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ÉTICA PROFESIONAL CARRERA DE PSICOLOGÍA

LIC. GUILDE MALLO D. 2° PARCIAL – 2/2021


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1. ÉTICA PROFESIONAL

1.1. DEFINICIONES:
1.1.1. ÉTICA.
La palabra ética proviene del griego ethikos (“carácter”). Se trata del estudio de la moral y del
accionar humano para promover los comportamientos deseables. Una sentencia ética supone
la elaboración de un juicio moral y una norma que señala cómo deberían actuar los integrantes
de una sociedad.
Según Fernando Savater la ética la define como la práctica de reflexionar sobre lo que vamos a
hacer y los motivos por los que vamos a hacerlo.
Existen dos concepciones de ética ante lo que llamamos ética profesional
ETICA AFIRMATIVA: Donde se enmarcan los principios y valores que se plantean para ejercer
con libertad y autonomía sabiendo que los valores profesionales son propios a la profesión
ETICA NEGATIVA: Enmarcadas en las normas, deberes y obligaciones impuestas a regir un
comportamiento, limitada al dictamen de la moral y evitar un castigo

1.1.2. PROFESIÓN.
Por profesión se entiende una ocupación que se desarrolla con el fin de colaborar con el
bienestar de una sociedad. Para realizar dicha labor es necesario que el profesional (persona
que ejerce la misma) actúe con responsabilidad, siguiendo los requisitos que la ley vigente
plantee para el desarrollo de esa actividad.

1.2. DESARROLLO DE LA ÉTICA PROFESIONAL


La ética profesional pretende regular las actividades que se realizan en el marco de una
profesión. En este sentido, se trata de una disciplina que está incluida dentro de la ética
aplicada ya que hace referencia a una parte específica de la realidad.
Cabe destacar que la ética, a nivel general, no es coactiva (no impone sanciones legales o
normativas). Sin embargo, la ética profesional puede estar, en cierta forma, en los códigos
deontológicos que regulan una actividad profesional. La deontología forma parte de lo que se
conoce como ética normativa y presenta una serie de principios y reglas de cumplimiento
obligatorio.
Podría decirse, por lo tanto, que la ética profesional estudia las normas vinculantes recogidas
por la deontología profesional. La ética sugiere aquello que es deseable y condena lo que no
debe hacerse, mientras que la deontología cuenta con las herramientas administrativas para
garantizar que la profesión se ejerza de manera ética.
Ética profesional deriva de un concepto que se conoce como ética empresarial que establece
las condiciones en las que el ser humano debe relacionarse con su entorno. Ambas formas de
trabajo se encuentran interrelacionadas ya que es tan importante ofrecer un servicio justo y
realizar una labor responsable, como preservar el hábitat en el que lo desarrollamos.
Cuando nacemos adquirimos nuestra personalidad jurídica; a través de la cual recibimos una
serie de derechos y deberes que regirán nuestra vida a partir de entonces. Sin embargo para
desarrollar una vida social plena es necesario adquirir una formación profesional. Es decir, un
interés particular por una determinada actividad y los estudios necesarios para desarrollar bien
la misma. Pero tampoco alcanza con este aprendizaje, es necesario saber utilizarlo; esto
significa, ejercer con responsabilidad.
La responsabilidad de una persona reside en su obligación de responder por sus propios actos.
La misma se ve condicionada por la libertad y la voluntad. En lo que respecta a la ética
profesional, la responsabilidad de un individuo lo obliga a desarrollar de forma ética y justa su
trabajo, intentando cooperar, en la medida que pueda, con el bien común.
Además la Ética Profesional, La profesión se puede definir como la actividad personal, puesta
de una manera estable y honrada al servicio de los demás y en beneficio propio, a impulsos de
la propia vocación y con la dignidad que corresponde a la persona humana. En virtud de su
profesión, el sujeto ocupa una situación que le confiere deberes y derechos especiales, como
se verá:
La Vocación. La elección de la profesión debe ser completamente libre.
La finalidad del trabajo profesional es el bien común. La capacitación que se requiere
para ejercer este trabajo, está siempre orientada a un mejor rendimiento dentro de las
actividades especializadas para el beneficio de la sociedad.
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Capacidad profesional. Un profesional debe ofrecer una preparación especial en dos
sentidos: capacidad intelectual y capacidad moral. La capacidad intelectual consiste en
el conjunto de conocimientos que dentro de su profesión, lo hacen apto para desarrollar
sus labores.
La capacidad intelectual consiste en el conjunto de conocimientos que dentro de su
profesión, lo hacen apto para desarrollar sus labores.
La capacidad moral es el valor del profesional como persona, lo cual da una dignidad,
seriedad y nobleza a su trabajo, digna del aprecio de todo el que encuentra. Abarca no
sólo la honestidad en el trato, no sólo en el sentido de responsabilidad en el
cumplimiento de lo pactado, sino además la capacidad para abarcar y traspasar su
propia esfera profesional en un horizonte mucho más amplio, hacia la búsqueda y
construcción de una sociedad más justa y equilibrada.
El profesional debe ejercer su función desde la más estricta honradez y fidelidad a los
principios.
La responsabilidad profesional, es un caso paradigmático de responsabilidad moral que
proviene del conocimiento especial que cada uno posee. El profesional debe dominar
una parte especial del conocimiento avanzado, particularmente conocimiento que tiene
que ver con el bienestar de los otros, que demarcan una profesión.
4. DEONTOLOGÌA COMO TEORÌA DEL DEBER
4.1. CONCEPTO DE DEONTOLOGÍA PROFESIONAL
Deontología: El vocablo “Deontología”, fue creado por el filósofo y jurisconsulto inglés Jeremy
Bentham (1748-1832). Según Teòfilo Urdanoz este término fue creado por Max Simon a
mediados del siglo XIX.
Etimología: Este término DEONTOLOGÍA procede de las voces griegas deon, deontos”= lo
justo, lo convenido, lo conveniente, el deber, y de “logos, logou”= tratado, estudio,
investigación.
En sentido amplio la deontología es la ciencia que está constituida por todas las normas éticas
objetivas para una colectividad profesional, sea cual sea el grado de positivación a que hayan
llegado: normas legales en su distinta cualidad jerárquica; normas estuatarias de las
organizaciones profesionales;; normas convencionales incorporadas o no a convenios
colectivos de trabajo; costumbres, principios de general aceptación.
En sentido estricto, se considera DEONTOLOGÍA, tan solo, al conjunto de normas de menor
grado de positivación y que no están respaldadas por una sanción estatal.
Para Cuadernos Del Instituto Internacional De Prensa, por deontología entiende, en el sentido
amplio de la palabra todas las reglas relativas a la conducta profesional a la que están
sometidos los miembros de una profesión, se trate de reglas que emanen de la ley o no.
Por el contrario se entiende por deontología en sentido estricto de la palabra, el conjunto de
reglas con carácter ético que se dan en una profesión y que sus miembros tienen el poder de
respetar. Estas reglas se presentan con frecuencia, y sobre todo los principios generales, bajo
la norma escrita de “códigos de honor” o “códigos de conducta profesional”.

4.2. PRINCIPIOS DEONTOLÓGICOS


La deontología se refiere primordial y fundamentalmente a los “deberes específicos” del
profesional, que en líneas generales consiste en:
a) La preparación adecuada (estudio, aprendizaje, capacitación específica y titulación
legal para el ejercicio profesional).
b) El ejercicio competente y honesto de la profesión.
c) La entrega o dedicación al trabajo profesional.
d) La realización de las prestaciones, resultantes de este trabajo, a favor del bien común y
al servicio de la sociedad.
e) El constante perfeccionamiento del propio saber profesional sin considerarlo jamás
como algo limitado o superado, sino como el punto de partida.
f) La exigencia justa de obtener no solo el prestigio profesional, sino también los medios
materiales (económicos), para poder llevar una vida digna.
En estos seis puntos se encuentra los aspectos éticos de cualquier profesión.
Para Luka Brajnovic, para nosotros y para otros muchos, deontología es sinónimo de ética
profesional. Toda profesión tiene su ética profesional, que es específica para aquella profesión,
y es enteramente lo que le concierne. Luka Brajnovic afirma que:”la moralidad, el honor, la
honestidad, el deber y la obligación de conciencia referente al ejercicio de una profesión se
denomina ética profesional, por tanto, la ética profesional se refiere primordial y
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fundamentalmente a los deberes específicos del profesional ”. En otro lugar el mismo Luka
Brajnovic define la ética profesional como una parte especializada de la ética, porque considera
el aspecto moral del hombre ejerciendo su profesión. Esta parte de la ética se fija
especialmente en el contenido y en la honradez de las actividades profesionales y en los
deberes de los que desempeñan tales actividades y trabajos, comprendiendo así la misma
profesión.
4.3. EL OBJETO DE LA DEONTOLOGÍA PROFESIONAL
El objeto de la deontología o ética profesional lo considera el mismo Aquiles Menéndez bajo un
doble punto de vista:
a) En el orden especulativo, analiza los principios fundamentales de la moral individua y
social, y los pone de relieve en el estudio de los deberes profesionales. Siguiendo el
procedimiento Socrático-Aristotélico, trata de definir con claridad y condición la
naturaleza de la profesión y las distintas relaciones con todos los elementos humanos
que sufren su influencia o la ejercen.

b) En el orden práctico el objeto de la ética profesional o deontología está determinando


por las conveniencias y las consecuencias que mutuamente rigen las relaciones entre
profesionales y clientes. Es notorio que la mejor garantía de éxito profesional la
constituyeel leal y escrupuloso cumplimiento de los deberes profesionales.
Por otra parte, la función específica de la actividad profesional consiste en establecer o
restablecer el orden necesario al bien común. Para el profesor Todoli el objeto de la
deontología, o mejor como él prefiere la ética profesional, no solamente estudia o debe estudiar
los deberes profesionales, sino también las ideas y valores que la profesión encierra en sí
misma La función de esta ciencia sería el acercamiento o aplicación de los principios morales a
la vida del trabajo o, más concretamente, a la vida profesional.

1. Qué es la deontología

La deontología es la faceta aplicada de la ética que se ocupa de los deberes de los


profesionales, es decir, de la conducta y los actos propios de los integrantes de una
determinada profesión. La lista de los valores, y conductas propias de la profesión de
psicólogo se reúnen en su Código deontológico. Es necesario entender que las reglas
de actuación profesional, recogidas en el Código deontológico, son más detalladas y
precisas que los principios éticos que rigen la profesión de psicólogo.
Los principios éticos de los psicólogos son las aspiraciones, los ideales a partir de los
cuales tendrían que orientar su actuación profesional, y no tienen carácter exhaustivo ni
son reglas que se tengan que cumplir obligatoriamente. Son más bien objetivos de
conducta que los psicólogos adoptan de forma voluntaria y que van más allá del deber de
cumplir con las reglas de la profesión o la legislación vigente. Representan las creencias y
aspiraciones comunes de la psicología que incluso psicólogos con convicciones
ideológicas y religiosas diferentes pueden compartir (Knapp y Vande Creek, 2006). Es,
pues, evidente que la ética y la deontología representan dos niveles diferentes de
compromiso del psicólogo con su profesión.
Algunos aspectos que permiten diferenciar la deontología de la ética son los siguientes:

Deontología Ética
Se ocupa de los deberes y los Se ocupa de las necesidades del
derechos del Cliente psicólogo

Adopta el punto de vista del cliente Adopta el punto de vista del psicólogo

A partir del cuadro anterior, podemos entender fácilmente que hablar única- mente de
deontología profesional es un enfoque sesgado, dado que deja de lado los derechos de
los usuarios y, por lo tanto, afecta a la manera en la que se entienden las relaciones que
se establecen entre el psicólogo y su cliente. Es evidente que la persona a la cual el
psicólogo presta servicio también tiene derechos y deberes. De este modo, por lo tanto,
adoptar una perspectiva ética, y no exclusivamente deontológica, es una manera
diferente de afrontar los dilemas éticos que se producen en las relaciones entre los
psicólogos y las personas. Esto nos per- mite establecer unas relaciones psicólogo-
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cliente (El término cliente se refiere, siguiendo la propuesta del Metacódigo de ética de
la Federación Europea de Asociaciones de Psicólogos (EFPA), a «cualquier persona,
paciente, personas en interdependencia u organizaciones con quienes los psicólogos
tienen una relación profe- sional, incluyendo relaciones indirectas».)
más equilibradas, en las que el psicólogo no es superior al cliente y se da una relación
entre dos personas con derechos, lo cual nos permitirá evitar relaciones paternalistas y
de dependencia del cliente hacia el psicólogo.
En resumen:
– La ética nos proporciona criterios para determinar qué actos son correctos o
incorrectos.
– La deontología detalla los deberes y las normas de conducta profesional de los
psicólogos. Podemos decir que trata las normas para la «buena práctica»
psicológica.

2. Bioética y psicoética

Bioética es un neologismo que hace referencia al estudio de la vida desde el punto de


vista de la ética. Es decir, analiza las ciencias de la vida y la salud a la luz de la moral y
la ética, e intenta establecer cuáles son las soluciones satisfactorias para todas las
personas e instituciones implicadas en un dilema ético (el sistema sanitario, el paciente,
su familia y el mismo profesional).
La bioética ha experimentado un rápido desarrollo causado por los avances de la
biología y la medicina. Algunos ejemplos son los avances en trasplantes de órganos, la
reproducción humana y la ingeniería genética, y también los progresos en reanimación y
tratamiento del dolor en oncología. Estos avances han llevado a los profesionales de la
salud a plantearse si todo lo que es técnicamente posible es éticamente correcto.
La bioética ha experimentado una rápida expansión en la sociedad americana, con una
posición socialmente relevante de la medicina y otras ciencias de la salud. El pluralismo
de esta sociedad ha posibilitado la aparición de visiones diferentes frente a las
intervenciones sanitarias y de salud. (La primera vez que se formuló la necesidad de
respetar los principios morales de beneficencia, justicia y autonomía en las
investigaciones con humanos fue en 1978 con el Informe Belmont. National Comission
for the Protection of Human Subject of Biomedical and Behavioral Research; The
Belmont Report. Ethical principles and guidelines for the protection of human subjects of
research. Maryland: Bethesda.)
Ante esta disparidad de visiones e interpretaciones posibles sobre qué decisión es
éticamente correcta cuando surge un dilema en cuestiones de salud, la bioética
representa un intento de establecer un sistema racional de decisión que no esté
afectado por razonamientos jurídicos ni convicciones religiosas. En este sentido, la
bioética se fundamenta en la pluralidad y en el respeto a los diferentes valores de las
personas.
Esta fundamentación con respecto a los diferentes valores de las personas se basa en el
principio de que todos los humanos merecen consideración y respeto. Este principio, el
de dignidad humana, especifica cuál es la referencia en cuestión de ética, pero no
«cómo» se tiene que llevar a cabo este principio. Para resolver esta dificultad se
adoptaron una serie de normas éticas: los principios de la bioética. Los cuatro principios
de la bioética son:
 La beneficencia,
 La no maleficencia,
 La justicia y
 La autonomía
Hoy en día hay un amplio consenso en torno a la validez de estos principios como el
mejor método para mostrar el respeto absoluto y consideración para los seres humanos
en las relaciones sanitarias (Goikoetxea, 1999).
Sin embargo, el análisis de los principios que tienen que regir la solución de conflictos o
dilemas que pueden aparecer cuando se tienen que tomar decisiones sobre, por
ejemplo, si se tienen que aplicar o no determinadas tecnologías que puedan prolongar
de manera artificial la vida de las personas parece, al menos aparentemente, que tiene
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poco en común con los dilemas con los que se puede encontrar un psicólogo en su
práctica profesional. Los psicólogos no se suelen enfrentar a decisiones con estas
implicaciones. Por lo tanto, parece que los principios éticos que tendrían que guiar la
práctica profesional de la psicología podrían ser diferentes, al menos en parte, a los
que guían otras ciencias de la salud. A pesar de esta apariencia, la realidad nos
muestra que las decisiones que toman los médicos y psicólogos tienen bastante en
común: la incertidumbre y la ausencia de criterios objetivos completos para decidir.
Tanto un médico como un psicólogo se enfrentarán a la necesidad de decidir cuál es el
trastorno, enfermedad o padecimiento que tiene la persona que le pide ayuda. La bioética,
en tanto que trata los aspectos éticos de la salud de las personas y éstas pueden ser
consideradas desde una perspectiva biopsicosocial, ya incluye los aspectos
psicológicos humanos. Por lo tanto, algunos autores han optado por incluir los aspectos
éticos de la práctica psicológica como un caso especial de la bioética.
En todo caso, la especificidad de los dilemas éticos propios de las relaciones entre los
profesionales de la psicología y las personas o colectivos a los cuales pres- tan servicio
hace posible considerar que la bioética no abraza la especificidad de las relaciones ni
conflictos que se pueden producir. Por esto, algunos autores han propuesto la existencia
de la psicoética como una disciplina con identidad propia. Desde este punto de vista, la
ética de la práctica psicológica, la psicoética, tiene como objeto de estudio y reflexión
los dilemas éticos que se producen en la práctica profesional de los profesionales de la
salud mental (França-Tarragó, 1996).

