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1 - 3. 2 - Familia. Sintesis para Trabajo en Grupo
1 - 3. 2 - Familia. Sintesis para Trabajo en Grupo
La familia es un recurso útil al desarrollo social, está inserta en el campo humano y se perfila
como factor indiscutiblemente ligado a todo comportamiento cultural.
1. ACTITUD CONTEMPLATIVA Y DE DISCERNIMIENTO
No es fácil elaborar un marco que muestre, en el contexto del mundo entero, las formas de
vida familiar, los aspectos positivos y los problemas que aquejan a las familias. El
misionero, en actitud contemplativa y con mirada observadora, deberá estar capacitado
para percibir las realidades familiares en cada lugar y situación y descubrir en ellas las
semillas y valores del Verbo.
2. DIVERSAS FORMAS DE FAMILIAS EN BUSQUEDA DE PLENITUD EN EL AMOR
El punto de partida de la vida familiar es el encuentro de un “yo” con un “tú”, ambas
personas maduras y con capacidad de entrega, de cuya unión se forma un “nosotros”. De
allí surgen diversas formas de vida familiar que van desde las personas con los mismos
vínculos de sangre; las parentelas o conjunto de padre, madre, hijos y otros parientes; las
que integran comunidades en búsqueda del bien común; las que viven bajo el mismo
techo con una autoridad común. La concepción religiosa condiciona también la forma de
vida familiar.
Es diversa la familia en las religiones naturales de Afrecha, en las religiones asiáticas, en
el Judaísmo o en Islamismo.
3. LA FAMILIA CRISTIANA
Dentro de la Iglesia tenemos diversos modos de clasificación y hablamos de familias
completas e incompletas (en las que falta el padre o la madre), la familia patriarcal o
numerosa y la familia nuclear o de pocos miembros. Se da también la presencia de familias
fruto de uniones libres y familias en situaciones irregulares (divorciados vueltos a casar).
4. FAMILIAS QUE AVANZAN O QUE RETROCEDEN
Cualquiera que sea el tipo de familia, todas están bajo los efectos positivos y negativos del
ambiente actual (véase FC 6):
En lo positivo: Mayor libertad personal de opción, mayor calidad de relaciones interpersonales,
compromiso en la educación de los hijos, reconocimiento y valoración de la dignidad de la mujer,
mayor promoción de la mujer, procreación responsable, mayor ayuda espiritual y material.
En lo Negativo: El secularismo reciente de la civilización urbana con la pérdida de los valores
religiosos y morales que tienen efectos demoledores sobre los valores de la vida familiar que la
han expuesto a nuevos riesgos, la han sometido a crisis, le han cambiado las pautas de
comportamiento. La falta de estima por la estabilidad familiar introducida por la mentalidad
divorcista; la desacralización del matrimonio que favorecen el matrimonio civil y la unión libre. Todo
esto repercute sobre la vida cristiana de las familias que las lleva a rupturas dolorosas, en un
ambiente laxo y hedonista que lleva al antinatalismo y al abortismo.
1. La familia nuclear, constituida esencialmente por los cónyuges con su prole aunque en casos
particulares pueden vivir con ella una o más personas. Este tipo de familia es el más expandido y
conocido en la familia occidental de hoy y, por su constitución, tiende a dar importancia a la unidad
conyugal y a las relaciones marido y mujer.
2. La familia extensa o gran familia, cuyo prototipo más conocido es la familia patriarcal. En ésta,
varias familias nucleares unidas por relación de consanguinidad, generalmente en línea directa
hasta la tercera generación, viven juntas y conviven recíprocamente con el trabajo para el
bienestar común del grupo. Este tipo familiar se ha dado de preferencia en sociedades
preindustriales rurales en nuestro mundo occidental. Por su constitución tiende a enfatizar los lazos
de parentesco consanguíneo y las relaciones padres – hijos.
3. La familia compuesta, es una forma de organización que se constituye de varias familias
conyugales unidas a través de un cónyuge común. Para que exista tal punto de familia es
necesario que las uniones - que implican cohabitación, contribución económica y relación sexual
socialmente aprobada – se den en forma simultánea y no sucesiva.
Se menciona en este tipo de familia, tres formas de familias diferentes:
Poligamia: el matrimonio de un hombre con dos o más mujeres a un mismo tiempo, de modo que
aquél ejerce, a la vez, las funciones de esposo y padre en diversas familias nucleares.
Poliandria: el matrimonio de una misma mujer con dos o más hombres al mismo tiempo.
Matrimonio de grupo de uniones múltiples. Incluye a varios hombres y a varias mujeres que
cohabitan simultáneamente. Es la forma menos conocida de familia compuesta y suele
mencionarse que existió, por ejemplo, entre los indios Cingangues en Brasil (autores varios en:
Sexualidad y Moral Cristiana, Celap-Herder, 1972).
La Iglesia es misionera porque ha sido enviada por Jesucristo a salvar a todo el hombre y a todos
los hombres. El documento de los Obispos Latinoamericanos en Puebla ponen como contenido de
la evangelización una verdad triple: el anuncio de la verdad sobre Cristo, de la verdad sobre la
Iglesia y de la verdad sobre el hombre (ese trípode no puede faltar para que el anuncio sea
completo, pero más específicamente en el anuncio misionero sobre lo que es el hombre, se
encuentra la alegre noticia sobre la familia).
La iglesia se siente misionera de la familia porque tiene para ella un mensaje, una alegre noticia, a
la manera del Arcángel Gabriel: ¡familia¡, con el anuncio de salvación para ti y para cada uno de
tus miembros, tú puedes concebir en tu seno a Jesucristo; si Él nace en ti podrás amar de verdad y
te constituirás en sacramento, es decir, la luz de Cristo brillará en ti y todos los pueblos de la tierra
alcanzarán la salvación y la Iglesia se llenará de nuevos hijos de Dios.
Es bastante significativo que la Obra misionera de Cristo comience en concreto por la Encarnación,
y esta se realice en un contexto de familia. En ella, la Virgen
María acoge la Palabra del Señor y por la acción del Espíritu Santo engendra al Dios con nosotros,
y la presencia de un padre, José, cuida y protege el hogar, por encargo del Padre Celestial. El
Evangelio nos cuenta que los pastores fueron a Belén y encontraron a una familia: José, María y el
niño recostado en el pesebre. Ese mismo signo de una familia a tiene que ser objeto de
contemplación para que cada cristiano logre captar el sentido de esta palabra de Dios: la familia es
obra de Dio, la familia es presencia de Dios, la familia manifiesta el amor y la ternura de Dios.
Sin embargo, la familia no solo es destinataria de la evangelización. Toda familia cristiana, dada su
relación con Jesucristo y con la Iglesia tiene una misión dentro de la misma Iglesia, en la sociedad
y en el mundo entero. Por esa razón hablamos de familia misionera. En una iglesia misionera, la
familia, su célula fundamental, es misionera.
