La libertad constituye un llamado a la reflexión teológica que busca la
inteligencia de la fe de cara a la cultura y en diálogo con la cultura, como
propuesta y como respuesta al hombre contemporáneo, ya que esta libertad se topa, en definitiva, no sólo con los diversos deseos del hombre, sino con la posibilidad de absoluto, que es su más honda razón y en respuesta a este llamado. Desde la mirada correcta de la teología de la liberación, el que hacer teológico implica una reflexión crítica sobre la fe que se hace operante en el amor generoso. La verdadera teología se nutre del compromiso y de la práctica de la caridad, al modo del samaritano que, movido por un profundo sentimiento de misericordia, se compadece del herido del camino (Lc 10,33). En este sentido, se hace necesario que la fe cristiana sea iluminada y se convierta en un compromiso a favor de la justicia, la libertad y la dignidad humana. La Iglesia establece una relación liberadora y dialogante fundamentada en el amor que Dios establece con cada ser humano. La teología reflexiona, piensa y habla de Dios desde la búsqueda de la verdad, interrogantes y dolores que los seres humanos albergan y padecen; desde el principio con la pedagogía divina Dios llama a la vida, crea todo con amor, conduce a su pueblo y le muestra su rostro compasivo y liberador, habla por medio de los profetas y en la plenitud de los tiempos se revela en Jesucristo quien manifiesta el rostro de un Padre que se hace pobre por amor a nosotros. La auténtica “teología de la liberación” enraizada en la Palabra de Dios y debidamente interpretada, es un desafío para la Iglesia que peregrina en América Latina donde la mayoría de sus habitantes, vive situaciones de pobreza opresión e injusticia “Esta Esta parte del continente cuenta con los más altos niveles de desigualdad: los ricos más ricos del mundo viven aquí de la misma forma que los pobres más pobres se alojan en las periferias de las grandes ciudades. Finalmente, se puede decir que la opción preferencial por los pobres es una iniciativa del amor de Dios que ilumina la vida de la Iglesia, y que, por tanto, debe llevar a un compromiso fiel en las actitudes éticas centradas en la figura de Cristo, en el momento histórico que vive nuestra Iglesia no se puede olvidar que los pobres están ahí esperando nuestro favor, nuestra misericordia.