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Maximiliano Durán
Walter Kohan
¿Qué podemos desprender de este pasaje? Que la igualdad hay que vivirla para
que sea incorporada, que precisamos instituciones que la verifiquen y no que intenten
alcanzarla porque, en ese caso, será una quimera. La igualdad, para Rodríguez, no es un
concepto que debe ser alcanzado o demostrado, sino una creencia cuyas consecuencias
se verifican en cada acto educativo. La vida que se vive en la escuela de primeras letras
de Chuquisaca, es un despliegue práctico de esta afirmación igualitaria: allí niñas y
niños de todos los estamentos sociales, de todas las etnias que habitan esa parte de
América, disfrutan igualmente del mismo tiempo y espacio escolar. Ninguno vale más
que otro, tiene privilegios u obligaciones especiales por el lugar que ocupa en el
entramado social.
Lo realmente novedoso y transformador de la escuela filosófica popular no es la
inclusión de un número mayor de personas de distintos estamentos, sino la forma en que
se hace. La función política de la escuela filosófica popular es postular la igualdad como
principio indemostrable pero también innegociable y seguir todas las consecuencias que
se desprenden de esa afirmación. En ello se orienta todo su accionar político y
pedagógico. La postura de Rodríguez no se limita a la escuela creada en Chuquisaca.
Sabedor que la República no se va a constituir exclusivamente en el interior de los
salones de la gente decente, decide poner en práctica un proyecto de educación popular
sin precedentes en América. Con el aval de Bolívar, proyecta muchas otras escuelas
para recibir a todos los niños y niñas de esta tierra.
La novedad de esta decisión es imposible de aceptar por los sectores
conservadores de la ciudad. La escuela de Rodríguez es demolida solo unos meses
después de abrir sus puertas, cuando el maestro se encuentra de viaje en Cochabamba
para fundar otra escuela del mismo tipo (VERA PEÑARANDA, 2008). En lugar de la
escuela filosófica popular, se abren en Chuquisaca tres instituciones al precio de una:
Escuela Lancaster para niños pobres, escuela de señoritas y asilo para ancianos
(RODRÍGUEZ, 1999 TII, 358).
La igualdad ciudadana es vista como amenazadora del orden todavía más
colonial que republicano imperante en nuestras tierras. Precisamente, porque la igualdad
ciudadana crea pueblo, en la medida que se despliegan sus consecuencias en el tiempo y
en el espacio.
Tras esta lúcida crítica a la idea de pueblo imperante en América en el siglo XIX,
propone otra forma de pensar, sentir y vivir el concepto pueblo. En la Defensa de
Bolívar sostiene ante gran parte de sus contemporáneos que: “todos componen el pueblo
y cada uno debe obedecer al pueblo porque el pueblo es el soberano” (RODRÍGUEZ,
1999, p. 289).
Coherente con esta afirmación, Rodríguez piensa su proyecto de educación. Vera
Peñaranda (2008) lo describe con detalles. Sostiene que “en el transcurso de las
primeras semanas, Rodríguez puso de manifiesto que su intención era romper con la
tradicional forma de ver la educación” (VERA PEÑARANDA, 2008, p. 103). A
diferencia de la educación tradicional, diferenciada y jerárquicamente ordenada según el
origen de los niños, Rodríguez abre una escuela en la que todos y todas eran recibidos
sin distinción ni exigencia alguna. Para el maestro venezolano las razones son simples, a
la escuela no se va a aprender a ser ciudadano, sino que se asiste a ella precisamente
porque se es ciudadano. En otras palabras, la escuela es popular no porque forme a un
pueblo sino porque es el pueblo el que hace la escuela.
