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A fines de 1992, en el Perú y desde prisión, surgió una voz de orden que em-
plazaba a sus desconcertados seguidores para exigir al Gobierno una serie de
compromisos; fue el solitario lamento del renegado Abimael Guzmán que, a
poco de capitular ante la reacción tras su melodramático subterfugio: "la gue-
rra popular ha sido derrotada", porque a él lo metieron preso —dice—, marcó
el inicio de su andadura en la preparación, ideológica y política, del trayecto
sombrío que recorrió, hasta el día de su muerte, propalando traición. Enmasca-
rado tras la petición de una farisea "democratización de la sociedad peruana",
ofertó, cobardemente, la "reconciliación nacional sin vencidos ni vencedores".
Así, el parto de los montes empezó a gotear hasta formar una acequia y luego
un reguero que devino torrente —que sus acólitos autodefinen como rojo y
marxista—; un torrente sí, pero un torrente ominoso y revisionista que conver-
ge y se amolda impenitente en la cloaca del viejo orden, de la reacción.
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Hoy, los incondicionales del renegado Guzmán, con cara de inocentes, se pre-
guntan: "¿Por qué va a ser malo demandar una nueva Constitución?"
No, les decimos a ellos y a todos sus símiles, no es malo. ¡Es malísimo!
¿Por qué? Porque lo que ustedes propalan no tiene nada que ver con los princi-
pios del marxismo; son súplicas del cretinismo parlamentario, de peregrinos
del oportunismo electorero, de encallecidos revisionistas.
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—dentro de estos últimos, los guzmanistas, un menjunje de capituladores,
renegados y traidores— sigue cebándose en la sangre de las masas populares a
las que impunemente arrastran tras una felona amnistía general concretada en
la excarcelación del genocida-vendepatria Fujimori; tras una supuesta reconci-
liación nacional que se plasma en mayor opresión, explotación, represión y
criminalización de las luchas populares; tras participar del Poder que se plas-
ma en la creciente persistencia de atar al pueblo y a la clase obrera a la cola de
las clases dominantes, al conchabe masivo, a la corrupción galopante y al ser-
vilismo al mejor postor; tras una supuesta democratización de la sociedad
peruana que se materializa en el afianzamiento de la expansión y dominio
imperialista (principalmente del estadounidense, pero también del chino, del
ruso y de otros de la misma calaña); en la irrefrenable entronización de la gran
burguesía burocrática-compradora y de los grandes terratenientes en el Poder
—hoy representados por el Gobierno de Dina Boluarte y antes por el del fanto-
che Pedro Castillo—; en el mayor control directo del Estado, en el entronizado
de sistemas burocráticos de administración y en el enraizamiento y desarrollo
del capitalismo burocrático en el país, tanto en el campo como en la ciudad;
tras una Asamblea Constituyente, una nueva Constitución y otras ilusiones
reformistas que niegan, por completo, las fundamentales tesis del marxismo.
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Pues bien, para comprender, encarnar y aplicar mejor la ideología del proleta-
riado, analicemos lo que el marxismo nos enseña acerca de la Constitución
política dentro del derecho burgués.
Hegel habla aquí, por tanto, de la intrínseca dependencia del Derecho privado,
etc. frente al Estado, o sea de que se halla esencialmente determinado por éste.
Pero a la vez subsume esta dependencia bajo la relación de "necesidad externa"
y le opone como su reverso la otra relación, en que el Estado es el fin inmanen-
te de la familia y la sociedad burguesa. Lo único que puede significar "necesi-
dad externa" es que las "leyes" e "intereses" de la familia y la sociedad son
quienes tienen que ceder en caso de conflicto con las "leyes" e "intereses" del
Estado; su importancia es secundaria, su existencia depende de la del Estado;
dicho de otro modo: ¡la voluntad y las leyes del Estado son una necesidad para
la "voluntad" y las "leyes" privadas!
[...]
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vida social) de esas ilusiones, concluye a la inversa declarándolas factores
subalternos de esa vida ética. Ahora bien, ¿qué es el Derecho privado más que
el Derecho y la M oral más que la moral de estos sujetos políticos? O, mejor di-
cho, la persona del Derecho privado y el sujeto de la moral son la persona y el
sujeto del Estado. M ucho se le ha atacado a Hegel por su forma de desarrollar la
M oral. Lo único que ha hecho es desarrollar la moral del Estado moderno y del
moderno Derecho privado. "Sus críticos" querían emancipar más la M oral, se-
pararla aún más del Estado. ¿Qué se ha demostrado con ello? Que es moral la
separación entre el Estado actual y la M oral, que la M oral es apolítica y el Esta-
do inmoral. Por el contrario, es un gran mérito de Hegel —aunque inconsciente,
en el sentido de que Hegel hace pasar por la Idea real de la Ética al Estado, cu-
yo presupuesto es esa M oral "separada"— el haber asignado su verdadero pues-
to a la moral moderna.
[...]
Es un hecho conocido que en la Edad M edia todas las figuras del Derecho, de la
libertad, de la existencia social se presentaban como un privilegio, una excep-
ción de la regla. No se ha podido menos de ver el hecho empírico de que todos
estos privilegios tienen la forma de propiedad privada. ¿Cuál es la razón gene-
ral de este acuerdo? La propiedad privada es la forma en que existe el privile-
gio a nivel de especie, el Derecho como derecho a la excepción.
[La cursiva es del original.]
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La superación de la religión como la dicha "ilusoria" del pueblo es la exigencia
de su dicha real. Exigir sobreponerse a las ilusiones acerca de un estado de co-
sas vale tanto como exigir que se abandone un estado de cosas que necesita de
ilusiones. La crítica de la religión es, por tanto, en germen, la crítica del valle
de lágrimas que la religión rodea de un halo de santidad.
La crítica no arranca de las cadenas las flores imaginarias para que el hombre
soporte las sombrías y escuetas cadenas, sino para que se las sacuda y puedan
brotar las flores vivas. La crítica de la religión desengaña al hombre para que
piense, para que actúe y organice su realidad como un hombre desengañado y
que ha entrado en razón, para que gire en torno a sí mismo y a su sol real. La re-
ligión es solamente el sol ilusorio que gira en tomo al hombre mientras éste no
gira en torno a sí mismo.
La misión de la historia consiste, pues, una vez que ha desaparecido el más allá
de la verdad, en averiguar la verdad del más acá. Y, en primer término, la mi-
sión de la filosofía, que se halla al servicio de la historia, consiste, una vez que
se ha desenmascarado la forma de Santidad de la autoenajenación humana, en
desenmascarar la autoenajenación en sus formas no santas. La crítica del cielo
se convierte con ello en la crítica de la tierra, la crítica de la religión en la críti-
ca del derecho, la crítica de la teología en la crítica de la política.
[...]
[...]
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Ninguna clase de la sociedad burguesa puede desempeñar este papel sin provo-
car un momento de entusiasmo en sí y en la masa, momento durante el cual
confraterniza y se funde con la sociedad en general, se confunde con ella y es
sentida y reconocida como su representante general y en el que sus pretensio-
nes y sus derechos son, en verdad, los derechos y las pretensiones de la socie-
dad misma, en el que esa clase es realmente la cabeza social y el corazón social.
Sólo en nombre de los derechos generales de la sociedad puede una clase espe-
cial reivindicar para sí la dominación general. Y, para escalar esta posición
emancipadora y poder, por tanto, explotar políticamente a todas las esferas de la
sociedad en interés de la propia esfera, no bastan por sí solos la energía revolu-
cionaria y el amor propio espiritual. Para que coincidan la revolución de un
pueblo y la emancipación de una clase especial de la sociedad burguesa, para
que una clase valga por toda la sociedad, es necesario, por el contrario, que to-
dos los defectos de la sociedad se condensen en una clase, que una determinada
clase resuma en sí la repulsa general, sea la incorporación del obstáculo general;
es necesario, para ello, que una determinada esfera social sea considerada como
el crimen notorio de toda la sociedad, de tal modo que la liberación de esta es-
fera aparezca como la autoliberación general. Para que un estado sea par exce-
llence el estado de liberación, es necesario que otro estado sea el estado de suje-
ción por antonomasia. La significación negativa general de la nobleza y la cle-
recía francesa condicionó la significación positiva general de la clase primera-
mente delimitadora y contrapuesta de la burguesía.