4. El papel de los principios éticos de la práctica psicológica

El papel de los principios éticos en el desarrollo profesional

La práctica profesional de la psicología es una actividad que coloca a los psicólogos en


situaciones en las que se ven comprometidos a tomar decisiones sin tener toda la
información necesaria. Por ejemplo, un psicólogo se puede ver obligado a hacer un
peritaje penal, hacer una valoración de daños en un trabajador que ha sufrido un
accidente o hacer un diagnóstico a un niño que no sigue el ritmo escolar del resto de los
compañeros. En situaciones como éstas, el psicólogo habitualmente no dispone de toda
la información necesaria, y se ve obligado a tomar decisiones sabiendo que no sabe
todo lo que necesitaría saber.
Situaciones como éstas hacen que el psicólogo se plantee si actúa de manera correcta
y cuáles podrían ser las consecuencias de su actuación para estas personas.
La solución encontrada por los organismos profesionales, en nuestro caso los colegios
oficiales de psicólogos, para tratar de resolver algunas de estas situaciones ha sido
establecer unas normas éticas y de comportamiento profesional que prevean tanto las
normas de actuación profesional como las responsabilidades derivadas del rol profesional
del psicólogo. Son los códigos éticos y deontológicos. En estos códigos, antes de
detallar los deberes profesionales, se hace una enumeración más o menos detallada y
exhaustiva de los principios éticos que los psicólogos tienen que respetar en el marco
de su ejercicio profesional. Estos principios éticos representan un intento de aclarar y
garantizar el compromiso ético de la profesión hacia la sociedad y favorecer la
confianza mutua entre los psicólogos y las personas o instituciones a las cuales presta
servicio.
La aparición de los principios éticos en los códigos deontológicos representa un avance
importante que únicamente es posible cuando la acumulación de experiencia
profesional indica que hay áreas que frecuentemente son objeto de duda o dificultad y,
posiblemente también, de queja para los clientes. Este intento de dotar la psicología de
unos principios éticos también representa un intento de obtener respetabilidad y de
solucionar los problemas que deterioran la imagen de la profesión de psicólogo y la
confianza en la misma (Sánchez Vidal, 1999). Para Sánchez Vidal (1999), los requisitos
básicos para la aparición de los principios éticos de una profesión, como la psicología,
son los siguientes:
– La existencia de identidad profesional.
– El reconocimiento de la necesidad de normas para asegurar el cumplimiento de
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los deberes profesionales.
– La existencia de una masa crítica de profesionales que avale la necesidad de un
sistema de responsabilidad ética y de autorregulación colectiva.
En el caso de la psicología boliviana, estos requisitos se alcanzaron de manera clara
hacia finales de los años ochenta y principios de los noventa, cuando los colegios
profesionales ya tenían bastante historia y entidad para empezar a preocuparse por la
dimensión ética de la profesión de psicólogo.
Para algunos autores (Knapp y Vande Creek, 2006) los principios éticos también
pueden ser vistos como la herramienta para que los psicólogos alcancen su mayor
potencial y desarrollo profesional. Una herramienta que guía a los psicólogos para que
traten de hacer todo lo posible para ayudar a las personas en vez de tratar de evitar ser
sancionados por no hacer bien su trabajo. Es lo que denominan ética positiva o ética
activa.

Responsabilidad Profesional y Mala praxis


Principios éticos generales, normativas deontológicas y regulaciones jurídicas son referencias
regulatorias de la práctica profesional de las que emanan una serie de obligaciones
deontológico-jurídicas constitutivas de los deberes profesionales del psicólogo en la justicia. Si
los códigos resguardan los derechos de los pacientes en tanto sujetos de derecho, y esto
trasunta en los códigos en términos de obligaciones profesionales, entonces existirán modos
correctos y modos incorrectos de sostener esa obligación jurídica. Los modos incorrectos de
laredundarán en lo que se denomina “mala praxis”.
La mala praxis constituye un concepto jurídico referido fundamentalmente a las conductas que
ponen en riesgo o dañan directamente aquellos bienes jurídicos tutelados por las leyes y, en
consecuencia, también por las normas deontológicas. Los bienes jurídicos no refieren
necesariamente a bienes materiales; por ejemplo, tal como lo mencionáramos anteriormente, el
deber de confidencialidad, de consentimiento informado, las regulaciones respecto de las
transgresiones de los límites profesionales, etc. tienden al resguardo de los derechos a la
intimidad, autonomía, autodeterminación, respectivamente.
La mala praxis se configura en relación a la noción de responsabilidad civil que, como
ciudadano, le compete al psicólogo en relación al contrato de prestación de servicios
(jurídicamente hablando) que establece con el paciente o, para decirlo de un modo más
general, con el destinatario de su labor. Se trata de la responsabilidad civil derivada de las
obligaciones civiles y profesionales que se establecen en el Estado de Derecho. En este
sentido, el propio profesional debe responder en ese campo en tanto sujeto de derecho.
Desde la perspectiva jurídica, la responsabilidad se contrae al incumplir una obligación; en
otros términos, la responsabilidad significa asumir las consecuencias de un daño, causado
por acción u omisión. La responsabilidad civil, entonces, consiste en la obligación que recae
sobre una persona de reparar el daño que ha causado a otro, sea en naturaleza o bien por un
equivalente monetario (pago de una indemnización). En este sentido, la mala praxis no es
exclusiva de la práctica psicológica sino que podría imputarse a cualquier profesional tal como
un arquitecto, un ingeniero, un abogado, un médico. En los términos del Artículo 1109 del
Código Civil: “Todo el que ejecute un hecho que por su culpa o negligencia ocasiona un daño a
otro esta obligado a la reparación del perjuicio”.
Se entiende que el profesional de la salud tiene una obligación de medios, no de resultados, y
esa obligación de medios implica poner toda su ciencia y todo su conocimiento al servicio de su
tarea, con el objetivo de mejorar la situación del sujeto implicado. Es decir que una mala praxis
se configurará respecto de aquellas acciones que conlleven el incumplimiento de esas
obligaciones. De ello surgirá una responsabilidad civil en los términos planteados por la ley: "La
culpa del deudor en el cumplimiento de la obligación consiste en la omisión de aquellas
diligencias que exigiere la naturaleza de la obligación, y que correspondiese a la circunstancia
de las personas del tiempo y del lugar".
Tal incumplimiento de las obligaciones puede resultar de un propósito deliberado (dolo) o bien,
por negligencia, imprudencia, impericia, o inobservancia de los reglamentos.

La Imprudencia es entendida como falta de tacto, de mesura, de cautela, falta de precaución,


de discernimiento y del buen juicio debido por parte del profesional de la salud, lo cual lo lleva a
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asumir riesgos innecesarios. Es un acto positivo, que se realiza sin contar con todos los
elementos requeridos. França-Tarragó la define en los siguientes términos: “…osadía
desproporcionada en la que incurre un psicólogo al usar métodos que, estando dentro del
conjunto de conocimientos o prácticas de la profesión, requerirían un entrenamiento específico
no recibido por un determinado psicólogo. También podría ser imprudencia el uso de
procedimientos o prácticas complejos, inciertos –y al límite de su capacidad y con resultados
dudosos”.[16] La Asociación Argentina de Psiquiatras define a la imprudencia como: “…falta de
sensatez para elegir la alternativa terapéutica que resulte más conveniente, con descuido de
las precauciones necesarias”[17]. Por ejemplo, indicar la externación de un paciente cuando
todavía no está en condiciones de afrontar esa maniobra terapéutica. En suma, podría definirse
como hacer más de lo debido.
La Negligencia es entendida como la falta de cuidado y abandono de las pautas ya
estudiadas, probadas e indicadas de tratamiento. Es un acto negativo; un psicólogo podría ser
acusado de negligencia si no realiza la interconsulta pertinente con un médico cuando sea
necesario para, por ejemplo, descartar el origen orgánico del cuadro (organicidad) a tratar y así
arribar a un diagnóstico adecuado.[18] Es decir, se trata de la “…conducta del profesional
cuando, sabiendo y conociendo determinada terapéutica o procedimiento, no pone en práctica
con exactitud esa información y pericia y causa un perjuicio al paciente; también, cuando deja
de poner los medios usuales para llevar a cabo aquel patrón de conducta esperado
normalmente de un profesional”; o bien, constituye una “actitud displicente que determina un
descuido o inadecuada dedicación en la atención de los casos; resulta manifiesta la falta de
aplicación a los mismos. Sintéticamente, podría definirse como hacer menos de lo que se
debería hacer.
La Impericia significa la falta o insuficiencia de conocimientos sobre los procedimientos
básicos o elementales para la atención de un caso, que se presumen y se consideran
adquiridos por la obtención del título profesional y el ejercicio de la profesión. Es un elemento
negativo (por ejemplo, equivocar un diagnóstico y basar el tratamiento sobre ese diagnóstico
errado). Se define entonces por la falta total o parcial de pericia, entendida como la sabiduría,
los conocimientos científicos y técnicos, la experiencia y la habilidad en el ejercicio de la
profesión. França-Tarragó se refiere a la impericia cuando: “…el perjuicio provocado al paciente
se produce por el uso de prácticas o procedimientos que el psicólogo no conoce o no ha sido
capacitado para usarlas”[21]. En suma, se trata de la incompetencia o falta de capacidad y
autoridad para resolver según arte.
ASPECTOS DE LA MALA PRAXIS
La mayoría de los problemas legales que enfrentan los psicólogos no se originan en
situaciones impredecibles. Más bien sobrevienen de situaciones que pudieron ser evitadas y
sobre las que el terapeuta debiera tener excelente control.
Los terapeutas suelen encontrarse con abogados en las siguientes situaciones:

Relaciones no profesionales con sus pacientes, incluyendo las sexuales.


Ruptura de la confidencialidad
Conflictos matrimoniales donde se disputa la tenencia de los hijos Suicidios de pacientes

 Daños producidos por sus pacientes a terceras partes


 Conflictos por honorarios
 Error de diagnóstico
 Error de tratamiento. Falta de derivación o utilización de técnicas para las cuales
el psicólogo no está debidamente capacitado

En nuestro país carecemos de datos exactos acerca de la cantidad de psicólogos que han sido
demandados. Sólo se conocen algunas sentencias aisladas. En los Estados Unidos, de
acuerdo al informe anual 2003 del organismo oficial al cual se debe denunciar cualquier
reclamo de este tipo (Nacional Practitioner Data Bank), más de 1500 psicólogos sufrieron
reclamos en la última década. Aproximadamente el 1% de los pagos resarcitorios en concepto
de mala praxis en ese país se originarían en casos que involucran a psicólogos.

Relaciones no profesionales

Este tipo de relaciones se dan cuando el terapeuta interactúa con un paciente excediendo su
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rol profesional, involucrándose por ejemplo como socio comercial o como pareja sexual. Debe
tenerse en cuenta que el vínculo que se establece entre el profesional y paciente es de franca
asimetría. La posición de este último en la consulta suele ser de fragilidad, vulnerabilidad y
dependencia debido a la patología, sumado a las consecuencias frecuentes, en los cuadros
graves de enfermedad mental, de marginación social, laboral o auto marginación personal. En
estos casos la dependencia al terapeuta es tan importante que el paciente llega a delegar
decisiones personales en forma irracional y subjetiva. Esta posibilidad lo hace francamente
influible, pudiendo esta situación conllevar a "situaciones de abuso". Esto trae aparejada la
necesidad y obligación de actuar con prudencia y máxima diligencia.

Las relaciones no profesionales suelen tener un comienzo sutil, gradual y aparentemente


inocuo que puede ser la consecuencia de la falta de atención del terapeuta a la dinámica de la
relación o bien pueden tener su raíz en un genuino deseo de brindar ayuda adicional al
paciente. También pueden originarse en manipulaciones del paciente facilitadas por el proceso
de transferencia o por su propia patología.
Algunos ejemplos de relaciones no profesionales:
Aceptar como pacientes a familiares, amigos o contactos sociales y laborales
Aceptar como pacientes a personas con las que ha mantenido vínculos sexuales
Aceptar cualquier tipo de negocio o sociedad con pacientes actuales o pasados
Aceptar gratificaciones valiosas que van más allá de sus honorarios Invitar a un paciente a
un evento social
Aceptar favores personales por parte de los pacientes
Compartir sus problemas personales o revelando intimidades con los pacientes.

Brandt Caudill, un abogado de California especializado en defender a psicólogos en Estados


Unidos y coautor del libro "La ley y el Profesional de Salud Mental", publicado por la
American Psychological Association comenta que muchos profesionales acusados civilmente
o ante tribunales de conducta por relaciones sexuales con pacientes invocan la excepción del
"verdadero amor" como defensa. Lo concreto es que, a su criterio, "esta excepción no existe,
nunca existió y no existirá jamás". Las relaciones sexuales con pacientes actuales o pasados son
antiéticas para la mayoría de los códigos de las distintas asociaciones profesionales y pueden
tener efectos devastadores en las carreras de los psicólogos. Bajo ninguna circunstancia debería
un terapeuta considerar seriamente una relación sexual más allá del tiempo que haya
transcurrido entre la terminación del tratamiento y el inicio de la misma.

Como regla general los pacientes deberían ser vistos en el consultorio del profesional. Si bien
puede ser apropiado por motivos terapéuticos ver al paciente en otro ámbito, estas circunstancias
deberían ser extremadamente raras. Deberá documentarse en la historia clínica el propósito y lo
que espera obtenerse de la consulta fuera del consultorio.

A pesar de los recaudos tomados y surgiera una relación afectiva importante entre el
consultante y el psicólogo que obstaculizara el alcance de las metas profesionales, pueden
tenerse en cuenta las siguientes recomendaciones:

Actúe inmediatamente. No espere a que sea el paciente el que saque a la luz el problema
que ha surgido en la relación. Derive al consultante a otros profesionales. En este proceso de
derivación pude ser útil para el profesional la consulta con un colega que le ayude a
comprender la dinámica de la relación y que le ayude a finalizar su actuación profesional con
el menor daño posible para el paciente. Se deberá evitar en esta instancia la figura de abandono
involucrando al paciente en el diseño de la alternativa más conveniente analizando su
receptividad hacia un cambio de terapeuta.

a) Riesgos actuales y potenciales para terceras partes

Los terapeutas tienen el deber ético y legal de prevenir que los pacientes se dañen a sí
mismos o a terceros. Si el terapeuta considera que un paciente es peligroso, deberá tomar
acciones que razonablemente protejan y adviertan a la posible víctima. La base de la
doctrina actual en casi todo el mundo la sentó el caso que dio origen en el año 1969 a la
"Doctrina Tarasoff: El señor Poddar reveló al terapeuta que lo atendía la intención de matar
a una joven. Aunque no dio su nombre, el terapeuta se dio cuenta de que se trataba de la
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novia de su paciente, Tatiana Tarasoff. Ordenó la internación del paciente en un instituto
psiquiátrico, pero los médicos forenses determinaron que el estado de Poddar no requería
internación y bajo la promesa de que no se acercaría a la muchacha, no lo retuvieron.