Rodríguez afirma categóricamente que para que una república exista es imprescindible
un pueblo republicano y esto no se logra sólo con palabras. De allí la necesidad de
actuar. Para Rodríguez, el ciudadano se sostiene al afirmar prácticamente la inexistencia
de dos tipos de pueblos, uno superior y otro inferior. Así es su escuela, asumiendo que
sólo hay un pueblo soberano y está constituido por todos, sin excepción (RODRÍGUEZ,
1999, Pp. 274-275). Este carácter inclusivo puede verse en la edición de 1842 de
Sociedades americanas. Allí escribe:
“los hombres no están en sociedad para decirse que tienen necesidades -ni para
aconsejarse que busquen como remediarlas- ni para exhortarse a tener paciencia; sino
para consultarse sobre los medios de satisfacer sus deseos... Para tratar de su bienestar,
no deben perder consultores, ni medios de consultar = cada hombre excluido del
Consejo es un voto de menos, y un perjuicio” (RODRÍGUEZ, 1999, p. 324).
d. Conclusiones
Si recuperamos la escuela filosófica popular de Simón Rodríguez es porque la
pensamos como un aporte original. Se trata, no solo de una novedad para el
pensamiento educativo del siglo XIX, sino también un poderoso interlocutor para
pensar la educación de nuestros días. Una forma muy diferente a la impulsada por las
políticas neoliberales vigentes, que ven en la educación un elemento de
mercantilización y consumo, encargada, principalmente, de proveer la mano de obra
que le requiere el mercado laboral.
Escuela filosófica popular es un concepto que tiene una localización histórica,
antropológica y social. Tal como hemos escrito, se trata de una invención en el campo
de la educación en la ciudad de Chuquisaca durante las primeras décadas del siglo XIX.
Al igual que toda creación, se inscribe en el devenir general de lo humano y establece
relaciones particulares y específicas con el resto de las invenciones de ese género. Por
ejemplo, existe un vínculo muy estrecho entre los conceptos de escuela filosófica
popular y de ciudadano tal como es expresado en la constitución de Haití de 1806.
Ambos generan efectos políticos y filosóficos comunes a partir de la igualdad como
principio.
Si bien, el énfasis de esta clase es de carácter filosófico, en este caso se imponen
algunas pinceladas históricas para situar el surgimiento de la escuela filosófica popular
que queremos manifestar en este trabajo. Con todo, pensamos que este concepto posee
una fuerza filosófica y política que excede su contexto histórico y que lo proyecta a
otros tiempos, como el nuestro. Es creado, aparece, en un momento histórico
determinado: Chuquisaca, naciente República de Bolivia, en el año 1826, en el interior
del grupo criollo dominante de la ciudad. Pero puede ser pensado en cualquier momento
de la historia y provocar efectos; puede incluso romper con los modos dominantes de
pensar en otro tempo, como el nuestro. Si bien es producido en un tiempo concreto,
mensurable e inscripto en una lengua particular, el mismo puede ser rescatado del
olvido y asumido por cualquier persona en cualquier momento. La escuela filosófica
popular de Rodríguez nos interesa como dato vivo de la educación. Queremos pensar y
vivir una escuela filosófica que afirme la igualdad en cada una de sus prácticas y que se
anime a crear pueblo a partir de ellas. En un contexto hostil a lo popular, deseamos
explorar los rasgos y posibilidades de esta escuela como apertura creativa a nuevos
presentes.
A lo largo de esta clase presentamos la escuela filosófica popular. Pensamos en
torno a la afirmación igualitaria y la creación de pueblo. Respecto del primer punto, nos
interesa destacar el carácter axiomático de la igualdad que afirma la escuela de
Rodríguez. De acuerdo con esta postura, la igualdad es un principio que no necesita
demostrarse, sino practicarse. Se trata de vivir cotidianamente de acuerdo al despliegue
de las consecuencias que supone esa afirmación. Es decir, vivir como iguales, afirmados
como iguales, donde todos y todas tienen cabida.
El segundo punto, la creación de pueblo, se apoya precisamente sobre el
anterior. Popular es considerado como acción y no como adjetivación. La acción de lo
popular es la encarnación de ese vivir igualitario. Es la creación de un nuevo presente
en el que nadie vale más que nadie y todos, todas son bienvenidos.
Bienvenidos y bienvenidas a la escuela filosófico popular.
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