[La cursiva es del original.]
[...]
Nos encontramos, pues, con el hecho de que determinados individuos, que, co-
mo productores, actúan de un determinado modo, contraen entre sí estas rela-
ciones políticas y sociales determinadas. La observación empírica tiene necesa-
riamente que poner de relieve en cada caso concreto, empíricamente y sin nin-
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guna clase de falsificación, la trabazón existente entre la organización social y
política y la producción. La organización social y el Estado brotan constante-
mente del proceso de vida de determinados individuos; pero de estos indivi-
duos, no como puedan presentarse ante la imaginación propia o ajena, sino tal y
como realmente son; es decir, tal y como actúan y como producen materialmen-
te y, por tanto, tal y como desarrollan sus actividades bajo determinados límites,
premisas y condiciones materiales, independientes de su voluntad.
Y este modo de considerar las cosas no es algo incondicional. Parte de las con-
diciones reales y no las pierde de vista ni por un momento. Sus condiciones son
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los hombres, pero no vistos y plasmados a través de la fantasía, sino en su pro-
ceso de desarrollo real y empíricamente registrable, bajo la acción de determi-
nadas condiciones. Tan pronto como se expone este proceso activo de vida, la
historia deja de ser una colección de hechos muertos, como lo es para los empi-
ristas, todavía abstractos, o una acción imaginaria de sujetos imaginarios, como
para los idealistas.
[...]
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valores del Estado en la Bolsa, depende enteramente del crédito comercial que
le concedan los propietarios privados, los burgueses. La burguesía, por ser ya
una clase, y no un simple estamento, está obligada a organizarse en un plano
nacional y no ya solamente en un plano local y a dar a su interés medio una
forma general. M ediante la emancipación de la propiedad privada con respecto
a la comunidad, el Estado cobra una existencia especial junto a la sociedad civil
y al margen de ella; pero no es tampoco más que la forma de organización a que
necesariamente se someten los burgueses, tanto en lo interior como en lo exte-
rior, para la mutua garantía de su propiedad y de sus intereses. La independen-
cia del Estado sólo se da, hoy día, en aquellos países en que los estamentos aún
no se han desarrollado totalmente hasta convertirse en clases, donde aún
desempeñan cierto papel los estamentos, eliminados ya en los países más avan-
zados, donde existe cierta mezcla y donde, por tanto, ninguna parte de la pobla-
ción puede llegar a dominar sobre las demás. Es esto, en efecto, lo que ocurre
en Alemania. El ejemplo más acabado del Estado moderno lo tenemos en Nor-
teamérica. Los modernos escritores franceses, ingleses y norteamericanos se
manifiestan todos en el sentido de que el Estado sólo existe en función de la
propiedad privada, lo que, a fuerza de repetirse, se ha incorporado ya a la con-
ciencia habitual.
Como el Estado es la forma bajo la que los individuos de una clase dominante
hacen valer sus intereses comunes y en la que se condensa toda la sociedad civil
de una época, se sigue de aquí que todas las instituciones comunes tienen como
mediador al Estado y adquieren a través de él una forma política. De ahí la ilu-
sión de que la ley se fundamente en la voluntad y, además, en la voluntad des-
gajada de su base real, en la voluntad libre. Y, del mismo modo, se reduce el
derecho, a su vez, a la ley.
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El derecho privado proclama las relaciones de propiedad existentes como el re-
sultado de la voluntad general. El mismo jus utendi et abutendi [derecho de usar
y de abusar, o sea de consumir o destruir la cosa] expresa, de una parte, el he-
cho de que la propiedad privada ya no guarda la menor relación con la comuni-
dad y, de otra parte, la ilusión de que la misma propiedad privada descansa so-
bre la mera voluntad privada, como el derecho a disponer arbitrariamente de la
cosa. En la práctica, el abuti [el abusar, consumir o destruir la cosa] tropieza
con limitaciones económicas muy determinadas y concretas para el propietario
privado, si no quiere que su propiedad, y con ella su jus abutendi, pasen a otras
manos, puesto que la cosa no es tal cosa simplemente en relación con su volun-
tad, sino que solamente se convierte en verdadera propiedad en el comercio e
independientemente del derecho a una cosa (solamente allí se convierte en una
relación, en lo que los filósofos llaman una idea) [relación, para los filósofos =
idea. Ellos sólo conocen la relación "del hombre" consigo mismo, razón por la
cual todas las relaciones reales se truecan, para ellos, en ideas. (Glosa marginal
de M arx)]. Esta ilusión jurídica, que reduce el derecho a la mera voluntad, con-
duce, necesariamente, en el desarrollo ulterior de las relaciones de propiedad, al
resultado de que una persona puede ostentar un título jurídico a una cosa sin
llegar a tener realmente a ésta. Así, por ejemplo, si la competencia suprime la
renta de una finca, el propietario conservará, sin duda alguna el título jurídico
de propiedad, y con él, el correspondiente jus utendi et abutendi. Pero, nada po-
drá hacer con él ni poseerá nada en cuanto propietario de la tierra, a menos que
disponga del capital suficiente para poder cultivar su finca. Y por la misma ilu-
sión de los juristas, se explica el que para ellos y para todos los códigos en ge-
neral sea algo fortuito el que los individuos entablen relaciones entre sí, cele-
brando, por ejemplo, contratos, considerando estas relaciones como nexos que
se [pueden] o no contraer, según se quiera, y cuyo contenido descansa íntegra-
mente sobre el capricho individual de los contratantes. Tan pronto como el
desarrollo de la industria y del comercio hace surgir nuevas formas de inter-
cambio, por ejemplo, las compañías de seguros, etc., el derecho se ve obligado,
en cada caso, a dar entrada a estas formas entre los modos de adquirir la propie-
dad.
Nada más usual que la idea de que en la historia, hasta ahora, todo ha consistido
en la acción de tomar. Los bárbaros tomaron el Imperio Romano, y con esta
toma se explica el paso del mundo antiguo al feudalismo. Pero, en la toma por
los bárbaros, se trata de saber si la nación tomada por ellos había llegado a
desarrollar fuerzas productivas industriales como ocurre en los pueblos moder-
nos, o si sus fuerzas productivas descansaban, en lo fundamental, simplemente
sobre su unión y sobre la comunidad. El acto de tomar está, además, condicio-
nado por el objeto que se toma. La fortuna de un banquero, consistente en pape-
les, no puede en modo alguno ser tomada sin que quien la toma se someta a las
condiciones de producción y de intercambio del país tomado. Y lo mismo ocu-
rre con todo el capital industrial de un país industrial moderno. Finalmente, la
acción de tomar se termina siempre muy pronto, y cuando ya no hay nada que
tomar necesariamente hay que empezar a producir. Y de esta necesidad de pro-
ducir, muy pronto declarada, se sigue el que la forma de la comunidad adoptada
por los conquistadores instalados en el país tiene necesariamente que corres-
ponder a la fase de desarrollo de las fuerzas productivas con que allí se encuen-
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tran o, cuando no es ése el caso, modificarse a tono con las fuerzas productivas.
Y esto explica también el hecho que se creyó observar por todas partes en la
época posterior a la transmigración de los pueblos, a saber: que los vasallos se
convirtieron en señores y los conquistadores adoptaron muy pronto la lengua, la
cultura y las costumbres de los conquistados. El feudalismo no salió ni mucho
menos, ya listo y organizado, de Alemania, sino que tuvo su origen, por parte
de los conquistadores, en la organización guerrera que los ejércitos fueron ad-
quiriendo durante la propia conquista y se desarrolló hasta convertirse en el
verdadero feudalismo después de ella, gracias a la acción de las fuerzas produc-
tivas encontradas en los países conquistados. Hasta qué punto se hallaba condi-
cionada esta forma por las fuerzas productivas lo revelan los intentos frustrados
que se hicieron para imponer otras formas nacidas de viejas reminiscencias ro-
manas (Carlomagno, etcétera).