Dos meses más tarde, Poddar mató a Tatiana. Los debates suscitados por este caso dieron
origen a la doctrina actual que sostiene que es un deber del psicólogo o psiquiatra romper el
secreto profesional cuando la no revelación implique riesgos de daños para terceras
personas. El secreto médico terminaría entonces donde empieza el peligro para la
comunidad. Una revisión reciente de juicios contra psicólogos en los Estados Unidos indica
que, si bien la ruptura de la confidencialidad para advertir a posibles víctimas expone a los
psicólogos a recibir demandas, deben romper el secreto para evitar responsabilidad en
casos de violencia.

Cuando se trata de evaluar la responsabilidad profesional de los psicólogos en casos de


violencia a terceros, en general la justicia tiene en cuenta:
La previsibilidad del daño (ej. amenaza verbal a una víctima identificable)
La posibilidad de identificar a la víctima potencial La viabilidad de la intervención
del terapeuta
Para quebrar la confidencialidad y cumplir con este "deber de protección" deberá existir una
causa razonable. Dicha razonabilidad podría determinarse por las siguientes características:

La amenaza debe ser contra un objetivo definido y específico. Puede ser una persona en
particular o personas identificadas más que un grupo general o categoría
La amenaza debe ser creíble. Debe ser explícita, no vaga. Los motivos importan, como así
también los antecedentes del paciente en hechos de violencia, particularmente si los mismos
han sido recientes, severos o frecuentes.
El psicólogo tiene un deber de medios, y ante un desenlace violento no será responsable si
adoptó los recaudos del profesional diligente y prudente. Su documentación deberá poder
probar dicha diligencia.

Por último, dentro del riesgo para terceras partes y la comunidad en general el secreto
profesional también se ve limitado en el caso de pacientes con graves alteraciones cuyo
desempeño laboral implique el tener a su cargo la conducción de otras personas (ej.: pilotos
de avión o conductores de transportes en general)

b) Riesgo de Suicidio

El deber de protección se extiende a disponer los medios adecuados para preservar la vida
del paciente. Ante la tentativa de suicidio o suicidio consumado, surgirán procesalmente
diferentes cuestiones a develar (los peritajes en estos casos suelen basarse en estas 4
preguntas):
1. Si las ideas de suicidio eran de conocimiento del terapeuta
2. Si el profesional evaluó adecuadamente el riesgo suicida
3. Si el suicidio o la tentativa pudo haber sido desencadenado o facilitado por una técnica
erróneamente aplicada
4. Si en conocimiento de las ideas suicidas se tomó alguna medida biológica, psicológica
o social para evitar el suicidio dentro de lo razonable

Si bien hay coincidencia generalizada en que la conducta suicida es difícil de predecir, los
psicólogos pueden ser considerados responsables ante la falta de evaluación del riesgo
suicida.
Dice Kraut : "El psiquiatra no tiene el deber de prever y evitar el suicidio de cualquier
paciente bajo tratamiento psiquiátrico, sino tan sólo de realizar un correcto diagnóstico
sobre el estado clínico del paciente y una evaluación del riesgo".
Llamas Pombo señala: "Es clara la responsabilidad del psiquiatra que no advierte la
tendencia suicida o agresiva de un enfermo mental o que, advirtiéndolas, no toma las
medidas de prevención oportunas."
La evaluación individual del riesgo de suicidio resulta fundamental a la hora de defender
estos casos. El propósito de dicho análisis es el de identificar rápidamente factores de riesgo
tratables y tomar las medidas de seguridad adecuadas. La evaluación del riesgo suicida es
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un proceso continuo y dinámico que requiere un profundo conocimiento del paciente. Cada
caso es único. Sin embargo, cuando trata de determinarse el potencial suicida y el curso de
acción preventivo puede ser útil al psicólogo formularse las siguientes preguntas:

¿La idea del suicidio es vieja o es de aparición reciente?


¿Ha tenido algún intento de suicidio previo?
¿Manifiesta algún plan acerca del cómo y el cuándo?
¿Tiene los medios disponibles como para llevar a cabo su plan?
¿Tiene alguna red de contención y apoyo?
¿Tiene síntomas depresivos?
¿Tiene algún conflicto o factores de stress (ej: enfermedad seria, divorcio, muerte de un ser
querido)?
¿Tiene alguna característica como pensamiento rígido o baja autoestima?

Cuando la probabilidad se presume alta, se impone la internación, que es terapéutica en sí


misma, además de brindar contención y custodia al tratamiento adecuado a cada caso.
Resulta importante que el psicólogo se encuentre familiarizado con los lugares de
derivación o de internación posibles para cada paciente. Tener prevista esta situación puede
ayudarlo en las crisis.

c) Abuso de Menores y Violencia Familiar

Si el psicólogo sabe o incluso si sospecha que su paciente es víctima de abuso familiar o


de ser un abusador, tiene el deber ético de proteger a las víctimas y, dependiendo de las
leyes locales, tiene la obligación legal de denunciar la situación. La LEY N° 2.026
BOLIVIA CODIGO DEL NIÑO, NIÑA Y ADOLESCENTE : En su Art. 110 (OBLIGACION
DE DENUNCIAR).- Los casos de malos tratos serán obligatoriamente denunciados ante
las Defensorías de la Niñez y Adolescencia, Fiscal de Materia u otra autoridad competente
de la niñez y la familia, quienes deberán tomar las medidas pertinentes, debiendo
presentar la denuncia en el término de veinticuatro horas ante el Juez de la Niñez y
Adolescencia. Están obligados a denunciar:
1. Los familiares, convivientes, cónyuges o parientes;
2. Toda persona que, en el desempeño de sus actividades, funciones o en su vida
cotidiana, tuviera conocimiento o sospecha de la existencia de maltrato; y,
3. Todo profesional que tuviera conocimiento o sospecha de la existencia de maltrato, no
pudiendo alegar secreto profesional ni ampararse en órdenes superiores o dependencia
funcionaria de cualquier naturaleza. Los informantes y demandantes a que se refiere este
artículo, están exentos de responsabilidad penal y civil con respecto a la información que
proporciones, salvo mala fe. "Cuando los damnificados fuesen menores o incapaces,
ancianos o discapacitados, los hechos deberán ser denunciados por sus representantes
legales y/o el ministerio público. También estarán obligados a efectuar la denuncia los
servicios asistenciales sociales o educativos, públicos o privados, los profesionales de la
salud y todo funcionario público en razón de su labor. El menor o incapaz puede
directamente poner en conocimiento de los hechos al ministerio público."
La ley de protección contra el maltrato establece que la denuncia debe hacerse a los
jueces con competencia en asuntos de familia y se establece un plazo máximo de 72 hs
salvo que a criterio del denunciante resulte conveniente extender ese plazo.
Ante un caso de estas características, el profesional podrá contar con el asesoramiento.

Algunos consejos:

Analice cuidadosamente y documente minuciosamente toda aquella situación que le haya


atraído su atención y que pudiera involucrar abuso o maltrato físico o psíquico.
Manténgase libre de prejuicios y con mente abierta. Hay abusadores y abusados en todos
los niveles socioeconómicos, razas y edades.
Esté particularmente atento a cualquier reacción negativa que genere en usted abusador.
Si dichas reacciones negativas interfieren con su objetividad como psicólogo, derive el
caso.
Conozca en detalle las leyes locales y los procedimientos de denuncia.
Manténgase actualizado acerca de los patrones de abuso y de los rasgos de personalidad
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del abusador.

Prepare y documente en forma completa y detallada su evaluación, su curso de acción y su


denuncia. Muchas veces los abusadores o los miembros de la familia presionan a las
víctimas para retractarse o modificar sus dichos. Asegúrese de documentar textualmente la
información que le ofrecieran acerca de lo ocurrido y de sus circunstancias.

d) Enfermedades Transmisibles HIV, SIDA, Hepatitis

En el caso del SIDA existe un marco legal constituido básicamente por la Ley 3729 "LEY
PARA LA PREVENCION DEL VIH-SIDA, PROTECCION DE LOS DERECHOS
HUMANOS Y ASISTENCIA INTEGRAL MULTIDISCIPLINARIA PARA LA PERSONAS
QUE VIVEN CON EL VIH-SID. Art 2 iniciso d: “ Confidencialidad: La condición clínica de las
personas que viven con VIH-SIDA deben sujetarse a normas de confidencialidad
establecidas en los códigos de ética, protocolos médicos y epidemiológicos y la presente
Ley”. Esta legislación especial tiende a resguardar la privacidad de las personas,
previéndose en sus estipulados situaciones concretas con la obligación de guardar silencio
y, por otro lado, determinan taxativamente otras situaciones representantes de una "justa
causa legal"que releva de la obligación de guardar secreto. Articulo 9 (Derecho a la
Reserva)
Según este punto, el profesional puede bajo su responsabilidad revelar esta información a
quienes considere necesario para evitar un mal mayor. Es el único caso en que el peso de la
responsabilidad de la decisión cae sobre el profesional, ya que él debe decidir a quien
puede informar. Mientras que en los otros estipulados se enuncia claramente la justa causa
legal de la obligación de informar ya quiénes (por ej a otro profesional médico cuando sea
necesario para el cuidado o tratamiento de una persona infectada o enferma, a los entes del
Sistema Nacional de Sangre, etc), queda el profesional de la salud librado a una suerte de
"desamparo" al tener bajo su responsabilidad la elección de a quién o a quienes informar.
Esta situación más que incómoda expone al profesional, en este caso al psicólogo cuyo
paciente con HIV o SIDA se niega a decírselo a su pareja, a una posible demanda por
violación de secreto, en la que el juez, analizando la situación, argumentos y
circunstancias, dictaminará en definitiva si hubo violación o no.
El psicólogo tiene la opción de poder revelar esta información a quien crea conveniente,
tendiendo a evitar un mal mayor que el que implica el daño de la propia revelación del
secreto.

e) Medicina Gerenciada

No resulta fácil muchas veces establecer los límites de la confidencialidad en la actual


época de medicina Gerenciada, en donde la información acerca del paciente puede pasar
por supervisores, consultores, auditores y administrativos.

Los informes escritos o verbales sobre personas o grupos deberán excluir aquellos
antecedentes entregados al amparo del secreto profesional. Hay datos que sólo deberían
incorporarse cuando a criterio del profesional interviniente constituyan elementos
ineludibles para configurar el informe.
Así lo establecen la mayoría de los códigos de ética. En el caso de que puedan trascender
a organismos donde no sea posible cautelar la privacidad, deberán adoptarse las
precauciones necesarias para no generar perjuicios a las personas involucradas.. Por otra
parte, cuando los psicólogos comparten información confidencial como resultado del
trabajo en equipo o por las características de la Institución en que se desempeñaba la
obligación de guardar secreto se extiende a todos los profesionales participantes.

Informes de parte en conflictos matrimoniales. Implicancias éticas y medico legales

Muchos reclamos son originados por informes psicológicos que se presentan en los Juzgados
de Familia y que son objetados por la otra parte acusando al psicólogo por presunta mala
praxis aduciendo haber producido daño a quien disputa la tenencia (o a los hijos u otros
miembros de la familia).
Se debe tener en cuenta que un informe que se presenta en un Juzgado de Familia, en un
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conflicto matrimonial, a instancias de una de las partes en litigio será analizado en detalle,
primero por el abogado de esa parte quien estimará si el informe favorece a su cliente. En
consecuencia, los informes de parte que llegan al Juzgado y que finalmente se intentan
aportar como prueba, suelen beneficiar a la parte que los ha propuesto, ya que en caso
contrario, bastaría con no presentarlos. Una vez que el informe se ha presentado, el letrado
de la otra parte (a quien no suele favorecer el informe), también lo estudia con detalle y
obviamente tratará que no surja efecto utilizando todo tipo de argumentos, entre otros contra
su autor. En ambos casos, es probable que los aspectos descriptos en el informe se
interpreten a conveniencia y se extraigan conclusiones fuera de contexto, según la línea
argumental de defensa que haya establecido el asesor jurídico. Desgraciadamente, algunos
psicólogos sin experiencia en el ámbito de la psicología jurídica y en la realización de
informes periciales, acceden con mayor o menor ingenuidad a los requerimientos que les
plantean y realizan informes sin las debidas garantías éticas y científicas.

Se ha identificado varias conductas antiprofesionales que se repiten frecuentemente en este


tipo de expedientes. La mayoría de sus siguientes apreciaciones son aplicables en Bolivia:

1. Comentar aspectos personales y/o psicológicos, o de su relación con los hijos, de uno
de los cónyuges sin haberlo evaluado, utilizando únicamente la información que
proporciona el otro cónyuge o allegados.

2. Quizás sea éste el problema más habitual. Elaborar un informe aportando datos de
una persona que no ha sido evaluada a sabiendas de que va a ser presentado como
prueba en un proceso de separación o divorcio, supone una conducta profesional
incompetente e imprudente.

3. Ser parcial
4. Un informe que se elabora a partir de los datos de una sola de las dos partes
interesadas y en conflicto, corre bastante riesgo de ser parcial, salvo que se limite
estrictamente a la descripción de los aspectos psicológicos de la parte evaluada sin
extraer conclusiones generales que afecten a la otra parte.

5. Comentar datos de una persona sin que ésta haya dado su autorización
6. ecabar datos irrelevantes para el objetivo del informe y que atentan contra la intimidad
de las personas

7. Evaluar a menores de edad sin el consentimiento de alguno de sus progenitores

8. Utilizar etiquetas diagnósticas en forma indiscriminadas

9. Utilizar términos poco científicos y/o devaluadores para referirse a algún sujeto del
informe

10. No utilizar pruebas diagnósticas contrastadas

11. Elaborar informes carentes de rigor científico


12. Extraer conclusiones a partir de juicios de valor, comentarios de terceras personas,
hechos aislados, etc. sin que existan argumentos científicos que las avalen y en
consecuencia, sin que se puedan probar
Error de Diagnóstico:
Cuando la Psicoterapia no Basta
"Los errores diagnósticos (por no valorar ciertos síntomas que son interpretados
exclusivamente como psicológicos, el desconocimiento de síntomas expresivos de
patología mental grave, orgánica cerebral o sistémicas, conllevan a errores terapéuticos
secundarios y a la no utilización de todos los recursos terapéuticos posibles, por ejemplo
posponer una interconsulta o una apoyatura psicofarmacológica en patologías graves sin
continencia familar o social suficiente (privando de una adecuada atención al paciente)"
Así se expresan los Dres Miriam A. Velcoff y Juan C. Verducci en su trabajo
"Responsabilidad Profesional en la Psicoterapia"(www.aap.org.ar/publicaciones/forense)
Mauricio Espector, médico psiquiatra y legista sostiene a su vez que "pacientes que
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podrían aliviarse rápidamente de su cuadro ansioso, depresivo, obsesivo-compulsivo,
panicoso y hasta psicótico son sometidos a largos tratamientos exclusivamente
psicoterapéuticos sin incluir el recurso psicofarmacológico. No medicar a un psicótico, a un
depresivo mayor, a un bipolar, a un trastorno obsesivo-compulsivo, a un trastorno de
pánico es hoy mala práctica profesional"

Otro factor que expone a los profesionales a enfrentarse a un tribunal es atribuir a ultranza
a condiciones psicológicas la sintomatología del paciente, pasando por alto la posibilidad
de que esos síntomas sean secundarios a una enfermedad orgánica (Ver Tabla). Los
profesionales de la Salud Mental no están obligados a tratar estas patologías médicas,
pero sí a investigar y reconocer todas las situaciones que puedan provocar los
desórdenes psíquicos del paciente y a realizar la derivación o interconsulta.

