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Sin embargo, los inmuebles poseen una diversidad de atributos físicos, funcionales y de
localización, a la vez que proveen una amplia gama de servicios, como habitabilidad, confort,
seguridad, estatus, etc., que los hacen prácticamente únicos e irrepetibles.
El empleo de este criterio está muy extendido; probablemente puede considerarse como el
sustrato de todos los métodos de valoración. Lamentablemente y dependiendo del tipo de bien,
la calidad de sus resultados está ceñida a un espacio y lugar concreto;
Probablemente es el criterio que mejor está definido por su propio nombre y, como tal, se basa
en el cálculo de los costos en los que ha de incurrirse para obtener un bien. La metodología
valorativa distingue dos supuestos:
• Valor de reposición: cuando lo que se estima es el costo de construcción de un inmueble de
utilidad comparable empleando los materiales, proyectos, diseños,… actuales.
• Valor de reproducción: en este caso se cuantifica el proceso considerando los mismos
materiales y el mismo diseño que se utilizó en su construcción original.
Este criterio se utiliza frecuentemente cuando la finalidad es calcular el valor de un bien que ha
desaparecido, o ha sufrido un proceso de deterioro. Es normal que la valoración de los daños producidos
en un bien urbano: incendios, derrumbe, etc., se determinen calculando los gastos en los que se incurriría
como consecuencia de su reconstrucción efectiva, hasta que éste tuviese las mismas características y
satisficiese las mismas utilidades que tenía antes del suceso. Si el daño afecta a la totalidad del bien el
valor de reposición estimado coincidirá plenamente con el del bien; salvo los gastos que pudieran
presentarse como consecuencia, por ejemplo, de la retirada de escombros.
Muy útil para la valoración de algunos bienes, presenta una problemática intrínseca que exige
una precisa argumentación de las decisiones adoptadas que sustenten los resultados del
informe. La justificación es sencilla: se fundamenta en la determinación del valor de un bien a
través de otro que pueda sustituirlo de manera lógica, real y racional, de tal forma que esté
capacitado para desarrollar sus mismas funciones.
Evidentemente los bienes objeto de tasación, empleando este criterio, deben cumplir una
condición inexcusable: han de existir otros capaces de cubrir las mismas necesidades y
satisfacer idénticas utilidades -dentro de las coordenadas de tiempo y lugar en las que se realiza
la valoración-. Inicialmente esto, que sería una premisa sencilla, puede originar verdaderos
problemas a la hora de justificar la sustitución, pues se debe garantizar que sean una
alternativa, real o potencial, perfectamente viable.
Algunos textos legales hacen referencia a este principio en los siguientes términos: "... los
criterios de valoración establecidos persiguen determinar con la necesaria objetividad y
seguridad jurídica el valor de sustitución del inmueble en el mercado por otro similar en su
misma situación."
En el ámbito urbano, y hoy por hoy, no es frecuente encontrar inmuebles con dos o más
escaleras, destinadas una de ellas al personal que presta sus servicios laborales en los
apartamentos. En cambio, si es frecuente la existencia de escaleras de emergencias. Estas
diferencias constructivas conllevan que en una tasación realizada empleando este criterio haya
que justificar su existencia, o la falta de la misma, y cuantificar su superficie y coste de
construcción. Si solo se construye una escalera la superficie útil total que correspondería a cada
una de las diferentes unidades urbanas resultantes de la división horizontal del inmueble (con
independencia de los nuevos diseños arquitectónicos) podría ser superior a la existente
previamente
Considera que el valor de un bien es proporcional a la suma de las posibles rentas presentes y
futuras que es capaz de generar.
Ahora bien, si se trata de una vivienda destinada a la residencia de su propietario habría que acudir,
si se quiere emplear este criterio, a su capacidad potencial de producir rentas; es decir, estimar qué
alquiler le correspondería a su titular si decidiese arrendarla. Como esto es difícil de realizar lo más
frecuente es seleccionar otros
inmuebles comparables, que estén en alquiler, e investigar su renta neta anual para, posteriormente,
adecuarla en función de coeficientes de homogeneización al que es objeto de tasación.
El titular de "A" solicita a un valorador un informe de tasación del lote “e” con el objeto de
conocer cuál sería la cantidad máxima que podría abonar sin que la operación económica, en
su conjunto, fuera negativa para sus intereses.
m= 20.000 um). Este sería el valor de mercado del lote “e” para la mayor parte de los posibles
compradores, salvo para el titular del lote “A”.
generalizables en ese entorno. Por tal motivo las informaciones que se obtengan de estas
Desde un punto de vista operativo se ajusta al siguiente planteamiento: Sean dos bienes
representativos del mercado local con la particularidad de que los valores de sus variables son
extremos; es decir, al apartamento de mayor valor de mercado le corresponde la máxima renta
de alquiler, y al de menor valor la menor renta.