[...]
M i primer trabajo, emprendido para resolver las dudas que me asaltaban, fue
una revisión crítica de la filosofía hegeliana del derecho, trabajo cuya introduc-
ción vio la luz en 1844 en los Deutsch-Französische Jahrbücher [Anales ale-
mano-franceses], que se publicaban en París. M i investigación desembocaba en
el resultado de que, tanto las relaciones jurídicas como las formas de Estado no
pueden comprenderse por sí mismas ni por la llamada evolución general del es-
píritu humano, sino que radican, por el contrario, en las condiciones materiales
de vida cuyo conjunto resume Hegel, siguiendo el precedente de los ingleses y
franceses del Siglo XVIII, bajo el nombre de "sociedad civil", y que la anatomía
de la sociedad civil hay que buscarla en la Economía Política. En Bruselas, a
donde me trasladé en virtud de una orden de destierro dictada por el señor Gui-
zot, hube de proseguir mis estudios de Economía Política, comenzados en París.
El resultado general a que llegué y que, una vez obtenido, sirvió de hilo conduc-
tor a mis estudios, puede resumirse así: en la producción social de su vida, los
hombres contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su
voluntad, relaciones de producción, que corresponden a una determinada fase
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de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas rela-
ciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real
sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corres-
ponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la
vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en ge-
neral. No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el con-
trario, el ser social es lo que determina su conciencia. Al llegar a una determi-
nada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran
en contradicción con las relaciones de producción existentes, o, lo que no es
más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de
las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas
productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre así una
época de revolución social. Al cambiar la base económica, se revoluciona, más
o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella. Cuan-
do se estudian esas revoluciones, hay que distinguir siempre entre los cambios
materiales ocurridos en las condiciones económicas de producción y que pue-
den apreciarse con la exactitud propia de las ciencias naturales, y las formas ju-
rídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en una palabra, las formas
ideológicas en que los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan
por resolverlo. Y del mismo modo que no podemos juzgar a un individuo por lo
que él piensa de sí, no podemos juzgar tampoco a estas épocas de revolución
por su conciencia, sino que, por el contrario, hay que explicarse esta conciencia
por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las
fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción. Ninguna formación
social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que
caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más altas relaciones de produc-
ción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado
en el seno de la propia sociedad antigua. Por eso, la humanidad se propone
siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar, pues, bien miradas las
cosas, vemos siempre que estos objetivos sólo brotan cuando ya se dan o, por lo
menos, se están gestando, las condiciones materiales para su realización. A
grandes rasgos, podemos designar como otras tantas épocas de progreso, en la
formación económica de la sociedad, el modo de producción asiático, el anti-
guo, el feudal y el moderno burgués. Las relaciones burguesas de producción
son la última forma antagónica del proceso social de producción; antagónica, no
en el sentido de un antagonismo individual, sino de un antagonismo que pro-
viene de las condiciones sociales de vida de los individuos. Pero las fuerzas
productivas que se desarrollan en el seno de la sociedad burguesa brindan, al
mismo tiempo, las condiciones materiales para la solución de este antagonismo.
Con esta formación social se cierra, por tanto, la prehistoria de la sociedad hu-
mana.
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¿Hay alguna parte en que nuestra teoría de que la organización del trabajo está
determinada por los medios de producción se confirme más brillantemente que
en la industria de la carnicería humana?
[La cursiva es nuestra.]
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poniendo al descubierto las raíces de todas las ideas sin excepción y de las di-
versas tendencias que se manifiestan en el estado de las fuerzas productivas ma-
teriales.
[La cursiva es del original.]
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nacionales sustituyéndolas por los antagonismos de clase que pasó a ser lo
principal.
Así, la sociedad antigua, basada en las uniones gentilicias, salta por los aires a
consecuencia del choque de las clases sociales recién formadas; su lugar lo
ocupa una sociedad organizada en Estado y cuyas unidades inferiores no son
ya gentilicias, sino unidades territoriales; se trata de una sociedad en la que el
régimen familiar está completamente sometido a las relaciones de propiedad y
en la que se desarrollan libremente las contradicciones de clase y la lucha de
clases. El Estado surge para asegurar las nuevas riquezas de los individuos
junto a la propiedad privada consagrando ésta como el fin más elevado de la
humanidad y todo ello junto con el reconocimiento de las nuevas pendencieras
formas de apropiación del excedente de producción, de adquirir propiedad y la
acumulación cada vez más acelerada de riquezas; es decir, el Estado surge
como la institución que faltaba para garantizar a perpetuidad la naciente divi-
sión de la sociedad en clases y el derecho de la clase poseedora a explotar y
dominar a la clase no poseedora; para ello se transformaron los órganos de la
Constitución gentil y el derecho popular en órganos de administración con una
fuerza armada, mal llamada pública, que es usada contra el pueblo, usurpando
así el sentido de pueblo en armas que había creado su autodefensa en las gens,
en las tribus, en los pueblos y naciones. Así es como se inventaron el Estado y
sus leyes.
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historia de la humanidad se estructura una República democrática independien-
te sobre la base de la igualdad ante la ley; de los derechos políticos para todos
los ciudadanos; de los derechos del hombre concernientes a la libertad para
todos los ciudadanos; y de la soberanía popular como fuente de todo poder.
Pero, como bien sabemos, estas leyes se convirtieron en papel que sirven de
ataúd para letra violada y asesinada.
Las citas que recorren profusamente este escrito pueden servir a nuestros lecto-
res para que reflexionen en los principios del marxismo sobre el tema y consi-
deren que toda Constitución sirve a la estructuración (o reestruturación) del
Estado según los intereses de la clase, o de las clases, que controla el Estado y
su Gobierno.
Además, como bien enseñó Lenin, "hay que tener en cuenta que el Estado es
una máquina destinada a la opresión de unos por otros. Y esta máquina la
pondremos en manos de aquella clase que debe derrocar el Poder del capital.
Rechazaremos todos los viejos prejuicios de que el Estado es la igualdad para
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todos, pues esto es un engaño: mientras exista la explotación, no puede haber
igualdad."
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niestra advertencia, que la rebelión de los esclavistas sonaría como rebato para
la cruzada general de la propiedad contra el trabajo y que los destinos de los
trabajadores, sus esperanzas en el porvenir e incluso sus conquistas pasadas se
ponían en tela de juicio en esa grandiosa guerra del otro lado del Atlántico. Por
eso la clase obrera soportó por doquier pacientemente las privaciones a que le
había condenado la crisis del algodón, se opuso con entusiasmo a la interven-
ción en favor del esclavismo que reclamaban enérgicamente los potentados, y
en la mayoría de los países de Europa derramó su parte de sangre por la causa
justa.
[...]
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Por tanto, el Estado no ha existido eternamente. Ha habido sociedades que se
las arreglaron sin él, que no tuvieron la menor noción del Estado ni de su poder.
Al llegar a cierta fase del desarrollo económico, que estaba ligada necesaria-
mente a la división de la sociedad en clases, esta división hizo del Estado una
necesidad. Ahora nos aproximamos con rapidez a una fase de desarrollo de la
producción en que la existencia de estas clases no sólo deja de ser una necesi-
dad, sino que se convierte positivamente en un obstáculo para la producción.
Las clases desaparecerán de un modo tan inevitable como surgieron en su día.
Con la desaparición de las clases desaparecerá inevitable-mente el Estado. La
sociedad, reorganizando de un modo nuevo la producción sobre la base de una
asociación libre de productores iguales, enviará toda la máquina del Estado al
lugar que entonces le ha de corresponder: al museo de antigüedades, junto a la
rueca y al hacha de bronce.
