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LA COMPLETA SANIDAD DE UN PARALÍTICO

Mateo 9.1-8.
Cuando Jesús retornó “a su propio pueblo” –Capernaúm, la noticia de su presencia concitó
una multitud, que llenó la casa –probablemente la casa de Pedro, y hasta el patio de la
misma. Tanta gente se acercó para ver a Jesús, que el acceso a la puerta quedó bloqueado.
Muchos venían sólo para satisfacer su curiosidad; otros para encontrar faltas en el
Maestro; pero algunos traían verdadera necesidad. Fue así que cuatro hombres se
acercaron a la casa, cargando a un hombre en una camilla.
Este hombre estaba muy enfermo, completamente paralítico. Pero sin duda, su mayor
aflicción no se debía al impedimento físico sino a la vida pecaminosa que había tenido.
Con toda seguridad su enfermedad de parálisis era el resultado de una vida de disipación.
Él era alguien consciente de no estar preparado para morir, que sufría por el peso de su
culpabilidad y sus pecados. Él necesitaba sanidad física, pero su mayor necesidad era
espiritual; nada podía hacer por sí mismo, en ningún sentido. Sólo Jesús lo podía ayudar.
Los amigos del paralítico “Pero no hallando cómo hacerlo a causa de la multitud,
subieron encima de la casa, y por el tejado le bajaron con el lecho, poniéndole en medio,
delante de Jesús.” Lucas 5.19. Jesús, dándose cuenta de la necesidad del enfermo, así
como de la fe tan dispuesta de sus cuatro amigos (“Al ver Jesús la fe ellos”) atendió la
necesidad más urgente, diciéndole al paralítico: “Anímate, hijo, tus pecados te son
perdonados.”
Cuando los maestros de la ley presentes oyeron sus palabras, comenzaron a acusar a Jesús
de blasfemia. Viendo que Jesús empleaba la prerrogativa divina de perdonar pecados,
concluyeron que Jesús quería hacerse igual a Dios. Ellos no entendían que ¡Jesús es Dios!
y que frente a ellos se estaba descifrando “el gran misterio de la piedad” 1Timoteo 3.16,
que es Dios manifestándose en carne.
Jesús confrontó los pensamientos de ellos con esta pregunta: “¿Qué es más fácil, decir:
‘Tus pecados quedan perdonados’, o decir: ‘Levántate y anda’?” Y no esperó la respuesta
de ellos, sino que dio al paralítico la orden: “Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.”
El hombre fue sanado inmediatamente, se levantó y comenzó a caminar. Esto silenció a
los críticos de Jesús y asombró a todos los presentes, que glorificaron al Señor por el gran
milagro.
Hay elementos muy importantes que debemos apreciar aquí. En primer lugar, la visión y
determinación tan claras de los cuatro amigos; sin su esfuerzo y cooperación el paralítico
nunca hubiera llegado a los pies de Jesús. En segundo lugar, la fe obediente del paralítico;
él no fue sanado mientras yacía postrado, sino que tuvo que levantarse, recoger su camilla
y caminar. El milagro no hubiera tenido lugar sin todos estos elementos. También hay un
par de lecciones fundamentales que aprendemos de Jesús. En primer lugar, que para Él lo
más importante es perdonar al hombre. Y lo segundo es que la oposición y la crítica de la
Iglesia se acallan con señales y prodigios, no con palabras.
EL PARALÍTICO DE BETESDA ES LEVANTADO
Juan 5.1-14.
Había en Jerusalén un estanque de nombre “Betesda”, palabra que en hebreo significa
“Casa de la Misericordia”. A Betesda se podía llegar a través de cinco puertas diferentes.
En la Biblia, el número cinco representa la gracia de Dios, en tanto que el agua suele
representar la presencia misma de Dios. ¡Así que, es por su gracia que podemos entrar a su
presencia! Cada tanto día, el agua de Betesda era revuelta por un ángel y cuando esto
sucedía, el primer enfermo que lograba llegar al agua, quedaba instantáneamente sano. Por
eso alrededor del estante había siempre una multitud de enfermos esperando con paciencia
su oportunidad.
Jesús fue a Betesda para encontrar a este hombre que hacía treinta y ocho años estaba
lisiado. Claro está que Jesús conocía el motivo por el cual este hombre estaba allí, pero
aun así le preguntó: “¿Quieres ser sano?”. Jesús quería que este hombre expresara su
deseo de sanidad. El principio aquí es que debemos decirle a Dios cuál es nuestra
necesidad.
Ante la pregunta de Jesús, el paralítico de Betesda simplemente tenía que decir “sí,
quiero”; pero él respondió que no tenía quien lo ayudara a introducirse al estanque. Aquí
tenemos un caso de falta de fe; el de un hombre acostumbrado a recibir ayuda de otros.
Como muchas personas, el paralítico andaba buscando “medios”. Muchos en su necesidad,
se aferran a diferentes cosas; y algunos dependen de la fe y la oración de otros; pero para
recibir sanidad de Dios no se necesita otro medio que la fe personal, y, ante todo, el deseo
de ser sanado. Este hombre parecía ya resignado; no obstante, ello, Jesús le dio la orden:
“Levántate, toma tu lecho, y anda” V. 8, y el paralítico que llevaba treinta y ocho años
postrado, fue sanado inmediatamente. ¡Aleluya!
Aquí hay tres lecciones para nosotros.
1. “Levántate”: debemos creer y obedecer el mandato de Dios, lo más pronto posible.
2. “Toma tu camilla”: la sanidad llega para que vivamos para el Señor. Llevar la
camilla es mostrar a otros de dónde nos ha levantado nuestro Señor Jesús.
3. “Anda”: Jamás debemos retroceder. Si una persona es sanada y luego ella vuelve a
la vida de pecado, es probable
que adquiera una enfermedad más grave: “Mira, has sido sanado; no peques más, para
que no te venga alguna cosa peor.” V. 14.
Heb 5:12 Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de
que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y
habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido.
CONCLUSIÓN. - Dios te ha levantado para que todos puedan ver su obra en ti; para que
la voz de tus enemigos sea silenciada; para que camines en victoria y santidad.
“Levántate, toma tu camilla y anda”.
•¿Cómo piensas que puedes mejorar tu caminar delante del Señor esta semana?

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