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Proclama mi alma la grandeza del Señor,
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se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
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porque ha mirado la humillación de su esclava.
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Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
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derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
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a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
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Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
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-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Este pasaje es un precioso cántico de María, alabando al Señor por lo que ha hecho en su vida!
Dios cumple sus promesas: desde el primer libro de la Biblia hay una promesa de Dios. Todo el
mal provocado por el pecado y la desobediencia de los hombres no será para siempre. Yo los voy a
salvar, ha dicho el Señor. Jesús es el cumplimiento de esa promesa. Dios mismo, haciéndose
hombre.
María alaba a Dios porque sabe que en ella Dios está cumpliendo todo lo que él había prometido.
Las promesas del Señor eran la esperanza de Israel y son hoy la esperanza de la iglesia. Una
esperanza firme, porque Él es Dios.
Dios no considera, ni mira, ni se complace en el orgullo humano: Hay tres clases de personas
que se mencionan en este pasaje, para los cuales Jesús no es una buena noticia. Los soberbios, los
poderosos, los ricos.
Los que creen saberlo todo, poderlo todo, tenerlo todo, no son nada, porque no tienen a Jesús, que
es el Todo en todos.
El Evangelio es para los humildes: en Jesús, Dios ha exaltado a los humildes y ha colmado de
bienes a los hambrientos. Dios ha mirado, y elegido lo que el mundo, y los hombres no aprecian.
Los sencillos, los débiles, los pobres. Ellos miran a Dios y encuentran vida.
Porque para poder conocer a Dios necesitamos la humildad de María. Si no reconocemos nuestra
profunda necesidad de Dios no podemos experimentar su Salvación en nuestras vidas.
Dios me amó, Dios me dio vida, Dios envió a su Hijo a morir en mi lugar. Dios es mi Salvador y en
eso se regocija mi alma.
PARA PENSAR: Cada día, recordá tu necesidad. Pensá cuánto Dios te amó. Recordá que Él te amó
cuando vos no lo amabas, cuando vos estabas muerto espiritualmente y que tu amor hacia Él hoy,
es posible porque Él te amó primero. Pide ser siempre humilde.
Reflexión
¡Qué difícil es tener hambre de Dios cuando estamos rodeados de tanto materialismo y
satisfacciones inmediatas; cuando todo nos invita a ser más egoístas! Nos vamos cerrando a la
gracia divina y nos volvemos orgullosos. Parece ridículo hoy en día tener que depender de un Ser
Supremo. Sin embargo, el cristiano se da cuenta que esta mentalidad del mundo contemporáneo no
tiene fundamentos y se derrumba con las dificultades de la vida. María sabía bien en quién había
puesto su confianza y por eso no se derrumbó en su vida a pesar de las pruebas. Siempre supo
mantener esa sencillez de corazón y reconocerse pobre, necesitada de Dios. Cómo resalta ver gente
que vive así, como María, alegres, sencillos y puros de corazón. Ojalá que nuestros corazones no se
ensordezcan ni se vuelvan unas murallas de egoísmo a la acción amorosa de Dios.
Propósito
Agradecerle durante el día a Dios que tenga necesidad de Él: "Gracias, Señor, porque me haces
sentir necesidad de Ti
Jesús, es más fácil vivir con la mentalidad del mundo materialista, olvidado de ti, soberbio, y Tú
sabes cuánto me atrae y me dejo llevar por él. Pero, Señor, no soy feliz así. Mi mayor dicha es estar
contigo, es tener tu paz y tu amor en mi corazón. Ayúdame a ser humilde y necesitado de Ti, a
reconocerme pobre y volverme rico con tu presencia. No me dejes solo, te necesito.