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Portada
Sinopsis
Portadilla
Dedicatoria
LOS UTENSILIOS
LOS INGREDIENTES
LA COCCIÓN
LAS RECETAS
Tortas de aceite
Pasteles de crema
Tarta de limón de la tía Paquita
Plum cake
Bizcocho de yogur con manzana y costra de almendras
Tarta de quesitos
Brazo de gitano de mi madre
Arroz con leche y costra de merengue
Mousse de chocolate
Leche merengada
Trufas
Magdalenas de nata de la abuela
Natillas con galleta
Sultanas de coco
Chocolate con picatostes
Bizcocho de chocolate de desayuno o merienda
Pan de leche
Panes de hamburguesa
Bambas de nata
Pan sin amasado horneado en olla
Suizos
Bollos de mantequilla
Roscón de Reyes
Mojicones de desayuno
Mostachones
Pastas de té
Flan de huevo de mi abuela
Tarta de manzana
Bizcochos de soletilla
Tarta de la abuela
Pastelitos de limón
Brioche
Bizcocho de limón de toda la vida
Merenguitos
Pastel bobo
Tarta de fresas con nata
Rosquillas de anís
Buñuelos de viento
Tarta de Santiago
Crema catalana
Bizcotelas de cabello de ángel
Tarta de San Marcos
Quesada pasiega
Polvorones de canela
Sobaos pasiegos
Cuajada de oveja con nueces caramelizadas con miel
Pastel vasco
Canutillos de crema
Carolinas
Leche frita
AGRADECIMIENTOS
Créditos
Gracias por adquirir este eBook
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REPOSTERÍA
TRADICIONAL
Recetas
para recuperar
los sabores
de siempre
A Bruno, Chloe, Lola y Lucas, sois mi vida.
En recuerdo de los que ya no están y, especialmente, en memoria
de todos los mayores que nos han dejado durante la pandemia de
covid-19. Se marcharon en silencio, sin poderse despedir, y por eso
es más importante que nunca que nosotros mantengamos viva su
memoria.
MIS RECETAS FAVORITAS DE
TODA LA VIDA
Hay recetas que deberían ser eternas. Hablo de esas recetas «de
toda la vida», que devorábamos de pequeños, que nos
acompañaban en los cumpleaños familiares, que tomábamos en
ocasiones especiales o en todas nuestras meriendas. Recetas que,
lamentablemente, muchas veces se han ido quedando en el olvido o
se han perdido en viejos cuadernos donde estaban garabateadas a
lápiz. Recetas que estaban solo en la memoria de nuestros abuelos
o abuelas, que las hacían a ojo y «con lo que admita» y que, por
falta de tiempo o de ocasión, nunca llegamos a anotar con detalle.
Recetas, en resumen, que forman parte de lo que somos y de lo que
hemos sido y que, cuando desaparecen, se llevan con ellas una
parte de nuestros recuerdos.
Siempre recuerdo el arroz con leche que hacía una tía de mi
madre, Elvira. Yo apenas la conocía, tan solo coincidí con ella unas
horas, con catorce o quince años, en una visita a Oviedo. En aquella
ocasión comimos en su casa y probé su arroz con leche con
merengue. Puedo afirmar, sin ninguna duda, que era el mejor arroz
con leche que había tomado hasta ese momento (y que en los años
posteriores jamás he probado uno mejor). Durante años, después
de ese día, muchas veces comenté con mi madre que teníamos que
pedirle la receta la próxima vez que la viéramos…, pero
lamentablemente Elvira nos dejó y aquella receta, que merecería
haber sido compartida y disfrutada por generaciones posteriores, se
perdió para siempre.
Así que, por todas esas recetas que se han ido perdiendo, por
todas esas abuelas y abuelos y sus recetas «a ojo» que nadie llegó
a apuntar, por todos los recuerdos felices que asociamos a algún
dulce, por todo eso, en este libro recojo algunas recetas de toda la
vida. Pensándolo bien, quizá debería decir de toda «mi» vida
porque, al final, la selección es muy personal y está marcada, sobre
todo, por las recetas que me hacía mi abuela o que preparaba mi
madre en mis cumpleaños cuando era pequeña, por recetas con las
que he crecido o recetas de las que he disfrutado en momentos muy
especiales.
Recetas que han sido y son importantes para mí e incluso algunas
que pertenecen a mi memoria más reciente y que espero que,
cuando mis hijos Bruno, Lola y Chloe crezcan, las recuerden como
recuerdo yo ahora las que mi madre me hacía de pequeña. En todo
caso, estoy segura de que muchos encontraréis en este libro
recetas con las que también vosotros crecisteis y, sobre todo,
espero que esto os anime a rebuscar entre los libros de cocina de la
familia, a revisar los cuadernos de espiral llenos de recetas a medio
copiar y garabatos medio borrados, y a no perder ese patrimonio
cargado de recetas que todos tenemos a nuestras espaldas y que
es trágico que desaparezca.
