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PSICOLOGÍA
ESTUDIO DE CASO
INTEGRANTES:
DOCENTE:
Mg. Burgos Pérez, Lelis Norma
CURSO:
PSICOPATOLOGÍA II
PSICOPATOLOGÍA II
CASOS: TRASTORNO OBSESIVO – COMPULSIVO EN NIÑOS Y ADOLESCENTES
Caso 01.-
Cuando Carlos, tenía 15 años, intentó comprar una pistola. Era alto y ya llevaba un par
de años rasurándose, y habría logrado la compra si no hubiera escrito su número
telefónico real en el formato para el período de cinco días de espera. El encargado
tuvo la impresión de que se veía triste, y llamó a la madre de Carlos después de que
éste salió de la tienda. “Así es como llegué aquí en vez de la morgue”, relató Carlos al
clínico el día posterior a su ingreso e internamiento en una unidad de salud mental.
“Cualquier cosa parecía mejor que sentirse podrido todo el tiempo”.
Información de varias fuentes apoyó el diagnóstico de trastornos del estado de ánimo.
Varios notaron que la concentración de Carlos se había deteriorado desde hacía un
mes o más; sus calificaciones disminuyeron de manera drástica. Su madre estaba
preocupada porque él no estaba comiendo; su padre había observado que parecía
perder el interés en el laboratorio fotográfico que tenían en casa y en el que había
trabajado todo el invierno. El propio Carlos decía que llevaba varias semanas sin poder
dormir y con fatiga crónica; dijo que se sentía culpable porque abandonó a su padre en
cuanto el laboratorio (“Yo sabía que él disfrutaba”). El doctor de la familia había dicho
que su salud física estaba bien.
Después del diagnóstico de depresión mayor y un tratamiento de 10 días con
antidepresivos, Carlos mejoró lo suficiente para llevar a cabo una reunión en la que se
plantearía su alta. “¿Qué hay de las compulsiones?” preguntó la enfermera vespertina,
que había doblado turno ese día.
“¿Qué compulsiones?” todo mundo quiso saber.
La enfermera tampoco sabía hasta que un compañero de cuarto habló en una sesión
de terapia grupal. Le tomaba 3 horas a Carlos para dormir. Todo tenía que hacerse en
cierto orden primero los dientes, 10 cepilladas por diente desde las raíces hasta la
corona empezando con los molares izquierdos superiores. Si perdía la cuenta, o si
pensaba que la había perdido, empezaba desde el principio. A veces, tardaba 45
minutos cepillándose los dientes.
“Si no lo hago bien, me siento terrible. Me refuerzo”. Carlos admitió que no sabía que
sucedería si no “lo hacía bien” pero le preocupaba que fuera algo horrible.
Después que Carlos por fin terminaba de cepillarse los dientes, se duchaba secándose
con el paño 100 veces en cada parte de su cuerpo hasta que se terminaba el agua
caliente. Él dividía la toalla en cuatro segmentos: el primero era para la cara y el cuello,
el segundo para brazos y piernas, el tercero para el tronco y el cuarto para todo lo que
faltaba. Algunas veces, hacía unos 6 u 8 meses, en que al terminar los rituales
empezaron a salir de su control y se sentía confundido en relación con qué parte de la
toalla había usado y comenzaba todo el proceso de la ducha otra vez. Seguía otros
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rituales cuántos pasos dar, qué objetos tocar, cómo acomodar sus zapatos, cómo
quitarse la bata del baño.
Desde que Carlos tenía 5 años de edad, su madre notó que él tenía miedo de un
posible ataque terrorista. Cuando abría los ojos en la mañana, los rayos de sol que
entraban por su ventana eran tan brillantes, que él empezaba a contar los segundos
mientras esperaba la explosión, que le parecía inminente. La madre agregó que en su
familia no había antecedentes de trastornos mentales; excepto por el hermano de su
esposo, quien había desarrollado un tic facial en la adolescencia, el cuál perduró hasta
que se suicidó a la edad de 31 años.
Desarrollar:
1. Sintomatología:
Concentración deteriorada.
Disminución de retención al aprendizaje de manera drástica.
No comía.
Perdida de interés de realizar actividades.
No dormía (por varias semanas).
Fatiga crónica.
Sentimientos de culpabilidad.
Realización de actividades en cierto orden.
Preocupación por realizar bien las cosas.
Ideas delirantes
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4. Otros trastornos mentales asociados al TOC
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5. Abordaje terapéutico:
Terapia Cognitivo Conductual.
Tratamiento Familiar
Terapia Racional Emotiva
Tratamiento Farmacológico
Caso 02.-
Cando Eve tenía 13 años de edad, padeció un dolor abdominal agudo que
gradualmente empeoró por más de cuatro semanas. El médico familiar no pudo
establecer ningún diagnóstico, pero una tarde el dolor fue tan intenso que sus padres
se apresuraron a llevarla al área de urgencias del hospital de su comunidad. Un estudio
de rayos X reveló que algo estaba bloqueando su intestino delgado. Fue necesaria una
cirugía para remover el objeto, una bola de cabello de casi 5 cm de diámetro.
Ese descubrimiento llevó al médico a observar de cerca el cuerpo cabelludo de Eve.
“En varias partes del cuero cabelludo del tamaño de media moneda, vi un patrón de
adelgazamiento del cabello, con el característico intercalamiento de cabellos largos y
cortos que renacía en un patrón típico de jalarse el cabello”. Decía el informe que
acompañó a Eve con el consejero en salud mental. “Más adelante, un dermatólogo
confirmó esta conclusión”.