El carácter inevitable del revisionismo está determinado por sus raíces de clase
en la sociedad actual. El revisionismo es un fenómeno internacional. Para nin-
gún socialista que reflexione y tenga un mínimo de conocimientos puede existir
ni la más pequeña duda de que la relación entre ortodoxos y bernsteinianos en
Alemania, entre guesdistas y jauresistas (ahora, en particular, broussistas) en
Francia, entre la Federación Socialdemócrata y el Partido Laborista Indepen-
diente en Inglaterra, entre Brouckere y Vandervelde en Bélgica, entre integralis-
tas y reformistas en Italia, entre bolcheviques y mencheviques en Rusia es, en
todas partes, en lo sustancial, una y la misma pese a la inmensa diversidad de
las condiciones nacionales y de los factores históricos en la actual situación de
todos esos países. En realidad, la "división" en el movimiento socialista interna-
cional de nuestra época se produce ya, ahora, en los diversos países del mundo,
esencialmente en una misma línea, lo cual muestra el formidable paso adelante
que se ha dado en comparación con lo que ocurría hace 30 ó 40 años, cuando en
los diversos países luchaban tendencias heterogéneas dentro del movimiento
socialista internacional único. Y ese "revisionismo de izquierda" que se perfila
hoy en los países latinos como "sindicalismo revolucionario" se adapta también
al marxismo "enmendándolo": Labriola en Italia, Lagardelle en Francia, apelan
muy a menudo del M arx mal comprendido al M arx bien comprendido.
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pietarios. El capitalismo ha nacido y sigue naciendo, constantemente, de la pe-
queña producción. Una serie de nuevas "capas medias" son inevitablemente
formadas, una y otra vez por el capitalismo (apéndices de las fábricas, trabajo a
domicilio, pequeños talleres diseminados por todo el país para hacer frente a las
exigencias de la gran industria, por ejemplo de la industria de bicicletas y auto-
móviles, etc.). Esos nuevos pequeños productores son nuevamente arrojados, de
modo no menos infalible, a las filas del proletariado. Es muy natural que la
concepción del mundo pequeñoburguesa irrumpa una y otra vez en las filas de
los grandes partidos obreros. Es muy natural que así suceda, y así sucederá
siempre hasta llegar a la revolución proletaria, pues sería un profundo error
pensar que es necesario que la mayoría de la población se proletarice "por com-
pleto" para que esa revolución sea posible. La experiencia que hoy vivimos, a
menudo sólo en el campo ideológico, es decir las discusiones sobre las enmien-
das teóricas a M arx; lo que hoy surge en la práctica sólo en problemas aislados
y parciales del movimiento obrero tales como las diferencias tácticas con los
revisionistas y la división que se produce en base a ellas, todo ello lo experi-
mentará en escala incomparablemente mayor la clase obrera cuando la revolu-
ción proletaria agudice todos los problemas en litigio, concentre todas las dife-
rencias en los puntos que tienen la importancia más inmediata para determinar
la conducta de las masas, y en el fragor del combate haga necesario separar los
enemigos de los amigos, echar a los malos aliados para asestar golpes decisivos
al enemigo.
La lucha ideológica, librada a fines del Siglo XIX por el marxismo revoluciona-
rio contra el revisionismo no es más que el preludio de los grandes combates
revolucionarios del proletariado que, pese a todas las vacilaciones y debilidades
de los filisteos, avanza hacia el triunfo completo de su causa.
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Por dura que sea, en algunos casos, la lucha contra los oportunistas, que domi-
nan en muchas organizaciones, y sean cuales fueren en los distintos países las
peculiaridades que adopte el proceso de depuración de los partidos obreros para
desembarazarse de los oportunistas, este proceso es inevitable y fecundo.
[...]
[...]
[...]
22
Lenin, en El Imperialismo, fase superior del Capitalismo (1917), escribió:
23
Por parte de los economistas burgueses, esa ingenuidad no tiene nada de sor-
prendente; además, para ellos es ventajoso aparecer tan ingenuos y hablar "se-
riamente" de la paz bajo el imperialismo. Pero ¿qué es lo que le queda del mar-
xismo a Kautsky, cuando en 1914, 1915 y 1916 adopta ese mismo punto de vis-
ta burgués-reformista y afirma que "todo el mundo está de acuerdo" (imperialis-
tas, pseudosocialistas y social-pacifistas) en lo que se refiere a la paz? En vez de
analizar y de poner al descubierto en toda su profundidad las contradicciones
del imperialismo, vemos únicamente la "aspiración inocente" reformista de evi-
tarlas, de deshacerse de ellas.
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Comenzamos examinando la doctrina de M arx y Engels sobre el Estado, dete-
niéndonos de manera especialmente minuciosa en los aspectos de esta doctrina
olvidados o tergiversados de un modo oportunista. Luego, analizaremos espe-
cialmente la posición del principal representante de estas tergiversaciones, Car-
los Kautsky, el líder más conocido de la II Internacional (1889-1914), que tan
lamentable bancarrota ha sufrido durante la guerra actual. Finalmente, haremos
el balance fundamental de la experiencia de la revolución rusa de 1905 y, sobre
todo, de la de 1917. Esta última cierra, evidentemente, en los momentos actua-
les (comienzos de agosto de 1917), la primera fase de su desarrollo; pero toda
esta revolución, en términos generales, sólo puede comprenderse como uno de
los eslabones de la cadena de las revoluciones proletarias socialistas suscitadas
por la guerra imperialista. La cuestión de la actitud de la revolución socialista
del proletariado ante el Estado adquiere, así, no sólo una importancia política
práctica, sino la importancia más candente como cuestión de explicar a las ma-
sas qué deberán hacer para liberarse, en un porvenir inmediato, del yugo del ca-
pital.
__________
[*]Fabianos: Miembros de la Sociedad Fabiana, reformista y ultraoportunista, fundada en
Inglaterra por un grupo de intelectuales burgueses en 1884. Lenin dijo que la Sociedad
Fabiana constituía "la expresión más acabada del oportunismo y de la política liberal
obrera". Los fabianos distraían al proletariado de la lucha de clases y predicaban la posi-
bilidad de la transición pacífica y gradual del capitalismo al socialismo por medio de re-
formas. Durante la I Guerra Mundial (1914-1918), los fabianos tomaron las posiciones
del socialchovinismo.
[...]
25
La déclaration des droites de l'homme etc., 1795, incluye entre los derechos
humanos, art. 7: "Le libre exercice des cultes." ("El libre ejercicio de los cul-
tos.") M ás aún, en lo que atañe al derecho de hacer públicos sus pensamientos y
opiniones, se dice, incluso: "La nécessité d'énóncer ces droits suppose ou la
présence ou le souvenir récent du despotisme." ["La necesidad de enunciar es-
tos derechos presupone o la presencia o el recuerdo reciente del despotismo."]
Consúltese, en relación con esto, la Constitución de 1795, título XIV, art. 354.
Los droits de l'homme, los derechos humanos, se distinguen como tales de los
droits du citoyen, de los derechos cívicos. ¿Cuál es el homme a quien aquí se
distingue del citoyen? Sencillamente, el miembro de la sociedad burguesa. ¿Y
por qué se llama al miembro de la sociedad burguesa "hombre", el hombre por
antonomasia, y se da a sus derechos el nombre de derechos humanos? ¿Cómo
explicar este hecho? Por las relaciones entre el Estado político y la sociedad
burguesa, por la esencia de la emancipación política.
Registremos, ante todo, el hecho de que los llamados derechos humanos, los
droits de l'homme, a diferencia de los droits du citoyen, no son otra cosa que los
derechos del miembro de la sociedad burguesa, es decir, del hombre egoísta,
del hombre separado del hombre y de la comunidad. La más radical de las
Constituciones, La Constitución de 1793, puede proclamar:
26
Art. 2. Ces droits, etc. (Les droits naturels et imprescriptibles), sont: l´égalité, la
liberté, la sûreté, la propriété. ["Estos derechos, etc. (los derechos naturales e
imprescriptibles) son: la igualdad, la libertad, la seguridad y la propiedad."]
