, pero yo me liberé de su agarre sin
creerle ni una palabra.
—¿Puedes explicarme por qué estás actuando de esta
manera? — me volteé hacia la barra con enojo— Tú fuiste la
que quería venir, no tiene sentido que ahora...
Y entonces lo vi. Sentado con el pelo revuelto en uno de los
taburetes de la barra, con una chica voluptuosa y rubia
apoyada entre sus piernas, acariciándole el cuello con los
labios.
Sentí mi respiración entrecortarse dolorosamente apenas
mis ojos se enfocaron en ellos y una inexplicable sensación
de asfixia y odio que me invadió de pies a cabeza como una
llamarada abrumante.
La imagen era como si Nathan acabara de abofetearme el
rostro una docena de veces, pero mucho, mucho peor.
Niam me pasó una mano por el brazo y yo me aparté
enseguida como si acabara de quemarme.
—Tú... ¿sabías de esto? — farfullé con la voz ahogada sin
poder apartar la vista de sus manos sobre la cintura de la
chica y la manera en la que ella lo acariciaba. Niam profirió
una palabrota, llevándose ambas manos a la cabeza.
—Maldición Megan, ¡claro que no! Ni siquiera ellos sabían
que íbamos a estar en la discoteca esta noche.
Unas náuseas tremendas y mayores a las que antes había
sentido empezaron a burbujear en mi interior y tuve que
obligarme a apartar la vista justo cuando sus labios se
encontraron y los ojos se me llenaron de lágrimas. Sentí las
manos de Niam envolverse sobre mi brazo y tirar
suavemente de mí como si temiera poder aplastar con su
tacto lo que quedaba de mi corazón.
—Lo siento mucho— Mis lágrimas estaban a punto de caer.
Apreté con fuerza los brazos a mi alrededor, volteándome y
esforzándome por respirar.
—Quiero irme— le supliqué con un nudo bloqueándome la
garganta y ella asintió con la cabeza, tomándome de la
mano.
Podía sentir las lágrimas contenidas dentro de mis ojos
desesperadas por liberarse mientras ambas empezábamos
a dirigirnos con paso apresurado hacia la salida, pero había
una cosa que tomamos en cuenta...
Maldición.
—¡Hola, nenas! — La reluciente sonrisa de Dominic al
encontrarnos entre las personas que se movían al ritmo de
la música hizo que todas las emociones tortuosas que
recorrían mi cuerpo se contuvieran un diminuto instante. Mi
cabeza estaba dando vueltas de un lado para el otro como
un balón y tuve que esforzarme para no salir huyendo o
echarme a llorar en sus brazos— Las estuvimos esperando
para que se juntaran con nosotros durante todos estos
días, ¿adónde se metieron?
Bajé la cabeza para que el pelo me cubriera el rostro
contraído de dolor. Niam se removió con incomodidad,
cambiando su peso ansiosamente de un pie a otro.
—Nosotras... pues... ya nos íbamos.
Dom se cruzó de brazos, sacudiendo la cabeza y mirando a
mi mejor amiga.
—No puedes estar hablando en serio— protestó con
incredulidad.
—Es que...
—Es que nada, rubia— Y sin poder impedírselo, nos sostuvo
a ambas con firmeza de la cintura y nos condujo hacia
unos sofás de cuero al fondo del salón en donde los demás
chicos brindaban y reían a carcajadas.
Brent, Keegan y Tyler alzaron la vista apenas se percataron
de nuestra presencia. Mi hermano menor se veía
completamente recuperado del accidente y sólo una fina y
larga cicatriz en el contorno de su cuello nos confirmaba
que había sucedido esa tragedia. Se puso de pie de un salto
cuando sus ojos se entrelazaron con los míos y corrió hacia
mí para estrecharme contra su firme cuerpo. Tuve que
contener las lágrimas para no romper a llorar. Necesitaba
irme.
—¿Qué ha pasado contigo? No te he visto durante casi una
semana.
Me separé de él removiéndome incómoda ante la mirada
intensa de Tyler a unos metros de distancia. No se veía
molesto, sino que extrañamente ansioso.
Me aparté el pelo de la cara antes de que todos nos
fuéramos a sentar.
—Han sido unos días muy tensos— murmuré sin ánimo y
pude ver a Tyler encogerse al otro extremo del sofá.
Continué enseguida para que no se achacara la culpa—
Anderson no aparece por ninguna parte y estoy
preocupada.
Las miradas se cruzaron en un incómodo silencio y
finalmente Tyler habló.
—¿Has intentado llamar a la compañía?
Arrugué la cara, negando con firmeza.
—No me considero una novia acosadora, no creo que deba
tener el número de su trabajo.
Dom se echó a reír.
—Si conocieras a mis ex novias...
—En todo caso— intervino Tyler— Si quieres yo podría
conseguirlo y enviártelo en un mensaje... o si prefieres
puedo llamar y preguntar.
Mi mirada chocó contra la de Niam por un nanosegundo y
luego me giré asintiendo confundida hacia Tyler. ¿Qué
demonios le pasaba?
—Bien, gracias— susurré— Haz como tú prefieras.
Me dedicó una leve sonrisa y volvió a centrarse en su
conversación con Brent. Volví a mirar a Niam sin entender
que había pasado y ella se encogió de hombros, haciendo
un gesto con su dedo alrededor de la oreja para indicarme
que se había vuelto loco.
Los minutos pasaron tortuosamente. Aunque la risa
encantadora de Dominic inundaba el lugar y Niam trataba
de hacerme conversación, no podía dejar de registrar con la
mirada a cualquier pareja que pasaba frente a nosotros en
busca de Nathan como toda buena masoquista.
Necesitaba verlo a él y si era posible, romperle el rostro en
mil pedazos a esa chica.
Una mano se interpuso en mi visión haciéndome saltar.
—¿Bailas?
Lo miré con el ceño fruncido.
—Joder, Dominic, ¿podrías hacer alguna señal de
aproximación la próxima vez? — lo tomé de la mano a la
vez que él me dedicaba una resplandeciente sonrisa y
ambos nos adentramos en la pista de baile.
Decenas de personas se movían de un lado para el otro al
ritmo de la música mientras las luces giraban a nuestro
alrededor y me hacían sentir abrumada. Dom me pasó una
mano con tranquilidad por la cintura y empezó a hacernos
girar. Me aferré a él sin ponerle mucha atención a todo el
bullicio y mis ojos volvieron a tratar de encontrar ese
cabello castaño y mandíbula cuadrada, pero no obtuvieron
resultado. Nathan ni la chica se encontraban en la barra y
una acongojante sensación me invadió al suponer que
podrían estar disfrutando a solas en una de las
habitaciones privadas del segundo piso.
—Sé a quién estás buscando— inquirió Dominic con cautela
mientras me apretaba contra su pecho al ritmo de la
música.
Un pequeño gritito de sorpresa escapó de mis labios
cuando sus palabras me volvieron de golpe a la realidad.
Me removí incómoda separándonos para poder mirarlo a
los ojos. Parecía divertido.
—¿A qué te refieres? — Mi voz tembló. Estaba segura que
todo tipo de color se había drenado de mi rostro. Él suspiró,
sacudiendo la cabeza.
—Soy el mejor amigo de Nathan, ¿en serio creías que no me
lo iba a contar?
Mis ojos se salieron de las órbitas y casi estuve a punto de
desmayarme. ¡¿Dominic lo sabía todo?!
—Oh mierda— Fue lo único que se me ocurrió para decir.
Las carcajadas de Dom se entremezclaron con la música y
tomándome de nuevo la mano me hizo girar. Cuando volví a
quedar frente a él una enorme sonrisa le adornaba el rostro.
—Ahora entiendo por qué a Nathan le gustas tanto— volvió
a envolverme la cintura y me atrajo hacia sí— Eres
impredecible.
Arrugué la cara sin saber si eso era bueno o malo y me
sujeté de su hombro.
—¿No te molesta?
Dominic lo reconsideró durante unos instantes.
—Al principio creí que era una verdadera estupidez— Asintió
de manera pensativa y luego suspiró— Pero cada uno
busca su felicidad en donde cree que puede encontrarla y
Nathan te eligió a ti.
Respiré profundamente. O al menos lo había hecho...
—¿Qué te ha dicho?
Él negó con la cabeza.
—No puedo contarte. Eso sería como violar un código de
confianza masculina, además que quiero ahorrarte un
montón de porquería cursi.
Sonreí con ternura y diversión, pero pensando en los
últimos acontecimientos se me ensombrecieron las
facciones. Bajé la mirada y suspiré con pesar.
—¿Sabes quién era la chica con la que estaba?
Dom pareció tensarse bajo mi tacto antes de negar y
encogerse de hombros.
—Dudo que el mismo Nathan lo sepa.
Un estremecimiento me recorrió de pies a cabeza y tuve
que obligarme a parar de bailar. Dominic me sostuvo
inmóvil entre sus brazos durante un par de segundos antes
de maldecir.
—Perdón, no debí revelarte eso— inquirió apenado mirando
incómodo a nuestro alrededor y yo le palmeé el pecho para
restarle importancia.
—Ya no importa, no te preocupes— Me volteé hacia la barra
en silencio, tomándolo del brazo— ¿Vamos por una copa?
Él pareció dudar.
—Adelante.
Nos dirigimos en una incómoda tensión hasta la barra de
bebidas en donde un tipo obeso servía tragos a las decenas
de personas que se amontonaban allí.
Dominic me atrajo con firmeza hacia su cuerpo
protegiéndome de la mirada lasciva de los hombres
alcoholizados y me rodeó con su brazo musculoso como
todo buen hermano mayor. Sonreí.
—¿Qué quieres tomar? — inquirió apoyándose en la barra,
creando una barrera de piel entre la docena de ebrios y yo.
—Vino tinto— le respondí encogiéndome de hombros y me
giré hacia la pista de baile mientras Dom hacía los pedidos.
La música alocada seguía rebotando contra las paredes y
empezaba a dolerme la cabeza. El chispeante vestido de
Niam en un extremo del salón me facilitó encontrarla
bailando de un lado para el otro con Keegan pegado a su
cintura. Reí por lo bajo al encontrar lo cómico de la escena.
Niam era demasiada mujer para él, con esos zapatos
Keegan apenas le llegaba a la barbilla.
Mis ojos se deslizaron como imanes entre las personas,
atraídos por algo que aún no había podido identificar. Los
entrecerré para poder mirar entre las demás parejas que
bailaban y allí se encontraba, con el mismo cabello
despeinado y lacio cayéndole entre los ojos y su camiseta
abierta por los botones hasta la mitad.
Tragué saliva con fuerza cuando una mano fina se deslizó
desde su espalda hasta su vientre y una chica castaña y de
diminuto vestido blanco lo bordeó y se pegó al pecho de él.
Apreté los puños con fuerza y la respiración se me
entrecortó.
—Aquí tienes— susurró Dominic con cariño, tendiéndome
una copa repleta de líquido carmesí y yo la sujeté con
demasiada fuerza haciendo que el vino saltara
bruscamente.
—¡Oh Dios, lo siento! — miré las gotas rojizas sobre la tela
azul de la camisa de Dom y me maldije mentalmente.
Él sacudió la cabeza, restándole importancia.
—Tranquila, no era una de mis favoritas— Un rubor penoso
me cubrió las mejillas— Por cierto, ¿Qué mirabas?
Mis ojos viajaron como balas asesinas hasta la pareja que
bailaba con demasiado cariño entre las otras personas. La
nueva chica abrazaba a Nathan del cuello con delicadeza y
él se susurraba al oído, rodeándola con los brazos.
Otra oleada de ira me recorrió las venas como un choque
eléctrico y antes de que pudiera darme cuenta, ya me
estaba dirigiendo hacia ellos a grandes zancadas con la
copa de vino aferrada con fiereza entre los dedos.
Podía escuchar a Dominic llamarme y seguirme con cada
paso que daba, pero mis ojos seguían fijos en ellos
inundados de ira y determinación. Solo escuché una última
llamada de Dom atrás de mí antes de que todo el líquido de
mi copa saliera disparado y aterrizara sobre el impecable
vestido blanco de la chica, empapándole la espalda por
completo.
Una sonrisa de triunfo se formó en mis labios al escucharla
gritar, pero cuando mis ojos se encontraron con los
furiosos de Nathan y ella se volteó con el vestido goteando,
me arrepentí instantáneamente.
Era una de las cosas más estúpidas que había hecho en
toda mi vida.
Joder.
:.Capítulo 22.:
"Un fuego de amor que paraliza mis sentidos, que me impide
más que amarte, un fuego de sentirte, que me hace
pertenecerte." -Anónimo.
>> <<
Los ojos chispeantes de la chica se voltearon hacia mí y su
mirada verde profundo centelló contra la mía con tanto
odio que mi cuerpo se obligó a retroceder. Oh mierda.
—¿Qué crees que has hecho, estúpida? — Gruñó dando un
paso hacia mi dirección de manera amenazante y la mano
de Nathan se envolvió en el brazo de ella antes de que su
mano que iba directamente hacia mi rostro fuera capaz de
rozarme. Ella se removió con furia entre sus brazos y luego
lo miró con exasperación.
—¡Nathan! — protestó y él le lanzó una turbia mirada de
advertencia, haciendo que de pronto ella se apaciguara.
—No vale la pena— sus ojos verdes llamearon contra los
míos durante un nanosegundo y me encogí como una
completa cobarde a merced de su mirada rencorosa—
Vamos, te llevo a casa.
La envolvió con el brazo para arrastrarla lejos de mí, pero
ella se liberó con fiereza de su agarre y sacudió la cabeza
con indignación.
—No pienso ir a ninguna parte contigo.
—Dakota...
—Ahora estoy muy molesta y no quiero discutir durante
todo el camino a casa— farfulló alisándose el destrozado
vestido y me hizo sentir un poco más culpable— ¿Por qué
no vienes mejor mañana al anochecer y discutimos sobre
algo más interesante que esto?
Sus manos delicadas se deslizaron tentadoras sobre el
amplio pecho de Nathan y la mandíbula me empezó a
temblar con tanta brusquedad que estuve a punto de
romperme los dientes. ¡¿Acaso le estaba proponiendo tener
sexo?! Respiré profundamente, entrelazando los manos
hasta que los dedos se me tornaron blancos y tuve que
obligarme a permanecer tranquila para no lanzarme sobre
ella y arrancarle con las uñas todo el maquillaje del cuerpo.
Había una propuesta bastante oscura implícita en esas
palabras y lo que más me enfadó fue que Nathan accedió a
sus demandas sin siquiera dudarlo antes de enredarla entre
sus brazos.
—Cuídate y envíame un mensaje cuando llegues— El
corazón se me hizo un puño áspero contra el pecho— Te
veré mañana.
Ella le sonrió con cariño antes de acariciarle el rostro
levemente y luego de dirigirme la mirada más despectiva y
furibunda que alguien se pueda imaginar, dio media vuelta y
desapareció entre la multitud maldiciendo algo sobre
"perras descuidadas" con los dientes apretados.
No pude evitar relajarme visiblemente cuando la perdí de
vista, patéticamente feliz al saber que Nathan no la había
acompañado a casa, pero cuando me giré para mirar de
nuevo en su dirección todo sentimiento positivo se
desvaneció de mi cuerpo. Él tenía las manos apretadas en
dos enormes y peligrosos puños de acero y casi podía oír el
rechinar iracundo de sus dientes como si fuera un lobo que
estaba a punto de atacarme.
—¡¿Puedes explicarme qué demonios ha sido eso?!— gritó
dando un paso hacia mi cuerpo con brusquedad y Dominic
intervino con los ojos muy abiertos, formando una barrera
de aire entre los dos.
—Chicos, ¿podemos hablarlo?
—¡¿También pensabas acostarte con esa perra?!— le espeté
con asco, mirándolo con reproche— ¡Pues lamento haberte
arruinado la noche de sexo salvaje que pensabas tener!
Por un momento la sorpresa fue más visible que el enojo en
el perfecto rostro de Nathan. Dom retrocedió, apartándose
del medio, como sabiendo que ya no había nada más que
pudiera hacer por nosotros.
—Esto debe de ser una broma— escupió Nathan hundiendo
ambas manos en su pelo y removiéndose con ansiedad—
¡Maldición Megan, a ti que te importa!
Apreté los labios con fuerza, maldiciéndome al sentir como
las lágrimas empezaban a nublarme la vista. Toda esta
situación se me estaba saliendo de las manos. Para
empezar, ni siquiera sabía que estaba haciendo allí.
Tomé una temblorosa bocanada de aire, girándome sin
atreverme a decir nada más, pero antes de que pudiera
siquiera hacer el intento de huir de su inminente ira, la
mano de Nathan se envolvió sobre mi brazo con demasiada
brusquedad e hizo que Dom soltara una maldición
ahogada.
—¡No he terminado contigo, señorita bipolar! — me volteó
hacia él con fuerza e hizo que mi pecho rebotara contra el
suyo.
—¡Pero yo sí, imbécil!
Y como si todo se tratara de una película en cámara lenta,
mi mano salió disparada hacia su bello rostro y aterrizó
violentamente contra su mejilla.
Nathan me liberó enseguida de su agarre, tambaleándose
ligeramente a causa del asombro, mientras la palma de la
mano me escocía de una manera preocupante. Dominic se
hizo un ovillo al lado de Nathan como queriendo
desaparecer debido a lo que se avecinaba.
—No puedes soportar que te reemplazara, ¿no es así,
ángel? — escupió con tono de burla y desprecio, y pude
sentir como lo último que quedaba de mi corazón se
rompía en mil pedazos— Escogiste a Anderson, maldición,
¡a mí déjame en paz!
No pude soportar más el rencor sombrío que inundaba sus
palabras, me llevé ambas manos al rostro sin poder
contenerme y salí huyendo de él antes de que las lágrimas
me dejaran en evidencia. Escuché a Dominic gruñir con
frustración, empezando a discutirle a Nathan, pero sin
detenerme me escabullí entre toda la muchedumbre
sintiéndome como una verdadera porquería hasta que
llegué casi inconscientemente a la barra del bar.
El mismo hombre obeso que se encontraba allí cuando fui
con Dom se acercó expectante al verme y esperó con cara
de aburrimiento a que hiciera mi pedido. Me enjugué con
fiereza las lágrimas de los ojos que rehusé en dejar caer y
lo miré, apretando la mandíbula con fuerza.
—Sírvame lo más fuerte que tenga en este lugar— gruñí
dejándome caer en un taburete, ignorando las decenas de
miradas lascivas que me lanzaban un grupo de chicos a un
par de metros de distancia.
El hombre me miró de manera vacilante, como si no
estuviera seguro de lo que acababa de decir, pero con un
repentino encogimiento de hombros se dio media vuelta y
desapareció tras las botellas de la barra.
Me llevé ambas manos a la cabeza, apoyándolas con el
codo sobre el mostrador, y dejé que todo el pelo me
cubriera el rostro. Me sentía tan... muerta. Su mirada
iracunda, la contrariedad impregnada en su voz al retarme y
la manera en la que había tomado a esa segunda chica
cuando se despidieron, me tenían la mente hecho un
agujero de emociones vacías y asfixiantes. No podía
reconocerme a mí misma en ese momento. Nathan había
vuelto mi mundo una verdadera porquería y aunque no
quería admitirlo, yo había influido bastante en sus acciones.
Una voz atronadora se aclaró la garganta frente a mi
cuerpo.
—Aquí tiene.
Levanté la vista justo para ver al enorme mesero colocar
una copa pequeña con líquido transparente frente a mí.
—Le recomiendo que se lo tome con calma. No es agua
bendita, si sabe a lo que me refiero...
Le dediqué una leve sonrisa de agradecimiento y tomé la
copa con vacilación.
—¿Podría traer otra? — Al hombre casi se le salen los ojos.
Oh, vamos. ¿Nunca habían visto a otra chica querer tomar
antes?
—Pero si...
Lo miré con los labios fruncidos.
—Solo tráigame otra— ladré.
El hombre volvió a encogerse de hombros, sacudiendo la
cabeza, exasperado y desapareció de mi vista. Miré la
diminuta copa con algo de recelo, sin saber qué clase de
líquido desconocido se encontraba allí. Y maldiciendo por
lo bajo y sin pensármelo dos veces, me llevé el borde de
vidrio a los labios y dejé que hasta la última gota de alcohol
se deslizara por mi garganta de un solo trago.
Un ardor insoportable me quemó la garganta como un
puñal incandescente y estuve a punto de ahogarme a causa
de la tos cuando el calor viajó hasta mi pecho haciéndolo
doler y la cabeza empezó a darme vueltas sin parar. Dejé la
copa con demasiada firmeza sobre el cristal de la barra y
me apoyé en el borde débilmente. Ahora sí que me sentía
fatal.
—Acá está el otro— murmuró de nuevo el hombre obeso,
mirándome divertido. Me esforcé por centrar mis ojos
bailarines en su cara con dificultad y tomé la otra copa.
—¿Qué demonios es esto?
El hombre sonrió ampliamente.
—No pregunte señorita, hay cosas que es mejor nunca
saber— me dedicó una carcajada misteriosa y se alejó de
mí para atender a los otros clientes.
Volví a llevarme la copa a los labios sin importarme nada,
consciente, o al menos un poco, de que iba a perder
cualquier tipo de coordinación y razonamiento con una
dosis tan elevada de lo que fuera que tenía entre los dedos.
El líquido tóxico volvió a viajar dolorosamente por mi
garganta, quemándome todo el camino a su paso y al
segundo después, me encontraba sobre la pista de baile
con las manos de un chico sobre mis muslos, moviéndonos
al ritmo de la música.
Las luces ahora parecían mucho más brillantes y
cegadoras que cuando llegamos a la discoteca y la música
ya no sonaba tan alta, sino que era apenas un eco distante
mientras nos movíamos. Apoyé la cabeza sobre el hombro
del chico que apoyaba toda la parte frontal de su cuerpo
contra mi espalda de manera insinuante y gemí cerrando
los ojos cuando sus manos subieron descaradamente por
mis piernas hasta la parte inferior de mi vientre.
Estaba completamente desconectada de mí misma en ese
momento y sabía que iba a arrepentirme al despertar.
—¡Apártate de mi hermana, imbécil!
Las palabras de Keegan salieron desde un lugar muy muy
lejano hasta que sentí un fuerte tirón que me hizo volver
bruscamente a la realidad y me encontré de pronto envuelta
entre los brazos de la persona que más detestaba en ese
momento. Forcejeé violentamente contra él para apartarme
apenas mis ojos se encontraron con los suyos, pero Nathan
se limitó a retenerme con fiereza, apretando la mandíbula
para contenerse y no sacarme inmediatamente de ese
lugar.
—¡Voy a hacer que te arrepientas de haber nacido!
Keegan se abalanzó sobre el hombre que hace poco tenía
la mayor parte de su cuerpo presionado contra el mío y
descargó sobre él toda su ira. Dominic y Tyler intentaron
separarlos con frustración, pero no fue hasta que Brent
intervino en la disputa que el pobre chico rubio pudo
escapar sangrando de las garras de mi hermano menor.
Un pequeño grupo de personas había hecho un círculo
alrededor de nosotros para averiguar qué sucedía mientras
yo seguía forcejeando con Nathan para liberarme, pero se
disiparon apenas el chico malherido huyó y no había nada
más interesante que observar.
—¡Maldición, Megan! ¡¿Podrías quedarte quieta?!
Me revolví con mayor desesperación, negándome a volver a
someterme a sus demandas.
El alcohol había consumido cada atisbo de consciencia y
sensatez que se hallaba en mi interior después de discutir
con él y lo único que había quedado era la furia que sentía
hacia Nathan. Ahora me sentía extrañamente liberada.
Dispuesta a convertirme en su peor pesadilla.
—¡Suéltame, tú no tienes por qué tocarme! — me sacudí con
violencia contra su pecho y los ojos de Nathan chispearon.
El muy arrogante se negó a dejarme escapar y en lugar de
eso, me inmovilizó ambas manos entre nuestros cuerpos.
Niam me miraba con la boca abierta de par en par, sin
podérselo creer.
—Cuando te dije que íbamos a beber hasta perder el
conocimiento lo decía de broma...
Mi mirada furibunda viajó hasta ella, sintiendo como con
cada segundo entre los brazos de Nathan crecía mi ira.
—¡Dime por qué demonios bebiste tanto, Megan! Apenas si
es que puedes mantener el equilibrio.
—¡No seas exagerado! — le gruñí a Tyler sintiendo
lentamente como toda la euforia de los últimos instantes
se escapaba de mi cuerpo— Yo solo... ¡¿Alguien puede
decirle a Nathan que me suelte?!
Keegan dio un paso hacia al frente para cumplir mis
deseos, pero Nathan solo aumentó su agarre sobre mi
cintura en forma de advertencia, negándose a apartarse de
mí. Mi hermano lo estudió frunciendo el ceño, aunque
parecía que era el único sorprendido ante su reacción
posesiva.
—Yo voy a llevarla a casa— demandó con la voz firme y mis
ojos centellaron de pánico, pero por su tono de voz y la
tensión de su agarre sobre mi cintura, dejó muy en claro de
que no iba a tolerar un no como respuesta.
:.Capítulo 23.:
"Amo como ama el amor. No conozco otra razón para amar
que amarte. ¿Qué quieres que te diga además de que te
amo, si lo que quiero decirte es que te amo?" -Fernando
Pessoa.

>> <<
Salí de Iluminous Dance con Nathan pisándome los talones.
Como era de esperarse, nadie se opuso a sus demandas
cuando me sujetó con fuerza la mano y tiró de mi cuerpo
hacia la salida sin esperar respuesta.
Tyler ahora parecía bastante relajado e indiferente a lo que
a Nathan y a mí se refería. Creí que iba pegar el grito al
cielo de tan solo considerarlo, pero se limitó a decir que me
cuidara y que le enviara un mensaje apenas estuviera
segura en mi departamento. No sabía si debía aliviarme o
preocuparme su reacción, pero tampoco era que en ese
momento me importara mucho.
Nathan se detuvo frente a la salida de la discoteca y me
tomó con firmeza de la cintura al verme tambalearme hacia
otro lugar lejos de él.
—¿Qué crees que estás haciendo? — gruñó con los dientes
apretados y me maldije mentalmente cuando su aliento
tibio contra mi cuello puso mis rodillas a temblar.
—¿Acaso no lo ves? Me alejo de ti.
Él dejó escapar un gruñido de frustración y me sostuvo aún
con más fuerza, apoyando casi todo mi peso contra su
torso.
—¿Podemos hablar de esto sin discutir? — mis ojos
sombríos se entrelazaron con los suyos.
—Sabes que no tienes que llevarme a casa...
Una diminuta sonrisa le curvó los labios e hizo que mi
corazón inerte durante muchos días se desesperara por
latir. Su mano libre viajó con suavidad hasta mi rostro y
apartó un par de mechones sueltos de mi frente con
delicadeza antes de dejarlos junto a los demás. Cerré los
ojos involuntariamente.
—Fue mi culpa, ¿no es así?
Mis ojos se abrieron de repente y lo encontré estudiándome
con una sincera expresión de dolor. Sacudí la cabeza con
debilidad. Esto era cien por ciento mi culpa.
—Lamento lo que le hice a tu novia...
Maldición. Como dolía pronunciar esas palabras.
Nathan pareció sorprendido y se limitó a suspirar con
aprensión.
—No es mi novia, Megan. Solamente...
—Te estabas divirtiendo... Con las dos— concluí su frase
recordando la chica rubia con la que también lo había visto
allí adentro. Enseguida la ira volvió a apoderarse de mí.
Los ojos de Nathan se enfocaron en mi rostro y dejó
escapar un impropio cuando de nuevo me esforcé por
deshacerme de sus brazos. Esta vez dejó que pusiera un
espacio de aire considerable entre los dos, pero nunca
rompió nuestro contacto físico.
—¿Señor McCain?
Nathan y yo detuvimos nuestro forcejeo de niños
inmaduros y ambos nos volteamos para mirar al mismo
hombre que nos trajo los cascos la primera vez que Nathan
me llevó a casa. Este le sonrió a él de manera respetuosa y
depositó un par de llaves plateadas sobre la palma de su
mano.
—Te lo agradezco mucho, Ian.
Nathan volvió a girarse hacia la carretera y ahora allí, frente
a la entrada, se encontraba un precioso auto azul marino
disponible para nosotros. Ambos cruzamos una fugaz
mirada de tensión y al instante me dirigí hacia el auto
arrastrada por Nathan.
Me abrió la puerta del copiloto de un rápido movimiento,
pero como la buena bruja malvada que era, me rehusé a
entrar en el vehículo.
—No quiero ir contigo a ninguna parte.
Sentí a Nathan respirar profundamente a mi lado a punto de
perder la paciencia y una disimulada sonrisa de
satisfacción se filtró por mis labios.
—Vamos a hacer esto rápido y simple, Megan... — murmuró
apoyándose en la puerta abierta del auto y entrecerró los
ojos, mirándome como un depredador— Si no entras al
jodido auto en este momento, te juro que te vas a
arrepentir.
Erguí la espalda, cruzándome de brazos con firmeza y le
sostuve la mirada.
—No quiero.
Sus ojos se entornaron adquiriendo un maravilloso color
rojizo, o quizá solo fueran las luces de la discoteca, que
hicieron tensarme cada músculo del cuerpo
seductoramente.
Nathan se irguió en silencio estudiándome con diversión y
antes de que pudiera percatarlo, sus manos se envolvieron
en mis muslos desnudos y me levantó en el aire. Dejé
escapar un grito ahogado, apoyándome en sus hombros
sobresaltada, antes de que Nathan me hundiera en el
asiento del copiloto de un rápido empujón.
Nuestros ojos se encontraron cuando se inclinó para
abrocharme el cinturón de seguridad a la cadera con una
sonrisa triunfadora iluminando sus perfectos rasgos, pero
yo no tenía ni un poco de aliento para discutir su actitud y
mucho menos cuando los nudillos de su mano me
acariciaron involuntariamente la piel bajo el vestido de
seda. Jadeé.
—¿Ahora sí que vas a obedecerme? — cerró la puerta sin
esperar a que contestara y a los segundos ya se
encontraba sentado junto a mí, encendiendo el automóvil.
Lo miré de reojo mientras nos adentrábamos en silencio
entre la carretera concurrida de Manhattan y dejé que los
pensamientos incoherentes por el alcohol y el cansancio
me llevaran muy lejos de allí. En ese momento solo estaba
segura de una cosa: Mi mundo desde que conocí a Nathan
tenía un nuevo centro del universo.
Él.
Indudablemente él.
—¿Megan? — Mis ojos se dirigieron indiferentes hacia su
rostro después de un par de segundos. Llevábamos más de
diez minutos de viaje y sinceramente no tenía ni idea de
para adonde me llevaba Nathan, tampoco es que me
interesara mucho. Mis ojos se encontraron con los suyos
un leve instante y el corazón se me hizo un músculo
pesado en el pecho. ¿Por qué demonios tenía que sentir
todo lo que siento justamente por él?
—¿Te parece si nos detenemos en una farmacia antes de
llevarte a tu departamento?
Hice un mohín con los labios, enarcando una ceja.
—¿Qué? ¿Olvidaste los condones?
El auto dio un frenazo repentino lanzándonos a ambos
hacia al frente y Nathan se puso a toser como si su vida
dependiera de ello. Una enorme sonrisa de diversión
apareció en mis labios al mirar la sorpresa y pánico en su
rostro y por primera vez durante muchos días me puse a
reír.
—¡Megan!
—¿Qué? — reí, negando con la cabeza- Solo era una broma.
Los bocinazos atrás de nosotros empezaron a hacerse
intensos y obligaron a Nathan a ponerse en marcha otra
vez. Su rostro pálido había vuelto a adquirir color de nuevo
y una sonrisa de divertida resignación le adornaba los
labios. Me miró de reojo mientras yo no paraba de reír por
su reacción inesperada y me acompañó en mi locura
negando con la cabeza hasta que ambos nos detuvimos en
un pequeño establecimiento.
Sacó las llaves del contacto y me miró frunciendo los
labios. Apoyé todo mi cuerpo sobre el respaldo del asiento
y lo miré por debajo del pelo que me caía sobre la cara,
esperando a que dijera algo.
Él suspiró deslizando una de sus manos sobre mi rostro y
colocó la mayoría de los mechones despeinados atrás de
mi oreja.
Me estremecí.
—¿Me prometes que te vas a quedar en el auto?
Le dediqué una leve sonrisa de diversión asintiendo con la
cabeza antes de mover el rostro y presionar mis labios
húmedos contra el centro de la palma de su mano que aún
reposaba sobre mi mejilla. Nathan dejó escapar un
repentino jadeo de sorpresa y apartó la mano como si mi
caricia lo hubiera quemado.
—Bien— inquirió con la voz ronca y se sacó el cinturón-
Volveré pronto.
Y ni siquiera tardó cinco minutos. Antes de que fuera capaz
de darme cuenta ya se estaba adentrando en el auto con
una pequeña bolsa azul entre los dedos y las llaves
plateadas en la otra mano. Lo miré curiosa, sin saber qué
era lo que contenía y me incliné hacia él.
—¿Qué compraste?
Los ojos de Nathan viajaron hasta mi rostro apenas dejó el
paquete bajo su asiento y sonrió con diversión.
—Ten por seguro que condones no.
Lo que restaba del viaje la pasamos en silencio mientras yo
trataba de deshacerme de todas las horquillas que Niam
me había colocado en el cabello antes se salir. Nathan me
dedicaba una que otra mirada disimulada cada vez que
tenía oportunidad y extrañamente la sonrisa que tenía entre
sus labios jamás me había parecido tan sincera como en
ese momento. Quizá solo fuera a causa del alcohol... o
porque por primera vez después de todos estos días
peleados ambos estábamos juntos de nuevo.
El auto se detuvo con un leve ronroneo frente a mi casa y
Nathan separó las llaves del contacto. Lo miré, jugueteando
con las horquillas y el cinturón de seguridad, y él me dedicó
una leve caída de ojos.
—¿Quieres conversar sobre lo sucedido en la discoteca? —
se inclinó hacia mí hasta que su aliento me acarició el
hombro desnudo y me liberó del cinturón de seguridad.
Cerré los ojos negando con la cabeza hasta que sus manos
dejaron de rozarme la piel.
—Solo quiero acostarme a dormir— murmuré con la voz
ahogada por su aproximación y Nathan asintió en forma de
entendimiento.
—Bien, entonces déjame acompañarte— salió del auto
cerrando la puerta de un tirón y me abrió la puerta del
copiloto extendiéndome la mano para que se la tomara.
Mis dedos se deslizaron sobre los suyos con delicadeza y
me puse de pie. Todo el piso se sacudió apenas llegué a
tocar el suelo y tuve que obligarme a apoyar todo el peso
sobre Nathan para no caer. Él me envolvió entre sus brazos
con preocupación, levantándome en el aire. Dejé caer la
cabeza sobre su pecho tibio enseguida.
—Sabes que no tienes que cargarme.
Él rio suavemente, estrujándome con más fuerza contra su
torso mientras se adentraba por el pasillo. ¿A quién quería
engañar? Necesitaba demasiado de su ayuda en ese
momento. Ni siquiera tenía idea de qué carajos había
bebido.
—¿Y tus llaves?
Me llevé de inmediato una mano al escote que tenía el
vestido y las saqué tintineando alegremente. Nathan
enarcó una ceja mordiéndose el labio inferior y luego se
acercó a la puerta, arrebatándolas de mi mano.
—He perdido mi bolso- le susurré contra el cuello en forma
de explicación y todos sus músculos se endurecieron bajo
mi tacto haciéndome sonreír de satisfacción al darme
cuenta de que yo no era la única afectada por nuestra
cercanía.
La puerta de cerró de un puntapié a nuestras espaldas y
Nathan lanzó las llaves sobre el sofá antes de empezar a
subir con paso firme las escaleras. Cerré los ojos,
abrazándome con más fuerza a su cuello y me deleité con
el increíble olor que emanaba de su piel hasta que sentí la
suave tela de la sabana bajo mis muslos desnudos. Las
manos de Nathan empezaron a separarse de mi cuerpo con
delicadeza, pero yo, muy por el contrario, me aferré aún
más a su cuello.
Su mirada centelleó con ternura.
—Ángel...
—Solo quédate conmigo esta noche- le supliqué deslizando
mis manos ansiosas sobre la delgada tela que cubría su
pecho firme y enseguida su mirada se tornó oscura, llena
de sentimientos contradictorios.
—Sabes que no puedo.
Mis dedos se apoderaron del primer botón de su camiseta,
por debajo de la cinturilla de sus pantalones, y Nathan dejó
escapar un leve gemido cuando me deshice de él al
instante.
—Megan, ni siquiera sabes lo que estás haciendo...
Mis ojos se entrelazaron con los suyos con determinación
mientras mis manos seguían subiendo, dejando cada vez
más espacios de piel descubierta. El pecho de Nathan
subía y bajaba con brusquedad con cada segundo que
pasaba y yo aproveché su necesidad de autocontrol para
apoyarme sobre mis rodillas y tener mayor acceso a su
cuerpo.
Mis dedos se deslizaron por sus amplios hombros con
ansiedad y dejé caer la molesta prenda a sus espaldas.
Contuve el aliento al deslizar mi mirada sobre su esculpido
torso e hice que mi dedo índice resbalara entre el hueco de
su pecho hasta sus abdominales definidos.
Nathan apretó la mandíbula con fuerza y cerró los ojos
cuando me incliné hacia el frente y presioné mis labios
sobre el pulso descontrolado que marcaba su cuello.
—Solo vamos a dormir— le susurré con la voz impregnada
de deseo mientras me deleitaba con su piel tersa
estremecerse bajo mi tacto. Mis dedos veloces bajaron
hasta el broche de su pantalón y la mano de Nathan me
detuvo de repente antes de que lograra abrírselo.
Tenía la boca reseca y sus ojos me estudiaban con
severidad.
—Si solo vamos a dormir... — inquirió con la voz
ligeramente temblorosa— Creo que el pantalón debería
quedarse en su lugar...
Mis ojos descendieron hasta su pecho y asentí con la
cabeza verdaderamente apenada. Me deslicé en silencio
hasta el lado contrario del respaldar y lo miré antes de
dejarme caer sobre la cama. Podía notar la forma
desesperada en que luchaba por tranquilizarse y mantener
el control, pero la decisión que inundaba su mirada me dejó
muy en claro que Nathan no pensaba tocarme aquella
noche. Cualquier otro chico hubiera saltado sobre mí antes
de siquiera llegar a la habitación, a cambio él me había
detenido antes de que siquiera nuestros labios se rozaran.
Observé con demasiada paciencia cómo se dirigía hacia la
mesita de noche y depositaba sobre esta las llaves del auto
y su celular, el cual utilizó en silencio durante un par de
segundos. Después de eso, se apoyó sobre el borde de la
cama y me miró con exasperación.
—Hoy te has vuelto loca, ¿sabías?
Le sonreí tomándolo del brazo y lanzándolo sobre la cama.
Nathan rio con suavidad, apoyándose sobre su codo y me
miró desde arriba con diversión. Siempre parecía un ángel,
pero en este preciso momento mucho, mucho más.
—Estaba celosa— le comenté hundiendo mis dedos en su
abundante cabello despeinado y él cerró los ojos,
sacudiendo ligeramente la cabeza.
—Eso no debería pasar— susurró.
—¿Crees que yo tampoco pienso lo mismo? — una de mis
manos bajó hasta su hombro y lo acarició suavemente. Su
piel tersa y ardiente me hacía respirar con dificultad— Estoy
loca por ti.
Sus ojos se abrieron de golpe y estuvo a punto de hacerme
gritar. Nathan me miró como si fuera la primera vez que me
miraba realmente y una de sus manos se apoderó de mi
mejilla.
—Dilo de nuevo.
Sonreí. Completamente perdida en el verde de su mirada.
—Estoy loca por ti.
Él suspiró con suavidad.
—No sabes cuánto desearía que eso fuera suficiente— se
dejó caer sobre su espalda llevándose parte de mi cuerpo
consigo y dejó que mi cabeza descansara entre su hombro
y cuello en silencio.
Deslicé una de mis manos sobre su vientre plano y la dejé
apoyada allí preguntándome que habría querido decir con
esas palabras. Sus brazos se envolvieron a mi alrededor
como dos alas protectoras y después de sentir sus labios
apoyarse sobre mi cabello, me dejé caer en un sueño
profundo en donde lo único que podía ser capaz de analizar
era en que me había enamorado de él.
:.Capítulo 24.:
"Los hombres más capaces de pensar sobre el amor son los
que menos lo han vivido; y los que lo han vivido suelen ser
incapaces de meditar sobre él." -José Ortega y Gasset.

>> <<
Los brillantes y tenues rayos del sol que entraban por la
ventana me hicieron abrir los ojos con demasiada
debilidad. Sentía la cabeza pesada como un saco de
concreto y un agudo dolor me agujeraba los sentidos.
Me removí incómoda sobre el colchón, apretando los ojos
con fuerza, y estuve a punto de caerme de culo al suelo
cuando el tacto tibio de una mano sobre mi cadera me hizo
saltar.
Oh mierda.
Nathan se encontraba sumergido en un profundo sueño a
mi lado respirando tranquilamente mientras un grupo de
mechones lacios le caían sobre la frente hasta más allá de
los ojos. Abrí la boca mirándolo con detenimiento sin saber
qué hacía allí y me encontré a mí misma asegurándonos de
que ambos estuviéramos vestidos. ¿Qué demonios había
sucedido ayer?
Mi mirada descendió casi a regañadientes por su perfecto
torso desnudo y tuve que esforzarme para no deslizar un
dedo entre la división de sus músculos. Su pecho firme y
bronceado resplandecía con suavidad bajo la luz dorada
que se filtraba entre las cortinas. Me mordí el labio inferior
con fuerza sin poder contenerme y una de mis manos se
apoyó sobre su piel mientras que con la otra sostenía mi
cabeza. El latir de su corazón me acarició la palma de la
mano y casi estuve a punto de echarme a llorar.
—Buenos días.
Su voz suave hizo que soltara un gritito agudo y me lanzara
al otro extremo del colchón como si tocándolo estuviera
cometiendo un terrible delito. Nathan se removió,
llevándose ambos brazos por debajo de la cabeza y abrió
los ojos muy lentamente.
No lucía para nada como una persona que se acabara de
despertar, sino que más bien parecía un modelo listo para
iniciar su sesión fotográfica en una revista para mayores de
dieciocho. Me aclaré la garganta, humedeciéndome los
labios resecos con nerviosismo. ¿Dónde carajo había
puesto su camiseta?
—¿Qué haces aquí? — fue lo primero que se me ocurrió
preguntar antes de sentarme y ponerme roja como una
manzana al notar que el vestido se me había enrollado
hasta la cintura.
Dejé escapar otro grito y Nathan se echó a reír desviando la
mirada de mis muslos desnudos.
—No tienes idea de lo que sucedió anoche, ¿no es así?
Mis ojos se clavaron en su perfecto rostro que se
encontraba mirando al techo y negué con la cabeza,
peleando histéricamente con el vestido para regresarlo a su
lugar.
Nathan suspiró pesadamente y giró la cabeza hacia mí. Sus
ojos tenían un brillo que nunca antes había percibido, pero
a la vez un matiz apesadumbrado le restaba intensidad. Se
irguió de un rápido movimiento y puso a mi cabeza dolorida
a rebotar. Gemí de dolor.
—Voy a traerte unas pastillas— inquirió con firmeza sin
darme oportunidad de reclamar e inclinándose para recoger
su camisa al pie de la cama, salió de la habitación
deslizándosela por los hombros.
No tuve que esperar mucho tiempo para que Nathan
apareciera otra vez por la puerta. Ahora venía con una
botella de agua y una pequeña bolsa azul entre los dedos.
—Bebe— me tendió la botella de agua.
Yo la tomé de entre sus manos mientras Nathan con su
cabello revuelto increíblemente sexy se sentaba junto a mí.
De un rápido tirón abrió la bolsa que tenía entre sus dedos y
de esta sacó una pequeña caja de pastillas. La abrió bajo
mi mirada inquisitoria y luego me tendió dos cápsulas
amarillentas.
—Tómate ambas de un solo trago y si el dolor continúa—
me señaló la caja— Tómate otras dos en ocho horas.
Bajé mi mirada hasta las cápsulas que contenía su mano y
las tomé verdaderamente agradecida. Nathan esperó con
paciencia hasta que las pastillas se deslizaran con facilidad
por mi garganta y luego sonrió ampliamente.
—Eres un ángel— le solté como medio dormida y su sonrisa
se hizo todavía más amplia.
—Creo que el efecto del alcohol no se te ha pasado
totalmente…— murmuró de manera divertida y su mano me
acarició la rodilla desnuda levemente. Una oleada de calor
me recorrió el cuerpo entumecido, despertándome de
golpe— ¿Quieres un poco de café?
Asentí con la cabeza enseguida, más desesperada porque
él permaneciera a mi lado que por el café. Nathan me
sonrió y se puso de pie, tomando la botella de entre mis
manos.
—Levántate con calma— me aconsejó dirigiéndose hacia la
puerta— Te espero abajo.
Una sonrisa bobalicona se filtró en mis labios al imaginar
mi imposible futuro al lado de Nathan con todas las
mañanas así. Él siempre con su cabello despeinado y
esbelto torso desnudo sobre mi cama mientras yo me
entretenía cada amanecer memorizando cada línea y curva
perfecta de su rostro...
Sinceramente no tenía muy claro lo que había sucedido en
la discoteca. Recordaba a Niam llevándome de la mano
entre las personas que bailaban y luego a Dominic.
También sabía que había pasado algo con Keegan y que
Tyler debía de enviarme un mensaje, pero no tenía ni idea
de qué clase de mensaje se trataba. También recordaba
haber discutido con Nathan y una chica apoyada entre sus
muslos en la discoteca... pero nada más.
El exquisito olor a crema me invadió las fosas nasales
cuando salí de la habitación con el pelo goteando agua y un
vestido de seda cayéndome de los hombros. Las pastillas
que Nathan me había incitado a tomar habían resultado
milagrosas. El dolor de cabeza aún seguía allí, pero era mil
veces más ligero y soportable que el anterior.
Me detuve con disimulo en el umbral de la puerta de la
cocina para mirar lo que estaba haciendo y lo vi
revoloteando de un lado para el otro frente a la isleta de la
cocina tarareando una canción que no fui capaz de
reconocer. Era jodidamente apuesto. Casi a un nivel
preocupante.
Se volteó hacia mí como si se percatara de mi presencia y
luego me sonrió con diversión.
—Bonito vestido— susurró deslizando su mirada a lo largo
de mi torso y el pulso se me aceleró.
—Gracias— me aclaré la garganta, disimulando el patético
rubor rosa que me invadía las mejillas. La encimera estaba
cubierta con varios tazones llenos de diferentes tipos de
jalea que ni siquiera sabía que tenía. En el centro había una
gran pila de pan integral y la cafetera humeaba
deliciosamente a su lado junto a la crema derretida.
Miré a Nathan con sorpresa y él simplemente se encogió de
hombros como un niño apenado.
—El desayuno es la comida más importante del día— se
justificó apartando un taburete y extendiéndolo para que yo
me sentara. Obedecí su gesto y luego él se colocó a mi lado
con una sonrisa— Debes estar hambrienta.
Asentí con ternura, idiotizada por su presencia. Era cierto.
Parecía como si hace años no comiera... O simplemente
todo esto me había abierto el apetito.
Nathan tomó la cafetera y me sirvió el café y luego de un
par de minutos ambos estábamos comiendo
animadamente en un silencio que me resultó
verdaderamente reconfortante.
Sus ojos brillaban de una manera singular cuando me
atrapaba mirándolo por demasiado tiempo y tenía que
fruncir los labios para no sonreír cuando nuestras manos
se rozaban accidentalmente y una corriente eléctrica me
obligaba a dejar de respirar. Podía sentir cada célula de mi
cuerpo híper consciente de su cercanía, pero el sentimiento
de culpa seguía allí y me recordaba lo mal que esta
situación podría llegar a acabar para los dos...
—¿Ya te encuentras mejor? — murmuró Nathan con
suavidad mientras empezaba a recoger las cosas de la
encimera y yo se las arrebataba de la mano.
—Sí, mucho. Y déjalo, ya lo haré yo más tarde— él negó con
la cabeza sonriendo de manera encantadora y volvió a
tomar los tazones de mis manos.
Lo miré resignada mientras se dirigía al lavaplatos y dejaba
todo allí.
—Lamento haber sido una molestia anoche— le confesé
con sinceridad poniéndome de pie y Nathan se volteó hacia
mí con el ceño fruncido.
—No fuiste una molestia, Megan— respondió, pero me
rehusé a creerle una palabra— De hecho, resultó una noche
bastante interesante.
Le dediqué una leve sonrisa, tomando lo que restaba de la
encimera y dirigiéndome hacia él.
—No mientas, debiste estarte divirtiendo y lo arruiné—
Nathan vaciló levemente cuando me hizo un lugar para que
pasara por su lado y luego se volteó.
—Eso no es extremadamente cierto— Una de sus manos se
envolvió alrededor de mi cintura y me incitó a girarme,
bloqueándome la respiración. Mi espalda quedó presionada
contra el frío metal del lavaplatos y su torso se presionó
sugestivamente contra el mío. No pude evitar hundir los
dedos en la vajilla que aún tenía entre las manos— La pasé
mucho mejor a tu lado que con cualquier otra persona
anoche.
Me mordí el labio involuntariamente ante esas palabras y
me giré un segundo para dejar el resto de los platos sobre
el lavado.
Él ladeó su rostro cuando lo volví a mirar. Su cabello casi
me acariciaba la piel de la frente.
—¿Me contarás qué sucedió?
Nathan se echó a reír al instante, negando con la cabeza.
Su mano a través de la tela diminuta de mi vestido
calentaba todo mi torso.
—Claro que no. Eso vuelve a ti con el paso de los días— se
giró en dirección a la estancia, liberándome de su agarre
antes de lo que esperaba y yo contuve una maldición
mientas lo seguía con paso presuroso— Lo único que te voy
a decir es que tienes buena mano.
Fruncí el ceño, sin saber a lo qué se refería.
—¿Acaso intenté violarte? ¿Eso quieres decir? — me crucé
de brazos mirándolo exasperada y Nathan casi se ahogada
de la risa antes de sentarse en el sofá.
—Adoro escucharte diciendo cosas como esa— farfulló
tratando de controlar su embriagadora risa y una diminuta
sonrisa de diversión se filtró por mis labios.
—No lo has desmentido— me apoyé a su lado y Nathan
volvió a reír.
—Es que lo intentaste…
Mis ojos se salieron de sus órbitas y enseguida ambos
estallamos en carcajadas. ¿Yo había intentado...? Oh por
Dios. Ahora sí que no quería que los recuerdos de ayer
volvieran a mi memoria o si no nunca podría mirarlo de
nuevo a la cara.
Su mano se deslizó alrededor de mi cintura cuando ambos
nos calmamos y me estrechó contra su duro pecho.
Suspiré agradecida ante su contacto, hundiendo mi rostro
en el hueco de su cuello.
Nathan se estremeció, rodeándome con más fuerza.
—¿Sabes? — susurró contra el cabello de mi frente y yo
levanté la cabeza para saber que quería decirme. Sus ojos
brillaron como diamantes cuando se encontraron con los
míos y me di cuenta en ese instante de que jamás había
deseado besar tanto a alguien como deseaba besarlo a él
en ese momento— Desearía que esto siempre fuera así.
Mis ojos descendieron hasta sus labios y no pude
detenerme hasta que sentí su suave aliento entrelazarse
con el mío. Nathan tensó su agarre sobre mi cintura y
nuestros labios quedaron suspendidos rozándose
suavemente.
—También yo.
Y estaba a punto de lanzarme entre sus brazos y robarme
de un solo beso su respiración cuando como si se tratara
de una muy mala broma del destino el teléfono de ambos
sonó al unísono.
Nathan dejó escapar una palabrota a causa de la
frustración y yo me aparté de su cuerpo con la respiración
entrecortada.
Mierda.
—¿Diga? — mis ojos se deslizaron hasta donde se
encontraba Nathan, frunciendo el ceño enfadado hacia su
móvil.
—¿Amor? — el corazón se me detuvo durante un instante y
me quedé sin palabras. ¿Qué demonios había hecho yo
para merecer esta situación?
—¿Ander? — La aprensión en mi voz dejaba muy en claro
que deseaba que no fuera él en verdad.
Un suspiro de alivio invadió la línea contraria, haciéndome
sentir jodidamente culpable.
—¡No sabes por todo lo que he pasado para poder
comunicarme contigo! Han sido unas semanas de
porquería, me muero por verte otra vez.
Mis ojos volvieron a viajar hasta Nathan y ahora él se
encontraba de pie, caminando de un lado al otro con el
celular pegado a la oreja. No sabía si estaba susurrando
para que Anderson no lo escuchara o simplemente porque
no quería que yo lo hiciera.
Me volví a centrar en mi llamada, eliminando esos
pensamientos molestos.
—¿Por qué no han regresado?
—Hubo un cambio de planes— respondió— La pasarela en
Portland fue cancelada por cuestiones climáticas. Dylan
estuvo por aquí y se armó un desastre. Para serte más
específico, mi teléfono quedó hecho trizas en las manos de
uno de esos psicópatas y al parecer ahora mi expediente
está manchado por peleas callejeras.
—¡¿Te metieron a prisión?!— farfullé horrorizada.
—Nosotros no lo llamamos así, hermosa— se echó a reír
con ternura y su risa me pareció demasiado áspera
comparada con la de Nathan— Solo fue un mal entendido.
Quería arreglar todo por aquí antes de avisarte para que así
no te preocuparas. Regresaré pronto. Quizás mañana al
anochecer.
El corazón se me hizo un nudo doloroso contra el pecho y
me encontré estúpidamente deseando que no lo hiciera.
Miré a Nathan de nuevo, quien al parecer ya había
terminado de conversar, y sus ojos curiosos se
entrelazaron con los míos.
—Está bien— susurré con dificultad y me maldije al
escuchar el temblor de mis cuerdas bucales— Te veo
pronto.
Y sin esperar a que dijera esas dos palabras que yo ya no
era capaz de pronunciar, terminé la llamada telefónica. Y un
"te amo" quedó suspendido en el aire...
:.Capítulo 25.:
"Para mi corazón basta tu pecho, para tu libertad bastan mis
alas." -Pablo Neruda.
>> <<
—Era Ander, ¿no es así? — las palabras escaparon de los
labios de Nathan con un resentimiento tan profundo que no
fui capaz de comprender. Él se volvió a dirigir hacia el sofá,
pero cuando se sentó lo hizo dejando un espacio
considerable entre nuestros cuerpos— Mis padres estarán
en Manhattan mañana al atardecer y quería que los
conocieras…— se calló un momento y luego sacudió la
cabeza como si acabara de decir una estupidez— Aunque al
parecer eso ya no va a ser posible.
Bajé la mirada en silencio hacia mis dedos entrelazados
sobre mi regazo. Era verdaderamente frustrante como las
cosas podían cambiar en cuestión de segundos.
—¿Anthony va a venir? — Nathan sonrió débilmente,
asintiendo con la cabeza.
—Todo el viaje es debido a él. No sé cómo ha logrado
convencer a mis padres de esta locura.
Lo miré durante unos segundos buscando dentro de mente
alguna forma de traerlo a su antiguo estado de ánimo. Pero,
maldición, era difícil.
—¿Quieres hablarme sobre él? — traté de insistir.
De repente sus ojos se conectaron con los míos con una
sorprendente frialdad, haciendo que la severa capa de hielo
que los cubría me robara el aliento. Pero, ¿Qué demonios?
—Creo que es mejor terminar con esta conversación aquí,
¿no lo crees?
Se puso de pie de un salto luego de escupirme literalmente
esas palabras y empezó a subir las escaleras sin siquiera
mirarme. Bajé la mirada hacia mis muslos desnudos y
esperé con la respiración entrecortada hasta que Nathan
volviera al salón. Yo no tenía la culpa de que Anderson
hubiera llamado. Simplemente no tenía motivos para
comportarse así. Era... joder, estúpido.
Escuché el leve tintineo de las llaves de su auto cuando
bajó las escaleras a toda velocidad y un sentimiento de ira
y decepción me taladró. Levanté la mirada. Ahora se
encontraba a unos pocos pasos de mí.
—Quedé anoche en encontrarme con una persona. Espero
que no te moleste que me vaya...
Un leve flechazo de la discoteca vino a mi mente
amortiguando su voz y la silueta de una chica bailando con
él anoche me dejó congelada. ¿Acaso iba a encontrarse
con ella? ¿Pensaban terminar lo que no habían concluido
anoche?
Apreté la mandíbula con fuerza conteniendo la rabia y me
puse de pie, reusándome a mirarlo a los ojos.
—No tienes que dar explicaciones, solo vete— me crucé de
brazos, aparentando indiferencia. No quería que Nathan
pudiera ver lo afectada que me encontraba. En ese
momento estaba deseando que él cruzara la puerta para
tomarme unas potentes pastillas para dormir y así no
pensar en lo que él y esa chica podrían llegar a estar
haciendo en unas cuantas horas. Tan solo imaginar el
hecho de él recorriendo el cuerpo de alguna mujer o
simplemente mirándolo me provocaba enfermizas
arqueadas.
Su cuerpo dio un paso hacia mí como si quisiera
despedirse y todas mis terminaciones nerviosas saltaron
en autodefensa obligándome a dar un paso atrás. Él se
detuvo en seco, inclinando la cabeza.
—¿Sucede algo?
¿En serio lo preguntaba?
—Nathan, solo desaparece de mi vista de una vez por
todas— solté mirando fijamente el ventanal que iluminaba
el salón mientras me clavaba las uñas con fiereza en la
palma de la mano. Al instante su cuerpo se tambaleó
ligeramente como si le hubiera pegado un puñetazo en el
estómago. Quería gritarle, golpearlo, besarlo y volverlo a
golpear en ese momento, pero mi mente y mi cuerpo tenían
su propia guerra interna. Y de pronto me encontré
deseando desesperadamente encontrarme de nuevo con
Anderson...
Así como lo había dicho, apenas Nathan cruzó la puerta del
apartamento sin volverme a dirigir la mínima palabra, tomé
el frasco de pastillas de Niam contra el insomnio y me
tragué tres de un solo trago. No quería pensar en nada ni en
nadie y, si era necesario, debía olvidar esa estúpida mañana
lo antes posible. Aún no podía creer que estaba dejándome
caer lentamente entre las garras de Nathan, poniendo en
peligro mi relación cuando él solo se divertía con todas sus
conquistas sin preocuparse de lo que pudiera llegar a
perder. ¡Y vaya que tenía mucho que perder! ¿O es que
acaso no le importaba lo que pudiera llegar a pasar con su
relación con Anderson?
Estaba a punto de acostarme de nuevo, sumergida en mi
patética depresión, cuando una llamada de Tyler retumbó
contra la mesita de noche haciéndome maldecir. Tomé el
celular con la peor expresión malhumorada que alguna
persona pudiera haber puesto y respondí con un gruñido.
—¿Qué quieres?
Un reproche ahogado me llegó a través de la línea
telefónica y casi pude sentir a Tyler rodar los ojos.
—Esa no es la manera adecuada de contestarle el teléfono
a tu hermano mayor...
—Técnicamente ni siquiera somos hermanos de sangre, así
que jódete— lo interrumpí.
—¡Megan!
Suspiré pesadamente, dejándome caer con fuerza sobre el
colchón. Era una jodida perra.
—Lo siento.
—¡Más te vale! — farbulló con enojo y agradecí
mentalmente que varios kilómetros nos separaran en ese
momento— ¿Qué demonios te sucede hoy? ¿Bebiste tanto
anoche que has perdido la cabeza? Keegan está furioso
contigo y si yo fuera tú, huiría de él mínimo por una
semana.
Una leve risa somnolienta escapó de mis labios.
—De hecho, me sorprende que aún no haya venido a
buscarme.
—Sí, sí, no te confíes— me advirtió con sarcasmo,
restándole importancia— Por cierto, logré comunicarme
con la empresa de tu queridísimo novio ayer— agregó— Y
para tu morboso deleite, los chicos estarán de vuelta en
Manhattan en un par de horas, ¿qué tal te suena eso?
Sonreí al escuchar su tono de arrogante superioridad a
través de la línea y rodé los ojos.
—Ander se te adelantó— inquirí para arruinar su fachada de
"soy increíblemente apuesto y encima ayudo a mis
hermanos".
Lo escuché maldecir al otro lado del teléfono y me eché a
reír como una niña.
—¡¿Es en serio?!— estaba a punto de echarse a reír— Te juro
que aún ni siquiera conozco a tu novio y ya lo detesto un
setenta y cinco por ciento.
Arrugué la cara.
—¿Por qué tanto?
—Porque, seamos sinceros— concluyó— El hombre tuvo
que hacer algo demasiado mal para que lo engañaras con
su mejor amigo.
Un jadeo estrangulado escapó de mi boca y estuve a punto
de soltar el teléfono. JODER. Eso me había malditamente
dolido. Escuché a Tyler balbucear una rápida e incómoda
disculpa desde su teléfono, pero no me molesté en
contestarle. Tomé una temblorosa y cortada respiración y,
sin asimilarlo, estrellé mi nuevo móvil contra una de las
paredes de mi cuarto.
Odiaba esto.
—¿Megan?
Una cálida mano me acarició suavemente la mejilla
mientras todos los sentidos se me iban despejando de la
larga siesta. La habitación estaba en penumbras y gruñí al
recordar que la alarma no había sonado porque mi celular
estaba hecho pedazos a unos cuantos metros.
La mano tibia volvió a acariciarme y me giré sobre mi eje de
un salto al darme cuenta que ya no estaba sola en la cama.
—¡Ander! — fue un grito tanto de pánico como de sorpresa.
Él me sonrió a través de la oscuridad de la habitación y se
abalanzó sobre mí, aplastándome contra las sábanas.
—Demonios, no sabes lo mucho que te he extrañado.
Lo rodeé con mis brazos por auto reflejo y dejé que me
apretara contra su pecho tibio. Su característico olor
varonil, un poco más dulce que el de Nathan, me invadió
por completo los pulmones como un recordatorio de que
todavía estábamos juntos, antes de que se separara y me
mirara con esos brillantes ojos azules que tanto me
gustaban.
—Lamento haberte despertado— me acarició la mandíbula
con la punta de sus dedos. Mi cuerpo se tensó.
—No te preocupes, Ander. Yo también te extrañé
muchísimo. ¿Cómo carajos entraste?
—Tengo mis trucos.
Sus labios descendieron hasta los míos y los presionaron
firmemente. Cerré los ojos con fuerza mientras mis dedos
se hundían en su espalda y me obligaba a eliminar la
imagen de Nathan besándome de mi conciencia. Debía
pensar en el chico que tenía entre mis brazos, no en su
mejor amigo que posiblemente estaba teniendo sexo con
otra chica en ese instante...
Me aparté de golpe. Joder.
—¿Todo está bien? — presionó su frente contra la mía y su
aliento cálido me hizo cosquillas en los labios. Lo miré
fijamente sin saber qué decir mientras sus dedos
descendían ansiosos por mi costado. Jadeé.
—Es que...— oh mierda. De un fluido movimiento Anderson
se colocó con firmeza sobre mí y me acorraló entre sus
brazos como un tigre hambriento a punto de atacar. La
suave yema de sus dedos se coló a través del vestido de
seda que llevaba puesto y me acarició los muslos. El
corazón me dio un salto precipitado en el pecho y no supe
si era porque deseaba que continuara o porque me
suplicada que se detuviera.
Volví a cerrar los ojos con fuerza y dejé que sus labios se
deslizaran por mi cuello.
—¿Sabes? — farbulló con la respiración entrecortada
mientras sus manos ascendían hasta mi vientre y mi
cuerpo se ponía rígido como una roca— Nathan me invitó a
la fiesta de Tony mañana por la noche y pensaba que
podrías acompañarme...
Apreté la mandíbula, clavándole las uñas, y de pronto Ander
se quedó inmóvil con sus manos a medio camino.
—¿Meg? — sonaba preocupado.
—No quiero ver a Nathan— le respondí con la voz áspera y
fría y Anderson apartó sus labios de mi garganta.
—¿A qué te refieres? — frunció el ceño.
—A que no me cae bien. No quiero verlo— mentí. Y por
primera vez en mi vida deseé que esas tres últimas
palabras fueran completamente ciertas.
Ander esta vez apartó sus manos de mi cuerpo y las puso a
cada lado de mi cabeza para apoyarse y poder verme
mejor. Su rostro ahora se podía ver más nítido a pesar de la
oscuridad y parecía bastante contrariado.
—¿Sucedió algo entre ustedes mientras yo no estaba?
¿Acaso te hizo algo de lo cual deba enterarme?
Sí. Era verdaderamente una estúpida.
—¡No!, ¿Cómo crees?
Anderson se relajó al instante volviendo a presionar sus
labios contra los míos.
—Maldición Megan, me asustaste— Sus ojos dejaron relucir
una chispa de incredulidad cuando me observaron y estuve
a punto de lanzarme por la ventana por haber sido tan
obvia— Aun así, cuéntame por qué no quieres verlo...
Dio media vuelta y aterrizó sobre su espalda. Una
sensación de alivio me invadió el pecho al romper nuestro
contacto y supe instantáneamente que para mí habría sido
una completa tortura si esa situación hubiera continuado
un poco más.
—Yo...— no sabía que decirle— Creo que es una persona
arrogante y caprichosa...— me encogí de hombros— Que
utiliza a las mujeres para satisfacer sus propias
necesidades.
¿Ok? Eso había sonado bastante creíble.
Ander se pasó ambos brazos por debajo de la cabeza y me
miró con semblante pensativo. La poca luz que se
escabullía a través de las cortinas le dibujaban un aura
celestial.
—Pienso que estás exagerando.
¡¿Era en serio?!
—¿Hablas en serio?
—¡Claro que sí! — dejó escapar una risa grave y luego
enmudeció— Nathan es una de las personas más serias y
sensatas que conozco. Tendría que apasionarle
verdaderamente una persona para que utilice su
personalidad engreída con esperanza de conquistarla. ¡Y
créeme cuanto te digo que le funciona! Ese chico es un
imán sexual cuando se lo propone.
Ok. Estaba a punto de vomitar.
Me removí incómoda contra las sábanas y me apoyé en su
pecho. Tan cálido y musculoso como el de Nathan, pero sin
la misma sensación de electricidad.
—¿Le gusta jugar con las mujeres?
Anderson sacudió su pelo rubio.
—Claro que no. Le gusta, ¿Cómo decirlo? Enamorarse. Pasa
buscando la persona correcta desde que tenemos los
catorce años, no entiendo cómo es que aún no la ha
encontrado.
Sí. Definitivamente iba a vomitar.
Me apoyé sobre su pecho rodeándolo con los brazos y
cerré los ojos con fuerza deseando volver el tiempo atrás y
nunca haber conocido a Nathan McCain. Anderson deslizó
su mano por mi espalda y la aferró a mi cintura,
acariciándome ligeramente.
—Vas a acompañarme mañana, ¿no es así?
—¿En serio me estás preguntado?
—No— alargó la palabra de manera divertida y luego sonrió
ampliamente— Solo trataba de ser cortés contigo. Claro
que vas a ir.
:.Capítulo 26.:
"¿Por qué, si el amor es lo contrario a la guerra, es una
guerra en sí?" -Benito Pérez Galdós.
>> <<
Mesas alineadas. Candelabros de cristal. Paredes
entonadas. Y cientos de globos azules flotando por todas
partes...
La fiesta había sido programada a las seis de la tarde en
una de los hoteles más lujosos de Manhattan, pero
nosotros estábamos llegando aproximadamente a las
ocho, ya que debido a mi mal humor al ser obligada a venir,
estuve por más de tres horas encerrada en el baño. Ni
siquiera preparándome. Solo encerrada.
—Eres una bruja. No puedo creer todo lo que nos debimos
haber perdido por tu estúpido ataque de rabia.
Niam parecía verdaderamente una bomba sexual con la
ropa que llevaba puesta. Su pelo estaba amarrado en una
coleta alta en la cima de su cabeza, acentuando a la
perfección el traje de cuerpo entero que se le aferraba a las
curvas. Seguía bastante molesta conmigo ya que
supuestamente por mi tardía, sus posibles futuros suegros
la tendrían como una mujer impuntual y de poca palabra sin
siquiera conocerla. ¡Claro! Como si acaso fuéramos
siameses y ella no hubiera podido irse sola dos horas antes
de mi departamento.
—Tranquila Niam, ya estamos acá, es lo importante.
Ander por otro lado se mantuvo tranquilo e inmutable todo
el día. Esperando pacientemente que su estúpida novia
decidiera vestirse para poder venir a la fiesta. Traía un
bonito traje azul que hacía juego con sus ojos y una
camiseta negra debajo el saco.
No sabía si se debía al tiempo que estuvimos alejados el
uno del otro o el que pasé junto a Nathan, pero la persona
que en ese momento me conducía de la mano entre las
personas del salón me resultaba un completo desconocido.
—¡Hey! — la voz de Brent resonó desde el fondo del salón y
los ojos de Niam se iluminaron cobrando vida propia.
Mi mejor amiga corrió hacia su encuentro con nosotros
coronando sus espaldas y se lanzó a los brazos de Brent
presionando sus labios contra los de él. ¡¿Qué demonios
me había perdido en la discoteca anoche?!
—¿Ustedes dos...? — esto era verdaderamente
inaceptable— ¡¿Cómo carajos no me contaste una cosa
así?!
Niam se volteó con una sonrisa gigantesca en su rostro y
Brent la cubrió con sus brazos.
—Creí que aún seguías ebria, no sabía si lo ibas a captar.
Anderson tensó de pronto su agarre en mi mano.
—Espera, ¿ebria? — me miró frunciendo el ceño— Pero
Megan, si tú no tomas...
Maldición. Iba a descuartizar a Niam.
—¡Chicos!
La mano de Dominic apareció a lo lejos haciendo señas
para que nos acercáramos a él. Sacudí la cabeza con
frustración ligeramente aturdida y dejé que un Anderson
bastante molesto me guiara hacia los demás mientras
analizaba la situación. Me arrepentí casi instantáneamente
al traer un vestido de seda tan sencillo cuando me encontré
al frente de unos señores tan formales que estuve a punto
de creer que eran parte de la realeza.
La mujer llevaba un elegante vestido de encaje rojo hasta el
suelo y el hombre mayor junto a ella, un traje pulcramente
blanco, hecho a la medida. Mis ojos se deslizaron con
asombro a través de ellos y recibí como una docena de
bofetadas cuando a sus espaldas apareció Nathan vestido
completamente de negro y junto a él la misma chica de la
discoteca. Dakota. Con su cabello lacio cayendo en
cascadas por su espalda desnuda y un precioso vestido
acentuando su muy marcada silueta.
Apreté la mandíbula con rabia tratando de pasar
desapercibida, pero los ojos verdes de la chica se
conectaron con los míos al mismo tiempo en el que
deslizaba su mano por el pecho de Nathan y él por su
cintura.
Joder.
—¡Gloriana! ¡Robert! — la mano de Ander se separó de la
mía y fue a parar sobre la espalda del enorme hombre
mientras lo abrazaba con cariño. Mis ojos volvieron a
dirigirse casi involuntariamente hacia el culpable de toda
esta jodida e incómoda situación y él no se había movido ni
un milímetro. Estaba observando con firmeza hacia otro
lugar ignorando por completo lo que pasaba a su alrededor
mientras los ojos de Dakota me perforaban los huesos,
haciéndome sentir de repente muy cohibida.
—Ander, hace tanto tiempo que no te veíamos. Es
increíble— saludó el hombre de mediana edad con una voz
tan suave y cariñosa que me desconcertó. Sus ojos verdes
turquesa se deslizaron a través de nosotros cuando
Anderson se acercó a abrazar a la señora rubia que se
encontraba a su lado y se enfocaron con extrema
curiosidad sobre Niam y Brent que seguían abrazados.
Sonrió— ¿Acaso tienes algo que decirme, hijo?
Joder, ¿cómo no lo había notado? ¡Los cuatro se parecían
un montón! Observé por el rabillo del ojo cómo Brent
asentía emocionado y rodeaba la cintura de Niam
firmemente. Mi mejor amiga por otro lado, parecía que iba a
colapsar. Supongo que estaba igual de consternada que yo
al encontrarles una apariencia tan dura y una personalidad
tan calidad.
—Papá, mamá, les quiero presentar a mi novia, Niam
Cyrus— Sonreí. ¡Ja! Ella le había advertido sobre su
segundo nombre...— Nos conocimos en una inauguración
hace casi dos meses. Niam, ellos son mis padres.
Esas palabras fueron lo único que en ese momento
llamaron la atención de Nathan. Sus ojos ascendieron de
golpe hasta su hermano mayor y una sonrisa triunfal
apareció en su perfecto rostro.
—¿Es en serio, Niam? — preguntó con incredulidad y Brent
lo fulminó con la mirada.
—¡Pues claro! — mi amiga se echó a reír ante la guerra de
miradas de los chicos y luego se volteó hacia sus padres—
Es un verdadero placer conocerlos.
—El placer es nuestro, preciosa— la madre de los chicos
extendió sus brazos y Niam se acercó felizmente para
abrazarla.
Ander volvió a colocarse junto mí con una sonrisa perfecta
decorándole los labios y deslizó su mano tibia sobre mi
cintura. Sus ojos me observaron durante un par de
segundos y luego se dirigieron hacia Nathan quien
fulminaba los dedos de mi novio con tensión.
—¿Por qué tienes esa cara? Parece como si fueras a
vomitar.
Nathan sacudió levemente la cabeza mientras los demás
reían y yo me encogí como una verdadera cobarde contra el
costado de Anderson. No me sorprendió para nada que
cuando nos volvió a observar su rostro estaba tan relajado
e indiferente como de costumbre.
—Pues estaba pensando que mi mejor amigo no se ha
acercado a saludarme luego de casi un mes de ausencia.
Eso duele.
Ander le dedicó una mueca divertida y se alejó de mi
cuerpo para abrazar a Nathan como si hubiera encontrado
la parte complementaria de su cuerpo. Mi hermoso
demonio angelical se aferró a su espalda cerrando los ojos
con fuerza y tuve que apartar a vista al notar la expresión
de dolor contenida entre los rasgos de Nathan.
Dom revoleó los ojos e interrumpió la emotiva escena.
—Ok chicos, se extrañaron, pero creo que esto está
pasando a ser algo homosexual... Y lo apoyo, no me
malinterpreten. En serio, harían una muy buena pareja.
La mano de Gloriana rebotó sobre su brazo en forma de
advertencia y él se echó a reír mientras mi novio y mi...
Nathan se separaban.
—¿Y nadie nos va a presentar a la otra joven? — la voz
cálida de su padre me distrajo ligeramente.
—Oh, ella es Megan Kerssies— inquirió Niam volviendo
junto a Brent y rodeándolo con sus brazos— Es mi mejor
amiga y la novia de Anderson. Nos conocemos desde hace
muchos años.
—Es un placer, hermosa— su padre me extendió el brazo y
yo se lo tomé agradecida.
—El placer es completamente mío. Me resulta sorprendente
lo mucho que se parecen a sus hijos.
Gloriana rio con suavidad y por un momento sentí que
estaba con mi madre.
—No nos parecemos en nada a estos gigantes
musculosos— rodeó los hombros de Nathan con un brazo y
él se inclinó ligeramente para dejarse abrazar— A cambio
con Anthony es algo muy evidente.
Sonreí cuando me tendió su brazo libre y me acercó para
abrazarme. Su cálido cuerpo me envolvió ligeramente y
tuve que cerrar los ojos con fuerza para ignorar el roce del
cuerpo de Nathan que se encontraba semi abrazado
también por su madre.
—Me muero por conocerlo— le confesé con toda sinceridad
al alejarme y recibí una leve y diminuta sonrisa por parte de
Nathan.
—Pues lo harás— concluyó Robert y deslizó su mirada en
todas direcciones— ¿Adónde crees que se haya metido,
cielo?
Sonreí con ternura al verlos tomarse de la mano en busca
de su pequeño hijo y una molesta pizca de envidia me
corrió por las venas. Se veían tan felices y enamorados
aún...
—¡Nate!
La voz aguda de un niño atravesó el silencio inesperado y
de pronto una pequeña silueta de no más de medio metro
de altura apareció a través de las personas que bailaban y
se aferró con fuerza a una de las piernas de Nathan. Tenía
el cabello ligeramente rubio y sus ojos eran de un color
verde grisáceo. Maldición, sus facciones también eran
iguales. Era como ver a un mini Nathan a la edad de siete
años, robusto y con sus labios rojos brillando a la luz de las
velas.
—Brianna no quiere que abra mis regalos. Es una bruja,
quiero que le digas algo— levantó su vista para mirar a
Nathan a través de su pelo lacio y él se inclinó,
levantándolo en el aire para mirarlo y aferrarlo a su pecho.
—¿Acaso no quieres esperar?
—¡Claro que no! Es mi cumpleaños, no tiene sentido abrirlos
en un par de horas cuando ya no lo sea.
Sonreí ampliamente. Ese había sido una observación muy
lista.
—Pero Tony...
—¡Esa niña me odia! — farfulló moviendo sus brazos con
exasperación y luego miró a Dakota— ¿Podrías
devolvérsela a tus padres?
Esperen, ¿qué? ¿Los padres de esa chica estaban aquí y su
hermana también? El estómago se me revolvió. Cuando
llevas a toda tu familia a una celebración en la casa de tu
pareja las cosas van en serio.
—Le diré que te deje en paz— asintió besándole la frente y
con una última mirada de odio hacia mí, desapareció entre
la multitud.
Los ojos pálidos del niño se deslizaron de repente sobre
todos nosotros al percatarse que Nathan estaba
acompañado. Su mirada nítida primero descanso en Brent y
Niam, y luego reparó sobre Ander, Dominic y yo.
—¿Quiénes son ellos? — Nathan le apartó el pelo rubio de
los ojos antes de contestar.
—Pues Brent y Dom, ¿ya te olvidaste?
El niño lo golpeó en el hombro para advertirle que no jugara
con él.
—Hablo en serio.
Sonreí ampliamente.
—Hola, yo soy Megan, mucho gusto.
Su mirada se cruzó con la mía y una diminuta sonrisa le
curvó los labios. Oh. Por. Dios. Iba a llevármelo para la
casa.
—¿Megan? — analizó mi nombre entre sus labios— Es un
poco extraño, ¿no lo crees?
No. Claro que no.
Dominic se echó a reír ante mi cara de confusión.
—¿Y qué significa? — volvió a insistir y Nathan se mordió el
labio con fuerza para contener su risa.
¡Qué carajos iba a saber yo!
—Pues...
Nathan me interrumpió.
—Significa persona fuerte y capaz.
Anthony lo miró profundamente concentrado y luego
entornó sus ojos hacia mí.
—¿Es en serio?
Todos los chicos se pusieron a reír. Brent le tendió los
brazos, pero el niño negó con la cabeza aferrándose
firmemente al cuello de Nathan.
—Te trajimos regalos— agregó Niam sonriendo mientras se
acercaba al cuerpo de Nathan y Tony— Yo soy Niam, la
novia de tu hermano Brent.
Su pequeño rostro se iluminó y empezó a revolverse para
que Nathan lo pusiera en el suelo.
—¿De verdad? — no sabía si estaba preguntando por los
regalos o por su relación con Brent.
—Así es.
Niam se inclinó hacia él y le depositó un enorme regalo
entre los bracitos que lo hizo tambalearse ligeramente de la
emoción.
—¡Quiero abrirlo!
—Pues hazlo— accedió Nathan— Aunque recuerda que
mamá dijo que tenías un lugar destinado para abrir regalos.
Nadie quiere que este lugar termine lleno de basura.
—¡¿Me llevan, por favor?!
—Yo lo hago— se ofreció Dominic, sacándole el regalo de
las manos y uniéndolo con el suyo— ¿Alguien más tiene
algo para este pequeño? ¿Que no pese tanto como el de
Niam, por favor?
Anderson sacudió la cabeza y le tendió la pesada bolsa que
contenía el regalo mío y el suyo. Dom se miró las manos y
negó con la cabeza.
—No puedo. Dejaré caer los otros.
—Entonces te acompaño.
Me miró como si estuviera pidiendo permiso y yo asentí
rápidamente con la cabeza, encogiéndome de hombros.
—¡Perfecto, entonces vamos!
Anthony tomó a Ander de la mano y lo arrastró seguido por
Dom a través de la muchedumbre. Desaparecieron en
pocos segundos por entre las mesas alineadas y cuando
me volteé de nuevo hacia los demás chicos, solo se
encontraba una persona frente mí.
Mierda, Niam.
—Se fueron a bailar— concluyó Nathan hundiendo sus
manos en los bolsillos de su pantalón y señalando con la
barbilla la pista de baile en donde Niam y Brent se
devoraban los labios.
Aparté la mirada incómoda y empecé a juguetear con la
falda de mi estúpido vestido rosa.
—Me tomó por sorpresa que empezaran tan pronto una
relación.
—¿Pronto? — sacudió la cabeza— Han tardado demasiado.
Para el amor no hay un límite de tiempo.
¿Acaso era una jodida indirecta?
—Pues yo opino que es demasiado rápido, nadie podría
enamorarse en menos de un mes.
—¿Estás segura de que nadie? — me escupió con desprecio
y el corazón se me encogió. Estaba a punto de responderle
con el mismo tono sarcástico y mordaz cuando un líquido
helado y oscuro me empapó por completo la espalda.
Grité a causa del frío y pegué un salto hasta llegar donde
Nathan. Cuando me volteé Dakota estaba parada a solo
unos pasos de nosotros con una copa de vino volteaba en
su mano, aun goteando contra el suelo.
¡Esa perra!
—Ugh, lo lamento tanto. Se me resbaló la copa al igual que
te sucedió a ti anoche.
Sentí a Nathan tensarse a mi lado mientras el vino
descendía por mis piernas haciéndome tiritar.
—Por favor, dime que no lo hiciste…— gruñó con los dientes
apretados y ella se encogió ligeramente.
—¡Por supuesto que lo hice! ¿O acaso creíste que me iba a
quedar cruzada de brazos sin devolverle el favor?
—¡Maldición Dakota, es la fiesta de Tony! — se sacudió el
pelo con exasperación y yo rodé profundamente los ojos al
notar que había quedado todavía más guapo de lo que era—
Llévala a tu habitación y préstale un vestido ahora...
¿Habitación? ¿Estaban viviendo en el mismo hotel?
—Estoy bien, no te preocupes.
Di un paso para alejarme, pero Nathan envolvió con firmeza
su mano por encima de mi codo reteniéndome y
haciéndome jadear.
La mirada de Dakota se frunció por un momento y luego
relució ante la sorpresa.
—¿No me digas que...?
—Solo haz lo que te pido— la interrumpió Nathan enseguida
y ella se cubrió la boca con una mano, luciendo
emocionada.
—¡Oh, mierda, por supuesto! — extendió una de sus manos
hacia mí para que se la tomara y yo lo hice mirándola con
demasiada precaución— Te la traeré pronto.
—Dakota...
—Ok Christopher, ya me callo.
:.Capítulo 27.:
"Temer al amor es temer a la vida, y los que temen a la vida
ya están medio muertos". -Bertrand Russell.
>> <<
Subimos las escaleras de caracol en completo silencio.
Ella me miraba de vez en cuando mientras tiraba de mi
cuerpo a través de un extenso pasillo repleto de puertas y
ascensores y yo deseaba con desesperación que alguien
viniera a rescatarme.
Se detuvo frente a una bonita y elegante puerta polarizada y
me miró severamente.
—Para que conste, lo hago por Nathan— Y la abrió de un
empujón.
La habitación estaba iluminada por pequeños candelabros
que colgaban de las paredes y les daban un semblante
rústico en contraste con toda su estructura moderna. Una
cama de roble gigante coronaba el centro de la habitación y
un par de cortinas de seda blanca caían de sus altos postes
que llegaban casi hasta el techo. Di un paso dentro de la
habitación y la puerta se cerró firmemente atrás de mí.
—Tengo que admitir que me sorprendió bastante verte hoy
en la fiesta cuando Nathan ayer actuó como si fuera la
primera vez que te había visto en su vida— Se acercó con
paso rápido hacia un enorme armario computarizado y
escribió la contraseña— No lo había analizado a fondo
hasta este momento...
—Pues yo no entiende a qué carajos te refieres— farbullé
mirándola con recelo y empecé a caminar por la
habitación— A mí es la que me sorprende verte aquí.
Ella dejó escapar una risita incrédula.
—¿En serio? ¿Nathan no te ha hablado sobre nuestra
relación?
Iba a romperle la cara.
—¿Qué relación? — escupí con los dientes apretados y ella
se volteó con ambas manos sobre sus caderas.
—Somos primos, querida— concluyó sacudiendo la cabeza
y volteándose de nuevo. Abrí los labios por un momento y
luego los volví a cerrar de golpe. ¡¿Que ellos qué?!
—Estás bromeando, ¿no es así?
Dakota rio con fuerza, sacando un vestido diminuto de su
armario. Lo lanzó sobre la cama y luego sacudió la cabeza.
—Ustedes son ¡tan obvios! por Dios— Se acercó a mí con
una sonrisa y me condujo hasta un enorme espejo de
cuerpo entero que iluminaba el cuarto. Sus dedos me
apartaron el pelo del rostro y me lo sujetaron en una coleta
por debajo de la nuca— Es increíble que tu novio no se haya
dado cuenta de la tensión sexual tan asfixiante que existe
entre ustedes dos.
La miré entornando los ojos fijamente y ella se alejó un
momento para tomar el vestido que yacía sobre la cama.
—Lamento mucho lo que sucedió anoche— le confesé,
bajando la mirada hasta mi vestido destrozado y ella se
volvió a colocar atrás de mí.
—Pues yo también lamento lo que hice. No sabía que eras
Megan, si Nate lo hubiera mencionado antes yo...
—Espera, ¿Nathan te ha hablado de mí?
—¡Por supuesto! ¿Qué crees que estuvimos haciendo aquí
toda la noche de ayer? — el estómago se me revolvió. Ups.
— Me estuvo contando que discutieron en tu casa.
—Yo...
—Creíste que se venía a acostar conmigo. Lo entiendo— me
tendió el precioso vestido de encaje blanco y yo se lo recibí
agradecida— Estás enamorada de él.
Abrí la boca para oponerme, pero la volví a cerrar enseguida
al darme cuenta que no tenía sentido. Maldición, estaba
enamorada de Nathan y no podía seguírmelo negando a mí
misma.
—Es una situación complicada...
—Y te entiendo mejor que nadie, tenlo por seguro— se
dirigió hacia el armario entreabierto y empezó a guardar
todas las cosas que había sacado mientras yo me deshacía
del vestido pegajoso— A mí me sucedió hace un par de
años con un par de amigos— Me lanzó una toalla húmeda
para que me limpiara y yo le sonreí— Teníamos apenas
diecisiete años, pero todo se sentía tan real...
Empecé a colocarme su estrecho vestido y Dakota se
acercó para ayudarme.
—¿Qué sucedió entre ustedes? — en serio necesitaba saber.
—Pues...— ella suspiró— Salí con uno, me enamoré del otro.
Discutimos, ellos se pelearon. Me pusieron a escoger,
escogí inadecuadamente, y para no cansarte con el tema,
por más que busqué de nuevo a la persona que más he
amado en toda mi vida, no pude llegar a encontrarlo— Me
subió el cierre en la espalda y ambas nos giramos hacia el
espejo— Hace más de ocho años que no he vuelto a ver a
ninguno de los dos y es doloroso saber que en este
momento podría tener una familia hecha si hubiera elegido
adecuadamente.
La miré en silencio durante unos segundos. Sus facciones
reflejaban un profundo arrepentimiento.
—Lamento mucho escuchar eso.
Dakota me sonrió levemente, sacudiendo la cabeza.
—Ya está. No importa. Solo espero que no cometas los
mismos errores que yo cometí— me tomó por los hombros
y me inclinó con mayor firmeza hacia el espejo— A veces el
sentimiento de culpa puede arruinarte la vida…— me soltó el
pelo con suavidad.
—¿Eso quiere decir que rechazaste al hombre por el que
sentías amor?
—Sí.
La puerta del cuarto se abrió ligeramente y de entre las
sombras apareció la perfecta silueta de Nathan. Llevaba el
mismo traje negro de hace un par de minutos, pero ahora
su corbata ya no estaba.
—Creí que se habían agarrado a golpes, han tardado
demasiado.
Dakota sacudió la cabeza y se alejó de mi cuerpo para
caminar hacia él.
—Tú siempre han impaciente.
—Y tú siempre tan testaruda.
Alzó la mirada para enfocarse en mí y sus ojos claros se
iluminaron levemente.
—¿En serio crees que deba llevar ese vestido? — miró a
Dakota, enarcando las cejas— Mi hermano está cumpliendo
siete años, no veintitrés.
—¡Pero si luce preciosa! — se quejó ella, golpeándolo en el
hombro— Además no tengo vestidos más largos. Este es el
más recatado que encontré.
Nathan sacudió la cabeza.
—No es suficiente.
—¡Pues si no te gusta, búscale otro! — se dirigió con paso
firme hacia la puerta y todas mis terminaciones nerviosas
entraron el pánico— Te lavo la ropa por una semana si
logras conseguir algo mejor que yo— Y sin decir nada más,
atravesó el pasillo dejándonos solos.
El corazón me empezó a latir con demasiada fuerza contra
el pecho y supe instantáneamente que debía salir de allí
ahora mismo.
—¿Adónde crees que vas?
Inquirió al verme dirigirme hacia la puerta, bordeando toda
la habitación para no tener que mirarlo, y se interpuso en mi
camino. Tragué saliva con fuerza y di un paso atrás.
—A buscar a Ander, ¿no es obvio? — Estúpido corazón,
¡cálmate!
—Ángel, no voy a permitir que salgas al pasillo con esa
cosa. Hay señores con más de sesenta años en el salón y
no quiero presenciar su muerte.
—¿Esa es tu manera de decirme que me veo bonita?
Patético.
Di un paso hacia al frente y él volvió a colarse en mi
camino.
—No. Esa es mi manera de decirte que te ves jodidamente
caliente y que no quiero que nadie más te vea.
Sus ojos oscuros se entrelazaron con los míos con firmeza
y supe con resignación que no iba a ir a ninguna parte.
—Creo que eso le tocaría a Anderson decidirlo— le escupí
golpeándolo en el hombro y los ojos de Nathan brillaron de
rabia.
—No tienes idea de lo que estás diciendo.
—Claro que sí— solté llevándome ambas manos al pecho y
cruzándolas con petulancia. Nathan apretó la mandíbula
con frustración, pasándose ambas manos por el pelo.
—Entonces dime, Megan. Si a él le toca decidir, ¿adónde se
encuentra en este momento? ¿Por qué no está aquí
ocupando mi lugar?
Lo observé con ira, fulminándolo con la mirada, y lo empujé
lejos de mi camino con todas mis fuerzas.
—¡Oh cállate! — le grité corriendo prácticamente hacia la
puerta y él me levantó en el aire cuando me faltaban
apenas unos pocos centímetros para llegar.
—¡Joder, que no vas a ir a ninguna parte! — Me lanzó sobre
el colchón haciéndome rebotar con fuerza y luego se dirigió
hacia el armario hecho una furia— Si Ander no está aquí
para cuidarte, al menos déjame hacerlo yo.
—¡No me va a pasar nada por un vestido! — le escupí con
rabia mientras luchaba por levantarme y él sacudió la
cabeza.
—Hablo en serio, Kerssies, quédate donde estás si no
quieres que te amarre al poste con un par de esas cortinas.
Lo miré en silencio apretando los dientes y él se enfocó en
buscarme algo "decente" en el armario.
—Jódete— susurré en voz baja sentándome sobre el
colchón y los hombros de Nathan se tensaron.
—¿Qué dijiste? — se volteó.
—¡Qué te jodas, lunático!
Y antes de que pudiera predecirlo, Nathan estaba sobre mi
cuerpo reteniéndome contra el colchón. Grité con enojo
mientras me inmovilizaba las manos por encima de la
cabeza y las piernas con las suyas.
—¡Megan, esto es una jodida mierda! — me gritó en la cara
respirando entrecortadamente mientras yo me revolvía bajo
su cuerpo, tratando de escapar.
—¡Tú tienes la culpa de todo! ¡¿Por qué demonios no me
dijiste que Dakota era tu prima?!
—¡¿De eso se trata todo?! ¡¿Creías que Dakota y yo
teníamos algo?!
—¡Eres un estúpido ciego! — le grité golpeándolo con la
rodilla en la entrepierna, pero no lo suficientemente fuerte
para que me dejara escapar. Nathan jadeó ante el dolor y
de repente sus labios dulces y furiosos se estrellaron
contra los míos.
Gemí con fiereza, envolviéndolo con mi cuerpo, y mis
manos se aferraron a su pelo con brusquedad. Nathan
gimió cuando tiré de él y arrastró mi labio inferior
salvajemente entre sus dientes.
—Megan...— jadeó al hundir sus largos dedos entre mis
muslos desnudos mientras el sabor a óxido a causa de su
mordida me invadía la boca. Sus labios se presionaron
instantáneamente contra la piel de mi clavícula y yo gemí
con fuerza, arqueando la espalda mientras Nathan se
inclinaba hacia el frente y me clavaba su erección. Sus
dedos guiaron mis muslos alrededor de su cintura y otro de
sus movimientos me hizo jadear con fuerza.
Oh mierda.
—Nathan.
Teníamos que parar con esto ahora.
Él clavó sus dedos en mi trasero, moviéndose una vez más
y otro fuerte quejido escapó desde lo más profundo de mi
garganta. Mis uñas se hicieron un puño sobre sus hombros
y tiré de su boca hacia la mía para que me besara. Él aceptó
mis labios con toda libertad y apenas nuestros labios se
movieron, la puerta de la habitación se abrió de un solo
golpe.
Grité enterrando mi cara contra su cuello y Nathan se
movió para cubrir mi cuerpo con el suyo.
—¡Oh por Dios, lo siento tanto!
Dakota se estaba cubriendo el rostro ruborizado como un
tomate. Nathan dejó escapar un suspiro de alivio y se irguió
sobre mi cuerpo para poder ponerse de pie.
—Hey… no te preocupes— su voz sonó grave y excitada y
tuvo que aclararse la garganta antes de volver hablar—
Nosotros...
—¡En serio lo lamento chicos! Yo creí que estaban
discutiendo y... ¡Joder, que bruta soy!
Me acomodé rápidamente el vestido que se me había
enrollado hasta la cintura y me senté sobre la cama,
saliéndome por el otro lado.
—No tienes por qué disculparte. Esto...— Miré a Nathan en
silencio, tratando de calmar mi respiración— Se nos estaba
saliendo de las manos.
Él asintió completamente de acuerdo y luego sacudió la
cabeza.
—Yo... las veo abajo— se puso de pie de un rápido
movimiento y noté cómo Dakota apartaba la vista de su
entrepierna a punto de echarse a reír.
—Creo que deberías ir al baño primero, ¿no lo crees?
—Ya sé lo que tengo que hacer, muchas gracias— inquirió
revoleando los ojos hacia su prima y luego se acercó con
paso decidido hacia mí— Hablaremos de esto luego, ¿no es
así?
Me tomó de la mejilla con suavidad mientras yo negaba
con la cabeza.
—Ander...
—Podemos arreglarlo— Se inclinó y me besó con firmeza
los labios— Solo confía en mí.
Y desapareció por el pasillo.
:.Capítulo 28.:
"No ser amados es una simple desventura; la verdadera
desgracia es no amar". -Albert Camus.
>> <<
Después de eso había pasado más de treinta minutos en el
baño arreglándome. Dakota me había vuelto a maquillar,
culpándose una y otra vez de arruinar nuestro momento
íntimo mientras yo solo deseaba que se callara y dejara de
llamarlo "íntimo". Esa palabra solo me recordaba lo cerca
que habíamos estado de acometer la mayor estupidez de
nuestras vidas.
Cuando bajamos de nuevo al salón la fiesta había entrado
en calor mucho más que antes. Había niños y parejas
bailando por todo el lugar y los meseros con sus bandejas
de plata no paraban de moverse.
Dakota me tomó con cariño del brazo sonriéndome con
diversión y ambas nos adentramos entre la multitud en
busca de alguno de los chicos.
Encontrar a Anderson y Dominic había sido demasiado
fácil, ya que ambos estaban conversando animadamente
frente a una enorme pila de juguetes y papeles de regalo.
Ander me lanzó un beso al verme pasar con Dakota y una
enorme parte de mí deseo escapar de esa situación y de
ambos chicos para siempre.
—Que ni siquiera se te ocurra— susurró Dakota mientras me
guiaba entre los invitados con discreción— Podrías huir al
lugar más recóndito de la Tierra que tu mente siempre se
encargará de recordártelos.
—¿Cómo sabías que estaba pensando en eso?
—Porque conozco esa mirada— sonrió con melancolía—
Esa que dice: "los amo a ambos demasiado, pero no quiero
lastimar a ninguno, así que asumiré el riesgo y seré la que
sufra por los tres".
La miré durante unos instantes en silencio y sacudí la
cabeza. ¿Qué podría decirle si tenía toda la razón?
Caminamos hasta una de las mesas desocupadas y ambas
nos sentamos allí.
—Nathan me contó que eras modelo...
Asentí con la cabeza mientras tomaba una copa de
champagne de una bandeja y me la bebía de un solo trago.
Lo sucedido me había dejado demasiado acalorada. Ella
sonrió con simpatía, acariciando su pelo liso— También me
dijo que así se conocieron...
—Fue en una inauguración de mis padres. Chocamos por
accidente— confesé.
—Nada en la vida es un accidente, Megan Kerssies— tomó
una copa y se la llevó a los labios— Todo pasa por obra del
destino.
—Pues el destino me odia.
—O simplemente tú lo estás complicando.
Revoleé los ojos hacia su dirección y me enfoqué en Niam y
Brent que aún giraban al compás de la música. Ubiqué
también a Tyler y Keegan conversando alegremente con
Gloriana y Robert y, por último, a Nathan en el fondo de la
estancia, que seguía a un Anthony lloroso que corría hacia
el interior del jardín.
Me puse de pie lentamente.
—¿Qué sucede?
Dakota me imitó por auto reflejo.
—Es que... creo que vi a Anthony llorando— Ella se relajó y
volvió a dejarse caer contra la silla.
—No te preocupes. La bruja de mi hermana debió de
haberle hecho algo de nuevo. Pasan peleando el noventa y
siete por ciento de los días.
—¿Se ven muy seguido?
—Por supuesto que sí. Todos nosotros vivimos en
Inglaterra— dejó escapar un suspiro— A Anthony le pegó
muy fuerte la separación con sus hermanos cuando ellos
se mudaron acá, por eso es más que todo es esta fiesta.
Para mantenerlo contento durante un rato.
—¿Y por qué simplemente ellos no se mudan? — señalé a
sus padres.
—Porque odian Nueva York— Dakota sacudió la cabeza—
Gran parte de la familia de Gloriana murió en un accidente
hace un par de años y esa ha sido la tortura de su vida.
Desde entonces huyeron de Estados Unidos para afrontar
la situación y en Inglaterra encontraron lo que estaban
buscando— se encogió de hombros dejando su copa vacía
y tomando otra llena— Son muy felices allá. O al menos lo
eran antes de que Nathan y Brent decidieran volver.
Tomé una respiración profunda sujetando mi bolso con
fuerza y sin decirle nada más empecé a dirigirme con paso
rápido hacia donde Nathan y Anthony habían desaparecido.
¿Lloraba por qué los extrañaba? Y si era así, ¿qué pasaría
con nosotros si el pequeño niño lograba convencerlos de
volver a Inglaterra?
Maldición, estaba siendo una zorra egoísta. Si Anthony los
extrañaba era obvio que ambos deberían volver. ¿Y cuál
"nosotros", estúpida?
El jardín lucía muy diferente a lo que me había imaginado.
Esperaba velas, luces y globos por doquier, pero, al
contrario, se encontraba oscuro, frío y completamente
solidario. Solo dos personas se escuchaban hablando
hechos un puño al otro lado de la fuente, pero me quedé
inmóvil en la cima de la escalera por miedo a interrumpir.
—No está quedando bien, Nathan. ¡Parece un barco en lugar
de un avión!
La risa grave de Nathan interrumpió el silencio de la noche
y de repente me encontré descendiendo las escaleras para
acercarme a ellos.
—Vamos Tony, no seas amargado.
—¡¿Amargado yo?! Ni siquiera sabes armar un avión a
escala, ¡¿qué reacción se supone que deba tener?!
Nathan se echó a reír ante la exasperación de su hermano
pequeño. Era gracioso verlo actuar como un adulto cuando
apenas tenía noventa centímetros de estatura.
—Ok, ok, soy pésimo para esto. Entonces dime, según tú,
cómo crees que se hace.
—¡Claro que lo haré! — farfulló el niño verdaderamente
frustrado mientras tomaba las piezas restantes del avión a
escala y se alejaba un par de metros de Nathan.
—No es justo, ¡yo también quiero ver!
—¡Pues ahora te aguantas!
No pude evitar echarme a reír.
—¿Siempre se comportan de esta manera?
Nathan se puso de pie de un salto, girándose sorprendido
hacia mi dirección. Anthony rodó los ojos, apartándose el
pelo de la frente.
—Somos difíciles de manejar— concluyó concentrándose
en su trabajo y Nathan frunció los labios, esforzándose por
no dejar escapar una sonrisa mientras se acercaba a donde
estaba parada.
—Gracias por cambiarte el vestido.
Miré la ropa que andaba puesta por un momento y luego
me encogí de hombros. De hecho, cambiarme no había
sido decisión mía. Según Dakota el vestido de encaje se
había arruinado con sudor y no sé qué otras sustancias
más por mi pequeño desliz con Nathan en su cuarto. Ahora
me había prestado uno de seda, de manga larga, con gran
parte de la espalda descubierta.
—No lo hicimos por ti.
Sonreí al verlo hacer una mueca de disgusto y él hundió
ambas manos dentro de los bolsillos de su pantalón,
acercándose un poco más a mi cuerpo. Se veía tan
jodidamente sexy.
—De todas formas. Gracias— subrayó enarcando una ceja
como si no me creyera y se sacó el saco de vestir por los
hombros antes de colocármelo sobre la espalda— Está
haciendo frío, cúbrete.
—Nathan...
Hice el ademán de sacármelo, pero él me detuvo.
—Ya te dije que la lluvia ni el frío me afectan para nada.
—¿Y se supone que deba quedarme tranquila con eso?
Me obligó a hundir los brazos entre las hendiduras de las
mangas y se deshizo con cuidado del pelo que había
quedado encerrado por adentro de su abrigo, robándome
como siempre la respiración.
—Luces adorable.
—No quiero ni siquiera considerarlo— sonreí con
incredulidad.
—Es en serio, ¿o no Anthony? — Se volvió hacia donde se
encontraba su hermano menor y la sonrisa que le iluminaba
el rostro hace un segundo, desapareció de su cara—
¿Anthony?
Miré por encima de su hombro y el niño había
desaparecido. Nathan se puso tenso de pies a cabeza y
empezó a caminar por todo el lugar. ¿Dónde demonios se
había metido?
—¡Anthony! — gritó con fuerza y mi corazón empezó a
acelerarse contra mi pecho. Sus ojos estaban repletos de
pánico mientras giraba en todas direcciones en busca del
pequeño niño— ¡Mierda Megan, mierda, mil veces mierda!
Se tiró con fuerza del pelo y de un pronto a otro estaba
corriendo a toda velocidad en dirección hacia una pequeña
arboleda que rodeaba el contorno del jardín. Me lancé a
correr tras él casi involuntariamente y tuve que quitarme el
calzado a medio camino si quería llegar a algún lugar que
no fuera al hospital.
El pequeño bosque estaba sumergido en la penumbra
cuando nos hundimos dentro de él. Hacía demasiado frío y
apenas era que podía vislumbrar a Nathan a unos diez
metros por delante de mí.
—¡Anthony! — volvió a gritar con la voz entrecortada y el
corazón se me encogió. No había repuesta. Eso no era
nada bueno.
—Nathan, debemos volver con los demás y pedir ayuda—
traté de llegar hasta él, pero caminaba tan rápido que me
resultaba imposible.
—No, no podemos— se volteó un instante hacia mí y su
pánico era tan tangible que me dejó sin aliento— Megan,
hay un estanque profundo a unos cuantos metros de
distancia, tengo que encontrarlo antes de que llegue allí—
Se adelantó rápidamente entre los arbustos y lo perdí de
vista— ¡Llama a mis padres y dile que Tony se ha perdido
en el jardín y que necesitamos ayuda, el teléfono está en la
chaqueta!
Busqué entre los bolsillos de su abrigo rápidamente con las
manos temblorosas y la respiración entrecortada. Marqué
lo más rápido que pude el número de sus padres sin que el
teléfono se me cayera de las manos y al instante uno de
ellos contestó.
—Nathan, ¿Dónde demonios se metieron? Debemos
cantarle cumpleaños a Anthony y tu mamá...
—Señor McCain, soy Megan— lo interrumpí sin aliento
mientras luchaba por seguir el camino que Nathan había
tomado. La respiración del hombre al otro lado de la línea
también se aceleró como si pudiera presentirlo.
—Niña, ¿qué sucede?
—Es Tony— murmuré tratando de mantener la calma
inútilmente al salir a un enorme claro coronado por un
estanque de apariencia profunda en el interior. Nathan se
encontraba en el borde del lago con las manos hechas un
puño, temblando ligeramente. Estaba pálido. Mucho más
que eso, parecía que iba a desmayarse— Señor por favor,
necesitamos ayuda. Anthony se perdió entre la arboleda del
jardín con uno de sus regalos y no lo podemos encontrar.
La respiración del hombre se convirtió enseguida en un
jadeo y de pronto la llamada se cortó. Corrí al instante
hacia Nathan lanzando su teléfono al suelo y lo sujeté con
firmeza del brazo sin saber qué era lo que pasaba.
—¿Nathan? — los sacudí salvajemente para hacerlo
reaccionar— ¡¿Nathan?!
Él dejó escapar un sollozo ahogado y de pronto se lanzó de
cabeza al agua. Grité ante la impresión de no saber qué era
lo que sucedía y entonces lo vi.
El avión flotando ligeramente en el estanque cubierto por
unas cuantas hojas sucias y a su lado la chaqueta que
llevaba Anthony hace unos minutos, apenas visible por
encima del agua verdosa. Me llevé una mano a la boca sin
poderlo crecer mientras Nathan nadaba con desesperación
hacia su hermano pequeño.
De pronto las voces de decenas de personas llamando a
Tony se empezaron a escuchar en todo el jardín y lo único
que pude hacer fue lanzarme sobre las rocas húmedas, con
náuseas y temblando compulsivamente.
—¿Megan?
Cerré los ojos conteniendo el aliento y una oleada de calma
me inundó de pies a cabeza cuando me volteé y vi al
pequeño niño que se encontraba parado frente a mí con su
camiseta blanca y sus pantalones negros ahora
desgastados. Solté un grito de felicidad rompiendo en un
mar de lágrimas y los traje hacia mi pecho enseguida.
¡Él estaba a salvo!
—¡Nathan! — grité llamándolo y la cara de Anthony se crispó
al captar que su hermano estaba dentro del agua. El rostro
del niño se volvió pálido y tuve que detenerlo por impulso
cuando hizo el ademán de lanzarse a las profundidades en
busca de su hermano mayor.
—¡Pero se va a ahogar! — gritó con furia peleando contra
mis brazos y su tono de angustia me rompió el corazón.
Volví a llamar a Nathan con fuerza para que saliera del
lugar en donde se había metido y forcejeé débilmente
contra su hermano menor para que no cometiera una
locura. De pronto, su cuerpo esbelto apareció en la orilla del
estanque con la ropa pegada a cada uno de sus músculos y
sus labios temblando frenéticamente. Anthony se deshizo
de mí mientras Nathan terminaba de salir del agua verdosa
con dificultad y corrió hacia su hermano mayor para
abrazarlo. Le lanzó ambos brazos al cuello apenas Nathan
logró ponerse de rodillas y lo hizo caer de espaldas sobre el
suelo rocoso. Nathan gimió de dolor o felicidad mientras
hundía la palma de su mano en el cabello liso de Anthony y
lo abrazaba con fuerza, empapándole la ropa. Al instante el
grupo a cargo de Robert que estaba buscando al niño
apareció por entre la maleza del bosque y todos corrieron
hacia nosotros de prisa, llenándome de calma.
Dominic llegó hasta mí primero que todos y me levantó del
suelo húmedo antes de que Anderson apareciera y me
estrujara entre sus brazos de manera protectora. Por
encima de su hombro divisé la silueta tensa de Robert
mientras abrazaba con fuerza a sus dos hijos, antes de que
la mirada oscura y vacía de Nathan se entrelazara con la
mía llena de impotencia.
Deseaba abrazarlo más que a nada en el mundo y decirle lo
que sentía, pero en lugar de eso tuve que apartar la mirada
de su rostro pálido a punto de echarme a llorar. Cayendo en
la cuenta de que los brazos que me rodeaban en ese
momento nunca serían los suyos y que sus labios no
deberían volver a tocarme.
Era una situación imposible.
:.Capítulo 29.:
"Me gusta la gente capaz de entender que el mayor error del
ser humano es intentar sacarse de la cabeza aquello que no
sale del corazón". -Mario Benedetti.
>> <<
Nos fuimos del hotel apenas el rostro pálido de Gloriana al
ver a sus hijos nos indicó que la fiesta había terminado.
Yo no quería seguir allí después de lo sucedido, así que
Anderson se encargó de llevarme a casa antes de que
alguien siquiera se diera cuenta de que nos habíamos
marchado.
Esa noche no había podido dormir a pesar su tibio cuerpo
pegado al mío. Teniéndolo allí, tan cerca, junto a mi piel,
empecé a cuestionarme si realmente valía la pena correr el
riesgo de destruir todo lo que habíamos formado juntos
durante casi dos años por un mes de locura con Nathan. Y
definitivamente no tenía la respuesta a esa pregunta.
Sabía lo mucho que Nathan me gustaba, y no solo eso, la
tensión sexual que había entre ambos era abrumadora,
pero un futuro a su lado me resultaba completamente
incierto...
Sí, llevaba casi dos meses conociéndolo, ¿y qué? No
conocía nada sobre su vida aparte de que tenía dos
hermanos adorables y que vivía en Inglaterra. Con
Anderson, por otro lado, había pasado tantos años de mi
adolescencia pensando en el chico ideal, que había puesto
todas mis expectativas sobre él. Podría contarles lo que
pasaría con nosotros en unos meses si todo seguía de la
misma manera, hasta el nombre de nuestros hijos y a
dónde viviríamos.
Me volteé entre sus brazos con cuidado para que no se
despertara y él balbuceó pequeñas incoherencias entre
sueños. Demonios. Conocía a Anderson mejor que a mí
misma. Lo había visto en sus mejores y peores momentos
y nunca me había parado de cautivar. Quizás estaba
actuando de una manera muy estúpida comparándolo con
su mejor amigo, pero no sabía qué más hacer. Nathan era
perfecto. Tan perfecto que me provocaba un profundo
terror, y aunque mi cuerpo lo deseaba más que respirar,
sabía que de cierta manera él no era bueno para mí. Ander,
por otro lado, me había dado todo lo que se le puede dar a
una chica inconscientemente y ese era el mejor regalo de
todos, ¿no? Nunca me había dado ningún motivo para
poner mi amor en duda por él, pero ahora todo se sentía
diferente ahora y estaba demasiado confundida.
—¿En qué piensas?
Susurró deslizando su mano por mi columna vertebral y
hasta ese momento me di cuenta de que se había
despertado. Me acurruqué todavía más contra su pecho y
enterré la cara en la piel desnuda de su clavícula.
—No puedo dormir.
—Lo sé— me besó con suavidad el pelo, apretándome con
fuerza— Lo sucedido con Anthony te dejó agotada
emocionalmente.
Y tenía toda la razón. La habíamos pasado muy mal. Y con
el plural hacía referencia a una sola persona, la que había
estado sufriendo más que yo en esos momentos y la única
que no me podía sacar de la jodida cabeza ni una sola vez.
Presioné mis labios contra su pecho desnudo tratando de
aclarar mis pensamientos. Sí, era nada verdadera perra por
tratar de amortiguar el efecto que Nathan tenía en mí en los
brazos inocentes de Anderson.
—¿Sabes? — prosiguió sonando como si estuviera a punto
de dormirse y me obligué a mantenerme quieta para no
interferir con su descanso de nuevo— Te tengo una
sorpresa.
—¿Ah sí? — no pude evitar erguirme un poco. Me
fascinaban las sorpresas.
Ander asintió suavemente, sonriendo con ternura.
—Te la entregaré pronto. Solo dame un par de días para
prepararlo.
—Sabes que no tienes que darme nada. Además, no es
Navidad, ni mi cumpleaños, ni nuestro aniversario, ni...
—¡Lo sé! — rio con diversión volviéndome a pegar contra su
torso. Las yemas de sus dedos me acariciaron y contuve la
respiración— Pero yo no necesito que sea un día festivo
para llenarte de regalos, Megan. Gastaría cada minuto de
mi vida haciendo que tus segundos a mi lado trasciendan la
barrera de lo especial.
El estómago se me revolvió dolorosamente. De culpa o de
emoción, no estaba segura...
—Te amo— farfullé en silencio pegando mis labios a los
suyos y los ojos se me llenaron de lágrimas al darme
cuenta de cómo el significado de esas palabras con
Anderson había perdido todo su valor. El problema no era
que no sentía nada, porque sentía: sentía un dolor y culpa
tremenda oprimiéndome el pecho. El problema era que esa
culpa ya no se debía a que estaba dañando a Ander, sino
que ahora que sus labios estaban moviéndose sobre los
míos tenía la sensación de estar traicionando al chico en el
que no debería pensar, el que tenía la culpa de todo esto.
Entonces allí lo decidí. Cuando abracé a Anderson entre la
oscuridad para sumergirme en el sueño, decidí que iba a
romper todo contacto con Nathan McCain y que volvería a
amar a Ander tanto como él se merecía que lo amara. No
podía seguir actuando sin analizar las consecuencias.
Ambos estábamos jugando con el destino y sabíamos
perfectamente lo mal que podría terminar esto si no lo
deteníamos ahora. No había una salida en específico. Solo
cortar con nuestros sentimientos de raíz.
La mañana llegó más rápido de lo que habría deseado.
Cuando desperté Anderson ya se había ido y había una nota
flotando sobre el metal frío del congelador.
Sorpresa, nena.
Sonreí, rodando los ojos. Él siempre tan concreto.
Tomé un desayuno rápido pensando cuidadosamente en
las palabras exactas que podía utilizar con Nathan para
mandar toda esta situación al infierno.
Me sorprendía bastante lo decidida que estaba por romper
nuestra relación. Y cuando hablo de relación, hablaba sobre
cualquier tipo de contacto o cruce de palabras. Lo tenía
completamente decidido. La única forma de sacarme a
Nathan de la cabeza era al modo: "Si te vi, no me acuerdo" y
estaba dispuesta a conseguirlo.
Por Ander...
Por Nathan...
Por mí...
—¡Hey! ¿Adónde vas así de arreglada?
Dejé escapar el mejor grito de película de terror cuando me
giré y divisé a Brent y Niam sentados en el sofá, comiendo
palomitas y enfocados en pantalla del salón. Había pasado
menos de quince minutos en mi habitación arreglándome
un poco para ir a hablar con Nathan y ellos habían entrado
a mi casa y se habían preparado un pequeño cine familiar.
Rodé los ojos porque sabía que no andaba puesto nada
fuera de lo normal y me dirigí hacia ellos.
—¿Por qué no viniste a dormir anoche?
Me crucé de brazos como una buena mamá enfadada y la
cara de Niam se ruborizó a más no poder. Oh. Por. Dios.
—¿Ustedes...? — chillé emocionada, mirándolos con
picardía, y Niam se puso de pie de un salto a punto de
colapsar por la vergüenza.
—No es hora de hablar de eso, Kerssies. ¡Dime con quién
vas a verte!
—No— Me eché a reír. Me encantaba verla tan exaltada.
Niam me tomó de los hombros con fuerza y me guió hacia
la puerta de salida. Me revolví con diversión entre sus
brazos, oponiendo resistencia.
—Sé que les urge repetir la noche tan salvaje que tuvieron,
pero necesito tomar mi bolso de la cocina.
Niam me sacudió ligeramente para que me callara. El tono
de su rostro estaba casi carmesí.
—¡Brent, trae su jodido bolso!
Brent se levantó del sofá riendo como un niño pequeño
mientras una Niam muy enojada me retenía en el umbral de
la puerta. Él me guiñó el ojo con cariño antes de tenderme
el bolso y Niam terminó de sacarme de apartamento
cerrándome la puerta en la cara. Si en realidad no me
urgiera terminar las cosas con Nathan me quedaría
molestándolos un buen rato más.
Me di media vuelta arreglándome el vestido y el pelo
desecho por la ira de Niam y me dirigí con paso inseguro y
tambaleante hasta mi auto. Sabía que no era momento de
ponerme nerviosa ni arrepentirme, pero no podía evitarlo.
Debía mirarlo a los ojos y decirle que no quería volver a
verlo nunca más y de tan solo pensarlo me daba
taquicardia. ¿Podría hacerlo? Posiblemente no, pero al
menos debía intentarlo. Estuve postergando el momento
hasta que fueron las seis de tarde y Niam y Brent me
encontraron de salida. Sabía que, si no lo hacía ahora,
nunca me iba a animar a intentarlo otra vez.
Llegué a su hotel en menos de diez minutos. Y habría
llegado muchísimo antes si no le hubiera dado tres vueltas
a la cuadra sumergida entre mis pensamientos. ¿Y si me
odiaba? ¿Y si volvía a Inglaterra por mi culpa? ¿Estaba
cometiendo el mismo error que Dakota o estaba actuando
bien?
Entré en silencio al tremendo vestíbulo de uno de los
hoteles más lujosos de Nueva York y me dirigí cohibida
hacia el mostrador en donde un joven muy apuesto se
encontraba concentrado en su computadora. El sonido de
mis tacones en el mármol lo hizo levantar la mirada y una
preciosa sonrisa de actor de Hollywood me recibió cuando
me detuve frente a su silueta.
—Buenos tardes señorita, ¿en qué puedo ayudarle?
Me acomodé el flequillo de manera nerviosa y me removí
con incomodidad. Oh Dios, ¿en serio quería hacerlo?
—Quiero que le comunique al señor Nathan McCain que
Megan Kerssies ha venido a verlo— gimoteé con la voz
ahogada y él sonrió, tomando el teléfono.
—¿Sabía que usted iba a venir? Es posible que no se
encuentre en el apartamento.
Tecleó un par de botones y me maldije mentalmente por no
considerarlo. Claro que era posible que no estuviera. Y era
obvio que yo no volvería a tratar de hacer el intento de
"romper" con él otra vez.
—¿Señor McCain? — la voz del chico me hizo volver en sí
como si acabara de pegarme una bofetada— La joven
Megan Kerssies lo estaba buscando en el vestíbulo.
Maldición. Maldición. Maldición.
¡Ni siquiera sabía qué estaba haciendo allí! ¡Ya me había
arrepentido del todo!
Apreté con fuerza el bolso contra mi costado dispuesta a
salir corriendo lo más rápido que me permitían los tacones
de ese lugar cuando el traqueteo del teléfono al ser colgado
detuvo mi iniciativa.
—Viene en camino.
¡¿Qué?! ¡¿Ahora?! ¡No estaba preparada!
Apoyé ambos codos sobre el mostrador y dejé caer la
cabeza entre mis manos. Debí tan solo enviarle un mensaje
de texto diciendo: "No quiero que nos hablemos más", en
lugar de jugar de valiente y creer que era posible decírselo
mirándolo a la cara.
Una mano tibia me acarició el hombro de manera
reconfortante y di un respingo de pánico al creer que se
trataba de Nathan.
—Lo lamento— Los ojos azules del chico al otro lado del
mostrador me estudiaron con cautela— ¿Te encuentras
bien?
Asentí débilmente, sabiendo lo estúpida que estaba
actuando. Era Ander por el que hacía todo esto y no podía
fallarle.
Levanté la mandíbula, me puse derecha y cambié mi cara
de aflicción por una llena de seguridad.
—Estoy bien, gracias por preocuparte— extendí mi mano a
través del mostrador y él la sujetó con firmeza— Soy
Megan. Mucho gusto.
—Yo, Ethan Hale— sonrió apretando mi mano entre sus
dedos. Enseguida una fuerza externa en mi cintura me
apartó de su agarre de un empujón y al instante me
encontré entre los brazos del precioso hombre con el que
tenía que hablar en ese momento.
Nathan hundió sus dedos en mis caderas y me aferró a su
pecho, perforando al pobre Ethan con la mirada. Tenía el
cabello húmedo como si acabara de tomar una ducha y la
camiseta deportiva que llevaba puesta apenas le cubría el
torso. Sus ojos verdes se entrecerraron hacia el pobre
recepcionista y hasta que el cohibido chico no desapareció
del salón, él no liberó su agarre posesivo de mí.
