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Alejandro S.

[SOCIOLOGIA DEL TRABAJO] Ortega

Sociología del Trabajo


Prof: Carlo Magno – Turno noche –
Texto de Clase.4. Apunte y Texto. Unidad 3.
Hacia una nueva modernidad – Urich Beck
Introducción

L
a «individualización» es un término equívoco, de significación compleja, que
incluso podemos adjetivar como incomprensible, pero que alude a algo importante.
Hasta hoy se ha intentado la aproximación a esa noción desde el aspecto de lo que
es importante, desde el aspecto de la realidad; v pero se prescindió del núcleo del
significado de la palabra.

1. DIMENSIONES ANALÍTICAS DE LA INDIVIDUALIZACIÓN

L
a «individualización» no es un fenómeno ni un invento de la segunda mitad del
siglo xx. Formas y estilos de vida «individualizados» parecidos podemos
encontrarlos en el Renacimiento (Burckhardt), en la cultura cortesana de la Edad
Media (Elias), en la ascética del mundo interior del protestantismo (Max Weber), en la
emancipación del campesino de la servidumbre (Marx) y en el siglo xix y comienzos del
xx, en el debilitamiento de los vínculos intergeneracionales de la familia (Imhof) así como
en los procesos migratorios.

En este sentido genérico, «individualización» alude a determinados aspectos subjetivo


biográficos del proceso de civilización especialmente en la última fase de industrialización
y modernización. La modernización no sólo conduce a la formación de un poder estatal
centralizado, a concentraciones de capital y a un tejido de textura cada vez más fina de las
divisiones del trabajo y de las relaciones de mercado, a la movilidad, al consumo de masas,
etc., sino también —y con esto entramos en el modelo general— a una triple
«individualización »: disolución de las precedentes formas sociales históricas y de los
vínculos en el sentido de dependencias en la subsistencia y dominio tradicionales
(«dimensión de liberación»); pérdida de seguridades tradicionales en relación al saber
hacer, creencias y normas orientativas («dimensión de desencanto»), y un nuevo tipo de
cohesión social («dimensión de control o de integración») con lo cual el significado del
concepto se convierte precisamente en su contrario.

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Estos tres aspectos —disolución (o bien liberación), pérdida de estabilidad y


reintegración— considerados en sí mismos son una fuente inagotable de equívocos.
Constituyen un modelo general, ahistórico, de la individualización. Sin embargo, me parece
esencial diferenciar conceptualmente ese modelo mediante otros dos aspectos: a saber, por
las condiciones de vida (objetivas) y por la conciencia (subjetiva) —identidad,
personalización—. La individualización ha sido concebida como una categoría
sociohistórica, histórico-sociológica, como una categoría que se encuentra en la tradición
de la investigación de las condiciones de vida y de la forma de la vida; se sabe distinguir
muy bien entre lo que les ocurre a los hombres y lo que tiene que ver con su
comportamiento y conciencia. A diferencia de las cuestiones relativas a la conciencia, la
identidad, la socialización y la emancipación, este capítulo trata de los problemas que
surgen al preguntarse cómo cabe concebir la «individualización» en funció n del cambio de
las condiciones de vida y del modelo biográfico; qué tipo de biografía se da bajo las
condiciones del mercado de trabajo desarrollado.

2. INSTITUCIONALIZACIÓN DE LOS MODELOS BIOGRÁFICOS

En el curso de los procesos de individualización realmente no desaparecen las diferencias


de clase ni las relaciones familiares; más bien permanecen en el trasfondo en relación al
nuevo «centro» emergente del modelo biográfico vital. Paralelamente, surgen nuevas
dependencias. Éstas remiten a contradicciones inmanentes en el proceso de
individualización. En la modernidad avanzada se realiza la individualización bajo las
condiciones de un proceso de socialización que precisamente impide gradualmente la
autonomía individual. El individuo, ciertamente, rompe los lazos tradicionales y las
relaciones de protección, pero los intercambia por las constricciones del mercado de trabajo
y del consumo, así como por las estandarizaciones y controles implícitos en esas
constricciones. En lugar de los lazos tradicionales y de las formas sociales (clase social,
familia nuclear) aparecen instancias secundarias e instituciones que configuran el curso de
la vida del individuo y que, de manera contraria a la aptitud individual de la que es
consciente, le convierten en una pelota de modas, relaciones, coyunturas y mercados.

