Está en la página 1de 5

¡Mujer, qué grande es tu fe!

La actividad de Jesús era muy intensa, y ocasionalmente se retiraba con sus discípulos a lugares donde
encontrar más sosiego para el descanso y más tiempo para formarlos. En esta ocasión, sale fuera de los
confines de Galilea, a la región de Tiro y Sidón, una zona que no estaba poblada por judíos sino por gen-
tes cananeas de cultura helenística.
Pero la fama de Jesús había llegado hasta allí, y una mujer sale a su encuentro para pedirle que ayude a
su hija: “¡Señor Hijo de David, apiádate de mí! Mi hija está poseída cruelmente por el demonio” (v. 22).
Ella, que no pertenecía al pueblo elegido, lo reconoce como el Hijo de David, el Mesías largamente espe-
rado, y con gran confianza le pide que ayude a su hija.
Observa san Agustín que esta mujer cananea “nos ofrece un ejemplo de humildad y un camino de pie-
dad”. Jesús, al principio, parece que no le hace caso, pero ella “clamaba al Señor, que no escuchaba,
pero que planeaba en silencio lo que iba a ejecutar”. Cuando ella insiste, el Maestro le responde que ha
venido a buscar las ovejas perdidas de la casa de Israel. Jesús vino a salvar a todos, como lo señaló clara-
mente en otra ocasión ante sus discípulos: “Tengo otras ovejas que no son de este redil, a ésas también
es necesario que las traiga, y oirán mi voz y formarán un solo rebaño, con un solo pastor” (Jn 10,16), pe-
ro su misión redentora debía comenzar por su propio pueblo, los judíos.
La mujer cananea no se da por vencida y continúa importunándolo. En aquel tiempo, los judíos llamaban
despectivamente “perros” a los paganos, ya que el perro era un animal impuro. Por eso las palabras con
las que Jesús le responde suenan muy duras: “No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los pe-
rrillos” (v. 26). Pero la mujer, no se enfada ni se manifiesta dolida por el tono de la respuesta. “Reiteró
su petición y, ante lo que parecía un insulto, demostró su humildad y alcanzó misericordia”.
El papa Francisco observa que “el aparente distanciamiento de Jesús no desanima a esta madre, que in-
siste en su invocación. La fuerza interior de esta mujer, que permite superar todo obstáculo, hay que
buscarla en su amor materno y en la confianza de que Jesús puede satisfacer su petición. Y esto me hace
pensar en la fuerza de las mujeres. Con su fortaleza son capaces de obtener cosas grandes. ¡Hemos co-
nocido muchas! Podemos decir que es el amor lo que mueve la fe y la fe, por su parte, se convierte en el
premio del amor. El amor conmovedor por la propia hija la induce a gritar: ‘¡Ten piedad de mí, Señor
hijo de David!’. Y la fe perseverante en Jesús le permite no desanimarse ni siquiera ante su inicial recha-
zo”.
La perseverancia de esta mujer inasequible al desánimo es toda una lección de fe viva y operativa. Nos
enseña a no desanimarnos ante las dificultades de la vida y a perseverar en la oración, aunque parezca
que Dios no nos hace caso. A veces “imaginamos –dice san Josemaría- que el Señor, además, no nos escu-
cha, que andamos engañados, que sólo se oye el monólogo de nuestra voz. Como sin apoyo sobre la tie-
rra y abandonados del cielo, nos encontramos (…) Con la tozudez de la cananea, nos postramos rendida-
mente como ella, que le adoró, implorando: ‘Señor, socórreme’. Desaparecerá la oscuridad, superada
por la luz del Amor (…). Nuestro Señor quiere que contemos con Él, para todo: vemos con evidencia que
sin Él nada podemos, y que con Él podemos todas las cosas”.
https://opusdei.org/es/gospel/evangelio-domingo-vigesimo-ordinario-ciclo-a/
Papa Francisco
Tener un corazón puro
En esta catequesis reflexionamos sobre la bienaventuranza que dice: «Dichosos los que tienen el
corazón puro, porque ellos verán a Dios» (Mt 5,8). Esta bienaventuranza nos promete la visión de
Dios y tiene como condición la pureza de corazón.
¿Qué quiere decir tener el corazón “puro”? Significa conservar en nuestro interior lo que es digno
de una relación con el Señor verdadera, y llevar una vida integra, lineal y sencilla en su Presen-
cia.
Tener un corazón puro es un camino de purificación interior. Hay que reconocer que, con fre-
cuencia, nuestro peor enemigo está escondido dentro de nosotros mismos, y necesitamos conver-
tirnos al Señor. Este proceso implica reconocer la influencia del mal que hay en nosotros, y de-
jarse conducir con docilidad por el Espíritu Santo; es un camino de maduración, supone renuncia,
sinceridad y valentía.
Cuando descubrimos nuestra sed de bien y la misericordia de Dios que nos sostiene, comienza un
camino de liberación que dura toda la vida y nos prepara al encuentro con el Señor.
Se trata de un trabajo serio y, sobre todo, de una obra que Dios hace en nosotros a través de las
pruebas y las purificaciones d
e la vida, y que nos lleva, si lo aceptamos, a experimentar una gran alegría y una paz verdadera.
Papa Francisco. https://opusdei.org/es/article/corazon-puro-bienaventuranzas/

