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Iglesia A/D Alfa Siloé Pastor Isaí Roca

Lección nº 11:
EL HIJO DEL HOMBRE LEVANTADO
Juan 3: 7-15

La autoridad de Jesús para hablar de las cosas Divinas


Juan 3: 7-13

Nicodemo no entendía a Jesús…El no comprender puede ser por varias razones. Puede ser porque no se
ha llegado al nivel de experiencia y de conocimientos necesarios para poder captar la verdad. Si alguien se
encuentra en esa situación, nuestro deber es hacer todo lo posible para explicarle las cosas, para que pueda
captar el conocimiento que se le ofrece… Pero hay veces que no se entiende porque no se quiere entender:
“No hay peor ciego que el que se niega a ver”. Una persona puede cerrar la mente a una verdad que no
quiere reconocer o aceptar.
¿Era así Nicodemo? La enseñanza acerca del nuevo nacimiento que procede de Dios no debería haberle
parecido extraña. Ezequiel, por ejemplo, había hablado repetidas veces del corazón nuevo que ha de ser
creado en los seres humanos (Ezequiel 18:31; 36:26).
Nicodemo era un experto en la Sagrada Escritura, y los profetas habían escrito mucho acerca de la
experiencia de la que estaba hablándole Jesús. Si una persona no quiere renacer, le resultará
incomprensible lo que quiere decir el nuevo nacimiento. Si uno no quiere cambiar, le cerrará voluntariamente
los ojos y la mente y el corazón al poder que le puede cambiar. Tal vez esto pasaba con Nicodemo…
La punta de la contestación de Jesús está en que la palabra griega para espíritu, pneuma, también quiere
decir viento: Lo mismo sucede con la palabra hebrea rúaj, que también quiere decir espíritu y viento. Así es
que Jesús le dijo a Nicodemo: “Tú puedes oír y sentir el viento (pneuma); pero no sabes de dónde
viene ni adónde va. Puede que no entiendas cómo y por qué sopla el viento, pero puedes sentirlo.
Puede que no entiendas de dónde viene la tempestad ni adónde va, pero puedes observar sus
efectos en las nubes y los árboles. Hay muchas cosas del viento que no puedes entender, pero sus
efectos están a la vista”. Y prosiguió: “El Espíritu (Pneuma) es exactamente lo mismo. Puede que no
sepas cómo obra; pero puedes ver sus efectos en las vidas humanas”.

Hay un montón de cosas en este mundo que usamos todos los días sin saber cómo funcionan. Son los
menos entre nosotros los que saben cómo funcionan la electricidad, la radio, la televisión y hasta el coche,
entre otras muchas cosas; pero no por eso decimos que no existen, pero eso no nos impide usarlos y
disfrutar de todas sus ventajas.
Puede que no entendamos cómo obra el Espíritu, pero su efecto en las vidas de las personas está a la vista
de todo el mundo.
El argumento incontestable a favor del Evangelio son las vidas cambiadas de los que lo han aceptado. Nadie
debiera descartar una fe que es capaz de hacer que los malos se hagan buenos.
Jesús dijo a Nicodemo: “He tratado de ponértelo fácil. He usado ejemplos humanos sencillos tomados de la
vida diaria, y no has entendido. ¿Cómo esperas entender las cosas profundas si hasta las más sencillas te
resultan incomprensibles?” Hay aquí una seria advertencia para todos nosotros. Es fácil tomar parte en
grupos de discusión, ponerse a estudiar y a leer libros, a discutir intelectualmente el Cristianismo; pero lo
esencial es experimentar el poder del Evangelio. Es verdad que es importante tener una comprensión
intelectual del orbe de la verdad cristiana; pero es mucho más importante tener una experiencia vital del
poder de Jesucristo.
Al leer el Cuarto Evangelio resulta difícil saber cuándo terminan las palabras de Jesús y empiezan las del
evangelista. Juan ha pasado tanto tiempo pensando en las palabras de Jesús que pasa imperceptiblemente
de ellas a sus propios pensamientos acerca de ellas. Es casi seguro que las últimas palabras de este pasaje
son de Juan. Es como si alguien preguntara: “¿Qué derecho tiene Jesús a decir esto?”
Iglesia A/D Alfa Siloé Pastor Isaí Roca

