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1.

El periodo que se inicia en 1912, con la Sanción de la Ley Sáenz Peña, y finaliza en 1930, con el Golpe de
Estado, se caracteriza por la transición de un régimen Oligárquico hacia una primera experiencia de
Democracia Política. Esta ley, es la clave de este periodo, respondía a la necesidad de encontrar una válvula
de escape a la lucha de los trabajadores, por su exclusión del sistema político. Sin embargo, para nuestro
autor, esta experiencia democrática, se interrumpe y trunca, a pesar de las afectivas elecciones universales de
1916 -donde se consagra la UCR-, debido no solo al Golpe de Estado, sino a sus propios límites, como la
exclusión del derecho a voto de las mujeres. Ansaldi, sostiene que en el régimen democrático liberal, la vía
de la expresión de demandas son los Partidos Políticos y el Parlamento, sin embargo, esto es restringido, ya
que no logra borrar la bifacialidad de la lógica de la mediación argentina, es decir, la partidaria y la
corporativa. Según Ansaldi, a pesar del intento de construcción de sistemas de partidos, la lógica corporativa,
seguirá siendo clave en la política argentina, y de hecho se va fortaleciendo, lo que debilita la participación
partidaria y la mediación parlamentaria entre Estado y sociedad, base misma de un régimen democrático.
Esta situación ilustra una “institucionalidad perversa”, ya que “Durante la época de Yrigoyen, la correlación
de fuerzas adversas en el Parlamento, operaba como traba a su política de reformas (...) Aparecía como una
institución débil, frente a un poder Ejecutivo que se concebía como la realización de la Soberanía Popular”
(CLASE 2). También, porque el radicalismo, no logra ajustarse a los requerimientos de una democracia de
partido, sino de movimiento, “(...) se trata de una notable contradicción: la de una agrupación defensora de
la democracia representativa que, al no concebirse como “parcialidad”, niega, de hecho, “la posibilidad de
disensión mínima necesaria para el funcionamiento de una sociedad pluralista”. (ANSALDI, p: 31). Como
así también, por la política obrera Yrigoyenista, ya que esta no tuvo una atención general de los obreros, sino
que defiende intereses sectoriales. A su vez, porque recurrió a las intervenciones federales para terminar con
la oposición, “la principal fuerza propulsora de la democratización política apeló a una práctica
institucional que, de hecho, ocluía la posibilidad de afirmar y profundizar la democracia (...)” (ANSALDI,
p: 39). Asimismo, por la presencia de la violencia física, dando lugar a grupos como la LIGA PATRIÓTICA,
desarrollada bajo la consigna de “orden y mucho orden”, lo que demostró la intolerancia de la burguesía
frente a la democracia política, contribuyendo así a la debilidad del poder del estado, y a una fractura de
clases. Entonces, Ansaldi termina deduciendo que más allá de este primer paso hacia una construcción de la
Democracia argentina, la ampliación del sufragio y el voto secreto y obligatorio eran una condición necesaria
pero no suficiente para la vigencia de la democracia política, es por ello que esta inconclusa experiencia
caduca con el golpe de 1930.