Art. 6. "La liberté est le pouvoir qui appartient á l'homme de faire tout ce qui ne
nuit pas aux droits d'autrui", ["La libertad es el poder del propio hombre de ha-
cer todo lo que no lesione los derechos de otro,] o, según la Declaración de los
Derechos del Hombre de 1791: "La liberté consiste á pouvoir faire tout ce qui
ne nuit pas á autrui." ["La libertad consiste en poder hacer todo lo que no perju-
dique a otro."]
La libertad es, por tanto, el derecho de hacer y emprender todo lo que no dañe a
otro. El límite dentro del cual puede moverse todo hombre inocuamente para el
otro lo determina la ley, como la empalizada marca el límite o la divisoria entre
dos tierras. Se trata de la libertad del hombre como una mónada aislada, reple-
gada sobre sí misma. ¿Por qué, entonces, es el judío, según Bauer, incapaz de
obtener los derechos humanos? "M ientras siga siendo judío, la esencia limitada
que hace de él un judío tiene necesariamente que triunfar sobre la esencia hu-
mana que, en cuanto hombre, debe unirle a los demás hombres y disociarlo de
los que no son judíos." Pero el derecho humano de la libertad no se basa en la
unión del hombre con el hombre, sino, por el contrario, en la separación del
hombre con respecto al hombre. Es el derecho a esta disociación, el derecho del
individuo delimitado, limitado a sí mismo.
Art. 16 (Contitution de 1793): "Le droit de propriété est celui qui appartient á
tout citoyen de jouir et de disposer á son gré de ses biens, de ses revenus, du
fruit de son travail et de son industrie." ["El derecho de propiedad es el derecho
de todo ciudadano a gozar y disponer a su antojo de sus bienes, de sus rentas, de
los frutos de su trabajo y de su industria."]
Quedan todavía por examinar los otros derechos humanos, la égalité y la sûreté.
27
La égalité, considerada aquí en su sentido no político, no es otra cosa que la
igualdad de la liberté más arriba descrita, a saber: que todo hombre se considere
por igual como una mónada atenida a sí misma. La Constitución de 1795 define
del siguiente modo el concepto de esta igualdad, conforme a su significación:
Ninguno de los llamados derechos humanos va, por tanto, más allá del hombre
egoísta, del hombre como miembro de la sociedad burguesa, es decir, del indi-
viduo replegado en sí mismo, en su interés privado y en su arbitrariedad priva-
da, y disociado de la comunidad. M uy lejos de concebir al hombre como ser
genérico, estos derechos hacen aparecer, por el contrario, la vida genérica mis-
ma, la sociedad, como un marco externo a los individuos, como una limitación
de su independencia originaria. El único nexo que los mantiene en cohesión es
la necesidad natural, la necesidad y el interés privado, la conservación de su
propiedad y de su persona egoísta.
[La cursiva es del original.]
28
últimos años de la dinastía Ching, valga decir, desde los 19 preceptos procla-
mados en los días finales de la dinastía Ching, pasando por la Constitución Pro-
visional de la República de China proclamada en 1912, las Constituciones o
proyectos de Constitución de Gobiernos de caudillos militares del Norte y el
Convenio de la República de China para el Período de Tutela Política del reac-
cionario Gobierno chiangkaishekista, hasta la espuria Constitución de Chiang
Kai-shek. De todos ellos sólo 1 es positivo, y los demás son negativos. En efec-
to, la Constitución Provisional de la República de China de 1912 fue un docu-
mento relativamente bueno para su tiempo. Claro que es un documento incom-
pleto, deficiente y burgués por su naturaleza, pero tiene algo de revolucionario
y democrático. Esta Constitución es muy sencilla, dicen que se elaboró con mu-
cho apremio, mediando sólo un mes entre su redacción y su aprobación. En
cuanto a las demás Constituciones o proyectos de Constitución, fueron todos
reaccionarios. El proyecto de Constitución que tenemos ahora es, principalmen-
te, un resumen de las experiencias de la revolución y la construcción de nuestro
país y, a la vez, una obra que conjuga experiencias nacionales y extranjeras.
Nuestra Constitución es de tipo socialista. Para su elaboración, nos basamos
principalmente en nuestras propias experiencias y también tomamos en con-
sideración lo que hay de positivo en las Constituciones de la Unión Soviética y
las Democracias Populares. En materia de Constituciones, la burguesía es la
precursora. La burguesía, trátese de la inglesa, la francesa o la estadounidense,
tuvo su período revolucionario, y fue precisamente entonces cuando empezó a
crear Constituciones. No debemos borrar de un plumazo la democracia burgue-
sa, negando el papel que han jugado en la historia las Constituciones burguesas.
Sin embargo, las Constituciones burguesas son hoy todas negativas, malas; las
Constituciones de los países imperialistas, en particular, están destinadas a en-
gañar y oprimir a las grandes mayorías. Nuestra Constitución es de tipo nuevo,
socialista, es diferente de las de tipo burgués. Es mucho más progresista que las
promulgadas por la burguesía incluso en su período revolucionario. En esto le
llevamos ventaja.
29
nera gradual el capitalismo de Estado en sus diversas formas, hasta llegar al sis-
tema de propiedad socialista de todo el pueblo. Implantar este sistema es un
principio nuestro, pero su ejecución debe ir acompañada de la flexibilidad.
Aquí, el término "flexibilidad" señala al capitalismo de Estado, que tiene "di-
versas" formas y no una sola, y cuya realización se logra de manera "gradual" y
no de un día para otro. Es así como se flexibilizan las cosas. Consagramos en la
Constitución lo que ahora es realizable y dejamos por fuera de ella lo que ac-
tualmente es irrealizable. Pongamos por caso las garantías materiales de los de-
rechos de los ciudadanos. Indudablemente, éstas serán más amplias en el futuro,
cuando esté más desarrollada la producción, pero lo que ahora dejamos escrito
en la Constitución es "ampliar de manera gradual" estas garantías materiales.
También aquí está presente la flexibilidad. Tomemos otro ejemplo: el frente
único. Éste aparece en el Programa Común y también ahora en el preámbulo del
presente proyecto de Constitución. Es preciso consagrar la existencia de un
"amplio frente único democrático popular, integrado por las clases democráti-
cas, los partidos democráticos y las organizaciones populares", pues ello contri-
buirá a tranquilizar a varias capas sociales, la burguesía nacional y los partidos
democráticos, así como al campesinado y la pequeña burguesía urbana. Otro
ejemplo es la cuestión de las minorías nacionales, que, si bien se relaciona con
lo que es común a toda la nación, tiene al mismo tiempo sus particularidades.
Para lo común se dan artículos generales, y para lo particular, artículos específi-
cos. Las minorías nacionales tienen sus propias particularidades políticas, eco-
nómicas y culturales. ¿Cuáles son sus particularidades económicas? Por ejem-
plo, el Artículo 5 señala que en la República Popular China existen actualmente
4 formas de propiedad sobre los medios de producción; pero, en realidad, hay
otras formas de propiedad en las zonas de minorías nacionales. ¿Subsiste o no
el régimen de propiedad de la comunidad primitiva en nuestro país? Supongo
que subsiste entre algunas minorías nacionales. Asimismo, en nuestro país exis-
ten todavía la propiedad esclavista y la propiedad feudal. Aunque, vistos con los
ojos de hoy, no son buenos ni el sistema esclavista, ni el feudal, ni el capitalista,
lo cierto es que en la historia fueron más progresistas que el sistema de la co-
munidad primitiva. Fueron progresistas al comienzo, pero más tarde se volvie-
ron inservibles y, en consecuencia, fueron reemplazados por otros. El Artículo
70 del proyecto de Constitución estipula que, en las zonas de minorías naciona-
les, "de conformidad con las particularidades políticas, económicas y culturales
de la nacionalidad o nacionalidades de una localidad, se pueden elaborar estatu-
tos de autonomía y estatutos específicos". Todos éstos son ejemplos de cómo se
integra la fidelidad a los principios con la flexibilidad.