La fe ilumina a la Iglesia para conocer la verdad acerca de su dignificado más profundo. La Iglesia
tiene el deber de anunciar a todos el Evangelio, la Buena Nueva, pero en particular a aquellos que
son llamados al matrimonio y se preparan a él, a todos los esposos y padres del mundo (véase FC
3).
“A las familias de nuestro tiempo la Iglesia les debe llevar el inmutable y siempre nuevo Evangelio
de Jesucristo”. “Son las familia de este tiempo las que son llamadas a acoger y a vivir el proyecto
de Dios sobre ellas” (véase FC4).
El hombre viene al mundo en el seno de una familia y prácticamente a ella le debe su existencia
humana, La importancia de la familia en la personalidad humana se puede comprobar desde el
punto de vista negativo: cuando al ser humano le falta la familia se crea en él una carencia tan
grave y dolorosa que le acompaña, como carga dolorosa, casi a lo largo de toda su vida (véase
carta 2).
A su vez, el hombre sale de la familia, para realizar a su turno la propia vocación de vida en un
nuevo núcleo familiar.
Es más, cuando el hombre decide vivir en soledad, la familia sigue siendo su horizonte existencial,
puesto que es una comunidad fundamental sobre la que se apoya toda la gama de sus relaciones
sociales, desde las más inmediatas y cercanas hasta la más Lejanas.
La Iglesia ha recibido de Cristo la verdad sobre la familia en el Plan de Dios y redimida por
Jesucristo. Ese es el anuncio o llamada del Señor que la Iglesia hace hoy a la familia: ¡Familia, sé
lo que eres¡
c)La familia arranca de la comunión conyugal que es la alianza ( a la manera del plan de
Dios), mediante la cual, el hombre y la mujer se entregan y aceptan mutuamente. La
familia es el resultado de la nueva creación realizada por Cristo en su Pascua. Sólo con la
gracia de Cristo que transforma el egoísmo y el pecado y que hace posible que seamos
capaces de amar hasta dar la vida por los que amamos, la familia alcanza y logra su ser y
sus fines.
e)El origen de la familia solo se puede encontrar en Dios mismo, en el misterio del amor
Trinitario. Es lo que nos dice la Revelación bíblica. El nosotros divino constituye el modelo
eterno del nosotros humano; ante todo de aquel nosotros que está formado por el hombre
y la mujer, creados a semejanza divina.
3.2 OBJETIVO DE LA IGLESIA EN SU ACCION HACIA LA FAMILIA
En cierta forma la Iglesia se construye a sí misma cuando evangeliza y defiende la familia.
Lo que la Iglesia pretende es que ella sea en Cristo “una íntima comunidad de vida y
amor” como reflejo de la comunidad Trinitaria, es decir que sea “Iglesia doméstica”. La
Iglesia debe ayudar a la familia a ser ella misma, a que se convierta en una fuerza pastoral
dentro de la propia comunidad parroquial y diocesana y a que se abra a dimensiones
universales.
Lo que la Iglesia hace por sus propias familias se llama Pastoral familiar y lo que esta
pastoral pretende es ayudarles, con la fuerza y el poder del evangelio de Jesucristo, para
que sean verdaderas comunidades de vida y de amor y cumplan la misión que el Creador
les ha encomendado de “custodiar, revelar y comunicar el amor” y pueden realizar así sus
funciones básicas en la sociedad y en la Iglesia. Estas funciones no se refieren solamente
al “ser” de la familia sino también a su compromiso misionero: Integrar una comunidad de
personas, servir a la vida, participar en el desarrollo de la sociedad y participar en la vida y
en la misión de la Iglesia (véase GS 48 y FC 17).
El objetivo a cometido de toda familia evangelizada, “su deber ser”, es “ser comunidad de
amor y de vida”. Por eso necesita ser evangelizada. Solo así, cualquier familia, en
cualquier situación o cultura podrá “remontarse al principio del gesto creador de Dios,
conocerse y realizarse según la verdad interior no sólo de su ser sino de su actuación
histórica. En Dios descubre su naturaleza o constitución íntima y profunda, esto es:
comunidad de vida y de amor, la cual, junto con toda la realidad creada, está en tensión de
plenitud hasta que el Reino de Dios se manifieste y cumpla totalmente. En una perspectiva
que llega a las raíces mismas de la realidad, hay que decir que la esencia y el cometido de
la familia son definidos en última instancia por el amor” (véase FC 17). Con mayor fuerza
que los mismos lazos de sangre y la cultura, el amor (el que se anuncia y se contiene en
Cristo, se recibe y permanece por la acción del Espíritu en los sacramentos) crea una
unidad entre los miembros de la familia que hace de ella una comunidad que refleja en la
tierra el amor y la unidad de la familia divina y se convierte en la base sobre la cual se
apoya cualquier otra manifestación de la comunidad humana (véase Conferencia
Episcopal de Colombia, Directorio de Pastoral Familiar, No. 98).
GENESIS 1, 26-28:
“Y dijo Dios: hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra, y
manden en lo peces del mar y en las aves de los cielos, y en las bestias y en todas las
alimañas terrestres, y en todas las sierpes que serpean por la tierra. Creó pues, Dios al ser
humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó. Y los bendijo
Dios con estas palabras: sean fecundos y multiplíquense, y llenen la tierra y sometedla;
manden en los peces del mar y en las aves del cielo y en todo animal que repta sobre la
tierra”.
GENESIS 2, 18-24:
“Dijo luego Yahveh Dios: No es bueno que el hombre esté solo: Voy a hacerle una ayuda
adecuada. Y Yahveh Dios formo del suelo todos loa animales del campo y todas las aves
del cielo y los llevó ante el hombre para ver cómo los llamaba, y para que cada viviente
tuviese el nombre que el hombre le diera. El hombre puso nombre a todos los ganados, a
las aves del cielo y a todos los animales del campo mas para el hombre no encontró una
ayuda adecuada. Entonces Yahveh Dios hizo caer un profundo sueño sobre el hombre, el
cual se durmió. Y le quitó una de sus costillas, rellenando el vacío con carne. De la costilla
que Yahveh Dios había tomado del hombre formó una mujer y la llevó ante el hombre.
Entonces éste exclamó: esta si que es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Esta
será llamada mujer porque del varón ha sido tomada. Por eso deja el hombre a su padre y
a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne”.
Es como si antes de crear al hombre, el Creador entrase dentro de sí mismo para buscar
el modelo y la inspiración en el misterio de su ser, que se manifiesta como “NOSOTROS”
divino. De ese misterio surge, por medio del a creación, el ser humano: “Creó Dios al
hombre a semejanza suya; a imagen de Dios le creó, varón y mujer los creó” (Gén 1,27).
Los creó con capacidad para el “nosotros” que se vive, precisamente, en la familia (Carta,
6)
El mensaje del libro del Génesis nos indica que ninguno de los seres vivientes, excepto el
hombre, ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. El hombre ha dado el nombre a
todos los animales y en ellos no ha encontrado ninguno semejante a él. La paternidad y la
maternidad humanas, aunque son tan parecidas biológicamente a la de los otros seres de
la naturaleza, tienen en sí mismas, de manera esencial y exclusiva, una semejanza con
Dios sobre la que se funda la familia, entendida como comunidad de personas unidad en
el amor (Carta, 6).
