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la chica del maiz; camren


by polaroidslauren

Camila vuelve a casa de sus abuelos en Knoxtenville tras años de veranos viajando por Europa o
cualquier sitio que se le antojaba. Vuelve a donde pasó casi toda su infancia, pero ahora algo había
cambiado. Al lado de la granja de sus abuelos, los Jauregui han construido su rancho.

Aunque Camila quería a sus abuelos, creía que se aburriría, Knoxtenville no es un lugar hecho para
jóvenes como ella, o eso pensaba, hasta que conoce a la sobrina de los Jauregui; Lauren.

➵1

Camila's POV

Cambiar de aires nunca era sencillo, y aún menos cuando se hacía de una forma tan drástica como
yo lo hice. De Miami a un pequeño condado de Carolina del Norte. Este verano mi madre había
decidido mudarse a Los Ángeles con su nuevo novio, pero yo no quería. Alejandro era un buen
hombre, nos mantenía bien, pero en mi cabeza no estaba pasarme todo el verano sujetándoles las
velas a mi madre y él. Así que me envió a Knoxtenville con mi abuelo Tomas y mi abuela
Esmeralda, que estaba segura de que me trataría mucho mejor que mi madre pasando de mí todo
el día por estar con su novio.

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Y allí estaba, a las puertas del rancho familiar con mi abuelo cogiendo mis maletas sin ningún
problema, aunque cada una pesase unos veinte kilos. Era un hombre fuerte, joven para ser abuelo.
Tenía sesenta y cinco años, el pelo canoso, afeitado totalmente y los ojos azules. Parecía sacado de
una revista de los cincuenta, justo después de terminar la guerra, engominado y con camisas
blancas absolutamente impolutas... Excepto cuando trabajaba en el huerto.

Mi abuela en cambio tenía rasgos latinos, aunque de latina le quedaba poco. Se llamaba
Esmeralda, Esmeralda Cabello.

La casa era enorme, de madera, blanca y con el tejado negro. El porche de madera con una
mecedora en una de las esquinas y algunas flores en la barandilla blanca que rodeaba este, daba la
bienvenida a la casa.

-Hacía mucho que no pasabas aquí el verano. -Me arropó mi abuela.

Era el tipo de mujer que olía a casa, que hacía pasteles y magdalenas todos los días y cocinaba
como los ángeles, esa era una de las cosas por las que vine aquí.

-¿De qué color te gustan las sábanas? -Preguntó mi abuelo subiendo las escaleras con las maletas
en la mano. Le diría que parase, que yo podía llevarlas pero... Era demasiado tozudo.

-Me da igual, abuelo, son sábanas.

Subí las escaleras con mi abuela hasta llegar a mi habitación. La colcha era color blanca, pero las
sábanas que habían comprado eran lilas. Las paredes hacían juego con la colcha con aquél color
blanco impoluto. Un escritorio, mesita de noche y un corcho en la pared.

-¿Te gusta tu habitación? -Arropó mis hombros pasando el brazo por encima, observando la
estancia. -No pusimos muchas cosas porque creíamos que querrías personalizarla tú. Ya sabes,
como estás estudiando Bellas Artes.

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Mi abuela estalló en risas, mi abuelo era bastante gracioso y quizás por eso seguían queriéndose lo
mismo después de tantos años.

-Un detalle abuelo. -Sonreí ante aquél comentario y me acerqué a la ventana. Tenía un asiento
justo debajo de esta con cojines blancos y lila, perfecto para sentarse a leer un libro.

Desde la ventana vi algo que no estaba hace unos años, la última vez que vine. Junto a mi ventana
había un enorme granero de color rojo oscuro que me extrañó ver ahí.

-¿Qué es eso, abuelo? -Señalé el cristal sin apartar la vista de él.

-Es el granero de los Jauregui. Se mudaron aquí hace un par de años.

Vaya, ahora teníamos vecinos. Habían construido un rancho justo al lado del nuestro, y en este
parecía haber animales.

-Vamos, ven conmigo. Te enseñaré cómo se venden las verduras de los O'Donell. -Dijo
entusiasmado desde la puerta de la habitación.

Mi abuelo era un irlandés que emigró a Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial. En
el pueblo se les conocía como 'los O'Donell', porque tenían una pequeña empresa de frutas y
verduras que se distribuía por todo el pueblo. El logo era un trébol de tres hojas, más simple
imposible.

Bajé las escaleras detrás de él y salí para admirar las extensiones de tierra que teníamos delante
de nosotros. Césped y campos de maíz y girasoles se extendían delante de nosotros hasta que se
cortaba y comenzaba el cerco que delimitaba el rancho de los Jauregui. Tenían caballos, todos
preciosos.

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-Buenas tardes, Arthur. -Caminé detrás de mi abuelo para llegar hasta donde estaba aquél
hombre.

Era más joven que él unos quince años, con una camisa fina color verde militar. Se pasó la mano
por el pelo para retirarse un mechón que caía en su frente.

-Qué tal, Tom. -Le dio una palmada en el hombro a mi abuelo. -¿Qué me traes hoy?

-Coliflor, pimientos, tomates y berenjenas. ¿Y tú? -Por lo que vi, mi abuelo intercambiaba cosas
con el vecino de al lado. Tenía las cajas apiladas al lado de la verja que separaba ambos ranchos,
pero aquél hombre no tenía nada.

-Tráelo. -Dijo dándose la vuelta.

Desvié la vista mientras mi abuelo hablaba con aquél hombre, y pude ver a una chica bajar de la
parte de atrás de una camioneta. Tenía el pelo negro azabache recogido en un moño alto, con
algunos mechones desprendiéndose de su nuca. Unos jeans ajustados, unas botas marrones, una
camiseta de tirantes blanca y encima, una camiseta de cuadros roja. Desde la camioneta bajó dos
cajas. Un pollo y un pavo, o eso creía yo.

-¿Qué tal estás hoy, Lauren? -Preguntó mi abuelo a la chica.

Ella simplemente esbozó media sonrisa casi imperceptible, y se quedó con las manos a la espalda
mirando a mi abuelo. Yo la miraba a ella, no sabía que había gente joven viviendo por aquí.

-Esta es mi nieta Camila. -Levanté la mano para saludar a Arthur, que estrechó esta entre la suya.

-Encantada. -Miré a aquella chica y no dijo nada, simplemente se giró para darse la vuelta, y al
hacerlo me miró de pasada.

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***

El olor a verano de Carolina del Norte era totalmente diferente al de Miami, era algo familiar, algo
que te recordaba que comenzaba la temporada de pantalones cortos, tardes en el lago,
luciérnagas en un frasco y el camión de los helados recorriendo el condado, pero yo ya no era una
niña, aunque el sentimiento seguía siendo el mismo.

Ayudé a mi abuela a sacar la lasaña del horno, estaba hecha básicamente de hortalizas que
recogían cada día frente a casa. Además de un poco de carne que el señor Jauregui les proveía a
mis abuelos cada día, ese sistema era bastante curioso, en la prehistoria se llamaba trueque.

-¿Puedes echar el té en los vasos, Karla? -Mi abuela siempre me llamaba así, porque ella quería ser
diferente a los demás. Yo era Karla para ella y para nadie más.

Eché el té observando a mi abuelo bajar las escaleras, acercándose a la cocina para cenar. Aunque
la mayoría de las veces él también cocinaba, la lasaña era mi plato favorito y justo ese no sabía
prepararlo.

-¿Cómo has pasado el día? -Besó mi cabeza al sentarme, y sonreí un poco por la atención que me
prestaban. Para mis abuelos, era aún aquella pequeña niña de cuatro años.

-Genial, he estado recorriendo el condado de nuevo. -Corté un poco de lasaña llevándomela a la


boca.

-Nada ha cambiado mucho, excepto los Jauregui al lado, todo sigue igual. -Bebí un poco de té,
asintiendo a lo que decía mi abuela.

Tras aquella agradable cena y recoger la cocina con mi abuelo, decidí que era hora de irme a la
cama.

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La ventana de mi habitación estaba abierta de par en par, dejando entrar la brisa fresca de
principios de Junio en mi habitación. Sentada en el asiento debajo de la ventana, observaba la
cámara de fotos encima de la cama, y sí, me emocionaba crear nuevos recuerdos en aquella que
cada verano era mi casa, hasta que mis padres se separaron cuando tenía doce años.

Decidí meterme en la cama, las sábanas estaban frescas y olían a ese detergente tan característico
que usaba mi abuela, entonces sí que me sentía como en casa.

***

El reloj marcaba las siete de la mañana cuando me desperté sin más. La ventana seguía abierta, la
luna comenzaba a caer, y el cielo oscuro, enterrándonos en una noche profunda. No podía volver a
dormirme, quizás era por el fresco que entraba por la ventana.

Me levanté apartando las sábanas, y me acerqué a la ventana para cerrarla, pero entonces vi a
aquella chica. Ahora no llevaba aquella camisa roja, sino que llevaba una verde. Era ajustada, no la
típica camisa de chico. Lo que me sorprendió es que llevaba un precioso caballo blanco de una
cuerda, y este sin más la seguía. Paró frente a la puerta del granero, que estaba abierto de par en
par. Luego, sacó un cubo que puso en la puerta y le acarició el cuello al caballo, pasando su mano
por el lomo del animal un par de veces. El blanco de su pelaje relucía bajo los focos que
iluminaban el granero, y aquella chica parecía mimarlo muchísimo.

Cogió un cepillo y comenzó a pasarlo por el lomo del animal. Luego, le echó un poco de agua por
encima, y lo volvió a cepillar de una forma tranquila y pausada.

***

07:00 de la mañana, y de nuevo, volví a desvelarme. Ni siquiera había pasado una semana desde
que llegué allí, y volví a levantarme a la misma hora, aunque me parecía que debía ser porque me
levantaba a esa hora para ir a la Universidad.

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Me picaba la curiosidad, ¿esa chica estaría allí siempre o era sólo algo puntual?

Cuando me asomé, estaba allí. Creía recordar que se llamaba Lauren, ¿o quizás Laura? No me
acordaba muy bien. Vestía con una camiseta blanca de tirantes y los jeans azules, y allí seguía,
mimando a su caballo.

***

-Karla, cariño, tu abuelo te está esperando abajo.

Bajé las escaleras tan rápido como pude, sintiendo el aire colarse bajo la falda de mi vestido rosa.
Mi abuelo me reñía por llevar vestido cuando era pequeña, porque 'estábamos en el campo' y no
era apropiado llevar vestido, pero a mí me daba exactamente igual y mi madre me lo seguía
poniendo.

-¿Dónde vamos, abuelo? -Pregunté subiéndome con él en la camioneta.

-Vamos a comprar semillas, ¿qué te parece? -El camino de tierra que guiaba la salida del rancho
estaba lleno de baches, que me hacían rebotar en la silla.

-Oye, abuelo, ¿hay algo para hacer aquí...?

-¿Cómo qué? -Respondió con otra pregunta, pero yo no sabía qué decirle para que no le sentase
mal.

-Como... Algo que hacer durante el día, para chicas como yo, ya sabes.

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Mi abuelo aparcó frente a la tienda, y con el ceño fruncido se bajó. Una de las cosas en las que mi
abuelo fallaba, era en pensar que seguía siendo su nieta de cuatro años, y no, iba a cumplir veinte.

-Antes te gustaba ir al lago a coger renacuajos y ranas. -Casi me tengo que tapar la boca para no
reírme, pero lo dejé pasar.

Pasé las manos por la falda del vestido rosa que llevaba puesto y entramos en la tienda. El
dependiente me miró algo confundido, supongo que por mi vestimenta, y delante de nosotros
estaba Arthur, nuestro vecino.

-¿Has venido a por insecticida? -Le dijo con una sonrisa el hombre, que le dio la mano a mi abuelo
para dar los buenos días.

-No, hemos venido a por semillas de tomate, que se han agotado. Ahora empieza la recogida del
maíz así que hay que aprovechar esas tierras. -Mientras ellos dos hablaban, me percaté en que la
chica con el pelo recogido estaba delante, pero no se dio la vuelta.

Me inquietaba aquella chica, casi no hablaba nunca, aunque bueno... La había visto tres veces y
dos de ellas estaba con un caballo, pero algo me decía que era algo callada, quizás reservada.

-Buenas tardes, Lauren. -La chica se giró, y pude verla con más claridad sin estar con la luz del sol
dándome directamente a los ojos.

-Hey. -Dijo simplemente con una sonrisa preciosa.

Tenía los ojos verdes, que resplandecían sin necesidad de una luz fuerte, un piercing en la nariz, y
otros dos en la parte superior de la oreja. Aunque parecía que vestía igual, su ropa no era la
misma. Los jeans ese día eran negros, sus botas seguían siendo marrones, y en vez de camisa
llevaba una camiseta simple, ajustada de color blanco.

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Al escuchar las palabras de mi abuelo, Lauren sonrió débilmente, mirándome a mí, y salió de la
tienda con dos bolsas de pienso en cada mano.

=================

➵2

Camila's POV

A las siete menos cuarto de la mañana, el cielo comenzaba a clarear, pero seguía siendo de noche.
El gallo cantaba el amanecer, y yo remoloneaba entre las sábanas un poco adormilada, pero para
mí, era entonces cuando empezaba el día.

Me destapé y puse los pies en el suelo, recogiéndome el pelo con una gomilla aunque seguía algo
alborotado, pero no importaba.

Cuando me levanté de la cama, no pude evitar mirar por la ventana, y seguía ahí, pero esta vez
echaba un cubo de agua por encima de aquél caballo, que se dejaba mimar por la morena. Parecía
que estaba terminando, porque dejó el cepillo en el cubo que rebosaba jabón. Al darse la vuelta
para irse con el caballo, giró la cabeza y me miró directamente a los ojos.

Mierda, mierda, mierda, mierda.

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Me aparté de un salto de la ventana, avergonzada y confundida, porque aquella chica sabía que la
había estado mirando cada mañana desde que la descubrí allí abajo. ¿Qué pensaría de mí? ¿Qué
soy una loca que la espía por la ventana para luego tener pensamientos sucios con ella? ¿O que
quizás la espiaba simplemente por ser cotilla? Nada de eso, era más... Más simple. Simplemente la
miraba, miraba cómo cuidaba a su caballo.

Tras el shock inicial, pude caminar hasta la cama y ponerme una camiseta limpia para bajar a
desayunar con mis abuelos, algo avergonzada aún por lo que había pasado entonces.

En la cocina, mis abuelos ya estaban sentados desayunando, y es que hoy el día se antojaba largo,
muy muy largo, y yo no podía escaquearme.

-Oye, Camila, tenemos una sorpresa para ti. -Me señaló mi abuelo con el tenedor, y miré a mi
abuela que simplemente negaba por la exageración.

-No es una sorpresa. Esta noche hay un fiesta en el lago, van todos los jóvenes del pueblo, y como
sé que te abures un poco... -Mi abuela soltó una pequeña risa, aunque mi abuelo seguía
desayunando con las cejas gachas. -Vamos a ir esta noche.

***

En realidad, al final fui yo sola porque después de aquél ajetreado día, ellos estaban bastante
cansados pero a mí aún me quedaban fuerzas, y sinceramente y aunque quería muchísimo a mis
abuelos, necesitaba visitar algo que no fuera nuestra granja.

Tras enfundarme un vestido amarillo gualda claro, salí hacia el lago.

Entre los árboles se enredaban los farolillos y las bombillas de colores, las guirnaldas, se añadía un
escenario en el que sonaban las guitarras acústicas, acompañado de una barra y el olor a barbacoa
que inundaba el ambiente.

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Era extraño, no sabía dónde ir. Había un montón de chicos que vestían vaqueros y camisas, gorros
y una cerveza en la mano, y para qué mentirnos, eran bastante guapos. Las chicas estaban más
dispersas, y hablaban entre ellas.

-Hey, ¿eres nueva? Nunca te hemos visto. -Escuché una voz a mis espaldas. Cuando me di la
vuelta, una chica afroamericana, una algo más bajita morena de piel y una chica bastante alta y
guapísima, de ojos negros y pelo rubio.

-Oh, ehm, sí. Llegué hace una semana a la granja de mis abuelos. -Sonreí mirándolas, parecían
bastante amables.

-¡Genial! Yo soy Normani, ella es Ally -la más bajita levantó la mano- y esta es Dinah. -Terminó por
decir.

-Camila, encantada.

-He oído hablar de ti, eres la nieta de los O'Donell. Tu abuelo se ha pasado esta semana hablando
de ti. -Me señaló Dinah, y asentí a su afirmación.

-Sí, hoy hemos estado recogiendo el maíz para traerlo a la fiesta. -Normani puso un brazo por
encima de mis hombros y señaló la barbacoa.

-Vamos a comer algo, ¿te apetece?

-Siempre apetece. -Respondí yendo con aquellas chicas.

Muslos de pavo y costillas a la brasa más una de esas mazorcas de mi abuelo, y entonces entendí
por qué eran tan famosos en el pueblo.

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-Así que estudias Bellas Artes. -Dijo Ally, dándole un mordisco a su muslo de pavo, que parecía ser
más grande que ella. -Yo estudio magisterio infantil, Normani económicas y Dinah comercio.

Ellas seguían hablando, pero yo desvié la vista hacia la chica del rancho de al lado, Lauren. Estaba
en la barra bebiendo un refresco, sin más, mirando al escenario. Llevaba una camisa de franela
roja, y ya su típica camiseta de tirantes debajo con unos jeans que hoy estaban rotos por las
rodillas. Vestía de la misma forma, pero nunca la misma ropa, aunque llevaba esta vez el pelo
suelto.

-Oye, ¿conocéis a esa chica? -Pregunté interrumpiendo su conversación. Las tres giraron la cabeza
para mirar a Lauren, y asintieron.

-Sí, es la sobrina de los Jauregui. Se mudó aquí hace casi un año para recuperarse de un accidente
de tráfico, estuvo en coma un mes. -Normani bebió de su cerveza. -Nunca habla, es... Es bastante
rara.

-¿Habéis intentado hablarle? -Pregunté yo, y Dinah negó cruzando los brazos encima de la mesa.

-No, pero se ve que no habla mucho.

Cuando volví a mirar, Lauren ya no estaba.

El humo que salía de las brasas desprendía el olor ahumado de la leña, y a eso se le unía el de la
carne que se colaba en mis sentidos, haciéndome rememorar aquellos recuerdos de cuando era
pequeña.

-¿Me disculpáis un momento? -Las chicas sonrieron y asintieron, dejándome ir.

Vi la silueta de Lauren desaparecer tras la maleza que conformaba el lago, y la seguí. Me daba
mucha pena verla allí sola, y yo sin ser su vecina no hiciese nada.

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-Hey. -Dije viendo a Lauren de espaldas frente al lago, que se iluminaba con los farolillos de la
fiesta.

La chica se giró al momento, y me miró directamente a los ojos, o quizás, al alma. Sus ojos se
clavaron en mí de una forma tan penetrante y profunda, que casi me costó cinco segundos volver
a articular palabra.

-Soy Camila, la chica de la granja de al lado. -Jugué con mis manos, porque Lauren no decía nada,
sólo me miraba. -Te he visto por... Por el pueblo, la granja, ya sabes. -Ella no pronunció palabra,
simplemente me miró sin decir nada. Se acercó a mí y extendió su mano, abriéndola para que la
estrechase, y lo hice. Apreté mis dedos alrededor de su palma, viéndola sonreír un poco. -No
hablas mucho, ¿no?

-No con gente que no conozco. -Por primera vez escuché su voz, cálida, algo grave y desgarrada y
agradable. –Me llamo Lauren. -Asentí lentamente con una sonrisa, retirando mi mano tras aquél
apretón.

-Encantada. He visto que... Estás un poco sola aquí. -Me froté un brazo suavemente, viéndola
entreabrir los labios ante mi última frase. Quizás le había incomodado aquello, y lo había echado
todo a perder con una simple frase. -¿Qué haces en la fiesta sola?

-Sí... Uhm... Trabajo. Debería irme. -Se encogió de hombros, metiéndose las manos en los jeans
ajustados.

-Son las diez menos cuarto. -Ella sacó su móvil rápido del bolsillo, negando con la cabeza. Parecía
agobiada por aquello.

-Trabajo para mi tío, y no tengo mucho tiempo libre. Ahora, tengo que irme. -Dijo, pasándose las
manos por los pantalones, caminando hacia la salida entre los árboles donde se encontraba la
fiesta.

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-Es tu tío, pídele que te deje un poco más. -Ella negó caminando hacia mí, pero no para acercarse,
sino para coger el camino de vuelta a casa.

-Pásatelo bien. -Me dijo en un tono de voz divertido, con una sonrisa que acompañaba ese estado
de ánimo y se alejó de mí, colándose entre los árboles y las pacas de heno para luego desaparecer
entre la gente.

Volví con las chicas que seguían hablando, Normani tenía entre los dedos una alita de pollo que
acababa de volver, y las tres se quedaron mirándome. Tomé asiento.

-¿Dónde estabas? Si podemos saberlo... -Dinah frunció el ceño mordisqueando el muslo de pavo
que se había servido.

-Hablé con Lauren. Es mi vecina. Es decir... La granja de mi abuelo y su rancho están una junto al
otro. -Suspiré un poco jugando con mis manos. -Todos los días al amanecer limpia a su caballo, y
ayer me pilló mirándola...

-Eso es malo. ¿Te gusta observar a la gente? -Dinah puso las cejas gachas mientras comía, y yo
negué en rotundo.

-¡No! -Todas soltaron una risa, y sonreí negando agachando la cabeza. -Es que... Me levantaba y al
mirar por la ventana ella estaba ahí, nada más.

-O sea que la espiabas por la ventana. -Añadió Normani limpiándose las manos con una servilleta.
Solté un suspiro, ¿para qué iba a discutir con ella si aquella chica parecía querer sacarme de mis
casillas.

-Eh... Chicas, ha sido un placer conoceros, tenéis mi número, llamadme. -Dije levantándome
rápido de la mesa, a lo que todas ellas se quedaron mirándome atónitas. -Tengo que irme,
quedamos otro día y...

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-Tranquila, hay muchas más fiestas a lo largo del verano. -Respondió Dinah haciendo un gesto con
la mano para quitarle importancia. Sonreí, ellas también lo hicieron.

-Vale, hasta otro día chicas.

Salí corriendo entre los árboles, dejando atrás la fiesta, la música country y el olor a barbacoa.
Lauren iba andando por el arcén de la carretera, al lado de los árboles y mirando al suelo. Pocos
coches solían pasar por aquella zona del pueblo, y es que Knoxtenville no era un pueblo muy
turístico. Los únicos que solían visitarlo eran gente de pueblos cercanos cuando había ferias de
ganado.

-Hey, espera. -Llamé su atención apresurándome hasta llegar a su altura.

Lauren paró y se giró para mirarme, frunciendo un poco el ceño al verme allí. Quizás le
incomodaba mi presencia, pero a mí me incomodaba no saber de ella siendo mi propia vecina.

-Deberías estar pasándotelo bien. -Volvimos a caminar en cuanto llegué a su lado, y negué un poco
apretando los labios.

-No, es que luego tengo que volver sola y... Es tarde. -Mentí un poco, pero en parte era cierto. Me
daba reparo llamar a mi abuelo tan tarde sólo para que me recogiese de una fiesta.

-Vaya, la chica del maíz pidiéndome que la acompañe a casa. -Asintió con media sonrisa sin perder
la mirada al frente.

-¿La chica del maíz? -Solté una risa sarcástica al escuchar sus palabras, frunciendo el ceño. -¿Y qué
tiene de malo que quiera que me acompañes? Me da miedo ir sola, está oscuro y casi no conozco
esto.

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-La chica del maíz porque tu abuelo tiene dos hectáreas de plantaciones de maíz. -Se encogió de
hombros con las manos en los bolsillos del pantalón. Esbozó media sonrisa y me miró. -Es sólo un
pueblo, nadie va a matarte. -Intentó burlarse de mí.

-Oh, ¿es que tú no has visto las películas en las que la familia compra una granja con plantaciones
de maíz y el padre acaba volviéndose loco y matando a toda su familia? -Lauren sonrió; estaba
intentando no reírse con todas sus fuerzas.

-Bueno, que yo sepa tu abuelo no se ha cargado a tu abuela después de todos estos años. -Señaló
delante de nosotras, tras atravesar el pueblo llegamos a la carretera vacía entre campos de maíz y
girasoles. En medio de la plantación de maíz de mi abuelo había una pequeña carretera que dividía
los terrenos de mi abuelo, de la granja de su tío.

Caminamos en silencio. La brisa del verano movía el maíz, creando una melodía de hojas y tallos
que se frotaban entre sí, acompañándonos durante el camino. No fue incómodo, de hecho me
pareció agradable. No hacía demasiado calor, pero aquél suave viento bajaba la temperatura
creando una atmósfera fresca y perfecta.

Al final del camino Lauren paró, señalando mi casa.

-Ya te he acompañado. -Frunció el ceño al decir aquello, poniéndose las manos detrás de la
espalda.

-¿Por qué tienes que irte ahora? -Ella torció el gesto pasándose la mano por la nuca.

-Me levanto muy temprano para trabajar. Así que... -Se me olvidaba que Lauren se levantaba cada
mañana a cuidar de su caballo.

-Está bien. Buenas noches y... Gracias. -Asintió con media sonrisa en su rostro.

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-Por nada.

=================

➵3

Camila's POV

El sonido del cuchillo afilado deslizándose por la tabla era ciertamente relajante. Mi abuela
cortaba col para hacer ensalada, mientras me dejaba a mí quitarle la envoltura a las mazorcas de
maíz.

Cuando era pequeña solía hacer aquello, me gustaba mucho ayudar a mi abuela, y de todas las
cosas que habían cambiado aquella no era una de ellas.

-¿Quieres que quite el maíz de la mazorca? -Dije cuando había pelado la primera, pero mi abuela
negó parando el cuchillo.

-No, déjalas en la bandeja. Son para asarlas enteras.

Mientras seguía pelando mazorcas, tirando de su dura envoltura verde, vi cómo justo delante de la
casa de los Jauregui se paraba una camioneta. Lauren salió con su tío, y aunque no pude escuchar

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bien lo que le decía, pero comenzó a coger cajas que parecían muy pesadas. El sudor corría por su
frente, su rostro estaba enrojecido pero no paraba. Debía tener bastante calor con aquella camisa
de cuadros naranja, aunque sus mangas estaban dobladas hasta los codos.

-Abuela, ¿qué llevan esas cajas? -Pregunté sin dejar de pelar las mazorcas con las manos.

-No sé cielo, quizás pienso para los animales, quizás animales... Pero deben pesar mucho.

Las venas de sus brazos se marcaban cada vez que cogía una caja y caminaba con ella unos metros
para ponerla en la camioneta.

Debíamos estar a unos 35 grados a la sombra, pero ella estaba a pleno sol así que serían unos 40
grados. Me preocupaba que se desmayase, aunque al parecer aquello era normal allí; pero a mí
me preocupaba. Estaba totalmente encendida, y las gotas de sudor caían por el lateral de su frente
hasta la curvatura de su ojo derecho.

-¿Puedes echar la mantequilla en las mazorcas? -Asentí a la petición de mi abuela y partí un trozo
de mantequilla con el cuchillo, cogiéndolo luego con las manos para embadurnar el maíz.

Yo seguía mirando a Lauren.

Cuando terminó con las cajas desapareció por un momento, pero volvió con dos pollos en las
manos que se retorcían y arañaban su piel con las patas. No sabía si quería ver eso. Aparté la vista
y me centré en la tarea de embadurnar aquellas mazorcas de maíz, una por una hasta que me
decidí por levantar la cabeza unos minutos después.

Los pollos estaban muertos, y Lauren les quitaba las plumas con rapidez y fuerza hasta que
quedaban sin nada. Daba gracias a que no tuviesen cabeza.

-¿Ya están las mazorcas? A ver, trae. -Mi abuela cogió la bandeja y la metió al horno.

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Tres toques de nudillos en la puerta, y mi abuela me miró para que abriese. Apareció Lauren con la
cara totalmente enrojecida y bañada en sudor, con una caja entre sus manos y sus ojos clavados
en mí.

-Señora O'Donnel. -Dijo intentando tener la respiración calmada, buscando a mi abuela. -Le traigo
sus pollos de hoy.

-Gracias, corazón, déjalos aquí en el suelo, ahora lo coloco. -En cuanto mi abuela vio a Lauren, hizo
una mueca. -Camila, dale un poco de limonada a Lauren. Debe de estar seca.

-Oh, no, no... -Negó ella mientras dejaba la caja en el suelo, pero yo abrí la nevera y cogí un vaso,
echándole limonada hasta el borde.

El hielo chocaba entre si mientras caminaba para llevarle el vaso, y se lo acerqué a ella con una
sonrisa.

-Toma, bebe. -Negó rápidamente con las manos a la espalda y el ceño fruncido.

-No, no puedo aceptar esto. -Lo acerqué más y no me moví, hasta que ella tuvo que cogerlo. Su
mano temblaba un poco, pero se lo llevó a la boca rápido; estaba sedienta.

Tragó el vaso con sorbos largos y rápidos hasta que se acabó el vaso de una tacada. Pasó su
muñeca por la boca para limpiarse los restos de limonada, poniendo el vaso de nuevo en mi mano.

-Muy buena.

-Vamos, siéntate. -Mi abuela puso una mano en el brazo de Lauren, haciéndola entrar en casa
aunque Lauren negaba.

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-¿Qué? No, no... -Decía ella algo preocupada.

-Vamos, siéntate. Vamos a comer. -Lauren negaba mientras mi abuela tiraba de su brazo,
señalando la mesa que estaba puesta.

-No, señora O'Donnell, tengo que trabajar. Mi tío me matará si...

-¿No tienes almuerzo? -Pregunté yo, cruzándome de brazos con el ceño fruncido.

-Sí, eh... Mi tía tiene un sándwich para mí, pero primero tengo que llevar ese camión al pueblo, y
luego cargar otro. -Mi abuela y yo observamos a Lauren negando lentamente.

-Siéntate, come y luego sigues. -De un tirón la sentó en la silla, dejando una mano puesta en su
hombro. -Hoy hay ensalada de col, mazorca de maíz asada y filete de ternera. ¿Te gusta eso?

-Sí, sí. -Asintió rápidamente con una sonrisa, mirándome a mí algo tímida. -¿Puedo lavarme las
manos, al menos?

-Claro que sí, vamos, vamos. -Se apresuró a decir mi abuela, haciendo un gesto con la mano para
que se apresurase.

Su espalda era bastante ancha a pesar de que la camisa estaba ajustada a su cuerpo; ceñida. Su
pelo recogido dejaba ver algunos mechones que se escapaban de su coleta. Cuando se dio la
vuelta carraspeé y agaché la mirada a mi plato, aunque no tardé en volver a fijarla en ella.

-Cómetelo todo, ¿eh? -Lauren ya tenía el primer bocado en la boca, estaba hambrienta. No pudo
responderle porque la cantidad de comida que almacenaba en sus mejillas se lo impedía, así que
simplemente asentía a las palabras de mi abuela.

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Movía las piernas como si fuesen un tintineo casi devorando el plato. Quizás tendría que irse a
trabajar por eso comía tan rápidamente, lo que fuera que la hiciese comer así me hacía gracia.

-¿Está bueno? -Le pregunté yo comiendo un poco de ensalada de col, alzando las cejas. Lauren
levantó la cabeza aun masticando más lentamente.

-Szhi. -Terminó de tragar el bocado y se aclaró la garganta, asintiendo. -Sí, sí. -La miré un poco más
aguantándome la risa, negando. -Tengo manchada la boca, ¿verdad?

-Sí. -Dije comenzando a reírme, dándole una servilleta para que se limpiase la cara.

Era bastante bruta, se pasó la servilleta casi sin extender por la boca de una forma dura y arrugó el
papel, mirándome de nuevo porque la estaba mirando a punto de volver a reírme.

-Mmh... Debería irme. -Miré su plato y estaba vacío, sólo quedaban restos de ensalada de col y el
tronco blanquecino de la mazorca de maíz. Efectivamente, tenía que irse a trabajar.

-¿Ya te lo has comido todo? ¿Seguro? -Mi abuela volvió del salón; nos había dejado comiendo a
solas porque ella quería comer con mi abuelo.

-Sí, señora O'Donnell. -Lauren se levantó y mi abuela le tiró de la mejilla sonriendo, para después
mirarme y volver al salón. -Creo que voy a vomitar con el calor que hace... -Susurraba ella
caminando hacia la puerta, y yo la seguí.

-Quizás la próxima vez que comas aquí deberías venir con más tiempo. -Lauren entreabrió los
labios mirándome, sin decir nada más. -Por cierto, te has manchado. -Puse el dedo en su camiseta
blanca. Lauren bajó la mirada y yo subí el dedo hasta dar en su nariz; ella la arrugó con media
sonrisa.

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-Gracias. -Asintió un momento y se dio la vuelta, caminando rápido hacia la camioneta.

-A ti. -Suspiré viendo cómo se iba, cruzándome de brazos.

Apreté los ojos removiéndome en la cama. El olor a lavanda que desprendía la almohada me
inundó, y entonces recordé que estaba en casa de mis abuelos. Aún me costaba recordar que ya
no estaba en Miami, estaba en Carolina del Norte. Las sábanas tenían una textura áspera, y es que
mi abuela las había comprado nuevas especialmente para mí. Abrí los ojos lentamente, me
encontré con la punta de un pino que sobresalía por el tejado de la casa de los Jauregui. El cielo se
teñía de un color azul oscuro, apunto de amanecer. Algunas estrellas se despedían al amanecer,
porque con el claro comenzaban a desaparecer.

Me levanté de la cama, y estiré los brazos junto con el cuello en un movimiento circular, haciendo
que crujiese un poco al estirarme.

El aire fresco que entraba por la ventana era como una ducha de agua fría, llegaba el olor del
verano, el olor a pino, el olor a césped, el olor al agua del lago y repelente de mosquitos. Estaba
viva.

Me levanté de la cama y me asomé a la ventana; ya era casi costumbre verla allí. Limpiaba a su
caballo con el mayor cuidado posible. Siempre estaba acariciándolo, pasaba el cepillo y detrás de
él su mano. Con el pelo recogido y sin camisa, algo casi insólito en ella.

Lauren se giró para coger la esponja del cubo de agua y me vio de pleno mirándola sin ningún
disimulo. Esbozó media sonrisa sin mirarme.

-Buenos días. -Dijo su voz ronca, pasando la esponja por el lomo del caballo.

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-Bu... Buenos días. -Solté una pequeña risa al final; me había pillado totalmente desprevenida.

-¿Tan temprano te levantas siempre? -Reí mordiéndome el labio inferior, apoyando las manos en
el alféizar de la ventana.

-Me gusta despertarme temprano. Todo es más fresco a esta hora, ¿verdad? -Lauren asintió
sonriente, cogiendo a su caballo de la cuerda y me miró con media sonrisa.

-Más solitario. -Se subió a su caballo pasando la pierna por encima, y me miró. -Que pases buen
día, Camila.

El pueblo a veces era solitario, sobre todo entre las dos y las cinco de la tarde, cuando o todo el
mundo estaba durmiendo o en la piscina, las tiendas cerraban, y los pocos bares que había, no
abrían hasta la noche.

Recibí una llamada de Ally, una de las chicas que había conocido la noche anterior. Eran bastante
simpáticas, a decir verdad, parecían un grupo unido y divertido que intentaba no aburrirse en
aquél pueblo.

Me invitaron a salir a un bar de copas del pueblo, con gorros de vaquero colgados, todo de
madera, con luces de neón y música country sonando de fondo.

-Me encanta este sitio. -Murmuró Normani soltando un suspiro antes de beber, mirándole el culo
casi de forma descarada al chico que pasaba al lado de nuestra mesa.

-Es bastante más animado de lo que pensaba. -Dije dándole un trago a mi cerveza, alzando las
cejas.

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-Sí, deberías haberte quedado a la última fiesta del lago, acabé vomitando entre dos pacas de
heno. -Solté una risa alta al escuchar a Dinah, cogiendo un par de ganchitos del pequeño bol que
había en medio.

-Hey, mirad. -Susurró Ally, haciendo un gesto con la cabeza para que mirásemos a la persona que
entraba por la puerta.

Era Lauren. Llevaba el pelo suelto, una camisa de cuadros azules y negras y unos jeans ajustados.
Su mirada se clavó en la mía en cuanto apareció por la puerta, y Lauren sonrió al pasar por mi
lado.

-Cabello. -Me saludó haciéndome sonreír como una idiota, pasando hasta la barra.

-Wow. -Susurró Normani con los ojos abiertos. -W o w. -Repitió más lentamente. -¿Has hecho que
Lauren hable?

-No, ella habla. No es tímida. -Respondí riendo, llevándome la boquilla del botellín a los labios. Eso
era relativo. Tenía claro que si me veía medio desnuda, se pondría nerviosa.

-Mirad, es su primo Darren. -Un chico entró por la puerta, con el pelo algo desaliñado, moreno de
ojos miel, la mandíbula perfectamente marcada, barba de tres días, una sonrisa tan bonita como la
de su prima y una camisa de cuadros roja apretada a su cuerpo. Parecía estar en forma.

-Me dijeron que puedes lavar la colada de una semana en sus abdominales. -Todas reímos un
poco, y se quedaron mirando al chico, que se acercó a Lauren en la barra.

-¿Quién se quedará con el macho Jauregui? Comienzan los juegos del hambre. -La voz profunda de
Dinah provocó nuestras risas, pero yo negué mordiéndome el labio.

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-Conmigo no contéis. -Dije quitándole la etiqueta a la cerveza con las uñas.

-¿Por qué? -Ally se giró hacia mí con el ceño fruncido.

-Porque yo me la quiero tirar a ella. -Respondí simplemente, con mi mirada fija en el cuerpo de
Lauren, que estaba inclinada sobre la barra esperando su pedido.

-¿Te gustan las chicas? -Dijo Normani riéndose con los ojos abiertos, y asentí orgullosa.

-Y no sabes lo bien que lo hacen algunas.

=================

➵4

Camila's POV

Las chicas casi no daban crédito a que Lauren estuviese allí, pero a mí me parecía de lo más
normal. Se acercó con su primo al billar entre toda la gente, se reía con algunos chicos y algunas
chicas, y daba un trago a su cerveza. Pero una chica se paró delante de ella, y para escucharla, la
sobrina de los Jauregui acercó su oreja a la chica. Lauren sonreía, tenía una mano puesta en su
cintura, y cuando la chica terminó de hablar le respondió al oído.

Se empezaron a besar allí en medio, Lauren sostenía a la chica por la cintura, y aquella chica
rodeaba su cuello con los brazos.

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-No me lo puedo creer. -Musitó Dinah, dándole un sorbo a su cerveza.

Ver eso delante de mí, aunque debería 'ponerme celosa', me excitó. Era muy posesiva en cuanto a
su manera de actuar, si se separaba un centímetro Lauren volvía a pegarla contra ella, llevando el
control del beso en todo momento. Mierda.

No sé cuánto tiempo estuvo así, pero supongo que una media hora, en la que la boca de aquella
chica fue suya, mordiéndola, chupándola, y prácticamente dejándola a su merced.

-¿Es su novia? -Pregunté yo, y todas negaron.

-No lo creo. -Apuntó Normani con los ojos entrecerrados.

Lauren se separó de la chica, que volvió a hablarle al oído, le dio un último beso y caminó hasta la
salida con una sonrisa. Se quedó mirando cómo salía por la puerta, y se dio cuenta de que yo la
estaba mirando con una sonrisa y la mandíbula algo desencajada.

Caminó entre la gente, haciéndose espacio para llegar hasta mí. Tenía los labios hinchados,
manchados de gloss de labios transparentes por algunas partes.

-Pero mira... Si tenemos aquí a la chica del maíz. -Cogió un taburete bajo y se sentó a mi lado,
mirándome directamente a los ojos.

-Jauregui. -Dije yo sonriendo, ladeando la cabeza.

-¿Quieres hacer una cosa por mí, preciosa? -Achicó los ojos con una sonrisa. -No le digas lo que
has visto a tus abuelos.

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-Lo haré. -Acepté cruzándome de brazos. -Pero a cambio, invítame a una cerveza. -Lauren se
quedó en silencio.

-¿De qué tipo? -Rodé los ojos y la empujé para que se levantase y me dejase salir, caminando
hasta la barra con ella.

Me di la vuelta hacia Dinah, Ally y Normani, que me señalaban y alzaban el puño en alto,
sintiéndose orgullosas de lo que había hecho.

Llegamos a la barra, y ella se quedó mirándome con el codo apoyado en la encimera de madera.
Tenía la camisa remangada hasta los codos, y me miraba tan profundo y directo que, si le retiraba
la mirada, sería una falta de respeto.

-Pídeme la que más te guste. Quiero ver qué tenéis por aquí. -Lauren se humedeció los labios y
rodó un poco los ojos, girándose para pedirle la cerveza a la camarera. -¿Por qué no quieres que se
lo cuente a mis abuelos? Estás fuera del armario, ¿no? -Cogí la cerveza que me tendió, bastante
oscura y sin apenas espuma.

-Porque me gusta mantener mi privacidad en esa casa. -Dijo algo más seria, pero sin perder esa
sonrisa.

Los acordes de una guitarra comenzaron a sonar, y Lauren se bajó del taburete, cantando con los
demás.

-Now a red solo cup is the best receptacle for barbecues tailgates fairs and festivals. And you sir do
not have a pair of testicles, if you prefer drinking from glass. -Comenzó a cantar Lauren con todo el
bar a la vez. Miré a mi alrededor, y todo el mundo se había levantado de las mesas con sus vasos y
botellines de cerveza en la mano.

-A red solos cup is cheap and disposable

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And in fourteen years they are decomposable

And unlike my home they are not fore-closable

Freddie Mac can kiss my ass woo

Red solo cup I fill you up

Let's have a party let's have a party

I love you red solo cup I lift you up

Proceed to party proceed to party. -Cantaron todos a la vez, y sí, aquello era bastante divertido.
Me movía entre la gente alzando mi cerveza junto a Lauren, y luego, Normani, Ally y Dinah que se
unieron a mi lado.

-Red solo cup I fill you up

Let's have a party let's have a party

I love you red solo cup I lift you up

Proceed to party proceed to party

Now I've seen you in blue and I've seen you in yellow

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But only you red will do for this fellow

'Cause you are my Abbot to my Costello

And you are the fruit to my loom

Red solo cup you're more than just plastic

You're more than amazing you're more than fantastic

And believe me that I'm not the least bit sarcastic

When I look at you and say... -Todos se quedaron en silencio, y Lauren puso su vaso de cerveza
delante de mí, para que lo mirásemos las dos.

-Red solo cup, you're not just a cup. -Dijo ella negando, y Normani por detrás negó también.

-No, no, God no. -Negó con el dedo, al igual que Dinah con la cabeza.

-You're my... you're my friend? -Dijo Lauren como pregunta al final.

-Yeah, you're my friend. -Gritó un chico desde el fondo del bar.

-Friend, friend, friend, life long. -Dijo Ally levantando la botella de cerveza.

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-Thank you for being my friend. -Cantó Lauren alzando su vaso, y todos comenzaron a cantar de
nuevo al ritmo de la música.

-Red solo cup I fill you up

Let's have a party let's have a party

I love you red solo cup I lift you up

Proceed to party proceed to party

Red solo cup, red solo cup (I fill you up, let's have a party)

Let's have a party (Let's have a party) Let's have a party

(Red solo cup) Oh red solo cup (I lift you up)

Let's have a party, proceed to party yeah yeah.

Cuando terminó la canción, todos se quedaron cantando, bailando, bebiendo, algunos besándose,
pero yo miré el reloj; la una de la mañana.

Dios, mis abuelos iban a matarme.

-Chicas, me voy. -Dije captando la atención de las tres.

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-¿Ya? -Dijeron al unísono, y asentí con una mueca.

-Bueno, nos vemos otro día, ¿vale? -Asentí con una sonrisa, y salí de aquél bar, mirando a los dos
lados de la calle.

Tan sólo iluminaban mi paso las farolas oxidadas por la lluvia y los años, mientras salía del pueblo
andando, por aquella pequeña carretera bordeada por campos de girasoles y terreno cultivado.
Hacía frío, y es que por la noche la temperatura siempre comenzaba a bajar.

Algo me tocó en la espalda, parecía ser el pecho de otra persona, y luego me agarró del brazo.

-Shh... ¿Qué haces tú sola por aquí? -Mi corazón iba a mil por hora, y cuando vi a Lauren le di un
empujón en el pecho, que la hizo retroceder unos pasos.

-Eres imbécil. Me has dado UN SUSTO DE MUERTE. -Grité al final, pasándome las manos por el
pelo. -¿Quieres que me dé un infarto o qué coño te pasa?

-Cierto, lo siento, Cabello. -Fruncí el ceño, ladeando la cabeza algo enfadada.

-¿Cabello? ¿Chica del maíz? ¿Por qué no me llamas por mi nombre? -Crucé los brazos, y Lauren
puso una mano en la parte baja de mi espalda para que siguiésemos andando.

-Porque no sé tu nombre. Sé que me lo dijiste, pero, no me acuerdo. -Hizo una mueca rascándose
la nuca, mirándome luego. -Perdóname. Sólo quería acompañarte, este camino es bastante
peligroso, siento si te he incomodado. -Me enterneció el corazón, así que sacudí la cabeza un
momento, riendo un poco.

-No, no... No lo sientas. Sólo, la próxima vez, intenta llamarme antes de agarrarme. -Comenté en
voz baja, entrando en la carretera que dividía el espacio donde normalmente tenían a los caballos,
y el campo de maíz de mi abuelo.

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-No se lo dirás a tus abuelos, ¿verdad? -La miré, parecía algo preocupada.

-A mis abuelos no les interesa eso, y, no soy una mujer que rompe su palabra. -Lauren suspiró, con
las manos en los bolsillos de su pantalón. -¿Te arrepientes de haberte liado con esa chica? -Dije
con una afable sonrisa. Lauren soltó una risa, negando.

-No, ese no es el problema. -Se paró justo al final del camino, y miró su casa; las luces estaban
encendidas.

-Hasta mañana, que duermas bien. -Dije caminando hacia la casa de mis abuelos. -Ah, por cierto, -
me giré hacia ella con una sonrisa- Camila, me llamo Camila.

-Un nombre precioso.

Se me iba a hacer muy duro eso de volver a Miami, olvidarme de la gente, del olor a hierba y tierra
mojada, la brisa fresca, la comida de mi abuela y vivir sin estrés.

Me removí en la cama, escuchando algunos golpes fuera. Mi sueño era muy ligero, y tener la
ventana abierta en mitad del campo no era un buen plan. Abrí los ojos y, justo en ese momento,
mi sueño se fue a pique. Era aún de noche, ¿qué hora sería? Miré el reloj de la mesita de noche,
eran sólo las cinco de la mañana.

Me levanté de la cama y miré la habitación de mis abuelos; ambos seguían dormidos. Esperaba
seguir durmiendo en la misma cama que mi pareja a esa edad.

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Bostecé tanto que creía que se me iba a partir la mandíbula, y miré la cocina, aún medio a oscuras,
sólo alumbrada por la luz del cielo que comenzaba a clarear, aunque seguía azul oscuro.

Hice un poco de café, echando un poco en mi taza con dos cucharadas de azúcar. Los golpes
seguían delante de nuestra casa, y, mientras bebía café, escuché que estaban en el porche de la
casa. Rondaban la puerta, y me acerqué a ella, abriendo.

Lauren estaba poniendo una caja en la puerta, y al ver mis pies se quedó parada.

-Buenos días, Lauren. -Dije con voz tenue, suave y casi sensual, moviendo un poco la cucharilla del
café. Lauren subió poco a poco, viendo mis piernas totalmente descubiertas, ya que sólo llevaba
un short que cubría apenas la mitad de mis nalgas, siguió subiendo, quedándose mirando mi
escote, sin sujetador. Se quedó mirando mis pechos unos segundos, y en ese momento supe, que,
si quería la podría tener. -¿Lauren?

-Buenos días, lo siento, es que, la hora. -Miré por encima de su hombro, y vi un montón de leña
cortada.

-¿Y eso? -Lauren giró la cabeza, y pude ver el sudor en su cuello.

-Corto la leña para la barbacoa de estos días... -Me miró de nuevo, y alcé las cejas asintiendo un
poco.

-¿Tan pronto? -Asintió rápidamente. -Bueno... Quédate a desayunar conmigo.

-No. -Respondió directamente, apoyando una mano en el marco de la puerta.

-¿Por qué no? -Entrecerré los ojos, removiendo la cucharilla lentamente. Ella se echó a reír,
pasándose la mano por la frente.

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-Dile a tu abuela que le dejo aquí la leche, ¿vale? -Asentí poniéndole mi taza de café en la mano.

-Vale. -Rodó los ojos con un suspiro, dándole un trago largo a la taza, que se quedó por la mitad. -
Te dije que podrías venir a comer cuando quisieses, ¿no?

-Me dijiste que tenía que venir con tiempo y... Es algo que no tengo. -Puso la taza en mi mano de
nuevo, sonriendo un poco. Luego, caminó de nuevo hasta donde estaba cortando la leña.

-Voy a ir a hablar con tu tío, es un negrero. -Dije alzando la voz, y ella se encogió de hombros,
girándose hacia mí.

-Duerme un poco más, Camila.

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➵5

Camila's POV

-La situación está algo complicada. -Escuchaba a mi abuelo decir de fondo. Mientras, yo miraba
por la ventana hacia el rancho de los Jauregui. -Ahora que...

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Perdí el hilo de sus palabras, simplemente mirando la enorme barbacoa que estaban haciendo con
algunos amigos que habían llegado. Lauren estaba al frente de la parrilla con una pinzas en la
mano y un trapo al hombro con el que se secaba el sudor cada dos minutos.

-Tom, vamos, siéntate a cenar, ya arreglaremos eso luego. -La voz de mi abuela me sacó del
mundo en el que estaba metida, y mi abuelo sonrió al mirarme.

-¿Está rico, Karla? -Mi abuela me acarició el brazo, y asentí.

-Sí, pero ya he terminado. -Mi plato estaba casi vacío, y miré la encimera de la cocina. Sobraba un
trozo de asado, verduras y bastante puré de patatas. Mis abuelos comían. -Abuela, ¿puedo llevarle
un poco de cena a la vecina de al lado? -Al mirar a Lauren, vi que se dolía de las manos,
probablemente porque el calor que hacía en la parrilla la abrasaba.

-Claro, pero no creo que ahora quiera hablar con nadie. -Mi abuelo alzó las cejas, cortando un
poco de asado para llevárselo a la boca. -Mejor cuando termine la parrillada, ¿vale?

Esperé.

Me senté en el columpio que teníamos en nuestro porche, con un vaso de limonada y un libro
sobre el barroco italiano, y la vida y obras de Bernini. Pasó una hora, y el vaso de limonada
desapareció, yo había leído ya más de cincuenta páginas del libro, y la cena poco a poco iba
acabando.

Ya no quedaba más carne, y Lauren parecía un poco confusa. Sus tíos y sus primos parecían
totalmente integrados con el otro grupo de amigos, y Lauren también lo estaría, pero estaba
demasiado cansada. Se puso un par de trozos de carne y caminó hasta unas sillas que estaban más
alejadas, casi pegando con la carretera de tierra que dividía las dos casas.

Empapé un paño en agua y me encaminé hacia ella, que esperaba a que su comida se enfriase
mientras los miraba a todos.

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-Hey. -Tan rápido como pronuncié esas palabras, alzó la cabeza. -¿Puedo sentarme a tu lado? -
Asintió y me acomodé en la silla, mirando sus manos. -No sé mucho sobre heridas y eso, pero mi
abuela siempre nos ponía paños mojados en las manos cuando nos quemábamos. -Tomé su mano
derecha, y la rodeé con el paño. Lauren suspiró de alivio.

-Muchas gracias. ¿Quieres? -Con su otra mano ofreció un poco de asado, y negué arrugando la
nariz.

-Gracias, pero ya he cenado. -Subí las piernas a la silla, mirando a su familia y a los amigos que
estaban allí. -¿Conoces a alguno?

-No. -Soltó una risa y se llevó una costilla a la boca, dándole un mordisco. -Por eso hice yo la
parrillada. Cincuenta dólares extra. -Sonrió torciendo los labios.

-¿Tu tío te paga? -Asintió, encogiéndose un poco de hombros.

-No es mucho pero... Me dan de comer, tengo mi habitación y... No sé. Aunque a veces es duro. -
Dijo mientras comía, y sacó la mano del paño; el quemazón había desaparecido y ahora estaba de
un tono más normal.

-Entiendo. Trabajar en el campo siempre es... Complicado. -Lauren asintió, cogiendo el trozo de
costilla con las dos manos.

-Además, no quiere que salga mucho. Y... Mientras trabajo, no puedo hablar con la gente. -
Murmuró en voz más baja, chupándose el dedo manchado de salsa barbacoa.

-¿Puedo hacerte otra pregunta? -Asintió, cogiendo el trapo y se lo pasó por el cuello y la frente
para refrescarse. -Cuando viniste a comer a casa de mis abuelos... ¿Tenías tanta hambre? -Movió
la cabeza para afirmar. -Y me dijiste que tu tía te tenía preparado... ¿Un sándwich?

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-Vamos a dejar esos temas, ¿vale? No quiero conflictos. -Suspiró tirando el plato de plástico a una
de las bolsas que habían puesto como papeleras.

-Está bien. -Sonreí alzando las manos, como si yo no hubiese hecho nada. -¿Alguna vez tienes
tiempo libre?

-Sí. -Se humedeció los labios, levantándose de la silla. -Y por cierto, sí estoy fuera del armario. Pero
no me gusta que todo el pueblo se entere de las cosas que hago.

-Pero si te vio todo el bar, ¿por qué no puedo contárselo a mi abuela? -Me puse de pie y crucé los
brazos, viéndola reír con ironía.

-Una abuela latina. ¿En serio, Camila? -Bajé la mirada por su cuello, que goteaba agua del trapo
que se había pasado anteriormente.

-Vale, mi abuela no es lo más discreto del mundo. -Rodé los ojos resoplando, haciéndola reír de
nuevo.

-Voy a ducharme. Gracias por el paño. -Dio con su dedo en mi mejilla, hundiéndolo, y se giró para
entrar en casa.

Un golpe de sol me dio en la cara, estuve a punto de abrir los ojos pero me giré en la cama
acurrucándome entre las sábanas. El calor del verano pegaba fuerte, y es que no estaba
acostumbrada a despertarme tan tarde.

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Eran las diez de la mañana, y por la ventana ya se oía el sonido de las pezuñas de los caballos en la
tierra del rancho de los Jauregui.

Me levanté estirándome, haciendo que aquella camiseta de tirantes blanca subiese y dejase ver mi
ombligo y aquél short color lila, que más parecía un culot que un pantalón. Pero era cómodo.

Descalza salí al pasillo, escuchando ruidos en el baño. Mi abuela solía limpiarlos siempre por la
mañana conmigo, pero hoy estaba dormida.

-Abuela, no hace falta que limpies ahora...

Cuando me asomé al baño iba a decirle que esperase a que yo me aseara primero, pero me paré
en seco en la puerta. Lauren estaba debajo del lavabo arreglando las tuberías, o eso creía. Tirada
en el suelo, con la camisa azul abierta dejando ver una camiseta blanca ajustada debajo y los
vaqueros rasgados por las rodillas.

-Buenos días... -Dije apoyándome en el marco de la puerta, cruzándome de brazos. Lauren se


quedó parada sin moverse, simplemente me miraba las piernas que era lo único que alcanzaba a
ver.

-Buenos días. -Dijo ella con la voz seria y cortada. Me hizo reír. -Tu abuela me... Me pidió que
arreglase esto. -Dio con la llave inglesa en la tubería haciéndola sonar.

-Ajá... -Crucé las piernas y justo en ese momento el agua salió disparada hacia la cara de Lauren a
la que se le había caído la llave inglesa de la tuerca de la tubería. Me aparté de un salto, y ella
intentó por todo los medios pararlo mientras el agua chocaba contra su rostro y casi no la dejaba
respirar. -Pero... -Intentaba ayudarla diciéndole algo, pero era inútil. Apretó la tuerca y el agua
paró de nuevo.

Una gota caía de su barbilla y mantenía los ojos cerrados. Escupió el agua que había tragado.

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-Arreglado. -Se levantó del suelo y vi cómo su camisa y camiseta estaban ambas mojadas. Apretó
los ojos y sacudió la cabeza, rozándose con la manga para quitarse el agua.

-Déjame un momento. -Cogí la toalla que estaba en el baño y comencé a secar su rostro poco a
poco, mirándola a los ojos con una pequeña sonrisa. -Deberías quitarte la camisa.

-¿La camisa? -Alzó los ojos con una gota en la punta de la nariz, que retiré rápidamente con la
toalla.

-Ajá. -Lauren se deshizo de su camisa frente a mí, sujetándola en su mano mientras yo le secaba el
cuello con mayor cuidado posible.

-Quédatela. Quizás te venga bien tener una camisa de cuadros en un pueblo como este. -La cogí
entre mis manos, rozando la suya con la punta de mis dedos, y me mordí el labio inferior.

-Tienes una cicatriz en el cuello. -Murmuré casi para mí misma. Era pequeña y situada en la base
del cuello, pegando a su clavícula. Lauren asintió sin decir nada más; sería del accidente que tuvo. -
Me gusta. -Sonreí volviendo a mirarla a los ojos, pasando a la vez la toalla por su frente.

-Gracias. -Su voz era suave, baja y algo raspada. Esbozó media sonrisa y bajó su mirada a mis labios
durante unos segundos.

-¿Ya has terminado, Lauren? -Al escuchar la voz de mi abuela ambas nos separamos carraspeando,
mirando al suelo con el ceño fruncido.

-Sí, señora O'Donell. Sólo me queda secar el suelo. -Asintió con la camisa entre sus manos,
arrugando la nariz cuando mi abuela le pellizco la mejilla y desapareció escaleras abajo.

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-No importa, ya lo seco yo. -Murmuré mordiéndome el labio inferior. -De todas formas iba a
ducharme. Y de paso... -Agarré la camisa que estaba entre sus manos, rozando sus dedos con las
yemas de los míos. -Te lavo esto y mañana te la doy.

-Te quedará bien con el pantalón que llevas. -Bajé la mirada a aquél casi mini pantalón que
llevaba, que sólo cubría hasta el borde de mis nalgas, y ni siquiera eso, dejaba medio culo fuera.
Me enrojecí al escucharla. -Hasta otra. -Se despidió con una sonrisa, bajando las escaleras de dos
en dos, con aquella camiseta ajustada a sus curvas y la nuca mojada.

Definitivamente necesitaba una ducha.

Aquella mañana estaba nublada, con algunos nubarrones que pasaban por encima de Knoxtenville
y nublaban aquél 27 de junio. El día anterior faltó poco para que me comiese a Lauren en mitad de
ese pasillo, pero debía tranquilizarme.

Así que a la mañana siguiente, lo primero que hice casi antes de abrir los ojos fue mirar por la
ventana para confirmarlo; estaba allí.

Me puse mis tenis, y una sudadera bastante grande que casi parecía un vestido; mis exs me debían
algo más que una sudadera, pero bueno, estaba bien.

Bajé las escaleras y salí por la puerta trasera, que daba justo al granero donde Lauren limpiaba su
caballo.

Al escuchar que la puerta se abría, Lauren se giró y sonrió un poco, aunque algo extrañada.

-Buenos días. -Me dijo, pasándole el cepillo por el lomo a su caballo.

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-Buenos días. -Musité yo, mirando al precioso animal blanco. -¿Cómo se llama?

-Silver. -Respondió ella, acariciándolo un poco. -¿Quieres tocarlo?

-Está bien. -Me acerqué a Lauren y el caballo relinchó un poco, haciéndome casi saltar detrás de
ella.

-Traquila, no hace nada. -Pasó la mano por el cuello del animal y tomó la mía, mirándome a los
ojos. -Confía en mí si te digo que no hace nada. -Asentí con una leve sonrisa, agachando la cabeza.

Me coloqué delante de Lauren, y ella guio mi mano con la suya, poniéndola sobre el cuello del
caballo. Se quedó encima de la mía unos segundos, hasta que luego la separó para que acariciase a
Silver yo sola.

-Es muy suave. -Escuché su risa, y caminé unos pasos hacia atrás, mirándola luego.

-Para eso lo limpio todos los días. -Jugué con mis manos y me mordí el labio, escuchando a mi
abuela abrir la puerta de casa para coger la leche.

-Tengo que irme. Te veo esta noche, ¿no? -Dije caminando de espaldas.

-¿Esta noche? ¿Qué pasa esta noche? -Me encogí de hombros riendo, y me giré para entrar en
casa.

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➵6

Lauren's POV

Miré la entrada de la piscina con la toalla al hombro, y mi primo Darren al lado. Eran ya las cuatro
de la tarde, y aun así casi no había nadie en la piscina, sólo unas cinco personas, y es que en aquél
pueblo se acostumbraba más a ir al lago.

Había un grupo de chicas y... Y bueno, estaba la chica del maíz. O mejor dicho, Camila. Sí, debía
empezar a llamarla Camila. En mi mente la llamaba la chica del maíz porque era la chica del maíz,
literalmente. Una vez entré en casa de los O'Donell y vi una foto en la que salía ella cuando tenía
unos 5 años y se estaba comiendo una mazorca que era más grande que sus manitas. Cada vez
que Tom hablaba de su nieta, mi mente decía 'vaya, la chica del maíz'.

-Joder, cómo está la vecina. -Susurró mi primo Darren, entrando para poner las toallas en el
césped. -Vaya culo que tiene.

-Cálmate. -Rodé los ojos negando, quitándome la camiseta y el pantalón. -Yo la pedí primero. -
Justo en ese instante, Camila y sus amigas nos miraban, y ella me sonrió.

-No tienes ninguna posibilidad con ella. Es, claramente, hetero. -Se rio mientras caminábamos
hasta las duchas, que abrió para meterse debajo.

-Tú tampoco tienes ninguna posibilidad con ella. -Dije riéndome, acercándome al borde de la
piscina con él.

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-¿Por qué no? -Se miró los abdominales y luego me miró a mí.

-Porque eres, claramente, gilipollas. -Lo empujé a la piscina y cayó levantando un montón de agua,
y yo me zambullí de cabeza tras él.

Al salir, lo primero que vi, fue a Camila levantarse de la toalla y sujetándose bien el bikini,
ajustándolo a sus pechos. Eran redondos y bien formados, tanto, que Darren y yo nos quedamos
mirándolos, y le di un golpe en el brazo al notarlo.

-¡Ouch! -Frunció el ceño, mientras yo nadaba hasta el borde de la piscina donde Camila se estaba
sentando.

-Hola, soy Darren. -Se presentó mi primo, poniéndose al lado de sus piernas. Camila sonrió,
ladeando la cabeza. -Soy el hijo mayor de los Jauregui.

-Lo sé. Lo sé. -Asintió con los ojos cerrados. -Encantada de conocerte. -Respondió ella. Me alejé un
poco, la verdad es que sí tenía pinta de ser la típica hetero que le gustaba tontear y dejarte con la
baba colgando, así que preferí no decir nada.

-¿Y cómo es que no nos hemos conocido antes? Podría haberte enseñado el pueblo, ¿no crees? -
Camila soltó una risa, recogiéndose el pelo en un moño, dejando caer algunos mechones de pelo a
los lados de su cara. Se humedeció los labios y miró a Darren.

-Porque ya conozco el pueblo. -Sonrió de forma algo forzada, y luego me miró a mí, con una
sonrisa algo más amplia. -¿Y qué hacéis en la piscina?

-Pues... -Me quedé en silencio, y Darren, de un salto, se sentó al lado de Camila en el borde.

-Celebramos el cumpleaños de Lauren.

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-¿Qué? ¿Es tu cumpleaños y no me lo has dicho esta mañana? -Dijo algo incrédula, pero sin borrar
la sonrisa.

-Se me había pasado. -Me excusé riendo, pasándome la mano por el cuello. Saltó a la piscina y
caminó hacia mí, enganchando sus brazos a mi cuello, dándome pequeños golpecitos.

-¡Felicidades! Madre mía cielo... ¿Cuántos cumples? -Aquél cielo casi me deja bocabajo y ahogada
en la piscina.

-Veintitrés. -Nos separamos y la miré a los ojos. Al escote. A los ojos, a los ojos. Jauregui, céntrate
por tu puta vida. A los ojos. Sonreí. -¿Y tú cuántos tienes? Veinte, seguro.

-Veintidós. ¿Por quién me tomas, Jauregui? -Se cruzó de brazos y sus pechos se apretaron mucho
más, y solté un suspiro, cerrando los ojos al reírme.

-No sé, no sé por quién te tomo porque no sé mucho sobre ti. -Le salpiqué un poco de agua, y ella
abrió la boca, salpicándome un poco más.

-Me llamo Camila, tengo veintidós años y estudio Bellas Artes. -Se mordió el labio inferior y me
empujó, en venganza al salpicón. -¿Y tú, qué tiene que contarme la chica del caballo? -Rodé los
ojos con una risa, caminando hacia atrás, porque Camila venía hacia mí, hasta que me pegué
contra el bordillo con ella en frente.

-Tengo veintitrés años, trabajo para mi tío en su rancho y soy abogada. -Terminé por decir, y
Camila abrió los labios, tirándome un poco de agua en la cara.

-¿Eres abogada? -Me apretó las mejillas con la mano, e hice el amago de mordérsela, aunque la
retiró antes. -Wow, eso es muy chulo.

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-Sí, lo es. -Me puse de pie y apreté sus mejillas, haciendo que su boca pareciese la de un pez. Ella
arrugó la nariz, poniendo sus manos en mi antebrazo. -Podría sacarte de la cárcel si te arrestan por
escándalo público. –Se zafó de mi mano y reí, echándole un poco más de agua. Se pasó las manos
por los ojos y, mientras se limpiaba el agua, aproveché para mirarle los pechos, relamiéndome
inconscientemente.

-Lauren, eres una cabrona. -Dijo mi primo de pie en el borde de la piscina, señalándome con una
sonrisa. Solté una risa y él negaba mientras caminaba por el borde.

-¿Por qué te dice eso? -Me encogí de hombros y la volví a mirar a ella. -Porque es idiota. Por
cierto, preciosa, -arrugué los ojos con una sonrisa- lo que viste el otro día no ocurre a menudo.
Tuviste mucha suerte.

-Oh, ¿tuve suerte de ver cómo te liabas con una tía? -Asentí, echándole un poco de agua en el
pelo. -LAUREN EL PELO NO.

-Qué delicadita eres. Deja de gritarme. -Le di un suave golpe en la mejilla, y Camila me lo devolvió
en el brazo. -Uy, qué agresiva.

-¿Agresiva yo? -Alzó las dos manos para empujarme, y la tomé de las muñecas, parándola en seco.

-Eeeeh, quieta ahí. -Sujeté sus dos muñecas con una mano, y con la otra comencé a echarle agua
en la cara.

-¡Lauren! ¡Para! -Paré, pero no solté sus muñecas.

-¿Qué era eso de 'nos vemos esta noche'? -Me sumergí en el agua hasta el cuello, subiendo la
mirada por la línea de su vientre hasta sus pechos, y luego, su afilada mandíbula, y sus labios
rosados y carnosos.

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-Esta noche vas al lago, ¿no? -Solté una risa y asentí. -Porque tienes que celebrar esos veintitrés
añazos.

-¿Añazos? -Me puse otra vez de pie, y Camila volvió a apretar mis mejillas, y mi instinto

era poner las manos en sus caderas, pero me contuve, abriendo la boca para morder su mano.

-¡Ay! ¿Te gusta morder o qué? -Sonreí de forma pícara, entrecerrando los ojos y ladeando la
cabeza.

-Depende del momento y del lugar. -Me dio un golpecito en la mejilla, y la seguí a través de la
piscina.

-¿Lugar? ¿De qué lugar depende? -Se paró en el borde justo al otro lado de la piscina, donde el
agua nos llegaba por el cuello. Estaba peligrosamente cerca de ella.

-De si es en el cuello, en la boca, en las te-

-Idiota. -Puso la mano en mi cara y me empujó, caminando hacia la escalerilla para salir de la
piscina.

-¿Ya te vas? -Pregunté desde el agua, mientras ella cogía su toalla y se secaba el pelo, sonriéndole
a sus amigas.

-Vamos a arreglarnos para esta noche, que es tu cumple... -Se quedó en silencio mientras se ponía
su blusa, y luego se encogió de hombros con una sonrisa. -¿No?

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Camila's POV

La verdad es que, llevar la camisa de Lauren como vestido había sido algo muy apropiado para esa
fiesta. Me cubría hasta la mitad del muslo, y debajo sólo llevaba aquél culot negro que Lauren dijo
que quedaría bien con la camisa. Era lista; quedaría como un vestido.