—¿Se puede saber qué hacías hablando con él?
Esto tenía que ser una broma.
—¿Y se puede saber por qué carajos crees que tengo que
darte explicaciones?
Nathan retrocedió con sorpresa ante mis palabras y me
maldije mentalmente al recordar que así no quería que
terminaran las cosas. Me acerqué a su cuerpo con calma,
pero Nathan ni siquiera reaccionó.
—Tenemos que hablar...
—¿Sobre qué? — indicó con enojo y supe que mi respuesta
anterior lo había afectado más de lo que pretendía.
—Sobre nosotros.
—¿Nosotros? — un músculo saltó de su mandíbula
haciéndolo lucir extremadamente sexy— ¿Has venido hasta
aquí solo para hablar sobre nosotros?
—Nathan...— Él me sujetó con firmeza de la mano y
literalmente me arrastró al ascensor— ¡Espera, ¿qué crees
que estás haciendo?!
—No pienso hablar contigo en el vestíbulo de mi hotel.
Vamos a mi departamento.
Oh no. Claro que no.
—¡Ni de coña! — me liberé de su agarre a como pude y
Nathan me levantó en el aire antes de que pudiera dar mi
primer paso hacia la salida. Un pequeño grupo de cinco
chicas que en ese momento estaban entrando en el
vestíbulo abrieron su boca de par en par al ver al perfecto
dios griego lanzarme sobre su hombro como si no pesara
nada antes de que las puestas del ascensor nos ocultaran
de sus vistas curiosas.
—¡Suéltame! — jadeé apoyando ambas manos sobre sus
lumbares mientras movía las piernas de un lado al otro y
Nathan me cubría el trasero para que no se me levantara el
vestido— ¡Ya estamos en el ascensor! ¡No puedo salir
corriendo, estúpido!
Nathan gruñó arrastrando mis piernas hacia el frente para
erguirme e hizo que mi cuerpo se deslizara por el suyo
como si se tratara de una manta de seda. Jadeé, aferrando
el dobladillo del vestido con fuerza para que me cubriera lo
necesario y Nathan bufó con enojo pegándose al espejo del
ascensor.
Lo imité, aferrándome al espejo opuesto.
—¿De qué quieres hablar? — murmuró con la voz agotada y
el corazón se me encogió contra el pecho, empezando a
latirme con fuerza.
—Yo...— Oh, mierda, no podía hacerlo. Nathan ladeó la
cabeza, entrecerrando los ojos y esperó pacientemente. De
pronto me sentía atrapada, como si estuviera a punto de
caer en un abismo sin fondo del que nunca podría
escapar— Quiero hablar sobre lo que pasó anoche con
nosotros...
Su apuesto rostro se transformó una mueca de confusión
mientras analizaba mis palabras con cautela.
—¿A qué te refieres exactamente? — Apretó la mandíbula
con fuerza y se alejó del espejo del ascensor luciendo
enorme e imponente. Me hice un ovillo contra el frío cristal
y me obligué a mantener mis ojos sobre los suyos con
firmeza.
Ya no había marcha atrás.
Joder.
:.Capítulo 30.:
"El amor, la más mortal de todas las cosas mortales; te mata
tanto cuando lo tienes, como cuando no lo tienes". -Lauren
Oliver.
>> <<
—¿Acaso no vas a responder?
Las puertas del ascensor se abrieron de golpe como si no
pudieran soportar tanta tensión y Nathan pasó a través de
ellas hecho una verdadera furia.
El ascensor nos había llevado directamente adentro de su
departamento. Y no se trataba de cualquier departamento,
se trataba del Penthouse. Adornado de una forma elegante
de esquina a esquina y con una preciosa escalera en forma
de caracol que llevaba hacia una segunda planta.
Me deslicé a través de las puertas que estaban a punto de
cerrarse y Nathan se volteó hacia mí tan molesto que daba
miedo.
—Dime por favor que no se trata de lo que estoy pensando,
Megan...
—¡Nathan, lo que pasó ayer entre nosotros fue una
completa locura! — sabía que no debía gritarle, pero era la
única forma en la que lograba decírselo— Quiero terminar
con esta situación de una vez por todas, ¿sí? Se acabó lo
que sea que tengamos.
Sus ojos claros centellaron con incredulidad contra los
míos y tuve que obligarme a continuar, ignorando el nudo
de angustia que se había formado en mi garganta.
—No quiero que exista ningún tipo de contacto entre los
dos, ¿Entiendes? Prefiero fingir que nunca nos conocimos
antes de dañar a una de las personas que más amé en toda
mi vida.
Contuve el aliento esperando no haber sonado tan cruel
como creí que se había escuchado y me giré rápidamente
hacia el ascensor dispuesta a marcharme. Al fin había
terminado con algo que nunca tuvo siquiera que comenzar.
Y con cada paso que dirigía hacia la salida, me sentía más
aliviada e irónicamente culpable al respecto.
—¡¿En serio esto es lo que quieres?!— Me detuve con el
dedo flotando sobre el botón que llamaba al ascensor y
suspiré. ¿Es que acaso nunca se daba por vencido? — ¡Eres
una cobarde!
¡¿Que yo qué?! Me volteé ligeramente hacia él entornando
los ojos con furia y lo vi con ambas manos entrelazadas
sobre su cabeza luciendo rabioso. Nathan me lanzó una
increíble mirada de desprecio, dejando caer ambos brazos
a sus costados.
—¿Crees que no sé cómo te hago sentir? — dio un paso
hacia mi dirección entrecerrando sus ojos y yo me quedé
paralizada— ¿Crees que con venir a decirme todo esto vas
a lograr sacarme de tu cabeza?
No había terminado de analizar sus palabras cuando
Nathan caminó hacia mí con los ojos ardientes y la
mandíbula apretada, me sujetó con fuerza del antebrazo y
me pegó con coraje contra su pecho y la pared. Sus largos
dedos se hundieron en la tela de mi vestido y jadeé al sentir
mis piernas temblar.
—No trates de jugar conmigo— gruñó— Eres una pésima
mentirosa.
Su rostro se fundió entre la piel sensible de mi cuello y sus
labios húmedos se deslizaron con fiereza sobre la
pronunciada curva de mi clavícula. Mis uñas se hundieron
en sus hombros para tratar de detenerlo, pero gemí sin
poder evitarlo. Sus enormes manos se habían aferrado a la
parte posterior de mis muslos desnudos y me apretaban
contra su cuerpo para inmovilizarme.
Traté de alejarlo, pero era imposible.
—Nathan...
Arqueé la espalda respirando irregularmente y mis manos
tiraron de su camisa cuando sus dientes atraparon el lóbulo
de mi oreja y tiraron de él salvajemente.
Tuve que retorcerme contra él y levantó su rostro hacia el
mío y me observó con satisfacción.
—¿Después de hacerte gemir de esta manera vas a seguir
negándolo?
No tuve tiempo de responder a sus palabras porque Nathan
apretó con más fuerza sus caderas contra las mías y me
hizo rebotar con precisión contra la pared. Sus dedos se
hundieron entre el dobladillo de mi vestido y mis manos se
hicieron un puño sobre su pecho para que no continuara.
Apenas era que me podía mantener de pie. Esto se estaba
saliendo de nuestras manos. Pero en cuanto sus ojos se
encontraron con los míos, perdí la poca determinación que
me quedaba y, en lugar de apartarlo como se suponía que
hiciera, tiré de su cabello y llevé sus labios a los míos.
Nathan gimió sensualmente cuando nuestras bocas
colisionaron con violencia y su erección se clavó en mi
vientre al apretarse más contra mí.
Contuve la respiración.
—Joder.
Sus dedos se aferraron a la piel de mi cintura dejando
escapar irregulares y cortos jadeos y luchó con
desesperación por subir el vestido por mis pechos y
sacármelo por la cabeza. Dio un paso atrás con los labios
enrojecidos y su pecho bajando y subiendo rápidamente.
Me hizo subir ambos brazos por encima de la cabeza y tiró
el vestido al suelo antes de pegarse de nuevo contra mí.
Sus brazos se envolvieron alrededor de mis piernas y me
levantaron en el aire haciendo que le rodeara la cintura con
los muslos. Nathan apartó sus labios de los míos para
descender por mi cuello y volvió a enterrarme su erección al
lanzarnos a ambos contra la pared. Reprimí un grito y
Nathan volvió a moverse haciendo que me apretara contra
él.
—¡Nathan!
—Así es, nena.
Bajé mis manos hasta el dobladillo de su camisa sintiendo
un calor tremendo ante esas palabras. Tiré de la tela hacia
arriba mientras la lengua ardiente de él hacía un tortuoso y
exquisito camino hasta el encaje de mi sostén.
Me pegó contra el frío concreto para sostenerme con sus
caderas y levantó los brazos para dejar que le sacara la
molesta prenda del cuerpo. Sus manos se hundieron en la
piel de mis caderas desnudas cubriéndome gran parte del
trasero y me apartó de la pared haciendo que sus labios
ansiosos volvieran a los míos.
No fui consciente de cómo hizo para subir las escaleras
conmigo devorándole los labios de la forma más salvaje en
la que había besado en toda mi vida hasta que sentí el
choque brutal de una puerta contra mis omoplatos cuando
me apoyó allí y la abrió de un empujón.
—Megan...— jadeó moviéndome hacia abajo e hizo que el
roce exacto de nuestros cuerpos nos pusiera a temblar.
Sus dedos se movieron con velocidad a lo largo de la curva
de mi cintura mientras caminábamos hacia no sé dónde y
tiró del broche de mi sostén, haciéndolo caer contra el
suelo. Gemí cuando el frío de la noche me endureció los
pezones y me aplasté contra su musculoso pectoral
mientras Nathan separaba sus labios de los míos y me
miraba con ojos hambrientos antes de lanzarnos sobre el
colchón.
Gemí al sentir la presión de su miembro contra mi
entrepierna y tiré de su pelo con brusquedad antes de
arquearme desesperada bajo él. Sus labios se abrieron con
ansias sobre la piel de mi clavícula y me inmovilizó las
caderas con sus manos para que me quedara quieta
mientras se movía de una manera bastante insinuante
sobre mí. Lo sentía completamente.
Jadeé cuando me apretó las caderas y su boca húmeda se
hundió en uno de mis pechos desnudos.
—¡Ah, Nathan!
Él dejó escapar una risa ronca impregnada de deseo
mientras seguía moviéndose sobre mi cuerpo y su lengua
se envolvía en mi pezón erecto con demasiada
sensualidad.
—Eres preciosa, ángel.
Desesperada levanté el pecho para acercarlo más a él y
Nathan me mordió ligeramente haciéndome gritar. Mis
manos descendieron por su musculosa espalda ansiosas
por la frustración y se enterraron en las bolsas traseras de
su pantalón oscuro, apretándolo más fuerte. Nathan gruñó
arrastrando mi pecho entre sus dientes y aproveché el poco
espacio que había dejado entre nuestros cuerpos para
mover mis manos hasta la parte delantera de su pantalón y
deshacerme del broche.
Sus labios maltratados volvieron a subir hasta los míos y se
hundieron en mi boca con pasión. Apreté mis muslos
alrededor de su cintura para incitarlo a seguir moviéndose
y, ayudada por mis pies, hundí ambas manos en la cinturilla
trasera de su pantalón y tiré hacia abajo la tela, deslizando
su bóxer ceñidos de un solo movimiento.
Nathan se puso rígido cuando mis manos apretaron su
perfecto trasero desnudo estrellándolo contra mí. Un grave
gemido brotó de sus labios haciendo que liberara los míos
y, al instante, las plantas de mis pies se encargaron de
terminar de bajar por sus piernas lo que faltaba para
deshacerme por completo de su ropa interior.
Me miró desde arriba lamiéndose los labios resecos y se
inclinó hacia al frente dejando su perfecto pecho por
encima de mi rostro para tomar algo de su mesita de
noche. Levanté la cabeza para intentar besar los esculpidos
músculos que quedaron a la altura de mi cara, pero él volvió
a descender hacia mí enseguida haciendo que sus dedos
ardientes me dibujaran el contorno de los pechos antes de
que se clavaran con firmeza en la cinturilla de mis bragas y
tiraran de ellas. Jadeé cuando las deslizó de un rápido tirón
por mis muslos y Nathan descendió al igual que sus labios
para terminar de apartarlas de mis piernas. Mientras lo
hacía su lengua se hundió con exquisita tortura en el
interior de mi ombligo y mi cuerpo se sacudió desesperado
aferrándose con fuerza a las sábanas que nos rodeaban.
Arqueé la espalda, tirando la cabeza hacia atrás mientras él
me masajeaba la piel interior de los muslos suavemente y
su lengua me torturaba hasta la locura.
El sonido del aluminio al romperse se escuchó a través de
mis sonoras respiraciones irregulares y Nathan apareció
una vez más en mi campo de visión sudoroso y agitado. Se
le notaba en sus ojos oscuros y brillantes de deseo que le
costaba demasiado mantenerse bajo control, pero antes de
que pudiera siquiera predecirlo hundió con fuerza sus
largos dedos en la piel de mis muslos haciendo que le
rodeara una vez más la cintura con las piernas y con un
potente gruñido se hundió por completo y de una sola
embestida en mi interior.
—¡Mmm! — grité de placer y dolor clavándole con brutalidad
las uñas en la espalda y dejando caer la cabeza hacia atrás.
Oh Dios. Nathan tomó aire entrecortadamente quedándose
quieto durante un instante y acercó su rostro al mío para
besarme suavemente. Podía sentir todo su cuerpo
temblando bajo mis dedos.
—¿Te he hecho daño?
Sacudí la cabeza porque simplemente no tenía aliento para
responder a su pregunta y Nathan gimió de satisfacción.
—Bien, entonces no te contengas ángel. Esto va a ser
intenso— Y al instante dejó escapar toda su fuerza contra
mis caderas cuando se deslizó fuera de mí y volvió a entrar
de un doloroso y exquisito movimiento.
—¡Dios!
Grité con fuerza aferrándome a su cuerpo mientras él se
apoyaba sobre sus codos y empezaba a embestirme con
todo lo que tenía. Abrí más mis muslos para darle más
espacio a su enorme obstrucción y dejé caer la cabeza a un
lado sintiendo el potente movimiento de sus caderas contra
las mías. La inexplicable sensación de tenerlo adentro de
mi cuerpo me absorbió durante unos segundos mientras el
sonido de nuestras respiraciones superficiales y el choque
de nuestros cuerpos unidos nos apartaban de toda
realidad.
—Eres hermosa... Megan...
Para ese instante el mundo había dejado de importarme,
solo existíamos él y yo y las ganas que teníamos de
devorarnos mutuamente.
Gemí una y otra vez clavando mis dientes en su hombro y
sintiendo como un calor increíblemente insoportable me
empezaba a subir por las piernas temblorosas. Me removí
con desesperación contra su torso consciente de que iba a
experimentar el orgasmo más potente de toda mi vida y
Nathan, como si presintiera mi avanzada culminación, me
apretó las caderas con sus manos inmovilizándolas y,
levantándolas ligeramente, se hundió todavía más profundo
en mi interior robándome el aliento.
Lancé ambos brazos por encima de mi cabeza buscando
algún tipo de soporte y Nathan, dejando escapar un último y
grave gemido, se desplomó sobre mi cuerpo mientras una
sensación de vértigo absoluto me nublaba los sentidos y
todo mi cuerpo empezaba a temblar. Hundí mi rostro en su
cuello para amortiguar mi voz y arqueé la espalda a más no
poder sintiendo cómo Nathan se estremecía ante los
espasmos de placer que recorrían su perfecto cuerpo.
Apretó su rostro contra mi pecho tratando de recuperar el
control de su respiración y yo lo rodeé con mis brazos
mientras mis músculos internos se aferraban a él
absorbiendo cada gota de su orgasmo.
Mis manos se deslizaron sobre su cabello húmedo a causa
del sudor y no pude evitar que una estúpida sonrisa de
felicidad me curvara los labios antes de cerrar los ojos
sintiendo cómo su cuerpo se relajaba y me sumergía en un
profundo sueño sobre mí.
No era el momento de arrepentirse.
:.Capítulo 31.:
"La vida es sueño; el despertar es lo que nos mata". -Virginia
Woolf.
>> <<
Me removí débilmente entre las sábanas de la cama
palmeando inconscientemente a mi lado para encontrar los
brazos de Nathan que ya no se encontraban allí.
Al instante un penetrante sentimiento de angustia me
inundó de pies a cabeza e hizo que me sentara sobre el
colchón de un salto dejando que la sábana que me cubría el
torso se me amontonara en la cintura.
Observé a mi alrededor con nerviosismo. La habitación
estaba iluminada por unas enormes puertas traslucidas
que dejaban entrar la claridad del día por medio de débiles
rayos solares, pero todo lo demás seguía cerrado
completamente y en profunda oscuridad. ¿Adónde se había
metido Nathan?
Un jadeo de horror escapó de mis labios al caer en la
cuenta de lo que había sucedido y me puse de pie
enseguida enrollándome en las sábanas torpemente y
apoyándome contra la cómoda que tenía al lado del balcón.
¿Acaso nos habíamos vuelto locos?
Me llevé una mano a la frente y traté de tranquilizar mi
respiración que de pronto se había vuelto un jadeo. Debía
salir de allí lo antes posible.
Tomé una temblorosa bocanada de aire y corrí hacia la
puerta de su habitación lo más rápido que pude para tomar
mi sostén del suelo y las bragas que habían terminado
sobre la perilla de la puerta. Maldije entre dientes al
recordar que mi vestido se encontraba en el salón de abajo,
pero estuve a punto de caerme de culo al suelo cuando una
de las puertas de la habitación se abrió de golpe y un
glorioso Nathan semidesnudo, goteando agua por todas
partes, apareció por el umbral de la puerta.
Hice mi ropa un puño contra el pecho y retrocedí
embelesada por la imagen cuando sus perfectos ojos
claros se entrelazaron con los míos con confusión.
—Creí que seguías dormida— dio un paso hacia mí
sacudiéndose el agua del pelo con ambas manos y yo
retrocedí de nuevo hasta la mesita de noche, apretando
fuertemente las manos contra mi torso. Nathan siguió
avanzando como si nada pasara, tan relajado y arrogante
como aparentaba estar siempre, y se detuvo a menos de
cinco centímetros de mi cuerpo. La toalla le colgaba
tentadoramente floja sobre sus caderas estrechas, dejando
ver las entradas con forma de "v" que desaparecían bajo la
tela blanca.
—¿Qué sucede?
Me mordí el labio inferior con fuerza mientras me removía
tratando de esconderle la mirada y a punto de echarme a
llorar. Esto no debió de haber sucedido nunca. Había
traicionado de la peor manera a un chico que lo único malo
que hizo en la vida fue quererme y no merecía ni siquiera su
odio a cambio.
Nathan levantó la mano tratando de acariciarme el rostro,
pero yo me aparté por auto reflejo evitando que me tocara.
—¡¿Es que acaso no tienes ni un poco de sentido común?!—
lo empujé lejos de mi cuerpo haciendo que su rostro se
contrajera de furia que poco después pasó a la
comprensión— ¡Nathan, acabamos de cometer la peor
estupidez de nuestras vidas y tú luces como si nada malo
hubiera pasado!
Traté de bordear su enorme cuerpo húmedo con la
convicción de marcharme y nunca volver a pisar el hotel
Mark en toda mi vida, pero un Nathan iracundo que no
pensaba quedarse callado me tomó de la muñeca
firmemente y me hizo girar contra él.
—¿Te estás arrepintiendo de lo que pasó anoche entre
nosotros?
—¡¿Es que acaso tú no?!— me solté con fiereza de su agarre
y corrí hacia su baño sabiendo que él me seguiría. Sus
dedos me rozaron las caderas cuando intentó atraparme,
pero antes de que lograra hacerlo cerré la puerta de un
tirón, rompiendo simultáneamente en un mar de lágrimas.
Nathan estrelló su puño contra la puerta al instante
haciéndola rebotar y un gemido de furia y dolor escapó de
sus labios.
No sé cuántas horas o minutos transcurrieron hasta que
me recuperé de mi corto ataque de pánico completamente.
Mientras lloraba había escuchado la puerta de la habitación
estrellarse con violencia cuando Nathan había decidido
finalmente dejarme sola, pero aun así tenía pánico de salir y
enfrentarlo. Ahora no solo había defraudado a Ander, sino
también a él. ¿En serio me arrepentía de lo sucedido? No.
Claro que no. Había sido una de las mejores noches de mi
vida, pero la culpa me estaba atormentado.
Me puse de pie, alejándome del suelo y me miré en el
enorme mostrador de su baño. El espejo me devolvió un
reflejo agotado, pálido y vacío de mí que me hizo sentir
todavía más deprimida. Nadie tenía la culpa de lo que había
sucedido entre los dos. Me repetí mirándome a los ojos
tratando de mostrar la mayor seguridad posible. Solo debía
volver a casa y encontrar con mi mejor amiga una forma de
reparar esto, pero primero debía escapar.
Me coloqué la ropa interior a toda velocidad, casi
desmayándome nuevamente al ver un marcado chupón en
la base de mi cuello. ¡¿Pero quién se creía que era?! Abrí la
boca sin podérmelo creer y la cerré de golpe con ira.
Salí del baño hecha una furia, reemplazando toda mi
antigua depresión por un enojo incipiente. Estaba dispuesta
a tomar mi vestido del salón y desaparecer de allí antes de
encontrarme con Nathan y agarrarlo a golpes.
Abrí la puerta furiosa dirigiéndome hacia las escaleras, pero
me detuve en seco cuando por encima de la baranda de
seguridad lo miré sentado en el sofá con la cabeza entre
una de sus manos y mi vestido azul marino colgando de su
hombro. Su otra mano reposaba inmóvil sobre uno de sus
muslos y podía notar desde esa distancia la incipiente
inflamación que estaba sufriendo. Era un estúpido
impulsivo.
Apreté la mandíbula con fuerza y me concentré en buscar
una forma de apartar el vestido de su alcance y escapar de
allí sin que se diera cuenta. Ok, era algo que resultaba
verdaderamente imposible, pero aun así tenía que
intentarlo.
Bajé las escaleras con extremado silencio dejando caer la
incómoda sábana que me cubría cuando se prensó en uno
de los barrotes de la escalera y me deslicé con cuidado a
través del salón pidiéndole a todos los santos que Nathan
no abriera los ojos y me atrapada en ese momento. El muy
condenado sabía que no podía irme de su departamento
con apenas unas pequeñas bragas y un sostén de encaje,
pero tampoco esperaba que le arrebatara el vestido a la
fuerza, ¿o sí? Si esta era su forma de retenerme en su
departamento le iba a salir muy mal.
Me detuve frente a su perfecta y desnuda anatomía
tratando de ignorar el agua que seguía deslizándose por los
músculos de su vientre y la forma tan preocupante en la
que lucía su mano. Si anduviera pantalones sería más
sencillo, pero al muy prepotente se le ocurrió que quitarse
la única prenda que le cubría la parte inferior del cuerpo
resultaba entretenido.
Contuve la respiración tratando de ignorar su jodida
desnudez lo mejor que podía y me incliné para tomar una
punta del vestido con cautela, gritando de pánico cuando
de pronto la mano lastimada de Nathan voló hasta la mía y
tiró del vestido de regreso con fuerza.
—¿A dónde crees que vas?
Apreté una parte del vestido contra mi cuerpo, tratando de
alejarlo de él.
—A casa, ¿no es obvio?
Nathan volvió a tirar de él fulminándome con la mirada y
sacudió la cabeza. Me esforcé por ignorar la mueca de
dolor en su rostro debido a la presión de su agarre sobre mi
vestido y seguí tirando.
—No vas a ir a ninguna parte, debemos arreglar esta jodida
mierda— se puso de pie de un salto y yo solté un jadeo
cuando él tiró de la tela con tanta fuerza que la costura se
partió por la mitad.
—¡Nathan! — grité arrebatándoselo de golpe de las manos y
él me respondió con una preciosa y encantadora sonrisa de
triunfo. Le lancé la peor mirada de desprecio que le podía
dedicar y subí las escaleras con enojo dispuesta a meterme
al baño y largarme sin importar que tuviera que salir del
lujoso edificio con apenas la parte superior de la prenda
cubriéndome el cuerpo.
Para mi gran sorpresa, o quizá estúpida decepción, Nathan
no hizo el mínimo intento de seguirme hacia su cuarto. Solo
se quedó allí, inmóvil, mirándome subir las escaleras, con
una severa mueca de frustración.
Me duché, me peiné y me vestí en un profundo silencio
maldiciendo a Nathan una y otra vez al notar que el vestido
tenía una abertura en el costado que iba desde el inicio de
la falda estrecha hasta mi cintura. Tomé su cepillo de
dientes por pura venganza y me hice un lavado exhaustivo
que duró casi media hora. Me acomodé el pelo húmedo, me
paré derecha fingiendo seguridad y salí de su cuarto
enseguida dispuesta a tomar mis cosas y desaparecer del
hotel inmediatamente.
Apenas abrí la puerta que llevaba hacia el pasillo, reboté
con brusquedad contra un esculpido torso y Nathan tuvo
que sostenerme para que no fuera a parar de culo en el
suelo. Me deshice de sus brazos con brusquedad apenas
recuperé el equilibrio y él rodó los ojos con enojo,
cruzándose de brazos. Al menos ya estaba vestido.
—¿En serio no vas a hablar conmigo?
—Estoy molesta— respondí imitando su posición de: soy
perfecto y lo sabes, con los brazos cruzados en el pecho—
No sería conveniente hablar sobre lo que pasó anoche ni
sobre nada en este momento.
Me di media vuelta dirigiéndome hacia las escaleras del
salón y escuché a Nathan soltar un jadeo horrorizado.
—¡Tú no vas a salir a la calle con ese vestido, señorita! —
caminó hacia mí hecho una furia e intentó agarrarme, pero
yo eché a correr escaleras abajo antes de que me pudiera
alcanzar— ¡Megan!
Corrió atrás de mí y no pude evitar reírme ante lo cómico
que se podía ver la situación.
Me refugié atrás del enorme sofá de la estancia mientras él
se detenía frente a mí y me observaba como un
depredador. Le dediqué una leve sonrisa de superioridad
mostrándole el dedo del medio y Nathan gruñó dando otro
paso hacia mi dirección. Su mano ahora estaba vendada,
pero su aspecto doloroso no había cambiado.
—Si crees que voy a permitir que alguien te vea con la mitad
del cuerpo casi desnudo, estás muy equivocada, ángel.
Caminó hacia un costado del sofá de manera cautelosa y
yo lo imité hacia el lado opuesto, sin poder evitar sonreír
como una estúpida. ¿En qué momento se me había
desvanecido toda la culpa y la rabia hacia él?
—Y si tú crees que tienes poder de decidir lo que hago o lo
que dejo de hacer, estás también muy equivocado—
murmuré— Además soy modelo. No sería la primera vez
que me vieran casi desnuda.
Jadeé cuando Nathan corrió hacia mi dirección y yo salté
hacia el otro lado. Sus manos estuvieron a punto de
alcanzarme, pero no fue lo suficientemente veloz. Me eché
a reír como una niña.
—Eres consciente que cuando te atrape voy a sacarte ese
vestido con los dientes, ¿no es así? — volvió a empezar a
bordear el sillón y yo tragué saliva ruidosamente,
sacudiendo la cabeza.
—No lo harías...
—¿Cómo estás tan segura? — sonrió con superioridad.
—Porque yo no quiero que lo hagas...
Su cuerpo se detuvo en seco frente al sillón como si mis
palabras hubieran sido un golpe bajo y sus ojos verdes me
miraron con detenimiento mientras asentía con la cabeza.
—¿Es que acaso no significó nada para ti?
No, Nathan, no digas eso.
Me llevé una mano a la frente tratando de acomodar mis
pensamientos y dejé caer mi cuerpo bruscamente sobre la
piel del sofá.
—¿Crees que ese es el problema? — lo miré con reproche y
él se cruzó de brazos, molesto— ¡El maldito problema
Nathan, es que significó demasiado! — Me puse de pie y
estrellé mi dedo índice contra su pecho con tanta fuerza
que estuve a punto de quebrarlo— ¡Lo que sucedió anoche
simplemente nunca debió de pasar! ¡No sé qué demonios te
sucede a ti que luces tan frío y relajado siempre, pero en
cambio yo me estoy asfixiando de la culpa por dentro!
—¡Esto no es nuestra culpa! ¡¿Cuándo lo vas a entender?!
—¡Cuando deje de verte y pueda seguir mi vida con
Anderson!
Nathan dejó escapar una palabrota, tirándose del pelo.
—¡Maldición Megan, ¿eso es lo que quieres?!— asentí con la
cabeza porque realmente no sabía qué más hacer. Se veía
increíblemente furioso— ¡Entonces vete, ¿sí?! ¡Esta jodida
noche nunca jamás pasó y yo tampoco quiero volver a verte
por lo que reste de mi estúpida vida!
Golpeó con fuerza el mueble que tenía al lado con su mano
lastimada e hizo que saltara de mi lugar. Contuve las
lágrimas que patéticamente querían escaparse de mis ojos
y tomé mi bolso antes de correr hacia las puertas del
ascensor agradeciéndole a todos los santos de que se
abrieran enseguida. Nathan me lanzó una dolorosa mirada
de reproche que me dejó sin aliento cuando me volteé
hacia él y antes de que las puertas del ascensor empezaran
a cerrarse, un fugaz reflejo de determinación cruzó por sus
facciones e hizo que corriera hacia mí.
Solté un grito de pánico creyendo que las puertas lo iban a
aplastar, pero me maldije entre dientes al abrazarlo con
fuerza cuando el ascensor se cerró completamente y sus
brazos me envolvieron el torso de manera protectora.
—Eres un estúpido— murmuré con frustración e hundí mi
rostro entre su pecho, respirando profundamente ese
aroma suyo que extrañaría lo que restaba de mi existencia.
Nathan me liberó de su cuerpo suavemente, haciendo que
lo mirara a los ojos.
—No voy a permitir que te alejas de mí— me confesó
sujetándome el rostro entre sus manos y pegándolo al
suyo— Jamás voy a dejarte tranquila.
Lo empujé suavemente del pecho para poner una barrera
entre nosotros y suspiré con pesar. Necesitaba a alguien
que me ayudara urgentemente. Alguien que me borrara la
memoria y me hiciera olvidar a ambos chicos en ese
instante.
—No puedes hacer nada para evitarlo— me volteé hacia el
espejo, dándole la espalda, y el rostro de Nathan se crispó
en el reflejo lleno de ira.
—¿Y ahora qué? — murmuró de repente con una mueca de
repugnancia y provocó que me volteara hacia su cuerpo—
¿Vas a ir a compararme en la cama con Anderson?
Antes de que pudiera siquiera terminar la frase, mi mano se
estrelló aparatosamente contra su mejilla haciendo que las
lágrimas que antes estaba reprimiendo se derramaran de
mis ojos. Nathan se tambaleó hacia atrás por la potencia
de la bofetada y sus ojos verdes se fundieron con los míos
llenos de frustración.
—Megan, yo...
—¡Cállate! — lo golpeé en el pecho una y otra vez dejando
que las lágrimas corrieran libres por mis mejillas mientras
él se quedaba inmóvil, sin intenciones de detenerme—
¡¿Qué clase de mujer crees que soy?! ¡Eres un imbécil!
Las puertas del ascensor se abrieron de golpe con un
tintineó y lo primero que capte a hacer fue correr con todas
mis fuerzas hacia las puertas de salida. Nathan gritó mi
nombre mientras echaba a correr atrás de mí, pero no me
detuve. Le llevaba mucha ventaja en lo recorrido para que
me alcanzara, o al menos eso era lo creía cuando salí a la
carretera y sus brazos me levantaron del suelo
estrellándome una vez más contra su torso.
—¡Ya basta Nathan, por favor, déjame en paz! — pataleé y
forcejeé entre sus brazos sin sentido aparente mientras
ambos creábamos una escena patética a plena hora pico
en la ciudad de Nueva York. Él enterró su cara en mi cuello,
murmurando una y otra vez que lo sentía mientras su mano
en mi cintura y la otra por debajo de mis rodillas me
estrujaban con fuerza sin el mínimo indicio de que iban a
soltarme algún día.
Me abracé a él, ignorando a todas las personas curiosas
que pasaban a nuestro alrededor y dejé que su camisa
blanca me secara las lágrimas que aún no paraban de
brotar. Sus labios se presionaron suavemente contra mi
frente antes de que nuestros ojos se encontraran otra vez.
—Soy un estúpido, no debí decir eso— susurró pegando su
frente a la mía, respirando de mi mismo aire— Pero, ¿cómo
se supone que deba actuar cuando me dices que no
quieres tener nada conmigo después de permitirme pasar
toda la noche adentro de tu cuerpo?
Sus manos volvieron a colocarme sobre el suelo y Nathan
me observó verdaderamente atormentado.
—Voy a morir cada noche pensando que Anderson te está
haciendo suya en ese instante y que yo no podré hacer
nada para evitarlo— me sujetó el rostro entre sus manos y
continuó— Si tú no quisieras tener nada conmigo jamás te
habrías entregado a mí de la manera en que los hiciste. La
noche anterior fue... Perdí el control como nunca antes me
había sucedido.
Llevé ambas manos hasta su pecho, tratando de bajar el
nudo que me obstruía la garganta.
—¿Y qué se supone que debemos hacer? Ya todo esto se
nos ha salido de las manos...
Se lo pensó por un momento.
—Quiero llevarte a un lugar...
—No— lo interrumpí, apartándome de él enseguida. Al
menos las personas que caminaban a nuestro alrededor ya
nos habían dejado en segundo plano— Debo regresar a
casa. Niam y Brent deben estar muy preocupados por mí...
—Entonces envíales un mensaje— gruñó.
—Se me fue la batería— contraataqué.
Él entornó los ojos, cruzándose de brazos con recelo.
—¿Cómo se supone que vamos a buscar una solución
cuando tú no haces nada más que evitarme? — quiso saber.
—Nathan, ¿es que acaso no ves que esto no tiene solución?
Antes de que pudiera terminar la frase, Nathan me rodeó
los muslos con sus brazos y me levantó en el aire,
lanzándome sobre su hombro. Chillé sintiendo lo que
quedaba de mi vestido romperse y él gruñó, posando su
mano libre sobre la tela para cubrirme el trasero.
La increíble falta de vergüenza de Nathan hizo que las
personas que pasaban por la acera volvieran a girarse
hacia nosotros. Maldije en voz alta enterrando mi rostro
entre la curva de su columna y él se echó a reír antes de
sentarme en el asiento delantero de su motocicleta
plateada que no había visto que se encontrara antes allí. Se
hundió en el asiento trasero rodeándome con sus brazos y
apoyó su mandíbula en mi hombro erizándome el vello con
su aliento.
—Déjame al menos intentar arreglarlo, Megan— Sus manos
se posaron en mis muslos y dejó escapar una maldición
cuando sintió el exceso de piel desnuda por la abertura del
vestido— Pero deberíamos antes subir a mi departamento y
buscar algo con los que te puedas cambiar.
—Claro que no, además es tu culpa— Me opuse, apartando
su mano ardiente de mi piel que empezaba a nublarme los
sentidos— Llévame a donde sea que me vayas a llevar o
dime lo que estás planeando ahora mismo.
Nathan gruñó hundiendo sus dientes en mi hombro y yo
jadeé saltando del asiento. Una sonrisa de satisfacción
pura le curvó los labios mientras sacaba las llaves de su
bolsillo y las pasaba por el costado de mi cuerpo hasta
hundirlas en el contacto. Suspiré levantándome para darle
su lugar, pero sus manos se hundieron en la piel de mi
cintura y me volvieron a hacer caer contra el asiento. Gruñí
de frustración.
—¿Y ahora qué demonios te sucede?
—¿Quién dijo que iba a ser yo el que iba a manejar?
Fruncí las cejas sin entender lo que planeaba hasta que la
sonrisa lobuna que le adornaba los labios me hizo
comprenderlo al instante.
—¡Eres un demente si crees que yo voy a conducir!
Nathan rio tomando uno de los cascos de la manivela,
haciendo que me girara un segundo hacia él para
ponérmelo.
—Te va a encantar.
—¡Les tengo miedo!
—No seas exagerada. Cuando estamos juntos pareces
disfrutarlo— tomó su propio casco y se lo puso de un tirón,
luego me sostuvo con firmeza de las caderas y él mismo se
encargó de encender el motor— Son solo dos cuadras
hasta Central Park, quiero que lo intentes...
—Nathan...— traté de reprocharle, pero él se acercó más a
mí pegando todo su perfecto pecho a mi espalda. Oh por
Dios. ¿Así se sentía cuando yo me aferraba con fuerza a su
torso? Porque podía sentirlo todo. Y cuando hablo de todo,
es literalmente todo.
—Este es el freno. Es extremadamente sensible así que
vamos a presionarlo con suavidad— me tomó una mano y
la llevó junto con la suya hasta el freno, hizo que lo
presionara y luego sonrió— Y lo que tenemos por aquí son
el acelerador, las velocidades y el gas. Estas son un tanto
complicadas así que deja que yo me encargue.
Asentí mientras su mano cubría la mía y la colocaba sobre
el otro lado de la manivela. Mis dedos se entrelazaron con
los suyos con suavidad y Nathan hundió su rostro entre mi
cuello, pegando sus labios a mi piel.
—Lucimos tan jodidamente calientes en esta posición.
Se acercó todavía más a mí robándome el aliento y mi
cabeza se volteó hacia un lado cuando la vibración de su
voz sobre la piel de mi cuello me hizo reprimir un gemido.
—Lo sé— murmuré cerrando los ojos con fuerza y
abriéndolos enseguida— Pero no sé si recuerdas que soy
una persona algo reconocida, así que una foto en esta
posición con el mejor amigo de mi novio en los diarios del
domingo no sería una experiencia muy agradable.
Nathan separó su cuerpo del mío, asintiendo con la cabeza
y luego suspiró.
—¿Lista, ángel? — movió sus dedos haciendo rugir el motor
y mi corazón dio un vuelco.
—Ya sabes la respuesta.
:.Capítulo 32.:
"No hay pasado ni futuro, todo fluye en un eterno presente".
-James Joyce.
>> <<
Suspiré completamente agotada cuando me detuve frente
a la entrada de mi departamento e introduje la llave entre la
cerradura después de que mi demonio angelical
desapareciera por la carretera.
Había sido una tarde demasiado extensa al lado de Nathan,
caminando como dos tontos por las calles de Nueva York y
deteniéndonos a cada segundo para tomar un camino
diferente.
Habíamos esquivado el tema de Anderson toda la tarde
discutiendo sobre mi estúpido vestido y su mano
magullada. Él no había querido ir al médico sin importar las
muchas veces que le insistí, y yo no quise cambiarme el
vestido por venganza a que no haya querido obedecerme.
Al menos mi mente estaba consciente de lo que tenía que
hacer para terminar con toda esta situación de una vez por
todas. Ander y yo ya no deberíamos estar juntos. No podía
traicionarlo de esta manera y debía terminar con él lo más
pronto posible para minimizar el daño que pudiera causarle
cuando mi relación con Nathan saliera a la luz.
Suspiré con pesar al entrar al departamento debido a que
todo debía estar hecho un desastre por la pequeña
actividad de Niam y Brent la noche anterior, pero en ese
momento solo quería dormir. Mi cuerpo dolía ligeramente
en los lugares justos donde tenía que doler y me encontré a
mí misma recreando la noche pasada una y otra vez
cuando abrí la puerta y me encontré con un preocupado
Anderson en el salón.
Oh mierda.
Solté un grito de pánico llevándome una mano al pecho y él
se volteó hacia mí transformando su expresión seria en una
sonrisa.
—¿A dónde carajos te habías metido? Estaba muy
preocupado por ti.
Me levantó del suelo rodeándome entre sus brazos y yo
tomé una rápida respiración profunda tratando de
mantener la calma. ¿Qué hubiera sucedido si Ander hubiera
bajado hace unos segundos y me hubiera encontrado con
Nathan en la carretera? Mi meta de romper lo más mínimo
su corazón se hubiera ido a los diez mil carajos, sin
mencionar que alguno hubiera ido a parar a la cárcel a
causa de asesinato: ya fuera el de Nathan, el de Anderson o
el mío. Aunque definitivamente creía que el asesinato iba a
ser el mío.
—Se me averió el auto cuando venía de camino— mentí
mientras él me volvía a colocar en el suelo y me miraba con
atención.
—¿Pero te encuentras bien? Tu vestido...
Maldición.
