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En la evolución, transformación y regeneración de la educación venezolana de a

mediados del siglo XVIII hasta lo que constituye a la misma en la actualidad, ha


sido partícipe y protagonista una de las figuras históricas más influyentes y
significativas de la nación por contribuir no sólo a un desarrollo educativo de
calidad, justo e igualitario, sino también a un desarrollo social y cultural adaptado a
las necesidades de los individuos venezolanos, siendo este personaje Simón
Rodríguez, nacido en Caracas, capital Venezolana, el 28 de octubre de 1769, hijo
de un sacerdote llamado Alejandro Carreño y de Rosalía Rodríguez, según los
historiadores de la época, quien transcurrió su infancia en la hoy en día conocida
como la Plaza Bolívar de Caracas.

Aunado a lo expuesto, Rodríguez se desempeñó en sus inicios como maestro en


la Escuela de lectura y escritura para niños, donde formó parte de la enseñanza
de Simón Bolívar, quien posteriormente sería Libertador, proyectándose como un
gran filósofo y pedagogo, pero no tuvo acceso a la formación universitaria, puesto
que en esa época sólo los españoles y mantuanos podían cursar estudios
universitarios, sin embargo, siempre continuó con su preparación, formación y
estudios de manera autodidacta.

Asimismo, Simón Rodríguez tuvo participación elemental junto a Bolívar en lo que


fue el juramento del Monte de Sacro, y se dedicó a estudiar lo que era el modelo
educativo nacional de esa época, en donde determinó que era pertinente realizar
cambios en el mismo con el objetivo de adaptar la educación a las necesidades de
cada ciudadano, proponiendo e incentivando a la inclusión de los indios, negros y
pardos en la educación, así como incorporar materiales didácticos apropiados y la
contratación de maestros con un salario digno y justo.

Ahora bien, Rodríguez fue un ejemplar maestro, filósofo y visionario de la


educación y la sociedad del porvenir, porvenir que se hace presente hoy, en una
época de importantes cambios ideológicos y en donde emerge y se mantiene el
poder de su palabra y pensamiento sobre su filosofía en cuanto a lo que debe ser
la educación social. Rodríguez consideraba que la filosofía y la educación son las
más útiles actividades en las que el ser humano debe ocuparse, puesto que para
él ambas buscan el progreso de la humanidad y su preparación para vivir en
sociedad bajo la defensa de la justicia, ya que sin una educación social y sin los
principios de la filosofía social, fracasaría la ardua labor de fomentar y mantener el
dominio de las relaciones idóneas entre los seres humanos.

En relación a lo expuesto, es menester tener en consideración y hacer énfasis en


que Simón Rodríguez estaba enfocado en la esencia de educar para la libertad y
la igualdad, incluso, en sus pensamientos determinaba que cada uno aprende lo
que necesita y lo que es común a los demás, es decir, se aprende en colectivo lo
individual de cada quien, en permanente respeto por el otro y por sí mismo,
siempre razonando, pensando y en sintonía con los procesos de aprender y
enseñar para vivir en armonía.

De igual manera, este histórico personaje definía profundas diferencias entre


educar e instruir, una atiende un tipo de necesidades y la otra se ocupa de
preparar, saber resultaba lo conocido tal cual era lo que se conocía, hacer
resultaba de la conjugación entre conocimiento, necesidad, creatividad y
respuestas colectivas y sociales, por ello precisó que: Enseñen y tendrán quien
sepa; eduquen y tendrán quien haga, puesto que él consideraba que quien es
objeto de la enseñanza no es estimulado a desarrollar su creatividad o su
participación, sino que es sólo espectador, ver qué ocurre; pero no ser partícipe
para que algo ocurra. Diferente del que es educado, éste es, según Rodríguez,
estimulado a ver lo que hay y las diferentes acciones que puede llevar adelante
con el propósito de cambiar hacia mejores condiciones de vida desde lo que
aprendió producto de la educación recibida. En este proceso de promover la
disposición de cambiar el entorno, desde el hecho de cambiar como persona, es
algo que Simón Rodríguez considera vital para los hombres.

Dicho esto, Simón Rodríguez, quien fallece el 28 de febrero de 1854, se continúa


considerando en el sistema educativo actual, uno de los principales y máximos
exponentes y defensores de la educación idónea, equitativa, igualitaria, justa y
capaz de satisfacer las necesidades de los individuos y capacitarlos no sólo para
el saber, sino para el hecho de hacer en sociedad en función de los conocimientos
adquiridos, con el objetivo de fomentar la convivencia armoniosa entre los
individuos, a partir de la evolución y superación personal.

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