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Acerca de la Constitución política

dentro del derecho burgués


(Un análisis desde el punto de vista
de los principios del marxismo)

A fines de 1992, en el Perú y desde prisión, surgió una voz de orden que em-
plazaba a sus desconcertados seguidores para exigir al Gobierno una serie de
compromisos; fue el solitario lamento del renegado Abimael Guzmán que, a
poco de capitular ante la reacción tras su melodramático subterfugio: "la gue-
rra popular ha sido derrotada", porque a él lo metieron preso —dice—, marcó
el inicio de su andadura en la preparación, ideológica y política, del trayecto
sombrío que recorrió, hasta el día de su muerte, propalando traición. Enmasca-
rado tras la petición de una farisea "democratización de la sociedad peruana",
ofertó, cobardemente, la "reconciliación nacional sin vencidos ni vencedores".
Así, el parto de los montes empezó a gotear hasta formar una acequia y luego
un reguero que devino torrente —que sus acólitos autodefinen como rojo y
marxista—; un torrente sí, pero un torrente ominoso y revisionista que conver-
ge y se amolda impenitente en la cloaca del viejo orden, de la reacción.

Entre las exigencias elaboradas por el renegado Guzmán —repiqueteadas por


los secuaces de su partido revisionista y por otros grupúsculos por él generados
a nivel nacional e internacional—, encontramos las siguientes:

- "Democratización de la sociedad peruana";


- "solución política a los problemas derivados de la guerra";
- "verdadera amnistía general en función de una futura reconciliación nacional";
- "cerrar las heridas, acabar con los enconos, resentimientos y ahondamientos
del enfrentamiento social";
- "exigir al Gobierno que resuelva el problema del trabajo para el pueblo y deje
de impedir la producción nacional";
- "producción nacional y trabajo para el pueblo";
- "hacia una Asamblea Constituyente";
- "defender los derechos fundamentales y los derechos laborales de la clase"
("no plantear derechos del pueblo porque es muy rojo") "a fin de que la lucha
popular se exprese en la nueva Constitución";
- "una nueva Constitución con el pueblo y para el pueblo a través de Asamblea
Constituyente, y después elecciones generales";
- "luchar por participar en el Poder para defender sus derechos";

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Hoy, los incondicionales del renegado Guzmán, con cara de inocentes, se pre-
guntan: "¿Por qué va a ser malo demandar una nueva Constitución?"

No, les decimos a ellos y a todos sus símiles, no es malo. ¡Es malísimo!

¿Por qué? Porque lo que ustedes propalan no tiene nada que ver con los princi-
pios del marxismo; son súplicas del cretinismo parlamentario, de peregrinos
del oportunismo electorero, de encallecidos revisionistas.

Lenin enseñó, con toda claridad, en Dos tácticas de la socialdemocracia


(1905) que "es necesario difundir entre la clase obrera una idea concreta sobre
la marcha más probable de la revolución y sobre la necesidad de la aparición,
en un momento determinado de la misma, de un gobierno provisional revolu-
cionario, del cual el proletariado exigirá la realización de todas las reivindica-
ciones políticas y económicas inmediatas de nuestro Programa (Programa
mínimo)". La cursiva es nuestra y la utilizamos para atraer la atención sobre
puntos claves: Lenin, aquí, pone el acento en la necesidad de difundir entre la
clase obrera el proceso de desarrollo de la revolución estrechamente ligado a
las reivindicaciones políticas y económicas del Programa del Partido; no hace
ninguna alusión a la reacción ni a sus "necesidades".

La ideología del proletariado, el marxismo-leninismo-maoísmo, el Programa


del Partido Comunista (el Programa máximo y el Programa mínimo) y la línea
política general (esto es, las leyes que rigen la lucha de clases para la toma del
Poder), con su centro la línea militar, sustentan firmemente el rumbo de la
lucha de clases para la toma del Poder; no hay otra forma de hacer la revolu-
ción, no hay otra forma de hacerla en pro de una nueva sociedad que realmente
sirva al pueblo.

La esencia del Programa del Partido Comunista es organizar y dirigir la lucha


de clases del proletariado para que éste conquiste el poder político; para que
realice la revolución democrática, la revolución socialista y las revoluciones
culturales en marcha hacia el Comunismo como meta inalterable.

El papel contrarrevolucionario y protervo que cumple el reformismo mediocre,


el socialismo domesticado, la democracia farisea y el revisionismo en general,
no es nada nuevo en el discurrir de la historia de la lucha de clases; pero, ante
los funestos acontecimientos que se desarrollan tanto en Chile como en el Perú
desde hace mucho tiempo, nos vemos obligados, una vez más, a remarcar el
irreconciliable antagonismo existente entre el revisionismo (el oportunismo, el
reformismo) y el marxismo.

En el caso del Perú, la proterva acción de un amplio espectro conformado por


líderes izquierdosos de la pequeña burguesía, por trotskistas y por revisionistas

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—dentro de estos últimos, los guzmanistas, un menjunje de capituladores,
renegados y traidores— sigue cebándose en la sangre de las masas populares a
las que impunemente arrastran tras una felona amnistía general concretada en
la excarcelación del genocida-vendepatria Fujimori; tras una supuesta reconci-
liación nacional que se plasma en mayor opresión, explotación, represión y
criminalización de las luchas populares; tras participar del Poder que se plas-
ma en la creciente persistencia de atar al pueblo y a la clase obrera a la cola de
las clases dominantes, al conchabe masivo, a la corrupción galopante y al ser-
vilismo al mejor postor; tras una supuesta democratización de la sociedad
peruana que se materializa en el afianzamiento de la expansión y dominio
imperialista (principalmente del estadounidense, pero también del chino, del
ruso y de otros de la misma calaña); en la irrefrenable entronización de la gran
burguesía burocrática-compradora y de los grandes terratenientes en el Poder
—hoy representados por el Gobierno de Dina Boluarte y antes por el del fanto-
che Pedro Castillo—; en el mayor control directo del Estado, en el entronizado
de sistemas burocráticos de administración y en el enraizamiento y desarrollo
del capitalismo burocrático en el país, tanto en el campo como en la ciudad;
tras una Asamblea Constituyente, una nueva Constitución y otras ilusiones
reformistas que niegan, por completo, las fundamentales tesis del marxismo.

Nuestra posición en torno a la tan cacareada "necesidad histórica" de arrastrar


al pueblo peruano tras ilusiones constitucionales es clara y puede ser consulta-
da en nuestra web.

La necesidad histórica es no desviar el camino de la revolución; es preparar las


condiciones subjetivas de la revolución aplastando al revisionismo y sus ilu-
siones constitucionales; es retomar la ideología del proletariado y reconstituir
su Partido. Estamos obligados a concentrar todas las fuerzas de destrucción
contra el Poder estatal con el objetivo, no de perfeccionar la máquina del Esta-
do, sino de destruirla, de aplastarla, derrotarla a través de la violencia revolu-
cionaria.

En el caso de Chile, queda plasmado el infructuoso sacrificio de vidas sólo


para mostrar un oropel inútil destinado al basurero de la historia; el boceto de
una nueva Constitución, llena de palabras rimbombantes carentes de significa-
do real, que no pretendía otra cosa más que lavarle la cara al caduco sistema
social imperante en Chile; pulirle el forro a la Constitución pinochetista. Los
resultados quedan a la vista del mundo entero como lección negativa. ¿Qué?
¿Podía haber sido peor con la variante propuesta por la derecha y la ultradere-
cha? Esa bazofia servirá de consuelo más a los propios burgueses que al pue-
blo.

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Pues bien, para comprender, encarnar y aplicar mejor la ideología del proleta-
riado, analicemos lo que el marxismo nos enseña acerca de la Constitución
política dentro del derecho burgués.

Marx, en Crítica de la filosofía del Estado de Hegel (1883); luego de citar a


Hegel, explicó:

Hegel habla aquí, por tanto, de la intrínseca dependencia del Derecho privado,
etc. frente al Estado, o sea de que se halla esencialmente determinado por éste.
Pero a la vez subsume esta dependencia bajo la relación de "necesidad externa"
y le opone como su reverso la otra relación, en que el Estado es el fin inmanen-
te de la familia y la sociedad burguesa. Lo único que puede significar "necesi-
dad externa" es que las "leyes" e "intereses" de la familia y la sociedad son
quienes tienen que ceder en caso de conflicto con las "leyes" e "intereses" del
Estado; su importancia es secundaria, su existencia depende de la del Estado;
dicho de otro modo: ¡la voluntad y las leyes del Estado son una necesidad para
la "voluntad" y las "leyes" privadas!

Ciertamente, Hegel no se refiere aquí a conflictos empíricos. Su tema es la rela-


ción con el Estado del "ámbito del Derecho y bienestar privados —la familia y
la sociedad burguesa—". Lo único en cuestión es la relación esencial de estos
ámbitos. No sólo sus "intereses", sino también sus "leyes" —concreciones esen-
ciales de ellos— "dependen" del Estado y le están "subordinados". El Estado se
comporta como un "poder superior" frente a esas "leyes e intereses". Su rela-
ción con él es de "subordinación", "dependen" de él. Precisamente porque
"subordinación" y "dependencia" son relaciones externas, que coartan y se opo-
nen a la independencia, la relación de la "familia" y la "sociedad burguesa" con
el Estado consiste en una "necesidad externa", una necesidad dirigida contra su
íntima esencia. Incluso el hecho de que "las leyes del Derecho privado" depen-
dan "de la idiosincrasia de cada Estado" y varíen con ella, queda subsumido ba-
jo la relación de "necesidad externa"; así tiene que ser, desde el momento en
que "sociedad burguesa y familia" son "ámbitos" especiales, cuya expansión
verdadera —o sea, autónoma y total— es servir de presupuesto al Estado.
"Subordinación" y "dependencia" son expresiones para una identidad "externa",
impuesta, aparente; con razón emplea Hegel el término lógico "necesidad ex-
trínseca". Hegel se ha valido de "subordinación" y "dependencia" para seguir
desarrollando un aspecto de esa discordante identidad, el de la enajenación den-
tro de la unidad.

[...]

Hegel designa el Derecho privado como Derecho de la personalidad abstracta


o Derecho abstracto. Y verdaderamente tiene que ser desarrollado como la abs-
tracción del Derecho y, por tanto, como Derecho ilusorio de la personalidad
abstracta, del mismo modo que la moral desarrollada por Hegel es la existencia
ilusoria de la subjetividad abstracta. Hegel desarrolla el Derecho privado y la
M oral como tales abstracciones. Pero en vez de deducir que el Estado, la Ética,
cuyo presupuesto son esas abstracciones, no pueden ser más que la sociedad (la

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vida social) de esas ilusiones, concluye a la inversa declarándolas factores
subalternos de esa vida ética. Ahora bien, ¿qué es el Derecho privado más que
el Derecho y la M oral más que la moral de estos sujetos políticos? O, mejor di-
cho, la persona del Derecho privado y el sujeto de la moral son la persona y el
sujeto del Estado. M ucho se le ha atacado a Hegel por su forma de desarrollar la
M oral. Lo único que ha hecho es desarrollar la moral del Estado moderno y del
moderno Derecho privado. "Sus críticos" querían emancipar más la M oral, se-
pararla aún más del Estado. ¿Qué se ha demostrado con ello? Que es moral la
separación entre el Estado actual y la M oral, que la M oral es apolítica y el Esta-
do inmoral. Por el contrario, es un gran mérito de Hegel —aunque inconsciente,
en el sentido de que Hegel hace pasar por la Idea real de la Ética al Estado, cu-
yo presupuesto es esa M oral "separada"— el haber asignado su verdadero pues-
to a la moral moderna.

En la Constitución que hace del mayorazgo una garantía, la propiedad privada


es la garantía de la Constitución política. El mayorazgo presenta esta situación
haciendo valer una forma especial de propiedad privada por esa garantía. El
mayorazgo no es sino un caso especial de la relación general entre propiedad
privada y Estado político. El mayorazgo es el sentido político de la propiedad
privada en su significado político, es decir general. Por tanto la Constitución es
aquí la Constitución de la propiedad privada.

En la forma clásica del mayorazgo, entre los pueblos germánicos, se encuentra


también la Constitución de la propiedad privada. La propiedad privada es la
categoría general, el vínculo político general. Hasta las funciones generales apa-
recen como propiedad privada tan pronto de las diversas corporaciones y esta-
mentos.

[...]

Es un hecho conocido que en la Edad M edia todas las figuras del Derecho, de la
libertad, de la existencia social se presentaban como un privilegio, una excep-
ción de la regla. No se ha podido menos de ver el hecho empírico de que todos
estos privilegios tienen la forma de propiedad privada. ¿Cuál es la razón gene-
ral de este acuerdo? La propiedad privada es la forma en que existe el privile-
gio a nivel de especie, el Derecho como derecho a la excepción.
[La cursiva es del original.]

Marx, en Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel (1883-1844), desarro-


lló:

La miseria religiosa es, de una parte la expresión de la miseria real y, de otra


parte, la protesta contra la miseria real. La religión es el suspiro de la criatura
agobiada, el estado de ánimo de un mundo sin corazón, porque es el espíritu de
los estados de cosas carentes de espíritu. La religión es el opio del pueblo.

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La superación de la religión como la dicha "ilusoria" del pueblo es la exigencia
de su dicha real. Exigir sobreponerse a las ilusiones acerca de un estado de co-
sas vale tanto como exigir que se abandone un estado de cosas que necesita de
ilusiones. La crítica de la religión es, por tanto, en germen, la crítica del valle
de lágrimas que la religión rodea de un halo de santidad.

La crítica no arranca de las cadenas las flores imaginarias para que el hombre
soporte las sombrías y escuetas cadenas, sino para que se las sacuda y puedan
brotar las flores vivas. La crítica de la religión desengaña al hombre para que
piense, para que actúe y organice su realidad como un hombre desengañado y
que ha entrado en razón, para que gire en torno a sí mismo y a su sol real. La re-
ligión es solamente el sol ilusorio que gira en tomo al hombre mientras éste no
gira en torno a sí mismo.

La misión de la historia consiste, pues, una vez que ha desaparecido el más allá
de la verdad, en averiguar la verdad del más acá. Y, en primer término, la mi-
sión de la filosofía, que se halla al servicio de la historia, consiste, una vez que
se ha desenmascarado la forma de Santidad de la autoenajenación humana, en
desenmascarar la autoenajenación en sus formas no santas. La crítica del cielo
se convierte con ello en la crítica de la tierra, la crítica de la religión en la críti-
ca del derecho, la crítica de la teología en la crítica de la política.

[...]

Ser radical es atacar el problema por la raíz. Y la raíz, para el hombre, es el


hombre mismo. La prueba evidente del radicalismo de la teoría alemana, y por
tanto de su energía práctica, consiste en saber partir de la decidida superación
positiva de la religión. La crítica de la religión desemboca en la doctrina de que
el hombre es la esencia suprema para el hombre y. por consiguiente, en el im-
perativo categórico de echar por tierra todas las relaciones en que el hombre
sea un ser humillado, sojuzgado, abandonado y despreciable, relaciones que no
cabría pintar mejor que con aquella exclamación de un francés, al enterarse de
que existía el proyecto de crear un impuesto sobre los perros: ¡Pobres perros!
¡Quieren trataros como si fuerais personas!

[...]

El sueño utópico, para Alemania, no es la revolución radical, no es la emanci-


pación humana general, sino, por el contrario, la revolución parcial, la revolu-
ción meramente política, la revolución que deja en pie los pilares del edificio.
¿Sobre qué descansa una revolución parcial, una revolución meramente políti-
ca? Sobre el hecho de que se emancipe una parte de la sociedad burguesa e
instaure su dominación general, sobre el hecho de que una determinada clase
emprenda la emancipación general de la sociedad, partiendo de su especial si-
tuación. Esta clase libera a toda la sociedad, pero sólo bajo el supuesto de que
toda la sociedad se halle en la situación de esta clase, es decir, de que posea, por
ejemplo, el dinero y la cultura, o puede adquirirlas a su antojo.

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Ninguna clase de la sociedad burguesa puede desempeñar este papel sin provo-
car un momento de entusiasmo en sí y en la masa, momento durante el cual
confraterniza y se funde con la sociedad en general, se confunde con ella y es
sentida y reconocida como su representante general y en el que sus pretensio-
nes y sus derechos son, en verdad, los derechos y las pretensiones de la socie-
dad misma, en el que esa clase es realmente la cabeza social y el corazón social.
Sólo en nombre de los derechos generales de la sociedad puede una clase espe-
cial reivindicar para sí la dominación general. Y, para escalar esta posición
emancipadora y poder, por tanto, explotar políticamente a todas las esferas de la
sociedad en interés de la propia esfera, no bastan por sí solos la energía revolu-
cionaria y el amor propio espiritual. Para que coincidan la revolución de un
pueblo y la emancipación de una clase especial de la sociedad burguesa, para
que una clase valga por toda la sociedad, es necesario, por el contrario, que to-
dos los defectos de la sociedad se condensen en una clase, que una determinada
clase resuma en sí la repulsa general, sea la incorporación del obstáculo general;
es necesario, para ello, que una determinada esfera social sea considerada como
el crimen notorio de toda la sociedad, de tal modo que la liberación de esta es-
fera aparezca como la autoliberación general. Para que un estado sea par exce-
llence el estado de liberación, es necesario que otro estado sea el estado de suje-
ción por antonomasia. La significación negativa general de la nobleza y la cle-
recía francesa condicionó la significación positiva general de la clase primera-
mente delimitadora y contrapuesta de la burguesía.
[La cursiva es del original.]

Marx y Engels, en La ideología alemana (1844-1846), escribieron:

La primera forma de la propiedad es la propiedad de la tribu. Esta forma de


propiedad corresponde a la fase incipiente de la producción en que un pueblo se
nutre de la caza y la pesca, de la ganadería o, a lo sumo, de la agricultura. En
este último caso, la propiedad tribal presupone la existencia de una gran masa
de tierras sin cultivar. En esta fase, la división del trabajo se halla todavía muy
poco desarrollada y no es más que la extensión de la división natural del trabajo
existente en el seno de la familia. La organización social, en esta etapa, se redu-
ce también, por tanto, a una ampliación de la organización familiar: a la cabeza
de la tribu se encuentran sus patriarcas, por debajo de ellos, los miembros de la
tribu y, en el lugar más bajo de todos, los esclavos. La esclavitud latente en la
familia va desarrollándose poco a poco al crecer la población y las necesidades,
al extenderse el comercio exterior y al aumentar las guerras y el comercio de
trueque.