[...]
30
Mao Tsetung, en Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el
seno del pueblo (1957), escribió:
Sin embargo, esta libertad es una libertad bajo dirección, y esta democracia es
una democracia guiada por el centralismo; no son la anarquía. La anarquía no
responde a los intereses y deseos del pueblo.
31
Los acontecimientos de Hungría causaron alegría a algunos individuos de nues-
tro país. Éstos abrigaban la esperanza de que en China también se produzcan
sucesos semejantes, de que miles y miles de personas se echen a las calles para
pronunciarse contra el Gobierno popular. Tal esperanza está en pugna con los
intereses de las masas populares y no puede contar con su apoyo. En Hungría,
una parte de las masas, engañada por las fuerzas contrarrevolucionarias internas
y externas, cometió el error de recurrir a la violencia contra el Gobierno popu-
lar, a consecuencia de lo cual tanto el Estado como el pueblo sufrieron pérdidas.
Será necesario un largo tiempo para reparar los daños ocasionados a la econo-
mía en unas pocas semanas de motín. Hay otras personas en China que se han
mostrado vacilantes ante el problema de Hungría, porque no comprenden los
fenómenos concretos del mundo. Creen que bajo nuestro sistema democrático
popular hay muy poca libertad frente a la mucha que, según ellas, hay bajo el
sistema democrático parlamentario de Occidente. Reclaman que se implante, a
la manera occidental, el sistema bipartidista, conforme al cual un partido está en
el Poder y el otro fuera de él. Pero el así llamado sistema bipartidista no es más
que un medio de mantener la dictadura burguesa, y no puede en absoluto asegu-
rar ninguna libertad al pueblo trabajador. Realmente, en el mundo sólo hay li-
bertad y democracia en concreto, nunca en abstracto. En una sociedad en que
existe lucha de clases, si hay libertad para que las clases explotadoras exploten
al pueblo trabajador, no la hay para que éste no sufra explotación; si hay demo-
cracia para la burguesía, no la hay para el proletariado y el resto del pueblo tra-
bajador. En algunos países capitalistas se permite, es cierto, la existencia legal
del Partido Comunista, pero sólo hasta el punto en que éste no ponga en peligro
los intereses fundamentales de la burguesía; no se le permite ir más allá de ese
límite. Los que piden libertad y democracia abstractas consideran a la democra-
cia como un fin y no como un medio. A veces la democracia parece un fin, pero
en realidad es sólo un medio. El marxismo nos enseña que la democracia forma
parte de la superestructura y pertenece a la categoría de la política. Esto signifi-
ca que, en fin de cuentas, la democracia sirve a la base económica. Lo mismo
ocurre con la libertad. Tanto la democracia como la libertad son relativas, de
ningún modo absolutas; ambas han surgido y se desarrollan en el curso de la
historia. En el seno del pueblo, la democracia es correlativa al centralismo, y la
libertad, a la disciplina. En ambos casos se trata de 2 términos opuestos de un
todo único, contradictorios y a la vez unidos; no debemos destacar unilateral-
mente uno de ellos y negar el otro. En el seno del pueblo, no se puede prescin-
dir de la libertad, y tampoco de la disciplina; no se puede prescindir de la de-
mocracia, y tampoco del centralismo. Esta unidad de democracia y centralismo,
de libertad y disciplina, constituye nuestro centralismo democrático. Bajo este
sistema, el pueblo disfruta de amplia democracia y libertad, pero, al mismo
tiempo, debe mantenerse dentro de los límites de la disciplina socialista. Todo
esto lo comprenden las grandes masas populares.
32
La derecha y el centro de la burguesía y sus intelectuales, así como la derecha y
el centro de la pequeña burguesía superior y sus intelectuales, no se someten
realmente a la dirección del Partido Comunista, del proletariado. Dicen que
apoyan al Partido Comunista y la Constitución, y es cierto que se muestran a
favor suyo levantando la mano en señal de aprobación, pero, en su fuero in-
terno, no es tanto ese sometimiento. Aquí es preciso hacer una distinción: La
derecha resiste y el centro se somete a medias. ¿No afirma cierta gente que el
Partido Comunista es incapaz de dirigir esto o aquello? Esta idea la tiene no só-
lo la derecha, sino también algunos elementos de centro. En resumidas cuentas,
según ellos, se trata casi de un acabose. El Partido Comunista no tiene otra al-
ternativa que mudarse al extranjero y el proletariado, marcharse a otro planeta.
La razón es que nosotros no servimos para nada. Los derechistas aseveran que
somos unos inútiles para cualquier profesión u oficio. El objetivo principal del
presente debate reside en ganarnos a los elementos de centro que se someten a
medias, haciéndoles comprender qué significan, en última instancia, las leyes
del desarrollo de la sociedad, y haciéndoles comprender la necesidad de escu-
char lo que dice el proletariado, así sea menos instruido, y lo que, en las zonas
rurales, opinan los campesinos pobres y los campesinos medios inferiores. En
lo referente a cultura, el proletariado, los campesinos pobres y los campesinos
medios inferiores están por debajo de ellos pero en cuanto a la revolución, son
más capaces que nadie. ¿Es posible convencer con este argumento a la mayo-
ría? Sí, es posible. La mayor parte de la burguesía, de sus intelectuales y de la
pequeña burguesía superior puede ser convencida, y puede serlo también la ma-
yoría de los profesores universitarios, maestros de secundaria y primaria, artis-
tas, escritores, científicos e ingenieros. Aquellos que hasta ahora no se han so-
metido del todo, se someterán poco a poco en el curso de unos cuantos años.
SOBRE LAS ELECCIONES. M arx destacó: "¡A los oprimidos se les autoriza
para decidir una vez cada varios años qué miembros de la clase opresora han de
representarlos y aplastarlos en el Parlamento!". Y esto es más válido aún tratán-
dose de elecciones para sancionar cartas constitucionales. Así, si las elecciones
son el orden regular de renovación de los Gobiernos en las dictaduras burguesas
de las sociedades capitalistas, incluidas las más democráticas que se pueda ima-
ginar, el medio normal de su funcionamiento político para la preservación y el
desarrollo del capitalismo; en los Estados terrateniente-burocráticos, como los
de América Latina, cuando han cumplido su función de cambio de Gobiernos y
en los momentos en que más han respetado las normas del sistema demobur-
gués, las elecciones sólo han sido instrumento de dominio de terratenientes feu-
dales y grandes capitalistas, ya se trate de una periódica renovación, como en
33
Colombia en los últimos años, o del término de un Gobierno militar como en
Argentina, también en los últimos años, para tomar un ejemplo de los muchos
en que es pródiga nuestra América.
[...]
[...]
34
crático y, segunda, reorganizar la sociedad peruana. Así se inicia el actual régi-
men que guiándose por una concepción política fascista desarrolla la corporati-
vización de la sociedad peruana, proceso que se ha desenvuelto hasta hoy en 3
partes: 1) bases y desarrollo de la corporativización, se cuestiona todo lo ante-
rior tildándolo de viejo orden "prerrevolucionario", se sientan bases organizati-
vas y establecen las llamadas "bases ideológicas", esto duró hasta el 75; 2) re-
ajuste general corporativo, evaluación de su camino en cuanto avances y pro-
blemas a fin de consolidar posiciones y avanzar hacia el Estado Corporativo
presentado como "democracia social de participación plena", se inició con el
desplazamiento de Velasco por M orales Bermúdez, agosto del 75; 3) tercera re-
estructuración del Estado peruano, de julio del 77 en adelante, establecimiento
de un cronograma político con elecciones para una Constituyente, sanción de
una nueva carta constitucional que debe "institucionalizar las transformaciones
estructurales llevadas a cabo desde el 3 de octubre de 1968" y la celebración de
elecciones generales, lo que debe cumplirse, según el Plan Túpac Amaru hasta
1980.
[...]
