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La persecución política contra líderes de organizaciones populares

suramericanas a través del Poder Judicial acumula escándalos no solo en Brasil

y la Argentina. Este año se sumó al podio la República de Ecuador, donde el

exvicepresidente Jorge Glas fue convertido en el blanco predilecto de la guerra

judicial, popularizada ya como Lawfare.

En el país de la Latitud Cero, dos jueces fueron destituidos en horas, y

uno de ellos arrestado, tras ordenar la liberación de Glas por los graves

problemas de salud que afectan al exvicepresidente de Rafael Correa y Lenin

Moreno.

El más reciente ocurrió a comienzos de agosto. El viernes 5 al mediodía,

el juez Banny Rubén Molina ordenó la liberación de Glas por su estado de

salud. Esa misma tarde, un Tribunal de Apelaciones reabrió una vieja causa en

su contra de 2018 por prevaricato, y revocó el sobreseimiento. El martes 9, el

Consejo de la Judicatura (homólogo al Consejo de la Magistratura) le inició un

proceso con el cargo de “usurpación de funciones” por liberar a Glas, lo

suspendió y ordenó el arresto que se concretó por la noche. Mientras, el

Ministro del Interior, Patricio Carrillo, difundía por redes sociales las fotos del

operativo. Glas no obtuvo la libertad porque el Servicio Penitenciario se negó a

obedecer la orden del ahora exjuez Molina.

Ingeniero en Electricidad de 52 años, casado y con dos hijos, Jorge Glas

es amigo desde la adolescencia del expresidente Rafael Correa, a quien

acompañó como vice entre 2013 y 2017 luego de ocupar varios cargos en su

Gabinete. Antes del ascenso de Correa, era ejecutivo de una cadena de TV y

conductor de programas de política y economía. Delfín de su amigo, en 2016

perdió las elecciones internas por la presidencia del oficialista Alianza País a

manos de Lenin Moreno, de quien fue brevemente vicepresidente entre mayo y

octubre de 2017.
Glas fue arrestado el 7 de octubre y condenado el 13 de diciembre a seis

años de prisión por recibir sobornos de la constructora brasileña Odebrecht.

En agosto, el presidente Lenin Moreno lo había despojado de todas sus

funciones políticas por la acumulación de denuncias. Recibió en abril de 2020

una segunda condena a ocho años de cárcel por integrar con Rafael Correa

“una estructura criminal” que recibía pagos de empresas a cambio de

concesiones de obra pública.

Desde 2019 la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, junto

con organismos humanitarios locales, regionales e internacionales reclaman

sin éxito o su liberación o arresto domiciliario debido a lo endeble de su salud,

agravado por problemas psiquiátricos derivados de los maltratos y torturas

sufridas en prisión, según detallaron las juntas médicas.

Glas debía ser puesto en libertad “por la vulneración de los derechos a la

integridad física y la salud tras haberse justificado sus padecimientos, los que

no han sido atendidos de manera correcta y especializada en el entorno

carcelario”. Así fundamentó la aceptación de un Hábeas Corpus el juez Diego

Moscoso, el primero de los magistrados destituidos este año por liberar al

exvicepresidente.

Moscoso había ordenado la excarcelación el 9 de abril pasado, y al día

siguiente la Judicatura lo suspendió por 90 días hábiles y le inició un proceso

por prevaricato. También suspendieron y sumariaron a todos los funcionarios

que intervinieron en el proceso, entre ellos médicos y agentes penitenciarios

que certificaron las enfermedades de Glas, quien fue recapturado y volvió a la

cárcel el 20 de mayo. Al juez Moscoso lo exoneraron el 21 de julio.

“Fue destituido por la infracción gravísima de manifiesta negligencia”,

explicó la Judicatura.
En las dos oportunidades el presidente Guillermo Lasso celebró

públicamente los procesos express que acabaron con los dos magistrados que

se atrevieron a liberar al exvicepresidente. “Mi Gobierno no permitirá la

corrupción en Ecuador. El país necesita recuperar la justicia, pilar fundamental

de la convivencia democrática”, dijo cuando fue recapturado.

El Lawfare ecuatoriano, no obstante, vivió su absurdo mayor cuando

sectores del Poder Judicial replicaron su propia “causa de los Cuadernos”.

Sucedió a mediados de 2019, cuando la Policía arrestó a Pamela Martínez, una

exjueza y asesora de Rafael Correa que en horas mutó a “cooperadora eficaz

(arrepentida o delatora)” a cambio de inmunidad ante futuras denuncias y la

reducción del 90% de su eventual condena.

Con lujo de detalle Martínez describió una red política que funcionó

entre 2012 y 2016 para recaudar millones de dólares en sobornos en la obra

pública. La falta de evidencias hacía tambalear el testimonio, que sobrevivió

gracias al oportuno hallazgo de un cuaderno durante el enésimo allanamiento

a la casa de la exasesora.

En el cuaderno se describen nombres, domicilios, cobros y pagos de

sobornos hasta con centavos. Las pericias demostraron que habían sido

escritos pocas semanas atrás y no siete años antes como declaró la

arrepentida. Eran falsos, y nada de lo allí narrado se pudo comprobar. No

obstante, 25 personas fueron encarceladas, el juicio continuó y la arrepentida

quedó en libertad tras cumplir una condena de 9 meses y 22 días.

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