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El documento explica cómo Dios le dio identidad a las cosas al nombrarlas en la creación. También discute cómo las personas obtienen su identidad a través de sus nombres, trabajos y ministerios. Sin embargo, muchas veces la identidad de una persona se basa en lo que otros dicen de ellos, lo cual puede ser negativo. La conclusión es que la verdadera identidad de una persona viene de lo que Dios piensa de ellos como sus hijos amados.
El documento explica cómo Dios le dio identidad a las cosas al nombrarlas en la creación. También discute cómo las personas obtienen su identidad a través de sus nombres, trabajos y ministerios. Sin embargo, muchas veces la identidad de una persona se basa en lo que otros dicen de ellos, lo cual puede ser negativo. La conclusión es que la verdadera identidad de una persona viene de lo que Dios piensa de ellos como sus hijos amados.
El documento explica cómo Dios le dio identidad a las cosas al nombrarlas en la creación. También discute cómo las personas obtienen su identidad a través de sus nombres, trabajos y ministerios. Sin embargo, muchas veces la identidad de una persona se basa en lo que otros dicen de ellos, lo cual puede ser negativo. La conclusión es que la verdadera identidad de una persona viene de lo que Dios piensa de ellos como sus hijos amados.
¿Qué hace Dios en los vs 5, 8, 10? Cap1 ¡Exacto! ¡Muy bien!
“Llamar” se refiere a “llamar por nombre”, ponerle nombre a algo o alguien. Y al darle nombre le estás dando identidad. Ya no es más “ese”, “esa”, “aquel” o “aquella”, no. Ahora tiene nombre, se llama Esteban, Federico, Diana, Bianca, Ana, o como quieras llamarlos. Y el nombre te da identidad. Dios llamó y puso nombres: Día, Noche, Cielos, Tierra, Mares. Con la palabra les dio identidad. Antes de que Dios hablara no había identidad. Antes de que Dios llamara: Había luz y oscuridad, pero no era Día y Noche. Había expansión, pero no era Cielos. Estaba lo seco, pero no era Tierra. Había reunión de aguas, pero no eran Mares. ¿Entiendes? La palabra de Dios trajo una nueva identidad a todo lo que había sido creado (bueno... a todo no, una buena parte del trabajo se lo dejó a Adán en el capítulo 2). La palabra estableció identidad. Y YO, ¿QUIÉN SOY? Cuando nos preguntan acerca de nuestra identidad (“quien soy”) lo primero que respondemos es con nuestro nombre. Soy Edgardo Marcelo Tosoni, hijo de Irene y Adelqui Tosoni. Otras veces respondemos en base a nuestra profesión o trabajo: soy psicólogo, soy docente, soy técnico químico, soy secretaria, soy estudiante de medicina, soy actriz, soy plomero, soy estudiante secundario... Otras veces respondemos según nuestro ministerio: soy pastor, soy líder, soy maestra de niños, soy el director de alabanza, soy la primera voz del coro de mi iglesia, soy músico, soy profeta, soy evangelista... Hasta aquí todo bien, es lo que habitualmente responderíamos. Es nuestra identidad “social”, delante de los demás. Pero, ¿qué pensamos realmente de nosotros mismos? Muy adentro nuestro, ¿cómo nos vemos? Lejos de todas las “apariencias”, ¿quiénes somos realmente? Generalmente somos lo que los demás dicen o piensan de nosotros, y al escucharlo tantas veces lo terminamos “creyendo” como una verdad en nuestras vidas. “Soy lo que otros dicen o piensan de mi”. Si lo que dicen de mi es positivo, sano, lindo, ¡todo bien!, me lo creo y lo disfruto... El único problema con esto, es cuando esas mismas personas tienen un mal día y dejan de decirme cosas lindas... Entonces ya no soy “la princesita de papá” sino la “loca como tu madre”. Mucho peor es cuando lo que dicen de mi es negativo, feo o desagradable... Mi identidad se hace polvo. Eres “ridículo”, “mentirosa”, “falso”, “ladrón”, “vago”, “inútil”, “mala” Nos sentimos rechazados, lastimados y menos que los demás. Y para empeorarla cometemos el gran error de compararnos. Me comparo con mis hermanos, con mis amigos, con mis compañeros del colegio, con los “súper modelitos” de la TV, ¡y me siento peor! ¿Sabes por qué? Porque la comparación siempre es negativa, siempre te deja en menos. “Menos linda”, “menos inteligente”, “menos capaz”, “menos importante”, “menos espiritual”, “menos amada”, menos... menos... menos... “Entonces, ¿cómo hago para sanar mi identidad?” Hay una pregunta muy importante que tienes que hacerte: Y DIOS, ¿QUÉ PIENSA Y DICE DE MI? Para saber quién eres, tienes que saber quién es tu papá. Si tienes a Dios en tu vida, ¡tu Papá es Dios mismo! Y Él es muy diferente a tu padre humano. Dios es Papá y Él te ama increíblemente y lo hace para siempre. Y porque te ama, no te abandona, no te abusa, no te lastima, no te condena. Porque te ama, te escucha, te perdona, te abraza, te cuida, te besa, entiende tus lágrimas, tus bajones y tus tristezas. Él te levanta cuando caes, te ayuda cuando se lo pides, te responde cuando lo llamas. Dios es el mejor Papá. Soy hijo de Dios y esta es mi nueva identidad. ¿Cómo que no sirvo para nada? ¿Cómo que no soy importante? ¿Cómo que nadie me quiere? ¿Cómo que soy un desastre? ¡Todas mentiras! Soy hijo de Dios. Soy una creación suya. Soy su especial tesoro. Y esto es lo más grande que me ha sucedido en la vida. ¡SÉ QUIÉN SOY! Es muy importante Saber Quién Soy. Porque si se Quien Soy, sé a dónde voy y sé con quién voy. Lo más importante es saber quién soy. Mi nueva identidad es: “Soy lo que Dios dice y piensa de mi”. Soy un hijo CONOCIDO por Dios (Romanos 8:29). Soy un hijo BENDECIDO por Dios (Efesios 1:1). Soy un hijo ESCOGIDO por Dios (Efesios 1:4). Soy un hijo AMADO por Dios (Jeremías 31:3, 1º Juan 3:1). Soy un hijo ACEPTADO por Dios (Efesios 1:6). Soy un hijo CREADO por Dios (Salmo 139:13-18, Jeremías 1:5). Soy un hijo GUARDADO por Dios (Judas 24, Juan 5:18, 2º Tes. 3:3). Soy un hijo LLAMADO por Dios (Romanos 8:30). Soy un hijo JUSTIFICADO por Dios (Romanos 5:1, 8:30-33). Soy un hijo RENACIDO por Dios (Juan 3:3, 1º Pedro 1:23). Soy un hijo SANTIFICADO por Dios (1º Co.1:2, 6:11, Filipenses 1:1).