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PRÓLOGO

Este trabajo tiene como finalidad analizar a los partidos políticos y grupos de
presión desde los inicios de los mismos hasta la evolución de ellos. Al hablar de
democracia en los tiempos que corren sin considerar a los partidos políticos, pues
ellos son los principales articuladores y aglutinadores de los intereses sociales. Para
precisar su origen podemos distinguir dos acepciones. Una concepción amplia de
partido nos dice que éste es cualquier grupo de personas unidas por un mismo
interés, y en tal sentido el origen de los partidos se remonta a los comienzos de la
sociedad políticamente organizada. En Grecia encontramos grupos integrados para
obtener fines políticos, mientras en Roma la historia de los hermanos Graco y la
guerra civil entre Mario y Sila son ejemplos de este tipo de ''partidos''.

Si, en cambio, admitimos la expresión partido político en su concepción


restringida, que lo define como una agrupación con ánimo de permanencia temporal,
que media entre los grupos de la sociedad y el Estado y participa en la lucha por el
poder político y en la formación de la voluntad política del pueblo, principalmente a
través de los procesos electorales, entonces encontraremos su origen en un pasado
más reciente. Se discute, así, silos partidos surgieron en el último tercio del siglo
XVIII o en la primera mitad del XIX en Inglaterra y los Estados Unidos de
Norteamérica. En esta acepción, por tanto, el origen de los partidos políticos tiene
que ver con el perfeccionamiento de los mecanismos de la democracia
representativa, principalmente con la legislación parlamentaria o electoral.

Una de las opiniones con mayor aceptación en la teoría afirma que los
partidos modernos tuvieron su origen remoto en el siglo XVII, evolucionaron durante
el XVIII y se organizan, en el pleno sentido del término, a partir del XIX y,
concretamente, después de las sucesivas reformas electorales y parlamentarias
iniciadas en Gran Bretaña en 1832. Los partidos modernos, aunque son producto de
la peculiar relación de los grupos políticos con el parlamento, fueron condicionados
por los procesos de formación de los Estados nacionales y por los de modernización,
que ocurrieron en el mundo occidental durante los siglos XVIII y XIX.

Los partidos políticos son el resultado de la quiebra de la sociedad tradicional


o feudal y su paso a la sociedad industrial. El mundo burgués, posterior a las
revoluciones en Inglaterra y Francia, requería de formas de organización política que
sustituyeran a las testamentarias o corporativas por nuevos modos de organización,
dependientes de grupos políticos organizados en el parlamento, con reglas claras
para la circulación de la clase política. Estas reglas serían de carácter electoral y
tendrían un sentido distinto al llamado mandato directo (y en ocasiones vitalicio) de
los representantes respecto de sus representados; tal mandato quedó sustituido por
el representativo, con el cual el diputado ya no es considerado representante

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exclusivo de su distrito, sino de toda la nación, y deja de estar obligado a seguir
ciegamente el mandato imperativo de sus electores.

INDICE

PROLOGO ………………………………………. 2
……………………………………….
INTRODUCCION 4
……………………………………….
TITULO I 6
……………………………………….
TITULO II 9
……………………………………….
TITULO III 12
……………………………………….
TITULO IV 14
……………………………………….
TITULO V 16
……………………………………….
TITULO VI 19
……………………………………….
TITULO VII 22
……………………………………….
CODIFO FEDERAL DE 23
PROCEDIMIENTOS ELECTORALES
……………………………………….
BIBLIOGRAFIA 34
……………………………………….
OPINIO PERSONAL 36

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INTRODUCCION
La Revolución Mexicana ha sido definida como una revolución democrático-
liberal, agraria, popular y antiimperialista. Fue democrático-liberal, se dice en cuanto
se planteó como un movimiento que perseguía la destrucción de un régimen político
que garantizara, a través del derecho, las libertades ciudadanas y la participación
efectiva del pueblo en la designación de sus gobernantes. Fue agraria y popular,
pues apelaba de modo esencial a la movilización del pueblo para la lucha contra el
orden establecido y recogía en sus banderas las demandas que reclamaba la
condición de total sometimiento del pueblo trabajador en el campo y en la ciudad.

De acuerdo con una visión histórica de conjunto, podría afirmarse que el punto
nodal del desarrollo de nuestro país los constituye la forma peculiar en que la política
influye en el problema. Es tal el papel dinámico que el elemento político juega en el
desarrollo de México, que las fuerzas productivas y en general, parecen ser creación
del Estado Constituido como entidad nacional.

Sin duda, la verdad es que, como en todos los países subdesarrollados, el


Estado se convierte a partir de cierto momento en el principal promotor, si no es que
en el único. No es extraño, por lo mismo, que en México un desarrollo a escala
nacional comience cuando se da por primera vez, con los gobiernos Juárez, de Lerdo
y fundamentalmente de Díaz, un poder también nacional, que se impone soberano
sobre los elementos tradicionales que tendían hacia la disgregación.

Se analizará un periodo histórico relativo a una situación determinada bajo la


luz de un proceso empírico, acotado a plantear la transformación de México durante
décadas, inicio este apartado señalando que un rasgo característico de nuestro país
es la discordancia entre el atraso del sistema social y la evolución política.
Obviamente no estamos hablando de dos esferas separadas totalmente, sino más
bien de una discontinuidad entre las partes de un todo social que es el México de
hoy.

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La política, desde un punto de vista, tiene dos maneras de concebirse: desde
su composición y desde su funcionalidad. La primera correspondería a qué
entendemos por política, cuál es el campo y las herramientas propias de la política y
la segunda es el para qué, es decir cuál es el fin de la política.

En ese sentido la evolución que ha tenido el país en el plano político no puede


ser desligada de la lucha por preservar el control del poder económico. En aras de lo
segundo es que hay que ubicar la construcción del andamiaje que reglamenta la
disputa por el poder. Sin embargo esta evolución no es solamente producto de la
voluntad de los grupos hegemónicos, ni de la presión ejercida desde el exterior,
obedece también a una lucha de fuerzas, con diversos grados de representatividad,
que disputan el poder político y por ello vemos modificaciones en las normas que
rigen esa disputa.

Para los fines de este trabajo, el concepto de nación se refiere al conjunto de


comunidades de individuos, culturalmente diferenciadas, que habitan y han habitado
permanentemente el territorio llamado México, y que comparten una historia y origen
comunes, una institución denominada Estado, entendido en términos
constitucionales, pero ideales, como garante del bien común y depositario de la
soberanía del pueblo, encargado de administrar y distribuir la riqueza nacional y
establecer las reglas jurídico-políticas que rigen a la nación

En este contexto, el conflicto abierto por la insurrección del EZLN contra el


gobierno federal a partir de 1994, se ha ido perfilando en lo que considero como la
confrontación de dos proyectos de nación.
Por un lado, el proyecto impulsado desde la tradición liberal de homogeneización
cultural.

La siguiente lectura versa sobre las movilizaciones indígenas en los últimos


años. Parte de la idea de que estos grupos étnicos, en nuestro país, han estado
marginados, olvidados y explotados, de ahí que se movilicen, que organicen grupos
que reivindiquen sus principales demandas.

En 1824 se establecen las bases del proyecto liberal que hoy constituye la
nación mexicana. En ellas la identidad nacional se impone al resto de las identidades
étnicas, como una nación homogénea con una sola lengua, una cultura mestiza
dominante y excluyente de los pueblos indios.

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TITULO I

ORIGEN HISTORICO DE LOS PARTIDOS POLITICOS

El concepto de una revolución popular es relativamente nuevo y va asociado a


la aparición de los movimientos socialistas contemporáneos, que son precisamente
los que han desarrollado la teoría de la revolución social. Su significado inédito por
decirlo así, se funda en un nuevo concepto de pueblo, en el cual se incluye, ante
todo, aquella parte de la sociedad que en el pensamiento político clásico (Kant a
Constant y Tocqueville) no es ni siquiera tomado en consideración popular, en su
pleno significado, es una revolución social, pues persigue la abolición de las
condiciones fundadas en la propiedad privada, que hacen posible la explotación de
las clases trabajadoras, llamadas justamente, clases populares.

La Revolución Mexicana, en efecto tuvo como resultado la reforma de la


propiedad privada, principalmente en el campo, pero no en su abolición. Como
revolución popular y como revolución agraria, se podría aceptar, no tuvo más que el
comienzo y la forma, pero no su resultado, pues el movimiento armado de los
campesinos fue liquidado durante la contienda. En cambio, parece ser que tanto sus
principios como sus resultados hayan sido siempre los extremos de una problemática
política. Sin embargo, la independencia con que actuaron los obreros, hasta antes de
los pactos de la Casa del Obrero Mundial con los constitucionalistas, y los
campesinos en las huestes de Zapata y Villa, nos muestra un nuevo elemento que no
se presenta en las revoluciones políticas clásicas. En éstas, el fenómeno del terror
fue la única y aislada forma de participación directa e independiente de las masas
populares en el movimiento revolucionario.