Las palabras del Génesis contienen aquella verdad sobre el hombre que concuerda con la
experiencia misma de la humanidad. El hombre es creado desde el principio como varón y
mujer: la vida de la colectividad humana lleva la señal de esta dualidad originaria. De ella
derivan la masculinidad y la femineidad de cada uno y de ella, cada comunidad asume su
propia riqueza característica en el complemento recíproco de las personas.
El amor es una llamada que abarca toda la realidad de alma y cuerpo, en la unidad de un
solo ser. Ese amor solo puede realizarse a través de dos opciones o caminos: el
matrimonio y la virginidad (Ibid) en los que se concreta la realidad profunda de ser imagen
de Dios. Esa realidad repercute sobre la sexualidad, mediante la cual el hombre y la mujer
se dan el uno al otro en actos propios y exclusivos de esposos, ya que en ellos, en virtud
de su imagen y semejanza con Dios, esa sexualidad no es algo meramente biológico, sino
algo de la esencia profunda de la persona (Ibid). El matrimonio se constituye en el espacio
para la entrega y la donación total: se trata del pacto de amor conyugal o elección
consciente y libre con la que el hombre y la mujer aceptan esa comunidad íntima de vida y
de amor querida por Dios (Fc. 11).
El hombre y la mujer son de igual naturaleza y dignidad: “el hombre exclamó: esta si que
es hueso de mis huesos y carne de mi carne”. Esta es la primera afirmación de la igual
dignidad del hombre y la mujer: ambos son igualmente personas.
Encontramos también, en el libro del Génesis que Dios formó a su propio pueblo escogido
a partir de una familia, la de Abraham: “tu familia será numerosa como las arenas del mar
o como las estrellas del cielo” (Gén 12, ss).
El pueblo de Israel, en sus doce tribus, se comprenderá a sí mismo como una familia
heredera de las promesas de Dios a su padre Abraham. Eso explica por qué este mismo
pueblo protege con sus leyes la unidad familiar y las relaciones interpersonales en el seno
de cada hogar. Poco a poco los israelitas fueron progresando en la comprensión del valor
de unidad familiar como núcleo fundamental y único, capaz de construir el verdadero
pueblo de Dios. Es tan fuerte el sentido familiar que, a pesar de todo lo que ha sufrido este
pueblo a lo largo de los siglos (destierros, guerras, muerte, exterminio por millones,
persecuciones), conserva su identidad, aún estando presente en diversas culturas y en
ambientes a veces hostiles. A largo de su milenaria existencia el pueblo conserva sus
valores, gracias a la familia y a la estructura familiar.
- "Le dirás al Faraón: así dice Yahveh: Israel es mi hijo, mi primogénito. Yo te he dicho,
deja ir a mi hijo para que me dé culto" (Éxodo 4, 22-23).
- "Moisés le dijo a Yahveh: ¿Por qué tratas mal a tu siervo? ¿Por qué no he hallado gracia
a tus ojos, para que cargues sobre mí la responsabilidad de este pueblo? ¿Acaso he sido
yo el que ha concebido a todo este pueblo y lo ha dado a luz, para que me digas: llévalo
en tu regazo, como lleva la nodriza al niño de pecho, hasta la tierra que prometí con
juramento a sus padres?" (Números 11, 12-13).
- "Hijos sois de Yahveh vuestro Dios. No os haréis incisión ni tonsura entre los ojos por un
muerto. Porque tú eres un pueblo consagrado a Yahveh tu Dios, y Yahveh te ha escogido
para que seas el pueblo de su propiedad personal entre todos los pueblos que hay sobre
la haz de la tierra" (Deuteronomio 14, 1-2).
Dios es un Padre tierno: "En aquel tiempo - oráculo de Yahveh.- seré el Dios de todas las
familias de Israel, y ellos serán mi pueblo. ¿Es un hijo tan querido para mí Efraím, o un
niño tan mimado, que tras haberme dado tanto de qué hablar, tenga que recordarlo
todavía?" (Jeremías 31, 1. 20).
"Cuando Israel era niño, yo le amé y de Egipto llamé a mi hijo. Cuanto más los llamaba
más se alejaban de mí; a los baales sacrificaban, a los ídolos ofrecían incienso. Yo enseñé
a Efraím a caminar, tomándole por los brazos, pero ellos no conocieron que yo cuidaba de
ellos. Con cuerdas humanas los atraía, con lazos de amor, y era para ellos como los que
alzan a un niño contra la mejilla, me inclinaba hacia él y le daba de comer" (Oseas 11, 1-
7).
"Ay del que dice a su padre: ¿Qué has engendrado? Y a su madre: ¿qué has dado a luz?
Así dice Yahveh, el Santo de Israel y su modelador: ¿vais a pedirme señales acerca de
mis hijos y adarme órdenes acerca de la obra de mis manos?" (Isaías 45, 10-11).
"Porque tú eres nuestro Padre, que Abraham no nos conoce ni Israel nos recuerda. Tú,
Yahveh, eres nuestro Padre, tu nombre es "el que nos rescata" desde siempre" (Isaías '63,
16).
El amor de Dios es más fuerte que el amor de madre: "¿acaso olvida una mujer a su niño
de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque esas llegasen a
olvidar, yo no te olvido" (Is 49, 15).
Los libros sapienciales se proponen la formación del humanismo bíblico en los miembros
de la familia: sus mensajes se orientan hacia la buena elección de la pareja, prepararse al
matrimonio con virtudes excelentes, guardar la fidelidad - deberes del hogar - la educación
de la prole, las cualidades de la buena esposa (véase por ejemplo: Proverbios,
Eclesiastés, Cantares, Sabiduría, Eclesiástico).
Jesucristo que viene a salvar a todo el hombre y a todos los hombres, empieza su obra por
la familia. El misterio divino de la Encarnación está en estrecha relación con la familia
humana, con la de Nazaret y con cada una de las familias del mundo entero. "El Hijo
Unigénito, consubstancial al Padre (de la misma naturaleza divina del Padre), Dios de
Dios, Luz de Luz, entró en la historia de los hombres a través de una familia.
Cristo revela la verdad original del matrimonio y liberando al hombre de la dureza del
corazón lo hace capaz de realizarse plenamente. En efecto. El Espíritu de Cristo
Resucitado cambia radicalmente el corazón humano y hace posible que se cumpla el Plan
de Dios sobre la familia: se logra la igualdad de la pareja como fuente de vida y la unidad
existencial de los esposos como base segura para cimentar el Pueblo de Dios. Las
relaciones humanas e interpersonales matrimoniales adquieren un nuevo sentido: son dos
"santos" (ungidos por el Espíritu de Cristo, que es Espíritu de amor) los que se unen y
producen unas relaciones santificadas por la gracia de Cristo.