Nuestros recuerdos reviven muchas veces a través del paladar, y
es precioso poder recordar a la gente que más queremos y más
hemos querido a través de un dulce o una receta especial.
¿Empezamos?
ANTES DE NADA, PERDÓN
Efectivamente, pido perdón antes de empezar, porque tengo la
sensación de que, pese a haber reunido cincuenta recetas que me
apasionan y con las que he crecido y vivido, me he dejado en el
tintero algunas que me habría encantado que estuvieran presentes.
A medida que incluía recetas se me ocurrían otras tantas, pero, a
riesgo de no acabar nunca el libro, fue necesario fijar la cifra máxima
en cincuenta. Así que, si la receta tradicional que buscas no está, no
dudes en escribirme y hacer tu petición, ¡entre las que tengo
anotadas y las que se os puedan ocurrir me parece que fácilmente
llegaremos a reunir otras cincuenta recetas imprescindibles para la
segunda parte de este recetario!
Por otro lado, pido también disculpas si la receta que yo planteo
no es exactamente como la que tú haces, o la que tu abuela o
abuelo hacían, o la que manda la tradición. En este caso he
recopilado y adaptado recetas, modificando algunas, siguiendo al
dedillo otras; muchas son recetas tradicionales heredadas de mi
familia, pero también hay algunas procedentes de diversos
recetarios que han andado por casa desde mi infancia. En la
repostería tradicional, más que en ninguna otra cosa, cada
maestrillo tiene su librillo y, con esto, lo que te quiero decir es que si
tú haces alguna de otra forma, o tu abuela o tu tía o tu abuelo te la
enseñaron diferente... ¡no la cambies! Conservemos la sabiduría y la
memoria de nuestros mayores mediante nuestros postres.
LOS UTENSILIOS
Para preparar las recetas de este libro he intentado utilizar la menor
cantidad posible de «cacharros», un poco al estilo de nuestras
abuelas, que se apañaban con lo que tuvieran. Lo único
imprescindible es una báscula para pesar los ingredientes (lo de «a
ojo» y «lo que admita» sí que he querido dejarlo atrás). Eso sí, no te
negaré que contar con una amasadora o una batidora de dos
varillas te hará la vida más fácil en muchas de las recetas.
Recuerda también que, si la receta indica un tamaño concreto de
molde y tú usas uno más pequeño o más grande, variarán los
tiempos de horneado y el resultado final.
Verás que en muchas ocasiones uso los términos cucharada y
cucharadita. Lo hago porque las cucharitas medidoras son muy
útiles para medir cantidades pequeñas que a veces la báscula no
consigue pesar. Recuerda que son medidas de volumen (el peso
variará en función de lo que estemos midiendo) y que la cucharadita
es la de 5 ml y la cucharada, la de 15 ml.
Algunas herramientas que se repiten y que siempre viene bien
tener por casa son las mangas pasteleras con boquillas grandes
redondas y de estrella, el papel de horno y el soplete. Y no olvides
hacerte con un buen termómetro (analógico o digital) para
comprobar la temperatura de tus preparaciones cuando sea
necesario
LOS INGREDIENTES
En este libro encontrarás algunas (que no muchas) masas
fermentadas. Si la idea de fermentar masas te genera nerviosismo
puedes usar este truco para que te salga bien a la primera: pon
agua a hervir; introduce la masa en el horno apagado y pon a su
lado un bol con el agua recién hervida; cierra el horno y deja
fermentar la masa ahí dentro. La presencia del agua hervida no solo
generará humedad (que mejora la fermentación) sino que hará que
la temperatura suba unos grados (lo que también ayuda al proceso).
Es importante saber también que los tiempos de fermentación son
variables cuando fermentamos en nuestra cocina y no con la ayuda
de una fermentadora. Nunca será lo mismo preparar una receta en
verano que en invierno, o en una cocina fría que en otra con la
calefacción a tope. El calor acelera las fermentaciones; el frío las
ralentiza. Por eso, es importante vigilar los tiempos de fermentado y
atender sobre todo a los cambios en la masa, más que a los tiempos
que indica la receta.
Cuando me leas hablando de «desgasificar» me estaré refiriendo
a quitar el aire de la masa aplastándola con la mano o con el puño,
justo en el centro. De esta forma volverá a su volumen original. Y si
hablo de «bolear» hablaré de darle a la masa forma de bola.