¿En qué consiste el hambre y la sed de justicia?


Nuestra reflexión de hoy nos lleva a considerar la bienaventuranza: «Dichosos los que tienen
hambre y sed de justicia, porque serán saciados», que no se refiere a un deseo genérico sino a
una exigencia vital, cotidiana de todo ser humano: la necesidad de nutrirse para sobrevivir.
Pero aquí se habla de hambre y sed de justicia. ¿Qué quiere decir hambre y sed de justicia? No
es la sed de venganza, tampoco es sólo el dolor de los pobres y de los oprimidos, que Dios cono-
ce bien y que no le es indiferente.
Es una justicia más grande, más grande que el derecho humano a la equidad, la verdad y la justi-
cia social, más grande también que la perfección personal. Se trata de la justicia que viene de
Dios: de esa inquietud, de ese anhelo que está presente en lo más hondo del corazón, aún en el
corazón del más corrupto y alejado del Señor.
Es la sed de bien, de verdad, que el mal no puede borrar. Es la sed de Dios, suscitada por el Espí-
ritu Santo, que todos llevamos en lo más íntimo de nuestro ser, y que san Agustín nos recuerda
cuando escribe: «para ti nos has hecho, Señor, y nuestro corazón está inquieto hasta que no des-
canse en ti». Papa Francisco https://opusdei.org/es/article/sed-justicia-bienaventuranzas/

Cómo debe ser la confianza en Dios


El Evangelio que hemos escuchado nos invita a vivir en esperanza vigilante, es decir, estar siem-
pre preparados para recibir al Señor, con la total confianza de que ya hemos sido salvados por él
y de que estamos esperando la plena manifestación de su gloria. Esto exige que vivamos con res-
ponsabilidad nuestra fe, y que acojamos con agradecimiento y asombro cada día de nuestra vida
como un regalo de Dios.
La esperanza vigilante y la paciencia son dos características que definen a quienes se han encon-
trado con Jesús, estructurando su vida desde la confianza y la espera, consciente de que el futu-
ro no es sólo obra de nuestras manos, sino de la preocupación providente de un Dios que es todo
misericordia.
Este convencimiento lleva al cristiano a amar la vida, a no maldecirla nunca, pues todos los mo-
mentos, por muy dolorosos, oscuros y opacos que sean, son iluminados con el dulce y poderoso
recuerdo de Cristo. Gracias a él estamos convencidos de que nada es inútil, ni vacío, ni fruto de
la vana casualidad, sino que cada día esconde un gran misterio de gracia y de que en nuestro
mundo no necesitamos otra cosa que no sea una caricia de Cristo.
Papa Francisco https://opusdei.org/es/article/papa-francisco-esperanza-confianza-en-dios/