La presencia de Cristo en las bodas de Caná está cargada de significado (Jn 2, 1-11). Es
el reconocimiento de una institución querida por Dios y la transformación del significado
natural del matrimonio, para darle el sentido de una vida nueva: el agua se transforma en
vino. El amor de los esposos se transforma en sacramento. En el amor de los esposos y
de la familia se hace presente Cristo.
3.4.2.6. LOS ESPOSOS SON SACRAMENTO DEL AMOR DE CRISTO POR LA IGLESIA
La teología Paulina nos enseña que el esposo y la esposa representan la unidad entre el
Salvador y la Iglesia (véase Ef 5. 22- 23). A través de los esposos cristianos se ve el amor
de Cristo esposo por su esposa, la Iglesia, en una entrega de fidelidad y amor que culmina
en la cruz, El amor más grande lo tiene quien da la vida por el que ama.
La unión familiar es una unión salvadora. La fuerza de la salvación que trae Jesucristo
renueva a cada persona y la capacita para construir la unidad entre los hombres. Ese
efecto se siente primeramente en la familia
PIO XII:
"La familia ha sido. Es y seguirá siendo el manantial y cauce del género humano y del
hombre. Obra maestra de la suma sabiduría y bondad del Creador, ha recibido de El la
constitución, las prerrogativas y deberes que le allanan el camino para conseguir sus
propios fines superiores". Es por eso la familia "superior a cualquier institución humana":
es "célula de cristiandad", "elemento vital de la sociedad natural"; "escuela eficacísima de
vida cristiana"; vivero natural, escuela donde crece y se prepara el hombre del mañana"
(citado por el Directorio Nacional de Pastoral Familiar, Conferencia Episcopal de Colombia,
No. 43).
JUAN XXIII:
"Dios ha puesto en el corazón del hombre tres amores principalmente que del suyo se
nutren y con él se ennoblecen: el amor de los esposos, el amor de los padres, el amor
filial. Querer arrancar o paralizar estos afectos parecería una profanación de algo sacro
que llevaría fatalmente a su ruina a la patria y a la humanidad. La dignidad, los derechos y
los deberes del hogar, establecido por
Dios mismo como célula vital de la sociedad, son por ello tan antiguos como el mundo, son
el fundamento del bienestar socia!" (ibid. 45).
Cuanto sea devolver a sus más puras esencias esta institución, ayudar a la familia en sus
necesidades materiales y en la dotación de bienes y servicios que la sociedad le debe
para el cumplimiento de su misión, resucitar en ella el sentido cristiano... todo ello no
puedo menos de ser estimado como un meritorio servicio a la causa católica" (Ibid. 46).
PABLO VI:
"El hogar es el lugar privilegiado del amor, de la comunión íntima de las personas, del
aprendizaje de una entrega continuada y progresiva entre esposos". "El hogar es el lugar
donde se acoge la vida". "El hogar es también el primer lugar de la educación".
"El hogar sigue siendo todavía un lugar de apertura a todas las demás comunidades... No
podrá permanecer egoístamente cerrado sobre sí mismo". El hogar es, por encima de
todo, el lugar donde se derrama la gracia del Señor, según la vocación bautismal... A este
hogar se llega mediante la preparación, y hacéis bien en buscar la forma de ofrecer al
mayor número posible de candidatos al matrimonio, una formación sólida, realista,
espiritual. Este hogar debe poder contar también con el apoyo de otros hogares, de las
comunidades cristianas y, sobre todo, con el entorno humano y moral de la sociedad"
(Ibid. 49).
Ha escrito en la línea del Concilio Vaticano II, entre otros, dos fundamentales documentos
sobre la Familia: Familiaris Consortio (fruto de las proposiciones del Sínodo sobre la
familia de 1981) y Carta a las familias (Con ocasión del año internacional de la familia en
1994), junto con innumerables discursos y mensajes en sus múltiples recorridos e
intervenciones. En estos documentos se inspira este trabajo, por lo cual no hacemos aquí
una cita específica del magisterio de Juan Pablo II.
PUEBLA 583:
PUEBLA 584:
"Cristo, al nacer, asumió la condición de los niños: nació pobre y sometido a sus padres.
Todo niño - imagen de Jesús que nace - debe ser acogido con cariño y bondad. Al
trasmitir la vida a un hijo, el amor conyugal produce una persona nueva, singular, única e
irrepetible. Allí empieza para los padres el ministerio de evangelización. En él deben
fundar su paternidad responsable: en las circunstancias sociales, económicas, culturales,
demográficas en que vivimos, ¿son los esposos capaces de educar y evangelizar en
nombre de Cristo a un hijo más? La respuesta de los padres sensatos será fruto del recto
discernimiento y no de la ajena opinión de las personas, de la moda o de los impulsos.
Así, el instinto y el capricho, cederán lugar a la disciplina consciente y libre de la
sexualidad, por amor a Cristo cuyo rostro aparece en el rostro del niño que se desea y se
trae libremente a la vida".e aprendizaje
CUARTA UNIDAD: MISIÓN DESDE LA FAMILIA
¿Cuál es la obra misionera que debe realizar la familia? ¿Existe alguna razón
teológicamente válida para afirmar que la familia es misionera?
Efectivamente, la familia tiene una misión. Según el Plan de Dios, ella ha sido puesta para
"custodiar, revelar y comunicar el amor". En ese Plan, la Iglesia descubre la misión de la
familia o sea, los cometidos generales que debe lograr la familia, a saber:
El servicio a la vida.
Hay algo que es la clave primera acerca de la visión cristiana y misionera de la familia: "en
el Plan de Dios Creador y Redentor la familia descubre no sólo su identidad sino también
su MISION: custodiar, revelar y comunicar el amor y la vida, a través de sus cometidos
fundamentales, mencionados atrás y que se pueden ampliar de la siguiente manera:
"fundada y vivificada por el Amor" que la hace comunidad de personas: del hombre y de la
mujer esposos, de los padres y de los hijos, de los parientes. La familia, entonces, debe
ofrecer a los esposos y a los hijos la posibilidad de crecimiento personal y la progresiva
conquista de la verdadera y propia autonomía.
La familia debe testimoniar ante los que la rodean y aún "más allá de las fronteras" el
sentido de la gratuidad del amor. Los que se acerquen a una familia cristiana deben
percibir que "las relaciones entre sus miembros están inspiradas y guiadas por la ley de la
"gratuidad" que respetando y favoreciendo en todos y cada uno la dignidad personal como
único título de valor, se hace acogida cordial, encuentro y diálogo, disponibilidad
desinteresada, servicio generoso y solidaridad profunda" (FC 43).