Y hablando de fermentar, ojo con la levadura. Cuando la receta
dice levadura seca de panadero me refiero a esa levadura un poco
más gruesa, de color gris-marrón, que parece semillitas de alguna
planta pero que, en realidad, es levadura deshidratada; es decir, se
trata de un hongo (el Saccharomyces cerevisiae) que se «zampa»
los azúcares presentes en la masa y los convierte en dióxido de
carbono y etanol, lo que la modifica sustancialmente. Es decir, que
no es el polvo blanco (la levadura química) que usamos para los
bizcochos, que no es más que un impulsor que genera dióxido de
carbono en la masa, pero no la fermenta. Así que si la receta indica
levadura fresca o seca, no podrás sustituirla por levadura química,
bicarbonato o cualquier otro impulsor químico.
En algunas recetas, como la tarta de fresa, el roscón o las
bambas, verás que hablo de nata vegetal de pastelería. Es una
nata que se vende en tiendas especializadas, que monta de manera
maravillosa y que se mantiene así durante horas incluso sin
necesidad de frío. Si no la localizas, puedes sustituirla por nata para
montar con un 35 % de materia grasa, aunque en ese caso tendrás
que añadir azúcar (la de pastelería ya viene endulzada) y, si lo
deseas, un estabilizante de nata para garantizar que no se baje.
En este sentido, verás que muchísimas de mis recetas llevan
crema pastelera como relleno. Digamos que es una debilidad
personal que he heredado de mi padre, es nuestra crema favorita,
pero tú no dudes en sustituirla por nata o trufa si así lo prefieres, y
también puedes aromatizarla (si te apetece). En la receta de los
buñuelos de viento te he dejado ideas para dar sabores variados a
tu crema pastelera sin mucha complicación.
Por otro lado, cuando hablo de cubrir una preparación «a piel» me
refiero a cubrirla con un film transparente en contacto con su
superficie. Esto se hace para evitar que, al contacto con el aire, la
preparación genere una «capa». Es el caso de la ganache o la
crema pastelera.
Respecto a las harinas, en este libro he usado principalmente
harina de trigo, de tres variedades:
3 huevos camperos
250 ml de agua
100 g de harina floja
50 g de manteca de cerdo (si lo prefieres,
puedes usar el mismo peso de mantequilla)
una pizca de sal
PARA EL RELLENO
375 ml de leche
75 g de azúcar blanco
3 yemas
35 g de maicena
Y ADEMÁS…
PARA EL BIZCOCHO
250 ml de leche
35 g de maicena
3 huevos camperos
125 g de azúcar
PARA LA SALSA
PARA LA COSTRA
1 huevo campero
50 g de azúcar blanco
45 g de mantequilla fundida
70 g de almendras laminadas
1 cucharada extra de azúcar para espolvorear
6 quesitos
300 g de azúcar blanco
350 g de nata para montar (35 % materia grasa)
500 ml de leche entera
3 huevos camperos
125 g de harina floja
azúcar glas para decorar
q Precalentamos el horno a 180 ºC con calor arriba y abajo y
engrasamos la fuente de horno. Mezclamos todos los
ingredientes con la batidora de vaso hasta tener una mezcla
homogénea (si tienes Thermomix, son unos 15 segundos a
velocidad 4). Vertemos en el molde.
q Horneamos unos 40 o 45 minutos, o hasta que esté cuajada.
Apagamos el horno y dejamos que la tarta se enfríe dentro con la
puerta un poquito abierta.
q Una vez fría, decoramos con azúcar glas. Se conserva en la
nevera, y se puede comer tanto fría como a temperatura
ambiente.
BRAZO DE GITANO DE MI MADRE
Cuando era pequeña e iba al conservatorio, había una madre que
siempre llevaba un brazo de gitano espectacular a todas las
reuniones de alumnos. Mi madre siempre le pedía la receta, pero la
respuesta no cambiaba: «Ay, hija, como no tienes Thermomix no vas
a saber hacerla». Y así, año tras año, para desesperación de mi
madre y decepción de mi padre, mi hermano y yo, que estábamos
deseando poderlo comer más de una vez al año. Finalmente, mi
madre se buscó la vida, dio con una receta que le convenció y
comenzó a deleitarnos con este brazo de gitano que os traigo aquí y
que, he de decir, está tan bueno (o más) que aquel que hacía la
susodicha señora y que jamás llegó a compartir.
PARA EL BIZCOCHO
4 huevos camperos
100 g de azúcar blanco
100 g de harina floja
1 sobre de levadura química (16 g)
PARA EL RELLENO
375 ml de leche
75 g de azúcar blanco
3 yemas
35 g de maicena
PARA 4 RACIONES
1 l de leche entera
135 g de arroz de grano redondo
140 g de azúcar blanco
2 ramas de canela
la piel de un limón
30 g de mantequilla
PARA EL MERENGUE
2 claras pasteurizadas
60 g de azúcar blanco
q Colocamos en una cazuela al fuego la leche con la canela y la
piel de limón. Cuando rompa a hervir, incorporamos el arroz.