—Por supuesto— respondí enseguida— Fue solo un
pequeño incidente con la puerta del auto y el seguro— lancé
el bolso sobre el sofá mirando confundida que todo estaba
perfectamente arreglado. Me giré hacia Ander y hasta ese
momento no reparé en que llevaba traje— ¿Acaso me perdí
de algo importante?
Él sonrió caminando hasta mí y me rodeó entre sus brazos.
Le devolví el abrazo con todas mis fuerzas en forma de
disculpa por lo que había sucedido con Nathan y luego lo
miré con aprensión.
—Hoy voy a entregarte tu sorpresa— Inquirió emocionado
pegando sus labios a los míos y yo me aparté enseguida de
su tacto. No porque me provocara asco besarlo, sino
porque temía que el asco lo sintiera él hacia mí. Ander
frunció sus cejas con confusión y me obligó a mirarlo—
¿Qué sucede, Megan?
Sacudí la cabeza, alejándome de su cuerpo.
—Es que... ¿no crees que es muy tarde para una sorpresa?
—Ni siquiera son las seis— farbulló dejándose caer sobre el
sofá divertido y el corazón se me estrujó. No quería hacerle
daño— Vamos preciosa, todo está preparado, no puedes
hacerme esto.
Me mordí el labio inferior con fuerza, jugueteando con mi
pelo.
—¿Duraremos mucho?
Sabía que debía hablar con él y terminar las cosas de una
vez por todas, pero se veía tan emocionado que no pude
evitar tratar de hacerlo feliz una última vez en mi vida antes
de que posiblemente me odiara.
—No, claro que no— Se puso de pie de un salto y me guió
hacia las escaleras— Ve, cámbiate ese destrozado vestido
y vuelve aquí antes de que sean las siete. Es importante.
—Pero, Ander...
—Pero nada, señorita— Me dio una palmada en el trasero
para que me apurara y el corazón se me detuvo— Te espero
aquí pacientemente. No hagas que vaya a buscarte hasta tu
cuarto.
Suspiré, asintiendo con la cabeza y me dirigí hacia mi
habitación. Era solo una última noche. Una última noche
más.
Bajé las escaleras a toda velocidad consciente de que me
había pasado del tiempo establecido. Anderson se
encontraba sentado en el sofá pasando los canales del
televisor como si fuera la tarea más desgastante del
mundo. Sus ojos azules se iluminaron con ternura cuando
me miraron bajar con un vestido dorado por las escaleras,
se puso de pie apagando el televisor y me tendió el brazo
con una sonrisa preciosa.
—Te ves increíble.
—Gracias— susurré con inseguridad mientras me guiaba
hasta la puerta y ambos salíamos al pasillo.
El camino a donde sea que Ander me estaba llevando se
me hizo una verdadera eternidad. No solo por el hecho de
que llevábamos casi media hora en el automóvil sin
detenernos, sino porque también me había pasado todo el
transcurso del viaje pendiente de la mano que él había
colocado posesivamente sobre mi muslo desnudo. ¿Qué
podía decirles? Se sentía irónica y jodidamente incorrecto.
Ya no sabía ni adónde mirar o si removerme sobre el
asiento para que se apartara sería adecuado. Opté por
quedarme inmóvil y contener la respiración hasta que
aparcamos. Era la última noche "normal" que pensaba
pasar con él y no debía arruinarle ese recuerdo solo porque
sus manos me parecieran demasiado frías comparadas
con las de Nathan.
—Llegamos, cariño— Anderson me abrió la puerta del auto y
me hizo bajar con una adorable sonrisa. Estábamos en un
hotel que no reconocía y supuse que por estar tan
pendiente de su mano y mis pensamientos sobre Nathan
no me di cuenta que habíamos salido de Manhattan.
—¿Qué hacemos aquí? — Le pregunté un tanto nerviosa
mientras me guiaba por el vestíbulo y saludaba a los
gerentes con un leve movimiento de cabeza. Todo lucía tal
y como debería lucir en un hotel a las siete de la noche,
pero aun así había algo que me incomodaba. Algo que no
podía definir muy bien. ¿Demasiado silencio?
—Anderson, ¿adónde vamos? — volví a insistir con otra
pregunta cuando entramos al ascensor y las puertas se
cerraron.
Él me lanzó una sonrisa divertida y me atrajo hacia su
cuerpo. No me fascinaba la idea de estar en un hotel con él
a las ocho de la noche cuando me había acostado con su
mejor amigo ayer. Si Ander pretendía pasar la noche
conmigo, la situación se me iba a salir se las manos...
—He planeado algo especial para ti, ¿por qué luces tan
preocupada?
Me removí incómoda, de un lado para el otro.
—Sabes que este tipo de cosas me ponen nerviosa. Si no
me dices ahora mismo de lo que trata creo que explotaré
de la tensión.
Anderson se echó a reír al tiempo en que las puertas del
ascensor se abrían y nos encontrábamos de frente con un
largo pasillo. Él entrelazó sus dedos con los míos sin perder
ni una pizca de diversión y tiró de mi cuerpo hacia un
extremo del pasillo iluminado.
Las puertas blancas de cada una de las habitaciones
estaban cerradas completamente y lucían impecables con
cada paso que nos acercábamos. Casi podía oír el zumbido
de mi corazón golpeando con fuerza cada fibra de mi
pecho debido al silencio sepulcral que invadía el último
piso. Las luces se tornaban cada vez más tenues con cada
paso que dábamos por el inmenso lugar.
Para cuando Ander se detuvo frente a una hermosa puerta
de madera en el fondo del pasillo, ya mi cuerpo estaba a
punto de sufrir un ataque cardíaco. Todo esto me
provocaba un muy mal presentimiento, pero no quería
arruinar nuestra última noche juntos porque mi estúpida
mentecilla recreara cosas sin sentido.
—Bienvenida, amor.
Fruncí el ceño con confusión cuando él se dirigió hacia la
puerta y la abrió de par en par. Un leve jadeo de asombro
escapó de mis labios al mirar lo que había adentro y no
supe si sonreír o ponerme a llorar de la emoción.
Un bellísimo salón de fiestas se abrió paso frente a mí,
decorado por un enorme candelabro de cristal colgando del
techo y cientos de lucecitas en cada uno de los postes que
lo bordeaban. Había decenas de mesas de caoba oscuro
rodeando todo el lugar y mis ojos se expandieron ante la
sorpresa al descubrir que ninguna de ellas se encontraba
vacía.
A los primeros que vi fueron a mis padres, mirándome con
una enorme sonrisa de felicidad que creí seriamente que
estaba soñando. Estaban de pie frente a una de las mesas
centrales del salón, con un par de copas de champagne
entre las manos. En las mesas de su lado estaban mis
hermanos, las chicas de la compañía de modelaje, Dakota,
Brent, Niam, Dylan y tantas otras personas más que no
podía describir, aunque quisiera.
Contuve la respiración, ¿Estaba Nathan entre ellos?
Anderson me tomó de la cintura con delicadeza para
hacerme pasar en la estancia mientras mi cerebro en shock
miraba a todos con confusión y el pálido rostro de Niam me
devolvía la misma mirada. ¿Qué demonios estaba
sucediendo?
—Quizá se pregunten por qué los reuní hoy en el hotel a
todos ustedes sin mencionarles el motivo...
Ander habló fuerte y claro mientras me guiaba hacia una de
las mesas centrales del salón junto a mis padres y me
tendía una silla para que me sentara. El corazón se me
detuvo levemente ante la anticipación y estuve a punto de
dejar de respirar. Él continuó con su discurso sin darle
importancia a mis reacciones y mi madre me acarició el
antebrazo con cariño, aunque eso no me ayudó para nada,
sino que aumentó mi tensión.
—... Pues no hay mucho que decir al respecto sino
demostrarlo— farbulló— Quería compartir este día con
todos ustedes y que fueran testigos del momento más
importante de mi vida— se detuvo frente a mi cuerpo
mirándome con una enorme sonrisa y Niam se llevó ambas
manos a la boca cuando se arrodilló frente a mí y el
corazón se me hizo un puño doloroso contra el pecho. ¡Oh
mierda, mierda, mierda!
Toda la estancia cayó en un silencio profundo.
—Megan...— Oh Dios mío, por favor no— ¿Quisieras casarte
conmigo?
Un coro de jadeos de sorpresa se escuchó alrededor del
salón y tuve que retener el aire para no desfallecer en ese
momento. Levanté la mirada mientras la sangre me huía
del rostro y encontré los ojos azules de Niam y Brent
puestos llenos de pánico sobre mí. Tyler me miraba con
una expresión de incertidumbre difícil de ocultar y Keegan
se debatía entre quedarse sentado en la mesa o levantarse
y correr hacia mí.
Esto no podía estar sucediendo. No precisamente en ese
instante. No tenía que ser con Anderson.
Mi mundo se había detenido completamente y lo único que
podía escuchar era el sonido de mi corazón bombeando la
sangre con más fuerza de la necesaria. Había soñado con
este momento miles de veces. Las luces. El hotel. Todo era
tal y como me lo imaginaba, pero las cosas habían
cambiado. Yo ya no era la misma chica superficial que en lo
único que pensaba era en modelar y derrotar a Danielle
Johnson de una vez por todas. Mi mente había tomado otro
rumbo muy diferente y ahora cada uno de mis
pensamientos tenían nombre y apellido.
Anderson me tomó de la mano e hizo que mi atención
volviera a enfocarse en él. Para ese momento ya mi cerebro
se había quedado en blanco y él había sacado un precioso
anillo de brillantes con una enorme piedra azul en el centro
del aro. Mi dedo anular flotaba a unos escasos centímetros
de él.
Me mantuve inmóvil dejando que mis pensamientos y
posibles opciones pasaran a toda velocidad por mi mente,
pero no tenía remedio. No había ninguna forma de escapar
de esa situación.
Levanté la vista para mirar una vez más a Niam y rogar por
un poco de su ayuda, pero el rostro impenetrable y
consternado de Nathan fue lo único que me recibió al girar
la cabeza y mirarlo de pie junto a los demás chicos. Su
labio inferior temblaba ligeramente a causa de la
impotencia y tenía los puños de las manos apretados
mientras Brent y Tyler lo sujetaban de los brazos con fuerza
para evitar que acercara a nosotros. Fruncí los labios para
reprimir un jadeo de desesperación y las lágrimas
empezaron a escapar de mis ojos sin remedio. No podía
hacer nada para contrarrestar esta situación. No podía
dejar a uno sin romperle el corazón al otro. No podía tomar
una decisión sensata cuando uno de ellos estaba hincado
frente a mí, esperando mi respuesta sobre el matrimonio...
Ander me apretó la mano con mayor fuerza, luciendo
preocupado.
—Amor, ¿qué sucede?
Lo miré sintiendo cómo todo mi mundo se caía en pedazos
y traté de controlar mis emociones. Hacía apenas dos
horas me encontraba entre los cálidos brazos de Nathan en
Central Park luego de haberlo tenido toda la noche
moviéndose adentro de mi cuerpo. Y ahora su mejor amigo,
mi novio, estaba de rodillas frente a mí pidiéndome que me
casara con él. ¡¿Cómo carajo había pasado esto en menos
de veinticuatro horas?!
—Sí— susurré y las palabras salieron estranguladas de mis
labios temblorosos. Anderson sonrió— Voy casarme
contigo.
Y el anillo se hundió en mi dedo como una brillante
maldición.
:.Capítulo 33.:
"No tenía miedo a las dificultades: lo que la asustaba era la
obligación de tener que escoger un camino. Escoger un
camino significaba abandonar otros". -Paulo Coelho.
>> <<
Lo que sucedió después de ese momento está tan borroso
en mi mente que casi podría jurar que era irreal. Los
aplausos. Las felicitaciones. Las sonrisas de mis padres.
Todo lucía tan falso comparado con las lágrimas de dolor
que no paraban de caer sobre mis mejillas...
Niam fue una de las primeras en llegar hasta mí apenas las
personas de la estancia se nos fueron acercando. Su pálido
rostro había adquirido un tono verdoso a causa de la
confusión y cuando sus brazos se envolvieron alrededor de
mi cuerpo para reconfortarme no pude evitar que las
lágrimas recorrieran mis mejillas como hace mucho tiempo
no lo hacía.
—Hey, Megan, cálmate— me susurró con preocupación al
oído mientras me frotaba la espalda con firmeza—
Encontraremos alguna forma de solucionar esto.
Joder.
—No.…— susurré, secándome las lágrimas rápidamente y
negando con la cabeza— Ya me cansé de tratar de luchar
contra el destino y buscarle alguna solución inexistente a
todo lo que nos pasa— Sacudí la cabeza con frustración—
Sé lo que tengo que hacer, Niam. Esto es lo que dañará
mínimamente a todos.
—¿A todos? — me escupió literalmente— Megan, te vas a
castigar a toda una vida con Anderson por un par de besos
con Nathan, ¿acaso estás loca?
—Es que no fueron solo un par de besos, Niam— le gruñí
entre dientes, mirando que nadie nos estuviera
escuchando— Anoche me acosté con él...
—Espera, ¡¿Que ustedes qué...?!
—¡Cállate! — le puse una mano en la boca y corrí mi vista
por todo el lugar. Ander se encontraba conversando con
mis padres, pero eso no nos dejaba demasiado tiempo—
Niam, lo que sucedió fue una completa estupidez.
—¿Estupidez? Estupidez es aceptar casarte con Anderson
cuando amas a su mejor amigo...
—¡Que yo no lo amo!
—¡Vamos Megan! Tenemos más de veinte años, dejemos
de jugar por un momento— Sacudió la cabeza con
exasperación— Tú lo amas y todo esto sí que es una
verdadera tontería. ¿Cómo siquiera puedes compararlos?
Jamás te he visto actuar más real y genuina que cuando
Nathan está contigo. ¡Eres la persona más ciega que
conozco, maldición!
—¿De qué hablan?
Inquirió Anderson rodeándome la cintura con ambos
brazos desde la espalda y Niam se tensó de pies a cabeza
a la vez que mis pulmones dejaban escapar todo el aire que
tenían atrapado. Me volteé hacia él al instante porque
supuse que eso era lo correcto y lo abracé con fuerza
mientras mi mejor amiga se tragaba sus palabras. Casi
podía sentirla a punto de estallar, pero la conocía
demasiado bien y frente a Anderson no abriría su gran
bocota.
Ander sonrió posando sus labios en mi frente y Niam se
cruzó de brazos mirándolo con desprecio.
—Pues, creo que me convertiré en su madrina de bodas,
¿no es cierto? — escupió como si tal cosa mientras su
mirada fiera se cruzaba con la mía y me obligaba a
esconder el rostro contra el pecho de Anderson por la culpa
que sus ojos me causaban.
A él pareció no importarle su expresión de asco y solo
sacudió la cabeza en forma de afirmación.
—Al parecer— susurró sin perder la sonrisa de los labios e
hizo que Niam gruñera a causa del enojo que le provocaba
su alegría.
—Bien— Nos dio la espalda— Algún día van a arrepentirse—
Y sin decir nada más, se dio media vuelta y desapareció
entre la multitud.
Anderson se echó a reír ante lo molesta que mi mejor
amiga parecía estar y me besó con fuerza en los labios.
—¿Crees que algún día me quiera? Lo último que nos dijo...
—No— respondí con total sinceridad y su sonrisa se hizo
más extensa.
—Bueno, me parece fantástico. Tampoco es una de mis
personas favoritas en el mundo.
—Podrían intentar llevarse bien.
Él sacudió la cabeza.
—Necesitaríamos de un milagro para llegar a congeniar,
amor. Además, Niam me odia desde el primer momento en
que la vi. La soporto levemente solo porque es tu mejor
amiga...
—Pues yo creo que deberían hacer las paces.
Ander deslizó una de sus manos a lo largo de mi columna y
presionó con fuerza, pegándome más a su cuerpo.
—Pues yo creo que deberíamos ir a celebrar nuestro
compromiso en alguna habitación del hotel...
—Felicidades— esa voz grave y dulce que tanto me gustaba
se aclaró la garganta a las espaldas de Anderson y el
corazón se me hizo un puño contra el pecho sin poderlo
creer.
Nathan no podía presentarse frente a nosotros y actuar
como si estuviera feliz con esto. Simplemente no podía ser
capaz de atormentarme de esa manera.
—Te lo agradezco, amigo.
Anderson se volteó hacia su dirección con los brazos
extendidos y lo atrajo hacia su cuerpo para abrazarlo con
fuerza. Al instante los ojos verdes de Nathan se fundieron
con los míos por encima del hombro de Anderson y estuve
a punto de echarme a correr hacia donde se encontraban
mis padres al notar la asfixiante expresión de impotencia
que proyectaba su mirada.
—¿Me dejas felicitar a la futura novia? — soltó, separándose
del cuerpo de su mejor amigo con un leve asentimiento y
luego me observó con atención. Si no lo conociera tan bien
como creía conocerlo, podría jurar que su sonrisa de
felicidad hacia Ander era sincera.
—Por supuesto, hermano. Es toda tuya.
Y luego de presionar sus labios en mi boca una vez más, se
alejó de nosotros para ir a conversar con Brent y mis
hermanos que se encontraban a unas cuantas mesas de
nuestra posición.
Contuve el aliento preparándome para la tormenta mientras
me removía incómoda de un lado para el otro y mi corazón
se esforzaba por latir. No quería pasar por una
conversación de tan alto calibre con Nathan en ese
momento y mucho menos frente a tantas personas, pero no
había otra opción.
Me mantuve con la mirada fija en el suelo durante unos
segundos esperando a que él comenzara, pero para mi
sorpresa Nathan se limitó a quedarse inmóvil, respirando
superficialmente a unos pocos pasos de mí.
—Felicidades— susurró finalmente luego de lo que me
resultó una eternidad y el mundo se vino en picada frente a
mis pies como si alguien lo estuviera desplomando. ¿En
serio lo había dicho?
—Por favor, no hagas esto— le supliqué sacudiendo la
cabeza una y otra vez mientras mis ojos chocaban contra
los suyos llenos de frustración— Sé exactamente a lo que
te refieres con esas palabras...
—Que al fin has tomado tu decisión...
—¡Sabes que eso no es cierto! — di un paso hacia su torso
involuntariamente y Nathan se acercó por inercia hasta que
el calor de su cuerpo se fundió con el mío. Oh mierda. Me
moría por abrazarlo y gritarle que lo deseaba a él, pero mi
subconsciente no paraba de recordarme que teníamos
público en ese momento y que muy posiblemente nuestra
reciente aproximación había despertado la curiosidad de
varias personas.
Uno de sus dedos se deslizó a lo largo de mi mejilla y me vi
obligada a apartarme bruscamente.
—Necesitamos hablar— murmuró como si le hiciera daño
pronunciar esas palabras y dejó caer con resignación la
mano al lado de su cuerpo. ¿Por qué demonios tenía que
ser tan difícil?
—Nathan, aquí no...
Su mano se aferró a mi codo con firmeza antes de que
pudiera emprender mi huida y enseguida lo miré con los
ojos muy abiertos mientras él negaba con la cabeza, con
expresión desafiante, y me arrastraba hacia la salida de la
estancia sin importarle si alguien nos estaba observando o
no.
Apenas la puerta se cerró a nuestras espaldas no pude
evitar forcejear contra él.
—¡¿Acaso te has vuelto loco?! ¡Anderson está allí adentro
junto a toda mi familia! — me liberé con fiereza de su agarre
y Nathan dejó escapar un sonoro gruñido de frustración
antes de tirarse del pelo con fuerza.
—Aceptaste... ¡Aceptaste ser su esposa!
—¿Tenía alguna otra salida en ese momento? ¡Estaba de
rodillas frente a mí, Nathan! ¡¿Qué se supone que debería
haber hecho?!
—¡Rehusarte, maldición! — me tomó de los hombros con
ambas manos y presionó mi cuerpo con el suyo contra la
pared. El aire escapó de mis labios igual que cualquier
atisbo de consciencia y me vi obligada a sujetarlo de los
hombros para no perder el equilibrio— Tú no puedes
convertirte en su esposa, Megan. Me amas... Me amas casi
tanto como yo te amo a ti.
Esperen, ¿qué?
—No, Nathan.
Traté con fiereza de liberarme de sus brazos una vez más,
pero él no me lo permitió.
—¡Niégalo! — gruñó contra mi oído y el cuerpo se me
estremeció de pies a cabeza contra el suyo. Reprimí un
jadeo— Niega que me amas y di que lo prefieres a él...
¡Maldición, ángel! — me apoyó con mayor furia contra el frío
concreto y al instante sus labios atacaron con
desesperación los míos.
Gemí ante su tacto feroz y hundí simultáneamente las uñas
sobre sus hombros. Debía detenerlo. Sabía que ahora
realmente debía detenerlo.
Empujé con fuerza de su pecho para alejarlo de mí y Nathan
se llevó mi labio inferior entre sus dientes para evitarlo.
—Basta, por favor. Te lo suplico— mis ojos se llenaron de
lágrimas al contemplar su rostro consternado. La mirada
que me devolvió Nathan se tornó más oscura de lo normal.
—¿Lo amas a él?
—Nathan...
—¡Mírame a los ojos y dime que lo amas a él!
—¡Sabes que no puedo hacerlo!
—¡Joder! — estrelló su puño contra la pared al lado de mi
cabeza y un grito de sorpresa escapó de mi boca. Su rostro
se había contraído a causa de la frustración y me miraba
verdaderamente desesperado. Su aliento me acariciaba los
labios a un ritmo irregular y mis manos empezaron a
frotarle el pecho inconscientemente como sí desearan
reconfortarlo.
—Huye conmigo.
Fue lo siguiente que escapó de sus labios.
¿Qué? ¿Lo había escuchado bien?
—Nathan, ¿has perdido la cabeza?
—¡Megan, solo escúchame! Huye conmigo...
—Nathan, no. Es una locura— Traté de salir de su prisión
corporal, pero él me detuvo— Tu mejor amigo se encuentra
detrás de estas paredes luego de hacerme pedido
matrimonio, ¿y tú me estás pidiendo que me vaya contigo?
—¡Lo sé, demonios, lo sé! Pero me estoy quedando sin
opciones— Me tomó el rostro entre sus manos y pegó su
frente a la mía— Te amo, Megan— Las palabras salieron sin
aliento de sus labios y estuve a punto de mandar todo a la
mierda en ese instante. Yo también lo amaba. Lo amaba
más que a nada en el mundo— Te lo ruego. Te lo suplico.
Huyamos juntos y terminemos de una vez por todas con
esta maldita situación.
Intentó volver a presionar sus labios contra los míos, pero
volteé la cabeza antes de que pudiera rozarlos. Su boca se
presionó contra mi mandíbula.
Un silencio sepulcral cayó sobre nosotros, rodeándonos en
una atmósfera incómoda. Nathan dejó caer su cabeza
contra mi hombro y contuvo el aliento.
—¿Ese es un no?
Se alejó de mi cuerpo como si lo hubiera apuñalado por la
espalda y sus ojos claros, ahora vacíos, me miraron durante
un leve y casi imperceptible instante antes de que me diera
la espalda y empezara a caminar hacia el ascensor que
llevaba a las afueras del hotel. El pánico me embargó de
pronto.
—¿Adónde vas? — murmuré con voz temblorosa mientras
luchaba por contener las lágrimas con desesperación. Él se
detuvo un instante, pero no giró la cabeza para mirarme.
—Volveré a Inglaterra...
—Espera, ¿qué? — me llevé ambas manos al rostro y tiré de
mi pelo involuntariamente— No, Nathan, por favor, no te
vayas.
—¿Y qué se supone que me quede haciendo aquí? — habló
con calma, pero la tensión en sus hombros demostraba
algo completamente diferente. Estaba a punto de estallar y
yo no estaba preparada para contener la tormenta— Ander
me pedirá que sea el padrino de su boda y te juro que no
podré evitar romperle la cara cuando me lo insinúe.
—Nathan, no me hagas esto. No me pongas a escoger entre
tú o él. ¡Me prometiste que no lo harías! ¡Me dijiste que
buscaríamos una solución juntos!
—¡Y te la estoy dando! — se volteó hacia mí y supe
instantáneamente que si lo dejaba ir, no volvería a verlo
durante mucho tiempo— ¡Te estoy diciendo que podemos
dejar todo esto atrás y comenzar una nueva vida juntos,
pero te niegas!
Tomó una rápida respiración profunda para calmarse al ver
que me escogía contra la pared y luego continuó.
—Voy a estar con mi motocicleta frente a la entrada del
hotel durante quince minutos. Solo durante quince minutos
nada más— Volvió a darme la espalda y se llevó ambas
manos a la cabeza— Si no llegas durante ese límite de
tiempo me iré sin ti y te juro que no tendrás que volver a
preocuparte por si me verás aparecer de nuevo en tu vida...
Empezó a caminar otra vez y estuve a punto de soltar un
grito de horror.
—¡Me estás manipulando! — le grité con todas mis fuerzas
sin importarme esta vez quién pudiera estar escuchando—
¡Sabes que no puedo dejarte ir, pero tampoco puedo
hacerle daño a él de esta manera!
—Entonces la decisión será muy simple...
Y las puertas del ascensor se cerraron a sus espaldas,
dejándome de repente sola.
¿Quince minutos? ¿Quince minutos para decidir lo que
pasaría el resto de mi vida?
Las lágrimas de desesperación y angustia empezaron a
caer de mis ojos y tuve que aferrarme a la pared para no
desvanecerme contra el suelo y empezar a hiperventilar.
Traté de controlar mis pensamientos, pues hacerlo con mis
emociones no tenía sentido ya que estaban fuera de
control. Tomé una rápida respiración profunda. ¿Qué debía
hacer? La ansiedad estaba acabando con mis nervios y no
podía dejar de moverme de un lado para el otro.
Antes de que pudiera darme cuenta mi cuerpo había
avanzado varios pasos hacia el ascensor. Me quedé
inmóvil de repente sin saber lo que estaba haciendo. ¿En
serio pensaba en irme con él?
Mi mente obligó a mi cuerpo a retroceder y volví al lugar en
el que había quedado. Anderson no se merecía esto.
Anderson no se merecía nada de lo que le habíamos hecho.
Si decidía quedarme con Nathan; Ander, mi familia y quizá
hasta mis amigos podrían salir lastimados. Pero si lo elegía
a él, solo Nathan y yo, los verdaderos culpables,
pagaríamos por nuestros errores en silencio. ¿Qué era lo
más justo? ¿Pero qué era lo que deseaba realmente yo?
Entonces, casi sin consciencia ni voluntad propia empecé a
correr hacia el ascensor a toda velocidad. Hacia mi nuevo
futuro. Hacia Nathan. Adiós la culpa, lo correcto, lo que
estaba tomado por definitivo. Y bienvenido el amor, la
locura y la vida que solo con él experimentaba.
Estaba hecho, no había marcha atrás.
Una enorme sonrisa se dibujó en mis labios al considerarlo
y no pude evitar mandar todo a la mierda. Esta era mi vida y
yo iba a tomar mis propias decisiones sin importar lo muy
estúpido que resultara hacerlo...
—¡Megan, ¿adónde crees que vas?!
La voz alarmada de mi madre me hizo detenerme de golpe
al instante en el que el ascensor se abría frente a mí. De
pronto, lo que por un instante había sido la mejor decisión
de mi vida perdió sentido cuando sus palabras llenas de
pánico me hicieron chocar contra la realidad de golpe.
Me giré hacia ella sintiendo cómo las lágrimas volvían a
escaparse de mis ojos y corrí de regreso.
El tiempo se había acabado.
:.Capítulo 34.:
"La vida es una serie de colisiones con el futuro; no es una
suma de lo que hemos sido, sino de lo que anhelamos ser". -
José Ortega y Gasset.
>> <<
Había pasado una semana.
Una semana sin su sonrisa, una semana sin su mirada y
una semana sin escuchar el mínimo eco de su voz.
Se había ido. Brent me lo había confirmado hace pocos
días. Nathan había regresado a Inglaterra de nuevo junto
con lo que restaba de su familia mientras yo sentía la
agonía de su ausencia como una daga enterrada en mi
espalda.
Había intentado comunicarme con él después de esa
última noche, pero no había recibido respuesta alguna. Solo
deseaba que él lo comprendiera. Que se diera cuenta que la
decisión que había tomado era lo mejor para las personas a
nuestro alrededor. Que supiera que lo amaba y que la
noche que pasamos juntos fue una de las mejores noches
de toda mi vida. Sí. Decenas y decenas de mensajes de
texto bañados con cientos de lágrimas y disculpas que no
podía asimilar.
Jamás volvería a ver su penetrante mirada. Jamás volvería
a besarlo o a viajar en motocicleta con él. Y lo peor de todo,
jamás podría decirle frente a frente lo importante que era
para mí...
—¿En qué piensas? Has estado muy distraída esta última
semana...
Ander se removió ligeramente sobre el sofá en el que
estábamos sentados e hizo que saliera de mi
ensimismamiento de golpe.
Me había quedado tildada mirando el anillo de compromiso
que brillaba con malicia sobre mi dedo anular como por
quinta vez en lo que llevábamos del día y debía empezar a
actuar un poco más entusiasta si no quería que los demás
se dieran cuenta de mi estado de ánimo.
—Estoy bien— murmuré levantándome del sofá y tomando
por inercia el par de tazas vacías que se encontraban sobre
la mesita del salón. Habíamos pasado toda la tarde del
viernes viendo películas de comedia sin sentido mientras el
frío invernal de inicios de octubre nos obligaba a tomarnos
una taza de chocolate caliente cada treinta minutos.
Anderson me tomó por la cintura antes de que pudiera
escapar hacia la cocina y me hizo girar contra su firme
cuerpo al instante. Sus maravillosos ojos azules me
devolvieron el reflejo pálido de mi rostro cuando me
estudiaron con atención. Tuve que forzar una sonrisa para
que no se preocupara más de lo que ya parecía estarlo.
—Hablo en serio, Megan. ¿Qué sucede? Has pasado todos
estos días como si algo te molestara y quiero que lo
compartas conmigo. ¿Es por la boda? ¿Hice algo que te
incomodara?
Mis labios se presionaron contra los suyos con intensidad y
luego sacudí la cabeza tomándolo del rostro. No quería que
se achacara la culpa por mi mal humor. Ander era el que
menos tenía que sentirse culpable con todo esto.
—Es solo que estoy cansada, cariño. No te preocupes.
Puede ser que me haya estado enfermando...
—¿Acaso te sientes mal? — me posó una mano sobre la
frente como si quisiera tomarme la temperatura y mi
corazón se estrujó dolorosamente. No podía ser tan
maldita y mentirle de esta manera en la cara. Si continuaba
así iba a tener que lanzarme por el primer balcón que se me
cruzara en el camino.
Me aparté de él negando con la cabeza y le dediqué una
leve sonrisa buscando en mi mente alguna forma de
desviar el tema de nuestra conversación hacia otro punto.
—¿Quieres que veamos otra película?
Él se sentó de nuevo en el sofá y sacudió la cabeza. Los
mechones rubios de su pelo liso le cubrieron parte de los
ojos haciendo que luciera extremadamente sexy.
—Ni siquiera has mirado la pantalla en la película anterior,
¿por qué crees que me apetecería hacerlo?
Arrugué la cara ante su brusquedad y me maldije
mentalmente. Era culpa mía.
Aferré con más fuerza las tazas que tenía entre los dedos y
me dirigí hacia el comedor.
—Pon la siguiente en la lista. Te prometo que esta vez no
me perderé ni un solo detalle contigo.
Anderson me dedicó una resplandeciente sonrisa de
satisfacción ante esas palabras e hizo que mis labios se
curvaran antes de cruzar el umbral de la puerta hacia la
cocina. Tenía que encontrar alguna manera de compensar
todo lo malo que le había hecho y debía empezar a hacerlo
desde ahora.
Tomé la cafetera con el chocolate caliente de un rápido
movimiento y llené ambas tazas hasta el tope con el líquido
burbujeante. A Ander le encantaba que le pusiera vainilla
por encima, así que tomé el frasco y le coloqué una buena
dosis a su taza antes de darme la vuelta y volver al salón
principal.
Me extrañó bastante que al entrar en la estancia la
televisión se encontrara apagada y Anderson no se viera
por ninguna parte. Todo se encontraba extrañamente
silencioso y eso me preocupó. Puse ambas tazas sobre la
mesita de café en el centro del salón y fruncí el ceño,
mirando hacia todas partes. ¿Adónde se había metido?
Me dispuse a tomar mi celular y llamarlo para saber dónde
se encontraba cuando me volteé hacia las escaleras que
llevaban a mi habitación y divisé a Ander bajo el umbral de
la puerta de la cocina, mirándome como si acabara de
abofetearlo.
Fruncí la frente a la vez que mi corazón se aceleraba contra
mi pecho sin saber qué sucedía.
—¿Qué pasa? — quise saber mirándolo con recelo y él se
limitó a mostrar el aparato que tenía entre los dedos. Era mi
celular. Y en la pantalla se distinguían los cientos de
mensajes sin respuesta que le había enviado a Nathan
desde que desapareció.
Un escalofrío helado me recorrió de pies a cabeza al
enterarme de lo que realmente estaba sucediendo y mis
articulaciones se soltaron en un temblor cuando mi
teléfono salió disparado de su mano y se estrelló contra la
pared, a un lado de mi cabeza.
Oh mierda.
—Ander, yo...
—¡Te estabas acostando con él! — dio un paso hacia mi
dirección y pateó la mesa central enviando todos los
adornos y el chocolate caliente al suelo. Un grito agudo
escapó de mis labios y me empotré contra la pared que se
encontraba a mis espaldas.
Él no debía de enterarse de esta manera. Él no debía de
enterarse nunca. ¿Cómo demonios había encontrado los
mensajes y por qué fui tan estúpida de no borrarlos? El
mundo se había detenido para mí en ese momento y supe
instantáneamente que después de esa noche nada en mi
vida iba a ser igual.
—Yo puedo explicártelo— mi voz salió jodidamente
quebrada cuando escapó de mi boca— No es así como
sucedieron las cosas...
—¡¿Ah no?!
Llegó hasta mí y de un rápido golpe me lanzó de costado al
suelo. Dejé escapar un grito de dolor cuando sentí mis
costillas estrellarse contra la fría cerámica y mi boca se
llenó de sangre. Levanté la cabeza sin poder creer que me
haya golpeado y el hombre que apareció frente a mi visión
no era para nada igual al chico que hace años había
conocido. Sus brazos temblaban impulsivamente por la ira
y casi podía escuchar sus dientes rechinando de rabia.
Me llevé una mano a la boca dolorida para limpiarme la
sangre cuando una de sus piernas me golpeó con fuerza el
estómago. Grité haciéndome un ovillo contra el suelo y las
lágrimas empezaron a caer de mis ojos. Esto se estaba
saliendo de control.
—¡Ander, por favor, detente!
—¡¿Detenerme?! ¡¿Acaso tú lo hiciste?!— se inclinó hacia mí
y sus dedos se enterraron en mi pelo. Gemí cuando tiró con
fuerza hacia arriba y luego me dejó caer. Mi cabeza estuvo
a punto de estrellarse contra el piso, pero mis manos lo
evitaron apenas— Con razón el estúpido de Nathan salió
huyendo del país cuando aceptaste casarte conmigo, ¡eres
una perra!
—¡Ya basta! — jadeé con todas mis fuerzas y su pierna
volvió a entrenarse contra mi estómago. El aire escapó de
mis pulmones y sentí que estaba a punto de perder la
consciencia. Me atraganté con la tos.
—¡Solo yo digo cuando voy a detenerme! Me vas a pagar
toda la mierda que me hiciste.
Y como si fuera parte de una broma pesada de mi
imaginación, su puño volvió a estrellarse contra mi rostro.
Escuché el espejo de al lado partirse en pedazos y jadeé
haciéndome una bola contra el suelo.
No tenía escapatoria.
Y Nathan ya no estaba aquí para rescatarme.
:.Capítulo 35.:
"Nunca juzguemos a una mujer que está en un ciclo de
violencia y no puede salir. Es una mujer traumada, abusada,
amenazada, con miedo, con un autoestima en el suelo y la
están culpando por eso. Nuestro deber es ver cómo se
ayuda, se protege, se acompaña, se abraza. No se juzga" -
Mebeatch.
>> <<
—¡Megan, hablo en serio, responde el jodido teléfono ahora
mismo!
Ese era quizá el vigésimo mensaje que Niam me dejaba
antes de que se cumpliera medio día.
Habían pasado casi dos semanas de lo sucedido con
Anderson en mi departamento y como la buena cobarde
que era, no había mostrado ninguna señal de vida desde
entonces. Un simple mensaje de voz diciendo que me iba
de viaje y que no volvería pronto fue lo único que recibieron
ella y mis hermanos antes de que me encerrara en casa y
me hundiera en mi propio infierno personal.
Unos horribles y enormes hematomas de color azul
verdoso me cubrían varias partes de la cara y el cuerpo de
manera espeluznante, pero su aspecto no estaba tan mal
comparado con el de hace algunos días. Ander no había
parado de golpearme aquella noche hasta que se aseguró
de que ya no podía moverme y luego desapareció de un
fuerte portazo por el pasillo. Después de eso no había
podido dejar de llorar, hecha un puño entre las sábanas de
mi cama, mientras mi subconsciente me torturaba una y
otra vez, gritando que probablemente todo esto me lo tenía
merecido.
Y empezaba a creerlo...
El pitido del contestador chilló una vez más y esta vez la
voz de mi angustiado hermano mayor me hizo compañía.
No pude evitar rodar los ojos con frustración, deseando que
me dejaran sufrir tranquila.
Lo sé. Era una perra.
—Hola... Yo... no sé si estás en casa, pero como tu celular
siempre parece estar apagado no sé qué más hacer para
tratar de comunicarme contigo— Se aclaró la garganta
levemente y casi pude sentirlo tirarse del cabello con
frustración— Anderson nos ha dicho ayer que te has ido a
un hotel en San Francisco. No sé si será verdad, pero no
tenemos otra opción más que creerle... Todos estamos
muy preocupados por ti, Megan. Solo llama, por favor.
Necesitamos saber qué te hizo viajar sin consultarnos
antes. Te amo, ¿sí?
Y el mensaje se cortó.
Un fuerte dolor en mi pecho hizo que me encogiera
nuevamente entre las sábanas y contuviera los sollozos al
ya no escuchar su voz. No podía creer que le estuviera
ocultando esto a mi familia, y menos que Anderson allá
sido tan hipócrita para salvar su trasero inventando algo
así. Si acaso alguno de ellos llegara a enterarse de la
verdad serían capaces de hacer cualquier tipo de locura
para tomar medidas al respecto y me odiarían por
ocultarles algo tan grave por el resto de sus vidas.
Me aparté las mantas del cuerpo con un gruñido de dolor y
el abrigo de Nathan con el que había dormido todos estos
días para sentirlo cerca se deslizó hasta mis muslos
cuando empecé a caminar hacia la cocina lentamente. Mis
costillas eran las que peor lucían después de lo ocurrido
con Ander y ni siquiera podía mirarme a través de un espejo
sin tener ganas de vomitar. Mi cuerpo pálido y dolorido
hacía que los ojos se me llenaran de lágrimas
instantáneamente, y el tono oscuro de mis labios y ojeras
me provocaban demasiado horror... Por eso había
despedazado cada espejo y cristal que se hallaba dentro
del apartamento sin importar lo muy estúpido que
pareciera.
Cuando llegué al salón mi celular seguía descansando
hecho trizas en el suelo, los adornos de la mesa central se
habían convertido en miles de astillas diminutas que se
clavaban en mis pies descalzos cada vez que intentaba
llegar a la cocina, y el chocolate caliente de esa noche
parecía un charco de sangre infiltrado en la alfombra.
Remojé mis labios con nerviosismo debido a la tenebrosa
imagen que se proyectaba frente a mis ojos y me deslicé
con precaución hacia la cocina.
Aunque apenas estaba comenzando la tarde, el clima
sombrío y lluvioso de esta última semana hacía lucir el
cielo como si estuviera empezando a anochecer y eso no
mejoraba para nada mí ya deprimente estado de ánimo.
Decidí prepárame un rápido té contra el dolor de cabeza del
cual había sobrevivido los últimos días y me apoyé en un
taburete mientras el agua se calentaba. Mi vida había
cambiado de una manera drástica en cuestión de minutos
aquel viernes y ya no sabía qué decisiones debía tomar al
respecto. Había perdido demasiado al no escapar con
Nathan aquella noche y por más que lo deseara, no existía
fuerza en el mundo que pudiera remediarlo.
Maldición, lo necesitaba. Por más que quisiera rehusarme a
aceptarlo, necesitaba a Nathan para poder seguir adelante.
Y él ya no estaba conmigo.