Ese cometido es una tarea de todos los días, pues este ideal solamente se logrará en la
familia si "los esposos son conscientes de su dignidad como personas humanas, si se
respetan mutuamente y asumen sus respectivas responsabilidades con entusiasmo: si
ofrecen a sus hijos el testimonio de mutuo respeto y amor y los miran como personas
llamadas a madurar ya labrar su propia personalidad de acuerdo con su sexo y su etapa
de vida. El recto ejercicio de la autoridad compartida entre los esposos como servicio a la
comunidad familiar, y de la obediencia como colaboración al bienestar de la misma; la
práctica de la justicia entre los miembros de la familia; la comunicación afectuosa; la
corresponsabilidad en la gestión del hogar; el respeto de todas las personas; y, en general
todas aquellas virtudes sociales necesarias para la convivencia humana, son las grandes
lecciones de la familia para que cada uno llegue a ser plenamente hombre y plenamente
mujer"(CEC, Directorio, op.cit.Ns.100 y 101).
Ser como el "santuario de la vida" (CA 3.9), servidora de la vida, ya que el derecho a la
vida es la base de todos los derechos humanos. Este servicio no se reduce a la sola
procreación, sino que es ayuda eficaz para transmitir y educar en valores auténticamente
humanos y cristianos.
Ser "célula primera y vital de la sociedad" (FC 42). Por su naturaleza y vocación la familia
debe ser promotora del desarrollo, protagonista de una auténtica política familiar.
Por naturaleza, la familia está llamada a ser la célula vital de la comunidad humana. Esto
ya lo había señalado el Concilio Vaticano II en el documento sobre el compromiso de los
laicos (Apostolicam Actuositatem No. 11).
"La familia posee vínculos vitales y orgánicos con la sociedad, porque constituye su
fundamento y alimento continuo mediante su función de servicio a la vida. En efecto, de la
familia nacen los ciudadanos, y éstos encuentran en ella la primera escuela de estas
virtudes sociales que son el alma de la vida y del desarrollo de la sociedad misma. Así, la
familia, en virtud de su naturaleza y vocación, lejos de encerrarse en sí misma, se abre a
las demás familias y a la sociedad, asumiendo su función social" (FC 42).
La sociedad actual necesita de la familia, para que la transforme con su testimonio y con
su acción sobre la cultura. Se necesitan familias nuevas, evangelizadoras porque esta
sociedad "marcha hacia un creciente progreso técnico y científico, dominado por el éxito
individual, por los bienes materiales, por el rendimiento; una sociedad que a la vez que
avanza en lo material va perdiendo el sentido de los valores y es víctima de injusticias
escandalosas". Sólo la acción transformadora de la familia logrará que se integren el
progreso y el humanismo verdaderos (véase CEC, op. cit. No. 104).
Se plantea, entonces, la necesidad de que en este campo y en los demás se haga algo
(nosotros lo llamamos animación y formación misionera de la familia) para que la
"comunidad familiar despierte la conciencia de la necesidad de su participación en la toma
de decisiones que afectan al bien común y en comprometerse en la realización de toda
obra que contribuya al mejoramiento del bienestar de las comunidades de las que ella
hace parte, a través de la acción comunal, las asociaciones de padres de familia, de la
acción política, etc." (Iglesia ante el cambio, citado por CEC, Directorio, No. 106).
La Familiaris Consortio le concreta a la familia sus quehaceres en este campo, así: "La
función social de las familias está llamada también a manifestarse en la forma de
intervención política, es decir, las familias deben ser las primeras en procurar que las leyes
y las instituciones del Estado no sólo no ofendan, sino que sostengan y defiendan
positivamente los derechos y deberes de la familia. En este sentido las familias deben
crecer en la conciencia de ser protagonistas de la llamada "política familiar ", y asumirse la
responsabilidad de transformar la sociedad; de otro modo las familias serán las primeras
víctimas de aquellos males que se han limitado a observar con indiferencia. La llamada del
Concilio Vaticano II a superar la ética individualista vale también para la familia como tal"
(FC 44).
La Iglesia toda y a su nivel básico la familia, como pequeña Iglesia, se construye a partir
de los sacramentos del bautismo, la confirmación, la eucaristía y el matrimonio. "Iglesia
grande" e "Iglesia familia" son realidades sacramentales y están marcadas, signadas en su
esencia profunda por estos sacramentos que las configuran o determinan en su condición
eclesial (cuerpo de Cristo) y por eso, una y otra "manifestarán a todos la presencia viva del
Salvador del mundo y la auténtica naturaleza de la Iglesia, ya por el amor, la generosa
fecundidad, la unidad y fidelidad de los esposos, ya por la cooperación amorosa de todos
sus miembros" (GS 50, citado por CEC, Directorio, No. 107).
"La familia cristiana está llamada a tomar parte viva y responsable en la misión de la
Iglesia de manera propia y original, es decir, poniendo al servicio de la Iglesia y de la
sociedad su propio ser y obrar, en cuanto comunidad íntima de vida y de amor... "
"La familia cristiana edifica, además, el Reino de Dios en la historia mediante esas mismas
realidades cotidianas que tocan y distinguen su condición de vida".
Por cualquier lado que se mire, la relación entre Iglesia y familia es estrecha.
5.2 ¿QUE LE APORTA LA FAMILIA A LA IGLESIA?
La familia le aporta a la Iglesia sus hijos con los cuales la hace crecer como Pueblo de
Dios: la Iglesia recibe de la familia sus nuevos miembros y los incorpora así como
integrantes nuevos del único pueblo de Dios. El matrimonio y la familia edifican la Iglesia
(véase FC 15).
La familia ofrece un espacio de iglesia para que en él sus cristianos crezcan en la fe,
maduren en las virtudes y se proyecten dentro de la misma Iglesia y en el mundo. La vida
nueva de quienes han sido hechos hijos de Dios por el bautismo, crece y se fortalece de
modo conveniente en la Iglesia doméstica, como primera escuela de fe y semillero fecundo
de virtudes cristianas (véase Fe 21; 39; 51; 2).
La familia misma facilita la comprensión y la vivencia del significado que tiene el ser
miembro de la familia de Dios. En efecto, en el hogar el cristiano vive experiencias
singulares que lo capacitan para captar el significado que tiene ser miembro de la familia
de Dios. Estas experiencias son determinantes, tales como la experiencia del Dios Padre-
Madre; de filiación (en el Dios Hijo); de fraternidad o comunión (en el Espíritu).
Es en la familia en donde florecen los valores del Reino que la Iglesia misionera cultiva
como objetivo de su actividad misionera: el amor conyugal y familiar vivido en su
extraordinaria riqueza de valores y exigencias de totalidad, unicidad, fidelidad y
fecundidad.
La Iglesia con su presencia actúa como testigo y defensora de los valores que en el Plan
de Dios encarna la familia. Ratifica y con su presencia actualiza el Sacramento que funda
la familia. Además le aporta los auxilios de la gracia sacramental que la familia necesita a
lo largo de su vida.
La Iglesia exalta la dignidad de la familia, expone y defiende sus valores ante la conciencia
de todos los hombres y confirma a los mismos esposos e hijos y los protege con olas
auxilios sacramentales para que no caigan en la infidelidad, el egoísmo y una visión
materialista de la vida.