“Jesús de Nazaret con su palabra, con sus gestos y con toda su persona revela la mise-
ricordia de Dios. Nada en Él es falto de compasión… su Persona no es otra cosa sino
Amor, un amor que se dona y ofrece gratuitamente. Los signos que realiza, sobre todo
hacia los pecadores, hacia las personas pobres, excluidas, enfermas y sufrientes lle-
van consigo el distintivo de la misericordia”. Papa Francisco Bula de la Misericordia
Textos de san Josemaría
Llénate de confianza en Dios y ten, cada día más hondo, un gran deseo de no huir jamás de Él.
Forja 214
Fomenta, en tu alma y en tu corazón —en tu inteligencia y en tu querer—, el espíritu de confianza
y de abandono en la amorosa Voluntad del Padre celestial… —De ahí nace la paz interior que an-
sías. Surco 850
Si viviéramos más confiados en la Providencia divina, seguros —¡con fe recia!— de esta protección
diaria que nunca nos falta, cuántas preocupaciones o inquietudes nos ahorraríamos. Desaparece-
rían tantos desasosiegos que, con frase de Jesús, son propios de los paganos, de los hombres mun-
danos, de las personas que carecen de sentido sobrenatural. Querría, en confidencia de amigo, de
sacerdote, de padre, traeros a la memoria en cada circunstancia que nosotros, por la misericordia
de Dios, somos hijos de ese Padre Nuestro, todo poderoso, que está en los cielos y a la vez en la
intimidad del corazón; querría grabar a fuego en vuestras mentes que tenemos todos los motivos
para caminar con optimismo por esta tierra, con el alma bien desasida de esas cosas que parecen
imprescindibles, ya que ¡bien sabe ese Padre vuestro qué necesitáis!, y El proveerá. Creedme que
sólo así nos conduciremos como señores de la Creación, y evitaremos la triste esclavitud en la que
caen tantos, porque olvidan su condición de hijos de Dios, afanados por un mañana o por un des-
pués que quizá ni siquiera verán. Amigos de Dios n. 116.

La Misericordia de Dios salvó mi vida


«¿Qué Dios hay como tú, que borra la falta y que perdona el crimen? ¿que no se encierra para
siempre en su enojo, sino que le gusta perdonar?” Miqueas 7
Este es el testimonio que una persona envió a la revista Aleteia.
Estimados hermanos:
Mi experiencia con Dios está basada en su Misericordia.
Él me ha dado miles de ocasiones para volver a su Corazón, pero el mío lo usaba como si Jesús y
María fuesen una superstición sin verdadera fe, sin querer tener nunca un verdadero compromiso
de amor.
He faltado a casi todos los mandamientos, a casi todos, lo digo muy tristemente. Darme cuenta
de que he crucificado a Jesús una y otra vez, una y otra vez…Le veo orando por mí en el desierto,
en el monte de los olivos, en su trabajo de carpintero, en medio de sus amigos y, sobre todo en
Getsemaní y en la Cruz. Le he hecho sudar sangre, le he golpeado, le he puesto una corona de es-
pinas trenzada por mí, me he burlado de Él, le he crucificado.
Y siempre ha dicho: “Padre, ¡perdónala, porque no sabe lo que hace! ¡Hija, ahí tienes a tu Ma-
dre!”
Somos importantes para Dios
Yo que no soy nada, no puedo creer que sea tan importante para mi Dios. Pero, sin merecerlo lo
soy.
Un día cualquiera, pensando que ya estoy restando tiempo a mi vida (tengo 60 años), sentí un
enorme dolor y una gran necesidad de confesarme, no porque me fuera a morir que yo supiera.
Era como una llamada interior, una urgencia a la gracia Divina.
Empecé a recordar mi vida y a escribir mis pecados. ¡Sentía una vergüenza tan grande! También
me di cuenta de que, a pesar de todo, Dios misericordioso me daba la oportunidad de reconciliar-
me con Él y yo ansiaba una paz que nunca había tenido, pero que presentía.
Recordé el salmo 40 y oré con un fervor inusitado, desconocido, antes de entrar al confesionario.
Tenía la certeza del amor infinito y la gran misericordia de Dios. «¡Tú, ¡Señor, no me niegues tu
ternura, que tu amor y tu verdad me guarden siempre!»
Restaura tu amistad con Dios
Me confesé y comprobé que su perdón tocaba mi alma. Exclamé emocionada y agradecida:
“¡Gloria a Dios misericordioso y eterno! ¡Gloria al Dios del Amor!”
Jesús me ha tirado del caballo desbocado que ha sido mi vida. He renacido. Él me permitió afinar
en los recuerdos pasados para no dejar ni una pequeña mancha en mi alma.
Ahora sé conscientemente que, a pesar de todo, nunca jamás me ha abandonado. Él no ha querido
que muriese sin conocer la verdadera Vida.
Hacer Su Voluntad es lo mejor que he probado nunca. Todos los días, a todas horas le suplico que
me permita amarle. Quiero amarle sobre todas las cosas. Con su Amor en mí, no volveré a hacerle
daño de ningún modo.
Veo mi alma cómo la ve Jesús, que a pesar de eso me ama y me atrae. Confesar toda una vida es
duro. Pero es más duro ser consciente de las consecuencias, no sólo en mí, sino en mi prójimo y
en mi Dios.
Por eso a todos les recomiendo una buena confesión sacramental para que restauren su amistad
con Dios y se llenen de una renovada esperanza que cambiará sus vidas. Gracias por leer mi testi-
monio. ¡Dios les bendiga! https://es.aleteia.org/2021/07/28/la-misericordia-de-dios-salvo-mi-vida/

¡Adelante, pase lo que pase! Bien cogido del brazo del Señor, considera que Dios
no pierde batallas. Si te alejas de El por cualquier motivo, reacciona con la hu-
mildad de comenzar y recomenzar; de hacer de hijo pródigo todas las jornadas,
incluso repetidamente en las veinticuatro horas del día; de ajustar tu corazón
contrito en la Confesión, verdadero milagro del Amor de Dios. En este Sacra-
mento maravilloso, el Señor limpia tu alma y te inunda de alegría y de fuerza
para no desmayar en tu pelea, y para retornar sin cansancio a Dios, aun cuando
todo te parezca oscuro. Además, la Madre de Dios, que es también Madre nues-
tra, te protege con su solicitud maternal, y te afianza en tus pisadas. San Josemaría
Amigos de Dios n. 214

Para pensar
«Bienaventurados los misericordiosos, porque alcanzarán misericordia». ¿La experien-
cia de la misericordia infinita que Dios tiene conmigo me mueve a tener con los de mi
alrededor «un corazón de carne» y no «de piedra»?
«Bienaventurados los limpios de corazón, porque verán a Dios». ¿Cuido mi corazón pa-
ra ver a cada persona como la ve Dios, en toda su integridad, dignidad, etc.? ¿Fomento
el amor y el cariño con las personas que convivo o tengo más cerca?
Bienaventurados los pacíficos, porque serán llamados hijos de Dios». ¿Con qué detalles
procuro crear a mi alrededor un ambiente sereno, acogedor y alegre, para que en mi
hogar todos se encuentren a gusto?
¿Le doy gracias a Dios por todo lo que ha hecho conmigo y estoy convencido de que él
puede hacer lo mismo en otras almas?
¿Procuro descubrir detrás de todo lo que sucede –también en los acontecimientos im-
previstos– la mano providente de mi Padre Dios? ¿Pido al Señor crecer interiormente en
caridad, esperanza y fe en las situaciones adversas?
¿Fomento en mi alma la alegría de ser hija de Dios y procuro transmitirla a los demás?
Al meditar los milagros del Señor, ¿soy audaz como el centurión de Cafarnaúm, que pi-
de con una fe viva? ¿Pido esta misma fe para mi marido, mis hijos, mis amistades?
Meditaciones
La fe como alegría
https://www.youtube.com/watch?v=3B2dswikVY8
Felices los que trabajan por la paz
https://www.ivoox.com/9-felices-trabajan-paz-audios-mp3_rf_66218610_1.html

Lectura
Vida de fe (texto y audio)
https://opusdei.org/es/article/vida-de-fe-2/

De interés
Todo es para bien
https://opusdei.org/es-es/article/5-omnia-in-bonum/
¿Cuáles son y en qué consisten las bienaventuranzas?
https://opusdei.org/es/article/las-bienaventuranzas-3/
Meditación sobre la paz
https://opusdei.org/es/article/meditacion-sobre-la-paz/
Comentarios de san Josemaría a las Bienaventuranzas (texto y audio)
https://opusdei.org/es-es/article/las-bienaventuranzas/
El sermón de la montaña (texto y audio)
https://opusdei.org/es-es/article/audio-el-sermon-de-la-montana/
Fiarse de Dios (texto y audio)
https://opusdei.org/es/article/editorial-fiarse-de-dios/
La delicada fuerza de la confianza
https://opusdei.org/es/article/muy-humanos-muy-divinos-xvii-delicada-fuerza-confianza/
Pedir la fe a gritos
https://opusdei.org/es/article/video-de-san-josemaria-pedir-la-fe-a-gritos-2/
La fe del centurión
https://opusdei.org/es/article/ejemplos-de-fe-vi-la-fe-del-centurion/
Examínate de las bienaventuranzas
https://catholic-link.com/wp-content/uploads/2019/01/infografia-examen-
bienaventuranzas.jpg-1.webp
El Monte Tabor
https://www.youtube.com/watch?v=8x4QwlfDGEk

También podría gustarte