Un fuerte y brusco golpe en la puerta de entrada me hizo
jadear antes de que un par de lágrimas se deslizaran por
mis mejillas. Me llevé una mano a la boca para evitar que
me escucharan y me acerqué con paso sigiloso al salón. De
pronto, la temperatura del apartamento había descendido
varios grados y mi pulso había tomado el control de mi
cuerpo. Nadie venía a buscarme. Me había asegurado de
que los chicos se creyeran completamente lo de mis falsas
vacaciones, así que la única persona que podría estar atrás
de la puerta era Anderson.
Un escalofrío helado me subió por la espina dorsal y me
tambaleé ligeramente hacia la cocina al considerarlo.
¿Acaso no había tenido suficiente? ¿Se cobraría su
venganza hasta matarme?
—¡Abre la jodida puerta, Megan!
La voz iracunda y preocupada de Keegan retumbó a través
del pasillo de afuera y no supe si sentir alivio o mayor
pánico al darme cuenta de que no era Ander.
Otro fuerte golpe hizo crujir la madera de la puerta principal
y mi corazón se detuvo.
—¿Siquiera probaste con las llaves? — Ahora fue Brent el
que intervino por encima del caos que mi hermano estaba
armando.
Mierda.
—¡Pues claro que lo hice! Está trabada. No puedo abrirla.
Una leve oleada de paz me invadió por las precauciones
que había tomado con la puerta anteriormente. No
recordaba muy bien cuántas horas habían pasado desde el
momento en el que Anderson había desaparecido aquella
noche hasta que pude ponerme en pie después de su
golpiza, pero apenas mi mente se aclaró y pude
tranquilizarme por lo sucedido, me aseguré de que si
intentaba regresar no pudiera atravesar el umbral de la
puerta. Había introducido decenas de trozos y palitos
diminutos adentro de la cerradura para que de esa manera
ni siquiera la copia de la llave de Niam pudiera ser útil en el
apartamento. Y estaba funcionando.
—Solo inténtalo de nuevo— Volvió a insistir Brent.
Escuché a Tyler gruñir de frustración ante esas palabras y
luego la maldición de Keegan al ser apartado de la puerta.
La bilis me subió a la garganta al darme cuenta que los tres
había venido a por mí.
—Yo lo haré.
—Tyler, ni siquiera sabemos si ella está adentro, ¿pretendes
tirar la puerta?
—¡Pues claro que sí! No pienso quedarme con la duda— La
puerta crujió reafirmando sus palabras— Nadie la ha visto
salir del apartamento desde el viernes por la tarde y pienso
descubrir qué demonios es lo que sucede...
Volvió a golpear la madera con fuerza y estuve a punto de
desmayarme al creer que la puerta cedería.
Ninguno de ellos podía verme en ese estado. Si se
enteraban de lo que pasó irían con toda la artillería tras
Ander y quizá hasta le avisarían a Nathan sobre lo sucedido
y yo no quería convertirme en uno de sus problemas
cuando se supone que él había vuelto a Inglaterra para que
desapareciera de su vida.
Otro golpe en la puerta me hizo salir de mis pensamientos
abruptamente y no pude evitar dejar escapar un gemido
ahogado cuando la voz que menos esperaba en ese
momento se unió a la de los chicos.
Oh Dios mío, no.
—Yo lo haré Tyler— gruñó Nathan a través del pasillo y mi
espalda fue a dar contra el mueble del televisor debido al
pánico tan profundo que me embargó. Varios adornos de
cristal cayeron al piso por el impacto y el pasillo se hundió
en un asfixiante silencio. Mi respiración irregular era lo
único que perturbaba el ambiente antes de que la puerta se
estremeciera desde el otro lado del pasillo.
—¡¿Megan?!— gritó Nathan abalanzándose nuevamente
contra la entrada principal y supe al instante que moriría si
él llegaba a verme de aquella manera.
No pude evitar esta vez jadear ante la frustración y el miedo
que sentía ante las inexistentes salidas que me quedaban y
con eso no les quedó ni la mínima duda de mi presencia a
los hombres que se encontraban destrozando la puerta de
mi casa.
—¡Maldición Nathan, vete! — grité de puro impulso sin saber
que más hacer y corrí hacia la puerta para evitar que la
echaran abajo.
Un gruñido de frustración brotó de sus labios, y de pronto
su puño aterrizó con intensidad en la madera haciendo que
parte de las bisagras cedieran bajo su tacto.
Grité sin poderlo evitar.
—¡Hazte a un lado si no quieres que te lastime! — la puerta
se sacudió y las lágrimas empezaron a caer
desesperadamente por mis mejillas.
Me rehusaba a creer que esto estuviera sucediendo.
—Se los suplico, chicos. Solo déjenme en paz...
—¿Por qué? — intervino Brent mientras yo apoyaba la
espalda en la puerta y empujaba contra ellos— ¡¿Qué
carajos sucedió?!
La madera crujió nuevamente contra mi cuerpo y supe al
instante que la puerta no iba a resistir mucho más.
Me aparté de un salto mirando cómo el único escudo que
me protegía de ellos se destrozaba frente a mis ojos y eché
a correr escaleras arriba sintiendo como decenas de
cristales se incrustaban en mi piel con cada paso que daba.
Apenas llegué a lo alto de la escalera la puerta principal se
hizo trizas contra el suelo de un golpe y al segundo Nathan,
Brent, Tyler y Keegan se encontraban adentro del salón.
Jadeé al escuchar a Tyler llamarme y correr hacia las
escaleras. Hui hasta mi cuarto a toda prisa, rogándole a
todos los santos para que no pudieran alcanzarme. Cerré la
puerta de golpe a la vez que su puño remataba contra ella y
puse el seguro. Tyler maldijo por lo alto y los chicos se le
unieron enseguida.
Empecé a caminar por toda la habitación en busca de
alguna vía de escape. El balcón parecía una buena idea
hasta cierto punto, aunque en realidad no era capaz de
lanzarme por allí de ninguna manera. Estaba demasiado
alto y para la propia cordura mía y de mis hermanos era
bueno pensar en algo que no terminara como un posible
suicidio.
—¡Abre o romperemos esta puerta también!
La violencia con la que la sacudieron me hizo contener la
respiración. Me abracé a mí misma sin saber qué hacer.
Necesitaba que alguien viniera a rescatarme.
—¡Megan, hablamos en serio! — gruñó Tyler otra vez
azotando la puerta— ¡Si no nos dices ahora mismo qué
sucede contigo vamos a demoler todo este maldito lugar
para obligarte a hacerlo!
La puerta volvió a crujir bajo sus golpes masivos y mis
manos empezaron a temblar compulsivamente.
Sin tener más opción, corrí hacia el baño sabiendo que allí
me quedaría sin salida y cerré la puerta a mis espaldas con
seguro volviendo a estallar en un mar de lágrimas. Todo se
estaba saliendo de control. Mis hermanos no debieron venir
a buscarme y Nathan no tenía nada que estar haciendo en
Manhattan y menos en mi departamento. Tenía menos
miedo de la reacción que verme golpeada pudiera
causarles, que lo que sucedería si se enfrentaban con
Anderson. Sabía que con mis hermanos él podría manejarlo
de la manera más práctica posible, pero con Nathan, Ander
se iría con trucos bajos y sucios, y temía seriamente que si
se encontraban pudiera lastimarlo.
La puerta de mi habitación cedió con un fuerte estruendo
ante los golpes constantes de los chicos y me mordí los
labios para no gritar cuando golpearon la puerta en la que
encontraba apoyada. Sentía la respiración tensa y
superficial de cada uno de los ellos al otro lado de la
habitación y estuve a punto de darme por vencida cuando
la voz suplicante de Nathan intentó conciliar conmigo.
—¿Nena, me escuchas?
Contuve un sollozo de dolor al oír lo afectado que parecía
estar con todo lo que estaba sucediendo y dejé escapar
lentamente la respiración. Aquello no iba a terminar para
nada bien.
—Por favor, solo habla con nosotros, ¿sí? ¿Qué sucedió?
Me hice un puño contra el suelo, escondiendo mi rostro
entre las piernas y abracé mis rodillas como si mi vida
dependiera de ello. Me lo estaban poniendo jodidamente
difícil y yo no quería involucrarlos en aquella situación, así
que, en lugar de contestar a sus demandas, le respondí de
manera defensiva.
—¡¿Por qué volviste?! ¡Me dejaste! ¡Deberías estar en
Inglaterra!
Un silencio sepulcral nos invadió de golpe y supuse que
Brent y mis hermanos lo estaban mirando fijamente. Pero
me valía mierda. Ya todo me valía mierda. Necesitaba que
Nathan regresara por donde había llegado y que dejara de
tratar de meterse en mi mente.
Lo sentí apoyarse en la puerta y el corazón se me aceleró.
—Megan, volví porque te amo.
Los sollozos escaparon de repente de mis labios y me
encontré rogándole que me perdonara por todo el daño que
le había hecho. Nathan volvió a azotar la puerta
desesperadamente y me encogí sin poderlo evitar. Había
sido tan, pero tan estúpida. No merecía que él estuviera allí
por mí.
—¡Joder Megan, nos estás matando, abre ya! — ladró con
ira mientras me hacía una bola temblorosa contra el suelo y
me entregaba a llorar. Llorar por lo sucedido. Llorar por lo
que sucedía. Y llorar por lo que iba a suceder.
Jamás había sentido tanto dolor emocional en toda mi
vida.
La puerta del baño rugió con fuerza a la vez que escuchaba
a Nathan gemir de dolor y de pronto unos brazos cálidos y
temblorosos se envolvieron alrededor de mi cuerpo
dolorido, llenándolo de un sentimiento de paz inexplicable.
Gemí al sentir su tacto sobre mi piel nuevamente y me
aferré a su ropa con desesperación mientras mis lágrimas
le empapaban la camisa. Si alguna vez llegaba al cielo,
debería sentirse de la misma manera en cómo me sentía
entre los brazos de Nathan.
—Dios Megan, ¿te encuentras bien? — intentó hallar mi
rostro con su mirada para saber qué sucedía y tuve que
esconder la cara contra su pecho para evitar que me
mirara. No podía permitirlo.
—Hay que levantarla del suelo— murmuró Keegan con la
voz ligeramente temblorosa y el pulso se me aceleró.
—Estoy bien— gemí sin moverme ni un centímetro y al
instante sentí los fuertes brazos de Nathan rodearme la
cintura y las piernas.
Apreté los labios reprimiendo un sollozo de dolor por la
presión en mis costillas y me aferré con angustia al cuello
de su camisa, a la vez que me levantaba en el aire y me
sacaba del oscuro cuarto de baño.
Las sábanas me acariciaron las piernas desnudas cuando
la cama se interpuso entre mi cuerpo y el suelo y tuve que
tirar con desesperación de la camisa de Nathan para que
no se alejara de mí. Si lo hacía iba a quedar al descubierto
frente a él, Brent y mis hermanos, y el miedo por lo que
podría suceder estaba acabando conmigo.
—¿Qué pasa? — farbulló preocupado y un sollozo me hizo
temblar contra él. Mierda.
—Lamento no haber huido contigo...
Silencio.
—Esperen, ¿qué? ¡¿Ustedes iban a huir juntos?!— La voz de
Tyler junto a la cama hizo que me encogiera contra la piel
del colchón. Casi pude sentir a Nathan rodar los ojos con
furia hacia él.
—Maldición Tyler, ¿crees que es el momento oportuno? —
Me tomó ambos brazos con los suyos y tiró de mí lejos de
su cuerpo. Jadeé con fuerza llevándome las manos al
rostro enseguida y de repente me encontré completamente
expuesta ante sus miradas. Sentí a Keegan y a Brent
acercarse a la cama con precaución cuando los dedos de
Nathan rozaron un hematoma al costado de mis muslos.
Mi cuerpo se hizo un puño tembloroso contra las sábanas.
—Megan...
Maldición, Keegan.
—Dime por lo que más quieras que ese golpe no es lo que
estoy pensando...
Las lágrimas empezaron a descender por mis ojos sin ser
capaz de mentirle en la cara ante esas palabras y de pronto
los cuatro chicos estaban sobre mí. Tyler me tomó ambas
manos con violencia alejándolas de golpe de mi rostro y no
supe qué hacer cuando sus ojos se encontraron con los
míos.
Jamás olvidaría esa mirada.
—¡Mierda Megan, mierda! — gritó llevándose ambas manos
al pelo y tirándose de él con desesperación. Gemí
volviéndome a hacer un puño tembloroso a la vez que mi
hermano mayor empezaba a agarrar a golpes todo lo que
se le atravesaba en el camino y Keegan trataba de frenarlo.
Los ojos incrédulos de Nathan me estudiaron aterrorizados
el rostro mientras su pecho bajaba y subía a toda
velocidad. Podía notar la tensión que emanaba de su
cuerpo mientras sus manos temblorosas se apretaban
sobre la tela del abrigo que llevaba encima y sus dientes
empezaban a rechinar a causa de la rabia y la impotencia.
Sabía muy bien lo que estaba pensando, pero esto no era
culpa suya.
—Estoy bien...
—¡Ni siquiera se te ocurra decirlo! — explotó lleno de odio
mientras sus ojos se tornaban oscuros y le gruñía a Brent
que me sujetara contra la cama.
Jadeé removiéndome ante sus palabras y Brent me tomó
de los brazos, inmovilizándolos sobre mi cabeza. De
repente Nathan me estaba revisando cada centímetro del
cuerpo para saber dónde estaba lastimada mientras yo
lloraba y le suplicaba que se detuviera. Hacerlo solo
aumentaría su rabia contra Anderson y yo no quería que
ninguno se metiera en problemas por mi gran estupidez.
—Voy a asesinarlo— gimió entre dientes mientras las
expresiones de su rostro variaban a cada segundo— Te juro
por el amor que te tengo que voy a asesinarlo.
—No.…— le supliqué mientras Tyler volvía a la cama
seguido por nuestro hermano menor. Enseguida los dedos
de Nathan se deslizaron por debajo de su abrigo de cuero
para revisarme el vientre y un grito de pánico escapó de mi
boca. Sus manos se quedaron inmóviles al notar mi
preocupación y noté cómo el músculo de su mandíbula
saltaba por la fuerza extrema que ejercían sus dientes.
—Megan...— sus ojos buscaron con insistencia los míos—
¿Qué te hizo?
Sacudí la cabeza forcejeando con angustia y al instante las
manos de Nathan levantaron el abrigo hasta mis costillas.
Me puse rígida de pies a cabeza al sentir sus miradas sobre
mi cuerpo y ahora fue Keegan el que se salió de control.
—¡¿Dónde demonios estábamos cuando sucedió esto,
maldición?! ¡Es nuestra culpa!
—¡No, ya basta, no digas eso! — le supliqué.
Brent dejó caer mis manos para que pudiera moverme y me
incorporé agradecida bajándome el abrigo hasta los
muslos. Nathan se alejó instantáneamente de mí como si
no pudiera soportarlo y sacudió la cabeza con
desesperación.
—Esto es mi culpa. De nadie más.
—Nathan...
—¡Solo cállate, Megan, cállate! ¡¿Cómo se te ocurre no decir
nada al respecto?!— tiró todo lo que tenía sobre la cómoda
de un empujón y Brent lo tomó por la espalda para
tranquilizarlo.
—Nathan, basta, iremos a buscarlo.
—¡No! — me puse de pie tambaleándome un instante al
sentir los cristales del salón hundirse más profundo en mis
pies descalzos. Nathan corrió hacia mí a la vez que Tyler
envolvía mis brazos a su alrededor y me sentaba en la
cama. Miré a Brent como si acabara de apuñalarme por la
espalda y él se encogió de hombros sin el mínimo
resentimiento. Esperaba que él me ayudara a frenarlos y en
lugar de eso los estaba impulsando a seguir.
—No te atrevas a mirarme de esa manera. No sabes lo
mucho que Niam sufrió por no saber lo que te sucedía.
Cuando ella se entere de esto...
—¡Irá a desquitarse con Anderson al igual que todos
ustedes! — lo interrumpí— Por lo mismo no quería dejarlos
entrar. No quiero que les haga daño...
—No lo hará— escupió Keegan sacando su móvil del bolsillo
y empezando a teclear unos números. Lo miré horrorizada
sabiendo que iba a reclutar un escuadrón para darle su
merecido a Ander. Por más que tratara de detenerlos, sabía
que no había forma de hacerlos cambiar de opinión.
Nathan se sentó a mi lado en la cama mientras las lágrimas
volvían a descender por mis mejillas y entrelazó sus dedos
con los míos para tratar de calmarme. Me aferré a él
apoyándome en su hombro mientras Keegan salía de la
habitación para contestar una llamada de su celular. Miré a
Nathan con dolor a la vez que sus ojos ligeramente
perturbados me devolvían la mirada con recelo.
—No quiero que vayas con ellos— le confesé de una manera
bastante egoísta por el hecho de que sabía que mis
hermanos también estaban involucrados, pero solo
logrando preocuparme por él. Sabía que Ander deseaba
lastimarlo. Y lo haría si le dábamos la oportunidad de
hacerlo.
—¿Qué dices?
—Estoy de acuerdo con Megan— intervino Brent
acercándose a nosotros de inmediato— Anderson sería
capaz de asesinarte si descubre que has vuelto a Nueva
York.
Nathan rio secamente.
—Debes estar bromeando. Lo conozco desde que tengo
memoria...
—¿Y alguna vez fuiste capaz de imaginarte que iba a
agarrar como un saco de boxeo a mi hermana menor? —
escupió Tyler con rabia— ¡El jodido chico está mal de la
cabeza!
Nathan hizo el ademán de ponerse de pie y yo me aferré a
su cuerpo con angustia, temerosa de que se alejara.
—Por favor Nathan, no compliques más las cosas...
—¡¿Y qué se supone que haga?! ¿Qué me quedé aquí
contando los segundos cuando debería estar dándole a ese
imbécil su merecido? Megan, estuvo a punto de matarte y
nadie más que yo debe ir a hacerlo pagar por eso.
—¡Deja de actuar tan inconsciente por una vez en tu vida! —
le grité como respuesta. Nathan se puso de pie de un salto
apretando los dientes, pero continué sin importarme la
mirada de advertencia que me estaba lanzado ni la
expresión sombría de los chicos— Dime que serías capaz
de golpearlo cuando sabes que él es el que tiene la menor
de las culpas con todo esto— gruñí y Nathan me dio la
espalda llevándose ambas manos a la cabeza como si ya
no quisiera escucharme— ¡Dime que podrías defenderte si
él se abalanza sobre ti para hacerte daño!
—¡Basta, maldición!
Keegan se aclaró la garganta apareciendo una vez más por
el umbral de la puerta. Los chicos se giraron hacia él, pero
mi mirada cautelosa se mantuvo sobre Nathan.
—Está listo. Anderson no se encuentra muy lejos de este
lugar— susurró Keegan mirándonos preocupado.
Nathan se giró hacia mí para enfrentarme y yo maldije por
lo bajo al no poderme levantar de la cama y salir de la
habitación. Su mirada helada me hacía sentir expuesta a
través de la gruesa tela de su abrigo.
—Me llevaré a Megan a casa— le inquirió a Brent con los
dientes apretados y casi pude sentir el alivio invadirme el
rostro de la misma manera en la que lo hizo con su
hermano mayor. Le tendió las llaves de su motocicleta con
un gruñido y Brent lo atrajo hacia su cuerpo para abrazarlo.
—Nos eres más útil aquí con ella. Te juro que me encargaré
por ti de darle su merecido.
Nathan asintió bruscamente saliendo de su agarre y me
volvió a mirar con tensión a la vez que los chicos
empezaban a salir del apartamento.
Joder.
:.Capítulo 36.:
"El amor nunca trae nada bueno. El amor siempre trae algo
mejor". -Roberto Bolaño.
>> <<
Gemí al removerme suavemente entre las sábanas de una
cama y no fue necesario de que abriera los ojos para
descubrir en donde me encontraba en ese momento. El
exquisito aroma que brotaba de la almohada me lo decía a
gritos y no pude evitar que una sonrisa melancólica se me
formara en los labios.
No tenía idea de cómo ni cuándo Nathan me había llevado
hasta su departamento en el hotel Marx, pero
definitivamente adorada estar allí.
Una cálida mano se deslizó con suavidad a lo largo de mi
pómulo derecho y no pude evitar fruncir los labios cuando
sus dedos descendieron y me acariciaron suavemente la
clavícula. Escuché a Nathan reír por lo bajo ante mi tensión
y un escalofrío ardiente me recorrió el cuerpo. ¿Estaba
haciéndolo a propósito?
—Al fin has despertado.
Susurró alejando sus manos de mí y tuve que obligarme a
abrir los ojos para mirarlo sentado en una esquina de la
cama. Cuando mis ojos se encontraron con los suyos
supuse seriamente que me había imaginado su risa pues,
aunque su mirada clara había vuelto a la normalidad,
debido a la tensión de sus hombros podía jurar que seguía
molesto por lo sucedido hace un par de horas.
—¿Cuánto dormí? — murmuré apoyándome sobre los codos
y mirándolo con recelo. No sabía exactamente en qué
términos había acabado nuestra extraña relación, así que
no tenía ni idea de cómo tratarlo.
Nathan se apartó el pelo de la frente con un movimiento de
cabeza y se encogió de hombros. ¿Era posible que
estuviera mucho más sexy con esa mirada furibunda
adornándole el rostro?
—Quizá apenas una hora— se irguió y caminó hasta el pie
de la cama. Lo miré en silencio sin saber lo que pretendía
hacer y sus ojos volvieron a encontrarse con los míos—
¿Quieres que llame a un médico para que venga a
revisarte?
Sacudí la cabeza haciéndome un puño contra la cama. No
necesitaba que nadie me observara y me dijera lo que yo ya
sabía. Llamar a un médico era una estupidez ahora que
estaba casi completamente recuperada.
Nathan se inclinó para tomar algo del suelo dejando
escapar un gruñido de frustración y volvió a dirigirse hacia
mí con un par de vendas y pomadas. Lo miré durante unos
instantes en silencio mientras se sentaba a mi lado y
envolvía su mano alrededor mi pantorrilla. Jadeé ante su
tacto sin poderlo evitar.
—Si no quieres ver a un doctor debo sacarte los cristales de
la planta del pie yo mismo- susurró pasando mi pierna
sobre su regazo y reteniéndola suavemente.
Lo miré con incredulidad, sin darle crédito a lo que estaba
diciendo y me dejé caer completamente sobre la cama una
vez más.
—Puedo hacerlo sola.
—Cállate, Megan— me miró con advertencia y me entraron
unas tremendas ganas de abofetearlo.
Nathan colocó todo lo que tenía en la mano sobre la mesita
de noche y me observó con atención.
—¿Quieres contarme hace cuánto sucedió todo esto? —
susurró deslizando con suavidad la punta de sus dedos a lo
largo de mi muslo lastimado y el cuerpo se me puso rígido
por numerosas razones. Al parecer no solo quería curarme,
sino también aprovechar la situación para encontrar la
respuesta a todas sus preguntas.
Me removí con incomodidad tratando de pasar por alto sus
dedos ardientes que seguían descendiendo por mis piernas
y me incliné hacia él con aprensión.
—¿En qué te ayudaría saberlo?
No pensaba decirle ni la mínima palabra.
Nathan se encogió de hombros jugando levemente con mi
tobillo y luego se estiró para tomar la pinza que se
encontraba sobre la mesita de noche. Arrugué la cara
sabiendo lo mucho que me iba a doler y volví a lanzarme
sobre el colchón.
—Solo quiero que me lo digas...
Una de sus manos se envolvió alrededor del dorso de mi
pie y la otra se mantuvo flotando frente a este. Nathan me
observó con una mueca como si quisiera pedirme permiso
y yo asentí con impaciencia cubriéndome el rostro con el
antebrazo. Reprimí el impulso de jadear cuando uno de los
pequeños cristales se deslizó fuera de mi cuerpo
lentamente. Joder.
—¿Sabes que has bajado mucho de peso? — inquirió como
si quisiera entretenerme y una pequeña risa entrecortada
escapó de mis labios a la vez que me retorcía del dolor. ¿En
serio iba a intentarlo?
—No es cierto, Nathan...
Me ignoró.
—¿Hace cuánto no comes como se supone que deberías
comer?
Gemí al sentir el fuerte escozor de una de las heridas y
Nathan me dio un instante para respirar. Lo miré
malhumorada.
—¿Crees que después de lo sucedido iba a tener ánimos de
ponerme a cocinar?
Sus ojos centellaron de enojo contra los míos y volvió a
centrarse en mi pie.
—Sabes que dejar de comer es peligroso...
—Al igual que ir tras un agresor violento y mira a mis
hermanos. La deben estar pasando increíble.
Nathan retiró un pedazo de cristal con demasiada fuerza y
gemí de dolor. Sus ojos verdes se entrelazaron con los
míos llenos de pánico y dejó escapar una maldición en voz
alta.
—Lo siento— Tomó una gasa de la mesita de noche y la
deslizó con suavidad sobre mi piel. Asentí, respirando
entrecortadamente y Nathan volvió a comenzar con su
tarea— Niam me estuvo llamando hace un par de días... —
Lanzó un diminuto cristal a un recipiente de vidrio que tenía
al lado y luego levantó su mirada hasta mí- De hecho, ella
es el motivo principal de que me encuentre hoy en Estados
Unidos...
—¿A qué te refieres?
Me apoyé sobre los hombros frunciendo la frente y Nathan
me dedicó una leve mirada de satisfacción.
Para que constara, no estaba celosa.
—Creía que habías decidido escapar conmigo— Me explicó
encogiéndose de hombros como si el hecho de que Niam lo
pensara le resultara estúpido y dejó caer otro cristal sobre
el recipiente— Cuando le dije que no te había visto desde la
noche en el hotel entró en una crisis de pánico y no le
quedó más remedio que contarme lo que sucedía...
Volví a lanzarme sobre el colchón sintiendo mi pie
ligeramente adormecido y Nathan dejó la pinza de lado
para tomar uno de los frascos que se encontraban sobre la
mesita de noche y rosearlo sobre mi piel. El dolor fue
disminuyendo a pasos agigantados apenas el líquido hizo
contacto con la herida. Suspiré aliviada.
—¿Vamos con la otra?
¡¿Siquiera podía darme un minuto para respirar?!
Gruñí pasando mi otra pierna sobre su regazo y Nathan
deslizó sus dedos sobre mi espinilla muy lentamente. El
corazón se me desbocó dentro del pecho.
—¿Cuándo regresaste a Nueva York? — gimoteé.
Nathan volvió a tomar la pinza con una pequeña mueca
entre sus labios y me volví a llevar una mano al rostro para
contener el dolor mientras ambos nos hundimos en un
profundo silencio.
—Anoche— susurró arrastrando un pedazo de cristal fuera
de mi cuerpo y haciendo que me retorciera de dolor. Esperó
un instante mientras los ojos se me llenaban de lágrimas y
lo dejó caer con un tintineo sobre el recipiente de vidrio—
¿Te encuentras bien?
Asentí con la cabeza mordisqueándome los labios para
reprimir el dolor y me enfoqué en observarlo trabajar.
Necesitaba que terminara con esto lo antes posible.
—¿Sabes cuándo van a volver los chicos?
Nathan negó bruscamente con la cabeza y comprendí lo
mucho que le enfadaba no estar con ellos. Sabía que él
también quería tomar cartas en el asunto y hacer pagar a
Ander, pero era peligroso y no quería que el pequeño susto
que nos había dado pasara a ser una atrocidad en el futuro.
Continuó en silencio durante unos largos minutos
deslizando los pedazos de cristal fuera de mi cuerpo y poco
después tomó de nuevo la pomada dejando la pinza sobre
el recipiente y la roseó una vez más sobre mi otro pie.
Suspiré de alivio al saber que ya habíamos terminado y
Nathan se estiró para tomar un par de vendas de la mesita
de noche. Me levantó el primer pie envolviéndolo con
precaución y después continuó con el otro. Mirarlo era un
verdadero placer, así que esperé pacientemente hasta que
terminara con su tarea antes de inclinarme sobre la cama y
atraer mis piernas hacia mí.
—Te lo agradezco.
—Ni lo menciones— soltó, restándole importancia mientras
recogía los objetos que utilizó de la cama y los colocaba
sobre la mesita de noche.
Entrelacé mis brazos alrededor de mis rodillas y lo observé
en silencio hasta que sus ojos hicieron contacto una vez
más con los míos. Deseaba ver a mi antiguo Nathan, no ha
este chico frío y distante que se erguía ahora frente a mi
cuerpo.
—¿Sigues enojado conmigo?
Nathan meneó la cabeza en forma de asentimiento y el
estómago se me revolvió dolorosamente.
—¿Quieres que hablemos al respecto?
—En realidad ya no.
Se puso de pie y caminó hasta su cómoda para sacar un
paño blanco. Lo lanzó por encima de su hombro y sus ojos
volvieron a chocar con los míos.
—Voy a tomar una ducha. Ni se te ocurra moverte.
Deslizó sus ojos hasta mis pies momificados consciente de
que no iba a ir a ninguna parte y tuve que reprimir el
impulso de mostrarle mi dedo del medio cuando se dio la
vuelta y entró al cuarto de baño.
Estúpido, Nathan.
—¡Meg!
La voz angustiada de Niam hizo que saltara del susto luego
de unos largos minutos en silencio. Nathan llevaba en el
baño más de un cuarto de hora y supuse que estaba
tomando su tiempo para relajarse bajo el agua helada.
Los brazos tibios de mi mejor amiga se envolvieron con
cuidado a mi alrededor y estuve a punto de echarme a llorar
contra su pecho.
—¡Jamás voy a perdonarte la estupidez que hiciste! Mira
nada más como te dejó ese imbécil...
—Estoy bien, Niam- Traté de tranquilizarla en vano mientras
me sujeta el rostro y me observaba con atención— ¿Cómo
demonios has entrado?
Ella se lanzó sobre la cama mirándome con recelo.
—Brent tenía una copia de las llaves. Todos están abajo.
—¿Mis hermanos también?
Hice el intento de levantarme, pero Niam me detuvo.
—Vendrán pronto. Solo están poniéndose hielo... — mis ojos
se expandieron ante el horror, lo cual la obligó a aclarar sus
palabras —Están bien. Solo tienen las manos doloridas y ya.
Me removí con incomodidad sobre las sábanas y Niam
apoyó su cabeza en mi hombro. No me había dado cuenta
de lo mucho que la necesitaba hasta ese instante. La
abracé por los hombros y me quedé pensando un rato en
todo lo que había sucedido con nosotras en este par de
meses. Cada día parecía sacado de un muy mal drama de
amor y las cosas que antes creía seguras e incondicionales,
se habían vuelto vagos pensamientos sin sentido.
—¿Qué sabes de Anderson? — pregunté al cabo de un rato
mientras nuestros momentos juntos me bombardeaban la
mente como flashes borrosos.
El agua de la ducha dejó de correr y ese diminuto cambio
no me pasó desapercibido.
—¿En serio me estás preguntado por él? — Niam casi
vomita las palabras literalmente. Se irguió mirándome
como si estuviera loca y sacudió la cabeza— ¡No puedo
creer que aún te preocupe!
—Solo quiero saber si puede seguir moviéndose por sí
mismo...
—Lamentablemente sí— respondió Tyler en su lugar.
Como había mencionado Niam minutos antes, los chicos
lucían igual a como los había visto entrar a mi
departamento hace un par de horas. No había marcas de
golpes en sus rostros ni cuerpos y lo único diferente o
extraño que se podía mencionar eran sus cabellos
alborotados y las manchas de tierra húmeda pegada a la
tela de sus camisas y pantalones.
—¿Cómo te sientes? — preguntó Keegan, dando unos pasos
hacia mí y sus ojos se enfocaron levemente en las gasas
que cubrían mis pies lastimados. Me los cubrí por auto
reflejo y su expresión se suavizó— ¿Has dormido bien?
¿Adónde se metió Nathan?
Ni siquiera me molesté en responder sus dudas. Miré a
Tyler durante unos instantes y dejé escapar esa horrible
pregunta que desde que entraron al cuarto me estaba
carcomiendo la cabeza.
—¿Papá y mamá ya lo saben?
Sus ojos miel se enfocaron en los míos con pavor y un
sentimiento de calma me invadió durante unos segundos
antes de que abriera la boca.
—Los llamaré cuando estemos en casa— concluyó.
—Pero…— me llevé una mano a la frente, sin poder
encontrar mis palabras. Entendía su punto, pero yo
simplemente quería que esto acabara— ¿No podríamos
inventar algo estúpido para que piensen que rompimos y
ya?
—¡No, por supuesto que no! —se quejó Niam —Tus padres
deben saber lo que ese idiota te hizo.
—Niam, no es necesario.
—¡Lo es! — Tyler se levantó de la cama cruzándose de
brazos y me miró con aprensión —Sé que tienes miedo y
piensas que esto es tu culpa, Megan. Pero hay cosas que
simplemente no se pueden tolerar y esto es una de ellas.
Anderson no lanzó tu ropa por la ventana o habló con la
prensa para desmoralizarte, ¡él te agredió! Fue capaz de
ponerte una mano encima y eso sobrepasa toda
justificación que pueda tener, así que deja de buscar una
manera de librarlo del infierno que se le viene encima y
vámonos a casa. Papá y mamá querrán hablar contigo para
saber cómo te encuentras.
Asentí con la cabeza enfocando la mirada en mis manos
sin saber qué decir y Keegan me rodeó los muslos y la
cintura para levantarme en el aire.
Me apoyé en su pecho con resignación y Nathan atravesó
la puerta del cuarto de baño con unos pantalones cortos
colgándole de sus estrechas caderas y una camisa blanca
apoyada en su hombro desnudo.
Nuestras miradas se enfocaron en él mientras se sacudía el
agua el pelo con ambas manos, llevando decenas de
gotitas hasta su magnífico pecho. Mi boca se secó
involuntariamente. Nunca me cansaría de mirarlo. Era
perfecto sin importar lo muy estúpido que a veces lograba
ser.
—¿Adónde la llevan? —farfulló deslizándose la camisa por
los hombros y cubriendo su torso desnudo. Keegan volvió a
colocarme en la cama y yo los miré a todos con
precaución. No me gustaba la forma posesiva en la que los
tres se estaban mirando y casi pude sentir a Niam sonreír
ante lo incómodo que se había tornado el ambiente.
—A casa, ¿no es obvio?
Nathan caminó hasta la cómoda de su cuarto negando con
la cabeza y miró a mis hermanos con extrema convicción.
—Lo siento, pero Megan se quedará conmigo.
¡¿Qué?! ¡Ni de coña!
Mis hermanos lo miraron con la boca abierta y Niam me
dedicó una sonrisa maléfica brillante. Amaba la confianza e
imponencia sobrenatural que había en Nathan, y a mí
también me gustaba, pero no en momentos como esos.
Keegan y Tyler se miraron entre sí sin saber qué responder
ante sus palabras y luego deslizaron sus ojos hasta mi
rostro. Sacudí la cabeza con exasperación para que les
quedara claro que no pensaba quedarme a solas con él y
los chicos volvieron a dirigirse al demonio que se
encontraba apoyado con tranquilidad sobre la cómoda.
—Nathan, Megan se irá con nosotros a casa— Los ojos de
Tyler chocaron contra los suyos con advertencia y reprimí
el impulso de contener la respiración.
Oh mierda.
—Amigo, sabes que puedo cuidarla— agregó Nathan con
seguridad —Además... —se encogió de hombros con
indiferencia y abrió la puerta de su cuarto para indicarles la
salida —No estaba pidiendo permiso.

:.Capítulo 37.:
"Hay un montón de cosas que deseamos ignorar sobre la
gente que queremos". -Chuck Palahniuk.
>> <<
Dejé que el agua caliente de la ducha se deslizara a lo largo
de mi cuerpo lentamente mientras me deshacía de los
últimos restos de jabón.
Habían pasado tres días y aún no podía creer que mis
hermanos hubieran accedido a dejarme en el departamento
de Nathan. A pesar de sus demandas posesivas había
logrado convencerlos en una corta reunión de la que fui
excluida, de que permanecer a su lado era la mejor opción
para mí, y estaba sorprendida de que ellos se dejaran
manipular de esa manera.
Nathan había pasado por encima de todos para obtener lo
que quería.
Inclusive de mí.
Al principio no me molestó para nada la idea de quedarme
a solas en su departamento. Supuse que tendríamos varias
cosas qué aclarar y que podíamos resolverlo tranquilos al
estar sin compañía, pero rápidamente esas ideas se
ahogaron en mi subconsciente cuando Nathan empezó a
evitarme a toda costa. Dormía en el salón, utilizaba el baño
del pasillo, desaparecía durante horas sin dejar rastro y
luego me iba a ver a la habitación para asegurarse de que
comiera algo y revisarme las heridas casi sanas de los pies.
No cruzábamos ningún tipo de palabra durante esos
instantes y luego él volvía a desaparecer para repetir lo
mismo al día siguiente.
Estaba harta. Verdaderamente harta de que siguiera
molesto por lo que había sucedido y que me tratara como
si fuera su mascota trayéndome comida cuando él lo creía
necesario.
Salí de la ducha envolviéndome en una toalla blanca y me
miré en el espejo mientras mi pelo empapaba el mármol del
piso. Iba a irme a casa. Si Nathan pretendía tenerme aquí
para asegurarse mi supuesto bienestar y con eso quitarse
la culpa que le oprimía el pecho, estaba muy equivocado.
Yo no le pertenecía a ninguna persona y si estaba haciendo
esto porque se sentía mal por lo sucedido, pues que se
buscara un terapeuta.
Me hice un nudo con la toalla sobre el pecho haciendo un
mohín con los labios y entré a la habitación. La enorme
pantalla que colgaba de la pared del cuarto de Nathan se
encontraba encendida en el canal de deportes y él estaba
allí. Sentado en la cama, recostado a la cabecera y con el
celular brillando entre sus dedos. El pelo le caía liso hasta
el inicio de los ojos y un ceño fruncido le oscurecía le
semblante.
No pude evitar jadear cuando levantó la mirada al
percatarse de que lo estaba mirando y su rostro se suavizó
levemente. Parecía preocupado.
—Has durado una eternidad— susurró deslizando su mirada
oscura a lo largo de mi cuerpo y el vello de la piel se me
erizó. No quería que Nathan siguiera teniendo tanto poder
físico sobre mi cuerpo, pero al parecer no podía controlarlo.
Se puso de pie haciendo que el agarre de mis manos sobre
el nudo de la toalla se hiciera más firme y caminó con
tranquilidad hasta su cómoda mientras el corazón me
perforaba el esternón. ¿Qué demonios hacía allí? Según la
rutina que había implementado en estos tres últimos días,
tendría que aparecer por la puerta de su habitación en un
par de horas. No en ese momento.
—¿Necesitas alguna camiseta? — inquirió sacando una de
manga larga de los cajones de su armario y tendiéndola
hacia mí. Miré la prenda con recelo acercándome para
tomarla y Nathan suspiró volviendo a cerrar el cajón. —
¿Cómo se sienten tus pies? ¿Siguen doliendo?
—No— farfullé mirándolo caminar de nuevo hasta la cama y
tomar su celular. Al instante me debatí seriamente entre ir y
encerrarme en el baño para cambiarme o asegurarme la
toalla y hacerlo allí frente a él.
Me maldije ante lo patético que sonaban ambas opciones.
Si escogía lo primero, Nathan iba a pensar que su presencia
en la habitación me afectaba y si hacía lo segundo quizá
podía pensar que me le estaba insinuando...
Gruñí maldiciendo la situación entre dientes y me prohibí
entrar al cuarto de baño. No iba a darle el gusto de
intimidarme unos jodidos minutos cuando él me había
esquivado todos estos días. No me consideraba cobarde, y
menos por estar semidesnuda frente a él cuando casi me
había partido a la mitad en esa misma habitación hace un
par de semanas.
Aferré la toalla con firmeza a mi pecho y hundí los brazos
entre las cálidas mangas de su camisa azul marino. Nathan
levantó la vista de su celular mientras yo deslizaba la
cabeza adentro de la tela y dejaba caer el dobladillo hasta
la altura de mis muslos. Apenas me aseguré de que el largo
era lo suficiente cómodo para mí, tiré de la toalla húmeda
fuera de mi cuerpo.
Él se aclaró la garganta, removiéndose sobre el colchón.
—Me encanta cómo luces con mi ropa.