Tabla. Patología orgánica que puede presentarse con síntomas que suelen atribuirse a
problemas psicológicos/psiquiátricos

El psicólogo deberá estar particularmente atento a dos tipos de pacientes:

El paciente añoso: La aparición de síntomas clínicos (o cambios en los síntomas psiquiátricos)


en personas mayores de 70 años debería alentar la sospecha de patología orgánica
subyacente.
El paciente psiquiátrico crónico: Muchos síntomas orgánicos en pacientes con desórdenes
psiquiátricos son atribuidos al mismo desorden. Sin embargo, los pacientes psiquiátricos
crónicos pueden desarrollar, como cualquiera, nuevas enfermedades y síntomas que
suelen ser descuidados por este motivo. Agrava el riesgo la dificultad que existe muchas
veces para realizar un adecuado examen neurológico en un paciente psicótico, lo que lleva
a que muchas veces lo único que se registre sea la "ausencia de foco neurológico", lo que
puede resultar confuso, ya que en sentido estricto, la presencia de síntomas psiquiátricos
puede ser una manifestación focal .

4.1 El principio ético básico de la psicoética y los derechos humanos

Los principios éticos básicos de la psicología, la psicoética, se derivan del principio ético
más general de respeto de la dignidad humana.
El valor ético máximo, del cual se deriva el resto de los principios éticos, es el respeto
de la dignidad humana y hace referencia a la necesidad de considerar que cualquier
intervención con las personas tiene por única finalidad su desarrollo y
perfeccionamiento.
Este principio se concreta y se detalla en los principios éticos básicos, que primero la
bioética y posteriormente la psicoética han adoptado como guía para la práctica
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profesional. El cumplimiento de estos principios es el camino mediante el cual los
psicólogos pueden llevar a la práctica un comportamiento profesional que respete la
dignidad de las personas.
En este nivel de detalle, no hay unanimidad entre los autores ni entre los diferentes
códigos deontológicos sobre cuáles son los principios éticos propios de la profesión de
psicólogo. Mientras que França-Tarragó (1996) destaca tres normas éticas, el Ethical
Principles of Psychologist and Code of Conduct de la American Psychological
Association (APA, 2002) identifica cinco principios y el metacódigo de ética de la de la
Federación Europea de Asociaciones de Psicólogos (EFPA) enumera cuatro (Infocop,
2001). Los códigos deontológicos vigentes en nuestro país (Código Deontológico del
Psicólogo, 1993; Código Deontológico del Colegio Oficial de Psicólogos de La Paz,
2002) hacen referencia, aunque de manera poco explícita.

4.2 Los principios y las normas de la psicoética

• El principio de beneficencia
• El principio de no maleficencia
• El principio de autonomía
• El principio de justicia
• Las reglas psicoéticas
• Los principios éticos de la APA

El principio de beneficencia

El principio de beneficencia expresa el deber básico de hacer el bien a las personas. Es


un principio que proviene de la ética médica que se ha extendido a la ética psicológica.
El principio de beneficencia puede ser entendido como la obligación de procurar el bien
a las personas con las que tenemos responsabilidad.
En el caso de los psicólogos, este principio indica que, mediante sus conocimientos, el
psicólogo tiene el deber de tratar de ayudar a las personas que piden sus servicios.
Este principio históricamente ha permitido que los médicos y otros profesionales
sanitarios, como los psicólogos, hayan podido decidir qué era lo que convenía a los
pacientes y las personas a las cuales prestaban servicio. Esta concepción del médico y
del psicólogo como «experto» que sabía lo que se debía hacer para solucionar los
problemas de las personas posibilitó la aparición de relaciones paternalistas.
Es evidente que el respeto de este principio nos puede llevar a situaciones
comprometidas. ¿Tenemos que respetar la voluntad de un toxicómano de continuar
consumiendo heroína, a pesar de saber que esto, probablemente, acabará con su vida?
¿Puede el psicólogo tratar de persuadirlo, de modificar su conducta amparándose en el
principio de beneficencia? No hay duda de que unos psicólogos se decantarán por la
primera opción, mientras que otros lo harán por la segunda. Los que adopten la opción
de respetar la voluntad del toxicómano podrían argumentar que si la decisión de
consumir no comporta daños a terceras personas, se tiene que respetar. Por el contrario,
los que adopten la segunda opción pueden argumentar que es una manera de llevar a
cabo el deber de beneficencia.
Una situación que también representa un conflicto ético tiene lugar cuando el psicólogo
está interesado en atender a un cliente por intereses profesionales, como puede ser la
propia necesidad económica y el prestigio profesional, en lugar de atender los intereses
del cliente. En estas situaciones el interés profesional entra en contradicción con el
bienestar del cliente, el propio beneficio sustituye el beneficio del cliente.

Otra situación a analizar es la de un político conocido que acude a la consulta y pide


ayuda para tratar a su hija que padece bulimia. El psicólogo no tiene experiencia en este
tema. El caso es atractivo; su aceptación iría muy bien desde el punto de vista
profesional, y el político estaría dispuesto a pagar lo necesario. ¿Sería ético aceptar el
caso?
Con estos ejemplos, se puede apreciar que el respeto de los principios éticos muchas
veces nos lleva a situaciones de conflicto o dilema: ¿cuál es la actuación más ajustada
a la ética profesional?
Actualmente, este modelo paternalista de relación profesional entra en contradicción
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con los principios de autonomía y con la realidad plural de las sociedades en las que
vivimos. Esta realidad ha permitido la aparición de reivindicaciones de los pacientes y
clientes de tener derecho a ser ellos mismos, en tanto que afectados, a decidir qué se
tiene que hacer con su cuerpo y su salud. Evidentemente, estas reivindicaciones se
han extendido a la posibilidad de decidir si se quiere aceptar el tratamiento que propone
al médico o el psicólogo.

El principio de no maleficencia

El principio de no maleficencia se entiende como la obligación de no lesionar la integridad


de un ser humano. Ha sido, y todavía es, un principio básico de la ética médica. Puede ser
discutible si es prioritario no perjudicar o, por el contrario, la prioridad es hacer el bien,
cuando tratamos de ayudar a una persona o un colectivo con el que tenemos una
relación profesional. Para un psicólogo puede ser prioritario que su intervención no
comporte ningún mal a la persona a la cual presta su servicio, dado que no siempre
podemos garantizar una mejora de la persona, pero se tiene que considerar que no
causar mal es un deber mínimo, imprescindible y básico. Cuando una persona pide los
servicios de un psicólogo es evidente que espera no ser perjudicada por los actos del
profesional.
Sin embargo, este mandamiento ético no se acaba aquí, un psicólogo no sólo tiene que
evitar perjudicar a su cliente, sino que le debe ayudar a solucionar sus problemas o
dificultades. Esto es lo que se espera de él y la razón por la cual las personas le piden
ayuda y consejo.
En el ejemplo anterior en el que llega a la consulta un caso de bulimia. Hay que pensar
en las posibles consecuencias negativas que podría tener para la hija del político una
intervención poco eficaz. ¿Vulneraría el principio de no maleficencia? Un ejemplo de
vulneración del principio de no maleficencia sería el caso de una psicóloga que estaba
en trámites de divorcio, lo que le provocaba sentimientos de agresividad contra los
hombres. Esta agresividad se trasladó a su actuación profesional: en el transcurso de
sus terapias, la psicóloga entraba fácilmente en discusión con sus clientes hombres sin
razones objetivas. Estas discusiones y la percepción de la agresividad de la psicóloga
provocaron sentimientos de culpabilidad y confusión entre sus clientes.
Desde el punto de vista del principio ético de la no maleficencia, la actuación del
psicólogo se tiene que orientar hacia el desarrollo y perfeccionamiento de las personas.

El principio de autonomía

Este principio implica que la persona tiene derecho a gobernarse y dirigirse a sí misma,
y las decisiones tomadas de acuerdo con este principio tienen que ser respetadas,
siempre que no comporten perjuicios para los otros. Por lo tanto, las personas tienen
derecho a establecer sus principios y valores, y también a desarrollar su proyecto vital.
La autonomía significa que las personas tienen derecho a optar por las normas y los
valores que consideren válidos.
El principio de autonomía se basa en la concepción de la persona como un ser con
capacidad de autodeterminación, considerada como una característica básica de la
persona por los psicólogos. Esta capacidad de autodeterminación se manifiesta en la
habilidad que tenemos las personas de establecernos objetivos. Por otra parte, esta
autonomía individual necesita ser protegida; frecuentemente hay riesgo de desequilibrio
de poder entre las personas y las instituciones y la autonomía puede ser fácilmente
vulnerada.
Una persona que se encuentra mal no está en las mejores condiciones de defender su
derecho a decidir por sí misma; por el contrario, el profesional que la atiende está sano
y tiene más conocimiento. En este caso, el psicólogo se encuentra en situación de
superioridad y tiene poder sobre su cliente.
Las implicaciones de este principio respecto del ejercicio profesional son muy
importantes cuando sugiere que una persona tiene derecho a decidir por sí misma y, por
lo tanto, debemos respetar sus decisiones. Cuando los valores del cliente entran en
conflicto con los del psicólogo, éste tiene que respetar y facilitar su auto- determinación y
permitirle la toma de decisiones. No hay respeto a la dignidad de las personas si no
respetamos sus diferencias.
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Sin embargo, esta obligación ética de respetar la autonomía del cliente tiene sus
limitaciones. Las personas únicamente pueden decidir por sí mismas si están en
condiciones de considerar de manera consciente sus valores y pueden actuar sin
limitaciones externas. Por lo tanto, una de las obligaciones principales del psicólogo es
informar adecuadamente a su cliente para permitirle decidir de manera autónoma.
Las implicaciones y limitaciones del principio de autonomía son claramente visibles en
las situaciones en las que las personas piden ayuda al psicólogo. Cuando una persona
va a un psicólogo, por ejemplo con un trastorno mental o con una angustia elevada por
las relaciones laborales, lo hace en unas condiciones en las que no puede decidir de
manera autónoma. Su trastorno no le permite actuar y decidir con conocimiento y libre
de influencias externas. Su voluntad y su sistema de valores se ven alterados y es tarea
del psicólogo ayudarla a recuperar su autonomía.
Otro caso muy ilustrativo del principio de autonomía hace referencia a la posibilidad de
los clientes de un psicólogo de decidir si quieren seguir el tratamiento o las pautas de
intervención propuestas por el profesional. Una persona a la cual proponemos utilizar un
procedimiento de implosión para tratar de solucionar su fobia tiene el derecho a decidir
si quiere seguir este procedimiento o, por el contrario, prefiere un procedimiento que no
le genere tanta angustia.
En la relación psicólogo-cliente, este último tiene derecho a consentir, o no, si la
intervención que le propone el psicólogo se tiene que llevar a la práctica. La relación
profesional se tiene que establecer en términos de igualdad de condiciones.
Esta obligación del psicólogo de garantizar la autonomía del cliente es de una especial
relevancia en los casos de menores o personas que no puedan decidir por sí mismos,
en los que es necesario el consentimiento de sus padres o tutores. Otros grupos
especialmente sensibles que pueden sufrir los efectos de decisiones externas sin
consentimiento son los drogadictos, los ancianos y las personas ingresadas en
instituciones (como las personas con retraso mental o disminuciones psíquicas).
Del principio ético de autonomía se derivan algunas obligaciones morales que han sido
recogidas por los códigos deontológicos de los psicólogos:
– No revelar la información referente al cliente.
– Fidelidad a los compromisos adquiridos.
– Veracidad en la información aportada al cliente.
Si un psicólogo quiere atender de la mejor manera posible los intereses de sus clientes,
tiene que entender cuál es el mejor modo en el que los clientes perciben y valoran las
ventajas e inconvenientes de su intervención.

El principio de justicia

Este principio nos obliga a respetar a todo ser humano y a procurar igualdad de
oportunidades, lo que se traduce en la necesidad de evitar todo tipo de discriminación,
bien en razón de edad, sexo, raza, religión, nacionalidad o clase social.
El principio de justicia nos indica que todos los ciudadanos son respetables y que tienen
derecho a la igualdad de oportunidades.
Este principio de justicia lo podemos entender como una extensión social del principio
de no maleficencia. Es decir, indica que tenemos la obligación ética de no lesionar la
consideración social de los seres humanos. Este principio implica que, como psicólogos,
tenemos el deber de procurar igualdad de oportunidades, lo cual se puede traducir en
que también debemos velar para que las personas tengan acceso a la mejora de su
salud, educación y trabajo.
Puesto que en la realidad hay diferencias significativas entre distintos grupos sociales,
únicamente podemos considerar aceptables las menores diferencias posibles y las que
favorezcan a los grupos más perjudicados. Esto nos obliga muchas veces a dejar de
lado nuestros intereses particulares y profesionales para actuar de manera que la
persona o colectivo con el que trabajamos tenga un acceso equitativo a prestaciones
sociales y sanitarias.
Con respecto a este principio, hay que considerar que las personas tienen derecho a
desarrollar sus necesidades básicas (salud, educación, trabajo), aunque pueden optar
por desarrollar otras o bien sacrificar alguna para obtener un máximo nivel en otra. Hay
personas o colectivos que optan por vivir alejados de pueblos y ciudades, sin asistencia
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médica o sin escuela, para poder disfrutar de su libertad. También encontramos que las
personas priorizan el trabajo por encima de la educación.
Las personas que viven en «comunas» o como «neohippies» optan por vivir en contacto
con la naturaleza, lejos de un médico o de una escuela. Igualmente, muchos jóvenes
optan por empezar a trabajar lo antes posible sin haber acabado los estudios.

4.3 Las reglas psicoéticas

Hasta ahora hemos visto cuáles son los principios éticos que guían la actuación
profesional del psicólogo y que comparte con otras profesiones relacionadas con las
ciencias de la salud, como la medicina. Estos principios éticos básicos son la aspiración
y el ideal a los cuales el psicólogo tiene que tender, pero por sí mismos no nos permiten
evitar ni resolver las situaciones conflictivas a las cuales, seguramente, se enfrentará el
psicólogo en su ejercicio profesional.
Estos principios generales y básicos de la psicoética y de la bioética se han ido
traduciendo en una serie de normas éticas más específicas que, como afirma França-
Tarragó (1996), son «como las condiciones imprescindibles para que aquéllos se
puedan poner en práctica».
França-Tarragó (1996), destaca tres normas o reglas que considera básicas y
prescriptibles en la relación psicólogo-persona.
Es importante aclarar que con las reglas psicoéticas de confidencialidad y el secreto
profesional hay diferencia; en el secreto profesional se mantiene incluso en un juicio. En
cambio, la confidencialidad es “lo que se hace o dice en confianza, esto es: con seguridad
recíproca entre dos o más personas”; es un principio ético.

La regla del secreto profesional


El profesional tiene como deber ético el guardar reserva de los asuntos vinculados con la vida
privada de sus clientes. Ello, porque se debe proteger al bien jurídico correspondiente a la
intimidad de la vida privada de las personas, protegidas por la normatividad jurídica y la
jurisprudencia comparada. Frente al derecho la intimidad de la vida privada del cliente y el de
su familia se alza el correlativo deber del profesional de guardar secreto sobre todo lo
relacionado con dicha intimidad ética y jurídicamente comprometido a no violar el derecho a la
intimidad en la vida privada de aquel cliente que le confía informaciones que pertenecen
exclusivamente a dicha esfera jurídica. El sacerdote, el médico, el psicólogo son aquellas
personas que por las especiales características de su ministerio o profesión se encuentran muy
cerca del ser humano y sus más delicados problemas. Ellos son depositarios de asuntos y
actividades vinculados con el mundo referido a la intimidad de la persona. La confianza y la
lealtad son valores que signan y presiden dichas relaciones interpersonales en lecho de muerte
de una persona se suele imaginar la presencia del sacerdote, a quien le confía los pecados, del
médico que posee toda la información de los problemas relativos a su enfermedad, y la del
abogado que conoce el destino de sus bienes al haber participado en la redacción de su
testamento y de haberlo tal vez asesorado en algún tramo de su vida.