2. Tras 18 años de proscripción, en 1973, Perón retorna hacia Argentina, generando un cúmulo de
emociones y expectativas, pero lo que se pensaba como una fiesta, terminó siendo una masacre, al iniciarse
un tiroteo protagonizada por la izquierda y derecha peronista. Tras esto, Perón implora un pedido de
reconciliación y reconstrucción nacional, términos lejanos al de revolución, pero a su vez lejanos a las
particularidades de Cámpora, ya que su periodo contó con el apoyo de los sectores más radicalizados, no así
de la CGT, ni de grupos verticalistas y ortodoxos. El conflicto entre la izquierda y la derecha se intensifica, y
frente a esto, el líder se apoya exclusivamente en la CGT, el “se acabó la joda” refiere a que la hegemonía de
la juventud revolucionaria y los montoneros, se terminó, y en paralelo, el fin de la presidencia de Cámpora,
lo que llevó al presidente provisional a convocar a elecciones, en las cuales triunfa la formula Perón/Perón,
el General, siempre como el vértice del Peronismo. El Perón que volvió no era el mismo que el del pasado,
“gobernar es persuadir", decía. “El pacto social venía a reconstruir un sistema político en el que los
partidos y no solo las organizaciones, tendrían cabida (...)” (DE RIZ, p: 145). Aquí, tenemos un proyecto
político asociado con el concepto de “Democracia Integral”, es decir, hay un acuerdo con la UCR, pero a su
vez, con la CGT y las Fuerzas Armadas, es válido decir que, Perón hacia afuera tenía la intención de
revalorizar los diálogos con la oposición, pero, hacia adentro, procuro disciplinar al Peronismo, a aquellos
que creían que la llegada al poder del líder revolucionario, conduciría al país a una liberación nacional, lo
que significaba un gran problema para este. En esta tensa relación con los Montoneros, quienes decían
“Vamos a hacer la patria peronista, pero la haremos montonera y socialista” (DE RIZ: p: 136), lo lleva al
General a buscar disidir la violencia, sin embargo, los sectores más combativos, no obedecieron, y con ello,
el líder emprenderá una ofensiva para barrerlos de escena. Quedó claro el límite hacia Perón, “(...) de crear
un Estado de preeminencia social, en el que “la ganancia es legítima, el secreto es que no sea abusiva”,
porque “el fin de la riqueza es el bienestar de todos” (DE RIZ, p: 152, 153). Una debilidad que se ve
claramente reflejada en los festejos del primero de Mayo, cuando una multitud fue con la intención de
reprocharle, “¿Que pasa general, que pasa general, que está lleno de gorilas en el gobierno popular?” (DE
RIZ, p: 152), a lo que Perón responde, “(...) y hoy resulta que algunos imberbes pretenden tener más mérito
que los trabajadores durante veinte años” (DE RIZ, p: 152). Entonces, entendiendo que a pesar del
incomparable apoyo que recibió Perón en las elecciones, “no era suficiente para protegerlo de las presiones
de una oposición, políticamente derrotada, pero alerta desde sus posiciones de poder en el mundo de los
negocios y en las jerarquías militares” (DE RIZ, p: 157).

3. El Golpe de Estado de 1930 dio fin a un periodo histórico y marcó el comienzo de otro, se produjo la
caída del primer líder de masas, restaurando así el Régimen Oligárquico. Sumado a ello, el mundo
capitalista se sacude ante la Gran Depresión, impactando las bases del Modelo Agroexportador,
repercutiendo así en la Argentina, ya que Europa, deja de comprar bienes primarios. Ante esto, el granero
del mundo estalla, comienzan a sentirse dificultades en el sector primario exportador, ante la caída de los
precios, y las autoridades frente a esto tuvieron como única salida la industrialización, hasta el punto en que
el sector industrial se convirtió en el motor de la economía argentina. Por un lado, la presidencia de Uriburu,
impulsó una política económica ortodoxa para equilibrar las cuentas públicas, con el fin de mejorar el clima
de los negocios; redujo salarios y paralizó la obras públicas; implementó un arancel adicional sobre las
importaciones y aumentaron algunos impuestos internos; además la decisión de continuar con los pagos de
los interés de la deuda. Por otro lado, el gobierno de Justo decide cambiar el rumbo de la economía, creando
el Banco Central; como también una junta reguladora para asegurar con fondos del Estado, un precio
mínimo a los productores; y a su vez reforzando los lazos con Gran Bretaña, ya que el país teme por el
futuro de sus exportaciones, firmando así el pacto Roca-Runciman. Entonces, se entiende que durante este
periodo, hubo un cambio en la relación sociedad-estado, debido a un crecimiento del intervencionismo
estatal, este fue ampliando sus ámbitos de actuación y su aparato institucional, y además actuando como
legitimante intermediario en el conflicto social. A su vez, se puede pensar que esta reactivación económica,
creó condiciones favorables para consolidar la lucha de clases, algo que de alguna manera “anticipa” al
Peronismo.