Sus palabras lograron que mis labios se curvaran en una
pequeña sonrisa antes de que Nathan dejara su teléfono de
lado y me indicara que me acercara a él. Mis piernas fieles
a su voz lo obedecieron sin titubear mientras cientos de
pensamientos incoherentes abordaban mi cabeza. ¿Qué
carajos estaba haciendo? Tenía que poner resistencia a sus
demandas y contradecirlo en todo lo que pudiera, no
reaccionar instantáneamente apenas sus labios emitieran
el mínimo sonido.
Nathan me observó con intensidad al encontrar mi cuerpo
frente al suyo y estuve a punto de morir cuando sus manos
se envolvieron en mis caderas y me sostuvieron
suavemente. Contuve el aliento mientras una leve sonrisa
de satisfacción le curvaba los labios y dejé que me
arrastrara a la cama, sentándome de espaldas frente a su
cuerpo.
Cerré los ojos al sentirme atrapada entre sus dos muslos y
él me atrajo hacia sí hasta que mi espalda estuvo
reposando sobre su pecho y su aliento me acarició la
mejilla.
—¿Sabes? — Contuve la respiración y mis manos se
apoyaron en sus piernas a la vez que sus fuertes brazos se
envolvían protectores en mi cintura— Te va a sonar muy
estúpido, pero me muero por cepillarte el cabello— susurró.
Volteé el rostro hacia él para comprobar si estaba jugando
conmigo y Nathan volvió a erguirme sobre la cama antes de
inclinarse hacia la mesita de noche y tomar un cepillo de
allí. Lo miré en silencio entrelazando mis pies contra las
sábanas de la cama y Nathan me devolvió una pequeña
sonrisa de emoción antes de deslizar su mano libre
alrededor de mi cintura y el cepillo a lo largo de mi pelo.
Suspiré ante la suavidad de su tacto y le permití que jugara
a peinarme. No habíamos tenido ningún tipo de contacto
durante estos tres últimos días, así que el simple hecho de
sentir su mano ardiente presionando mi estómago y la otra
descendiendo la longitud de mi espalda me dejaba sin
respiración.
Entrelacé los dedos sobre mi regazo y esperé
pacientemente a que terminara.
—¿Sigues molesto conmigo? — No pude evitar que las
palabras escaparan impulsivamente de mis labios.
Nathan se detuvo durante un instante y luego continuó.
Casi pude sentirlo negar con la cabeza.
—No.
Atraje mis rodillas al pecho ante su tosca respuesta y las
sostuve con ambos brazos. No pensaba quedarme con esa
estúpida palabra. Necesitaba que me dijera lo que estaba
pensando y el motivo de su apatía de estar cerca de mí.
Me removí con incomodidad tratando de mantener la calma
y lo dejé continuar con su hobbie.
—¿Qué has hecho durante todos estos días? — inquirí
aparentando no estar irritada, pero Nathan tensó su agarre
en mi cintura. Lo escuché poner de nuevo el cepillo sobre la
mesita de noche y un silencio sepulcral nos envolvió.
—¿A qué te refieres?
¿Iba a seguir contestando mis preguntas con otras suyas?
Apreté los labios con fuerza para no escupirle las palabras
enseguida y me volteé hacia él para mirarlo a los ojos.
Ambos retrocedimos al instante ante nuestra inesperada
cercanía y maldije en voz baja ante el escalofrío ardiente
que me recorrió.
Concéntrate.
—Nathan, no trates de jugar conmigo...
—¡No lo hago! — me interrumpió con recelo— Megan, he
estado en el salón del apartamento todo el tiempo que no
he estado contigo en el cuarto.
—¡¿Y por qué no venías conmigo?!— farfullé golpeando
ligeramente su pecho mientras me maldecía una y otra vez
ante el dolor impregnado en mi voz.
Nathan pareció sorprendido ante mis palabras y se inclinó
de manera automática hacia mi cuerpo.
—Creí que no querías verme— Concluyó— Que preferías
estar sola.
—¿Sola? ¿Sola cuando he pasado más de dos semanas
encerrada en mi habitación? ¿Sola como cuando creí que te
habías ido para siempre? No, Nathan— Escupí las
palabras— No quería estar sola.
Hice el ademán de levantarme de la cama para tomar un
respiro, pero sus dedos se cerraron enseguida alrededor de
mi muñeca, reteniéndome. Me volteé de nuevo hacia él
porque sabía que por más que lo intentara no podía
escapar de su agarre y Nathan lo confirmó creando una
prisión con sus piernas a cada lado de mi cuerpo.
—Megan, ¿no me culpas por lo que pasó? — Sus ojos
buscaron desesperadamente los míos y supe que estaba
hablando en serio. Que en serio me lo preguntaba— ¿No me
odias por abandonarte?
Una lágrima de dolor se deslizó por mi mejilla
involuntariamente y sacudí la cabeza. Nathan creía que lo
culpaba por lo sucedido con Anderson cuando yo
solamente estaba feliz de que a él no hubiera sufrido
ningún daño.
Me incliné hacia él envolviendo mis manos alrededor de su
rostro y mirándolo con firmeza.
—Eres un estúpido— le confesé con toda sinceridad y una
pequeña sonrisa le curvó los labios— Lo que pasó no fue tu
culpa.
—Pero debí estar allí para protegerte.
—Nathan— lo miré con severidad y pude sentir la angustia
en su mirada. Su mano se apoyó en mi cintura, haciendo un
puño la tela con sus dedos y contuve la respiración— No se
puede pelear contra el destino. No tenías forma de saber lo
que iba a pasar. Quiero que lo olvides...
Él asintió con la cabeza pensando en mis palabras durante
unos segundos y luego me atrajo hacia su cuerpo. Mis
brazos se entrelazaron simultáneamente alrededor de su
nuca y Nathan enterró sus dedos en mis muslos desnudos,
deslizándolos a cada lado de sus piernas. Apreté los labios
al sentirlo presionarme sobre él.
—Lamento haber actuado como un imbécil estos últimos
días...— me acercó más a su cuerpo, pegando su frente
contra la mía y mis dedos se hundieron en su cabello liso
mientras lo dejaba deslizarme contra su regazo. Sentí el
pulso golpearme la garganta al sentir sus largos dedos
hundirse en mi piel—No sabía cómo actuar contigo al creer
que me odiabas.
Su aliento me rozó los labios y su cercanía me hizo gemir
de ansiedad. Me incliné hacia él con desesperación,
dispuesta a tomar con mi boca todo lo que podía de la suya
cuando su jodido móvil empezó a sonar antes de que
nuestros labios entraran en contacto.
Me quedé inmóvil frente a su cuerpo a la vez que Nathan
dejaba escapar una maldición en voz alta y se inclinaba
hacia la mesita de noche. Tomó el celular, miró al remitente
y su perfecto rostro palideció como si acabara de ver a un
demonio.
Lo miré en silencio mientras su móvil seguía sonando entre
sus dedos y él se mordisqueaba el labio inferior con
preocupación. Luego de unos instantes sus ojos verdes
volvieron a ascender hasta mi rostro y me dedicaron una
pequeña mirada de disculpas.
—Lo siento, es Brent. Olvidé que habíamos quedado hace
un par de días en encontrarnos hoy en el departamento de
Dakota para enviarle a Dominic unos archivos de la
empresa— me levantó de sus caderas para poder
levantarse de la cama y hundió el móvil adentro del bolsillo
delantero de su pantalón sin preocuparse por contestar.
Mi cuerpo quedó extremadamente frío sin el contacto de
sus manos.
—¿A Dom?
Nathan caminó en silencio hasta su cómoda sacándose la
camisa que llevaba puesta por encima de la cabeza y
empezó a buscar otra más. Obligué a mis ojos a
mantenerse concentrados en su rostro y dejé pasar por alto
la tensión inminente de su espalda.
—Dominic regresó conmigo a Inglaterra después de tu
compromiso— respondió— Se quedó allá organizando un
par de complicaciones de la compañía cuando yo regresé,
pero me prometió volver pronto... Sin él mi empresa estaría
en la quiebra.
Sonrió.
—¿E irás ahora?
Nathan se volteó hacia mí con nerviosismo, mostrando un
poco de culpabilidad. El timbre de llamada de su móvil
volvió a interponerse entre nosotros y lo ignoró por
segunda vez.
—Si quieres puedo llamarle a Brent y postergarlo...
—¡No! — lo corté inmediatamente mientras me acomodaba
entre las sábanas de la cama y tomaba el control remoto
del televisor— Puedo quedarme sola durante un rato. Estaré
bien.
Sus ojos se entrelazaron con los míos durante unos
instantes y el ceño fruncido de preocupación volvió a
aparecer en su frente. Le dediqué una pequeña sonrisa para
que se relajara y Nathan volvió a rebuscar en el cajón de su
cómoda algo para ponerse.
Empecé a pasar los canales con aburrimiento mientras se
deslizaba una camisa blanca sobre el torso con rapidez y
me obligué a ignorar el mal presentimiento que me
embargó cuando el teléfono sonó nuevamente.
No quería que se fuera.
—¿Sabes cuándo vas a regresar?
Traté de ocultar la preocupación que empezaba a calarme
los huesos ante su ida y Nathan se acercó a la cama,
pasándose las manos por el pelo una y otra vez para
acomodarlo.
—Quizá en unas cuatro horas.
—¿No te parece mucho?
Me removí con nerviosismo a la vez que él se sentaba junto
a mí y me observaba con atención.
—Kerssies, te prometo que estaré aquí antes de que te des
cuenta...
Se inclinó hacia mí, presionó sus labios suavemente contra
mi frente y con ese último beso me dejó con una angustia
asfixiante creciendo en mi interior.
Mierda, Nathan.
:.Capítulo 38.:
"El hecho de que seas libre de tus actos y aceptar las
consecuencias que acarrean, no te da potestad de lastimar a
otra persona cuando cabe la mínima posibilidad de hacerlo".
-S. Ángel.
>> <<
Nueve.
Nueve horas habían transcurrido desde que Nathan me
había dejado sola en su departamento y desde entonces no
había dado señales de vida.
Un terrible presentimiento me carcomía los sentidos con
cada segundo que pasaba y el pánico estaba
oprimiéndome las vías respiratorias.
Caminé con la respiración entrecortada el largo del salón y
observé el reloj de pared por milésima vez en menos de dos
minutos. Eran casi las siete de la noche y eso no hacía más
que ponerme nerviosa. ¿Por qué demonios no contestaba
su teléfono? Estaba tardando cinco horas más de lo que
tenía planeado y eso no era una buena señal.
Sí. Era cierto. Quizás estaba actuando un poco paranoica
con toda esta situación, pero debido a los últimos
acontecimientos tenía todo el derecho de llamar hasta la
policía si lo creía necesario. Lo último que me faltaba era
que Anderson se diera cuenta que Nathan había vuelto al
país. O peor. Que descubriera que estábamos viviendo en el
mismo lugar. Su venganza ante mi infidelidad había
acabado con la paliza, pero ahora que mis hermanos
habían querido tomar la ley entre sus manos, no sabía qué
represalias negativas podía tener en su actitud.
Tomé el teléfono fijo del hotel y volví a marcar su número
de teléfono con el corazón bombeando la sangre con
dificultad. Primer tono, segundo tono, tercer tono... Le había
enviado tantos mensajes de voz que ni la contestadora me
saltaba al final de la conexión.
Los ojos se me llenaron de lágrimas mientras miraba el
teléfono del hotel como si me hubiera abofeteado y en un
momento de luz, el número de mi mejor amiga se me vino a
la mente como una pequeña pizca de esperanza.
Si Brent se encontraba con Nathan podía comunicarme con
él y todo estaría perfecto. En momentos como esos,
adoraba a la paranoica de Niam por obligarme a
aprenderme su número de teléfono por cualquier
emergencia. No creí que me sirviera de mucho hacerlo pues
siempre tenía mi móvil conmigo. Como antes no cabía la
mínima posibilidad de que mi ex novio lo hiciera pedazos...
—¿Megan?
La voz dormida de Niam me llegó a través del auricular
después del segundo tono y fue como si un manto de alivio
cayera sobre mí.
Me llevé una mano al pecho frotándolo para tranquilizarme
y sonreí ampliamente.
—Hola, Niam, ¿podrías llamar un momento a Brent para que
le diga a Nathan que me llame?
Un suspiro escapó de los labios de mi mejor amiga y la
escuché removerse sobre la cama.
—¿Quieres que llame a Brent?
—Así es— Me senté sobre el sofá hundiendo mi rostro
contra la tela de la camiseta de Nathan y aspiré su olor
profundamente. Niam dijo algo entre murmullos que no
pude entender y luego volvió a dirigirse al auricular.
—Megan, no entiendo para qué quieres que lo llame. Brent
está aquí conmigo.
Brent.
Está.
Aquí.
Conmigo.
Casi pude sentir cómo mi corazón se detuvo en ese
momento.
Salté del sofá sintiendo cómo mis extremidades
empezaban a temblar compulsivamente y tuve que
esforzarme para no dejar caer el teléfono de mis manos. Si
Brent estaba con Niam, ¿Dónde se había metido Nathan? Él
ya tendría que estar aquí.
—Ponme a Brent.
Le supliqué a Niam, removiéndome con ansiedad mientras
trataba de contener las lágrimas.
Nathan. Nathan. Nathan.
¿Dónde demonios estabas?
—¿Meg?
La voz de su hermano no hizo nada más que angustiarme.
¡Ambos tenían que estar juntos! ¡¿Por qué no estaban
juntos?!
—¿Tú no estabas con Nathan?
—¿De qué estás hablando? No he visto a Nate desde hace
tres días...
Contuve la respiración y las lágrimas empezaron a
descender por mis ojos.
—Pero... pero qué pasó con los papeles que tenían que
enviarle a Dominic desde el apartamento de Dakota, ¿hmm?
La línea se mantuvo en silencio durante unos largos
segundos y no tuve más opción que romper en llanto.
Nathan me había mentido y posiblemente en ese momento
se encontraba frente a frente con Ander.
Brent dejó escapar un improperio en voz alta y lo escuché
apartarse del colchón.
—Te juro que voy a asesinarlo, Megan. ¿Qué fue
exactamente lo que te dijo?
—¡Pues eso! — sollocé— Que iría contigo a casa de Dakota—
me pasé una mano por la frente y obligué a mis pulmones a
respirar— ¡Oh Dios, Brent! ¡Tienes que ayudarme a
encontrarlo! Si Anderson y él llegan a verse...
—Llamaré a Keegan— concluyó a la vez que el sonido de un
motor le hacía compañía y una puerta se cerraba a su
lado— Quédate tranquila, Megan. A ese estúpido nada malo
le va a pasar.
Y la comunicación se cortó.
Los siguientes noventa minutos fueron una completa
tortura. Cada segundo, una lágrima. Cada minuto, un
sollozo. Y cada momento, la peor experiencia de toda mi
vida.
Me sentía atrapada en una dimensión alterna y fuera de
toda realidad. Una pequeña voz en mi interior me decía que
todo estaba bien con Nathan y que estaba exagerando,
pero otra mucho más potente me gritaba que estaba en
peligro y que me había tardado demasiado en pedir ayuda.
Volví a hundir mi rostro entre su ropa tratando de
reconfortarme con su olor y no tuve que esperar mucho
tiempo antes de que el cerrojo de la puerta principal cediera
y un Nathan apoyado y malherido entre los brazos de Brent
atravesara el umbral.
Corrí hacia ellos a la vez que Niam se nos unía en el salón y
Nathan se sentaba con la ayuda de su hermano sobre el
sofá.
Me abalancé sobre su cuerpo, rodeándolo con los brazos y
Nathan gimió de dolor enterrando su rostro entre mi cuello.
La calma me invadió cuando sentí sus dedos tibios
presionarse sobre mi espalda, a pesar de sus heridas.
—¿Qué demonios te pasó? — tomé su rostro entre mis
manos con firmeza y fruncí los labios al notar el golpe
incipiente que tenía a un lado de la cabeza. Su boca
sangraba manchándole la barbilla y tenía la ropa llena de
polvo y suciedad.
Nathan apartó su mirada de mi rostro sin saber qué decir y
los ojos se me llenaron de lágrimas antes de ascender
hasta Brent. Un golpe en su mandíbula estaba tornándose
morado y los labios también le sangraban sin filtro. Se
sacudió el cabello al ver que lo estaba mirando y pude notar
la ira que estaba reprimiendo.
—Estaba con Anderson— me escupió con rabia— Y el muy
imbécil no se estaba defendiendo...
—¡Cállate Brent!
—¡¿Por qué, eh?!— le ladró de regreso a Nathan— ¡¿Por qué
debería callarme cuando tengo al hermano más jodido de
todo el mundo?! ¡Te estaba matando!
Nathan se limpió de un manotazo la sangre de la boca y
sacudió la cabeza con ira.
—¡Era un asunto nuestro!
—¡¿Es que acaso no entiendes que todo lo que tiene que ver
contigo me involucra?!
Niam se acercó a Brent para tratar de calmarlo y Nathan
maldijo llevándose ambas manos a la cabeza, lleno de
frustración.
Me aparté de su cuerpo mientras decenas de preguntas se
disparaban en mi mente y un sentimiento de enojo e
incredulidad me recorría de pies a cabeza.
Nathan levantó la mirada hacia mí al notar que me había
apartado de su cuerpo y sus ojos centellaron llenos de
preocupación.
—Dime por favor que se encontraron por casualidad y que
no fue a propósito...— le supliqué con cautela mientras
Nathan ocultaba su vista y su cuerpo se ponía rígido. Brent
y Niam nos miraron en silencio— ¡Dime por favor que no lo
tenías planeado, Nathan!
Sus hombros se tensaron ante mi explosión y mi cordura se
vino en picada. Lo único que me había mantenido fuerte
todo el tiempo que había pasado en mi departamento
después de lo sucedido con Anderson había sido que
Nathan se mantenía a salvo y al margen de la situación,
pero ahora él lo había arruinado todo. Se había entregado a
su ira sin importarle quién pudiera verse afectado por sus
acciones y eso superaba todos los límites.
Me abalancé sobre él en un momento de furia y lo golpeé
en el pecho. Brent me atrapó antes de que pudiera darle su
merecido al igual que lo había hecho Ander y Nathan me
miró entre sorprendido y horrorizado.
—¡¿Esto era lo que querías?!— mis ojos se volvieron a llenar
de lágrimas— ¡¿Hacer valer tu masculinidad frente a
Anderson?! ¡¿No pudiste soportar que los chicos se
encargaran?!
—Megan, te juro que solo íbamos a conversar...
—¡Cállate! — me removí con furia y me deshice de los
brazos de Brent— ¡Sabías el miedo que tenía por lo que él
pudiera llegar a hacerte!
—Perdón, no creí que él...
—¡Eres un imbécil! — le escupí con furia y miré a Niam y
Brent que nos observaban con incomodidad. Mi mejor
amiga se acercó a mí mientras mi mente obligaba a mi
cuerpo a calmarse. No tenía sentido. Esta situación se nos
había salido de las manos.
Me eché a llorar como una niña mientras Niam aferraba sus
brazos a mi alrededor y el silencio caía sobre nosotros
como una tumba. Necesitaba irme de ese lugar
inmediatamente. No podía mantenerme al lado de Nathan
cuando ni siquiera sabía si podía confiar en él.
Me alejé de ella, saliendo de su abrazo y pude notar cómo
Brent y Nathan intercambiaban susurros mudos a un lado
del sofá. Ambos se quedaron callados al vernos separadas.
Me observaron con atención, pero los ignoré por completo.
—Niam, ¿puedo quedarme en tu departamento por unos
días? Mis cosas siguen en el desastre de mi casa y no
quiero volver por allá durante mucho tiempo...
Nathan se puso rígido sobre la piel del sofá ante mis
palabras y se irguió sobre sus pies enseguida. Niam jadeó
dando un paso atrás ante su imponente físico y se pegó a
su novio con cautela.
—Megan, tú no vas a irte...— susurró él.
—Trata de detenerme, Nathan— le gruñí con desprecio y sus
ojos oscuros centellaron de furia. Volví a ver a Niam
esperando su respuesta y ella asintió con nerviosismo.
—Claro que puedes quedarte en mi departamento, amiga...
—Genial, entonces ¿nos vamos ahora?
—Megan...
Nathan envolvió su mano alrededor de mi muñeca en forma
de advertencia y mi mano libre rebotó contra su mejilla.
—¡No me toques! — le grité.
Me liberó enseguida frunciendo los labios y Niam dejó
escapar un jadeo mientras el pecho de Nathan subía y
bajaba irregularmente.
—Creo que... nosotros vamos por el auto al
estacionamiento— farfulló Brent con incomodidad y ni
siquiera me molesté en mirarlo. Nathan parecía como una
fiera a punto de atacar y tenía que estar preparada para
devolver todos sus golpes.
—Estaré abajo en cinco minutos...
—Ni lo sueñes— farfulló él como respuesta a mis palabras y
el estómago se me revolvió de frustración.
Miré a Niam en busca de un poco de ayuda y ella se
encogió de hombros tomando con ansias el brazo de su
novio.
—Te esperaremos media hora— concluyó con rapidez— Te
quiero.
Y sin decir nada más arrastró a Brent fuera del apartamento
para darnos privacidad. Pero yo no pensaba tratar de
arreglar las cosas con él. Apenas la puerta se cerró, corrí
como una loca para salir de su departamento y Nathan se
lanzó atrás de mí, levantándome en el aire. Dejé escapar un
grito porque simplemente no creí que se atrevería a
sujetarme estando tan lastimado, pero Nathan no demostró
ni la mínima señal de sufrimiento.
—¡Dije que no ibas a irte!
Pataleé contra él y Nathan tensó su agarre sobre mis
caderas, pero no me detuve ni por un instante.
—¡¿Qué te hace pensar que te pertenezco?!— le reclamé
hundiendo mi codo con firmeza en sus costillas y Nathan
me liberó con un gruñido de dolor. Lo miré con desprecio
cuando volví a apoyarme sobre mis pies— ¿Qué te hace
pensar que voy a obedecerte?
Sus ojos centellaron contra los míos y cada uno de los
músculos de su cuerpo se tensaron. Avanzó hacia mí
verdaderamente molesto y supe al instante que mi estúpido
trasero no iba a moverse de ese lugar. No con Nathan
creyéndose mi cínico dueño.
Contuve la respiración mientras se iba acercando con
imponencia hacia mi cuerpo y suspiré aliviada cuando se
detuvo a unos centímetros de mi posición. Sus ojos llenos
de angustia se conectaron con los míos y tuve que
morderme la lengua con fuerza para no ceder ante el dolor
emocional que estaba sufriendo.
—Te amo.
—No, Nathan, cállate.
Balbuceé sacudiendo la cabeza y sus manos firmes me
sujetaron de los hombros para obligarme a mirarlo.
—Megan, entiendo... realmente entiendo que estés molesta
conmigo, pero te lo juro que no lo hice a propósito— me
acarició la mejilla con cariño y yo aparté su mano de un
brusco empujón. Nathan dejó escapar un improperio entre
dientes y se alejó de mi cuerpo— ¿Qué demonios quieres
que haga? ¡¿Qué carajos quieres que te diga para terminar
con esta estupidez?!
¿Estupidez?
Maldición, iba a golpearlo de nuevo.
—¡¿Crees que puedes arreglar todo lo que hiciste?! Nathan,
un jodido "te amo" no me sirve para nada en este
momento— Inquerí con rabia— Se trata de todo. De que me
mintieras, de que fueras a encontrarte con él, de que
estuvieras planeando esto durante días y de que me
dejaras muerta de preocupación por más de nueve horas—
tomé aire y los empujé con fuerza del pecho— ¡No hay nada
que puedas hacer o decir para arreglarlo! Te juro que en
momentos como estos verdaderamente te odio...
Caminé hacia la puerta de salida reprimiendo las lágrimas
mientras Nathan parecía haber sido golpeado por un
camión ante mi última frase. Me acerqué, tomé el pestillo
de la puerta y su presencia volvió a hacerse tangible a mis
espaldas.
Gruñí de frustración cuando me sujetó de la cintura y me
apartó de la puerta como si mi cuerpo pesara dos
miligramos.
—Lo siento, pero no pienso dejarte ir a ninguna parte.
Grité con furia ante su increíble cinismo y corrí escaleras
arriba como la única opción de escape. Nathan se abalanzó
atrás de mí, siguiéndome a pasos agigantados y apenas
entré a su habitación lancé la puerta con rabia hacia su
cuerpo. Metió la mano en el umbral para evitar que se
cerrara y un grito de pánico escapó de mi boca cuando el
filo rebotó contra su muñeca, abriendo la puerta de golpe.
Nathan apenas pareció notarlo. Era un masoquista.
—Está bien— susurré retrocediendo involuntariamente
mientras él seguía avanzando hacia mí. El corazón se me
aceleró adentro del pecho como respuesta— Me quedaré
aquí contigo, pero eso no quiere decir que debamos estar
en una misma habitación...
Jadeé cuando el borde de la cama se presionó contra mis
muslos y Nathan se detuvo frente a mi torso frunciendo los
labios.
—Aún no hemos terminado de hablar...
Dio otro paso hacia mi cuerpo y sus piernas entraron en
contacto con las mías. Lo miré con enojo sabiendo
exactamente lo que estaba pasando por su cabeza en ese
momento y lo empujé con ira lejos de mí.
—¡Deja ya de tratar de manipularme!
Nathan me dedicó una pequeña sonrisa de satisfacción al
saber que su cercanía me afectaba y se abalanzó sobre mi
cuerpo antes de que pudiera analizarlo. Jadeé cuando sus
brazos se envolvieron a mi alrededor y ambos caímos
sobre la cama de un fuerte movimiento.
Apoyé mis manos sobre su pecho al instante para apartarlo
de encima de mí y Nathan entornó los ojos con diversión,
deslizando su cuerpo sugestivamente a lo largo del mío.
Fruncí los labios con fuerza e hice un puño su camisa entre
los dedos.
—¿Ahora qué? — jadeé con la voz ronca— ¿Vas a
sobornarme a base de sexo?
Una leve risa escapó de sus labios y mi corazón empezó a
bombear la sangre desesperadamente contra mi pecho.
Sus manos se apoyaron con firmeza en mis caderas y al
instante se apretó contra mí, robándome la respiración.
—Eso suena tentador...
Rodé los ojos, tratando de mantener mis sentidos intactos
ante su cercanía y empecé a luchar nuevamente contra su
cuerpo.
—Nathan, solo apártate.
Él gruñó con enojo tomando mis manos y reteniéndolas por
encima de mi cabeza. Enseguida sus labios furiosos
atacaron los míos y yo gemí de puro placer ante la reacción
de mi cuerpo por su roce. Mis piernas se envolvieron por
inercia alrededor de su cintura y Nathan gimió de
aceptación, presionando su entrepierna rígida contra mi
cuerpo.
—Eres un estúpido— jadeé mientras sus labios descendían
hambrientos por mi garganta y sus dedos se entrelazaban
con los míos. Nathan rio de acuerdo conmigo y volvió a
moverse, esta vez con más fuerza contra mi cuerpo. Gemí
mientras mis muslos se ceñían a su alrededor con más
fuerza y Nathan me liberó las manos, consciente de que ya
no tenía la voluntad necesaria para alejarme de él.
—Te amo— Volvió a repetir entre gemidos y mis manos
descendieron hasta su cuello, sujetándolo con fuerza. No le
permití que siguiera hablando y lo atraje hacia mi boca
mientras sus dedos se hundían en la piel desnuda de mis
muslos y arrastraban el dobladillo de su camiseta hasta mi
cintura.
Mis manos trataron de imitarlo con su camisa mientras mis
pulmones luchaban por respirar entre cada beso. Nathan se
alejó un instante de mí para sacársela por la cabeza y se
ocupó de la camiseta que cubría mi cuerpo también. Un
gruñido de satisfacción escapó de sus labios al notar que
solo tenía las bragas puestas y me atrapó una vez más
contra su cuerpo.
—Te amo— volvió a repetir.
Mis uñas se hundieron con brusquedad contra su espalda
desnuda y Nathan jadeó presionando sus labios sobre la
piel sensible de mi oreja. Me mordió el cuello ligeramente y
mis dedos buscaron una forma de llegar al broche de su
pantalón mientras él seguía moviéndose sugestivamente
sobre mí.
Sus labios húmedos cubrieron uno de mis pechos al
descender por mi torso y mis manos presionaron su trasero
duro como respuesta. Pasé mis dedos por debajo de la
cinturilla de su pantalón hasta entrar en contacto con su
piel y Nathan golpeó con fuerza nuestras caderas
dejándome sin aliento. Mi espalda se arqueó contra el
colchón.
—No sabes lo mucho que necesitaba tenerte— gimió con
suavidad mientras me arrancaba las bragas del cuerpo y se
sacaba el molesto pantalón por sus largas piernas.
Me remojé los labios hinchados con mi cuerpo vibrando de
anticipación y lancé de él sobre mí sin tomarme el tiempo
suficiente para apreciarlo desnudo o buscar alguna clase
de protección. Lo necesitaba adentro mío en ese momento,
antes de que la ira por haber caído en su sistema sucio de
manipulación llegara a bombardearme.
Aferré mis manos a su espalda, apretándome contra él y
Nathan hundió sus dedos en la parte posterior de uno de
mis muslos, elevando mi rodilla hasta la altura de su pecho.
Jadeé al sentir la punta húmeda de su miembro
presionando contra mi entrada y Nathan me dedicó una
pequeña sonrisa de depredador antes de tomar una
bocanada temblorosa de aire y hundirse hasta al fondo en
mi interior.
—¡Oh Dios mío! — jadeé arqueando la espalda lo más que
podía y Nathan me sostuvo con fuerza saliendo y entrando
enseguida.
Joder.
Me tomó la otra pierna deslizando sus dedos por debajo de
mi rodilla y la subió al igual que la anterior. Abrí los ojos al
notar que se estaba reacomodando para tener otra
posición y contuve la aliento preparándome para lo que se
avecinaba.
—Eres mía— sentenció con la voz completamente
irreconocible y mi cuerpo se sacudió con fuerza cuando
Nathan volvió a clavarse adentro de mí, más profundo de lo
que nunca creí posible. Sus manos buscaron las mías para
atraparlas por encima de la cabeza y retenerlas allí
mientras volvía a bendecirme con otro potente movimiento.
Ambos jadeamos ante lo intenso de nuestra unión y Nathan
entrelazó sus dedos con los míos dispuesto a descargar
cada ápice de su energía sobre mí.
Nuestros labios volvieron a entrar en contacto a pesar de la
brusca fricción de nuestros cuerpos y me permití jadear y
dejarle saber todo lo que me hacía sentir antes de abrirme
más a su posesión y enterrar mis uñas en su espalda.
Él gruñó de placer mientras emitía mi nombre entre jadeos
y se estrellaba casi de manera violenta contra mí. Sus ojos
sedientos estaban fijos en los míos mientras se movía en
mi interior y ninguno de los dos rompió el contacto visual
hasta que entró y salió con vehemencia y estuve gimiendo
su nombre a gritos mientras su orgasmo cálido se
derramaba dentro.
—¡Nathan!
Arqueé la espalda y cerré los ojos con fuerza mientras él
seguía moviéndose de manera acelerada y con brusquedad
sin inmutarse por los espasmos que invadían el cuerpo de
los dos. Se detuvo luego de un rato, tratando de recuperar
el aliento, y nuestros ojos se conectaron nuevamente. Me
liberó las manos que dolían demasiado por la intensidad
con la que nos habíamos sostenido el uno al otro y luego se
apartó levemente para devolver mis piernas al lugar a
donde pertenecían. Nathan se dejó caer contra mi pecho
respirando superficialmente.
Me envolví a su alrededor con el pelo pegándose a mi
pecho a causa del sudor y dejé que el silencio nos
acompañara antes de que Nathan me cubriera los muslos
una vez más con sus manos y empezara a moverse en mi
interior.
Amaba a este engreído psicópata.
:.Capítulo 39.:
"Yo me enamoré de sus demonios y ella de mi oscuridad.
Éramos el infierno perfecto". -Mario Benedetti.
>> <<
La brillante luz del sol hizo que abriera los ojos levemente
para hallarme atrapada entre los brazos de Nathan.
Su perfecto rostro lucía tranquilo y relajado entre sueños
mientras su pecho desnudo bajaba y subía bajo el tacto de
mi mano.
Me erguí levemente para observarlo con detenimiento y
fruncí los labios al notar el fuerte golpe que empezaba a
teñirle de morado la barbilla. Mis dedos se deslizaron por
impulso hasta allí y descendieron con suavidad hasta otro
hematoma que le cubría gran parte del hombro.
Arrugué la cara y me puse de pie maldiciéndome una y otra
vez por haber cedido anoche a sus caricias y dejarme
apaciguar a base de sexo. Nathan creyó haber disminuido
mi tensión mientras estábamos juntos, pero horas más
tarde solamente la había despertado. Era increíble y
decepcionante cómo mi cuerpo se deshacía entre sus
manos sin opción, y la forma tan descarada en la que él se
aprovechaba de eso.
Tomé del suelo la camiseta que anoche me había
arrancado del torso y hundí mis brazos en su cálida tela.
Nathan parecía realmente agotado por la golpiza que había
recibido anoche y estaba preocupada por él. Era tarde.
Debería haber despertado primero que yo como lo hacía
siempre.
Bajé al salón para prepararme una taza de café y buscar un
par de analgésicos para Nathan cuando golpearon la puerta
principal antes de que siquiera pudiera terminar de bajar los
peldaños de la escalera.
Me acerqué a la entrada con precaución y el alivio me
invadió al ver el cuerpo de Niam haciéndome compañía.
Quité el cerrojo al instante.
—¡Hola! — saludó, luciendo sorprendida de que le abriera
yo. Dejó en el suelo un par de maletas que traía entre los
dedos y envolvió sus brazos a mi alrededor— ¿Te
encuentras bien? Anoche creí que Nathan y tú iban a
asesinarse.
Fruncí los labios, encogiéndome de hombros.
—Sigo bastante enfadada con él...
—Se nota— susurró con picardía señalando la base de mi
cuello con una mueca de diversión y no pude evitar que el
rubor me cubriera las mejillas. Sí, recordaba su mordisco.
No necesitaba de un espejo para notar la marca rojiza que
tenía sobre la piel.
Niam avanzó por el pasillo llevando el par de maletas entre
sus manos y cerré la puerta principal enseguida a la vez
que ella las colocaba junto al enorme sofá de la estancia.
—Es tu ropa— concluyó antes de que mi boca formulara la
pregunta. Mis ojos se abrieron ante la sorpresa— También
te traje el maquillaje, objetos personales, ropa interior y.…—
miró las maletas con atención y señaló la más grande—
Keegan te compró un nuevo celular.
—¿Hablas en serio? — reí acercándome al sofá y
sentándome junto a ella. Niam se encogió de hombros
jugueteando con su cabello— Me tomé la libertad de ir a tu
casa y sacar todas las cosas de valor antes de que llames a
alguien y envíes a limpiar todo ese infierno.
Abrió un pequeño cierre en la parte posterior de la maleta
más pequeña y un jadeo de pánico escapó de mi boca al
notar el anillo de compromiso de Anderson. Lo había tirado
por el balcón apenas tuve las fuerzas para hacerlo, y no
pude evitar retroceder de la impresión al verlo de nuevo
frente a mí.
—Lo encontré de pura casualidad— murmuró Niam luciendo
apenada y mirando sobre su hombro como si tuviera miedo
de que Nathan nos estuviera escuchando— No supe si
deshacerme de él nuevamente o si querías hacerlo tú
misma.
Me lo tendió con una leve mueca en los labios y yo me
encogí para indicarle que no lo quería tocar. No en ese
momento. Ni nunca. Lo quería fuera de mi vista.
—Has lo que quieras con él, Niam— concluí apartando mi
vista y ella asintió colocándolo sobre la mesa central del
salón. Sus ojos azules se conectaron con los míos y una
pequeña sonrisa le curvó los labios.
—Me alegra verte con Nathan— susurró tomando una de las
maletas y abriéndola completamente. Sacó la caja del
nuevo celular que mi hermano compró para mí y después la
cartera con el dinero en efectivo y tarjetas de crédito que
tenía.
Suspiré con agradecimiento cuando los tendió hacia mí.
—Eres un ángel, Niam. Te juro que no sabría qué hacer sin
tu ayuda.
Ella rodó los ojos restándole importancia y me dedicó una
sonrisa reluciente.
—Ahora no solo eres mi mejor amiga, sino también la
cuñada de mi novio. Así que no exageres, solo me encargué
un poco del desorden de tu departamento y traje tus
cosas... Por cierto, ¿no te gustaría ir de compras un rato?
Miré hacia el segundo piso en donde Nathan estaba
descansando y luego a mi mejor amiga. No estaría mal una
tarde de chicas antes de ocuparme de ciertos asuntos
sobre manipulación indebida con Nathan.
Asentí con entusiasmo mientras Niam me tendía la maleta
con la ropa y esperaba a que me fuera a duchar. Antes de
meterme al baño del pasillo para no alertar a Nathan con el
sonido de la ducha, fui a la cocina por unos analgésicos
contra dolores musculares y los coloqué junto a un vaso de
agua sobre la mesita de noche. Nathan ahora dormía boca
abajo con ambos brazos hundidos bajo la almohada que
acunaba su cabeza y tenía los pies extendidos. Le
acomodé con extremo cuidado la sábana que le cubría
apenas el cuerpo y lo dejé durmiendo profundamente antes
de salir de la habitación.
Me duché con rapidez, suspirando de felicidad al poder
colocarme uno de mis vestidos sobre el torso y maquillaje.
Al mirarme al espejo del baño volvía a ser yo y el brillo de
mi mirada me lo reafirmaba a gritos. Era increíble cómo un
poco de perfume y tacones altos podían cambiar la
seguridad y el estado de ánimo de una chica.
Bajé al salón, acomodándome la falda del vestido y Niam
sonrió al verme aparecer.
—Que sexy— concluyó colocándose un poco de rubor sobre
las mejillas y sus ojos se deslizaron por encima de mi
hombro en busca de alguien más— ¿Nathan sabe que vas a
salir?
—No— respondí encogiéndome de hombros y tomé la
cartera que reposaba en el sofá.
Niam me estudió durante unos segundos en silencio y
guardó su maquillaje adentro de su bolso.
—Se pondrá como loco al no encontrarte...
—Pues que sufra lo mismo que yo sufrí anoche al ver que
no aparecía.
Mi mejor amiga sonrió con diversión entrelazando su brazo
con el mío y ambas atravesamos el umbral de la puerta sin
mirar atrás. Se lo tenía merecido.
—¿Dorado o gris? — le pregunté a Niam mientras me
probaba un precioso vestido de espalda descubierta y
escote en v.
Ella me estudió con atención mientras pasaba la mano
sobre las demás prendas que colgaban de los percheros
buscando algo que le resultara interesante.
—Depende de en qué actividad quieras utilizarlo— se
encogió de hombros— Según Dylan el dorado brillante es
para fiestas y cosas glamorosas y el gris para eventos
serios o reuniones familiares.
Fruncí los labios mirándome en el espejo sin saber cuál
preferir.
—Por cierto, ¿Cómo va todo en la agencia? Supongo que las
chicas deben estar preocupadas por mi desaparición. En
serio no puedo entender cómo Nathan llegó a meterse en
mi vida e hizo que dejara de lado todo lo que antes era
importante para mí...
Niam tomó un vestido de encaje oscuro y me miró con una
ceja enarcada.
—Te enamoraste. Eso le pasa a todas las personas
enamoradas. Y por lo otro no te preocupes— movió su
mano para restarle importancia y suspiró— Tus padres se
encargaron de arreglar todo con la empresa.
La miré en silencio.
—Despidieron a Anderson, ¿no es cierto?
—Sí— farfulló con orgullo y se detuvo a mi lado— Tus
padres estaban furiosos. Apenas fue que no llamaron a la
policía...
Me llevé una mano a la frente agobiada y suspiré
lentamente. Había evitado encontrarme con mis padres
después de que Tyler les revelara lo sucedido. Una corta
llamada telefónica fue el único contacto que habíamos
tenido gracias a mi estadía con Nathan y el pánico que me
causaba enfrentarme a ellos de nuevo. Prefería que se les
pasara un poco el enojo antes de entablar alguna
conversación.
—¿Y qué tal Danielle?
—¡Haciendo de las suyas! — gruñó Niam entrando en el
vestidor con los dientes apretados— Está disfrutando como
nunca lo que te sucedió. Nadie puede soportarla. Los
únicos dos eventos que te has perdido durante este tiempo,
ha tratado de sobresalir por encima de las demás sin
importar lo que tenga que hacer al respecto. Con solo decir
que las chicas tienen pánico de estar cerca de esa loca
sobre la pasarela, te lo puedes imaginar...