35
las elecciones para la Asamblea Constituyente son el inicio real de la tercera re-
estructuración del Estado peruano en este Siglo; son elecciones que sirven a la
reestructuración del Estado por la burguesía burocrática la que bregará por lle-
var la corporativización lo más adelante que pueda, apuntando a asentarse como
clase dirigente de los explotadores. La reestructuración estatal en marcha es
consecuencia de la profundización del capitalismo burocrático y de la corpora-
tivización de la sociedad peruana y las elecciones son su inicio en los hechos,
son la antesala para "institucionalizar las transformaciones estructurales" cuyas
consecuencias para el pueblo están a la vista. Así pues, las elecciones para la
Asamblea Constituyente sirven principalmente y en primer lugar a la burguesía
burocrática. Ésta es la cuestión; éste es el punto de partida para tomar posición
frente al proceso electoral en marcha; y para hacerlo, nosotros, y quienes se su-
jetan al marxismo-leninismo-pensamiento maotsetung, quienes siguen realmen-
te el camino de M ariátegui y quienes quieren servir al proletariado y al pueblo
no pueden dejar de tener en cuenta esta cuestión básica y enjuiciarla desde la
posición de la clase obrera y en función de la revolución peruana.
[...]
Y estas tesis son en esencia las que una vez más, a nivel más alto y con justifi-
caciones actualizadas, guían al revisionismo socialcorporativista de "Unidad"
en la capitulación más grande de su negra historia. Pero, ¿solamente en "Uni-
dad" se da esto? No. También estas tesis se expresan en la revista "M arka", la
que con creciente persistencia propaga atar al pueblo y a la clase obrera a la co-
la de la burguesía burocrática. Pero aquí no acaba el problema sino que, lo que
es grave, el electorerismo está repercutiendo en las propias filas del pueblo a
través de posiciones revolucionaristas que pese a las "razones" que invocan es-
tán sirviendo a la tercera reestructuración del Estado, posición que los ha lleva-
36
do en abierta renuncia de principios a unirse, por un lado al revisionismo de
quienes tienen como vocero a "M ayoría", tal es el caso de UDP y, por otro, a
trotskistas incorporándose al Focep.
SOBRE EL CAM INO DEL PUEBLO. Todo esto lleva a plantearnos la posi-
ción del proletariado y del pueblo frente a las elecciones para deslindar campos
clara y tajantemente, máxime si hay organizaciones que no transigen y rechazan
abiertamente la capitulación y, más aún si tenemos la obligación de servir al
pueblo y coadyuvar al desarrollo de su conciencia política de clase.
37
Plantear la no participación en las elecciones para la Asamblea Constituyente,
plantear el boicot, plantear generar un movimiento contrario y de rechazo a las
elecciones, plantear no votar es condenado como "infantilismo de izquierda".
Esto es pegar etiquetas, es querer cubrir los hechos con una hojarasca de pala-
bras; pues, lo que está en debate no es el infantilismo ni la senectud de nadie.
Lo que está en debate es la situación real, objetiva de la lucha de clases en el
país; lo que está en debate es en qué período estamos, cuáles son sus caracterís-
ticas, cuál es su perspectiva; lo que está en debate es si el desarrollo del movi-
miento de masas, principalmente del campesinado, en nuestro país, lleva o no a
la lucha armada; lo que está en debate es si corresponde sembrar ilusiones cons-
titucionales, propagar electorerismo, si esto sirve al proletariado, al pueblo, a la
revolución democrática. Es esto lo que está en debate, es esto lo que tenemos la
obligación de debatir; sólo definiendo estas cuestiones podremos saber cuál po-
sición es correcta y bregar para plasmarla en los hechos. Toda otra actitud y
más la de querer acallar con palabras, etiquetas y montañas de papel no son sino
viejas y caducas maniobras del oportunismo de derecha, aquí y en todas partes.
Es el período político en que estamos, los intereses del proletariado, del pueblo,
de la revolución y la necesidad histórica de no desviar el camino de la revolu-
ción los que nos plantean aplicar el boicot, no participar en las elecciones para
la Asamblea Constituyente, apuntar a un movimiento de rechazo al proceso
electoral, a no votar; y lo que es medular, combatir las ilusiones constituciona-
les, desenmascarar al oportunismo, deslindar campos con el revolucionarismo y
unirnos a quienes tienen igual criterio general aunque tengan divergencias espe-
cíficas, todo para apoyar el desarrollo de las masas en su marcha hacia el inicio
de la lucha armada, para destruir el viejo orden y construir un Estado de nueva
democracia.
Ésta es la posición del camino del pueblo, del camino de M ariátegui frente al
proceso electoral en marcha y ante la tercera reestructuración estatal. Camino
que nos demanda hoy, más perentoriamente que ayer, bregar por movilizar, po-
litizar y organizar a las masas obreras y campesinas en especial, principalmente
al campesinado como fuerza principal de nuestra revolución y al proletariado
como fuerza dirigente cuya dirección se concreta en su Vanguardia organizada,
en su Partido Comunista, en el Partido de M ariátegui cuya reconstitución está
por culminar. Guiémonos por estas sabias palabras del Presidente M ao Tsetung:
"Sólo cuando estén movilizados y organizados los obreros y campesinos, que
constituyen el 90% de la población, será posible derrocar al imperialismo y al
feudalismo". Y apliquemos esta voz de orden de M ariátegui: "La organización
de los obreros y campesinos con carácter netamente clasista constituye el objeto
de nuestro esfuerzo y nuestra propaganda."
38
nuestra patria? Y la respuesta es concreta: porque hasta hoy no se ha desarrolla-
do la lucha armada ni la hemos iniciado aplicando los principios del marxismo-
leninismo-pensamiento maotsetung. En el Perú hay una larga experiencia de
electorerismo y muchas veces se ha llamado al pueblo y llevado a los revolu-
cionarios a participar en elecciones y de ellas no han derivado beneficios fun-
damentales para la clase ni para el pueblo ni mucho menos, claro está, ha deri-
vado la toma del Poder; en muchos procesos electorales se ha llamado a la clase
y al pueblo a participar invocando que estaban en juego trascendentales conse-
cuencias y así se centró a las masas populares en las elecciones como tarea
principal desorientándolas y apartándolas de su propio camino; ¿qué han obte-
nido la clase y el pueblo de tales actividades electorales?, a más de unas cuantas
diputaciones o senadurías en beneficio de sus supuestos representantes, sólo ha
servido para sembrar cretinismo parlamentario, atizar el oportunismo y cose-
char desilusiones. Así, pues, en nuestro país hay una negra trayectoria electore-
ra y una amarga experiencia que no podemos olvidar; y, recordar siempre que
en todo proceso electoral, en el país, se desboca el oportunismo electorero sem-
brando ilusiones, soñando con tomar posiciones en el Gobierno, invocando una
falsa defensa de las masas, ofreciendo grandes avances democráticos y gene-
rando desenfrenados apetitos y ambiciones, fenómenos todos que buscan cabal-
gar sobre la lucha popular en función de sus negros fines. Éstas son lecciones
concretas de nuestro país y muestran que los personajes cambian o sobreviven
pero el oportunismo electorero persiste y que de él nada deriva para el pueblo,
excepto el desenrumbarlo de su propio y único camino.
¿Qué demuestra todo esto? Simple y llanamente que, en más de 50 años de Par-
tido Comunista y de revolución de nueva democracia, hasta hoy la clase obrera
no ha tomado el Poder y por tanto el pueblo peruano no ha podido liberarse de
39
la dominación imperialista ni ha podido barrer la feudalidad. Sin embargo, he-
mos participado en muchos procesos electorales, las masas se han insurreccio-
nado en las ciudades, los campesinos han batallado y derramado heroicamente
su sangre y hasta hemos tenido guerrillas, aunque no guerra popular, y no obs-
tante todo esto el proletariado y el pueblo no han conquistado el Poder. Así
pues, hasta hoy, la revolución democrática, la revolución de nueva democracia,
la revolución democrático-nacional no ha sido desarrollada a través de la lucha
armada según los principios de la guerra popular que sustenta el marxismo-
leninismo-pensamiento maotsetung y, por tanto, no hemos seguido el camino de
cercar las ciudades desde el campo y, en consecuencia, no hemos creado bases
de apoyo revolucionarias en el campo ni hemos construido un Poder revolucio-
nario sustentado en fuerzas armadas populares, y de ahí que no hayamos des-
truido el viejo orden social y la clase obrera y el pueblo no hayan tomado el Po-
der.