[...]

Nos encontramos, pues, con el hecho de que determinados individuos, que, co-
mo productores, actúan de un determinado modo, contraen entre sí estas rela-
ciones políticas y sociales determinadas. La observación empírica tiene necesa-
riamente que poner de relieve en cada caso concreto, empíricamente y sin nin-

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guna clase de falsificación, la trabazón existente entre la organización social y
política y la producción. La organización social y el Estado brotan constante-
mente del proceso de vida de determinados individuos; pero de estos indivi-
duos, no como puedan presentarse ante la imaginación propia o ajena, sino tal y
como realmente son; es decir, tal y como actúan y como producen materialmen-
te y, por tanto, tal y como desarrollan sus actividades bajo determinados límites,
premisas y condiciones materiales, independientes de su voluntad.

La producción de las ideas y representaciones de la conciencia aparece al prin-


cipio directamente entrelazada con la actividad material y el comercio material
de los hombres, como el lenguaje de la vida real. Las representaciones, los pen-
samientos, el comercio espiritual de los hombres se presentan todavía, aquí,
como emanación directa de su comportamiento material. Y lo mismo ocurre
con la producción espiritual, tal y como se manifiesta en el lenguaje de la polí-
tica, de las leyes, de la moral, de la religión, de la metafísica, etc., de un pueblo.
Los hombres son los productores de sus representaciones, de sus ideas, etc., pe-
ro los hombres son reales y actuantes, tal y como se hallan condicionados por
un determinado desarrollo de sus fuerzas productivas y por el intercambio que a
él corresponde, hasta llegar a sus formaciones más amplias. La conciencia no
puede ser nunca otra cosa que el ser consciente, y el ser de los hombres es su
proceso de vida real. Y si en toda la ideología los hombres y sus relaciones apa-
recen invertidos como en la cámara oscura, este fenómeno responde a su proce-
so histórico de vida, como la inversión de los objetos al proyectarse sobre la re-
tina responde a su proceso de vida directamente físico.

Totalmente al contrario de lo que ocurre en la filosofía alemana, que desciende


del cielo sobre la tierra, aquí se asciende de la tierra al cielo. Es decir, no se par-
te de lo que los hombres dicen, se representan o se imaginan, ni tampoco del
hombre predicado, pensado, representado o imaginado, para llegar, arrancando
de aquí, al hombre de carne y hueso; se parte del hombre que realmente actúa y,
arrancando de su proceso de vida real, se expone también el desarrollo de los
reflejos ideológicos y de los ecos de este proceso de vida. También las forma-
ciones nebulosas que se condensan en el cerebro de los hombres son sublima-
ciones necesarias de su proceso material de vida, proceso empíricamente regis-
trable y sujeto a condiciones materiales. La moral, la religión, la metafísica y
cualquier otra ideología y las formas de conciencia que a ellas corresponden
pierden, así, la apariencia de su propia sustantividad. No tienen su propia histo-
ria ni su propio desarrollo, sino que los hombres que desarrollan su producción
material y su intercambio material cambian también, al cambiar esta realidad,
su pensamiento y los productos de su pensamiento.

No es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la


conciencia. Desde el primer punto de vista, se parte de la conciencia como del
individuo viviente; desde el segundo punto de vista, que es el que corresponde a
la vida real, se parte del mismo individuo real viviente y se considera la con-
ciencia solamente como su conciencia.

Y este modo de considerar las cosas no es algo incondicional. Parte de las con-
diciones reales y no las pierde de vista ni por un momento. Sus condiciones son

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los hombres, pero no vistos y plasmados a través de la fantasía, sino en su pro-
ceso de desarrollo real y empíricamente registrable, bajo la acción de determi-
nadas condiciones. Tan pronto como se expone este proceso activo de vida, la
historia deja de ser una colección de hechos muertos, como lo es para los empi-
ristas, todavía abstractos, o una acción imaginaria de sujetos imaginarios, como
para los idealistas.

Allí donde termina la especulación, en la vida real, comienza también la ciencia


real y positiva, la exposición de la acción práctica, del proceso práctico de desa-
rrollo de los hombres. Terminan allí las frases sobre la conciencia y pasa a ocu-
par su sitio el saber real. La filosofía independiente pierde, con la exposición de
la realidad, el medio en que puede existir. En lugar de ella, puede aparecer, a lo
sumo, un compendio de los resultados más generales, abstraído de la considera-
ción del desarrollo histórico de los hombres. Estas abstracciones de por sí, sepa-
radas de la historia real, carecen de todo valor. Sólo pueden servir para facilitar
la ordenación del material histórico, para indicar la sucesión en serie de sus di-
ferentes estratos. Pero no ofrecen en modo alguno, como la filosofía, una receta
o un patrón con arreglo al cual puedan aderezarse las épocas históricas. Por el
contrario, la dificultad comienza allí donde se aborda la consideración y orde-
nación del material, sea el de una época pasada o el del presente, la exposición
real de las cosas. La eliminación de estas dificultades está condicionada por
premisas que en modo alguno pueden exponerse aquí, pues se derivan siempre
del estudio del proceso de vida real y de la acción de los individuos en cada
época. Destacaremos aquí algunas de estas abstracciones, para oponerlas a la
ideología, ilustrándolas con algunos ejemplos históricos.

[...]

La primera forma de la propiedad es, tanto en el mundo antiguo como en la


Edad M edia, la propiedad tribal, condicionada entre los romanos, principalmen-
te, por la guerra y, entre los germanos, por la ganadería. Entre los pueblos anti-
guos, teniendo en cuenta que en una misma ciudad convivían diversas tribus, la
propiedad tribal aparece como propiedad del Estado y el derecho del individuo
a disfrutarla, como simple possessio [posesión], la cual, sin embargo, se limita,
como la propiedad tribal en todos los casos, a la propiedad sobre la tierra. La
verdadera propiedad privada, entre los antiguos, al igual que en los pueblos
modernos, comienza con la propiedad mobiliaria. (La esclavitud y la comuni-
dad) (el dominium ex jure quiritium) [propiedad de derecho quiritario, o sea la
propiedad del ciudadano romano].

En los pueblos surgidos de la Edad M edia, la propiedad tribal se desarrolla pa-


sando por varias etapas —propiedad feudal de la tierra, propiedad mobiliaria
corporativa, capital manufacturero— hasta llegar al capital moderno, condicio-
nado por la gran industria y la competencia universal, a la propiedad privada
pura, que se ha despojado ya de toda apariencia de comunidad y ha eliminado
toda influencia del Estado sobre el desarrollo de la propiedad. A esta propiedad
privada moderna corresponde el Estado moderno, paulatinamente comprado, en
rigor, por los propietarios privados, entregado completamente a éstos por el sis-
tema de la deuda pública y cuya existencia, como revela el alza y la baja de los

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valores del Estado en la Bolsa, depende enteramente del crédito comercial que
le concedan los propietarios privados, los burgueses. La burguesía, por ser ya
una clase, y no un simple estamento, está obligada a organizarse en un plano
nacional y no ya solamente en un plano local y a dar a su interés medio una
forma general. M ediante la emancipación de la propiedad privada con respecto
a la comunidad, el Estado cobra una existencia especial junto a la sociedad civil
y al margen de ella; pero no es tampoco más que la forma de organización a que
necesariamente se someten los burgueses, tanto en lo interior como en lo exte-
rior, para la mutua garantía de su propiedad y de sus intereses. La independen-
cia del Estado sólo se da, hoy día, en aquellos países en que los estamentos aún
no se han desarrollado totalmente hasta convertirse en clases, donde aún
desempeñan cierto papel los estamentos, eliminados ya en los países más avan-
zados, donde existe cierta mezcla y donde, por tanto, ninguna parte de la pobla-
ción puede llegar a dominar sobre las demás. Es esto, en efecto, lo que ocurre
en Alemania. El ejemplo más acabado del Estado moderno lo tenemos en Nor-
teamérica. Los modernos escritores franceses, ingleses y norteamericanos se
manifiestan todos en el sentido de que el Estado sólo existe en función de la
propiedad privada, lo que, a fuerza de repetirse, se ha incorporado ya a la con-
ciencia habitual.

Como el Estado es la forma bajo la que los individuos de una clase dominante
hacen valer sus intereses comunes y en la que se condensa toda la sociedad civil
de una época, se sigue de aquí que todas las instituciones comunes tienen como
mediador al Estado y adquieren a través de él una forma política. De ahí la ilu-
sión de que la ley se fundamente en la voluntad y, además, en la voluntad des-
gajada de su base real, en la voluntad libre. Y, del mismo modo, se reduce el
derecho, a su vez, a la ley.

El derecho privado se desarrolla, conjuntamente con la propiedad privada, co-


mo resultado de la desintegración de la comunidad natural. Entre los romanos,
el desarrollo de la propiedad privada y el derecho privado no acarreó más con-
secuencias industriales y comerciales porque el modo de producción de Roma
siguió siendo enteramente el mismo que antes. En los pueblos modernos, donde
la comunidad feudal fue disuelta por la industria y el comercio, el nacimiento
de la propiedad privada y el derecho privado abrió una nueva fase, susceptible
de un desarrollo ulterior. La primera ciudad que en la Edad M edia mantenía un
comercio extenso por mar, Amalfi, fue también la primera en que se desarrolló
un derecho marítimo. Y tan pronto como, primero en Italia y más tarde en otros
países, la industria y el comercio se encargaron de seguir desarrollando la pro-
piedad privada, se acogió de nuevo el derecho romano desarrollado y se lo ele-
vó a autoridad. Y cuando, más tarde, la burguesía era ya lo suficientemente
fuerte para que los príncipes tomaran bajo su protección sus intereses, con la
mira de derrocar a la nobleza feudal por medio de la burguesía, comenzó en to-
dos los países —como en Francia, durante el Siglo XVI—, el verdadero desa-
rrollo del derecho, que en todos ellos, exceptuando a Inglaterra, tomó como ba-
se el derecho romano. Pero también en Inglaterra se utilizaron, para el desarro-
llo ulterior del derecho privado, algunos principios jurídicos romanos (princi-
palmente, en lo tocante a la propiedad mobiliaria). (Tener en cuenta que el de-
recho carece de historia propia, como carece también de ella la religión).

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El derecho privado proclama las relaciones de propiedad existentes como el re-
sultado de la voluntad general. El mismo jus utendi et abutendi [derecho de usar
y de abusar, o sea de consumir o destruir la cosa] expresa, de una parte, el he-
cho de que la propiedad privada ya no guarda la menor relación con la comuni-
dad y, de otra parte, la ilusión de que la misma propiedad privada descansa so-
bre la mera voluntad privada, como el derecho a disponer arbitrariamente de la
cosa. En la práctica, el abuti [el abusar, consumir o destruir la cosa] tropieza
con limitaciones económicas muy determinadas y concretas para el propietario
privado, si no quiere que su propiedad, y con ella su jus abutendi, pasen a otras
manos, puesto que la cosa no es tal cosa simplemente en relación con su volun-
tad, sino que solamente se convierte en verdadera propiedad en el comercio e
independientemente del derecho a una cosa (solamente allí se convierte en una
relación, en lo que los filósofos llaman una idea) [relación, para los filósofos =
idea. Ellos sólo conocen la relación "del hombre" consigo mismo, razón por la
cual todas las relaciones reales se truecan, para ellos, en ideas. (Glosa marginal
de M arx)]. Esta ilusión jurídica, que reduce el derecho a la mera voluntad, con-
duce, necesariamente, en el desarrollo ulterior de las relaciones de propiedad, al
resultado de que una persona puede ostentar un título jurídico a una cosa sin
llegar a tener realmente a ésta. Así, por ejemplo, si la competencia suprime la
renta de una finca, el propietario conservará, sin duda alguna el título jurídico
de propiedad, y con él, el correspondiente jus utendi et abutendi. Pero, nada po-
drá hacer con él ni poseerá nada en cuanto propietario de la tierra, a menos que
disponga del capital suficiente para poder cultivar su finca. Y por la misma ilu-
sión de los juristas, se explica el que para ellos y para todos los códigos en ge-
neral sea algo fortuito el que los individuos entablen relaciones entre sí, cele-
brando, por ejemplo, contratos, considerando estas relaciones como nexos que
se [pueden] o no contraer, según se quiera, y cuyo contenido descansa íntegra-
mente sobre el capricho individual de los contratantes. Tan pronto como el
desarrollo de la industria y del comercio hace surgir nuevas formas de inter-
cambio, por ejemplo, las compañías de seguros, etc., el derecho se ve obligado,
en cada caso, a dar entrada a estas formas entre los modos de adquirir la propie-
dad.

Nada más usual que la idea de que en la historia, hasta ahora, todo ha consistido
en la acción de tomar. Los bárbaros tomaron el Imperio Romano, y con esta
toma se explica el paso del mundo antiguo al feudalismo. Pero, en la toma por
los bárbaros, se trata de saber si la nación tomada por ellos había llegado a
desarrollar fuerzas productivas industriales como ocurre en los pueblos moder-
nos, o si sus fuerzas productivas descansaban, en lo fundamental, simplemente
sobre su unión y sobre la comunidad. El acto de tomar está, además, condicio-
nado por el objeto que se toma. La fortuna de un banquero, consistente en pape-
les, no puede en modo alguno ser tomada sin que quien la toma se someta a las
condiciones de producción y de intercambio del país tomado. Y lo mismo ocu-
rre con todo el capital industrial de un país industrial moderno. Finalmente, la
acción de tomar se termina siempre muy pronto, y cuando ya no hay nada que
tomar necesariamente hay que empezar a producir. Y de esta necesidad de pro-
ducir, muy pronto declarada, se sigue el que la forma de la comunidad adoptada
por los conquistadores instalados en el país tiene necesariamente que corres-
ponder a la fase de desarrollo de las fuerzas productivas con que allí se encuen-

11
tran o, cuando no es ése el caso, modificarse a tono con las fuerzas productivas.
Y esto explica también el hecho que se creyó observar por todas partes en la
época posterior a la transmigración de los pueblos, a saber: que los vasallos se
convirtieron en señores y los conquistadores adoptaron muy pronto la lengua, la
cultura y las costumbres de los conquistados. El feudalismo no salió ni mucho
menos, ya listo y organizado, de Alemania, sino que tuvo su origen, por parte
de los conquistadores, en la organización guerrera que los ejércitos fueron ad-
quiriendo durante la propia conquista y se desarrolló hasta convertirse en el
verdadero feudalismo después de ella, gracias a la acción de las fuerzas produc-
tivas encontradas en los países conquistados. Hasta qué punto se hallaba condi-
cionada esta forma por las fuerzas productivas lo revelan los intentos frustrados
que se hicieron para imponer otras formas nacidas de viejas reminiscencias ro-
manas (Carlomagno, etcétera).

Marx, en Miseria de la filosofía (1846-1847), resumió:

El derecho no es más que el reconocimiento oficial del hecho.

[...]

Señores: No os dejéis engañar por la palabra abstracta de libertad. ¿Libertad de


quién? No es la libertad de cada individuo con relación a otro individuo. Es la
libertad del capital para machacar al trabajador.

Marx, en el Prólogo de la Contribución a la crítica de la Economía Política


(1859), estableció el cimento sólido de las tesis fundamentales del materialis-
mo aplicadas a la sociedad humana y a su historia; explicó:

M i primer trabajo, emprendido para resolver las dudas que me asaltaban, fue
una revisión crítica de la filosofía hegeliana del derecho, trabajo cuya introduc-
ción vio la luz en 1844 en los Deutsch-Französische Jahrbücher [Anales ale-
mano-franceses], que se publicaban en París. M i investigación desembocaba en
el resultado de que, tanto las relaciones jurídicas como las formas de Estado no
pueden comprenderse por sí mismas ni por la llamada evolución general del es-
píritu humano, sino que radican, por el contrario, en las condiciones materiales
de vida cuyo conjunto resume Hegel, siguiendo el precedente de los ingleses y
franceses del Siglo XVIII, bajo el nombre de "sociedad civil", y que la anatomía
de la sociedad civil hay que buscarla en la Economía Política. En Bruselas, a
donde me trasladé en virtud de una orden de destierro dictada por el señor Gui-
zot, hube de proseguir mis estudios de Economía Política, comenzados en París.
El resultado general a que llegué y que, una vez obtenido, sirvió de hilo conduc-
tor a mis estudios, puede resumirse así: en la producción social de su vida, los
hombres contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su
voluntad, relaciones de producción, que corresponden a una determinada fase

12
de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas rela-
ciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real
sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corres-
ponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la
vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en ge-
neral. No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el con-
trario, el ser social es lo que determina su conciencia. Al llegar a una determi-
nada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran
en contradicción con las relaciones de producción existentes, o, lo que no es
más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de
las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas
productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre así una
época de revolución social. Al cambiar la base económica, se revoluciona, más
o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella. Cuan-
do se estudian esas revoluciones, hay que distinguir siempre entre los cambios
materiales ocurridos en las condiciones económicas de producción y que pue-
den apreciarse con la exactitud propia de las ciencias naturales, y las formas ju-
rídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en una palabra, las formas
ideológicas en que los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan
por resolverlo. Y del mismo modo que no podemos juzgar a un individuo por lo
que él piensa de sí, no podemos juzgar tampoco a estas épocas de revolución
por su conciencia, sino que, por el contrario, hay que explicarse esta conciencia
por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las
fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción. Ninguna formación
social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que
caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más altas relaciones de produc-
ción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado
en el seno de la propia sociedad antigua. Por eso, la humanidad se propone
siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar, pues, bien miradas las
cosas, vemos siempre que estos objetivos sólo brotan cuando ya se dan o, por lo
menos, se están gestando, las condiciones materiales para su realización. A
grandes rasgos, podemos designar como otras tantas épocas de progreso, en la
formación económica de la sociedad, el modo de producción asiático, el anti-
guo, el feudal y el moderno burgués. Las relaciones burguesas de producción
son la última forma antagónica del proceso social de producción; antagónica, no
en el sentido de un antagonismo individual, sino de un antagonismo que pro-
viene de las condiciones sociales de vida de los individuos. Pero las fuerzas
productivas que se desarrollan en el seno de la sociedad burguesa brindan, al
mismo tiempo, las condiciones materiales para la solución de este antagonismo.
Con esta formación social se cierra, por tanto, la prehistoria de la sociedad hu-
mana.