La revolución Mexicana se lleva a cabo en un contexto mundial en el que el


Estado se transforma en estado de masas, con la formación de los partidos políticos,
la consolidación de los movimientos obreros y a aparición de los movimientos
revolucionarios de carácter internacional. Desde sus albores, nuestra revolución
comienza siendo un fenómeno de masas, pues fue preparada por el pueblo mismo, a

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través de levantamientos campesinos, que de minúsculos y esporádicos pasaron a
significar una amenaza ingente para la propiedad en el campo, y por medio de
espontáneos movimientos huelguistas que mostraron, por primera vez en México, la
presencia en masa del proletariado mexicano. La dictadura porfirista, por su parte,
propiciaba las manifestaciones de resistencia del pueblo al basar su existencia en el
mantenimiento de los privilegios, los que a su vez se fundaban en la explotación sin
freno de los trabajadores del campo y de la ciudad, pero especialmente del campo.
En la nueva época, que podríamos llamar de la internacionalización de la revolución
popular.

El periodo comprendido en los dos primeros tercios del siglo XIX, llamado por
los ideólogos porfiristas, con sobra razón (si bien con fines de apología
[ensalzamiento] respecto de su propia sociedad) como el “periodo de la anarquía”,
contempla un estado nacional que lo es solo de nombre, sin control efectivo sobre la
población y el territorio, sin autoridad y contendido por una mirada de poderes locales
cuya autonomía era el signo indudable de la debilidad de los poderes centrales. Por
otra parte, es también indudable que los dos grandes campos ideológicos, que solo
por convención se ha dado en llamar “Partidos”, el conservador y el liberal,
buscaban, cada uno con soluciones políticas radicalmente opuestas, el remedio a los
malos del país en la unificación del mismo mediante a creación de un verdadero
Estado nacional.

Si se admite, como ya nadie perece poner en duda, que los gobiernos de


Juárez y de Díaz, así como el régimen emanado de la revolución, se caracterizan
ante todo por una extraordinaria concentración de poder (debido al fortalecimiento
del Ejecutivo), podría afirmarse que la causa fundamental de que en buena parte del
siglo XIX privara la anarquía en las relaciones políticas, residió en la falta de un
poder político suficientemente fuerte como para imponerse en todos los niveles de la
vida social. La lucha política, con las ideas y con las armas, transformó al país; nada
obedeció a planes preestablecidos; las soluciones impuestas, ya con Juárez ya con
Díaz, fueron el resultado directo de los intereses que en las pugnas de grupos
lograron el triunfo.

En realidad, en el porfirismo encontramos claramente una coincidencia, no


causal, desde luego, sino necesaria, de dos hechos que, unidos, condicionan el
desarrollo posterior de México; por un lado, el fortalecimiento del poder nacional
mediante su transformación en poder personal y la sumisión, de grado o por la
fuerza, de todos los elementos opuestos a este régimen, o la conciliación de los
intereses económicos en una política de privilegios, de estímulos y de concesiones
especiales.

Desde el punto de vista social y político, la perspectiva tampoco cambia:


generalmente se piensa que el Estado y las clases sociales surgidos de la revolución
no tienen en común con el porfirismo ni deben a éste nada en lo absoluto. Si se mira
con atención, se hallará que el Estado posrevolucionario reúne todas las condiciones
excepcionales que los porfiristas buscaban en el poder político y algunas más de
fundamental importancia; las clases sociales, por otra parte, son las mismas, con dos

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excepciones esenciales, es verdad: la destrucción de la vieja clase terrateniente y la
aparición en el campo de una gran masa de pequeños productores (propietarios o
poseedores). Si de atiende al desarrollo de lo que llaman los sociólogos civilización
urbana, puede decirse con certeza que el proceso ha sido el mismo desde el
ascenso de Díaz al poder, con los retrasos y los saltos que ha impuesto la revolución
y que confirman, en lugar de negar, dicho proceso. En esencia, las reformas
sociales, que cobraron vida institucional con su consagración en los artículos 27 y
123 de la Constitución del 17, y que constituyen, por lo demás, un medio
insospechado por los porfiristas para la organización del poder en México, forman y
definen todo lo nuevo logrado con la revolución, desde el punto de vista estructural,
social y político.

En este proceso, de conservación y de renovación, de cambio y readaptación,


la nueva organización del Estado ha seguido siendo el instrumento por excelencia
para operar todas las transformaciones del México posrevolucionario, como ya lo
había sido, a su manera, la dictadura personal del general Díaz.

Por primera vez en la historia del país los derechos de los obreros a mejores
condiciones de trabajo y de los campesinos a poseer la tierra tenían acogida en un
texto constitucional. Naturalmente, la institucionalización de los problemas y de las
demandas de las masas populares no implicaba su solución instantánea ni mucho
menos: la forma en que fueron recibiendo satisfacción demuestra con meridiana
claridad que, aparte el haberse convertido en derecho, tales reformas eran, ante todo
sobre todo, armas políticas en manos de los dirigentes del Estado. Podemos estar
seguros de que sus promotores no tenían ese propósito o, por lo menos, en su
opinión no representaba un peligro para la sociedad; de que al luchar por ellas
estaban imbuidos de la creencia sincera de que con tales reformas se daba
cumplimiento a los más altos ideales revolucionarios

Casi resulta ocioso señalar que no basta la participación del pueblo en un


revolución para que ésta sea popular, para ello, es necesaria una participación
independiente, de manera que llegue a ser exclusiva y pueda imponer su solución en
la transformación social. Para que la revolución Mexicana triunfara como revolución
popular, era necesario que el movimiento campesino y el movimiento obrero
independientes se hubiesen impuesto como movimientos exclusivos y dominantes.
Por lo que interesa apuntar es que esa misma participación efectiva e independiente
de los obreros en la primera etapa de la revolución, y la de los campesinos, fueron
decisivas para que nuestra revolución política, sin dejar de ser tal, se planteara con
fines y objetivos que correspondieran tanto a sus propias determinaciones políticas
como a las exigencias que los obreros y los campesinos habían impuesto. Y esto
explica, porque la revolución fue hecha por las masas populares, pero fue promovida
y dirigida por numerosos exponentes de las clases medias rurales y urbanas.

Esos exponentes de las clases medias comenzaron por reivindicar para


México los postulados del liberalismo decimonónico en torno de una sociedad

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democrática, y acabaron inventando una nueva forma de revolución política urgidos
por la presión incontenible de las masas populares.

TITULO II

Origen de los grupos de presión y partidos políticos

Ahora bien, precisamente la forma en que se efectúa en la realidad la


movilización de las masas es lo que da al populismo reformista su tónica especial en
nuestro medio. El General Obregón como se sabe, no sólo se benefició del apoyo
que el elemento le otorgó en su lucha contra Carranza, sino, de manera fundamental,
de la ayuda que le prestó la organización sindical más fuerte por entonces, la CROM,
capitaneada por Luis n. Morones. En arreglos con Obregón, Morones fundó el
Partido Laborista con el único de apoyarlo en la lucha electoral. Posteriormente,
cuando Obregón llegó a la presidencia de la República, Morones y algunos de sus
colaboradores fueron designados ministros o jefes de importantes organismos. La
medida que pudo en juego el general fue de favorecer de inmediato el fortalecimiento
de otras organizaciones populares, para oponerlas al Partido Laborista. Fueron los
casos del Partido Agrarista y del Partido Cooperatista. No puede extrañar a nadie
que ninguna de esas fuerzas, pese a estar encabezadas, por lo menos algunas de
ellas, por antiguos revolucionarios, pensase en que la lucha revolucionaria fuera ya
un medio para transformar el país de acuerdo con intereses exclusivos de los
obreros o los campesinos. Gobernantes y gobernados desarrollaban dentro del
mismo marco jurídico y político sus relaciones; cada elemento social comenzó a
desempeñar su papel por su cuenta, pero guardando siempre una estrecha relación
con el Estado, y sobre todo, con el presidente. Quizá un índice, en este nuevo estilo
de gobierno, lo podría constituir la costumbre, inaugurada ya por Díaz en ocasión de
la huelga de Río blanco e implantada de nuevo bajo Obregón, de recurrir,
trabajadores y patrones, en los conflictos, al arbitraje del presidente.

Durante los gobiernos de Calles y Portes Gil la manipulación de las masas por
el gobierno, sirviéndose de las mismas organizaciones populares, se hizo aún más
evidente. Calles, que tuvo siempre como adicto a Morones, a quien hizo su secretario
de Industria, Comercio y Trabajo, utilizó la CROM tanto contra los trabajadores
independientes del régimen como contra empresas. Portes Gil no cesó de cometer

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actos ilícitos contra la CROM por eso utilizo a otras organizaciones obreras como la
CGT rival de Morones incluso hasta el movimiento sindical comunista.