¿Qué se desprende de todo esto? En concreto, que: hasta hoy la revolución de-
mocrático-nacional no ha entrado a desarrollarse en su forma superior y, por
tanto, la tarea principal de la revolución en el Perú es iniciar la lucha armada;
ésa es la tarea central de la revolución democrática y todo debe estar en función
de ella y ésa es, en consecuencia, la actividad central hacia la cual los comunis-
tas y revolucionarios deben orientarse si es que realmente quieren servir al pro-
letariado, al pueblo y la revolución. Así, pues, la tarea pendiente de la revolu-
ción democrática en nuestra patria es iniciar la lucha armada.
[...]
40
tución del 20, la perspectiva de la nueva Constitución es la pugna entre la bur-
guesía burocrática y la burguesía compradora, ambas facciones de la gran bur-
guesía peruana, por su modificación y que, dentro del proceso histórico del ca-
mino burocrático, la lógica de la reacción lleva a una nueva reestructuración pa-
ra una más completa corporativización del Estado peruano en función de la di-
rección y ejercicio del Poder por la burguesía burocrática. M ientras que, para el
pueblo y el proletariado, el problema será barrer esta nueva Constitución y
cualquier otra como expresión del viejo orden imperante, para elaborar una que
sí responda a sus intereses de clase pero esto no podrá ser conseguido sino ha-
ciendo un Estado de nueva democracia por la fuerza de las armas populares vic-
toriosas.
41
ciudadanos y, más aún, se propague que un Estado así sólo sirve para ser derro-
cado. Finalmente, reiteramos, solamente bajo un nuevo Estado que represente
los intereses de los obreros, campesinos, pequeña burguesía y burguesía media
se podrá aplicar los derechos del pueblo, únicos derechos que realmente pueden
beneficiar a las 4 clases del pueblo. Éstas son nuestras posiciones y nadie ha
podido ni podrá refutarlas. Así, diferenciamos derechos humanos de derechos
del pueblo. Además, luchamos porque el viejo Estado cumpla con los derechos
fundamentales arrancados por el pueblo y plasmados en su Constitución, leyes
y normas. Finalmente, incitamos que el imperialismo yanqui dentro de su gue-
rra de "baja intensidad" apunta a "ayudar" a Gobiernos "legitimados", de ahí los
malabares que sobre los derechos humanos desenvuelve Fujimori y el papel de
las ONGs, que actúan en este campo al servicio del mismo amo.
[...]
[...]
42
o interés personal, ese interés personal es para tomar la propiedad, disfrutarla y
ejercer su derecho en función de cada uno.
[...]
A partir de esto, comprenderemos que los derechos humanos son los derechos
de la burguesía, basados en la concepción centrada en el individuo como posee-
dor de derechos naturales, propios de su condición de individuos; derechos que
son imprescriptibles en cuanto están ligados a su libertad, que es libertad en tan-
to derecho humano de la propiedad privada; y entendiendo su derecho humano
de la propiedad privada como disponer de su patrimonio y disfrutar de él, aten-
diendo al derecho de interés personal que es el fundamento de la sociedad bur-
guesa. De estos criterios deriva la igualdad, derecho de cada individuo a ejercer
el derecho de su propio interés, de la propiedad privada, de su derecho de inte-
rés personal. Y la seguridad, el supremo concepto de la sociedad burguesa; des-
tacar el concepto de policía, dice M arx que una sociedad burguesa requiere de
un aparato que garantice los derechos de los individuos, su derecho de propie-
dad privada.
[...]
Dentro de los derechos humanos, no caben los derechos del proletariado y del
pueblo; los pueblos de Asia, África y América Latina tienen derecho a la vida
pero los condenan a morir de hambre, los hunden en creciente miseria o lo su-
men en profunda ignorancia; el pueblo tiene derecho a ejercer el poder político
pero no consienten su dictadura conjunta, menos aún la dictadura del proleta-
43
riado; peor aún, en sus llamados sistemas democráticos que no son tales sino
dictaduras reaccionarias, demoburguesas o fascistas, al pueblo jamás le consul-
tan, salvo para cubrir apariencias; y los derechos que existen en las Constitu-
ciones, leyes o normas de los viejos Estados del mundo son cada vez más for-
males.
[...]
Para terminar, no hay que olvidar que, como enseñó Lenin, la destrucción del
Estado reaccionario, la destrucción del Estado de las clases dominantes, es
también la destrucción de la democracia burguesa, que la extinción del Estado
implica la extinción de esa democracia; y la expresión el Estado se extingue
señala el carácter gradual del proceso y su espontaneidad. Y, ¿qué significa
esto? Que no se espera el advenimiento de un orden social en el que no se
acate el principio de la subordinación de la minoría a la mayoría. Pero, aspi-
rando al socialismo, estamos persuadidos de que éste se convertirá gradual-
mente en comunismo, y en relación con esto desaparecerá toda necesidad de
violencia sobre los hombres en general, toda necesidad de subordinación de
unos hombres a otros, de una parte de la población a otra, pues los hombres se
habituarán a observar las reglas elementales de la convivencia social sin vio-
lencia y sin subordinación.
44
La revolución de nueva democracia, revolución que se desarrolla en países
semifeudales y semicoloniales con capitalismo burocrático, como en el caso
del Perú, no liquida el Estado.
45
tariado, son el tronco constante del frente revolucionario que no es tal si no es
frente para la guerra popular y armazón de clases para conformar el nuevo
Estado; a éstas, en determinadas condiciones y circunstancias, se incorpora la
burguesía nacional en función, necesariamente, de la lucha por el Poder a tra-
vés de la guerra popular. He ahí la concreción del papel político que cumplen
las masas a través de la guerra popular y cómo las reivindicaciones específicas,
la lucha económica y reivindicativa, deben servirla.
Los Comités Populares son concreciones del nuevo Estado, son Comités del
Frente Único; dirigidos por Comisarios que asumen funciones estatales por
encargo, elegidos en la Asambleas de Representantes y sujetos a remoción;
actúan en Comisiones, dirigidas por el Partido Comunista, donde se aplica la
distribución de los "3 tercios": 1 tercio de comunistas, 1 tercio de campesinos
y 1 tercio de progresistas y, sostenidas por el Ejército Guerrillero Popular —
que se basa en los hombres y no en las armas—, aplican la dictadura popular,
la coerción y la seguridad ejerciendo con firmeza y decisión la violencia a fin
de defender al nuevo Poder contra sus enemigos y proteger los derechos del
pueblo. Además, en las bases de apoyo, todas las personas, varones y mujeres
de cada Comité Popular deben estar organizados militarmente en milicias
populares.
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En las ciudades, donde también actúa el Ejército Guerrillero Popular, se aglu-
tina progresivamente a las masas, junto a los organismos generados por el
Partido Comunista, en las diversas nuevas organizaciones en y para la guerra
popular; por ejemplo, en el Movimiento Revolucionario de Defensa del Pue-
blo, como paso a formar el Comité de lucha popular —forma del Poder en las
ciudades— cuyo objetivo es dar un salto en la mayor incorporación de las
masas a la guerra popular; es la concreción del Frente en las ciudades con el
objetivo de conducir a las masas a la resistencia; a servir a la guerra en función
de la futura insurrección.
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gran burguesía compradora se mantendría económicamente pudiendo levantar
cabeza para arrebatar la dirección de la revolución y frustrar su pase a revolu-
ción socialista.
[...]
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proletariado (sobre todo en la época de su dictadura) ayuda de hecho a la bur-
guesía contra el proletariado.
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