Marx, en su carta a Engels del 7 de julio de 1866, le preguntó:

13
¿Hay alguna parte en que nuestra teoría de que la organización del trabajo está
determinada por los medios de producción se confirme más brillantemente que
en la industria de la carnicería humana?
[La cursiva es nuestra.]

Marx, en el tomo I de El Capital (1867), escribió:

La órbita de la circulación o del cambio de mercancías, dentro de cuyas fronte-


ras se desarrolla la compra y la venta de la fuerza de trabajo, era, en realidad, el
verdadero paraíso de los derechos del hombre. Dentro de estos linderos, sólo
reinan la libertad, la igualdad, la propiedad, y Bentham. La libertad, pues el
comprador y el vendedor de una mercancía, v. gr. de la fuerza de trabajo, no
obedecen a más ley que la de su libre voluntad. Contratan como hombres libres
e iguales ante la ley. El contrato es el resultado final en que sus voluntades co-
bran una expresión jurídica común. La igualdad, pues compradores y vendedo-
res sólo contratan como poseedores de mercancías, cambiando equivalente por
equivalente. La propiedad, pues cada cual dispone y solamente puede disponer
de lo que es suyo. Y Bentham, pues a cuantos intervienen en estos actos sólo los
mueve su interés. La única fuerza que los une y los pone en relación es la fuerza
de su egoísmo, de su provecho personal, de su interés privado. Precisamente
por eso, porque cada cual cuida solamente de sí y ninguno vela por los demás,
contribuyen todos ellos, gracias a una armonía preestablecida de las cosas o
bajo los auspicios de una providencia omniastuta, a realizar la obra de su prove-
cho mutuo, de su conveniencia colectiva, de su interés social.

Al abandonar esta órbita de la circulación simple o cambio de mercancías,


adonde el librecambista vulgaris va a buscar las ideas, los conceptos y los crite-
rios para enjuiciar la sociedad del capital y del trabajo asalariado, parece como
si cambiase algo la fisonomía de los personajes de nuestro drama. El antiguo
poseedor de dinero abre la marcha convertido en capitalista, y tras él viene el
poseedor de la fuerza de trabajo, transformado en obrero suyo; aquél, pisando
recio y sonriendo desdeñoso, todo ajetreado; éste, tímido y receloso, de mala
gana, como quien va a vender su propia pelleja y sabe la suerte que le aguarda:
que se la curtan.
[La cursiva es del original.]

Y, Lenin, en Carlos Marx (1918), sintetizó:

El marxismo señaló el camino para un estudio global y multilateral del proceso


de aparición, desarrollo y decadencia de las formaciones económico-sociales,
examinando el conjunto de todas las tendencias contradictorias y reduciéndolas
a las condiciones, perfectamente determinables, de vida y de producción de las
distintas clases de la sociedad, eliminando el subjetivismo y la arbitrariedad en
la elección de las diversas ideas "dominantes" o en la interpretación de ellas, y

14
poniendo al descubierto las raíces de todas las ideas sin excepción y de las di-
versas tendencias que se manifiestan en el estado de las fuerzas productivas ma-
teriales.
[La cursiva es del original.]

Éste es nuestro punto de partida.

Bien, ahora, adentrémonos en el proceso histórico.

Sin pretender profundizar en temas que ya hemos tratado en otros escritos,


repasemos parte del recorrido de la historia de la humanidad y su organización
social siguiendo el hilo de lo establecido por Engels, en El origen de la fami-
lia, la propiedad privada y el Estado.

En los tiempos de la prehistoria, la organización social se basaba en las formas


gentilicias donde los individuos estaban unidos por lazos de parentesco con-
sanguíneo a lo largo de un encadenamiento de generaciones cuyos rastros
genealógicos se perdían en las lejanías del tiempo pero que se mantenían liga-
dos, primero, a la procedencia común del grupo, luego, a las hermandades, que
era la unión de grupos emparentados, y que más tarde pasaban a formar una
tribu de hermandades emparentadas y, de ahí, a una confederación de tribus,
cuando las hubo. Las tribus formaron pueblos donde tanto las gens como las
hermandades y las diferentes tribus inicialmente conservaban una completa
independencia. A la postre, estos pueblos se fusionan en uno solo y se consti-
tuyen en naciones cuando se organizaron y adoptaron una Constitución con un
sistema de derecho popular luchando por un ideal y un interés que era común a
todos los que formaban la nación que estaba por encima de las costumbres
legales de las tribus y de las gens y a la que cada individuo quedaba sometido
sin reserva en sus sentimientos, ideas y actos; se construyeron ciudades amura-
lladas dentro de las cuales la población crecía con el aumento del ganado y el
desarrollo de la agricultura; la producción llegaría a desarrollarse tanto que la
fuerza de trabajo podía producir más de lo que se necesitaba para el sustento,
con lo que aparecieron los medios para sostener más fuerza de trabajo, lo que a
su vez hizo que ésta se convierta en un valor; fue un proceso determinado no
por el crecimiento poblacional sino, principalmente, por la ligazón de los gru-
pos humanos a la producción, a la distribución y el intercambio.

Evidentemente, este desarrollo no siempre fue una organización lineal; en


algunos lugares de Grecia, como en otras partes del mundo, por ejemplo, podía
faltar la hermandad o la confederación de tribus, pero en todo caso la gens, en
general, fue la unidad orgánica del desarrollo natural de la sociedad y así hasta
que el desarrollo actual de la economía y de la sociedad destruyen las barreras

15
nacionales sustituyéndolas por los antagonismos de clase que pasó a ser lo
principal.

En su desarrollo, las tribus, los pueblos, las naciones andaban desarticuladas y


enfrentadas entre sí; en ese escenario, surgieron la diferenciación de los ofi-
cios, las clases sociales y con ellas el Estado y sus fuerzas armadas como ga-
rantes de la propiedad privada de algunos pocos individuos sobre los medios
de producción.

Así, la sociedad antigua, basada en las uniones gentilicias, salta por los aires a
consecuencia del choque de las clases sociales recién formadas; su lugar lo
ocupa una sociedad organizada en Estado y cuyas unidades inferiores no son
ya gentilicias, sino unidades territoriales; se trata de una sociedad en la que el
régimen familiar está completamente sometido a las relaciones de propiedad y
en la que se desarrollan libremente las contradicciones de clase y la lucha de
clases. El Estado surge para asegurar las nuevas riquezas de los individuos
junto a la propiedad privada consagrando ésta como el fin más elevado de la
humanidad y todo ello junto con el reconocimiento de las nuevas pendencieras
formas de apropiación del excedente de producción, de adquirir propiedad y la
acumulación cada vez más acelerada de riquezas; es decir, el Estado surge
como la institución que faltaba para garantizar a perpetuidad la naciente divi-
sión de la sociedad en clases y el derecho de la clase poseedora a explotar y
dominar a la clase no poseedora; para ello se transformaron los órganos de la
Constitución gentil y el derecho popular en órganos de administración con una
fuerza armada, mal llamada pública, que es usada contra el pueblo, usurpando
así el sentido de pueblo en armas que había creado su autodefensa en las gens,
en las tribus, en los pueblos y naciones. Así es como se inventaron el Estado y
sus leyes.

Adentrándonos en el tiempo, por ejemplo en la historia colonial estadouniden-


se, veremos que surgen leyes, nuevas leyes, que no tenían precedente y se
convirtieron en el primer instrumento legal creado para la protección de los
habitantes de territorios colonizados y en precursor del derecho internacional.
Pero esas leyes eran prematuras para su tiempo, por lo que, en el conjunto de
todo el Continente, las libertades y derechos individuales no llegaron hasta el
Siglo XIX. Por ello, esta audaz legislación no siempre se cumplió en los terri-
torios españoles de ultramar. Las leyes legalizaron una situación ya existente
en la que la mayoría de indios se vio obligada a trabajar para los encomende-
ros. Para ver algo, en principio, parecido pero mucho más desarrollado, habría
que esperar a Jefferson hasta 1776 y la Declaración de la Independencia de los
Trece Estados Unidos de América, que arranca reconociendo que todos los
hombres son por naturaleza igualmente libres e independientes, que tienen
ciertos derechos inherentes y que todo poder reside en el pueblo; y a la Consti-
tución de Estados Unidos de América de 1787, en la que por primera vez en la

16
historia de la humanidad se estructura una República democrática independien-
te sobre la base de la igualdad ante la ley; de los derechos políticos para todos
los ciudadanos; de los derechos del hombre concernientes a la libertad para
todos los ciudadanos; y de la soberanía popular como fuente de todo poder.
Pero, como bien sabemos, estas leyes se convirtieron en papel que sirven de
ataúd para letra violada y asesinada.

La historia de la relación material y espiritual de individuos y grupos sociales


recorre el proceso de desarrollo económico y social a lo largo de la comunidad
primitiva, del esclavismo, de la feudalidad y del capitalismo.

De esta manera, cualquier debate político-jurídico acerca de la democracia


representativa; acerca del ordenamiento jurídico del Estado; del ordenamiento
constitucional; de la Constitución política y su reforma; de la interpretación
constitucional, la legislación y las leyes; de una Asamblea Constituyente; de
una nueva Constitución; de un plebiscito o referéndum; y hasta de "la lucha
con la Constitución y la ley en la mano", debe tenerse en cuenta el recorrido de
la historia de la humanidad y su organización social; ni las leyes internaciona-
les se salvan de ser observadas bajo esta lupa. No olvidar que en la práctica se
llevan a cabo las violaciones más groseras de los derechos fundamentales que
están establecidos en la Constitución y en las leyes gracia a la lucha del pue-
blo; y que existe un grupo de leyes sociales que tienen que ver con las obliga-
ciones del Estado; por ejemplo, trabajo, salud, educación y la seguridad social.

Si en la práctica, los pseudomarxistas (revisionistas) peruanos, pregonan a los


4 vientos el "respeto de la Constitución y el ordenamiento jurídico del Estado",
si proclaman el "respeto" del llamado "Estado de derecho" y el "sacrosanto
imperio de la ley" y peroran sin fin a favor de una Asamblea Constituyente, de
nueva Constitución y de elecciones generales, deberían reconocer públicamen-
te que sus intenciones no van más allá de ponerse al servicio del imperialismo,
de la gran burguesía burocrática-compradora y de los grandes terratenientes
para profundizar el enraizamiento y desarrollo del capitalismo burocrático en
el Perú.

Las citas que recorren profusamente este escrito pueden servir a nuestros lecto-
res para que reflexionen en los principios del marxismo sobre el tema y consi-
deren que toda Constitución sirve a la estructuración (o reestruturación) del
Estado según los intereses de la clase, o de las clases, que controla el Estado y
su Gobierno.

Además, como bien enseñó Lenin, "hay que tener en cuenta que el Estado es
una máquina destinada a la opresión de unos por otros. Y esta máquina la
pondremos en manos de aquella clase que debe derrocar el Poder del capital.
Rechazaremos todos los viejos prejuicios de que el Estado es la igualdad para

17
todos, pues esto es un engaño: mientras exista la explotación, no puede haber
igualdad."

Es precisamente ahí donde entra a tallar el derecho de separación, la aplicación


práctica de los derechos de soberanía, independencia y autodeterminación de
los pueblos, de las naciones y de los Estados; es aquí donde se verifica que las
masas hacen la historia y que, como enseñó Mao Tsetung, la rebelión se justi-
fica.

Ahora, ahondemos en las enseñanzas del marxismo.

Marx y Engels, en el Manifiesto del Partido Comunista (1847-1848), escribie-


ron:

M as no discutáis con nosotros mientras apliquéis a la abolición de la propiedad


burguesa el criterio de vuestras nociones burguesas de libertad, cultura, dere-
cho, etc. Vuestras ideas mismas son producto de las relaciones de producción y
de propiedad burguesas, como vuestro derecho no es más que la voluntad de
vuestra clase erigida en ley; voluntad cuyo contenido está determinado por las
condiciones materiales de existencia de vuestra clase.

La concepción interesada que os ha hecho erigir en leyes eternas de la Naturale-


za y de la Razón las relaciones sociales dimanadas de vuestro modo de produc-
ción y de propiedad —relaciones históricas que surgen y desaparecen en el cur-
so de la producción—, la compartís con todas las clases dominantes hoy desa-
parecidas.

Marx, en A Abraham Lincoln, Presidente de los Estados Unidos de América


(1864), escribió:

Cuando la oligarquía de 300,000 esclavistas se abrevió por vez primera en los


anales del mundo a escribir la palabra "esclavitud" en la bandera de una rebe-
lión armada, cuando en los mismos lugares en que había nacido por primera
vez, hace cerca de 100 años, la idea de una gran República Democrática, en que
había sido proclamada la primera Declaración de los Derechos del Hombre[*] y
se había dado el primer impulso a la revolución europea del Siglo XVIII, cuan-
do, en esos mismos lugares, la contrarrevolución se vanagloriaba con invariable
perseverancia de haber acabado con las "ideas reinantes en los tiempos de la
creación de la Constitución precedente", declarando que "la esclavitud era una
institución caritativa, la única solución, en realidad, del gran problema de las re-
laciones entre el capital y el trabajo", y proclamaba cínicamente el derecho de
propiedad sobre el hombre "piedra angular del nuevo edificio", la clase trabaja-
dora de Europa comprendió de golpe, ya antes de que la intercesión fanática de
las clases superiores en favor de los aristócratas confederados le sirviese de si-

18
niestra advertencia, que la rebelión de los esclavistas sonaría como rebato para
la cruzada general de la propiedad contra el trabajo y que los destinos de los
trabajadores, sus esperanzas en el porvenir e incluso sus conquistas pasadas se
ponían en tela de juicio en esa grandiosa guerra del otro lado del Atlántico. Por
eso la clase obrera soportó por doquier pacientemente las privaciones a que le
había condenado la crisis del algodón, se opuso con entusiasmo a la interven-
ción en favor del esclavismo que reclamaban enérgicamente los potentados, y
en la mayoría de los países de Europa derramó su parte de sangre por la causa
justa.

M ientras los trabajadores, la auténtica fuerza política del Norte, permitían a la


esclavitud denigrar su propia República, mientras ante el negro, al que compra-
ban y vendían, sin preguntar su ascenso, se pavoneaban del alto privilegio que
tenía el obrero blanco de poder venderse a sí mismo y de elegirse el amo, no es-
taban en condiciones de lograr la verdadera libertad del trabajo ni de prestar
apoyo a sus hermanos europeos en la lucha por la emancipación; pero ese obs-
táculo en el camino del progreso ha sido barrido por la marea sangrienta de la
guerra civil.
__________
[*] Se trata de la Declaración de la independencia adoptada el 4 de julio de 1776, en el
Congreso de Filadelfia, por los delegados de 13 colonias inglesas en América del Norte.
Se proclama en ella que las colonias norteamericanas se separan de Inglaterra para consti-
tuir una República independiente: los Estados Unidos de América. En dicho documento
se formulan principios democrático-burgueses, como la libertad del individuo, la igualdad
de los ciudadanos ante la ley, la soberanía del pueblo, etc. Sin embargo, la burguesía y los
grandes propietarios de tierras norteamericanos vulneraban desde el comienzo los dere-
chos democráticos proclamados en la Declaración, apartaban a las masas populares de la
participación en la vida política y conservaron la esclavitud. Los negros, que formaban
una parte considerable de la población de la República, quedaron privados de los más
elementales Derechos del Hombre.

Engels, en El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado (1884),


escribió:

..., el Estado no es de ningún modo un poder impuesto desde fuera de la socie-


dad; tampoco es "la realidad de la idea moral", "ni la imagen y la realidad de la
razón", como afirma Hegel [en Fundamentos de la filosofía del Derecho]. Es
más bien un producto de la sociedad cuando llega a un grado de desarrollo de-
terminado; es la confesión de que esa sociedad se ha enredado en una irreme-
diable contradicción consigo misma y está dividida por antagonismos irreconci-
liables, que es impotente para conjurar. Pero a fin de que estos antagonismos,
estas clases con intereses económicos en pugna no se devoren a sí mismas y no
consuman a la sociedad en una lucha estéril, se hace necesario un poder situado
aparentemente por encima de la sociedad y llamado a amortiguar el choque, a
mantenerlo en los límites del "orden". Y ese poder, nacido de la sociedad, pero
que se pone por encima de ella y se divorcia de ella más y más, es el Estado.

[...]

19
Por tanto, el Estado no ha existido eternamente. Ha habido sociedades que se
las arreglaron sin él, que no tuvieron la menor noción del Estado ni de su poder.
Al llegar a cierta fase del desarrollo económico, que estaba ligada necesaria-
mente a la división de la sociedad en clases, esta división hizo del Estado una
necesidad. Ahora nos aproximamos con rapidez a una fase de desarrollo de la
producción en que la existencia de estas clases no sólo deja de ser una necesi-
dad, sino que se convierte positivamente en un obstáculo para la producción.
Las clases desaparecerán de un modo tan inevitable como surgieron en su día.
Con la desaparición de las clases desaparecerá inevitable-mente el Estado. La
sociedad, reorganizando de un modo nuevo la producción sobre la base de una
asociación libre de productores iguales, enviará toda la máquina del Estado al
lugar que entonces le ha de corresponder: al museo de antigüedades, junto a la
rueca y al hacha de bronce.