-¿Te puedo tocar las tetas? -Me preguntó Normani al oído, y me separé con el ceño fruncido. -Así,
aunque vuelvas a Miami, seremos amigas para siempre.

-Es la peor excusa para tocarme las tetas que he oído. -Las dos reímos y ella se volvió a acercar a
mi oído.

-Pero Camila, son redonditas. -En ese momento,

Lauren apareció por nuestro lado.

-Hola, preciosa. -Sonrió y me apretó las mejillas, haciendo que mis labios parecieran los de un pez.

-Suéltame, imbécil. -Dije deshaciéndome de su mano con una risa. Lauren miró a Normani y le
sonrió.

-Muy simpática tu amiga, ¿no? -Me señaló a mí mientras hablaba con ella, y le bajé la mano de
mala gana. Me encantaba ese juego, picarnos y enfadarnos de broma, hacían mucho más fácil
poder ligar con Lauren.

-Invítame a una copa. -Dije aún con su mano sujeta, y ella movió un poco el dedo sobre mi piel.

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-¿Es que te tengo que invitar siempre? -Desencajé la mandíbula con una leve sonrisa,
entrecerrando los ojos.

-¿Quieres que se lo cuente a todo el mundo?

-El trato era invitarte a una copa en el bar y ahí se saldaba nuestra cuenta, no a dos. -Me encogí de
hombros acercándome a ella.

-Invítame o se lo cuento a todo el mundo, ¿qué vas a hacer en mi contra? -Ella cerró los ojos y se
pasó la lengua por el labio, mirándome luego.

-Eres mala. -Dijo en voz más baja, clavando sus ojos verdes en los míos.

-Ya lo sé. -Añadí orgullosa con una sonrisa.

Cuando llegamos a la barra, pidió una cerveza para mí y otra para ella. Apoyó el codo en la barra
de metal y me miró sin decir nada, dándole después un sorbo a su botellín.

-¿Por qué me miras así? -Pregunté bebiendo yo también.

-¿Por qué todas me decís lo mismo? -Rio un poco, con la botella entre las manos. -No os miro de
ninguna manera.

-Porque miras como si me... -Alzó las cejas, dando un trago.

-¿Cómo si te qué?

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-Como si quisieras desnudarme. -Lauren soltó una carcajada echando la cabeza un poco hacia
atrás.

-Pues, no tengo otra forma de mirar. Así que vete acostumbrando a que te desnude. -Hizo una
pausa esbozando media sonrisa pícara, que me contagió. -Con la mirada. -Pero yo quería que me
arrancase la ropa, sí.

-Mira. -Me separé para que viese que llevaba puesta su camisa, y di una vuelta para que la
observase bien. -¿Te gusta?

-Vaya. Te dije que te quedaría bien. ¿Ese es mi regalo de cumpleaños? -Asentí volviendo a beber
de mi cerveza. Asintió subiendo la mirada por mi cuerpo, parándose unos segundos más en mis
pechos, que se mostraban en un escote bastante sugerente, y luego me miró a los ojos.

-Deberías dejarme más camisas, ya sabes, son cómodas y me sirven como vestido. -Puse como
excusa.

-Las tendrás más adelante, no te preocupes.

Caminé por el sendero de campos de girasol que llevaba hasta la granja de mi abuelo. Hacía un
poco de frío, y era bastante tarde; las tres de la mañana.

Escuché una camioneta venir, iba rápido, pero antes de llegar a mí se detuvo. Empecé a andar más
rápido, y la camioneta aceleró la marcha. Casi empecé a correr, sin mirar atrás.

-Eh, chica del maíz, ¿por qué te apresuras tanto? -Paré el ritmo y me giré hacia la camioneta. Iba a
matarla.

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-¿¡Pero es que tú no tienes una forma normal de hablarle a las personas!? -Dije enfadada,
cruzándome de brazos mientras caminaba. La camioneta iba a mi ritmo, siguiendo el camino
conmigo.

-No te enfades, vamos, sube. -Dijo ella con voz tenue, haciendo un gesto con la cabeza.

-Déjame.

-No soy una desconocida, vamos, te llevo yo. -Rodé los ojos y bufé, sin dejar de caminar. -Vamos,
Camila, no seas orgullosa. Entra, hazlo por ti, y mañana si quieres te enfadas conmigo.

-Eres imbécil. -Me paré, y ella paró la camioneta también. Entré por la puerta de Lauren, sólo por
incomodarla. Bueno y también por restregarme un poco con ella, para qué voy a mentir.

Me colé por el hueco del volante y su pecho, quedándome sentada en su regazo unos segundos, y
di un pequeño saltito contra ella.

-Eso por tonta. -Noté sus manos posarse en mi cintura, y luego me levanté, sentándome en el
asiento del copiloto.

-No juegues conmigo, Camilita. No te conviene. -Dijo con una sonrisa, arrancando el coche para
seguir el sendero de los girasoles.

-¿Qué no me conviene? -Me burlé sacándole la lengua, cuando ya estábamos casi cruzando el
campo de maíz de mi abuelo.

-No, porque si tú juegas, yo se jugar más fuerte.

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➵7

Camila's POV

-Voy a ir preparando la comida. Tu abuelo llegará en breve. -Acarició mi rodilla y se levantó del
columpio, entrando de nuevo a casa.

-Si necesitas algo dímelo, ¿vale abuela? -Ella sonrió e hizo un gesto con la mano para restarle
importancia a lo que iba a hacer. Podía escuchar su 'no es nada' claramente.

De lejos vi cómo Lauren estaba bajo un árbol con su camioneta aparcada y el capó levantando.
Estaba arreglando algo. Ese día llevaba la camisa abierta color verde, dejando ver una camiseta de
tirantes blanca, unos jeans y sus botas. Vi la marca de sudor en su espalda, y decidí hacer algo por
ella.

Me acerqué a la ventana, amplia, que daba a la cocina, y desde fuera intenté captar la atención de
mi abuela.

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-Abuela. -Dije en voz baja, de niña adorable. -¿Puedo llevarle limonada a Lauren? -Apoyé las
manos en el borde de la ventana, ladeando la cabeza. -Hace mucho calor y está ahí con su coche.

-Claro, pobrecita. Trabaja mucho. -Puso el vaso de limonada en mi mano y me encaminé hacia
Lauren.

Estaba de espaldas a mí, con una pieza del coche entre las manos.

-Hey. -Rápidamente se dio la vuelta. Tenía una mancha de grasa en la mejilla, y toda la cara llena
de sudor. -¿Qué haces?

-Estoy... -Iba a explicármelo, pero al darse cuenta de que no iba a entender nada sólo se encogió
de hombros mostrándome la pieza. -Arreglando el coche. ¿Qué haces aquí?

-Venía a traerte esto, necesitas hidratarte. -Apunté. Extendí la mano hacia ella con el vaso de
limonada, que cogió con una sonrisa.

-Gracias. -Se lo llevó a los labios, dándole un trago enorme que acabó con la primera parte y de
tragos más pequeños se acabó la segunda. Suspiró y me devolvió el vaso, sonriendo. -Dile a tu
abuela que su limonada está buenísima.

-Se lo diré. ¿Puedo ayudarte? Parece complicado. -Al escucharme, Lauren alzó una ceja, limpiando
la pieza con el trapo.

-No, no es complicado. Pero no tienes que ayudarme, puedo yo sola. -Se inclinó sobre el motor del
coche, colocando la pieza.

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-¿Por qué haces cosas de chico? -Parecía una de esas preguntas que hacen los niños a los cinco
años.

-Primero, las cosas no tienen género, Camilita. -Alzó una ceja mirándome de reojo. -Segundo, me
gusta hacer 'cosas de chico'. -Dijo entrecomillándolo, arqueando su labio para formar una
pequeña sonrisa.

-Me gusta que hagas cosas de chico. Es decir... -No me había explicado bien, pero Lauren entendía
lo que decía.

-¿Te gusta también que use colonia y desodorante de chico? -Se agachó de nuevo para atornillar
algo ahí dentro, y aproveché para mirarle el culo ahora que ella estaba a otra cosa.

-Ajá. Me gustan mucho. ¿Los usas porque en tu casa la mayoría son chicos? -Pregunté de una
forma algo inocente, y ella asintió con la cabeza metida en el motor.

-Tú te vistes muy de chica. -Se limpió las manos con el trapo, poniendo una mano en el capó del
coche.

-¿Y eso te gusta? -Alcé una ceja cruzándome de brazos.

-Adivínalo. -Solté una risa evitando esa pregunta, y me alejé un poco de ella.

-De momento deberías limpiarte la cara, la tienes llena de grasa. -Se pasó la mano por la cara y eso
sólo hizo que se extendiese mucho más.

-Te acabas de manchar la cara entera. -Dije riéndome, caminando hasta la manguera que había en
el jardín.

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-Eh, no te vayas y límpiame. -Me llamó con el ceño fruncido, y yo cogí la manguera, apuntándola a
ella. -No, Camila, tú, quieta ahí. -Giré un poco la llave del grifo y la apunté, y ella me señaló
negando, acercándose poco a poco. -Ni se te ocurra. -En el momento en que pronunció eso, abrí el
grifo y el chorro de agua dio directamente en su cara, y yo empecé a reírme. -VEN AQUÍ. -Gritó
corriendo detrás de mí, pero yo no dejaba de apuntarla. Salí corriendo con ella detrás, incluso
mojándome a mí misma con la manguera.

-¡Déjame Lauren! -Grité sintiendo las manos de Lauren agarrarme de la cintura, y me alzó
levantándome del suelo. El agua de la manguera cayó directamente sobre nosotras, pero logré
zafarme de sus brazos, aunque la manguera acabó en sus manos.

-Te vas a cagar. -Me susurró al oído, poniéndome la manguera en la cabeza, casi rociándome
entera. Abrí los labios e intenté separarme, poniendo las manos en su pecho. El agua no paraba de
caer por encima de mí, estaba empapada, y miré a Lauren.

-Te voy a matar. -La empujé riendo, y ella me agarró por la cintura con los brazos, comenzando a
hacerme cosquillas. -¡Para! ¡Lauren! -Dije riendo, y paró, pero comenzó a dar vueltas conmigo en
brazos mientras el agua salía a borbotones de la manguera. Me hice con ella y la apunté.

-No, ya me has mojado. Tú, Cabello, dame eso. -Puse el dedo en la boquilla de la manguera y el
agua salió disparada hasta su cara, comencé a reírme y ella se tapó el rostro con las manos. -
¡Maldita enana! -Corrió hacia mí y yo solté la manguera, corriendo hacia la granja de mis abuelos.

-¡Socorro! ¡Socorro! -Me di la vuelta para mirar, y en ese momento Lauren me atrapó, casi
abrazándose a mí.

-Te atrapé. -Me apretó las mejillas y le saqué la lengua con la nariz arrugada. -Vaya, otra chica que
hago que se moje conmigo. -Abrí los labios al escuchar eso, y solté una risa baja.

-Es la única forma que tienes para que se mojen, ¿no? -Me separé para ver su reacción, y frunció el
ceño, corriendo de nuevo hasta mí. -¡No! ¡Lauren lo siento! -Me cogió en brazos colgándome en su
hombro como si fuese un saco de patatas, y di unos cuantos golpes flojos en su espalda. -¡Lauren
suéltame!

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-Quietecita aquí. -Me apretó las piernas un poco para que no me cayese, y vi el suelo de la casa de
mis abuelos.

-¿Te gusta tener mi culo en la cara, Jauregui? -Dije con tono de burla.

-Estate calladita o te tiro a la pocilga de los cerdos. -Subió las escaleras conmigo encima, y llamó a
la puerta. Unos segundos después, mi abuela abrió. -Hola, señora O'Donell, le traigo a su nieta. -
Me dejó en el suelo y yo coloqué bien la camiseta, mirando a Lauren.

-Podía venir yo a pie, pero gracias. -Me quité la zapatilla para entrar en casa y le di con ella fuerte
en el hombro.

-¡Ay! -Se frotó el brazo.

-Te lo mereces.

-Pero bueno, ¿qué habéis hecho? -Dijo mi abuela riendo, mirándonos de arriba abajo.

-Su nieta, que lo único que se le ha ocurrido es mojarme con la manguera. -Le saqué la lengua y
me quité la camiseta, quedando en sujetador delante de ella y de mi abuela, que ni siquiera le
echó cuentas porque, claro, Lauren era una chica.

-¿Quieres quedarte aquí a comer? Tenemos asado. -Lauren escuchó una voz y se giró, viendo a su
tío señalar el reloj y gritarle algo como 'deja ya de perder el tiempo'.

-Lo siento, señora O'Donell, me encantaría, pero tengo trabajo. -Se disculpó pasándose la mano
por la nuca.

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-Qué pena que siempre estés trabajando. -Lauren sonrió con pesadez, y luego me miró a mí.

-Nos vemos pronto. -Pellizcó mi mejilla y miró a mi abuela. -Hasta luego, señora O'Donnell.

Las tardes con mis abuelos eran aburridas, los quería, pero eran aburridas. Comíamos, comíamos
mucho, además. Mi abuela me daba el triple de lo que lo haría mi madre, pero yo siempre me
comía la mitad. Mi abuelo recogía la cocina con mi ayuda, y luego ambos se sentaban en el salón a
ver la tele. Los dos se peleaban, porque mi abuela quería ver la telenovela del canal latino, y mi
abuelo quería ver el documental de leones del Serengueti. Yo, por mi parte, subía a mi habitación,
ponía el ventilador y me tumbaba en la cama a echar una siesta. Pero ese día no me apetecía.
Estaba todo muy tranquilo.

Me puse el bañador y cogí mi toalla, partiendo hacia la piscina.

Al llegar, como siempre, estaba vacío, ni siquiera las chicas habían ido ese día, y es que salir de
fiesta todos los días a pueblos vecinos es lo que tiene; que te dejan baldada al día siguiente.

Había sólo cuatro personas, y una de ellas era Lauren. Tenía el pelo recogido, bocabajo en la toalla,
con un libro entre sus manos. Me acerqué a ella con una mano en el asa de mi bolso, y al notar la
sombra, se giró.

-Hola, ¿puedo tumbarme contigo? -Señalé el suelo y ella asintió con los ojos casi cerrados.

-Claro.

Extendí la toalla al lado de la de Lauren, y me quité la blusa guardándola en mi bolso,


tumbándome justo en su posición.

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-¿Qué lees? -En ese momento me di cuenta de que había interrumpido a Lauren. -Uy, perdón.
Sigue leyendo. -Dije con una leve risa.

-La biografía de Virginia Woolf. -Me quedé mirándola sin decir nada, porque no sabía quién era.

-Y... ¿Quién es Virginia Woolf? Perdona mi ignorancia. -Me mordisqueé un poco el labio, mirando
el libro.

-Era una escritora británica del siglo XX, abanderada del feminismo y esas... Cosas. -Me quedé
callada y dejé que Lauren siguiese leyendo, pero no pude apartar los ojos de su libro.

Pasaron los minutos, y yo leía a la par que ella, tanto es así, que apoyé mi barbilla en su hombro
mientras leía. Ninguna dijo nada, sólo leíamos en silencio aquél libro que Lauren tenía en sus
manos, en aquellas rudas manos en las que se notaban algunas venas. Incluso llegué a parar un
poco para que me dejase leer, y lo hizo.

-¿Hoy no trabajas? -Pregunté bajito, con la barbilla apoyada en su hombro.

-Tengo unas horas libres. -Cerró el libro y lo metió en su mochila, girando su cara hacia mí luego. -
¿Y tú qué haces aquí?

-No aburrirme. ¿Por qué tu tío no te deja tener tiempo libre? -Lauren se dio la vuelta para quedar
bocarriba, con las manos detrás de la cabeza.

-Porque trabajo para él. Las tardes suelen ser más tranquilas... A la hora de comer ya está todo
hecho, pero a veces aún me queda a mí trabajo. -Apoyé mi cabeza en la toalla, quedando cerca de
Lauren, que giró la cabeza hacia mí, poniendo los brazos a los lados de su cuerpo.

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-¿Te gustaría trabajar como abogada? -Suspiró encogiéndose de hombros.

-A veces sí y a veces no. Depende. Cuando estoy cargando cajas todo el día y tengo los brazos que
me van a reventar, pues sí. -Que eso, básicamente, era siempre. -Pero cuando me levanto, limpio a
mi caballo, salgo a dar un paseo con él y... No sé, me quedo sola al amanecer, siento que merece
la pena estar aquí.

-Eso es muy tierno. -Sonreí alargando la mano hacia mi bolso, sacando el bote de aceite. -¿Me
echas? -Simplemente cogió el bote y se incorporó un poco, echando un chorro en mitad de mi
espalda. -Tú estás muy morena.

-Es lo que tiene, que me paso el día bajo el sol. -Sus manos esparcieron el aceite por toda mi
espalda. Eran rudas, duras, fuertes, posesivas, recorriendo cada centímetro de mi piel.

-¿Me quitas el nudo del sujetador? -No hizo falta esperar mucho más, porque en cinco segundos
ya lo tenía quitado.

-¿También por las piernas? -Preguntó ella.

-Ajá. -Sus manos recorrían mis muslos, mis piernas, cada recoveco de ellas, hasta que volvió a
tumbarse a mi lado. -Das muy buenos masajes.

-¿Sí? Pues quizás más adelante deberías pedirme uno.

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➵8

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Camila's POV

-Aún no me habéis dicho dónde vamos. -Pregunté mientras caminábamos juntas por un sendero
de albero, entre árboles altos que bordeaban el lago.

-Hay un partido de béisbol. Va a ir todo el mundo, es divertido. -Dijo Ally apretándome el brazo del
que me llevaba agarrada.

-Vaya. -Dije sorprendida, abriendo los ojos para mirar a la mayor. -No me esperaba eso en este
pueblo.

-¿El qué? -Normani se dio la vuelta con el ceño fruncido mientras llegábamos al campo de béisbol.

-Que hubiese tanta vida. -Se echó a reír encogiéndose de hombros.

-Intentamos hacer cosas todos juntos para no aburrirnos, y al final, lo pasamos realmente bien.

Atravesamos los árboles hasta llegar a un llano de albero, arena amarilla, con algunas gradas algo
viejas alrededor, con una valla que separaba las gradas del campo. Eran bancas de metal sin más,
había algunas sillas blancas sucias, pero nadie se sentaba en ellas.

Cuando vi a Lauren con aquella camisa de béisbol blanca con detalles rojos y azules, juré que si
algún día me acostaba con ella le pediría que se dejase esa camisa puesta. La tenía medio abierta,
con esa camiseta de tirantes blanca debajo, unos pantalones azules ajustados y el pelo recogido.

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Lauren giró la cabeza un momento mientras bebía agua y me miró a mí, esbozando sonrisa de
medio lado. Comenzó a caminar hacia nosotras con una bolsa pequeña de deporte en la mano,
hasta que llegó a nuestra altura.

-Hey, chicas. -Las miró a ellas y luego a mí. -No pensaba que vendríais.

-Bueno, hemos pensado que un poco de béisbol no está mal para pasar la mañana. -Sus ojos no se
separaban de los míos, y alargó su mano para quitarme algo de la pestaña. Cerré los ojos y lo
retiró con cuidado, echándolo luego a un lado.

-¿Y a quién vais a apoyar? -Miró hacia atrás para echarle un vistazo al otro equipo, y luego volvió a
nosotras. -¿A los del pueblo de al lado o a nosotros?

-A ti. -Respondimos todas a la vez. Nos miramos entre nosotras casi confundidas por la
sincronización, pero es que Lauren imponía tanto que no podía responderle otra cosa que no
fuese eso. Ella soltó una suave risa, humedeciéndose el labio.

-Está bien. -Se quedó mirándome a mí, y las chicas comenzaron a separarse.

-Camila, vamos a coger sitio. -Asentí cuando se iban, y me quedé asolas con Lauren. Sonreí
arrugando la nariz.

-¿Puedes guardarme esto? -Levantó la bolsa de deporte y frunciendo el ceño. -Todos llevan a sus
novias pero... -Soltamos una risa a la vez. -No pesa mucho, sólo lleva una botella de agua, una
toalla y mi móvil.

-Claro, dame. -Tomé su bolsa y me la colgué al hombro, mordisqueándome el labio inferior.

-Gracias. -Estiró su mano y me acarició la mejilla, dejando un suave pellizco. -Te veo luego, Mila.

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Mila. Salió corriendo hacia el campo, y yo me quedé unos segundos intentando reaccionar o algo.
Al final me fui a las gradas, al lado de las chicas.

-¿Qué te ha dicho? -Preguntó Dinah, haciendo que las otras tres se girasen hacia mí.

-Que si podía guardarle la bolsa, y que me ve luego. -Puse la bolsa a mis pies, y todas me miraron
con una sonrisita.

-Al final tú y Lauren... -Normani alzó su ceja con una sonrisa pícara.

-¿Al final Lauren y yo qué? Ya os lo dije, quiero acostarme con ella. -Nos pusimos de pie porque el
partido empezaba.

-Oh, venga ya, ese tonteo no es para acostarse. A ti te gusta Lauren. -Rodé los ojos y negué.

-Cállate, Normani, sólo llevo unas semanas aquí. -Se humedeció los labios y alzó los hombros.
Ninguna dijo nada más.

El partido empezó, y Lauren todavía no había bateado, pero creo que me dijeron que iban
empatando. Yo no lo sabía, no entendía nada de béisbol. Alejandro, el novio de mi madre, sí que
veía béisbol. Béisbol, fútbol, soccer, rugby, baloncesto, balonmano... Le encantaban los deportes;
eso sí, practicarlos no tanto.

Lauren salió con el bate de béisbol, dio unos cuantos golpes en la base y se puso en posición.
Flexionó las rodillas, los codos, miró al lanzador y golpeó la pelota fuerte, corriendo hacia la
siguiente base.

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-¡Vamos, Lauren! ¡Vamos! ¡Corre! -Gritaba yo alzando los brazos, hasta que llegó a la primera
base.

-Oye, ¿no crees que con ese escote distraes a Lauren? -Comentó Dinah señalándome las tetas, y
comenzamos a reírnos tan fuerte que se nos escuchó en todo el campo.

-Eres tonta, Lauren no me mira las tetas.

-Nooo, qué va. Es santa y puritana. -Nos reímos aún más, pero la verdad era que yo no había
pillado a Lauren mirándome los pechos.

Lauren llegó a segunda base, y creía, según me dijeron, que era la última jugada y decidía el
partido. El bateador golpeó la bola, Lauren corrió todo lo que podía, nosotras saltábamos y
animábamos, gritábamos y Lauren se deslizó por el suelo levantando una polvareda de arena,
tocando la última base.

-¡Fuera! -Gritaron, y el equipo contrario levantó los brazos en señal de victoria. Unos gritaban,
otros, como Lauren, se reía negando, dándole la mano a los del equipo contrario.

Salimos de las gradas, y las chicas se despidieron de mí, porque iban a comer con algunos chicos
que habían jugado. Según me contaron, ganase quién ganase, cada semana después del partido
iban a comer perritos calientes todos juntos.

-Oooh, lo siento mucho, Lauren. -Dije cuando Lauren estuvo frente a mí. Sonrió con las manos en
la cintura y se encogió de hombros.

-Así es el juego. -Le tendí su bolsa y la cogió, abriendo la cremallera para sacar la botella de agua.
Sus brazos estaban tensos, musculosos, con la piel tostada y brillante. Tras beber, volvió a meterla
en la bolsa, y me puso su gorra en mi cabeza.

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-¿Me queda bien? -Pregunté ajustándome la gorra un poco mejor.

-Perfecta. -Sonrió girando la cabeza para mirar a los chicos que se iban. -Oye, ¿quieres venir a
comer con nosotros? Son sólo perritos, pero nos lo pasamos bien.

-Sí, claro. -En ese momento mi móvil comenzó a sonar, y miré el número en la pantalla. Era mi
madre. -Ahora voy, mi madre me llama.

-Por supuesto, allí te veo. -Con el dedo, bajó un poco la visera de la gorra, haciéndome sonreír y
girarme para coger el móvil.

Era mi madre, llamaba tooodos los días una o dos veces. Era muy pesada, si sabía que estaba con
mis abuelos, que comía muy bien, y que me lo estaba pasando genial. Pero bueno, cosas de
madres. Creía que se sentía un poco mal por haberme dejado en Knoxtenville, pero volver allí
había sido una de las mejores cosas que podían haberme pasado.

El lugar era un pequeño local pintado de blanco y rojo en la carretera a la salida del pueblo. El
techo era de uralita, acanalado, y había mesas de metal con bancos por todo el espacio cubierto.
En una de las mesas estaban Lauren, las chicas, y unos cuantos chicos más. Su mesa estaba pegada
a la pared.

-¿Puedo sentarme? -Dije poniendo una mano en el hombro de Lauren, observando que no
quedaba ningún sitio. Todos miraron a sus lados para ver si podían hacerme un hueco, menos
Lauren.

-Siéntate aquí. -Lauren me tomó del brazo y me acercó a ella, haciendo que me sentase en su
regazo.

-Mucho mejor. -Apreté las mejillas de Lauren, sacándole la lengua.

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-Te hemos pedido un perrito normal. No sabíamos qué te gustaba. -Ally sonrió con su perrito entre
las manos, dándole un bocado.

-Está genial así. -Miré mi perrito y tenía un mordisco dado, así que entrecerré los ojos y miré a
Lauren, que se comía el suyo. Había sido ella por la forma en que sonreía, y mientras los demás
hablaban, moví su mano para que el perrito impactase en su cara, manchándola entera de kétchup
y mostaza.

-Ohhhhh...

-Dijeron todos al ver aquello.

-Te voy a matar. -Comenzó a hacerme cosquillas y me retorcí en su regazo. -¡Lauren no! ¡Lauren
para! -Dije riéndome, con las mejillas encendidas y las lágrimas a punto de caer de mis ojos. -¡Por
favor Lauren! -Seguí riéndome, resbalándome de su regazo hasta el suelo. Paró y me cogió de los
brazos, volviendo a sentarme encima de ella.

-Paro, pero tienes que limpiarme la cara. -Cogí un par de servilletas girándome hacia ella sobre su
regazo, comenzando a retirar con cuidado el kétchup de sus labios.

-Camila, ¿vas a venir a la fiesta del 4 de Julio? -Noté la mano de Lauren colocarse sobre mi rodilla
mientras Dinah hablaba, y asentí.

-Sí, ¿qué soléis hacer por aquí? -La mirada de Lauren se clavó en la mía mientras pasaba la
servilleta por su mejilla, y aunque Dinah me contestó, yo no la escuché. Terminé de retirar todo lo
que yo había manchado, y asentí a lo que me dijo sin más.

-Vas a venir a la fiesta del 4 de Julio, ¿verdad? -Preguntó Lauren de forma más seria. Era una
pregunta, pero casi lo sentí como una orden. La forma de comportarse de Lauren era tan posesiva
y autoritaria, que me flaqueaban las rodillas con tan solo escucharla. Quizás Lauren lo preguntaba

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porque quería que fuese con ella, lo preguntaba de una forma más suave e inocente, pero a mí me
sonaba como si debiese ir, porque si iba, algo pasaría.

-Sí. -Respondí sin más. Elevó la comisura de su labio y yo solté las servilletas encima de la mesa.

-Mira, así puedes sentarte mejor. -Abrió

sus piernas y me senté entre ellas, quedando más baja, con mi espalda contra su pecho y delante
de mi perrito.

-Wow, así es como se sienta a comer la gente normal. Esto es otro mundo. -Le di un mordisco al
perrito, sintiendo los brazos de Lauren al lado de los míos, que se apoyaba en la mesa.

-Este año además de los fuegos artificiales, habrá fiesta en el lago, y una feria que durará toda la
semana.

-Adoro este pueblo. -Dije comiendo, sintiendo la risa de Lauren cerca de mi oído. -Oye, ¿quién ha
pagado mi perrito?

-Yo. -Dijo Lauren, estirando la mano para coger su vaso de refresco y darle un sorbo.

-¿Y cuánto ha sido? -No respondió, sólo cogió su otro perrito y comenzó a comérselo. -Lauren...
Venga.

-Te he invitado. Guarda el dinero. -Me cogió las manos para que no pudiese coger mi cartera, y
eché la cabeza hacia atrás con un suspiro.

-Ahora puedo hacer que te toques las tetas.

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-Ahora puedo darte un guantazo que no olvidas en tres días. -Giré la cabeza hacia ella. Justo en ese
movimiento, en esa posición, me vino a la nariz ese olor de colonia que sólo había olido en chicos.
Esa que usaba mi padre, que usaron mis ex novios, que usa Alejandro, y que, sí, lo admito, me
derretía.

Esa noche sentí unas ganas repentinas de dibujar, así que, por primera vez desde que estaba en el
pueblo, me quedé despierta hasta tarde. Mi cuaderno había cobrado vida después de mucho
tiempo, después de terminar la carrera y no saber qué hacer con mi vida.

La luz de una de las habitaciones de la casa de los Jauregui se encendió, y Lauren estaba en ella. Se
quitó la camiseta echándola sobre la cama, quedándose en sujetador. Su espalda era ancha,
musculosa, pero no algo exagerado. Se soltó el pelo y comenzó a quitarse el sujetador, así que
agaché la cabeza para mirar al cuaderno.

Cuando volví a mirar, tenía una camiseta gris puesta y unos pantalones cortos negros. Se tiró en la
cama y cogió un comic de su mesita de noche, empezando a leerlo. Si afinaba bien la vista, creía
que era de Superman, o quizás Supergirl, no podía precisar tanto.

C: ¿No duermes?

Lauren se incorporó en la cama al escuchar el móvil y lo cogió de su mesita de noche, viendo el


mensaje. Levantó la cabeza y miró por la ventana, me vio. Sonrió y miró el móvil.

L: ¿Y tú qué? ¿Qué estás haciendo a estas horas despierta?

C: Dibujar. ¿Supergirl o Superman?

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L: Superman. Me has visto desnuda, ¿verdad?

Al ver la pregunta levanté la mirada hacia ella, que me estaba observando y negué con el ceño
fruncido.

L: Ya, seguro que sí.

C: Seguro que tú me has visto a mí dormir, eso es muy raro.

L: Yo no soy la que se levantaba por las mañanas para espiar a una extraña.

C: ... Te odio. Imbécil.

L: Pero qué guapa estás enfadada.

C: Soy guapa siempre.

L: Eso es cierto. Ya me voy. ¿Me das las buenas noches?

Reí un poco arrugando la nariz, y me acerqué a la ventana, apoyando las manos en el alféizar. Ella
también se asomó, abriendo primero las ventanas.

-Buenas noches, Lauren.

-Hasta mañana, Camila.

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➵9

Camila's POV

En esas pocas semanas que llevaba en Knoxtenville, había salido más de fiesta que en todo el año
de universidad. En Miami los amigos que tenía eran, digamos que... Más superficiales. Se basaban
en bolsos de Gucci, fiestas en discotecas con cinco plantas, sushi a las cuatro de la mañana y
borracheras que me hacían acabar en la cama todo el domingo.

Pero aquí era diferente, aquí me divertía, aquí era todo más... ¿Sincero? Podría ser. Aquí no
aparentaba ser alguien que no era, alguien que se reía porque los demás se reían, alguien que se
vestía por cómo los demás vestía, aquí dejaba de ser Camila Cabello, la brillante estudiante de
Bellas Artes, y era la nieta de los O'Donnell. Era Karla. Era la chica del maíz.

No me hacía falta emborracharme para pasármelo bien, porque quería ser consciente de las cosas
maravillosas que me estaban pasando. De si Normani le echaba kétchup a la bebida de Ally cuando
iba al baño, de si Dinah se tropezaba en mitad del bar, o de si Lauren me miraba en la distancia.

-Qué me dais si me lío con ese. -Normani señaló a un chico del fondo, que bailaba con su amigo
con una copa en la mano.

-Yo nada. Él una limpieza de tráquea. -Respondí bebiendo de mi copa, y todas se rieron por mi
comentario.

-¿Me acompañáis allí? No quiero parecer que voy interesada en él.

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Nos levantamos todas de la mesa, y caminamos hasta el fondo del bar, donde la música sonaba un
poco más alta, y la gente se amontonaba bailando. Normani se fue acercando poco a poco al
chico, y nosotras tres nos quedamos bailando en medio.

-Oye, ¿qué vais a hacer mañana? -Preguntó Ally, moviendo la pajita en su copa. Yo me encogí de
hombros. Mis días estaban vacíos hasta que acabase el verano.

Noté que alguien se pegaba a mí por detrás, y me giré. Era un chico de mi misma estatura, fuerte,
y guapo. Le eché una mirada de esas que desprenden asco por todas partes, y volví a mirar a Dinah
y Ally.

Volví a notarlo, y me tomó del brazo para que me girase.

-Baila conmigo. -Me dijo con una sonrisa.

-No.

-¿Por qué no? Venga ya, no te cuesta nada. -Dijo sin soltar mi brazo, y lo zarandeé para soltarme.

-Porque no me sale de las narices. -Dije algo molesta. Pero volvió a cogerme del brazo. -Y tengo
novia. Suéltame ya.

-Sí, novia, ya. -Respondió él. Lauren apareció de la nada y se agarró a mí por la cintura,
acercándose a mi oído.

-Sígueme la corriente. -Susurró en mi oído, y se separó de mí para mirarme a los ojos. -Había una
cola enorme en el baño, así que mejor me espero a que lleguemos a casa. -Metió un mechón de
pelo detrás de mi oreja, quedándose con su mano en mi mejilla.

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-Claro, cielo. -Me giré hacia el tipo, que nos miraba con la boca abierta. -¿Quieres conocer a mi
novia?

-¿Y este quién coño es? -Dijo Lauren mirando al tipo. Era más alta que él, y aunque estaba fuerte,
Lauren imponía. Imponía a chicos y chicas.

-Me estaba obligando a bailar con él. -Respondí observando como

Lauren se giraba hacia el chico.

-¿Quieres que te parta la cara, eh? -Lauren dio un paso hacia él, pero la sujeté del brazo tirando
hacia mí.

-Vámonos, no merece la pena. -Fui arrastrando a Lauren a la puerta del bar, hasta que salimos de
allí.

La miré un momento, y comenzamos a reírnos a la vez.

-¡Lo has hecho genial! -Dije poniéndome las manos en la boca, y Lauren puso un brazo por encima
del mío, comenzando a caminar en dirección a casa.

-Muchas gracias. -Tener su brazo por encima de mis hombros me hacía sonreír. Me encantaba
aquél juego que traía con Lauren, aunque claro, ella creería que yo era heterosexual. Todas lo
hacían. Era su amiga heterosexual con la que podía tontear de broma. -Pero la verdad es que
quería reventarle la cara a ese payaso. No es no y punto.

-Algunos tíos son imbéciles. -Puse la mano encima de la de Lauren, jugando con su dedo meñique
un poco. -Menos mal que vuelves conmigo a casa.

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-El camino de los girasoles y el maíz de tu abuelo da verdadero miedo. -Me reí un poco, porque era
verdad.

-Parece que va a salir un alien entre ellos, ¿verdad? -Asintió, mientras yo jugueteaba con su
meñique un poco.

-Yo siempre enciendo la linterna del móvil al pasar.

Nos quedamos en silencio durante un rato mientras caminábamos. Yo no dejaba de jugar con su
dedo, con la mano que colgaba sobre mi brazo, y pasé mi mano alrededor de su cintura.

El olor de su colonia llegaba hasta mi nariz, y miré su perfil de reojo. Tenía la mandíbula bastante
marcada, un pequeño

aro en la nariz y dos pendientes pequeñitos en el cartílago de la oreja.

-¿Qué miras tú? -Me pilló. Fruncí el ceño mirándola.

-Tu cara fea.

-Ya quisieras tú que yo fuese fea. -Entramos en la carretera que dividía el campo de maíz y el
rancho de los Jauregui.

-Jauregui, no juegues. -Apreté su meñique y ella rio, recordando la frase que me dijo.

-¿Y tu novio no te echa de menos en Miami? -Fruncí el ceño. Novio. Hacía años que no tenía uno.
Novio. ¿Y para qué? Podría quedarme embarazada. Y un pene. Por dios, un pene. En la mayoría de

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los casos un vibrador tenía la misma maldita función. Al menos los dedos puedes manejarlos a tu
gusto.

-No tengo novio. -Me limité a responder.

Llegamos al final, y yo me planté delante de Lauren, dándole con un dedo en el abdomen, que lo
único que hizo fue fruncir el ceño, apretándome las mejillas.

-Hasta mañana, Mila. -Dijo casi en un susurro, apretando mis mejillas. Le saqué la lengua
arrugando la nariz y me alejé de ella.

-Hasta mañana, Jauregui. Ah, y... -Hice una mueca algo cómica. -Mi abuela te ha invitado a comer
mañana.

-¿¡Qué!?

-Eso, que cuando termines de trabajar, vienes a comer a nuestra casa.

-¿Te dijo Lauren qué le gustaba? -Dijo mi abuela limpiándose las manos con un trapo.

-Le gusta todo, abuela. -Pasé un brazo por encima de su hombro, acariciando su brazo. -Debe de
estar a punto de llegar.

-¿Le gustará el pollo frito y...?

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-Abuela, le encanta como cocinas.

-Besé su frente y ella se acercó a la ventana de la cocina, desde se veía todo. -Mira, ahí viene. -Me
acerqué a la ventana y la vi.

Llevaba dos cajas en brazos, y las iba apilando al lado de un camión que había aparcado frente a la
puerta de los Jauregui, mientras su tío miraba de brazos cruzados. Había dos chicos más, suponía
que eran trabajadores de su tío, y era extraño, porque Lauren parecía que no era su sobrina.

-Me dijo que su tía le tenía un sándwich para almorzar. Me pareció... Extraño.

-Un sándwich. ¡Un sándwich! Un sándwich para todo el desgaste que hace, madre mía. -Miró la
mesa de la cocina, atiborrada de comida, y cuando digo atiborrada me quedo corta. Era casi
bestial. Había pollo frito, patatas asadas con mayonesa, judías verdes largas, mini zanahorias
hervidas, mazorcas de maíz al horno, filetes de ternera de medio dedo de grosor, en fin, mi
abuela.

-Me da pena. No debería dármela, pero me la da. ¿Por qué no la contrata el abuelo? No sé. Trata
mucho mejor a sus trabajadores que el tío de Lauren. Tienen un horario fijo, tienen un salario fijo,
y no sé.

-Porque ella vive ahí, y nosotros aquí no podemos acogerla.

Seguimos mirando por la ventana, y Lauren no paraba de meter cajas en el camión. El sudor, los
brazos apretados de Lauren, las venas de sus manos, las bocanadas para tomar aire, la mancha de
la camiseta de su espalda bañada en sudor, y yo casi tengo que darme la vuelta para no sufrir.

Unos quince minutos después llamaron a la puerta, y fui yo a abrir. Lauren venía con la respiración
agitada, con sudor en la cara y las manos en la cintura.

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-Hey, Mila. -Me hizo sonreír al instante, y mi abuela apareció por detrás. -Perdón por llegar tarde,
señora O'Donnell.

-¿Cómo que perdón? Uy por dios, pero mírate... -Se puso las manos en la boca, mirando a Lauren
de arriba abajo. -¿Quieres ir a ducharte y ahora vienes? Karla estará aquí contigo, yo tengo que
irme con Tom.

-Sí, por favor. Además hoy tengo la tarde libre gracias a usted. -Dijo con las manos a la espalda,
esbozando una enorme sonrisa.

-Pues aquí te esperamos.

Lauren's POV

Jamás en la vida me había duchado tan rápido, tanto es así que casi me caigo de la ducha. Me puse
unos jeans nuevos negros, las convers blancas y una camiseta blanca también, ajustada y de
manga corta, nada fuera de lo normal. Crucé el espacio que separaba nuestra casa y la de los
O'Donnell, y llamé a la puerta esperando a que alguien abriese.

Allí estaba Camila, con aquella falda blanca, su camiseta ajustada amarillo pastel y el pelo recogido
en una coleta. Qué adorable estaba, qué adorable era.

-Mila. -Sonreí con las manos en los bolsillos.

-Pasa. Mi abuela ha comido ya, mi abuelo ha venido a recogerla para ir a comprar semillas al
pueblo de al lado. -Miré la mesa y, lo que había allí encima, era una burrada de comida. -¿Has
bebido algo?

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-No, aún no. -Nada más decirlo, empezó a echar un vaso de limonada, y señaló la mesa.

-Vamos, siéntate, sírvete.

Tomé asiento en la mesa y, lo primero que vi fue un enorme filete en el plato con una patata
asada y mayonesa. Corté un trozo enorme y me lo llevé a la boca, relamiéndome al probarlo. No
dije palabra, Camila puso el vaso frente a mí, y yo la miraba con las cejas alzadas.

-Está muy rico. -Dije removiendo la patata, llevándome un poco a la boca.

-Lo de mi abuela es un talento. -Ella cortó un trozo más pequeño y me sonrió mientras comía. -Te
he visto trabajar hoy. -Alargué la mano hasta el vaso de limonada, llevándomelo a la boca.

-Mmh... Lo raro sería que no me vieses. -Cogí un trozo de pollo y le di un mordisco, mirando a
Camila con el ceño fruncido.

-¿No has pensado en buscar otro trabajo? -Me relamí dándole otro bocado al pollo, y negué,
terminándolo hasta dejarlo con el hueso.

-No. Estoy bien aquí. En realidad, soy una trabajadora, no... No soy como su sobrina, ¿sabes? No
tenemos esa relación. Él me da una habitación, me da comida. -Carraspeó alzando una ceja, y me
quedé un momento pensativa. -¿Qué pasa?

-No te da de comer. Te da un sándwich.

-Sí, ese día que te lo dije tenía un sándwich. Otros días tengo ensalada de col y filete de ternera, o,
no sé, puré de patatas y pollo frito... -Me encogí de hombros, cortando de nuevo un trozo enorme

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del filete rosado por el centro, en su punto. -Aunque tu abuela... Lo de tu abuela es genial. Ojalá yo
comiese todo esto todos los días. -Solté una risa mirando a Camila. Era, absolutamente perfecta.

Al terminar de comer, recogimos la cocina juntas. Dijo que, metería lo que había sobrado en
fiambreras y que, los días siguientes a la hora de la comida, viniese a por ellos.

Luego, subimos a su habitación, quería enseñármela. Estaba pintada de lila y blanco, creía que era
lila, yo no entendía mucho de colores.

-¿Puedo sentarme en tu cama? Estoy... Algo cansada. -Dije soltando una leve risa, y ella asintió con
el ceño fruncido.

-Claro. -Me senté en la cama, apoyando la espalda contra el cabecero, y Camila se sentó justo en
frente de cara a mí. -¿De qué es esa cicatriz? -Me señaló el cuello. Llevé la mano hasta ella y la
acaricié por debajo de la camiseta.

-Tuve un accidente hace algo más de un año. -Torcí el gesto y suspiré. Ella esperaba que se lo
contase todo porque me miraba con mucha atención. -Íbamos en el coche unos amigos y yo,
volvíamos de fiesta en Chicago. Yo iba en el asiento de atrás, había bebido, y no sé qué pasó.
Chocamos, el conductor murió en el acto, la copiloto también. Las tres personas que íbamos
detrás, quedamos heridas, yo la que peor quedó. No sé decirte exactamente qué tuve, pero lo que
sé es que quedé muy mal. Esta cicatriz del cuello, casi me mata. No había terminado la carrera, así
que... Cuando me recuperé ya no tenía nada. Yo era nadadora semi-profesional, iba a dar el salto,
¿sabes? Estaba a punto, iba a competir en el campeonato de Estados Unidos para ir a las
Olimpiadas de este año, pero, mira. -Me reí un poco, encogiéndome de hombros. -Me quedé con
mi carrera de derecho, y mi sueño de ser nadadora se fue a la mierda. -Murmuré en voz baja, con
media sonrisa. -Así que llamé a mi tío, le pregunté si necesitaba mano de obra, y me vine aquí, a
no pensar en lo que había perdido. -Camila se había sentado a mi lado, y me abrazó, dándome un
beso en la mejilla.

-Algo bueno te traerá la vida, Lauren. -Susurró ella apoyando su cabeza en mi hombro.

-Creo que está en ello, Mila.

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➵ 10

Camila's POV

-Sé que me prometiste un masaje, pero... -Me mordisqueé el labio, moviéndome un poco en la
cama. -Déjame darte uno. Quiero decir, no en plan raro ni nada, sólo...

-Sí, claro.

Lauren se levantó de la cama y sujetó los bordes inferiores de la camiseta, sacándola por su
cabeza. Llevaba un sujetador blanco que contrastaba con el moreno de su piel. Se recogió el pelo
con una gomilla y apoyó las manos en la cama, tumbándose bocabajo.

Fui al baño a por el bote de aceite, y cuando volví me acomodé sobre Lauren, sentándome en su
trasero. Desabroché su sujetador, y lo saqué suavemente por sus brazos, dejándolo justo para que
no molestase. Froté mis manos en un poco de aceite, lo suficiente para que se desliaran con
facilidad por su espalda.

Hundí mis pulgares en el centro de su columna, y fui subiendo lentamente hasta su nuca.

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-Uhh... -Escuché que casi jadeaba al notar cómo sus huesos sufrían la presión de mis dedos. -Lo
haces bien, ¿eh? -Dijo en voz baja, abriendo un poco el ojo. Sonreí, haciendo círculos con los
pulgares sobre la zona de sus omóplatos.

-Gracias. -Murmuré bajando las manos hasta sus lumbares, volviendo a subir para hacer presión y
provocar un suspiro por parte de Lauren. -Dime si te hago daño o...

-Lo haces genial. -Susurró humedeciéndose los labios. -Eres muy... Delicada, ¿sabes? -Hablaba con
los ojos cerrados, mientras mis manos se hundían en su piel, deshaciendo los nudos y contracturas
de sus músculos. -Conozco a pocas chicas como tú. Que bromeen, que no... Que no me tengan
miedo. Que no tengan miedo de acercarse, de reírse, sólo porque... Me gustan las chicas... -Decía
por último con la voz más apagada. Me ensimismé un poco con su voz, raspada y grave, rota.
Quería oírla otra vez.

-Porque a mí también me gustan. -Dije en un susurro, dándome cuenta de que Lauren se había
quedado dormida.

Lauren's POV

Cuando abrí los ojos, me sentía casi en una nube. Olía a melón, el fresco corría por la estancia y
hacía que se estuviese como si soñase, como que si el mover un músculo de mi cuerpo fuese a
destrozar aquella atmósfera que se había creado.

Estaba en la habitación de Camila, pero no vi a nadie. Escuché algo de fondo, pero no llegué a
distinguir lo que era. Me llevé la mano a la espalda, y, noté que mi sujetador estaba abrochado;
probablemente lo había hecho Camila al quedarme dormida, para que no estuviese medio
desnuda.

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Me di la vuelta en la cama y quedé con los codos apoyados en ella, y entonces la vi allí. Estaba
sentada en el pequeño banco acolchado bajo su ventana, con un cuaderno en su regazo con las
rodillas flexionadas.

-Buenas... Noches. -Dijo mirando al cielo, y luego soltó una risa suave. Escuché algunas voces en
casa. -Mis abuelos llegaron una hora después de que te durmieses. Saben que estás aquí.

-Perdóname. Es que estaba tan... Tan relajada. -Camila soltó una risa, cerrando el cuaderno. -Das
buenos masajes, de verdad. Si te veo en la piscina te pediré otro. -Cogí la camiseta que estaba en
el suelo y la sostuve entre mis manos, mirando el sitio que quedaba en el banco frente a Camila. -
¿Puedo sentarme contigo?

-Sí, claro. -Dijo encogiendo un poco las piernas.

Me puse la camiseta y senté frente a ella casi como si me pesase el cuerpo, quería dormir más,
mucho más, pero no. No podía quedarme allí, sería algo maleducado y estúpido.

-No hemos hablado mucho, ¿verdad? -Miré a Camila que mordisqueaba la punta de su lápiz; negó
con una pequeña sonrisa. -Cuéntame, quiero saber cosas de ti.

-Mmh... Tengo un perrito en Miami que se llama Leo. Es muy mono, te encantaría conocerlo. -
Solté una suave risa al escucharla, negando mientras me mordía el labio. -No sé, mi vida es... Feliz.
Me gustaba mucho.

-¿Ya no? -Camila agachó la cabeza a su cuaderno con una sonrisa, pintando un poco con el lápiz.

-Bueno... Digamos que... Ahora me gusta más. El tiempo aquí vuela, y las horas en Miami casi no
pasan. -Miró por la ventana con los labios fruncidos en mitad de la sonrisa. Se escuchaban las
golondrinas de fondo, se veían en el cuadro azul que había pintado el atardecer, donde mi granero
ahora era una sombra opaca en un inmenso azul, jugando con otras sombras que formaban los
árboles.

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-Te entiendo.

-¿Eres feliz aquí? -Me encogí de hombros, no sabía qué más decir. Sonreí un poco ladeando la
cabeza para apoyarla contra el borde de la ventana.

-No del todo. -Musité rodeando mis rodillas con las manos, moviendo la cabeza de un lado a otro.

-¿Qué te haría completamente feliz? -Preguntó.

Aquella frase me dio en mitad del pecho, como si fuese un puñetazo, una flecha, una daga. Algo
punzante que permanecía allí en medio, inerte, hasta que alguien lo hundía un poco más.

-La piscina. -Desencajé la mandíbula y agaché la cabeza. -Pero mis hombros están destrozados, el
movimiento este -di una brazada con el brazo derecho, pero se quedó a la mitad- no puedo
hacerlo. Puedo batear, puedo montar a caballo pero... No puedo nadar. No puedo hacer un
maldito giro completo con el brazo.

-Lo siento mucho. -Negué sonriendo, y me senté con las piernas en el suelo, cruzando mis manos
entre ellas. Camila se sentó a mi lado, pasando su brazo por mis hombros. -Quizás podrías darle
clase a los más pequeños, te veo con madera para ello. -Solté una leve risa y me pasé las manos
por la cara.

-¿De veras?

-Claro, tienes muuuucha paciencia. Sobre todo conmigo. -Me pellizcó la mejilla suavemente, y
sonreí, entrecerrando los ojos.

-Es que eres muy cansina a veces, Mila. -Susurré, fingiendo que alguien me oiría si lo decía en alto.

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-Porque me gustaría verte alterada alguna vez, Jauregui.

Camila estaba a la orilla del lago, de donde pendía una cuerda. Llevaba un bikini color coral,
adaptándose a la curvatura de sus nalgas y sus pechos. Mi primo Darren la miraba como si fuese
un baboso, y yo le di un golpe en el brazo mientras caminábamos hacia el lago.

-Deja de mirarla como si fueses un puto perro en celo, inútil, que no es un trozo de carne.

-Pero si tú haces lo mismo. -Dijo mientras salíamos de entre los árboles, caminando hasta llegar a
la orilla.

-No. Cuando la miras piensas en follártela, yo pienso en lo preciosa que es, por lo que no es lo
mismo.

-Ya, como si no fuese lo mismo.

Hice oídos sordos a su comentario y llegamos al lago, donde Normani, Ally y Camila estaban. Dinah
ya estaba en el agua con un grupo de gente.

-¿Te vas a tirar, Cabello? -Me burlé un poco, dándole con el dedo en el costado. Ella cogió mi dedo,
tirando un poco de él.

-No me hagas eso, Laur. -Ese Laur me dejó una cara de idiota que sólo se me quitó cuando Camila
volvió a hablar. -¿Queréis una cerveza? -Queréis. Me di cuenta de que el imbécil de mi primo
también estaba allí.

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-No, gracias.

-Oye, Lauren, ¿crees que podrías nadar de aquí al final del lago en un minuto? -Solté una risa al
escuchar a Normani y negué, frotándome la nuca con la mano.

-No, puedo nadar pero muy poco. Sólo puedo nadar a braza, y no es mi estilo. -Me crucé de
brazos, mirando a Camila.

-¿Y cuál es tu estilo? -Se agarró a mi brazo, caminando conmigo por la orilla junto a Normani y Ally.

-Doscientos mariposa. -Camila se giró para mirar a Normani y Ally que iban detrás de nosotras, con
mi primo Darren.

-Oye, ¿dónde vamos? -Preguntó pasándose la mano por el pelo.

-A tirarnos al muelle con los chicos, ¡vamos! -Normani nos adelantó riéndose, seguida de Ally y
Darren, que me dio una colleja al pasar.

-Vamos, perdedora. -Suspiré al escucharlo. Estaba a nada de ahogarlo en el lago.

-¡Pero yo no me quiero tirar, que me da miedo! -Gritó Camila, retrocediendo, intentando soltarse
de mi brazo, pero no la dejé y seguí sujetándola.

-Vamos, anda, que no es para tanto, créeme. -Dejó de retorcerse y me miró algo tímida,
asintiendo con una risa.

-Está bien, pero si me hago daño... Si me hago daño te daré una bofetada. -Me señaló con los ojos
entrecerrados. Miré su coleta, sus mechones de pelo alborotados, sus labios rosados y aquella
sonrisa que apareció tras la frase.

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-Vale. Ahora vamos.

Subimos una pequeña cuesta que llevaba hacia el embarcadero. Estaba situado entre los árboles,
entre las hojas verdes y las raíces sobresalientes, gruesas, enredadas. Dinah subía por la colina y
corría por el embarcadero, saltando con un grito al agua. Normani también se lanzó, y Ally
también, aunque algo más dubitativa.

-Está muy alto, Lauren, ¿cuántos metros puede haber? No, no... -Negó riendo, intentando zafarse
de mis manos.

-Confía en mí, ya lo verás, sólo habrá unos siete metros. Camila, salta e intenta caer de pie. -Hizo
un puchero, enrabietándose, negando. Me hizo reír, y solté sus manos un momento. -Está bien, no
quieres tirarte, eres una gallina.

-No, no lo soy. -Me empujó y se puso al borde del embarcadero, mirando hacia abajo. Luego volvió
a mirarme a mí. -¿No te duele el brazo al saltar?

-Cam...

-¡Salta ya, Cabello! -Darren entró corriendo de forma abrupta y la empujó, y Camila cayó de la
peor forma posible. De lado, con la cara contra el agua tan fuerte que me asusté.

-¿¡ERES GILIPOLLAS O QUÉ COÑO TE PASA!? -Grité. Esperé unos segundos, pero el cuerpo de
Camila se quedó flotando bocabajo. -No, no, no.

Me tiré al agua y nadé hacia ella lo más rápido que pude, sin importarme ese crujido de mis
hombros, ni ese pinchazo que sentía. Le di la vuelta y pasé mi brazo por la parte superior de su
pecho, llegando a su cuello, y comencé a nadar hacia la orilla. Cuando pude hacer pie, la tomé en
brazos, era un peso muerto, su cabeza colgaba por mi brazo. Todo el mundo salió del agua
corriendo, y comenzaron a gritar.

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-¿¡Qué le ha pasado!? -Preguntaba Dinah preocupada, y las chicas, junto con todos los que
estaban en el lago se arremolinaron al alrededor de nosotras. No le respondí.

-FUERA DE AQUÍ TODO EL MUNDO. YA. -Grité mirando a mi alrededor, de una forma tan
autoritaria que en pocos segundos la multitud se había dispersado.

Camila respiraba, así que me incliné sobre ella, echando su cabeza algo hacia atrás, dejando mi
mano en su frente y tapando su nariz. Coloqué mis labios sobre los suyos, y comencé a insuflar
aire en sus pulmones, retirándome para ver si su pecho se inflaba. Escuché cómo Camila respiraba
algo más fuerte, pero me incliné para unir mis labios con los suyos por completo e insuflé dos
veces más, llenando mi boca de aire para pasarlo a la suya, a sus pulmones.

-Reacciona, Camila. -Murmuré con rabia antes de poner mi boca sobre la suya para insuflar dos
veces más.

Camila's POV

Las ganas de vomitar eran incontenibles, y comencé a hacerlo en incluso antes de abrir los ojos.
Estaba de lado en el suelo del lago, sobre los brazos de alguien. Comencé a toser al terminar,
doliéndome de la garganta. Me tranquilicé un poco, con los ojos llorosos y la garganta dolorida.
Una mano me giró el rostro, y vi a Lauren, que sonrió al verme.

-Mila. -Dijo con una sonrisa, con su brazo sujetándome por la cabeza. Sonreí. En ese mismo
instante entendí que Normani llevaba razón, y, si esto seguía así, acabaría total y plenamente
enamorada de ella.

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Mis abuelos estaban horrorizados. Querían matar al hijo de los Jauregui, pero no dejé que fuesen a
por él. El médico dijo que no estaba preparada para tirarme al agua, que al estar distraída y
relajada, el impacto en el agua desde siete metros me dejó totalmente inconsciente. Si supiese lo
que me estaba distrayendo, todo tendría sentido.

Pasé la noche en observación, sólo por precaución, mi abuelo se quedó conmigo. Estaba enfadado
con Darren. Mi madre llamó por Skype para ver cómo estaba y casi se puso a llorar, pero estaba
bien, sólo algo cansada.

A la mañana siguiente, por fin pude irme a casa.

-Voy a por el coche, ¿vale? No quiero que andes mucho. -Rodé los ojos sin decir nada,
poniéndome una camiseta limpia. Se fue, y yo no quise quedarme más en aquél cuarto de
hospital.

Al salir de la habitación, Lauren estaba allí. O bueno, más bien, seguía allí. Llevaba un pantalón
corto azul y una camiseta de tirantes gris con el nombre de un club de natación de Chicago, justo
la que llevaba el día anterior. Estaba manchada de barro por algunas partes, y tenía el pelo algo
enmarañado.

Al verme se puso de pie con una sonrisa, y caminé hacia ella.

-Los médicos me dijeron que no podía entrar a verte, pero... -Me abracé a su cuello poniéndome
de puntillas, apretando mi mano en su pelo. Sus manos rodearon mi cintura, apretando un poco. -
Me asustaste mucho.

-No sé qué haría sin ti en el pueblo.

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➵ 11

Camila's POV

Yo no había tenido ninguna secuela física, estaba perfecta; pero Lauren sí.

No había visto a Lauren en todo el día. Cuando salí al porche aquella tarde, cuando ya casi
atardecía, la vi salir con el brazo en cabestrillo. Su hombro, se había hecho daño en el hombro a
nadar por mí.

Giró la cabeza y me vio, le sonreí. No estaba segura de si quería seguir viendo a Lauren, mi cabeza
me decía que me alejase de ella, pero mi corazón me decía... Me decía que me lanzase al vacío.

Cuando quise darme cuenta, Lauren estaba entrando en el porche de mis abuelos con una mano
metida en el bolsillo de su pantalón.

-¿Estás bien? -Preguntó con una sonrisa.

-¿Me lo estás preguntando tú? -Lauren se echó a reír, y le hice un hueco en el columpio del porche
de mis abuelos. -¿Cómo tienes el brazo?

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-Bien, me mandaron un antinflamatorio y reposo. Me dieron una semana de baja. -Lauren
comenzó a mover el columpio con el pie apoyado en el suelo, suspirando.

-¿Tu tío se ha enfadado? -Hizo una mueca al escuchar la pregunta, pero no respondió, sólo se
encogió de hombros.

-¿Qué esperabas? Para él fui yo la irresponsable, no su hijo. -Odiaba a su tío, lo había calado desde
un principio. Era un negrero, y madre mía si lo era. No dije nada, sólo jugué con la pulsera que
llevaba puesta, un finito hilo de tela blanca que contrastaba con su piel.

-Lo siento mucho... Mira... -Suspiré pasándome las manos por la cara. -Déjame que te invite a
cenar. Una pizza, quizás.

-Está bien. Dices... ¿Cómo una cita? -Me quedé noqueada ante su pregunta, y rápidamente negué.

-¡No! -Ambas reímos, pero sí, en mi interior quería que lo fuese. -Te invito a cenar porque me
salvaste y te hiciste daño. Pero... No sé dónde vamos a cenar, mis abuelos están en casa. -Lauren
no podía conducir, y su camioneta tenía tantos trucos para poder arrancarla que no me vería
capaz de conducirla.

-Creo que tengo una idea.

-Dame, yo sujeto la pizza y tú abres la puerta. -Puse la pizza en su mano libre y yo abrí la verja de la
piscina del pueblo. Estaba cerca de donde vivíamos, y Lauren tenía las llaves. Un trabajador de su
tío trabajaba también como limpiador de piscinas, y le había hecho una copia a ella para que
pudiese nadar tranquila por la noche.

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-¿Por qué hablas bajito? -Pregunté sentándome poniendo la toalla en el césped, cerca del agua de
la piscina que alumbraba todo nuestro alrededor.

-No lo sé, no quiero romper el ambiente. -Lauren dejó la pizza encima de la toalla, y con un
movimiento ágil se sentó, y yo tomé asiento a su lado. -Gracias por invitarme.

-Creía que te estaba dando las gracias yo a ti con esto. -Lauren se recostó un poco en la toalla,
cogiendo un trozo de la pizza, dándole un leve mordisco.

-Voy a tener que sacarte del agua más veces sólo para que me invites a pizza de Lucio's. -Dobló la
pizza y le dio un mordisco, arrugando luego la nariz. -La mejor pizza del condado de Redville.

-Me alegro mucho de que seas mi vecina. Imagínate mi verano sin ti dando la brasa. -Tomé una
porción más pequeña, dándole pequeños mordisquitos.

-¿Te doy la brasa? Ohhh, no me conoces del todo Camila, puedo ser mucho más pesada. -Mordió
el borde de la pizza y amplió su sonrisa, arrugando la nariz.

-¿Ah, sí? -Apreté sus mejillas con mi mano, moviéndole la cabeza con una risa. -No, eres muy
blanda, no eres capaz de ser pesada conmigo.

-Tú pruébame, ya verás. -Me tomó de la muñeca para pararme, y le di un toque en la nariz antes
de apartarla.

-¿Quieres probarme tú a mí, uh? -Me tumbé en la toalla todavía con mi trozo en la mano,
estirando el queso hacia arriba.

-No juegues conmigo, Camila, que tengo el brazo mal y eso es desventaja. -Me quedé mirándola
durante un segundo, y Lauren se tumbó también a mi lado, apartando la caja de la pizza. Nos
quedamos mirándonos frente a frente en la toalla.

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-Tengo miedo. -Dije casi sin pensar, tragando saliva. Sacudí la cabeza al escucharme, soltando un
suave suspiro. Era idiota.

-¿De qué? No deberías. No debes tener miedo de nada. -Lauren apartó el pelo de mi cara,
poniéndolo detrás de mi oreja con una sonrisa.

-Tengo miedo de irme del pueblo. No quiero... No quiero irme. -Murmuré apretando un poco los
ojos, notando cómo su pulgar acariciaba mi mejilla.

-¿Tienes que irte? -Murmuró ella y yo me encogí un poco de hombros.

-No lo sé. Terminé la carrera y eché mi currículum en museos y centros de arte pero... Aún no me
han llamado. Así que... Estoy en ascuas. -Solté una risa incorporándome en la toalla, pasándome
las manos por la cara. -De momento me quedo aquí. No tengo ganas de volver a Miami. Nos
quedamos en silencio, y Lauren volvió a sentarse.

-Bueno, Camila, no cometas el mismo error que yo. No te quedes anclada por no querer
enfrentarte a la vida.

Lauren's POV

-Eh, venga, vamos, el coche no se va a arrancar solo. -Apreté el claxon durante unos segundos,
volviendo a sentarme en el asiento del coche.

-¡Deja ya de llamar con el claxon! -Decía Camila riendo, poniendo su mano sobre la mía justo
cuando iba a darle otra vez.

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-Pero si es que no hay nadie.

-Bueno, ¿y si no hay nadie para qué molestas a los demás con el claxon? -Reposé la espalda en el
asiento, y giré la cabeza para mirarla a ella. -No van a venir.

-¿Y por qué quedaron con nosotros entonces? -Suspiré, arrancando el coche.

-Porque son idiotas. Vamos, entra ya que nos van a cerrar el cine. -Arranqué poniendo las manos
en el volante, y pasé la barrera para poder entrar al cine. Paré en el puesto que había, donde se
compraban los aperitivos y las entradas.

-Hola, dos entradas para The Green Slime. -La chica rompió los tickets y me los dio con una
sonrisa.

-Serán tres dólares. ¿Queréis tomar algo? -Miré a Camila que recogió las entradas, y yo arrugué la
nariz.

-Dos refrescos, dos perritos y... Nachos. Con mucho queso.

-Lo siento, pero yo no soy tú que puedes comer lo que quieras y no engordas ni un gramo. -Me
giré hacia Camila, que sacaba su cartera para pagar.

-Porque muevo el culo y a ti no te hace falta. Si no, no podría ni moverme en la piscina. -Me reí
girándome hacia ella, cerrándole la cartera con la mano.

-¿Qué no me hace falta? Madre mía, si en cuanto me como un perrito estoy gorda. -Se quejó
haciendo una mueca.

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-Lo único que tienes gordo son las tetas. -Dije sin pensar mirando mi cartera. En cuanto me había
dado cuenta de lo que dije, levanté la mirada al frente con los ojos entrecerrados, y desencajé la
mandíbula.

-Sí, acabas de decir eso. Y sí, son grandes. ¿También piensas que son bonitas? -Abrí los ojos y solté
un suspiro, tragando saliva.

-No las he visto para decírtelo. -Cogí la bandeja que nos dio la chica y se la puse a Camila en las
manos, pagándole a la chica.

-Tienes que limpiar esos pensamientos, ¿eh? -Arranqué buscando un sitio donde aparcar, y que se
viese bien la pantalla.

-Eres tú la que ha hablado de tus tetas. -Dije aparcando, quitándome el cinturón.

-Oh, bueno, fuiste tú la que dijo que mis tetas eran gordas. Y no son gordas, son grandes. -Dijo
saliendo también del coche conmigo con la bandeja en la mano. -Las que están gordas son las que
están caídas, y dime -se paró frente a mí justo delante de la camioneta- ¿tú las ves caídas? -
Entreabrí los labios al escucharla y bajé la mirada a sus pechos. Sí, eran grandes, duros y
apretados. Además, con aquella camiseta de tirantes blanca se apreciaban mucho más. Incluso
noté una de sus venas en su piel. Carraspeé y levanté la mirada.

-¿Qué? ¡No! -Camila puso una mano en mi cara y me empujó riéndose, apoyando un pie en la
rueda del coche para subirse a la parte trasera.

-Ayúdame, anda, que me pesan las tetas y no puedo tirar.

-Normal. -Dije poniendo las manos en su cintura, empujándola para subir.

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-Imbécil. -Apreté su muslo por detrás cuando subió, y yo me alcé tras ella, quedando de pie en la
parte trasera de la camioneta.

-Eres tú la que dice que le pesan las tetas. -Me senté encima de un pequeño colchón que había
instalado allí, apoyando la espalda. La miré desde abajo, sonriendo. -Pero no son tan grandes.

-Lo sé. -Se sentó y puso la bandeja en su regazo.

Todo estaba oscuro, sólo se iluminaba por la luz de la pantalla que comenzaba. Era una de esas
películas de zombies, pero estaba bien. Yo sólo esperaba pasar algo más de tiempo con Camila.

-Así que me miras las tetas. -Susurró en voz baja, y justo cuando me iba a meter los nachos en la
boca paré. -Interesante.

-Cállate, deja de echármelo en cara... -Lo mordí arrugando la nariz, y levante los brazos,
enganchando las manos al capó de la camioneta.

-No me callo. -Y, antes de que me diese cuenta, me estaba untando el nacho con queso por la
cara. Abrí los labios y me quité el queso restregado, mirándola a ella. -¡No! ¡Lauren! -Cogí un
puñado de nachos y pasé el brazo por sus hombros, tapándole la boca con los nachos. Ella se
resistía riendo, intentando zafarse de mi mano, pero luego comenzó a darle mordiscos. Trozos de
nachos caían sobre su camiseta, pero seguía comiendo mientras reía.

-Te gusta, ¿eh? -Al escuchar aquello, mordió suavemente mi mano, y miré sus pechos manchados
por el queso y el aceite que desprendían, con manchas amarillas y anaranjadas en su camiseta. -
¿Te ha caído dentro? -Dije riendo. Camila asintió con los ojos cerrados, y metió la mano por su
canalillo rebuscando un poco, hasta abrir los ojos y sacar el trozo de nacho. Me apartó la mano de
su boca, pero mi brazo seguía sobre sus hombros, y mi brazo colgaba de ellos.

-Ahora te lo vas a comer. -Puso el nacho que había caído entre sus pechos en mi boca y lo atrapé
entre mis labios.

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-Mmh, ¿así saben tus tetas? Wow. -Cerré los ojos saboreando el nacho. -Delicioso.

-Eso es asqueroso. -Dijo arrugando la nariz, enganchando su dedo índice a mi pulgar, que colgaba
por su hombro.

-¿Quieres que te lo limpie también? Oh, haría cualquier cosa por enmendar mi error, Camila. -Dije
de forma irónica, y ella alzó una ceja, dándome una servilleta.

-Pues sí, mira, quiero que te limpies la cara de idiota que se te queda cada vez que me miras las
tetas. -Solté una risa, acercando mi rostro un poco al de ella.

-No las miro. -Negué sonriendo, humedeciéndome los labios. Camila apretó un poco mi dedo
meñique.

-No, pero las ves de reojo. -Reí un poco, acercándome un poco más a ella.

-¿Y te molesta que las mire? -Camila rio casi irónicamente, mirándome a los ojos.

-No. -Dijo tajante. Bajé la mirada a sus pechos, y casi ni quería mirarlos porque, las ganas de
apretarlos o morderlos eran horrorosas.

Luego, volví a mirarla a los ojos, y yo ya no aguantaba más. Me incliné sobre ella para besarla,
cuando escuché un golpe en la camioneta y unas risas que hizo que nos separásemos.

-Pero qué pasa, ¿habéis empezado la película sin nosotros? -Normani traía a aquél chico que
conoció en el bar, y rápido, Camila y yo nos separamos.

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-Llegáis una hora tarde. ¡Una hora! -Dijo Camila algo enfadada, poniéndose de rodillas en el
colchón.

-No te alteres. -Le dijo Dinah con una mueca.

-Eso, Karla, no te alteres. Te salen arruguitas. -Me señalé la parte lateral de los ojos, y ella me sacó
la lengua, tirándome un nacho a la cara.

-Me debes una camisa por el destrozo de la camiseta.

-Eso está hecho.

================

➵ 12

Lauren's POV

-¿Es que no lo entiendes, Lauren? Tú tienes que trabajar. Tienes un puto contrato conmigo, y sin
embargo aceptas la maldita baja que te da el médico. -Me echaba en cara mi tío. Caminé con la
mandíbula apretada para no darle un puñetazo en la cara.

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-¿¡Y qué coño hago si tengo el hombro dolorido!? No puedo hacer esfuerzos, a ver si te enteras. Y
me voy al lago, déjame en paz. -Salí de casa, y él me siguió algo ofuscado.

-¿¡CÓMO QUE A VER SI ME ENTERO!? Trabajas para mí, eres mi empleada ante todo, no empieces
a desviarte. -Me señaló con el dedo.

-¿Desviarme? Si para ti desviarme significa hacer cosas de jóvenes, créeme que lo haré. -Caminé
hacia las cuadras, que estaban algo más alejadas de la casa. Él me siguió.

-Lauren, te juro que como mañana no vengas a trabajar, te...

-¿Me qué? ¿Me vas a despedir? -Solté una risa abriendo la puerta del establo, caminando hacia la
cuadra de Silver. Él se quedó en silencio en la puerta. -No puedes. Porque, nadie, nunca, va a hacer
las cosas que yo hago por ti, Arthur. Lo miré mientras sacaba a Silver de su cuadra. -Y,
sinceramente, estoy un poco harta de que me mandes a cortar leña a las cuatro de la mañana
cada vez que hago algo que no te gusta.

-Ese es el precio que tienes que pagar por estar aquí. -Solté una risa mientras preparaba a Silver,
terminando de ponerle la silla, enganchándola con cuidado.

-Eso se llama explotación laboral.

-Mira, si haces una tontería más como eso de irte a comer con los O'Donnell, o con esa chica, estás
fuera. -Me señaló con la mandíbula apretada.

-Estate tranquilo, tío Arthur. -Recalqué ese tío con una sonrisa, poniendo un pie en el estribo e
impulsándome para subirme en Silver. -Ella no tiene nada que ver en esto.

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Salí disparada con Silver, escuchando las quejas de mi tío, pero sinceramente, yo no quería
escuchar nada. Los O'Donnell estaban en el porche tomando té o limonada, sinceramente no sabía
qué era, pero Camila no estaba.

Salí por el carril del campo de maíz, y al fondo vi a Camila. Llevaba una mochila a la espalda, unos
shorts vaqueros, y una camiseta de tirantes blanca. Había un coche parado en la entrada,
esperándola. Eran las chicas.

-Hey, ¿dónde vais? -Camila alzó la mirada al verme, pasando una mano por el lomo de Silver con
una sonrisa. Dinah sacó la cabeza por la ventanilla del coche.

-Al río Millestone. Vamos a subir, dicen que hay corrientes muy chulas. Además, haremos
barbacoa. -Asentí mirando a Dinah, y luego a Camila. -Puedes venir si quieres.

-Está bien. Yo sé llegar, ¿quieres que te lleve, Camila? -Ella arrugó la nariz con una sonrisa y asintió.
-Vale, pues pon el pie ahí. -Quité el pie del estribo y agarré su mano. -Ahora impúlsate. -Camila se
impulsó, pero no con la suficiente fuerza, aunque yo tiré de ella más fuerte hasta que pudo pasar
su pierna por encima del caballo.

-Gracias. Qué alto. -Dijo riendo. Noté sus brazos rodear mi cintura, y puse mi mano sobre las de
ella para que afianzase bien el agarre.

-Nos vemos allí, Lauren. -Normani sacó la cabeza por la ventana, era la que conducía. Asentí, y el
coche arrancó, desapareciendo en el horizonte.

-Vamos a dar un paseo. -Di un pequeño golpe en el costado de Silver, sin fuerza, y él comenzó a
caminar.

-Nunca he montado a caballo. Pero... Creo que los coches son más rápidos y llegarán bastante
antes. -Solté una pequeña risa y me giré de nuevo para mirarla.

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-Agárrate fuerte, Mila. -En cuanto sus brazos se estrecharon un poco más, sacudí de un golpe seco
las riendas del caballo y Silver comenzó a galopar. Sentí su cara pegar en mi espalda, y solté una
risa. -¿No te gusta? -Pregunté en voz alta.

-¡Sí! -Dijo riéndose.

El viento golpeaba en nuestra cara, y abandonamos el paisaje amarillo, seco y árido de


Knoxtenville para adentrarnos en el verde de la montaña. El ambiente era mucho más fresco. Las
copas de los árboles dejaban entrar la luz suficiente para iluminar, y el calor se quedaba en las
hojas, en las ramas, nos cobijaban las sombras de la cúpula verde que nos cubría. Esa era una de
las razones por las que no quería irme del pueblo por mucho trabajo que tuviese, era como un
mundo aparte. Aquí, no existía la granja, ni la piscina, ni nada. Aquí sólo había... Paz.

Paré un poco el ritmo en cuanto llegamos a la montaña, Camila debía disfrutar de aquello. Sentí
cómo despegaba la cabeza de mi espalda, pero no dije nada.

-Esto es precioso. -Asentí a su afirmación, viendo a las chicas caminar con sus mochilas,
saludándonos con la mano al vernos.

-¡Hey! Qué rápido habéis llegado. -Comentó Ally, mirando hacia arriba.

-¿Os importa que vaya a caballo? Camila es un poco perezosa y...

-Y tú idiota. -Noté un suave mordisco en mi espalda e hice una mueca riéndome.

-No, claro, ¿sabes por dónde tenemos que ir? -Preguntó Dinah colocándose bien la gorra.

-No, no lo sabe. Se ha perdido. -Sacó la lengua y me dio con ella en la oreja.

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-Ew, qué asco. Ven, anda, si tanto sabes, ponte tú aquí. -Giré el cuerpo y la cogí de la cintura con
un brazo, pasando a Camila por encima de mí hasta sentarla delante.

-Pero, que yo no sé cómo se conduce a un caballo. -Todas se rieron de ella, incluso yo. Tomé sus
manos y agarré las riendas, apretándolas un poco.

-Yo te guío. -Dije más bajo en su oído, para que las demás no lo escuchasen.

La mochila de Camila no abultaba mucho, así que estaba casi pegada a ella. El sonido del agua
corriendo río abajo era música, podría pasarme horas escuchando aquello que jamás me cansaría.
Las piedras se veían a través del agua cristalina que obtenía un color verde gracias al reflejo de los
árboles en el río. Era precioso.

El agua se iba haciendo más profunda, así que tuve que apretar algo más las riendas para poder
dirigirlas, y cuando ya vieron que el agua iba a llegarles hasta el pantalón, se salieron del río hasta
la orilla.

-Oye, ¿nos quedamos aquí? -Sugirió Normani, señalando una bajada de agua fuerte entre rocas y
una pequeña poza que llegaba hasta la cintura. –Aquí podremos bañarnos y hacer la barbacoa.

-A mí me parece perfecto. -Dije girando a Silver para que saliese del río. -Además, ahí puede
tumbarse Silver.

Llegamos a la orilla, y sujetando a Camila de la cintura, la bajé al suelo, y luego me bajé yo. Lo guie
hasta el río, y até una cuerda a un árbol para que no se fuese. Luego, comenzó a beber.

Todas nos quitamos la ropa, pero no los zapatos; nos mataríamos con aquellas piedras que
inundaban el río. Inflaron dos roscos y comenzaron a deslizarse por el rápido que formaban las
piedras; era como un tobogán de agua.

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-¿¡Y no me haré daño!? -Gritaba Camila desde arriba, agarrando el flotador.

-¡No! ¡Vamos, tírate! -Grité delante de la bajada, con las manos en la cintura. -¡Estoy aquí para
agarrarte si te caes!

-¡Está bien! -Dijo riendo.

Camila se montó en el flotador, se aferró a las agarraderas que tenía a los lados, y de un golpe se
impulsó bajando.

-¡Wooooohoooooo! -Gritó riendo, deslizándose por la corriente que formaba la velocidad del agua
y las rocas, hasta llegar al final.

-Te tengo. -Dije agarrando su pierna para que no se fuese con la suave corriente río abajo. -Oye,
¿necesitáis ayuda para la barbacoa? -Antes, yo había preparado la hoguera, las piedras, el carbón
que traían.

-No, tranquila Lauren. -Sonreí y miré de nuevo a Camila, tirando de su pierna para acercarla a mí.

-Tú, déjame a mí. -Ella negó, dando una patada para que la soltase. -¿Cómo? ¿Qué no me vas a
dejar? -Negó riendo, mordiéndose el labio inferior. -Mira, me tumbo yo y te tumbas tú encima.

-Está bien. -Dijo levantándose.

Para que no se fuese el flotador, até una cuerda a una piedra que rodeaba el río, y até otra a una
cuerda que llevaba el flotador por la parte superior. Luego, me tumbé, y sin esperar mucho más,
Camila se sentó sobre mi entrepierna.

-¿Estás cómoda? -Se tumbó encima de mí, con su cabeza sobre mi hombro y los ojos cerrados.

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-Eres muy buen colchón. -Su brazo estaba estirado junto al mío, y sus dedos rozaron un poco los
míos.

-Es el mejor piropo que me han dicho nunca. -Cerré los ojos yo también, dejándome llevar por el
sonido del agua, y la corriente que nos mecía lentamente.

-Seguro que no. -Murmuró ella, y sus dedos comenzaron a acariciar la palma de mi mano
lentamente. -¿Nunca te han dicho que tienes unos ojos preciosos? -Murmuró ella. Un nudo se
formó en la boca de mi estómago al escuchar aquello.

-No. -Respondí. A decir verdad, nunca había tenido novia, sólo... Rollos de una noche y casi nunca
se molestaban en decirme si era guapa o no, sólo se acercaban a mí y nos acostábamos, o en su
defecto, nos liábamos.

-Pues ya lo sabes. -Entrelazó sus dedos con los míos lentamente, sintiendo la suavidad de sus
manos tocar las mías, más ásperas. Mi brazo quedo bajo su cuello, casi como si estuviese encima
de sus hombros, como en el coche, y se giró un poco para mirarme.

Miré sus labios que se acercaron a mí para morderme la barbilla con una pequeña risa.

-No hagas eso. -Dije entre risas, sintiendo un nuevo mordisco de Camila, esta vez en la mejilla. -
¿Quieres venir conmigo al 4 de Julio? -Murmuré acariciando sus dedos entre los míos,
humedeciéndome los labios al hablar.

-Claro que quiero. -Susurró con un leve beso en la comisura de mis labios.

-¿Las llamamos? -Se escuchaba de fondo en voz baja.

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-No sé, les cortaríamos todo el rollo... -Camila y yo comenzamos a reírnos, incorporándonos en la
colchoneta. Yo estaba sentada con Camila encima, mirando a Normani y Dinah.

-¿Sabéis que si os escuchamos hablar se corta el rollo igual? -Dije entre carcajadas, y Camila se
puso de pie delante de mí, con su culo en mi cara. Vaya.

-La verdad es que tengo hambre. -Camila salió del agua, y yo también tras ella.

Olía de fábula, y Dinah, Normani y Ally se peleaban por ver quién tenía el mejor trozo. Ally
finalmente me lo dio a mí, porque 'esa carne era mía'. No pude evitar reírme.

-¿Por qué a mí nunca me dejáis sitio? -Preguntó Camila, buscando una silla en la que sentarse.

-Porque queremos que te sientes con Lauren. -Dijo Dinah ironizando, pero Camila señaló mi
regazo, y asentí echándome un poco hacia atrás para que se sentase. -Pero mírala, será zorra, que
la ha dejado que se siente.

-Por supuesto. Su regazo es mi asiento. -Mi mente estaba muy sucia, porque directamente pensé
que ojalá lo fuese mi cara. Rodeé su cintura con un brazo, y con esa mano sujeté mi plato, con la
otra comía.

Durante la comida, Normani nos contó cómo le iba a con aquél chico que conoció en el bar, dijo
que había quedado con él el 4 de Julio para ver qué pasaba. Ally seguía con su novio, Troy, y luego
Dinah nos contó que mi primo Darren la había llamado, pero que le dijo que no después de ver lo
que le hizo a Camila.

Tras la comida, Normani y Camila salieron corriendo al agua. Yo me quedé mirando cómo botaba
el culo de Camila al correr, y Dinah se echó a reír. Cuando entraron al agua, sus pechos también lo
hacían, y yo no sabía dónde meterme.

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-Lauren, ¿qué tetas te gustan más? -Preguntó Dinah, y Normani y Camila la escucharon. Me quedé
mirándolas a las dos, y achiqué los ojos.

-No me hagas esas preguntas.

-Oh, venga ya, te molan los melones de Camila. -La cubana se echó a reír por las palabras de
Normani. -Si te gustasen mis tetas, habrías corrido a meterme el cimbrel a mí.

-¿El cimbrel? -Dije riéndome casi a carcajadas. -Yo no tengo cimbrel. Bueno, según de qué cimbrel
hablemos.

-No sé, ¿tú tienes el arnés ese que lleva un pene? -Me quedé casi perpleja al escucharla.

-No te voy a contestar a esa pregunta, Normani. -Negué riéndome, y me levanté de la silla yendo
hacia el agua.

-Eso es que sí. -Dijo Camila señalándome con una sonrisa burlona.

-Eso es que te calles. -Dije mirándola con las cejas alzadas.

-Eso es que como no te calles lo va a usar contigo. -Abrí los ojos mirando a Normani.

-¿Y eso sería un castigo?

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➵ 13

Camila's POV

I Feel a Sin Comin' On - Pistol Annies

A veces Lauren pasaba a caballo delante de nuestra casa. Galopaba con Silver, con aquella camisa
puesta, sus jeans y las botas camperas debajo. Aquél día incluso llevaba un gorro puesto. Al verme,
mientras galopaba, me sonrió un momento, casi burlesco, guiñándome un ojo. Dio la vuelta a la
casa de mis abuelos y volvió a aparecer. Era lo más sexy y provocador que había visto casi sin
quererlo.

Se paró delante de nuestra casa, encima de su caballo.

-Buenos días, Jauregui. ¿Qué te trae por las tierras de los O'Donnell? -Me crucé de brazos,
apoyándome en el pilar de madera del porche. Ella sonrió, pasándose la lengua por los dientes.

-Tu abuelo me ha dejado que corra con Silver por aquí. -Me humedecí los labios, cogiendo la taza
de café que tenía para desayunar.

-¿Y a estas horas de la mañana ya estás por aquí? -Alcé las cejas dándole un sorbo a mi café,
dejándolo de nuevo en la mesita del porche.

-Tengo algo de tiempo libre ahora. -Se bajó del caballo, sacudiéndose las manos. Se acercó hacia
mí, quedándose unos cuantos escalones más abajo. Me crucé de brazos, evitando que así se diese
cuenta de que no llevaba sujetador. -¿Quieres subirte conmigo?

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-No puedo. -Dije ladeando la cabeza con una leve sonrisa.

-¿Por qué no puedes? -Ella frunció un poco el ceño, y bajé un escalón para quedar casi a la misma
altura que ella.

-Porque no llevo sujetador. Y hace algo frío. -Ella sonrió, sin bajar la mirada a mis pechos como
pensé que iba a hacer. -Esta noche querríamos ir a la piscina... ¿Nos puedes dejar las llaves? -Le
quité una pequeña mota blanca que tenía en la ceja, y sonreí.

-No os harán falta. -Negó ella, dándome una caricia en la mejilla al separarse.

-¿Seguro?

-Seguro. -Sonrió, mirando a Silver de nuevo. -¿Vienes a dar un paseo y te invito a desayunar en
Joe's?

-Está bien.

Me subí con ella al caballo y pegué mi pecho a su espalda, comenzó a trotar rápido, hasta que con
un golpe en el abdomen le pedí que parase, y ella paró entre risas. Caminábamos por mitad del
pueblo, pero, era tan temprano, que aún no había nadie. El aire era fresco, casi frío, y yo me
refugiaba tras su espalda, apretando mis brazos fuertemente alrededor de su cintura.

Me bajó del caballo con cuidado, y entramos en aquella cafetería que apenas acababa de abrir.
Pedimos gofres con beicon y revuelto de huevos; me dijo que era su desayuno favorito.

-Me gusta mucho pasar tiempo contigo, ¿sabes? -Susurró ella, cruzando los brazos encima de la
mesa, mientras yo bebía un poco de zumo.

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-A mí también. Quizás estos días podamos aprovecharlos más, ¿no? -Lauren sonrió, tomando su
vaso de zumo para darle un largo trago.

-Eso espero.

Yo fui la primera que llegó a la piscina, y sí, estaba abierta. Cerré la verja un poco, más bien la
entorné, y escuché el sonido de alguien en la piscina. En una de las hamacas había una toalla y una
mochila azul, y alguien nadando. Estaba casi segura de que era

Lauren.

Nadaba a brazas, sumergiendo la cabeza y sacándola rápido, avanzando como una bala de una
punta a otra. Nunca la había visto nadar, y la verdad era que verla hacer lo que más le gustaba me
alegraba mucho.

Llevaba puesto un gorro amarillo, un bañador de piscina negro y unas gafas azules metálicas con
las que no se le veían los ojos. Daba grandes bocanadas de aire, y cada vez iba más rápido, hasta
que paró en el borde de la piscina.

-Hey. No sabía que estabas aquí. -Ella estaba con la respiración agitada, y se quitó las gafas,
soplando el aire que caía en sus labios.

-Sí. ¿Puedes traerme la botella de agua que tengo en la mochila? -Abrí su mochila y saqué la
botella, inclinándome para dársela en la mano, aunque ella la puso en el borde de la piscina. -¿Qué
hora es? -Preguntó quitándose el gorro.

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-Las diez. -Puse mi mochila junto a la suya, y mi ropa en la hamaca de al lado, recogiéndome el
pelo con una gomilla en un moño alto, dejando algún mechón suelto. No me preocupaba que se
mojase. -¿Cuándo has llegado?

-A las ocho. -Se rio quitándose el gorro, metiéndose bajo el agua para aclararse el pelo, y luego
recogérselo, al igual que yo.

-¿Llevas dos horas nadando? -Ella sonrió y asintió, acercándose un poco a mí. -¿Sin cenar ni nada?
¿Y eso por qué?

-He tenido un día muy cansado y estresante. -Replicó ella, abriendo el tapón de la botella y se la
llevó a los labios, bebiendo. Tenía las marcas de las gafas alrededor de los ojos, las mejillas
rosadas, y una sonrisa en el rostro.

-¿Y esto no te cansa más? -Negó, ladeando la cabeza.

-Me relaja. Es como para ti dibujar, o, no sé, lo que tú haces. -Me sumergí hasta que el agua llegó
por mi cuello, y pegué la espalda a la pared. Lauren se acercó a mí en la misma posición.

-Nadas muy bien. -Puse mis manos sobre sus hombros, ladeando la cabeza.

-Suelen decírmelo. -Sus manos se colocaron sobre mi cintura, acercándose a mí lentamente, hasta
que hizo que mi espalda chocase contra la pared de nuevo.

-Me gustó mucho estar contigo el otro día en el río. -Ladeé la cabeza y arrugué la nariz, sintiendo
cómo Lauren me perseguía con la mirada.

-¿Incluso aunque tuvieses que compartir colchoneta conmigo? -Pasé mis manos por su cuello,
acariciando su nuca suavemente.

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-Eso fue lo mejor de todo. -Me cogió por los muslos y enredé mis piernas alrededor de su cintura,
quedando a varios centímetros de ella. Abrí mis labios para besarla y ella abrió los suyos, pude ver
su lengua casi saliendo de su boca y acercándose a mí, cuando una ola de agua nos salpicó en la
cara. Después, se escuchó el griterío. Lauren y yo nos separamos.

-De verdad, os odio. -Dije cogiendo una pelota de plástico, tirándoselas en la cabeza a las chicas.
Lauren se reía pasándose las manos por la cara.

-Yo voy a cambiarme. -Lauren se impulsó con los brazos y salió de la piscina, cogiendo el gorro y
las gafas del borde.

-¿Ya te vas? -Negó, señalando los vestuarios.

-No, me quedo aquí, pero voy a vestirme. -Cogió su mochila y me sonrió, caminando hasta los
vestuarios de la piscina.

-Chicas, no gritéis tanto, que pueden echarle una buena bronca a Lauren.

-Os ibais a liar y la imbécil de Dinah lo ha estropeado todo. -Metí la cabeza bajo el agua, y Dinah
me sacó abrazándome.

-Lo siento, no me había dado cuenta. -Ambas reímos, pero le di un golpe en el hombro como
'castigo'.

-Estoy preocupada. -Murmuré, mirando la luz encendida del vestuario. Tragué saliva.

-¿Por qué? -Ally se unió a nosotras, enganchándose a Normani.

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-Porque... Porque antes de venir, di mi currículum a varios museos, empresas y... -Me humedecí
los labios, soltando un suspiro.

-Bueno, pero, no tienes que preocuparte, si sólo vas a liarte con ella. -Normani alzó los hombros
para restarle importancia. Yo suspiré e intenté esbozar una pequeña sonrisa.

-Llevas razón.

Seguimos hablando, bueno, más bien, ellas siguieron hablando. Yo sólo las miraba y sonreía.
Lauren terminó de ducharse, y salió de los vestuarios con un pantalón corto azul de raso, unas
chanclas blancas y una camiseta gris con un doblez en el borde de las mangas, en la que ponía
'Sharks de Chicago', con un tiburón con las mandíbulas abiertas en medio. Miraba su móvil hasta
que escuchó la voz de Dinah.

-¿Te has asustado de nosotras, Lauren? -Todas rieron, y yo me dirigí hasta la escalerilla para salir
de la piscina.

-Me tocáis mucho los cojones entre todas. -Dijo sonriendo, y todas se echaron a reír.

-¿Habéis visto? La que decíais que nunca hablaba.

-Dije corriendo hacia mi hamaca, cogiendo la toalla para envolverme en ella. Hacía frío.

-Camila, te están llamando al móvil. -Lauren lo sacó de mi bolso, y sonrió al ver el número. -Aww,
es tu mami.

-Dámelo. -Dije alargando el brazo y ella negó, dándose la vuelta y descolgando. -¡Lauren!

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-¿Sí? -Hizo una pausa, y se dio la vuelta para mirarme. -Oh, señora Cabello, su hija está en la
piscina, yo soy su amiga. Lauren. -Me acerqué a ella para arrebatarle el móvil, pero con una mano
me sujetó la muñeca, y se giró para que no pudiese hacer nada. -Sí, sí, esa niña pequeña soy yo.
Veintitrés, tengo veintitrés años. Ajá... Sí, se lo está pasando bien, se lo aseguro. Ajá... La cuidaré,
no lo dude. -Me precipité sobre ella para volver a quitarle el móvil, y al ser más alta, sólo tuvo que
alzar un poco el brazo. -Se lo diré. Hasta otra ocasión, señora Cabello. -Colgó y me dio el móvil,
riéndose. -Toma, anda. Que se te va la vida en ello.

-Eres tonta. ¿Qué te ha dicho? -Dije tiritando, metiendo el móvil en la mochila. Lauren se sentó en
una hamaca, con las piernas a cada lado de esta.

-Que cómo te lo estás pasando, que espera que estés comiendo bien, y que... Que te quiere. -Me
mordí el labio inferior, sentándome al filo. -¿Tienes frío? -Preguntó, mientras yo volvía a coger mi
móvil.

-Mucho. -Sonreí un poco, tiritando de frío. Sus brazos rodearon mi cintura, y su pecho se pegó
contra mi espalda, mientras yo miraba los mensajes de mi móvil.

-No te molesta, ¿no?

-Preguntó en voz baja, agachando la cabeza para asegurarse de que la escuchaba bien. Negué con
una pequeña sonrisa, girando mi rostro para mirarla.

-Estoy mirando unos correos, no es que te esté ignorando. -Reí un poco a la vez que ella, que
asintió.

-Sin problemas.

Revisé aquellos diez emails que tenía en aquellos dos días. Cinco eran publicidad sobre seguros
médicos y ofertas para cenar en Miami, otros tres eran tipo '¿Qué vas a hacer en tu futuro?' y los

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dos últimos eran del Museo de Arte Nacional de Vancouver. Me levanté de entre sus brazos,
dejando la toalla caer, porque de repente me había entrado calor.

-¿Ya no tienes frío? -Preguntó ella alzando la mirada. Yo sonreí retirando los ojos de la pantalla
sólo para mirarla a ella.

-No. -Dije riendo. Lauren pasó sus manos por la parte trasera de mis piernas, y me humedecí los
labios, bajando la mano hasta ella para acariciarle la mejilla.

Señorita Karla, su solicitud de trabajo ha sido aceptada y será revistada por el personal de recursos
humanos de nuestra organización.

Durante la próxima semana, le haremos saber si ha obtenido el puesto de atención al cliente en


nuestro museo, y, por lo tanto, le informaremos sobre la fecha en que empezará a trabajar.

Saludos cordiales, Rodrick Jefferson.

-Lo siento, estaba distraída. -Dije riendo algo nerviosa, inclinándome sobre ella para dejar el móvil
en mi mochila.

-¿Ocurre algo? -Torcí mi sonrisa, ladeando la cabeza.

-Nada, sólo... Han aceptado mi solicitud para trabajar en Vancouver, pero no sé aún si me elegirán
para el puesto. Hay gente muy preparada. -Volví a sentarme con ella, esta vez de lado, y apoyé mi
cabeza en su hombro.

-Wow, eso... Eso es genial. -Dijo con una sonrisa, poniendo una mano en mi rodilla. -Felicidades. A
mí ni siquiera me admitirían para valorar mi propuesta. -Me levanté y la empujé por los hombros
para que se tumbase en la hamaca.

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-Eso es porque no te da la gana ejercer como abogada, señorita Jauregui. -Le apreté las mejillas
arrugando la nariz, y ella mordió la palma de mi mano, haciéndome reír.

-Ya veremos cuando te vea esposada en un calabozo de comisaría, a ver con qué cara me dices
eso.

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➵ 14

No voy a dejar de escribir Camren. Sigue siendo igual que antes; no tenemos Camren en la vida
real, así que hay que imaginar y crear historias.

Todos los comentarios que contengan 'Laucy' o que se lamenten de la relación de Lauren en la
vida real en este fic, están totalmente fuera de lugar. Primero, porque es la vida de Lauren y la
respeto profundamente. No podemos hacer otra cosa que respetar a Lauren, respetar su vida y
respetar cada decisión que tome, porque no somos nadie para juzgarla, ni para insultar.

Segundo, porque esto es Camren, por mucha ficción que yo diga que sea, este fic está en el tag de
Camren. No habrá Laucy, no habrá dramas que incluyan a terceras personas, sólo ellas dos.

Así que, por respeto a Lauren, dejen de poner 'Laucy' en cada párrafo :)

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Sé que para muchxs es difícil de asimilar, porque la gran mayoría sois demasiado jóvenes para
separar un fic o un ship de lo que pasa en la realidad y no tenéis aún esa madurez, pero bueno,
para endulzar un poco este 'trago', aquí os dejo este maravilloso capítulo.

Lauren's POV

Subí los escalones del porche de los O'Donnell, y por la ventana de la cocina vi a Esmeralda, que al
verme, abrió la puerta de su casa con una sonrisa.

-¡Feliz 4 de Julio señora O'Donnell! -La abracé de inmediato, y ella soltó una risa, casi un grito de
sorpresa.

-Qué alegría verte sin trabajar. -Me pellizcó las mejillas, y apreté un poco los ojos al notarlo.

-¿Qué van a hacer ustedes por el cuatro de julio? -Tom bajaba por las escaleras, y sonrió al verme.
Puso una mano en mi hombro y apretó, dándome luego un abrazo.

-Oh, nosotros no solemos hacer nada. Cuando estaban nuestros nietos por aquí comprábamos
fuegos artificiales, pero ahora ya nada. Solemos cenar en el porche y vemos los fuegos que hay en
el lago, se ven desde aquí. -Comentó Esmeralda, mirando a su marido.

-Sí, ¿vas a llevar a Camila al lago? -Tom se cruzó de brazos con el ceño fruncido, escudriñándome
con la mirada. Si decía la verdad, parecía que me estaba haciendo el tercer grado antes de salir
con su nieta.

-Ehh... Sí, la llevo al lago. -En ese momento, Camila bajó las escaleras con una sonrisa, casi dando
pequeños saltitos. Llevaba el pelo recogido con dos mechones a los lados, una blusa blanca, ancha,
que actuaba como vestido, y unas zapatillas del mismo color. Debajo podía ver su bikini negro.

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-Abuelo, nos vamos. Pasáoslo bien, ¿vale? -Esmeralda tomó a Camila de las mejillas, dándole besos
en una, y luego le limpió el carmín de la mejilla.

-Tú ten cuidadito. -Me dijo su abuelo con el ceño fruncido, señalándola. -Hay mucho gañán por ahí
suelto. En cuanto te despistes, ya estás... -Hizo unos gestos con las manos.

-Vale, abuelo, voy con Lauren de todas formas. Quizás deberías tener miedo de ella. -Camila me
agarró de la muñeca, yendo conmigo hasta la salida.

-¿De Lauren? -Dijo Tom casi alterado. -¿Ahora también tengo que preocuparme de ella? ¿Queréis
matarme de una embolia?

-Camila se partía de la risa mientras salíamos por la puerta, arrastrándome de la muñeca.

-¡Adiós! -Dijo en español, bajando los escalones del porche conmigo. -¿Y dónde me llevas?

-Pues al lago. -Reí, caminando hacia mi camioneta. -Hacen barbacoas, ponen música y todos nos
bañamos.

-Me parece bien. -Le abrí la puerta de la camioneta, y se subió con mi ayuda. -Nunca he vivido un 4
de Julio así. En Miami solía irme a la terraza de un hotel del centro a ver los fuegos artificiales de la
bahía. -Sonreí arrancando el coche, girándome hacia ella.

-¿De verdad estás viviendo este verano aquí? Por todo lo que me cuentas, pareces una remilgada,
frívola, adinerada y consentida. -Arranqué, saliendo por el campo de maíz. Camila rio levemente,
frotándose la frente con la mano.

-Mi vida en Miami es así, y la odio. Estar aquí es... Es otro mundo. Es un mundo más pequeño
donde quisiera vivir siempre. -Asentí a sus palabras. -Supongo que por eso tú te quedaste aquí.

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-No. -Dije al girar el volante en una glorieta. -Me quedé aquí porque estoy dolida, y estar aquí me
alivia. Pero... Desde que llegaste... Sí, esto se ha convertido en un pequeño mundo aparte. -
Aquello sonó bastante... Intenso, y tenía miedo de que Camila lo hubiese interpretado mal, como
si estuviese enamorada de ella o algo así.

-Sí, suelo causar ese impacto en las vidas de los demás. -Solté una carcajada justo cuando estaba
aparcando en el descampado que había antes de llegar al lado, que ya estaba absolutamente a
reventar. Por suerte, Camila bromeó con eso y no se lo tomó en serio.

-Un poco narcisista eres tú, ¿no? -Me bajé de la camioneta, guardándome las llaves en el bolsillo
del pantalón de deporte que llevaba puesto.

-¿Yo? ¿Narcisista? -Metí las manos en mis bolsillos caminando a su lado, entre los árboles. -Ya
quisieras tú que yo tuviese un defecto sólo. -El olor a hamburguesas y barbacoa ya se colaba entre
los árboles, la gente bebía cerveza, reía, y la música sonaba fuerte de fondo.

-¿Quieres saber un defecto tuyo? -De lejos, vi a las chicas en su puesto de barbacoa, con neveras
azules y moradas, que estarían repletas de cervezas y refrescos hasta los topes.

-Venga, dilo. -Dijo dándome un leve empujón. Yo intentaba encontrar uno.

-Tienes un lunar en tu dedo del pie. -Ella se separó casi ofendida, dándome un golpe en el brazo. -
Pero a mí me parece tierno.

-No, no te lo parece, me has dicho que es un defecto. -Se cruzó de brazos mientras esquivábamos
a los grupos con sus barbacoas, hasta llegar al nuestro, que estaba pegado a la orilla del lago.

-Es que no sabía qué decir.

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-¡Pero mira quiénes han llegado! -Dinah nos vio y me tomó del hombro, sentándome directamente
en una de las sillas. -Toma, esto para ti. -Me dio un trozo de costilla barbacoa y una cerveza,
revolviéndome el pelo. -Por lo del otro día en la piscina. -Susurró, dándome un golpecito en el
hombro.

-Gracias. -Dije sonriendo, alzando un poco la cerveza para darle un sorbo.

-¿Me puedo sentar contigo? -Camila señaló mi regazo, y asentí apartando los brazos, y ella se
sentó.

-Toma, para ti, no tengo hambre -Le cedí la costilla, y ella negó apretando un poco los labios.

-Yo tampoco. -Puso la costilla en la mesa, y no pasaron más de cinco segundos cuando el novio de
Ally ya la tenía en la boca. Pasé mis brazos alrededor de su cintura, y ella pasó el suyo por mi
cuello.

-Mira esta gente. -Dinah, Normani y Ally traían un montón de flotadores para entrar en el lago.

-Oye, ¿queréis uno? -Una de mis manos bajó a su muslo, y levanté la mirada para observar la
reacción de Camila. Escondí mi cara entre su cuello y su mentón, dándole un beso justo en la
mandíbula.

-Dile que sí. -Murmuré con una rsa.

-Síiiiiii. -Dijo ella haciéndome caso con una sonrisa, encogiendo un poco el cuello.

Nos quitamos la ropa hasta quedar en bikini, y nos acercamos hasta la orilla del lago. El agua no
estaba muy fría, el calor abrasador de aquellos días la habían dejado a alrededor de los 23 grados.

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Me senté en el flotador, era redondo, como si fuese una cama, color rosa fucsia.

-Esto es genial. -Susurró Camila, sentándose encima de mí en el flotador. Se tumbó encima, y


miramos el cielo estrellado del lago, iluminado por la luna, reflejándose en el agua.

Di un empujón con el pie en el suelo del lago, empujándonos hasta un poco el fondo, para que allí
nadie pudiese molestarnos. Estaba harta de interrupciones, y si algo más nos cortaba, mataría a
alguien.

-Me gustan tus manos. -Dijo Camila en voz baja, enlazando las suyas con las mías, acariciando
nuestros dedos entre sí. Bajé la mirada hasta ella, que mantenía los ojos cerrados. Se dio un poco
la vuelta, para tener medio cuerpo sobre el mío, y en ese momento comenzaron los fuegos
artificiales.

-No puedo elegir sólo una cosa que me gusta de ti. -Murmuré. Nuestras manos se deshicieron, y al
estar con medio cuerpo casi encima de mí, subió una pierna sobre las mías, y su mano comenzó a
acariciar mi cuello.

-¿Y qué te gusta de mí? -Mi mano fue a su muslo, pasando mis dedos lentamente por su piel.

-Tu pelo, tus ojos, tus labios... Tus manos, tu cuerpo. -Dije susurrando, acariciándole el pelo con la
otra mano libre. -Tu risa. Cómo llevas mis camisas. Tu sonrisa cuando arrugas la nariz. -Camila
soltó una risa leve, suave, casi imperceptible, mirando mis labios.

Las luces blancas, rojas y azules de los fuegos artificiales se reflejaban en el agua, en nosotras, con
el sonido de los cohetes de fondo. Acerqué mi boca a la de ella y la besé lento, apretando mi mano
en su muslo cuando lo hice. Camila puso su mano en mi mejilla, y mi lengua se coló entre sus
labios, tocando la suya. Nos separamos un momento, pero Camila se llevó mi labio con sus
dientes, volviendo a besarme profundo. Ladeó la cabeza, y nuestras lenguas chocaron con más
facilidad, haciendo de ese un beso húmedo, en el que las lenguas se veían al besarnos, en el que
saboreaba la boca de Camila en plenitud.

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Nos quedamos en silencio un momento, rozando nuestras narices un poco, y luego le di un beso
corto, seguido de otro suyo, y así volvimos a besarnos.

-No sé si deberíamos besarnos... -Murmuré en voz baja. -Eres hetero y... -Camila se rio levemente,
acariciando mi cuello levemente.

-Si fuese hetero no estaría liándome contigo. -Volvió a besarme lentamente, y mi mano se aferró
un poco más fuerte a su muslo, sintiendo cómo, una vez más, se llevaba mi labio entre sus dientes.

Colé la lengua entre sus labios de nuevo, y ella lo correspondió, abriendo más la boca para que
tomase su lengua, y la tomé, pero no de la forma que ella esperaba. Atrapé su lengua entre mis
labios, succionándola un poco, y Camila jadeó, poniendo una mano en mi pecho.

-No hagas eso. -Susurró con la respiración algo agitada.

-¿Por qué?

-Porque me pone mucho. -Solté una risa, quedándome con ella abrazada a mi cuerpo, mientras
veíamos los fuegos artificiales estallar en el negro de la noche. Su cabeza estaba apoyada sobre mi
brazo, como si estuviese por encima de sus hombros, y enlazó su mano con la mía, mientras
mirábamos al cielo.

Hasta que se terminaron.

-¿Volvemos a la orilla? -Preguntó Camila, apoyando las manos en la colchoneta, mirando hacia
atrás.

-Sería lo mejor. -Me di la vuelta y vi algo, era... Era Normani liándose con alguien. -Oye, ¿Normani
se está liando con una tía o me lo parece a mí? -Pregunté, mientras movíamos las piernas a la vez
para ir avanzando hasta la orilla. Camila soltó una risa y se quedó con la boca abierta.

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-¡Se está liando con una tía! -Dinah lo miraba desde lejos riéndose, grabándolo con su móvil.
Probablemente iban tan borrachas que a la mañana siguiente ni se acordarían.

Al llegar a la orilla, me agaché para atarle las zapatillas y volvimos a la fiesta, aunque ya vestidas.
Volvimos a sentarnos en la misma silla, en la misma postura, sólo que Camila estaba con su cuerpo
apoyado en mí. Mi mano acariciaba su muslo muy lentamente, y uní mis labios con los suyos para
darle un suave pico, sintiendo su mordisco en mi labio, tirando de él un poco.

-No te gustará morder por casualidad, ¿verdad? -Hundió su rostro en mi cuello y mordió la parte
del mentón que colindaba con mi oreja, dejándome con los labios entreabiertos.

-Depende de dónde.

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➵ 15

Camila's POV

Dejé mi bolso encima de la cama y me quité la camisa, dejándola en la mesa del escritorio.
Escuché mi móvil, y rápidamente me volví hacia la cama para cogerlo. Era un número desconocido.

-¿Sí? -Respondí con el corazón casi en la boca.

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-¿Es usted la señorita Karla Cabello? -Era una voz de mujer.

-Sí, sí, soy yo. -Miré por la ventana, pasándome la mano libre por el pelo.

-La llamábamos para comunicarle que el trabajo en el Museo Nacional de Arte de Vancouver es
suyo. -Sonreí apretando los ojos, levantando la cabeza hacia el techo.

-¡Dios! ¡Es maravilloso! -La chica a través del teléfono se rio. -Lo siento, -carraspeé- gracias,
muchas gracias, de verdad.

-Genial, le enviaremos toda la información por correo. Estamos agradecidos de tenerla aquí con
nosotros.

-Gracias a ustedes, de verdad.

-Buenas noches, nos vemos en septiembre. -Colgó.

Acababan de darme trabajo en el museo más importante de arte en Canadá, y sin embargo, tenía
un resquemor en mi interior, una especie de preocupación, y entonces supe por qué era; Lauren.

Acababa de aceptar mi trabajo, y acepté también el hecho de que tendría que alejarme de ella.

Las golondrinas sonaban de fondo, el ambiente había refrescado y se podía salir fuera. En el
porche, en aquél columpio, me mecía con el pie en el suelo, con un libro entre las manos. Pasé la
página y escuché pasos en la tierra, y entonces, Lauren subió las escaleras del porche, que crujió
con la presión de sus botas, y se acercó a la puerta, llamando al timbre.

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-Señora O'Donnell, le traigo sus botellas de leche para el fin de semana. -Ni siquiera se ha dado
cuenta de que yo estaba allí.

-No están. Mis abuelos han salido de paseo. -Ella se sobresaltó y se giró con la caja en brazos.

-Hey, no te había visto. -Esbozó media sonrisa y dejó la caja en el suelo, sacudiéndose las manos.

-Ven, siéntate. -Cerré el libro dejándolo a un lado, y Lauren se sentó a mi lado, con un brazo
puesto en el respaldo. -Necesito hablar contigo.

-Bien... Las veces que mis ex novias me han dicho eso no era bueno. -Solté una risa y apoyé mi
cabeza en la mano que tenía apoyada en el respaldo, sonriendo un poco.

-Escucha... Me encantó lo que pasó ayer, de verdad, fue el mejor 4 de julio de mi vida, pero... -
Cerré los ojos y suspiré, mordiéndome el labio inferior. - Me han llamado para trabajar en el
Museo de Arte Nacional de Vancouver y... He aceptado el trabajo. Así que... -Me quedé en silencio
y agaché un poco la cabeza. Sentía algo pesado pegado a mi pecho, no sabía decirles esas cosas a
las personas. -No creo que sea conveniente que sigamos viéndonos de esa manera, ¿entiendes?
Fue una noche maravillosa, y, y... -La miré a los ojos unos segundos, en silencio, soltando un
suspiro entre mis labios. -Y no podemos seguir haciendo eso porque, no quiero hacerte daño,
Lauren, y yo me quedaría destrozada.

-¿Qué? -Lauren se quedó mirándome con los ojos entrecerrados. Oh, ya venía de nuevo. Siempre
que le decía eso

a algún tío después de liarme con él, me decía que era una calienta pollas. -Joder, Camila, ¿te han
dado trabajo en el museo de arte más importante de Canadá y ni siquiera me lo has contado? -
Agaché la cabeza con una risa, poniéndome las manos en la cara.- No me dijiste que eras tan
buena en lo tuyo, ¿sabes? Creía que eras de esas remilgadas que estudian Bellas Arte para follar
en la facultad. -Comencé a reírme de nuevo, negando con mi mirada puesta en la suya.

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-Pues sí, fíjate. -Asentí con las mejillas encendidas.

-No sabes cuánto me alegro, eh. -Me apretó las mejillas con su mano y reí, agarrándola de la
muñeca para que apartase su mano de mí.

-¿Pero por qué eres así? Para ya. -Ella sonrió pero frunció un poco el ceño.

-¿Así como? -Puse las cejas gachas casi con un puchero.

-Mona, comprensiva, adorable, para de hacerlo. -Ella se levantó, mirándome desde arriba.

-Está bien, ya me voy. -Se inclinó hacia mí con una mueca, mirándome a los ojos. -Ya que no vamos
a llegar a nada... ¿Me das un último beso? Voy a echarte de menos de esta forma. -Apreté los ojos
y solté un suspiro, sí, yo también iba a echarla de menos, pero no, no podía besarla. Di un beso
suave en la mitad de sus labios, y me separé, viéndola esbozar media sonrisa.

-Lo siento. -Lauren sonrió, pellizcándome la mejilla, y arrugó la nariz.

-Vamos a seguir como antes, ¿no? -Asentí con media sonrisa. -Entonces no sientas nada.

-Buah, ese tío tenía unos abdominales que casi podría dormir en ellos. -Decía Dinah con una risa.

-Dormir en esos abdominales tan duros es incómodo. Mejor dormir entre unas buenas tetas. -Dije
yo, y todas se echaron a reír.

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-Como las tuyas, ¿no Camila? -Normani me señaló los pechos, y yo le aparté la mano con una
carcajada.

-Anda que las tuyas. Por cierto, ¿te liaste con una tía el 4 de julio? -Pregunté yo, y todas se giraron
a mirarla.

-¿De qué os sorprendéis? Y me hubiese liado con Camila si no le gustase Lauren.

Entre risas y carcajadas por aquél comentario, escuchamos ruidos en la piscina. Desde nuestra
posición, tras la valla, sólo se veían las hamacas y una mochila negra encima. Era de Lauren.

-Chicas, creo que es Lauren. ¿Dejáis que me quede con ella?

-Claro, te vemos mañana. -Dijo Ally despidiéndose de mí mandándome un beso, y Normani hundió
un dedo en mi teta.

-Qué suerte tiene Lauren. -Comentó mientras se iba, riéndose.

Rodeé la valla de la piscina hasta que llegué a la puerta entornada. La abrí, y Lauren estaba allí
nadando. Daba brazadas, sumergiendo la cabeza debajo del agua y sacándola otra vez, pero no
como lo haría cualquiera, ella iba a una velocidad de vértigo. Calculé que, en veinte segundos hizo
dos largos en la piscina. Luego comenzó a nadar diferente, giraba el hombro totalmente, estaba
nadando a mariposa. Casi golpeaba el agua con los brazos, y sacaba la cabeza para tomar aire y
volver a impulsarse, hasta que llegó al final. Apoyó las manos en el borde de la piscina y se aupó
para salir, poniéndose de pie en el borde. Se quitó las gafas y el gorro con violencia y los estampó
contra el suelo; estaba enfadada. Cuando se puso de perfil, pude ver que estaba llorando.

-¿Qué haces aquí? -Preguntó entre sollozos, girándose para limpiarse las lágrimas. Me acerqué a
ella y puse la mano en su brazo.

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-Sólo venía a verte. -Me agaché y recogí sus gafas y su gorro, estirando una mano para quitarle las
lágrimas que caían de sus ojos. -¿Por qué lloras? -Lauren se puso las manos en la cintura y negó
mirando hacia otro lado. -¿Es por lo que te dije antes?

-No. -Negó en rotundo ella, apretando la mandíbula. -Es porque no puedo. Soy una auténtica
mierda. No puedo dar más de dos brazadas en mariposa sin que un pinchazo me recorra el
hombro. -Dijo con la voz quebrada. -Y a brazas no puedo avanzar apenas. Esto es para lo único que
servía, y ahora ya no me queda nada.

-Sí te queda. Sí. -Le dije haciendo que levantase la cabeza con una mano en su barbilla. -¿Sabes ese
dicho que dice 'cuando se cierra una puerta, se abre una ventana'? Bueno, pues tienes que buscar
esa ventana, Lauren.

-No hay ninguna ventana, Camila. Estoy aquí, encerrada en esta habitación, -dijo señalando al
suelo- y no hay ventanas.

-Podrías ser una gran abogada. -Ella se rio negando, pasándose las manos por la cara.

-Eso no es lo que yo quería ser. Esa no era mi primera opción.

-¿Y porque no fuese tu primera opción, vas a hundirte? -Dije riéndome. -Mi primera opción era ser
cantante, Lauren. Pero, ya sabes, mi madre no me dejó, así que escogí una segunda vía, Bellas
Artes. Esa carrera fue mi ventana, y ahora voy a trabajar en el museo más importante de Canadá.
Sí. -Asentí con una sonrisa.

-Tengo miedo. -Dijo en un susurro, aún con los ojos húmedos, agachando la cabeza. -Tengo miedo
de fracasar y no ser suficiente.

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-Pues no deberías. Si puedes levantarte a las seis de la mañana para trabajar en el campo, puedes
hacer muchas otras cosas. Puedes intentar mejorar en ese estilo que en el que puedes nadar. -
Sonrió un poco y se apretó con los dedos el puente de la nariz, mirándome.

-Voy a ducharme, espérame aquí.

Lauren cogió su mochila y caminó hasta el vestuario, y yo me senté en una de las hamacas
esperando a que saliese. Ella no tenía que sentirse así, no, ella era la que menos debía sentirse así,
pero yo sabía por qué lo hacía. Por el entorno que la rodeaba. Su entorno era algo que casi le
absorbía la vida, la dejaba por los suelo, sobre todo y según me había comentado ella, por las
palabras de su tío.

Salió de la ducha con el pelo recogido pero alborotado, ondulado, con una camiseta azul y los
'Sharks' en gris dibujados en la camiseta, un pantalón corto en gris también y sus chanclas blancas.

-Te invito a cenar, vamos. -Dijo finalmente con una sonrisa.

Nos sentamos en una cafetería abierta 24 horas del pueblo. Vendían de todo lo que pudieses
imaginar, y Lauren se sentó a mi lado tras pedir dos hamburguesas en la barra.

-Siento lo que has visto hoy. -Se disculpó ella, apretando un poco los labios. Puso el brazo por
encima del asiento, girando su rostro para mirarme.

-Si alguien se tiene que disculpar soy yo por interrumpirte. -Pegué mi cuerpo un poco al suyo, casi
por inercia. -Lo que no entiendo es por qué dices que vas lenta cuando nadas, si vas... Vas
rapidísimo.

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-Sí, voy rapidísimo para una persona normal, pero para un nadador profesional eso es lentísimo. -
Tomó su vaso de refresco y sorbió por la pajita, dejándolo en la mesa.

-¿Por qué tu tío te trata así? -Pregunté sin más, viendo cómo la camarera nos dejaba los platos
delante de la mesa.

-Porque es un homófobo de mierda. -Ella cogió una patata de su plato y la mojó en kétchup,
llevándosela a la boca.

-Mira... Puedes venir a casa de mis abuelos a comer o, no sé, a echarte una siesta en tu tiempo
libre antes de volver a trabajar. Mi abuela siempre me dice que te lo diga, se preocupa mucho por
ti. -Lauren bajó su mano del respaldo y la puso encima de mis hombros. Yo enlacé mi mano con la
de ella al notarla.

-¿Me dejarías dormir contigo? -Murmuró en voz baja, mojando una patata en kétchup, poniéndola
en mis labios. Asentí mientras la mordía y me la llevaba en la boca.

-Ajá. -Cogí una patata enorme, era muy larga, y la puse entre mis dientes. Colgaba de ellos, y
Lauren se agachó para morder la otra punta, y empezar a comer.- ¡MMH! -Gruñí, porque aquella
patata era mía, así que empecé yo a comer también. Al final, mordí sus labios suavemente, porque
se había quedado con mi patata. -Eres mala. Esa patata era mía. -Murmuré frunciendo el ceño.

-Shhh, comparte. -Me dio un beso corto en los labios, en respuesta a mi mordida anterior. -No
muerdas tanto.

-Eres idiota. -Susurré, besándola de nuevo, pero esta vez más lento y profundo, notando la lengua
de Lauren tocar la mía y rozar mis labios al pasar. Ladeó un poco más la cabeza y hundió algo más
la lengua, jugueteando con la mía y acariciando los dedos de mi mano.

-¿Por qué?

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-Porque dije que no nos besaríamos otra vez, y te estoy besando. -Dije juntando de nuevo sus
labios con los míos, atrapando entre mis dietes el suyo inferior. -Y no quiero hacerte daño.

-Quiero vivir este verano, y no me importa lo que pase en septiembre. No me importa sufrir, pero
entiendo que a ti sí.

================

➵ 16

Lauren's POV

Llamé a la puerta trasera de los O'Donnell, porque en la delantera nadie respondía. Dejé la caja en
el suelo, y escuché unos pasos aproximarse a la puerta. Era Camila, que abrió con una sonrisa.

-¿Está tu abuela? -Pregunté yo, con las manos en la cintura.

-Durmiendo la siesta. ¿Qué les traes? -Bajé la mirada a la caja y ella bajó los escalones, pasando su
brazo por mi cintura.

-Pollos. -La miré a los ojos, pasando mi brazo por sus hombros. -¿Puedes dárselos tú? -Asintió, y
me incliné para besarla, pero Camila se apartó con la nariz arrugada. -Creía que...

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-Lo de ayer fue un error... -Suspiré al escucharla, y me separé de ella, quitándole el brazo de
encima. -Mira, lo siento, pero es que...

-Deja de confundirme. -Dije alejándome de espaldas, negando. -Porque así me vas a hacer más
daño. Si quieres que me aleje lo haré, pero no me digas que hoy no, y mañana sí. -Zanjé el tema,
mirándola algo dolida. -Hasta luego. -Me di la vuelta y caminé hasta mi casa, sin escucharla decir
nada.

Salí al porche, necesitaba despejarme, ver la puesta de sol al menos.

-¿Has terminado todo por hoy? -Escuché la voz de mi tío a la espalda. Asentí sin decir nada más, él
volvió a entrar en casa.

Me quedé apoyada en la baranda de madera de nuestro porche, mirando el rancho y el sol


poniéndose tras los campos de girasoles. Esa era una de las cosas por las que aún seguía aquí.
Entonces escuché el motor de un coche, y lo vi pasar por la carretera entre el maíz. Giré la cabeza
y miré la casa de los Cabello; su coche seguía allí aparcado y Camila estaba en el porche con su
abuela. ¿Quién era? Entonces, cuando el morro asomó al final del carril, vi que el coche era el de
mis padres.

Salí corriendo hacia el coche y al parar, mi madre salió.

-¡Mamá! -Me abracé a ella tan fuerte como pude, y sentí su mano en mi pelo. -¿¡Qué haces aquí!?

-¿¡Pues qué vamos a hacer!? -Dijo riendo. Se separó de mí y me tomó de las mejillas,
acariciándolas. -Papá y yo hemos venido a verte. -Mi padre salió del coche y cerró la puerta,
abriendo los brazos para venir hasta mí.

-¿Cómo está mi pequeña shark? -Aquello me dolió, pero sabía que a él le gustaba llamarme así,
aunque desde el accidente no volví a nadar en competición.

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-Papá... -Solté una risa abrazándolo apoyando mi cabeza en su pecho.

-¿Cómo te trata... Tu tío? -Dijo con tono despectivo. No le caía bien, ni a él, ni a mi madre y eso
que era su propio hermano.

-Hablemos de eso mejor en otro sitio.

Me llevaron el coche hasta el centro del pueblo, y entramos en un pequeño restaurante sureño
donde ponían cangrejos de río, langostas y todos los crustáceos y mariscos que pudieses imaginar.
A mi padre le encantaba, sobre todo si tenían esos baberos enormes, lo que le daba toda la
libertad a mi padre para poder comer con las manos y partir las langostas.

Verlo así, con las manos cruzadas y el babero cubriéndole el pecho, me hacía bastante gracia.

-Bueno, ¿cómo estás? Es decir, ¿cómo te están tratando? -Bebí un poco de mi refresco, y asimilé
un poco las palabras de mi padre.

-A ver... Al principio bien, muy bien.

-¿Cómo que al principio bien? -Mi madre se cruzó de brazos al lado de mi padre. -La última vez
que estuvimos dijiste que te trataban bien.

-Es que... Tengo que contaros algo. -Solté una risa y me pasé las manos por la cara. -Yo... Yo... -
Tragué saliva y sentí cómo mi cara se encendía. Solté aire entre mis labios, que salió algo
tembloroso. -Yo no soy quién pensáis.

-¿Cómo? -Mi padre entrecerró los ojos mirándome.

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-Papá... -Aquello era tan difícil, intentar decirles a mis padres que me gustaban las chicas era TAN
difícil que ni siquiera me salían las palabras. -Muchas veces tú... Escondes quién eres durante
mucho tiempo, sabes y... Y yo... Yo estuve escondiéndolo durante toda mi vida. Yo soy, soy...

-Vamos, dilo. -Mi madre sonrió, poniendo una mano sobre la mía, apretándola. Ella ya lo sabía.

-Me gustan las chicas. -Solté por fin, y vi a mi madre sonreír. Mi padre se quedó en silencio con el
ceño fruncido. Se levantó de la mesa y se puso frente a mí, con las manos en la cintura.

-Ven aquí, dame un abrazo, vamos. -Me levanté y lo abracé, y él me arropó más fuerte que nunca.
Golpeó con su mano varias veces mi espalda, dándome un beso en la mejilla. -Y que sepas que tu
madre y yo vamos a quererte siempre, pase lo que pase. ¿Me oyes?

-Gracias, papá. -Se separó de mí dejando un leve pellizco en mi mejilla, haciéndome sonreír un
poco.

-Siempre, ¿vale? -Dijo mi madre, abrazándome también, acariciándome la nuca.

Nos sentamos de nuevo, ya que el camarero había puesto el cubo de cangrejos y langosta en
medio. Mi padre se frotaba las manos.

-Os cuento esto porque... Él me trata bastante mal por eso mismo. -Mi padre partió la cabeza de
un cangrejo al escuchar aquello.

-¿Qué?

-Es un homófobo, papá. Sólo me tiene ahí porque 'le está haciendo un favor a mamá'. -Mi padre
miró a mi madre y la señaló.

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-No lo mato porque es tu hermano. Y tú -me señaló a mí- te vas a venir con nosotros. Vamos a
pasar el verano aquí, pero ya no vas a trabajar para él. No.

-Estoy de acuerdo con tu padre. Vas a dejar esa casa, y te vas a venir con nosotros. -Apreté los
labios y asentí, cogiendo una de las gambas que había pelado mi padre para mí. -Y cuéntame,
¿tienes novia? -Sonreí y negué, y mi rostro se puso como la langosta que se comía mi padre.

-No, no tengo novia. -Le di un mordisco a la gamba, intentando esconder la sonrisa.

-¿Pero...? -Mi padre alzó una ceja al preguntarlo, cogiendo un trozo de langosta para llevárselo a la
boca.

-Pero hay una chica que me gusta. -Cogí el tenedor para comer toda la langosta que mi padre
desmenuzó para mí.

-¿Y va a ser tu novia? -Preguntó mi padre con el ceño fruncido, mientras yo comía.

-No, no. Ella se va a trabajar a Vancouver en septiembre, y me ha dicho que nada. Así que...

-Oye, ¿cómo es que tu tío lo sabía y nosotros no? -Me reí alzando las cejas, removiendo la
ensalada de col en el plato.

-Me pilló con una chica en un bar del pueblo. -Mi padre partía las patas de los cangrejos con
fuerza, estaba enfadado. -Gracias por venir.

Camila's POV

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Mi abuela estaba sentada en el porche, haciendo croché con sus gafas de cerca puestas en la
punta de la nariz. Yo, mientras, miraba un coche que llegaba por el carril. ¿Quién sería? Los
Jauregui estaban en casa.

-Abuela, ¿quiénes son? -Mi abuela se giró y se quitó las gafas de cerca, achicando los ojos para
poder ver mejor.

-Oh, mira. -Dijo abriendo los ojos. Lauren salió corriendo hacia ellos, y se abrazó a la mujer que
salió del coche. Luego, se abrazó a un hombre bastante grande y rudo, que casi se emocionó al
verlas. -Son sus padres. Hacía bastante que no venían por aquí.

Me giré al saberlo, sentía como si le estuviese robando la intimidad, o aquél momento especial
que Lauren tanto llevaba esperando. Entonces me acordé de mi madre, y la echaba un poco de
menos. Me gustaría que estuviese aquí para que me arropase cuando peor estaba, porque ahora
lo estaba pasando mal.

-Me voy arriba, abuela.

-Está bien hija, ¿te llamo cuando vayamos a cenar? -Preguntó volviéndose a poner las gafas.

-No, no tengo hambre. Comeré más tarde.

Subí las escaleras hasta llegar a mi habitación y me eché en la cama, cogiendo el móvil. Tenía tres
llamadas perdidas de mi madre, así que decidí contestarlas.

-¡Hey! ¿Dónde andabas metida?

Te he llamado unas tres veces. -Sonreí al escuchar su voz.

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-Hola, mamá. Estaba con la abuela abajo, no cojo mucho el móvil. -Cerré los ojos y me puse la
mano en la frente.

-Está bien. ¿Qué tal todo por ahí? ¿Cómo te fue hoy? -No sabía ni qué decirle.

-Bien...

-Ese bien no me convence... ¿Qué ha pasado?

-Nada, cosas, nada. -Apreté los ojos al pensar en todo lo que me había dicho Lauren, en que le
había hecho daño, y en que ahora era yo la que estaba mal antes de empezar algo.

-Cuéntamelo. ¿Qué pasa? ¿Es con los abuelos?

-No, no... -Me incorporé un poco y apoyé la espalda en el cabecero de la cama, suspirando. -Hay
una chica. Una chica que me gusta mucho, es maravillosa y... Nos besamos hace un par de días.
Pero mamá, no puedo tener nada con ella. No puedo estar besándome todo el verano y fingir que
en septiembre no siento nada, porque ya lo estoy sintiendo, e irme. Imagínate lo destrozada que
me quedaré cuando tenga que irme a Vancouver, y ella también sufrirá. Pero ayer... Ayer volví a
besarla y... Es que no puedo mantenerme alejada de ella. No puedo. -Dije con la voz quebrada, con
las lágrimas corriendo por mis mejillas. -Y hoy le he hecho daño, lo sé, se lo he visto en los ojos,
mamá, y... -Me retiré las lágrimas de las mejillas, tumbándome de nuevo en la cama. -No quiero
que sufra. No quiero sufrir.

-Eres muy joven para dejar ir las cosas, Camila. No sabes lo que pasará de aquí a que acabe el
verano, no sabes si ella decidirá irse contigo, o si intentaréis mantener una relación

a distancia. Siempre hay una solución, cuando se cierra una puerta, Dios abre una ventana. -Le dije
eso mismo a Lauren ayer, y ahora era yo la que estaba completamente hundida. Sollocé un poco,
abrazándome a la almohada. -Vive el verano, Camila, si los momentos que estás con ella, esa chica

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los hace mejores, vive tu verano con ella, y siempre lo recordarás como el mejor verano de tu vida,
y si no lo haces te arrepentirás, te arrepentirás porque no disfrutaste al máximo ese momento.
Porque, sí, será uno de los mejores veranos de tu vida, pero cielo, te quedará el resquemor de que
pudo ser el mejor y decidiste que no lo fuese. -Me quedé en silencio sollozando por sus palabras,
hasta que escuché de nuevo su voz.- Oh, y dice Alejandro que te mande besitos, y que te echa
mucho de menos.

-Yo también os echo de menos, y os quiero mucho. -Dije aún con la voz temblorosa, limpiándome
las lágrimas.

-Y nosotros a ti, cielo.

Me levanté de la cama cuando colgaron, y vi a Lauren corriendo hasta el coche de sus padres.
Escuché los pasos de mi abuela subir por las escaleras, y me metí rápido debajo de las sábanas,
con los ojos apretados y en dirección a la ventana.

-Karla, vamos a- -Se quedó en silencio al verme, y simplemente cerró la puerta con cuidado.

Dormí un poco, hasta las dos de la mañana, y cuando me levanté seguía sin tener hambre. Abrí la
puerta de mi habitación y todo estaba en silencio, sólo se escuchaban los grillos del exterior. Bajé
las escaleras con cuidado, y en la cocina mi abuela había puesto una bandeja con los platos
tapados con papel transparente, y una nota:

"Por si te levantas y tienes hambre, corazón. Caliéntalo en el microondas si quieres. Te quiero,


Karla."

La quería, la quería y mucho, pero no, no tenía hambre. Salí al porche, viendo la luna en todo lo
alto, iluminando el campo, acompañada por el viento leve que soplaba, que removía el maíz

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haciendo que sus hojas se rozasen entre sí y crearan una melodía dulce y apacible. Encendí la luz
del porche y, cuando me di cuenta de toda la luz que daba, la apagué, quedándome casi a oscuras.

Las cosas que mi madre me dijo eran ciertas, pero era fácil decirlo cuando no se trataba de uno
mismo. Dolía, dolía y mucho. Dolía pensar que seguramente yo acabaría colada por ella y que
tendría que irme. Dolía pensar que quizás aquello fuese más que un crush. Dolía pensar en las
cosas que podían pasar, dolía todo.

-Eh, chica del maíz. -Escuché la voz de Lauren y levanté la cabeza hacia la entrada del porche. -¿Me
dejas pasar? -Sonreí un poco y asentí. Lauren se sentó a mi lado sin decir nada. -Te he visto hoy
por la ventana.

-No, te fuiste con tus padres. -Susurré yo, negando.

-Subí a cambiarme de ropa y... Te vi. Estabas llorando. ¿Quieres que hablemos de eso? -Negué con
una mueca, sintiendo cómo limpiaba mi ojo.

-Estaba hablando con mi madre. -Respondí, agachando la mirada.

-¿La echas de menos? -Asentí rápido, apretando los labios.

-Me estaba diciendo cosas muy bonitas y me gustaría poder estar con ella. -Asintió levemente,
poniendo una mano en mi rodilla.

-Siento cómo te dije las cosas esta tarde, Camila. No estuvo bien. -Negué con una mueca,
levantando la mirada hacia Lauren.

-Sí, estuvo bien. Me paraste los pies, y te lo agradezco. -No sabía si poner mi mano encima de la de
ella, así que me quedé con las manos en mi regazo.

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-Sólo respeté tu decisión.

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➵ 17

Lauren's POV

Alrededor de las doce de la noche, mis padres se tomaban una copa de vino en la terraza de la
casa junto al lado que habían alquilado, y yo los miraba desde el fondo. En realidad, no era una
terraza en sí, era más bien un embarcadero de madera, con una barandilla del mismo material y
unas sillas bastante cómodas, con una mesa en medio. De fondo, el lago, oscuro e iluminado por la
luna.

-Lauren, ¿no quieres una copa de vino? -Alcé la mirada del libro que tenía entre las manos. Estaba
abstraída, como si no estuviese allí.

-No, gracias, mamá. -Sonreí un poco y volví a bajar la mirada a mi libro, pero no pude seguir
leyendo. El móvil sonó en mi bolsillo, y vi el número de Camila. -¿Sí?

-Lauren, hm... ¿Te pillo en mal momento?

-No, en absoluto. -Respondí con el ceño fruncido. -¿Qué pasa?

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-Verás es que... Estoy detenida en comisaría. -Me levanté de la silla al escucharla, abriendo los
labios al escuchar aquello.

-Camila, qué has hecho. -Mis padres me miraron, pero yo negué, entrando al salón.

-¡Nada! Nada... Tú sólo... Ven a recogerme, dicen que tengo que pagar una fianza de cien dólares. -
Suspiré apretándome el puente de la nariz. -Tengo que dejarte porque-

Colgaron. Cogí las llaves del coche y me giré hacia mis padres.

-Tengo que irme un momento, ahora vengo.

Escuché que decían algo a mis espaldas, pero yo ya había salido de casa.

¿Qué habría hecho esta vez Camila? La advertí de que no se metiese en líos, o bueno, más o
menos, pero es que aquella chica no me hacía caso. ¿Cómo la iban a detener sin hacer nada? Algo
habría hecho, eso seguro. Madre mía, es que no sabía ni qué pensar. Estaba enfadada con ella,
enfadada porque no quería que le pasase nada, y molesta porque me estaba confundiendo.

Me bajé del coche frente a la comisaría del pueblo, donde las luces de las oficinas estaban
encendidas. Al entrar, había un par de agentes riéndose, con los pies encima de la mesa, y al
verme dejaron de reírse.

-Vengo en busca de Camila Cabello. ¿Está aquí? -El agente que tenía los pies encima de la mesa se
rio, se puso de pie y se colocó bien el cinturón.

-Tu amiguita se ha metido en un buen lío. -Se dio la vuelta y caminó, haciéndome un gesto con la
cabeza para que lo siguiese. Nos paramos delante de los calabozos, y eso ya sí que era el colmo.