Bajamos el fuego y cocemos durante 40 a 50 minutos a fuego
muy muy lento, removiendo periódicamente para comprobar que
no se pegue.
q Cuando esté bien cremoso, incorporamos el azúcar y la
mantequilla, removemos bien, cocinamos 5 minutos más y
retiramos del fuego.
q Si lo hacemos con la Thermomix, usando la mariposa cocinamos
la leche con la canela, la piel de limón y el arroz durante 50
minutos a 90 °C y velocidad 1. Después, añadimos la mantequilla
y el azúcar y cocinamos 10 minutos más a la misma temperatura
y velocidad.
q Precalentamos el gratinador del horno. Montamos las 2 claras a
punto de nieve y, cuando empiecen a hacer espuma,
incorporamos el azúcar (si les cuesta montar, añade una
cucharadita de albúmina). Cuando tengamos un merengue bien
firme y brillante, lo usamos para decorar la superficie del arroz
con leche.
q A continuación, gratinamos para tostar el merengue y servimos
inmediatamente.
MOUSSE DE CHOCOLATE
En nuestros veranos en Bilbao, mi tía Lourdes preparaba con
nosotros a menudo dos recetas que incluyo en este libro. La primera
es esta mousse de chocolate, que nos quedaba de impresión, y de
la que recuerdo ingerir tal cantidad que después me quedaba sin
poder dormir (el chocolate siempre me ha afectado mucho al sueño,
¡mucho más que el café!). Es importante que consideres la
posibilidad de utilizar claras y yemas pasteurizadas, sobre todo por
si la van a comer peques o embarazadas. Nosotros por aquel
entonces ni nos lo planteábamos, ¡la de huevos crudos que debimos
de ingerir!
PARA 4 PERSONAS
¡OJO!
1 l de leche
la piel de un limón
2 ramas de canela
180 g de azúcar
4 claras (mejor pasteurizadas)
¡OJO!
2 huevos camperos
180 g de azúcar blanco
80 ml de nata para montar (35 % materia grasa)
160 ml de aceite de oliva suave
210 g de harina floja
2 cucharaditas de levadura química
½ cucharadita de canela en polvo
la ralladura de un limón
una pizca de sal
q Batimos los huevos y el azúcar con unas varillas. Incorporamos la
nata y, a continuación, agregamos el aceite poco a poco. En un
bol aparte, tamizamos la harina y la levadura química e
incorporamos la canela, la ralladura de limón y la sal [1].
q Añadimos lentamente la mezcla de ingredientes secos a la de los
huevos, batiendo el tiempo justo para que la mezcla sea
homogénea. Tapamos la masa con un paño o un film y la
dejamos reposar en la nevera entre una y veinticuatro horas. Yo
recomiendo siempre preparar la masa de un día para otro, porque
así tiene un sabor más intenso y maduro.
q Pasado el tiempo de reposo, precalentamos el horno a 220 ºC
con calor arriba y abajo. Sacamos la masa de la nevera, la
removemos de nuevo con un batidor manual y la repartimos en
los moldes, llenándolos hasta tres cuartos de su capacidad [2].
Decoramos con azúcar espolvoreado [3].
q Introducimos las magdalenas en el horno y bajamos la
temperatura a 210 ºC. Horneamos entre 14 y 16 minutos, o hasta
que al pinchar con un palillo este salga limpio [4].
NATILLAS CON GALLETA
Otra receta de toda la vida que espero que nunca desaparezca.
Aquí la clave es que la galleta permanezca el tiempo suficiente
sobre las natillas para reblandecerse y que no cruja al clavarle la
cuchara. Ojalá más restaurantes mantengan este postre tan
maravilloso en sus menús del día y no lo abandonen en favor de
recetas más «de moda». Yo seguiré fiel a las natillas, ¡siempre!
PARA 4 PERSONAS
4 claras de huevo
1 yema
200 g de coco rallado
180 g de azúcar
PARA 4 PERSONAS
PARA EL CHOCOLATE
30 g de cacao puro
60 ml de agua
210 ml de aceite suave
235 g de azúcar blanco
4 huevos camperos
175 g de harina floja
1 cucharadita de levadura química
2 cucharaditas de vainilla en pasta
30 ml de leche
PARA DECORAR
100 ml de nata para montar
100 g de chocolate 54 % de cacao
Y ADEMÁS…
Si lo prefieres, puedes usar 500 g de harina panificable.