4. Frente a la debilidad del gobierno de Illia, y la imposibilidad de una verdadera democracia, las Fuerzas
Armadas realizan un Golpe de Estado en 1966, un golpe incomparable con los demás, este no se propone
remediar divergencias y convocar elecciones, sino que dice “no tenemos tiempo, sino objetivos”, es decir,
pretendían mover las bases del sistema político, mediante objetivos económicos, sociales y políticos,
logrando así una “cohesión espiritual”, con la ayuda de las fuerzas armadas, por ejemplo, al prohibir las
actividades gremiales o el cierre del Parlamento. Este golpe responde a “(...) recuperar la “dignidad
internacional”, y “modernizar” la Argentina, “asegurar la unión nacional”, “posibilitar el bienestar
general”, y encauzar al país por el camino de su grandeza” (ODONNEL, p: 92). Esta revolución tiene “dos
cabezas”, por un lado, una más corporativista, que piensa a Onganía como un caudillo, con la capacidad de
entablar vínculo con los sindicatos y así pensarlos unificadamente; y por otro lado, una más liberal, estos
son los más avanzados y dinámicos, con la idea de suplantar política por técnica. En sí, ambos tuvieron como
fin “poner en su lugar” a la sociedad, sin embargo, surgen diferencias y tenciones, una de ellas es que, los
corporativista pretendían domesticar al conjunto de la sociedad, mientras que los liberales, lo querían llevar
adelante solo con los sectores populares, para así fomentar la expansión de la gran burguesía; y una segunda,
debido a que los paternalistas, sentían la necesidad de defender el salario, asegurar el bienestar, la
distribución, y exigir justicia, por encima del desarrollo, en cambio, los liberales, tienen una lógica de
acumulación, mediante un aparato fuerte y expansivo, pero que no finaliza en el distribucionismo. La
corriente que resulta triunfadora es la liberal, ya que según Odonnell, no hay Estado Burocrático, sin
liberales. Este experimento autoritario dio resultado los dos primeros años, al lograr reducir los conflictos,
pero comienzan a surgir indicios que marcan al triunfo de la Revolución Argentina, como parcial y pronto a
terminar. 

5-C. En el marco del consenso de Washington, comienza a apreciarse el fin de los Estados de Bienestar,
algo que se puede ver aplicado en la Argentina de los 90, durante la presidencia de Menem, quien tuvo como
eje de campaña un discurso populista, pero con el correr del tiempo toma un rumbo diametralmente opuesto,
al dar señales de pacto de alianzas con grandes corporaciones. Este gobierno, desempeñó un “renovado”
peronismo, con un carácter modernista, en el que sus primeras medidas implicaron una apertura comercial,
un liberalismo económico, y una adaptación a la globalización, y para ello, habilitó una economía de
mercado. El “Basta al intervencionismo estatal” deja en evidencia que el menemismo abandonara las
banderas del Peronismo tradicional, ya que no reconocerá al distribucionismo, proteccionismo y estatismo,
se creía que este último era la causa de la hiperinflación e ineficiencia, dándole así una valorización positiva
al empresariado. Por ello, prevalece un consenso por la necesidad de que el estado se reduzca, no solo para
disminuir el gasto público, sino también porque este era un “mal gerente” de las empresas. Este achicamiento
del estado se llevó adelante mediante tres leyes: en primer lugar, la Ley de Emergencia Económica, que tenía
como fin levantar el capitalismo asistido, es decir, cortar toda ayuda por parte del Estado a pequeñas
industrias y economías regionales; en segundo lugar, la Ley de Reforma de Estado, que tenía como principal
objetivo la privatización, primero de servicios y luego de la industria; y por último, la Ley de
Convertibilidad, la cual implicó para el estado una pérdida de soberanía, al estar la moneda nacional atada al
dólar. Vemos, cómo estas leyes, que se inscribieron en un conjunto de medidas Neoliberales, tuvieron como
consecuencia -entre tantas otras-, el daño directo al hombre de la calle, es decir, son medidas que fundaron a
un nuevo sujeto trabajador, el cual está desprotegido e individualizado, y que se haya limitado, por ejemplo,
por la prohibición de las huelgas. Los accionares de esta presidencia, como la venta de las más importantes
empresas estatales, o su proyecto de convertibilidad, serán otros de los males de nuestra nación, lo cuales son
necesarios para explicar la crisis del 2001. Precisamente, entiendo que la calificación de “Peronismo contra
el Estado”, de Sidicaro, refiere a que el menemismo en su afán de adaptarse a la época, desmantela el modelo
de estado, que su mismo partido había construido en los años 40. Además, en relación, y apoyándome en una
entrevista a Sidicaro, este dice que, “hoy el peronismo es solo una federación de dirigentes, con recuerdos en
común y que ha perdido la idea de un proyecto nacional y popular, el cual lo disolvió Carlos Menem”.

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