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Camila daba vueltas por la celda con la mano en el rostro, Dinah y Normani estaban tiradas en el
suelo y medio dormidas.

-¡Lauren! Dios mío, tienes que sacarme de aquí. -Dijo agarrándose a los barrotes de la celda.

-¿Qué ha hecho? -Pregunté mirando al policía, que se reía.

-Estaban bebiendo en la calle, pero esta dice que no. -Señaló a Camila alzando una ceja.

-Porque no estaba bebiendo. -Dijo enfadada mirando al agente, apretando las manos en los
barrotes.

-Ya, ya. -Masculló él, mientras abría la celda para que Camila saliese. -El caso, la fianza son cien
dólares.

-No va a pagar ninguna fianza, agente. -Camila salió frotándose el brazo, y el policía soltó una risa,
cruzándose de brazos.

-Pagará lo que yo diga. -Replicó.

-Para empezar, y no sé si usted es nuevo, esto no se castiga con una noche en el calabozo y cien
dólares. Ella no tiene antecedentes en este estado, así que se saldaría con una multa. -Camila
abrió los ojos al escucharme. -Pero, ¿de verdad tiene pruebas de que estaba bebiendo? Ella estaba
ahí, pero no bebió. ¿De verdad cree que ella se merece la multa? -Solté una risa, señalándola con
el pulgar. -Está sobria, y preocupada porque no ha hecho nada.

-¿Quién va a saber más sobre las leyes, tú o yo? A menos que seas su abogada, podría detenerte
ahora mismo si quisiera. -Sonreí y ladeé la cabeza.

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-Soy su abogada.

-Agente Brown, ¿qué está usted haciendo? -Escuchamos la voz del sheriff a nuestra espalda, y
cuando me quise dar cuenta, Camila estaba agarrada a mi brazo. -Deje en paz a la nieta de los
O'Donnell y lleve a casa a las otras dos, su abogada tiene razón.

-L-Lo siento, yo pensé que...-El sheriff dejó su pistola encima del escritorio que antes estaba
usando el policía que nos atendió. Era su escritorio.

-¿Qué pensó usted, zoquete? -Frunció el ceño y se acercó a nosotras, esbozando media sonrisa. -A
ver, ¿estabas bebiendo?

-No. -Respondió Camila, negando rápidamente.

-¿La pillaste tú bebiendo? -Volvió a mirar al policía, que negó de la misma forma rápida que
Camila.

-A ver, échame el aliento. -Camila lo hizo, y el sheriff suspiró, mirando al agente Brown. -Vete a
casa, anda.

Camila casi tiró de mi brazo para que saliésemos de comisaría, y al salir se quedó enganchada a mí,
como si acabase de despertarse de una pesadilla y aún tuviese el miedo en el cuerpo.

-¿Qué pasa? No ha sido nada, no vas a ir a la cárcel. -Dije con la mano en su pelo, acariciándolo un
poco para ver si así se tranquilizaba.

-Que te echo de menos. -Susurró en voz baja, separándose un poco al asimilar mis palabras. -Lo
siento.

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-Ven aquí... -Volví a tirar de su brazo para que se enganchase de nuevo a mi cintura, y la arropé
entre los míos. Besé su cabeza, y dejé mi nariz hundida entre su pelo unos segundos. -Me gustas,
me gustas muchísimo. Y sí, quiero besarte todo el tiempo. -Noté un golpe de Camila en mi espalda.

-No lo arreglas...

-Shh, cállate. -Dije riéndome. -Pero podemos seguir siendo amigas, aunque no quiera ver cómo te
lías con otras personas y... Eso.

-¿De verdad te gusto? -Comenzamos a caminar, y no supe si reírme o abrazarla por el tono que
había empleado para decirlo.

-Lo suficiente como para venir a sacarte de la cárcel para que tus abuelos no se enteren.

Rock 'n roll is here to stay, it will never die

It was meant to be that way, though I don't know why

I don't care what people say, rock 'n roll is here to stay

(We don't care what people say, rock 'n roll is here to stay)

Rock 'n roll will always be our ticket to the end

It will go down in history, just you wait, my friend

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Rock 'n roll will always be, it'll go down in history

La máquina de gramola sonaba de fondo, algo cascada y polvorienta, pero sus luces de colores aún
se encendía, y aunque se escuchaba bajo para crear música de ambiente, era toda una maravilla.

Golpeé la bola de billar con el palo, haciendo que rebotase en una amarilla de rayas, que entró en
el hueco de forma directa. Sonó un trueno, que tapó un poco el sonido de la canción, pero yo
seguí jugando.

Estaba sola en el bar, y es que la tormenta de verano que estaba cayendo en todo el condado me
había obligado a quedarme allí toda esa tarde. Buck, el dueño, hacía rato que había desaparecido
tras la barra.

-Mierda, mierda... -Escuché los pasos de alguien abriendo la puerta del bar y dejando entrar, a su
vez, el sonido de la lluvia cayendo fuerte. Camila llevaba un pantalón corto y una blusa rosa palo,
resaltando con su piel morena. -Hey. -Dijo al levantar la cabeza y verme.

-Estás mojada. -Camila se miró a sí misma, abriendo los brazos con una risa.

-Pues sí. Y eso ha sonado bastante mal. -Solté una risa y apoyé mi mano en el palo de billar que se
sostenía en el suelo, observando cómo su camisa se adhería a sus pechos gracias al agua. -Oye...
¿Tienes en tu coche alguna toalla o algo con lo que pueda secarme?

-No. Pero te puedo dejar mi camisa, porque tienes frío, ¿verdad? -Dije desabrochándome la
camisa con una sonrisa, quitándomela.

-Deja de mirarme los pezones. -Cogió la camisa de mi mano y caminó hasta el baño. Me apoyé en
la mesa de billar, y no pude evitar fijarme en su trasero, en cómo se le movía al andar.

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Cuando pasaron unos diez minutos, en los que me bebí la mitad del botellín de cerveza, salió con
el pelo húmedo, ondulado y recogido, y mi camisa azul que le quedaba como un vestido por la
mitad del muslo.

-¿Me queda bien? -Dio una vuelta sobre sí misma, haciendo que la camisa se levantase un poco.

-No hagas esas cosas. -Negué quedándome apoyada en la mesa de billar.

-Sí las hago. ¿Por qué no me dejas más de tus camisas? -Se abrió un poco más los botones
superiores, dejando ver su escote en plenitud. Advertí algunas estrías que salían de sus pechos;
no, no eran operadas.

-Si me lo pides así tendré que dejarte algunas más. -Se puso delante de mí y miró la mesa, y le
tendí mi botellín de cerveza para que tomase un poco. -¿Sabes jugar?

-Más o menos. -Dejó el botellín de cerveza en una de las mesas cercanas.

-Puedo enseñarte. -Ella tomó el palo y se colocó en posición, y yo justo detrás de ella, pegando mi
entrepierna a su trasero. -Estate bien segura de querer acercarte a mí de nuevo, Camila. -Porque si
juegas hoy y mañana te echas atrás me enfadaré. -Di un golpe seco con el palo en la bola blanca,
que chocó contra otra lisa.

-Está bien. -Susurró ella, mientras yo colocaba sus dedos correctamente encima del palo. -¿Y qué
pasará si no te enfadas?

-¿Si no me enfado? Pues... -Reí en voz baja contra su oído, quedando con mi boca cerca de su
oreja. No me dio tiempo a responder, porque la gente empezó a entrar al bar en tromba. Eran las
diez de la noche y había dejado de llover. Besé su mejilla y me separé de ella, soltando el palo en
la estantería.

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-¡WOOOOOOOOOOOOOOOO! -Normani caminó hacia nosotras con dos botellas de cerveza en la
mano. -Una para la cubana y otra para... -Se quedó mirándome con los ojos cerrados. -¿Tú qué
eres?

-Cubana. -Normani puso la botella en mi mano riéndose.

-Woooo, tortas cubanas. ¿Puedo ser vuestro relleno?

-Yo no me negaría a eso. -Dije sintiendo un golpe de Camila en el estómago mientras bebía de la
cerveza. -¿Qué?

-Uh, problemas, me voy. -Dijo dándose la vuelta con una mueca para ir con Dinah y Ally.

-Que eres imbécil. -Ella se giró y la tomé por el brazo, dejando la cerveza en la barra.

-No, ven aquí. -Miré la cabina de fotomatón que había en la esquina al final del bar, y me
encaminé hacia ella entre la gente, con Camila agarrada de mi mano.

Abrí la cortinilla de la cabina, y me senté en el taburete frente al espejo, y ella se sentó encima de
mí, cerrando la cortina.

-¿Qué quieres, Jauregui? -Puse una mano en su muslo desnudo, y solté una risa.

-Estar a solas contigo. -Camila sonrió mirando el espejo de la cabina, y se inclinó un poco sobre mí,
dejando sus pechos en mi cara, pero estaba metiendo la mano en el bolsillo de mi pantalón. Al
separarse sacó una moneda, y me humedecí los labios como si quisiera saborear aquello que casi
había llegado a probar.

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-Podrías habérmelo pedido. -Se encogió de hombros y me guiñó el ojo, metiendo el billete de un
dólar en la ranura.

-Mira la pantalla, ¡mira! -Señaló riendo, y sacó la lengua, y yo también, sujetándola por la cintura.
Luego me besó la mejilla, y cuando me giré hacia ella, la besé en los labios, pero este no era un
beso como los demás. La besé lento, suave y delicado, sin lenguas de por medio, sin juegos para
provocar. La besé porque quería hacerlo, porque sentía algo al hacerlo, no porque quisiese liarme
con ella. La besé porque necesitaba sentirla tierna y dulce, porque necesitaba que me entendiese.

Al separarnos, Camila permaneció unos segundos con los ojos cerrados, hasta que los abrió de
nuevo y sonrió.

-No vas a tener que enfadarte. -Musitó en voz baja.

Escuchamos cómo salían las fotos de la máquina, y reímos al verlas. Ella las cogió y partió,
dejándome a mí con la foto en la que sacábamos las lenguas y otra del beso, en la que tenía una
mano en su mandíbula y la parte trasera de su oreja. Ella, por otra parte, tomó otra en la que salía
sonriendo en mitad del beso, y la del beso en la mejilla.

-¿Sabe alguien que nos hemos liado... Varias veces? -Le pregunté mientras salíamos, guardándome
las fotos en la cartera.

-No. -Se giró hacia mí y me tomó de la mano, acercándome hacia el grupo de chicos y chicas con
los que estaban Dinah, Normani y Ally.

-¡Ronda de shots! -Gritó Dinah con dos en las manos, riendo hasta acercarse a nosotras. -Vosotras
dos, ronda de shots. -Nos los puso en la mano, y yo me encogí de hombros, tragándomelo de un
trago sin pensar. Camila hizo lo mismo, arrugando los ojos y la nariz.

-Está bueno. -Dije dejando el vasito en la bandeja que llevaba la camarera que pasaba por nuestro
lado.

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Nos tomamos cuatro o cinco, fueron tan seguidos que a mí se me subieron a la cabeza muy rápido,
y cuando me quise dar cuenta ya tenía ese punto en el que veía a Camila con menos ropa que la
que en realidad llevaba y algo mareada.

-Toma, probad esto. -Normani nos lo puso en la mano y fue repartiéndolos a todos y cada uno de
nosotros. -¡Salud!

-¡WOOOOOOOOOOOOOO! -Grité dando un trago. Estaba bueno, estaba dulce, así que tomé otro
de la mesa, bebiéndomelo.

-Mirad, mirad... -Dinah llamó con la mano a la camarera. -Traiga la botella de tequila. ¡TEQUILA! -
Alzó los brazos y todos gritamos, incluso Camila que estaba a mi lado. Éramos tantos, que la
camarera tuvo que traer 5 saleros y un cubo lleno hasta la mitad de medias rodajas de limón.

Normani se acercó a Camila, y le puso un chupito de tequila entre las tetas. Camila simplemente se
quedó mirándolo mientras se reía, y le dio una rodaja de limón.

-Me encantan los bodyshots. -Dije arrastrando un poco las palabras, pero cogí el salero que
quedaba encima de la mesa. Lo único que vi eran cuellos estirados, camisetas levantadas y lenguas
corriendo por pieles ajenas.

Agaché la cabeza y pasé mi lengua por el pecho de Camila, chupándolo, dándole un beso húmedo,
echando un poco de sal sobre su piel. Lamí su piel dejando un mordisco en su pecho, y bajé la
cabeza a su canalillo para coger el vaso entre mis labios y tirar de él para sacarlo, echando la
cabeza hacia atrás para bebérmelo de un trago. Me acerqué a sus labios y tomé el limón,
mordiéndolo con fuerza y poniendo una mano en su cuello, rozando mis labios con los suyos al
hacerlo.

Camila me dio un pequeño empujón para que me sentase en el asiento del bar, y todo el mundo
se arremolinó a nuestro alrededor, comenzando a jalearnos.

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-Levanta. -Hizo un gesto con la mano, y yo subí un poco mi camiseta hasta quedar por mis costillas,
dejando mi abdomen libre.

Comenzó a besar la línea de mi abdomen lentamente, dejando que su lengua se deslizase entre
sus labios para que sus besos fueran lo más húmedos posible. Luego, echó la sal, y cogí el chupito,
dejándolo a la altura de su boca sosteniéndolo en mi mano. Camila chupó la sal llevándosela con
su lengua, puso la boca en el vaso y lo incliné un poco para que cayese en su boca, deslizándose
por su barbilla una gota que se derramó hasta llegar a su cuello. Subió por mi abdomen de nuevo,
entre mis piernas y llegó a mi boca dónde tenía el limón, mordiéndolo y chupándolo delante de
mí. Puse mis manos tras sus muslos, casi por debajo de la camisa, y comenzamos a besarnos de la
misma forma en que chupábamos nuestra piel, casi a lametones.

-Tienes el abdomen duro. -Susurró contra mis labios con una sonrisa.

-Y tú una boca muy sucia.

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➵ 18

Lauren's POV

Al abrir los ojos, lo primero que vi fue un gran ventanal que daba a una terraza, pero yo estaba
dentro de una casa. Alcé la cabeza un poco, algo aturdida, y vi a todo el mundo dormir en
colchones hinchables, bajo colchas. Me volví a tumbar y giré la cabeza hacia mi derecha; Camila
dormía con los labios entreabiertos. Puse mi mano sobre su cara, y, tras unos largos diez
segundos, removió la cabeza, pero mi mano perseguía su cara, y ella estiró el brazo para darme un
manotazo.

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-Eres imbécil... -Dijo con la voz ronca y adormilada. Me dio otro manotazo, girando la cabeza hacia
el otro lado.

Cerré los ojos entonces y me dispuse a dormir de nuevo, pero un nuevo manotazo de Camila en mi
brazo hizo que los abriese otra vez.

-Ahora no me puedo dormir. -Se levantó del colchón y caminó hasta el mío, que era bastante más
grande, ya que era para dos personas. -Déjame dormir contigo. -Miré sus piernas desnudas,
simplemente llevando mi camisa, y levanté la colcha para que ella se tumbase conmigo.

Su cabeza quedó apoyada en mi brazo, y ella giró su cuerpo, quedando de lado hacia mí con una
pierna encima de las mías. Torné la cabeza para que mi rostro quedase frente al de ella,
comenzando a acariciarle el pelo.

-Sube la colcha... -Susurró Camila, y nos escondimos debajo de ella. A tientas, busqué sus labios y
los besé, y este parecía ser la continuación del beso del bar.

Apreté un poco los dedos en su cabeza y hundí la lengua algo más, inclinando mi cabeza hacia ella,
bajando una mano al muslo que tenía sobre mis piernas. Su lengua se colaba en mi boca cómo y
cuándo quería, y yo la succionaba lento. En la estancia, sólo se escuchaba el sonido de nuestras
bocas besándose, nuestras lenguas juntándose y la saliva mezclándose. Noté cómo la mano de
Camila se colaba bajo mi camiseta para acariciar mi abdomen, y la mía subió un poco más hasta
llegar a su culo.

-Espera... -Separó sus labios de los míos un momento y movió un poco las piernas, pero no sabía
que estaba haciendo. -Ya. -Volvió a poner su pierna encima de las mías, pero en esta ocasión yo ya
estaba de lado, con mi rostro frente al suyo.

Metí mi mano bajo la camisa, acariciando su abdomen lentamente, pero presionándolo, bajando
de nuevo hasta la parte baja de su vientre. Quise tocar a tientas, el borde de su ropa interior y
colar allí la mano, pero no había nada. Camila acababa de desnudarse.

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Bajé la colcha y dejé nuestras cabezas fuera para poder mirarla gracias a la tenue luz que entraba
por la ventana. Bajé mi mano un poco, y acaricié todo su sexo con la mano extendida, viéndola
cerrar los ojos.

Conforme mis dedos subieron a su clítoris y comenzaron a frotarlo lentamente, sintiendo mis
dedos impregnarse de su espesa humedad. En cuanto mi mano fue algo más rápido, sus labios se
entreabrieron soltando un suave suspiro, respirando de forma temblorosa, apretando la mano que
había pasado por mi espalda.

Fui más rápido, subí y bajé mis dedos por todo su sexo, subiendo de nuevo hasta llegar a su clítoris
y dejarlo presionado un momento con el pulgar, para seguir estimulándola rápidamente. Frotó su
pierna con la mía, y bajé el dedo estimulando con formas circulares su entrada, mientras que con
el pulgar seguía estimulando su clítoris. Los suspiros que soltaba Camila contra mi boca se
convirtieron en débiles jadeos, hasta que sonrió un poco, y entonces aparté la mano. Me besó más
lento, y me tumbé boca arriba en el colchón.

Con su cabeza apoyada en mi hombro, Camila comenzó a besar mi cuello, lentamente, y su mano
se coló por mi pantalón, bajo mi ropa interior, y comenzó a acariciarme de la misma forma en que
lo hice yo. Me mordió el cuello y entonces sí que me perdí, su mano cada vez iba más rápido, y la
sensación de placer que me producía era algo indescriptible. Levanté una pierna y apoyé el pie
sobre el colchón para que la mano de Camila no se notase tanto al moverse bajo la colcha. Fue
más rápido aún, y solté un suspiro de placer, sintiendo cómo iba más rápido cada vez que se
movía. Me puse el brazo por encima de los ojos, intentando luchar con el pequeño gemido que
amenazaba con salir cada vez que presionaba mi clítoris. Sus mordiscos en mi oreja, los lametones
y chupetones en mi cuello no ayudaban a que aguantase nada.

Una oleada de placer me recorrió y me quedé con los labios entreabiertos, soltando un leve
suspiro. Tras algo más de un minuto, mientras ella seguía besándome el cuello más dulcemente.

Nos quedamos en silencio, y me giré hacia ella. Me puse el dedo en los labios para que se
mantuviese callada, y alzamos la cabeza por encima de la colcha para mirar si había alguien
despierto.

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Al ver que no, comenzamos a reírnos, y volví a taparnos con la manta.

-Después de correrme siempre me da hambre. -Susurré en voz baja, e hice que se riese. -Creo que
estamos en casa de Dinah, vamos a robarle comida.

Nos levantamos y me acerqué a ella, que estaba tumbada boca abajo con un brazo saliendo del
colchón.

-Dinah, Dinah. -Dije moviéndole el brazo. Camila le puso el pie en la cara y le dio en la nariz. -Dinah
vamos a robarte comida.

-Vale cállate... -Me dio un manotazo en el brazo, y Camila salió corriendo hacia un pasillo cercano
para reírse.

Fuimos al baño -al menos yo lo necesitaba- y entramos en la cocina. Camila tenía la nevera abierta,
y yo me acerqué por detrás.

-¿Le robamos los espaguetis? -Dije riéndome, sacando una fiambrera llena de espaguetis y salsa
boloñesa.

-Madre mía, nos va a matar. -Yo seguía riéndome, y lo destapé, metiéndolo en el microondas.

-Shhh, que no se va a enterar. Si esta va mamada todo el día, no se entera ni de la mitad de las
cosas. -Repliqué cogiendo dos cuencos que había encima de la encimera. Aquél comentario hizo
que Camila estallase en risas, apoyándose en mi pecho al reírse.

-Dios, eres muy bruta. -Me encogí de hombros y saqué la fiambrera del microondas, echando un
poco de espaguetis en cada cuenco.

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-Que aproveche. -Busqué tenedores en los cajones y cuando lo encontré, se lo di, sentándome en
la mesa de la cocina. -Oye, ¿no llevas bragas o qué? -Dije riéndome. Estaba completamente
desnuda cuando se acercó a mí.

-No, no llevo. -Entreabrí los labios viendo cómo caminaba hacia la nevera, y se levantó un poco la
cabeza para que quedase por encima de su culo. -Uso tanga. -Se giró para mirarme con una
sonrisa mientras se sujetaba la camisa para que lo viese.

-Joder, Camila. -Enrollé los espaguetis en el tenedor con fuerza, llevándomelos a la boca. -Estás,
estás... -Susurré mientras comía.

-¿Estoy? -Se quedó de pie, apoyada en la encimera, succionando los espaguetis.

-Estás tremenda. -Ella sonrió un levemente, porque ya lo sabía. Ella sabía lo sexy que era. -Oye, y...
¿Qué pasó? ¿Por qué ese cambio de idea?

-Hablé con mi madre. -Asintió, y me levanté para ponerme a su lado. Tenía los botones de la
camisa desabrochados, y sus pechos estaban juntos y apretados en el escote. -Llegué a la
conclusión de que me arrepentiría si no pasaba contigo el verano, y siempre me quedaría un
resquemor, de que podría haber sido genial y no lo fue.

-Oh, no sabes cuánto quiero a tu madre. -Me dio un codazo suave en el estómago riendo.

Después de comernos la pasta, volvimos al colchón, y aquella noche dormimos juntas. Ella se
abrazó a mí, aunque acabó dándome un empujón que casi me echa del colchón porque tenía
calor.

A la mañana siguiente nos levantamos temprano, antes que nadie, y la llevé a su casa.

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-¿Te vas a meter en líos por llegar a esta hora, chica del maíz? -Le dije en voz baja, mientras ella
caminaba hacia el porche de su casa.

-Cállate, idiota. -Me sacó la lengua y la cogí del brazo, tirando de ella para besarla de forma tosca y
nada delicada en los labios, haciéndola reír.

-Sé buena. -Le dije mientras se iba, y ella soltó una risa señalándome.

-Yo soy siempre buena excepto contigo, Jauregui.

Me quité los zapatos y entré en casa de puntillas. Eran apenas las ocho de la mañana, e iba
mirando mis pies para no hacer ruido, o al menos así creía que lo evitaría.

-¿A esta hora llegas? -Mi corazón dio un vuelco, y vi cómo mi padre pasaba por mi lado con la
bandeja del desayuno, poniéndola en la mesa del pequeño embarcadero que actuaba como
terraza.

-Mmh. -No sabía muy bien qué decir. -Sí, supongo.

-¿Dónde has estado toda la noche? Ni una llamada, nada. -Mi madre me dio una colleja en la nuca,
de la que me dolí pasándome la mano por el cuello.

-Ouch. Estuve en un bar y luego... Acabamos en casa de Dinah, y... -Me rasqué la nuca con una
mueca. -Y luego nos despertamos y estoy aquí. Buenas noches. -Hice ademán de subir las
escaleras, pero la voz de mi madre me paró.

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-Quieta ahí, quieta ahí, quieta justo ahí. ¿No vas a desayunar ni nada? -Me acerqué a la mesa y
cogí una tortita, mojándola en caramelo, dándole un gran mordisco.

-¿Contenta? -Mi padre se aguantaba la risa, y mi madre le dio un manotazo en el brazo.

-Anda, tira.

Camila's POV

-Le hemos agenciado ya su nuevo piso, señorita Cabello. Le mandaremos la dirección a su email. -
Decía la chica a través del teléfono, mientras yo me tumbaba en la hamaca de la piscina.

-De acuerdo. ¿Podría decirme cómo es? Más o menos, si no se ajusta a mis gustos o necesidades
debería saberlo con antelación para poder pagarme un piso por mi cuenta. -Lauren entraba por la
puerta de la piscina con la toalla al hombro, y cuando su mirada se clavó en mí, como si fuese su
objetivo, comenzó a caminar hacia dónde yo estaba.

-Por supuesto. Le mandaré una foto por correo electrónico, pero es un piso de unos 180 metros
cuadrados, con una cristalera con vistas a la bahía y a la ciudad, de diseño. -Dejó la toalla en la
hamaca de al lado, se quitó la camiseta y el pantalón y se tumbó, poniéndose las gafas de sol. -
Cuenta con dos baños, una cocina con isla, y chimenea.

-Wow, chimenea. Nunca he tenido una. -Dije riendo, aunque el comentario fue algo salido de tono
por con quién estaba teniendo esa conversación.

-Sí. Usted es de... Miami. Le sugiero que se prepare para el frío, es muy importante la chimenea en
Vancouver.

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-Está bien, muchas gracias por todo. -Colgué tras escuchar el 'a usted', y miré a Lauren. -Llegas
tarde.

-No llego tarde. No habíamos quedado. -Estiró su brazo hacia mí y me tiró de la mejilla,
mirándome. -¿Te van a dar un piso en Vancouver?

-Sí, el gobierno canadiense nos trata genial. ¿Te tumbas conmigo en la hamaca? -Lauren se levantó
y le hice sitio, haciendo que se tumbase a mi lado.

-No hagas esto, soy débil. -Suspiró poniendo la cabeza en el hueco de mi cuello.

-¿El qué no quieres que haga? -Mordió el lóbulo de mi oreja, haciendo que me encogiese.

-Decirme que me acerque, porque desde aquí se te ven muy bien las tetas y eso es de mala
educación. -Comencé a reírme a carcajadas, girando la cabeza para mirarla a ella.

-Es de mala educación si no te dejo. -Se quedó en silencio, entrecerrando un poco los ojos. -Y te
dejo.

-Oh, gracias a dios. -Bajó la mirada a mis pechos, soltando un suspiro. -Madre mía.

-¿Qué estás pensando? -Lauren se relamió los labios y arqueó una sonrisa lasciva.

-Que yo también tengo una boca muy sucia.

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➵ 19

Camila's POV

-El otro día al levantarme me encontré con que ya no me quedaban espaguetis, ¿quién coño se los
comió? -Comencé a reírme en alto al escuchar a Dinah enfadada, retorciéndome en la hamaca, y
ella me dio con la pierna en las mías.

-Nos los comimos Lauren y yo. -Dije riendo, quitándome las gafas de sol.

-Joder, seguro que follasteis. -Se lamentó Dinah negando. -Y follasteis en MIS COLCHONES. -Se
incorporó alterada para decirlo, pero después se rio.

-No, si hubiésemos follado me habrías escuchado. -Normani giró la cabeza con una mueca de asco
mientras sonreía. -Sólo...

-Os liasteis. -Acuñó Normani, apoyando la cabeza en su mano.

-Qué va. Hubo... Toqueteo. -Arrugué la nariz y las dos se quedaron algo confusas. -Pero bueno,
algo es algo. -Suspiré mirándolas a las dos. -Pero aún así, estoy arañándome la cara.

-¿Cuánto llevas sin follar? -Dijo Dinah riéndose, cogiendo el bote de crema de su bolso.

-Seis meses.

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-Uhhhhh. -Las dos entrecerraron los ojos mientras negaban. -Pobrecita. -Dijo negando.

-Entre exámenes finales, entrevistas para museos, el trabajo de fin de carrera... ¿De verdad te
crees que voy a pensar en eso? -Solté una risa jugando con las patillas de mis gafas. -Y ahora que
ya estoy relajada, pues mira chica, me subo por las paredes. -Las tres comenzamos a reírnos,
inclinándome un poco en la hamaca. -Y encima es Lauren, que respira y ya me tiene alterada,
pues...

-Alterada sí, te altera el c

-¡Dinah! -Grité dándole con mi pie en su pierna. -Pues sí, mira, si yo te contase...

-¿Qué vas a contarles? -Escuché a mi espalda. Eché la cabeza hacia atrás y vi a Lauren con una
camiseta gris, que movió la cabeza para mirarme.

-¿Cuánto llevas ahí? -Dije arrugando la nariz con una risa.

-Acaba de llegar. -Apuntó Normani que estaba frente a nosotras.

-Nada, les contaba lo buenos que estaban los espaguetis de Dinah. -Lauren dio la vuelta a la
hamaca y dejó su toalla en la de al lado, quitándose la camiseta.

-¿Vienes conmigo al agua? -Puso una mano sobre mi muslo, moviéndolo un poco.

-Sí. -Me levanté de la hamaca y caminé tras ella, siguiéndola hasta la ducha. -¿Por qué te duchas?

-Porque quiero. -Tiró de mi brazo y me metió bajo el agua congelada.

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-¡Lauren! ¡Te odio! -Salí rápido del chorro de agua y ella se reía a carcajadas, abrazándome luego.

-No, no me odias. -Hice un puchero y le di un pequeño golpe en el costado, y se separó saltando al


agua, que le llegaba por el pecho. Yo me senté en el borde, y me impulsé para saltar, pero a mí el
agua me llegaba por el cuello.

-Vamos más allá, por fi, que casi no hago pie. -Lauren miró a la zona baja, donde había dos
personas, y arrugó la nariz, cogiéndome de los muslos.

-¿Mejor? -Asentí pasando los brazos por su cuello, dándole un beso en la nariz, y luego otro tierno
en los labios.

-Es muy raro. -Lauren frunció el ceño. -No, no tú, sino... Estoy viviendo como una adolescente este
verano y... Cuando acabe, tendré una vida de adulta. Sé que estoy preparada, pero... -Solté una
risa leve. -Se me hace extraño vivir estas cosas ahora.

-Bueno... Pensaba llevarte a un sitio esta noche. -Le aparté un fino mechón de pelo que se había
pegado a su frente y sonreí un poco.

-¿Cómo una cita? -Ella se quedó en silencio y asintió.

-Sí, como una cita. Estoy harta de no poder estar a solas contigo ni un momento. -Dijo mirándome
los labios, y luego subió la vista a mis ojos.

-¿Debo ponerme guapa? -Lauren frunció el ceño y negó, caminando conmigo por la piscina,
acariciando mis muslos.

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-No. Más guapa. -Sonreí ante su respuesta y me sonrojé, escondiendo la cara en el hueco de su
cuello. -Pasaré a recogerte sobre las ocho.

-Estaré lista. ¿Muy arreglada como si fuese a una boda? ¿Arreglada como si fuese de fiesta? ¿O
arreglada simple? -Lauren comenzó a reírse, y yo le hundí un dedo en la mejilla, que hizo ademán
de morder.

-Simplemente arreglada.

No sabía muy bien qué ponerme, así que simplemente me puse unos shorts vaqueros, una camisa
de cuadros rosa ajustada y unas convers blancas. El pelo me lo recogí, dejándolo algo
enmarañado. Mientras me maquillaba, mi abuela pasó por el baño y se quedó mirándome con una
sonrisa.

-Qué guapa estás. ¿Adónde y con quién vas? -Preguntó mientras me pintaba los labios con un
gloss de melón, y los froté entre sí.

-No lo sé, voy con Lauren. -Metí el gloss en el estuche de mi maquillaje y me giré hacia mi abuela.
Estaba de brazos cruzados y salí con ella.

-¿Con Lauren? -Caminamos escaleras abajo, su tono me pareció algo extraño. -Pasas mucho
tiempo con ella.

-Sí, bueno, es... Muy buena amiga mía. -Mi abuela caminó hacia la cocina, sacando de la nevera
una bolsa con carne.

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-Sabes, hija, las madres cuando tú vas ellas ya han vuelto, pero las abuelas... Cuando las madres
vuelven, ya estamos sentadas tomando café, esperando a nuestra nieta. -Me quedé helada al
escuchar aquello, sin decir una palabra porque ni siquiera me salía la voz.

-¿Q-Qué quieres decir? -Pregunté tragando saliva, acercándome a ella por detrás.

-Corazón, ¿crees que no me he dado cuenta de cómo te mira? O de cómo la miras tú a ella. -Se rio
un poco, picando un poco de ajo en la tabla. -Así que... ¿Es una cita? -En ese momento y antes de
que pudiese contestar, llamaron a la puerta, y Lauren asomó la cabeza por la ventana de la cocina.

-Hola, señora O'Donnell, ¿está su nieta? -Mi abuela asintió y abrí la puerta, sonriendo al verla. -Oh,
wow, vaya, estás aquí, qué bien.

-Pasa. -Dije abriéndole la puerta, y dudó un poco pero entró, dándole un abrazo a mi abuela.

-Cuídamela bien, ¿me oyes? -La señaló con el ceño fruncido mientras yo metía mi móvil en el
bolsillo. Lauren se quedó parada, intentando descifrar las palabras de mi abuela; estaba como yo.

-Ya lo sabe, Lauren. -La empujé fuera riendo, y ella se quedó con los labios entreabiertos.

-Oh, uhm... -Tiré de su brazo y bajé las escaleras del porche, escuchando la risa de mi abuela de
fondo.

-¡Llegaré tarde, abuela! -Le mandé un beso, y me metí en el coche con Lauren. Al sentarse, aún
seguía en shock.

-¿Le has contado eso a tu abuela?

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-No, pero como eres tan discreta mirándome las tetas delante de mi abuela. -Solté una carcajada
mientras Lauren salía con su coche por el campo de maíz, riéndose levemente.

-Intento hacerlo cuando no miras, no puedo estar pendiente de tu abuela también.

-¿Dónde vamos? -Me fijé en su ropa. Llevaba unos jeans ajustados y rotos, sus botas y una camisa
verde militar de manga corta, con una camiseta blanca debajo.

-Al pueblo de al lado. Hay una feria, y es mucho mejor que la que ponen aquí. -Miré los campos de
girasoles con una estampa rosada y azul de fondo, y me giré hacia ella.

-¿A comer algodón de azúcar y manzanas de caramelo? -Sonrió un poco y ladeó la cabeza, sacando
el brazo por la ventana.

-Y a montarnos en la noria, como todo adolescente americano, ¿no? -Vi el letrero que nos indicaba
que entrábamos en el pueblo de al lado, y de fondo se podía ver la noria, las luces de colores y el
murmullo de la gente.

Paró en el aparcamiento y bajamos del coche. Yo estaba como una niña de cinco años, y casi corrí
para entrar en aquella feria. Había puestos de juegos y comida, atracciones y música por todas
partes.

-¿Sabes que es la primera vez que voy a una feria? -Le dije a Lauren, que pasó su brazo por mis
hombros.

-¿Qué? Dime que no es verdad. -Dijo riéndose, y asentí, acariciando sus dedos levemente. -Wow,
voy a ser tu primera vez en algo.

-¡Oye! -Le di un codazo en el vientre, haciendo que se riese.

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-Ahora me dirás que eres virgen, claro. -Fruncí el ceño con una sonrisa y negué.

-No, soy de todo menos virgen. -Le saqué la lengua algo divertida.

-¿Quieres subirte a la noria por primera vez... Conmigo?

-Por supuesto. -Dije riendo, y caminamos hasta la pequeña cabina donde se sacaban los tickets.
Cuando fui a pagar, ella se puso delante de mí, y pagó mi ticket. -¡Oye! Déjame pagar.

-¿Por qué? Yo soy muy tradicional, y si te invito a salir, yo lo pago todo. -Sostuvo el ticket delante
de su rostro un momento y me lo dio.

-¿Tú tradicional? -Le dimos los tickets al chico de la noria que nos abrió la puertecita, sentándonos
en aquella pequeña cabina.

-Claro que sí. Quiero casarme, tener hijos...

-Ya, pero te vas acostando con chicas por ahí. -Se encogió de hombros mientras la noria
comenzaba a moverse.

-También hay que modernizarse. ¿O es que tú no follas por ahí? -Entrecerré los ojos y desencajé la
mandíbula, señalándola.

-Touché. -Me pegué a ella, que volvió a pasar su brazo por mis hombros, y besó mi frente. -Las
noches de Miami no eran para mí. -Murmuré, mirando desde arriba todos los puestos, las
atracciones, las pequeñas casas de aquél pueblo, la gente disfrutando y riendo.

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Mi mano, por inercia se enlazó con la suya, acariciando sus dedos. Giré mi cabeza para mirarla, y
Lauren me estaba observando a mí. Sonrió un poco y me besó, apretando sus dedos en los míos
levemente, y yo puse mi mano en su pierna. Al separarme, la miré entrecerrando un poco los ojos.

-¿No tienes miedo de lo que pasará cuando me vaya? -Ella sonrió y soltó una risa, negando.

-Desde el accidente dije que haría lo que estuviese en mi mano por disfrutar de todo y, si te vas,
pues... Al menos nos quedará el verano. No habrá dolor porque nos hicimos daño, más bien...
Porque nos echamos de menos. -Apoyé la espalda en su pecho, sintiéndome algo mejor con sus
palabras. Aunque estuviese con ella, la besase, y no quería volver a casa si estaba con Lauren, el
miedo a que llegase septiembre estaba ahí, y ahora sólo quedaba un mes y medio, pero lo que me
dijo me alivió.

Bajamos de la noria, y en ese momento me cogió de la mano. Era... Era extraño, mi corazón se
paró durante un milisegundo, justo cuando su mano se aferró lentamente a la mía.

-¿Quieres un algodón de azúcar? -Se metió la mano en el bolsillo del pantalón para sacarse la
cartera.

-Sí, por fi. -Me quedé tras ella mientras lo pedía, y me miró con el ceño fruncido un momento,
pagando el algodón y poniéndomelo en la mano. -Gracias. -Lauren tomó un poco con la mano y se
lo llevó a los labios, pasando su brazo por mis hombros.

-El algodón de azúcar lo habías probado, ¿no? -Mordí un poco más de algodón y asentí, caminando
a su lado.

-¿Siempre eres tan atenta con las chicas? -Lauren soltó una risa y negó, parándose en un puesto
de tiro con escopeta.

-No.

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Cuando me acuesto con ellas no. -Dijo riendo. -¿Qué regalo quieres? -Señaló los peluches que
había alrededor de todo el puesto.

-Oh, ¿ya sabes que vas a ganar? -Pagó tres dólares, y cogió la escopeta que el feriante le dio.

-Tú di lo que quieres. -Me mordisqueé el labio mientras pellizcaba otro trozo de algodón.

-Mmh, esa serpiente gigante. La roja. -Señalé una serpiente que mediría casi dos metros, colgando
de la pared. Ella esbozó media sonrisa, poniéndose la escopeta contra el pecho y acercó el ojo por
la mirilla. Disparó tres veces y derribó tres caballos de cartón que se movían por la pared. ¿Cómo
lo había hecho?

-Deme la serpiente roja. -El feriante, algo malhumorado por la buena puntería de Lauren, le dio la
serpiente, y me la puso alrededor del cuello. -¿Te gusta?

-Mucho. Muchas gracias. -Pesaba un poco, y me agobiaba, así que Lauren la cogió para que
pudiese caminar. -¿Cómo lo has hecho?

-Vivía en un rancho con mi primo y escopetas con el cañón desviado. -Señaló un puesto de
hamburguesas que tenía unas cuantas mesas de plástico delante. -¿Nos sentamos a comer?

-Claro.

Yo me senté en la mesa dejando la serpiente y tirando lo restante de algodón, y la esperé hasta


que trajo dos hamburguesas con patatas. Tomé el vaso de refresco y le di un sorbo, mirándola a
ella.

-Eres tremendamente atractiva. -Le dije haciéndola sonreír mientras le quitaba la tapa de pan
superior a la hamburguesa para echarle kétchup.

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-¿Por qué te lo parezco? -Frunció el ceño apretando el sobre de kétchup, chupándose un dedo.

-No he dicho que me lo parezcas, es que lo eres. Y... Quizás sea por tus ojos, tu manera de ser, no
sé. -Cerró de nuevo la hamburguesa sin dejar de sonreír.

-¿Mi manera de ser? -Preguntó riendo, dándole un bocado a las patatas.

-Primero, es adorable cuando te pones nerviosa estando con mis abuelos. -Las dos reímos un poco
y se encogió de hombros. -Luego, eres muy posesiva. -Frunció el ceño extrañada por mis palabras.
-En la manera de... Tocarme, digamos. -Le dio un mordisco a la hamburguesa y se limpió los labios
con la servilleta.

-Entonces cuando follemos lo vas a flipar. -Aquella media sonrisa, junto a aquella frase y sus ojos
clavándose en mí me habían desarmado por completo.

-L-Lo... Lo siguiente es... Que me tratas muy bien, eres muy dulce, respetuosa y, graciosa y... -
Asintió comencé a reírme un poco, porque aquella situación era algo estúpida. -Parezco una niña
de quince años contándole a su amiga lo que le gusta del chico de su clase.

-Eres la primera chica que me dice lo que le gusta de mí. ¿Quieres saber lo que me gusta de ti? -
Mojé una patata en kétchup y me la llevé a la boca.

-¿Mis tetas? -En ese momento se quedó con los labios entreabiertos y miró el escote que llevaba
puesto, soltando una risa.

-Sí. Y tu sonrisa, y... Que eres muy alegre siempre. Y que no te enfadas porque te esté tocando las
narices toooodo el tiempo. Además, no eres de esas que se avergüenza de su vida sexual, como
casi todas las tías.

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-Oh sí, yo me masturbo. -Dije en bajo. Comenzamos a reírnos un poco, hasta que nos quedamos
en silencio mientras comíamos.

-Oye, cuéntame de tu vida. De... No sé, de lo que hacías en Miami, de tus amigas. -Se encogió de
hombros. -No sé mucho sobre ti.

-Pues... Iba a la universidad, salía por las noches a discotecas de lujo, y a la mañana siguiente no
recordaba nada. -Mordí mi hamburguesa, pasándome el dedo por los labios.

-Wow, eso parece sacado de Gossip Girl. -Me reí tapándome la boca con las manos, negando.

-No me gustaba, sinceramente. Creo que lo hacía por seguir a las chicas de mi clase, no sé. De
hecho, pienso que por eso me vine con mis abuelos. Necesitaba desintoxicarme de ese ambiente
tan tóxico y abusivo, de peleas con novios, exnovios, exnovias, aparecer en camas ajenas sin saber
con quién has estado... En fin. Estar aquí me está ayudando mucho. -Lauren extendió la mano por
encima de la mesa y puse mi mano sobre la de ella, apretándola un poco.

-Yo te cuidaré mientras estés aquí. -Besó mi mano y la dejó de nuevo en la mesa.

-No necesito que me cuiden... -Murmuré algo tímida. Yo era una mujer independiente y fuerte, no
necesitaba eso.

-Con cuidar me refiero a darte el cariño que las fiestas no te han dado. -Arrugué la nariz y asentí,
sí, llevaba razón. Necesitaba el cariño de alguien con urgencia, pero si era Lauren aún más. Sólo
quería abrazarla y quedarme tumbada en la cama con ella todo el día.

-Y no sabes cuánto me hace falta.

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➵ 20

Camila's POV

-¿Estás segura de que podrás estar sola hasta mañana por la tarde? -Mi abuela parecía
preocupada con su bolso entre las manos. -Tienes comida en el frigorífico, nuestro teléfono, el
teléfono del jefe de policía, y a los Jauregui al lado. -Con esto de que se iban a una feria agrícola al
norte de Carolina, estaban más tensos de lo normal. Mi abuelo había puesto una trampa para osos
en la puerta trasera, con eso lo decía todo.

-Sí, abuela. De todas formas las chicas vienen a dormir conmigo. -A mi abuela se le dibujó una
sonrisa en el rostro, dándome besos por toda la cara.

-Muy bien. Tened cuidado. -Mi abuelo pasó por mi lado, besó mi frente y luego me abrazó.

-Tened cuidadito, ¿eh? Nada de fiestas, yo confío en ti, pero nada de fiestas. No aquí. Sin chicos. -
Solté una risa y asentí rápido a las palabras de mi abuelo.

-Está bien, abuelo. Que os lo paséis bien. -Dije despidiéndome de ellos.

Tras unos cuantos avisos y consejos de mi abuela, por fin se fueron, y cogí el móvil enviándole un
mensaje a Lauren.

-Ya puedes venir.

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Mientras venía o no, dejé la puerta abierta, mientras leía uno de mis libros en la encimera de la
cocina. Escuché los nudillos en la puerta, y entró sin decir nada, rodeando mi cintura con sus
brazos y moviéndose un poco.

-¿Quieres que te proteja de los asesinos en serie, los aliens, o del demonio que puede que te
posea? -Le di un codazo en el abdomen y me giré, poniéndome las manos en la cintura.

-¿Para qué traes mochila? -Dije al reparar en el asa que estaba en su hombro.

-Hombre, llevo el hacha por si tengo que matar a alguien. -La cogí de las mejillas y la besé,
sintiendo su lengua impactar con la mía instantáneamente, y sus manos se aferraron a mis muslos.
-Te noto un poco... ¿Necesitada?

-Sí, y mucho además... Deberíamos haber follado en la habitación de Dinah. -Me soltó en el suelo,
pero no separó su mano de mi culo. -Sólo para ver cómo reventaba.

-Voy a dejar las cosas en tu habitación. ¿Uhm? -Me dio un apretón en el culo antes de separarse
con una sonrisa, y dirigirse hacia las escaleras.

Subí con ella, y al llegar dejó su mochila en el suelo, y se quedó mirando el tablón de corcho que
tenía pegado en la pared. Ahí estaba la foto que nos hicimos en el photobooth del bar, y ella se
giró hacia mí, poniendo las manos en mi cintura.

-¿Qué? -Pregunté frunciendo el ceño, intentando esconder mi sonrisa pero sin éxito.

-Nada. Sólo me gusta el hecho de que quieras tenerme como recuerdo. -Murmuró sobre mis
labios, justo antes de volver a besarme de la manera más húmeda que tenía. Enganché mis manos
a su camiseta, pero ella apretaba más mi trasero. -¿Puedo hacer esto? -Me desabrochó el short
mientras me miraba a los ojos directamente, y los bajó hasta que cayeron al suelo.

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-Ya lo has hecho.

-¿Puedo seguir? -Preguntó en voz baja, ronca, raspada.

-Deberías. -Respondí asintiendo.

Lauren se agachó delante de mí, puso mi pierna encima de su hombro y mordió mi centro por
encima de la tela, alzando la mirada hacia mí un poco. Sus dientes mordiendo la tela,
presionándome, hacía que las piernas me temblasen.

Se levantó del suelo y me quitó la camiseta, sin siquiera pedirlo, y con una mano me desabrochó el
sujetador, y justo cuando las tirantas estaban cayendo por mis hombros lo sujeté con la mano.

-¿No me vas a dejar verlas? -Sabía que la obsesión de Lauren era mirarme los pechos, pero me
gustaba verla suplicando y algo desesperada, justo como temía que ella haría conmigo. -Vamos,
Mila... No me hagas sufrir o será peor... -No me duró ni un minuto, dejé que me quitase el
sujetador y lo dejase justo encima de la camiseta y los shorts. -Buena chica...

-No, no soy buena... -Me subí a su cintura, rodeándola con las piernas, y sentí cómo su boca se
unía a mi pezón, succionaba fuerte, y sus dientes raspaban la piel de mi pecho, mientras me
tumbaba en la cama.

-Hoy sí. -Dijo con tono autoritario, justo antes de atrapar mi pecho con su boca, y acarició el otro,
lo amasó, pellizcó el pezón con sus dedos, retorciendo ambos de distintas formas. Mordisqueó
alrededor de mis pechos, pasó la lengua por encima de ellos, los chupó de todas las formas que
quiso.

Bajó su lengua por mi abdomen, arrastrando los dientes, dando besos húmedos bajo mi ombligo y
sobre la tira de mi tanga. Colocó su cabeza entre mis piernas, y volvió a morder suave en todo mi
sexo. Me quitó el tanga, dejándome desnuda delante de ella.

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-Vamos a ver qué te gusta. -Puso las manos en mis ingles para separarlas, y su lengua se posó en
mi clítoris comenzando a moverlo de mil formas diferentes.

Comencé a jadear, y Lauren movió su lengua un poco más rápido, estaba disfrutando sólo con
pequeños toques de su lengua, pero bien hechos. A esos toques, le unió dos de sus dedos, que
entraron con facilidad en mi interior, fuerte y rápido igual que su lengua, que no paraba de
retorcer y mover el clítoris hacia donde ella quería. Aquellos jadeos se hicieron más seguidos, y
comencé a soltar ligeros gemidos que aumentaban junto con la velocidad de sus dedos.

Entonces, cuando comencé a gemir seguido y fuerte, sacó sus dedos y paró su lengua en mi
clítoris. Justo fui a quejarme, pero introdujo su lengua en mí, más rápido, más hondo cada vez, y
entonces los jadeos desaparecieron, y sólo soltaba puros gemidos guturales, con mi mano
apretando la cabeza de Lauren. En la habitación sólo se escuchaba el juego entre mi humedad, mi
sexo y su lengua. Apreté las sábanas, me retorcí en el colchón, explotando de placer de una vez.
No se separó al terminar, siguió lamiendo un poco más, hasta que yo paré de gemir y jadear. La
miré desde la cama, cómo se quitaba la camiseta y luego el sujetador con una sonrisa.

-Date la vuelta y cierra los ojos. -Le hice caso, y me quedé tumbada en la cama, escuchando el
sonido de la cremallera de su mochila. Luego, sentí cómo se sentaba desnuda encima de mi culo.
Echó lo que creí que era aceite por mi espalda, y comenzó a darme un masaje lento.

Sus dedos se clavaron en la mitad de mi espalda, subiendo a mis hombros, por mis costados, y
bajó sus manos llenas de aceite por mis brazos, hasta llegar a mis manos. Sus pechos quedaron
pegados a mi espalda, y besó mi cuello muy lentamente, mi nuca, dejando salir la lengua entre sus
labios para besarme como si fuese mi boca. Se me olvidó que podía abrir los ojos, porque estaba
excitada y relajada, ambas cosas a la vez.

Al sentarse de nuevo, sus manos amasaron mis nalgas, las apretó, y dos de sus dedos se colaron
para acariciar mi sexo, hundiendo los dedos en mí lentamente. Jadeé un poco, y noté su lengua, al
mismo tiempo que me hizo apretar las piernas. Mordió mis nalgas, y yo estaba a punto de
explotar. Ni siquiera me intenté mover, porque ella me manejaba a mí.

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Entonces, sentí cómo me agarraba fuerte las nalgas, y algo se introducía en mí. No, no eran sus
dedos, porque sus brazos se pusieron a cada lado de mi cabeza, y su boca estaba cerca de mi
rostro, en mi nuca, sintiendo su aliento caliente chocar contra mí. Lo siguiente que comenzó a
chocar fuerte contra mí fueron sus caderas, y lo que entendí que era un strap on. Madre mía, lo
usaba como quería. Comenzó a embestirme fuerte, rápido, duro, se escuchaba su piel chocar
contra la mía, y yo me retorcía de placer. Escuchaba sus jadeos en mi oreja, sentí mordiscos en mi
cuello y aquellas embestidas que cada vez iban más fuertes. Mis gemidos aumentaban, que se
mezclaban con los gruñidos de Lauren en mi nuca. Se separó de mí, me cogió por la cintura y me
puso de rodillas en la cama para terminar de hacerme llegar. Apoyé las manos en la cama y dejé
caer la cabeza entre mis brazos, pero yo no podía más, iba tan rápido, tan fuerte, que me deshice
entre gemidos, entre placer, cayendo en la cama con los ojos cerrados. También escuché los
gemidos de Lauren, su respiración agitada, y cómo se movía en la cama mientras yo intentaba
recuperarme de todo aquello.

Podría decir que, Lauren me había desmontado en piezas y me había vuelto a montar. Cuando
recordé que debía abrir los ojos, Lauren estaba a mi lado con una mano puesta en la frente. Miré
el suelo, y allí estaba el strap on con el que Normani decía que me iba a castigar, y lo hizo.

-Aw, es rosa, ¡y doble! -Apoyé la cabeza en su pecho riendo, y Lauren sonrió sin abrir mucho los
ojos. -¿Te pasa algo?

-Que después de correrme me quedo dos o tres minutos tan relajada... -Murmuró en voz baja, y
solté una risa, dándole un beso en la mandíbula.

-¿Lo he hecho bien? -Lauren abrió un ojo y me miró, volviendo a cerrarlo.

-Fenomenal. Eres más pasiva de lo que me esperaba. -Comentó mientras yo me levantaba de la


cama, y fruncí el ceño mirándola. -Es bueno. Imagínate que no eres pasiva, entonces no me
dejarías hacerte todo lo que te he hecho y no habrías disfrutado tanto.

-Bueno, tú ten cuidado con las cosas que dices porque te mataré. ¿Quieres ir a ducharte, y
mientras yo pido pizza? -Lauren negó arrugando la nariz, y se levantó de la cama viniendo hacia
mí.

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-Nos duchamos juntas.

No sé si fue un error dejarla, porque en cuanto entramos en la ducha, sus manos fueron a mi
trasero directamente, y comenzó a besarme lento y húmedo, mientras el agua se llevaba el jabón
de mi pelo. Cuando su mano comenzó a ir más debajo de mi trasero, me separé riendo, y salí de la
ducha dejándola dentro.

-¿Pero dónde vas? Te quiero enseñar unas cuantas cosas chulas. -Escuché que decía a través de la
mampara.

-¿Ah sí? ¿Cómo qué? -Me puse la toalla alrededor del pecho y me peiné para desenredarme un
poco el pelo, tardé poco.

-Como mis dedos. -Me reí y me acerqué a la mampara, dando un besito donde estaba ella.

-Te veo abajo.

Lauren's POV

-Por fin puedo hacer esto. -Me acerqué por detrás a Camila, que estaba de espaldas en la mesa de
la cocina, y apreté sus pechos entre mis manos, amasándolos con mis dedos.

-¿Esa es tu meta en la vida? ¿Tocarme las tetas? -Dijo partiendo los trozos de pizza.

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-¿Quieres que te diga la verdad? Sí. -Se chupó un dedo, y cuando separé las manos pude ver sus
pezones marcados en la camiseta. -¿Te molesta? Porque si te molesta paro.

-Para nada. Toma. -Me dio la caja de pizza y señaló la mesa, donde había dos refrescos puestos.

-¿No te perturba haber follado de esa manera en la habitación donde jugabas cuando eras una
pequeña e inocente niña? -Se quedó pensativa, y se sentó frente a mí.

-Mmh, no. Lo he hecho hasta en la cama de mis padres, así que, no. -Le di un mordisco a la pizza,
mirando a Camila con una sonrisa. Llevaba el pelo recogido, ondulado y una camiseta fina de
algodón blanca, algo larga que le cubría hasta el muslo.

-Cada vez que dices una barbaridad me atraes más. -Camila le dio un mordisquito a su porción.

-¿Y tú dónde lo has hecho? -Me preguntó.

-Mmh... Se lo hice a una chica contra la puerta de mi habitación mientras en Nochebuena.

-Wow... Me encantaría pasar una Nochebuena en casa de los Jauregui, la verdad. -Al decir aquello,
al principio me hizo gracia, luego recordé que al final de ese mismo mes ya no la tendría. -Pero... -
Jugueteó un poco con el trozo entre sus manos, encogiéndose de hombros. -Este año paso las
fiestas sola. Gran plan.

-Bueno, siempre podemos hacer Skype. Y podré contar que hice Skype con una chica en
Nochebuena. -Camila se rio y se encogió de hombros asintiendo.

-Supongo que sí.

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➵ 21

Camila's POV

Los días cada vez se hacían más cortos, el tiempo cada vez pasaba más rápido y, lo que yo pensaba
que sería un verano largo, se me estaba haciendo fugaz. Quedaban unas tres semanas para que
me fuese, y mi mente no dejaba de dar tumbos. Por las noches apenas podía dormir, y es que en
poco tendría que separarme de la chica que tenía en frente, medio sumergida en el lago.

-No pienses tanto. -Dijo al verme en silencio, y me abracé a ella, acariciando su nuca. Besó mi
hombro, y caminó conmigo por el agua, rompiendo el abrazo para besarme lentamente. -Mañana
hay partido de béisbol, ¿vas a venir a verme o ya no quieres?

-Claro que quiero ir a verte. -Siguió los besos rápidos y cortos en mi boca, haciéndome reír.

-Me hubiese gustado que me vieras en competiciones de natación, ¿sabes? -Me apartó el pelo de
la cara, mordiéndose el labio inferior.

-Estoy segura de que eras la mejor. -Hizo una mueca para quitarle importancia, pero Lauren sabía
que lo era.

-Deberías ver la estantería de mi habitación en Chicago. -Volvimos a besarnos, y me alcé un poco


para quedar por encima de ella, besándola lentamente apretando su nuca, disfrutando de su
lengua en la mía, succionándola. Y justo cando mi lengua estaba entre sus labios, en el punto más
sucio, húmedo y excitante del beso, escuchamos una voz.

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-Lauren. -Ambas nos separamos, y había una mujer detrás de ella.

-No sabía que llegaríais tan pronto. -Dijo Lauren. Yo la miraba sin entender nada, y ella reaccionó. -
Oh, mamá, esta es Camila. Camila, esta es mi madre.

-Me lo imaginaba, encantada. -Dijo su madre con una sonrisa. Yo sólo quería que la tierra me
tragase, y sonreí. -¿Quieres quedarte a cenar?

-Uhm... Sí, claro. -No quería darle mala impresión a aquella mujer, que se fue de la terraza con una
sonrisa. -¿¡Por qué no me has avisado!? -Comencé a pegarle en el hombro a Lauren, que me tomó
por las muñecas.

-Porque no lo sabía.

-¿No te afecta que te pillen comiéndome la lengua casi de forma literal? -Susurré caminando
detrás de ella hasta la escalerilla.

-Me pillaron follando una vez, así que esto no es nada.

-¿Pero no decías que acababas de salir del armario? -Lauren se paró en seco y se giró hacia mí.

-Con un chico. -Hice una mueca de asco.

-Eso es bizarro, grotesco y asqueroso. -Repliqué sacudiendo la cabeza.

-Lo sé. A mí también me lo pareció.

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Subimos las escalerillas, y vi mi tanga tirado en el suelo. Comencé a pegarle a Lauren en el
hombro, del que se dolió.

-¿¡Quieres dejar de pegarme!? -Susurró en alto, frotándose el brazo.

-¡No! ¡Tu madre ha visto mi ropa interior!

-Cállate, vamos a ducharnos, cenamos y nos vamos. -Susurró mientras cogía su toalla y se la ponía
alrededor del pecho.

-¿Y dónde quieres ir? -Pregunté cogiendo la bolsa donde llevaba la ropa para cambiarme al día
siguiente, subiendo unas escaleras externas que llegaban hasta la segunda planta, suponía que su
habitación.

-No sé, a cualquier sitio que no sea aquí, ¿o quieres que mi madre entre por la mañana y te vea a ti
desnuda y al strap on en el suelo? -Susurró abriendo la puerta, que daba a un pasillo largo, donde
había dos puertas; una el baño y la otra su habitación.

-Sí, sería dramático. -Lauren abrió la puerta de su habitación, donde tenía una estantería llena de
cómics, libros, un portátil y una taza.

-Ve a ducharte, yo mientras te busco algo de ropa, ¿vale? -Asentí rápidamente y entré en el baño.

No tardé más de cinco minutos en ducharme, y cuando salí, Lauren me tenía preparada una
camisa de cuadros blanca y rosa, y unos shorts de tela vaquera en color blanco, a los que les añadí
mis vans del mismo color. Me recogí el pelo al estar algo mojado, y me quedé en su habitación. La
cama tenía sábanas grises, estaba todo estrictamente ordenado, y denoté que había algunos libros
de derecho en la estantería. Además, tenía enrollado lo que creí que era un póster de los Sharks,
el club de natación al que ella pertenecía. Lauren era así en realidad, esa era la faceta que yo
desconocía y que me encantaría conocer; la Lauren abogada, Lauren correcta y metódica, Lauren
estricta.

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Cuando volvió, yo estaba sentada en la cama, viéndola cambiarse delante de mí. Se puso una
camisa azul remangada hasta los codos, igual que yo, y unos jeans largos negros.

-Me gusta tu habitación. -Dije mientras se abrochaba el pantalón.

-¿Por qué?

-Porque es tuya. -Salté de la cama y salí con ella de la habitación, bajando a su lado. Denoté el olor
a su desodorante, no había cambiado aunque ahora viviese con sus padres.

-Madre mía, Lauren, ¿esta es tu novia? -En cuanto dijo eso, las dos nos echamos a reír.

-No. -Dijimos a la vez. Nos miramos con el ceño fruncido. -No, no. -Repitió ella, sacudiendo la
cabeza.

Nos sentamos a cenar, y habían preparado cerdo asado con patatas asadas. Yo comía con timidez
al lado de Lauren, que engullía como si no fuese mañana.

-¿Cuánto tiempo vas a quedarte en el pueblo, Camila? -Preguntó su padre, llevándose el tenedor a
la boca. -A Lauren ya le hacía falta alguien como tú aquí.

-Mmh... Me voy en dos semanas. -Dije en un tono algo más bajo, viendo a Lauren beber de su vaso
para tragar. -Empiezo a trabajar en Vancouver, así que...

-Oh... Eso es...

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-¡Maravilloso! -Cortó su madre, echándole una mirada asesina al padre de Lauren. -Madre mía, en
estos tiempos tener trabajo es algo muy complicado. ¿Y en qué exactamente?

-Museo de Arte Nacional de Vancouver. -Respondí algo orgullosa, pero aún con el resquemor de
que me iba, y no podía impedirlo.

-Madre mía, a nosotros nos encanta el arte. ¿Verdad, Lauren? -Lauren asintió con un trozo de
cerdo en la boca, mirándome con una débil sonrisa. -Fuimos al Louvre cuando tenía cuatro años,
creo que te gustó.

-Papá, tenía cuatro años. -Respondió riéndose.

La cena se hizo menos pesada cuando comenzamos a hablar de arte, pero Lauren simplemente me
miraba con una sonrisa y la cabeza apoyada en su mano, mientras por debajo de la mesa me
acariciaba la rodilla.

Nos despedimos, creo que le di buena impresión a sus padres, y me gustaron; nos pasamos toda la
noche hablando de arte. Eso fue algo que Lauren jamás me contó, y es que yo no sabía muchas
cosas de ella. Pero, ¿por qué me preguntaba esto? Sólo nos acostábamos y ya está, ¿no? No
podía... No podía pillarme por ella ahora, no. Eso eran chiquilladas de niñas de quince años y yo
sólo quería pasar un buen rato con ella.

-Bueno, ¿dónde vamos a ir? -Pregunté mientras caminábamos hasta su coche.

-Eso me pregunto yo. Porque en tu casa están tus abuelos, ¿no? -Asentí alzando una ceja, y me
crucé de brazos. -Espera, espera, espera... Tengo una idea.

-A ver, sorpréndeme. -Ella se echó a reír, poniendo sus manos alrededor de mi cintura.

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-Podríamos... No sé, alejarnos de todo esto unos días. Solas tú y yo. Cogemos el coche y nos vamos
a un pueblecito en la playa, a Beaufort, por ejemplo. Sin amigas, sin tus abuelos, sin mis padres,
sin tener que estar buscando un momento o un lugar para estar a solas, sin que nadie nos
interrumpa.

-¿A qué hora dices que llegamos?

Lauren's POV

Eran las doce de la noche cuando llegamos a Beaufort, y desde el hotel se podía escuchar el sonido
de las olas, y ver el mar romper en la orilla. Camila estaba colocando su ropa, y yo miré por la
ventana. ¿Qué estábamos haciendo? Aquello iba a llegar demasiado lejos, ya había llegado. No
podía pasar ni un segundo sin ella, sin que se sentase en mi regazo, sin que me besase, me
abrazase, o simplemente verla. Quería parar el tiempo en esas dos semanas, y que todo se
quedase así. Ella conmigo, lo demás luego se vería.

-¿Tú que dices, que este sujetador va con este tanga o que no? -Me giré en cuanto escuché su voz,
y la vi en mitad de la habitación, mirándose de espaldas en el espejo.

-Son un conjunto, ¿no? -Dije caminando hacia ella, y puse las manos en su cintura, quedando
pegada a ella. Camila asintió. -¿Y te lo has comprado para mí?

-Bueno... -Pasó sus brazos por mi cuello, acariciando mi nuca con los dedos.. -Sí. ¿Sabes que
Amazon también hace envíos a Knoxtenville? Es increíble.

-Ay, Mila... -Bajé las manos hasta sus muslos, apretándolos un poco, y ella sonrió justo antes de
besarme lentamente. -Quiero hablar contigo.

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-Eso no suena muy bien. -Dijo al separarse, y solté una leve risa.

-No, quiero que me cuentes cosas de ti que yo no sepa. -Camila se separó con los ojos cerrados y
una risa, encogiéndose de hombros. -Venga, mmh... A mí me gusta el vino. Me gusta mucho el
vino, ¿qué te gusta a ti? -Ella tomó una camiseta de la cama y se la puso por encima.

-Las rosas rojas. -Asentí y me senté en la cama, quedando con ella de pie frente a mí, y sus manos
en mis hombros.

-¿No te gusta nada más? -Comenzó a jugar con el pelo de mi nuca, y di un beso en su abdomen,
apoyando la barbilla en él para mirarla.

-El vino, el queso, escuchar música en casa, con las luces apagadas y quizás unas cuantas velas,
viajar, adoro viajar. Me gusta... Leer, los libros de historias de amor, ficción y fantasía, incluso
clásicos, cualquiera, no sé. También... Los pequeños detalles, es decir, no me gusta la gente
excesivamente romántica, odio las cajas de bombones o toda la casa llena de pétalos de rosa,
sólo... Por ejemplo, si vinieses a recogerme al trabajo, o... Que me comprases la lencería que a ti te
gusta, ya sabes. -Enmudecí al escucharla, y lo único que me salió decirle fue:

-¿Yo? -A media voz, y Camila se separó de mí, pero volví a cogerla de las piernas.

-Olvídalo, no hablaba de ti, hablaba de...

-Ya sé de lo que hablabas. -Tiré de su brazo e hice que se sentase en mi regazo, dándole un beso
en la mejilla. -¿Te parece si vamos a dormir?

-Sí, mejor.

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Noté su cuerpo pegado al mío, sus pechos chocando contra los míos ya sin sujetador. Se había
olvidado de quitárselo y, supongo que en mitad de la noche lo habría hecho. Sentí un mordisco en
la mandíbula, y otro en el lóbulo de la oreja.

-Vamos, despierta... -Comenzó a darme besos en los labios que yo no contestaba, porque estaba
demasiado dormida.

-No me quiero levantar... -Musité contra su boca, recibiendo más besos de su boca. -No... -Me
mordió el labio, que culminó con un beso tosco. Abrí los ojos lentamente y me costó enfocarla,
pero la vi. Tenía el pelo revuelto, los labios rosados e hinchados, y una sonrisa en el rostro.

-Por fin. Buenos días... -Se puso encima de mí con una pierna a cada lado de mi cuerpo, y sus
antebrazos en la almohada, acariciándome el pelo mientras me volvía a besar. Esta vez fue
profundo, lento, llevándose mi lengua entre sus labios y terminando aquello que mi madre había
interrumpido el día anterior. Juré para mis adentros que podría levantarme así todos los días.

-Me encanta Cuba... -Dije pasando las manos por sus muslos, y la escuché reír en mi boca. Se
separó y quedó sentada en mi regazo, con las manos en mi abdomen. Al hacer eso, sus pechos se
juntaron, y mi mirada no se separó de ellos. -No puedes hacerme esto...

-Vaaale. -Se levantó y cogió el sujetador del suelo, señalándome mientras caminaba hacia el baño.
-Voy a darme una ducha, y luego vamos a la playa, ¿vale?

-Luego vamos donde tú quieras.

Pedimos el desayuno para llevar y lo metimos en el bolso de Camila, que gracias a Dios era
bastante grande. Había un par de sándwiches y zumos, que me comí nada más que me senté en la
toalla, mientras veía a Camila caminar hasta el mar y mojarse las manos. Wow, sí, era enorme. Su
culo era enorme.

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Yo me tumbé boca abajo, y ella hizo lo mismo, pegándose a mí en la toalla.

-Tienes que aprovechar el verano. -Le dije pasándole un brazo por encima de la espalda, quedando
a centímetros de su cara.

-Sí, porque en Canadá hará frío hasta en Julio... -Sonreí un poco, pegando mi frente a la suya.

-Te irá bien, lo sé. -Murmuré, acariciándole la espalda con la mano.

-¿Cómo lo sabes?

-Porque te lo mereces.

=================

➵ 22

Camila's POV

Me levanté de la toalla y me sacudí las manos, caminando hasta el agua. Lauren se hacía la
remolona y no quería ir al agua, así que decidí ir yo sola. Me metí hasta las rodillas, y coloqué las
manos en mi cintura, mirando al horizonte. Entonces sentí sus manos ponerse en mis caderas, y
me pegué a su pecho.