Una combinación que me encanta es mitad harina floja, mitad
harina integral de fuerza. Esta mezcla requiere un par de
cucharadas de leche adicionales para que el pan no quede seco.
También puedes prepararlo con el cien por cien de harina integral,
pero recuerda que necesitarás un poquito más de leche (dependerá de
la harina que uses), ya que la harina integral absorbe más que la
blanca.
Añade chips de chocolate negro o pasas y canela al final del
amasado si quieres darle un sabor diferente.
Puedes usar esta misma receta para hornear panecillos
individuales. En ese caso, la cocción se reducirá bastante, y en unos
15 o 20 minutos a 200 ºC, dependiendo del tamaño de los
panecillos, ya estarán listos.
PANES DE HAMBURGUESA
Está muy de moda hacer hamburguesas de todo tipo, vegetales, de
legumbres, con mil aderezos, ingredientes y sabores, pero parece
que nadie se acuerda de una de las partes más esenciales para que
la hamburguesa sea un éxito: ¡el pan! Aquí te dejo mi receta favorita
(e infalible) para que impresiones a tu cuñado en la próxima cena
familiar.
PARA 6 PANES
Y ADEMÁS…
Puedes hacer estos panecillos con harina integral, pero, en ese caso,
recuerda que necesitarás incrementar los líquidos, ya que la harina
integral absorbe más que la blanca.
BAMBAS DE NATA
Durante todos los años que pasé estudiando en el conservatorio de
El Escorial, mi merienda favorita consistía en escaparme a una
pequeña pastelería que había en una placita a escasos cinco
minutos del conservatorio y zamparme una bamba de nata. Aún se
me hace la boca agua cuando pienso en lo blanditas que estaban,
espolvoreadas con azúcar glas y con ese superrelleno delicioso.
Y ADEMÁS…
En lugar de nata, podemos rellenar las bambas con trufa.
Necesitaremos: 500 ml de nata para montar (35 % materia grasa) y
200 g de chocolate negro 54 % de cacao (troceado). Comenzamos el
día anterior preparando la trufa. Calentamos la nata hasta que
hierva y la vertemos sobre el chocolate. Removemos hasta que se
disuelva el chocolate y tengamos una ganache muy clarita. La
cubrimos con film y la dejamos enfriar hasta el día siguiente en la
nevera. Pasado ese tiempo la podremos montar con unas varillas,
con cuidado de no pasarnos, porque se cortaría, y usarla como
relleno.
PAN SIN AMASADO HORNEADO EN
OLLA
Uno de los primeros panes que hice en casa y, sin duda, el mejor
para que te quites el miedo a hacer pan casero. La receta es fácil,
no roba nada de tiempo y se puede preparar aunque estés hasta
arriba de trabajo y en casa te esperen varias fieras hambrientas. En
este caso lo he horneado en una olla de hierro colado, pero, si no
tienes, puedes hacerlo sencillamente sobre la bandeja de tu horno.
Ojo, que si vas a usar una olla tiene que ser apta para horno al cien
por cien, tapa incluida. Si tiene alguna parte de plástico ¡se derretirá!
PARA UN PAN
Y ADEMÁS…
PARA 12 SUIZOS
PARA DECORAR
PARA 12 BOLLOS
PARA DECORAR
1 huevo
PARA EL ROSCÓN
PARA DECORAR
Para lograr un roscón aún más jugoso y que aguante tierno durante
más tiempo, sustituye un tercio del azúcar de la receta por la misma
cantidad de azúcar invertido. El resultado es de diez.
MOJICONES DE DESAYUNO
Hubo una época en la que recuerdo que mi padre siempre
desayunaba mojicones. Todos los días. De hecho, recuerdo que
compraba siempre los mismos y, cuando un día los dejaron de
fabricar, tuvimos un drama de proporciones épicas hasta que
encontró otro desayuno que pudiera sustituir a sus amados
mojicones. Recientemente he empezado a hacer pruebas yo para
poder prepararle aquel desayuno que tanto le gustaba, y esta es la
receta que, me parece, más se aproxima a aquellos mojicones
densos y capaces de absorber medio litro de leche sin deshacerse
que hacían las delicias de mi padre cada mañana. Espero que se
conviertan también en tu desayuno favorito.
PARA 18 UNIDADES
3 huevos camperos
125 g de harina floja
125 g de azúcar blanco
un poquito de azúcar glas para decorar
q Precalentamos el horno a 180 ºC con calor arriba y abajo.