Lenin, en Marxismo y revisionismo (1908), estableció que:

El carácter inevitable del revisionismo está determinado por sus raíces de clase
en la sociedad actual. El revisionismo es un fenómeno internacional. Para nin-
gún socialista que reflexione y tenga un mínimo de conocimientos puede existir
ni la más pequeña duda de que la relación entre ortodoxos y bernsteinianos en
Alemania, entre guesdistas y jauresistas (ahora, en particular, broussistas) en
Francia, entre la Federación Socialdemócrata y el Partido Laborista Indepen-
diente en Inglaterra, entre Brouckere y Vandervelde en Bélgica, entre integralis-
tas y reformistas en Italia, entre bolcheviques y mencheviques en Rusia es, en
todas partes, en lo sustancial, una y la misma pese a la inmensa diversidad de
las condiciones nacionales y de los factores históricos en la actual situación de
todos esos países. En realidad, la "división" en el movimiento socialista interna-
cional de nuestra época se produce ya, ahora, en los diversos países del mundo,
esencialmente en una misma línea, lo cual muestra el formidable paso adelante
que se ha dado en comparación con lo que ocurría hace 30 ó 40 años, cuando en
los diversos países luchaban tendencias heterogéneas dentro del movimiento
socialista internacional único. Y ese "revisionismo de izquierda" que se perfila
hoy en los países latinos como "sindicalismo revolucionario" se adapta también
al marxismo "enmendándolo": Labriola en Italia, Lagardelle en Francia, apelan
muy a menudo del M arx mal comprendido al M arx bien comprendido.

No podemos detenernos a examinar aquí el contenido ideológico de este revi-


sionismo, que dista mucho de estar tan desarrollado como el revisionismo opor-
tunista y que no se ha trasformado en internacional, ni afrontado una sola bata-
lla práctica importante con el partido socialista de ningún país. Por eso, nos li-
mitaremos al "revisionismo de derecha" descrito antes.

¿En qué descansa su carácter inevitable en la sociedad capitalista? ¿Por qué es


más profundo que las diferencias de las particularidades nacionales y el grado
de desarrollo del capitalismo? Porque en todo país capitalista existen siempre,
al lado del proletariado, extensas capas de pequeña burguesía, de pequeños pro-

20
pietarios. El capitalismo ha nacido y sigue naciendo, constantemente, de la pe-
queña producción. Una serie de nuevas "capas medias" son inevitablemente
formadas, una y otra vez por el capitalismo (apéndices de las fábricas, trabajo a
domicilio, pequeños talleres diseminados por todo el país para hacer frente a las
exigencias de la gran industria, por ejemplo de la industria de bicicletas y auto-
móviles, etc.). Esos nuevos pequeños productores son nuevamente arrojados, de
modo no menos infalible, a las filas del proletariado. Es muy natural que la
concepción del mundo pequeñoburguesa irrumpa una y otra vez en las filas de
los grandes partidos obreros. Es muy natural que así suceda, y así sucederá
siempre hasta llegar a la revolución proletaria, pues sería un profundo error
pensar que es necesario que la mayoría de la población se proletarice "por com-
pleto" para que esa revolución sea posible. La experiencia que hoy vivimos, a
menudo sólo en el campo ideológico, es decir las discusiones sobre las enmien-
das teóricas a M arx; lo que hoy surge en la práctica sólo en problemas aislados
y parciales del movimiento obrero tales como las diferencias tácticas con los
revisionistas y la división que se produce en base a ellas, todo ello lo experi-
mentará en escala incomparablemente mayor la clase obrera cuando la revolu-
ción proletaria agudice todos los problemas en litigio, concentre todas las dife-
rencias en los puntos que tienen la importancia más inmediata para determinar
la conducta de las masas, y en el fragor del combate haga necesario separar los
enemigos de los amigos, echar a los malos aliados para asestar golpes decisivos
al enemigo.

La lucha ideológica, librada a fines del Siglo XIX por el marxismo revoluciona-
rio contra el revisionismo no es más que el preludio de los grandes combates
revolucionarios del proletariado que, pese a todas las vacilaciones y debilidades
de los filisteos, avanza hacia el triunfo completo de su causa.

Lenin, en El socialismo y la guerra (1915), escribió:

En el pasado, antes de la guerra, el oportunismo fue considerado a menudo co-


mo un componente legítimo, aunque "divisionista" y "extremista", del Partido
Socialdemócrata. La guerra ha demostrado que esto ya no será posible en el fu-
turo. El oportunismo "ha llegado a su plena madurez" y desempeñado hasta el
fin su papel de emisario de la burguesía en el movimiento obrero. La unidad
con los oportunistas se ha vuelto pura hipocresía, de la que vemos un ejemplo
en el Partido Socialdemócrata Alemán. En todas las grandes ocasiones (como
por ejemplo en la votación del 4 de agosto), los oportunistas presentan su ulti-
mátum y logran imponerlo gracias a sus múltiples vínculos con la burguesía, al
hecho de tener la mayoría en las direcciones de los sindicatos, etc. Hoy, la uni-
dad con los oportunistas significa de hecho la subordinación de la clase obrera a
"su" burguesía nacional y la alianza con ella para oprimir a otras naciones y lu-
char por los privilegios de toda gran potencia, lo cual representa la escisión del
proletariado revolucionario de todos los países.

21
Por dura que sea, en algunos casos, la lucha contra los oportunistas, que domi-
nan en muchas organizaciones, y sean cuales fueren en los distintos países las
peculiaridades que adopte el proceso de depuración de los partidos obreros para
desembarazarse de los oportunistas, este proceso es inevitable y fecundo.

[...]

Kautsky, la más alta autoridad de la II Internacional, es el ejemplo más típico y


claro de cómo el reconocimiento verbal del marxismo ha llevado en la práctica
a transformarlo en "struvismo" o en "brentanismo"[3]. Plejánov nos ofrece otro
ejemplo de ello. M ediante sofismas evidentes, se extirpa del marxismo su espí-
ritu vivo y revolucionario, y se admite en él todo, excepto los medios revolu-
cionarios de lucha y la propaganda y preparación de los mismos, así como la
educación de las masas en ese sentido. Despreciando todo principio, Kautsky
"concilia" la idea fundamental del socialchovinismo, la aceptación de la defensa
de la patria en la guerra actual, con concesiones diplomáticas y ostensibles a la
izquierda, tales como la abstención en la votación de los créditos de guerra, la
actitud verbal en favor de la oposición, etc. Kautsky, que en 1909 escribió todo
un libro sobre la inminencia de una época de revoluciones y sobre las relaciones
entre la guerra y la revolución, ¡Kautsky, que en 1912 firmó el manifiesto de
Basilea sobre la utilización revolucionaria de la guerra que se avecinaba, ahora
justifica y exalta el socialchovinismo por todos los medios y, como Plejánov, se
une a la burguesía para ridiculizar toda idea de revolución, toda iniciativa en el
sentido de una lucha revolucionaria directa.

[...]

La justeza de nuestra apreciación sobre la corriente liquidacionista y sobre la


expulsión del principal grupo de liquidadores de las filas de nuestro Partido, se
ha visto, de este modo, plenamente confirmada. El programa real de los liqui-
dadores y el verdadero significado de su orientación no consisten hoy simple-
mente en el oportunismo en general, sino en la defensa de los privilegios y de
las ventajas que la gran potencia concede a los terratenientes y a la burguesía
gran rusos. Es la orientación de la política obrera nacional-liberal. Se trata de la
alianza de una parte de los pequeños burgueses radicales y de una ínfima frac-
ción de obreros privilegiados con "su" burguesía nacional y contra la masa del
proletariado.

[...]

El problema no consiste en absoluto en saber si la socialdemocracia alemana se


hallaba en condiciones de impedir que su país entrara en la guerra, ni tampoco
en saber si los revolucionarios pueden garantizar, en general, el triunfo de la re-
volución. El problema es saber si debemos proceder como socialistas o "agoni-
zar" efectivamente en los brazos de la burguesía imperialista.

22
Lenin, en El Imperialismo, fase superior del Capitalismo (1917), escribió:

Las cuestiones esenciales en la crítica del imperialismo son la de saber si es po-


sible modificar con reformas las bases del imperialismo, la de saber si hay que
seguir adelante desarrollando la exacerbación y el ahondamiento de las contra-
dicciones engendradas por el mismo o hay que retroceder, atenuando dichas
contradicciones. Como las particularidades políticas del imperialismo son la
reacción en toda la línea y la intensificación del yugo nacional como conse-
cuencia del yugo de la oligarquía financiera y la supresión de la libre concu-
rrencia, a principios del Siglo XX, en casi todos los países imperialistas, apare-
ce una oposición democrática pequeñoburguesa al imperialismo. Y la ruptura
con el marxismo por parte de Kautsky y de la vasta corriente internacional del
kautskismo consiste precisamente en que Kautsky no sólo no se ha preocupado,
no ha sabido enfrentarse a esa oposición pequeñoburguesa, reformista, en lo
económico fundamentalmente reaccionaria, sino que, por el contrario, se ha
fundido prácticamente con ella.

En los Estados Unidos, la guerra imperialista de 1898 contra España provocó


una oposición de los "antiimperialistas", los últimos mohicanos de la democra-
cia burguesa, los cuales calificaban de "criminal" dicha guerra, consideraban
como una violación de la Constitución la anexión de tierras ajenas, denunciaban
como "un engaño de los patrioteros" la actitud hacia el jefe de los indígenas fi-
lipinos Aguinaldo (al cual prometieron la libertad de su país y después desem-
barcaron tropas norteamericanas y se anexionaron las Filipinas), citaban las pa-
labras de Lincoln: "cuando el blanco se gobierna a sí mismo, esto se llama au-
tonomía; cuando se gobierna a sí mismo y, al mismo tiempo, gobierna a otros,
no es ya autonomía, esto se llama despotismo". Pero mientras toda esa crítica
tenía miedo de reconocer el lazo indisoluble existente entre el imperialismo y
los trusts, y, por consiguiente, entre el imperialismo y los fundamentos del capi-
talismo; mientras temía unirse a las fuerzas engendradas por el gran capitalismo
y su desarrollo, no pasaba de ser una "aspiración inocente".

Igual es la posición fundamental de Hobson en su crítica del imperialismo.


Hobson se ha anticipado a Kautsky al levantarse contra la "inevitabilidad del
imperialismo" y al invocar la necesidad de "elevar la capacidad de consumo" de
la población (¡bajo el régimen capitalista!). M antienen una posición pequeño-
burguesa en la crítica del imperialismo, de la omnipotencia de los bancos, de la
oligarquía financiera, etc., Agahd, A. Lansburgh, L. Eschwege, citados reitera-
das veces por nosotros, y, entre los escritores franceses, Víctor Bérard, autor de
la obra superficial "Inglaterra y el imperialismo", aparecida en 1900. Todos
ellos, sin ninguna pretensión de marxismo, ni mucho menos, oponen al imperia-
lismo la libre concurrencia y la democracia, condenan la aventura del ferrocarril
de Bagdad, que conduce a conflictos y a la guerra, manifiestan "aspiraciones
inocentes" de paz, etc., incluso el estadístico de las emisiones internacionales,
A. Neymarck, el cual, calculando los centenares de miles de millones de Fran-
cos de valores "internacionales", exclamaba, en 1912: "¿Es posible concebir
que la paz pueda ser violada..., que con unas cifras tan enormes el mundo se
arriesgue a provocar la guerra?".

23
Por parte de los economistas burgueses, esa ingenuidad no tiene nada de sor-
prendente; además, para ellos es ventajoso aparecer tan ingenuos y hablar "se-
riamente" de la paz bajo el imperialismo. Pero ¿qué es lo que le queda del mar-
xismo a Kautsky, cuando en 1914, 1915 y 1916 adopta ese mismo punto de vis-
ta burgués-reformista y afirma que "todo el mundo está de acuerdo" (imperialis-
tas, pseudosocialistas y social-pacifistas) en lo que se refiere a la paz? En vez de
analizar y de poner al descubierto en toda su profundidad las contradicciones
del imperialismo, vemos únicamente la "aspiración inocente" reformista de evi-
tarlas, de deshacerse de ellas.

Y, en el Prólogo a la primera edición de El Estado y la revolución (1917),


Lenin definió:

La cuestión del Estado adquiere actualmente una importancia singular, tanto en


el aspecto teórico como en el aspecto político práctico. La guerra imperialista
ha acelerado y agudizado extraordinariamente el proceso de transformación del
capitalismo monopolista en capitalismo monopolista de Estado. La opresión
monstruosa de las masas trabajadoras por el Estado, que se va fundiendo cada
vez más estrechamente con las asociaciones omnipotentes de los capitalistas,
cobra proporciones cada vez más monstruosas. Los países adelantados se con-
vierten —y al decir esto nos referimos a su "retaguardia"— en presidios milita-
res para los obreros.

Los inauditos horrores y calamidades de esta guerra interminable hacen inso-


portable la situación de las masas, aumentando su indignación. Va fermentando
a todas luces la revolución proletaria internacional. La cuestión de la actitud de
ésta hacia el Estado adquiere una importancia práctica.

Los elementos de oportunismo acumulados durante décadas de desarrollo rela-


tivamente pacífico crearon la corriente de socialchovinismo imperante en los
partidos socialistas oficiales del mundo entero. Esta corriente (Plejánov, Pótre-
sov, Breshkóvskaia, Rubanóvich y luego, bajo una forma levemente velada, los
señores Tsereteli, Chernov y Cía., en Rusia; Scheidemann, Legien, David y
otros en Alemania; Renaudel, Guesde, Vandervelde, en Francia y en Bélgica;
Hyndman y los fabianos[*], en Inglaterra, etc., etc.), socialismo de palabra y
chovinismo de hecho, se distingue por la adaptación vil y lacayuna de los "je-
fes" del "socialismo", no sólo a los intereses de "su" burguesía nacional, sino,
precisamente, a los intereses de "su" Estado, pues la mayoría de las llamadas
grandes potencias hace ya largo tiempo que explotan y esclavizan a muchas na-
cionalidades pequeñas y débiles. Y la guerra imperialista es precisamente una
guerra por la partición y el reparto de esta clase de botín. La lucha por arrancar
a las masas trabajadoras de la influencia de la burguesía en general y de la bur-
guesía imperialista en particular, es imposible sin una lucha contra los prejui-
cios oportunistas relativos al "Estado".

24
Comenzamos examinando la doctrina de M arx y Engels sobre el Estado, dete-
niéndonos de manera especialmente minuciosa en los aspectos de esta doctrina
olvidados o tergiversados de un modo oportunista. Luego, analizaremos espe-
cialmente la posición del principal representante de estas tergiversaciones, Car-
los Kautsky, el líder más conocido de la II Internacional (1889-1914), que tan
lamentable bancarrota ha sufrido durante la guerra actual. Finalmente, haremos
el balance fundamental de la experiencia de la revolución rusa de 1905 y, sobre
todo, de la de 1917. Esta última cierra, evidentemente, en los momentos actua-
les (comienzos de agosto de 1917), la primera fase de su desarrollo; pero toda
esta revolución, en términos generales, sólo puede comprenderse como uno de
los eslabones de la cadena de las revoluciones proletarias socialistas suscitadas
por la guerra imperialista. La cuestión de la actitud de la revolución socialista
del proletariado ante el Estado adquiere, así, no sólo una importancia política
práctica, sino la importancia más candente como cuestión de explicar a las ma-
sas qué deberán hacer para liberarse, en un porvenir inmediato, del yugo del ca-
pital.
__________
[*]Fabianos: Miembros de la Sociedad Fabiana, reformista y ultraoportunista, fundada en
Inglaterra por un grupo de intelectuales burgueses en 1884. Lenin dijo que la Sociedad
Fabiana constituía "la expresión más acabada del oportunismo y de la política liberal
obrera". Los fabianos distraían al proletariado de la lucha de clases y predicaban la posi-
bilidad de la transición pacífica y gradual del capitalismo al socialismo por medio de re-
formas. Durante la I Guerra Mundial (1914-1918), los fabianos tomaron las posiciones
del socialchovinismo.

Así, queda muy claro que el reformismo y el "desarrollo pacífico de la demo-


cracia", incluso a nivel de la agitación y propaganda, son incompatibles con el
marxismo; es más, al igual que el revisionismo en todas sus variantes, son
enemigos de clase puesto que defienden los intereses de las clases dominantes,
intereses antagónicos e irreconciliables con los intereses de clase del proleta-
riado y el pueblo; esa "lucha popular" no es una lucha contra el sistema de
dominación y explotación; a todas luces, es una lucha por mantenerlo, por
apuntalarlo, por remozarlo.

En nuestro estudio, concretemos un poco más.

Marx, en Sobre la cuestión judía (1843), analizó magistralmente:

[...]

Déclaration des droits de l´homme et du citoyen [Declaración de los derechos


del hombre y del ciudadano], 1791, art. 10: "Nul ne droit être inquieté pour ses
opinions mêrne religieuses." ["No debe perseguirse a nadie por sus opiniones,
incluso las religiosas."] Y en el título I de la Constitución de 1791 se garantiza
como derecho humano: "La liberté á tout homme d'exercer le culte religieux
auquel il est attaché". ["La libertad a todos hombres de practicar el culto reli-
gioso a que se halle adscrito."]

25
La déclaration des droites de l'homme etc., 1795, incluye entre los derechos
humanos, art. 7: "Le libre exercice des cultes." ("El libre ejercicio de los cul-
tos.") M ás aún, en lo que atañe al derecho de hacer públicos sus pensamientos y
opiniones, se dice, incluso: "La nécessité d'énóncer ces droits suppose ou la
présence ou le souvenir récent du despotisme." ["La necesidad de enunciar es-
tos derechos presupone o la presencia o el recuerdo reciente del despotismo."]
Consúltese, en relación con esto, la Constitución de 1795, título XIV, art. 354.