Cuando se le preguntaba por ese hábito, Eve admitía de buena gana que se había
estado arrancando el cabello, uno o dos a la vez, durante varios meses. Aunque ella no
parecía comprender por qué sucedía, reconoció que varias veces al día se “conectaba”,
Después de algunos minutos en que aumentaba la tensión, enredaba un sólo cabello
en su dedo medio, luego tiraba de él hasta que salía con todo y raíz. Si nadie estaba
viendo, hacía bolita el cabello una y otra vez en su boca hasta que esta tan compacto
que podía tragarlo. Cuando lo hacía, la tensión se evaporaba. Aunque jalarse los
cabellos no le producía dolor, notaba que le daba comezón en las partes en que estaba
naciendo nuevo cabello.
Eve era una chica delgada, cuya figura apenas había empezado a desarrollarse. Usaba
un gorro tejido para cubrir su rubia cabellera, y se negaba quitárselo. Una vez que se lo
quitaba, era fácil ver por qué prefería traerlo puesto.
La entrevista inicial no reveló información que sugiriera otro diagnóstico. Eve que no
tenía ningún otro problema mental o físico (entre otras cosas su madre no había
proporcionado evidencias de alucinaciones, delirios, depresión, obsesiones o
compulsiones). Mientras hacía flácida en su silla, dijo entre refunfuños, “Sólo quisiera
poder detener esto. Odio traer este gorro, y todos los niños me dicen “pelona”. Pero si
no lo hago me siento asquerosa.
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Desarrollar:
1. Sintomatología
Tensión
La presencia de automutilación en el acto de arrancarse trozos de
cabellos y no sentir dolor.
Arrancarse el cabello y tragárselo en ocasiones repetitiva
Satisfacción por realizar lo cometido.
Criterios diagnósticos:
A. Arrancarse el pelo de forma recurrente, lo que da lugar a su pérdida.
B. Intentos repetidos de disminuir o dejar de arrancar el pelo.
C. Arrancarse el pelo causa malestar clínicamente significativo o deterioro
en lo social, laboral u otras áreas importantes del funcionamiento.
D. El hecho de arrancarse el pelo o la pérdida del mismo no se puede
atribuir a otra afección médica (p. ej., una afección dermatológica).
E. El hecho de arrancarse el pelo no se explica mejor por los síntomas de
otro trastorno mental (p. ej., intentos de mejorar un defecto o
imperfección percibida en el aspecto, como en el trastorno dismórfico
corporal).
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5. Abordaje terapéutico
Caso 03.-
Desarrollar:
1. Sintomatología:
Letargia
Pensamientos rumiativos
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Ideas obsesivas
Necesidad de control de impulsos
Concentración dispersa
Distorsiones cognitivas, relacionadas a sus capacidades para hacer frente al
problema
Conductas repetitivas
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TRASTORNOS RELACIONADOS CON TRAUMAS Y FACTORES DE ESTRÉS
Caso clínico 1
Desarrollar:
PSICOPATOLOGÍA II
6. Sintomatología
Afirma estar siempre en tensión y con imposibilidad de relajarse,
encontrándose muy fatigado.
Manifiesta respuestas fisiológicas de ansiedad, como palpitaciones,
opresión en el pecho y traspiración, cuando habla o recuerda el
accidente.
Presenta insomnio de conciliación, a veces con pesadillas donde revive el
acontecimiento traumático.
Dificultades de concentración, aprensión e irritabilidad.
Disminución de su apetito sexual. No tiene ni fuerzas ni ganas para
reincorporarse a su trabajo
PSICOPATOLOGÍA II
Caso clínico 2
Agustín, empresario, de 60 años, casado y con tres hijos ya mayores, fue secuestrado
hace más de 10 años por ETA durante cuatro meses. El cautiverio le agudizó la
osteoporosis y le descompensó una diabetes crónica. La desorientación
espaciotemporal, así como el temor a una irrupción brusca de la policía, le crearon
alucinaciones auditivas y un estado de alarma permanente. La prolongación del
cautiverio y la intransigencia fanática de los secuestradores, con amenazas directas y
con el precedente del asesinato de algún empresario los años anteriores, le crearon un
intenso temor ante la muerte. El secuestro acabó finalmente con el pago de un rescate
por parte de la familia, pero el último pago terminó de hacerse cuando Agustín estaba
ya en libertad. Al tratarse de una empresa familiar, su situación financiera quedó
resentida por el pago del rescate. Al cabo de unas semanas de la liberación se recuperó
de los problemas físicos, excepto de la diabetes crónica. Un mes después volvió a
trabajar, pero con un rendimiento muy por debajo del que era habitual en él. Desde
entonces se encuentra asustado, muestra conductas claustrofóbicas (respecto a los
cines, las tiendas, los ascensores, etc.), rehúye el contacto con otras personas y limita
su relación a la vida familiar. Consigue dormir de un tirón, pero con una sensación de
sueño no reparador. Jamás habla del secuestro con nadie, evita pensar en ello y tiene
dificultades para expresar sus emociones. Se siente culpable por el destino que los
terroristas hayan podido dar al dinero del rescate.
Desarrollar:
2. Sintomatología:
- Ansiedad
- Alucinaciones auditivas
- Irritabilidad
- Conductas claustrofóbicas
- Bajo contacto social
- Introversión
- Problemas de sueño
- Sentimiento culposo
PSICOPATOLOGÍA II
3. Posibles causas del trastorno
- Secuestro de hace más de 10 años durante 04 meses.
- Episodios traumáticos por el cautiverio (amenazas violentas, la
intransigencia fanática de los secuestradores, temor por ser asesinado)
- Preocupación por enfermedades físicas.
PSICOPATOLOGÍA II
Estado emocional negativo persistente (p. ej., miedo, terror, enfado, culpa o
vergüenza).
Disminución importante del interés o la participación en actividades
significativas.
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