-No pienses tanto. -Volvió a repetir en voz baja, dándome un beso en la mejilla. -Además... Yo
soy... Sólo un verano, ¿sabes? Soy el salto a tu vida real. Encontrarás una novia que te cuide, que...

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Que no viva en mitad de la nada y trabaje de sol a sol. Encontrarás a alguien que te invite a cenar
en Vancouver, que te recoja del trabajo, o que te regale rosas rojas un día cualquiera. -No me
moví, ni siquiera respondí, estaba cabizbaja, con su mano en mi vientre, y la mía apretando la
suya. -Y me recordarás siempre como la chica del mejor verano de tu vida.

-No ayudas en nada, Lauren... -Me separé de ella y me di la vuelta con los brazos cruzados.

-¿Qué soy para ti, Camila? -Me preguntó con voz tenue, sólo era una simple pregunta. Sin ningún
tono acusatorio, sin enfado en la voz. -¿Soy sólo sexo y un par de besos, o soy algo más? -Mi
cabeza iba a estallar en ese momento, pero si no respondía rápido Lauren se daría cuenta, así que
escogí la opción más rápida.

-Sólo sexo, Lauren. -Ella asintió, poniéndose las manos en la cintura.

-Entonces, ¿de qué te preocupas? ¿De que no voy a estar ahí para que follemos por las noches? -
Cogí la mano con la que gesticulaba y la bajé, pegándome a su pecho.

-Cállate... -Susurré en voz baja, sintiendo su mano en la parte inferior de mi espalda.

-Pero es verdad. Sólo disfruta de estas semanas que quedan, Camila. Ni siquiera pienses en
Vancouver, piensa en mí. -Se encogió de hombros con los ojos entrecerrados. -¿Tienes a una ex
nadadora colándose en tu cama por las noches y la vas a desaprovechar estando triste? Venga ya.
-Le di un empujón riéndome y caminé para salir del agua, pero Lauren me tomó por la cintura. -
No, no, no... Conmigo. -Me cogió en peso por los muslos, que enrollé en su cintura, y tiré de su
pelo para echarle la cabeza hacia atrás. El piercing de su nariz resplandecía bajo la luz del sol, al
igual que sus ojos, que descendían su tono a un verde claro por el sol.

-Todo el mundo nos está mirando. -Le advertí, ya que éramos la única pareja de chicas en la playa.
Pareja, wow, eso había sonado muy fuerte, quizás éramos las únicas chicas besándose en la playa.
Sí, eso sí.

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-No nos miran a nosotras, te miran a ti. -Y aunque sabía que era mentira, me sonrojé y agaché la
cabeza, pegando mi frente contra la de ella.

Caminó hacia el fondo mientras nos besábamos, y nos sumergimos en el agua de golpe. El frío del
agua congeló mis músculos, y me separé de ella para abrir los ojos, mirándola durante varios
segundos con una sonrisa amplia, hasta que salimos del agua.

Lauren se apartó el pelo con las manos, y yo salí lentamente, mirándola desde abajo en el agua.
Tenía los abdominales marcados, lo suficiente para no romper su figura femenina, y aunque los
míos eran bastante más grandes, Lauren también tenía pechos bastante bien definidos.

-¿Alguna vez te han dicho que eres muy atractiva? -Lauren agachó la cabeza para mirarme y
frunció el ceño, pero esbozó una sonrisa leve y lasciva, encogiéndose de hombros.

-Alguna vez, sí. -Se agachó hasta que el agua le llegó por el pecho, y me besó de esa forma suave y
húmeda, separándose luego.

-Qué creído te lo tienes. -Respondí negando, y ella soltó una risa.

-¿Para qué preguntas, si sabes qué es verdad? -Me senté en sus piernas y acaricié su nuca,
sonriendo. Me hacía feliz, me hacía muy feliz estar con ella. Su risa, sus dientes, sus ojos, el
piercing de su nariz, los pequeños pendientes plateados en la parte superior de su oreja, sus
clavículas marcadas, y su pelo castaño largo y ondulado.

-Porque quería ser la primera en decírtelo. -Me encogí de hombros.

-Eres la primera en algo muy importante. -Dijo asintiendo con una sonrisa. Yo fruncí las cejas,
ladeando la cabeza.

-¿En qué? -Pregunté curiosa.

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-Eres la primera chica que he presentado a mis padres. -Arrugué la nariz y sentí que me moría por
dentro. Sentí el calor inundar mi cara, estaba totalmente roja, incluso pensé que me había puesto
a sudar y estaba dentro del agua.

-No me digas esas cosas... -Nos quedamos en silencio con una sonrisa, ambas sabíamos por qué.

No dijimos nada, simplemente salimos del agua, y para que yo fuese más rápido me dio una
palmada en el trasero algo fuerte.

-¡Ay! -Dije riendo, e intenté empujarla en la orilla, pero no se movió.

-Cuando estamos follando no te quejas tanto de eso, ¿eh? -Dijo en voz más baja acercándose a mí,
y comencé a reírme en alto con las manos en la boca. Lauren abrió los ojos y me miró sorprendida
con una sonrisa.

-¿Qué pasa? -Le di con el dedo en el abdomen mientras caminábamos hacia las toallas.

-Nada, que... Creí que ibas a darme un guantazo por lo que había dicho. -Se tumbó boca abajo, y
yo de lado, quedando frente a su rostro.

-Yo nunca te haría daño. Excepto mordiéndote, o arañándote. -Lauren sonrió con los ojos
cerrados, y me acerqué más a ella en la toalla, acariciándole la espalda con las yemas de los dedos.
-¿Podemos hacernos fotos? Así las tendré cuando me vaya, y te recordaré siempre.

-Claro... -Dijo adormilada, y estiré el brazo para coger el móvil del bolsillo interior de mi bolso.

-¿Me das un beso? -Susurré dándole uno pequeño en los labios.

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-Todos los que quieras. -Su labio atrapó el mío, e hice la foto rápido para poder seguir besándola,
poniéndome casi encima de ella.

Dejamos las toallas en la arena, cogí mi bolso y Lauren su mochila y nos fuimos al bar de la playa.
Era de madera, con redes que lo adornaban, a pie de playa y ya había un montón de gente
sentada. Tuvimos que esperar un rato para sentarnos, pero al final tuvimos un buen sitio al lado
de la arena, bajo una sombrilla y con vistas al mar.

Lauren se quitó las gafas, y pude ver de nuevo sus ojos verdes algo más oscuros por la sombra que
teníamos.

-Mmh... Yo tomaré una langosta a la parrilla y una cerveza bien fría. -Dijo Lauren, apoyando las
manos en los reposa brazos de la silla.

-Yo ensalada y brochetas de langostinos y agua, por favor. -Le devolvimos las cartas a la camarera,
que se fue por donde vino.

Lauren apoyó los codos en la mesa, y la barbilla en su mano mirándome con una sonrisa. Llevaba
una camiseta de tirantes gris de los Sharks escrito en azul, el pelo revuelto, ondulado por la sal, y
la cara algo quemada.

-Tienes los hombros muy... Anchos. -Lauren se los miró y soltó una risa.

-¿Qué te esperabas de una nadadora? -Ambas nos echamos a reír, y se apretó el hombro que tenía
malo. -¿Es que no te gusta?

-Al contrario, me gusta demasiado. -La camarera puso las bebidas delante de nosotras, y Lauren le
dio un sorbo a su cerveza.

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-Oye, ¿en qué coño trabajan tus padres para tener tantísima pasta? -Sonreí desenroscando el
tapón de la botella de agua.

-Mi madre es arquitecta. -Lauren asintió con los ojos cerrados, como si ya lo supiese. -¿Y tus
padres? Porque una casita de diseño al lado del lago no es muy común que digamos.

-Abogados. -Asentí igual que ella, con los ojos cerrados. -Oye... ¿Puedo preguntarte algo más
personal? -Bebí un poco de mi copa de agua y asentí levemente, humedeciéndome los labios. -¿Y
tu padre? ¿Él no trabaja?

-Mi padre digamos que no existe. Folló con mi madre hace veintidós años, y se fue. Creo que vive
en Las Vegas, no sé. Pero la realidad es que no me importa, porque tuve a mi madre y ahora ella es
feliz con otro hombre que la trata como a una reina. -Lauren me miró con una sonrisa, y ladeó la
cabeza escudriñándome con sus ojos.

-¿Echas de menos a tu madre? -Preguntó separándose de la mesa para que pusieran los platos
delante de nosotras.

-Sí, dios, quiero verla ya. No me quiero imaginar lo que la echaré de menos cuando me vaya a
Canadá. -Hice una mueca, y Lauren estiró su brazo para pellizcar mi mejilla. -¿Y tú? ¿Qué harás?

-Quizás... Vuelva con mi tío. Sí, o vaya a vivir al pueblo de al lado. No sé cómo están las opciones
de trabajo. -Se llevó un poco de langosta a la boca, mirándome con una leve sonrisa. Aún no me
podía creer que aquella chica, aquella preciosa, fuerte, atractiva, abogada y ex nadadora estuviese
encerrada en un pueblucho desde hacía un par de años sólo por miedo. Por miedo de no ser
suficiente.

-¿Qué vamos a hacer esta noche? ¿Qué planes tenemos? -La sonrisa lasciva de Lauren salió a la
luz.

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-Si te cuento lo que voy a hacer contigo... -Comencé a reírme con un sorbo de agua en la boca, y
me tapé la boca con la mano, tragando cuando la risa remitió un poco. -Es broma, bueno, no es
broma, pero... He pensado en pasar la tarde en la playa, subir, ducharnos y esas cosas, ir a cenar y
venir aquí, que se convierte en un club de playa por las noches, ¿qué te parece?

-Me parece que tienes una mente maravillosa. -Se encogió de hombros y sonrió con los ojos
cerrados. Lauren agachó la cabeza a nuestro lado, y había un pequeño gatito sentado.

-Hace más de un mes que no subo una foto a Instagram.

-El efecto Knoxtenville, ¿lo ves? -Dijo mientras comía, limpiándose con la servilleta.

-Voy a subir una tuya. -La apunté con el móvil, y ella se puso seria, con el ceño fruncido, aunque
estaba preciosa igual. Mientras yo la subía, Lauren se había quedado mirando al gato.

-Mira, voy a darle langosta. -Cogió un poco con los dedos y se inclinó para dársela.

-Cielo, no le des eso. -Lauren levantó la cabeza y me miró unos segundos con una sonrisa,
volviendo a inclinarse para dejarlo en el suelo.

-¿Por qué no? Tiene hambre. -El gato se fue hacia otras mesas, y Lauren siguió comiendo
tranquilamente.

-No sé, igual luego se pone malo y lo vomita o... -Lauren negó con el ceño fruncido.

-Te preocupas demasiado.

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Después de comer volvimos a la playa, y pasamos la tarde entre el agua y la toalla. Si yo me
levantaba, Lauren venía detrás de mí para agarrarme de la cintura o correr al agua y salpicarme. Si
ella se levantaba, yo corría para saltar en su espalda y morderle la oreja, o le pedía que me llevase
en brazos hasta dentro.

Eran las siete de la tarde, y ya casi no quedaba nadie en la playa. El bar estaba poniendo mesas
altas en la terraza para hacer aquél club de playa que me había dicho Lauren, y ambas seguíamos
tumbadas en la toalla, con el fresco de la tarde, mi cuerpo medio echado en ella mientras nos
besábamos de la forma más lenta, húmeda y dulce. Sus labios atrapaban los míos, y su lengua
separaba mis labios para tocar la mía, suave, profundo, mojado. Bajé mi boca a su cuello,
mordiéndolo algo fuerte, chupándolo y lamiéndolo.

Llevábamos así casi una hora sin darnos cuenta, y mientras yo me empleaba a fondo en su cuello,
Lauren soltaba pequeños suspiros con el antebrazo en los ojos.

-Joder Camila... -Su mano estaba medio metida por la parte inferior de mi bikini, y apretó un poco
al notar cómo mordía justo bajo su mandíbula. -Para, para, para... Que voy a reventar, para... -Dijo
con la voz quejosa, y me aparté de ella riéndome en voz baja. Lauren se incorporó sentándose en
la toalla, estirándose el pantalón corto azul que se había puesto justo porque al ser su bikini de
color verde transparentaba lo mucho que le ponían mis besos. -No hace gracia. -Dijo con una
mueca, levantándose de la toalla conmigo, que ya la estaba sacudiendo.

-Te quejas mucho para lo poco que te he hecho.

-Tú sigue calentando que esta noche cobras. -Sacudió la toalla y la metió en su mochila,
poniéndose las chanclas.

-¿Qué voy a cobrar? -Volvió a estirarse el bikini por encima del pantalón y me miró.

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-Seguro que si te hago yo eso me obligas a hacértelo en el agua. -Se puso la camiseta y
comenzamos a caminar hacia el paseo, camino del hotel. -Y tú no querías hacérmelo en el agua
porque te daba frío.

-¿Estás enfadada de verdad? -Me enganché a su brazo y le di un pequeño beso en el hombro. -


Perdóname...

-No, no estoy enfadada... -Pasó su brazo por mi hombro, dándome un beso en la cabeza.

-Menos mal, no quería que fueses como esos tíos que se enfadan si sólo los besas.

-No me enfado, pero yo me metería en el agua sólo para darte ese placer.

Al llegar a la habitación, yo me metí primero en la ducha, tardé muy poco en ducharme, aunque
en arreglarme el pelo un poco más. Lo quería ondulado, brillante, suave, a un lado. Mientras
Lauren se duchaba, yo me tumbé en la cama y miré el móvil, viendo un mensaje de mi amiga Kara,
otro de Rossie y Catelyn preguntando quién era la chica de la foto. Ni siquiera le puse un título,
sólo la subí.

Kara: "¡Por fin apareces! Dios, tu madre nos dijo que te lo estabas pasando genial, pero no tanto
como para ni siquiera coger el móvil, jajaja."

Rossie: "¿Quién es la chica de las fotos?????? ¡¡Está increíble!!"

Catelyn: "CAMILA TIENES NOVIA"

Me hicieron reír. Suponía que estarían de fiesta por Miami, como de costumbre. Quizás aquella
noche irían a cenar a un restaurante con estrella Michelin o algo así.

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Me puse la ropa interior de encaje negra, y me miré en el espejo que había justo frente a la cama.
Me puse de espaldas y miré como quedaba mi tanga, no estaba mal. Aunque Lauren fallecería en
cuanto me desnudase. Me puse un vestido negro de tirantas anchas y vuelo por debajo, y me
maquillé mirándome al espejo de la habitación. Lauren seguía dentro del baño, probablemente
'desahogándose' después de todo, y no la culpaba. Me puse los tacones y me miré en el espejo
dando una vuelta, y justo en ese momento Lauren salió del baño.

Llevaba una camisa de manga corta con un doblez en el borde ceñida, transparente, podía ver su
sujetador blanco debajo. También unos jeans y unos botines altos, y el pelo ondulado, casi parecía
que seguía mojado. Se quedó parada en el pasillo mirándome.

-Eres muy latina. -Murmuró sonriendo. -Y eso me gusta tanto... -Solté una carcajada al escucharla,
y cogí mi bolso de la cama.

-Anda, vamos. Por cierto, ¿esa mochila del suelo es tuya? -Ella sonrió poniéndome la mano en la
cintura, saliendo conmigo de la habitación.

-Tú déjala ahí. -Susurró mirándome, mientras bajábamos en el ascensor.

-Entiendo.

Llegamos al paseo, donde todos los bares y restaurantes abrieron, había ambiente, parejas
cenando, risas y de fondo el sol poniéndose frente a nosotras. Entonces, justo en ese momento
nuestras manos se rozaron. Unos segundos después, las enlazamos mientras andábamos.

Lauren y yo éramos sólo sexo, sólo eso. El sexo, en la actualidad, no significaba nada. Los besos,
incluso, no significaban nada. Pero cogerse de la mano, o su mano en mi cintura, eso iba más allá
de lo que habíamos estipulado. Pero lo peor o mejor de todo según se mire, es que ni siquiera me
importó. Apreté su mano y sonreí para mis adentros, porque sí, en ese momento me di cuenta de
que estaba sintiendo cosas por Lauren, y no, mi cabeza totalmente kamikaze, loca, irresponsable e
inconsciente no paró. No paró hasta el día que tuvimos que separarnos.

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-Mira, podríamos cenar aquí. -Señaló un restaurante frente a nosotras.

Entramos, y Lauren pidió una botella de vino, y de cenar algo de marisco para las dos y un pescado
al horno.

-Cuando estaba en el equipo de natación entrenaba ocho horas diarias. -Dijo echándome un poco
más de vino mientras yo comía.

-¿Diarias? -Pregunté con la mano en la boca, alzando las cejas. -Yo no aguanto ni media hora en el
gimnasio. Por eso tengo los muslos tan blandos.

-A mí me gustan tus muslos, ¿sabes? Puedo agarrarlos fuerte. -Me hizo reír, y cogí la copa que ella
me tendía.

-¿Y cuándo estudiabas? -Lauren desmenuzaba un poco el pescado.

-Tenía un horario especial, porque yo me estaba preparando para los campeonatos nacionales e ir
a las Olimpiadas. Así que tenía tres asignaturas por semestre. Pero cuando tuve el accidente tuve
que sacármelas todas de golpe, porque claro, ahora ya no tenía beca, no era deportista
semiprofesional ni nada.

Yo le hablé de cómo entré a Bellas Artes y por qué. Ella me escuchaba y asentía mientras comía, a
veces hacía comentarios, pero me dejaba seguir hablando.

Me di cuenta en esa cena, en ese día, que en cuanto salíamos de aquél pueblo éramos personas
completamente distintas, éramos adultas. Poco quedaba de esas dos chicas que iban a partidos de
béisbol. Hablábamos del pasado, de nosotras, del futuro. Yo la miraba y no veía a la sobrina de mi
vecino, no veía sólo a esa imponente y atractiva chica. Veía a la nadadora frustrada, veía a la
prometedora abogada. No, no era sólo sexo.

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Luego, fuimos al club que ya estaba lleno de gente. Pedimos dos mojitos, y bailamos, bailamos
mucho. Bailamos hasta que nos dolieron los pies. Sabía cómo bailar salsa y me manejaba
llevándome de un lado a otro, pegándome a ella, dejándome ir, abrazándome por la espalda y
besándome un poco el cuello, hasta que volvía a girarme hacia ella.

Había una mujer vendiendo rosas rojas, blancas, y coronas de luces multicolor.

-Hey, perdona, ¿me das una rosa roja? -Le dijo Lauren en alto, porque la música sonaba fuerte. La
señora asintió y sacó una del corcho, cortándole el tallo, gritándole el precio al oído. No escuché
nada, pero Lauren le dio un dólar.

-¡No hacía falta! -Dije con la voz fuerte, y Lauren sonrió poniéndose delante de mí. Puso la rosa
con el tallo en mi oreja, para que quedase entre mi pelo, y se separó para mirarme. Luego, se
acercó a mí otra vez.

-Estás preciosa. -Me dijo al oído, y mi rostro se incendió de nuevo, levantando la mirada hacia ella.

-Gracias. -Dije antes de besarla, poniendo mis manos en sus mejillas, y se separó, llamando a una
chica que estaba al lado con el ceño fruncido.

-Eh, ¿nos puedes hacer una foto, por favor? -Dijo tendiéndole el móvil. La chica asintió, se separó
un poco de nosotras. Y la chica hizo varias fotos, pero la primera la hizo mal, y precisamente esa
fue la que salió perfecta. Justo en la que me giraba para darle un beso en los labios a Lauren con
mi mano en su mejilla, y ella sonreía.

Nos tomamos un par de copas más, bailamos varias canciones más, y luego nos fuimos de la mano,
igual que como llegamos. Yo estaba algo achispada, y Lauren se había bebido más de dos copas
pero estaba como una rosa. En cambio yo, estaba en ese momento en el que veía a Lauren la chica
más guapa del mundo.

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Al llegar a la habitación, no esperé mucho a que cerrase la puerta y comencé a besarla,
desabrochando su camisa blanca y sacándola de su pantalón de forma apresurada. Ella sonreía,
mientras yo besaba su clavícula lentamente.

-¿Vas a terminar lo que has empezado? -Preguntó mientras yo bajaba dando besos por su escote,
mordiendo sus pechos incluso por encima del sujetador.

-¿No lo has terminado tú en el baño? -Ella negó, y yo ya estaba de rodillas en el suelo,


desabrochándole el pantalón y mordisqueando su sexo por encima del pantalón.

Sabía que si la provocaba mucho, después de lo que había hecho aquella tarde, Lauren se
molestaría, así que bajé su ropa interior hasta los tobillos junto con sus pantalones, y mi boca se
hizo con el control de su sexo. Apoyé las manos en sus muslos, y mientras lamía y retorcía su
clítoris con mi lengua, la miraba a los ojos directamente.

-Joder... -Musitó ella, retirando la mirada, y de forma instantánea me aparté de ella.

-Lauren mírame. -Bajó de nuevo la cabeza hacia mí, y volví a pegar mi lengua con su sexo,
moviendo su clítoris a mi merced.

Lauren sujetó mi pelo en un puño, moviendo sus caderas contra mí, cada vez más fuerte, hasta
que terminó justo con mi lengua pasando por toda su extensión.

Me puse de pie y ella, aunque decía que se quedaba unos minutos parada, reaccionó y me besó,
buscando la cremallera de mi vestido, que bajó lentamente hasta que cayó al suelo, y lo aparté de
un puntapié. Lauren se quedó mirando el conjunto que llevaba puesto, e hizo que diese una vuelta
sujeta de su mano, para poder observarme bien.

-A la cama. -Dije dándole un empujón en el pecho.

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-¿Qué quieres estar arriba hoy? -Hizo una mueca, quitándose el sujetador pero dejándose la
camisa puesta. -No creo que te deje. -Se tumbó en la cama, con las manos tras la cabeza.

-Que esté arriba no significa que mande yo. -Me quité el sujetador en el acto y lo dejé caer al
suelo, gateando hasta ella, besándola lentamente, sacando la lengua de su boca. Noté que Lauren
se movía, pero al tener los ojos cerrados mientras me centraba en su cuello, en chuparlo, en
morderlo, en hacerlo mío, en dejarle todas las marcas posibles, que ni siquiera me di cuenta de
que se había puesto el strap on hasta que al volver a sentarme sobre ella lo noté.

Se introdujo en mi con un simple movimiento de caderas, y yo comencé a mover las mías contra
ella, incorporándome y apoyando las manos en su abdomen. Ella me apretaba los muslos, y yo
comencé a embestir rápido y fuerte contra ella durante varios minutos, siguiendo las pautas que
me marcaba ella con sus manos apretando mis muslos.

Me moví arriba y abajo rápido, y Lauren se sentó en la cama rodeando mi cintura con los brazos,
mordiendo y besando mis pechos, que se movían contra su boca. Podía sentir la fricción de su
cuerpo contra el mío, su boca húmeda empapando mis pechos, y me paró en seco poniendo las
manos en mis caderas. No sabía qué estaba pasando, así que la miré, y lo único que sentí fue una
oleada de embestidas duras de sus caderas contra mí porque yo no podía moverme, escuchando
el traqueteo de nuestra piel y mis gemidos agudos y sus gruñidos graves mezclándose entre sí.

Yo no podía aguantar más, y Lauren había llegado hacía un par de segundos, así que me dejé
llevar, gemí mientras Lauren daba mordiscos alrededor de mis pechos, estallando de placer entre
sus brazos y abrazándome a ella al hacerlo.

-Increíble. -Susurré con la respiración agitada en su oído, y ella se rio dejándose caer en la cama
conmigo. Se lo quitó y se tumbó bocarriba mirando al techo, y yo me levanté de la cama,
recogiéndome el pelo. -Voy a darme una ducha antes de dormir, ¿vale?

-Te espero aquí.

Pero cuando salí de la ducha, Lauren estaba dormida, eran las tres de la mañana, y estaba desnuda
con la sábana hasta la cintura, y una mano en el lugar donde yo dormía.

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Me metí con ella, cogí su brazo y lo pasé por mi cintura, dándole un beso en la frente.

-Buenas noches. -Susurré, abrazándome a su pecho y sintiendo cómo sus brazos me rodeaban
instantáneamente, haciéndome sonreír antes de irme a dormir.

=================

➵ 23

Lauren's POV

El camino de vuelta a Knoxtenville se pudo resumir en: silencio absoluto. La radio sonaba baja
mientras yo conducía, y Camila miraba por la ventana.

Al llegar al pueblo, paré el coche en la puerta de casa de los O'Donnell, y le di un beso en la mejilla
para despedirme.

-¿Te veo mañana en la piscina? -Preguntó ella con una sonrisa. Saber que quería seguir viéndome
después de aquello me quitó un peso de encima.

-Nos vemos mañana. -Respondí sonriendo.

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Llegué a casa unos cinco minutos más tarde, y mis padres se estaban dando un baño en el lago, no
como lo hacíamos Camila y yo, por supuesto, aunque cuando me vieron salieron del agua y
comenzaron a secarse.

-¿Qué tal el fin de semana? -Preguntó mi padre, dándome un pellizco leve en la mejilla.

-Bien, genial. Nos pasamos todo el día en la playa. -Respondí con una sonrisa leve, pero no dije
nada más.

-Parece una buena chica. -Dijo mi padre frotándose la cabeza con la toalla para secarse.

-Vamos a pedir sushi, ¿de qué lo quieres? -Arrugué la nariz y negué un poco, saliendo de la terraza.

-No tengo mucha hambre. Estaré en mi habitación, tengo que hacer algunas cosas.

Subí y cerré bien la puerta. Me quedé mirando aquella habitación que tenía todas mis cosas.
Libros, un montón de libros. Libros sobre derecho, libros sobre la antigua roma. Me senté en la
cama sin saber qué pensar, sin saber qué hacer. Me puse los cascos para escuchar algo que me
ayudase a evadirme, pero no podía.

La mayoría de la gente no me entendía, no sabía qué estaba sintiendo. La mayoría de la gente me


decía que cómo podía trabajar así, a destajo, con las manos rotas y la espalda partida con tan sólo
veintitrés años. Cómo podía 'malgastar mi vida' así. Pero es que yo no era suficiente para nadie. Lo
único que hacía bien era nadar, y cuando me desperté en aquél hospital y vi que no podía hacer lo
que más me gustaba, el mundo se vino abajo. Incluso ahora, estando quieta, me dolía el hombro;
estaba destrozado. En mitad de la noche, a veces, me levantaba en busca de una pastilla o algo
que me ayudase a mitigar el dolor, pero sólo moviéndolo y trabajando desistía.

Cuando salí del hospital, la que era entonces mi novia me dejó y se fue en busca de un nadador o
jugador de lo que fuese más exitoso que yo, porque yo estaba acabada. Me saqué las asignaturas
que me quedaban en la carrera con mucho esfuerzo, quizás demasiado. Ahora ya no era

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deportista y, los profesores no tenían en cuenta que yo entrenaba. Me pasé tres años de carrera
estudiando lo mínimo para aprobar, lo mínimo para que me pasasen la mano por ser nadadora, y
cuando todo se vino abajo me di cuenta, de que la verdadera nota de mis exámenes eran un dos o
un tres.

Trabajé tanto para sacarme la carrera que mis padres me estaban pagando, que sólo me daba para
llegar al cinco. Cinco raspado. Yo no era como mis hermanos o mis padres. Mis padres eran
abogados de éxito en Chicago, todo el mundo quería contratarlos para que llevasen sus casos, mi
hermano era economista en una multinacional, y mi hermana doctora en Nueva York. Me sentía la
más inútil de la familia, porque lo que yo hacía, lo que me gustaba, era algo tan frágil como una
lesión de hombro. Un dolor y todo lo que sabía hacer se derrumbaba. Ellos tenían notas
excelentes, y yo un boletín de aprobados por los pelos.

Mi tío tenía un rancho aquí en Knoxtenville, y aunque no se hablaba con mis padres, siempre tuve
relación con él. Ni buena, ni mala, pero me preguntaba a veces cómo llevaba los entrenamientos.
Le pregunté si podía irme a aquél pueblo una semana en verano, y él aceptó. Mi mente cambió
por completo. Podía salir con un caballo e ir al bosque, al lago, oler el verano, sí, el verano se olía
en Knoxtenville. Se olían las sábanas limpias, la hierba recién cortada, el café recién hecho. En
Knoxtenville se jugaban partidos de béisbol y no importaba quién ganase, todos se sentaban a
comer perritos calientes juntos. Nadie se preocupaba por mí, por mi futuro. Allí se vivía en
presente continuo y no en futuro próximo. Allí mi mayor preocupación era perderme el atardecer,
o 'perder' ese partido de béisbol. Estaba tan cansada de ser el centro de atención, del 'pobrecita,
¿y ahora qué hará?', de mis hermanos siendo excelentes y yo una chica con una carrera que se
había sacado por sus padres.

Así que le dije a mi tío que si podía quedarme a vivir con él, que yo trabajaría para él, sólo debía
darme un mínimo de dinero, una habitación y comida. Él aceptó, al principio iba bien, el problema
fue cuando se enteró de que me gustaban las chicas, pero eso es otra historia.

Escuché el sonido de los nudillos en la puerta y me quité los cascos, sentándome bien en la cama.

-Hola cariño, tu padre y yo te pedimos algo de sushi. -Sonrió y me enseñó la bandeja.

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-Gracias mamá, déjalo en la mesita de noche. -Mi madre me dio un beso en la cabeza, dejó la
bandeja en la mesita y cerró de nuevo la puerta.

Pasó una semana y media más, y los días cada día se hacían más cortos. La besaba y sentía como si
se estuviese fugando entre mis manos, como si besase humo, como si me estuviese haciendo daño
a mí misma queriendo. No nos separamos, pero poco a poco, el dolor iba calando en mí hasta que
hasta respirar se me hacía difícil.

De fondo escuchaba el sonido del agua de la piscina, pero yo estaba adormilada boca abajo en la
toalla, mirando a Camila frente a mí. ¿Por qué tenía que irse? Aquí todo era tranquilidad, paz, una
piscina y algo de comida, ¿qué más se podría querer en la vida?

-¿Puedo pintarte la espalda? -Me dio varios besos en los labios y asentí, devolviéndoselos
inconscientemente.

Camila se sentó encima de mí y comenzó a trastear en su mochila. Pronto sentí sus dedos en mi
espalda, deslizándose, y no sé qué más pasó porque me quedé dormida.

Media hora después quizás, o cuarenta y cinco minutos, abrí los ojos, y Camila seguía encima de
mí.

-¿Qué es? -Pregunté con la voz ronca.

-El atardecer de Knoxtenville. -Noté cómo frotaba una toallita contra mi espalda, supongo que lo
estaba borrando.

Se tumbó a mi lado una vez limpio, me ató de nuevo el bikini, y me enseñó la foto de lo que había
hecho. Era muy bonito, no me extrañaba que la hubiesen llamado de ese museo para trabajar allí.

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-Mira, mi abuelo ha comprado esto para regalarlo por cada kilo de maíz. -Sacó una pequeña
mazorca de maíz y me la enseñó. -Toma, para ti. -La puso en la palma de mi mano y asentí con una
sonrisa.

-Gracias. -Me levanté de la toalla algo dolorida, apretándome un poco el hombro que dolía, y miré
a Camila que estaba tumbada. -Voy a darme un baño, ahora vengo.

Era tarde, serían algo más de las diez de la noche, y ya no quedaba nadie allí. Me metí en la
piscina, y vi a Camila entrar detrás de mí, acercándose a la esquina en la que estaba. Me besó
varias veces en el mentón mientras yo miraba al frente, y luego pasó a mis labios. Tímidamente los
respondí, pero estaba absorta en pensamientos y dolor.

-¿Qué te pasa? -Preguntó separándose de mí con el ceño fruncido.

-Nada, me duele el hombro. -Dije separándome de ella, saliendo de la piscina. Era verdad, estaba
rabiando. Además de dolor emocional, se le unía el dolor físico que estaba sufriendo aquellas
últimas semanas desde que no estaba trabajando.

-Tómate algo, mi abuela tiene pastillas para dolores fuertes. -Encendí la ducha y me metí debajo
para quitarme el cloro.

-Estoy bien, Camila. -Me aclaré el pelo con las manos y cerré el grifo, caminando hasta la toalla.
Ella ya tenía la suya por encima.

-¿Qué te pasa? -Volvió a preguntar.

-Nada, te lo he dicho. Sólo me duele el hombro.

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-No, a ti te pasa algo más. Te pasa algo conmigo. -Suspiré secándome la cara con el borde de la
toalla, suspirando.

-¿Qué quieres que te diga, Camila? ¿Qué estoy feliz de que te vayas dentro de dos días? -Solté una
risa, y ella pareció ofendida por mis palabras.

-¿Y qué pasa conmigo? ¿A mí no me afecta? -Clavé mi mirada en la suya, y solté la toalla,
poniéndome el pantalón. -Estoy mal también, Lauren, pero prefiero aprovechar hasta el último
momento contigo que no enfadarme porque me voy.

-Pues perdona por tener sentimientos y estar dolida, ¿sabes? -Me puse la camiseta de mala gana. -
Pero si estoy mal no voy a fingir una sonrisa sólo porque tú quieras. No me sale.

-Eres una egoísta. -Me soltó. Me planté con las manos en la cintura y la miré con la mirada dura. -
¿Sabes qué pienso? Que tu accidente no fue tan grave, y te viniste aquí por miedo a fracasar en la
Olimpiadas. Porque tú podrías ser una gran abogada. ¿Por qué no te vienes a Vancouver, eh? -No
me creía que Camila acabase de decir eso. No me lo creía. -Dices que te duele el hombro, y nunca
jamás te he oído quejarte. ¿Te duele y trabajas para tu tío? Eres una cobarde, eso es lo que eres.

-Ohhh, sí. -Asentí alejándome de ella, cogiendo mi mochila. -Eres una puta egoísta. Tú eres una
puta egoísta y narcisista, que cree que todo gira en torno a ella. ¿Tú te has parado a pensar en lo
que yo siento? ¿En mis miedos e inseguridades? ¿Te has parado a pensar en que es algo más
profundo que 'no quiero ser abogada'? ¿¡Te lo has planteado!? -Dije alzando la voz, y ella se quedó
en silencio.

-Tú nunca me has hablado de tu vida, de lo que sientes. De lo que te duele, de por qué te fuiste.

-No, claro que no, porque SÓLO ERA SEXO. -Grité alterada, y ella se cruzó de brazos mirándome. -
¿No, Camila? ¿Para qué coño voy a contarte lo que siento o dejo de sentir cuando sólo follamos y
luego nos olvidamos? Me llamas egoísta, y la egoísta eres tú. -Dije apretando la mandíbula. -¿Para
qué quieres que vaya contigo a Vancouver? ¿Tienes miedo de que nadie te folle como yo lo hacía?
-Camila se mantuvo en silencio, pero yo ya no podía controlarme después de los ataques

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recibidos. -Yo sé que tu futuro está en Vancouver, y jamás te obligaría a quedarte aquí por mucho
que quisiera, pero sé que esta vida no es para todo el mundo.

-¿Qué sólo somos sexo? -La miré a los ojos una última vez antes de irme.

-Esa es la mentira que te has contado.

=================

➵ 24

Lauren's POV

Llegué a casa enfadada, tiré la maleta en la entrada del salón que sonó en el salón, y mi padre se
giró alarmado al verme. Él me conocía, conocía mi cara de derrota injusta, de impotencia, de rabia,
que era justo la que tenía ahora, y sabía lo mal que me ponía en esas circunstancias. No era
agresiva, pero deseaba estampar un puño contra la pared y partirme todos los huesos de la mano.

-Lauren, Lauren, ¿qué ocurre? -Preguntó mi padre poniéndose delante de mí. -Mírame. -Esquivé
su mirada y lo esquivé a él, pero su mano casi me agarró la cara por completo. -Lauren, ¿qué ha
pasado?

-Es una estúpida niñata inmadura, egoísta y... Y narcisista. -Dije quitándome su mano de encima, y
me aparté de ella. -Me dijo que exageré el accidente para no trabajar. ESO DIJO. -Grité al final,
levantando el brazo para darle un puñetazo a la pared, y mi padre me cogió por las muñecas, y
rompí a llorar. La odiaba, en aquél momento la odiaba. Tenía tantísimo rencor dentro, tanta
impotencia e ira, que podría cargarme la pared a puñetazos.

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Mi madre hizo que mi padre me soltase, y subí a mi habitación, tumbándome en la cama a llorar.
Ya no sólo lloraba porque se iba, lloraba porque estaba sintiendo cosas por ella, y ella ni siquiera
sentía nada por mí, pero es que encima tenía la cara de restregármelo, de hacerme sentir mal por
ello. Por algo que ella había elegido, porque 'sólo era sexo'. Incluso le salvé la vida, y así es cómo
me pagó.

Una hora más tarde, cuando ya estaba calmada, escuché los nudillos en la puerta. No dije nada, así
que simplemente abrieron.

-¿Puedo pasar? -Era la voz de mi madre. Asentí. Yo estaba sentada en la cama, leyendo una revista
sobre las Olimpiadas de Río.

Mi madre se sentó frente a mí, pero yo no dije nada, simplemente pasé la página que estaba
leyendo.

-No sé lo que duele, pero te comprendo. Eras muy joven e inmadura cuando te pasó eso, y
entiendo el dolor que debiste pasar. Pero... Ya sabes, las cosas pasan, Lauren, y cuando Dios te
cierra una puerta, abre una ventana. -La miré a los ojos seria, sin decir nada. -Esa chica no estaba
enfadada contigo, Lauren. Esa chica no quiere que te quedes aquí, no quiere dejarte aquí.

-Es una egoísta. -Respondí en voz baja.

-No, cariño, está enamorada de ti. -Dijo riendo un poco. -Tú no lo ves desde fuera, pero no puede
separarse de ti un segundo. No puede dejar de mirarte, o besarte. Eso es lo que le pasa, Lauren,
que está enamorada de ti y no quiere perderte, pero no sabe cómo decírtelo.

Camila's POV

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Entré en casa llorando, completamente rota. Era una idiota, lo sabía, no hacía falta que nadie me
lo dijese. Mi abuela intentó acercarse a mí, preocupada y alarmada, pero le dije que no, que quería
estar sola. Mi abuelo simplemente no sabía qué estaba pasando, pero escuché cómo mi abuela le
decía que me dejase asolas.

Al entrar en la habitación rompí a llorar aún más fuerte contra la almohada. ¿Por qué todo era tan
difícil? ¿Por qué? No quería que se quedase aquí, y yo no quería irme. Quería quedarme con ella,
siempre con ella, quería verla por las mañanas, quería abrazarla, quería dormirme entre sus brazos
y estar así toda mi vida. Pero no, las cosas no eran así.

Lo peor de todo, es que no podía llamar a mi madre para que me consolase. No debí haberle
hecho caso, porque ahora yo estaba con el corazón roto sin saber por qué. Escuchar de sus labios
el 'es sólo sexo' que yo le dije, me rompió en pedazos. Me partió en dos, pero yo no podía hacer
nada más.

Cuando me calmé, escuché cómo un mensaje llegaba a mi móvil, y lo abrí; era un correo de la
compañía aérea con la que volaba.

"Su vuelo ha sido adelantado para mañana a las 10 de la mañana debido a la alerta de tornado en
Florida previsto para la semana que viene. Si por alguna razón no puede viajar, tendrá que
contactar con nosotros en el teléfono que aparece en nuestra página web y tener contratado
nuestro seguro."

Llamé a las chicas una por una para despedirme, y me pasé un rato hablando con Dinah. Dijo que
me echaría de menos. Normani me dijo que me odiaba porque al final no me quise liar con ella, y
tampoco dejé que me tocase las tetas.

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De Lauren no me despedí, probablemente ni siquiera querría hablarme, así que para que me
cuelgue o empecemos una pelea por teléfono, mejor ni la llamo.

A mi abuelo le costó encontrar el aeropuerto, pero una vez allí me obligó a dejarle llevar mis
maletas. Yo estaba en silencio, mirando los minutos que quedaban para que el puesto de
facturación cerrase. No faltaba mucho para que eso pasase.

La chica me pidió el ticket y el DNI, que miró sin expresión en la cara. Luego, mi abuelo puso las
maletas en el peso, y al ver que ambas tenían el peso adecuado, desaparecieron en la cinta.

-¿Tienes que irte ya? -Preguntó mi abuela con las manos en mis mejillas. Mi abuelo me miraba
serio, con el ceño fruncido.

-Sí, en poco. -Murmuré. Mis ánimos no existían, estaba realmente triste. Nunca me había pasado
aquello, nunca me habían partido el corazón de aquella manera.

Levanté la vista, y entonces la vi. Vi a Lauren algo desorientada entrar por las puertas. Llevaba
unas zapatillas de deporte, su camiseta de tirantes de los Sharks y unos pantalones cortos. Miraba
a todas partes hasta que me vio.

-Y entonces, ¿dond- -Dejé a mi abuelo a medias, y salí corriendo hacia Lauren, enganchándome
con las piernas a su cintura y la besé.

La besé como aquél que se agarra a un clavo ardiendo, la besé porque sentía que se separaba una
parte de mí.

-Lo siento mucho, Lauren, no quería decirte todas aquellas cosas. -Me abrazó fuerte, me abrazó de
la misma forma en la que yo la besé a ella; como si de un clavo ardiendo se tratase.

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-Sh. ¿Lo llevas todo en la maleta? -Preguntó separándose de mí, y volví a besarla con una sonrisa,
pegando mi frente a la suya luego.

-Me gustaría llevarte a ti. -Respondí besándola de nuevo, y me dejó en el suelo, enlazando sus
manos con las mías mientras no dejaba de buscar mi boca.

Escuché un carraspeo a nuestras espaldas, y las dos nos separamos, aunque yo seguía enganchada
a su mano, a su brazo, y me engancharía a ella todo el día con tal de que no se fuese.

La cara de mi abuelo no sé cómo la describiría. Miraba a Lauren con la boca abierta, me miraba a
mí, miraba a Lauren, y me miraba a mí.

-Tu abuelo y yo vamos a irnos ya, tenemos que hacer un par de cosas. Nos ha pillado por sorpresa
esto y no hemos podido cambiar los planes. -Mi abuela me tomó por las mejillas, dándome un
beso en la frente. -¿Te veré pronto?

-Espero que sí.

Abracé a mi abuelo fuerte, apretando los ojos, y aunque aún seguía señalando a Lauren con los
ojos entrecerrados, se fueron, y yo pude ser aún más cariñosa con Lauren.

Apoyé mi cabeza en su pecho mientras esperábamos, y me acariciaba la espalda hasta llegar al


final y hacerlo un poco bajo la camiseta.

-Tengo algo para ti. -Murmuró. De su bolsillo sacó un bote de desodorante y me eché a reír. -Ya
tienes ropa mía, pero... El olor se irá. Y aunque puedes comprarte este mismo desodorante en
cualquier tienda, quiero que tengas el mío. -La besé tras guardarlo en mi bolso, y volví a besarla,
dándole besos rápidos y cortos en sus labios, sintiendo sus manos apretando mis muslos.

Al dejarme en el suelo, apartó el pelo de mi cara y me miró algo triste.

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-Deberíamos dejar de hablar. -Susurré en voz baja, y asintió a mi propuesta. -Será más rápido para
las dos.

-Lo sé. Te... Te voy a echar mucho de menos, ¿sabes? -Pasó un mechón de pelo tras mi oreja,
dándome un beso tierno. -Espero que te acuerdes de mí.

-Lo voy a pasar muy mal, así que cállate... -Dije cerrando los ojos con una sonrisa, apartando la
mirada de ella.

-Te voy a echar de menos en la piscina, en mis partidos de béisbol, en mi cama, entre mis brazos. -
El abrazo se hizo más fuerte, y mientras ella hablaba, yo lloraba a lágrima viva. -Sólo espero que
triunfes, que esa valentía que tienes de su fruto. -Me limpió las lágrimas mientras yo sonreía, y me
dio un beso dulce.

-Tú también la tienes, Lauren, pero no sabes sacarla. -Puse las manos en sus mejillas, y miré el
reloj que marcaban los últimos diez minutos para embarcar. -Si dentro de unos años vas a
Vancouver, llámame, ¿sí? -Lauren comenzó a llorar al escuchar aquello mientras yo me separaba, y
me tomó de las mejillas para besarme de nuevo entre lágrimas, y abrazarme fuerte.

-Soy más que tu último verano de libertad, Camila. -Susurró en mi oído antes de separarse, y mis
lágrimas caían sin cesar, al igual que ella, y cuando la chica me dijo que podía pasar, me acerqué a
la cristalera que nos separaba.

Puse la mano en el cristal, y Lauren me decía algo que no pude escuchar, pero di un beso en mis
dedos y lo pegué al vidrio, y ella hizo lo mismo.

Mi instinto era decirle que la quería, porque lo hacía, pero no se lo dije, y la última llamada para
embarcar me ayudó a no hacerlo.

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Las dos horas hacia Miami se hicieron eternas. Me puse la música y luego la quité, no quería
ponerme a llorar allí en medio. Lauren rondaba mi cabeza, la última frase que me dijo se me
quedó clavada en el alma como si me hubiese hincado una flecha de fuego. Sólo le daba vueltas a
lo que sentía por ella, y es que aquello había llegado demasiado lejos. Nunca, jamás había sentido
algo así por ella. Algo tan profundo, pasional y desnudo.

Mi madre me recogió en el aeropuerto, y nos abrazamos. Era lo único bueno de volver a Miami;
ver a mi madre y Alejandro. En casa, ellos ya lo habían empaquetado todo, porque en unos días
partía hacia Vancouver. No me iba a dar tiempo a reaccionar, eran muchos cambios de golpe, y de
repente me entró el miedo.

Miedo de estar allí sola, miedo de no conocer a nadie, miedo de echar de menos a mi madre y
miedo de sufrir por lo de Lauren yo sola.

Miré por la ventana, miré el mar, escuché las gaviotas que bajaban a la playa. Desde aquél último
piso, todo se veía mejor.

-¿Estás lista para irte? -Me quedé en silencio ante las palabras de mi madre, y negué. -Hace dos
meses lo estabas, ¿qué ha pasado?

-No lo sé.

Pero sí lo sabía, mamá.

Me enamoré.

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Lauren's POV

Cuando llegué a casa, mis padres estaban preparando la comida, y escuché un '¿cómo estás?' de
mi padre, pero simplemente subí a mi habitación, me puse el bañador y saqué mi gorro y las gafas,
bajando por las escaleras exteriores hacia el lago.

Me tiré de cabeza, y comencé a nadar fuerte, ignorando el dolor del hombro que me estaba
matando. Quería que doliese, quizás así mitigaba el dolor que sentía en mi interior. No iba a verla
nunca más, no iba a besarla, no iba a decirle que era preciosa.

El aire me faltaba a veces, y es que había empezado a llorar. Cuanto más lloraba, mis brazos más
fuerte nadaban, y el dolor más intenso se hacía. Escuchaba ese 'crack' cada vez que mi hombro
rotaba, y me daba igual, porque ahora era crónico, e iba a seguir doliendo nadase o no.

Me quité las gafas al llegar a la orilla y metí la cabeza en el agua, quitándome el gorro después. Mi
padre me esperaba en la terraza con una toalla, que me echó por encima al salir.

-¿Todo bien? -Negué tragando saliva, y miré a mi padre.

-Estaré arriba.

Me duché y me tumbé en la cama mirando al techo con las manos en la cabeza. Quería que
pararan. El hombro y mi corazón. Estaba frágil física y psicológicamente.

Mi madre entró en la habitación y me dejó las gafas y el gorro ya secos en la mesa, y al verme, se
sentó a mi lado.

-¿Quieres hablar? -Preguntó con una mano en mi muslo.

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-Mamá... Necesito un médico. -Dije con la voz rota. -Me da igual lo que hagan, sólo quiero que
pare de dolerme el hombro. Y que pare ya.

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➵ 25

Camila's POV

En Vancouver ya hacía frío. En Vancouver, el otoño entraba en septiembre. Y el otoño de


Vancouver, era como el invierno en cualquier parte del mundo. Tardé unas cuatro horas en
colocarlo todo en mi apartamento, pero al fin estuvo todo listo excepto mi habitación.

Tenía una gran cristalera desde la que se veía todo el centro de la ciudad a lo lejos y la bahía que lo
separaba a mis pies. Un parque verde enorme, y el bosque rodeándolo todo. Agradecía que el
salón también tuviese aquella enorme cristalera. La cama tenía un edredón gris con sábanas
blancas, y el armario ahora estaba lleno de mi ropa.

Sólo quedaban unas cuantas cosas por poner, y eso era lo que estaba en mi mesita de noche. En
Miami imprimí las fotos que tenía con Lauren y una de ellas, la que tenía besándola en la arena, la
coloqué en mi mesita de noche. Las fotos del photobooth del bar me las guardé en el bolso, en la
cartera para que no se doblasen.

Su desodorante estaba en el primer cajón de mi mesita de noche, no entre mis cosas de aseo.

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Me puse el bikini y subí a la última planta, donde había una piscina con una cubierta transparente,
que te dejaba ver el cielo. Las nubes grises cubriendo la ciudad.

Quería sentirme cerca de Lauren. Quería a toda costa estar cerca de ella, así que me metí en el
agua y miré al cielo. Ese no era el mismo cielo que Lauren estaría viendo. Ella miraría al sol, al azul
de Carolina del Norte. Olería al verano y no a tierra mojada por la lluvia. Se daría baños en el lago y
yo sólo podría hacerlo en esta piscina climatizada.

Era bastante triste y deprimente. En casa no se escuchaba nada aquella noche. Ni grillos, ni el
viento moviendo el maizal, ni a mis abuelos hablando en el salón, nada. Sólo el sonido de las
verduras salteándose en la sartén. Encendí la televisión incluso para no sentirme tan sola.

El día siguiente no fue tan malo porque empezaba a trabajar, y todo se me olvidó un poco. Me
enseñaron mi puesto y lo que debía hacer. Puse mis cosas en él. Un taza con un par de bolígrafos y
en la esquina superior del ordenador, puse mis fotos con Lauren en el photobooth. Sonreí al verla,
de alguna forma seguía conmigo.

Pero después de aquél día de trabajo, el llegar a casa era básicamente lo mismo, aunque bueno,
ahora tenía trabajo y me sentaba en la mesa del salón con una copa de buen vino a mirar los
informes y traspasos de las nuevas exposiciones que se harían en el museo.

El segundo día, no estuvo tan mal.

El tercer día fue mejor. Para empezar, me duché y me vestí, y me eché el desodorante de Lauren.
Olía a ella, y quizás eso me hizo estar un poquito más feliz. Probé el café canadiense y dios, era
maravilloso. Tenía toques a canela, casi no hacía falta echarle azúcar. Era delicioso, además el
dependiente me atendió con una enorme sonrisa.

Al llegar al Museo y pasar la tarjeta para fichar, me senté en mi mesa y encendí el ordenador,
mirando algunos papeles que habían dejado encima de mi mesa.

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-Wow, parece que alguien ha dormido esta noche con su novio. -Dijo una chica pasando por mi
lado. Sonreí un poco, viéndola dejar su bolso en la mesa.

-No tengo novio. -Respondí mirando la pantalla del ordenador, abriendo algunos archivos. -Es más
complicado que eso.

-¿Es que eres lesbiana? -Preguntó pintándose los labios mientras sostenía un pequeño espejo ante
ella.

-Sí. ¿Cómo te llamas? -Ella guardo su maquillaje y encendió su ordenador también.

-Cassie. De Cassandra. Veinticuatro años, matrícula de honor en la universidad de Columbia. ¿Tú? -


No separaba la vista del ordenador, tenía demasiadas cosas que hacer.

-Camila. -Respondí sin más.

-Eres muy callada. Ayer te vi por aquí pero ni siquiera hablaste. -Apreté los labios y me encogí de
hombros, mordiéndome el labio inferior.

-Estoy pasando una época difícil. Sólo eso.

-Oh, entonces no pregunto más. Encantada.

Lauren's POV

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Cuando mis padres me vieron así, supieron en seguida que tenían que llevarme de vuelta a
Chicago y yo acepté. No porque me arrepintiese de mi decisión de quedarme, sino porque me
estaba muriendo de dolor.

Justo cuando llegué, mis padres me llevaron a urgencias, y allí estábamos. El médico me apretaba
el hombro con los guantes y yo apretaba los ojos encogiéndome en la silla.

-¿Te duele esto? -Apretó un poco más.

-Me duele todo. Deje de apretar. -Dije casi gruñendo, y el médico se rio apartando la mano.

-Bueno, vamos a hacerte algunas radiografías y ya vemos qué pasa en ese hombro, Lauren.

Pasé con las enfermeras a la sala de las radiografías y me quité la camiseta que llevaba puesta. O
más bien me la quitaron. Yo sólo quería que parase ese dolor, porque era punzante, eran pellizcos,
era crónico.

Al terminar, me volvieron a poner la camiseta y salí con mis padres, sentándome allí con ellos. Mi
madre pasó su brazo por mi hombro sano y me abrazó, dándome un beso en la frente. Necesitaba
eso, lo necesitaba mucho.

El dolor iba por etapas, a veces era más suave, y otras que daba fuerte y me dejaba retorciéndome
en la silla, hasta que por fin nos dieron las radiografías. Ni siquiera podía pensar en todo lo que
pasó con Camila de lo mucho que me estaba doliendo, ni siquiera podía tener una imagen clara de
ella porque el dolor me mataba.

Agaché la cabeza entre mis brazos, que estaban apoyados en mis rodillas, y noté la mano de mi
madre acariciando mi espalda. Estaba en aquél momento en el que sentía tanto dolor que
empezaba a estar acalorada.

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Cuando el médico abrió la puerta, pasé rápidamente con mi madre, sujetándome el brazo.

-A ver qué tenemos aquí. -Puso las radiografías en la pantalla de luz que tenía y las miró un
momento, girándose para sentarse de nuevo frente a su ordenador. -¿Has tenido una lesión
antes?

-Tuve... Tuve un accidente hace un par de años. Me dijeron que se me había quedado el hombro
así, que era permanente. -El traumatólogo me miró negando.

-¿A qué médico fuiste? -Preguntó levantándose del ordenador, para pararse delante de las
radiografías.

-No teníamos el mismo seguro médico que ahora. -Respondió mi madre, y mi padre me dio un par
de golpes en la rodilla.

-No, no se te quedó el hombro así. Tú tenías una lesión en los ligamentos de tu hombro derecho,
que se podía haber curado fácilmente en ese tiempo. -Señaló algo que no supe qué era en la
radiografía y me miró de nuevo. -Y has hecho esfuerzos últimamente, ¿verdad? Como, no sé,
cargar cajas.

-Lleva dos años haciéndolo. -El médico asintió y volvió a sentarse, señalando mi hombro con el
bolígrafo.

-Se te han partido los ligamentos, Lauren. -Me quedé en silencio un segundo, y entreabrí los labios
con los ojos cerrados.

-Me está usted diciendo... Que... Porque un médico no hizo bien su trabajo... ¿Perdí mi carrera
profesional? -Dije con la voz rota y temblorosa. Él no sabía qué responder, así que miró a mis
padres.

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-¿Qué hacías?

-Nadar. -Murmuré apartando la mirada.

-No podrás volver a nadar a nivel profesional, pero sí podrás mover el brazo, y dejará de dolerte. -
Asentí sin más.

Programaron mi operación para las nueve de la mañana, así que me quedé ingresada en el
hospital con mi madre. Mi padre tenía que volver al trabajo, así que le dije que se fuese. Me
dieron calmantes como para dormir a un caballo, así que estaba algo ida. Escuchaba a mi madre
de fondo hablar con mi hermano, y me acarició un poco el pelo.

-Está bien, está bien... -Escuché que decía. Pero todo aquello que ocurrió en las últimas semanas
me había dejado destrozada.

En ese momento en el que ni siquiera me podía mover, pensé en Camila.

Pensé en cuantísimo la echaba de menos. Pensé en que ella podría estar aquí cuidándome, pero
que ahora quizás ni siquiera se acordaría de mí, y en unas semanas, o días quizás, yo sería un mero
recuerdo de su pasado.

Lo único que recuerdo antes de la operación fue al doctor ponerme la mascarilla y decirme que
contase desde 10 hasta llegar al 0, pero no llegué al 0, porque caí antes dormida.

Cuando desperté, lo vi a él, que sonreía y se cruzaba de brazos.

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-Vamos, arriba, Lauren. -Me sentía mal. Estaba mareada y dolorida por la operación. El médico se
sentó en la camilla y comenzó a hablar, pero sólo escuché la última parte. -Y bueno, ha salido todo
bien. Mañana podrás irte a casa.

Mi madre estuvo conmigo todo el día, pero yo no hablaba, no quería hablar. El pensar que si fuese
ido a otro médico ahora tendría mi carrera, mi vida, y sobre todo, mi sueño, me destrozaba por
dentro aún más de lo que ya estaba.

Una vez en casa, volví a mi habitación, vi todas mis medallas colgadas en la estantería. Vi la
cantidad de libros de derecho, cómics, Virginia Woolf -tenía un rincón especial para ella- que hizo
que me acordase de Camila. Como la vez que se acercó a mí en la piscina para leer conmigo
durante más de media hora.

Vi mis bañadores antiguos en el armario, mis gorros rotos de tantos entrenamientos, mis gafas
ralladas, tan ralladas que apenas podía verse nada. Vi también mi foto de graduación en la
universidad, estaba feliz. Sí, lo estaba. Me había costado tantísimo sacarme aquella carrera que
incluso lloré de felicidad al ver el último examen.

-Lauren, ¿qué te hago para comer? -Me giré hacia la puerta donde estaba mi madre, me había
pillado desprevenida.

-Oh, uhm, lo que sea. Sabes que me gusta todo. -Sonreí un poco y me senté en la cama, mirando
mi móvil. Mi móvil.

Hacía años que no miraba con interés mi móvil, hacía más de un año que no subía una foto a
Instagram, o que no tenía vida social, hasta que me topé con ella. Miré su whatsapp, no estaba
conectada. Bueno, estaría trabajando. Tampoco debía preocuparme, ella estaba bien. Camila era
valiente y fuerte.

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Camila's POV

Cuando llegué a casa esa tarde encendí la tele y puse algo de música en la MTV, mientras
escuchaba y veía cómo llovía sobre Vancouver. Me preguntaba cómo estaría Lauren, la echaba
tanto de menos, y el olor a su desodorante en mi ropa no ayudaba para nada.

Miré la foto que tenía de ella en mi móvil, esa en la playa mientras comíamos, con las mejillas
rosadas por el sol y esa camiseta holgada que la hacía tan tremendamente atractiva. Cómo había
cambiado todo, ahora, yo estaba bajo la lluvia de Vancouver. Muy atrás habían quedado ya esos
besos bajo el sol, esos baños en la playa y bailar hasta las dos de la mañana frente al mar.

La echaba de menos y la quería, como diría mi abuela 'se juntan el hambre y las ganas de comer'. Y
yo acabaría consumiéndome si esto seguía así.

=================

➵ 26

Camila's POV

Habían pasado ya varias semanas desde que llegué a Vancouver, y aunque la ciudad me enamoró
paulatinamente con el paso de los días, el recuerdo de Lauren seguía intacto. En mitad del trabajo,
comenzaba a pensar en ella y en todos los recuerdos que teníamos. O antes de dormir me
imaginaba cómo sería que ella estuviese aquí. Cómo sería que fuésemos a ese restaurante italiano
que descubrí hace unos días, y cómo ella se comería los espaguetis manchándose toda la boca,

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porque así era ella. También me imaginaba cómo sería dormir con ella, verla en la piscina de mi
edificio que la mayoría de las veces estaba vacía.

Pero lo peor de todo y algo que siempre llevaré conmigo, es que nunca hicimos el amor. Tuvimos
sexo, tuvimos muy buen sexo, pero ni una pizca de sentimiento en él.

Las semanas pasaban y no había rastro de Lauren. ¿Estaría bien? ¿Se habría olvidado ya de mí o
aún tenía algo de mí en sus recuerdos? No lo sabía, pero ahora tenía que seguir con mi vida. Tres
semanas habían pasado, y para mí parecía un año completo, con sus 365 días.

-Museo Nacional de Arte de Vancouver, ¿en qué puedo ayudarle? -Respondí al teléfono mientras
veía a un chico entrar con varios vasos de café. -Oh, sí, señor Lapièrre. ¿Los documentos? -El chico
se acercó a mí y puso un vaso en mi mesa, articulando un 'gracias' con los labios. -Aún no se han
estipulado los términos de la exposición, así que no he podido entregarlos todavía. -Cogí el
bolígrafo y comencé a apuntar en un pequeño papel encima de la mesa. -Puede pasarse cuando
usted quiera para firmar el contrato sí. La fecha de la exposición aún no puedo decírsela porque no
se ha hablado aún, tiene que venir usted mismo. A usted, de verdad. Le esperamos por aquí. -
Colgué el teléfono y cogí el vaso de café, dándole un trago largo. -¿Y este café?

-Este es Spencer, uno de los becarios. -Lo señaló Cassie sin apartar la mirada de la pantalla. Él
levantó la mano y me saludó airadamente. Era alto, espigado y flacucho, rubio y ojos azul claro. -
¿Te gusta la nueva, Spenc?

-Te gusto a ti, Cassandra. -Dije levantándome de la mesa yendo hacia la impresora, que sacaba
unos informes.

-Mmh, me gustan menos femeninas, ¿sabes? Algo rudas y que sepan ponerme en mi sitio. -Me
parecía increíble estar escuchando eso, porque si Lauren estuviese aquí, se le habría tirado al
cuello. Así que, por esta vez, había algo positivo en que Lauren no estuviese aquí.

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Lauren's POV

Después de unas semanas me quitaron los dos pequeños puntos de sutura que tenía en el
hombro. Ni siquiera quería saber cómo me operaron, me daba asco el simple hecho de pensarlo.
Me pusieron el brazo en cabestrillo, y me pasé una semana en la cama con calmantes para el
dolor, pero por suerte, a la segunda semana remitió. Podía bajar a comer con mis padres, o comer
en sí ya era un logro.

-¿Estás mejor? -Mi padre caminaba conmigo por el parque, era la primera brisa de aire fresco que
tomaba desde la operación. Asentí levemente mirando al frente. -A tu hombro, me refiero.

-Supongo. –Respondí viendo cómo se ponía frente a mí, separado por unos metros con su pelota
de béisbol en la mano.

-¿Qué te ocurre? -No hablé, sólo levanté el brazo izquierdo para recibir la pelota y se la lancé a él
de nuevo.

-No quiero hablar de ese tema. -Dije recibiendo la pelota, lanzándola aún más fuerte.

-Tienes que hablarlo. No puedes encerrarte ahí toda tu vida, Lauren. -Tiré la pelota y caminé hacia
un banco del parque, sentándome en él enfadada. Mi padre no entendía nada, mi padre no
entendía que me dolía demasiado todo esto. -¡Cuéntamelo!

-¿Crees que es fácil hablar con tu padre? No, por supuesto que no. -Mi padre se sentó a mi lado, y
se cruzó de brazos, dejando la pelota entre nosotros. El silencio se hizo patente durante unos
minutos, y todo lo que estaba sucediendo en mi cabeza tenía que contarlo.

-¿Es porque el médico te dijo que probablemente ahora estarías compitiendo de forma
profesional si te hubiese tratado otro doctor? -Asentí levemente, y desvié la mirada. Sí, eso me
mataba sólo de pensarlo. Saber que había perdido lo que era mi vida porque un médico hizo mal
su trabajo me destrozaba por dentro. -También tiene que ver con Camila, ¿no? -Preguntó él.

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-Todo, papá. Todo lo que podía salir mal este año, ha salido mal. Todo se ha venido abajo y no sé
por qué. No sé qué hice mal. Ahora estoy enfadada con el mundo, con un hombro destrozado y el
corazón roto. -Me quedé en silencio mirando al lago Michigan, humedeciéndome los labios. -
Jugamos a ser adolescentes, jugamos a que no nos importaba nada, a que éramos jóvenes, pero
no, no era así. Éramos adultas, y cuando eres adulto no puedes jugar así. No puedes porque te
acabas quemando, y yo me achicharré por completo.

-¿Qué quieres hacer ahora? -Preguntó mi padre, poniéndome una mano en el hombro sano.

-No lo sé. -Murmuré mirando al frente. Ahora mismo estaría en el lago mirando al cielo, y
preguntándome a mí misma, a Dios, o a esa fuerza sobrehumana que esperaba que existiese qué
hacer para recuperar mi vida. Para ser feliz, para hacer algo con mi vida. Quería volver a
Knoxtenville.

-¿Quieres a Camila? -Preguntó mi padre, y asentí agachando la cabeza. -¿Cuánto?

-Tengo esa sensación, en la que la veo y pienso 'wow, esta es la mía'. Es la correcta. Lo sientes
todo fuerte e intenso, pues... Eso siento con Camila.

-Si hubieses tenido tu carrera profesional, Lauren, nunca hubieras conocido a Camila.

Me senté en el escritorio de mi habitación, abriendo aquella revista de los Juegos Olímpicos de


Río. Wow, podría haber estado allí.

Pasé los dedos por la fotografía de la piscina, la añoraba. Entonces, en una esquina de mi escritorio
vi aquella pequeña figurita de una mazorca de maíz. La cogí entre mis dedos y la observé un
segundo, sonriendo, al menos, un poco.

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*

Camila's POV

Habían pasado ya dos meses desde que llegué, seguía sin tener noticias de Lauren. Pero bueno, en
el trabajo me iba bien. Quizás me sentía cómoda porque allí todo el mundo era amable conmigo,
todos prestaban su ayuda cuando la pedía, y siempre había una sonrisa en el rostro de todos.
Además, el verde del bosque que rodeaba la ciudad y los numerosos parques que había hacían de
aquella ciudad el sitio perfecto para que yo viviese.

Un día visité el Soho de Vancouver, estaba lleno de pequeñas galerías de arte y obras maravillosas
de artistas desconocidos. Compré varias figuras para las estanterías del salón, y la verdad es que
quedaban bastante bien.

A veces me llevaba el trabajo a casa, mi portátil echaba humo porque tenía que confirmar el
traslado de los cuadros a nuestro museo, y si algo salía mal, era mi culpa.

La televisión siempre estaba puesta por la MTV, y es que la música siempre era buena compañía
junto con una copa de vino y un poco de queso.

-¿Tienes los informes del traspaso de los cuadros al Museo, Camila? -Preguntaba mi jefa en mitad
de la sala. Cassie le daba los suyos, y yo estaba esperando a que se imprimieran los míos delante
de la impresora.

-Aquí tiene. -Puse el dossier en su mano, y ella lo abrió con el ceño fruncido, esbozando luego una
sonrisa.

Ella subió las escaleras hasta su despacho, y cuando fui a sentarme en mi escritorio, vi una rosa
roja en la mesa.

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-¿Q-Quién ha puesto la rosa ahí? -Pregunté cogiéndola, con el corazón en la boca.

-Spencer cuando te has dado la vuelta. Ya te dije que le gustas. -Sonreí algo decepcionada, porque
esperaba que Lauren apareciese por algún sitio, pero no.

Estaba empezando a cansarme de sentir lo mismo por ella, quería superarla, quería no pensar en
ella, pero quería sus abrazos, quería sus besos, y... Y vuelta a lo mismo, me estaba haciendo daño.

-Pues dale las gracias a Spencer cuando lo veas. -Dije poniéndome el chaquetón y cogiendo mi
bolso para salir del museo.

-Sí sí, ahora voy. -Solté una risa por aquella ironía, colgándome el bolso al hombro con la rosa en la
mano.

-Nos vemos mañana.

Salí del museo, y mi debate estaba entre si ir al italiano, al indio o irme a casa a cenar aquellas
verduras congeladas con filete de pollo a la plancha. La idea del italiano me seducía más, aunque
me estaba cansando ya de comer sola en restaurantes. Era deprimente, me sentía vacía por
dentro.

Mientras caminaba cerca de la bahía, pude ver a dos chicas echándole de comer a los patos. Me
dieron ternura, porque me di cuenta de que una de ellas era ciega. ¿Cómo podía la gente seguir su
vida con tantos problemas y faltas emocionales? Porque yo estaba a punto del colapso.

El frío comenzó a calarse en mis huesos y comencé a echar de menos a mi madre, a Lauren. Sólo
quería a alguien aquí conmigo, a alguien que me abrazase, que me consolase, que estuviese
conmigo. Esto estaba siendo más duro de lo que pensaba y, aunque la gente me mirase mal por la
calle, las lágrimas no se contuvieron y salieron de mis ojos rodando por mis mejillas, hasta llegar a
mis labios.