De este modo, la existencia privada individualizada depende, de manera más condicionable


y clara, de las situaciones y condiciones que escapan totalmente a su intervención.
Paralelamente, se generan situaciones de conflicto, de riesgo y problemas que, debido a su
origen e índole, impiden toda solución individual. Como es sabido, estos problemas
abarcan, concretamente todo cuanto es objeto de discusión social y política: desde las
llamadas «mallas de la red social», pasando por la negociación salarial y de condiciones de
trabajo hasta la defensa frente a los abusos burocráticos, la clase de ofertas educativas, la
regulación de los problemas de tráfico, la protección ante las destrucciones del medio

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ambiente, etc. La individualización, debido a las condiciones del marco social, se ve


afectada de modo que la existencia autónoma e independiente, casi resulta imposible.

El estatus y la cultura de las clases sociales o familiares quedan marginados o sustituidos


por el modelo de forma de vida institucional: entrada y salida del sistema educativo,
entrada y salida del trabajo productivo, regulaciones sociopolíticas de la edad de jubilación
y no sólo de todo lo que se refiere a los períodos de la vida.

El aspecto de superposición resulta especialmente claro en la «biografía normal » de las


mujeres. A los hombres no les afectan los acontecimientos familiares; en cambio, las
mujeres llevan una doble existencia contradictoria, condicionada familiar e
institucionalmente. Para ellas rige aún el ritmo familiar y, en la mayoría de casos, también
el ritmo profesional y formativo, lo cual comporta conflictos y reivindicaciones
irresolubles.

Individualización significa dependencia del mercado en todos los aspectos de la vida. Las
formas de existencia que se originan son el mercado de masas, que no le resulta consciente
a cada cual, y el consumo de masas para viviendas globalmente proyectadas incluida su
instalación, artículos de uso cotidiano, opiniones, costumbres, posicionamientos y estilos de
vida que se difunden e inculcan a través de los medios de masas. De este modo, las
individualizaciones entregan los hombres a una estandarización y administración ajena que
los nichos de las subculturas familiar y estamental nunca conocieron.

Estas configuraciones institucionales de la vida significan que las regulaciones del sistema
cultural, el sistema profesional, así como las previsiones sociales del sistema se engarzan
directamente con las fases de la vida de los hombres: las disposiciones e intervenciones
institucionales son, a su vez, (implícitamente) disposiciones e intervenciones en la vida
humana.

Concretamente, individualización significa, pues, institucionalización, configuración


institucional y, con ello, conformación política de la vida y de las condiciones de vida. Y
esa adaptación pasa, en su mayor parte, «desapercibida», como «efecto secundario latente»
de fenómenos que, explícitamente, se relacionan con la actividad laboral intrínseca.

La individualización —más exactamente, la supresión de las relaciones vitales


tradicionales— coincide con una simplificación y estandarización de las formas de
existencia. Cada cual se encuentra en la familia aislado ante la caja de luz tenue. De este
modo se origina la imagen de estructura social de un público de masas individualizado o —
formulado más agudamente— la existencia colectiva estandarizada delos masa-ermitaños
aislados-

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Y eso ocurre también transculturalmente, transnacionalmente. Las situaciones individuales


no cabe establecerlas, en este sentido, ni tan siquiera en su dependencia institucional de las
fronteras de los estados nacionales. Forman parte de una red de medios mundialmente
estandarizada. Aún más: las fronteras nacionales e institucionales, en cierto sentido,
desaparecen. Debido a los medios, llevamos una especie de doble existencia socio espacial.
Estamos a la vez aquí y en cualquier lugar, solos y, sin embargo, escuchamos el mismo
concierto o bien, mientras cenamos solos, todos somos, también, espectadores participantes
de las crueles escenas de guerra.

