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"Una tarde que hacía mucho frío y no podíamos salir de casa, mi hermano se entretuvo

haciendo este dibujo que reproducimos y que guardo desde entonces porque refleja
con exactitud el ambiente que había en casa durante las largas tardes de verano en
Cadaqués. Mientras él lo dibujaba y hacía los comentarios, yo contemplaba
sorprendida como lo que habíamos vivido durante el verano anterior iba apareciendo.
Mi hermano, cuando lo hizo, debería tener catorce años y yo diez. Todo es exacto,
menos el tejado de la casa que no acababa en punta por la parte delantera, sino en los
laterales. Todo el resto, cuando lo contemplo aun hoy, me hace revivir aquellos
veranos.

Por una ventana, saca la cabeza mi osito, mi juguete predilecto. En la otra se ve una
vela, porque en Cadaqués, en aquel tiempo, la electricidad era tan débil que a veces
nos quedábamos sin, y siempre era necesario tener velas a punto. Debajo de la del
comedor hay un banco, el mismo que aún tengo ahora, y tanto en la ventana como en
la puerta hay cortinas de cuentas de cristal idóneas para espantar las moscas y evitar
que entren. La otra ventana está protegida por una tela metálica, porque era la que
correspondía a la cocina y se tenía que proteger. Veo a la abuela que sale a la puerta
abriendo la cortina de cuentas de cristal. Va vestida de negro. Era delgada, pequeña,
muy bonita. Mi hermano diría que era de aspecto tan cuidado como un carrete de hilo
de seda negra. El padre lee el periódico mientras la madre y la tía cosen. Todos están
sentados en los balancines de lona que entonces teníamos. Cerca de ellas, yo juego con
las amiguitas. El eucaliptus aún es pequeño y, detrás de este árbol, que más tarde se
haría grande y frondoso, mi hermano pinta rodeado de niños del pueblo, que miran
como lo hace. En primer término, Enriquet, nuestro jardinero y barquero, duerme
profundamente, estirado sobre la playa. Casi nunca hacía nada, era la pereza
personificada. Por el camino llegan nuestros vecinos con sus hijos para pasar la tarde
con nosotros. Y, para que no falte nada, incluso están las criadas, que lavan la ropa en
una alberca del huerto de Melos, y también una vaca que nos daba mucho miedo y
evitaba que fuésemos a buscar las naranjas del naranjo que quedaban al alcance de la
mano".

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