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-¿Por qué lloras? Ah, ya sé. No te gustaban las cosas románticas y yo te he dado una rosa. -Me
paré en seco y me aparté, viendo a Lauren a mi lado. A Lauren, a mi lado. De pie, con una sonrisa
en el rostro. Comencé a temblar y me llevé las manos a la boca, sin saber qué hacer.

-¿¡Pero qué estás haciendo aquí!? -Dije cuando conseguí reaccionar. -¡Estás aquí! ¡Lauren! -Me
enganché a ella con los ojos apretados, sintiendo que el corazón se me iba a salir del pecho
completamente.

-Pues he venido a por ti. Puedo ser también tu invierno, ¿no crees? -Me quitó las lágrimas de los
ojos, pero ahora sonreía, sonreía mirándola. -¿Dónde ibas?

-Iba a... A comer a un italiano. -Ya no sabía ni dónde estaba, pero al mirarla me decía que era el
sitio correcto.

-Bueno, llévame y hablamos de todo, ¿te parece?

Sin poder creérmelo aún y sin dejar de mirarla, la llevé a ese restaurante, y el camarero se
sorprendió porque entré con alguien. Se quitó el chaquetón y, me di cuenta de que llevaba un
traje puesto. Al sentarnos en la mesa, Lauren me quitó algo del ojo y yo aún no podía cerrar la
boca.

-¿Cómo te va todo? -Preguntó poniendo una mano sobre la mía encima de la mesa.

-Genial, bueno, lo he pasado un poco mal porque estar aquí sola es... Es muy duro y... Lo pasé muy
mal sin ti. -Asentí mirándola. Ella esbozó media sonrisa, sin decir nada. -¿Y tú?

-Cuando te fuiste tuvieron que operarme del hombro. Me dijeron cosas que me afectaron mucho,
¿sabes? Empecé a darle vueltas al coco, a comerme la cabeza y eso no era nada bueno. -Tomó la
copa de vino que le sirvió el camarero, y yo la miré, esperando a que siguiera. -Pero, ya sabes,

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todo pasa por algo y... Quizás mi destino no era ser nadadora. -Pedimos nuestros platos, y volví a
mirar a Lauren.

-¿Trabajas en algo? -Pregunté algo curiosa. El traje me había dejado realmente impactada, nunca
me la podría haber imaginado así, jamás. De verla en vaqueros y camisas gastadas, a verla en traje
y camisa.

-Sí, mi padre me consiguió una entrevista para un bufete de abogados aquí en Vancouver. -Mi
corazón golpeaba tan fuerte contra mi pecho que estaba segura de que Lauren podía escucharlo. -
Sabes, he venido gracias a ti. Si tú no hubieses aparecido, no habría tenido el valor de dejar esa
vida atrás. Y he venido a por ti también, ¿te imaginas que se te avería la lavadora?

-Idiota... -Dije riendo, dándole un leve manotazo en el brazo. La camarera puso los platos delante
de nosotras, y Lauren me miró con una sonrisa.

-He venido a por ti porque te quiero, Camila. Porque me encantaría tener una relación contigo, sin
medias tintas. Poder decir que eres mi novia, celebrar aniversarios y esas cosas. Somos adultas, y
te necesito. Por eso estoy aquí.

-¿Quieres que empecemos despacio primero? -Lauren esbozó media sonrisa.

-Por supuesto que sí.

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➵ 27

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Lauren's POV

Ver a Camila de nuevo y ver que me correspondía había sido lo mejor que me había pasado en la
vida. Quedamos para cenar en su apartamento la noche siguiente, y aunque yo tenía que trabajar
hasta tarde, acepté. Estaba muy nerviosa y quería causarle buena impresión, lo cual era la tontería
más grande del mundo. Ella ya me conocía, incluso nos habíamos acostado, ¿qué coño estaba mal
conmigo? Nada, simplemente esta vez estaba enamorada, y quería que lo supiese.

Compré una botella de vino antes de llegar a su casa, y me paré delante de su puerta, soltando
aire entre mis labios antes de llamar a la puerta.

Camila abrió, y esbocé una sonrisa levantando la botella de vino que había comprado.

-Pasa, pasa. Estoy terminando la cena. -Llevaba un vestido corto negro y el delantal delante.

-Está bien. ¿Puedo ayudarte? -Cerré la puerta a mi espalda, y entré en su casa.

La cocina estaba a la izquierda, y el salón tenía una luz tenue. El sofá era gris, los muebles de
diseño cuadrados, y una televisión enorme pegada a la pared. En vez de terraza, había un ventanal
enorme que hacía de pared. Dejé mi chaquetón y me americana colgada en el perchero de la
puerta.

-Si quieres... Puedes ir sacando los platos.

-¿Has trabajado mucho hoy? -Pregunté mientras levantaba el brazo izquierdo y cogí los platos del
armario que estaba abierto.

-Bueno, me han dejado salir un poco antes. ¿Y tú? No me contaste nada de tu trabajo. -Decía
mientras ella echaba un poco de pavo en los platos y yo ponía la salsa por encima.

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-Sólo llevo casos pequeños. Divorcios, esas cosas. Los casos mayores los llevan los abogados...
Grandes. -Dije riendo, viendo cómo Camila ponía un poco de puré de patatas en el plato.

-Me gusta eso. -Cogí las copas y la botella y caminamos hasta el salón.

-¿Te gusta el derecho? -Reí mientras ella ponía los platos y cubiertos, yo descorchaba el vino con
cuidado, y luego lo serví en ambas copas.

-No, pero ayudas a la gente. -Hice una mueca sentándome frente a ella en la mesa, cogiendo mi
copa de vino.

-Las ayudo a divorciarse, no es exactamente algo de lo que alegrarse. -Ambas reímos, y sí, había
echado muchísimo de menos su risa.

-Te echaba de menos. Además, necesitaba a alguien aquí. He estado con la tele puesta dos meses
para sentirme acompañada. -Alzó la copa delante de su rostro y me miró con esa tierna sonrisa. -
¿Por qué brindamos?

-Por... Por más cenas, las que tengan que venir. -Chocamos levemente nuestras copas, y le di un
sorbo al vino, dejándolo en la mesa.

-Oye, ¿y tu hombro? No te pregunté el otro día. -Dijo mientras comenzaba a comer.

-Está... Bien. Ya no me duele y me quité el cabestrillo hace unas semanas, antes de llegar a
Vancouver. Estoy yendo a un fisioterapeuta que me da masajes para reestablecerlo todo, y poder
nadar de una forma... Normal. -Tomé el primer bocado, y la verdad es que estaba bastante bueno.
Nunca había visto a Camila cocinar, pero supongo que estar tantos veranos con su abuela había
dado su fruto.

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-Y... ¿Cómo estabas tú? Te dije lo mal que lo pasé yo, pero... De ti no me contaste nada. -Tomé un
trago leve de mi copa y me humedecí los labios.

-Lo pasé fatal. Creo que ha sido mi peor época, ni siquiera después del accidente. -Agaché un poco
la cabeza, removiendo el puré con la salsa del pavo. -Cuando dejé de trabajar con mi tío y, ya
sabes, estuve contigo, empecé a notar un dolor más intenso aún en el hombro, y cuando te fuiste
tuve que irme a Chicago de urgencia. Y... -Levanté la mirada del plato hacia ella, que me miraba
interesada. -Cuando me vio el médico, me dijo que tenía los ligamentos rotos y que, ese dolor que
yo te decía que tenía, no era una secuela del accidente, era un daño en esos ligamentos que se
podría haber curado y podría haber seguido con mi carrera.

-Madre mía, Lauren, lo siento muchísimo. -Sonreí algo triste y cerré los ojos, negando.

-Y... Por una vez en la vida escuché a mi padre. Me dijo que, probablemente si hubiese tenido esa
carrera que tanto deseaba, no te habría conocido a ti. Eso me hizo pensar, me hizo pensar que
todo pasaba por algo, Camila. Y justo cuando estaba en mi habitación sin saber qué cojones hacer
con mi vida, vi la pequeña figura de la mazorca de maíz, y supe que tenía que venir contigo. -
Camila sonreía con ese brillo especial en los ojos, y estiré la mano para darle un leve pellizco en su
mejilla. -Y por cierto, este pavo está buenísimo. -Se echó a reír con eso, y así le quité un poco de
emoción, seriedad y tensión al momento.

-Sabes esto es... Muy difícil. Yo no me sé expresar como tú y... Siento que te voy a decepcionar
porque igual entiendes otra cosa o... -Se frotó el brazo preocupada, y la verdad es que no la estaba
entendiendo.

-¿No sientes nada por mí? -Ella frunció el ceño e hizo una mueca extraña.

-Sí, claro que sí. Pero no sé cómo decirlo porque... Me da vergüenza. -Dijo en voz baja, con las
mejillas rosadas.

-¿Me quieres? -Murmuré algo más seria, y ella asintió con una sonrisa. -¿Y por qué ibas a
decepcionarte entonces?

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-Porque no te lo he dicho antes. -Me encogí de hombros con una enorme sonrisa.

-Tenemos tiempo, ¿no?

Aquél sábado me desperté con el hombro algo dolorido, algo hinchado, pero la fisioterapeuta me
dijo que era normal. El proceso de curación duraba entre cuatro y seis meses, y yo sólo iba por el
segundo.

Pero me tomé un antinflamatorio, y por la ventana de la cocina vi que el suelo estaba seco. Había
parado de llover, y yo necesitaba salir de mi apartamento después de pasarme todo el día anterior
trabajando.

Me enfundé los pantalones cortos negros a pesar del frío que hacía, me puse las zapatillas de
correr, una sudadera gris y conecté mis cascos al móvil.

Me dirigí a Stanley Park, y creía que el Central Park de Nueva York se quedaba en nada comparado
con aquello. Eran todo árboles, pinos, abetos, rodeados por el mar, haciendo de él una pequeña
península verde. Hacía frío, sí, pero gracias al buff negro que llevaba al cuello me cubría un poco.

Stronger - Kanye West

Intentaba controlar la respiración mientras corría y sentía el frío en mi cara. Cómo había cambiado
todo ahora, ya no había Knoxtenville. Ya no había esa tranquilidad que yo buscaba, pero lo mejor
de todo era que ya no había miedo. Acepté que la vida no es siempre lo que nosotros deseamos, y
que no podemos estar quejándonos continuamente porque algo no salió como quisimos, debemos
buscar otras salidas que al final terminen haciéndonos igual de felices. Y yo encontré dos. Encontré
a Camila, y encontré un trabajo que resultó ser algo más que 'una carrera' que me obligaron a
hacer mis padres.

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Una mano me paró en seco mientras corría y me giré rápido de mala gana, hasta que vi que era
Camila. Entonces sonreí. Llevaba un jersey rosa con una cremallera en el cuello, unos leggins grises
y sus zapatillas de deportes del mismo color que el jersey.

-¿Pasas de mí o qué? -Dijo riendo, y yo le enseñé los auriculares.

-Iba pensando en mis cosas y con la música, no te vi.

-¿Qué escuchabas? -Le coloqué un auricular en la oreja mientras sonaba la canción, e hizo una
mueca riendo. -No me cae muy bien Kanye, pero la canción me gusta.

-¿Eres más de Taylor Swift? -Dije guardando los auriculares en el bolsillo de mi pantalón.

-Sí. -Comentó divertida mientras comenzábamos a caminar. -¿Haces deporte? -Fruncí el ceño
mirándola con una risa. Aquella pregunta era bastante obvia. -Oh, claro, eres deportista. O eras.
Eres. -Carraspeó y me miró. -Perdón.

-Lo era, lo era. Ahora sólo hago deporte. Con más intensidad que la gente normal pero... Hago
deporte. ¿Y tú qué hacías aquí? -Pregunté curiosa.

-Caminar. Caminar rápido también es sano. No corro porque sólo tengo dos pulmones. -Solté una
carcajada negando. -Oye, ¿tienes algo que hacer esta noche?

-Bueno... Trabajo hasta las nueve, ¿por qué? -Paramos cuando llegamos al paseo que daba al mar,
y me crucé de brazos, apartándonos un poco del carril.

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-Mmh... Esta noche se inaugura la exposición que, tú sabes, estuvimos trabajando para traer. Y...
La mayoría de la gente va a llevar a alguien, así que, ¿quieres venir? -Se encogió de hombros con
una sonrisa.

-¿Me lo pides porque te vas a sentir sola y necesitas a alguien? -Dije sólo para picarla.

-¡No! Es que... Eres la única persona que tengo aquí, y me gustaría que, no sé, pasases esta noche
conmigo. -Intenté aguantarme la risa.

-O sea, que me lo pides para no sentirte sola.

-¡No, Lauren! No pienses eso, por favor, e-es sólo que yo q... -Se quedó en silencio al ver mi
sonrisa, y me dio un golpe en el abdomen. -Eres idiota.

-¿A qué hora es?

-A las diez. ¿Estás segura de que quieres venir? -Asentí comenzando a caminar, viendo las
bicicletas pasar por nuestro lado.

-Por supuesto. ¿Hay que llevar regalo o algo? -Rodó los ojos y me empujó un poco, negando. -
Bueno, yo tengo que irme. Entro a trabajar a las 3.

-Tu horario no es muy bueno. -Alcé los hombros con una sonrisa, y me fui alejando un poco. -Te
veo esta noche, espero.

Camila's POV

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-Wow, ¿vienes sola? Qué mala suerte. –Mascullaba Cassie a mi lado, con una copa de champán en
su mano, a la que le dio un trago.

-No vengo sola. -Ella esbozó una sonrisa burlona, y asintió con los ojos cerrados.

-Claro que no, cariño. -Me dio unos toquecitos en el hombro y se alejó entre la multitud.

-¿Canapé? -Preguntó el camarero, y yo negué mirando el reloj.

Las diez y cuarto y Lauren todavía no había llegado. Tampoco me cogía el teléfono ni respondía
mensajes. Me estaba empezando a impacientar. Mientras todos reían, yo estaba preocupada,
mirando a la puerta a cada instante. Pero una de las veces la vi aparecer.

Sí, parecía que venía de la oficina con su traje de chaqueta y su camisa, ambos negros. Miró por
todas partes hasta que me vio, y caminó decidida hasta mí.

-Vaya, esto es alucinante. -Dijo en voz baja, y la abracé por el cuello, dándole un tierno beso en la
mejilla. -Muy buenas noches, sí.

-¿Te has duchado? -Asintió y se pasó las manos por el cuello de la camisa, mirando a nuestro
alrededor.

-No me agrada mucho este ambiente de pijos estirados... ¿Sabes? -Arrugué la nariz, porque
indirectamente me lo estaba llamando a mí. Mi primer instinto fue decirle 'pues sales con una',
pero no, no estábamos saliendo.

-¿Canapé, señoritas? -Lauren se giró mirando al camarero, y frunció el ceño. Estaba enfadada.

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-Señoras. -Dijo ella con tono autoritario. Ladeó la cabeza esperando a que lo corrigiese.

-¿Canapé, señoras? -Lauren sonrió, y en su mano puso cuatro canapés más uno que se llevó en la
boca.

-¿Podrías ser más agradable? -Dije en voz baja, cogiéndola del brazo mientras reía. Yo cogí dos
copas de vino, y nos quedamos en un sitio más apartado.- ¿Por qué le has dicho eso?

-Porque nos ha llamado 'señoritas'. -Se relamió los labios, dándome dos canapés a mí.

-¿Y? ¿Eso es todo? ¿Qué tiene de malo? -Lauren carraspeó, levantó una ceja y le dio un sorbo al
vino.

-Señorita. En diminutivo, como si fuésemos menos. Te lo explicaré y te va a quedar muy claro,


Camila. Piensa en un chico y una chica, ambos con... Veinticinco años, supongamos. Los dos son
exitosos, él tiene una empresa de coches en Florida y ella tiene una multinacional llamada, no sé,
McDonalds. ¿Has escuchado que a alguna mujer joven y poderosa la llamen 'señora'? No. Porque
ese 'señora' se nos achaca a que somos viejas, a que somos mayores y ya nadie nos quiere
físicamente. Porque ese término está sexualizado por y para los hombres. 'Señora de Parks',
'señora de Smith'. Es peyorativo. En cambio, 'señorita', tiene un tono peor aún. Ese 'señorita' es un
diminutivo de señora, como que somos menos. ¿Menos que quién? Menos que el hombre al que
se le llama señor. 'El señor McIntosh la recibirá con gusto'. Es poder. El señorita, a lo largo de la
historia sólo ha significado sumisión y buen comportamiento para no disgustar al hombre. 'Las
señoritas no hacen eso', 'si no eres una señorita no vas a encontrar un hombre que te quiera'. -Me
quedé sin habla, y Lauren se comió otro canapé. Llevaba razón, dios, Lauren llevaba razón. Era algo
que ni siquiera yo había pensado, y me había estampado una realidad como una casa que no había
alcanzado a ver. Yo me consideraba feminista, sí, pero que me abrieran los ojos de esa manera me
encantaba.

-¿Más canapés, señora? -Dijo el camarero, y Lauren lo cogió con una sonrisa, llevándoselo a la
boca con un trago de vino después.

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-No me había dado cuenta. -Lauren sonrió, mirando a su alrededor. Yo también lo hice, y la vi
humedecerse los labios.

-Bueno, yo haré que veas la realidad. -Alzó su copa con media sonrisa y dio un sorbo, a la vez que
yo.

Comenzamos a caminar por las diferentes salas, observando los cuadros y parándonos en algunos.
A veces me hacía preguntas y yo las respondía, pero en la última sala que estaba vacía, fui yo la
que le preguntó a ella.

-¿Cómo sabes esas cosas? Digo, del machismo que hay en la sociedad. -Nos sentamos en uno de
esos bancos acolchados que había frente a un cuadro, y ella lo miró con la cabeza ladeada.

-Porque lo he sentido desde que era pequeña. Los entrenadores, todo el mundo te dice que es
muy difícil llegar ahí arriba. -Soltó una risa irónica, negando. -Y los chicos salen del entrenamiento
temprano, riéndose entre ellos, bromeando, pero tú no. Una chica no. Si un chico entrena seis
horas, tú tienes que entrenar ocho. Para ellos todo era más fácil, ¿sabes? Y se metían con
nosotras, nos decían que nos fuésemos a fregar y eso me partía en dos. Una vez le metí un
puñetazo a un chico en el ojo en mitad de la piscina, y te juro que nunca me había sentido tan
bien. -Dijo con una carcajada. -Durante esos años descubrí el movimiento feminista, que no es
realmente un movimiento, es algo que cada mujer quiere para ella misma. Al principio yo creía
que el feminismo promovía la igualdad entre hombres y mujeres, pero no. No es así. El feminismo
está hecho para las mujeres, el feminismo quiere impulsar a la mujer, no impulsar a los dos por
igual. Porque ellos ya tienen privilegios, si dos personas, una bajita y otra alta, saltan un metro,
¿quién llegará antes a la valla? Exacto, el alto.

-¿Eso no se llama hembrismo? -Lauren se rio y negó, mirándome.

-Eso no existe. No vas a ver a ningún hombre con miedo de ir por la calle por si lo violan, o que le
digan cosas obscenas. La sociedad está hecha para el consumo del hombre, Camila. Por eso es
señorita y no señora. Porque es mejor una mujer sometida que una mujer fuerte e independiente,
que no te va a lavar la ropa cuando quieras. -Asentí a sus palabras, y ella me sonrió. -Entonces...
Comencé a informarme sobre estas cosas, libros, no sé. Hay mucha injusticia en el mundo.

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-Me gustas mucho. -Susurré casi sin pensar, y ambas reímos. -Lo siento, pero es que me encanta
escucharte hablar de esas cosas con tanta... Pasión.

-¿Sabes qué? Es el mejor halago que me han dicho en mi vida.

=================

➵ 28

Camila's POV

Mi cubículo era pequeño, reducido diría yo. Sólo tenía un vaso de Starbucks que usaba como
lapicero, varios bolígrafos negros, rojos y azules, y marcadores, rosa, verde y naranja. Miré la
pared, y suspiré con un ápice de morriña. Ya nada era como antes, ya nada era como en
Knoxtenville. Deseaba pasarme las horas muertas en la piscina, en el río, o balanceándome en el
columpio del porche de casa. También quería estar más con Lauren, habían pasado tres semanas
desde que llegó y ni siquiera nos habíamos besado. Creo que teníamos miedo de meter la pata, de
que una de las dos quisiese ir demasiado rápido, o no sé.

-Camila, han dejado esto para ti. -Salí de mi mundo en cuanto escuché la voz de Spencer, que
sonrió dándome una pequeña bolsa.

-Gracias. -Por lo que pude ver, era una cajita de comida china, y llevaba una nota dentro.

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"Sé que hoy sales tarde, así que te traje tu favorito. Tuve que pagarle cinco pavos extra al chico
para que me dejase mezclar todo lo que te gustaba en una sola caja. Te recojo luego, disfruta del
almuerzo."

Doblé el papel tan sonrojada que Cassie que pasaba por allí con un dossier en la mano se me
quedó mirando y frunció el ceño.

-¿A quién coño le pagas, Cabello? -Rodó los ojos y soltó un bufido al irse. Yo simplemente la miré,
y en principio me molestó.

Me molestó mucho, ¿qué creía, que no podía tener a alguien así? Pero entonces me di cuenta, no
era eso. A lo que Cassie se refería a la suerte que tenía por encontrar una persona así. Una en un
millón.

Mientras realizaba los últimos contratos, me comía la comida que Lauren me había comprado. Era
extraño cómo, en apenas dos meses, parecía que llevásemos años juntas. No por la dinámica de
'nuestra relación' -aunque ni siquiera teníamos una- sino más bien por cómo nos
compenetrábamos. Ella sabía qué me gustaba, qué me molestaba, qué podía decir y qué no,
cuáles eran los detalles que me encantaban, o incluso el tipo de vino que tomaba.

Lauren's POV

Eran las diez de la noche, y aunque el museo estaba cerrado, las oficinas seguían abiertas. La
recepcionista me miraba con algo de recelo, mientras, yo esperaba en la puerta con las manos en
los bolsillos. Sí, estaba algo cansada, pero necesitaba ver a Camila al menos una vez al día, por
poco que fuese, y aquél viernes, después de aquella semana, estaba deseando verla.

-Pero quién es esta preciosidad... -Escuché a lo lejos. No, no era la voz de Camila. Cuando levanté
la cabeza, vi una chica rubia de ojos azules, despampanante era la palabra que la definía. Me miró
de arriba abajo, mientras caminaba sobre sus tacones casi balanceando sus caderas, guardándose
el pintalabios en el bolso. -Cassandra. Cassandra Middletone, encantada. -Se paró frente a mí y me
extendió la mano con una enorme sonrisa.

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-Lauren. -Respondí sin más, estrechando su mano. Ella parecía haberse quedado embobada con mi
traje, pero sobre todo con mis manos.

-¿Y estás libre esta noche, Lauren? -Sonreí levemente y ella me respondió la sonrisa.

-No. -Respondí alzando una ceja, escuchando unos pasos a mi lado.

-¿Y eso? -Se puso las manos en la cintura, ladeando la cabeza.

-Porque vengo a recogerla a ella. -Me giré para mirar a Camila. Llevaba un chaquetón negro con
botones grandes, el pelo ondulado y unos tacones rojos. Cassie puede que fuese despampanante,
pero Camila era provocativa.

-Te debió hacer gracia cuando te dije que mi tipo de chica era una copia exacta de tu novia. -
Camila sonrió y se encogió de hombros.

-No es mi novia, pero sí, me reí bastante. -Camila sonrió con los ojos brillantes, y me miró
acercándose.

-Bueno, disfrútala tú al menos. -Se despidió Cassie de Camila, alzando la mirada a mí mientras salía
por la puerta. -Hasta otra, dulzura. -Me guiñó un ojo con una sonrisa lasciva antes de irse.

-¿Nos vamos? -Camila señaló la salida, y asentí poniendo mi mano en la parte baja de su espalda.

-Claro. ¿Dónde quieres ir? He visto un restaurante cerca de la bahía que está bastante bien. -Metí
mis manos en los bolsillos de los pantalones, caminando acera abajo hacia dónde estaba aparcado
mi coche.

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-Mmh... No tengo muchas ganas de salir a cenar hoy, ha sido un día muy... Intenso y largo. -Suspiró
pasándose las manos por la cara. -Y sé que la mayoría de los tuyos son así siempre, y vienes a
cenar por conmigo, pero...

-No, no pasa nada. -Sacudí la cabeza con el ceño fruncido.

-Me apetece quedarme en casa. -Asentí mirándola, abriéndole la puerta del coche.

-Sube, te llevo. -Camila echó la cabeza hacia atrás riéndose, y luego negó mientras se mordía el
labio. -¿Qué? Sólo he dicho que te llevo a casa.

-Que te estaba invitando a venir a mi casa, Lauren. -Mi cabeza vaciló con asentir un momento, con
mis labios formando una 'o' de asombro.

-Oh, uhm... Pues vamos. -Camila negaba mordiéndose el labio por mi torpeza, y yo entré en el
coche con un suspiro.

-Te recordaba más fresca cazando indirectas, ¿sabes? -Dijo en tono jocoso, girando la cabeza para
observarme mientras yo conducía.

-Pensé que lo decías de verdad, que estabas cansada y no querías ir a cenar. Es... Entendible. -Puse
una mano en la palanca de cambios, dejando que el volante se deslizase entre mis dedos tras
girarlo.

-Y es verdad, no quiero ir a cenar porque estoy cansada, pero me apetece estar contigo en casa.

Fuimos a por algo de cenar para llevar y no tener que cocinar. Su edificio se alzaba tras los árboles
del parque Stanley, ahora de un color naranja y amarillo, que se veían más apagados por la
oscuridad.

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-Ahí hay aparcamiento. -Señaló un hueco en la acera.

Bajamos y, cuando entramos en el ascensor me quedé mirándola con el ceño fruncido. Camila
también me mantuvo la mirada pero con una sonrisa.

-Conmigo hacerte la intimidante no funciona. -Me dio un golpecito en la nariz, y se encogió de


hombros.

-No estaba siendo intimidante. -Sacudí la cabeza al salir del ascensor, esperando tras ella a que
abriese la puerta.

-Ya... Puedes sentarte, yo traigo las copas. –Miré su salón, estaba perfectamente alumbrado con el
nivel justo de luz, y a través de la cristalera del salón pude ver cómo comenzaba a nevar de nuevo.

Puse las bandejas en mitad de la mesa y las abrí, destapando su pasta al pesto y mi lasaña
boloñesa de aquél restaurante del que le había hablado. Camila puso las dos copas en la mesa, y
comenzó a echarse vino en la suya.

-Cielo, dame tu copa. -Se la tendí mientras me sentaba, y ella la puso cerca de mi plato.

-Gracias. Me encanta tu casa. -Solté una risa mirando a mi alrededor, partiendo un trozo de
lasaña.

-Oye, una pregunta... ¿Qué dijeron tus padres cuando les dijiste que te venías a Vancouver? -Me
encogí de hombros, tomando la copa para darle un sorbo.

-Mi padre fue el que me impulsó a hacerlo, así que... -Ella abrió los ojos, saboreando su comida.

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-¿En serio? Ojalá yo tuviese esa relación con mi padre. -Torció un poco la sonrisa, enrollando los
tallarines en su tenedor.

-Bueno... Mi padre es... Buen padre, sí, pero no puedo hablar con él de cosas como puedo hablar
contigo, por ejemplo. -Dije mientras miraba el plato al cortar.

-¿Por qué? -Alcé los hombros y suspiré, relamiéndome el labio.

-¿Versión larga o versión corta? -Me pasé la servilleta por la comisura de los labios y ella rio.

-Versión larga. -Enrolló sus espaguetis de nuevo y se los llevó a la boca.

-Mi padre siempre tuvo predilección por mi hermano. Imagínate, él quería un pequeño jugador de
fútbol y su primer hijo fue una hija. -Reí negando, tomando algo más de vino. -Y además lesbiana,
aunque me apoya, eso sí. Pero, no sé. Mi hermano tenía las puertas abiertas de todo, era como...
El favorito, por así decirlo. También vi a mi madre cobrar menos que mi padre, hacer más cosas
que él en casa y... Bueno, no sé. Son situaciones diarias que me llevaron a ver la desigualdad entre
hombres y mujeres. El caso es que veía muchos comentarios de mi padre que iban en contra de mi
feminismo, de mi... Pensamiento, digámoslo así. Me decía que siempre estaba con el mismo tema
de la mujer oprimida, y que lo dejase en paz un rato. Yo intenté explicarle, intenté educarle, pero
él nunca quería escucharme. -Me encogí de hombros. -Es hombre, es blanco, y es hetero. Esos
temas le parecen tontería porque es privilegiado, pero yo por ser mujer podría cobrar menos en
muchas empresas, o por ser lesbiana me matarían en algunos países, y creo que eso él no lo
entiende. No entiende que tenemos que involucrarnos porque, si no, el mundo nunca cambiará
para nosotras. Pero, como ya te he dicho, es hombre blanco y heterosexual. -Me encogí de
hombros tomándome el último trozo de lasaña.

-Te duele mucho eso, ¿verdad? -Asentí alzando una ceja.

-Sé que es un buen hombre, pero no quiere abrir la puta cabeza. Se centra en él, y ni siquiera ve lo
que tiene más cerca, por ejemplo sus hijas y su mujer.

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-Sí... Hay pocos hombres que quieran entenderlo. Y yo... No sé mucho sobre ese tema, ¿sabes?
Pero me gusta escucharte hablar sobre él, me abres mucho los ojos con respecto a la sociedad. -
Sonreí bebiendo de mi copa, saboreando el trago en mi boca.

-Vivimos en... Un mundo, donde la palabra feminismo está mal vista. ¿Sabes por qué? Porque no
quieren que la mujer tome el poder. No quieren que la mujer tenga voz y voto, porque
cambiaríamos muchas cosas, Camila. Nos quieren en silencio, sumisas, ¿te suena esto de algo que
te conté el otro día? -Ella sonrió y asintió. -Somos un producto para el patriarcado, somos un puto
producto. El porno es sólo para ellos, ni siquiera el porno lésbico está dirigido a nosotras. Los
anuncios de ropa interior con modelos contorneándose van dirigido a mujeres, pero con el
mensaje subliminal de 'cómpralo, a tu chico le encantará'. No voy a generalizar, pero para el
sesenta por ciento de hombres sólo somos un trozo de carne al que follarse y con el que tener
hijos, y a veces ni siquiera eso, porque se van y los dejan. -Solté una risa negando. -Es muy duro,
intentar luchar, intentar alzar la voz y que los medios de comunicación se burlen de ti, de tu
opresión y de lo que las mujeres estamos sufriendo.

-¿Los tacones también son para ellos? -Asentí con una sonrisa, y la mejilla apoyada en mi puño. -
Pero a ti te gusta que yo lleve tacones.

-Pero la sociedad no es un homopatriarcado, Mila. No miran por nosotras, miran por los
heterosexuales. -Me eché hacia atrás en el asiento y me pasé las manos por la cara. -Lo siento, soy
muy pesada con estos temas. -Murmuré soltando una leve risa, negando.

-Porque tu padre te diga que eres una pesada, no lo eres. -Sonreí encogiéndome de hombros.

-Mucha gente dice que no está de acuerdo con 'mi opinión', pero no es una opinión. Es una
realidad que se está ocultando y escondiendo, y muchas mujeres no quieren ver.

Seguimos hablando, sobre la sociedad, sobre la mujer, sobre la homosexualidad en Canadá, el


feminismo, no sé. Pasamos tres horas en las que yo hablaba y Camila hacía preguntas, o quizás
también daba su opinión, que siempre coincidía con la mía.

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Nos bebimos tres o cuatro copas de vino, pero no nos afectó el alcohol, porque sólo disfrutábamos
de su sabor y de la buena conversación que estábamos teniendo. En los platos, los restos de pasta
resecos y salsa que habían quedado en el plato ahora estaban fríos, al igual que mis manos, que se
calentaron un poco cuando Camila puso la chimenea una hora antes de que terminásemos la
conversación.

Eran las tres de la mañana, y habíamos acabado contando anécdotas de la universidad, riendo a
carcajadas aquél viernes y casi sin importarnos nada.

-En fin... Debería irme ya, es muy tarde. -Dije mirándome el reloj, con la camisa remangada por
debajo de los codos.

-¿Qué hora es? -Levanté tres dedos con la mano y ella rio.

-Me podría pasar horas escuchándote hablar. -Arrugó la nariz, y me levanté de la silla, sonriendo
levemente. Ella también se levantó, alisándose el vestido con las manos.

-La próxima vez vienes a mi casa. No es como la tuya, pero... -Reí cogiendo la chaqueta de encima
del sofá, y entonces sentí cómo me agarró de la muñeca.

-O... Puedes quedarte un poco más, ¿no? -Me giré sin haber cogido la chaqueta, esperando a que
siguiese. -Además, mañana es sábado y... -Me fui acercando a ella poco a poco. -... Y esa camisa
negra te queda demasiado bien... -Mi boca atrapó la suya y colé mi lengua en su boca a la primera
que tuve oportunidad. Sus manos rápidamente se engancharon en mi camisa, y comenzó a
desbotonarla con los dedos agitados. -No sabes cuánto te he echado de menos. -Murmuró con la
voz agitada, volviendo a morder mi boca y la cogí de los muslos, pegándola contra la pared. -Oh
dios mío, no sabía que te echaba tanto de menos... -Metió las manos bajo mis hombros para bajar
la camiseta, pero mis manos subieron su vestido, y mis caderas comenzaron a embestirla contra la
pared.

-¿Has adelgazado? -Pregunté separándome de la pared, sintiendo cómo ella hacía movimientos
con la cadera para seguir rozándose contra mí. Soltó una risa y volvió a besarme, abriendo la boca
para tomar más de mi boca, mientras yo caminaba hacia el sofá, y la tumbé lentamente,

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echándome luego encima de ella. Intenté moverme, pero no pude y casi me caigo del sofá por
apoyar las manos en el borde.

-Cariño, en el sofá no cabemos... -Dijo algo agobiada, y me puso las manos en los hombros para
separarme. -Espera. -Me quedé de rodillas y ella se sentó en el sofá, poniéndose bien el pelo.
Suspiró.

-No puedo, quiero hacerte el amor... -Me eché encima de ella para besarla, y ella me respondió al
beso, pero volvió a separarse.

-Y yo que me lo hagas, por eso... -Volví a besarla lentamente. -Vamos a ir despacio... Dame unos
minutos. -Se levantó del sofá y, tuve que reírme porque llevaba el vestido por la altura de la
cintura y se veía el tanga negro que llevaba puesto. -¿Puedes poner algunas mantas en el suelo?

-Claro.

Como ella me pidió, puse mantas en el suelo y algunos cojines para que pudiese apoyar la cabeza.
Yo me quedé de pie con las manos en los bolsillos. Fuera nevaba, y teníamos la chimenea a apenas
un metro.

Con la camisa abierta, me pasé diez minutos esperándola, para que, al final, saliese del baño sólo
en ropa interior de encaje negro, la que llevaba puesta, el pelo ondulado y brillante y los labios con
gloss de labios.

-No hacía falt- -Saltó encima de mí besándome, con su lengua metiéndose furtiva entre mis labios
para tocar la mía, y me percaté del olor a colonia que desprendía. -No hacía falta. Me gustas de
todas formas. -Me agaché con cuidado hasta quedar de rodillas en la manta, y la dejé encima de
ella lentamente.

-Ya lo sé. -Sonrió, incorporándose un poco para quitarse el sujetador y dejarlo encima del sofá.

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-Mierda. -Me quité la camisa y la dejé en el sofá, tumbándome sobre ella.

Comencé besándole la barbilla, bajando muy lentamente por su cuello dejando deslizarse mi
lengua, y luego ataqué su cuello. Con una mano, amasaba uno de sus pechos, y me faltó tiempo
para bajar mi boca a estos, moviendo sus pezones con la lengua muy lentamente, raspándolos con
los dientes. Abrí la boca y traté de atrapar todo lo que pude, soltándolo luego. Me separé y me
mojé los dedos con la lengua, colándome en su tanga y comenzando a acariciar su sexo
lentamente, presionándolo un poco y moviéndome en forma circular mientras la besaba. Saqué su
lengua entre mis labios y la chupé, volviendo de nuevo a un beso húmedo, escuchando pequeños
quejidos remolones que salían de su boca, sintiendo su humedad extenderse entre mis dedos, y
cuando estaba a punto de soltar el primer jadeo, saqué la mano.

Camila no esperó mucho más y llevó las manos a mi cinturón, desabrochándolo de forma
apresurada, y quitándome el botón del pantalón, que pateé hasta dejar en el suelo, junto con mi
ropa interior. Mientras sus manos se deshacían de mi sujetador, yo me colocaba sobre ella, y
comencé a moverme muy lentamente, besándola de la misma manera húmeda y provocativa de
antes.

El tacto de su lengua era suave, mojado, tierno, dulce en mi boca, que se intensificaban con
aquellos leves jadeos que Camila comenzó a soltar. Sentir su humedad contra la mía mientras me
movía, era diferente. Quería moverme más rápido, más fuerte contra ella, más duro mientras la
besaba.

Sus manos se enredaron en mi pelo, y mordí su labio inferior volviendo a colar la lengua en su
boca intentando controlar mi respiración. Nuestros gemidos comenzaron a sonar leves
mezclándose con el crepitar de la chimenea de fondo. Parecían quejidos, lamentos porque mis
caderas no podían ir más rápido, pero en realidad era puro placer. Me quemaban las caderas, sus
manos arañaban mi espalda, me abrazaba, sus talones daban contra mis nalgas hasta que ya no
pudimos más. Ella gimió fuerte y agudo contra mi boca varias veces, y yo gruñí agachando la
cabeza y apretando las mantas que teníamos debajo, dejándome caer a su lado.

Tenía tanto calor que casi parecía Knoxtenville en pleno agosto, era asfixiante, pero no me moví.
Me dolían los ojos, eran las cuatro de la mañana y llevaba levantada desde las siete. Camila me dio
algunos besos en los labios, y yo sonreí un poco.

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-Buenas noches. -Acaricié su pelo con el pulgar y besé levemente sus labios, sin decir nada más.

Noté besos en mis labios, y los respondí casi inconscientemente.

-Mmh... -Suspiré, volviendo a querer dormir, pero Camila echándose encima de mí no me dejaba.

-Voy a hacer el desayuno. -Asentí y me dio un último beso, levantándose de su lado. Yo, por mi
parte, volví a acurrucarme entre las mantas un rato más.

Estaba tan calentita, que cuando abrí los ojos y me di cuenta de que Camila había preparado el
desayuno me incorporé rápidamente, y me froté un ojo, escuchando un canturreo en la cocina.

Me incorporé de las mantas y me puse la ropa interior con un ojo cerrado, ya que me dolían del
sueño, y me puse los pantalones del traje, buscando mi sujetador, que me coloqué después. Al
levantarme cogí el cinturón y me lo puse, mientras con la mirada buscaba mi camisa, que no
estaba.

Cuando entré en la cocina, Camila estaba de espaldas con mi camisa negra puesta, y dejando
tostadas en los platos.

-Buenos días amor. -Dije con la voz ronca, sentándome en la mesa de la cocina.

-Miren quién despertó... -Sonreí aún con los ojos medio pegados, echándome un vaso de zumo. -
¿Has dormido bien?

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-No lo sé... -Me rasqué la frente. Cogí el cuchillo y comencé a untar mantequilla en la tostada,
torciendo el gesto. -He tenido un koala toda la noche abrazado a mí, y además me ha robado la
camisa. -Camila se rio sentándose a mi lado.

-Anoche al menos pude darte las buenas noches, la última vez en Beaufort te quedaste dormida. -
Sonreí y agaché la cabeza, negando. Me sentía culpable al escucharla con esa voz tan dulce.

-Tengo que contarte algo. Yo... No estaba dormida. Fingí que dormía porque no podía soportar
tener un momento así contigo y que... Te fueses, y para ti sólo era sexo. O eso me hiciste creer, y...
No quería que me doliese más. Lo siento mucho. -Camila pegó su frente a la mía y se encogió de
hombros.

-No pasa nada.

-¿De verdad? -Pregunté separándome de ella.

-Dejaste atrás tus miedos y has venido hasta Vancouver por mí. ¿No crees que son razones
suficientes para perdonarte? -Solté una leve risa y asentí.

-Sí, sí que lo son.

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➵ 29

Lauren's POV

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-Pasa. No es como tu apartamento pero... En fin. -Camila entró y se iba desabrochando el abrigo, y
yo caminé hacia el salón. Era un apartamento normal, no de diseño como el suyo.

-¿Te pasa algo? Te noto... Rara. -Me encogí de hombros y me acerqué al teléfono fijo, viendo el
piloto rojo parpadear. Pulsé el botón de los mensajes y me quedé de pie frente a ella de brazos
cruzados.

"¡Lauren! Qué tal hija, apenas hablamos y espero que estés bien por ahí por Vancouver. Yo
siempre supe que lo tuyo era el derecho y no el deporte, no eres como tu hermano jajajaja.
Hablando de tu hermano, ¿te has enterado de que va a tener otro hijo? No podría estar más
orgulloso de él. ¿Y sabes qué? Va a abrir su propia multinacional. ¿No es maravilloso? Jajajaja. Hoy
estaba recordando con tu madre cuando tu hermano y tú hacíais competiciones de natación y él
siempre te ganaba porque te quitaba la parte de arriba del bikini y tú te enfadabas con él jajajaja,
pero bueno, así son los chicos. ¿Te acuerdas también cuando tu hermano ganó el triatlón de
Chicago? Qué buenos tiempos, fue cuando tu accidente, ¿no? Una pena que no pudieses
participar, aunque bueno él lo hizo genial, aún recuerdo lo que lloré de alegría ese día, aunque ya
te digo que lo tuyo nunca fue la natación, fue más el derecho y el destino, mira, así lo ha querido,
aunque bueno... ¿Yo para qué llamaba? Jajajaja, bueno, te dejo."

Volví a pulsar el botón para parar los mensajes y me encogí de hombros negando.

-No me pasa nada. -Me senté en el sofá con las manos cruzadas, mirando al frente con un suspiro.

-Lauren... Lo siento mucho. -Su mano buscó las mías y enlazó sus dedos con los míos, apoyando su
cabeza en mi hombro.

-¿Tú sabes cómo me destrocé entrenando, Camila? -Me giré hacia ella con un gesto claro de dolor.
-¿Tú sabes cómo me maté a estudiar después del accidente? -Ella se quedó en silencio y no dijo
nada más. -¿Y sabes por qué lo hice? Porque lo único que quería era un poco de atención de mi
padre y que me dijese 'estoy orgulloso de ti'. ¿Y sabes qué es lo peor de todo eso? Que la gente es
cruel, y le suda la polla si estás mal o si no lo estás. Y después de sentir la indiferencia de mi padre
y su preferencia por mi hermano, iba a los entrenamientos y los chicos se metían conmigo y me

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insultaban. Y después de todo eso, Camila, llegaba a mi casa y mi hermano comenzaba a meterse
conmigo, a decirme que era una lenta, que las chicas éramos lentas, y mi padre le reía las gracias.
Y luego fui a la universidad, entré en esa puta carrera para conseguir un 'estoy orgulloso de ti',
pero tuve el accidente y todo se fue a la jodida mierda, Camila. -Me levanté enfadada. -Me saqué
una carrera que no quería por él, pero como no eran esas matrículas de honor de mi hermano, no
les echó cuenta. ¿Te sigues preguntando por qué me fui a Knoxtenville? Porque no quería ver a
nadie. Porque me sentía una mierda, Camila. ¿Lo entiendes ya?

-¿Tienes bien el hombro? -Me tomó de la muñeca para agarrarla.

-Sí.

-Respondí sin más. ¿A qué venía esa pregunta después lo que le había dicho?

-Pues... Coge tu bañador y tus gafas, nos vamos. -Volvió a coger su bolso y se quedó plantada de
pie delante de mí.

No sé por qué estábamos en su edificio, se me habían ocurrido varias teorías camino a su casa.
Una, me iba a poner una piscina de plástico en mitad de su salón. Otra era que me iba a hacer
quemar mi bañador, mi gorro y mis gafas para que dejase el pasado atrás, pero creo que mi mente
iba demasiado lejos.

Tenía la bolsa de deporte bien agarrada, y estaba triste estaba... Enfadada, decaída, tenía rencor
dentro que se había agravado al escuchar de nuevo el mensaje de mi padre.

Ninguna de las dos habló, ni siquiera en el ascensor, sólo me atreví a decir algo cuando me di
cuenta de que estábamos subiendo a la última planta, pero ni siquiera eso. No sabía dónde
íbamos, salimos y, había una puerta como si fuese la entrada a un quirófano, o una cocina.

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-¿Dónde estamos? -Ella se adelantó y abrió las puertas, dejando ver una enorme piscina. El olor a
cloro me hizo cerrar los ojos, esbozar una sonrisa. Ese olor me traía tantos buenos recuerdos,
tantas horas de entrenamiento y tantas risas, aunque a la vez tanto dolor físico y cansancio, pero
no lo cambiaría por nada del mundo.

-Lo único que te hace sentir bien es nadar, así que... -Se encogió de hombros y acarició mi mejilla. -
Tengo que hacer unas cosas, subiré luego a ver cómo estás.

Quería decirle algo, pero se fue, y yo me quedé allí frente a aquella enorme piscina solitaria. Me
cambié, volví a sentir la tela de mi bañador pegada a mi piel, tirante, hacía años que no me lo
ponía. Salí a la piscina y me sacudí un poco los brazos, ajustándome bien las gafas a los ojos hasta
crear ventosa.

¿Qué pasaba si ahora al nadar me seguía doliendo? ¿Qué pasaba si, lo único que habían hecho era
parar mi dolor en mi vida normal, pero seguía sin poder practicar lo que más quería?

Camila's POV

Tras una hora y media de llamada y revisar correos, me puse el bikini y subí arriba con ella. Lauren
se estaba comiendo la piscina, daba brazadas grandes y fuertes que levantaban mucha agua. Podía
ver su gorro amarillo y verde, y sus gafas de espejo azules.

Me senté al borde de la piscina, estaba calentita. Jugué con la botella de agua que le había traído,
y no esperaba que parase, pero cuando llegó a la pared levantó la cabeza cogiendo aire. Pasó una
pierna por la cuerda de flotación y se quitó las gafas, tenía las marcas de estas alrededor de los
ojos, totalmente enrojecidos. Luego se quitó el gorro, y con los dedos secó el agua que caía bajo
sus ojos. Se desenvolvía con tanta soltura en la piscina que me impresionaba, sobre todo cuando
se sentó en la cuerda.

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-Toma, sé que te da sed. -Le tendí la botella y ella la cogió, quitándole el tapón con rapidez.

-Gracias.

-¿Estás mejor? -Pregunté mientras la veía casi engullir aquella botella de agua.

-Sí. Y con respecto a lo que dijiste antes... -Le puso el tapón a la botella y se bajó de la cuerda,
dando unos cuantos pasos hasta acercarse al borde, y, apoyada en una mano, se impulsó y se
sentó a mi lado. -No, la natación no es lo único que me hace sentir bien. Lo que mejor me hace
sentir en este mundo, eres tú, y luego ya viene la natación. -Cerré los ojos y solté una risa leve y
tímida, mordiéndome el labio inferior. Sentí su mano cogerme de las mejillas y me plantó un beso
en los labios que me dibujó una sonrisa. -¿Te vienes conmigo al agua? -Se bajó del bordillo y
extendió los brazos hacia mí, y yo me tiré hacia ella, enganchándome a su cuello.

-¿Puedo decirte una cosa? -Lauren frunció el ceño y asintió. -Madre mía, nadas genial. Es decir...
¡MADRE MÍA! -Ella comenzó a reírse. -Nadas muy rápido y, y... Y pareces una nadadora
profesional. -Ella torció el gesto.

-Es lo que llevo intentando decirte todos estos meses. -Solté una carcajada y subí las manos hasta
su cuello, pegando mi frente a la suya. -Eres la mejor no- -Lauren paró en seco, y me separé
ladeando la cabeza.

-Dilo.

-Eres la mejor novia que alguien podría tener. -La besé abriendo un poco la boca para tomarla, y
ella me siguió el beso dándole pausa y profundidad.

-Así que... Ahora que salimos, deberías conocer a mi madre. -Lauren abrió los ojos de par en par, y
comencé a reírme a carcajadas al ver su expresión. -Es broma.

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-Menos mal. -Pasé mi mano por su pelo para peinarlo un poco, que aunque lo llevaba recogido se
había deshecho, y lo miré con los ojos entrecerrados.

-Oye, voy a irme, a ducharme. ¿Vemos una peli y pedimos pizza? -Lauren apretó los labios y
agachó la cabeza, tardando unos segundos en responder.

-Vale. -Se encogió de hombros. No, Lauren no quería salirse de la piscina, no aún, y lo entendía.
Había estado tanto tiempo sin poder nadar bien, o mejor dicho, sin poder disfrutar mientras
nadaba, que ahora no quería irse.

-O bueno, quédate aquí, aún es temprano. -Sonreí dándole un beso en los labios. -¿Te quedas aquí
y sobre las once vienes? Habrá pizza. -Le di un toque en la nariz, que respondió con una sonrisa.

-Me parece perfecto.

Lauren's POV

Sobre las once menos veinte, me salí de la piscina y me metí en las duchas y me enjaboné el pelo,
viendo cómo la espuma caía y serpenteaba entre los huecos entre los azulejos azules del suelo. Me
sequé el pelo en el baño de la piscina, y me puse una sudadera azul y un pantalón corto negro,
además de mis chanclas azules y mi bolsa al hombro.

Cuando bajé al apartamento, abrí con las llaves que Camila me había dejado, y no se escuchaba
nada en la casa. Sólo el crepitar de la chimenea y la tele a una voz muy baja.

-¿Mila? -Dije en voz baja, cerrando la puerta con cuidado y, entonces la vi. Estaba hecha una
pequeña bolita en un rincón del sofá, con la pizza abierta encima de la mesa y dos cervezas al lado.
Quería... Quería pasar la noche con ella, acurrucadas tomando pizza y viendo cualquier película,
pero no quería despertarla.

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Dejé mi bolsa en el suelo y me dirigí hacia la habitación, abriendo la cama y encendiendo la
calefacción para que no pasase frío. Luego, volví al salón y me incliné sobre ella, cogiéndola en
brazos.

-Vamos a dormir, Mila. -Susurré caminando con ella por el pasillo, que se aferró a mi cuello con los
brazos de forma instintiva.

La dejé en la cama y la tapé con el edredón, mientras yo salía al salón. Sí, iba a comerme aquella
pizza yo sola. Yo. Sola. Y lo hice mientras veía Juego de Tronos en HBO, tenía bastante hambre y no
iba a dejar aquella pizza enfriarse allí como harían en cualquier película o serie de la tele. Jamás.

Volví a la cama con ella que, en cuanto me notó, se giró hacia mí y se hizo una bola contra mi
pecho, apoyando su cabeza en este.

Camila's POV

-Lauren, arriba. -Me eché un poco encima de ella, y Lauren se dio la vuelta en la cama arrugando la
nariz. -Laur, necesitamos un perrito.

-No, no lo necesitamos... -Comencé a darle besos en la mandíbula, y ella sonrió un poco,


tumbándose bocarriba de nuevo con los brazos estirados. Me puse encima de ella dándole besos
rápidos, haciendo que se despertase poco a poco.

-Hoy tenemos una fiesta. -Abrió los ojos de golpe.

-¿Fiesta? -Apoyé las manos en su regazo mordiéndome el labio inferior.

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-En realidad es... Una compañera de trabajo dio a luz hace una semana, y nos va a invitar a cenar
para que conozcamos al pequeño. Además, hace mucho que no la veo. -Lauren se incorporó en la
cama recogiéndose el pelo de mala manera.

-¿Ha tenido un bebé? -Preguntó en voz baja, mirándome seria.

-No, Lauren, ha tenido un balón de playa. -Rodé los ojos y ella me señaló casi enfadada.

-Un niño. Habrá una pequeña... Cría humana. -Hizo algo extraño con las manos.

-¿Es que no quieres tener hijos? -Ella se quedó con los labios entreabiertos, y suspiró.

-Sí, quiero tenerlos pero, es que... Me es muy incómodo estar con... Bebés. -Me quité de encima
suyo y nos levantamos de la cama, viéndola ponerse el pantalón corto.

-Oh, ¿y cuando nosotras tengamos a nuestro primer hijo qué vas a hacer? Porque yo pienso tener
hijos. -Le arranqué su sudadera azul de las manos y me la enfundé yo, frunciendo el ceño.

-No es lo mismo, Camila. Cuando yo coja a ese niño, ¿qué le digo? ¿Le hago ruiditos como a los
perros o qué? -Me saqué el pelo de dentro de la sudadera y lo recogí en un moño.

-¿¡No tienes que decirles nada!?

-Lo pasé muy mal cuando nacieron mis sobrinos porque soy muy torpe y no sé qué hacer con los
niños. -Me quedé en silencio al otro lado de la cama intentando no reírme.

-¿Qué hiciste con los niños? -Ella apretó los labios, y me señaló.

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-No te rías. -Asentí pasándome los dedos por los labios como si fuese una cremallera, y ella se
puso las manos en la cintura con un suspiro. -Le canté algo de Drake a mi sobrina. -Apreté los
labios más fuerte pero acabé por soltar una carcajada. -Te has reído.

-¡No! Pero me parece adorable, de verdad. -Asintió con los ojos cerrados.

-Al parecer cantarle All Me era "inadecuado". -Lo entrecomilló mientras entrábamos en la cocina. -
Desde entonces, mi cuñada no me deja ver a mi sobrina. ¿Te lo puedes creer?

-Eso es muy... Cruel y extra por su parte. -Saqué dos tazas del armario y ella ponía la cafetera al
fuego en silencio.

-De todas formas hace años que no veo a mi hermano, así que. -Se encogió de hombros y frunció
el ceño, cortando el pan para hacer las tostadas.

-Olvídate de eso. -Dije cogiéndola de las manos, poniéndome de puntillas para besar sus labios. -
Tu vida está ahora conmigo, y yo dejaré que le cantes lo que sea a nuestros hijos.

-Me siento incómoda con los niños, es todo. -Desistió con un suspiro, poniendo las tostadas en un
plato.

-No tienes por qué venir esta noche. -Eché el café en las tazas mientras ella se sentaba en la mesa.

-Claro que iré, ahora eres mi novia, y no voy a dejarte sola en una fiesta aunque... Sea de un bebé.
-Sonreí bebiendo un poco de café.

-¿Tanto me quieres? -Lauren le dio un mordisco a su tostada y asintió.

-Tanto te quiero.

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➵ 30

Lauren's POV

Estar en aquella casa, con aquella gente era extraño, más que nada porque no conocía a nadie y,
entre los grupos de conversación que había no me integraba en ninguno. Para empezar porque
estaba el grupo de las mujeres, en dónde sólo se hablaba de niños, maternidad, lactancia, más
bebés, supuestos nombres para futuros hijos o futuras maternidades. Luego, estaba el grupo de
los hombres en el que el tema era: hockey. Así que, viendo el panorama, me mantuve a un lado
con una cerveza observándolo todo.

Hoy mi padre había llamado otra vez, y le dije que quería volver a nadar, y él se enfadó. Se enfadó
mucho. Me dijo que, le había costado mucho trabajo ponerme donde estaba, conseguirme un
trabajo para que ahora lo dejase otra vez por eso de 'nadar', que las cosas eran como eran, y que
si no podía nadar no podía y punto. Obviamente, todo esto fue a voces por teléfono. No se lo
conté a Camila, pero yo estaba bastante afectada. Quería quedarme en mi casa, viendo la tele y
distrayéndome, pero ahí lo único que hacía era pensar, porque nada me distraía, ni siquiera
Camila.

Mi padre me apoyaba, sí, me quería, pero no como a mi hermano. Y, estaba casi segura de que me
ayudó a irme a Vancouver para que por fin pudiese trabajar en lo que él quería.

-Mira, Lauren. -Salí de mi mundo, y Camila se giró con el pequeño en brazos. Era un bebé, no
puedo describirlo de otra forma ni tampoco quiero. -Es precioso, ay. Tiene los ojos del padre. -El
bebé tenía los ojos cerrados y, aun así miré a su padre y el niño seguía siendo... ¿¿¿Un jodido
bebé??? -¿Quieres cogerlo? -Preguntó Camila mirándome.

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-No, gracias. -Y ella siguió embobada con el niño hasta que se lo devolvió a su madre.

Nos sentamos en la mesa, y yo me retorcía al escuchar los comentarios del marido de la chica.

-Él se está portando muy bien. -Dijo ella mientras cenábamos. Yo iba a copa por comentario. Se
está portando muy bien, o sea que antes de que naciese el niño no lo hacía.

-Sí, yo le hago la compra, yo le limpio, le plancho la ropa, a veces le hago la comida. -Levanté la
cabeza del plato ante aquellos comentarios.

-¿Sólo compras lo de ella, la limpias a ella y sólo planchas su ropa? -Pregunté con los cubiertos en
las manos.

-No, -soltó una risa- le limpio la casa, le plancho toda la ropa y le hago nuestra comida. -Asentí con
una sonrisa irónica. -¿Por qué?

-Oh, nada. Sigue. -Sonreí agachando la cabeza para comer de nuevo. No quería dar la nota en la
cena, pero me removí en la silla ante aquél 'micro' machismo que el marido de Claudia, creía que
se llamaba, estaba soltando.

-Pues eso, me estoy portando bien. -Todos rieron menos yo, que sólo alcé las cejas y sonreí,
bajando la mirada a mi plato y sonreí.

-Wow, estás siendo muy buen padre. Hay pocos como tú. -Le decía una de las chicas. Eso terminó
de retorcerme el estómago.

"Por qué cojones tenía más mérito que un tío hiciera la comida y limpiase que una ama de casa,
que se parte los cuernos todos los días por su familia."

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Pensé.

"Oh, claro. Porque es el deber de la mujer. Es esa huella en la sociedad que tenemos, ese estigma
patriarcal. Pero claro, me llaman feminazi por ver la realidad, claro que sí. Vamos a someternos
todas y a criar a hijos y a fregar mientras ellos ven el hockey y beben bourbon con sus amigotes."
Esto, por ejemplo, sería algo que intentaría explicarle a mi padre y no lo entendería jamás. Porque,
claro, eran paparruchas mías. "¿Cómo va a estar oprimida la mujer si ya puede votar?" Dijo un
hombre blanco.

-Oye, Camila, Lauren, una pregunta, ¿las tías cómo folláis? -Todos soltaron una risa al escuchar la
pregunta del marido, y entonces yo juré que cogería el cuchillo y les rebanaría el cuello a todos.

-Es verdad, ¿sólo hacéis la tijera? -Soltaron más carcajadas y Camila me puso la mano en la rodilla.

-Deberíais saberlo ya que lleváis viendo porno lésbico desde los doce, ¿no? -Todos se quedaron
callados con la cara descolgada. Me levanté de la silla y cogí mi chaquetón, que estaba detrás. -Me
voy, paso de comentar un ambiente con comentarios machistas y homófobos.

-Me voy contigo. -Dijo Camila levantándose. No creí que fuese a hacerlo, pero lo hizo.

-¿Comentario homófobo? No os hemos insultado. -Dijo él, casi ofendido.

-Oh, ¿no? ¿Y vosotros los heteros cómo folláis? ¿Sabéis lo que es un cunnilingus o a vuestras bocas
les dan miedo los coños? -Solté una risa. -Ofensivo, ¿no crees? Pero, la heterosexualidad, como la
masculinidad, es muy frágil.

-Felicidades por el bebé, Claudia. -Se puso el chaquetón y me dio la mano. -Pero educa a tu
marido. Buenas noches chicas.

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Salimos de aquella casa en silencio, yo bastante enfadada. Todo lo que podía salir mal había salido
mal.

-No quería dar la nota y la he dado. Te van a criticar en el trabajo. -Dije con desgana, con las
manos en los bolsillos, y le di una patada a una piedra que había en mitad de la acera.

-Tú siempre me enseñas cosas pero ahora te voy a enseñar una yo a ti. -Camila paró justo delante
de mí, y me señaló con el dedo. -Sólo porque tu padre piense que defender tus derechos y tu
integridad es dar la nota, no significa que lo sea. -Pasó sus manos por mis mejillas y sonrió. -Yo no
era capaz de decir nada, pero tú sí, y te lo agradezco. Y ahora, vamos a cenar hasta reventar.

Fuimos a un bar cerca, donde ponían de todo lo que te podías imaginar.

-¿Escuchaste cómo decía que él le limpiaba? -Me chupé el dedo manchado de kétchup, y ella
frunció el ceño sin entender.

-¿Qué tenía eso de malo? -Abrí los ojos casi alarmada, extendiendo un brazo. -Vale, lo que parece
tan claro para ti no lo es para mí. No todo el mundo tiene ese sexto sentido para detectar el
machismo, ¿sabes? -Me tiró una patata a la cara, y la cogí de la mesa para comérmela.

-Pues, Camila, que lo decía como si él se lo estuviese haciendo a ella porque es la obligación de la
mujer. Es diferente decir "yo te hago la comida" cuando la preparas para esa persona únicamente,
que decir "yo te hago la comida" cuando te estás refiriendo a la familia entera. Es como si fuese su
obligación y la está haciendo él. -Camila arrugó los ojos mientras mojaba la patata en kétchup.

-Joder, es verdad. -Bebió de su cerveza, y yo esa vez opté por beber un refresco; tenía que
conducir.

-Bueno... Mañana nos separamos.

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-Sí. -Hizo una mueca, y miré la televisión con el hockey que estaban echando. -Te voy a echar de
menos estos días, me... Gustaría pasar la Navidad contigo. -Añadió ella.

-Siempre nos va a quedar Skype. O podríamos hacer una versión de 'Tú a Londres y yo a California'
pero romántica-lésbica. -Carraspeé y levanté las manos como si estuviese enmarcando el título. -
Tú a Knoxtenville y yo a Chicago. Una película protagonizada por Camila Cabello y Lauren Jauregui.

-No hace gracia, voy a echarte de menos de verdad. -Hizo un puchero y me tiró una patata, esta
vez fue a mi boca.

-Y yo a ti, Mila.

-Hola, no, no estaba haciendo nada. Estoy en el aeropuerto, se ha retrasado un poco mi vuelo. -Me
senté en uno de los bancos del aeropuerto con los pies apoyados en la maleta.

-Mmh... Pues tengo que contarte algo, ha venido tu hermano con su mujer y la niña. -La voz de mi
madre se notaba algo nerviosa, y era normal. -No sé qué hacer. Tu padre está aquí, encantado, se
ha llevado a la niña a pasear y ha jugado al béisbol con tu hermano.

-Es complicado. -Murmuré en voz baja. La zorra de mi cuñada era una maldita homófoba de
mierda, y mi padre no quería verlo. Vio lo de mi tío porque me odiaba, pero a ella la excusa
porque es la mujer de mi hermano con cosas como 'te lo tomas todo muy a pecho'. Oh, bueno. -
No importa, pasaré las navidades en Vancouver.

-No, Lauren. Tienes que venir, como sea. -Solté una risa y negué, levantándome del banco. -Me da
igual lo que diga ella, eres mi hija y vas a pasar la Navidad con nosotros.

-Mamá, la Navidad deja de ser Navidad cuando no te sientes bienvenida en casa.

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*

Camila's POV

Volver a Knoxtenville era... Era maravilloso. Nunca había estado en invierno, y menos en Navidad.
Estaba todo nevado, y en las calles se podían ver los adornos de Navidad de las casas, o los de las
calles, aunque el frío era atroz. La chimenea no se había apagado desde que llegamos, y, ahora
que estábamos a punto de cenar creaba un ambiente más navideño aún. Me pregunto por qué
nunca pasamos aquí la Navidad, si era lo mejor del mundo.

Mis primos pequeños correteaban por la casa, y se habían pasado la tarde jugando con la nieve
delante de casa. En el rancho de los Jauregui, el tío de Lauren había dejado un montón de leña
para el temporal que se venía.

Y entonces, cuando íbamos a sentarnos todos, llamaron a la puerta, y la casa enmudeció. No


esperábamos a nadie aquella noche, quizás sería la señora Jauregui para pedir algo. Qué raro se
me hacía decir 'la señora Jauregui' y no pensar ya en mi... Mi suegra. Mi madre se adelantó y abrió
la puerta, mostrándome la imagen más navideña y enternecedora que había visto jamás.

Lauren llevaba puesto un gorro verde con una bola de lana y un chaquetón negro, y tenía el gorro
y el chaquetón blancos por los copos de nieve que caían sobre ella. Miró primero a mi madre, y
luego, levantó la cabeza y me miró a mí, abriendo un poco los brazos.

-Feliz Navidad, Mila. -Me tiré a sus brazos con una enorme sonrisa, y, aunque todo el salón
estuviese en silencio, la besé rápido y corto entre risas.

-¿Quién ha venido? ¿Quién? -Escuché a mi abuela por detrás, y Lauren me dejó en el suelo,
abrazándola a ella. -¡No me lo puedo creer!

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-Feliz Navidad, señora O'Donnell. Huele muy bien eso que prepara. -Lauren cogió en peso un par
de cajas que tenía en el suelo. -Voy a llevar las cajas a tu habitación, ahora vengo.

-¿Qué son? -Pregunté, y ella soltó una risa.

-Pues tus regalos.

Me quedé allí plantada mientras ella subía las cajas, y entonces me percaté de que era mi madre la
que había abierto la puerta y la que seguía a mi lado.

-¿Esa es Lauren? -Casi di un respingo al escuchar su voz y me giré asintiendo. -Es muy alta. Y muy
grande.

-Lo sé, ¿a qué parezco pequeñita a su lado? -Sonreí arrugando la nariz, y mi madre asintió
riéndose.

-Mucho. Su mano es enorme. -Mi madre frunció el ceño y yo asentí riéndome. -¿Cuánto mide?

-Uno ochenta y cinco. Ya te dije que Lauren era enorme. -La vi bajar por las escaleras con esos
botines que la hacían aún más alta, sus pantalones vaqueros y una camisa negra algo suelta. -
¿Cómo es que has venido? Tú... Deberías estar en Chicago.

-Creí que... Nuestra primera Navidad juntas era importante, ¿sabes? -Entreabrí los labios y me giré
hacia mi madre, que tenía la cabeza levantada para mirar a Lauren.

-Esta es mi madre, Sinu. -Lauren se inclinó y le dio dos besos, poniéndose las manos tras la
espalda. Parecía que Knoxtenville la volvía educada y tímida, o sólo era porque... Claro, eran mis
abuelos y mi madre.

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-Encantada, señora Cabello.

-Igualmente. Madre mía, eres... Eres enorme. En el buen sentido. -Lauren se rio al escucharla y
alzó los hombros sin saber qué decir.

-Es nadadora.

-Era. -Acuñó.

-Es nadadora, y abogada. Trabaja en un bufete de Vancouver. -Mientras explicaba eso, mis primos
pasaban por nuestro lado y se quedaron mirando a Lauren con la boca abierta.

-¡Eres la chica de la piscina! -Lauren frunció el ceño al escuchar a mi primo Brandon, que la
señalaba con el dedo.

-¿La conocéis? -Pregunté yo, entonces caí en la cuenta de que mis primos vivían en Chicago.

-Sí, nuestro colegio nos llevó a ver una competición de natación y estaba ella en las pantallas. -
Lauren sonrió y alzó la mano a la altura de Brandon, para que chocase los cinco con ella.

-¿Y te gustó?

-Sí, mucho, ganaste y por eso te grabaron. -La señaló, y mi prima más pequeña dio un saltito para
poder chocar la mano con Lauren.

-¡Yo también quiero! -Max corrió hacia Lauren y chocó su mano con ella, y al final, los niños
estaban a su alrededor.

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-¿Y por qué pasas la Navidad con nosotros? -Preguntó Brandon rascándose la frente, aún sin
entender nada. Lauren no supo qué decir.

-Porque es mi novia, chicos. -Lauren agachó la cabeza y, justo en su pierna tenía a Clary, mi prima
más pequeña con apenas dos años. Mmh, aquello se estaría volviendo incómodo para Lauren,
odiaba a los niños, pero, en aquél momento, se agachó y la tomó en brazos, mirándola. -Esa es
Clary.

-Wow, eres muy alta. -Los niños alucinaban cada vez que Lauren hacía algo, y es que para ellos era
'famosa'.

-Sí, me lo dicen mucho. ¿Vamos todos a cenar? Vuestra abuela ha preparado muchas cosas. -Puso
a Clary en el suelo, que salió caminando detrás de sus primos por el pasillo. Lauren suspiró y se
metió las manos en los bolsillos con una sonrisa, mirando el salón, suponía, que a mi abuela poner
los platos en la mesa, y luego me miró a mí.