Mas el paso decisivo en este sentido lo es, sin duda alguna la organización del
partido oficial, a instancias y por influencia personal del general Calles. El propio
Calles comunicó el proyecto a Portes Gil en los primeros días del mes de agosto de
1928, en los términos que este último resumen: Después de muchas reflexiones
sobre la grave situación que se ha creado como consecuencia de la inesperada
muerte del general Obregón, he meditado sobre la necesidad de crear un organismo
de carácter político, en el cual se fusionen todos los elementos revolucionarios que
sinceramente deseen el cumplimiento de un programa y el ejercicio de la
democracia. Durante mas de 15 años, nos hemos debatido, los revolucionarios, en
luchas estériles por encontrar la formula para resolver los problemas electorales.
Todo ha sido inútil. Hemos visto que las ambiciones incontenidas de muchos han
arrastrado al país a luchas armadas que nos desprestigian y que nos convencen de
que hemos errado el camino. Es importante señalar que la organización de in partido
de carácter nacional servirá para constituir un frente revolucionario ante el cual se
estrellen los intentos de la reacción. Se lograría a la vez encauzar las ambiciones de
nuestros políticos disciplinándonos al programa que de antemano se aprobara. Con
tal organismo, se evitaran los desordenes que se provocan en casa elección y poco a
poco, con el ejercicio democrático que se vaya realizando, nuestras instituciones irán
fortaleciéndose hasta llegar a la implantación de la democracia. Semanas después el
general Calles anunciaba ante el Congreso que la hora de abandonar definitivamente
el “Régimen institucional” había llegado, pronunciándose por el establecimiento de
“Reales Partidos Nacionales Orgánicos.

El Partido Nacional Revolucionario quedó constituido en marzo de 1929. Al


principio, el partido oficial no podía ser el organismo rígidamente centralizado en que
devino luego. Se trataba de reunir en un solo bloque fuerzas dispersas, la mayoría de
carácter local y dependientes bien de caudillos militares o bien de caciques. Más que
un partido, el PRN comenzó siendo una verdadera coalición de fuerzas bajo el
mando de un Comité Ejecutivo Nacional a través del cual se imponía la autoridad de
Calles. Las fuerzas políticas, partidos y organismos populares, que no formaron parte
del partido oficial, comenzaron a ser combatidas por la nueva organización u por el
mismo gobierno. Aplicando la experiencia de Portes Gil en Tamaulipas, se decretó el
pago obligatorio por los burócratas del último día de sueldo correspondiente a los
siete meses terminados en 21, y se canalizaron hacia el partido recursos suficientes
que le permitieran crear el aparato burocrático que le era indispensable para
imponerse sobre cualquier fuerza opositora. Cuatro años después de su creación, el
partido oficial fue modificado en su estructura interna. Acordándose la disolución
obligatoria de las agrupaciones que lo habían integrado inicialmente. Con ello
multiplicó su fuerza y se transformo con gran rapidez en la principal organización
política del país.

Ello no obstante, el partido oficial no adquirió ese carácter corporativo popular


que lo distingue en nuestros tiempos, sino como resultado de nuevas movilizaciones
de masas favorecidas por la pugna que, dentro y fuera del partido, se manifestó entre

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el elemento militar institucionalizado y las clases medias en torno de Cárdenas, por
una parte, y Calles y sus adláteres por la otra. En 1938 el PRN se transformó en
Partido de la Revolución Mexicana (PRM), englobando en sus filas a la mayoría de
los sectores obrero, campesino y medio. Unos días antes el gobierno de Cárdenas
había decretado la expropiación petrolera, y a partir de este acto cesaban las
grandes movilizaciones y el partido oficial entraba en su periodo institucional. Con
esto quedaba completo el ciclo de formación y consolidación del populismo.

El partido oficial, que en 1946 se convirtió en el actual Partido Revolucionario


Institucional (PRI), ha sido claramente un instituto dispuesto para encuadrar a las
masas de trabajadores mexicanos.
Su tendencia hacia el corporativismo, triunfante en definitiva con las
movilizaciones de Cárdenas, refleja la tendencia más general del país hacía la
conciliación de clases que el partido promueve y afianza. Deliberadamente, las
asociaciones patronales ha quedado al margen del partido, desde su
semioficilización decretada por Cárdenas en 1936, si bien las organizaciones de
patronos son una forma más de encuadramiento político, dentro del diseño estatal.

Es verdad que las organizaciones populares tienen un estatuto privativo de


cada una de ellas; sin embargo, no por ello dejan de ser consideradas como
integrantes del partido. El hecho es que sobre la existencia oficial del partido y sobre
la verdadera realidad de los controles que el Estado mantiene sobre individuos y
organizaciones, se ha impuesto la ficción populista de un gobierno y de un Estado
que proceden de un partido que es enteramente popular, distinguible justamente por
los sectores que lo integran (agrario, obrero y popular), y que se deben a ese partido.

Por otra parte, uno de los medios más eficaces para terminar con las
divisiones políticas que resolvían en los cuarteles sus diferencias, parecen haber sido
las diversiones del erario público que facilitaban la transformación de los militares en
empresarios. Sin embargo, el proceso de modernización del país, que un autor ha
llamado de “occidentalización, significa, sin duda, algo mucho más complicado que la
corrupción gubernamental y la existencia crónica de funcionarios ladrones: supone
toda la problemática que abarca por completo el proceso político del país, incluyendo
corruptelas y latrocinios, e implica, desde luego, algo más que simples “Valores
Ideologicos”.

Si es verdad que la obra de pacificación del país después de 1917 constituye un


merito especial de Obregón y Calles y que con ellos se inicia el proceso de
institucionalización del Estado y la transformación del desarrollo, ello no obstante, las
transformaciones quedan estrechamente ligadas a su poder personal (caudillista en
el caso del primero y de hombre fuerte en el caso del segundo) y, por lo tanto,
limitadas en más de un sentido.

Es a Cárdenas a quien corresponde el mérito de haber construido, en sus


términos esenciales y permanentes, el contrato social populista que ha consolidado
la estabilidad política y social en México, en la que el Estado constituye el eje en
torno del cual giran los más diversos intereses sociales. Tan sólo este hecho basta

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para que se tenga al General Cárdenas por el más audaz e inteligente estadista de la
época posrevolucionaria.

Cárdenas heredó a sus sucesores una organización política perfeccionada


institucionalmente, en la que el caudillismo y el poder personal habían encontrado
definitivamente su tumba, y les heredó, sobre todo, una problemática de gobierno
que incluye un trato directo con los grupos de obreros y campesinos.

TITULO III

MOVIMIENTOS SOCIALES

Los partidos se diferencian de las facciones y los grupos de interés o de


presión, pero también de los movimientos sociales. Estos últimos son corrientes
fundadas en un conjunto de valores compartidos para redefinir las formas de la
acción social e influir en sus consecuencias. Los movimientos sociales permanecen
en la esfera de la sociedad civil reivindicando u oponiéndose a decisiones políticas;
son organizaciones informales reivindicativas, en ocasiones radicales. Los partidos,
en cambio, aun originándose en la sociedad civil, actúan fundamentalmente en la
esfera política a través de una organización formal y con la intención de llegar al
poder a través de la competencia política y las elecciones. Los movimientos sociales,
al institucionalizarse, pueden llegar a ser partidos políticos si se organizan
formalmente, adoptan una estructura y participan en las contiendas electorales.

Entre los contenidos de los nuevos movimientos sociales destacan: el interés


por un territorio, un espacio de actividades o "mundo de vida", como el cuerpo, la
salud y la identidad sexual; la vecindad, la ciudad y el entorno físico; la herencia y la
identidad cultural, étnica, nacional y lingüística; las condiciones físicas de vida y la
supervivencia de la humanidad en general. Los valores predominantes de los
movimientos sociales son la autonomía y la identidad, y sus correlatos organizativos,
tales como la descentralización, el autogobierno y la independencia, en oposición a
lo que algunos consideran que existe en los partidos: manipulación, control,
dependencia, burocratización, regulación.

Los movimientos sociales, por tanto, carecen de las propiedades de las


entidades formales, sobre todo de la vigencia interna de las decisiones de sus
representantes, gracias a la cual dichas entidades pueden asegurar en cierta medida
el cumplimiento de los acuerdos de una negociación política.

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Además, los movimientos sociales rechazan en general su identificación con
un código político establecido (izquierda, derecha, liberalismo, conservadurismo), así
como los códigos socioeconómicos (clase obrera, clase media, pobres, ricos, etc.), y
prefieren utilizar códigos políticos provenientes de los planteamientos del
movimiento, con categorías tales como sexo, edad, lugar y género, aunque ello no
significa, ni por asomo, que los movimientos sociales sean entidades amorfas y
heterogéneas en términos de clase e ideología.

Por lo tanto, el control que los ciudadanos ejercían sobre sus mandatarios se
agotaba en el momento electoral. En dicho Estado los partidos tenían escasa
importancia, no existía aún el sufragio universal, sino el censitario, donde sólo unos
cuantos podían votar, por lo que no había necesidad de grandes organizaciones que
articularan y aglutinaran intereses con fines político-electorales. El Estado liberal se
caracterizaba por la contraposición tajante entre Estado y sociedad, por el
individualismo y la atomización del poder, y sobre todo por la idea, hoy puesta de
nuevo en circulación, del Estado mínimo o gendarme, encargado de vigilar el respeto
de las reglas del intercambio de la propiedad y de dotar de seguridad jurídica a tales
intercambios.

Los partidos fueron en él entidades embrionarias o a lo sumo partidos de


notables. Se trataba de asociaciones locales, sin reconocimiento o regulación legal,
promovidas por candidatos al parlamento o por grupos de la burguesía que
combatían por la ampliación del sufragio, o que en ocasiones representaban grupos
de interés. Tales círculos agrupaban un número restringido de personas y
funcionaban casi exclusivamente durante los periodos electorales. El partido era una
simple maquinaria provisional, sin programa político alguno y sin disciplina u
organización de carácter permanente. La ampliación del sufragio y los procesos
democratizadores de finales del siglo XIX y principios del XX trajeron consigo los
partidos de masas y con ellos los procesos de su reconocimiento legal y
constitucional.

Lo importante es saber que el sistema de partidos está en íntima relación con


la naturaleza y las características del sistema político. Los partidos forman un
subsistema de ese gran conjunto de instituciones y elementos que conforman un
régimen político, en el que las distintas partes se influyen recíprocamente. Las leyes
electorales tienen relación directa con el sistema de partidos, y el tipo de régimen
político.

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TITULO IV

LAS FUNCIONES SOCIALES DE LOS PARTIDOS POLITICOS

Las funciones sociales son aquellas que tienen los partidos como
organizaciones que nacen del cuerpo social, ante el cual tienen ciertas
responsabilidades. Entre éstas podemos destacar la socialización política, la
movilización de la opinión pública, la representación de intereses y la legitimación del
sistema político.

La socialización política implica el deber de los partidos de educar a los


ciudadanos en la democracia.

En la actualidad, la función socializadora de los partidos ha descendido en


importancia por el papel creciente de los medios de comunicación ajenos a los
partidos. Los medios partidistas tienen una precaria existencia, pues los ciudadanos
y en ocasiones los mismos afiliados prefieren una información menos doctrinaria. Las
que si tienen cada vez más aceptación son las fundaciones de estudio, investigación
y documentación de los partidos. No obstante, gran parte de la llamada crisis de los
partidos tiene que ver con la actual debilidad de su función socializadora, pues ello
se interpreta como una incapacidad para vincularse con las aspiraciones y los
intereses de la sociedad.

No obstante, algunos críticos de los partidos han señalado que éstos han sido
rebasados por los movimientos sociales en cuanto a su aptitud para movilizar la
opinión pública. Tal censura debe ser vista con objetividad. Seguramente, algunos
partidos han perdido capacidades para articular las demandas de la comunidad, y
ante ciertas reivindicaciones de los movimientos sociales no actúan con la celeridad
que se requiere. Otros, en cambio, actualizan y reformulan sus estrategias y logran
conformar mejores ofertas políticas frente a sus miembros y al resto de la sociedad
en los órdenes privado y público, frecuentados por las nuevas organizaciones
sociales.

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Los criterios para medir la legitimidad de un sistema son múltiples, y van desde su
capacidad para mantenerse estable, ser eficaz y gozar de la aceptación de los
ciudadanos, hasta la de respetar los derechos humanos en todas las esferas del
poder. Uno de los criterios más aceptados en una democracia para medir la
legitimidad del sistema alude a su capacidad para promover en su conjunto los
procedimientos y las instituciones democráticos y para garantizar y respetar los
derechos fundamentales de los ciudadanos.

Los partidos desempeñan una importante labor en esta función legitimadora,


pues, por una parte, tienen un papel fundamental en la conformación de los órganos
del Estado mediante las elecciones y, por otra, son focos de discusión y debate,
además de que cuando llegan al poder por la vía electoral tienen frente a los
ciudadanos la señalada obligación de no cancelar los procedimientos y las
instituciones democráticos, así como la de velar por el respeto de los derechos
fundamentales.

Los partidos hacen posible la democracia, es decir, hacen viables las


decisiones mayoritarias e impiden excluir de los derechos a las minorías, permiten el
consenso pero también el disenso y, por tanto, la tolerancia y el libre debate de las
ideas, programas políticos y leyes. Esta función es la más importante de los partidos
y refuerza la necesidad que tienen las democracias de conservarlos y
perfeccionarlos.

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TITULO V

LA REGULACIÓN JURIDICA DE LOS PARTIDOS

No siempre ha existido un estatuto jurídico de los partidos. Éstos son


realidades sociales a las que lentamente la teoría fue prestando atención, y más
lentamente aún el derecho. El ordenamiento jurídico ha tenido, a grandes rasgos, las
siguientes actitudes frente a los partidos. Primero, una fase de oposición, propia del
Estado liberal surgido de la Revolución Francesa, en la que se condena totalmente a
los partidos, tal como en la famosa Ley Chapelier de 1791, que rechazaba todo tipo
de asociacionismo. Posteriormente, y casi durante todo el siglo XIX. predomina una
actitud de desconocimiento e indiferencia jurídica hacia los partidos, pues a pesar de
que se admite su existencia sociológica, se niega cualquier regulación, seguramente
por el influjo de la separación entre el Estado y la sociedad civil. La tercera etapa
corresponde a los finales del siglo XIX y principios del XX; aquí, los partidos son
reconocidos jurídicamente en las leyes electorales y en los reglamentos de las
cámaras. La última etapa es posterior a la Segunda Guerra Mundial y refleja el
movimiento a favor de su constitucionalización y, en algunos casos, su regulación
jurídica exhaustiva.

La fase de constitucionalización se ha dado en casi todos los países del


mundo. Son famosos los preceptos de constituciones como la italiana. francesa,
alemana, griega o española. que constitucionalizan los partidos y en algunos casos
cuentan con leyes para su desarrollo. La constitucionalización de los partidos en el
mundo entero significa varias cosas. La primera de ellas es una repulsa a los
Estados autoritarios y totalitarios, y la afirmación de que la democracia pluralista sólo
es realizable con el concurso de varios partidos. Pero al mismo tiempo, como los
partidos se encuentran en la base misma de todo el sistema democrático, algunos
sostienen la necesidad de fórmulas de constitucionalidad en el sentido de sistemas
de control, para que los partidos ajusten su actividad a los principios democráticos,
es decir, utilizando una frase canónica, para "atraparlos en las redes del derecho".

15
Para realizar la juridización de los partidos es preciso tener en cuenta dos
ámbitos o esferas: el externo y el interno. El externo está conformado por los
derechos y deberes de los partidos frente al Estado, sobresaliendo entre los
derechos el de libertad de formación y acción de los partidos, y entre las obligaciones
la de no establecer partidos que persigan fines o motivos ilícitos o contrarios a los
principios constitucionales.

El ámbito interno se constituye con los derechos y deberes dentro del partido,
entendiéndose en primer lugar que la garantía de la libertad interna por medio de la
Constitución y de la ley puede considerarse como un requisito funcional para la
efectividad del sistema democrático; sin embargo, la libertad que tiene el partido para
organizarse internamente no puede llevarse al grado de afectar los derechos
fundamentales de los militantes. La democracia en su seno y la prerrogativa de
autonomía de los partidos en su funcionamiento constituyen las dos piezas
fundamentales de su regulación interna.

Los partidos, además de ser reconocidos por la Constitución, suelen estar


regulados por leyes secundarias, dependiendo de la tradición jurídica de la que forme
parte el Estado concreto de que se trate y de su contexto histórico particular. En los
Estados anglosajones y nórdicos hay una escasa regulación de las actividades de los
partidos. En cambio, en la Europa continental y en América Latina la intención es
contar con una normatividad abundante. La regulación, en el caso de América Latina,
por ejemplo, se hace en las leyes electorales o, siguiendo una tendencia
predominante en Europa, se elaboran leyes específicas para los partidos.

En la legislación de los partidos se suele admitir los dos ámbitos de


regulación, a los que se aludió anteriormente, esto es, el externo y el interno. Las
materias reguladas comprenden desde proporcionar un concepto o definición de
partido hasta temas tan complicados como el de los órganos de control o
fiscalizadores de la actividad de los partidos, pasando por los requisitos de su
constitución y registro, sus derechos y obligaciones, su democracia interna y su
financiamiento, así como la regulación de figuras semejantes o próximas, tales como
los frentes, las asociaciones políticas y las coaliciones.

LOS DERECHOS Y LAS OBLIGACIONES DE LOS PARTIDOS

El tema de los derechos y las obligaciones es fundamental. Los partidos tienen


unos y otras en su actividad externa y en la interna, en sus relaciones con el Estado
y con otros partidos. El derecho primordial que tienen respecto del Estado es el de su
reconocimiento legal, su existencia jurídica, pero también el de recibir un trato justo y
en igualdad de oportunidades por parte del gobierno y de sus órganos y, en
ocasiones el de obtener subvenciones públicas. Las obligaciones de los partidos en
el ámbito externo comprenden las de actuar por las vías institucionales, utilizar

16
medios pacíficos para la lucha política y respetar las reglas y los procedimientos
democráticos en su actuación frente al resto de los partidos.

En el ámbito interno, los partidos tienen el derecho de organizarse libremente,


siempre y cuando no afecten los derechos fundamentales de los militantes ni de
otros ciudadanos y no lesionen los principios democráticos del Estado de derecho.
Su obligación primordial en el ámbito interno consiste en respetar la democracia en
su seno, esto es, contar con procedimientos democráticos y respetar
escrupulosamente los derechos fundamentales de sus militantes.

LA CRISIS Y EL FUTURO DE LOS PARTIDOS POLITICOS

Los profundos cambios sociales, económicos, tecnológicos y políticos que se


viven en las postrimerías del siglo XX han transformado a los partidos políticos. Los
partidos de masas ideologizados se han vuelto partidos de corte más pragmático, en
búsqueda permanente -casi todos ellos- del llamado centro político. Los modelos
racionales de política han provocado en muchas sociedades un menor interés por los
temas políticos, y quienes se interesan por la participación lo hacen sobre temas
concretos e identificables. M no existir ya las grandes ideologías que buscaban
explicarlo todo, la política y los partidos han perdido capacidad de atracción, y ello
hace a algunos pensar que los partidos pudiesen ser desplazados por los
movimientos sociales.

Las consideraciones anteriores, junto con los antiguos problemas de los


partidos, han hecho que sus críticos presenten un cuadro alarmante, dando a
entender que asistimos a los últimos momentos de esas organizaciones. Sin
embargo, si prescindimos de los partidos para organizar la vida política ¿qué
sustitutos tenemos con mejores garantías para la vida democrática y su desarrollo?
En las actuales circunstancias no contamos con organizaciones de reemplazo que
continúen realizando las funciones de los partidos. Probablemente algunos de ellos
sean obsoletos, pero sin partidos que organicen y estructuren en alguna medida la
competencia por el poder en todos los niveles del gobierno, la democracia,
especialmente en las grandes sociedades urbanas, será imposible.

¿Podrán los partidos sortear su crisis y, de ser así, cuál es su futuro? La respuesta
no puede ser única y definitiva; se trata necesariamente de un planteamiento múltiple
con diversas derivaciones. En principio, debemos situar el problema en el contexto
del futuro de la democracia. Además, una respuesta así debe ser capaz de distinguir
a los regímenes, pues no todos tienen el mismo grado de desarrollo y características,
en tanto que algunos son democráticos y otros no.

En los regímenes políticos democráticos con sociedades heterogéneas la


tarea consiste en perfeccionar los mecanismos institucionales de la democracia
consociativa, para que los diversos grupos sociales y partes de la nación reciban un

17
trato de equidad que haga factible la unidad en la diversidad y procure un desarrollo
armónico e igualitario.

En los procesos de transición, los partidos son principalísimos actores


conscientes de la labor que realizan. En esos momentos, su finalidad primordial es el
establecimiento de procedimientos democráticos imparciales, pues más que competir
por el poder están construyendo las bases del nuevo Estado. En cierta forma, dejan
de ser singularidades en búsqueda de un beneficio político directo e inmediato para
transformarse en formadores y consolidadores del Estado democrático de derecho.
Por tal motivo, en la transición su tarea es única y fundamental, muy diferente a la
que se desarrolla dentro de las condiciones ordinarias de la competencia política en
una democracia.

TITULO VI

LA ALTERNANCIA EN EL PODER Y LAS REFORMAS A LA


CONSTITUCIÓN EN MATERIA INDÍGENA

El día 12 de Octubre de 1992 a 500 años de la conquista de los Españoles


sobre “nosotros”; los habitantes de San Cristóbal de las Casas vieron como, bajaban
de los cerros rodeando la ciudad una gran cantidad de indios, comenzando a entrar
de manera ordenada hasta llegar a la plaza principal. Este contingente estaba
formado por hombres y mujeres que estaban armados con arcos y flechas de guerra.

Esto es originado por el coraje contenido por los indios chiapanecos por 500
años de opresión. Esto mismo causo y provoco un gran temor en la población. En el
zócalo capitalino arribaron los indios desde lejos vieron como sus voces eran
acallada por los gritos de los sectores que lo acompañaban en su movilización, con
rostros cubiertos por las mascaras de quienes querían protagonizar el acto.

Ernesto Zedillo Ponce de León podrá ser recordado en un futuro en el plano


de la historia nacional más por sus acciones negativas, que por las positivas que
pudo haber tenido en sus seis años de gobierno. En primer lugar la memoria
colectiva lo traerá a colación por ser uno de los responsables directo de la peor crisis
económica del país; en segundo, por ser el último presidente priísta del siglo XX y no
haber obstaculizado, como hubieran querido muchos de sus correligionarios de
partido, el triunfo a la presidencia de la república del candidato opositor de la Alianza
por el Cambio, el ex gobernador de Guanajuato y ex gerente regional de la Coca
Cola, Vicente Fox Quezada; también será recordado por sus malos chistes y por su
obcecación para impedir el tránsito de un Estado-nación homogéneo a uno
multicultural y por consecuencia obstaculizar una posible salida al conflicto con el
EZLN, heredándoselo a su sucesor, de la misma manera en que procedió con él
Carlos Salinas de Gortari.

18
Dejando a un lado a Ernesto Zedillo que rápidamente pasó al olvido, entremos
a la era foxiana que no augura buenas nuevas para el conflicto en Chiapas.

Los resultados de las pasadas elecciones federales del 2 de julio de 2000


presentan una caída de 5 millones de votantes para el PRI respecto a las elecciones
de 1994; de manera inversa el PAN y la Alianza por el cambio incrementan en seis
millones el total de votantes a su favor; en tanto que el PRD y sus aliados mantienen
una clientela con un ligero aumento, respecto a 1994.
La conclusión de este proceso, desde mi punto de vista, representa el ascenso del
conservadurismo y la nueva alianza entre los grandes corporativos económicos
nacionales e internacionales con la clase política emergente, que responde a las
necesidades de una alternancia en el poder en aras de la sobrevivencia del modelo
de desarrollo neoliberal.
Al mismo tiempo que se termina para el EZLN la larga pesadilla que
significaron los seis años de gobierno de Ernesto Zedillo, se produce algo que
parecía imposible con la maquinaria del gobierno priísta a favor del fraude electoral:
la alternancia en el poder ejecutivo. Situación explicable, si nos atenemos al proceso
político que ha seguido México desde 1968, que señalo como el pico de la crisis del
autoritarismo y el inicio de una lenta apertura democrática, pasando por las
sucesivas reformas electorales hasta la actual autonomía del IFE. Hay en este
desarrollo una evolución hacia la transparencia y legalidad de los procesos
electorales que culmina apenas en las recientes elecciones del 2000 sin
cuestionamientos graves como en el pasado.

Salvo en algo muy importante y definitorio: lo concerniente al financiamiento


de las precampañas electorales, cuya fiscalización aun presenta ausencias jurídicas
notorias que hacen imposible conocer y evitar la transferencia de recursos
nacionales y extranjeros que pueden influir en gran medida, en el triunfo de un
candidato como se presume fue el caso del propio Vicente Fox. Inevitablemente se
presta a suspicacias el hecho de que la actual secretaría de Hacienda, amparada en
esas lagunas de la legislación en materia de financiamiento a partidos y con el
argumento del secreto bancario, se haya negado a proporcionar información
respecto de las transferencias económicas del exterior, a través de mecanismos
empleados por la columna vertebral de la organización denominada Amigos de Fox,
para la precampaña electoral de su candidato, con lo cual se cuestiona la legitimidad
del triunfo foxista.

No obstante el cuestionamiento anterior, vemos que a partir de las tres últimas


décadas hay avances en la legalidad de los procesos electorales, que culminan en el
proceso de alternancia del 2000. Un ejemplo de ello es la inédita resolución del
Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación que en mayo del 2002 declaró
improcedente el argumento de Hacienda en relación con el secreto bancario,
abriendo con esto la investigación del manejo financiero de la precampaña del actual
presidente de México. El resultado de esta decisión, por un lado, puede reafirmar la
supuesta ilegalidad en el financiamiento en que incurrió la agrupación “Amigos de
Fox” (actualmente desaparecida) al manejar recursos del exterior que contribuyeron
al triunfo del abanderado panista, acusación presentada en su momento por el PRI,

19
hecho que de ser comprobado debiera producir algún tipo de sanción; aunque por
otra parte, me inclino a pensar que el resultado será una decisión salomónica en la
cual se exima de cualquier responsabilidad al presidente, y al mismo tiempo se
refuerce la idea de autonomía del Poder Judicial de la Federación, frente a los otros
dos poderes, como signo inequívoco de los “nuevos tiempos”.

Sin duda que Chiapas sigue siendo una asignatura pendiente para el nuevo
gobierno y el EZLN es la piedra en el zapato (o mejor dicho en la bota de charol de
Fox) porque plantea un proyecto de nación diferente, inacabado en su formulación ya
que se trata de una construcción que tendrá que ser colectiva, o no será, pero que
apunta a la necesidad de ampliar la democracia política y económica a todo el país,
más allá de una democracia estrictamente electoral.

La presentación de la Propuesta de Reformas Constitucionales de la Comisión


de Concordia y Pacificación como iniciativa presidencial a cinco días de haber
asumido Fox la titularidad del poder ejecutivo, parecía un paso firme en la búsqueda
de ese nuevo proyecto de nación pluricultural y un cambio en la relación gobierno-
EZLN, sin embargo la resistencia del conservadurismo representado en personajes
claves de la política nacional como los Diego Fernández de Cevallos y los Manuel
Bartlett Díaz, que desde mi punto de vista actúan en concordancia con el gobierno
foxista, a pesar de las dudas que genera en muchos el supuesto distanciamiento
entre Cevallos y Fox, aun constituyen un obstáculo para una verdadera transición
que beneficie a las mayorías. Por lo pronto, el hecho de que se mantenga una cierta
tranquilidad en Chiapas obedece, en parte, al triunfo electoral de Pablo Salazar
Mendiguchía que está abocado a restaurar el tejido social del estado y por la otra, a
la desarticulación del EZLN en la presente coyuntura que por el momento le resulta
desfavorable, después de las elecciones del 2000, cuyos resultados cumplen con
una de las demandas del EZLN respecto a la legitimación del poder por la vía de
elecciones más democráticas y transparentes.

Considero que la línea de negociación seguida en San Andrés, truncada en


noviembre de 1996 por Ernesto Zedillo, realmente llegó a delinear las bases de un
nuevo proyecto de nación cuyo fin se expresa en:

En el contexto internacional de un mundo inevitablemente globalizado, sin


duda que la rebelión de los indígenas mexicanos y los acuerdos alcanzados en San
Andrés como su gran triunfo, tuvieron, al interior del país la facultad de jalar la hebra
de un México fracturado, en crisis por las enormes desigualdades acentuadas a partir
de las tres últimas décadas de gobiernos neoliberales, pero además, la lucha del
EZLN ha contribuido a evidenciar una crisis sistémica en el ámbito mundial: nada
más ni nada menos que la crisis del capitalismo.

20
TITULO VII

MARCO LEGAL PARA LA CREACIÓN DE UN PARTIDO POLITICO

En este título conoceremos en que se sustenta y como es conformado un


partido político

Art. 41. Constitución Mexicana.


El pueblo ejerce su soberanía por medio de los Poderes de la unión en los
casos de la competencia de éstos, y por los de los Estados en lo que toca a sus
regímenes interiores, en los términos respectivamente establecidos por la presente
Constitución Federal y las particulares de los Estados, las que en ningún caso
podrán contravenir las estipulaciones del pacto federal.

Los partidos políticos son entidades de interés público; la ley determinara las
formas específicas de su intervención en el proceso electoral.

Los partidos políticos tienen como fin promover la participación del pueblo en
la vida democrática, contribuir a la integración de la representación nacional y como
organizaciones de ciudadanos, hacer posible el acceso de éstos al ejercicio del
poder público, de acuerdo con los programas, principios e ideas que postulan y
mediante el sufragio universal, libre, secreto y directo.

Los partidos políticos tendrán derecho al uso en forma permanente de los


medios de comunicación social, de acuerdo con las formas y procedimientos que
establezca la ley.

En los procesos electorales federales los partidos políticos nacionales deberán


contar, en forma equitativa, con un mínimo de elementos para sus actividades
tendentes a la obtención del sufragio popular.

21
Los partidos políticos nacionales tendrán derecho a participar en las
elecciones estatales y municipales.

Las organización de las elecciones federales es una función estatal que se ejerce por
los Poderes Legislativo y Ejecutivo de la unión, con la participación de los partidos
políticos nacionales y de los ciudadanos según lo disponga la ley. Esta función se
realizará a través de un organismo público dotado de personalidad jurídica y
patrimonio propios. La certeza, legalidad, imparcialidad, objetividad y profesionalismo
serán principios rectores en el ejercicio de esta función estatal.

CODIGO FEDERAL DE INSTITUCIONES Y


PROCEDIMIENTOS ELECTORALES

LIBRO SEGUNDO DE LOS PARTIDOS POLITICOS


TITULO PRIMERO DISPOSICIONES PRELIMINARES

ARTICULO 22.-

1.- La agrupación política nacional que pretenda constituirse en partido político


para participar en las elecciones federales deberá obtener su registro ante el
Instituto Federal Electoral.

2. La denominación de "partido político nacional" se reserva, para los efectos


de este Código, a las organizaciones políticas que obtengan su registro como
tal.

3. Los partidos políticos nacionales, tienen personalidad jurídica, gozan de los


derechos y de las prerrogativas y quedan sujetos a las obligaciones que
establecen la Constitución y este Código.

ARTICULO 23.-

1. Los partidos políticos, para el logro de los fines establecidos en la


Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, ajustarán su conducta
a las disposiciones establecidas en el presente Código.

2. El Instituto Federal Electoral vigilará que las actividades de los partidos


políticos se desarrollen con apego a la ley.

CAPITULO PRIMERO DEL PROCEDIMIENTO DE REGISTRO DEFINITIVO

22
ARTICULO 24.-

1.- Para que una agrupación política nacional pueda ser registrada como
partido político nacional, deberá cumplir los siguientes requisitos:

a) Formular una declaración de principios y, en congruencia con ellos, su


programa de acción y los estatutos que normen sus actividades; y

b) Contar con 3,000 afiliados en por lo menos 20 entidades federativas, o bien


tener 300 afiliados, en por lo menos 200 distritos electorales uninominales, los
cuales deberán contar con credencial para votar con fotografía
correspondiente a dicha entidad o distrito, según sea el caso; bajo ninguna
circunstancia, el número total de sus afiliados en el país podrá ser inferior al
0.26 por ciento del Padrón Electoral Federal que haya sido utilizado en la
elección federal ordinaria inmediata anterior a la presentación de la solicitud
de que se trate.

ARTICULO 25.-

1. La declaración de principios invariablemente contendrá, por lo menos:

a) La obligación de observar la Constitución y de respetar las leyes e


instituciones que de ella emanen;

b) Los principios ideológicos de carácter político, económico y social que


postule;

c) La obligación de no aceptar pacto o acuerdo que lo sujete o subordine a


cualquier organización internacional o lo haga depender de entidades o
partidos políticos extranjeros; así como no solicitar o, en su caso, rechazar
toda clase de apoyo económico, político o propagandístico proveniente de
extranjeros o de ministros de los cultos de cualquier religión o secta, así como
de las asociaciones y organizaciones religiosas e iglesias y de cualquiera de
las personas a las que este Código prohíbe financiar a los partidos políticos; y

d) La obligación de conducir sus actividades por medios pacíficos y por vía


democrática.

ARTICULO 26.-

1. El programa de acción determinará las medidas para:

a) Realizar los postulados y alcanzar los objetivos enunciados en su


declaración de principios;

23
b) Proponer políticas a fin de resolver los problemas nacionales;

c) Formar ideológica y políticamente a sus afiliados infundiendo en ellos el


respeto al adversario y a sus derechos en la lucha política; y

d) Preparar la participación activa de sus militantes en los procesos


electorales.

ARTICULO 27.-

1. Los estatutos establecerán:

a) La denominación del propio partido, el emblema y el color o colores que lo


caractericen y diferencien de otros partidos políticos. La denominación y el
emblema estarán exentos de alusiones religiosas o raciales;

b) Los procedimientos para la afiliación individual, libre y pacífica de sus


miembros, así como sus derechos y obligaciones. Dentro de los derechos se
incluirán el de participar personalmente o por medio de delegados en
asambleas y convenciones, y el de poder ser integrante de los órganos
directivos;

c) Los procedimientos democráticos para la integración y renovación de los


órganos directivos así como las funciones, facultades y obligaciones de los
mismos. Entre sus órganos deberá contar, cuando menos, con los siguientes:

I. Una asamblea nacional o equivalente;

II. Un comité nacional o equivalente, que sea el representante nacional del


partido; y

III. Comités o equivalentes en las entidades federativas.

IV. Un órgano responsable de la administración de su patrimonio y recursos


financieros y de la presentación de los informes de ingresos y egresos anuales
y de campaña a que se refiere el párrafo 1 del artículo 49-A de este Código.

d) Las normas para la postulación democrática de sus candidatos;

e) La obligación de presentar una plataforma electoral, para cada elección en


que participe, sustentada en su declaración de principios y programas de
acción;

24
f) La obligación de sus candidatos de sostener y difundir la plataforma
electoral durante la campaña electoral en que participen; y

g) Las sanciones aplicables a los miembros que infrinjan sus disposiciones


internas y los correspondientes medios y procedimientos de defensa. (DR)IJ

ARTICULO 28.-

1.- Para constituir un partido político nacional, la agrupación política nacional


interesada notificará ese propósito al Instituto Federal Electoral entre el 1o. de
enero y el 31 de julio de año siguiente al de la elección y realizará los
siguientes actos previos tendientes a demostrar que se cumple con los
requisitos señalados en el artículo 24 de este Código:

a) Celebrar por lo menos en veinte entidades federativas o en 200 distritos


electorales, una asamblea en presencia de un funcionario del Instituto Federal
Electoral, quien certificará:

I. El número de afiliados que concurrieron y participaron en la asamblea


estatal o distrital, que en ningún caso podrá ser menor a 3,000 o 300,
respectivamente, de conformidad con lo dispuesto por el inciso b) del párrafo 1
del artículo 24; que conocieron y aprobaron la declaración de principios, el
programa de acción y los estatutos; y que suscribieron el documento de
manifestación formal de afiliación; y

II. Que con las personas mencionadas en la fracción anterior, quedaron


formadas las listas de afiliados, con el nombre, los apellidos, su residencia y la
clave de la Credencial para Votar;

b) Celebrar una asamblea nacional constitutiva ante la presencia del


funcionario designado por el Instituto, quien certificará:

I. Que asistieron los delegados propietarios o suplentes, elegidos en las


asambleas estatales o distritales;

II. Que acreditaron por medio de las actas correspondientes, que las
asambleas se celebraron de conformidad con lo prescrito en el inciso a) de
este artículo;

III. Que se comprobó la identidad y residencia de los delegados a la asamblea


nacional, por medio de su Credencial para Votar u otro documento fehaciente;

IV. Que fueron aprobados su declaración de principios, programa de acción y


estatutos; y

25
V. Que se formaron listas de afiliados con los demás militantes con que cuenta
la organización en el país, con el objeto de satisfacer el requisito del
porcentaje mínimo de afiliados exigido por este Código. Estas listas
contendrán los datos requeridos en la fracción II del inciso anterior.

2. El costo de las certificaciones requeridas en este artículo, será con cargo al


presupuesto del Instituto Federal Electoral. Los funcionarios autorizados para
expedirlas están obligados a realizar las actuaciones correspondientes.

3. En caso de que la organización interesada no presente su solicitud de


registro en el plazo previsto en el párrafo 1 del artículo 29 de este Código,
dejará de tener efecto la notificación formulada.

ARTICULO 29.-

1.- Una vez realizados los actos relativos al procedimiento de constitución de


un partido político nacional, la agrupación política nacional interesada, en el
mes de enero del año anterior al de la elección, presentará ante el Instituto
Federal Electoral la solicitud de registro, acompañándola con los siguientes
documentos:

a) La declaración de principios, el programa de acción y los estatutos


aprobados por sus miembros en los términos del artículo anterior;

b) Las listas nominales de afiliados por entidades o por distritos electorales, a


que se refieren las fracciones II del inciso a) y V del inciso b) del artículo
anterior; y

c) Las actas de las asambleas celebradas en las entidades federativas o en


los distritos electorales y la de su asamblea nacional constitutiva.

ARTICULO 30.-

1.- El Consejo General del Instituto, al conocer la solicitud de la agrupación


política nacional que pretenda su registro como partido político nacional,
integrará una Comisión para examinar los documentos a que se refiere el
artículo anterior a fin de verificar el cumplimiento de los requisitos y del
procedimiento de constitución señalados en este Código. La Comisión
formulará el proyecto de dictamen de registro.

2.- El Consejo General del Instituto Federal Electoral por conducto de la


comisión a que se refiere el párrafo anterior, verificará la autenticidad de las
afiliaciones al nuevo partido, ya sea en su totalidad o a través del
establecimiento de un método aleatorio, conforme al cual se verifique que
cuando menos el 0.026 por ciento corresponda al padrón electoral actualizado
a la fecha de la solicitud de que se trate, cerciorándose de que dichas

26
afiliaciones cuenten con un año de antigüedad como máximo dentro del
partido político de nueva creación.

ARTICULO 31.-

1. El Consejo, con base en el proyecto de dictamen de la comisión y dentro


del plazo de ciento veinte días contados a partir de que tenga conocimiento de
la presentación de la solicitud de registro, resolverá lo conducente

2. Cuando proceda, expedirá el certificado correspondiente haciendo constar


el registro. En caso de negativa fundamentará las causas que la motivan y lo
comunicará a los interesados. La resolución deberá publicarse en el Diario
Oficial de la Federación y podrá ser recurrida ante el Tribunal Electoral.

3. El registro de los partidos políticos, cuando hubiese procedido, surtirá


efectos a partir del 1o. de agosto del año anterior al de la elección.

ARTICULO 32.-

1. Al partido político que no obtenga por lo menos el 2% de la votación en


alguna de las elecciones federales ordinarias para diputados, senadores o
Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, le será cancelado el registro y
perderá todos los derechos y prerrogativas que establece este Código.

2. El hecho de que un partido político no obtenga por lo menos el 2% de la


votación emitida en alguna de las elecciones, no tiene efectos en relación con
los triunfos que sus candidatos hayan obtenido en las elecciones nacionales
según el principio de mayoría relativa.

3. El partido político que hubiese perdido su registro no podrá solicitarlo de


nueva cuenta, sino hasta después de transcurrido un proceso electoral federal
ordinario.

LIBRO SEGUNDO DE LOS PARTIDOS POLITICOS


TITULO SEGUNDO DE LA CONSTITUCION, REGISTRO, DERECHOS Y
OBLIGACIONES

CAPITULO SEGUNDO DE LAS AGRUPACIONES POLITICAS


NACIONALES

ARTICULO 33.-

1. Las agrupaciones políticas nacionales son formas de asociación ciudadana


que coadyuvan al desarrollo de la vida democrática y de la cultura política, así
como a la creación de una opinión pública mejor informada.

27
2. Las agrupaciones políticas nacionales no podrán utilizar bajo ninguna
circunstancia las denominaciones de "partido" o "partido político".

ARTICULO 34.-

1. Las agrupaciones políticas nacionales sólo podrán participar en procesos


electorales federales mediante acuerdos de participación con un partido
político. No podrán hacerlo con coaliciones. Las candidaturas surgidas de los
acuerdos de participación serán registradas por el partido político y serán
votadas con la denominación, emblema, color o colores de éste.

2. El acuerdo de participación a que se refiere el párrafo anterior deberá


presentarse para su registro ante el Presidente del Consejo General del
Instituto Federal Electoral, en los plazos previstos en el artículo 64, párrafos 1
y 5, de este Código, según corresponda.

3. En la propaganda y campaña electoral, se podrá mencionar a la agrupación


participante.

4. A las agrupaciones políticas nacionales les será aplicable en lo conducente,


lo dispuesto por los artículos 38, 49-A y 49-B, así como lo establecido en los
párrafos 2 y 3 del artículo 49 de este Código. (DR)IJ

ARTICULO 35.-

1.- Para obtener el registro como agrupación política nacional.

a) Contar con un mínimo de 5,000 asociados en el país y con un órgano


directivo de carácter nacional; además, tener delegaciones en cuando menos
7 entidades federativas.

b) Disponer de documentos básicos, así como una denominación distinta a


cualquier otra agrupación o partido.

2. La asociación interesada presentará durante el mes de enero del año


anterior al de la elección, junto con su solicitud de registro, la documentación
con la que acredite los requisitos anteriores y los que, en su caso, señale el
Consejo General del Instituto.

3. El Consejo General, dentro del plazo máximo de 60 días naturales contados


a partir de la fecha en que conozca de las solicitudes de registro, resolverá lo
conducente.

4. Cuando proceda el registro, el Consejo expedirá el certificado respectivo.


En caso de negativa, expresará las causas que la motivan y lo comunicará a

28
la asociación interesada. La resolución correspondiente deberá publicarse en
el Diario Oficial de la Federación.

5. El registro de las agrupaciones políticas cuando hubiese procedido, surtirá


efectos a partir del 1o. de agosto del año anterior al de la elección.

6. Las agrupaciones políticas con registro, gozarán del régimen fiscal previsto
para los partidos políticos en los artículos 50, 51 y 52 de este Código.

7. De igual manera, las agrupaciones políticas con registro, gozarán de


financiamiento público para apoyo de sus actividades editoriales, educación y
capacitación política, e investigación socioeconómica y política.

8. Para los efectos del párrafo anterior, se constituirá un fondo consistente en


una cantidad equivalente al 2% del monto que anualmente reciben los partidos
políticos para el sostenimiento de sus actividades ordinarias permanentes.

9. Este fondo se entregará anualmente a las agrupaciones políticas, en


términos de lo previsto en el reglamento que al efecto emita el Consejo
General.

10. Las agrupaciones políticas con registro, a fin de acreditar los gastos
realizados, deberán presentar a más tardar en el mes de diciembre de cada
año los comprobantes de los mismos. Ninguna agrupación política podrá
recibir más del 20% del total del fondo constituido para este financiamiento.

11. Las agrupaciones políticas con registro, deberán presentar además, a la


comisión de consejeros prevista en el artículo 49, párrafo 6, de este Código,
un informe del ejercicio anterior sobre el origen y destino de los recursos que
reciban por cualquier modalidad.

12. El informe a que se refiere el párrafo anterior deberá presentarse a más


tardar dentro de los 90 días siguientes al último día de diciembre del año del
ejercicio que se reporte.

13. La agrupación política nacional perderá su registro por las siguientes


causas:

a) Cuando se haya acordado su disolución por la mayoría de sus miembros;

b) Haberse dado las causas de disolución conforme a sus documentos


básicos;

c) Omitir rendir el informe anual del origen y aplicación de sus recursos;

29
d) Por incumplir de manera grave con las disposiciones contenidas en este
Código;

e) Haber dejado de cumplir con los requisitos necesarios para obtener el


registro;

y f) Las demás que establezca este Código.

CAPITULO CUARTO DE LAS OBLIGACIONES

ARTICULO 38.-

1. Son obligaciones de los partidos políticos nacionales:

a) Conducir sus actividades dentro de los cauces legales y ajustar su conducta


y la de sus militantes a los principios del Estado democrático, respetando la
libre participación política de los demás partidos políticos y los derechos de los
ciudadanos;

b) Abstenerse de recurrir a la violencia y a cualquier acto que tenga por objeto


o resultado alterar el orden público, perturbar el goce de las garantías o
impedir el funcionamiento regular de los órganos de gobierno;

c) Mantener el mínimo de afiliados en las entidades federativas o distritos


electorales, requeridos para su constitución y registro;

d) Ostentarse con la denominación, emblema y color o colores que tengan


registrados, los cuales no podrán ser iguales o semejantes a los utilizados por
partidos políticos nacionales ya existentes;

e) Cumplir sus normas de afiliación y observar los procedimientos que señalen


sus estatutos para la postulación de candidatos;

f) Mantener en funcionamiento efectivo a sus órganos estatutarios;

g) Contar con domicilio social para sus órganos directivos;

h) Editar por lo menos una publicación mensual de divulgación, y otra de


carácter teórico, trimestral;

30
i) Sostener por lo menos un centro de formación política;

j) Publicar y difundir en las demarcaciones electorales en que participen, así


como en los tiempos oficiales que les corresponden en las frecuencias de
radio y en los canales de televisión, la plataforma electoral que el partido y sus
candidatos sostendrán en la elección de que se trate. En este caso, el tiempo
que le dediquen a la plataforma no podrá ser menor del 50% del que les
corresponda;

k) Permitir la práctica de auditorías y verificaciones que ordene la comisión de


consejeros a que se refiere el párrafo 6 del artículo 49 de este Código, así
como entregar la documentación que la propia comisión les solicite respecto a
sus ingresos y egresos;

l) Comunicar al Instituto Federal Electoral cualquier modificación a su


declaración de principios, programas de acción o estatutos, dentro de los diez
días siguientes a la fecha en que se tome el acuerdo correspondiente por el
partido. Las modificaciones no surtirán efectos hasta que el Consejo General
del Instituto declare la procedencia constitucional y legal de las mismas. La
resolución deberá dictarse en un plazo que no exceda de 30 días contados a
partir de la presentación de la documentación correspondiente;

m) Comunicar oportunamente al Instituto los cambios de su domicilio social o


de los integrantes de sus órganos directivos;

n) Actuar y conducirse sin ligas de dependencia o subordinación con partidos


políticos, personas físicas o morales extranjeras, organismos o entidades
internacionales y de ministros de culto de cualquier religión o secta;

o) Utilizar las prerrogativas y aplicar el financiamiento público exclusivamente


para el sostenimiento de sus actividades ordinarias, para sufragar los gastos
de campaña, así como para realizar las actividades enumeradas en el inciso
c) del párrafo 1 del artículo 36 de este Código;

p) Abstenerse de cualquier expresión que implique diatriba, calumnia, infamia,


injuria, difamación o que denigre a los ciudadanos, a las instituciones públicas
o a otros partidos políticos y sus candidatos, particularmente durante las
campañas electorales y en la propaganda política que se utilice durante las
mismas;

q) Abstenerse de utilizar símbolos religiosos, así como expresiones, alusiones


o fundamentaciones de carácter religioso en su propaganda;

r) Abstenerse de realizar afiliaciones colectivas de ciudadanos;

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s) Garantizar la participación de las mujeres en la toma de decisiones en las
oportunidades políticas; y

t) Las demás que establezca este Código.

2. Las modificaciones a que se refiere el inciso l) del párrafo anterior en ningún


caso se podrán hacer una vez iniciado el proceso electoral.

ARTICULO 41.-

1. Son prerrogativas de los partidos políticos nacionales:

a) Tener acceso en forma permanente a la radio y televisión en los términos


de los artículos 42 al 47 de este Código;

b) Gozar del régimen fiscal que se establece en este Código y en las leyes de
la materia.

c) Disfrutar de las franquicias postales y telegráficas que sean necesarias para


el cumplimiento de sus funciones; y

d) Participar, en los términos del Capítulo Segundo de este Título, del


financiamiento público correspondiente para sus actividades. (DR)IJ

ARTICULO 42.-

1. Los partidos políticos, al ejercer sus prerrogativas en radio y televisión,


deberán difundir sus principios ideológicos, programas de acción y
plataformas electorales.

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 BIBLIOGRAFIA

Fuentes primarias
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Ángel Porrúa, 1998, 405+22, pp.

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 Ley de Amnistía, México, Diario Oficial de la Federación, CDLXXXIV, No. 16,
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 Ley para el Diálogo, la Conciliación y la Paz Digna en Chiapas, México, Diario
Oficial de la Federación, CDXCVIII, No. 9, 11 de marzo de 1995: 2-4.
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González, Director, Raymundo Riva Palacio.
 Proceso, Semanario de Información y Análisis, Consejo de Administración:
Presidente, Julio Scherer García, Vicepresidente, Vicente Leñero, Tesorero,
Enrique Maza, Director, Rafael Rodríguez Castañeda, CISA, Comunicación e
Información SA de CV.
 Reforma. Corazón de México, Presidente y Dir. Gral., Alejandro Junco de la
Vega, Consorcio Interamericano de Comunicación SA. de CV.

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García Laguardia, Jorge Mario (comp.), Partidos políticos y democracia en
Iberoamérica, II Congreso de Derecho Constitucional, México, UNAM, 1981.

OPINION PERSONAL

Creo que los partidos políticos han demandado procesos más democráticos, la
sociedad civil ha aumentado su participación, cada vez mayor número de ciudadanos
participa en los procesos electorales, se ha presenciado la independencia de algunas
instituciones respecto al Estado, y existe una mayor libertad de los medios de
comunicación, pero mientras existan 40 millones de pobres, difícilmente podremos
decir como, dos vivas para la democracia.

Lo más preocupante era que la reforma política dio por resultado un


fortalecimiento de la derecha, no de la izquierda.. (en tanto que la historia de la
izquierda ha sido) una historia llena de riñas dogmáticas por minucias ideológicas,
fuentes choques de personalidad, violentas purgas y rebeliones, elitismo intelectual e
incluso corrupción y traición.

Por tal motivo yo considero como un conjunto de hombres unidos para


promover, mediante su labor conjunta, el interés nacional sobre la base de algún
principio particular acerca del cual todos están de acuerdo.

La irrupción india chiapaneca marca un viraje importante en los movimientos


indios que se venía desarrollando a los largo de las últimas dos décadas en nuestro
país ya que pone en el centro de su lucha la discusión y la definición del proyecto de
nación. Es un viraje importante ya que el movimiento indio chiapaneco pone al
descubierto que los pueblos indios no están incluidos en el modelo, impuesto en los
años recientes y que sus reclamos políticos no tienen cabida en las estructuras del
sistema político vigente

El movimiento indio chiapaneco marca el inicio de una nueva fase de la lucha


de los pueblos indios al final del milenio. Con él, los pueblos indios aspiran arribar al
próximo siglo con la esperanza de continuar existiendo con una identidad propia y de
gozar de los mismos derechos que cualquier ciudadano. Ahora bien, el hecho de que

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el EZLN haya ganado gran simpatía en la sociedad civil no es garantía de que sus
reivindicaciones sean atendidas favorablemente, ya que hace falta que los sectores
de la población expresen sus puntos de vista al respecto y que todos juntos, indios y
no indios, definamos el proyecto de nación al que aspiramos.

Este proyecto alternativo que abandera el EZLN y que ha ido construyendo


junto con amplios sectores de la sociedad civil a lo largo de ocho años de
confrontación con el gobierno federal, implica además del reconocimiento de una
sociedad multicultural, una redefinición política del Estado-nación, bajo la perspectiva
de una democracia amplia.

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