Farbullé un gruñido entre dientes sacudiendo la cabeza y
Niam apareció por el umbral del vestidor con su bonito
vestido de encaje.
—¿Y qué tal?
—Precioso— sonreí mirando la bonita forma en la que la
tela se ceñía a sus curvas. Ella sonrió— A Brent le va a
encantar.
—Supongo que sí. Anoche me invitó a irme de viaje con él.
—¡¿En serio?!
Salté emocionada y Niam se echó a reír imitando mi
reacción.
—Joder Megan, estoy nerviosa. Solo imagínate una semana
con Brent a solas en Miami. ¡Moriré de tan solo imaginarlo!
Me eché a reír.
—¿Entonces ese "¿quieres ir de compras?" en el
departamento era más por tu viaje que para salir conmigo?
Niam se sonrojó dedicándome una pequeña sonrisa de
disculpas y desvió los ojos hasta la pantalla de su celular
para escapar de mi mirada insinuante.
—¿Te parece si pagamos esto y vamos por un par de trajes
de baño? Hemos estado casi cinco horas de compras y no
quiero que Nathan se enoje contigo...
Revoleé los ojos entrando al vestidor y sacándome el
vestido por la cabeza.
—¿Tenías que mencionarlo a él? — gruñí ante su mal
cambio de tema y Niam balbuceó algo entre dientes desde
el otro vestidor.
—Solo estoy diciendo que debemos apurarnos, Megan.
Acaba de recibir una paliza...
—Una paliza que él mismo se buscó— me coloqué mi ropa,
tomé el vestido y salí de la pequeña cabina. Niam me imitó
segundos más tarde y poco después ya estábamos en otra
tienda para su deseado bikini.
Nos subimos a su auto llenas de bolsas luego de haber
comprado todo lo que Niam creía necesario y empezamos
nuestro viaje de regreso a casa. Las calles de Manhattan
lucían bastante congestionadas para ser las cuatro de la
tarde, así que me armé de paciencia, consciente de que
sería un viaje largo.
—¿Sabes? — murmuré girándome hacia Niam mientras ella
observaba los autos que teníamos al frente con el ceño
fruncido— Creo que voy a vender mi antiguo departamento.
Sus ojos se clavaron en mí instantáneamente y se
expandieron ante la incredulidad.
—¡¿Te mudarás con Nathan?!
¿Qué? ¡No!
Aunque...
—¡Ni loca! — le respondí sacudiendo la cabeza mientras el
auto volvía a avanzar sobre el asfalto— Pensaba
comprarme otro cerca de aquí...
Sus ojos se entornaron hacia la carretera.
—¿Tan lejos de Central Park?
—No está tan lejos Niam...— enfoqué mis ojos en la ventana
tomando una enorme bocanada de aire— Solo quiero vivir
un poco más afuera de la ciudad.
—¿Pero por qué los harías? — el paso se descongestionó un
poco y pudimos avanzar con mayor libertad.
—No quiero volver a entrar a mi antiguo apartamento en
toda mi vida— concluí— Está lleno de malos recuerdos...
—Sí, te entiendo.
Su auto se detuvo frente al hotel Marx con un ronroneo y
sus ojos claros se enfocaron en mí.
—Lamento no poder acompañarte hasta el Penthouse. Es
que me muero por llegar a casa y mostrarle las cosas que
compré a Brent, ¿tú vas a estar bien?
Revoleé los ojos saliendo de su auto, consciente de que
realmente le preocupaba la reacción que pudiera tener el
insufrible de los McCain ante mi ausencia. Asentí tomando
mis compras del asiento trasero y Niam suspiró.
—Llámame si sucede algo— se limitó a decir a la vez que se
inclinaba para cerrar la puerta por la que yo acababa de
sacar las bolsas y me dirigía una sonrisa maliciosa—
Quizás si le modelas un rato ese jodidamente caliente bikini
que te compraste, no se tomará nuestra pequeña huida tan
a pecho...
Reí sacudiendo la cabeza ante esa posibilidad y Niam me
lanzó un beso antes de desaparecer por la concurrida
avenida.
Avancé por el vestíbulo con las manos llenas, sin saber
cómo demonios iba a hacer para llamar el ascensor,
cuando un chico castaño y de bonita sonrisa se cruzó en mi
camino para arrebatarme unas cuantas bolsas de la mano.
Estuve a punto de chillar, pero su rostro me tranquilizó. Era
Ethan. El mismo chico que se encontraba en el vestíbulo
aquella primera vez que vine a buscar a Nathan. Recordé la
forma en la que mi demonio angelical lo había mirado por
haberlo encontrado hablando conmigo y de cómo él había
desaparecido por detrás del mostrador para evitarse
problemas.
—Déjame ayudarte— susurró enfocando sus ojos verdes en
mi rostro y dedicándome una resplandeciente sonrisa.
Se la devolví mirándolo con pena y llamé el ascensor.
Nathan había actuado como un estúpido ese día.
—¿Cómo has estado, Ethan?
Él se encogió de hombros con suavidad sin dejar de
mirarme. Me sorprendió mucho notar hasta ese momento
que no llevaba su uniforme de trabajo, sino una camiseta
ceñida al torso y un par de pantalones oscuros.
—He estado bastante bien...— Las puertas del ascensor se
abrieron y ambos entramos al instante. Sus ojos me
estudiaron levemente antes de apretar el botón que llevaba
al último piso— ¿Qué tal tú?
Me encogí de hombros, apoyando la espalda contra la
pared de espejos.
—No tengo nada interesante para mencionar...— sonreí con
diversión y Ethan sacudió la cabeza con incredulidad.
—Eso es imposible— miró las bolsas— ¿Vienes a visitar al
señor McCain?
El estómago se me revolvió. No podía creer que siguiera
llamándolo de esa manera.
—Algo así— susurré bajando la mirada hasta mis zapatos y
jugueteando con el tacón— ¿Tú hoy no trabajas?
Ethan rio levemente.
—De hecho, ya no trabajo aquí— mi mirada se conectó con
la suya y sus ojos claros centellaron con diversión contra
los míos— Me compré un gimnasio a las afueras de la
Manhattan y estoy empezando mi trabajo como entrenador
personal. El negocio está creciendo bastante rápido...
—¡Eso suena increíble! — le confesé con sinceridad
mientras lo miraba con atención y cambiaba de una mano a
otra las bolsas que tenía entre los dedos— Cuando tenía
diecinueve años, mi mejor amiga y yo amábamos ir a
clases de yoga cada fin de semana. La mayoría de las
mujeres busca los que son ejercicios para bajar de peso,
así que te recomiendo que lo pienses. Busca a alguien que
te ayude con eso y tendrás a chicas de todas las edades en
tu gimnasio cada semana.
Ethan sonrió ampliamente asintiendo con la cabeza y se
llevó una mano al bolsillo.
—¿A ti podría interesarte?
Lo miré sin entender a qué se refería y las puertas del
ascensor se abrieron con un tintineo.
—¿Te gustaría dar yoga o danza en mi gimnasio?
Ambos salimos del ascensor mientras mis ojos se
conectaban con los suyos y una sonrisa me inundaba los
labios.
—¿Hablas en serio?
—Por supuesto— sacó una tarjeta con su número de
teléfono y la tendió hacia mí— Eres preciosa y las chicas
deben adorarte. Tenerte trabajando conmigo sería un
verdadero placer.
Tomé la tarjeta bastante tentada por su ofrecimiento y
Ethan me devolvió las bolsas antes de acercarse y darme
un corto beso en la mejilla. Le sonreí como respuesta.
—Prométeme que lo vas a pensar...
—Por supuesto— sonreí con emoción mirándolo
atentamente y él me devolvió su perfecta sonrisa antes de
que un ceño fruncido le invadiera la frente.
Lo miré con confusión.
—Creo que te están esperando, Megan...— señaló con la
barbilla a mis espaldas luciendo de repente muy incómodo
y enseguida volteé la cabeza hacia el otro lado del pasillo.
Nathan descansaba apoyado en el umbral de la puerta con
unos pantalones blancos colgándole de las caderas y
ambos brazos cruzados sobre su pecho desnudo. Casi
podía escuchar el rechinar de sus dientes debido a la
manera tan furibunda que nos estaba mirando en ese
momento, pero me esforcé por ignorar su presencia antes
de girarme nuevamente hacia Ethan y sonreírle. Sus ojos
claros descendieron hasta mí.
—Te mandaré un mensaje— le aseguré apoyando mis labios
sobre su mejilla con firmeza y él asintió antes de dirigirle
una pequeña mirada de soslayo a Nathan.
Me giré consciente de que Ethan se estaba subiendo al
ascensor y caminé por el pasillo. Los ojos oscuros de
Nathan se mantuvieron con fiereza en la persona que se
encontraba a mis espaldas y no se conectaron con los
míos hasta que el ascensor se cerró.
Me detuve frente a él esperando que me diera espacio para
entrar y Nathan apretó su mandíbula con fuerza antes de
hacerse a un lado para darme permiso. La puerta principal
de su departamento revotó contra el umbral cuando ambos
estuvimos en su interior.
—¿Qué hacías con Ethan? — inquirió con frustración
mientras yo terminaba de colocar las bolsas sobre su sofá
sin apresurarme a responder. Las maletas que Niam había
dejado en el salón antes de irnos ahora se encontraban
vacías en el suelo y toda mi ropa estaba apilada sobre la
mesa central.
Me volteé hacia Nathan molesta de que haya tocado mis
cosas y lo encontré parado a tan solo unos cuantos
centímetros de mí. Mis ojos ascendieron hasta su rostro
con intensidad y estuve a punto de marearme a causa de
su imponente altura.
—Eso no te importa— le escupí las palabras con los dientes
apretados y sus ojos claros centellaron contra los míos con
incredulidad. Me volví a girar hacia mis compras, pero
Nathan me volteó enseguida, sujetándome por las caderas.
—Megan, por favor, no juegues conmigo. ¿Estabas con él
durante todas estas horas que no estuviste en el
apartamento?
Me mordí los labios con frustración, estudiando con
sorpresa el pánico de su mirada.
Era cierto. Ethan era guapo y atlético, pero no había
absolutamente nada que Nathan pudiera envidiarle. Estaba
realmente estupefacta al pensar que Nathan pudiera
sentirse amenazado por alguien como él.
—¿Estás celoso?
Nathan abrió sus ojos con exasperación.
—¡Por supuesto que lo estoy, Kerssies! ¿Acaso no lo ves?
Una pequeña sonrisa me curvó los labios y Nathan entornó
sus ojos como respuesta. A él no le parecía divertido.
—Nathan, Ethan es solo un amigo...
—¿Desde cuándo? — se alejó de mi cuerpo con frustración y
caminó por toda la estancia— Maldición, Megan. Estaba
demasiado preocupado por ti. Estuve a punto de sufrir un
ataque cuando vi estas maletas en el salón y pensé que me
habías dejado. No he parado de caminar por todo el
apartamento llamándote a gritos para luego salir un
instante y mirarte conversando cómodamente con mi
antiguo administrador. ¡¿Crees que eso me deja tranquilo?!
Revoleé los ojos con molestia. Estaba exagerando.
—Solo salí de compras con Niam...
—¿Y no se te ocurrió dejarme un mensaje? ¿Qué demonios
hacía Ethan con tus bolsas?
—¡Me lo encontré por accidente!
—¡Joder! — se tiró del cabello con enojo y luego se dejó
caer sobre la piel del sofá. Me acerqué a él mirándolo con
cautela y me incliné frente a su cuerpo, deslizándome entre
sus muslos separados.
—Nathan...
—Lo lamento, ¿sí? — se llevó una mano a la frente y la frotó
con fuerza— Sé que lo que te hice anoche es mucho, mucho
peor que esto, pero te juro que no sabía cómo demonios
reaccionar al creer que te habías ido... He aprendido mi
lección, nena.
Mis manos se envolvieron alrededor de su cuello y sus ojos
angustiados ascendieron hasta mí.
—Te amo— murmuré deslizando mis dedos a lo largo de su
mandíbula y Nathan abrió sus labios antes de que una
pequeña sonrisa le adornara su perfecto rostro. Sus manos
ascendieron hasta mis muslos y me levantó del suelo para
subirme a horcajadas sobre su regazo. Mis caderas
quedaron presionadas sobre él.
—Wow. Es la primera vez que lo dices en voz alta...
Me encogí de hombros, deslizando los labios contra la piel
de su cuello.
—No es como si tú ya no lo supieras...
Nathan rio suavemente, apretándome más contra su torso.
—Lo sé nena, lo sé... Pero aun así no sabes cuánto
necesitaba escucharlo de tus labios— me separó de su
cuerpo para mirarme a la cara y sus manos se entrelazaron
sobre mi cintura— Gracias.
Una pequeña sonrisa me curvó la boca.
—¿Por qué? ¿Por fallar en la clara necesidad de no amarte?
Nathan asintió con la cabeza con diversión y dejó que mis
labios volvieran a pegarse a su cuello. Gimió con suavidad
hundiendo sus manos entre el dobladillo de mi vestido y me
sostuvo contra su torso una vez más.
—¿Me prometes que nunca lo vas a dejar de hacer?
Me aparté de él, mirándolo ante su extraña pregunta. Negué
con la cabeza sin ningún tipo de vacilación.
—Hacerlo sería imposible— respondí con total seguridad—
Te amo demasiado, Nathan.
Sus dedos ascendieron hasta mi cintura y me acariciaron
suavemente antes de que se inclinara hacia mí para
besarme con un gruñido de satisfacción.
—Moriré el día en el que esas tres últimas palabras escapen
de tus labios para satisfacer a otro hombre...
—Nunca— le prometí envolviendo mis brazos alrededor de
su cuello y devoré sus labios con los míos. Nathan gruñó de
placer apretándome con más fuerza contra su cuerpo y me
hizo ascender sobre el sofá, junto a él. Mis piernas se
envolvieron alrededor de su cintura por instinto y sus dedos
se enterraron en la piel de mi espalda.
Jadeé.
—Vamos a nuestra habitación, ángel— el corazón me dio un
vuelco— Necesitamos un condón.
:.Epílogo.:
"Te amaré, te amaré como al mundo, te amaré aunque tenga
final, te amaré, te amaré en lo profundo. Te amaré como
tengo que amar, te amaré, te amaré como pueda, te amaré,
aunque no sea la paz. Te amaré, te amaré lo que queda, te
amaré cuando acabe de amar. Te amaré, te amaré si estoy
muerto, te amaré el día siguiente además, te amaré, te
amaré como siento, te amaré con adiós, con jamás. Te
amaré, te amaré junto al viento, te amaré como único ser. Te
amaré hasta el fin de los tiempos, te amaré, y después, te
amaré." -Silvio Rodríguez.
>> <<
Nunca me gustaron las llamadas telefónicas. Y mucho
menos esas que suceden a las dos de la mañana.
Sentí a Nathan levantarse ante el timbre constante de su
móvil que provenía del salón principal y todas mis
terminaciones nerviosas se pusieron en alerta ante el
repentino sonido. ¿Quién podía estar llamando a esas
horas? ¿Acaso había sucedido algo malo?
Se puso su bóxer con cuidado de no despertarme, al creer
que aún me encontraba dormida, y salió de la habitación
después de besarme en la frente con firmeza.
Me removí con incomodidad entre las sábanas de la cama
apenas la puerta se cerró y tuve que esforzarme por no
bajar inmediatamente al salón para saber lo qué estaba
pasando. Los antiguos acontecimientos con Ander no me
dejaban en lo más mínimo tranquila, así que no pude evitar
el hecho de que un mal presentimiento me nublara la
consciencia.
Lo sé. Me estaba convirtiendo en una completa paranoica.
Respiré profundamente y traté de mantener la calma
mientras los minutos transcurrían. No ganaba nada
actuando de esa manera, pero me maldije mentalmente al
sentir la angustia asfixiante creciendo adentro de mi pecho.
Tomé una amplia respiración para tranquilizarme y me
limité a esperar a que Nathan contestara. Apenas el tono de
su celular fue interrumpido, un silencio cargado de
incomodidad envolvió la atmósfera de la habitación. Podía
escuchar un leve murmullo en el salón, pero nada que
pudiera comprender.
Demonios.
Habían pasado casi quince minutos sin que él volviera a la
habitación y la ansiedad estaba empezando a callarme los
huesos. Quizá Nathan e había atrasado por ir a la cocina a
prepararse algo de comer o se encontraba en el baño del
pasillo porque posiblemente creyó que si entraba al de la
habitación podía despertarme...
Tomé una rápida respiración temblorosa asintiendo con la
cabeza y bajé de la cama cubriendo mi cuerpo con una
camiseta blanca que se encontraba tirada a un lado del
balcón. La noche estaba demasiado fría y oscura, así que
envolví ambos brazos alrededor de mi cuerpo al notar que
el enorme reloj que colgaba en la pared marcaba casi las
dos y media de la mañana.
Apenas me deslicé por el pasillo en silencio, una pequeña
luz proveniente del salón principal hizo que me detuviera
durante un instante al pie de las escaleras. La esbelta
silueta de Nathan se encontraba marcada por la luz
artificial.
Él estaba parado en medio del salón, con los hombros
rígidos y el teléfono presionado aún contra su mejilla. A
pesar del frío, parecía completamente ajeno a lo que
sucedía a su alrededor. Lo llamé con suavidad, pero no
obtuve respuesta.
—¿Nate?
Fruncí la frente al bajar las escaleras con recelo y pude
notar cómo su cuerpo temblaba por alguna causa que yo
aún desconocía. Mis brazos se movieron instintivamente
hacia su torso y el pánico me embargó cuando rodeé su
cuerpo y sus ojos oscuros se encontraron con los míos.
Las rodillas me empezaron a temblar.
Oh. Por. Dios.
Nathan estaba llorando.
Llorando en silencio desconsoladamente mientras sus
nudillos casi blancos se apretaban con demasiada fuerza
contra su celular.
Dejó escapar un sollozo en voz alta como si necesitara
desesperadamente tomar aire y me arrastró hasta su pecho
para abrazarme con fuerza. Lo envolví entre mis brazos a la
vez que su teléfono golpeaba la alfombra y Nathan rompió
en un mar de lágrimas al sentir mi calor.
Mi corazón empezó a latir con tanta rapidez que apenas era
que podía soportar el golpe brusco de la sangre contra mis
oídos. Lo sujeté con firmeza viendo destrozada cómo mi
demonio angelical se deshacía entre mis brazos y lo
arrastré hasta el sofá para que pudiera sentarse. Nathan
me aferró a él resistiéndose a dejarme ir y me apoyé a
horcajadas sobre su regazo para que pudiera tenerme
cerca.
Mis manos temblorosas se apoyaron en su rostro para
obligarlo a mirarme y sus ojos ahora vacíos me dejaron sin
aliento. ¿Qué demonios había sucedido? Un pánico tangible
me invadió.
—Amor, ¿qué pasa?
Nathan se removió con ansiedad bajo mi cuerpo y sus
dedos se hundieron con desesperación en la tela de la
camisa que llevaba puesta. Apartó la mirada de mi rostro
mientras sus labios temblaban a causa del llanto y sacudió
la cabeza tomando una irregular bocanada de aire.
—Mis padres...— Tomó aire irregularmente— Mis padres
tuvieron un accidente de auto y no han sobrevivido... —
terminó con la voz ahogada y el corazón se me detuvo de
golpe.
¡¿Qué?!
No. No podía ser.
Nathan se aferró con demasiada fuerza a mis muslos y las
lágrimas volvieron a invadirle los ojos. Oh, Dios mío. Hice el
ademán de envolverlo entre mis brazos para contenerlo,
pero él me detuvo las muñecas con sus manos y me miró
con una angustia asfixiante.
—No es todo...—farbulló sin aliento y todo mi cuerpo se
tambaleó ante sus palabras. Me liberó ambas manos para
llevarse las suyas al rostro y sus hombros se sacudieron
ante el dolor— Megan, Anthony y Dominic también iban con
ellos...— solté un jadeo y mi fuerza cayó en picada al piso—
¡Maldición ángel, los he perdido a los cuatro de una sola
vez!
Un jadeo de pánico e incredulidad escapó de mis labios y
aferré el cuerpo de Nathan con desesperación a mi torso
como si fuera a perderlo. Al instante la sonrisa encantadora
de Dom apareció como un suspiro tras mi visión borrosa y
los ojos se me llevaron de lágrimas al caer en la cuenta de
que nunca jamás volvería a ver sus bonitos ojos azules
mirándome con diversión, ni el tierno rostro de Tony
mirando a sus hermanos con innegable anhelo.
Ambos sollozamos contra el otro, sosteniéndonos como si
algo malo nos fuera a suceder, y esperé consolarlo con mi
calor lo más que pude hasta que los primeros rayos de sol
iluminaron la estancia y Nathan cayó dormido de
agotamiento entre mis brazos.
Pasaron tres días antes de que los cuerpos pudieran ser
enviados a Manhattan. Durante ese tiempo Nathan había
sido consumido por una depresión y ensombrecimiento
incontrolable. No había vuelto a llorar... Ni a comer... Ni a
hablar o dormir... Y estaba preocupada de que la muerte de
sus padres pudiera afectarlo más de lo debido. Su brillo
había sido tragado por la oscuridad y por más que le
tendiera mi mano para sacarlo, él no hacía nada más que
hundirse.
El caso de Brent había sido muy diferente. Él no había
podido dejar de deshacerse entre los brazos de cualquier
persona que estuviera dispuesto a darle el pésame. Había
descargado todo su dolor con cada segundo que
transcurría y hoy que iba a ser la sepultura de sus padres,
Dominic y Anthony; se mantenía sereno y relajado como si
hubiera aceptado el destino, aunque la mayoría de nosotros
aún tenía el corazón entre las manos sin poder creer lo que
había pasado.
Me volteé hacia Nathan que se encontraba sentado en una
esquina de la cama y me acerqué a él en silencio. Tenía la
cabeza y los hombros inclinados hacia al frente mientras
jugueteaba con una corbata negra entre sus dedos. Me
deslicé entre sus rodillas separadas para llamar su
atención y Nathan levantó la vista apoyando sus manos a
cada lado de mis muslos.
—Es un bonito vestido— susurró con la voz ronca como si
sus cuerdas vocales le estuvieran reclamando la falta de
uso— Es una pena que lo utilices para el entierro de las
personas que amo...
Acarició la seda negra con los dedos y los ojos se me
llenaron de lágrimas instintivamente. Me incliné hacia él
enterrando los dedos en su cabello despeinado y presioné
mis labios sobre su frente con firmeza.
—¿Quieres que te ayude con esa corbata?
Nathan asintió levemente inclinándose hacia atrás sobre el
colchón y me tendió la prenda negra. La acomodé
alrededor de su cuello mientras él me miraba con una
expresión ensombrecida e irónicamente tierna, y lo besé en
los labios apenas la corbata estuvo en su lugar.
—Te amo— le susurré con cariño acunando su rostro entre
mis manos y los ojos de Nathan se cerraron durante un
instante mientras apretaba sus labios para contener un
sollozo.
—Yo también te amo, nena.
Y así comenzó el peor día de nuestras vidas...
Si pudiera medir todo el dolor que Nathan estaba
experimentando en el momento en que cruzamos las
puertas del cementerio y encontramos a los chicos y al
resto de su familia junto a cuatro ataúdes alineados, me
quedaría sin palabras...
Sus manos no habían parado de temblar compulsivamente
contra las mías a lo largo de la ceremonia y con cada
respiración podía notar lo difícil que se le hacía no echarse
a llorar en ese momento.
Dominic...
Anthony...
Sus padres...
Maldición. Aún no lo podía creer. Era terriblemente
devastador.
Nathan me atrajo hacia su pecho cuando el ataúd blanco
de Tony con una foto suya encima de la cubierta me partió
el corazón y sin poderlo evitar me aferré a su camisa
llorando desconsoladamente. La vida era demasiado
injusta para las personas que menos se lo merecían.
Una hora más tarde las personas se habían dispersado y
solo nosotros y los chicos nos encontrábamos en el
cementerio. Decenas de "lo siento" y pésames habían
pasado por la boca de las personas que se habían
acercado a Nathan y Brent para consolarlos por la muerte
de sus familiares después de la ceremonia, pero en lugar de
motivarlos había empeorado su estado de ánimo. A veces,
en situaciones como aquellas, un abrazo hubiera sido más
que suficiente, aunque por la cara de Nathan sabía que él
quería permanecer solo.
Le acaricié el brazo con suavidad mientras él miraba con
desconsuelo el ataúd de Dominic y deslizaba sus dedos
sobre la madera oscura muy suavemente. Una foto de Dom
con Nathan y Tyler adornaba el inicio del ataúd y los ojos se
me volvieron a llenar de lágrimas antes de notar que mi
ángel estaba llorando después de tantos días contenidos.
—Nadie me conocía mejor que él— susurró con la voz
quebrada y sus dedos se aferraron con fuerza al ataúd— El
idiota iba a ser el padrino de mis hijos...
Sacudió la cabeza con frustración y tuve que reprimir mis
sollozos cuando se inclinó sobre el ataúd y se abrazó a él.
Jamás había escuchado un llanto tan desgarrador en toda
mi vida y tuve que contener el impulso de no aferrarme a su
espalda para permitirle despedirse.
Se levantó luego de unos instantes y sacudió sus lágrimas
de la brillante madera. Tendió una de sus manos hacia mí
para poder acercarme a su cuerpo y luego ambos nos
volteamos hacia el lugar en donde descansaban sus
padres. Enseguida una figura masculina apareció frente
nuestra visión obstruyéndonos el paso y mi corazón se
detuvo de golpe al encontrarme con los azules ojos de
Ander mirándonos fijamente.
Nathan se deslizó al instante frente a mi cuerpo como si
fuera un escudo y los labios de Anderson se curvaron en
una pequeña sonrisa de satisfacción.
Que cínico que era. ¿Cómo demonios se le ocurría venir
aquí?
—Veo que ya no se esconden...
Murmuró acomodándose los gemelos del traje con
distracción y pude sentir el cuerpo de Nathan tensarse
como respuesta.
Joder, en este momento no.
Miré por encima de su hombro para ver si alguno de los
chicos estaba dispuesto a ayudarme y los observé en la
entrada del cementerio hablando con tranquilidad. Nadie
había notado la presencia de Anderson, así que la única
opción que me quedó fue sujetar con fuerza el brazo de
Nathan antes de que se le ocurriera descargar todo lo que
estaba reprimiendo en ese instante.
—¿Qué mierda estás haciendo? — gruñó Nathan dando un
paso brusco hacia él y mis uñas se hundieron en su
chaqueta ante el pánico. Ander pareció sorprendido ante su
pregunta y sus ojos se deslizaron hacia los cuerpos que
reposaban atrás de nosotros.
—¿Acaso no es obvio? Vengo a despedirme— levantó un
ramo de flores que hasta ese momento noté que tenía entre
las manos y caminó hacia los ataúdes. Tiré de Nathan
hacia atrás para que no llegaran a entrar en contacto y
Anderson dejó las flores sobre la tumba de Gloriana con un
largo suspiro.
—¿No te parece una pena? — murmuró casi solo para él y
mis ojos centellaron contra los suyos apenas se giró hacia
nuestros cuerpos. Ignoró mi mirada furibunda enseguida y
continuó hablando— Nathan, en serio es una verdadera
pena que toda tu familia haya pagado por las estupideces
que has cometido en la vida— se encogió de hombros,
lanzándole una miraba diabólica y sus ojos frívolos se
enfocaron en ambos con desprecio— Debe ser el karma,
¿no crees?
El cuerpo de Nathan se abalanzó sobre él lleno odio, pero
mi agarre pudo contenerlo. Sus hombros temblaron ante la
impotencia y ahora fui yo la que interpuse mi cuerpo frente
al suyo.
—¡¿Cómo se te ocurre decirle eso?! ¡Cuatro personas que
amaba acaban de morir!
—Solo digo que la vida tiene muchas formas de vengarse y
Nathan se merecía esta...
Contuve la respiración ante el asco que me provocaban sus
palabras y Anderson rió por lo bajo antes de empezar a
caminar hacia la salida.
—Por cierto... una última cosa, Nathan— se detuvo y me
miró por encima del hombro—...Yo siempre gano en estos
juegos, ¿entiendes? Y eso la incluye a ella...
Sentí el cuerpo de Nathan contraerse como una roca a mis
espaldas y casi pude escucharlo dejar de respirar.
Anderson sonrió antes de continuar hacia la salida y
Nathan hundió por inercia sus dedos en mis caderas. ¿A
qué demonios se refería con eso?
Me volteé hacia él frunciendo los labios en busca de alguna
explicación para el juego de palabras que acababan de
decirse cuando escuché a lo lejos una maldición por parte
de Brent al notar con tardía la presencia de Anderson.
Nathan alejó sus manos de mi cuerpo como si nuestro
contacto de pronto lo quemara y su hermano mayor se nos
unió. Los demás chicos aún se mantenían a una distancia
prudente, pero nos miraban como si estuvieran a punto de
intervenir.
—Maldición, ¿ahora qué estaba buscando?
Me mantuve con el ceño fruncido sobre el rostro de Nathan
antes de que se atreviera a darme la espalda. Con un
pequeño encogimiento de hombros respondí la pregunta de
Brent.
Algo andaba mal. Podía sentirlo.
—¿Qué sucede?
Brent se acercó a su hermano consciente de que algo le
sucedía y Nathan lo apartó de él con un sorpresivo empujón
que me dejó sin aliento. Me llevé una mano a la boca sin
saber qué carajos era lo que le pasaba y los brillantes ojos
de Nathan se conectaron con los míos durante una fracción
de segundo.
—Tiene razón, Megan—Oh Dios— Que me muera ahora
mismo si Anderson no la tiene...
Me acerqué a él involuntariamente para recordarle que eso
no era verdad y Nathan retrocedió lejos como si tuviera
pánico a tocarme. Brent se interpuso en mi camino
observándolo con atención y mis ojos se llenaron de
lágrimas al ver el daño sin sentido que Anderson le había
causado con ese par de palabras. No podía creer que una
persona tan imponente y firme como Nathan pudiera ser
destruida tan fácilmente por las personas que aún le
importaban. Anderson había clavado el cuchillo profundo
en el blanco. Podía decirlo por la forma en la que las manos
y labios de Nathan temblaban compulsivamente.
—¿De qué demonios está hablando, Megan?
—¡De que yo los maté! — respondió Nathan a su hermano
en mi lugar y Brent contuvo un jadeo entrecortado— ¡Hablo
de que esto es culpa mía!
—¡Ya basta, solo cállate!
El puño de Brent rebotó contra la mandíbula de Nathan y lo
hizo tambalearse unos pasos hacia atrás. Jadeé de horror
cuando se acercó a su hermano y lo tomó del cuello de la
camiseta para sacudirlo con furia. Los chicos se acercaron
a nosotros al instante.
—¡Deja de permitir que Anderson te siga manipulando,
Nathan! Te juro que le voy a romper el cuello en mil
pedazos a ese idiota si sigue tratando de lastimar a lo que
queda de mi familia...
Lo soltó de un fuerte empujón y le tendió una mano a Niam
como si necesitara urgentemente de su apoyo. Ella corrió
hacia él envolviéndolo entre sus brazos y el alivio volvió a
calmar la expresión dolida de Brent. Nathan lo miró en
silencio durante unos segundos y apretó los labios con
fuerza al ver a su hermano empezar a llorar.
—No puedes dejarme solo en esto, Nathan—— sollozó Brent
sacudiendo la cabeza y el corazón se me hizo un puño
contra el pecho— Te necesito con fuerza para poder seguir
adelante...
—Sabes que lo que dijo no es del todo falso...— le respondió
él con la voz apagada y el cuerpo de Brent se tensó como si
acabara de recibir una patada en el estómago— Tengo que
decirles la verdad ahora...
—¿La verdad? — interrumpí su conversación
involuntariamente, pero Brent intervino antes de que
Nathan pudiera contestarme.
—No voy a permitir que lo hagas en este momento... ¡Joder
Nathan! Nuestros padres, Dom y Anthony acaban de morir,
¿y tú buscas otra manera para autodestruirte? Lo siento,
pero no pienso quedarme a ver cómo arruinas lo único
bueno que has hecho en la vida— Miró a Niam con atención
y sus últimas palabras hicieron que el estómago me diera
un vuelco— ¿Quieres acompañarme a casa? Yo sí necesito
llorar a tu lado la muerte de mis seres queridos...
Niam lo miró con confusión durante unos segundos y luego
me dedicó una pequeña mueca de incertidumbre.
Sacudí la cabeza porque sencillamente no tenía idea de lo
que estaban hablando y ambos se dirigieron hacia la salida
del panteón unos minutos después.
Nathan permaneció con la vista en su hermano durante
todo el trayecto mientras su postura rígida mostraba la
guerra interna que se estaba librando consigo mismo. Lo
estudié con atención, ansiosa para que me dijera de qué
demonios se trataba todo aquello y suspiré cuando sus
ojos se enfocaron contra los míos nuevamente.
—Lo primero que quiero que sepas es que nunca planeé
hacerte daño, Megan— murmuró con la voz apagada y tuve
que reprimir las náuseas que me envolvieron ante el pánico
de que lo que estuviera a punto de decir pudiera dañarme
más de lo esperado.
Mis hermanos se acomodaron a cada lado de mi cuerpo
como si quisieran protegerme y Nathan continuó
enterrando una mano en su pelo con firmeza.
—Todo comenzó cuando éramos unos adolescentes... —
farfulló con cuidado —Yo tenía la mala costumbre de
contarle todo lo que pasaba por mi cabeza a Anderson por
la extrema confianza que compartíamos, pero al ir
creciendo las cosas comenzaron a tornarse molestas...
«Yo no era para nada a como soy ahora, Megan. Tenía el
cabello extremadamente rubio, era pequeño, delgado y con
la piel rojiza por la falta del sol... No era que me importara
mucho ni por lo menos, pero al pasar el tiempo... creció una
molesta competencia entre los dos»
Nathan se deslizó una mano por el rostro y frunció los
labios con desprecio.
—Anderson se aprovechaba de la confianza que le tenía
para conquistar a cualquier chica por la que mostrara
siquiera un poco de interés. Nunca me lo tomé a pecho
porque sabía que, aunque lo intentara ninguna se fijarían en
mí, pero hasta que me arrebató a la chica que más había
amado en el mundo, mi cariño hacia él se rompió en miles
de pedazos...
Fruncí la frente.
—¿Por qué carajo me estás contando esto?
—Porque quiero que entiendas a lo que se refería él con lo
que dijo— escupió Nathan apretando los dientes y tiró de su
cabello claro con fuerza— Mi mejor amiga se llamaba
Beverly. Fue la única chica que se me acercó y me quería
durante todo el tiempo que estuve viviendo en Estados
Unidos— se quedó pensando en sus palabras con
melancolía durante unos instantes y luego continuó— Antes
de hacer nuestro viaje a Inglaterra, le confesé a Anderson
que toda mi vida había estado enamorado de ella. No tenía
miedo de que él intentara algo con Beverly porque sabía
que Ander no sería capaz de hacerme daño de esa manera,
pero me equivoqué. El día que me fui del país ambos
vinieron a despedirse de mí y Bever me dijo que habían
comenzado una relación.
«Fui tan, pero tan estúpido ángel, que me convencí todas
esas veces que lo encontré con alguna chica que me
gustaba, que Anderson solo lo hacía para ayudarme a tratar
de hacer que yo diera alguna vez el primer paso, pero
cuando los vi tomados de la mano aquel día comprendí que
lo único que buscaba hacer era restregarme en la cara que
yo nunca podría llegar a compararme con él...»
Apreté los labios con fuerza sin saber qué decir. No me
estaba gustando para nada el curso de la historia.
—Cuando llegué a Inglaterra, conocí a Dominic en un
instituto y nos hicimos amigos enseguida— Dejó escapar
una risa ronca y los ojos se le llenaron de lágrimas— Ambos
éramos los marginados del lugar los primeros meses, pero
después empezamos a ir al gimnasio y todo cambio... Me
olvidé de Ander, me olvidé de mi pasado y empecé una
nueva vida con el chico más increíble que haya pisado el
planeta... Tenía el mundo bajo mis pies, cariño. Hasta que
un día trabajando te miré... —Nuestros ojos se encontraron
durante unos segundos y Nathan continuó con una mueca
de dolor ante mi expresión de incertidumbre— Megan, te
encontré en una revista al lado de Anderson en donde se
hablaba sobre lo muy felices que eran juntos y los
proyectos que estaban realizando tus padres...
Las rodillas me flaquearon levemente ante sus palabras y
estuve a punto de desfallecer. No. No podía estar hablando
en serio.
—Ahí lo decidí— continuó Nathan con la voz temblorosa y
respiración acelerada— Me dije que era el momento justo
para vengarme de Anderson por todo lo que me había
hecho, y así lo hice... Ángel, no fue coincidencia que nos
encontráramos ese día en la inauguración. No fue
coincidencia que cayeras entre mis brazos porque alguien
pisara tu vestido. No fue coincidencia todas las veces que
nos cruzamos en la discoteca. Cada palabra, cada beso,
cada roce estaba planeado. Mi misión era enamorarte y lo
conseguí...
Antes de que pudiera ser consiente de mis acciones, me
encontré con ambos puños sobre el pecho de Nathan,
golpeándolo con todas mis fuerzas. Todo había sido
mentira. Todo lo había hecho para vengarse de Ander. De
repente me sentí sucia y utilizada, como si de una u otra
manera Nathan me hubiera violado.
Keegan me apartó de su torso mientras yo pataleaba de
rabia y Nathan me miraba fijamente. Entonces me encontré
recordando todas esas veces que creí que el destino me
había cruzado con él. Todas esas miradas de advertencia
que Brent le lanzaba a su hermano menor cada vez que
estaba conmigo. Lo estúpida que había sido al elegirlo por
encima de las personas que quiero.
—¡Eres un imbécil!
Le grité con la voz ronca y las lágrimas frías, llenas de odio,
me cubrieron las mejillas enseguida. Tyler se interpuso al
instante como un escudo entre a mi cuerpo y el de Nathan,
y Keegan me sujetó de ambos brazos con brusquedad.
—No sabes cuánto lo siento, Tyler...
—Eres un hijo de puta, Nathan— sus ojos centellaron con
furia contra los suyos y pude notar cómo Nathan perdía el
aliento ante esas palabras. Dio un paso hacia mi hermano,
pero se detuvo al instante al ver mi rostro cubierto de
lágrimas.
—Megan, te juro que no lo hice a propósito. Yo solo quería
demostrarle que podía ser mejor que él.
—¡¿Y bajo qué precio?!— le grité de vuelta y Keegan me dejó
escapar de sus brazos cuando mi codo se enterró con furia
entre sus costillas— Nathan acabas de destruir mi jodida
vida por algo que sucedió hace más de cinco años y ¿crees
que un lo siento lo va a solucionar? ¡Yo te elegí a ti por
encima de todo y estabas jugando conmigo!
—¡Eso no es cierto!
—¡¿Ah no?! ¿No era exactamente esto lo que querías?
Destruir la relación de Anderson y con eso convencerlo de
que tú también podías lograrlo. ¡Me utilizaste!
Hizo el ademán de acercarse a mí, pero Tyler lo miró con
advertencia para que no se atreviera hacer el intento.
Nathan gruñó de frustración y me miró a los ojos, luciendo
desesperado.
—Maldición Megan, yo te amo.
Grité ante la rabia que me provocaron sus palabras y me
lancé sobre su cuerpo. Nathan evitó que lo golpeara en el
rostro por un movimiento instintivo, pero mis uñas le
ganaron la partida y se deslizaron por su rostro. Keegan
volvió a apartarme de él y esta vez Tyler también se le tuvo
que unir para detener mi forcejeó.
Nathan se llevó una mano al rostro mirándome sorprendido
y pude notar cómo las franjas rojas por donde segundos
antes habían pasado mis uñas se llenaban de sangre.
—Te odio— le escupí con desprecio y miré por última vez
los cuatro cuerpos que reposaban a nuestro lado, con un
asentimiento— ¿Sabes? Anderson tenía razón... Esto sí
debe ser el karma.
Keegan hundió los dedos en mi brazo sin poder creer lo que
había dicho y al instante pude notar cómo Nathan McCain
se quebraba frente a mis ojos. Tyler tiró de mí con fuerza
hacia la salida del cementerio de inmediato y mis ojos se
llenaron de lágrimas una vez más mientras un vacío y dolor
profundo me despedazaba el corazón.
Nathan me dio la espalda y se apoyó en el ataúd de
Anthony con sus hombros temblando levemente a causa
del llanto. Pero esa imagen no me provocó nada. Ya no se
sentía nada.
Su amor me había matado.

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