La Iglesia sirve a todos los hombres que promueven matrimonios maduros y familias
felices: "La Iglesia, consciente de que el matrimonio y la familia constituyen uno de los
bienes más preciosos de la humanidad, quiere hacer sentir su voz y ofrecer su ayuda a
todo aquel que, conociendo ya el valor del matrimonio y de la familia trata de vivirlo
fielmente; a todo aquel que, en medio de la incertidumbre y de la ansiedad, busca la
verdad y a todo aquel que se ve injustamente impedido para vivir con libertad en el propio
proyecto familiar" (CEC Directorio, op. cit. 78).
La Iglesia propone el ideal familiar: "Por ser ella misma esposa sin mancha del Cordero y
madre fecunda de los bautizados, la Iglesia propone a la familia el prototipo sublime al que
debe tender en el desarrollo de su amor fiel y en el cumplimiento de la sagrada misión de
la paternidad. La Iglesia conoce el camino por el que la familia puede llegar al fondo de su
más íntima verdad. Este camino, que la Iglesia ha aprendido en la escuela de Cristo y en
la historia - interpretada a la luz del Espíritu - no lo impone, sino que siente en sí la
exigencia apremiante de proponerlo a todos sin temor, es más, con gran confianza y
esperanza, aún sabiendo que la Buena Nueva conoce el lenguaje de la cruz. Porque es a
través de ella que la familia puede llegar a la plenitud de su ser y a la perfección del amor"
(op. cit. 79; FC 86).
Toda pastoral hace referencia al Buen Pastor y tiene tres aspectos fundamentales:
1. Dar la vida como Cristo. La Familia en la Escuela con Jesús debe dejarse transformar por Él
"Sin Mí no pueden hacer nada"(Jn 15,5), debe vivir con Él y dar la vida como ÉL.
2. Sentir la presencia y la cercanía de Cristo Pastor en medio de ella: "Yo estoy con ustedes
todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28,20).
3. Escuchar el mandato: "Vayan y evangelicen", "Vayan y hagan discípulos a todas las
gentes"(Mt 28,19).
Lo que quiere la Iglesia con la Pastoral Misionera es el avivamiento del espíritu misionero de la
familia .que la lleve a un compromiso eficaz, dentro de ella misma, en la Iglesia y hacia el mundo
entero. Para lograrlo, se dan los siguientes pasos:
Que se propone despertar avivar y sostener el espíritu misionero universal en los miembros de la
familia para que se sientan llamados y enviados a la misión por Jesucristo, y asuman su
responsabilidad.
Información misionera que permita conocer y sentir las realidades dramáticas de la misión
y sus logros. Todos los medios de comunicación pueden ayudamos en esta información.
Todas las circunstancias y fiestas familiares pueden servir de ocasión para esta motivación y
también las jornadas misioneras tales como: Enfermos (11 de febrero), Infancia Misionera
(primer domingo de mayo, en Colombia), San Pedro Apóstol (3 de Junio), Unión Misional
(diciembre 3), la Jornada Mundial de las Misiones (penúltimo domingo de octubre) y la Jornada
de la Familia Misionera (segundo domingo de octubre).
La asociación de familias misioneras: espacios que ayudan a impulsar y a sostener el
espíritu misionero de cada miembro de la familia. Esa acción misionera se debe a la pastoral de
las familias en la Parroquia, en la escuela (Asociación de Padres de Familia), a la catequesis
familiar, a los movimientos apostólicos que tienen que ver con la familia.
El acompañamiento misionero: se trata de ayudar al proceso de crecimiento en la fe y de
compromiso misionero de las familias. En esta actitud se deben comprometer las mismas
familias y es un campo abierto al trabajo de los Diáconos permanentes y sus familias.
Esta formación debe llenar unos requisitos: ante todo debe ser sistemática y organizada, con
contenidos y acciones que respondan a las necesidades y al crecimiento de las familias (plan de
formación misionera). Debe ser un proceso que integre la catequesis, la espiritualidad, la
proyección apostólica (equivalente a la cooperación misionera), y la vida de comunión en familia
y en parroquia. Debe ser específicamente misionera e integrada a la vida parroquial y diocesana
a través de sus estructuras pastorales y de sus legítimos Pastores.
La experiencia de formación nos ha llevado al siguiente proceso que se desarrolla por niveles, a
lo largo del año. Cada año debe tener un nuevo programa.
a)La primera semana, las familias estudian y desarrollan un tema de catequesis. Se trata
siempre de profundizar en los temas misioneros, no generales que tienen que ver con la familia.
En esta catequesis se escucha la Palabra de Dios, se reciben los testimonios misioneros, se
conocen las figuras misioneras, se estudian los documentos misioneros de la Iglesia, etc.
c) La tercera semana, las familias realizan la proyección o el compromiso misionero a partir del
mismo tema estudiado en la catequesis y encarnado en la espiritualidad. La familia se proyecta
misioneramente con testimonio y palabras hacia otras familias.
Es natural que para empezar este proceso, continuarlo y hacerlo avanzar, se necesite motivación
y explicación de sus bondades y funcionamiento.
Esa comunión misionera tiene que ser orgánica o sea organizada para que todos participen
desde sus propios carismas y aporten a la misión lo mejor de sí mismos. El misionero es el
hombre de la comunión y una de las formas de comunión, es la asociación misionera. Resultado
de la comunión misionera tiene que ser a organización, para plantearse objetivos, enraizar las
motivaciones, organizar todos los recursos humanos y materiales y así ponerse todos al servicio
de la misión.
Se comenta actualmente con frases muy fuertes la realidad misionera de la familia, por ejemplo
"O es misionera la familia o no es familia cristiana", "La familia ha de ser misionera para ser
cristiana".
Una familia misionera es una familia común y corriente que vive interiormente la realidad de su
ser y que se proyecta hacia la misión universal: crece en su interior y se expande más allá de sus
fronteras.
6.3.1 EN SU INTERIOR
Una familia en su interior vive su realidad de comunidad de vida y de amor; sus miembros
comparten lo que son y lo que tienen; se ayudan a crecer en la fe; comparten la oración y la
Palabra de Dios; celebran y viven la Eucaristía; destinan un espacio de tiempo para el diálogo y
la convivencia familiar; apoyan y sostienen a cada miembro en sus diversas circunstancias; se
esfuerzan por la reconciliación; viven y crecen en el amor; mantienen viva la presencia del Señor
como centro y base de su fe y de su existencia.
Comparte con sus familiares, amigos, compañeros de trabajo, vecinos y con todos los miembros
de la parroquia su fe y su espíritu misionero; su servicio y su ayuda, su experiencia de
crecimiento, sus bienes espirituales y materiales y sobre todo el anuncio del Evangelio.
En la familia los hijos tienen la primera experiencia de sociedad humana y de Iglesia (GEM 3) Y
con su progreso contribuyen a la santificación de sus padres (GS 48).
La Iglesia le encarga a la familia la estupenda misión de proclamar en voz alta a todos los
hombres, las virtudes presentes del Reino de Dios y la esperanza de la vida bienaventurada (GS
35).