-Me alegro de estar en casa.

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➵ 31

Camila's POV

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Lauren saludó a mi abuelo, y le presenté a Alejandro, que se quedó mirándola desde abajo con el
ceño fruncido. "Eres muy alta", le dijo, y Lauren lo único que hizo fue reírse y encogerse de
hombros. ¿Qué iba a hacer?

-¿Queréis que os ayude? -Lauren caminaba hacia la cocina, y yo la empujaba hacia la mesa.

-Siéntate. -Le ordené, y aunque empujarla no surtía efecto porque tenía mil veces más fuerza que
yo, conseguí que se sentase en la mesa.

Mi madre, mi abuela, mis tías y yo pusimos los platos en las mesas y, mi abuela le puso la comida
en el plato a Lauren. Era descomunal, y es que mi abuela siempre tuvo un cariño especial por ella.

-Tiene buena pinta, señora O'Donnell. -Lauren cogió el tenedor cuando yo iba a sentarme a su
lado, y se quedó mirándome como si quisiese arrancarme el vestido con la mirada.

-¿Qué tiene buena pinta? -Susurré al sentarme a su lado, y ella soltó una leve risa.

-Anda siéntate. -Negó riendo.

La cena fue... Fue genial. Nadie hizo un mal comentario o dijo nada desagradable, como era de
esperar en una típica cena de Navidad, quizás era porque estaba 'la novia de Camila' en la cena, y
es que, aunque mis primos más mayores siempre llevaban a sus parejas, yo nunca llevé a las mías,
más que nada porque nunca tuve algo serio. Nunca sentí nada por esas personas, así que, siempre
estuve sola.

Lauren se echó hacia atrás al terminar de comer, poniéndose las manos en la tripa y apretó los
ojos.

-Voy a explotar.

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No puedo más. -Me miró con un suspiro, y puse mi mano en su rodilla acariciándola. -Echaba tanto
de menos a tu abuela.

-Has venido por eso, no finjas que es por mí. -Cerró los ojos y asintió con una sonrisa.

-Es cierto. También me gusta comerme las cosas que hizo tu madre. -Dijo en voz más baja,
levantándose de la silla.

-¿Qué hizo mi madre? -Pasó sus brazos por mi cuello y se inclinó para darme un beso en la mejilla.

-A ti, mi amor. -Se incorporó quedándose detrás de mí mientras yo le sujetaba las manos, con
nuestros dedos enlazados.

Lauren's POV

-¿Puedo abrir ya los regalos? -Preguntó Camila de rodillas en la cama, señalando las cajas que
había en el suelo de su habitación.

-No, Mila. -Se giró con las mejillas hinchadas y el ceño fruncido, sentándose encima de mí con las
manos en mi abdomen.

-¿Por qué has venido? -Ella agachó las cejas y se removió un poco encima. -Sé que me has dicho
por mí, pero no me lo creo, hay algo más.

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-Te dije que no me dejaba ver a mi sobrina por lo de Drake y tal pero... -Me froté la frente con los
dedos y suspiré. -La verdad es que no me deja ver a mi sobrina por mi sexualidad.

-¿Y tus padres? ¿Por qué no han hecho algo? -Me encogí de hombros.

-Mi padre estaba embobado con su nieta así que le daba exactamente igual. Mi madre insistió en
que fuera, que era su hija y que le daba igual su nuera pero, bah. -Negué arrugando la nariz. -No es
Navidad si no estás con las personas que quieres, o con la persona que quieres.

-Hiciste bien en venir entonces. Es una cabrona. -Se puso de rodillas y se estiró, levantando así la
camiseta de su pijama, y me dejó ver su abdomen.

-Camila qué buena estás, joder. -Gruñí haciéndola reír, y apoyó sus manos en mis hombros

-¿Qué te ha dado? -Se rio quitándose la camiseta, dejándola sobre mi pecho.

-Karla, si me pones las tetas en la cara qué quieres que diga... -Comencé a mover mis piernas
arriba y abajo, haciendo que ella botase sobre mí. -Boing, boing, boing.

-No te mato porque me haces gracia. -Se quitó el sujetador y me relamí los labios, apoyando la
cabeza en mi puño, mirando sus pechos.

-Yo soy el árbol y tú me pones las bo

-LAUREN. -Se empezó a reír y me tapó la cara con la mano, poniéndose luego la camiseta, pero no
podía dejar de reírse. Negó agachando la cabeza, y me miró señalándome. -Ese es nuevo.

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-Claro, es navideño. -Mordió mi cuello y luego lo acarició, quedándose con su frente pegada a la
mía y mis manos fueron a su trasero, que apreté fuertemente. -Me gusta tu culo. Va acorde con
tus tetas.

-No, no te gustan. -Puso las manos en mi pecho haciendo un puchero. -Mira, tengo estrías. -Se
bajó un poco el pantalón y me dejó ver las estrías que subían por su trasero.

-Pero a mí me gustan. Son muy bonitas. -Pasé las yemas de mis dedos por estas lentamente y
luego la miré a ella. Tenía el pelo negro y brillante, ondulado y hacia un lado, creando así un ligero
tupé con el que se veía preciosa.

Camila volvió a quitarse la camiseta y se miró los pechos, y luego me miró a mí.

-¿De verdad crees que lo son? -Ladeó la cabeza con una sonrisa que, intentaba ser tierna, pero se
le veían las intenciones por todos los lados.

-Camila... -Cerré los ojos, y ella se tumbó en mi pecho, pasando sus brazos por mi cuello; pude
sentir el tacto de sus pechos contra mi camiseta y reí. -Estamos en tu casa en Navidad.

-Todos duermen... Además... -Se encogió de hombros mordiéndose el labio inferior. -Quiero
hacerte un regalo de Navidad. Relájate, la puerta tiene pestillo. -Bajó dando besos por mi cuello y
me fui relajando, hasta verla desaparecer debajo del edredón.

-Ten cuidado a ver si te ahogas. -Dije acomodándome mejor en la cama, con los brazos apoyados
en los cojines.

-En vez de decir cosas subidas de tono me dices eso, así una no puede... -Susurró, y pasó sus
manos por mis muslos para bajar la ropa interior, y noté su boca en mí, besándome como si fuese
mi boca.

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La lengua de Camila se movía lentamente, y levanté el edredón para ver cómo lo hacía. Tenía los
ojos cerrados y movía un poco la cabeza, y llegó un momento en el que tuve que soltar en el
edredón de nuevo y morderme el labio para no jadear, con gesto casi de dolor.

A los pocos minutos, noté que se separaba y que se movía en la cama, pero yo seguía con los ojos
cerrados. Entonces, sentí cómo introducía algo en mí, frío pero blando, y Camila salió de debajo
del edredón con una sonrisa, poniéndose erguida de rodillas frente a mí.

-Te lo dejaste en mi casa.

-¿Y al no saber que venía te lo trajiste para pasártelo bien? -Aparté su tanga con el dedo, y con la
otra mano sujeté su cadera para que se agachase.

-Sí. -Respondió recogiéndose el pelo con una gomilla.

-No hagas ruido. -Murmuré. Camila cerró los ojos mientras se iba agachando, poniendo sus manos
a los lados de mi cabeza, y comenzó a mover las caderas adelante y atrás, soltando un suspiro.

-Pides mucho. -Susurró contra mi boca, y paré sus caderas en seco. -No.

-Sí. -Comencé a embestirla rápidamente sin llegar a tocar su trasero con mi pelvis para que no
sonase, y ella apretó las manos en mi cuello empezando a besarme más profundo y húmedo,
apretando los ojos.

Sabía que no tardaría mucho en llegar, a Camila le ponían ese tipo de situaciones en las que en
cualquier momento nos podían pillar. A mí también, para qué mentirnos. Apreté sus nalgas y ella
levantó la cabeza, dejando sus pechos a la altura de mi cara, que mordí, chupé y lamí mientras
botaban en mi boca, hasta que llegó un punto en que sus gemidos tenían que ahogarse en mi
boca, y mis jadeos en la suya, y esperaba que a la mañana siguiente nadie hubiese escuchado
nada.

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*

-Feliz Navidad, cuchi. -Noté el dedo de Camila acariciar mi mejilla, y arrugué la nariz abriendo los
ojos con pesadez, me dolían. -Mis tías están despertando a los niños, y yo te despierto a ti. -Besó
mi frente y yo me incorporé apoyando las manos en la cama.

-¿Vas a abrir tus regalos? -Me senté en la cama, bajándome la camiseta que se me había subido
durante la noche. Espero que nadie sospechase porque la ducha estuviese encendida a las tres de
la mañana.

-Sí, me moría de ganas por escucharte decir eso.

Camila se puso de rodillas en el suelo de la habitación, y bostecé mientras veía cómo se deshacía
del lazo y del papel de regalo que lo envolvía. Luego abrió la caja, y se puso las manos en la boca
mirándome.

-¿Todo para mí? -Asentí con una sonrisa somnolienta.

Sacó de la caja un gorrito blanco, un par de tacones negros con pedrería, La habitación propia de
Virginia Woolf, ya que siempre me preguntaba cosas sobre feminismo, La La Land en DVD, estaba
obsesionada con esa maldita película, una bolsa entera llena de chucherías, y un lienzo con un
maletín de pinturas, justo lo que ella quería. Pero aún faltaba uno, así que me levanté de la cama y
me senté a su lado, con la espalda pegada en el armario.

-Saca el último. -Le dije. Ella sacó un sobre de la caja y frunció el ceño, riéndose.

-¿Qué es? -Negué, y dejé que ella lo leyera.

Conforme los ojos de Camila iban leyendo la carta, sus lágrimas descendían por sus mejillas en
silencio, con la mano tapándose la boca.

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-Se llama Samir, tiene ocho años y, ya sabes, la situación en Siria no está muy bien. -Murmuré
quitándole el pelo de la cara. -Lo apadriné hace un mes, y esa es la primera carta que recibo de él,
pero quería que la leyeras tú porque... Lo apadriné en tu nombre, bueno, en nuestro nombre.

-Gracias... -Dijo limpiándose las lágrimas, soltando una leve risa. -Esto sí es un regalo de Navidad
de verdad. Eres... -Se abrazó a mi cuello, y pasé una mano por su espalda para consolarla.

-Nada. Feliz Navidad. -Me levanté del suelo y la levanté conmigo, limpiándole las lágrimas con los
dedos. -Las niñas grandes no lloran.

-No soy grande. Y sí lloran, tú lloras. -Se enjugó un ojo con el borde de su camiseta y guardó la
carta en su maleta. -Te juro que creo que nadie en el mundo hará un regalo tan... Bueno y real
como este.

-Me alegra oír eso. ¿Vamos abajo? Tengo hambre. -Ella echó la cabeza hacia atrás y se terminó de
limpiar los ojos con un pañuelo, quitando el pestillo de la habitación.

Cuando bajamos, los niños estaban sentados en el suelo abriendo regalos, gritando, y los mayores
se probaban la ropa que les habían regalado, o abriendo móviles y ordenadores nuevos. Yo me
quedé apoyada en el sofá mirándolo todo con una sonrisa, hasta que Camila tiró de mi brazo.

-¿Tú no abres tus regalos o qué? -Señaló un montón de cajas de Amazon que había tras el árbol, y
entreabrí los labios, volviendo la mirada a ella.

-¿Cómo? ¿Regalos? -Tom me hizo un gesto desde su sillón para que fuese con los niños y me
acercase, cosa que me hizo bastante gracia.

Me puse de rodillas en el suelo, y abrí la caja más grande, obvio porque en realidad al ver regalos
mi mentalidad cambia a la de una niña de cinco años.

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-¡¡LA PS4!! -Dije al ver la caja, y Camila asintió con los brazos cruzados. -Wow... Y yo que sólo tenía
la primera Xbox. Muchas gracias.

-Pero sigue abriendo. -Me incitó ella con las manos.

-Vale, vale. -Dejé la caja a un lado, y abrí otra mordiéndome el labio inferior con el ceño fruncido. -
Jodeeeer. -Saqué aquellas Nike RosheRun de la caja. Eran negras, e iban a conjunto con el chándal
que Estados Unidos llevó a los Juegos Olímpicos. -Te estás luciendo, Camila.

-Pues abre el último.

Los dos últimos eran un sobre y una pequeña cajita blanca. No tenía ni idea de lo que era ninguno,
así que primero abrí la carta.

"Acuatic Vancouver Centre.

Este documento certifica el pase anual de una persona al centro. Esperemos que disfrute de
nuestras instalaciones.

Firmado,

La directiva."

Cuando levanté la cabeza del papel miré a Camila, que se mantenía de brazos cruzados con una
sonrisa en su rostro, y todo el mundo estaba en silencio, incluso los niños.

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-No pude hacer que te metieran en el equipo pero... Tienes un pase anual a una piscina olímpica,
con instalaciones adecuadas para que mejores. -Me pasé la mano por el pelo suspirando, intenté
decir algo pero simplemente me crucé de brazos, negando al mirarla.

-Podría casarme ahora mismo contigo. -Todo el mundo se rio, incluso Camila y su abuelo al final
del salón. -Muchas gracias, amor. -Le dije en español al abrazarla, cerrando los ojos.

-Aprovecha el regalo, cielo.

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➵ 32

Lauren's POV

La puerta de mi despacho se abrió, y el señor Brown asomó la cabeza, llamándome con el dedo.

-A mi despacho, ahora. -Y sin más salió de nuevo cerrando la puerta. Oh, el despido se acercaba.

Me levanté de mi sillón y caminé por el pasillo casi con el corazón en la boca. Todo el día de
trabajo para que ahora me diese el finiquito, dios mío. Llamé a la puerta dos veces con los nudillos,
y un 'adelante' se escuchó tras él.

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Entré, y Brown estaba sentado en su sillón con las manos enlazadas y la barbilla apoyada en estas,
mirando el ordenador.

-¿Cuántos casos estás llevando ahora mismo, Lauren? -Me señaló la silla para que me sentase.

-Tres casos de divorcio y uno de custodia.

-Bien... Sabes que el bufete está saturado, ¿no? -Alcé una ceja y asentí. -Nos ha llegado un caso de
un señor al que le han defraudado medio millón de dólares y le han embargado la casa, y todos los
abogados que llevan esos casos están hasta arriba.

-¿Quién le hizo eso? -El señor Brown hizo una mueca de asco sacudiendo la cabeza.

-Me la suda, Lauren, eso es problema tuyo. -Me dio un papel con un número de teléfono y el
nombre completo del señor. Kevin Trapanello. -Habla con él lo antes posible, y mañana quiero el
informe de su caso en mi correo para que me pueda importar su caso, ¿queda claro?

-Cristalino, señor Brown.

A pesar de que debería haber salido a las siete de la tarde, no pude. Llamé al señor Trapanello
para que me explicase su caso. Era un pobre señor de unos sesenta años al que sus cuidadoras le
habían quitado todo su dinero, y a raíz de no poder pagar su casa lo habían desahuciado. Me
contó que ahora todos sus hijos vivían en Estados Unidos y Europa, y que por eso estaba viviendo
en un albergue, hasta que yo hiciese algo por él. Sentí mucha pena, sentí ganas de ayudarle y
recuperar esos 500.000 dólares y una buena indemnización.

Miré el reloj, dios, eran las nueve de la noche y yo había quedado con Camila para cenar en su
casa por San Valentín. Llegué a su casa sin duchar, con el portátil bajo el brazo y el móvil vibrando
una y otra vez. Pero al ver su sonrisa, no quería desilusionarla contándole todo el trabajo que
tenía.

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-¡Hey! Llegas un poco tarde, ¿no? -Asentí viendo la mesa ya puesta, y me senté con un suspiro.

-Hey, hola, sí. -Sí, debería ayudarla, debería... Pero es que lo único que podía hacer es sacar el
portátil y ponerme a redactar el informe.

-¿Todo bien? -Sirvió los platos mientras yo miraba al ordenador, tragando saliva. Asentí. Camila se
sentó frente a mí, pero había demasiadas cosas que me preocupaban, como por ejemplo, no
devolverle la vida a ese señor, perder el caso, que me despidan o defraudar a mi padre de nuevo. -
¿Podrías dejar el trabajo un rato? Estoy tratando de cenar contigo en San Valentín. -Achiqué los
ojos mirando la pantalla del portátil mientras con una mano escribía y la otra la sujetaba el
tenedor.

-Lo siento. Es la única forma en la que podía celebrar San Valentín. -Respondí mirándola.
Masticaba lentamente su filete, y negó.

-Deja el portátil o me voy a enfadar. -Me señaló con el tenedor, amenazante.

La semana había estado movida. Me cogí unos días de más para poder ir con Camila a
Knoxtenville, y al volver tenía una montaña de trabajo atrasado con los tres divorcios, la custodia y
ahora el caso del señor Trapanello.

-Camila, por favor, estoy cenando contigo, hago todo lo que puedo por estar aquí. Podría haberme
quedado en la oficina o en mi casa para terminarlo todo y venir solamente a tomar una copa
contigo, ¿sabes? Para mí también es un sacrificio. -Le expliqué, bebiendo de mi copa.

-Mira, ni siquiera estás comiendo. Ni siquiera me has mirado o me has saludado. -Se cruzó de
brazos enfadada y la observé. Miraba hacia otro lado molesta. -Sabes la ilusión que me hacía pasar
San Valentín contigo y tienes que traerte el trabajo a casa.

-Para. No es algo que pueda elegir, así que para. -Le pedí, y ella negó con una mueca,
levantándose de la mesa.

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-Es que, ¿por qué es tan difícil para ti pensar en mí, Lauren? -Cerré el portátil de golpe y me
levanté también de la mesa.

-Ahora no pienso en ti, genial. -Ironicé rodando los ojos y riéndome, dándome la vuelta con las
manos en la cintura.

-Es que últimamente todo se centra en ti. Me esfuerzo en ayudarte con tus bajones emocionales
por la natación, por tu padre, porque no puedes ver a tus sobrinos, que suele suceder bastante a
menudo. Y, ¿sabes? A mí también me gustaría que se parasen a pensar un poco en mí, porque lo
único que te pedí era una cena y ni eso supiste darme. -Estaba totalmente perpleja ante lo que me
estaba diciendo. No sabía qué contestar, me quedé en blanco, en silencio durante algunos
segundos.

-¿Te das cuenta de lo que estás diciendo?

-Sí. Y lo estoy diciendo totalmente en serio. -Apretó la mandíbula y solté una risa, negando. No iba
a discutir con ella. Esa noche no, no merecía la pena tener una discusión que sólo agravaría más el
asunto.

-Pues quédate sola esta noche si así es como te sientes, me ahorro tus gritos. -Sentencié,
metiendo el portátil en el maletín y poniéndome el chaquetón.

-Bien. -Respondió ella, y salí de su casa con un portazo.

Pasé toda la noche redactando el caso, hasta las cuatro de la mañana. Estudié todas las formas
posibles de plantear el juicio y una estrategia. Cuando terminé, cerré el portátil y caí de boca en la
cama, pero a las ocho de la mañana sonó el timbre. Sonó durante tres minutos seguidos hasta que

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abrí los ojos y me di cuenta de que estaba sonando. Caminé como un zombie, me dolían los ojos, y
entonces abrí la puerta. Camila estaba llorando, y abrí más los ojos frotándolos.

-¿Qué ha pasado? -Pregunté alarmada.

-Que vas a romper conmigo, Lauren... Y no quiero... -Estaba tan cansada la noche anterior que ni
siquiera recordaba la pelea con Camila, ni tampoco por qué fue. -Y yo sólo quería que me
abrazases y... Sentirme pequeñita... -La cogí de la mano y cerré la puerta, cogiéndola en brazos.
Camila se enganchó a mi cintura y a mi nuca, y pude notar el calor de sus lágrimas y su aliento mi
cuello.

-Vamos a dormir.

-¿Estás enfadada conmigo? -Susurró sollozando, y la senté en la cama negando.

-No. Si no quieres que me enfade vamos a dormir. -Cerré la puerta del cuarto y me tumbé en la
cama, tapándome con el edredón hasta arriba.

-¿Estamos bien? -Asentí a su pregunta. -¿Puedo abrazarte? -Pasé la mano por su pelo y besé su
nariz, pegándome un poco más a ella. Camila pasó su brazo por mi cintura, bajo mi brazo, y no dijo
nada más. Simplemente nos quedamos dormidas.

Noté como la cama se hundía a los lados de mi cuerpo, y un peso se colocaba encima de mí. Un
beso en la mandíbula, otro en la mejilla.

-Lauren. -Susurró Camila, pero yo la escuchaba lejana, como si no estuviese aquí. -Lo... -Removió
su cabeza un poco para abrazarse a mí. -Lolo...

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-No me llames así. -Puse las manos sobre su espalda, abrazándola contra mí.

-Te llamo cuchi. -Apretó sus dedos en mis mejillas y comenzó a darme besitos en los labios, que yo
no respondí porque estaba absolutamente traspuesta. -Te he limpiado la casa, me aburría y no te
levantabas. -Abrí un ojo y vi que la habitación estaba limpia. No había montones de ropa en el
suelo o encima de la cómoda. Luego la miré a ella alzando una ceja.

-No tienes por qué hacer esas cosas... -Le acaricié la mejilla y bostecé, girando la cabeza a otro
lado.

-Las hice porque me aburría. Y para pedirte perdón por lo de ayer... -Abrí los ojos para mirarla.
Tenía las manos apoyadas en mi pecho,

y su barbilla sobre las manos con una pequeña sonrisa. -¿Te duchas y comemos fuera? Hoy no
llueve tanto.

-Claro que sí. -Me incorporé, y Camila se levantó de la cama, rodeándola para salir de la
habitación, pero tropezó y tuvo que apoyarse en la cama. -¿Todo bien? -Pregunté con tono burlón.

-Mira, ni se te ocurra reírte. Me he tropezado con tus zapatos. -Cogió mis zapatos del traje y los
alzó. -Son barcas.

-¿Qué? Tengo pies normales. -Me levanté detrás de ella para salir de la habitación.

-No, yo tengo pies normales. ¡Tú tienes un número 43! -La empujé un poco para que saliese de la
habitación entre risas, dándole una palmada en el culo. -Ay, no hagas eso.

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-¿No te gusta? -Abrí la puerta del cuarto de baño y vi las toallas puestas una encima de la otra, casi
cuadriculadas, al igual que los botes de champú en mi ducha.

-Sí, me gusta. He ahí el problema. -Sonrió caminando hacia el salón.

La casa por primera vez en mucho tiempo, olía a limpio, y es que no había pasado mucho tiempo
en ella últimamente. Me pasaba el día en el gimnasio, en la piscina, en la oficina y en casa de
Camila.

Eché un chorro de champú con olor a menta en la palma de mi mano y comencé a frotarme la
cabeza, dejando que la espuma cayese por mis hombros y la curva que hacía mi espalda hasta el
final.

Salí de la ducha, me sequé el pelo y terminé de vestirme y arreglarme con una camisa blanca, unos
jeans negros y el pelo ondulado y suelto. Me remangué hasta los codos y salí del baño tras
echarme algo de perfume y desodorante, caminando hacia el salón.

-¿Estás lista? -Camila estaba sentada en el sofá mirando su móvil, y alzó la cabeza asintiendo. Pero
no pudo levantarse, porque el timbre sonó en ese momento. Fruncí el ceño.

-¿Quién es?

-Quizás sea el cartero. Hace poco pedí un juego nuevo para la PS4. -Abrí la puerta y lo primero que
vi fue impactante.

Mi cuñada. Mi hermano. Mi sobrina en su carrito. Mi cuñada estaba a un lado mirando a su


alrededor con las manos en el carro, y mi hermano sonreía con las manos en los bolsillos.

-Esperamos no molestarte. -Sí, sí que lo hacían.

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-Lauren, ¿quién es? -Camila se levantó del sofá, situándose a mi lado en la puerta.

-Mmh... Tú debes de ser... -Chris señaló a Camila con los ojos entrecerrados. -Lo siento, no
recuerdo tu nombre.

-Camila. -Respondí. -¿Queréis... Entrar? -Ofrecí cortésmente. Me fijé en ella, tenía el pelo rubio,
mandíbula marcada, pero un rostro usual, no me decía nada. Era como ver a cualquier mujer
'típica' americana, lo que no me sorprendía, porque mi hermano era igual.

-Uhm, de hecho veníamos a invitaros a comer. He visto buenos restaurantes viniendo hacia aquí. -
La niña comenzó a zarandear un juguete de goma frunciendo el ceño con el chupete en la mano.
Yo no supe qué decir.

-Claro. Cogemos las chaquetas y nos vamos. -Respondió Camila antes de que yo pudiese
reaccionar.

El silencio era incómodo, aunque Camila amablemente intentaba sacar conversación. Yo, por mi
parte, los miraba de reojo. Ellos me habían echado de su vida, habían conseguido echarme de la
vida de mis padres, ¿y ahora venían en plan familia feliz?

Llegamos a un restaurante italiano del centro, nuestro favorito.

-Bueno, ¿en qué trabajas Lauren? -Preguntó mi hermano abriendo la carta.

-¿Papá no te lo ha contado? -Chris frunció el ceño y negó. Yo alcé una ceja soltando una pequeña
risa, no me sorprendía.

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-Soy abogada, Camila es... -Entrecerré los ojos. No sabía muy bien cómo se llamaba el trabajo que
hacía.

-Gestora de obras de arte en el Museo de Arte Nacional de Vancouver. -Tomó su copa y sonrió.

-¿Qué? Nunca me has dicho que fueses algo tan importante. -Camila me acarició la barbilla.

-No quería minarte la moral. -Solté una risa y me eché hacia atrás en la silla. -¿Y tú, Amanda, en
qué trabajas? -Levantó la cabeza con una sonrisa casi forzada, mientras sostenía a mi sobrina en
brazos.

-Trabajo en casa. -Camila frunció las cejas y ladeó la cabeza.

-¿Ah sí, en qué? -Amanda miró a mi hermano, y luego a nosotras.

-En casa. Ama de casa. -Ambas abrimos la boca asintiendo. ¿Nos sorprendía? En absoluto. -Oh,
vosotras parecéis normales. -Asintió Amanda con una sonrisa. -No parecéis lesbianas.

-¿Querías que tuviese el pelo rapado, un piercing en la ceja y tatuajes por los brazos? -Respondí
casi sin pensar, Camila negó agachando la cabeza.

-Pues... Sí, si te soy sincera. Tu hermano me dijo que no eras muy femenina. -Chris le soltó un
manotazo en el brazo, y yo negué ante aquél gesto.

-Pero es verdad, no lo eres. -Añadió él.

-¿Y para qué quiero ser femenina? ¿Para gustarle a tíos como tú, que agrede a su esposa por decir
algo? -Negué con una sonrisa. -Si creías que ibas a arreglarlo hoy conmigo, mal ibas.

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-La que nos está agrediendo con sus palabras eres tú. -Solté una carcajada echándome las manos a
la cabeza.

-¡Dios mío! Yo pensaba que la que no podía entrar en su propio país porque su presidente y
vicepresidente creen que por amar a una persona necesito electroshocks era yo. ¡Oh, espera! Que
no puedo entrar a mi país por personas como tú.

-Ni se te ocurra hablarle así a mi mujer. -Dijo Chris, señalándome. -Vámonos, Amanda. No se
merece conocer a su sobrina.

-Es Lauren la que no se merece una familia como vosotros. -Las palabras de Camila cayeron como
un cuchillo afilado rajando a Chris en canal. -No necesita conocer a su sobrina, no os necesita a
vosotros para tener familia, porque me tiene a mí.

-Ni te atrev-

-Oh, y Chris, -Camila sonrió dándose la vuelta- espero que tu hija salga lesbiana. Así, al menos,
tendrá algo de valores. -Chris apretó los dientes y me señaló para decirme algo.

-Todas las lesbianas estáis resentidas porque no os quieren los hombres. -Ambas asentimos con
una sonrisa ante las palabras de despidiéndonos con la mano.

-¡Espero que al sepas lo que es un orgasmo, Amanda! -Grité, y Camila y yo reímos mientras los
veíamos salir por la puerta, negando a la vez.

-Tu hermano es un puto gilipollas. -Gruñó enfadada, bebiéndose la copa de vino de un trago.

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-¿Ves por qué me fui a Knoxtenville? -Suspiré, pinchando una albóndiga del plato de mi hermano. -
Tiene buen gusto a la hora de comer.

-Mis abuelos te quieren como si fueses su nieta. -Puse una mano en su regazo, acariciándolo
suavemente.

-Y yo los quiero como mi familia.

=================

➵ 33

Lauren's POV

-¿Quieres que te sujete las piernas? -Me senté en el suelo y asentí, tumbándome. Camila se colocó
frente a mí y puso sus manos en mis rodillas. -¿Cuántas tienes que hacer?

-Muchas. -Puse las manos en mis sienes y comencé a hacer abdominales. Camila giró la cabeza
hacia una chica, y alcé una ceja al verlo. No le reprochaba nada, sólo me sorprendía porque Camila
no solía ser así. -Camilita.

-¿Qué? -Volví a hacer otros quince abdominales después de descansar, y me reí al escucharla.

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-Nada, ¿te gusta su culo? -Sonreí al decirlo, y ella sacudió la cabeza, algo confusa.

-No. -Alcé las cejas y me levanté de la esterilla, cogiendo mi botella de agua. -¿Vas a la piscina
ahora?

-Sí, ¿te vas a quedar aquí? -Pregunté apartándole un mechón de la cara, poniéndolo tras su oreja.

-Correré un rato. ¿Vienes luego a mi apartamento? -Asentí dándole un beso en la mejilla. -Bueno,
entonces haré tallarines carbonara para cenar.

-Sabía que vine a Vancouver por algo. -La cogí de las mejillas besándola, aunque ella se apartaba
porque le daba asco que estuviese sudada. -No, no. Bésame o te frotaré la cara con mi sobaco.

-¡Ay Lauren! ¡Qué asquerosa eres! -Decía entre risas, dándome empujones en el abdomen. -
Cuando llegues a casa duchada te doy los besos que quieras.

Entré en la piscina colocándome bien las gafas, y observé que el equipo de natación tenía
ocupadas cinco de las diez calles que había. Eran unas quince personas nada más, y tenían una
entrenadora que les ordenaba y corregía movimientos.

Moví mis brazos y mi cuello para destensarlos, soltando algo de aire entre los labios. Me apreté el
gorro y subí a la banqueta de salida, mirando el reloj de mi muñeca. Puse el cronómetro y me
lancé de cabeza al agua, sintiendo cómo mi cuerpo se zambullía en la piscina templada, y recorría
metros bajo el agua moviendo mi cuerpo como si fuese una onda hasta llegar a la mitad de la
piscina y salir a la superficie, empezando a nadar como yo solía hacerlo antes. Mariposa, cuatro
largos que eran doscientos metros. No notaba mis hombros tensos ni tirantes, ni ninguna otra
molestia. Mis pulmones intentaban adaptarse a la velocidad a la que iban antes, pero obviamente
era algo prácticamente imposible. Toqué la pared de la piscina y di una voltereta, empujándome

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con mis pies en el muro alicatado de azul y volví a sumergirme y a nadar con mi cuerpo hasta más
de la mitad de la piscina, aquello hacía que no me cansase tanto en competición.

Cuando mis brazos y mis pulmones ardían, terminé y paré el reloj, mirándolo con el ceño fruncido.
1:80. Bueno, no estaba nada mal. El récord del mundo estaba en 1:51.

Seguí entrenando algo más fuerte, intentando mejorar la marca anterior, poco a poco, braza a
braza. Mis gafas se empañaban al entrarle agua, y sentía la incomodidad de las gafas hincándose
alrededor de mis ojos, pero no me importaba. Esas eran las cosas que me hacían sentir viva de
verdad. Por mucho que lo dijese, ser abogada no me llenaba. No como esto. Sí, me gustaba
ayudar, pero como me podía gustar comerme un bol de pasta.

Salí de la piscina dos horas después, y en el vestuario me encontré con algunas de las chicas que
entrenaban. Yo iba a lo mío, pero algunas se me quedaron mirando con recelo. Quizás era porque
una chica que ni siquiera tenía equipo había hecho una mejor marca que ellas, y eso que no sabían
cómo tenía el hombro.

Me vestí, me sequé un poco el pelo y me eché la bolsa de deporte al hombro, saliendo hacia la
casa de Camila, que estaba a cuatro paradas de metro de allí, pero decidí ir andando. No sabía por
qué, pero en mi mente debía fortalecer mi cuerpo. Quizás llegaría una oportunidad para mí y
debía estar preparada.

-Mmh, cómo huele. -Dije al entrar. Dejé la bolsa en la entrada y me asomé a la cocina, donde
Camila cocinaba con una camiseta de manga corta blanca que, probablemente sería mía y por eso
le quedaba de vestido. -Oye, ¿te puedo decir una cosa? -Pasé al salón y ella vino conmigo con las
cejas gachas.

-A ver.

-Me ha resultado curioso verte mirándole el culo a una tía. -Me senté en el sofá estirando mis
piernas, que llegaban hasta debajo de la mesa.

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-¡No le estaba mirando el culo! -Gruñó apretándome las manos con un puchero. -Bueno, sí, pero
no de esa forma. -Puse las cejas gachas y ladeé la cabeza, sin saber qué quería decir. -Es que esa
tía tenía un culo perfeeeecto... Y mira el mío. -Se levantó la camiseta, dejándome ver su cachete. -
Está lleno de estrías.

-¿Y?

-Y mis tetas. -Hizo otro puchero y levantó la camiseta para que las viera.

-¿Pero todavía no te has enterado de que me gustan las estrías de verdad? No lo digo porque seas
tú, lo digo porque me parecen bonitas. -Camila frunció el ceño sentándose en mi regazo. -Además,
cariño, con tu culo y con tus tetas nadie puede competir. No.

-¡Lauren! -Comenzó a reírse dándome un pequeño empujón para pegar mi espalda contra el sofá.
Se acercó un poco a mí y pasó sus dedos alrededor de mi ojo. -Tienes la marca de las gafas. -Tras
esto me besó lentamente, sentándose encima de mi regazo con una pierna a cada lado de mi
cuerpo.

-No. No hagas eso. -Murmuré cuando se sentó, notando cómo sus manos acariciaban mi cuello. -
Eres muy sensual y yo estoy muy cansada.

-¿Cansada? -Eché la cabeza hacia atrás en el sofá, negando levemente. -¿Lauren Jauregui...
Cansada?

-Tengo como mil casos que llevar porque los 'grandes' abogados tienen casos más importantes
que atender. -Me pasé las manos por el pelo con un leve gruñido. -Estoy saturada.

-Bueno, quizás podamos cenar y ver una peli, ¿te gusta más eso? -Se sentó a mi lado, pasando su
brazo por encima de mis hombros.

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-Sí, la verdad es que me gusta más, aunque tengo que irme pronto a casa, mañana tengo una
reunión importante. -Me tumbé sobre su abdomen, dejando que mis pies sobresalieran del sofá.

-Aw... ¿Mi bebé está cansada? -Dio besos en mi cabeza, arropándome entre sus brazos mientras
yo asentía. -¿Quieres que te haga sopa de tomate para cenar?

-Sí... ¡No! No tienes por qué hacerme de cenar. –Repliqué levantando la cabeza para mirarla.
Camila me miraba con el ceño fruncido, ladeando la cabeza. Su sopa de tomate estaba buenísima,
cosa que me sorprendía. Llevaba pan, tomates triturados y cosas que yo ni siquiera sabía qué eran,
pero que al probarlo eran una maravilla.

-Cielo, el otro día me hiciste tú la cena porque yo vine de trabajar cansada, así que ahora quiero
hacerlo yo. Además, me gusta cocinar. -Se levantó y me dejó tumbada en el sofá, poniéndome la
manta por encima.

-A mí me gustas tú. Con tu pijama de elefantitos rosa. -Me dio un golpe en la pierna mientras iba a
la cocina. -¿¡Qué!? Es verdad. Estás muy mona.

-Calla ya, anda. -Me levanté del sofá y fui tras ella, entrando en la cocina. -No, siéntate.

-No, no quiero sentarme. -Se giró y me puse las manos en la cintura negando. -No quiero.

-A mí no me hables así. -Me señaló con el dedo y los ojos entrecerrados.

-¿Cómo que no te hable así? ¿Cómo dices eso? -Gesticulé con las manos. Ella tenía ganas reírse,
pero se reprimía. Apretaba los labios y negaba.

-No gesticules así, ¡que eres muy grande y yo soy muy pequeña y me vas a tirar al suelo!

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-¡Ven aquí! -La cogí de las mejillas y comencé a besarla. Ella reía y yo disfrutaba de cómo se
retorcía y me apartaba de ella.

-Anda, vete. Ten cuidado a ver si te das con la cabeza en el techo. -Replicó ella, mientras sacaba las
cosas de la nevera.

-No soy taaan alta, es que tú eres enana.

Camila hizo la sopa y nos sentamos en el sofá a cenar mientras veíamos la tele. Me encantaba,
estaba algo dulce, pero no mucho. Los trozos de pan empapados en el caldo me daban la vida,
después de haber entrenado y haber pasado tanto frío aquél día, la sopa, una manta, y tumbarme
sobre Camila era lo mejor que me podría haber pasado en la vida.

-¿Te puedes quedar esta noche conmigo? No quiero que te vayas... -Murmuró dándome besos
tiernos en los labios, pero yo ya estaba medio dormida.

-Vale... -Me levanté del sofá con ella y caí en la cama bocarriba, sintiendo a Camila subirse encima
de mí, dándome besos por la mejilla. -Te quiero mucho... -Susurré medio adormilada con una
sonrisa, acariciándole el pelo.

-¿Mucho mucho? -Sonreí y la besé lentamente, cerrando los ojos.

-No lo sabes bien.

Me desperté a eso de las seis de la mañana por el sonido del despertador, que apagué
instantáneamente. Bostecé, pasándome una mano por la cara para intentar despertarme. Miré al
frente, el armario. Vi el reflejo de las gotas de lluvia azotar la ventana, y los relámpagos iluminar la
habitación. Entonces, me di cuenta. Camila no estaba a mi lado.

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Me levanté de la cama frotándome los ojos, bostezando, con pasos torpes. Miré en el baño, no
había nadie. Caminé hacia el salón, y la luz de la mesita estaba encendida. Camila estaba sentada,
hecha casi un ovillo en el sitio. Me miró y tenía los ojos hinchados, estaba llorando y con voz casi
desgarrada me dijo:

-Mi abuelo ha muerto.

=================

➵ 34

Lauren's POV

Ver a Camila así era verdaderamente devastador. La abracé durante todo el vuelo hasta Carolina
del Norte, y quiero pensar que durmió un poco apoyada sobre mi brazo. Yo tenía que lidiar con su
dolor y con el mío propio, porque pasé mucho tiempo con el señor O'Donnell. Siempre era muy
amable conmigo, hacía bromas para alegrarme cuando tenía mucho trabajo, y me decía que, si no
me trabajase con mi tío me contrataría él.

Knoxtenville parecía tan extraño ahora, tan lejano. Cubierto de nieve como la última vez que
vinimos, pero ahora no se escuchaba la campana de Santa Claus en la calle, ni había luces
alumbrándolo todo, y el ambiente era gris y lúgubre. Parecía que el pueblo se había vestido de
negro tras la muerte de Tom, y es que era muy querido en el pueblo.

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Mientras íbamos en el coche, en silencio, Camila miraba los campos de maíz en los que no
quedaba nada. Las ramas estaban por la mitad, partidas, secas, esperando a que el verano viniese
para resurgir de nuevo.

-¿Podemos quedarnos en otro sitio? -Preguntó con voz débil, jugando con el pañuelo entre sus
manos. -No quiero dormir aquí hoy, no puedo.

-Claro. No te preocupes, buscaré algo.

La casa estaba llena, delante de la casa no quedaba sitio para poner el coche, así que decidí
aparcar cerca de la valla, colindando con el rancho de mis tíos.

Bajamos del coche, y Camila ni siquiera me agarró de la mano; lo único que hizo fue ponerse mejor
la bufanda, y la entendía.

En casa, todo el mundo hablaba en voz baja. Había gente que yo no conocía, por supuesto, pero
también muchísima gente del pueblo. Dueños de tiendas, propios trabajadores de Tom, vecinos
que se acercaron a darle el último adiós a un hombre que nunca tenía una mala palabra para
nadie, ni siquiera para mí cuando se enteró de que estaba con su nieta.

La señora O'Donnell estaba destrozada, yo simplemente le di mi más sincero pésame y la abracé.


No quería que se deshiciera sobre mis brazos en llanto, así que la solté rápidamente. También lo
hice con la madre de Camila, estaba fatal.

Fue muy repentino, nadie se lo esperaba. Tom estaba bien, más o menos, se acostó aquella noche
y se fue a dormir, pero jamás despertó.

Mi móvil comenzó a sonar en mitad de la sala, y salí de casa para cogerlo.

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-¿Sí? Oh, hola señor Trapanello... -El señor parecía preocupado, pero ahora mismo mi mente no
estaba para atender el trabajo. -Discúlpeme, señor pero... Mi novia y yo hemos perdido a un ser
querido, y no es momento para discutir esto. Sólo le digo que no se preocupe por el juicio, saldrá
bien... -Miré el campo de maíz arrasado por el frío, dejando sólo las raíces a su paso. -Gracias,
hasta pronto. -Colgué y permanecí unos segundos mirando la pantalla del móvil.

¿Cuánto duraba una vida? Podía acabarse así sin más, en un segundo. Ahora mismo podría darme
un infarto, podría caerme un avión encima, alguien que intentase sacar su coche de donde estaba
aparcado podría atropellarme, o podrían decirle a Camila que se moriría en dos meses. ¿Qué
estábamos haciendo? No sabemos que estamos viviendo hasta que se acaba. No sabemos qué es
la vida, no sabemos vivirla. No sabemos qué es querer a una persona, quererla bien, con todas tus
fuerzas, porque si la muerte te la arrebata de una forma tan repentina, al menos tendrás el
consuelo de que se fue sabiendo que la querías.

-¿Trabajo? -La voz de mi tío me sorprendió.

-Sí. -Respondí mirándolo. Sacó una cajetilla de tabaco y me tendió un cigarrillo, que cogí entre mis
dedos. Lo encendió y le di una calada.

-¿Qué es de tu vida? -Fumamos mirando el horizonte, aquella carretera principal que pocos coches
cruzaban.

-Soy abogada en Vancouver. -Él asintió un poco, soltando el humo entre sus labios.

-Muy buen trabajo. Debí haberlo sabido cuando hablabas de un juicio. -Tomé otra calada y asentí,
expulsando el humo entre mis labios.

-Vivo con Camila. -Él asintió encogiéndose de hombros.

-¿Y os va bien? -Me extrañaba que me preguntase por ella, así que me giré para mirarlo algo
desconcertada.

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-Me odiabas porque me gustan las chicas. -Él frunció el ceño y sacudió la cabeza.

-No te odio. Mira, es que te pareces tanto a tu padre, Lauren. Tenéis la misma puta forma de ser,
y, sinceramente, no me cae bien. -Aquello me dejó aún más confusa.

-Al principio me tratabas bien, y al enterarte cambiaste tu comportamiento conmigo. -Él puso la
misma mueca que yo.

-No. Cambié porque tuve una discusión con tu padre sobre ti. Me dijo que como no te cuidase
vendría a matarme él mismo, que eras mejor que mi propio hijo.

-Apagué el cigarrillo y agaché la cabeza. "Mi padre es gilipollas", pensé. -Puedes pasarte por casa
cuando quieras.

-Gracias. -Solté el humo entre mis labios, volviendo a mirar al frente. -No tienes que preocuparte,
sé que mi padre es un imbécil muchas veces.

-Te dejo, es un día difícil para todos. -Me dio un golpe en el hombro, como si quisiese animarme.
Bajé la cabeza para asentir, y él se fue cruzando el camino hasta el rancho.

Alquilé una casa lejos de todo, lejos del pueblo, cerca del lago, en el bosque, entre los árboles.
Camila no habló en todo el camino hacia casa, simplemente se miraba las manos. Yo no quería
decirle nada, sólo le abrí la puerta y la dejé entrar primero en casa.

Se quitó el chaquetón mientras yo encendía la chimenea. Permaneció mirando al lago frotándose


los brazos. Me gustaría preguntarle qué estaba pensando, pero simplemente me puse a su lado en

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la terraza, pasando mi brazo por su cintura. Camila apoyó su cabeza en mi pecho, sin dejar de
mirar al frente.

-Quizás no debería decirte esto ahora... Pero... ¿Por qué no nos vamos a vivir juntas? Así no
tendría que irme tarde, ni tampoco dejarte y...

-Sí. Me gusta eso. -Musitó asintiendo, abrazándose a mí. -Es lo único que me ha alegrado hoy. Oye,
necesito pedirte un favor.

-Claro, lo que necesites. -Entramos de nuevo en casa. Camila parecía nerviosa, se metía el pelo tras
la oreja y suspiraba.

-Según tengo entendido, a mi abuelo le debe dinero bastante gente... -Apretó los ojos con un
suspiro.

-Le debía. Necesitamos un abogado, ¿podrías ayudarnos?

-¿Quieres que lleve el caso de tu familia? -Asintió cruzándose de brazos.

-Mi familia no sabe qué hacer, no queremos contratar a un abogado a lo loco.

-Claro, lo llevaré, pero ahora no tienes que preocuparte por eso. Haré algo de cenar, ¿vale? -Besé
de forma tierna sus labios, y asintió agachando la cabeza. -A mí también me gusta cocinar para ti.

-Gracias. ¿Me lo has pedido por... Lástima? -Me agarró del brazo y caminó conmigo hasta la
cocina, sentándose en la encimera.

-¿Piensas que te lo he pedido por lástima? -Pregunté sacando de la nevera unas patatas,
sosteniendo el pelador en la mano. Ella negó.

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-¿Entonces por qué ahora? -Yo suspiré, mordisqueándome el labio.

-Porque el tiempo se pasa volando, y quiero vivir contigo. No sé qué hacemos viviendo en casas
separadas cuando no podemos estar separadas, ¿entiendes? -Pelé las patatas con cuidado,
quitándole los trozos de raíz. -Y yo quiero una vida contigo, llegar del trabajo y sentirme en mi
casa, no en un apartamento alquilado. -Me dio un beso en la mejilla, y miró cómo terminaba de
pelar las patatas y las cortaba en trozos grandes.

-Estoy muy triste... -Asentí echando las patatas a la olla con agua hirviendo.

-Lo sé. Mi madre siempre me decía que... A veces no puedes animar a una persona, pero... -Me
sequé las manos con el trapo tras tirar los restos de las patatas a la basura. -Siempre puedes
hacerle sentir un poquito mejor aunque sea. Y cuando estaba muy mal por lo del accidente y la
natación antes de venir a Knoxtenville, me hacía este plato. -Acaricié su mejilla, denotando el
atisbo de lo que creía una sonrisa. -Así que ahora lo que tenemos que procurar es que todo siga
como tu abuelo lo tenía planeado, o incluso mejor. Voy a encargarme de que se le devuelva todo
el dinero, y así podáis invertirlo en la empresa. -Saqué las setas de la nevera mientras hablaba y las
puse en la mesa, empezando a cortarla en taquitos. -Y en verano alquilaremos una casa aquí, la
que tú quieras.

-Me haces muy feliz. -Asintió Camila levemente. -Incluso cuando no puedo estarlo.

Le preparé a Camila unos huevos estrellados con setas, jamón y puré de patata, y nos lo comimos
a la luz de la chimenea en el salón. Me gustaría decirle que no estuviese triste, pero aquello era
una total gilipollez, así que me dediqué a escucharla. Me dijo que le encantaba lo que le había
preparado, y que se me daba muy bien aquello.

Después, nos fuimos a dormir. Yo no quería agobiarla porque quizás querría estar sola, con sus
pensamientos, pero no fue así. Tomó mi mano e hizo que rodease su cintura, pegando su espalda
a mí. Besé su hombro, sabiendo la mañana tan dura que le esperaba a Camila.

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*

Camila's POV

No quería ni siquiera escuchar las palabras del padre Fred en mitad del silencio sepulcral del
cementerio. No levanté la cabeza en esa media hora, simplemente me dejaba abrazar por Lauren.
Su brazo me rodeaba, y me besaba la cabeza de vez en cuando.

La lluvia caía sobre la hierba del cementerio, sobre el ataúd de mi abuelo que bajaba lentamente
hasta tocar la tierra húmeda, profunda, efímera y dolorosa. El frío lo hacía todo aún peor,
entumecía mis manos, las dejaba hinchadas y enrojecidas, justo como mis ojos y mi nariz.

Cuando comenzaron a echar tierra sobre el féretro, me di la vuelta hacia Lauren y negué.

-¿Necesitas un momento a solas? -Preguntó en un susurro, acariciándome la mejilla.

-Voy a dar un paseo... -Me subí las gafas de sol, pasándome el pañuelo bajo los ojos. -Ve a casa,
luego... Iré yo.

Lauren no rechistó, simplemente asintió, besó mi mejilla y caminó colina abajo para salir del
cementerio.

Necesitaba dar un paseo, estar a solas, tranquilizarme sin toda aquella gente que lo único que
hacía era hundirme más.

Por raro que parezca, el cementerio me parecía un lugar pacífico. Todo el que allí yacía,
descansaba. Sólo había árboles, césped, el sonido de los pájaros y un pequeño lago. Estar allí me
daba paz, odiaba estar allí, pero me daba tranquilidad.

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Pasé allí cuarenta y cinco minutos, quizás. Me tranquilicé y dejé de llorar, porque aquella
ceremonia había sido demasiado dolorosa.

Caminé hasta llegar a la granja, cruzando el camino entre el campo de maíz ahora inexistente.
Esperaba volver este verano y que todo hubiese cambiado, porque la situación en Knoxtenville me
hundía actualmente.

Vi a Lauren con los niños delante de casa, que correteaban alrededor de ella.

-¡Eres muy alta! -Le decía mi primo señalándola con una risa.

-Me lo dicen mucho. ¿No habéis visto a una mujer alta? -Decía riéndose, sosteniendo entre sus
brazos a la pequeña Rosie, que apenas tenía dos años.

-Taaaaan alta no. -Todos rieron, incluso Lauren, que le revolvió el pelo a mi primo. -¿Juegas al
baloncesto?

-Nooo, tonto. Ella nada. La vimos en la pantalla de una piscina. -Mi otro primo le dio un golpe en el
brazo. Rosie le apretaba las mejillas riéndose a carcajadas, abrazándose luego a su cuello.

-¿Quieres jugar con nosotros al fútbol? -Le mostraron el balón entre sus brazos, y Lauren rio.

-Os voy a machacar, enanos. -Justo cuando fueron contra Lauren me vieron a mí, y todos me
cogieron de las manos.

-¡Camila, nos quiere machacar! -Sonreí un poco, acariciándoles la cabeza a mis dos primos.

-Nah, Lauren no es capaz. -Ella tenía a mi prima en brazos, que se había enganchado en su cuello. -
¿Queréis que os llevemos a comer, chicos?

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-¡Sí! -Alzaron los dos los brazos, y me acerqué a Lauren que lidiaba con Rosie, tirándole del labio.

-Eso es. ¿Queréis ir a McDonalds, chicos? -Los dos asintieron rápidamente, abrazándose a mis
piernas.

Avisé a mis tías de que nos llevábamos a los niños, porque la verdad aquél ambiente no era bueno
ni para ellos ni para mí. Sus madres estarían peor que yo, y Lauren... Lauren debía estar saturada
por tanta tristeza en tan poco tiempo.

Nos subimos al coche, y pusimos rumbo al pueblo de al lado. Allí estaba el único McDonalds de
todo el condado, y daba gracias por poder salir del pueblo. Aquella situación me superaba.

Llegamos a aquél McDonalds, y los dos renacuajos salieron disparados con Lauren dentro del
restaurante mientras yo llevaba a Rosie en brazos. A veces me daba besitos en la mejilla, quizás
sabía que estaba un poco triste.

-A ver, ¿qué vais a comer? -Les puso las manos en la cabeza, que podría agarrarlas perfectamente.

-¡Happy Meal! -Respondieron a la vez.

-Dan un regalo de Star Wars, yo también quiero. -Sonreí al escucharla, viendo cómo se giraba
hacia mí. -¿Tú que vas a pedir?

-Una ensalada césar y agua. -Ella sonrió apretando los labios mientras negaba. -No te rías.

-Sólo me parece curioso.

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Pedimos tres Happy Meals, dos con hamburguesas y uno con Nuggets para la pequeña Rosie.
También mi ensalada y para Lauren un Big Mac. Ya sentados, abría tanto la boca para comer que
se le notaban las venas del cuello.

-Jo, yo también quiero esa espada láser. -Los niños apuntaron con ellas a Lauren, que negaba
mientras me miraba.

-Tú no puedes, eres mayor.

-¿Cómo qué no? -Repliqué yo bebiendo de mi refresco. -Cuando lleguemos a Vancouver te voy a
comprar una espada láser de verdad.

-¡SÍ! -Lauren se metió con los dos riéndose.

-¡Nosotros también queremos! -Ella se reía negando.

-Vosotros no podéis, sois pequeños. -Y ellos se enfurruñaron. -A ver, quiero ver esas
hamburguesas desaparecer o si no luego no habrá helado. -Ambos les dieron un bocado grande a
sus hamburguesas, moviendo los pies que colgaban del asiento.

-Entonces, ¿vosotras sois novias? -Asentí ante la mirada de mi primo menor mientras le limpiaba la
boca a Rosie. -¿Cómo mis papás?

-Exacto. Casi como tus papás, aunque Lauren y yo no estamos casadas. -Le robé una patata
mojándola en kétchup primero.

-Mirad, yo quiero mucho a vuestra prima Camila. -Respondió ella, dándole un mordisco al Big Mac.

-¿Y vas a hacerle bebés? -Comencé a reírme en alto, y Lauren suspiró, revolviéndole el pelo.

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-Pues mira, algún día le haré bebés. No lo descartéis. Pero dejad de hablar de esas cosas, que sois
unos renacuajos, ¿y sabéis qué? -Cogió dos patatas y se las puso en los colmillos, volviéndose
hacia ellos. -Soy un vampiro.

-¡Es verdad! ¡Parece un vampiro! -Exclamó uno de ellos, y Lauren se echó encima provocando sus
risas, las mías, y las de Rosie que daba pequeños golpecitos en la mesa moviendo las piernas.

Después de eso, los niños se fueron a la zona infantil, y se pasaron toda la tarde jugando. Lauren
incluso entró con ellos en algún momento aunque estaba prohibido, y cuando salió juró no volver
a entrar ahí nunca más de lo mucho que olía a pies de "pitufo". Corría tras ellos cuando salimos a
la calle, y también jugaba con Rosie lanzándola al aire. Me ponía de los nervios haciendo aquello,
pero la pequeña se moría de la risa con esas carcajadas contagiosas y Lauren la retenía en sus
brazos comiéndosela a besos.

Sí, había sido un acierto salir de todo aquello. Ahora me sentía mucho mejor. Sentía que cosas
nuevas estaban por venir, y que a pesar de esto todo iba a mejorar, sí. Me di cuenta también, en
ese instante, que Lauren se comportaba muy diferente con los niños a solas y conmigo, que con
más gente alrededor. Me encantó verla así, y fue como un soplo de aire fresco.

-Lauren, enséñales cómo te pones el párpado del revés. -Lauren giró la cara y cuando lo tuvo, se
acercó a los niños que comenzaron a gritar. Ella los cogió por sus cinturas y se levantó con ellos,
que reían e intentaban apartarse de ella.

Volvimos al pueblo por la noche, a eso de las once, y volvieron en el coche dormidos los tres.
Estaban agotados, Lauren también.

Puse mi mano en su cuello mientras conducía y lo acaricié con media sonrisa sin decir nada más.

No queríamos despertarlos, así que yo cogí a Rosie en brazos y Lauren cargó con los dos pequeños,
uno en cada brazo.

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-Ay, muchas gracias Camila, de verdad. -Lauren dejó a los pequeños en los brazos de mi tía y de mi
tío, y a Rosie con su padre.

-Sí, gracias a las dos. -Asintieron los tres.

-No hay de qué.

Nos despedimos, y, aunque vaya a sonar mal, por fin fuimos a casa. Me gustaba mucho la que
había alquilado, sí. Quizás podríamos tenerla para el verano también como ella había planeado.

Lauren encendía la chimenea, y yo me acerqué a ella por detrás cuando se levantó, abrazándola
por la cintura.

-No te merezco. -Me subí encima de ella abrazándola con fuerza. -Muchas gracias por lo de hoy.

-¿Me das un beso? Te echo de menos. -Musitó, ladeando la cabeza, y la besé suave, separándome
luego, abrazándome a ella. -Siempre voy a estar aquí, pase lo que pase.

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➵ 35

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Lauren's POV

El olor a café recién hecho me levantaba sin apenas esfuerzo. Eran apenas las nueve, y por el
ventanal vi cómo los copos caían en los árboles. Camila no estaba a mi lado, suponía que había
hecho café.

Me recogí el pelo enmarañado en una coleta, me lavé los dientes y la cara, y caminé hacia el salón.
Camila ponía el desayuno en la mesa de la terraza, viendo cómo nevaba a través del cristal.

-Buenos días. No hacía falta, ¿sabes? -Sonreí dándole un beso, sentándome frente a ella.

-Me apetecía. Me levanté muy temprano. -Bebió de su café, y yo revolví el huevo con el beicon,
llevándomelo a la boca. -¿Está rico?

-Mucho. ¿Cómo estás hoy? -Tomé mi taza dándole un gran trago al café, frunciendo el ceño. Ella
sonrió un poco.

-Mejor. Me gustó mucho eso de ir con los niños a comer, además, se te dan bien. -Rodeó la taza
con las dos manos, quizás para sentir el calor. Mi móvil comenzó a sonar y me levanté para cogerlo
de la mesa del salón.

-¿Sí?

-¿Lauren Jauregui? -Volví con Camila, quedándome de pie con la taza en la mano.

-Sí, soy yo. -Bebí un sorbo de café.

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-Soy Preston Baltimore, el entrenador de las Jaws de Vancouver. Te he visto nadando este último
mes y... La verdad es que me he quedado sorprendido. -Tragué saliva mirando a Camila con el
ceño fruncido.

-Gracias, señor.

-¿Querrías venir a entrenar con nosotros algún día? Probar, nada más. Quiero verte más a fondo. -
No supe qué decir. Ahora iba a llevar el caso de la familia de Camila, más todo lo que tenía ahora
con el señor Trapanello y los demás casos.

-Sí. -Dijo Camila cortante, levantándose de la mesa. -Sí, dile que sí. -Me quitó el móvil de las
manos. -Sí, estará allí mañana sin falta. -Y colgó. Sí, odiaba el defecto de mi móvil, que podría
escucharse una conversación a kilómetros de distancia.

-¿Qué has hecho? Has tomado una decisión por mí. Esto repercute a mi trabajo, a nuestra
relación, a todo. -Ella dejó el móvil en la mesa de forma algo brusca, y me miró con dureza.

-He estado viéndote vivir a duras penas desde hace siete meses. No eres feliz por mucho que me
digas que sí, por mucho que vayas a la piscina. Tienes la oportunidad de cumplir tu maldito sueño,
tu sueño real. -Ella suspiró negando, cerrando los ojos.- Te quiero y te quiero a mi lado, pero sobre
todo quiero verte feliz. Porque chicas hay muchas, pero sueño sólo hay uno y es difícil de
encontrar. Así que ve a por ello, Lauren, porque la vida es corta y no sabemos dónde vamos a estar
mañana.

-Te aseguro que chicas como tú sólo hay una. -Nos abrazamos fuerte. Como hacía tiempo que no
lo hacíamos. Con sentimiento, con apoyo. Como si fuese mi amiga, porque lo era. Como si
estuviese orgullosa de mí.

-¿Me prometes que vas a darlo todo en ese entrenamiento? -Asentí al separarme.

-Te lo prometo.

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***

Me puse las gafas en el vestuario mientras todas las chicas cuchicheaban a mi alrededor. Mojé el
gorro, siempre ayudaba para ponérmelo mejor. Me miré en el espejo, solté un poco de aire entre
mis labios. Abrí las puertas del vestuario hacia la piscina, donde estaba el entrenador Preston con
su carpeta en la mano, mirando a sus nadadoras con el ceño fruncido.

-Hombre, ¿eres Lauren? -Asentí extendiéndole la mano. -Encantado de conocerte, Lauren.

-Igualmente señor Preston. Espero no decepcionarle. -Apretó mi hombro y señaló la piscina.

-El entrenamiento es de siete y media a nueve de la noche. Primero hacemos media hora de
gimnasio y luego pasamos a la piscina. ¿Te parece si haces unos largos para calentar y luego te
explico cómo lo hacemos? -Vi a todas las nadadoras ya calentando, y asentí rápidamente.

-Por supuesto.

Entré en la piscina e hice dos largos a velocidad media para calentar, y estuve de nuevo en el
bordillo de la piscina. Al ser nueva, me puse en una de las esquinas.

-A ver, chicas, venimos de unos días de vacaciones, habéis comido mucho, os habéis pasado... -
Todas soltaron unas risas. -Así que vamos a ver el tiempo en el que estáis. No os podéis relajar, por
favor. Os quiero al máximo, dándolo todo de vosotras. Venga, salid de la piscinas y en posición.
Doscientos metros libre.

Realmente esto era como la final de los 200 metros mariposa en los Juegos Olímpicos de mi vida.
Me subí al bordillo de salida, apreté las gafas, solté un suspiro y miré a las demás. La que más tenía
que perder aquí... No, no era yo; eran ellas.

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Con el silbato salté a la piscina y moví mi cuerpo como la onda del agua. A veces miraba a los lados
y veía cómo algunas de ellas ya habían salido, pero yo no. Ahorraba mis energías, hasta que los
pulmones ardían pidiendo aire. Salí comiéndome la piscina con los brazos, manteniendo el ritmo,
dejando que se alejasen un poco.

Cincuenta metros. Di una voltereta y cambié de dirección, sin perder en ningún momento la
distancia con ellas.

Cien metros, voltereta para volver. Sus fuerzas estaban flaqueando, pero yo seguía en mi línea.
Llevaba tanto tiempo queriendo esto, que ni siquiera el tiempo inactiva me afectaba. Me salía la
fuerza, el corazón y la valentía para no bajar el ritmo ni un segundo.

Ciento cincuenta metros, voltereta y hacia el otro lado. Recta final. Aumenté la velocidad
rápidamente, y ellas ya estaban cansadas. Mis brazos aún tenían fuerza, y apreté al máximo.
Tomaba bocanadas de aire rápidas, iba veloz, casi no notaba mis brazos, el agua recorría mi
cuerpo casi como la adrenalina por dentro, hasta que toqué la pared del final.

Doscientos metros. Saqué la cabeza del agua con la respiración agitada y me quité las gafas,
escupiendo el agua que se había colado en mi boca.

Vi a Preston caminar hacia mí, y se puso delante de mí en cuclillas. Cogió su cronómetro y lo puso
ante mis ojos pendiendo de la cuerda.

1:61.

Escuché música de fondo. Un piano nada más. Luego, olor a albahaca inundaba hasta la entrada
de casa, y me asomé a la puerta de la cocina. Camila estaba de espaldas con el pelo recogido y
ponía las hojas de albahaca sobre rodajas de tomate y mozzarella, puso un poco de aceite y sal
por encima.

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-¿Te vas a quedar toda la noche mirándome o me vas a decir cómo te ha ido? -Preguntó de
espaldas, limpiándose las manos con un trapo. Se giró y cruzó sus brazos con el ceño fruncido. -
Habla, qué ha pasado. -Se acercó a mí con un puchero. -¿Qué? ¿Qué te han dicho? -Puso sus
manos en mis mejillas, pero ni siquiera moví un músculo. -Lo siento... Seguro que fue un cretino
contigo. -Saqué la mano del bolsillo y le mostré el gorro de piscina rojo y negro que me habían
entregado. -¿Qué es esto? ¿Qué es? ¿¡Es del equipo!? ¿¡LO ES!?

-¡LO ES! -Abrí los brazos para que se lanzase a mí, abrazándola con fuerza mientras reía. -Y tengo
competición este fin de semana. ¿Vendrás a verlo?

-¿Pero cómo no voy a ir, idiota? -Me empujó riéndose. -Me muero por verte competir. Seguro que
ganas. -Me rasqué la nuca con una sonrisa algo irónica. Camila se giró y cogió el plato de la
ensalada, poniéndolo en medio de la mesa.

-No quiero darte falsas esperanzas, cariño, pero hay gente más preparada físicamente que yo. -
Puso las manos en mis brazos y suspiró, sonriendo.

-Me da igual si ganas o no, lo que quiero es verte ahí.

Las primeras noches en la que ahora era nuestra casa me hacían feliz. Lavarme los dientes con ella,
ducharme por las mañanas y después desayunar, o ver la tele juntas en la cama sin preocuparme
de si debía irme o no. Además, se de buena tinta que aquello de irnos a vivir juntas la distrajo un
poco de todo lo vivido aquellos días en Knoxtenville.

Ahora estaba leyendo un libro en la cama antes de irnos a dormir y mientras ella se duchaba. 'El
diario de Ana Frank'. Pasé una página, viendo de soslayo cómo Camila entraba en la habitación.

-Lauren, ¿te pondrías celosa si le miro el culo a otras tías? -Preguntó rebuscando en el armario.

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-No. -Respondí yo, mojándome la yema del dedo corazón para pasar la página del libro.

-¿Por qué? Yo sí me pongo celosa. -Replicó ella. Yo seguía leyendo.

-Porque no vas a encontrar a alguien que te coja la ropa en oferta que ponen en los estantes de
arriba de H&M para que la gente no pueda llegar. -Dije sin alzar la voz ni cambiar el tono.

-Podría salir con una jugadora de baloncesto. -Seguí leyendo en silencio.

-Camila soy una copia de Megan Fox que mide casi dos metros. -Suspiré pasando la página,
humedeciéndome los labios.

-Te lo tienes muy creído. -Levanté la cabeza del libro parpadeando.

-Si no me tirases el tanga a la cara cada vez que me pongo un traje, no me lo creería. -Se subió a la
cama gateando hasta quedar frente a mí.

-No te pongo el tanga en la cara.

-No, me pones el c-

-¡Lauren! -Dio un empujón en mis hombros y me pegué contra el cabecero, cerrando el libro y
dejándolo en la mesita de noche.

-Pero es que lo haces literalmente. -Se sentó en mi regazo y enredó sus piernas en mi cintura, con
sus manos acariciando mi nuca.

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-¿De verdad que no te pones celosa? ¿Ni un poquito? Yo quiero que te pongas un poquito celosa. -
Suspiré ladeando la cabeza. -¿Si me lío con otra tía te pondrás celosa?

-Ni se te ocurra, Camila. -La señalé negando, ella alzó los hombros con una sonrisa pícara. -Camila,
que yo te doy libertad para liarte con Normani, pero con ninguna más.

-¿Y si no fuese ella? -Se puso de pie en la cama, con las manos en la cintura.

-Me pondría celosa, muy celosa. Para. -Dije totalmente en serio, pero ella seguía riéndose. Se
arrodilló ante mí, dándome un beso tierno.

-Cassie tiene buenos labios. Quizás en el baño del trabajo...

-¿Quieres parar? Que sí, ya está, me pongo celosa. -Ella se rio apretándome las mejillas, dándome
besos cortos en los labios.

-Es broma, además quiere acostarse contigo, no conmigo. Y por eso la odio... -Susurró volviéndose
a sentar en mí. -Oye, ¿de verdad me dejarías liarme con Normani?

-Sí. Mientras pueda verlo, sí, totalmente. -Asentí rápido.

-¿Y acostarme con ella? -Me quedé pensativa.

-Sólo si yo estoy en medio. -Me recosté en la cama, poniendo las manos en sus caderas.

-¿Acabas de decir que quieres un trío? -Hice un puchero asintiendo, mirándola desde la almohada.
-Y yo creía que con el strap-less acababan las sorpresas.

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-Oh, cariño...

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➵ 36

Lauren's POV

La música sonaba fuerte en mis auriculares, y la verdad es que no quería pensar en nada más. Ni
en que Camila estaba en la grada, ni en que la grada estaba a rebosar, ni en nada. Me senté en la
silla frente a mi calle de salida y miré la lista de reproducción de mi móvil. Can't hold us -
Macklemore. Sí, la verdad es que aquellas canciones ayudaban bastante a motivarme, mascando
chicle para que no me estallase la cabeza del estrés.

Faltaban cinco minutos para la competición y yo miraba mi móvil como si no pasase nada. Las
demás hacían estiramientos, pero yo prefería no centrarme en lo importante que era aquella
competición para mí. No lo pensaba, sólo escuchaba la canción y nada más.