Se podría decir que las condiciones de vida desarrolladas apuntan, en su «doble


localización » a una estructura esquizofrénica individual- institucional. Sin embargo, se dan
situaciones distintas según se mire el asunto desde dentro o desde fuera; desde dentro no se
ve bien y sí desde fuera o desde una posición superior. La frontera entre dentro y fuera
existe y no existe a la vez.

La esfera privada no es lo que parece ser, una esfera separada del ambiente. El lado
extremo penetra en el interior e influye en lo privado de las relaciones y decisiones. Quien
no sepa ver esto ignora un rasgo esencial de las formas de vida social en la fase avanzada
de la modernidad: el solapamiento y entrelazamiento de la privacidad individualizada
desarrollada con campos aparentemente delimitables institucionalmente y sectores de
producción de cultura, consumo, comunicaciones, industria, mercado del trabajo, etc.

Esta dependencia de las instituciones incrementa las situaciones de crisis de las condiciones
individuales generadas. La dependencia de las instituciones no se da para prioridades en
general sino en concreto. La clave de la seguridad en la vida reside en el mercado de
trabajo. La incorporación al mercado de trabajo obliga a formarse. Si alguien es superado
por cualquier otro se encuentra socialmente ante la nada material. Sin el correspondiente
título de estudios, la situación es tan catastrófica como en el caso de poseerlo; pero si se
carece de él ni tan siquiera se accede a los puestos de trabajo vacantes. Los primeros en
quedar fuera de juego socialmente son los que fracasan al entrar en el sistema educativo. La
obtención y conservación de una plaza educativa se convierte en la cuestión del ascenso o
descenso en la sociedad. Asimismo, por causa de «oscilaciones» coyunturales o
demográficas, generaciones enteras pueden ser arrastradas a la marginación en la
existencia. Es decir, las condiciones individuales, ligadas a las instituciones, permiten
convertir precisamente, según sean las coyunturas del mercado de trabajo y económicas, las
ventajas e inconvenientes concretos generacionales en condiciones grupales.

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Las instituciones actúan con categorías jurídicamente fijas de «biografías normales» que
cada vez corresponden menos a la realidad. El eje de la biografía normal es la relación con
un trabajo normal. Así, el sistema social de seguridad se adapta a la piedra angular de la
participación en el trabajo productivo. Al mismo tiempo aumenta la cantidad de quienes,
pese a todo esfuerzo, no alcanzan o apenas si consiguen acceder al sistema ocupacional.
Los niveles de normalidad en que se basa la previsión social cada vez resultan más
insuficientes en relación con el constante paro masivo y se corresponden menos con el
desarrollo de las condiciones de vida familiar y entre hombres y mujeres. La figura del
padre de familia varía en la familia y da lugar a funciones cambiantes, dependiendo, para
aspectos y decisiones, de quién gana dinero, quién procura el sustento, quién cuida y quién
educa a los hijos.

La sociedad nacida de las formas de vida de la sociedad industrial —clases sociales, familia
nuclear, funciones sexuales y oficio— se enmarca en un sistema de instituciones políticas,
administrativas y de previsión social que resulta cada vez más un tipo de función rectora
propia de la época industrial que se extingue. Esas instituciones intervienen en la vida
«desviada», según el nivel administrativo de normalidad, de forma reguladora y normativa
pedagógicamente.

Debido a la dependencia institucional, la sociedad individualizada también se ve


atravesada por todos los conflictos posibles, vínculos y coaliciones más allá de las
tradicionales fronteras entre clases sociales. La oposición entre partidos del mercado de
trabajo retrocede como oposición concreta, y aparecen con carácter central las múltiples
formas conflictuales propias de la socialidad reducida a la existencia privada: puede ocurrir
que los aspectos de un «destino colectivo» resulten conscientes por el hecho de una
autopista que se proyecta cercana al propio jardín, por la situación agravada de la
escolarización de los hijos o por el vertedero de residuos nucleares que instalan en un lugar
cercano.