La regla de confidencialidad

Esta regla tiene mucha tradición en las relaciones profesionales e implica que el
psicólogo tiene que respetar las confidencias, privacidad, intimidad y confianza de la
persona a la cual presta sus servicios. Es evidente que esta regla es básica para facilitar
una relación fluida, respetuosa y al mismo tiempo bastante íntima que posibilite una
relación terapéutica y/o asistencial óptima. Por otra parte, romper el acuerdo, explícito o
implícito, de secreto, implica una vulneración del principio de autonomía y, por lo tanto,
una falta de respeto hacia la autonomía y los derechos de la persona. Toda información
aparecida en el transcurso de la relación psicólogo-persona es considerada secreta.
También se tiene que considerar la posibilidad de que la información aparecida a lo
largo de la relación psicólogo-persona o psicólogo-colectivo tenga que ser protegida,
dado que su divulgación puede tener consecuencias para la persona que nos la facilita.
Imaginemos que en el transcurso de una entrevista con un adolescente en un centro de
secundaria confiesa que es portador del virus del sida. ¿Se pueden imaginar las
consecuencias que podría tener para el joven el hecho de que esta información saliera
de entre las cuatro paredes del despacho del psicólogo? Y también las
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consecuencias para el prestigio profesional del psicólogo entre los estudiantes y el
profesorado.
Ahora bien, imaginemos la situación en la que se encuentra un psicólogo cuyo cliente le
avisa de que quiere suicidarse, o bien que quiere cometer un asesinato. Posiblemente
dudará sobre si tiene que respetar la confidencialidad de su cliente o tiene que avisar a los
familiares o la policía. Aquí se tiene que aclarar que la regla de confidencialidad, si bien en
principio se tiene que respetar, también debe evaluar- se si entra en conflicto con otras
reglas o principios de orden superior, como el de beneficencia o el de autonomía. De esta
manera, un suicida puede atentar contra su dignidad humana y el asesino contra los
derechos de terceras personas.
Los psicólogos tienen el deber de guardar secreto de todo conocimiento obtenido en el
ejercicio de su profesión. Desde la perspectiva legal, lo que se intenta proteger con el deber de
confidencialidad es el derecho a la intimidad, en relación con la información privada que un
sujeto recibe de otro en función del ejercicio de su profesión. La confidencialidad alude a una
relación establecida sobre la fe o confianza que está ya expresada en el propio término. En
efecto "con" designa la conexión con otro, en tanto que "fidencialidad" remite al concepto de
"fe" y de "fidelidad".
Al hablar de confidencialidad y secreto profesional hay situaciones especiales que merecen ser
consideradas ya que plantean desafíos éticos y legales para el psicólogo ya que el deber de
confidencialidad no es absoluto

La regla de veracidad y consentimiento

La regla de veracidad y consentimiento es una aplicación del principio de autonomía,


que se basa en el hecho de que las personas tienen derecho a disponer de sí mismas y,
por lo tanto, también tienen derecho a dar consentimiento a las actuaciones del
psicólogo.
Para que se considere válido, el consentimiento tiene que cumplir algunos requisitos:
debe ser expreso, se tiene que dar antes de que el psicólogo inicie sus actuaciones, la
persona tiene que ser informada, se tiene que encontrar en condiciones de decidir y,
finalmente, no debe recibir presiones externas.
Es evidente que una de las razones por las cuales las personas tienen derecho a dar su
consentimiento antes de que el psicólogo empiece a actuar es para preservarlas de los
posibles abusos o de las consecuencias negativas que se puedan derivar de esta
intervención. La otra razón del consentimiento es facilitar la confianza entre el psicólogo y
su cliente, lo cual implica una responsabilidad compartida entre las dos partes: la relación
se establece para mejorar la calidad de vida de la persona que solicita los servicios del
psicólogo.
Aunque puede parecer obvio que el cliente tiene derecho a dar su consentimiento previo
al principio de las actuaciones del psicólogo, en la práctica diaria es frecuente
encontrarse en situaciones en las que es difícil llevar a cabo esta regla. Si quien está en
nuestra consulta es un niño, una persona con sus capacidades intelectuales
disminuidas, una persona con un trastorno grave que disminuya su capacidad de
decisión o un inmigrante con dificultades para entender correctamente nuestras
explicaciones, nos podemos imaginar la dificultad que representa para ellos decidir de
manera autónoma y para nosotros aceptar sus decisiones como una muestra de
consentimiento válido.
En estos casos debe plantearse si la persona ha entendido correctamente las
explicaciones que le hemos dado, si puede prever las consecuencias de su conducta y
de las actuaciones que le propone el profesional y si puede decidir voluntariamente, sin
presiones, de acuerdo con sus expectativas y situación social. Claro está que no
tenemos indicadores claros, evidentes y fiables de si una persona está en condiciones
de decidir y consentir válidamente y, por lo tanto, el psicólogo deberá tener mucho cuidado
y ser prudente cuando se enfrente a estas situaciones.
De todas maneras, hay algunas pautas de comportamiento profesional que minimizan el
riesgo de que el cliente tenga dificultades añadidas para decidir y con- sentir. De esta
manera, el psicólogo tiene que garantizar que su cliente reciba, de manera
comprensible, la información necesaria sobre el proceso que están a punto de empezar,
los costes y los posibles beneficios que se derivarán de esto.
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Una psicóloga, consciente de sus obligaciones éticas, informaba de manera sistemática
a sus clientes, incluso les daba expedientes con toda la información por escrito.
Describía su papel como psicóloga y sus expectativas respecto de sus clientes, cuando
explicaba los resultados de la evaluación psicológica con tests evitaba exagerar la
utilidad de los tests y no daba más información que la obtenida por este medio. Cuando
explicaba el proceso de psicoterapia, ponía mucho énfasis en explicarlo, en aclarar qué
se podía esperar de ella como psicoterapeuta y los posibles riesgos que había (como la
tensión creada por el tratamiento).

Otro psicólogo, que trabajaba en el departamento de recursos humanos de una


compañía y que frecuentemente tenía que seleccionar a candidatos para puestos de
trabajo, siempre informaba a los candidatos de la política de la empresa de que no daba
información referente al proceso de selección. Igualmente, siempre informaba a los
candidatos de que su cliente era la compañía, no el candidato.

El psicólogo tiene que brindar a sus clientes información que tendría que incluir como
mínimo datos referentes a la formación que ha recibido, básicos y especializados, el tipo
de ayuda que le puede ofrecer y los beneficios que se pue- den derivar de la misma, y
también el coste económico y la confidencialidad de la información, verbal y escrita.

La regla de fidelidad a los acuerdos

Esta regla se basa en el clásico juramento hipocrático que hacían los médicos y que
trasladado al ámbito de la psicología se puede equiparar con el compromiso que
adquieren los psicólogos que adoptan el Código deontológico como regla de actuación.
De esta manera, se puede entender que el psicólogo adopta un compromiso público e
implícito de prestar los servicios profesionales con competencia y respetando el código
ético y deontológico. Por lo tanto, cuando un psicólogo acepta iniciar una relación
profesional con una persona, se crea una serie de expectativas hacia la actuación del
psicólogo y las consecuencias de esta actuación sobre su vida que hace que si este
compromiso se rompiera muy probable- mente tendría efectos muy negativos sobre la
misma.
Cuando un psicólogo y un cliente aceptan iniciar una relación profesional hay un
acuerdo de prestar servicio por parte de psicólogo y de recibirlo por parte del cliente.
Este acuerdo de prestación de servicios implica que el psicólogo dará el servicio de
acuerdo con sus conocimientos técnicos y saber profesional, mientras que el cliente
tendrá que cumplir las instrucciones recibidas.
Es evidente que en el marco del establecimiento de las bases de una relación
profesional, una vez el psicólogo ha decidido iniciar esta relación adquiere un compromiso
hacia el cliente que tiene carácter de promesa inviolable. Por lo tanto, parece
recomendable delimitar el alcance de la relación profesional, cuáles serán las
actuaciones profesionales y las consecuencias que tendrán sobre el cliente, para evitar
que el cliente desarrolle expectativas poco realistas que posibiliten una vivencia de que
las promesas que se le habían hecho no se han cumplido.
Los principios éticos de la APA

La American Psychological Association, en su Ethical Principles of Psychologists and


Code of Conduct (APA, 2002), establece cinco principios éticos generales que, de
hecho, son considerados el cuerpo ético de la profesión de psicólogo. Estos principios
éticos recogen el consenso y la tradición filosófica relativos a los principios morales que
son especialmente relevantes en la ética biomédica. Se trata de principios que nos
permiten ir más allá de una postura utilitarista: cumplir con la ética para ser eficaces.
Son principios prima facie, principios que implican obligaciones morales de orden
superior de las cuales las personas no siempre son conscientes pero que respetan de
forma intuitiva (Knapp y VandeCreek, 2006).
Los cinco principios son los siguientes:

Beneficencia y no maleficencia

Según este principio, la actuación profesional de un psicólogo tiene que ir encaminada a


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beneficiar a las personas con las que trabaja. Para beneficiarlas, el psicólogo también
tiene que ser cuidadoso, con el objetivo de evitar todo tipo de daños. En caso de duda,
la solución debe hacer prevalecer el principio de evitar o minimizar los posibles daños a
las personas con las que trabaja u otras que puedan resultar afectadas. Esta
responsabilidad se extiende a la influencia de los juicios y actuaciones del psicólogo; por
lo tanto, los psicólogos se tienen que mostrar sensibles a las posibles consecuencias de
sus actuaciones.

Imaginémonos el caso de una psicóloga que ha hecho un cursillo de hipnosis de una


duración de cuatro horas, sin práctica ni supervisión posterior. Un día decide utilizar
esta técnica para disminuir la ansiedad de una cliente suya. Justo después de empezar
la hipnosis, su cliente experimenta un leve ataque de pánico que le provoca un estado
de ansiedad que la psicóloga no es capaz de aligerar.

Un psicólogo experto utilizaba técnicas de meditación oriental para tratar a sus clientes.
A pesar de no tener muchos años de experiencia, nunca había tratado de contrastar ni
publicar sus experiencias. Tampoco explicaba a sus clientes el carácter experimental de
su actuación profesional. Algunos de sus clientes experimentaban mejo- ras
«milagrosas», otros no notaban mejoras e, incluso, algunos empeoraban su estado.
Uno de estos clientes lo denunció por incompetente. Nagy, T. F. (2000).

Fidelidad y Responsabilidad

La actuación de los psicólogos se caracteriza por el compromiso con las personas con
las que trabajan y, por otra parte, tienen que ser conscientes del alcance de su
responsabilidad hacia la sociedad y la comunidad en la que desarrollan su actividad
profesional. Para poder mantener este compromiso, los psicólogos tienen que revisar
sus criterios de actuación, aceptar la responsabilidad de sus actuaciones y tratar de
evitar que los conflictos de intereses a los cuales se ven sometidos puedan derivar en
situaciones de explotación o daños a las personas.
Otro punto afectado por este principio es la recomendación de que el psicólogo consulte
y/o coopere con otros profesionales e instituciones para dar el mejor servicio posible a
sus clientes. El compromiso y la responsabilidad de los psicólogos también los implica
hacia la actuación profesional y el respeto de los principios éticos de otros psicólogos.

Un ejemplo de responsabilidad social de los psicólogos se puede ver en la intervención


que hicieron, de manera voluntaria, muchos psicólogos con motivo de la catástrofe de
Biescas.

Imaginémonos a un psicólogo que trata a un vendedor de coches a causa de su estado


depresivo. Un día el psicólogo decide comprar un coche de segunda mano y acude al
concesionario de su cliente, quizá esto contribuiría a aligerar su depresión. Unos días
más tarde, el psicólogo tiene una avería y el mecánico que le atiende le dice que el
coche está en unas condiciones muy deficientes. El psicólogo piensa que su cliente lo
ha engañado y decide dar por acabada su relación profesional. El vendedor se siente
culpable y abandonado al mismo tiempo por su terapeuta. Él nunca le hubiera vendido
el coche en otras circunstancias. El psicólogo había sobrepasado la relación
profesional.

Integridad

Los psicólogos tienen que promover la honestidad y la veracidad en su actuación


profesional. Por lo tanto, no se tendrían que implicar en fraudes ni dar información
parcial o insuficiente. Igualmente, según este principio se tienen que cumplir las
promesas hechas y hay que evitar implicarse en promesas o compromisos poco claros
y difíciles de llevar a cabo.
Si por circunstancias o para evitar daños el psicólogo no fuera del todo honesto y
pudiera dar explicaciones incompletas, tendría que considerar las posibles
consecuencias de su actuación y aceptar la responsabilidad de corregir los
malentendidos u otros posibles efectos indeseados de estas intervenciones.
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Justicia

Este principio reconoce el derecho de todas las personas a acceder a las contribuciones
de la psicología y beneficiarse de las mismas, y también a recibir servicios psicológicos
de la misma calidad que los que reciben el resto de las personas. Por lo tanto, el
psicólogo tiene que ser prudente y evaluar si su actuación es sesgada, de una calidad
inferior o si da apoyo a prácticas injustas con las personas.

Respeto de los derechos de las personas y su dignidad

Los psicólogos tienen que respetar los derechos y la dignidad de todas las personas.
Esto implica el derecho a la privacidad, la confidencialidad, la autodeterminación y la
autonomía. Este principio supone, además, que los psicólogos deben tener mucho
cuidado para salvaguardar y proteger los derechos y el bienestar de las personas y los
colectivos más desfavorecidos. Concretamente, los psicólogos tienen que velar por
respetar las diferencias individuales y culturales, como las de edad, género, raza, etnia,
origen, religión, orientación sexual, incapacidad, lengua y estatus socioeconómico.
El psicólogo tratará de eliminar los sesgos basados en estas diferencias cuando trabaje
con personas de estos grupos y evitará o condenará toda actividad basada en prejuicios

Una mujer sudamericana de unos cincuenta años había ido a Santa Cruz de la Sierra a
visitar a sus parientes y fue llevada por un taxista al servicio de urgencias de un hospital
porque la había atropellado con el taxi cuando cruzaba despistada por el medio de la
calle. El médico no apreció ningún daño físico, pero encontró que la mujer mostraba
síntomas de ansiedad y alteración cognitiva, con aparentes delirios. La mujer hablaba
constantemente, y de manera incoherente, de muertes y el psicólogo del hospital
diagnosticó un ataque de pánico con posible trastorno psicótico leve. Su recomendación
era el internamiento en el hospital. Afortunadamente, en urgencias había un médico que
consiguió averiguar la causa de su estado: a su hijo le habían diagnosticado un cáncer.
El médico recomendó que se avisara a la familia para que la fueran a recoger al hospital
y se pudiera recuperar en su entorno familiar, un elemento clave en nuestra cultura, en
lugar de estar aislada en un entorno extraño para ella.

Cuando se trabaja con personas de cultura, raza, orientación sexual o religión diferente,
hay que asegurarse que se entienden estas diferencias antes de poder ofrecer una
intervención de calidad. Tratar a una persona con menos cuidado porque es gay,
incapacitado físico, pobre, inmigrante o musulmán puede representar un delito de
discriminación.
Como ya hemos indicado anteriormente, los principios representan aspiraciones, pero
posiblemente no son la manera más detallada y eficiente de definir cómo tiene que ser
la conducta apropiada de un psicólogo. Si bien el código deontológico de la APA detalla
los estándares de conducta, éstos no deberían ser aislados de los principios éticos,
incluso en su uso en el día a día (Knapp y VandeCreek, 2006). De hecho, no se respetan
los principios si se vulneran los diferentes estándares deontológicos. Así, por ejemplo, se
vulnera el principio de beneficencia si no se dispone de la competencia necesaria.
Tampoco se respeta la autonomía del cliente si no se utilizan procedimientos de
consentimiento informado. A este respecto, es fácil que un estudiante o un psicólogo
que se inicia en el ejercicio profesional trate de ser escrupuloso en el cumplimiento de
los principios éticos. Para ello, y siguiendo el redactado del código deontológico puede
tratar de evitar discriminar, de adquirir la cualificación profesional mínima para ejercer,
evitar abusar de su posición, cumplir con la normativa legal de protección de datos,
ofrecer a sus clientes protocolos de consentimiento informado y garantizar la
confidencialidad.
El lector coincidirá con nosotros que esta postura supone un gran avance respecto a
prácticas pasadas. A pesar de que estas prácticas profesionales son consistentes con
una buena práctica ética Knapp y VandeCreek (2006) proponen que los psicólogos
deben ir más allá y maximizar su adhesión a los principios éticos. Esto es posible si se
acepta que comportarse de forma ética implica ir más allá del respeto de la ley y los
estándares profesionales. Es lo que Knapp y VandeCreek (2006) denominan ética
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positiva. Desde este punto de vista los psicólogos tratan de: acercarse a los grupos
desfavorecidos, trabajan por desarrollar al máximo su competencia, cultivan la calidad
en sus relaciones profesionales, mejoran la participación del cliente en el desarrollo y
objetivos de la terapia y, finalmente, establecen relaciones profesionales basadas en la
confianza.

