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Fragmento de Nota en La Nación del 14/04/2019

Macarena Sanchez Jeanney me llamo. Tengo 27 años. La primera nota que hice fue el día en que
hice pública la denuncia. Fue un lunes 21 de enero. Esa noche me llamaron de una radio. Al día
siguiente estaban con cámaras en mi casa.
Surgió todo a partir de mi despido en mitad del torneo. Fue el 5 de enero y la denuncia la hice el 18.
Presentamos una carta documento intimando a la UAI (Universidad Abierta Interamericana) a que
regularice la relación laboral, como en cualquier trabajo, porque mi trabajo ahí era el de futbolista
(para el equipo de UAI Urquiza).
Lo que sucedía conmigo sucede en varios clubes: te ponen a trabajar en alguna empresa que
depende del club o en el club mismo (algunas chicas trabajan en los bufet, por ejemplo), y en ese
lugar te registran como empleada. Pero en el trabajo real, que es el de futbolista, no. Yo trabajaba
como administrativa de 8 a 2 de la tarde, y después entrenaba. Y un día me llamaron y me dijeron
que no me iban a tener más en cuenta.
Entonces hago la denuncia y estalla todo. Se me acercó mucha gente. Matías Lammens, entre ellos.
Quería saber qué necesitábamos y conocer la realidad del fútbol femenino más allá de San Lorenzo.
Nos dio una mano para acercarle una propuesta de profesionalización a AFA. Y así fue, todo muy
veloz. Desde la denuncia hasta que se anunció la profesionalización pasaron menos de dos meses.
Pero es algo que se viene pidiendo hace rato.
Y aunque haya llegado en un momento en que no juego, lo vivo como si estuviese con club. Para mí
es la misma emoción porque desde un principio esto fue una lucha colectiva. Fue más allá de mi
caso. Si fuera solo por mí, no habría hecho nada, porque pasé por un montón de cosas que no se
las deseo a nadie. Comí mucha mierda estos dos meses. Entonces, si me hubiera detenido a pensar
en mi bienestar, no lo habría hecho.
¿Qué cosas? Por empezar, estoy con un botón antipánico porque recibí amenazas. Desde el
momento en que hice la denuncia recibí un montón de hostigamientos en redes sociales. Gente x
que me agredía. Puteadas... Y un día recibí una primera amenaza. Fue un sábado al mediodía. Yo
estaba en San Lorenzo viendo un partido de fútbol femenino. Y cuando terminó el partido entro en mi
Twitter y tenía un mensaje privado que decía que me iban a matar. El usuario tenía una foto de una
pistola con sangre. Y me shockeó. Lo primero que hice fue mandárselo a mi hermana, que es mi
abogada. Y decidimos iniciar una denuncia por la amenaza. Y después recibí otra más, también por
Twitter, que decía que si seguía denunciando me iba a pasar algo por accidente. Así que lo notifiqué
y me dieron el botón antipánico. Los primeros días no quería salir de mi casa, estaba reperseguida.
Al día siguiente vino mi mamá, después mi hermana, después mi papá. Estuve siempre
acompañada, pero tenía muchos nervios.
Pero valió la pena. La profesionalización estaba en mi mente como que lo iban a vivir las chicas más
tarde, en algún momento. No pensé que lo iba a vivir yo. Pero a partir de las movilizaciones del
último mes sí lo empecé a ver posible. Además, en el contexto feminista que vivimos hoy creo que
todo es posible. No se puede escindir una cosa de la otra. Este es un reclamo que se viene haciendo
hace muchísimos años. Las Pioneras perdieron puestos en la selección y en clubes por pedir estas
cosas. Y en ese momento el contexto no acompañaba y la presión social no era lo que es hoy. Vi
miles de mujeres que incluso odian el fútbol por ser de un ambiente machista que, sin embargo, se
sumaron y reclamaron por nosotras como si fueran una jugadora más. Fue indispensable el
movimiento feminista en todo esto.

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