Forramos las bandejas con papel de horno, pero no lo
engrasamos, ya que los mostachones tienen que quedar
adheridos al papel (de hecho, muchas veces se presentan con el
papel debajo).
q Batimos los huevos con el azúcar durante unos 5 minutos, con
ayuda de una batidora de varillas, hasta que aumenten de
volumen y la mezcla sea bien esponjosa [1]. Añadimos la harina
tamizada, siempre con movimientos envolventes para que no se
nos baje la mezcla. El aire que hemos atrapado al batir los
huevos será el que haga que nuestros mostachones estén bien
esponjosos [2].
q Repartimos 6 cucharadas hermosas de masa sobre la bandeja de
horno bien espaciadas (yo uso la cuchara de helado) y las
aplanamos un poco con una cucharilla o espátula [3]. Horneamos
12 minutos, hasta que se doren, pero con cuidado de no
pasarnos (se secarían en exceso) [4].
q Preparamos la siguiente bandeja y así hasta terminar la masa.
Dejamos enfriar, recortamos el papel de horno en cuadrados y
presentamos así o espolvoreados con un poco de azúcar glas [5].
PASTAS DE TÉ
No sé por qué de pequeña me daban tanto reparo las pastas de té.
Quizá sería porque había unas que llevaban guindas (sí, confieso
que mi odio irracional hacia las guindas me viene de lejos), pero el
caso es que no acababa de fiarme de aquellas bandejas enormes
de pastas de té que no faltaban en toda reunión familiar que se
preciara. Hoy confieso que me encantan y no tengo capacidad para
resistirme, sobre todo a las que llevan chocolate. Estas, en concreto,
quedan tan absolutamente suaves y se desmigan con tanta facilidad
(gracias a la maicena presente en la receta) que se me caen las
lágrimas solo de pensar en zamparme una… ¡docena!
PARA DECORAR
500 ml de leche
4 huevos camperos
120 g de azúcar blanco
PARA EL CARAMELO
60 g de azúcar blanco
q Comenzamos preparando un caramelo seco. Mi abuela lo hacía
directamente en la flanera, pero se puede hacer en un cazo y
transferirlo, como prefieras. Calentamos el azúcar en el cazo
poco a poco hasta que se deshaga y tenga un bonito color
dorado. Yo suelo dejarlo clarito, que es como más me gusta, pero
se puede oscurecer más. Eso sí, ¡ten cuidado de que no se
queme o se amargaría! [1].
q Cubrimos la base de la flanera con el caramelo [2]. Reservamos.
q Precalentamos el horno a 170 ºC con calor arriba y abajo.
PARA UN MOLDE DE 23 CM
2 manzanas
175 g de harina floja
2 cucharaditas de levadura química
2 huevos camperos
100 g de azúcar blanco
175 ml de leche
mermelada de albaricoque (opcional)
q Precalentamos el horno a 180 ºC con calor arriba y abajo.
Engrasamos un molde redondo desmontable de 23 cm. Con una
batidora de mano o de vaso, mezclamos la harina con la
levadura, los huevos, el azúcar y la leche.
q También podemos usar la Thermomix, en tal caso serían 15
segundos a velocidad 4.
q Vertemos la mezcla en el molde engrasado. Cortamos en láminas
muy finas las manzanas y las repartimos por la parte superior de
la masa [1 y 2].
q Horneamos 45 minutos o hasta que comience a estar doradita y
al pinchar con un palillo salga limpio [3].
q Dejamos enfriar en el molde y después sobre una rejilla y
podemos comerla tal cual o pintarla con mermelada de
albaricoque para que quede más brillante [4].
BIZCOCHOS DE SOLETILLA
Sencillísimos de preparar, deliciosos y de toda la vida. No solo están
de muerte para merendar, para mojar en ColaCao o café, sino que
son la base de postres tan deliciosos como el tiramisú o la charlota.
No se tarda ni 15 minutos en tenerlos listos y con un solo bocado
nos teletransportan a nuestra infancia. Ojo, que la receta rinde
muchísimo, tendrás bizcochos para varias semanas.
PARA 30 O 40 UNIDADES
3 huevos camperos
90 g de azúcar blanco
80 g de harina de repostería
1 cucharadita de levadura química
azúcar glas para decorar
PARA LA BASE
PARA EL RELLENO
Y ADEMÁS…
PARA DECORAR
150 g de azúcar glas
un chorrito de nata líquida
200 g de mantequilla
600 ml de leche
100 g de harina floja
175 g de azúcar blanco
6 huevos
PARA EL CARAMELO
150 g de azúcar
q Montamos las claras a punto de nieve y reservamos. En un cazo,
mezclamos la harina con la leche hasta que se deshaga.