Preston se puso delante de mí, dándome una palmada en la cabeza. Me quité los cascos y me puse
de pie, quitándome la chaqueta del chándal.

-¿Estás nerviosa? -Puse las cejas gachas dejando la chaqueta en la silla, y me bajé el pantalón. -No
lo pareces. Te veo demasiado relajada.

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-Estoy tranquila. Los nervios juegan malas pasadas. -Dejé el pantalón en la silla y me acerqué al
borde de la piscina, echándome agua en el pecho y por los brazos.

-Y estar muy relajada también. -Sonreí poniéndome las gafas y ajustándome el gorro, apretándolo
un poco.

-Pero no me ha visto en competición.

Camila's POV

La vi tranquila, preparada, como si no hubiese estado tres años sin nadar. La vi confiada en sus
posibilidades, pero no relajada. Estiraba, se colocaba su gorro amarillo y verde; el que decía que
era el de la suerte, y luego se puso sobre el borde de salida en la calle número cinco. Según me
dijo ella, no era la mejor calle porque había entrado en la competición en sustitución de una
nadadora que no tenía muy buena marca, pero ninguna de las otras nadadoras lo sabía.

-¿Crees que es buena idea que haya venido? -Me giré hacia Clara y sonreí, asintiendo.

-Créame, le va a hacer mucha ilusión. -Asintió algo nerviosa, cruzándose de brazos mientras
miraba a la piscina.

-No sabes cómo me alegra verla otra vez en una piscina, compitiendo. Ha dedicado toda su vida a
esto, se pasaba horas en el club. Cuando era más pequeña yo iba a recogerla, y muchas tardes
salía enfadada porque no había hecho un buen entrenamiento. Ni siquiera quería merendar. -
Reímos a la vez, viendo cómo ahora escupía en las gafas y frotaba con el dedo en ellas. -Quizás te
parezca que Lauren es muy buena abogada y es su trabajo, y que esto es algo que le gusta hacer
pero... -Negó mirando a su hija. -A Lauren la llamaron del equipo olímpico de natación un mes
antes del accidente. Si todo hubiese seguido con normalidad, Lauren habría ganado una medalla
de oro este año en Brasil, de eso no me cabe duda.

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Es escuchó algo por megafonía, y todas las nadadoras se prepararon en sus puestos. Lauren se
agarró con los dedos al borde del pequeño escalón y se lanzó en cuanto escuchó aquella voz de la
megafonía.

Era verdad lo que decía su madre. Yo nunca la había visto así, en competición, haciendo lo que le
gustaba. Pensaba que le gustaba mucho hacer eso, y nada más, pero no. Lauren era una
profesional como esas que veíamos en la tele, como Katie Ledecky o Mireia Belmonte.

-Va la última. -Musité algo nerviosa. Lauren iba en la última posición, metiendo y sacando la
cabeza del agua, dando brazadas con rapidez y fuerza.

-No te preocupes. -Me dijo Clara con una sonrisa, mirando a su hija dar una voltereta para nadar el
siguiente largo. -Hace eso para llegar con fuerzas al último largo.

-Espero que sea así. -Dije en voz baja, frotándome el brazo.

Lauren tocó la pared e hizo la voltereta, impulsándose para nadar el último largo. Entonces, las
brazadas de Lauren comenzaron a ser agresivas. Sus piernas se movían rápido, y las demás
comenzaron a quedar atrás.

-¡VAMOS LAUREN! -Grité aplaudiendo, y todo el mundo se puso de pie para ver aquello. Era
increíble, ahora les sacaba a las demás nadadoras medio cuerpo y recortó unos diez segundos el
tiempo de las demás nadadoras, hasta llegar a la pared.

-¡SÍ! -Gritamos Clara y yo, alzando los brazos. -¿Es esto normal? ¿Qué le saque tanta diferencia a
las demás? -Clara negó sonriendo con los ojos vidriosos y enrojecidos.

-Te dije que es una profesional, Camila. No una aficionada en un club de natación.

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Lauren levantó la cabeza del agua, se levantó las gafas y miró a las demás que todavía seguían
nadando. Luego miró la pantalla con las posiciones y vio que había llegado la primera. Se quitó el
gorro, se quitó las gafas y el gorro que llevaba debajo para que no se le saliese el pelo al tirarse.

¿Queréis saber cuál es la definición de felicidad? Ver a la persona que quieres con los ojos
brillantes, sabiendo que está haciendo lo que le gusta y que se siente completa.

Lauren's POV

Salí de la piscina de un salto y me abracé a Preston, dándole unas cuantas palmadas en la espalda.
Solté un suspiro entre risas al igual que él.

-Estás en el campeonato de Columbia Británica. ¡Vamos! -Dio un golpe en mi mejilla y asentí


sonriendo, mientras él señalaba el vestuario. -Ve a cambiarte, tengo que hablar contigo. -Miré la
grada, y Camila me saludaba con la mano, aplaudiéndome. Probablemente si ella no hubiese
conseguido aquél pase anual al centro, si no la hubiese conocido, yo no habría vuelto a las
piscinas.

Me metí en el vestuario, me duché y me vestí. El entrenador me esperaba en la salida con el ceño


fruncido, y yo quería saber qué pasaba. Tragué saliva y apreté la correa de mi bolsa de deporte al
hombro, acercándome a él.

-¿Qué ocurre? -Aquello no me daba buena espina.

-No es normal que le saques diez segundos de ventaja a la segunda y treinta a la última. Dime, ¿te
has dopado? -Entrecerré los ojos y negué, sacudiendo la cabeza.

-No, entrenador. Si quiere puedo hacerme las pruebas. -Él suspiro frotándose la frente con los
dedos.

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-¿Entonces cómo tienes tanto potencial si eres acabas de entrar al club? ¿Si acabas de empezar a
entrenar? -Miré a nuestro alrededor y resoplé.

-No soy una aficionada, entrenador. Me llamaron del equipo olímpico de natación de Estados
Unidos, pero sufrí un accidente y no pude entrar. -Abrió los ojos pasándose la mano por la cabeza,
casi sin creérselo.

-¿Por qué no me lo dijiste? Madre del amor hermoso... -Negó mirándome.- Lauren, nunca he
tenido a nadie de tu nivel en mi equipo, y sólo con una semana has hecho eso. Yo no puedo
entrenarte, este equipo no es el que te pertenece.

-¿Qué? ¿Va a echarme? -Me puse la mano en el pecho casi ofendida.

-¿Qué? ¡No! Tienes que irte a un equipo superior para competir en el estatal. Si sigues así... Es muy
difícil que no ganes. -Me dio un golpe en la mejilla, señalándome. -En mayo vas a arrasar. Suerte.

-Gracias entrenador. -Lo vi irse y salí unos segundos después por la salida a la calle, por fin.

Camila salió corriendo y se enganchó a mi cintura con sus piernas y a mi cuello con sus brazos,
besándome con una risa nerviosa.

-¿¡Pero cómo has hecho eso!? -Me tomó de las mejillas y me dio besos por toda la cara.

-Llevo intentando decírtelo más de medio año. -La dejé en el suelo, y ella me señaló negando.

-No, tú eres una mentirosa. No me dijiste que ibas a entrar en el equipo olímpico. -Achiqué los
ojos y la agarré de la mano.

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-¿Ah no? Pensaba que se sobrentendía. -Me tomó de las manos y las besó, tirando de mí hasta la
puerta.

-Ven conmigo, tengo una sorpresa. -Fruncí el ceño caminando con ella.

-¿Qué sorpresa? Camila, no hace falta que... -Mi madre estaba fuera, y yo no podía creérmelo. Me
había visto nadar otra vez, y estaba allí, delante de mí con su bolso en el brazo y una sonrisa de
oreja a oreja. -¿Mamá? -Me abalancé sobre ella y la abracé con fuerza, porque la echaba mucho
de menos. -¿Qué haces aquí?

-¿Cómo que qué hago aquí? Pues venir a ver a mi hija nada. -Me besó las mejillas de forma sonora
como sólo ella sabía hacerlo y me limpió el pintalabios que había quedado sellado en mi mejilla
con su pulgar. -Lo has hecho increíble, mi vida, como antes del accidente.

-¿Y cómo te has enterado de esto? -Señaló a Camila que estaba a nuestro lado y se encogía de
hombros. -¿Y no me dijiste nada?

-Te pondrías nerviosa, y estar nerviosa no es bueno.

-Vamos, voy a invitarte a cenar. -Dije poniéndole el brazo por encima de los hombros.

-Yo me iré a casa. -Dijo Camila abrochándose la chaqueta.

-¿Y eso? ¿Por qué no vienes con nosotras? -Ella negó sonriendo, pasándome la mano por el brazo.

-Tendréis cosas de qué hablar, y es mejor si yo no estoy. -Asentí levemente. -Nos vemos en casa,
cielo. -Le di un último beso antes de que se fuera, y abrazó a mi madre, yéndose hacia la parada de
taxis que había tras el centro acuático.

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Nos quedamos en silencio durante un momento. Yo miraba a Camila, pensando en la suerte que
tenía, y mi madre pensando que era una buena chica.

-Vamos, tengo que llevarte a un restaurante magnífico aquí cerca.

Era nuestro restaurante favorito. Quizás la llevé allí porque me sentía cómoda, aunque ir en
chándal no era la opción más elegante, aunque el camarero ya me conocía y sabía que solía ir en
traje.

Pedimos dos copas de vino, yo unos tortellini y mi madre un tartar de salmón.

-Así que vivís juntas, no me habías contado eso. -Mi madre bebió de su copa de vino mientras yo
comía de mi plato.

-Fue hace unas semanas, lo decidimos estando en Knoxtenville. -Me limpié los labios con la
servilleta.

-Nunca te he visto tan feliz, Lauren. Ni siquiera cuando te llamaron para entrar en el equipo
olímpico. ¿Qué ha pasado? Este verano eras una adolescente, y ahora eres una mujer adulta. -
Enlacé mis manos en un solo puño y agaché la cabeza con una sonrisa, encogiéndome de
hombros.

-Camila. Bueno, no es que ella me haya cambiado, pero si no hubiese sido por ella no habría
cambiado así. Estar en una relación seria, el trabajo, el futuro... -Suspiré encogiéndome de
hombros. Mi madre sonreía al escucharme hablar de ella, con los ojos casi cerrados y una sonrisa
de oreja a oreja. -Aprecio mucho lo que tengo en casa, aprecio mucho mi trabajo y los momentos
en los que puedo nadar. Y estar en Vancouver es distinto, es fresco. Soy feliz aquí.

-Nunca creí que sentarías la cabeza así. Pensaba que siempre serías mi niña, pero ya no es así. ¿Y
qué es eso del futuro? -Solté una risa y me encogí de hombros, masticando mientras.

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-No sé. Se pasa el día diciendo que cuando tengamos nuestro primer hijo no sé qué, cuando
tengamos nuestro primer hijo no sé cuántos... Así que sí, hay futuro. -Mi madre se puso algo más
seria pero sin perder la sonrisa.

-¿Hijos? -Me encogí de hombros alzando las cejas. -¿Tú quieres tener hijos? Pero si no te gustan, ni
siquiera sabes cogerlos. -Las dos reímos a la vez, y tomé un sorbo de mi vino.

-Ya lo sé. De hecho una compañera suya tuvo un hijo y me dio grima. Pero... Me lo imagino con
ella y es... Es diferente. Quiere quedarse embarazada y sólo con pensarlo me dan ganas de tener
ya un hijo, de cuidarla esos nueve meses, de tener nuestro bebé. -Mi madre no se creía lo que
estaba escuchando, se le iluminaron los ojos al escuchar aquello.

-Nunca creí que ibas a darme la alegría de ser abuela. -Negó levemente con aquella sonrisa que no
se le había borrado en toda la cena.

-Mamá... Tú ya eres abuela. -Suspiró pasándose la servilleta por los labios, dejándolo en la mesa.

-Tu hermano vino a casa después de venir a verte y nos contó lo que ocurrió. Yo te defendí, y tu
padre no. -Alcé una ceja y asentí, era lo normal. -¿Y sabes qué pasó, Lauren? Ella me ha prohibido
ver a la niña, y tu hermano no hizo nada, simplemente la apoyó. -Negó tomando un sorbo de su
copa. -¿Cómo debo sentirme? Le di todo lo que quería cuando era pequeño, estudió en las
escuelas privadas más prestigiosas de Chicago, fue a una buena universidad y ahora me trata así.
Como si ella fuese más importante que su propia madre. Me siento una mala madre por pensar:
"¿de verdad es este mi hijo?", porque yo ya no lo siento así. Le quiero muchísimo, es mi hijo y lo
quiero como tal, pero... No tengo la relación de madre e hijo, y se ha roto por completo.

-¿Qué hizo papá? -Negó y se encogió de hombros, parecía estar luchando por no llorar.

-Nada, hija. ¿Qué va a hacer? Me dijo que ya se le pasaría, que ella no era mala chica y que tú te
habías pasado, que ellos sólo querían hacer las paces contigo. -Se pasó un dedo bajo el ojo para
quitarse la leve lágrima que brotaba de él, y sonrió. -He visto a mi nieta tres veces, y a la tercera
me la han quitado. Así que sí, me vas a dar la alegría de ser abuela.

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Terminamos de cenar y la llevé en coche hasta su hotel. Me dijo que tenía que salir temprano
porque su vuelo salía a las siete, así que no alargamos la cena mucho más y ya era tarde para ella.
Salí del coche para despedirme, viendo cómo sacaba una caja de su bolso.

-Esto es para ti. -Me la entregó. Rompí el envoltorio con cuidado, viendo cómo era una caja con la
marca Speedo.

-Mamá... -Quité el adhesivo de uno de los bordes y la abrí, dejando ver un gorro perfectamente
doblado de color verde metálico. Las gafas eran preciosas, con los cristales de espejo en verde,
igual que el gorro.

-Hacen juego con tus ojos. Prométeme una cosa. -Me señaló con los ojos entrecerrados. -Los
usarás hasta que se gasten de tanto entrenar para llegar donde quieres. ¿Lo prometes?

-Te lo prometo, mamá.

***

Aún estaba algo redimida porque Camila no pudo tener su San Valentín y lo había echado a perder
yo con mi trabajo y con mi familia, y además había perdido a su abuelo hacía menos de dos
semanas.

Aparqué en la zona de las galerías de arte de Vancouver, donde los fines de semana abrían hasta
las dos de la mañana. Era una zona bastante pintoresca, diferente, pero interesante. A veces
comíamos en puestos callejeros que había por allí y nos parábamos a mirar los dibujos y cuadros
que los artistas exponían en las calles.

Semanas atrás, antes de que ocurriese lo de su abuelo, fuimos a un restaurante en ese barrio y al
salir, había una exposición de fotografía en la galería de en frente. Ella se enamoró de uno de ellos,
y era la fotografía de la bahía de Vancouver con el cielo encapotado, los edificios negros y el mar

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gris, plateado, reluciente. Costaba doscientos dólares la foto, pero, ¿para qué quería yo doscientos
dólares? Vivíamos como queríamos, nuestra vida era muy acomodada. Cenábamos en estrellas
michelín una noche y a la siguiente en un puesto callejero. Podíamos beber Moët Chandon pero
seguir prefiriendo un vino de veinte dólares la botella.

Compré la fotografía enmarcada, la metí en el coche y me dirigí a casa.

Al ver a mi madre, al enterarme de la noticia de Tom, mi mente cambió de una forma radical.
¿Qué pasa si nos morimos mañana? ¿Qué pasa si ella ya no está? Desde entonces, no me despedí
más con un 'adiós', me despedía con 'hasta luego'. Decir adiós sólo debería estar permitido una
vez en la vida, la última que ves a alguien. Desde que murió Tom, tenía miedo de que algo le
pasase a mi madre, y verla allí conmigo fue un alivio. La echaba de menos y la quería, ahora me
daba cuenta de cuánto.

Abrí la puerta levemente y sólo se veía el reflejo del fuego en la pared y se escuchaba la chimenea
crepitar. En la mesa había una tabla de quesos, uvas, una copa de vino con los cercos púrpura de
haber estado bebiendo y tostas de pan.

Camila estaba dormida con la manta echada por encima y la teletienda puesta, hecha una bolita.
Me gustaba encontrármela así, dormida y despreocupada.

-Camila... -Susurré en su oído, sentándome a su lado. -Mi amor, despierta. -Arrugó la nariz y
acurrucó un poco más. -Vamos a la cama, venga... -Metí las manos por debajo de su cuerpo y
Camila se enganchó a mi cuello, y caminé con ella hasta la cama. Al dejarla, ella misma se metió
debajo del edredón y desapareció, haciéndome reír incluso sin quererlo.

Me quité el chándal y me puse el pijama, sentándome luego al borde de la cama con la caja que mi
madre me había regalado entre mis manos. La destapé de nuevo y saqué el gorro, extendiéndolo.
Brillaba con la luz de la mesita de noche, y las gafas aún más. Toqué la textura suave del interior, y
me hizo rememorar la noche que recibí la llamada del equipo olímpico.

Dentro había una nota: "Hazlo por ti.

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Te quiere, mamá."

Estaba con unos amigos de la universidad en el campus, bebiendo una cerveza, las pocas que me
permitía en ese momento, y me llamaron al móvil. Yo lo cogí y pregunté tres veces si era una
broma, pero no, no lo era. Miré la cuenta de twitter del equipo olímpico y ya habían anunciado
que tenían nuevo miembro para las olimpiadas de 2016, era yo. Nunca he llorado tanto de
felicidad, jamás. Sentí cómo todo el trabajo hecho había valido la pena.

Miré a Camila que dormía plácidamente, y pensé en qué podría pasar si volvía hacerlo. Si volvía a
trabajar duro para ello. Si me pasaba ocho horas en la piscina como lo hacía antes, si dejaba mi
trabajo.

-Laur... -Musitó estirando el brazo hacia mí, abriendo la mano. -Abrázame por fi... -Susurró con un
puchero, somnolienta.

Decidí que aquello lo dejaría para mañana. Cerré la caja, la metí en la mesita de noche y me acosté
con ella, que se enganchó como un koala a mí.

-Buenas noches, Mila. -Besé su cabeza, acariciándole la espalda por debajo del pijama, teniéndola
totalmente dormida entre mis brazos.

-Mmh... -Suspiró antes de caer en ese profundo sueño.

***

Me levanté a las seis de la mañana, le colgué el cuadro encima de la tele del salón con un
enganche adhesivo mágico que quizás si mi padre lo hubiese conocido en sus días de 'manitas' de
la casa no estaría tan enfadado con el mundo, y me volví a dormir.

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Escuché unos gritos en el salón y me removí en la cama, sintiendo a Camila echarse encima de mí.

-¡SÍIIIIIIIIIIIIIII! ¡ES EL CUADRO QUE QUERÍA SÍ! -Me dio besos por toda la cara haciéndome sonreír,
y suspiré dejando que me abrazase contra su pecho. Mi cara quedó entre sus dos pechos, y al
principio no me quejé. Me quedé en silencio con una sonrisa, durmiéndome entre ellos, pero llegó
un momento en que me ahogaba. Me separé mirándolos, y luego a ella. -Ay dios mío, que casi te
mato ahogada.

-Si me muero ojalá sea así, la verdad. -Murmuré con la voz ronca.

-Muchas gracias, ¿cómo lo has hecho? Anoche no estaba ahí. -Sonreí con los ojos cerrados, a
punto de volver a dormirme.

-Magia. ¿Te gusta? -Abrí los ojos por fin. Tenía el pelo despuntado, despeinado, a un lado, con su
mandíbula fina y su cuello largo terminando en sus clavículas marcadas y los labios carnosos y
rosados, con aquella camiseta rosa de elefantes grises que tanto le gustaba.

-Mucho.

-Guay. Tú a mí también. -Tiré de ella para echarla encima de mí besándola con mi lengua
colándose en su boca, así de buena mañana, acariciándole el cuello.

-¿Y eso a qué viene? Estás muy cariñosa...

-Pues porque te quiero, Camila. Porque te quiero te podrás imaginar nunca. -Camila se sonrojó
agachando la cabeza, tumbándose a mi lado.

-Gracias por el cuadro y... Por cómo te comportaste en Knoxtenville, con mis primos con... Con
todo. -Me acarició la mejilla para darme un beso más lento.

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-No me des las gracias. -Negué levemente, cogiendo su mano para darle un beso en la palma.-
Todo lo que hago es por lo que has hecho por mí todo este tiempo, así que...

-¿Y qué he hecho? -Sonreí y me giré hacia mi mesita de noche, pensando en el futuro incierto que
me esperaba.

-Darme esperanza.

=================

➵ 37

Camila's POV

-Departamento de gestión de obras maestras, ¿en qué puedo ayudarle? -Sujeté el teléfono sobre
mi oreja, mirando a Cassie que terminaba de rellenar unos informes en la mesa. -No, aquí no es
donde debería hablarlo. No sé... Llame a la centralita y allí le dirán adónde debe llamar para
aclarar su duda. -Entonces, vi unas manos posarse en el borde de mi mesa, y Lauren subió la
cabeza. ¿En qué momento había entrado allí? -Oh, sí, para eso necesitaría un documentación
completa. ¿De qué colección se trata? -Apoyó las manos allí y la barbilla sobre sus manos mientras
esperaba que yo terminase de hablar. -Ajá... Sí, le paso con mi compañera que es la que lleva esa
colección. -Pulsé la tecla del teléfono y suspiré colgando. -¿Qué haces tú aquí?

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-Vengo a por ti. -Me levanté de la silla al igual que ella se incorporaba y la besé cogiéndola de las
mejillas.

-Me encanta el traje. ¿Vamos a comer? -Señalé las escaleras. Lauren apretó los labios y negó,
metiéndose las manos en los bolsillos. -¿Entonces a qué has venido?

-Quiero hablar contigo.

-Tranquilízame y dime que no es algo malo porque estoy a punto de colapsar. -Ella rio sacudiendo
la cabeza.

-No, no es malo, puedes estar tranquila.

Entramos en el museo y comenzamos a pasear por la exposición que teníamos aquellos tres
meses.

-¿De qué artista es? -Señaló los cuadros.

-Son una colección que nos ha cedido Italia. Caravaggio, Ribera... -Me encogí de hombros hasta
que llegamos a una sala donde no había nadie.

Nos sentamos en el banco y miramos aquél cuadro. Permanecimos en silencio un rato, incluso a
Lauren la hacía enmudecer.

-¿Cómo se llama este cuadro?

-El soplón, del Greco. Mi favorito de la colección. -Sonreí apoyando las manos en el banco. -Sólo
tienes que ver la maestría con la que plasma la luz natural de un fósforo iluminando al niño sobre
un fondo totalmente negro.

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-Es bonito, sí. ¿Pero el Greco no era español? -Negué sonriendo mientras seguía admirando el
cuadro.

-No. Griego, y no se sentía español. -Me giré hacia ella con el ceño fruncido. -¿Qué querías
contarme, Lauren? -Se metió la mano en el bolsillo de la chaqueta y sacó una caja gris, dándomela.
La abrí con cuidado, y vi un gorro y unas gafas de natación nuevas.

-Me los regaló mi madre el otro día. -Cerré la caja y sellé los bordes con la cinta adhesiva que
llevaba. -Me hizo prometerle que los gastaría luchando por lo que de verdad quiero.

-¿Y qué es lo que quieres? -Le devolví la caja. Lauren la arropó entre sus manos, acariciando la
tapa con lentitud, apreciándola.

-Tokio. Mi medalla de oro en Tokio. -Ni siquiera antes me había dado cuenta de la realidad.
Cuando me dijo aquello entonces me estalló todo en la cara. Joder, Lauren era una maldita
medallista olímpica sin medalla. -Pero... ¿Qué va a pasar? ¿Y si me lesiono? ¿Y si al final no gano?
No puedo competir más en Canadá por ser estadounidense, y mi prueba no vale nada pero... Me
han llamado para el estatal de Chicago en mayo.

-¿Por qué piensas eso, Lauren? -Solté una risa negando, y la tomé de la barbilla para que me
mirase a los ojos. -Es tu sueño, olvida las inseguridades y ve a por ello, el que no arriesga no gana.
Vas a ir a Chicago, vas a ganar y conseguirás el pase al campeonato nacional. ¿Por qué estás tan
insegura?

-Porque ya decepcioné a mis padres una vez, y no quiero decepcionarte a ti esta. -Me levanté de la
silla y sacudí la cabeza riendo, cogiéndola de las mejillas.

-Lauren, estaba orgullosa del trabajo que hacías en el rancho, estoy orgullosa de lo que haces
como abogada, ¿crees que no voy a sentirme orgullosa de lo que consigas haciendo lo que
quieres? -Por fin se le formó una sonrisa en el rostro, asintiendo. -Entonces... ¿Ahora debo decir
que mi novia es abogada o es nadadora? -Cerró los ojos y suspiró asintiendo.

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-Nadadora.

***

Dos meses después

Después de aquella charla en el museo, Lauren dejó el bufete de abogados para el que había
estado trabajando la mitad de aquél año, y se metió en las piscinas. Parecía que tenía un trabajo
normal, pero eso sí, se levantaba muy temprano, a eso de las seis de la mañana. Dejó de
desayunar beicon y revuelto de huevo y comenzó a tomar tortillas de clara de huevo con pavo,
zumo de naranja, y mucha, mucha pasta, pero seguíamos saliendo a los restaurantes que
queríamos. A eso de las siete debía estar en el centro acuático, y a la hora de comer aparecía por
mi oficina vestida de traje, porque a pesar de haber dejado

el bufete, no dejó a algunos de sus clientes.

A mitad de mayo me llegó una oferta desde el Museo de Arte de Los Ángeles, pero les pedí un
poco de tiempo. Argumentaron que había conseguido traer al continente americano una obra de
José de Ribera de la que los españoles no tenían conocimiento, que sería buena para estar allí. Yo
nunca le dije nada a Lauren, porque ella ya había hecho suficiente por mí mudándose a Vancouver
sin saber qué iba a ser de su futuro, como para decirle ahora que quería irme a Los Ángeles, pero
tenía que darles una contestación antes de que acabase mayo.

Los Ángeles, dios, qué ganas de vivir allí. Sí, Canadá me había dado una casa, un hogar, me había
acogido como en ninguna otra ciudad lo haría, pero no era mi sitio. Se pasaban los días lloviendo, y
el verano en Vancouver era el otoño en Carolina del Norte.

Decidí callarme y tomar la decisión en los últimos días, estando con Lauren en Knoxtenville.

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Mi primo Charlie se quedó a vivir con mi abuela lo que restaba de año. Al separarse de su mujer,
ahora no tenía ni casa ni trabajo, por lo que con mi abuela se quedó bien y comenzó a trabajar en
la empresa del abuelo.

Estaba sentada con mis primos en los columpios del porche, mientras leíamos un libro con cuentos
diversos.

-Oye, ¿y Lauren cuándo va a venir? -Preguntó uno de ellos.

-Eso, ¿dónde está? Queremos jugar con ella. -Solté una risa y me levanté del columpio,
poniéndome las manos en la cintura.

-¿Me vais a sustituir por ella? -Entonces los niños se levantaron del columpio y saliendo corriendo.

-¡Lauren! -Me giré rápidamente y vi que cerraba la puerta del coche, riendo al ver a los niños
correr.

-Sí, sí que me sustituís. -Ella les revolvió el pelo, y se sacó unos caramelos del bolsillo, señalando la
casa. Ellos asintieron y fueron corriendo dentro, haciéndole caso a Lauren. -Ni me llamas, ni me
dices cómo estás, cómo has quedado... ¿Te piensas que esa es buena manera de tratar a tu novia?

-Me he clasificado para el campeonato nacional en cuatro categorías. -Sonrió levemente, y yo me


separé de ella con las manos en la cabeza.

-¿¡Qué!? ¡Lauren! -Ella soltó una risa y negó, tomándome de las manos. -¿Qué pasa? No te veo
muy... Emocionada.

-Sí... Es que tengo que hablar contigo. -Suspiré de nuevo, y me pasé la mano por la frente. No me
daba buena espina ese tono.

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-Tranquilízame porque me has puesto de los nervios. -Pero no lo hizo. Caminó conmigo hasta la
parte trasera de la casa, donde había un par de escalones para sentarnos. -¿Qué pasa? ¿Te has
vuelto a lesionar?

-No. La competición fue perfecta, Camila. Me clasifiqué para cuatro categorías y yo sólo tenía
esperanzas en una. El caso es que... Si quiero seguir nadando, no puedo vivir en Vancouver. -
Susurró alzando la mirada hacia mí. -Tengo que entrenar con equipos estadounidenses federados
y regulados por la federación estadounidense de natación. -Asentí lentamente intentando asimilar
lo que me decía. -Mi padre me ha conseguido un buen representante.

-¿Buen representante?

-Sí.

¿Conoces a Lochte, Ledecky...? Pues él los lleva. Y... -Suspiró pasándose las manos por el pelo. -
Después de clasificarme, vino mi representante a decirme que alguien quería hablar conmigo, y
era un ojeador del equipo de natación de UCLA. Me ofrecen un sueldo, una casa en Los Ángeles,
otra oferta de Baltimore, pero... -Sus suspiros eran largos. -Yo quiero seguir mi sueño, pero no
quiero romper el tuyo.

-Lauren... -Musité a media voz con una sonrisa, intentando decírselo. -Lauren recibí una llamada a
mitad de este mes ofreciéndome un puesto en el museo de arte de Los Ángeles.

-¿Qué? ¿Estás diciendo que nos mudamos a Los Ángeles?

-Sí, supongo que sí. -Dije riéndome. Después del drama vivido hace un año, la vida nos debía algo
bueno.

Entramos en casa de mi abuela, que estaba en el salón intentando controlar a los niños.

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-¡SEÑORA O'DONNELL! -La abrazó tanto que la levantó del suelo, y mi abuela se reía.

-¡Lauren! ¡Por dios! -La dejó en el suelo y se reía con la mano en la boca.

-¡Pero qué guapa está! Voy a dejar a su nieta y me voy a venir con usted. Aquí, a vivir la vida.

-Tú espérate, que igual te dejo aquí con ella. -Le di un golpe en el brazo y cargué a mi prima Rosie,
dándole un besito en la mejilla.

-Estás celosa de tu abuela, pero qué cosas. -La miré de arriba abajo mientras le ponía el brazo por
encima de los hombros a mi abuela.

-Normal, es que es muy guapa. -Mi abuela se echó a reír, tapándose la cara con las manos. Me
gustaba verla feliz después de todo, aunque fuese por las tonterías de Lauren.

-Mira, dejadme, que iba a hacer la cena. -Dijo señalando la cocina.

-Abuela, ya la preparamos nosotras.

-No, no, no... Venga, ayudadme. Me gusta hacer cosas con vosotras. Además, tu tía vendrá en
nada, ha salido a comprar hielo. -Se puso las manos en la cintura, mirando a los niños corretear
por la casa. -Me tienen loca y se tienen que duchar.

-Eh, vosotros dos. -Lauren los cogió de la camiseta y los paró en seco, poniendo las manos en sus
hombros. -¿Queréis que juguemos a algo?

-¡Sí! -Respondieron a la vez, alzando los brazos.

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-Pues poneos el bañador, vamos. -Salieron corriendo escaleras arriba y sonrió.

-¿Qué piensas hacer? -Besé la cabecita de Rosie, que miraba a sus hermanos con una sonrisa.

-Vosotras poneos con la cena, yo los baño. -Dijo saliendo.

Dejé a la pequeña en su carrito, y Lauren cogía en el porche la manguera, asomándose por la


ventana de la cocina.

-Ya veréis, lo van a flipar. -Conectó la manguera al grifo y vio cómo los pequeños salían corriendo
con sus toallas, sus bañadores y dos botes de champú, uno de oso panda y otro de cocodrilo.

-¡Vamos Lauren! ¡Vamos! -Lauren abrió el grifo y comenzó a rociarlos con la manguera.

-Venga, echaros el champú o paro de bañaros.

Mi abuela y yo la mirábamos desde atrás mientras pelábamos patatas. Las puse en la olla
hirviendo, y comencé a picar las zanahorias.

-No pensaba que Lauren se llevaría tan bien con los niños. -Sonreí y asentí.

-Sí, tiene buena mano con ellos. Ella no se lo cree pero... Es genial.

-¿Sabes? Nunca pensé que acabaríais en una relación tan... Seria. Parecíais tan adolescentes el
verano pasado, y ahora sois la pareja más estable de la familia. -Nos reímos a la vez, mirando a mi
abuela. -Menos mal que habéis vuelto este verano. Me acostumbré a teneros el verano pasado.

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-Tranquila. -Sonreí mirando cómo Lauren los enrollaba en las toallas. -Creo que vamos a estar
bastante más tiempo por aquí, abuela.

***

Miré el campo de maíz, que nada tenía que ver con lo que vi la última vez cuando vine por el
funeral de mi abuelo. Ahora estaban los tallos largos, verdes, las hojas se frotaban entre sí con la
brisa del viento creando la noche perfecta de verano. Cómo había cambiado todo en un año,
ahora era una adulta, no aquella adolescente que dormía en casa de sus abuelos, ni tampoco la
que suspiraba por su vecina todas las mañanas.

Estaba sentada en la valla de madera que separaba el campo de maíz de la casa de mis abuelos, y
suspiré. Lauren se sentó a mi lado sin decir nada, sólo disfrutando de la noche. Los grillos sonaban,
y el olor a verano nos invadía.

-Estoy tan feliz, Lauren. -Susurré sin querer romper el ambiente. -Vamos a vivir en mi ciudad
favorita, haciendo lo que más nos gusta, con la persona a la que queremos.

-Sí, está bien. -Se encogió de hombros. Entrecerré los ojos sin entender nada.

-¿Está bien? ¿Me has tenido martirizada todo este tiempo para decirme que 'está bien'? -Me
ofendió eso, sí. Me dolió.

-Sí. Bueno, chica del maíz, creo que es la hora. -Asintió con el ceño fruncido.

-¿La hora de qué? -Lauren se metió la mano en el bolsillo del pantalón y sacó una cajita,
abriéndola.

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-De pedirte que te cases conmigo. -El corazón me iba a mil por hora y no sabía qué hacer. Lauren
se bajó de la valla de madera, mostrándome el anillo. Asentí rápido y me llevé las manos a la boca
sonriendo. -¿Quieres casarte conmigo?

-¡SÍ! Sí, sí, sí, sí... -Asentí rápido, tomándola de las mejillas para besarla. Me cogió de la mano y
sacó el anillo, soltando una risa.

-No tiembles, ¿por qué tiemblas? -Se burlaba de mí.

-¿Porque nos vamos a casar, quizás? -Se rio y me colocó el anillo en el dedo anular, dándome un
beso en el dorso de la mano luego. Era sencillo, llevaba un pequeño diamante verde con toques
amarillos en el centro. -Maíz. -Murmuré pasándome la mano bajo el ojo para limpiarme las
lágrimas.

-Lo tenía planeado desde hace bastante, pero esta semana no sabía si pedírtelo después de todo,
de tener que irme. Pero ahora... -Me enganché a su cuello y a su cintura, sintiendo sus manos en
mis muslos.

-¿Vas a llevar traje en la boda? -Asintió cerrando los ojos.

-La duda ofende.

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➵ 38

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Camila's POV

Miré el anillo acomodado en mi dedo, y lo acaricié con el pulgar lentamente, moviéndolo. Era
precioso, no quería ni pensar cuánto le habría costado a Lauren, en lo único que pensaba es que
de aquí a un año sería una mujer casada. Aún no era consciente de ello, aún no me lo creía, y es
que fue todo inesperado.

Lo había visto en las películas, él se arrodilla en mitad de una cena, le suelta una parrafada y ella
llora y le dice que sí, y luego como por arte de magia salen fuegos artificiales de la nada.

Pero no, Lauren no lo hizo así. Ella era directa, sencilla, y así lo hizo, sin rodeos, de la mejor forma.

Me puse sobre ella y le apreté las mejillas, dándole suaves besos en los labios. Arrugó la nariz y
giró la cara, pero hice que volviese a mirarme.

-Cuchiiiiiiiiiiiiiiiii. -Le di besitos en la mandíbula y luego en el cuello. Lauren se giró negando, pero
yo me coloqué encima de ella. -Arriba mi amor, que vamos a la piscina, ¿quieres ir a la piscina? -
Asintió con el ceño fruncido, levantándose de la cama casi inconscientemente.

-¿Pero qué piscina si yo estoy de vacaciones? -Se rascó la coronilla y me miró, lanzándome un cojín
al ver que yo reía. -Por qué eres así conmigo, yo sólo quiero dormir... -Se volvió a tumbar bocabajo
y la empujé por los hombros para que quedase hacia arriba.

-No, nada de dormir. -Golpeé su mejilla señalándola. -He quedado con Normani y Dinah para ir a la
piscina.

-Normani. -Se levantó de la cama abriendo los ojos.

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-Eres imbécil. -La empujé en la cama, poniéndome encima de ella poniendo mis manos en su
cuello sin llegar a apretar. -Eres imbécil y te voy a matar. -Ella se reía cogiéndome de las manos,
dándome un beso en las palmas.

-Es broma, es broma. -Se reía, pero al instante se puso seria. -Dios mío, tú vienes a la piscina.

-Eh... ¿Sí? Esa es la idea. -Abrió los ojos y se levantó de la cama.

-Madre mía, te vas a poner bikini de nuevo. Vamos, corre, tenemos que irnos. -Le di un manotazo
en el hombro riendo, abrazándome a ella de rodillas.

-Te has levantado muy graciosa hoy.

-Pero si es verdad, el invierno ha sido muy largo en Vancouver, ¡ni un escote he visto! ¡Ni un bikini!
Y claro, pues una lo pasa mal...-La empujé para que saliese de la habitación, negando.

-Anda, hazme el desayuno mientras me visto. -Me pellizcó la mejilla y se puso un pantalón corto,
saliendo sin camiseta hacia la cocina.

Me tumbé de nuevo en la cama mirando el anillo, suspirando por todo lo que nos esperaba en
aquél año, y me levanté para ponerme el bikini y un vestido ligero y corto.

Fui a la cocina y Lauren estaba de espaldas con el mango de la sartén en una mano y la espátula en
la otra, concentrada en hacer aquellas tortitas.

Desde que murió mi abuelo vivía con el miedo de perder a Lauren a cada segundo. De que se
levantase, desayunase, me diese un beso en la frente mientras dormía, se fuese a entrenar y

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nunca volviese. La vida era algo tan frágil, que vivía aterrada con esos pensamientos desde hacía
meses.

Incluso cuando se iba a la piscina a las seis, yo me despertaba, le daba un beso y me despedía de
ella por si era la última vez, y jamás volvimos a pelearnos por una tontería cualquiera y si lo
hacíamos nos reconciliábamos al minuto.

La abracé por detrás, rodeando su cintura con los brazos y besé la mitad de su espalda, hasta
donde yo llegaba y esparcí varios besos, mordiendo su piel al final.

-No hagas eso, que vas a acabar mal... -Dijo en voz baja, moviendo la sartén. Me reí y saqué la
lengua entre mis labios mientras besaba su espalda. -Te lo dije una vez, pero no te conviene jugar
conmigo...

Y sí, sí que me convenía. Seguí besándole la espalda y cuando terminó el desayuno, apagó la
sartén y me sentó en la mesa de la cocina, quitándome el bikini. Sí, me encantaba provocarla y que
hiciese aquellas cosas, sobre todo las que hacía con su lengua entre mis piernas en esos
momentos. También con sus dedos. Yo me retorcía en la mesa apretando los puños viéndola
mover la cabeza de un lado a otro.

Luego me llevó a la cama y, se tumbó encima de mí besándome, y embistiéndome fuerte, una y


otra vez, escuchando el sonido de su piel contra la mía, rasgando las sábanas y su espalda a la vez.
Susurraba algo en mi oído que yo no lograba entender, pero me gustaba el contacto directo, carne
con carne, sólo ella contra mí hasta hacerme estremecer.

***

Lauren's POV

-¡Mani! -Camila soltó su bolso en el suelo y salió corriendo por el césped hasta Normani.

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-¡Camila! -Se abrazaron y comenzaron a saltar las dos juntas. Estaban pegadas, es decir, pegadas
pegadas, pecho con pecho, saltando. Sonreí asintiendo, ladeando la cabeza con una sonrisa para
observar aquello.

-Saltad, saltad, sí... -Musité hasta que se terminaron de abrazar y yo me mordí el puño al ver sus
pechos aplastados.

-Lauren mira a otro sitio, vamos. -Me hizo un gesto con la mano Normani, y suspiré apartando la
mirada. -Que no, que es broma, ¿tú también quieres un abrazo? -Asentí con una sonrisa casi
desencajada.

-Sí...

-No, tú no. -Camila me dio una colleja y me froté el cuello, sintiendo aun así el abrazo de Normani.

-Bueno, ¿qué es de vuestra vida? -Tan pronto como escuchó eso, Camila levantó la mano con el
anillo en el dedo anular. -¿¡OS VAIS A CASAR!?

-¡NOS VAMOS A CASAR! -Gritó Camila.

-¿¡WALZ SE VA A CASAR!? -Dinah entró en la piscina sin saber dónde estaba, y se puso a saltar con
Camila y Normani.

-Yo también me voy a casar. -Levanté la mano pero, al ver que nadie me hacía caso, me rasqué la
nuca. Me quité la camiseta mientras las tres gritaban y la dejé en la hamaca, acercándome al
grupito de loros de nuevo.

-Bueno, ¿y qué es de vuestra vida? ¿Cómo te va, Lauren? -Dinah me abrazó, y acaricié su brazo con
suavidad.

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-Pues... Me va bien, no me puedo quejar.

-¿Y tu hombro? Siento mucho lo que te pasó, nos lo contó la abuela de Camila después de que te
fueses así de repente. -Camila me miraba con los ojos abiertos, y apreté los labios con una sonrisa.

-Sí, en fin... Está bien, ya al menos no me duele.

-Oh, pobrecita... -Dinah me acarició la mejilla y Normani me abrazó por fin.

-Dios, pero qué rastrera eres sólo por un par de tetas. -Se rio negando. -¡Es nadadora profesional!
¡Está en el campeonato nacional!

-¡Joder, Lauren! ¡Y nosotras aquí sufriendo por ti, cabrona!

Aquellas chicas me hacían reír bastante. Eran de lo que no había, y aquél verano iba a ser mi
último verano soltera, sí, como sonaba.

Con las chicas Camila sonreía, nos pasábamos los días en la piscina y en el lago, y yo a veces salía a
cabalgar con Silver por el bosque. También ayudábamos a Esmeralda con la comida, todos los días
sin falta. Su tía me tenía en un pedestal porque me pasaba el día jugando con los dos demonios
que tenía como hijos, y por la noche caían rendidos en la cama. Hacíamos barbacoas, ayudábamos
a recoger el maíz y alguna vez que otra nos comíamos una mazorca asada en mitad del campo.
Celebramos el 4 de julio de la misma manera que el año anterior, pero sin tantos rodeos para
besarnos en la colchoneta, y decidimos irnos una semana a Beaufort para rematar las vacaciones.

Y sí, Camila se lio con Normani en una de las fiestas del bar mientras yo miraba. Y sí, iba a soñar
con eso toda mi vida y la siguiente.

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***

Camila's POV

4 de julio de 2018

Le dije que sí, encima de una de las colinas de Malibú rodeados de viñedos y con el mar de fondo.
Por fin la vi con ese traje blanco que tantas veces me dijo 'Camila, te lo juro, vas a alucinar. Estoy
tan buena que te voy a poner los cuernos y no te va a importar.' Obviamente no me puso los
cuernos, porque estaba tan perdidamente enamorada de mí que sería incapaz de eso. La tenía a
mis pies, y aunque para muchas mujeres aquello de tener el poder era maravilloso para hacer lo
que quisiera con sus parejas, yo decidía levantarla y subirme en su espalda para que me llevase a
caballito. Ese era el tipo de relación que teníamos.

-Pues nos hemos casado. -Se miró la mano con el anillo. Era plateado, el suyo algo más grueso que
el mío, y juntamos nuestras manos. -Vaya papeleta te ha tocado conmigo.

-Sí, voy a tener que soportarte hasta que te mueras. -Arrugué la nariz negando, poniendo la mano
en su muslo. Acaricié la tela del pantalón blanco, mirando la puesta de sol desde aquél banco.

-O hasta que me pidas el divorcio. -Me tomó de la mano, enlazando sus dedos con los míos. -Por
cierto, me gustas mucho. Me llamo Lauren.

-Vaya. Yo Camila. -Le extendí la mano y la ella estrechó con la que le quedaba libre. -¿Me das tu
número? -Las dos comenzamos a reírnos, y pasó su brazo por encima de mis hombros, dándome
un tierno beso. Ya había perdido su chaqueta y sólo le quedaba la camisa abierta por el escote, y
me miraba con una sonrisa.

-¿Con qué clase de persona te has casado que hace estas bromas? -Le acaricié la mejilla y miré sus
ojos verdes, que se hacían más grandes por el maquillaje oscuro alrededor de estos.

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-Me enamoraste por eso, idiota. Y porque eres guapa, y por esa vez que me viste las piernas y te
reventó una tubería en la cara. En ese momento supe que eras la indicada. -Lauren se echó a reír,
besando mi frente. -¿Y tú por qué te has casado conmigo? -Frunció el ceño y se separó, sonriendo.

-Pues por tus tetas, ¿por qué va a ser? -Abrí la boca y comenzamos a reírnos, hasta que ella se
levantó cogiéndome de la mano. -Me he casado contigo porque te quiero más que a la natación.

-Eso que acabas de decir es muy grave. -Sonrió y asintió, encogiéndose de hombros.

-Pero es verdad. Renunciaría a la natación por ti sin pensármelo dos veces. -Lauren nunca me
había dicho eso, siempre creí que la natación en ese momento de su vida era lo más importante, y
luego estaba yo. -Vamos a bailar, que es nuestra boda. -Se pasó una mano por el mechón de pelo
que le quedaba suelto al llevarlo recogido, y nos fuimos al centro de la pista.

The Climb - Miley Cyrus

Me abracé a ella, a su espalda, casi agarrándome a su camisa y suspiré contra su cuello con los
ojos cerrados. Su olor no había cambiado en aquellos dos años, y es que a mí me encantaba que
fuese así. Me ponía sus camisetas cuando tenía competición y tenía que estar varios días fuera, o
me acurrucaba a su lado simplemente para olerla.

-Te quiero. -Me dijo al oído, dejando un beso cerca de mi oreja en la mejilla. Noté sus manos en mi
baja espalda, ajustándome a mi vestido ceñido, casi rozando los detalles bordados con sus dedos. -
Y estás preciosa, por si no te lo he dicho quinientas veces ya.

-No me hagas llorar... -Susurré apretando los ojos y los dedos en su camisa. Me besó lento,
húmedo y suave, separándose de mí un poco después para poder mirarme mejor. -Jo, es que te
quiero tanto...

-Me quieres más que tanto, no mientas. -Comencé a reírme y me separé de ella, dándole un
empujón en el hombro. -Mira cómo te miran tus primos; están enamoraditos de ti. -Los dos

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gemelos estaban de pie alrededor de la pista de baile mirándome a mí, y me saludaron rápido con
una sonrisa.

-Oye, pero bueno, ¿qué ven mis ojos? Si es la mismísima Lauren Jauregui... -Normani la tomó del
brazo y Lauren se giró con una sonrisa, dando una vuelta sobre sí misma para mostrarse. -¿Me la
puedo quedar un momento, Camila?

-Toda tuya, Mani.

***

Lauren's POV

-Te has casado con mi crush. -Normani entrecerró los ojos mirándome, mientras yo hacía que
diese la vuelta en su sitio. -Te odio.

-¿Me odias? Recuerda que te dejé que te liases con ella. -Apunté señalándola con el dedo.

-Oh mierda, no puedo odiarte... -Me golpeó con las palmas abiertas en el pecho. -De todas formas,
qué bien te queda este traje. ¿Te lo vas a poner más a menudo?

-Imagíname así en esos sueños tan turbios que tienes conmigo pero no le quieres contar a nadie. -
Susurré acercándome a ella, estallando las dos en risas.

-Qué imbécil eres. Felicidades por la boda, por cierto. -Se alejó de mí mordiéndose el labio
mientras me enseñaba el ramo de Camila, hasta llegar con su novio. Vaya, era... Guapo.

Me acerqué hasta la barra y pedí un whisky con hielo, dándole un largo trago. Vi a mis padres
bailar, y aunque Chris y su mujer no quisieron venir, se lo pasaron bien.

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Camila estaba de espalda hablando con su madre y Alejandro pero me acerqué por detrás
rodeando su cintura con los brazos.

-Pero bueno, mírate, qué guapa estás. -Dijo Sinu. Asentí sonriendo, sintiendo el brazo de Camila
rodear mi cintura también.

-Gracias, Sinu. ¿Te gusta mi camisa?

-Me encanta. No me cuadraba la idea del traje, pero reconozco que te favorece mucho. -Pasó los
dedos por el borde de la camisa asintiendo.

-Vengo a llevármela un rato, ¿os importa? -Se rieron ambos.

-Ahora es problema tuyo. -Soltó Sinu.

-¡Mamá! -La alejé de ellos mientras reía, pero no pude quedarme con ella a solas ni un momento,
porque Normani se nos volvió a acercar.

-¿Qué hacéis vosotras dos? -Nos miró poniéndose en medio.

-Pues quería follármela, pero al interrumpirme ya... -Abrió los ojos mirándome, y se alejó alzando
las manos, negando. Camila y yo nos reíamos, pero me pasé la mano por la cabeza. -Lo siento.

-No, no lo sientas cariño, si vamos a hacerlo de verdad.

Y no, aquella noche no follamos, en absoluto. Hicimos el amor, una hora o dos, poco para lo que
solía ser pero yo estaba destrozada. La camisa de la boda acabó siendo suya, como casi toda mi

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ropa. Además, de nuestra boda salió otra; la boda de Valentín y Normani. Era buen tío, no sé, no lo
conocía mucho.

***

5 meses después

Bostecé casi desencajando mi mandíbula, bajando el escalón hacia el jardín con pesadez. Miré la
casa de enfrente y habían quitado el cartel de "se vende", y aparcaba un coche en la puerta. Salió
una chica joven, tendría nuestra edad, y un chico con ella. Parecían ser pareja.

Di un sorbo a mi café con el periódico bajo el brazo, hasta que sentí la presencia de Camila a mi
lado.

-Los nuevos. -Mascullé volviendo a beber.

-No seas desagradable. -Me dio un codazo en el costado.

-Yo soy un amor de persona. -Al vernos, la pareja cruzó la calle de la mano, y Camila y yo nos
acercamos. Estábamos en pijama, y Camila con las gafas de cerca puestas.

-¡Hola! Somos Harper y Tony. Acabamos de mudarnos. -Elevé la comisura del labio queriendo
decir "anda, no nos habíamos dado cuenta".

-Yo soy Lauren, y esta es mi mujer, Camila. -Camila les dio la mano, y yo también, volviendo a
beber de nuevo.

-Encantada. Nos veremos por aquí. -Nos despedimos y, cuando cruzaron, nos volvimos dentro de
casa.

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Me senté en la mesa de la cocina y miré cómo descargaban sus cosas desde allí, entrecerrando los
ojos.

-Por qué pones esa cara, se acaban de mudar. -Hice una mueca de asco, llevándome un poco de
huevo revuelto a la boca.

-Porque son muy empalagosos, por dios. Parecen Mitchie y Yoshirin. Les falta el jersey a juego. -La
señalé con el tenedor. -No se te ocurra invitarlos a cenar.

-¿Pero por qué dices eso? Nosotras también somos cariñosas. -Se sentó frente a mí con su taza de
té entre las manos.

-Pero yo soy cariñosa graciosa, y no se me nota. Además, son heterosexuales. Jesús, qué plaga. -
Negué agachando la cabeza, escuchando cómo Camila se reía a carcajadas.

-Cualquier día te van a escuchar y te van a matar. -Cortó su tortita y la masticó.

-¿Has visto que con un solo comentario se ofenden? Madre mía. ¿Ves? No quiero juntarme con
ese pack de yogures caducados. -Camila se levantó de la mesa para echarse un poco más de té. -
No, y no me digas que me calme. -Se sentó en mi regazo y me besó lentamente, pasando su
lengua entre mis labios para hacerlo un poco más húmedo mientras me acariciaba la nuca.

-Buenos días, amor. -Me dijo dándome otro beso más tierno y corto. Algunos dicen que no son
persona sin un café, pero la verdad es que si Camila no hacía eso, mi mal humo continuaba todo el
día. -¿Mejor?

-Sí. -Intentó levantarse, pero la sujeté por la cintura, abrazándome a ella más fuerte. Besó mi
coronilla con una leve risa. -No te vayas.

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-¿Quieres que nos quedemos así todo el sábado? -Asentí sin levantar la cabeza.

Nos pasamos todo el día en el sofá abrazadas viendo películas. Yo me acosté sobre su pecho, y
esta vez mis pies no sobresalían del sofá. Lo compramos a medida para mí justo para que pudiese
caber tumbada.

Camila me acariciaba el pelo, y llegó un momento en el que la película era lo de menos; siempre
me pasaba lo mismo.

-Cuchi. -Susurró, metiendo la mano bajo mi camiseta para acariciarme la espalda con las yemas de
sus dedos.

-¿Mmh...? -Musité con los ojos cerrados.

-¿Te gusta esto? -Siguió acariciándome, poniendo una pierna sobre las mías.

-Mmh...

-¿Ves cómo eres un osito gigante sin maldad? -Me susurró al oído, dándome besos pequeñitos en
la mejilla. -Te quiero. -Me dio otro beso. -Te quiero.

-Mila. -Me incorporé un poco, dejándola a ella tumbada en el sofá y yo un poco por encima. -
Gracias por casarte conmigo. -La besé, separando mis labios de los de ella con lentitud.

-¿Por qué me dices eso? -Sonreí, colocándole mejor el cuello de la camiseta que se le había
bajado.

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-Porque habría sido infeliz toda mi vida, incluso si nadase. -Ella sonrió y no dijo nada, sólo me
abrazó. Nos abrazamos fuerte, agarrándonos, como si fuésemos a desvanecernos de nuestra
existencia si nos soltábamos.

-¿Vas a enseñarles a nadar a nuestros hijos? -Solté una risa y asentí.

-Desde su primer verano.

Ah y, por cierto, algo que se me olvidaba comentar... Gané el campeonato nacional en las cuatro
categorías.

=================

epílogo

Lauren's POV

Moví el cuello mientras masticaba chicle, sentada en aquella silla mientras una cámara me
grababa de cerca. Me quité el pantalón del chándal, esta vez no era el que me había regalado mi
madre por navidad; esta vez era el chándal que me proveía el equipo olímpico. También me
deshice de la chaqueta dejándola encima de la silla.

Aunque el gorro no era el que mi madre me regaló hacía cuatro años, pero sí las gafas. Me
arrodillé al borde de la piscina y me eché agua en el pecho y tras la nuca. Había nadado ya dos

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veces hasta clasificarme para la final de la medalla olímpica. Probablemente, si me lo llegasen a
decir hace cuatro años con lo único que soñaría es con ganar la final estatal de Vancouver.

Moví mis brazos de un lado a otro para estirarlos, y escuché cómo por la megafonía nos llamaban
para ponernos en posición de salida. Me subí al escalón de salida y me ajusté el gorro antes de
agacharme, apretar el bordillo y volver a oír una vez más el sonido de la salida.

Eran cuatro largos, debía reservar las fuerzas así que comencé dejando que se me adelantaran,
aunque estas nadadoras no iban a ser las del campeonato nacional, en absoluto.

Tomaba bocanadas grandes de aire cada vez que sacaba la cabeza del agua, una y otra vez sin
perder el ritmo. Cada vez más rápido al igual que ellas. Toqué la pared y comencé el siguiente
largo, vi que dos me sacaban ventaja, pero no podía dejar que se me fuesen, así que comencé a
nadar a toda velocidad hasta llegar a la pared y di la vuelta, comenzando el penúltimo largo.
Estaba reñido, pero lo iba a intentar hasta el último segundo. Mis brazos comenzaban a quemar,
pero iba rápido, fuerte, haciendo la piscina mía con los dos brazos, sacándole unos centímetros a
las que llevaba a mi lado, pero no podía ver con seguridad cómo iba.

Toqué la pared, y esa sí era la última. Me desfondé, mis brazos tiraban pero yo iba a más y más,
moviendo loa brazos fuertes, dando brazadas cada vez más rápidas y precisas. Mis piernas se
ondulaban para darme empuje, y tras la última brazada toqué la pared.

Levanté la cabeza del agua y vi cómo mi nombre se reflejaba primero en el marcador. Por tres
segundos mi nombre aparecía el primero, seguido de la bandera de Estados Unidos con el tiempo
marcado.

Me quité el gorro que llevaba encima y me aparté las gafas, sin poder creérmelo aún.

-Felicidades, te lo mereces. -Boyle me abrazó con un solo brazo y cerré los ojos con una sonrisa.

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-Gracias. -Me quité el gorro y me pasé las manos por el pelo, intentando creérmelo. Había mucho
ruido alrededor, y tenía a una cámara grabándome de cerca, pero no le hice caso. -¡HE GANADO
LA PRIMERA! -Grité a la cámara con el dedo índice levantando, saliendo de un salto del agua.
Intenté visualizar a Camila y a mis padres en la grada, pero en el último año me habían
diagnosticado miopía, así como el que no quiere la cosa.

-¡VAMOS! -Mi entrenador me abrazó dándome golpes en la espalda. -¡Ve a cambiarte, que tienes
que recoger tu medalla de oro! ¡Campeona!

Y entré en el vestuario. Todo el equipo de natación que se preparaba para nadar en la siguiente
prueba me aplaudió, y yo no supe qué decir. Aún me parecía un sueño estar allí, y no era
consciente de lo que acababa de ganar.

Me duché y me puse aquél chándal azul marino y rojo por las mangas, con el polo blanco.

Tener todos los focos encima no se me daba bien, y menos en esa situación. Me subí al podio, y
me agaché para recibir aquella medalla que tanto esfuerzo me había costado y la miré entre mis
manos, apretando mis dedos a su alrededor, notando en unos cientos de gramos cuatro años de
trabajo.

Bajé de allí y me acerqué a la chica que me esperaba con su micrófono para hacerme la entrevista.
Era bastante más bajita que yo, como Camila, así que tuve que agacharme.

-Tenemos aquí a la reciente ganadora de la medalla de oro en doscientos metros mariposa, Lauren
Jauregui. Es la primera vez que participas en unos Juegos Olímpicos y has conseguido la primera,
¿cómo te sientes?

-Uhmm... -Me pasé la mano por el pelo para peinarlo. -Me siento eufórica, aún no me lo creo.
Quizás mañana cuando me despierte y lo asimile todo empiece a llorar durante una semana.

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-El año pasado participaste en el Campeonato Panamericano y conseguiste el segundo mejor
tiempo, aunque no pudiste superar a Ledecky. ¿Cómo ha sido todo eso?

-Hace cuatro años ni siquiera estaba en las piscinas, llevaba dos años sin competir. Ha sido mucho
trabajo y mucho sufrimiento, no ha sido un paseo de rosas hasta llegar hasta aquí. -Me agaché
para escucharla mejor con las manos en la cintura mientras hablaba.

-¿A quién le dedicas la medalla? -Me encogí de hombros y suspiré.

-A mi entrenador, al equipo, a... -Volví a ponerme bien el pelo. -A mi madre, ella estuvo ahí desde
que era pequeña, pero sobre todo doy las gracias por tener una mujer tan maravillosa que me ha
estado apoyando estos cuatro años, si no la hubiese conocido no estaría aquí de nuevo. -Sonreí
asintiendo.

-Muchas gracias Lauren. -Asentí con una sonrisa y miré a las gradas por fin, buscando a mi familia.

Subí las escaleras de dos en dos hasta llegar a la grada, y abracé a mi padre de una forma escueta,
y con mi madre me abracé durante unos largos segundos. Estaba llorando, porque al fin y al cabo,
la que más sufrió por mí fue ella.

Y luego Camila. Estaba a su lado, y le di un tierno beso acariciándole las mejillas. Me agaché y le di
un beso a nuestra hija; Mia. Tenía apenas un mes y medio, y era una bolita que se pasaba el día
durmiendo.

La cogí en brazos con cuidado, pegándola a mi pecho. Camila me besó de nuevo sujetándome por
las mejillas con una sonrisa de oreja a oreja.

-Tu hija y yo estamos muy orgullosas de ti. -Me dijo antes de besarme de nuevo, pegando su
frente contra la mía. -

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-Toma. -Me quité la medalla y se la puse a ella en el cuello. -Sin ti no la hubiese ganado, así que es
tuya.

***

Lauren se pasó dos semanas sin vernos ni a mí ni a nuestra hija, sólo nos veía cuando competía, y
dábamos gracias porque sólo eran quince minutos. Pero volvió a casa con tres medallas de oro y
una de plata, que acabaron colgadas en la pared del salón, justo encima de la chimenea.

Lauren sostenía a la pequeña Mia, y era adorable verla. Las manos de Lauren eran tan grandes que
podía sujetarla con una sola, y se perdía entre sus brazos al sujetarla.

-¿Sabes? Te perdoné que no cambiases los pañales porque te pasabas el día entrenando antes de
las olimpiadas, pero ahora vas a tener que cambiar pañales un mes entero. -Frunció el ceño
caminando hacia el salón, sentándose en el sofá.

-No es justo. Mi hija nunca me haría tal cosa. -Me reí y tomé asiento a su lado, cogiendo a Mia en
brazos que soltaba pequeños quejidos con los puños cerrados frente a su cara.

-Ábrete la camisa. -Hice un gesto con la cabeza.

-¿Qué? ¿Por qué?

-Pues porque te has pasado casi un mes fuera desde que nació, y necesita conectarse contigo.
Vamos, la camisa. -Desabrochó botón a botón su camisa y coloqué a la pequeña Mia bocabajo en
su pecho. Hizo unos cuantos ruiditos y Lauren la rodeó con una mano para que no se cayese.

-Siento no haber estado en casa para cuidarte. Para cuidaros, quiero decir. -Pasó la mano por su
cabecita, dándole luego un beso.

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-Cariño, estuviste ahí los nueve meses y luego te fuiste a trabajar. -No despegaba la nariz de la
cabeza de Mia, dándole tiernos besos.

-No lo veo como trabajar, me lo pasé muy bien... Y os eché mucho de menos. -Sonrió sin apartar la
mirada de Mia, que dormía plácidamente sobre el pecho de su madre.

-¿Mucho? -Apoyé mi cabeza en su hombro, acariciando la espalda de nuestra pequeña.

-Miraba vuestra foto en el hospital todas las noches antes de dormir, y también antes de salir a la
piscina. -Murmuró pasando los dedos por la cabecita de Mia. -La tengo en mi cartera y la llevo
siempre conmigo. -Sonreí con lágrimas en los ojos a punto de salir, pero me reprimí frotándolos
con la manga de mi camiseta. -¿La chica del maíz está llorando? -Dijo más bajo, frunciendo el ceño
con una sonrisa.

-Son las hormonas, pero... No le digas a Lauren que es porque la quiero muchísimo.

Pasaron dos meses más, y nuestra pequeña Mia iba creciendo poco a poco. Ahora ya, por lo
menos era más grande y no la perdíamos en nuestra cama, pero seguía siendo bastante pequeña.
En eso sí que se parecía a mí, aunque fuese hija biológica de Lauren.

Decidimos que el óvulo sería suyo, y yo me quedaría embarazada. Era perfecto, porque de esa
manera yo también sentiría que era mi hija, y Lauren no tendría que quedarse con que
simplemente estamos casadas y por eso es su madre.

-Lauren, ¿puedes darle tú el biberón? -Pregunté metiéndolo en el microondas, mientras ella


entraba por la puerta.

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-¿Cómo que si puedo? -Se echó a reír, cogiéndola en brazos. -No me lo pidas como un favor. No
seas así. No es tu deber hacerlo todo, ¿entiendes? Cuando dices...

-Lo sieeento... Ahora dale el biberón. -Lo saqué del microondas y se lo di, viendo cómo se iba al
salón.

Puso la tele y se sentó con ella en el sofá, pero creo que más que la tele se pasaba los días mirando
esas cuatro medallas que tenía encima del televisor. Le encantaba, se enorgullecía de ellas cuando
podía.

-¿Ves eso, Mia? -Le susurró mientras le daba el biberón. -Eso lo ganó mamá por ti, ¿sabes? -Y no
dijo nada más. Simplemente dejó que siguiese succionando, hasta que se acabó el biberón entero.
Me senté a su lado en el sofá y puso a Mia en mis brazos, a la que arropé dándole un besito en la
cabeza. Lauren se apoyó en mi hombro, mirándola con una sonrisa. -No sé por qué, pero se parece
a ti. -Sonreí besando su frente, acariciando la espalda de la pequeña con suavidad.

-Voy a acostarla, ¿vale? -Me levanté del sofá con ella en brazos, y asintió.

La dejé en su cuna y encendí el altavoz para escuchar si comenzaba a llorar. Luego bajé las
escaleras hasta el salón, pero no vi a Lauren, en cambio noté cómo me abrazaba por la espalda y
apoyaba su cabeza en mi hombro.

-No debí haberte dejado tanto tiempo. Perdóname. -Susurro besando mi mandíbula.

-Lauren, no te disculpes más, ni siquiera estoy molesta. -Me di la vuelta e hice que me cogiese en
brazos, rodeando su cintura con las piernas. -Te quiero. -Le apreté las mejillas, dándole un beso
lento y suave. -¿Tú me quieres? Dime que me quieres.

-No te quiero. Me casaría contigo y luego tendríamos un hijo. -Me sonrojé encogiéndome sobre mí
misma. -Y te rogaría por favor que no me dejases nunca.

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-Mientras haya amor nunca voy a dejarte. -Lauren frunció el ceño, ladeando la cabeza.

-¿Y queda amor? -Hice una mueca.

-Por desgracia queda más del necesario. -Negué levemente y ella también hizo otra mueca.

-¿Voy a tener que seguir aguantándote? -Asentí con un puchero. -Bueno, al menos tienes buenas
tetas.

-Sí, eso que te llevas. -Comenzamos a reírnos, y nos sentamos en el sofá conmigo encima y una
pierna a cada lado de ella.

-No te imaginas la suerte que tengo contigo, Camila. -Puso sus manos en mis mejillas y me miró
sonriendo. Como si estuviese orgullosa, o simplemente, porque me quería. -Te quiero, y nunca
sabrás cuánto. -Nos abrazamos, o más bien me arropó entre sus brazos, mientras yo rodeaba su
cuello, suspirando.

-Al final tenías razón. -Susurré separándome, pegando mi frente contra la de ella.

-¿En qué? -Me separé, acariciando sus mejillas con suavidad.

-En que eras más que un simple verano.

=================

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;

En su entorno, Normani terminó casándose con Valentín, al que todos llamaban Val, y tuvieron
una hija preciosa a la que llamaron Luna. Dinah no se casó, pero sí tenía un novio con el que
recorrió el mundo en moto. En cuanto a Ally... Ally ya iba por su tercer hijo.

Lauren no volvió a hablar con Chris ni su mujer, pero su madre le mandaba fotos de su sobrina
para que la viese. Mike, por su parte, comenzó a interesarse más por su hija cuando ganó su
primera medalla de oro.

El 25 de enero de 2023, Esmeralda Cabello murió en su casa de Knoxtenville acompañada de su


familia. Camila quedó desolada, pero ver a su hija de tres añitos abrazarla y darle besos en las
mejillas para que se animase, hizo que su corazón poco a poco fuese sanando y aprendiese a vivir
con ello.

La casa de los O'Donnell en Knoxtenville no se vendió, y la empresa siguió adelante. La tía de


Camila se quedó a vivir allí, y sus dos hijos, aquellos gemelos que tan de cabeza traían a su abuela,
terminaron sus estudios y decidieron trabajar en la empresa familiar.

Lauren y Camila vivieron en una urbanización de Torrence desde entonces. Camila no cambió de
trabajo y se convirtió en la directora del Museo de Arte de Los Ángeles. Lauren, por su parte,
compitió también en las siguientes Olimpiadas de 2024, y en estas sí que se llevó cuatro medallas
de oro y tres de plata.

Lauren enseñó a su hija Mia a nadar, y aunque Camila la miraba con miedo siempre recordaba
aquella vez que le salvó la vida. Aunque también tenía en cuenta que tenía siete medallas de oro y
tres de cuatro de plata.

La pequeña Mia pasó los veranos en Knoxtenville, manchándose de barro y jugando en el lago,
justo como lo hizo su madre.

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