Los principios éticos de la APA se han convertido en un estándar de referencia en cuanto


a ética psicológica.
Los cinco principios éticos representan el ideal de actuación de los psicólogos.
No podemos establecer una jerarquía de principios éticos de la APA, ya que los cinco son
igualmente relevantes.

DEFINICIÓN Y CARACTERÍSTICAS DE LA INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA


La intervención psicológica consiste en la aplicación de principios y técnicas psicológicos por
parte de un profesional acreditado con el fin de ayudar a otras personas a comprender sus
problemas, a reducir o superar estos, a prevenir la ocurrencia de los mismos y/o a mejorar las
capacidades personales o relaciones de las personas aun en ausencia de problemas.
Ejemplos: ayudar a una persona a reducir sus obsesiones, a una familia conflictiva a
comunicarse mejor, a unos niños de un medio desfavorecido para prevenir el aumento de
conductas agresivas incipientes, a adolescentes normales a mejorar sus habilidades de
relación heterosexual. En general, los campos de aplicación de la intervención psicológica son
muy variados: clínica y salud, educación, área laboral, programas comunitarios, deporte. La
psicología clínica y de la salud ha sido definida como aquella especialización de la psicología
que aplica los principios, técnicas y conocimientos científicos desarrollados por esta para
evaluar, diagnosticar, explicar, tratar, modificar y/o prevenir las anomalías o los trastornos
mentales o cualquier otro comportamiento relevante para los procesos de salud y enfermedad,
en los distintos y variados contextos en que estos puedan tener lugar (Colegio Oficial de
Psicólogos, 1998). Los fenómenos que constituyen el centro de atención de la psicología clínica
y de la salud son los trastornos mentales o del comportamiento (correspondan o no a criterios
diagnósticos preestablecidos), cualquier otro tipo de comportamiento (normal o patológico) que
afecte a la salud y los procesos y estados de salud y bienestar. La terapia psicológica
(psicoterapia) es una parte de la psicología clínica y de la salud. Se ha definido la terapia
psicológica del siguiente modo:
1. La terapia psicológica consiste en una relación interpersonal entre por lo menos dos
participantes, uno de los cuales (el terapeuta) tiene un entrenamiento y experiencia especial en
el manejo de los problemas psicológicos.
2. El otro participante es un cliente que experimenta algún problema en su ajuste emocional,
conductual o interpersonal y ha pasado a formar parte de la relación (terapéutica) con el fin de
resolver su problema.
3. La relación psicoterapéutica es una alianza de ayuda, pero con propósitos bien definidos, en
la cual se utilizan varios métodos, en su mayor parte de naturaleza psicológica, con el objeto de
provocar los cambios que el cliente desea y el terapeuta aprueba.
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4. Estos métodos se basan en alguna teoría formal acerca de los problemas psicológicos en
general y de la queja específica del paciente en particular.
5. Independientemente de las inclinaciones teóricas, la mayoría de los terapeutas emplean
varias técnicas de intervención: fomentar el insight, reducir el sufrimiento emocional, fomentar
la catarsis, proporcionar información nueva, diseñar tareas fuera de la terapia y aumentar la fe
de los clientes y sus expectativas de lograr cambios.
ACTIVIDADES DE LOS PSICÓLOGOS Un psicólogo se dedica a una o más de las siguientes
actividades: evaluación, prevención/intervención, investigación, enseñanza, asesoramiento y
dirección/gestión (Bernstein y Nietzel, 1980/1988; Colegio Oficial de Psicólogos, 1998; Kendall
y Norton-Ford, 1982/1988).
Un psicólogo clínico hace énfasis además de las anteriores en el tratamiento e intervención
EVALUACIÓN En el proceso de evaluación, el psicólogo trata de identificar, especificar y
cuantificar las conductas, capacidades, problemas, recursos y limitaciones de una o más
personas así como las variables personales y ambientales que los mantienen, con la finalidad
de explicar y modificar el comportamiento o llevar a cabo cualquier tipo de análisis o
intervención psicológica: diagnóstico (p.ej., a nivel clínico, pericial o institucional), pronóstico
(predecir la evolución de un problema o la respuesta a cierta intervención), orientación
(aconsejar cierto tipo de terapia o de carrera, ayudar a una pareja a decidir si se separa o no),
selección (elegir o no a una persona para un determinado tratamiento a investigar, para cierto
trabajo o para otorgarle ciertos permisos como el de armas o conducción de automóviles),
valoración de los resultados conseguidos con la intervención. De cara a conseguir los objetivos
de la evaluación, se dispone de una serie de métodos básicos: entrevista (al cliente y a otras
personas), cuestionarios y escalas (al cliente y a otras personas), autoobservación,
observación, pruebas cognitivas objetivas, registros psicofisiológicos, pruebas médicas, datos
de archivo/documentos históricos.
TRATAMIENTO, PREVENCIÓN E INTERVENCIÓN En esta actividad, el psicólogo y el
psicólogo clínico ayuda a otras personas a comprender sus problemas, a reducir o superar
estos, a prevenir la ocurrencia de los mismos o a mejorar las capacidades personales. En este
último caso, se emplea el nombre general de intervención más que el de tratamiento, el cual se
reserva para aquellos casos en que el objetivo es resolver problemas presentes. Posibles
ejemplos de este tipo de actividad son: ayudar a una persona a reducir su estado de ánimo
deprimido, a una pareja conflictiva a comunicarse mejor y saber negociar entre ellos, a una
persona a manejar su dolor crónico, a unos niños de un medio desfavorecido para prevenir el
aumento de conductas agresivas incipientes, a una institución de ancianos a cambiar su
funcionamiento, a unos adolescentes a mejorar sus habilidades sociales, al público en general
para que adquiera o fomente ciertos hábitos de salud, etc. Se suele distinguir entre:
a) Prevención primaria: intervención dirigida a evitar la aparición de problemas (trastornos de
ansiedad, drogadicción, SIDA, embarazos no deseados, trastornos cardiovasculares, etc.). La
prevención primaria debe distinguirse de la promoción de la salud, en la cual la intervención se
dirige a enseñar o potenciar repertorios saludables con el objetivo de mantener la salud y
mejorar la calidad de vida.
b) Prevención secundaria: intervención dirigida a identificar los problemas en la fase más
temprana posible y a actuar lo más pronto que se pueda sobre los mismos para que no se
agraven.
c) Tratamiento: intervención sobre problemas ya consolidados.
d) Prevención terciaria: intervención dirigida a prevenir recaídas en un problema ya tratado o
a evitar complicaciones posteriores de problemas crónicos o mejorar la calidad de vida de las
personas que los padecen. La prevención terciaria incluye el concepto clásico de rehabilitación.
Se ha criticado la anterior clasificación de tipos de prevención y se ha dicho que sólo debería
hablarse de prevención en el caso de la prevención primaria. El tratamiento haría referencia a
la intervención sobre problemas incipientes o establecidos y el término de prevención terciaria
quedaría sustituido por el de mantenimiento. Dentro de esta nueva óptica se han distinguido
tres tipos de prevención:
a) Universal: dirigida a la población en general sin que las personas hayan sido seleccionadas
por tener algún factor de riesgo para el trastorno que se quiere prevenir.
b) Selectiva: dirigida a personas que tienen un riesgo mayor que otras personas de desarrollar
el trastorno.
c) Indicada: dirigida a personas de alto riesgo que ya presentan manifestaciones subclínicas
precursoras del trastorno o en las que se ha detectado algún marcador biológico que
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predisponga al mismo. La prevención indicada se conoce también con el nombre de atención
temprana (Tortilla-Feliu, 2002).
Existen diversos tipos de intervención: psicoanálisis, terapia psicodinámica, terapia de
conducta, terapia cognitivo-conductual, análisis transaccional, terapia sistémica, etc.
La intervención psicológica puede realizarse con individuos, parejas, familias, grupos y
comunidades.
Lugares de intervención. La intervención puede llevarse a cabo en centros de salud mental,
servicios hospitalarios de psiquiatría, servicios psiquiátricos de especialidades médicas
(Medicina Interna, Reumatología, Rehabilitación, Hematología, Unidades de Dolor y de
Cuidados Paliativos, etc.), centros municipales de promoción de la salud, centros de
tratamiento de drogodependencias, centros educativos, centros de atención psicopedagógica,
instituciones para retrasados mentales, centros de asistencia al menor, instituciones
penitenciarias, residencias de ancianos, centros de acción social, centros de rehabilitación de
inválidos, equipos deportivos, centros militares, empresas, asociaciones de afectados (p.ej.,
ludopatía, anorexia/bulimia, agorafobia, cáncer) y práctica privada. La intervención psicológica
puede aplicarse para alcanzar metas más o menos limitadas o ambiciosas: resolver conflictos
inconscientes (enfoque psicoanalítico), ayudar a aceptarse a sí mismo (terapia no directiva),
integrar sentimientos conflictivos (terapia gestalt), encontrar un significado a la vida
(psicoterapia existencial), modificar creencias negativas (terapias cognitivas), lograr
comportamientos adaptativos (terapia de conducta) o conseguir combinaciones de estos
objetivos (enfoques eclécticos).
INVESTIGACIÓN Algunos psicólogos clínicos se dedican a la investigación clínica. Las
formulaciones teóricas y los procedimientos de evaluación e intervención son empíricamente
evaluados, es decir, se valora su adecuación o eficacia utilizando una metodología científica
(de tipo experimental cuando es posible). Sin embargo, muchas investigaciones siguen
presentando serias dificultades metodológicas. Aunque algunos psicólogos siguen basándose
únicamente en estudios de casos y en impresiones subjetivas, lo deseable es tener en cuenta
los resultados de la investigación clínica, especialmente la realizada en circunstancias que
resaltan su validez externa.
Ejemplos de investigaciones importantes pueden ser la construcción y validación de
pruebas psicométricas, el estudio de las causas y consecuencias de los trastornos
psicológicos, la comparación de tratamientos psicológicos y farmacológicos de distintos
trastornos (p.ej., depresión), el estudio de la eficacia de determinadas estrategias para
mantener los resultados del tratamiento, el análisis de la eficacia de ciertos tratamientos con
menor participación del terapeuta, el estudio de la relación entre ciertas características y
comportamientos del terapeuta y los resultados del tratamiento, la eficacia comparativa de
tratamientos estandarizados e individualizados, la determinación del valor pronóstico de
determinadas variables, el estudio de los mecanismos responsables de la eficacia de un
determinado tratamiento, etc.
ENSEÑANZA Esta actividad es común en los psicólogos clínicos empleados en universidades.
Pero también es frecuente que sea llevada a cabo por psicólogos en otras instituciones y
centros privados. Materias que pueden impartirse son psicopatología, evaluación, terapia de
conducta, psicoterapia dinámica, psicología clínica, psicología de la salud, personalidad, etc. La
enseñanza no se limita a estudiantes de psicología, sino que incluye a psicólogos en ejercicio,
a otros profesionales (como médicos, enfermeras, trabajadores sociales, maestros, policías) y
al público en general. Pueden darse cursos sobre autoafirmación, sexualidad, comunicación en
la pareja y formas de hacer frente a la tensión, entre otros temas. Un tipo especial de
enseñanza es la formación de futuros psicólogos clínicos y la supervisión sistemática, individual
o en grupo, de los casos que llevan y de las investigaciones que realizan. Esto requiere el
empleo de instrucciones (y, si es posible, modelado), práctica, retroalimentación (verbal y
mediante grabaciones) y reforzamiento.
ASESORAMIENTO Se refiere a la ayuda y aconsejamiento que el psicólogo puede ofrecer a
organizaciones de distintos tipos: Instituto Nacional de Salud, compañías sanitarias privadas,
escuelas, centros de asistencia primaria, hospitales, cárceles, centros para drogodependientes,
grupos de autoayuda, unidades de geriatría, juzgados, etc. El aconsejamiento puede ser
solicitado también por personas que trabajan en estas organizaciones o en centros privados y
que desean mejorar su trabajo o resolver ciertos problemas planteados en el mismo. El
asesoramiento puede ser de distintos tipos. El psicólogo puede tratar directamente o aconsejar
cómo se puede manejar un caso problemático sobre el que se le ha consultado (tratamiento
más aconsejable para un paciente, posibilidad de libertad condicional para un preso, concesión
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de la tutela de un menor a uno u otro padre). Puede reunirse periódicamente con los miembros
de una institución para discutir métodos de manejo de los problemas que se presentan con los
pacientes, clientes o personal. En vez de centrarse en casos concretos, puede dirigirse a los
aspectos de la organización que están provocando los problemas; así, puede elaborar un plan
de evaluación para valorar los servicios de un centro de acogida de menores o puede diseñar
un plan para favorecer la congruencia en la aplicación del tratamiento entre diferentes turnos de
personal de un hospital. El trabajo de asesoramiento o consultoría no es fácil porque el
psicólogo es visto por el resto del personal como un extraño y, a veces, como un intruso.
DIRECCIÓN Y GESTIÓN Se refiere a la dirección y gestión de un organismo o institución e
incluye funciones como organización de recursos, coordinación de actividades del personal,
distribución del presupuesto, toma de decisiones sobre la marcha de la institución, redactar
informes para las autoridades, presidir reuniones, manejo de conflictos entre el personal,
contratación y despido de personal, trato con otros directivos, recibir a visitantes importantes,
representar a la institución en reuniones y ante el gran público, delegar responsabilidades en
personas o comités, etc. Un psicólogo puede formar parte de uno de estos comités y ejercer
también así funciones gestoras. Como ejemplos de puestos directivos, un psicólogo puede ser
director de un departamento universitario de psicología, de un programa de postgrado en
psicología clínica, de un centro de asesoramiento para estudiantes, de un servicio de consulta
externa en un hospital, de un centro de salud mental, etc.
NIVELES DE INTERVENCIÓN La intervención psicológica puede llevarse a cabo a distintos
niveles: individual, parejas, familias, grupos y comunidades. Los distintos niveles no son
excluyentes; así, puede combinarse el tratamiento en grupo con sesiones de asistencia
individual. El nivel individual es uno de los más frecuentes, si no el que más. El psicólogo
trabaja con una persona de modo exclusivo o casi exclusivo para ayudarle a reducir o superar
un trastorno, eliminar o reducir comportamientos de riesgo, adquirir o potenciar hábitos
saludables, afrontar una enfermedad crónica, etc. El resto de niveles se explican a
continuación.
INTERVENCIÓN EN PAREJA O FAMILIA Está recomendado cuando el problema es de dos o
más miembros, y no sólo del supuesto paciente, y los mencionados miembros están dispuestos
a participar en la terapia. Esto último es siempre lo más recomendable. En la terapia de pareja
y familiar se busca que los miembros implicados:
a) se den cuenta de su propia contribución al problema y de los cambios positivos que pueden
realizar, y
b) mejoren sus pautas de comunicación e interacción de cara a la resolución del problema. La
terapia en pareja o familia puede ser precedida, seguida o acompañada de terapia individual
para alguno de los miembros, cuando estos presentan algún problema que no está relacionado
con el sistema. La terapia de pareja puede estar indicada cuando hay conflictos de valores,
creencias, estilos de vida o metas, o cuando hay problemas en las áreas de comunicación,
afecto, fidelidad, educación de los hijos, manejo del dinero, sexo, autonomía personal o
dominio-sumisión. La terapia de familia puede estar indicada cuando hay problemas de
comunicación, crisis familiares o problemas de algún miembro de la familia mantenidos por los
patrones de interacción en esta.
INTERVENCIÓN EN GRUPO Esta modalidad de tratamiento depende de que se pueda contar
con varias personas que presenten problemas similares (p.ej., trastorno de pánico) o tengan un
objetivo común (p.ej., aprender habilidades de cuidado y educación de los hijos) y cuyas
características no les impidan la participación en el grupo o incidan negativamente en el
funcionamiento de este. Siempre que sea posible, parece recomendable conducir un
tratamiento en grupo, ya que, en general, es al menos igual de eficaz que el individual y
presenta además una serie de ventajas adicionales. También hay posibles inconvenientes que
es necesario conocer para poder manejarlos caso de que surjan. Posibles ventajas de los
grupos:
a) Descubrir que los propios problemas no son únicos,
b) mayores expectativas de mejora,
c) disponer de varios modelos, puntos de vista y fuentes de información y retroalimentación,
d) mayor credibilidad de los puntos de vista acordados entre todos o suscritos por una mayoría,
e) aumento de la motivación debido al apoyo y presión del grupo, al compromiso público
delante de este y a la observación de los progresos de los otros.
f) Posibilidad de ayuda mutua dentro y fuera de las sesiones,
g) facilitación de la independencia respecto al terapeuta y de la confianza en los propios
recursos,
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h) desarrollo de habilidades sociales,
i) sentirse parte de algo que se valora (cohesión; los miembros de los grupos cohesivos se
aceptan bien entre sí, se apoyan y están más dispuestos a escuchar, participar y dejarse influir
por los otros),
j) potenciación de la liberación emocional.
l) aprendizaje de nuevos comportamientos, creencias y sentimientos en áreas que fueron
problemáticas desde la niñez o adolescencia (dependencia, rebelión sistemática ante la
autoridad, rivalidad), m) ahorro de tiempo y esfuerzo por parte del terapeuta, y n) se trata a más
personas y a un menor costo.
INTERVENCIÓN EN LA COMUNIDAD Mientras que en las intervenciones individuales o en
grupo se ayuda a una o unas pocas personas, en las intervenciones en la comunidad se trata
de modificar el medio en el que viven las personas con la finalidad de ayudar a muchas
personas a prevenir o resolver problemas o adquirir nuevas capacidades. Hay dos formas
básicas de modificar el medio físico y social: introducir cambios en instituciones y programas
existentes (hospitales, escuelas, centros de salud mental, prisiones) o crear nuevos servicios y
programas (pisos protegidos, grupos de autoayuda para padres que maltratan a sus hijos,
programas de prevención del infarto, redes de apoyo social para personas mayores o solas).
Aunque las habilidades clínicas (p.ej., las de comunicación interpersonal y resolución de
problemas) son igualmente útiles para las intervenciones comunitarias, estas requieren además
una competencia para entenderse con las organizaciones sociales. Las intervenciones
comunitarias tienen varios peligros de los que conviene ser consciente: a) la intervención puede
satisfacer no tanto los objetivos de los miembros de la comunidad, sino los de la clase dirigente
política y económica (clase alta y media-alta); b) la intervención puede ir dirigida simplemente a
cubrir un expediente sin que haya una intención verdadera de cambiar las cosas (p.ej., ciertos
programas de reinserción); c) la intervención puede estar muy centrada en los efectos a corto
plazo, olvidando los efectos a largo plazo y las posibles repercusiones de la intervención en
distintos sectores sociales. Por último, el fracaso de una intervención comunitaria tiene
mayores repercusiones que las de una intervención con individuos, familias o grupos. Los
posibles efectos perjudiciales pueden afectar a más personas y además influir negativamente
en la puesta en marcha o continuación de otras intervenciones comunitarias que verán
disminuir o desaparecer sus recursos.
MODELOS DE INTERVENCIÓN Existen diferentes modelos teóricos que varían en diversos
aspectos importantes tales como: forma de concebir la conducta normal y anormal y los
trastornos psicológicos, variables relevantes en el desarrollo y mantenimiento de dichas
conductas y trastornos, relaciones existentes entre dichas variables, modos de recoger los
datos pertinentes, objetivos a conseguir con la intervención y modo de llevar a cabo esta. Un
modelo permite organizar la información adquirida, facilita la comunicación con otros
profesionales que siguen el mismo modelo y es una guía que orienta la toma de decisiones del
clínico y la investigación. Existen distintos tipos de orientaciones terapéuticas. A continuación
se presentará el modelo médico u orgánico y el comunitario y después los modelos dinámicos,
fenomenológicos, sistémicos y conductuales (incluyendo los cognitivo-conductuales). Luego, se
abordará la cuestión de los factores comunes entre los modelos y la posible integración de
estos modelos
MODELO MÉDICO U ORGÁNICO La conducta anormal se considera el resultado de
alteraciones biológicas heredadas o adquiridas, estructurales o funcionales, que afectan al
sistema nervioso; se considera que la etiología básica es de tipo orgánico. El tratamiento a
seguir sería de tipo médico (fármacos, psicocirugía, terapia electroconvulsiva). En medicina se
distinguen tres tipos de trastornos o enfermedades:
- Infeccioso. Causado por bacterias o virus. Ejemplos serían la gripe, la hepatitis, ciertas
úlceras, el SIDA. En el campo psicológico, algunas conductas patológicas asociadas con la
parálisis general progresiva causada por la espiroqueta sifilítica.
- Traumático. Causado por golpes o sustancias tóxicas. Ejemplos serían las fracturas y los
envenenamientos. En el campo psicológico, las conductas patológicas producidas por lesiones
durante el parto, traumas craneales o ingestión de productos tóxicos (incluidos el alcohol y las
drogas). Podrían considerarse aquí ciertos retrasos mentales, las psicosis tóxicas y los
trastornos de ansiedad y depresión inducidos por el consumo de ciertas drogas.
- Sistémico. Causado por la alteración de un órgano o sistema de órganos. Ejemplos serían la
apendicitis, el cáncer, las gastritis, la diabetes. En el campo psicológico, la esquizofrenia y la
depresión, entre otros trastornos, se han explicado por la disfunción de procesos
neuroquímicos cerebrales tales como la carencia de ciertos neurotransmisores.
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MODELO COMUNITARIO Sus principios básicos son: La conducta humana depende de la
interacción de la persona con su medio, incluyendo en este último, factores ambientales,
interpersonales y sociales. Así, la drogodependencia no depende sólo de factores biológicos o
psicológicos, sino también de variables sociales. - Para facilitar el ajuste entre la persona y su
medio se requiere crear nuevos recursos o alternativas sociales (en la familia, escuela, otras
instituciones, entorno urbano) así como desarrollar las propias competencias personales. Así
pues, se enfatiza más el desarrollo de nuevos recursos y competencias que la simple
eliminación de problemas.
- Se enfatiza la prevención secundaria y primaria, especialmente esta última. La prevención
secundaria consiste en la detección temprana de problemas, cuando aún están en fase
incipiente, con el fin de intervenir rápidamente para resolverlos y prevenir su agravamiento o el
surgimiento de consecuencias indeseables. La prevención primaria va dirigida a evitar el
surgimiento de futuros problemas; se basa para ello en cambios del medio social (organización
escolar, entorno urbano, etc.) y en la creación de recursos interpersonales (formación de
padres, parejas, educadores, policías, personal sanitario); en este último caso se busca actuar
sobre personas que influyen sobre otras personas y permiten que los cambios se extiendan.
Ejemplos de prevención primaria: trabajar con hijos de esquizofrénicos y sus familias para
reducir el porcentaje de trastornos psicóticos futuros; programas de educación sexual para
prevenir embarazos en adolescentes; promoción del preservativo para evitar el SIDA.
Ejemplos de prevención secundaria: programas con adolescentes que han cometido un hecho
delictivo para que no se conviertan en delincuentes; programas para reducir el consumo de
drogas cuando este está en sus primeras fases. - El psicólogo tiene una función psicoeducativa
en la que forma a otras personas (padres, educadores, enfermeras, conductores de grupos de
autoayuda) para que se conviertan en agentes de cambio en la comunidad (paraprofesionales).