Constitution de Pennsylvanie, art. 9, § 3: "Teus les hommes ont recu de la natu-


re le droit imprescriptible d'adorer le Tout Puissant selon les inspirations de leur
conscience, et nul ne peut légalment être en train de suivre, instituer ou soutenir
contre Son gré aucun culte ou ministére religieux. Nulle autorité hurnaine ne
peut, dans aucun cas, intervenir dans les questions de conscience et contrôler les
pouvoirs de l'âme". ["Constitución de Pensilvania, art. 9, § 3: Todos los hom-
bres han recibido de la naturaleza el derecho imprescriptible de adorar al Todo-
poderoso con arreglo a las inspiraciones de su conciencia, y nadie puede, le-
galmente ser obligado a practicar, instituir o sostener en contra de su voluntad
ningún culto o ministerio religioso. Ninguna autoridad humana puede, en nin-
gún caso, intervenir en materias de conciencia ni fiscalizar las potencias del al-
ma."]

Constitution de New-Hampshire, arts. 5 y 6: "Au nombre des droits naturels,


quelques-uns sont inaliénables de leur nature, parce que rien n´en peut être
l´équivalent. De ce nombre sont les droits de conscience". ["Constitución de
New-Hampshire, arts. 5 y 6: Entre los derechos naturales, algunos son inaliena-
bles por naturaleza, ya que no pueden ser sustituidos por otros. Y entre ellos fi-
guran los derechos de conciencia."] (Beaumont, 1.c., págs. 213, 214.)

Y tan ajena es al concepto de los derechos humanos la incompatibilidad con la


religión, que, lejos de ello, se incluye expresamente entre los derechos humanos
el derecho a ser religioso, a serlo del modo que se crea mejor y a practicar el
culto de su especial religión. El privilegio de la fe es un derecho humano gene-
ral.

Los droits de l'homme, los derechos humanos, se distinguen como tales de los
droits du citoyen, de los derechos cívicos. ¿Cuál es el homme a quien aquí se
distingue del citoyen? Sencillamente, el miembro de la sociedad burguesa. ¿Y
por qué se llama al miembro de la sociedad burguesa "hombre", el hombre por
antonomasia, y se da a sus derechos el nombre de derechos humanos? ¿Cómo
explicar este hecho? Por las relaciones entre el Estado político y la sociedad
burguesa, por la esencia de la emancipación política.

Registremos, ante todo, el hecho de que los llamados derechos humanos, los
droits de l'homme, a diferencia de los droits du citoyen, no son otra cosa que los
derechos del miembro de la sociedad burguesa, es decir, del hombre egoísta,
del hombre separado del hombre y de la comunidad. La más radical de las
Constituciones, La Constitución de 1793, puede proclamar:

Déclaration des droits de l´omme et du citoyen

26
Art. 2. Ces droits, etc. (Les droits naturels et imprescriptibles), sont: l´égalité, la
liberté, la sûreté, la propriété. ["Estos derechos, etc. (los derechos naturales e
imprescriptibles) son: la igualdad, la libertad, la seguridad y la propiedad."]

¿En qué consiste la liberté?

Art. 6. "La liberté est le pouvoir qui appartient á l'homme de faire tout ce qui ne
nuit pas aux droits d'autrui", ["La libertad es el poder del propio hombre de ha-
cer todo lo que no lesione los derechos de otro,] o, según la Declaración de los
Derechos del Hombre de 1791: "La liberté consiste á pouvoir faire tout ce qui
ne nuit pas á autrui." ["La libertad consiste en poder hacer todo lo que no perju-
dique a otro."]

La libertad es, por tanto, el derecho de hacer y emprender todo lo que no dañe a
otro. El límite dentro del cual puede moverse todo hombre inocuamente para el
otro lo determina la ley, como la empalizada marca el límite o la divisoria entre
dos tierras. Se trata de la libertad del hombre como una mónada aislada, reple-
gada sobre sí misma. ¿Por qué, entonces, es el judío, según Bauer, incapaz de
obtener los derechos humanos? "M ientras siga siendo judío, la esencia limitada
que hace de él un judío tiene necesariamente que triunfar sobre la esencia hu-
mana que, en cuanto hombre, debe unirle a los demás hombres y disociarlo de
los que no son judíos." Pero el derecho humano de la libertad no se basa en la
unión del hombre con el hombre, sino, por el contrario, en la separación del
hombre con respecto al hombre. Es el derecho a esta disociación, el derecho del
individuo delimitado, limitado a sí mismo.

La aplicación práctica del derecho humano de la libertad es el derecho humano


de la propiedad privada.

¿En qué consiste el derecho humano de la propiedad privada?

Art. 16 (Contitution de 1793): "Le droit de propriété est celui qui appartient á
tout citoyen de jouir et de disposer á son gré de ses biens, de ses revenus, du
fruit de son travail et de son industrie." ["El derecho de propiedad es el derecho
de todo ciudadano a gozar y disponer a su antojo de sus bienes, de sus rentas, de
los frutos de su trabajo y de su industria."]

El derecho humano de la propiedad privada es, por tanto, el derecho a disfrutar


de su patrimonio y a disponer de él arbitrariamente (á son gré), sin atender a los
demás hombres, independientemente de la sociedad, el derecho del interés per-
sonal. Aquella libertad individual y esta aplicación suya constituyen el funda-
mento de la sociedad burguesa. Sociedad que hace que todo hombre encuentre
en otros hombres, no la realización, sino, por el contrario, la limitación de su li-
bertad. Y proclama por encima de todo el derecho humano "de jouir et de dis-
poser á son gré de ses biens, de ses revenus, du fruit de son travail et de son in-
dustrie".

Quedan todavía por examinar los otros derechos humanos, la égalité y la sûreté.

27
La égalité, considerada aquí en su sentido no político, no es otra cosa que la
igualdad de la liberté más arriba descrita, a saber: que todo hombre se considere
por igual como una mónada atenida a sí misma. La Constitución de 1795 define
del siguiente modo el concepto de esta igualdad, conforme a su significación:

Art. 3 (Constitution de 1795): "L´égalité consiste en ce que la loi est la même


por tous, soit qu'elle Protége, soit qu'elle punisse". ["La igualdad consiste en
que la aplicación de la misma ley a todos, tanto cuando protege como cuando
castiga."]

¿Y la sûreté? Art. 8 (Constitution de 1795): "La sûreté consiste dans la protec-


tion accordé par la société á chacun de ses membres pour la corservation de sa
personne, de ses droits et de ses propriétés". ["La seguridad consiste en la pro-
tección conferida por la sociedad a cada uno de sus miembros para la conserva-
ción de su persona, de sus derechos y de sus propiedades."]

La seguridad es el supremo concepto social de la sociedad burguesa, el concep-


to de la policía, según el cual toda la sociedad existe solamente para garantizar
a cada uno de sus miembros la conservación de su persona, de sus derechos y
de su propiedad. En este sentido, llama Hegel a la sociedad burguesa "el Estado
de necesidad y de entendimiento".

El concepto de la seguridad no hace que la sociedad burguesa se sobreponga a


su egoísmo. La seguridad es, por el contrario, el aseguramiento de ese egoísmo.

Ninguno de los llamados derechos humanos va, por tanto, más allá del hombre
egoísta, del hombre como miembro de la sociedad burguesa, es decir, del indi-
viduo replegado en sí mismo, en su interés privado y en su arbitrariedad priva-
da, y disociado de la comunidad. M uy lejos de concebir al hombre como ser
genérico, estos derechos hacen aparecer, por el contrario, la vida genérica mis-
ma, la sociedad, como un marco externo a los individuos, como una limitación
de su independencia originaria. El único nexo que los mantiene en cohesión es
la necesidad natural, la necesidad y el interés privado, la conservación de su
propiedad y de su persona egoísta.
[La cursiva es del original.]

Mao Tsetung, en Sobre el proyecto de Construcción de la República Popular


China (1954), escribió:

Primero. En este proyecto de Constitución se han sintetizado las experiencias


del pasado, en particular, las de la revolución y la construcción en estos 5 años.
Allí se han resumido las experiencias de la revolución popular dirigida por el
proletariado contra el imperialismo, el feudalismo y el capitalismo burocrático,
así como las experiencias de la reforma social, la construcción económica y cul-
tural y la labor gubernamental de los últimos años. También se han sintetizado
las experiencias relativas a la cuestión constitucional, acumuladas a partir de los

28
últimos años de la dinastía Ching, valga decir, desde los 19 preceptos procla-
mados en los días finales de la dinastía Ching, pasando por la Constitución Pro-
visional de la República de China proclamada en 1912, las Constituciones o
proyectos de Constitución de Gobiernos de caudillos militares del Norte y el
Convenio de la República de China para el Período de Tutela Política del reac-
cionario Gobierno chiangkaishekista, hasta la espuria Constitución de Chiang
Kai-shek. De todos ellos sólo 1 es positivo, y los demás son negativos. En efec-
to, la Constitución Provisional de la República de China de 1912 fue un docu-
mento relativamente bueno para su tiempo. Claro que es un documento incom-
pleto, deficiente y burgués por su naturaleza, pero tiene algo de revolucionario
y democrático. Esta Constitución es muy sencilla, dicen que se elaboró con mu-
cho apremio, mediando sólo un mes entre su redacción y su aprobación. En
cuanto a las demás Constituciones o proyectos de Constitución, fueron todos
reaccionarios. El proyecto de Constitución que tenemos ahora es, principalmen-
te, un resumen de las experiencias de la revolución y la construcción de nuestro
país y, a la vez, una obra que conjuga experiencias nacionales y extranjeras.
Nuestra Constitución es de tipo socialista. Para su elaboración, nos basamos
principalmente en nuestras propias experiencias y también tomamos en con-
sideración lo que hay de positivo en las Constituciones de la Unión Soviética y
las Democracias Populares. En materia de Constituciones, la burguesía es la
precursora. La burguesía, trátese de la inglesa, la francesa o la estadounidense,
tuvo su período revolucionario, y fue precisamente entonces cuando empezó a
crear Constituciones. No debemos borrar de un plumazo la democracia burgue-
sa, negando el papel que han jugado en la historia las Constituciones burguesas.
Sin embargo, las Constituciones burguesas son hoy todas negativas, malas; las
Constituciones de los países imperialistas, en particular, están destinadas a en-
gañar y oprimir a las grandes mayorías. Nuestra Constitución es de tipo nuevo,
socialista, es diferente de las de tipo burgués. Es mucho más progresista que las
promulgadas por la burguesía incluso en su período revolucionario. En esto le
llevamos ventaja.

Segundo. En nuestro proyecto de Constitución se combina la fidelidad a los


principios con la flexibilidad. Los principios son fundamentalmente 2: el de la
democracia y el del socialismo. La nuestra no es una democracia burguesa, sino
una democracia popular o, dicho de otro modo, es la dictadura democrática po-
pular dirigida por el proletariado y basada en la alianza obrero-campesina. El
principio de la democracia popular impregna toda nuestra Constitución. El otro
es el principio del socialismo. Hoy ya hay socialismo en nuestro país. La Cons-
titución estipula la obligatoriedad de llevar a cabo las transformaciones socialis-
tas y la industrialización socialista del país. He aquí la fidelidad a los principios.
Ahora bien, ¿aplicar el principio del socialismo significa implantar el socialis-
mo de la noche a la mañana, a escala nacional y en todos los terrenos? Esto
puede parecer muy revolucionario, pero, como carece de flexibilidad, está con-
denado a caer en la inoperancia, a encontrar oposición y a terminar en fracaso.
Así, se debe permitir que se haga de manera gradual lo que no se puede realizar
de un golpe. Veamos el caso del capitalismo de Estado; lo que se propone es su
implantación gradual. El capitalismo de Estado no se limita a una sola forma —
la de empresa mixta estatal-privada—, sino que tiene diversas formas. Nótense
las palabras "gradual" y "diversas". Esto quiere decir que se implantará de ma-

29
nera gradual el capitalismo de Estado en sus diversas formas, hasta llegar al sis-
tema de propiedad socialista de todo el pueblo. Implantar este sistema es un
principio nuestro, pero su ejecución debe ir acompañada de la flexibilidad.
Aquí, el término "flexibilidad" señala al capitalismo de Estado, que tiene "di-
versas" formas y no una sola, y cuya realización se logra de manera "gradual" y
no de un día para otro. Es así como se flexibilizan las cosas. Consagramos en la
Constitución lo que ahora es realizable y dejamos por fuera de ella lo que ac-
tualmente es irrealizable. Pongamos por caso las garantías materiales de los de-
rechos de los ciudadanos. Indudablemente, éstas serán más amplias en el futuro,
cuando esté más desarrollada la producción, pero lo que ahora dejamos escrito
en la Constitución es "ampliar de manera gradual" estas garantías materiales.
También aquí está presente la flexibilidad. Tomemos otro ejemplo: el frente
único. Éste aparece en el Programa Común y también ahora en el preámbulo del
presente proyecto de Constitución. Es preciso consagrar la existencia de un
"amplio frente único democrático popular, integrado por las clases democráti-
cas, los partidos democráticos y las organizaciones populares", pues ello contri-
buirá a tranquilizar a varias capas sociales, la burguesía nacional y los partidos
democráticos, así como al campesinado y la pequeña burguesía urbana. Otro
ejemplo es la cuestión de las minorías nacionales, que, si bien se relaciona con
lo que es común a toda la nación, tiene al mismo tiempo sus particularidades.
Para lo común se dan artículos generales, y para lo particular, artículos específi-
cos. Las minorías nacionales tienen sus propias particularidades políticas, eco-
nómicas y culturales. ¿Cuáles son sus particularidades económicas? Por ejem-
plo, el Artículo 5 señala que en la República Popular China existen actualmente
4 formas de propiedad sobre los medios de producción; pero, en realidad, hay
otras formas de propiedad en las zonas de minorías nacionales. ¿Subsiste o no
el régimen de propiedad de la comunidad primitiva en nuestro país? Supongo
que subsiste entre algunas minorías nacionales. Asimismo, en nuestro país exis-
ten todavía la propiedad esclavista y la propiedad feudal. Aunque, vistos con los
ojos de hoy, no son buenos ni el sistema esclavista, ni el feudal, ni el capitalista,
lo cierto es que en la historia fueron más progresistas que el sistema de la co-
munidad primitiva. Fueron progresistas al comienzo, pero más tarde se volvie-
ron inservibles y, en consecuencia, fueron reemplazados por otros. El Artículo
70 del proyecto de Constitución estipula que, en las zonas de minorías naciona-
les, "de conformidad con las particularidades políticas, económicas y culturales
de la nacionalidad o nacionalidades de una localidad, se pueden elaborar estatu-
tos de autonomía y estatutos específicos". Todos éstos son ejemplos de cómo se
integra la fidelidad a los principios con la flexibilidad.

[...]

Nuestra Constitución es de tipo socialista, pero todavía no es una Constitución


completamente socialista, sino una Constitución para el período de transición.
Actualmente debemos estrechar la unidad de todo el pueblo y unirnos con todas
las fuerzas que puedan y deban ser unidas, para luchar juntos por la construc-
ción de un gran país socialista. La Constitución ha sido redactada precisamente
con este objetivo.

30
Mao Tsetung, en Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el
seno del pueblo (1957), escribió:

El nuestro es un Estado de dictadura democrática popular, dirigido por la clase


obrera y basado en la alianza obrero-campesina. ¿Cuáles son las funciones de
esta dictadura? Su primera función es reprimir, dentro del país, a las clases y
elementos reaccionarios, a los explotadores que oponen resistencia a la revolu-
ción socialista y a los que sabotean nuestra construcción socialista, es decir, re-
solver las contradicciones entre nosotros y el enemigo interno. Por ejemplo, es-
tá dentro del marco de nuestra dictadura arrestar, juzgar y condenar a ciertos
contrarrevolucionarios, lo mismo que privar por determinado tiempo de dere-
chos electorales y libertad de expresión a los terratenientes y burgueses burocrá-
ticos. Para mantener el orden público y defender los intereses de las masas po-
pulares, también es necesario ejercer la dictadura sobre los ladrones, estafado-
res, incendiarios, asesinos, bandas de malhechores y otros elementos nocivos
que alteran seriamente el orden público. La segunda función de esta dictadura
es defender a nuestro país de la subversión y eventual agresión de los enemigos
externos. En este caso, la dictadura asume la tarea de resolver la contradicción
entre nosotros y el enemigo externo. El objetivo de la dictadura es proteger a
todo el pueblo para que pueda dedicarse al trabajo pacífico y así transformar a
China en un país socialista con una industria, una agricultura, una ciencia y una
cultura modernas. ¿Quiénes ejercen la dictadura? Naturalmente, la clase obrera
y el pueblo dirigido por ella. La dictadura no se aplica dentro del pueblo. Es
imposible que el pueblo ejerza la dictadura sobre sí mismo, e inadmisible que
una parte del pueblo oprima a otra. Los elementos pertenecientes al pueblo que
infrinjan las leyes también deben ser castigados con arreglo a la ley, pero entre
esto y la dictadura que reprime a los enemigos del pueblo media una diferencia
de principio. Dentro del pueblo se practica el centralismo democrático. Nuestra
Constitución estipula que los ciudadanos de la República Popular China gozan
de libertad de palabra, de prensa, de reunión, de asociación, de desfile, de mani-
festación, de culto, etc. Establece, además, que los organismos del Estado prac-
tiquen el centralismo democrático y se fundamenten en las masas populares y
que su personal sirva al pueblo. Nuestra democracia socialista es la democracia
más amplia, una democracia que no puede existir en ningún Estado burgués.
Nuestra dictadura es una dictadura democrática popular, dirigida por la clase
obrera y basada en la alianza obrero-campesina. Esto significa que dentro del
pueblo se practica la democracia, mientras que la clase obrera, en unión con to-
dos los que gozan de derechos ciudadanos, los campesinos en primer lugar,
ejerce la dictadura sobre las clases y elementos reaccionarios y sobre aquellos
que se oponen a las transformaciones socialistas y la construcción socialista. En
sentido político, por derechos ciudadanos se entienden los derechos a la libertad
y a la democracia.

Sin embargo, esta libertad es una libertad bajo dirección, y esta democracia es
una democracia guiada por el centralismo; no son la anarquía. La anarquía no
responde a los intereses y deseos del pueblo.