Incorporamos la mantequilla y el azúcar y calentamos hasta
obtener una bechamel [1]. Retiramos del fuego y, una vez esté
templada la mezcla, incorporamos las 6 yemas [2]. Cuando la
mezcla esté fría, añadimos las claras a punto de nieve con
movimientos envolventes [3] y reservamos.
q Preparamos un caramelo seco fundiendo el azúcar en un cazo
(¡con cuidado de que no se queme!). Una vez tenga un bonito
tono dorado, lo usamos para bañar el molde [4]. Vertemos la
masa [5] y horneamos al baño maría a 180 ºC con calor arriba y
abajo durante una hora, o hasta que al pinchar con un palillo este
salga limpio.
q Al sacarlo del horno, yo suelo pasar un cuchillo por los bordes,
porque esto me ayuda a desmoldarlo después [6]. Dejamos
enfriar por completo antes de desmoldar sobre un plato.
TARTA DE FRESAS CON NATA
Hace muchos años abrieron en Villalba una pastelería que no duró
mucho tiempo. No sé, quizá un año o dos, quizá menos, pero hacía
unas tartas de fresas con nata espectaculares. Yo por aquel
entonces no era muy aficionada a ellas, pero mi padre no se podía
resistir y al final siempre acabábamos con una de postre en casa los
domingos. Mi versión es un poco más ligera que lo que recuerdo de
aquel entonces, pero la ha catado mi padre y la encuentra
igualmente irresistible.
PARA EL BIZCOCHO
120 g de azúcar
120 g de harina
4 huevos
½ cucharadita de sal
1 cucharadita de extracto de vainilla o vainilla
en pasta
PARA EL ALMÍBAR
75 g de azúcar
75 ml de agua
1 vaina de vainilla
PARA RELLENAR Y DECORAR
150 g de harina
250 ml de agua
40 g de mantequilla a temperatura ambiente
60 g de azúcar
4 huevos
la ralladura de medio limón
una pizca de sal
aceite de oliva suave para freír
azúcar blanco o glas para rebozar
PARA EL RELLENO
PARA 4 PERSONAS
PARA 25 UNIDADES
4 huevos
135 g de azúcar
75 g de maicena
40 g de harina floja
PARA EL GLASEADO
60 g de claras pasteurizadas
330 g de azúcar glas
PARA EL RELLENO
cabello de ángel
PARA EL BIZCOCHO
120 g de azúcar
120 g de harina floja
4 huevos
½ cucharadita de sal
PARA EL ALMÍBAR
80 g de azúcar
80 ml de agua
30 ml de ron (no añadir si la van a comer niños
o embarazadas)
PARA RELLENAR
PARA LA YEMA
4 yemas
5 g de maicena
135 g de azúcar
50 ml de agua
PARA DECORAR
azúcar blanco
100 g de almendras laminadas
Y ADEMÁS…
PARA 8 SOBAOS
Y ADEMÁS…
125 g de nueces
70 g de miel
15 g de mantequilla
q Comenzamos repartiendo 4 gotas de cuajo en cada recipiente
[1]. A continuación, calentamos la leche hasta la temperatura
correcta para añadir el cuajo (lo indicará en el envase, pero suele
estar en torno a los 40 ºC). Repartimos la leche entre los
recipientes y dejamos enfriar sin remover hasta que vuelva a
temperatura ambiente. Una vez cuajada la leche, puedes meterla
en la nevera o consumirla a temperatura ambiente.
q Para preparar las nueces caramelizadas, precalentamos el horno
a 180 ºC con calor arriba y abajo. Calentamos la miel con la
mantequilla en un cazo hasta que estén bien integradas.
Añadimos las nueces al cazo y calentamos sin dejar de remover
hasta que el líquido casi se haya evaporado y las nueces estén
bien recubiertas [2].
q Las repartimos en una bandeja de horno cubierta con papel de
horno [3] y las dejamos unos 8 o 10 minutos hasta que estén
tostadas y crujientes [4]. Las despegamos del papel (habrán
soltado bastante caramelo) y las dejamos enfriar por completo
[5]. Servimos las cuajadas acompañadas con miel y las nueces
caramelizadas.
PASTEL VASCO
Esta es una de las mayores delicias de la gastronomía
vascofrancesa. La primera vez que lo probé fue en los Pirineos y se
me caían las lágrimas de lo rico que estaba. Este pastel
espectacular es increíblemente sencillo de preparar y hará las
delicias de todo aquel que lo pruebe. Yo he preparado muchas
versiones, pero esta, basada en la que aprendí en Le Cordon Bleu,
sin duda es mi favorita. Si lo preparas en casa me encantaría que
me enviaras un trozo o dos.
