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Porter asegura que también la demanda tiene una influencia indirecta cuando se trata de
generar ventajas competitivas. Si un grupo de compradores es exigente, está bien
informado y mantiene una actitud crítica frente a lo que le ofrecen, las empresas de ese
sector inexorablemente tendrán que hacer su mejor esfuerzo para satisfacer esa
demanda. O mejor dicho, se verán obligadas a innovar en cada nueva oportunidad y
buscarán nuevas alternativas de comercialización.
En el caso de las empresas, se puede entender como la competitividad que puede existir
entre sus miembros por alcanzar ciertos márgenes de producción. En última instancia, es
la empresa la que se beneficia de esta circunstancia.
Además de estos cuatro factores, que son los que conforman el diamante de Porter, el
autor de este esquema definió otros dos elementos que, si bien no influyen de forma
directa en la creación de una ventaja competitiva, sí que tienen un rol que merece ser
valorado y analizado.
El modelo de gestión de los recursos importa cuando se trata de generar una ventaja
competitiva. En el caso de los países, este papel lo asume el Gobierno; en el de las
empresas, la dirección, que es la que puede decidir hasta qué punto apoya elementos
como la innovación o la investigación.
OPORTUNIDAD
Lo que caracteriza a esta variable es que está fuera del control de las empresas (y
normalmente fuera también del control del gobierno del país en cuestión).
Frecuentemente estos elementos fortuitos están asociados a nuevos inventos,
perfeccionamientos en las tecnologías básicas, acontecimientos políticos externos y
cambios sensibles en la demanda de los mercados extranjeros.
A través de la teoría de Porter, las empresas conocen mejor su entorno y puede
elegir la estrategia genérica más adecuada para su caso concreto.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS