Tema 12: Los extraordinarios en el proceso civil y
Tema 13: La cosa juzgada civil y los medios para su
impugnación
Prof. Dr. Alfonso Manuel Solís Martín
Índice 1. Los recursos extraordinarios: a) el sistema original de la LEC; b) la Disposición Final 16ª LEC y los Acuerdos del TS. 2. El recurso extraordinario por infracción procesal. 3. El recurso de casación. 4. La cosa juzgada: a) Cosa juzgada formal y cosa juzgada material; b) Delimitación de la cosa juzgada material; c) Tratamiento procesal de la cosa juzgada material. • [Capítulo XX del Manual, pp. 387-404] 1. Los recursos extraordinarios 1.1. El sistema original de la LEC • Tradicionalmente en España, las sentencias civiles dictadas por los Tribunales de segunda instancia podían ser recurridas, en determinados casos, ante la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo, mediante el denominado recurso de casación. Dicho recurso surgió en la Francia posterior a la Revolución de 1789, como una forma de proteger el ordenamiento jurídico nacido de esta de su posible no aplicación por parte de los Jueces, ordinariamente alineados con el Antiguo Régimen. De esa forma, los órganos casacionales franceses no tenían un carácter netamente jurisdiccional, sino político, y por ello no dictaban sentencias resolviendo sobre el fondo del asunto, sino que se limitaban a rescindir (casser=romper) la resolución impugnada y a devolver la cuestión al órgano judicial competente para que dictara una nueva sentencia respetando lo dispuesto en las leyes (casación con reenvío). • En España, sin embargo, cuando se importa este recurso del país vecino a mediados del siglo XIX, se introduce con dos importantes modificaciones que le han acompañado a lo largo de toda su existencia: por un lado, su conocimiento se atribuye a un órgano jurisdiccional (el Tribunal Supremo), desvinculando la decisión de cualquier interés o motivación políticos; y por otro, precisamente por corresponder a un órgano que desempeña función jurisdiccional, se le permitía en muchas ocasiones poner nueva sentencia, resolviendo la controversia en cuanto al fondo del asunto (casación sin reenvío). De esta forma, junto a la función nomofiláctica o de protección del ordenamiento jurídico (del ius constitutionis), el recurso de casación ha cumplido entre nosotros una segunda función tuitiva o de protección del derecho concreto de los litigantes (del ius litigatoris). Además, el hecho de pronunciarse sobre la interpretación correcta de los distintos preceptos sustantivos y procesales, ha permitido ir formando una doctrina jurisprudencial que orienta a los Tribunales inferiores (función uniformadora e integradora), «complementando» así con ella el ordenamiento jurídico (art. 1.6 CC). • El nuevo Código Procesal Civil decidió reformar el modelo existente, apostando por dividir el recurso de casación en dos y distribuyendo su conocimiento entre el propio Tribunal Supremo y los Tribunales Superiores de Justicia. • los preceptos que se contienen en el texto de la LEC (arts. 466 a 493), el sistema de recursos extraordinarios debería funcionar de la siguiente manera: la sentencia dictada en apelación podría ser impugnada, de forma alternativa y excluyente, a través de uno de los dos siguientes recursos: el recurso extraordinario de infracción procesal, si se consideraba que la sentencia incurría en uno de los vicios procesales indicados en el art. 469.1 (infracción de las normas de jurisdicción o de competencia, de las normas reguladoras de la sentencia, de las normas básicas del procedimiento, o de cualquier derecho fundamental contemplado en el art. 24 CE); bien mediante el recurso de casación, cuando la vulneración hubiera sido de un precepto sustantivo. • la parte perjudicada por la sentencia de apelación no podía presentar ambos recursos de forma simultánea o sucesiva, sino que debía optar por uno de los dos recursos previstos, en concreto, por el que considerase más viable y factible que prosperara (art. 466 LEC), entendiéndose que si lo hacía por el de infracción procesal y este resultaba estimado, se dictaría una nueva sentencia de segunda instancia, que podría ser recurrida a su vez en casación (art. 467 LEC). Evidentemente, al litigante no se le planteaba ningún problema cuando, en el caso concreto, solo se había producido un tipo de infracción (procesal o sustantiva); ahora bien, si entendía que existían las dos, debía elegir un recurso u otro, y lo más lógico sería que optara por el recurso de casación (que permite entrar en el fondo del asunto), salvo que la infracción procesal fuera de tal entidad que condicionara el propio resultado de fondo. • Por otra parte, el recurso extraordinario por infracción procesal, aunque se preparaba e interponía ante el órgano de apelación, debía ser admitido y resuelto por las Salas de lo Civil y Penal de los Tribunales Superiores de Justicia (art. 468 LEC), en tanto que el recurso de casación sería admitido y resuelto por la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo (art. 478.1 1 LEC). Eso podría suponer que, a la postre, el Tribunal Supremo no pudiera sentar jurisprudencia sobre interpretación de normas procesales; para evitarlo, el legislador creó el recurso en interés de la Ley (arts. 490 a 493 LEC), que posibilita a dicho Tribunal unificar doctrina sobre cuestiones procesales, aunque sin afectar a «las situaciones jurídicas particulares derivadas de las sentencias alegadas)) (art. 493 LEC). • Ahora bien, el sistema descrito dependía de que la LOPJ se modificara al mismo tiempo que se aprobaba la LEC 1/2000, permitiendo a los Tribunales Superiores de Justicia conocer del recurso extraordinario por infracción procesal. Pero tal circunstancia no se produjo, porque la reforma de la LOPJ encalló en el Congreso, y ese hecho obligó a los legisladores a construir un sistema provisional de recursos extraordinarios que mantuviera la competencia en el Tribunal Supremo, único que podía conocer del antiguo recurso de casación y cualquier nuevo recurso extraordinario . Dicho sistema se encuentra recogido en la Disposición Final 16.ª de la LEC, y es el actualmente vigente en esta materia. • Por consiguiente, debe quedar claro que, por mucho que sorprenda, los preceptos que se encuentran en el texto de la LEC relativos a los recursos extraordinarios solo están en vigor en la medida en que así lo señale la citada Disposición Final 16.ª de la LEC, pero no en su integridad; de ahí que, por ejemplo, nunca se haya puesto en funcionamiento el recurso en interés de la Ley. 1.2. El sistema provisional de la Disposición Final 16.3 de la LEC • Como ya se ha señalado, la clave del sistema de la Disposición Final 16.ª de la LEC se encuentra en la necesidad de atribuir los dos recursos extraordinarios (de infracción procesal y casación) a la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo, única que podía conocer de ellos de acuerdo con el art. 56.1.0 LOPJ. Esto significa, para empezar, que ya no resulta necesario obligar al litigante a optar por interponer un recurso u otro, puesto que de ambos ha de conocer el mismo órgano jurisdiccional y no hay riesgo de crear cuatro niveles distintos de decisión. Por lo tanto, lo primero que debe señalarse es que, en el sistema actualmente vigente, frente a la sentencia dictada en apelación cabe interponer, alternativa o simultáneamente, tanto el recurso extraordinario por infracción procesal como el recurso de casación, los dos ante la Sala Primera del Tribunal Supremo. • El problema se planteaba en relación con las resoluciones que tenían acceso a ambos recursos. De acuerdo con el texto de la LEC, todas las sentencias dictadas en apelación (incluso los autos definitivos) permitían plantear el recurso extraordinario por infracción procesal, mientras que la entrada al recurso de casación estaba mucho más restringida: únicamente cabía respecto de las sentencias dictadas en materia de derechos fundamentales distintos del 24 CE, las que superaran una respetable cantidad (entonces 150.000 euros), o cuando se acreditara que había interés casacional en el asunto controvertido. Evidentemente, si no se modificaba la forma de acceso, se terminaría bloqueando el Tribunal Supremo, porque todas las sentencias de segunda instancia podrían llegar a él interponiendo el recurso extraordinario por infracción procesal. • Ante esa situación, la Disposición Final 16.ª de la LEC ideó una fórmula que permitía limitar el acceso al Tribunal Supremo: el recurso de infracción procesal solo se podía plantear si la resolución era, por sí misma, recurrible en casación (aunque, de hecho, no se recurriera por esa vía, sino solo por infracción procesal). El control de esta norma era sencillo cuando se trataba de las dos primeras vías de acceso a la casación (vulneración de derecho fundamental civil y cuantía superior a la fijada), pero mucho más difícil en el tercer caso, puesto que siempre se podía alegar -aunque fuera sin fundamento- la existencia de interés casacional con el único fin de poder presentar conjuntamente el recurso por infracción procesal, con lo que de nuevo todas las sentencias de apelación podían terminar llegando ante el Tribunal Supremo • Para impedirlo, la Disposición Final 16.ª de la LEC cierra el sistema con un último filtro: cuando se interponen conjuntamente el recurso de casación por interés casacional y el extraordinario por infracción procesal, la admisión de este último está condicionada a que se admita el primero, de tal forma que solo si realmente se tenía acceso a casación el Tribunal podrá entrar también en el examen de las posibles infracciones procesales. • Sin embargo de lo anterior, la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo no se sintió satisfecha con la solución legal adoptada, y decidió aprobar un Acuerdo del Pleno (no jurisdiccional) de la Sala Primera, de 12 de diciembre de 2000, que establecía que, para admitir un recurso que afectara a un asunto de cuantía superior a 150.000 euros, la resolución recurrida había debido dictarse en un procedimiento establecido por razón de la cuantía, y no por razón de la materia; y por el contrario, para admitir un recurso basado en el interés casacional, la resolución recurrida tenía que provenir de un procedimiento establecido por razón de la materia, y no de la cuantía. • De esta forma, asuntos que, en principio, según el texto de la LEC, tenían acceso a casación (por ejemplo, una impugnación de un acuerdo social de una compañía mercantil por valor de 6.000.000 euros, que claramente supera el límite legal), quedaban sin posibilidad de ser recurridos al venir fijado su procedimiento (en este caso, un juicio ordinario) por razón de la materia (art. 249.1.3 .º LEC) y no por razón de la cuantía. • Muchos consideraron que, no ya este Acuerdo, que carece de valor jurídico, sino los autos de la Sala de lo Civil que lo aplicaban, vulneraban el derecho fundamental a la tutela judicial efectiva del art. 24.1 CE en su dimensión del derecho de acceso a los recursos, por lo que se suscitaron numerosos recursos de amparo. Pero, sorprendentemente, el Tribunal Cons- titucional avaló esa interpretación de las normas de la LEC(2), lo que ha permitido al Tribunal Supremo reducir notoriamente el número de recursos de casación tramitados y, consiguientemente, adelantar los tiempos de resolución. • No obstante, el citado Acuerdo de 12 de diciembre de 2000 fue sustituido por uno nuevo, esta vez de 30 de diciembre de 2011, para adaptar los criterios de admisión de los recursos de casación y extraordinario por infracción procesal a la reforma operada en dichos recursos por la Ley 3 7 /2011, de 1O de octubre, de medidas de agilización procesal. Y por tercera vez la Sala Primera del Tribunal Supremo ha aprobado un Acuerdo de Pleno no jurisdiccional, de 27 de enero de 2017, que, además de reiterar la mayoría de los criterios anteriores, añade la interpretación que la Sala seguirá en rela- ción con la modificación de las causas de inadmisión del recurso de casación introducida en el art. 483.2 LEC por la Ley Orgánica 7/2015, de 21 de julio. • La principal modificación establecida por dicho Acuerdo (que ya se contenía en el de 2011) consiste en que ahora se puede presentar recurso de casación por interés casacional en todo caso, por lo que la limitación establecida por el Tribunal Supremo únicamente subsiste para el acceso al recurso por razón de la cuantía. La situación queda, pues, de la siguiente forma: a) si se alega interés casacional, toda sentencia de apelación puede ser recurrida en casación (y el recurso por infracción procesal, si se acumula a aquel, solo se examinará y resolverá si se admite la casación); y b) si se trata de una sentencia que supera los 600.000 euros (ya no los originales 150.000 solo cabe casación cuando su procedimiento se haya fijado por razón de la cuantía. • Por lo tanto, tras la reforma, continúa dándose la situación paradójica de que un asunto cuyo procedimiento venga fijado por razón de la materia que tiene acceso a casación, aunque su cuantía supere los 600.000 euros, salvo que se alegue la existencia de interés casacional. 1.3. El recurso extraordinario por infracción procesal • Como ya se ha señalado, el recurso extraordinario por infracción procesal procede únicamente, a pesar de lo que señala el art. 468 LEC, contra: aquellas resoluciones que tienen acceso per se al recurso de casación pudiendo presentarse en solitario o conjuntamente con aquel (salvo el caso de interés casacional, en que la admisión de este condiciona el recurso por infracción procesal, como ya se indicó). • Los motivos que posibilitan el recurso se contemplan en el art. 469.1 LEC, y se corresponden con los del quebrantamiento de forma clásico: error in procedendo (por infracción de las normas de jurisdicción y competencia imperativas, de normas procesales o que impliquen vulneración de derechos fundamentales procesales) o in iudicando (por infracción de las normas reguladoras de la sentencia, básicamente la incongruencia en sus diversas moda- lidades o la falta de motivación). • Lo más relevante a este respecto es que el art. 469 .2 LEC exige que se haya denunciado previamente la infracción procesal por los medios legalmente previstos, que serán bien los recursos de reposición o apelación, bien el complemento de resoluciones del art. 215 LEC para los casos de incongruencia omisiva (e incluso el Tribunal Supremo lo está exigiendo, errónea- mente a nuestro parecer, ante la falta de motivación), bien otros incidentes (como la recusación, si se alega vulneración del derecho a un proceso con todas las garantías por ausencia de un Juez imparcial). • La competencia funcional para conocer del recurso extraordinario por infracción procesal corresponde a la Sala I de lo Civil del Tribunal Supremo (por la Disposición Final 16.ª de la LEC, a pesar de lo que dice el art. 468 LEC), y a las Salas de lo Civil y Penal de los Tribunales Superiores de Justicia cuando va junto a recursos de casación en materia de Derecho civil foral o especial. • El procedimiento es similar a la casación: interposición en veinte días ante el Tribunal a quo (con el consiguiente pago del depósito de 50 euros), admisión a trámite del recurso (si se inadmite, cabría queja), remisión de los autos a la Sala, admisión o no del recurso por esta, oposición de las partes recurridas al escrito presentado, posible vista si se ha tenido que practicar alguna prueba, y resolución por parte del Tribunal ad quem. • La sentencia que estime el recurso extraordinario por infracción procesal siempre comporta la rescisión de la sentencia de instancia y el reenvío al Tribunal competente, según cual haya sido la infracción producida (art. 476 LEC). 1.4. El recurso de casación • Según el art. 477.2 LEC, son resoluciones recurribles en casación las sentencias dictadas en segunda instancia por las Audiencias Provinciales siempre que concurra alguno de los tres siguientes casos: a) que se trate de un proceso que trata de la tutela civil de derechos fundamentales (honor, intimidad, propia imagen, asociación, etc.); b) que la cuantía de lo discutido supere una summa gravaminis, ahora fijada en 600.000 euros, siempre que el procedimiento venga fijado por la cuantía y no por la materia (por exigencia del Acuerdo del Tribunal Supremo de 30 de diciembre de 2011 al que ya se hizo referencia); y c) que exista interés casacional, y ello con indepen- dencia de que el procedimiento seguido venga determinado por razón de la materia o por razón de la cuantía. El art. 477.3 LEC define qué se entiende por interés casacional: «cuando la sentencia recurrida se oponga a doctrina jurisprudencial del Tribunal Supremo o resuelva puntos y cuestiones sobre los que exista jurisprudencia contradictoria de las Audiencias Provinciales o aplique normas que no lleven más de cinco años en vigor, siempre que, en este último caso, no existiese doctrina jurisprudencial del Tribunal Supremo relativa a normas anteriores de igual o similar contenido». • En cuanto a los motivos que pueden fundar el recurso de casación, este es único: la vulneración de precepto sustantivo (art. 477.1 LEC). Es importante destacar en este sentido que el recurso de casación no es una tercera instancia, en la que el Tribunal competente pueda emitir un nuevo juicio valorando todos los elementos que constan en autos; la cuestión de hecho (questio facti), esto es, la valoración de la prueba, le está vedada, y únicamente puede entrar en el examen de la interpretación jurídica (questio iuris); y además, dentro de esta, solo se permite atacar los argumentos que sirven de base a la decisión (ratio decidendi), no meras afirmaciones secundarias o circunstanciales (obiter dicta). • La competencia para conocer corresponde a la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo, o en su caso, a las Salas de lo Civil y Penal de los Tribunales Superiores de Justicia si se trata de Derecho civil foral o especial (art. 478.1 LEC). • En cuanto al procedimiento propio del recurso, una vez suprimido el trámite de preparación, ahora se inicia con la presentación del escrito de interposición en veinte días ante la Audiencia Provincial (al que habrá de acompañarse el pago del depósito de 50 euros), que tendrá que decidir si lo admite o no a trámite (comprobando únicamente si la resolución es recurrible y se han cumplido los requisitos de tiempo y forma). En caso negativo, cabrá recurso de queja ante el propio Tribunal Supremo (art. 479 LEC). Una vez admitido a trámite el recurso, se pasa a la segunda fase, de sustanciación, que se desarrolla ya ante el órgano ad quem: se remiten los autos a la Sala Primera (art. 482 LEC), y esta decide si admite o no los motivos concretos del recurso presentado. En la regulación originaria, las causas del rechazo eran básicamente de naturaleza procesal (irrecurribilidad de la sentencia, no cumplir los requisitos legales exigidos, no alcanzar la cuantía prevista o no existir interés casacional: art. 483.2.1.º a 3.0 LEC); pero tras la reforma operada por la LO 7/2015, de 21 de julio, de reforma de la LOPJ -que también modifica algunos preceptos de la LEC-, se han introducido dos motivos nuevos de inadmisión vinculados al fondo del asunto, que pueden limitar aún más las posibilidades de los justiciables de acceder a la casación: 1) que, a juicio del Tribunal Supremo, el recurso carezca manifiestamente de fundamento; y 2 que se hayan resuelto ya en el fondo recursos sustancialmente iguales (art. 483.2.4.º LEC). En el Acuerdo de Pleno no Jurisdiccional de 27 de enero de 2017, ya mencionado, se indican algunos de los criterios que determinan una manifiesta falta de fundamento. En caso de que el recurso de casación pase este segundo momento de admisión, se traslada a los recurridos para que se opongan a él en un plazo de veinte días (art. 485 LEC). Si todas las partes lo piden o el Tribunal Supremo lo considera conveniente, cabe la celebración de una vista (art. 486 LEC). • La decisión adquiere forma de sentencia, y si decide revocar la resolución impugnada, pasará a resolver la cuestión de fondo planteada (art. 487 LEC). Contra esta sentencia no procede recurso alguno (sin perjuicio de que se pueda plantear el incidente excepcional de nulidad de actuaciones a que se refiere el art. 241 LOPJ, en los casos en que sea pertinente). 2.EFECTOS PROCESALES DE LA SENTENCIA: LA COSA JUZGADA 2.1. Cosa juzgada formal y cosa juzgada material • Todas las resoluciones que se dictan a lo largo del proceso, una vez que son firmes y no pueden recurrirse -bien porque no existe recurso contra ellas, o bien porque se ha dejado pasar el plazo sin impugnarlas-, vinculan tanto al Tribunal que las ha dictado como a las partes a quienes afectan, de suerte que ya no podrá actuarse en contra de lo que disponen. A esta fuerza vinculante que despliega sus efectos dentro del proceso en cuestión se le denomina cosa juzgada formal (art. 207.3 y 4 LEC). Por ejemplo, si la resolución que acuerda admitir la prueba propuesta por una de las partes deviene firme, el Tribunal no podrá después denegar la práctica de la prueba admitida mediante resolución con fuerza de cosa juzgada formal. • Además, un tipo determinado de resoluciones -en concreto, las sentencias firmes-, adquieren una fuerza obligatoria que se proyecta más allá del proceso en el que se dictan, y que se extiende a los procesos en que se pretende discutir de nuevo la controversia ya resuelta, u otra conexa con ella. A esta vinculación que producen las sentencias respecto de procesos posteriores con un objeto idéntico o conexo se le llama cosa juzgada material (art. 222 LEC). Así pues, la fuerza de cosa juzgada material no se predica de cualquier resolución judicial que se dicte durante la tramitación de un proceso, sino solo de las sentencias, al ser ésa la forma prevista por la Ley para resolver sobre el fondo del asunto. Aunque también tienen fuerza de cosa juzgada material aquellos autos que, por exigencias legales, revisten forma de auto, pero realmente son equivalentes a sentencias, al tener pronunciamientos sustantivos (como el auto que acoge un allanamiento parcial: art. 21.2 LEC). No obstante, y de modo excepcional, también cabe que exista alguna sentencia -la dictada en los procesos denominados sumarios- que no produzca el efecto de cosa juzgada material, dado que la tutela concedida lo es a título provisional, y se puede reabrir de nuevo la cuestión en un proceso plenario ulterior (como sucede, por ejemplo, con los desahucios o los interdictos). • La cosa juzgada material se manifiesta en dos sentidos. Por un lado, impidiendo que se sustancien nuevos procesos que tengan un objeto idéntico al ya decidido mediante sentencia firme (non bis in ídem): esta es la función negativa o excluyente de la cosa juzgada material (art. 222.1 LEC). Por ejemplo, si A ejercita un acción reivindicatoria contra B, que es desestimada, y posteriormente C, heredero de A, vuelve a ejercitar la misma acción, B podrá oponer en el segundo proceso la excepción procesal de cosa juzgada y lograr el archivo del proceso, puesto que la cosa juzgada material es un óbice procesal que impide que el actor obtenga una sentencia sobre el fondo del asunto. • Por otro lado, la eficacia de cosa juzgada material obliga al Tribunal de un proceso posterior con un objeto conexo a otro anterior a estar a lo declarado en el primer proceso respecto de aquellas cuestiones ya resueltas y que sean un antecedente lógico de las que deban decidirse en el segundo: esta es la función positiva o prejudicial de la cosa juzgada material (art. 222.4 LEC). Por ejemplo: A solicita frente a B que se declare la nulidad de un contrato y el Tribunal desestima la pretensión; posteriormente, A vuelve a demandar a B por incumplimiento del mismo contrato, a causa de circunstancias sobrevenidas, y B se opone a la demanda alegando la nulidad del contrato. El Tribunal del segundo proceso no podrá estimar la oposición de B fundada en la nulidad, puesto que se encuentra vinculado por la resolución con eficacia de cosa juzgada material dictada en el primer proceso, que consideró que el contrato no era nulo. • El fundamento de una institución como la cosa juzgada no lo hallamos hoy, como sucedió en otras épocas, en la idea de que las sentencias reflejan la verdad de lo sucedido y que, por ello, no se puede ir posteriormente contra la realidad declarada judicialmente (lo que a veces se ha definido como la santidad de la cosa juzgada); hay que encontrarlo en motivos de naturaleza procesal, tanto en los principios de economía procesal como en los de armo- nía procesal o seguridad jurídica. • En la economía procesal, porque debe evitarse la reiteración de juicios sobre cuestiones que ya han sido debatidas y decididas por los Tribunales; y en la armonía procesal o seguridad jurídica, porque debe impedirse, en la medida de lo posible, que se produzcan en el sistema pronunciamientos judiciales contradictorios acerca de una misma realidad, lo que podría llegar a suceder si se admiten dos procesos distintos que decidan sobre unas mismas cuestiones. 2.2. Delimitación de la cosa juzgada material • Así pues, para conocer si existe o no cosa juzgada, y cuál es su alcance positivo o negativo, es preciso comparar los objetos de los procesos en cuestión a fin de examinar si son idénticos o conexos. Es decir, habrá que examinar los elementos definidores de ambos procesos (sujetos, petitum y causa de pedir) para contrastar si son los mismos o difieren en aspectos relevantes, o incluso si siendo formalmente diferentes, debe apreciarse, por diversos motivos, una identidad a efectos de apreciar la cosa juzgada material. • En este sentido, es necesario definir qué queda o no cubierto por la cosa juzgada material, lo que debe llevarse a cabo precisando los límites subjetivos, objetivos y temporales que corresponden a dicha institución. • Comenzando con los límites subjetivos, hay que decir que resultan afectados por la cosa juzgada material de una sentencia firme los sujetos que fueron parte de dicho proceso. De esta forma, si se inicia un proceso posterior donde se reclama la misma tutela pero los sujetos (o alguno de ellos) son distintos, no cabe oponer la existencia de cosa juzgada, porque eso podría suponer vulneración del principio de audiencia al pretender que resulte afectado por una decisión judicial una persona que no ha tenido oportunidad de alegar y probar sobre la cuestión debatida. • Sin embargo, existen casos en que, a pesar de que los sujetos son formalmente distintos, en realidad derivan su derecho de quien fue parte en el primer proceso, y por ello con toda lógica el art. 222.2 1 y 111 LEC permite que se les extiendan también a ellos los efectos propios de la cosa juzgada material: así sucede con los herederos o causahabientes, los titulares de derechos ya ejercitados por quien gozaba de una legitimación extraordinaria, o los accionistas de una sociedad respecto de las impugnaciones de acuerdos. En otras ocasiones, la extensión de ese mismo efecto a terceros no litigantes responde a razones de interés público, dado que no resulta razonable revisar una y otra vez cuestiones relacionadas con el estado civil (art. 222.2 11 LEC). • Los límites objetivos de la cosa juzgada material vienen fijados por lo que realmente se juzgó en el primer proceso: por eso el art. 222.2 1 LEC afirma que «alcanza a las pretensiones de la demanda y de la reconvención». Es decir, que si el petitum es el mismo en un proceso y otro, si la acción ejercitada es idéntica, hay que entender que ya ha sido resuelta con fuerza de cosa juzgada material. • Una cuestión muy controvertida es la relativa a si esa misma fuerza vinculante debe predicarse de los pronunciamientos judiciales relativos a las excepciones formuladas por el demandado, especialmente las materiales, que son las que se relacionan con la decisión de fondo (por ejemplo: si el demandado alegó la existencia de pago, y el Tribunal desestima la excepción, cabría preguntarse si se puede iniciar un segundo proceso donde lo único que se discuta es si el pago se ha producido o no). • Tradicionalmente se consideraba que, dado que el demandado no pide una tutela cuando excep- ciona (reus in excipiendo non fit actor, esto es, el demandado cuando excepciona no se convierte en actor), los pronunciamientos judiciales relativos a esas cuestiones no tendrían fuerza de cosa juzgada material. Sin embargo, la opinión doctrinal mayoritaria en la actualidad es que esas decisiones sí quedan cubiertas por la cosa juzgada material, incluso aunque no se hayan ale- gado expresamente (siempre que el demandado hubiera podido hacerlo). • Por otra parte, a la hora de valorar la existencia o no de cosa juzgada material en relación con el objeto del proceso, no puede olvidarse lo que -pone el art. 400.2 LEC en relación con los fundamentos de hecho y de derecho: todos los hechos y títulos jurídicos que se pudieron alegar en el primer proceso debieron alegarse, porque a los efectos de la cosa juzgada material se consideran los mismos e impiden el desarrollo de un proceso posterior (por ejemplo, si ejercito una acción reivindicatoria de un bien por haberlo adquirido por donación, y se desestima la demanda, y posteriormente intento la misma acción pero ahora alegando usucapión, habría cosa juzgada material). • Por último, en relación con los límites temporales de la cosa juzgada material, hay que señalar que las sentencias no pierden nunca su fuerza vinculante. Ahora bien, si cambian las circunstancias y aparecen hechos nuevos como dice el art. 222.2 11 LEC, «se considerarán hechos nuevos y distintos, en relación con el fundamento de las referidas pretensiones, los posteriores a la completa preclusión de los actos de alegación en el proceso en que aquellas se formularen»), ya no cabe oponer la cosa juzgada, porque se estará ante una situación aún no enjuiciada por los Tribunales 2.3. Tratamiento procesal de la cosa juzgada material Como ya se ha señalado, el tratamiento procesal de la cosa juzgada material es diferente según se trate de hacer valer su función negativa o excluyente o su función positiva o prejudicial. • En ambos casos, la jurisprudencia considera que la cosa juzgada es una cuestión de orden público procesal y puede ser apreciada de oficio por el Tribunal, si es que llega a tener conocimiento de su existencia. • Si se trata de hacer valer a instancia de parte la función negativa de la cosa juzgada material, que es la dirigida a impedir la celebración de un segundo proceso idéntico al primero, quien deberá hacerlo será el demandado y lo hará a través de la excepción de cosa juzgada, que se presenta en la contestación a la demanda (art. 405.3 LEC) y debe ser resuelta en la audiencia previa (art. 421 LEC)(11J. • Por el contrario, la función vinculante de la cosa juzgada material, que implica que el Tribunal del segundo proceso tenga por existente lo ya declarado en un proceso previo (por ejemplo, la validez de un contrato), lo puede hacer valer cualquiera de las partes (actor o demandado, o incluso ambos), y deberá efectuarlo en el acto alegatorio correspondiente (demanda, contestación, vista). ¿Dudas?