Desde su realidad de pequeña Iglesia, manifiesta a todos la presencia del Salvador en el mundo
y la auténtica naturaleza de la Iglesia. "La familia está llamada a ser signo misionero para los
alejados, para las familias que no creen todavía y para las familias cristianas que no viven
consecuentemente la fe recibida" (FC 54).
Además, tiene unos campos y unas actividades concretas: la hospitalidad, la adopción de hijos
abandonados, la acogida a peregrinos y forasteros, la atención a los ancianos, la difusión de las
riquezas que tiene cada familia, ayuda en la preparación de los jóvenes al matrimonio, orienta y
guía a las familias con problemas, enseña el catecismo, aconseja a los jóvenes, participa en el
culto y organiza asociaciones para el bien de la familia.
Es un Programa ofrecido por las OMP de Colombia desde la Obra Misional Pontificia de la
Propagación de la Fe para ayudar a las familias a crecer en su fe católica y a realizar su
vocación misionera universal.
No es un movimiento sino un servicio para que desde la familia la Iglesia sea misionera. Ese
servicio comienza con quienes están vinculados a las OMP: niños, jóvenes, enfermos, familias
de los niños y de los jóvenes, asesores, etc.
El Programa responde al llamado del Santo Padre para que la familia cumpla su misión. Toda
familia ha de asumir con valentía el reto de la pastoral, de la nueva evangelización y de la misión
ad gentes como lo quiere la Iglesia hoy. En los documentos de Medellín, Puebla y Santo
Domingo el llamado al compromiso misionero de la familia es claro.
a)Ofrecer un servicio de animación, formación y organización misioneras para que las familias se
comprometan en la evangelización de sí mismas, de la sociedad y de los no cristianos.
b)Despertar y formar el sentido misionero universal de las familias para que cumplan sus
deberes como familias cristianas.
e) Promover la comunión y el servicio misionero dentro de cada familia y desde ellas hacia otras
familias en apertura universal.
e)Apoyando a las familias para puedan ir más allá de sus propias fronteras.
Para las familias de los niños vinculados a Infancia Misionera y de los jóvenes y enfermos
vinculados a Propagación de la Fe.
Para los movimientos familiares, para los agentes de pastoral familiar y para las familias
interesadas en el programa.
A nivel familiar: abrir el espacio para la vida en familia, para la formación, para la espiritualidad y
la proyección misionera (las OMP ofrecen el servicio de las guías para estos encuentros
semanales).
Atención a los agentes de Pastoral familiar a todos los niveles para que ellos se animen
misioneramente y sean a su vez animadores misioneros.
A nivel nacional, un Comité Central bajo la coordinación del Director Nacional de las OMP y de
los Secretarios de las Obras vinculadas al Programa.
A nivel diocesano, bajo la coordinación del Obispo y el Director de las OMP, se puede organizar
algún equipo de familias misioneras.
3. Animación Misionera para motivar sobre las bondades del Programa a los agentes de pastoral
familiar a nivel diocesano y parroquial, a nivel de movimientos e instituciones que trabajan con
familia.
4. Formación Misionera a distintos niveles con el fin de capacitar a los animadores del Programa
y también a las familias. Los guiones y el material los ofrece la Dirección Nacional.
6. Cooperación Misionera para que las familias proyecten su servicio misionero dentro y fuera de
su propia realidad con sentido universal, con oraciones, con sacrificios, con aportes económicos
y promoviendo y ayudando a las vocaciones misioneras.
Si nos atenemos al sentido de la palabra, se trata de que la familia viva de acuerdo a su espíritu,
de acuerdo a lo que ella es. Por eso, lo que hay detrás del grito de Juan Pablo II a las familias:
¡familia, sé lo que eres¡, es una profunda espiritualidad de la familia.
Los miembros de la familia, cónyuges, hijos y relacionados están llamados, como todos los
cristianos a vivir la santidad. Esta es la base o punto de partida de la evangelización, porque esto
arranca del testimonio, y consiste en vivir y hacer fructificar el don de Dios y la gracia propia de
los sacramentos que la fundamentan, especialmente el bautismo (la reconciliación como
restablecimiento de la gracia bautismal), la Confirmación, la Eucaristía y el Matrimonio.
La nota de la perfección o santidad en la familia es el amor: en eso conocerá el mundo que sus
miembros son cristianos, en que se aman unos a otros como Dios los ha amado.
La santidad es un camino que se entiende como el desarrollo de la vida nueva en el Espíritu que
alienta en el seno de la familia que es signo sacramental del amor Trinitaria de Dios, como
Padre, como Hijo y como Espíritu Santo.
La espiritualidad de la familia la lleva a contemplar y a vivir el misterio del amor del Dios, Padre
de Nuestro Señor Jesucristo: "mi alimento es hacer la voluntad de mi Padre" (Jn 4, 34). La familia
cristiana vive y testimonia la realidad de un amor paterno y materno que refleja la bondad del
Padre Celestial: el que ve una familia cristiana, debe ver la transparencia del amor paternal de
Dios.
"En la familia se revela hasta el final la paternidad de Dios, pues es la meta última, así como el
origen de toda paternidad en el cielo y en la tierra (Ef 3, 15) está en Dios y hacia Él está
orientada y conducida por Jesucristo su Hijo, en el Espíritu Santo. El misterio de la familia se
inscribe ya en la plenitud divina de la verdad y el amor y gozará eternamente de la íntima unión
con Dios del que ya tiene un anticipo en la comunión de los santos" (Juan Pablo II , 1980).
La familia misionera se esfuerza para vivir en íntima comunión con Cristo. El está en lo profundo
de su ser de familia y en cada uno de sus integrantes; su presencia es garantía de su compañía,
de su fortaleza y de su envío misionero. Viviendo la presencia de Cristo se va modelando a su
manera, como modelo de perfección en el amor y en el servicio: se trata de asumir sus
sentimientos, sus actitudes, su estilo de vida.
Cristo ama a la Iglesia como a su esposa y se convierte en ejemplo para el marido que debe
amar a su esposa como a su propio cuerpo. Así los cónyuges cristianos en virtud del sacramento
del matrimonio, significan y participan del misterio de unidad y de amor fecundo entre Cristo y la
Iglesia (véase LG 7 Y 9).
La espiritualidad familiar es presencia e impulso del Espíritu Santo, que es Espíritu de amor y
hace vivir el amor para que irradie a propios y extraños. Solamente el Espíritu Santo asegura la
capacidad de conservar la unidad por encima de todas las situaciones variables y críticas de la
vida diaria. Es hermosa y significativa la oración que la Iglesia hace sobre los esposos para
invocar sobre ellos la acción del Espíritu Santo: "infunde tu Espíritu, Señor, sobre estos esposos
para que con su fuerza puedan ser fieles". De esa efusión del Espíritu Santo brota el vigor
interior de las familias, así como la fuerza capaz de sostenerlos y hacerlos crecer en el amor y en
la verdad.