MODELOS PSICODINÁMICOS Estos modelos comparten varios supuestos básicos:


- Determinismo. El comportamiento humano está determinado y depende fundamentalmente
de factores intrapsíquicos tales como impulsos, deseos, motivos y conflictos internos. En el
psicoanálisis clásico, pero no en otras escuelas psicoanalíticas, se enfatizan los determinantes
biológicos (impulsos sexuales y agresivos).
- Énfasis en el papel del conflicto. Se considera que este es básico en el desarrollo de los
síntomas neuróticos. Normalmente se considera que los impulsos internos buscan manifestarse
y lograr gratificación en contra de las prohibiciones y límites socioculturales. Los síntomas
neuróticos son vistos como compromisos para intentar resolver este conflicto. Desde la
perspectiva psicoanalítica clásica se considera que el conflicto no resuelto entre el ello
(necesidades instintivas) y un superyó (valores y normas sociales transmitidas por los padres)
sobrepunitivo e inhibidor es la causa fundamental de los trastornos psicológicos. Este conflicto
es exacerbado por los defectos del yo –la tercera estructura psicológica– que impiden la
elaboración de defensas apropiadas que permitirían una reducción de la tensión.
# El ello es la estructura más antigua, contiene todos los instintos básicos (sexuales y
agresivos) sin socializar, es la fuente de la energía psíquica, es básicamente inconsciente y se
rige por el principio del placer.
El superyó surge a través de la internalización de las normas y valores sociales tal como son
presentados por los padres y otras figuras de referencia, es parcialmente inconsciente y se
encarga de vigilar y castigar las actividades del ello.
El yo está situado entre las otras dos estructuras y se encarga de regular la interacción entre
estas, de modo que puedan satisfacerse las necesidades básicas sin vulnerar las normas
existentes. El yo es básicamente consciente, se rige por el principio de realidad y entre sus
funciones se cuentan también la percepción, el aprendizaje y la autorregulación.
# Según Freud, el conflicto surge de la disputa entre la necesidad de satisfacer los impulsos
básicos (sexuales, agresivos) y las defensas elaboradas para inhibir la expresión consciente de
estos impulsos. Los síntomas son un intento de solución, una forma fallida de resolver estos
conflictos estableciendo un compromiso entre ambos tipos de fuerzas. Los síntomas
constituyen una expresión simbólica del conflicto y suponen una satisfacción parcial de los
instintos; sin embargo, el superyó actúa contra esta gratificación, lo que aumenta el malestar y
el sufrimiento. Como ejemplo, la evitación agorafóbica de una mujer puede concebirse como el
compromiso entre el deseo de seducir a los hombres y la defensa en contra de este deseo. -
Importancia de la historia de desarrollo. Se enfatiza que el comportamiento humano está
determinado significativamente por la historia de desarrollo de la persona. Muchos conflictos
básicos surgen en la infancia y niñez. La satisfacción o frustración en estos periodos de
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impulsos y necesidades básicas del niño en las relaciones de este con sus padres u otras
figuras importantes (p.ej., hermanos, maestros) y la eficacia en resolver los conflictos surgidos
determinan el funcionamiento de la persona en etapas posteriores de la vida. De aquí la
importancia concedida a las experiencias históricas en comparación al aquí y ahora. Sin
embargo, ciertas escuelas enfatizan también el papel de las experiencias presentes. -
Determinismo múltiple. La ocurrencia de una acción o pensamiento depende de la influencia de
múltiples factores diferentes que operan simultáneamente, aunque pueden variar en el grado
en que contribuyen a explicar el fenómeno analizado. Por ejemplo, el orden obsesivo y la
tacañería son el producto de varios factores: entrenamiento muy estricto en el control de
esfínteres, preocupación parental por la suciedad y placer del niño al retener las heces. -
Énfasis en los procesos inconscientes. Muchos de los determinantes del comportamiento son
inconscientes. se considera que la conducta comunica algo acerca de sus determinantes y se
cree además frecuentemente que dicha comunicación es metafórica o simbólica. De aquí la
importancia dada a los sueños, lapsus linguae, chistes, conductas no verbales y el significado
simbólico de los síntomas neuróticos.
- Importancia de los mecanismos de defensa. Los conflictos psicológicos producen ansiedad
que la persona intenta reducir empleando mecanismos de defensa. Estos son procesos
psicológicos automáticos, generalmente inconscientes, que protegen a la persona de la
ansiedad y del conocimiento de agentes estresantes internos o externos. Algunos de ellos son:
# Desplazamiento. Un sentimiento o respuesta a un objeto es transferido a otro objeto menos
amenazante. Por ejemplo, mostrarse agresivo con los hijos en vez de con los jefes del trabajo.
# Formación reactiva. Expresión de pensamientos, sentimientos o conductas que son los
opuestos a los que realmente tiene la persona, los cuales son inaceptables y suelen reprimirse.
Por ejemplo, hijo que odia a su padre, pero muestra una preocupación exagerada por él y un
afecto desbordante.
# Negación. No querer reconocer algún aspecto doloroso de la realidad externa o de la
experiencia subjetiva que sería aparente para los demás. Por ejemplo, una persona que no
quiere reconocer que su pareja sigue con ella por interés, no por amor. Se habla de negación
psicótica cuando hay un gran deterioro en la prueba de la realidad.
# Proyección. Atribución falsa a otra persona de los propios sentimientos, impulsos o
pensamientos inaceptables. Sería el caso de tenerle antipatía a alguien, pero pensar que es
este quién quiere hacernos daño.
# Racionalización. Ocultamiento de las verdaderas motivaciones de los propios pensamientos,
acciones o sentimientos a través de la elaboración de explicaciones tranquilizadoras, pero
incorrectas. Por ejemplo, criticar severamente el comportamiento de una persona a la que se
detesta y decir que es por su bien.
# Represión. Bloqueo inconsciente de los deseos, pensamientos o experiencias
amenazadores para impedir que lleguen a la conciencia. El componente afectivo puede
permanecer consciente, separado de las ideas asociadas. No hay que confundir la represión
con la supresión, un intento consciente de no pensar en problemas, deseos, sentimientos o
experiencias perturbadores (p.ej., empleando distracción).
MODELOS FENOMENOLÓGICOS Pueden encuadrarse aquí la terapia centrada en el cliente,
la terapia gestáltica, el análisis transaccional, el psicodrama, la bioenergética y la terapia
existencial. Autores representativos son Rogers, Perls, Berne, Moreno, Lowen, May y Frankl.
Las características básicas de los modelos fenomenológicos
–también llamados humanistas o, lo que es cada vez más frecuente, experienciales– son las
siguientes:
- Autonomía personal y responsabilidad social. Por un lado, el ser humano es capaz de
dirigir su propio desarrollo y de tomar decisiones, y es responsable de sus actos. Por otro, esta
autonomía personal es la que permite ser responsable ante la sociedad. De hecho, se tiende a
considerar contraproducente ofrecer ayuda directa a un cliente para resolver sus problemas,
puesto que de este modo el cliente puede hacerse más dependiente del terapeuta y perder la
oportunidad de que sus ideas y sentimientos sean su guía.
- Autorrealización. Cada persona posee de forma innata un potencial de crecimiento o
autorrealización, una tendencia a desarrollarse y a progresar hacia la madurez. Las personas
son vistas como básicamente buenas y orientadas hacia metas positivas (amor, felicidad,
armonía, creatividad)..
La psicoterapia centrada en el cliente Las características de la psicoterapia centrada en el
cliente de Rogers son las siguientes:
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- Confianza en la capacidad de la persona para dirigir su propia vida (saber lo que le perturba,
tomar decisiones, etc.).
- El crecimiento de una persona depende de esta tendencia innata a la autorrealización y de un
sistema de evaluación de las experiencias como positivas o negativas según sean congruentes
o no con la tendencia anterior. (Autorrealización no significa egoísmo, ya que aquella da valor a
los otros.) En este proceso de crecimiento, que tiene lugar en interacción con el medio, se
desarrolla el concepto de sí mismo como diferenciado del mundo exterior.
- El sistema de evaluación de las experiencias depende por una parte de sentimientos directos
u organísmicos (algo es valorado directamente como positivo o negativo según el grado en que
es congruente con la tendencia a la autorrealización
La terapia gestáltica Representada por autores como Fritz Perls, Laura Perls, Goodman,
Simkin, Weisz y Hefferline, sus características son las siguientes: - Cada persona tiene una
tendencia natural a completar su existencia (a autorrealizarse), a satisfacer sus necesidades y
deseos legítimos.
- Cada persona es responsable de su conducta.
- Se enfatiza el aquí y ahora. Se busca que el cliente no se refugie en el pasado.
- Se persigue que el cliente tome conciencia de sus necesidades, emociones y demandas del
medio (tanto positivas como negativas), más allá de las intelectualizaciones e interpretaciones.
- La conciencia de la persona puede resultar distorsionada o incompleta al tratar de evitar el
conflicto entre las propias necesidades y las exigencias del medio. Se ve al paciente como una
serie de polaridades (mandón-sumiso, sociable-retraído), de modo que tiende a centrarse
sobre un polo y a evitar el otro. Para el polo que produce temor por sí mismo o por sus posibles
repercusiones se construyen defensas y bloqueos.