La respuesta de Juan es sencilla y terminante: “Jesús -dice- descendió del Cielo para comunicamos la
verdad de Dios. Y, después. De compartir la vida de la humanidad y morir por ella; volvió a su gloria”.
Juan aseguraba que Jesús tenía derecho a hablar así porque conocía personalmente a Dios, porque había
venido directamente del Cielo a la Tierra y porque lo que Él decía no era sino la verdad de Dios, porque
Jesús era y es la encarnación de la Mente de Dios.
El Cristo levantado (Juan 3: 14)
Juan recuerda una historia extraña del Antiguo Testamento que se encuentra, en Números 21:4-9. En
tiempos posteriores aquella imagen de la serpiente se convirtió en un ídolo, y tuvieron que destruirla en
tiempo del rey Ezequías, porque la gente había empezado a darle culto (2 Reyes 18:4).
A los mismos judíos les alucinaba este incidente, porque tenían absolutamente prohibido el hacer imágenes.
Los rabinos lo explicaban diciendo: “No era la serpiente de bronce lo que daba la vida. Cuando Moisés la
puso en alto, los moribundos pusieron su confianza en el que le había mandado a Moisés que lo hiciera. Era
Dios mismo el que los sanaba”. El poder sanador no estaba en la serpiente sino en Dios para los que
obedecían su premisa…Juan tomó aquella vieja historia y la usó como una parábola profética de lo que
había de suceder con Jesús: “Así es como era necesario que Jesús fuera levantado: para que, cuando
los que estamos heridos por el pecado volvamos a El nuestro pensamiento y creamos en El,
encontremos la vida eterna”.
Hay aquí un detalle maravillosamente sugestivo. El verbo levantar es hypsún. Lo curioso es que se usa de
Jesús en un doble sentido: en el de ser levantado en la Cruz, y en el de ser elevado a la gloria cuando
ascendió al Cielo. Se usa de la Cruz en Juan 8:28; 12:32; y se usa de la Ascensión de Jesús al Cielo en
Hechos 2:33; 5:31 y Filipenses 2:9; y las dos están inseparablemente relacionadas: ninguna podría haber
sucedido sin la otra. Para Jesús la Cruz era el camino a la gloria.
El creer y la Vida Eterna (Juan 3: 15)
En este pasaje hay dos expresiones con cuyo sentido nos tenemos que enfrentar. No nos será posible
extraerlo en su totalidad, porque es más del que nunca podremos descubrir; pero debemos tratar de captar
lo más posible.
1- Está la frase que se refiere a creer en Jesús. Quiere decir por lo menos tres cosas.
a) Quiere decir creer con todo nuestro corazón que Dios es como Jesús nos ha revelado que es. Quiere
decir que Dios nos ama, se preocupa de nosotros y que lo que quiere hacer con nuestros pecados es
perdonárnoslos. No era fácil para los judíos el creer eso. Veían a Dios como Alguien que les imponía sus
leyes y que los castigaba si las quebrantaban. Costó la vida y la muerte de Jesús el decírnoslo. No podemos
empezar a ser cristianos hasta que nuestro corazón crea esta Buena Noticia.
b) Tenemos que creer que Jesús es el Hijo de Dios, que, en Él está la Mente de Dios, que Él conocía a Dios
tan bien y estaba tan cerca de Él y era una sola cosa con Él, que nos puede revelar plenamente la verdad
acercó de Dios.
c) Pero el creer tiene un tercer elemento. Tenemos que jugarnos el todo por el todo a que lo que Jesús nos
dice es la verdad. Tenemos que hacer todo lo que Él nos dice; tenemos que obedecer todo lo que Él nos
manda…
2- La segunda gran expresión es la vida eterna. Ya hemos visto que la vida eterna es la misma vida
de Dios mismo. Si tenemos la vida eterna, ¿qué es lo que tenemos?
a) Nos da la paz con Dios; estamos en casa con nuestro Padre.
b) Nos da la paz con nuestros semejantes. Si hemos sido perdonados tenemos que ser perdonadores y
miembros de una gran familia unida en amor.
c) Nos da la paz con la vida. Si Dios es Padre, Dios dirige todas las cosas para bien.
d) Nos da la paz con nosotros mismos; ya no vivimos solos, sino Cristo vive en nosotros. Hay una paz
que tiene su cimiento en una fuerza suficiente para vivir: la de Cristo.
e) Nos da la seguridad de que la paz más profunda de esta vida no es más que una sombra de la paz
por venir.

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