PARA UN MOLDE DE 18 CM
PARA EL RELLENO
750 ml de leche
180 g de azúcar
6 yemas de huevo
70 g de maicena
2 cucharadas de ron (opcional)
PARA BARNIZAR
huevo o leche
PARA DECORAR
2 yemas
el peso de las yemas en azúcar
100 g de chocolate negro 70 % de cacao
1 l de leche
100 g de azúcar blanco
120 g de maicena
2 tiras de piel de limón
2 tiras de piel de naranja
2 palos de canela
PARA REBOZAR
2 huevos camperos
un poco de harina
aceite de oliva suave
azúcar blanco
q Comenzamos por calentar 800 ml de leche junto con la canela, la
piel de limón y de naranja hasta que comience a hervir. Retiramos
del fuego y cubrimos.
q Dejamos infusionar así durante 30 minutos (o incluso de un día
para otro). Colamos la leche pasado ese tiempo y la colocamos
de nuevo en el cazo junto con el azúcar. Reservamos.
q Disolvemos en un vaso la maicena en los 200 ml de leche
restantes. Cuando no queden grumos, incorporamos la mezcla a
la leche que teníamos en el cazo.
q Removemos muy bien con unas varillas y comenzamos a
calentar a fuego lento hasta que espese mucho. Tiene que
quedar una bechamel bien densa [1].
q La vertemos en una bandeja cerámica y la cubrimos a piel con
film transparente [2]. Dejamos enfriar así primero a temperatura
ambiente y, después, toda la noche en la nevera.
q Al día siguiente, preparamos un plato con los dos huevos batidos,
otro con la harina y ponemos a calentar una sartén con
abundante aceite.
q Mientras tanto, cortamos nuestra masa en cuadrados o tiras, a
nuestro gusto, y comenzamos a rebozarlas pasándolas primero
por la harina y después por el huevo [3].
q Una vez hecho esto, las freímos dándoles la vuelta en varias
ocasiones, hasta que estén doraditas por todos los lados.
q Retiramos y dejamos escurrir en un plato con papel de cocina
(que absorberá el aceite sobrante) [4].
q Rebozamos en abundante azúcar blanco (al que podemos añadir
un toque de canela) y servimos.
Con mi hermano Josetxu en la casa de los abuelos, en
Laukiz, donde tantos postres cocinamos junto a nuestras
tías.
AGRADECIMIENTOS
A Bruno, Lola y Chloe. Habéis sido mi verdadera luz en estos
meses tan difíciles que hemos vivido. No sé qué sería de mí sin
vosotros. Os quiero.
A Lucas. Gracias por todo. Son demasiadas cosas para
enumerarlas, así que simplemente diré que te quiero, PapaLucas.
Al gran Joseteto. Gracias, papá, por ser el mejor catador de
dulces. Lo único es que quizá, y solo quizá, tenemos que mejorar un
poco la parte de la crítica, ¡no puede ser que todo siempre te
parezca bien! Eres genial.
A mi querido ratón. Mamá, eres la mejor madre del mundo. No
pesas un ingrediente ni te fijas en la temperatura del horno ni
aunque te paguen, pero eso no quita para que me hayas enseñado
las mejores recetas y, sobre todo, el cariño por la cocina y por
compartirla con los demás.
A Lourdes, Chucha, Feli y Koké, mis consejeras a distancia.
Gracias por aguantar mis constantes whatsapps llenos de fotos de
postres, pese a que por la distancia y los confinamientos
perimetrales no hayáis catado ni uno, y por contestar todas mis
dudas sobre las recetas que tomabais de pequeños. Y, sobre todo,
sobre todo, gracias por enviarme tantísimas recetas recopiladas del
baúl de los recuerdos. Gracias.
A Ángeles Aguilera, por haber confiado en mí de nuevo. Gracias.
De verdad.
A mi equipo de Alma’s Cupcakes. Ari, Susana, Angélica. Sois
lo más. Gracias.
A Paz. Gracias por estar ahí.
A mi abuela Visi, a mi abuela Felichu, a la tía Paquita, a la tía
Tere y, en general, a todos nuestros mayores, los que están y los
que ya no están, y gracias a cuya memoria y a tantas libretas
desvencijadas se han ido conservando estas recetas. Sois vosotros
el corazón de este libro, y ojalá sean muchos más los libros que nos
permitan recuperar todas esas recetas que, lamentablemente, en
muchos casos se están perdiendo.
Y, por supuesto, GRACIAS a todas las personas que me
seguís. Gracias por estar siempre ahí. Gracias por vuestras
constantes muestras de cariño, por los miles de besos y abrazos en
las firmas de libros, por cada comentario cariñoso, por vuestra
compañía en los directos, por confiar siempre en mis recetas… Lo
mejor de escribir un libro es compartirlo con vosotros. Ojalá en esta
ocasión podamos por fin compartir de nuevo firmas de libros y
abrazos. Lo echo mucho de menos.
Repostería tradicional
Alma Obregón