La familia se esfuerza por dejarse llevar por el impulso del Espíritu Santo. Él es el protagonista
de la misión. Con todos sus dones nos enriquece para el testimonio, con su fortaleza y
discernimiento nos hace descubrir el llamado del Señor; con su poder nos da valor para el
anuncio.
"El sacramento del matrimonio derramando el don del Espíritu que transforma el amor esponsal,
se convierte en la ley nueva de la pareja cristiana. Ese Espíritu obra en el corazón de los
esposos y los guía a la libertad de los hijos de Dios" (FC 63).
Aquí podemos decir que la espiritualidad familiar es específica, en cuanto que tiene una manera
propia de vivir la dimensión sacramental bautismal, penitencial, confirmacional, eucarística y
matrimonial. La nota característica la vive:
c)Desde el amor y la fidelidad en las buenas y en las malas, hasta que la muerte los separe. Es
el sentido de la cruz de Cristo que se vive hasta ser capaz de dar la vida por el ser que se ama.
Está claro que la espiritualidad matrimonial tiene un profundo sentido pascual: morir al egoísmo,
al propio capricho, para tener la vida, para dar la vida.
d) Desde la entrega esponsal de dos que se dan totalmente el uno al otro en actitud de fe en la
realidad del sacramento del matrimonio. En esa donación está contenida y significada la
presencia
el Cristo Cabeza y Esposo de la Iglesia que se entrega a ella, para embellecerla y adornarla de
virtudes, como a una verdadera novia y esposa.
El mayor servicio que los pastores le podemos prestar a la familia es la formación para la
vivencia de la espiritualidad de los sacramentos. El bautismo, la confirmación, la primera
comunión de un hijo que debe ser para la familia, acontecimientos de salvación que la renueven,
que actualicen en ella toda la presencia y la acción del Dios encarnado en ella.
La Eucaristía se prepara desde la vida familiar: ¿Qué lleva la familia a la Eucaristía? La familia
prepara su Eucaristía cuando se esfuerza en el cumplimiento de sus deberes hogareños, incluso
los más elementales y sobre todo cuando hace presente el reino de Dios en el mundo mostrando
las virtudes de un hogar que vive los valores evangélicos.
Eucaristía celebrada: los miembros de la familia participan del sacerdocio común de Cristo y
unidos a El, ofrecen al Padre Celestial el sacrificio de suave olor, desde que sale el sol hasta el
ocaso. Ese ofrecimiento de toda la realidad familiar se hace sacramental en la Eucaristía porque
a ella lleva toda su experiencia familiar: la entrega, el diálogo, los conflictos, los pecados. Los
planes, los fracasos.
La Eucaristía vivida desde la familia: La familia vive la Eucaristía cuando reconoce y comparte lo
que de Cristo ha recibido en Espíritu Santo, cuando acoge y recibe a los demás, cuando
trasciende las fronteras de lo hogareño hacia los más necesitados, "incluidos los no
evangelizados. Participar en la Eucaristía es permitirle a Dios que penetre en la comunidad
familiar, la transforme y se sirva de ella para la salvación de muchos.
La familia que participa en la comunión eucarística acrecienta su unión con Jesucristo - los lazos
de comunión con El se refuerzan -, se fortalece contra el pecado y la comunión fraterna entre sus
miembros se fortalece.
"La Eucaristía es la fuente misma del matrimonio cristiano. En efecto, el sacrificio eucarístico
representa la alianza de amor de Cristo con la Iglesia, en cuanto sellada con la sangre de la cruz
( Jn 19, 34). Y en este sacrificio de la Nueva y Eterna Alianza los cónyuges cristianos encuentran
la raíz de la que brota, que configura interiormente y vivifica desde dentro, su alianza conyugal.
En cuanto representación del sacrificio de amor de Cristo por su. Iglesia, la Eucaristía. es
manantial de caridad. Y en el don eucarístico de la caridad la familia cristiana halla el
fundamento y el alma de su "comunión" y de su "misión", ya que el pan eucarístico hace de los
diversos miembros de la
comunidad familiar un único cuerpo, revelación y participación de la más amplia unidad de la
Iglesia; además, la participación en el Cuerpo "entregado" y en la Sangre "derramada" de Cristo
se hace fuente inagotable del dinamismo misionero y apostólico de la familia cristiana" (FC 57;
61; citados por CEC, Directorio, op.cit. No. 70).
La familia se siente parte de la Iglesia, vive en comunión con ella, y siente con ella las angustias
que nacen del desafío de tantos que no conocen a Jesucristo. Ese amor la hace responsable y la
lleva a asumir los retos de la Pastoral, de la Nueva Evangelización y de la Misión Ad Gentes.
7.4 LA ESPIRITUALIDAD MISIONERA DE LA FAMILIA, VIVENCIA DE LAS
BIENAVENTURANZAS
La espiritualidad misionera es vivencia de las Bienaventuranzas que llevan a la familia a una total
identificación con Jesucristo, el Bienaventurado por excelencia. De Él aprende su amor a Dios,
su amor al prójimo en justicia y en verdad empezando por la propia asa; en Él perdona, escucha,
sirve, realiza su misión.
Esa misma condición sacerdotal hace que la oración familiar sea profundamente comunitaria:
marido y mujer, juntos, padres e hijos juntos. Esa unidad en la oración es el fruto y la exigencia
de la comunión que nace de los sacramentos del bautismo y del matrimonio.
La oración de la familia es acción de gracias y alabanza por el don de la efusión del Espíritu
Santo, por la presencia de Cristo entre padres e hijos.
Es urgente, además, que la oración de las familias aumente y abarque al mundo entero, con
sentido misionero universal. La familia debe tener presente en su oración a las familias del
mundo entero (Carta, 5).
La familia inspirada en la tradición de la Iglesia descubre y vive las distintas formas de oración
que la enriquecen. En la experiencia de las familias misioneras ha ganado importancia el
desierto o retiro misionero, frecuente, corto o largo, que ha sido de gran ayuda.
"La lectura frecuente y reflexiva de la Palabra de Dios en la Biblia debe ocupar un lugar de
preferencia en cada hogar cristiano, como fuente de espiritualidad. Dado que participa de la vida
y misión de la Iglesia la cual escucha frecuentemente la Palabra de Dios y la proclama con firme
confianza, la familia vive su cometido profético acogiendo y anunciando esa misma Palabra. Se
hace así, cada día más, una comunidad creyente y evangelizadora.
También a los esposos y padres cristianos se exige la obediencia de la fe (Rom 16, 26), ya que
son llamados a acoger la Palabra del Señor que les revela la estupenda novedad - la Buena
Nueva - de su vida conyugal y familiar, que Cristo ha hecho santa y santificadora. En efecto,
solamente mediante la fe ellos pueden descubrir y admirar con gozosa gratitud a qué dignidad ha
elevado Dios el matrimonio y la familia, constituyéndolos en signo y lugar de la alianza de amor
entre Dios y los hombres, entre Jesucristo y la Iglesia esposa suya" (FC 51; CEC, op.cit 71).