En la sociedad individualizada, se concibe y percibe el destino colectivo prefigurado


institucionalmente y que se presenta vinculado a la vida de los hombres. Dicho
metafóricamente, el espejo de la conciencia de clase se rompe sin destruirse, y cada
fragmento refleja una perspectiva como totalidad, sin que sea posible producir una imagen
de conjunto a partir de los fragmentos. En la medida en que los hombres quedan cada vez
más separados de los lazos sociales por la progresiva individualización y privatización, se
da un doble proceso. Por una parte, las formas de percepción son privadas y —considerado
desde la época— a su vez ahistóricas. Los hijos ignoran las situaciones de los padres, por
no hablar ya de las de los abuelos. Es decir, el horizonte temporal de la percepción de la
vida se reduce cada vez más, hasta encogerse finalmente en el caso límite de la historia del
(eterno) presente, y todo gira en tomo al propio yo de la propia vida. Por otra parte,

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disminuyen los ámbitos que afectan la propia vida en la cooperación y aumentan las
restricciones que obligan a configurar la propia vida precisamente en los aspectos en que
ésta no es nada más que el mero producto de las circunstancias.

En la sociedad individualizada, cada cual ha de aprender los inconvenientes a partir del


fracaso y ha de concebirse a sí mismo como centro de acción, como oficina de planificación
en relación a su propia vida, sus capacidades, orientaciones, compañías, etc. «Sociedad»,
bajo las condiciones de la vida por crear, se ha de tratar individualmente como una
«variable».

Lo que se reclama es un modelo de acción cotidiana que tenga por centro el yo, que indique
y abra oportunidades de actuación y permita así elaborar significativamente las ocasiones
de decisión y configuración que se presentan en relación con la propia vida. Eso significa
que ha de desarrollarse una imagen del mundo centrada en el yo más allá de la superficie de
las representaciones mentales en relación con los fines de la propia supervivencia, imagen
que, por así decirlo, instale en la mente la relación entre yo y la sociedad a fin de concebirla
como viable para los fines de la conformación individual de la vida.

Se abren las compuertas para la subjetivación y la individualización de los riesgos y


contradicciones originados socio institucionalmente. Para el individuo, las condiciones
institucionales que le determinan ya no son sólo sucesos y relaciones que se le imponen,
sino también consecuencias de las decisiones adoptadas por él y que ha de ver y asumir en
cuanto tales. Esto también lo facilita el hecho de que varíen las típicas circunstancias que
marginan al individuo.

En la sociedad individualizada, los riesgos no sólo aumentan sino que también surgen
nuevas formas cualitativas de riesgos personales: aparecen también nuevas formas de
«culpabilización», lo cual representa una sobrecarga. Con esas coacciones que imponen la
autoelaboración, autoplanificación y autoproducción de la biografía era forzoso que se
originaran, más pronto o más tarde, también nuevas exigencias en formación, previsión,
asistencia terapéutica y actividad política.

Finalmente, indiquemos un rasgo aparentemente opuesto. Las biografías individualizadas


por una parte, quedan vinculadas en sus estructuras a la autoconñguracjón, y por otra, se
encuentran abiertas a lo casi ilimitado. Todo cuanto aparece aparte desde la perspectiva de
la teoría de sistemas forma parte integral de la biografía individual: familia y trabajo
remunerado, formación y ocupación, administración y tráfico, consumo, medicina,
pedagogía, etc. Los subsistemas rigen para los sistemas parciales, pero no para las personas
en la situación individual de dependencia de las instituciones.

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Los subsistemas van más allá de las condiciones individuales. Son, por así decirlo, el
aspecto biográfico de lo separado institucionalmente. Considerado así, se trata de
condiciones institucionales individualizadas que producen, en el plano del sistema,
relaciones ignoradas y rupturas en los permanentes puntos de fricción, dificultades para
acuerdos y contradicciones en y entre las biografías individuales. Orientar la vida en estas
condiciones se convierte en la solución biográfica de contradicciones del sistema. La
biografía es la suma de las racionalidades parciales del sistema y no, en absoluto, de sus
circunstancias.

Con la pérdida de lo tradicional y la creación de redes de comunicación mundiales, la


biografía se separa cada vez más del ámbito de la vida inmediata y se abre a una moral
lejana, por encima de las fronteras entre países y expertos, que sitúa el individuo en una
actitud de tomar posición de modo virtualmente perenne. Simultáneamente, se le desplaza
hacia la insignificatividad y es elevado al trono aparente de un hacedor mundial.

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