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GRADO 6-3: Mito wayuu sobre el origen del fuego

NARRADOR: Al principio, cuando la creación y la humanidad eran jóvenes, la gente no tenía fuego. Eran criaturas imperfectas que
comían cosas crudas: carne, verduras, raíces y frutas silvestres. No se cocinaban vegetales en el fuego. No comían alimentos
preparados. La carne no se ahumaba ni se asaba, sino que colgaban sus alimentos al sol y se lo comían seco.

Esas primeras personas, debido a su imperfección, compartieron su triste destino con los animales. Algunos vivían en troncos de
árboles, algunos en cuevas, algunos en agujeros. Otros tenían chozas para refugiarse, pero vivieron sin fuego para calentarlos o
darles luz para evitar el miedo en la oscuridad de la noche.

Acto I: Maléiwa y el fuego

NARRADOR: Maléiwa (el dios creador wayuu) fue el único que poseía fuego. Tenía algunas piedras ardientes que guardaba
celosamente en una gruta lejos del alcance de la gente.

MALÉIWA: - Debo ocultar el fuego a las personas porque son seres carentes de juicio y pueden usarlo de malas maneras para
prender la maleza, quemar criaturas vivientes y acelerar las calamidades.

NARRADOR: Pero un día, cuando Maléiwa estaba de pie junto al fuego calentando su cuerpo, un joven llamado Junuunay vino hacia
él, rígido de frío. El dios al mirar cómo se acercaba a él se enojó y dijo:

MALÉIWA - ¿Por qué has venido, intruso? ¿No sabes que todo el acceso a este lugar está prohibido? ¿Quizás has venido a perturbar
mi paz y probar mi paciencia?

JUNUUNAY: - No venerable abuelo. Solo he venido para estar a tu lado y calentar mi cuerpo. Ten piedad de mí. No era mi intención
ofenderte. Protégeme de este frío que me congela la piel y me penetra los huesos. Tan pronto como esté caliente me iré.

NARRADOR: Junuunay escondió sus intenciones mientras decía esto. El joven audaz empleó una serie de trucos astutos para
convencer a Maleiwa. Hizo rechinar los dientes, hizo que sus poros se erizaran como si tuviera la piel de gallina, se estremeció como
un lagarto machorro y se frotó las manos hasta que, finalmente, Maleiwa sintió lástima por él y estuvo de acuerdo.

Acto II: Junuunay roba el fuego

NARRADOR: Pero el Gran Padre no quitó los ojos de él, porque tenía sus dudas sobre la honestidad de este extraño.

El coraje de Junuunay creció e intentó hablar con Maléiwa para distraerlo, pero este permaneció callado y no se dio cuenta de las
palabras del extraño.

JUNUUNAY: ¿Es hermoso el fuego, ¿verdad?, ¿allá afuera sufrimos mucho por el frio?

NARRADOR: Repentinamente Maléiwa volteo su mirada hacia atrás al escuchar un ruido extraño. Parecía que unos pequeños y
cautelosos pasos atravesaban las hojas muertas.

Junuunay consiguió con el descuido de Maleiwa, tomar dos brasas ardientes y meterlas en un pequeño saquillo escondido. Con eso
huyó, escabulléndose entre la maleza que rodeaba la gruta.
Acto III: el castigo de Junuunay

El Gran Maleiwa, dándose cuenta de que se había producido un robo y que lo habían engañado, se lanzó después de Junuunay para
castigarlo.

MALÉIWA: - ¿Dónde está mi fuego? ¡No puede ser, me engañó¡, ese pícaro se robó mi fuego.
- Voy a castigarlo, lo torturaré con una vida de inmundicia. Lo haré vivir en una pocilga, en un montón de estiércol,
empujando bolas de estiércol...

NARRADOR: Y diciendo esto, Maléiwa corrió tras el ladrón.

NARRADOR: Junuunay corrió desesperadamente para escapar, pero sus pasos fueron tan lentos y cortos que apenas pudo avanzar.
Atrapado en esta difícil situación, volvió a emplear su habilidad resbaladiza para salvarse.

JUNUUNAY: - Maléiwa me va a alcanzar. Debo hacer algo.


- Llamó a un joven cazador Kenaa, el cazado, ven acá.
- Ayúdame. Toma este carbón encendido para que la humanidad pueda hacer fuego.

NARRADOR: Kenaa tomó la preciosa joya en llamas y salió corriendo sin ser visto. Para castigarlo, Maleiwa lo convirtió en la
luciérnaga, que en las oscuras noches de invierno emite una luz parpadeante cuando pasa volando.

NARRADOR: Junuunay, exasperado, halló a Jimut, el saltamontes, y le dijo:

JUNUUNAY: - amigo Jimut, amigo mío, ayúdame.

JIMUT: aja ware, ¿qué está pasando? ¿por qué gritas?

JUNUUNAY: el dios Maleiwa me persigue porque le he quitado el fuego para dárselo a los Wayuu. Toma esta última brasa ardiente,
huye con ella y escóndela en un lugar seguro, porque quien posea esta joya será la persona más afortunada de todas, sabia y
grandiosa.

JIMUT: esta bien ware. Te haré ese favor. La voy a esconder.

Acto IV: la gente halla el fuego

NARRADOR: Diciendo esto, Jimut tomó el carbón encendido y rápidamente lo escondió dentro de una rama del árbol de Cuajaro,
luego lo movió a un olivo y luego a una rama de otro árbol; y se extendió y multiplicó por todas partes.

Un niño llamado Serumaa, que jugaba cerca del sitio, se dio cuenta que las ramas estaban encendidas y que el fuego brillaba y
generaba calor.

SERUMAA: - pero, ¿qué es esto tan brillante?, uuy esta caliente. Le diré a los demás wayuu.
- ¡Oigan, oigan! miren, vengan a ver esto. Todo brilla y quema.
- Jimut dijo que se llamaba fuego. Usémoslo para poder calentarnos y cocinar los alimentos

NARRADOR: pero la gente no le entendía al niño ya que sólo sabía decir: Skii... Skii... Skii... Fuego... Fuego... Fuego...
La gente se apresuró a encontrar el fuego, y alentados por jimut lograron obtenerlo.

JIMUT: corten ramas, tomen el fuego y llévenlo a sus rancherías para que puedan calentarse y cocinar los alimentos.

NARRADOR: Desde entonces los wayuu han hecho uso del fuego. Ahora ya no tiene miedo y ya no tienen que sufrir la dureza de la
noche fría, ni le temen a los espíritus de la noche sino que ahora son felices.

NARRADOR: por otro lado, Maleiwa convirtió al joven Serumaa en el pajarito que salta de rama en rama llorando Ski... Ski... Ski.
Desde entonces, Serumaa ha sido llamado Sikiyuu.

Esto sucedió después de que Maleiwa convirtió a Junuunay en un escarabajo y lo condenó a vivir en la inmundicia por robar fuego.

Desde entonces, el escarabajo ha vivido y alimentado con excrementos. Y en castigo por su audacia marcada en su cuerpo están las
marcas de su robo, es decir, las marcas brillantes que llevan los escarabajos en sus patas.

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