31
Los acontecimientos de Hungría causaron alegría a algunos individuos de nues-
tro país. Éstos abrigaban la esperanza de que en China también se produzcan
sucesos semejantes, de que miles y miles de personas se echen a las calles para
pronunciarse contra el Gobierno popular. Tal esperanza está en pugna con los
intereses de las masas populares y no puede contar con su apoyo. En Hungría,
una parte de las masas, engañada por las fuerzas contrarrevolucionarias internas
y externas, cometió el error de recurrir a la violencia contra el Gobierno popu-
lar, a consecuencia de lo cual tanto el Estado como el pueblo sufrieron pérdidas.
Será necesario un largo tiempo para reparar los daños ocasionados a la econo-
mía en unas pocas semanas de motín. Hay otras personas en China que se han
mostrado vacilantes ante el problema de Hungría, porque no comprenden los
fenómenos concretos del mundo. Creen que bajo nuestro sistema democrático
popular hay muy poca libertad frente a la mucha que, según ellas, hay bajo el
sistema democrático parlamentario de Occidente. Reclaman que se implante, a
la manera occidental, el sistema bipartidista, conforme al cual un partido está en
el Poder y el otro fuera de él. Pero el así llamado sistema bipartidista no es más
que un medio de mantener la dictadura burguesa, y no puede en absoluto asegu-
rar ninguna libertad al pueblo trabajador. Realmente, en el mundo sólo hay li-
bertad y democracia en concreto, nunca en abstracto. En una sociedad en que
existe lucha de clases, si hay libertad para que las clases explotadoras exploten
al pueblo trabajador, no la hay para que éste no sufra explotación; si hay demo-
cracia para la burguesía, no la hay para el proletariado y el resto del pueblo tra-
bajador. En algunos países capitalistas se permite, es cierto, la existencia legal
del Partido Comunista, pero sólo hasta el punto en que éste no ponga en peligro
los intereses fundamentales de la burguesía; no se le permite ir más allá de ese
límite. Los que piden libertad y democracia abstractas consideran a la democra-
cia como un fin y no como un medio. A veces la democracia parece un fin, pero
en realidad es sólo un medio. El marxismo nos enseña que la democracia forma
parte de la superestructura y pertenece a la categoría de la política. Esto signifi-
ca que, en fin de cuentas, la democracia sirve a la base económica. Lo mismo
ocurre con la libertad. Tanto la democracia como la libertad son relativas, de
ningún modo absolutas; ambas han surgido y se desarrollan en el curso de la
historia. En el seno del pueblo, la democracia es correlativa al centralismo, y la
libertad, a la disciplina. En ambos casos se trata de 2 términos opuestos de un
todo único, contradictorios y a la vez unidos; no debemos destacar unilateral-
mente uno de ellos y negar el otro. En el seno del pueblo, no se puede prescin-
dir de la libertad, y tampoco de la disciplina; no se puede prescindir de la de-
mocracia, y tampoco del centralismo. Esta unidad de democracia y centralismo,
de libertad y disciplina, constituye nuestro centralismo democrático. Bajo este
sistema, el pueblo disfruta de amplia democracia y libertad, pero, al mismo
tiempo, debe mantenerse dentro de los límites de la disciplina socialista. Todo
esto lo comprenden las grandes masas populares.

Mao Tsetung, en Confiar firmemente en la gran mayoría de las masas


(1957), escribió:

32
La derecha y el centro de la burguesía y sus intelectuales, así como la derecha y
el centro de la pequeña burguesía superior y sus intelectuales, no se someten
realmente a la dirección del Partido Comunista, del proletariado. Dicen que
apoyan al Partido Comunista y la Constitución, y es cierto que se muestran a
favor suyo levantando la mano en señal de aprobación, pero, en su fuero in-
terno, no es tanto ese sometimiento. Aquí es preciso hacer una distinción: La
derecha resiste y el centro se somete a medias. ¿No afirma cierta gente que el
Partido Comunista es incapaz de dirigir esto o aquello? Esta idea la tiene no só-
lo la derecha, sino también algunos elementos de centro. En resumidas cuentas,
según ellos, se trata casi de un acabose. El Partido Comunista no tiene otra al-
ternativa que mudarse al extranjero y el proletariado, marcharse a otro planeta.
La razón es que nosotros no servimos para nada. Los derechistas aseveran que
somos unos inútiles para cualquier profesión u oficio. El objetivo principal del
presente debate reside en ganarnos a los elementos de centro que se someten a
medias, haciéndoles comprender qué significan, en última instancia, las leyes
del desarrollo de la sociedad, y haciéndoles comprender la necesidad de escu-
char lo que dice el proletariado, así sea menos instruido, y lo que, en las zonas
rurales, opinan los campesinos pobres y los campesinos medios inferiores. En
lo referente a cultura, el proletariado, los campesinos pobres y los campesinos
medios inferiores están por debajo de ellos pero en cuanto a la revolución, son
más capaces que nadie. ¿Es posible convencer con este argumento a la mayo-
ría? Sí, es posible. La mayor parte de la burguesía, de sus intelectuales y de la
pequeña burguesía superior puede ser convencida, y puede serlo también la ma-
yoría de los profesores universitarios, maestros de secundaria y primaria, artis-
tas, escritores, científicos e ingenieros. Aquellos que hasta ahora no se han so-
metido del todo, se someterán poco a poco en el curso de unos cuantos años.

Consultemos algunos de los principales documentos del Partido Comunista


del Perú en los que, siguiendo las enseñanzas de los clásicos del marxismo, se
trata el tema de nuestro estudio, sus implicancias y el camino correcto a seguir.

En Contra las ilusiones constitucionales por el Estado de nueva democracia


(1978):

SOBRE LAS ELECCIONES. M arx destacó: "¡A los oprimidos se les autoriza
para decidir una vez cada varios años qué miembros de la clase opresora han de
representarlos y aplastarlos en el Parlamento!". Y esto es más válido aún tratán-
dose de elecciones para sancionar cartas constitucionales. Así, si las elecciones
son el orden regular de renovación de los Gobiernos en las dictaduras burguesas
de las sociedades capitalistas, incluidas las más democráticas que se pueda ima-
ginar, el medio normal de su funcionamiento político para la preservación y el
desarrollo del capitalismo; en los Estados terrateniente-burocráticos, como los
de América Latina, cuando han cumplido su función de cambio de Gobiernos y
en los momentos en que más han respetado las normas del sistema demobur-
gués, las elecciones sólo han sido instrumento de dominio de terratenientes feu-
dales y grandes capitalistas, ya se trate de una periódica renovación, como en

33
Colombia en los últimos años, o del término de un Gobierno militar como en
Argentina, también en los últimos años, para tomar un ejemplo de los muchos
en que es pródiga nuestra América.

[...]

SOBRE LA TERCERA REESTRUCTURACIÓN DEL ESTADO PERUANO.

[...]

La Constitución del 33 tiene las características que magistralmente señalara


M arx: 1) si bien reconoce derechos y libertades de índole demoburgués, cada
artículo que los sanciona encierra en sí mismo su contradicción, esto es a la vez
que los reconoce, los sujeta a la restricción legal, basta esta muestra que es pre-
cisamente uno de los ejemplos de M arx, art. 62: "Todos tienen el derecho de re-
unirse pacíficamente y sin armas, sin comprometer el orden público. La ley re-
gulará el ejercicio del derecho de reunión"; 2) presenta la contradicción entre
Poder Ejecutivo y Poder Legislativo y si bien éste pretende sujetar a aquél en
las palabras, el Ejecutivo en los hechos en la legislación se ha ido imponiendo
cada vez más, reflejando el proceso de desarrollo del Estado burgués que lleva
al fortalecimiento inevitable del Poder Ejecutivo como de su sustento, el Ejérci-
to; 3) y, finalmente, nació al amparo de la bayonetas las que así como la traje-
ron al mundo la pusieron en interdicción cuando los intereses del Estado lo exi-
gieron. Cuestiones que, es previsible, volverán a darse en la nueva Constitución
y sus debates, pero sobre la base de la contradicción entre democracia represen-
tativa y corporativismo.

Todas estas contradicciones constitucionales se agudizaron con la lucha entre


burguesía compradora y burguesía burocrática y más aún por el desarrollo cre-
ciente de la fuerza del pueblo y de la clase obrera, posterior al 45. En el Go-
bierno de Bustamante se agudizó la contradicción Parlamento-Ejecutivo plan-
teando el mismo Presidente la necesidad de una nueva Constitución. En el Go-
bierno de Belaúnde vuelve a presentarse el problema y menudean las disputas
sobre plebiscito y reforma de la Constitución que llevaron a Acción Popular, en
1965, a plantear un proyecto de ley sobre el Senado funcional, modalidad cor-
porativa establecida en el artículo 89 de la Constitución pero no aplicado hasta
hoy, pues incluso el proyecto acciopopulista fue rechazado por la coalición
apro-odriísta. Este derrotero, sobre la base de la profundización del capitalismo
burocrático, la contradicción en el seno de la gran burguesía entre la facción
compradora y la burocrática y, sobre todo, el desarrollo del proletariado (su
vuelta al marxismo-leninismo-pensamiento maotsetung y el camino de M ariá-
tegui) y el auge del movimiento popular, principalmente el gran ascenso del
movimiento campesino que remeció profundamente la sociedad peruana y la
lucha guerrillera del 65, llevó a la crisis de la democracia representativa (pro-
blema similar y contemporáneo en América Latina).

En estas circunstancias las fuerzas armadas tomaron la dirección del Estado en


función, principalmente, de los intereses de la burguesía burocrática, con 2 ta-
reas a cumplir: primera, llevar adelante la profundización del capitalismo buro-

34
crático y, segunda, reorganizar la sociedad peruana. Así se inicia el actual régi-
men que guiándose por una concepción política fascista desarrolla la corporati-
vización de la sociedad peruana, proceso que se ha desenvuelto hasta hoy en 3
partes: 1) bases y desarrollo de la corporativización, se cuestiona todo lo ante-
rior tildándolo de viejo orden "prerrevolucionario", se sientan bases organizati-
vas y establecen las llamadas "bases ideológicas", esto duró hasta el 75; 2) re-
ajuste general corporativo, evaluación de su camino en cuanto avances y pro-
blemas a fin de consolidar posiciones y avanzar hacia el Estado Corporativo
presentado como "democracia social de participación plena", se inició con el
desplazamiento de Velasco por M orales Bermúdez, agosto del 75; 3) tercera re-
estructuración del Estado peruano, de julio del 77 en adelante, establecimiento
de un cronograma político con elecciones para una Constituyente, sanción de
una nueva carta constitucional que debe "institucionalizar las transformaciones
estructurales llevadas a cabo desde el 3 de octubre de 1968" y la celebración de
elecciones generales, lo que debe cumplirse, según el Plan Túpac Amaru hasta
1980.

He aquí, en términos generales, la corporativización seguida en 10 años y en es-


te decenio, ¿cómo se ha desenvuelto la contradicción entre burguesía burocráti-
ca y proletariado? La burguesía burocrática encabeza el campo de la contrarre-
volución, comanda a los terratenientes feudales y a la burguesía compradora, y
está ligada al imperialismo, yanqui principalmente, aunque en la última década
el socialimperialismo comienza su penetración estableciendo lazos precisamen-
te con la burguesía burocrática. El campo del pueblo tiene un centro: el proleta-
riado, es la única clase capaz de conducirlo a condición de que desarrolle su
Vanguardia y en los hechos dirija la lucha armada; así podrá forjar la alianza
obrero-campesina con su gran aliado, ganarse a la pequeña burguesía como
aliado seguro y, en determinadas condiciones y circunstancias, unir hasta a la
burguesía nacional. Pues bien, en la primera parte de la corporativización la
burguesía burocrática consiguió aislar al proletariado y hasta atarlo parcialmen-
te presentándose como fuerza avanzada y vistiéndose de "revolucionaria" con la
ayuda del oportunismo, principalmente del revisionismo socialcorporativista de
"Unidad"; en la segunda parte, del reajuste general corporativo, más y más en
claro fue quedando el papel de la burguesía burocrática y perdió sus falsas ves-
tiduras haciéndose más difícil para el oportunismo atar al proletariado a la cola
de su enemigo; en la tercera parte de la corporativización, en la reestructuración
del Estado, la contradicción entre burguesía burocrática y proletariado vuelve a
lucir más nítida en su antagonismo, más aún ambas clases antagónicas comien-
zan a polarizarse más crecientemente una contra la otra y el proletariado cobra
mayor dimensión como la única clase dirigente de la revolución de nueva de-
mocracia.

[...]

SITUACIÓN POLÍTICA Y CAM INO DEL PUEBLO.

Teniendo en cuenta las cuestiones fundamentales y el período actual es como


podemos analizar las elecciones y orientarnos correctamente en ellas, de otra
manera corremos el riesgo de resbalar hacia el pantano oportunista. Reiteremos,

35
las elecciones para la Asamblea Constituyente son el inicio real de la tercera re-
estructuración del Estado peruano en este Siglo; son elecciones que sirven a la
reestructuración del Estado por la burguesía burocrática la que bregará por lle-
var la corporativización lo más adelante que pueda, apuntando a asentarse como
clase dirigente de los explotadores. La reestructuración estatal en marcha es
consecuencia de la profundización del capitalismo burocrático y de la corpora-
tivización de la sociedad peruana y las elecciones son su inicio en los hechos,
son la antesala para "institucionalizar las transformaciones estructurales" cuyas
consecuencias para el pueblo están a la vista. Así pues, las elecciones para la
Asamblea Constituyente sirven principalmente y en primer lugar a la burguesía
burocrática. Ésta es la cuestión; éste es el punto de partida para tomar posición
frente al proceso electoral en marcha; y para hacerlo, nosotros, y quienes se su-
jetan al marxismo-leninismo-pensamiento maotsetung, quienes siguen realmen-
te el camino de M ariátegui y quienes quieren servir al proletariado y al pueblo
no pueden dejar de tener en cuenta esta cuestión básica y enjuiciarla desde la
posición de la clase obrera y en función de la revolución peruana.

[...]

SOBRE LA LÍNEA OPORTUNISTA EN ELECCIONES. El oportunismo de


derecha tiene toda una tradición de electorerismo en el país al cual está íntima-
mente ligado Del Prado y compañía y el revisionismo que tiene como vocero a
"Unidad". En las elecciones generales de 1936, 39, 45, y 63, el oportunismo ató
al pueblo y a la clase obrera al carro de la gran burguesía, de la compradora an-
tes de la Segunda Guerra M undial y al de la burocrática después; la esencia de
esta línea electorera y de cretinismo parlamentario se concreta en los siguientes
planteamientos que sustentaron en las elecciones de 1945: "los obreros tienen
en conjunto la tarea histórica de luchar por una alianza con la burguesía"; "ya
no lanzamos candidatos con finalidad de agitación y propaganda. Ahora los
lanzamos para convertirlos en representantes"; planteamientos que iban acom-
pañados de éstos: "sólo recurriremos a la presente huelga, cuando los patrones
muestren una intransigencia que no dé lugar a la solución pacífica... Pero antes
de ir a la huelga hay que agotar los procedimientos pacíficos y legales"; "en lu-
gar de la táctica de la huelga, que debe ser esgrimida en último caso —que co-
rresponde a otras situaciones concretas—, la clase obrera debe propiciar el
acuerdo y la solución pacífica de los problemas mediante los organismos estata-
les". Tesis oportunistas de derecha que iban acompañadas de ésta referente al
campesinado: "debemos tomar en nuestras manos la consigna de convertir a mi-
les de campesinos e indígenas en electores conscientes".

Y estas tesis son en esencia las que una vez más, a nivel más alto y con justifi-
caciones actualizadas, guían al revisionismo socialcorporativista de "Unidad"
en la capitulación más grande de su negra historia. Pero, ¿solamente en "Uni-
dad" se da esto? No. También estas tesis se expresan en la revista "M arka", la
que con creciente persistencia propaga atar al pueblo y a la clase obrera a la co-
la de la burguesía burocrática. Pero aquí no acaba el problema sino que, lo que
es grave, el electorerismo está repercutiendo en las propias filas del pueblo a
través de posiciones revolucionaristas que pese a las "razones" que invocan es-
tán sirviendo a la tercera reestructuración del Estado, posición que los ha lleva-

36
do en abierta renuncia de principios a unirse, por un lado al revisionismo de
quienes tienen como vocero a "M ayoría", tal es el caso de UDP y, por otro, a
trotskistas incorporándose al Focep.

SOBRE EL CAM INO DEL PUEBLO. Todo esto lleva a plantearnos la posi-
ción del proletariado y del pueblo frente a las elecciones para deslindar campos
clara y tajantemente, máxime si hay organizaciones que no transigen y rechazan
abiertamente la capitulación y, más aún si tenemos la obligación de servir al
pueblo y coadyuvar al desarrollo de su conciencia política de clase.

Enmarcadas las elecciones para la Asamblea Constituyente en el período de la


tercera reestructuración del Estado y de pugnar por el inicio de la lucha armada,
cuando la crisis arrecia sobre el pueblo y se desarrolla una creciente tendencia a
la protesta popular, participar en las elecciones no puede servir al proletariado,
ni al pueblo ni a la revolución sino a la burguesía burocrática, a los explotado-
res y al imperialismo. Participar en las elecciones a la Asamblea Constituyente
es desviar la revolución de su camino, es empantanarla; pues, sólo serviría para
sembrar ilusiones constitucionales, para hacer florecer esperanzas en la Consti-
tuyente, en la Constitución y, a fin de cuentas, en las elecciones; es desde hoy, a
más de servir a la tercera reestructuración, sembrar cretinismo parlamentario;
es, en síntesis, querer llevar al pueblo por la vieja senda electorera del oportu-
nismo de derecha del cual es encallecido campeón el revisionismo de "Unidad"
que comanda Del Prado y compañía.