MODELOS SISTÉMICOS Representados por autores como Watzlawick, Minuchin, Haley y


Selvini-Palazzoli, las características de estos modelos son las siguientes: - Enfatizan el papel
de los sistemas interpersonales. Para entender la conducta y la experiencia de un miembro de
un sistema (p.ej., la familia), hay que considerar las del resto de sus miembros. Según Feixas y
Miró (1993), un sistema es un conjunto de elementos dinámicamente estructurados, cuya
totalidad genera unas propiedades que, en parte, son independientes de aquellas que poseen
sus elementos por separado. Por tanto, para comprender un sistema, hay que considerar sus
elementos, las propiedades y comportamiento de estos, la interacción entre los mismos y las
propiedades de la totalidad. - Los sistemas, tales como las familias y los grupos, tienen varias
propiedades:
# Sistema abierto. El sistema es abierto en tanto intercambia información con el medio.
Además, las normas de funcionamiento del sistema son en parte independientes de las que
rigen el comportamiento de cada miembro.
# Estructura. Incluye:
a) El grado de claridad, difusión o rigidez de los límites entre los miembros del sistema; este se
compone de varios subsistemas (marido-esposa, padre-hijo, hermanos) entre los que existen
límites más o menos definidos que pueden ser difusos, claros o rígidos. Los subsistemas
fundamentales son el conyugal, el parental (que puede llegar a incluir a algún abuelo o hijo con
funciones parentales) y el de hermanos.
b) El grado en que existe una jerarquía (quién está a cargo de quién y de qué).
c) El grado de diferenciación o medida en que los miembros del sistema tienen identidades
separadas sin dejar de mantener el sentido del sistema como un todo.
+ Los límites son las reglas que definen quien participa con quién y en qué tipo de
situaciones y quién es excluido de este tipo de situaciones. Por ejemplo, los niños no deben
participar en las discusiones de los padres, los hijos mayores tienen ciertos derechos negados
a los más pequeños, etc.
+ La triangulación es un tipo de disfunción asociada con la estructura familiar. Consiste en
intentar enmascarar los conflictos entre dos personas involucrando a una tercera, de modo que
las características de esta, especialmente sus problemas, se convierten en el foco de la
interacción. Así, una pareja con dificultades matrimoniales puede centrarse en algún trastorno
de su hijo (problemas en la escuela, drogadicción) en vez de en sus problemas maritales.
+ La coalición es otro tipo de disfunción y consiste en una unión entre dos miembros de una
familia en contra de un tercero; por ejemplo, progenitor e hijo contra el otro progenitor.
# Interdependencia. Los miembros de un sistema se influyen mutuamente a través de las
pautas de interacción existentes y, en concreto, mediante mecanismos de retroalimentación
positiva (facilitadora) y negativa (correctora). Se considera que existen relaciones no de
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causalidad lineal, sino de influencia recíproca o causalidad circular (la conducta de A depende
de la de B y viceversa). Por ejemplo, la capacidad de iniciativa de B favorece la pasividad de A
y esta pasividad refuerza la toma de iniciativas por parte de B.
# Regulación. Los patrones de interacción que existen en los sistemas tienden a ser muy
estables y predecibles. Además, se da una tendencia al equilibrio. Los sistemas tienen unos
mecanismos que regulan y mantienen los patrones de interacción, de modo que se maximizan
las posibilidades de que el sistema se mantenga. Cualquier cambio percibido que amenace al
sistema intentará ser neutralizado, ya sea actuando sobre la persona desviada para que se
adapte de nuevo ya sea relegándola o expulsándola ya sea mediante cambios compensatorios
por parte de otro u otros miembros del sistema. Supongamos que una mujer critica al marido
por su poca comunicación ante lo cual la respuesta normal de este es retraerse aún más. Si en
alguna ocasión él explota diciendo que no quiere hablar porque le preocupan cosas de su
trabajo, la mujer que supuestamente quería estimular la comunicación puede contestarle que
sólo piensa en su trabajo. Este comentario podría tener la función de restablecer el equilibrio:
mantenimiento de la distancia y nivel bajo de intimidad en la relación. (Claro, que la mujer
también podría querer hablar de otras cosas que no fueran el trabajo.)
# Adaptación o cambio. Se refiere al grado en que el sistema puede cambiar y desarrollar un
nuevo equilibrio en respuesta a crisis o retos a su estabilidad: nacimiento de un niño, abandono
del hogar por parte de un hijo, muerte del cónyuge, entrada en la adolescencia, pérdida del
trabajo, divorcio, embarazo de la hija adolescente, etc.
# Comunicación. Los miembros de un sistema se comunican entre sí y se han distinguido
varios principios básicos de tipo comunicacional: + Es imposible no comunicar. En un contexto
de interacción social cualquier conducta (incluido el silencio) comunica algo. En las situaciones
en las que uno no quiere comunicarse pueden aparecer técnicas de descalificación o recursos
para comunicar sin comunicar (contradecirse, cambiar continuamente de tema, perderse en
cuestiones tangenciales, hablar de un modo oscuro, generar malentendidos, no acabar las
frases) y síntomas como compromiso (fingir o autoconvencerse de deficiencias que
imposibilitan la comunicación: sueño, sordera o desconocimiento del idioma en una
conversación normal).
+ En toda comunicación pueden distinguirse aspectos de contenido, generalmente expresados
por medios verbales, y aspectos relacionales, los cuales vienen definidos normalmente por el
comportamiento no verbal (tono de voz, gestos, etc.); sin embargo, la relación puede venir
también definida por las características de la situación y por ciertos contenidos verbales (p.ej.,
decir que se va a contar un chiste para indicar que el mensaje no va en serio). Los aspectos
relacionales califican la información expresada en el contenido del mensaje.
MODELOS CONDUCTUALES Y COGNITIVO-CONDUCTUALES Representados por autores
como Skinner, Kazdin, Wolpe, Marks, Eysenck, Rachman, Beck, Ellis, Meichenbaum, Bandura,
Clark y Salkovskis, las características de los modelos son las siguientes:
- Se supone que la mayor parte de las conductas consideradas inadecuadas se adquieren,
mantienen y cambian según los mismos principios que regulan las conductas consideradas
adecuadas. Tanto unas como otras son principalmente, aunque no exclusivamente, una
consecuencia de la historia de aprendizaje. (El aprendizaje se concibe en un sentido amplio e
incluye el condicionamiento clásico y operante, el modelado, la transmisión de información y los
procesos cognitivos implicados.)
# No todas las conductas inadecuadas resultan básicamente de un aprendizaje. Se tiende a
considerar que los trastornos psicóticos, el autismo, el trastorno maníacodepresivo y el retraso
mental tienen importantes determinantes orgánicos, aunque los factores ambientales también
influyen. Estas alteraciones no pueden ser “curadas” por la terapia conductual o cognitivo-
conductual (TCC a partir de ahora para denominar a ambas terapias), pero esta puede ayudar
dentro de unos límites a las personas afectadas.
- Se considera que la mayor parte de las conductas inadecuadas (y las adecuadas también)
pueden ser modificadas a través de la aplicación de principios psicológicos, especialmente los
del aprendizaje. Esto no quiere decir que en todos los casos puedan ser modificadas en la
extensión deseada, al menos con las técnicas de que actualmente se dispone en TCC.
# En algunos pacientes con determinados trastornos (p.ej., ansiedad, depresión unipolar no
psicótica, dependencia de sustancias) puede ser conveniente la combinación de la TCC con la
terapia farmacológica. En otros trastornos (p.ej., esquizofrenia crónica, trastorno bipolar,
trastorno de déficit de atención con hiperactividad), el tratamiento combinado es claramente el
más eficaz y sin la medicación, los efectos de la TCC serían nulos o leves.
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ÁREAS GENERALES DE INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA

Es importante estructurar en áreas de intervención en torno a cuatro áreas psicológicas:


  Área del Pensamiento
  Área de las Emociones
  Área del Comportamiento
  Área Social

ÁREA DEL PENSAMIENTO


La intervención en el área de pensamiento va desde: Las alteraciones más leves, como pueden
ser las distorsiones, o sesgos cognitivos; como por ejemplo el pensamiento irracional, que
básicamente consiste en exagerar la ocurrencia, frecuencia, y gravedad, de las contrariedades;
a las más graves, como pueden ser las psicosis.
Por ejemplo:
La expresión "No puedo soportar a la gente mal intencionada"
Esta frase aparentemente corriente es una exageración que genera emociones intensas,
duraderas y negativas.
¿Por qué?

ESQUEMA TERAPIA RACIONAL EMOTIVA. Situación genera pensamiento que provoca


emoción que colorea una conducta.
La razón es la expresión "No puedo soportar". Realmente, no se puede soportar la falta de
necesidades básicas o fisiológicas, pero a la gente mal intencionada... sí se puede soportar,
aunque no sea agradable.
Cuando equiparamos tener que aguantar, tolerar o estar con "gente mal intencionada" con la
falta de salud, satisfacciones básicas (comida, bebida o cobijo) estamos metiendo todo el rango
de intensidad dentro del mismo saco.
Para la expresión con la que ejemplificamos esta distorsión cognitiva, sería mucho más
apropiada y racional utilizar expresiones como:
 "no me agrada"
 "no me gusta"
 "no estoy cómodo con gente así..."
(con gente mal intencionada)
Nuestro cerebro procesaría esta expresión de modo menos intenso, menos duradero, y con
más objetividad. Lo cual redundaría en un mejor manejo de las emociones que se derivan de
ellas.
Cuando esto ocurre con una expresión, de vez en cuando, no genera un estado emocional
adverso, simplemente genera un momento emocional alterado en ese preciso momento,
exagerado. Pero, cuando expresiones como esta y otras del estilo de:
 "Necesito gente a mi alrededor que me dé seguridad"
 "Me preocupo por las cosas que debo hacer y que no hago"
 "Siempre estoy pendiente de los demás"
 "Debería ser más eficaz"
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 "Es imposible ser feliz"
…son utilizadas con frecuencia, la acumulación sistemática de emociones negativas,
duraderas e intensas genera por exageración un estado de ánimo adverso que, cuando se
mantienen en el tiempo, puede ser el origen de trastornos más graves como la ansiedad,
la depresión o la obsesividad, entre otros.

ÁREA DE LAS EMOCIONES


Las alteraciones emocionales también pasan por un continuo de gravedad, que va desde las
más leves:
Tristeza persistente
Su expresión psicopatológica es la distimia (trastorno depresivo de baja intensidad y
duradero)-, celos suaves, (cuya expresión psicopatológica es la celotipia),
Preocupaciones persistentes, miedo
Cuyas expresiones en términos de psicología clínica son ansiedad generalizada y fobias
específicas);
A las más graves, como pueden ser:

Depresiones mayores
Trastorno de ansiedad discapacitantes (fobia social, agorafobia, hipocondría)

SITUACIÓN GENERA PENSAMIENTO


PROVOCA PINTA EMOCIÓN
CONDUCTA

ÁREA DEL COMPORTAMIENTO


El comportamiento, es fruto de la cadena de la conducta . Es decir, es el producto final de los
pensamientos y emociones que genera una determinada situación. Dicha conducta
quedará coloreada emocionalmente y su resultado en términos de consecuencias (positivas o
negativas) vendrá determinado por dicha cadena.

Observar la cadena de conducta que se entiende de la siguiente manera:

Sean como sean, las consecuencias, positivas o negativas, éstas retroalimentan nuestra auto-
imagen, hablándonos de lo bien o mal que hacemos las cosas y configurando nuestra
autoestima.
Una de las dificultades con las que nos solemos encontrar a la hora de pensar sobre una
determinada situación, son los sesgos cognitivos, las distorsiones y el pensamiento irracional.
Utilizando la analogía mente/ordenador, el pensamiento irracional viene a ser lo que los virus
son a nuestros instrumentos informáticos. Hay virus pequeños que producen molestias
pequeñas, hay virus mayores que ralentizan o paralizan y hay virus grandes que estropean
nuestros instrumentos. En el caso de la mente ocurre algo parecido; hay sesgos distorsiones y
pensamientos irracionales que nos generan emociones exageradas, coloreando nuestro
comportamiento de un modo intenso, duradero y casi siempre negativo. Esto en pequeñas
proporciones produce molestias y desadaptaciones, pero cuando, por acumulación se juntan
muchas de estas distorsiones o exageraciones, podemos provocarnos a nosotros mismos un
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estado emocional alterado. Si no se soluciona, puede dar pie a trastornos psicológicos que
impiden que nuestra mente (ordenador) funcione con fluidez y eficacia.

ÁREA SOCIAL
Entendemos la intervención social psicológica de un modo sistémico. Es decir concebimos a
los individuos como componentes de diferentes sistemas: pareja, familia, trabajo, equipo
deportivo, organizaciones, etc. Cuando un cliente acude a nosotros con un problema con su
pareja, familia, o en el trabajo, entendemos que ese cliente es un síntoma de un sistema que
probablemente no esté funcionando bien y estropea sus integrantes.
Qué hace el Psicólogo cuando un sistema o esfera no funciona
Analizamos la repercusión que ese sistema está teniendo en la vida de nuestro cliente y la
idoneidad o no de adaptarse o alejarse.
No obstante, no siempre son los sistemas los que no funcionan bien. En otras ocasiones somos
las propias personas las que no nos adaptamos convenientemente a determinadas
circunstancias. Y estas pueden generar en nosotros mismos problemas de tipo de dependencia
afectiva, de pareja, timidez, celos inadaptación a las condiciones laborales, retraimiento social,
aislamiento, abuso de sustancias…
En estos casos también se hace un análisis se efectúa un diagnóstico y se propone una
intervención que ataje el/los problemas
Este es un listado de todos los problemas psicológicos, emocionales y psicosomáticos más
comunes que se trata en terapia

Áreas de intervención
fectivo - emocionales
Depresión y Estados de ánimo
Ansiedad y Fobias
Estrés y Trastorno de Estrés Postraumático (TEP)
Duelo
Traumas
Pensamiento
Personalidad
Distorsiones
Obsesividad y Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC)
Celos
Autoestima y Autoconcepto
Crisis Vitales
Problemas Existenciales y Conflictos Internos
Conducta
Sueño
Adicciones
Tecnologías
Adicción al móvil
Adicción Redes sociales:
Depresión
Problemas de Autoimagen
Adicción a Instagram
Adicción a TikTok
Adicción a Whatsapp
Adicción a Youtube
Adicción a Internet
Adicción a Videojuegos
Ludopatía y Adicción al Juego
Otros
Sexualidad
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Impulsividad

Social
Pareja
Dependencia afectiva
Timidez
Celotipia
Familia
Trabajo
Informes periciales psicológicos
Periciales
Forenses
Clínicos
Psicopedagógicos
Trastornos Infantiles y Juveniles
Aprendizaje
Inteligencia emocional y Conducta
Adaptación
Alteraciones clínicas
Acoso y Bullying

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