Frente a las elecciones para la Asamblea Constituyente, lo que cabe es aplicar la


no participación, el boicot; lo que cabe es aplicar con firmeza las enseñanzas
del gran Lenin. Lenin aplicó el boicot precisamente contra una Duma, un "or-
ganismo representativo", que debía elaborar una Constitución al servicio del or-
den imperante en la Rusia zarista, y para llegar a esta conclusión se basó en 2
fundamentos: primero, la participación desviaría la revolución de su camino y,
segundo, se desarrollaba un ascenso revolucionario; estas cuestiones debemos
analizarlas aplicándolas a nuestras condiciones concretas. Pues bien, objetiva-
mente, en nuestro país el período político en que nos desenvolvemos es, de un
lado, la tercera reestructuración del Estado que dirige la burguesía burocrática
apuntando a concretar la corporativización y, de otro, es el desarrollo de las ma-
sas que lleva a iniciar la lucha armada que debe conducir el proletariado bajo la
dirección de su Partido; apartarse de esto sembrando ilusiones constitucionales,
propagandizando electorerismo, es desviar la revolución que en los hechos entra
a decidir el camino de la lucha armada. Ésta es la primera cuestión que Lenin
tuvo en cuenta. La segunda, la del ascenso de la lucha popular que llevaba a la
insurrección; en nuestro país el camino no es la insurrección en la ciudad sino el
de la lucha armada, el de cercar las ciudades desde el campo a través de una
guerra popular prolongada; entre nosotros el ascenso es, en esencia, ascenso del
movimiento campesino y es éste el que devendrá lucha armada, la historia del
país y la década del 60 lo prueban fehacientemente; así es como hay que enten-
der, en nuestro caso, el problema del ascenso de masas que Lenin tuvo en cuen-
ta.

37
Plantear la no participación en las elecciones para la Asamblea Constituyente,
plantear el boicot, plantear generar un movimiento contrario y de rechazo a las
elecciones, plantear no votar es condenado como "infantilismo de izquierda".
Esto es pegar etiquetas, es querer cubrir los hechos con una hojarasca de pala-
bras; pues, lo que está en debate no es el infantilismo ni la senectud de nadie.
Lo que está en debate es la situación real, objetiva de la lucha de clases en el
país; lo que está en debate es en qué período estamos, cuáles son sus caracterís-
ticas, cuál es su perspectiva; lo que está en debate es si el desarrollo del movi-
miento de masas, principalmente del campesinado, en nuestro país, lleva o no a
la lucha armada; lo que está en debate es si corresponde sembrar ilusiones cons-
titucionales, propagar electorerismo, si esto sirve al proletariado, al pueblo, a la
revolución democrática. Es esto lo que está en debate, es esto lo que tenemos la
obligación de debatir; sólo definiendo estas cuestiones podremos saber cuál po-
sición es correcta y bregar para plasmarla en los hechos. Toda otra actitud y
más la de querer acallar con palabras, etiquetas y montañas de papel no son sino
viejas y caducas maniobras del oportunismo de derecha, aquí y en todas partes.

Es el período político en que estamos, los intereses del proletariado, del pueblo,
de la revolución y la necesidad histórica de no desviar el camino de la revolu-
ción los que nos plantean aplicar el boicot, no participar en las elecciones para
la Asamblea Constituyente, apuntar a un movimiento de rechazo al proceso
electoral, a no votar; y lo que es medular, combatir las ilusiones constituciona-
les, desenmascarar al oportunismo, deslindar campos con el revolucionarismo y
unirnos a quienes tienen igual criterio general aunque tengan divergencias espe-
cíficas, todo para apoyar el desarrollo de las masas en su marcha hacia el inicio
de la lucha armada, para destruir el viejo orden y construir un Estado de nueva
democracia.

Ésta es la posición del camino del pueblo, del camino de M ariátegui frente al
proceso electoral en marcha y ante la tercera reestructuración estatal. Camino
que nos demanda hoy, más perentoriamente que ayer, bregar por movilizar, po-
litizar y organizar a las masas obreras y campesinas en especial, principalmente
al campesinado como fuerza principal de nuestra revolución y al proletariado
como fuerza dirigente cuya dirección se concreta en su Vanguardia organizada,
en su Partido Comunista, en el Partido de M ariátegui cuya reconstitución está
por culminar. Guiémonos por estas sabias palabras del Presidente M ao Tsetung:
"Sólo cuando estén movilizados y organizados los obreros y campesinos, que
constituyen el 90% de la población, será posible derrocar al imperialismo y al
feudalismo". Y apliquemos esta voz de orden de M ariátegui: "La organización
de los obreros y campesinos con carácter netamente clasista constituye el objeto
de nuestro esfuerzo y nuestra propaganda."

En ¡Desarrollemos la creciente protesta popular! (1979)

Los comunistas en el país y todos los revolucionarios debemos hacernos una


sencilla pregunta: ¿por qué hasta hoy la clase obrera no ha tomado el Poder en

38
nuestra patria? Y la respuesta es concreta: porque hasta hoy no se ha desarrolla-
do la lucha armada ni la hemos iniciado aplicando los principios del marxismo-
leninismo-pensamiento maotsetung. En el Perú hay una larga experiencia de
electorerismo y muchas veces se ha llamado al pueblo y llevado a los revolu-
cionarios a participar en elecciones y de ellas no han derivado beneficios fun-
damentales para la clase ni para el pueblo ni mucho menos, claro está, ha deri-
vado la toma del Poder; en muchos procesos electorales se ha llamado a la clase
y al pueblo a participar invocando que estaban en juego trascendentales conse-
cuencias y así se centró a las masas populares en las elecciones como tarea
principal desorientándolas y apartándolas de su propio camino; ¿qué han obte-
nido la clase y el pueblo de tales actividades electorales?, a más de unas cuantas
diputaciones o senadurías en beneficio de sus supuestos representantes, sólo ha
servido para sembrar cretinismo parlamentario, atizar el oportunismo y cose-
char desilusiones. Así, pues, en nuestro país hay una negra trayectoria electore-
ra y una amarga experiencia que no podemos olvidar; y, recordar siempre que
en todo proceso electoral, en el país, se desboca el oportunismo electorero sem-
brando ilusiones, soñando con tomar posiciones en el Gobierno, invocando una
falsa defensa de las masas, ofreciendo grandes avances democráticos y gene-
rando desenfrenados apetitos y ambiciones, fenómenos todos que buscan cabal-
gar sobre la lucha popular en función de sus negros fines. Éstas son lecciones
concretas de nuestro país y muestran que los personajes cambian o sobreviven
pero el oportunismo electorero persiste y que de él nada deriva para el pueblo,
excepto el desenrumbarlo de su propio y único camino.

En el Perú ha habido también muchas luchas populares en las ciudades y hasta


levantamientos citadinos insurreccionales, esto sin hablar de las llamadas "revo-
luciones" que no han sido sino pronunciamientos militares o golpes de Estado
que en algunos casos lograron comprometer al pueblo; sin embargo, de esas ac-
ciones, algunas de ellas realmente heroicas, tampoco ha devenido el Poder para
la clase y el pueblo sino que fueron sangrientamente aplastadas por el Ejército o
sus resultados sólo sirvieron para beneficio de una facción de las propias clases
explotadoras. Esto demuestra que en el país el camino para tomar el Poder tam-
poco es el levantamiento o la insurrección en las ciudades; ésta es otra funda-
mental experiencia de nuestra lucha revolucionaria que debe vacunarnos contra
supuestos caminos insurreccionalistas que dicen centrar en la clase obrera como
fuerza principal de la revolución en el país.

Asimismo en el país hemos registrado incontables luchas campesinas, pero no


desarrolladas como lucha armada no han permitido liberar al campesinado, dar-
le la tierra ni mucho menos han generado un nuevo Poder, un nuevo Estado pa-
ra la clase y el pueblo. Ligada a la gran movilización campesina de mediados de
los años 60 está la lucha guerrillera del M IR y del ELN, pero no siguiendo la
concepción del proletariado sobre la guerra popular ni estando bien ligada al
campesinado, fue aplastada aunque esas acciones guerrilleras hayan dejado
grandes experiencias para nuestro pueblo.

¿Qué demuestra todo esto? Simple y llanamente que, en más de 50 años de Par-
tido Comunista y de revolución de nueva democracia, hasta hoy la clase obrera
no ha tomado el Poder y por tanto el pueblo peruano no ha podido liberarse de

39
la dominación imperialista ni ha podido barrer la feudalidad. Sin embargo, he-
mos participado en muchos procesos electorales, las masas se han insurreccio-
nado en las ciudades, los campesinos han batallado y derramado heroicamente
su sangre y hasta hemos tenido guerrillas, aunque no guerra popular, y no obs-
tante todo esto el proletariado y el pueblo no han conquistado el Poder. Así
pues, hasta hoy, la revolución democrática, la revolución de nueva democracia,
la revolución democrático-nacional no ha sido desarrollada a través de la lucha
armada según los principios de la guerra popular que sustenta el marxismo-
leninismo-pensamiento maotsetung y, por tanto, no hemos seguido el camino de
cercar las ciudades desde el campo y, en consecuencia, no hemos creado bases
de apoyo revolucionarias en el campo ni hemos construido un Poder revolucio-
nario sustentado en fuerzas armadas populares, y de ahí que no hayamos des-
truido el viejo orden social y la clase obrera y el pueblo no hayan tomado el Po-
der.

¿Qué se desprende de todo esto? En concreto, que: hasta hoy la revolución de-
mocrático-nacional no ha entrado a desarrollarse en su forma superior y, por
tanto, la tarea principal de la revolución en el Perú es iniciar la lucha armada;
ésa es la tarea central de la revolución democrática y todo debe estar en función
de ella y ésa es, en consecuencia, la actividad central hacia la cual los comunis-
tas y revolucionarios deben orientarse si es que realmente quieren servir al pro-
letariado, al pueblo y la revolución. Así, pues, la tarea pendiente de la revolu-
ción democrática en nuestra patria es iniciar la lucha armada.

[...]

EL PLAN DE LA REACCIÓN: REESTRUCTURACIÓN Y ELECCIONES


GENERALES. Desde julio del 77, el camino burocrático lleva adelante la terce-
ra reestructuración del Estado peruano en este Siglo, celebró elecciones para la
Asamblea Constituyente que en un año ha sancionado una nueva Constitución y
recientemente acaba de convocar a elecciones generales para mayo de 1980.
¿Qué implica esto? ¿Se ha fortificado el Estado? ¿Ha superado la crisis que
desde tiempo atrás le aflige? Analicemos esto. Desde el término de la Segunda
Guerra M undial, la burguesía burocrática ascendente apuntó a la reestructura-
ción del Estado y, más aún, el presente régimen desde su inicio se planteó la
dación de una nueva Constitución, a eso sirvió su proceso de corporativización
y su conducción política fascista, apuntó a desarrollar organizaciones que dieran
base corporativa al Estado y a organizar un partido político, la fallida OPRP
(Organización Política de la Revolución Peruana) y dio sus llamadas "bases
ideológicas". Pero la situación internacional que tiende a la "democracia repre-
sentativa" en América Latina por mandato del imperialismo yanqui y la profun-
da crisis que vivimos, desde el año 75, han sofrenado sus planes; así, la nueva
Constitución no expresa plenamente los planes corporativos con que soñó la
burguesía burocrática, ni satisfecho completamente las necesidades de la llama-
da "democracia representativa"; en consecuencia, la Constitución nacida al am-
paro de las bayonetas y producto de una mediocre Asamblea Constituyente no
satisface ni a tirios ni a troyanos del campo reaccionario, mucho menos puede
ser una Carta que satisfaga al pueblo y no bien entre en vigencia comenzarán
las pugnas por modificarla. Podríamos decir que como en el caso de la Consti-

40
tución del 20, la perspectiva de la nueva Constitución es la pugna entre la bur-
guesía burocrática y la burguesía compradora, ambas facciones de la gran bur-
guesía peruana, por su modificación y que, dentro del proceso histórico del ca-
mino burocrático, la lógica de la reacción lleva a una nueva reestructuración pa-
ra una más completa corporativización del Estado peruano en función de la di-
rección y ejercicio del Poder por la burguesía burocrática. M ientras que, para el
pueblo y el proletariado, el problema será barrer esta nueva Constitución y
cualquier otra como expresión del viejo orden imperante, para elaborar una que
sí responda a sus intereses de clase pero esto no podrá ser conseguido sino ha-
ciendo un Estado de nueva democracia por la fuerza de las armas populares vic-
toriosas.

En Sobre las 2 colinas (1991):

En cuanto a que nosotros violemos los derechos humanos. Partimos de que no


nos adscribimos a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, tampoco
a la de Costa Rica; pero sí utilizamos sus dispositivos legales para desenmasca-
rar y denunciar al viejo Estado peruano, a sus instituciones y organismos, a sus
autoridades, comenzando por quien lo encabeza, funcionarios y subordinados
que los violan negando sus propios compromisos internacionales. Para noso-
tros, los derechos humanos son contradictorios con los derechos del pueblo
porque nos basamos en el hombre como producto social, no en el hombre abs-
tracto con derechos innatos. Los "derechos humanos" no son sino los derechos
del hombre de la burguesía, posición que fue revolucionaria frente a la feudali-
dad; así, la libertad, la igualdad y la fraternidad fueron avanzados criterios bur-
gueses en el pasado. Pero hoy día, desde la aparición del proletariado y más
como clase organizada en Partido Comunista, con experiencias de revoluciones
triunfantes, de construcción del socialismo, de nueva democracia y dictadura
del proletariado, se ha probado históricamente que los derechos humanos sirven
a las clases opresoras y explotadoras que dirigen los Estados imperialistas y te-
rrateniente-burocráticos. Estados burgueses en general. En tanto que, los dere-
chos del pueblo son los derechos que el proletariado y las inmensas masas po-
pulares conquistan con su propia lucha y sangre, y que los estudian como prin-
cipios rectores del nuevo Estado en función de los intereses de las clases que
conforman el pueblo: los derechos del pueblo son obligaciones y derechos de
clase, superiores a los llamados derechos humanos, al servicio de las masas,
pobres principalmente, del nuevo Estado, del socialismo y del futuro comunis-
mo; derechos del pueblo que sólo la República Popular del Perú, en nuestro ca-
so, podrá garantizar, reconociendo y sobre todo protegiendo el derecho a la vida
y la salud, el derecho a la educación, a la cultura y al propio desarrollo, el dere-
cho a trabajar y al bienestar, los derechos sociales y políticos y, principalmente,
el supremo derecho a conquistar el Poder y ejercerlo, a transformar el viejo or-
den existente, opresor y explotador, y a construir un nuevo Estado y una nueva
sociedad para el pueblo y el proletariado. Por otro lado, el incumplimiento de su
Constitución, leyes y normas los deslegitima; por eso no les conviene que se les
demuestre que su Estado violenta y no satisface necesidades elementales de los

41
ciudadanos y, más aún, se propague que un Estado así sólo sirve para ser derro-
cado. Finalmente, reiteramos, solamente bajo un nuevo Estado que represente
los intereses de los obreros, campesinos, pequeña burguesía y burguesía media
se podrá aplicar los derechos del pueblo, únicos derechos que realmente pueden
beneficiar a las 4 clases del pueblo. Éstas son nuestras posiciones y nadie ha
podido ni podrá refutarlas. Así, diferenciamos derechos humanos de derechos
del pueblo. Además, luchamos porque el viejo Estado cumpla con los derechos
fundamentales arrancados por el pueblo y plasmados en su Constitución, leyes
y normas. Finalmente, incitamos que el imperialismo yanqui dentro de su gue-
rra de "baja intensidad" apunta a "ayudar" a Gobiernos "legitimados", de ahí los
malabares que sobre los derechos humanos desenvuelve Fujimori y el papel de
las ONGs, que actúan en este campo al servicio del mismo amo.

[...]

... M arx establece la relación entre el sistema capitalista de compra y venta de


fuerza de trabajo y el paraíso de los derechos del hombre; especifica el carácter
de clase de cada uno de esos derechos: libertad del comprador para comprar
fuerza de trabajo y libertad del obrero para vender su fuerza de trabajo; la
igualdad de los poseedores de mercancías, del capitalista que posee el capital y
del obrero para quien su única propiedad es su fuerza de trabajo; y la libertad de
disponer de la propiedad que cada uno tenga, si tiene capital tiene derecho a
disponerlo como le plazca: explotando más, si tiene sólo fuerza de trabajo tiene
derecho a vender su pellejo para que lo curtan. Y, en tercer lugar desenmascara
el contenido burgués de centrar en el individuo, de basarse en el egoísmo, en el
interés personal y la creencia de un orden preestablecido o bajo un Dios de esos
derechos.

[...]

... la libertad burguesa es en esencia el derecho humano de la propiedad priva-


da; y la propiedad privada es el derecho a disfrutar de su patrimonio y a dispo-
ner de ella en su interés personal, que constituye el fundamento de la sociedad
burguesa. "Sociedad que hace que el hombre no encuentre en ella la realización
sino la limitación de su libertad y proclama por encima de todo el derecho hu-
mano de disfrutar y de disponer arbitrariamente de sus bienes, de sus productos,
de sus frutos, de su trabajo y de su industria". Eso es lo que proclama en esencia
el derecho humano de la propiedad privada. Ésa es la libertad y fundamento de
la sociedad burguesa. Liga libertad a propiedad privada en interés personal; no
se puede separar, cuando se habla de libertad se habla de propiedad privada, el
derecho del interés personal. Ése es su fundamento, es la base del liberalismo y
neoliberalismo a ultranza. Y esto es lo que hemos visto en el análisis de la
Constitución peruana y de las leyes internacionales, no es sino el derecho del
interés personal de la clase burguesa y sometimiento al imperialismo, por tanto
es plenamente valido lo que dijera M arx. La igualdad, dice M arx, es considera-
da ligada a la propiedad privada y al interés personal, y la igualdad no es sino
que todo hombre se considera por igual un mónada, tú mónada, todos mónadas,
pero cada uno con su interés personal. Reconoce que todos tienen igual derecho

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o interés personal, ese interés personal es para tomar la propiedad, disfrutarla y
ejercer su derecho en función de cada uno.

[...]

A partir de esto, comprenderemos que los derechos humanos son los derechos
de la burguesía, basados en la concepción centrada en el individuo como posee-
dor de derechos naturales, propios de su condición de individuos; derechos que
son imprescriptibles en cuanto están ligados a su libertad, que es libertad en tan-
to derecho humano de la propiedad privada; y entendiendo su derecho humano
de la propiedad privada como disponer de su patrimonio y disfrutar de él, aten-
diendo al derecho de interés personal que es el fundamento de la sociedad bur-
guesa. De estos criterios deriva la igualdad, derecho de cada individuo a ejercer
el derecho de su propio interés, de la propiedad privada, de su derecho de inte-
rés personal. Y la seguridad, el supremo concepto de la sociedad burguesa; des-
tacar el concepto de policía, dice M arx que una sociedad burguesa requiere de
un aparato que garantice los derechos de los individuos, su derecho de propie-
dad privada.

[...]

Aparentemente el imperialismo, la reacción y el revisionismo defienden los de-


rechos del hombre al margen de las clases, pero en el fondo solamente defien-
den su derecho y libertad para someter a pueblos y naciones; más aún hoy día el
imperialismo, principalmente yanqui, usan los derechos humanos para imponer
normas internacionales que justifiquen su intervención en cualquier parte del
mundo y someter a todos a su hegemonía. Así, en la ONU, un representante de
Austria acaba de proponer formar "cascos blancos" para defender los derechos
humanos, dijo: "El respeto a los derechos humanos tiene que ser uno de los pi-
lares del orden interno"; su protección "no puede ser considerada como una in-
terferencia en los asuntos internos de un Estado. Por el contrario, expresar preo-
cupación por esta área constituye un elemento importante y legítimo del diálogo
internacional". Se quiere arrasar con los derechos de soberanía, independencia y
autodecisión o autodeterminación de los pueblos, naciones y Estados. Otro
ejemplo de lo que afirmamos es la reciente agresión yanqui, entre otros imperia-
listas, a Irak y el embargo a la que lo han sometido después de su guerra geno-
cida contra el pueblo árabe. Otro más, el sometimiento vergonzante de Kampu-
chea por la ONU, que impone y maneja la política, economía, reducción de tro-
pas, elecciones, absolutamente todo el orden interno de ese país. O la agresión a
Panamá el 89. En consecuencia, es sobre todo el imperialismo yanqui, gran
gendarme mundial, que pretende constituirse como superpotencia imperialista
hegemónica única, quien más enarbola esas traposas banderas de los derechos
humanos.

Dentro de los derechos humanos, no caben los derechos del proletariado y del
pueblo; los pueblos de Asia, África y América Latina tienen derecho a la vida
pero los condenan a morir de hambre, los hunden en creciente miseria o lo su-
men en profunda ignorancia; el pueblo tiene derecho a ejercer el poder político
pero no consienten su dictadura conjunta, menos aún la dictadura del proleta-

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riado; peor aún, en sus llamados sistemas democráticos que no son tales sino
dictaduras reaccionarias, demoburguesas o fascistas, al pueblo jamás le consul-
tan, salvo para cubrir apariencias; y los derechos que existen en las Constitu-
ciones, leyes o normas de los viejos Estados del mundo son cada vez más for-
males.

[...]

En conclusión, hoy, que el imperialismo está en su hundimiento final, sus dere-


chos humanos son traposas y caducas banderas burguesas, contrarrevoluciona-
rias; cobertura que "legitima" la intervención imperialista en cualquier parte del
mundo, recurso engañoso para imponer su dominio, medio para condicionar su
"ayuda" e instrumento para contener o derrocar revoluciones. Quien con más
vehemencia e hipocresía los enarbola es el imperialismo yanqui, que pretende
erigirse como superpotencia hegemónica única. Por todo lo visto, nuestra posi-
ción es bien clara, rechazamos y condenamos los derechos humanos porque son
derechos burgueses, reaccionarios, contrarrevolucionarios; son hoy arma de re-
visionistas e imperialistas, principalmente del imperialismo yanqui. Enarbolar
los derechos humanos en el Perú, es avalar la siniestra política intervencionista
del imperialismo principalmente yanqui, servir al taimado genocida vendepatria
Fujimori, y trabajar por las 3 tareas del viejo Estado; es negar el hambre y el
genocidio que sufren las masas, es oponerse a los derechos del pueblo, es ser
peón y carne de cañón de la "guerra de baja intensidad" en contra de la guerra
popular; es, en síntesis, estar por el imperialismo, contra la nación peruana, por
la gran burguesía y los terratenientes en contra de las masas populares, es ven-
derse al pasado infame en contra del futuro brillante.

Para un análisis profundo de cada una de las Constituciones peruanas, o de


cualquier otro país, consúltese las fuentes originales.

Para terminar, no hay que olvidar que, como enseñó Lenin, la destrucción del
Estado reaccionario, la destrucción del Estado de las clases dominantes, es
también la destrucción de la democracia burguesa, que la extinción del Estado
implica la extinción de esa democracia; y la expresión el Estado se extingue
señala el carácter gradual del proceso y su espontaneidad. Y, ¿qué significa
esto? Que no se espera el advenimiento de un orden social en el que no se
acate el principio de la subordinación de la minoría a la mayoría. Pero, aspi-
rando al socialismo, estamos persuadidos de que éste se convertirá gradual-
mente en comunismo, y en relación con esto desaparecerá toda necesidad de
violencia sobre los hombres en general, toda necesidad de subordinación de
unos hombres a otros, de una parte de la población a otra, pues los hombres se
habituarán a observar las reglas elementales de la convivencia social sin vio-
lencia y sin subordinación.

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La revolución de nueva democracia, revolución que se desarrolla en países
semifeudales y semicoloniales con capitalismo burocrático, como en el caso
del Perú, no liquida el Estado.

El desarrollo de la revolución de nueva democracia, revolución antiimperialis-


ta y antifeudal, implica la necesidad de derrumbar el viejo orden, el viejo Po-
der, y levantar uno nuevo con fusiles en la mano, que es única forma de trans-
formar el mundo.

La revolución de nueva democracia es, en esencia, una guerra campesina diri-


gida por el Partido Comunista, que construye un nuevo Estado conformado por
3 ó 4 clases, según se de en la práctica, para aplastar al imperialismo, a la gran
burguesía y a los grandes terratenientes. La revolución de nueva democrática
tiene una forma principal de lucha: la guerra popular, y una forma principal de
organización: la fuerza armada, es pues, la solución del problema de la tierra,
del problema nacional, de la destrucción del viejo Estado, de las fuerzas arma-
das reaccionarias, columna que lo sustenta, para cumplir el objetivo político de
construir un nuevo Estado, un Estado de nueva democracia y hacer la Repúbli-
ca Popular de Nueva Democracia avanzando de inmediato a la revolución
socialista. En síntesis, la revolución de nueva democracia se concreta en guerra
campesina dirigida por el Partido Comunista, toda otra modalidad no es sino
servicio gratuito al Estado burgués, al viejo Estado, al viejo Poder.

La nueva democracia es una dictadura conjunta basada en la alianza obrero-


campesina dirigida por el proletariado encabezado por su Partido Comunista.
Lo que se construye es un nuevo Poder, un nuevo Estado, desarrollando una
nueva economía, una nueva política y una nueva cultura; esta construcción, en
el campo, se materializa en la forma de Comités Populares, de bases de apoyo
en desarrollo y de la República Popular de Nueva Democracia en formación;
lo cual, no es otra cosa más que la expresión del Frente Único que plasma la
dictadura conjunta de obreros, campesinos y pequeños burgueses y expresa la
dictadura conjunta de las 3 clases que participan en la guerra popular: proleta-
riado, campesinado y pequeña burguesía; es una dictadura que no sólo enarbo-
la y defiende sus irrenunciables intereses de clase sino que, además, respeta la
propiedad y los derechos de la burguesía nacional, o burguesía media, tanto en
el campo como en la ciudad. Esta clase, la burguesía nacional, es una clase
vacilante y dual que, endeble y carente de ingentes capitales, oscila entre revo-
lución y contrarrevolución; una de las tareas del Partido Comunista es atraerla
e incorporarla a la revolución ya que, estas 4 clases, son las que históricamente
conforman el pueblo en nuestra patria. El proletariado insurge y se desarrolla
como clase dirigente, el campesinado es la fuerza motriz principal; estas 2
clases, unidas, conforman la alianza obrero-campesina —la única base sólida
de clases de todo frente revolucionario posible—; a ella, a la alianza obrero-
campesina, se une la pequeña burguesía y juntas las 3, bajo dirección del prole-

45
tariado, son el tronco constante del frente revolucionario que no es tal si no es
frente para la guerra popular y armazón de clases para conformar el nuevo
Estado; a éstas, en determinadas condiciones y circunstancias, se incorpora la
burguesía nacional en función, necesariamente, de la lucha por el Poder a tra-
vés de la guerra popular. He ahí la concreción del papel político que cumplen
las masas a través de la guerra popular y cómo las reivindicaciones específicas,
la lucha económica y reivindicativa, deben servirla.

Este nuevo Poder se conforma como una dictadura de Nueva Democracia en


cuanto sistema de Estado y en asambleas populares en cuanto sistema de Go-
bierno; organiza la vida social de las masas en todos sus planos; organiza la
producción principalmente de la agricultura, del comercio, orientando la acti-
vidad hacia el trabajo colectivo; además, ejerce justicia, organiza la educación
y la recreación, así como vela por la marcha de las organizaciones populares y
garantiza la seguridad colectiva e individual; la base de esta labor es la intro-
ducción de nuevas relaciones sociales de producción.

Los Comités Populares son concreciones del nuevo Estado, son Comités del
Frente Único; dirigidos por Comisarios que asumen funciones estatales por
encargo, elegidos en la Asambleas de Representantes y sujetos a remoción;
actúan en Comisiones, dirigidas por el Partido Comunista, donde se aplica la
distribución de los "3 tercios": 1 tercio de comunistas, 1 tercio de campesinos
y 1 tercio de progresistas y, sostenidas por el Ejército Guerrillero Popular —
que se basa en los hombres y no en las armas—, aplican la dictadura popular,
la coerción y la seguridad ejerciendo con firmeza y decisión la violencia a fin
de defender al nuevo Poder contra sus enemigos y proteger los derechos del
pueblo. Además, en las bases de apoyo, todas las personas, varones y mujeres
de cada Comité Popular deben estar organizados militarmente en milicias
populares.

El conjunto de Comités Populares constituye la base de apoyo y el conjunto de


bases de apoyo es el collar que arma la República Popular de Nueva Democra-
cia en formación. Así, durante el desarrollo de la guerra popular en el campo,
la construcción del nuevo Poder, del nuevo Estado, pasa, necesariamente, por
la construcción de bases de apoyo, que es la esencia del camino de cercar las
ciudades desde el campo; esa construcción, precisamente, es el problema del
Poder, una vez más, la concreción de la dictadura conjunta de Nueva Demo-
cracia que ha de transformar la vieja sociedad para, rematando la revolución
democrática, servir a la revolución socialista y a la revolución cultural, bajo la
dictadura del proletariado.
Dentro del desarrollo de la teoría del Estado, es fundamental resaltar la dife-
renciación clave entre sistema de Estado, como dictadura de la clase o clases
que ejercen el Poder, que es lo principal, y sistema de Gobierno, entendida ésta
como organización para el ejercicio del Poder.

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En las ciudades, donde también actúa el Ejército Guerrillero Popular, se aglu-
tina progresivamente a las masas, junto a los organismos generados por el
Partido Comunista, en las diversas nuevas organizaciones en y para la guerra
popular; por ejemplo, en el Movimiento Revolucionario de Defensa del Pue-
blo, como paso a formar el Comité de lucha popular —forma del Poder en las
ciudades— cuyo objetivo es dar un salto en la mayor incorporación de las
masas a la guerra popular; es la concreción del Frente en las ciudades con el
objetivo de conducir a las masas a la resistencia; a servir a la guerra en función
de la futura insurrección.

Al interior del Partido Comunista, la especificación en lo referente a la lucha


de 2 líneas, como fuerza impulsora del desarrollo partidario, es la lucha por la
línea ideológica y política correcta en la guerra popular, combatiendo al dere-
chismo —actitudes, ideas y posiciones de raíz revisionista— como peligro
principal; es decir, se plantea combatir al revisionismo como peligro principal
pues ésa es la mejor forma cómo el Partido Comunista puede prevenirse y
conjurar que en él pueda expresarse una línea oportunista de derecha, que sería
revisionista.

La revolución socialista tampoco liquida el Estado; se construye el Estado


socialista, que es la dictadura del proletariado.

Lo dicho, a la revolución de nueva democrática le sigue, ininterrumpidamente,


la revolución socialista; tomando lo que Mao Tsetung enseñó: la revolución
democrática termina el mismo día en que se toma el Poder en todo el país y se
funda la República Popular, ese mismo día y hora comienza la revolución
socialista y en ella debe desenvolverse la dictadura del proletariado para llevar
adelante las transformaciones básicas y desenvolver el socialismo.

Desde el punto de vista económico, la confiscación de todo el capitalismo


burocrático es clave para dar cima a la revolución democrática y decisiva para
pasar a la revolución socialista. Hay que comprender que éste es un concepto
estratégico de gran importancia y no se puede soslayar. Aquí, es indispensable
comprender que el capitalismo burocrático está conformado por el capitalismo
monopolista estatal y por el capitalismo monopolista no estatal; para eso sirve
la diferenciación que se hace de las 2 facciones de la gran burguesía, —la
burocrática y la compradora—, para no caer a la cola de ninguna, tal como lo
hacen algunos al señalar, a una de ellas o las 2, como burguesía nacional.

Esto es insoslayable puesto que, de la confiscación del capitalismo burocrático


por el nuevo Poder, se deriva que se remate la revolución democrática y se
avance a la revolución socialista; si sólo se apunta al capitalismo monopolista
estatal, se dejaría libre la otra parte, el capitalismo monopolista no estatal, y la

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gran burguesía compradora se mantendría económicamente pudiendo levantar
cabeza para arrebatar la dirección de la revolución y frustrar su pase a revolu-
ción socialista.

Sólo así es posible construir y edificar, bajo la dictadura del proletariado, un


Estado socialista con moderna industria, moderna agricultura, y moderna cien-
cia y cultura; sólo así es posible consolidar el nuevo sistema y perseverar en la
revolución socialista, no sólo en el frente económico, sino también para soste-
ner constante y ardua lucha revolucionaria socialista y poner en ejecución la
educación socialista en los frentes político e ideológico.

El problema de la dictadura del proletariado, de instaurarlo y defenderlo, es el


problema de la actitud del Estado proletario frente al Estado burgués, de la
democracia proletaria frente a la democracia burguesa.

Como bien enseñó Lenin en La enfermedad infantil del "izquierdismo" en el


comunismo (1920):

La dictadura del proletariado es la guerra más abnegada y más implacable de la


nueva clase contra un enemigo más poderoso, contra la burguesía, cuya resis-
tencia se halla decuplicada por su derrocamiento (aunque no sea más que en un
solo país) y cuya potencia consiste, no sólo en la fuerza del capital internacio-
nal, en la fuerza y la solidez de las relaciones internacionales de la burguesía,
sino, además, en la fuerza de la costumbre, en la fuerza de la pequeña produc-
ción. Pues, por desgracia, ha quedado todavía en el mundo mucha y mucha pe-
queña producción y ésta engendra al capitalismo y a la burguesía constantemen-
te, cada día, cada hora, por un proceso espontáneo y en masa. Por todos estos
motivos, la dictadura del proletariado es necesaria, y la victoria sobre la burgue-
sía es imposible sin una lucha prolongada, tenaz, desesperada, a muerte, una lu-
cha que exige serenidad, disciplina, firmeza, inflexibilidad y una voluntad úni-
ca.

[...]

La dictadura del proletariado es una lucha tenaz, cruenta e incruenta, violenta y


pacífica, militar y económica, pedagógica y administrativa, contra las fuerzas y
las tradiciones de la vieja sociedad. La fuerza de la costumbre de millones y de-
cenas de millones de hombres, es la fuerza más terrible. Sin un Partido férreo y
templado en la lucha, sin un Partido que goce de la confianza de todo lo que
haya de honrado dentro de la clase, sin un partido que sepa pulsar el estado de
espíritu de las masas e influir sobre él, es imposible llevar a cabo con éxito esta
lucha. Es 1,000 veces más fácil vencer a la gran burguesía centralizada, que
"vencer" a millones y millones de pequeños patronos, estos últimos, con su ac-
tividad corruptora invisible, inaprehensible, de todos los días, producen los
mismos resultados que la burguesía necesita, que determinan la restauración de
la misma. El que debilita, por poco que sea, la disciplina férrea del Partido del

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proletariado (sobre todo en la época de su dictadura) ayuda de hecho a la bur-
guesía contra el proletariado.

En la marcha hacia el comunismo, hay un tercer tipo de revolución: la Revolu-


ción Cultural Proletaria, como continuación de la revolución bajo la dictadura
del proletariado y su carácter de indispensable, sin ella, sin la dictadura del
proletariado, la revolución no puede proseguir su marcha al comunismo.

Es perentorio tomar consciencia de que serán sucesivas e ininterrumpidas


revoluciones culturales proletarias; y que, estas revoluciones culturales proleta-
rias, fundidas en la revolución mundial, en la guerra popular mundial, tendrán
que ser aplicadas y especificadas según la realidad concreta de cada país; lejos
de una aplicación dogmática, sectaria y mecanicista.

Finalmente, recordemos lo establecido por Lenin en El Estado y la revolución


(1917):

Quien reconoce solamente la lucha de clases no es aún marxista, puede mante-


nerse todavía dentro del marco del pensamiento burgués y de la política burgue-
sa. Limitar el marxismo a la doctrina de la lucha de clases significa cercenar el
marxismo, tergiversarlo, reducirlo a algo aceptable para la burguesía. Sólo es un
marxista quien hace extensivo el reconocimiento de la lucha de clases al reco-
nocimiento de la dictadura del proletariado. En ello estriba la más profunda di-
ferencia entre un marxista y un pequeño (o un gran) burgués ordinario. Ésta es
la piedra de toque en la que deben comprobarse la comprensión y el reconoci-
miento reales del marxismo.

Ediciones Bandera Roja


5 de enero de 2024

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